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Publicado en “Lenguaje: Teorías y prácticas.

Primer Simposio de la Maestría enCiencias del


Lenguaje, 1999, Buenos Aires, Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”, 2000,
pp.65-74
Reproducido en Proyecto Arjé. Comunidad Filosófica Interdisciplinaria. URL:
http://arje.hotusa.org. Sección Filosofía del Lenguaje.
.

METÁFORA Y COGNICIÓN
Berta Zamudio y Mabel Giammatteo

O. Introducción
Cuando saludamos a un amigo y le preguntamos ¿Cómo van tus cosas?, o le
damos un consejo como No dejes que el asunto se te escape de las manos, o
hacemos un comentario del tipo A Juan la novia lo lleva de las narices, nunca
pensaríamos que estamos hablando con metáforas. Sin embargo, como
sostienen Steinhart y Kittay (1998: 576):

“...la metáfora, un tropo en el cual se habla de una cosa como si fuera


otra, es un rasgo ubicuo del lenguaje natural.” (Trad. y negrita nuestras)

Ahora bien, ¿en qué consiste la metáfora? ¿Es una cuestión puramente
lingüística y, por lo tanto reside, solamente en las palabras o está también,
además, o por sobre todo, en el pensamiento?.
En la presente exposición pasaremos revista a algunas de las principales
concepciones acerca de la metáfora, desde la visión tradicional aristotélica y
retórica hasta propuestas más actuales, como la de la lingüística cognitiva
para la cual la metáfora no es sólo cuestión de lenguaje, sino que hace a la
esencia misma de nuestra conceptualización del mundo.
Finalmente presentaremos una breve ejemplificación referida a un campo
semántico particular: el del dolor, con la intentaremos mostrar cómo la metáfora
colabora en la comprensión de un dominio experiencial tan difuso e inefable.

1. La concepción tradicional de la metáfora


La concepción tradicional de la metáfora (del gr. metá = más allá y phorà de
pherein = llevar → transportar) proviene de Aristóteles, quien en la Poética
sostiene que:

La metáfora consiste en darle a la cosa el nombre que pertenece a otra


cosa; siendo la transferencia de género a especie, o de especie a género,
o de especie a especie, o sobre la base de la analogía. (1457b)

En la Retórica, Aristóteles desarrolla la teoría de la metáfora como símil


elíptico o comparación abreviada (similitudo brevior). Este criterio aristotélico es
el que va a prevalecer en toda la Antigüedad y en el Renacimiento.
Junto con la consideración de la metáfora como símil, la perspectiva
tradicional concebía los tropos o figuras, incluida la metáfora, como elementos
decorativos. Para Cicerón, p.ej., la comparación, base de la metáfora, surgía
en las lenguas, primeramente de la necesidad de suplir la insuficiencia de
vocabulario y, luego, a medida que éste se iba enriqueciendo, el procedimiento
se mantenía como un modo de seguir aportando nuevas maneras de
expresión. Esta concepción implicaba suponer que el lenguaje consistía en una
base desnuda que podía colorearse o disimularse - por tabú, p. ej. - mediante
adornos. Ideas semejantes persisten en las teorías que explican la metáfora
como desvío del lenguaje ordinario. Para estos enfoques existe una distinción
sustancial y tajante, entre el lenguaje común, basado en el significado propio o
literal de las palabras, que no contiene metáforas ni figuras, y el lenguaje
poético, en el que a través del desvío se llegaría a un sentido derivado, no
propio o figurado.

2. Críticas a la concepción tradicional.


La tradición retórica se encargó de imponer la concepción tradicional de la
metáfora. Las primeras críticas, no a la teoría en sí, sino a sus implicaciones,
surgieron de los empiristas, para quienes el adorno, que la metáfora y las otras
figuras aportaban al lenguaje, representaba una distracción que reducía la
razón. En palabras de Locke, la metáfora :

“...insinuaba ideas equivocadas, movía las pasiones, y por lo tanto,


equivocaba el juicio” (An essay on human understanding. Bk 3, cap.10;
cit.en Steinhart and Kittay (19 : 579. Trad. nuestra.)

Fueron los románticos, como Rousseau y Coleridge, los primeros en


concebir la metáfora como generadora de pensamiento, al postular que no se
trataba de un agregado ornamental ni de un obstáculo para el razonamiento;
sino que, por el contrario, su utilización originaba nuevos significados.

3. El siglo XX y los aportes hacia la concepción cognitivista de la metáfora


como construcción de sentido.

3.1 La perspectiva semiótica de Peirce. La metáfora como un subtipo de ícono


A partir de su famosa clasificación de los signos en íconos, índices y símbolos,
Peirce subdivide los íconos, de acuerdo con el modo de ser en sí mismos o
modo de primeridad1 en tres tipos: las imágenes, que tienen en común con el
objeto simples cualidades, p. ej., la imagen cinematográfica en una película
determinada; los diagramas, que presentan relaciones principalmente diádicas,
como p.ej. los cuadros sinópticos, gráficos, mapas conceptuales o esquemas
oracionales; y las metáforas, que muestran el carácter representativo de un
signo en sí mismo.
La novedad del análisis peirceano de la metáfora parece residir en la
oposición que establece entre pensamiento diagramático (también denominado
analógico) y pensamiento metafórico. El ejemplo más frecuente que da Peirce
de diagrama es la carta geográfica, que reenvía a un cierto territorio y
establece una relación caracterizada por su diadicidad y por el carácter unívoco
de la relación signo-objeto. En otros términos, tenemos dos "relata" y una forma
única que comparten, lo que nos da una estructura sígnica y una estructura
objetal isomorfas. Con la metáfora, en cambio, se establece una situación

1
Para considerar el estudio del signo de tres maneras diferentes: en sí mismo, en su referencia
al objeto y en su relación con el interpretante, Peirce establece la aplicación de un esquema
que distingue tres categorías para el análisis semiótico: la primeridad, como modo de ser de
aquello que es lo que es positivamente y sin referencia a otra cosa - una cualidad abstraída del
objeto o los rasgos de la escritura de un niño que en su cuaderno de clase escribe "mamá" -;
la segundidad, como modo de ser de aquello que es lo que es por relación a un segundo
elemento - la "ocurrencia de la palabra "mamá", incluyendo sus rasgos de escritura; y la
terceridad, como modo de ser de aquello que se produce por la relación recíproca de un
nueva en la medida en que el paralelismo aparece entre cosas no isomorfas.
Los dos "relata" deben ser puestos en relación por una tercera cosa que, al
intervenir hace aparecer propiedades nuevas. Cuando alguien dice, p.ej., que
tiene "un dolor taladrante" no puede establecerse isomorfismo alguno entre los
dos dominios. De este modo, al evitar asimilar la metáfora a la analogía, Peirce
también se aparta de la concepción clásica de la metáfora.

3.2 "Vehículo", "tenor" y teoría de la interacción: Richards y Black


Un discípulo de Coleridge, Richards (1936) había introducido en los estudios
sobre la metáfora, los términos de vehículo (luego también conocido como
fuente o base), que representa la idea que porta el significado literal de la
palabra usada metafóricamente y tenor (también denominado blanco o meta),
que representa la idea proporcionada por la metáfora. Por ej. en la metáfora la
sombra de una duda, sombra es el vehículo y duda es el tenor.
A partir del trabajo de Richards, Black (1962) se aparta de la consideración
de la metáfora como “nombre nuevo” y la considera una predicación, ya que
“las metáforas no sólo renombran una entidad, sino que hacen una afirmación”
(cit.en Steinhart and Kittay (1998: 577. Trad. nuestra). Black lleva, entonces, la
metáfora a la perpectiva del discurso cognitivamente significante. En contraste
con las teorías de la metáfora como sustituto decorativo para lograr efectos
retóricos o estéticos y con las teorías de la comparación implícita, ambas sin
implicación cognitiva, Black propone la teoría de interacción, que enfatiza el
papel conceptual de la metáfora. La contribución de la metáfora al lenguaje y al
pensamiento resulta de la relación entre un ‘Sujeto principal’ (el tenor de
Richards) y un ‘Sujeto subsidiario’, conjuntamente con un sistema asociado de
lugares comunes (aproximadamente el vehículo de Richards). Así en la muerte
es un sueño, el sistema de asociaciones – descanso, tranquilidad, etc.– se usa
como lente o filtro a través del cual se comprende el ‘Sujeto principal’: la
muerte. El sistema asociado del sueño focaliza implicaciones compartidas por
los lugares comunes de ambos sujetos y pone en escena implicaciones no
compartidas – p.ej. la diferencia entre permanencia y transitoriedad en ambos

segundo y un tercero - el reconocimiento de que la escritura corresponde a la palabra "mamá".


estados-, redefiniendo así nuestra comprensión de ambos dominios.
El enfoque de Black despertó gran interés en ámbitos alejados de la retórica
como la ciencia y la filosofía. Entre quienen explotaron el potencial de la teoría
de la interacción se encuentran los filòsofos de la ciencia, interesados en el
papel de la metáfora en el lenguaje científico y teórico; y los psicólogos,
abocados a contruir modelos de la mente que den cuenta de la función
cognitiva de la metáfora.

3.3. Reddy y la metáfora del conducto.


El trabajo de Reddy (1979) sobre la metáfora del conducto tiene la importancia
de ser uno de los primeros intentos de estudio sistemático de la metáfora
conceptual. Tomando como referencia las observaciones de Wiener, uno de los
creadores de la teoría de la información, acerca de que el éxito de una
sociedad depende de su capacidad para transmitir mensajes y de que una
sociedad que carezca de habilidades comunicativas deberá enfrentar mayor
cantidad de conflictos, Reddy, desde un paradigma completamente opuesto al
de Wiener, intenta una explicación del hecho comunicativo sobre la base de
las representaciones que de él construyen los hablantes . El autor presenta su
trabajo como un "conflicto entre marcos". Por una parte, el modelo mecanicista
o modelo del código al que denomina "el marco de los fabricantes de
herramientas " a quienes compara con personas que viven en compartimentos
aislados y logran comunicarse entre sí mediante instrucciones que les permiten
fabricar herramientas para sobrevivir, pero realizan este trabajo con gran
esfuerzo y resultados poco satisfactorios por ausencia de mutuo conocimiento.
En este modelo lo que importa son las señales que se envían, la información
que éstas transmiten y las regulaciones operadas por el código. Los
participantes, que pueden ser organismos o máquinas solamente, son tenidos
en cuenta como fuentes, encodificadores, decodificadores o destino de la
información . Ubicándose en otro paradigma que da importancia al sentido de
los mensajes y no sólo a la información que éstos transmiten, Reddy propone
"el marco de la metáfora del conducto" que permite entender cómo el lenguaje
es concebido metafóricamente por los hablantes como un recipiente que
transporta en su interior pensamientos y sentimientos de una persona a otra.
En el proceso de la comunicación, el hablante extrae de su repertorio personal
los contenidos que selecciona, denominados "muestras de repertorio" y los
coloca en el conducto del lenguaje, que a su vez habrá de transportarlos al
receptor, quien deberá extraer dichos contenidos y enviarlos a su cabeza. Este
punto de vista presenta cierta semejanza con la teoría de Whorf-Sapir en lo
que concierne a la relación entre lenguaje y pensamiento.
La metáfora del conducto es una entidad comprobable a través de ciertos
índices a los que Reddy denomina "frases nucleares", construcciones de
distinta magnitud como palabras, oraciones o textos que evidencian la
activación de la metáfora. Las observaciones de Reddy se limitan al uso que
hacen los ingleses de su lenguaje en expresiones metacomunicativas. De éstas
se desprende que alrededor del setenta por ciento de los angloparlantes, al
hablar o escribir sobre la comunicación, utiliza la metáfora del conducto.
Reddy presenta su concepto de marco con una doble extensión: una amplia
a la que denomina "marco mayor" y otra más limitada o "marco menor”. El
marco mayor contiene las siguientes implicaciones:

A.El lenguaje humano funciona como un conducto que posibilita la trasferencia


de miembros del repertorio (ideas o contenidos) de un individuo a otro.
1. Sabes muy bien que yo te di la idea.
2. La próxima vez que escribas envíame mejores noticias.

B. Al hablar o escribir, los seres humanos colocan miembros de su repertorio


interno en señales externas (el lenguaje).
3. Me resulta muy difícil poner mis conceptos en palabras.
4. Inserte ese pensamiento en otra parte de su discurso.

C. Las señales transportan miembros del repertorio, si fallan en hacerlo, la


comunicación fracasa.
5. Tus palabras tienen escaso contenido.
6. La introducción no presenta ideas muy interesantes.
D. Al escuchar o leer, los seres humanos extraen de las señales los miembros
del repertorio y los envían a sus cabezas, o si no, la comunicación fracasa.
7. No pudo extraer ninguna moraleja de toda esta prosa.
8. Traten de interpretar el contenido que encierran sus palabras.

En el "marco menor", en cambio, se pasan por alto las palabras como


contenedores cerrados y las ideas y sentimientos expresados por el lenguaje
son arrojados al espacio sin estar dirigidos a una meta determinada.
9. Ponga sus pensamientos por escrito.
10. Puede encontrar ideas más novedosas en otra parte.

La metáfora del conducto tiene, según su autor, un efecto facilitador en la


comunicación. Resulta menos costoso, p. ej., preguntarle a alguien si pudo
sacar ideas interesantes de un libro que si fue capaz de construir algo sobre la
base de su lectura. Con todo, Reddy admite la validez de paradigmas
alternativos para dar cuenta del metalenguaje referido a la comunicación. Tal
es el caso del "paradigma de los fabricantes de herramientas", que como se
dijo, obedece a una concepción totalmente opuesta del proceso comunicativo.
No obstante, un paradigma así difícilmente podrá explicar cómo se relacionan
en la comunicación el lenguaje y el pensamiento.
Reddy aclara que él no intenta dar soluciones. Su propósito ha sido
simplemente presentar el problema de dos paradigmas en conflicto.

3.4 La teoría cognitiva de Lakoff: el realismo experiencial


A partir de las propuestas de Reddy, Lakoff elabora una teoría acerca de la
metáfora como elemento esencial en el razonamiento. Según él, la
conceptualización del entorno se deriva, a través de sencillos esquemas de
imágen y metáforas, de nuestra experiencia más inmediata, que se relaciona
con lo corporal y lo espacial; así, p.ej., hablamos de notas al pie de página o
decimos que alguien está en la cima de la gloria o cayó en una depresión. En
consecuencia, Lakoff se pronuncia en contra de la consideración de la metáfora
como mero asunto de lenguaje, ya que para él ésta radica en:
“... en el modo en que conceptualizamos un dominio mental en términos de
otro. La teoría general de la metáfora está dada por la caracterización de
tales proyecciones a través de los dominios. Y en el proceso, los
conceptos cotidianos como tiempo, estados, cambio, causa, y propósito
también resultan ser metafóricos.
El resultado es que la metáfora (...) es absolutamente central para la
semántica del lenguaje natural ordinario, y que el estudio de la metáfora
literaria es una extensión del estudio de la metáfora cotidiana.” (Lakoff
1993: 203. Trad. y negrita nuestras).

A fin de demostrar que en el lenguaje cotidiano no todo es literal, Lakoff


ejemplifica su teoría con expresiones comunes como Nuestra relación está en
un callejón sin salida. En estos casos un dominio, generalmente más abstracto,
como el del amor, es interpretado en función de otro, habitualmente más
específico o concreto, en este caso un viaje. Lakoff pone de relieve que no se
trata de una mera comparación entre términos aislados, y que la proyección de
un dominio en otro tampoco es aleatoria, sino que se rige por principios
generales que gobiernan nuestros patrones de inferencia y producen
proyecciones sistemáticas y convencionales, por las cuales establecemos
correspondencias ontológicas entre dominios. La proyección puede sintetizarse
mediante una formulación que describe el mapeo, y que en el ej. anterior se
representaría como EL AMOR ES UN VIAJE. La proyección de la fuente en el
blanco implica toda una serie de correspondencias como:
Los amantes son los viajeros.
La relación amorosa es un vehículo.
Las metas comunes de los amantes son sus destinos comunes en el viaje.
Las correspondencias hacen surgir todo un escenario común entre ambos
dominios, que, una vez establecido, permite entender otras expresiones que
hacen extensiva la metáfora, tales como Estamos estancados en nuestra
relación, llegamos a una encrucijada, no debimos ir tan lejos, tenemos que
seguir caminos separados, etc.
Tal como Lakoff la plantea, la teoría cognitiva de la metáfora no tiene valor
predictivo, ya que no nos dice de antemano qué dominio va a ser interpretado
en términos de otro. Lakoff propone, en cambio, una exigencia más débil: la
motivación, que implica que una vez que se ha producido el apareamiento
entre dominios se puede deducir y, en consecuencia, explicar qué lo ha
motivado. De este modo la teoría refleja el hecho - que ya habían señalado
Peirce y Black, entre otros - de que la relación entre dominios no preexiste a la
proyección, sino que se genera en ella.
Por otra parte, dado que, aunque sistemáticas, las proyecciones entre
dominios de experiencia no son mecánicas ni determinadas, no todos los items
de la fuente tienen que ser proyectados en el blanco. Lakoff pone como
ejemplo nuestro modo habitual de referirnos a las teorías como edificios, en
estos casos, por lo general solemos hacer mención al basamento, las
columnas o paredes, pero no a otras partes, como ventanas y habitaciones. En
este sentido, las metáforas cognitivas tienen un costado convencional, aunque
siempre es posible extenderlas en usos más creativos que nos acerquen al
lenguaje poético, con lo cual la diferencia entre éste y el lenguaje común o
coloquial, no sería sustancial sino de grado.
Ahora bien, ¿puede cualquier dominio X ser proyectado en otro Y o existen
límites para las proyecciones? La respuesta de Lakoff es el Principio de
Invariancia, según el cual:

Las proyecciones metafóricas preservan la topología cognitiva (es decir, la


estructura del esquema de imagen) del dominio fuente, en una forma
consistente con la estructura inherente del dominio blanco. (l.c: 215)

Es decir, existen y son respetadas, restricciones en cuanto a las


correspondencias entre dominios. Por ej. cuando comprendemos un dominio
en términos de una metáfora como la del contenedor o recipiente, que supone
un afuera y un adentro, como en Su vida tiene un vacío imposible de llenar, el
esquema debe preservar que lo que es interior en la fuente corresponda al
interior en el blanco, lo mismo con el exterior, y así sucesivamente. De este
modo la estructura del blanco, que no puede ser violada, limita las
posibilidades para proyecciones automáticas. Así se explica para Lakoff que se
puede dar a alguien una patada, aunque esa persona después no la tenga,
puesto que, a diferencia de los objetos, respecto de las acciones – como la
patada – sabemos que dejan de existir después de ocurridas.
Una segunda derivación de que las correspondencias no están
predeterminadas, es que un mismo ámbito puede ser intepretado en función
de proyecciones diferentes, a las que Lakoff denomina duales, las cuales
pueden, incluso, ser contradictorias. Cuando decimos el tiempo vuela, nuestra
conceptualización del tiempo es dinámica y es éste el que se mueve, en
cambio en estamos llegando al dos mil o en estaré allí en diez minutos,
nuestra perspectiva es la inversa: somos nosotros los que nos movemos y el
tiempo permanece estático.
En relación con lo dicho, es interesante preguntarnos, por qué establecemos
esas relaciones, por qué el tiempo es concebido como un objeto que se
desplaza. La respuesta es que tales metáforas acercan la comprensión a
nuestras posibilidades biológicas de conocimiento. Los seres humanos
estamos dotados de un sistema visual con detectores para objetos,
localizaciones y para el movimiento. No tenemos detectores para el tiempo, por
lo tanto, nuestro sistema conceptual lo concibe en términos que le resultan
comprensibles, tales como los objetos y el movimiento.
La teoría experiencial, que Lakoff opone a la concepción tradicional, apunta
a revalorizar la función esencial de la metáfora en nuestra conceptualización
del mundo y a mostrar cómo conceptos sumamente abstractos como el tiempo
o la causa provienen de sencillos esquemas de imagen que derivamos
naturalmente de experiencias más básicas que se relacionan con la
percepción humana más inmediata que es la del propio cuerpo y del espacio
adyacente a él. De éste modo Lakoff plantea la coherencia de nuestro sistema
conceptual en el que la metáfora cumple una función esencial para nuestro
entendimiento: que es la de volver comprensible aquello que por lejado,
abstracto o difuso, resulta menos comprensible.

3.5 Aplicación de Diller de las propuestas de Reddy


Los componentes de la metáfora del conducto: el pensamiento y el lenguaje,
han servido a Diller para hacer un estudio de la estructuración metafórica de
estos dos dominios de la experiencia humana. En su trabajo, esta autora
explica cómo ciertas metáforas que intervienen en la expresión de acciones
verbales y mentales se forman por el empleo de atributos pertenecientes a dos
dominios experienciales diferentes: los alimentos y la visión. Uno de sus
principales aportes radica en mostrar cómo un mismo dominio meta puede
resultar estructurado metafóricamente por más de una fuente y, a la inversa,
cómo diferentes fuentes pueden estructurar una misma meta. Un planteo inicial
del trabajo es si existen dominios candidatos para las funciones de meta o de
fuente en la organización de la metáfora . La autora coincide con Lakoff en su
observación de que cuanto más abstractos son los conceptos que manejamos,
mayor dificultad tenemos para comprenderlos y expresarlos sin la ayuda de
otros atributos y conceptos pertenecientes a campos más concretos. Entre las
cosas que conforman nuestra experiencia del mundo algunas son fáciles de
comprender y comunicar, mientras que otras, por su abstracción, exigen un
mayor esfuerzo de comprensión y es entonces cuando se hace necesario
acudir a la metáfora. En la construcción de una metáfora, el dominio meta
suele estar menos estructurado desde el punto de vista cognitivo, o en otros
términos, contener menor cantidad de rasgos de prototipo.
El dominio de los alimentos se presenta con una estructura cognitiva
organizada de la cual tenemos experiencia directa desde los primeros años de
la vida. Poseemos un sistema cognitivo de los alimentos organizado por
diferentes dimensiones. La autora presenta la siguiente clasificación:
a) los alimentos pueden clasificarse por sus propiedades físicas en sólidos,
líquidos, espesos livianos, etc.; por sus propiedades gustativas, en dulces,
ácidos, salados, etc.; y, por sus propiedades de transformación, en crudos,
cocidos, procesados, etc..
b) por sus propiedades nutritivas, podemos hablar de alimentos indigestos,
livianos, productores de colesterol, etc.
c) por su comercialización, pueden clasificarse en caros, baratos, finos,
exóticos, etc..

Veamos cómo estos atributos de la alimentación se proyectan en los dominios


del lenguaje y del pensamiento:

1. Sus argumentos carecen de consistencia.


2. Poco a poco la idea tomaba cuerpo.
3. Este es un libro insípido.
4. Hizo una observación de mal gusto.
5. Sus reproches fueron muy amargos.
6. Las agresiones de tu hermana son indigeribles.
7. Sus ideas me repugnan.
8. El dictamen estaba cocinado.

Estos rasgos seleccionados para construir metáforas de ninguna manera


agotan todas las disponibilidades del dominio fuente. Como puede observarse
la alimentación es un dominio muy productivo que sirve de base de
correspondencia para estructurar metafóricamente otros menos organizados
y trasmitir variados matices a las conceptualizaciones que produce.
El dominio de la visión presenta una estructura cognitiva menos sistemática
que el anterior. Sin embargo, no resulta difícil ubicar dentro de su extensión
conceptos y atributos que tienen que ver con la claridad, la luz, la forma, los
órganos de la visión, la transparencia, la nitidez, entre muchos otros.
El dominio de la visión suele proyectarse principalmente sobre las acciones
mentales aunque no se excluyen las lingüísticas.

1. A primera vista, tu hipótesis parece interesante


2. Esto nos proporciona una visión más amplia del tema.
3. Le falta amplitud de miras.

En síntesis, la autora ha seleccionado los dominios de las acciones verbales


y mentales tomándolos como metas en la proyección metafórica de dominios
más accesibles a nuestra experiencia con lo cual muestra que sigue el
principio de subjetivización, de larga tradición en los estudios de gramática
histórica , según el cual nuestros conceptos más subjetivos son percibidos en
términos de los más objetivos y no a la inversa.
A partir de una red metafórica central que permite conceptualizar la
comunicación en su dualidad pensamiento-idea, Diller nos muestra cómo el
tratamiento metafórico de este campo abre el camino para nuevos enfoques.

4. Un microcampo semántico de términos metafóricos referidos al dolor.


El dominio de las sensaciones es tal vez el que presenta mayores dificultades
para ser comunicado. De allí que sea frecuente observar que los hablantes
recurren a procedimientos metafóricos para hacer comunicable sus
experiencias agradables o desagradables.
En lo que resta intentaremos una breve presentación de algunas formas de
metaforización en el léxico de los descriptores del dolor. Nos hemos centrado
en dos microcampos diferentes que se proyectan en ciertas palabras que usan
los pacientes para describir sus sensaciones dolorosas. Los campos de los que
nos hemos ocupado son dos: el de los instrumentos de perforación y el de la
sensación térmica.
En el primer caso, el dolor es equiparado a un instrumento que se introduce
en el cuerpo. En algunos casos el instrumento aparece incorporado al lexema,
como cuando alguien dice tener un dolor taladrante; en otros puede estar
aludido de un modo más genérico, tal como sería el caso de que alguien hiciera
referencia a un dolor pinchante (que puede ser producido por cualquier objeto
que pincha). En todos estos casos el dolor es conceptualizado dinámicamente
como un objeto que se mueve en una dirección espacial determinada. En
consecuencia el esquema conceptual presentado por este microcampo puede
considerarse del tipo de los que Lakoff denomina orientacionales. En este caso
la orientación involucrada está relacionada con la profundidad. En total el
esquema de imagen para la representación del dolor se organiza
tridimensionalmente, a partir del movimiento, del espacio y de la profundidad.
Ésta última dimensión permite reconocer grados de penetración, que oponen,
p.ej. un dolor pinchante o punzante, que son más superficiales, a, p.ej., un
dolor traspasante. En un nivel menos específico la referencia puede hacerse
directamente a la acción, sin mencionar ningún instrumento en particular, como
cuando alquien habla de un dolor penetrante. En todos estos casos, además, la
acción ejercida por el dolor se representa localizada en alguna parte del cuerpo
y es de naturaleza puntual.
La conceptualización del dolor como un elemento activo, invasor del cuerpo
humano, se refleja en el procedimiento de personificación utilizado, que es
frecuente observar en la formación de metáforas. Este mecanismo repercute en
la transformación de roles desempeñados por los actantes, puesto que el
instrumento es elevado al rol de agente.
En la manifestación del dolor como instrumento, un campo más abstracto se
interpreta a través de otro concreto; en el caso del otro microcampo en
consideración, lo que se hace es proyectar una sensación más difusa - la del
dolor - a través de otra más específica - la térmica. En este caso no hay un
instrumento particular usado para producir la sensación, sino que se
sobreentiende una fuente no especificada productora de la temperatura. No se
trata de un objeto que penetra el cuerpo por un punto determinado a diferente
profundidad, ni de una sensación puntual, sino difusa Aunque el campo térmico
aparece estructurado gradualmente con dos polos y zonas centrales, sólo los
extremos resultan aptos para manifestar la intensidad dolorosa. De esta
manera es posible describir un dolor como ardiente o helado, pero dificílmente
usaríamos expresiones como dolor tibio o dolor fresco, ya que estas zonas
intermedias están por lo común asociadas a sensaciones agradables. Este
hecho confirma lo señalado más arriba, en el sentido de que en la construcción
de la metáfora se produce una selección de las disponibilidades del dominio
fuente para ser proyectadas de modo de preservar la coherencia metafórica.

Con la exposición presentada esperamos haber mostrado, aunque de manera


somera e introductoria, al menos algunos aspectos esenciales de los enfoques
cognitivos acerca de la metáfora, que apuntan a superar las limitaciones del
enfoque retórico tradicional. El sistema metafórico es, pues, central para
nuestro entendimiento y permanece siempre “vivo” y disponible para ser
activado, tanto para las distintas experiencias de la vida cotidiana como para
esa comprensión superior, que representa la metáfora poética.

Bibliografía consultada

Aristóteles (1970), El arte poética, Madrid, Espasa-Calpe.


Black, M. (1962), “Metaphor”. En Blak, M. (ed.), Models and metaphors, Ithaca,
Cornell University Press.
Diller, A-M. (1991), “Cohérence métaphorique, action verbale et action mentale
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Lakoff, G. (1987), Woman, fire and dangerous things, Chicago University Press.
--- (1993), “The contemporary theory of metaphor”. En Ortony, A. (ed.) (1993).
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Ortony, A. (ed.)(1993), Metaphor and thought, Cambridge University Press.
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Steinhart E and F. Kittay (1998), “Metaphor”. En J. Mey , Concise Encyclopedia
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Thibaud, P. (1994) "La notion peircienne de la méthaphore", Histoire
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Zamudio, B., F. Molina, J. Zamudio (1987), "Lexical analysis of the Argentine
Pain Questionaire's descriptors". En Proceedings of the Fourthteenth
International Congress of Linguists, Berlin.
Iconicidad y metáfora

El análisis triádico del signo como reenvío a un objeto a través de otro signo
denominado interpretante representa sin duda una de las primeras tentativas
modernas de articulación de las nociones de sentido (interpretante) y referencia
(objeto). Si se agrega a esto el hecho de que por medio de las distinciones
entre el "objeto inmediato" u objeto tal como es conocido por el signo - por
ejemplo una fotografía de Mónica Lewinsky - y el "objeto dinámico" fuente y fin
de la semiosis - Mónica Lewinsky - Peirce busca elaborar una teoría de la
verdad, resulta evidente que la semiótica peirceana se presenta como uno de
los primeros intentos de puesta en escena de los conceptos esenciales de
una filosofía del lenguaje (sentido, referencia y verdad).
Por otra parte, la aplicación del esquema categorial, que establece la distinción
entre tres categorías para el análisis semiótico: la primeridad, como modo de
ser de aquello que es lo que es positivamente y sin referencia a otra cosa, por
ejemplo, una cualidad asbtraída del objeto o, los rasgos de la escritura de un
niño que en su cuaderno de clase escribe "mamá"; la segundidad, como modo
de ser de aquello que es lo que es por relación a un segundo elemento , por
ejemplo, la "ocurrencia de la palabra "mamá" , incluyendo sus rasgos de
escritura ; y, finalmente, la terceridad como modo de ser de aquello que se
produce al ponerse en una relación recíproca un segundo y un tercero - el
reconocimiento de que esa escritura corresponde a la palabra "mamá"; todo
esto permite a Peirce considerar el estudio del signo de tres maneras
diferentes: el signo en sí mismo, el signo en su referencia al objeto y el signo
en su relación con el interpretante.
En el plano de la referencia al objeto, introduce Peirce su clasificación más
célebre, la distinción entre "ícono", "índice" y "símbolo". Tal clasificación se
refiere más a aspectos del signo que a clases de signos. Peirce consideraba a
todo signo auténtico como la manifestación de los tres tipos a la vez.. Por
ejemplo, la metáfora es una articulación icónico-indéxico- simbólica con
predominio de la iconicidad, una camiseta de Boca vestida por un niño
reproduce icónicamente el tipo de camiseta que llevan los jugadores de Boca ,
señala indexicalmente la relación con el club y estos aspectos anteriores son
reconocidos como tales, o en otras palabras, legitimados por una instancia
interpretante, que puede ser, por ejemplo, otro signo. En este sentido para la
semiótica peirceana el hombre es también un signo.
Un signo funciona indexicalmente en la medida en que está en conexión
dinámica ( y por consiguiente espacial) con un objeto individual y atrae la
atención hacia dicho objeto individual. La función indexical de los pronombres
personales y demostrativos ha sido suficientemente estudiada: así "yo" es un
índice de la persona que habla, "allá" indica una posición en el espacio lejana a
"yo", etc.; un estilo de escritura puede ser un índice de una época determinada;
el tuteo es un índice de familiaridad y así podríamos continuar. Los grandes
estudiosos del lenguaje como Karl Bulher, Roman Jakobson, Emile
Benveniste, Leonard Bloomfield y Noam Chomsky entre otros , han dedicado
considerables espacios a la función indicial del lenguaje. Los índices son
segundidades en la medida en que mantienen una relación de dependencia
existencial con el objeto.
Pero además todos los signos funcionan simbólicamente en la medida en que
su referencia tiene algo de general, sin lo cual no habrá legitimación posible.
La función simbólica pertenece a la terceridad, que es el lugar de la sanción
semiótica por el interpretante .
Finalmente, un signo funciona icónicamente cuando la relación signo- objeto
depende de alguna cualidad intrínseca del signo: un signo icónico es un
representamen de lo que él representa.Por eso un ícono es una primeridad ya
que sus propiedades son independientes del objeto. Por ser primeridades
pertenecen al plano de la posibilidad.

Clasificación de los íconos


Los íconos pueden ser clasificados de la siguiente manera de acuerdo con el
modo de primeridad que comparten: los que comparten simples cualidades son
imágenes, por ejemplo, la imagen cinematográfica en una película
determinada; los que presentan relaciones principalmente diádicas son
diagramas , como los cuadros sinópticos, los gráficos,los mapas conceptuales,
los esquemas oracionales entre otros. Finalmente, los que representan el
carácter representativo de un representamen son metáforas.
La novedad del análisis peirceano de la metáfora parece residir en la oposición
que hace Peirce entre pensamiento diagramático (a menudo denominado
analógico) y pensamiento metafórico. El ejemplo más frecuente que da Peirce
del diagrama es la carta geográfica, que reenvía a un cierto territorio. Nos
encontramos aquí en una situación caracterizada por su diadicidad y el carácter
unívoco de la relación signo-objeto; en otros términos tenemos dos "relata" y
una forma única que ellos comparten, lo que nos da una estructura sígnica y
una estructura objetal isomorfas. Con la metáfora tenemos en cambio una
situación nueva en la medida en que el paralelismo aparece entre cosas no
isomorfas. Los dos "relata" deben ser puestos en relación por una tercera cosa
que , al ntervenir, hace aparecer propiedades nuevas. Cuando alguien dice
que tiene "un dolor taladrante" no puede establecerse isomorfismo aluno entre
HASTA AQUÍ Al evitar asimilar la metáfora a la analogía, Peirce se oponía a la
concepción clásica de la metáfora, heredada de Aristóteles.

Pierre Thibaud, "La notion peircienne de la méthaphore", Histoire


Ëpistémologie Langage, 16/I (1994): 123-135. Adaptado.

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