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∗
Este artículo fue publicado por primera vez en la revista Anales de
Filosofía, vol. II, Universidad de Murcia, Murcia, 1984, pp. 27-59.
E
n la primera mitad del siglo XVI el que la lógica de lo político, también
se inicia en toda Europa una llamada “razón de Estado”, adquiere
profunda reforma moral, prota- una fuerza cada vez más irresistible;
gonizada sobre todo —pero no exclu- entre uno y otro ámbito, en fin, surge
sivamente— por los humanistas, y el campo de las relaciones intersubje-
prolongada en las décadas siguientes tivas, el campo del libre intercambio
por los protestantes y los jesuitas. económico, el campo del mercado, en
Los movimientos de renovación el que todo se compra y se vende,
habían sido frecuentes en la Baja comenzando por la misma fuerza de
Edad Media, pero siempre habían te- trabajo. Las páginas que siguen a
nido un carácter geográfica y tempo- continuación se ocupan del aspecto
ralmente limitado. O eran aniquilados político de la reforma: forman parte,
al poco tiempo de nacer, o perdura- pues, de una exploración más amplia
ban en círculos restringidos, más o cuyos resultados espero poder ofrecer
menos tolerados, y de escasa reper- en posteriores publicaciones.
cusión social. Es en el siglo XVI cuan-
do el movimiento de reforma alcanza I
dimensiones europeas y repercusiones
M
sociales auténticamente perdurables. oro y Maquiavelo son
Y esto no sólo ni principalmente por la contemporáneos: viven
personalidad de sus protagonistas, o durante el último tercio
por el contenido de sus doctrinas, o del siglo XV y el primer tercio del siglo
por la ayuda propagandística que les XVI. La Boétie es un poco posterior:
pudo proporcionar la imprenta, sino su vida transcurre durante las déca-
sobre todo porque esa reforma moral das centrales del quinientos. Uno es
coincidía con unas transformaciones inglés, otro italiano y otro francés.
económicas y políticas que estaban Pero los tres tienen algunos rasgos en
teniendo también un alcance europeo común: en primer lugar, su actividad
(e incluso ultramarino) y unas reper- política. Moro fue magistrado de la
cusiones igualmente perdurables1. ciudad de Londres, miembro del Par-
Me he propuesto explorar esa lamento inglés, embajador en Flandes
gran reforma moral a partir de tres y en Calais, consejero real, portavoz
núcleos temáticos: el núcleo religioso, de la Cámara de los comunes y Canci-
en el que se produce una crítica de la ller del Reino. Maquiavelo trabajó para
religiosidad exterior y un reforza- la República florentina como secreta-
miento de la interioridad, de la subje- rio de la Segunda Cancillería, del Con-
tividad y, en último término, de la sejo de los Diez (encargado de la di-
conciencia; el núcleo político, en el plomacia y de la guerra), y de los
que se produce la secularización de Nueve de la milicia (encargados de
los fundamentos teóricos y de los me- reclutar y organizar la milicia ciuda-
canismos prácticos del ejercicio del dana), y más tarde como cronista. De
poder; y el núcleo económico, en el La Boétie sabemos muy poco, pero
que se produce la santificación del nos consta que fue miembro del Par-
trabajo y el repudio del ocio impro- lamento de Burdeos, ciudad de la que
ductivo (tanto de los nobles y de los fue alcalde su amigo y albacea Miguel
clérigos como de los pobres y de los de Montaigne. Los tres fueron, por
vagabundos). Y es que, en realidad, tanto, testigos y protagonistas de una
época decisiva en la historia de Euro-
1
Sigo aquí la tesis expuesta por el pa, ya que es entonces cuando se
historiador Trevor-Roper en su “Erasme”, reco- inicia la constitución del Estado mo-
gido en De la Réforme aux Lumières, Gallimard, derno, cuando las grandes monar-
Paris, 1972, pp. 17-43.
2 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada
dríamos que hablar, en fin, del senti- Moro, que él mismo resume en una
do que tuvo para La Boétie el Discurso sola frase: «Un príncipe es como un
escrito en su juventud, de la posición manantial perenne del que brotan
que el autor adoptó ante la guerra todos los bienes y males del pueblo»7.
civil y religiosa de su país, del uso que Dicho de otro modo: el poder es la
los calvinistas hicieron de su obra, y causa y el remedio de todos los pro-
de las precisiones que Montaigne se blemas sociales, el origen simultáneo
vio forzado a realizar en la primera del mal y del bien. En el libro I se nos
edición de sus Ensayos (y a las que muestra cómo el poder es la causa de
nos hemos referido en la nota 5). todos los males que padece la socie-
Pretendo ensayar, más bien, dad inglesa, y en el libro II se nos
una lectura inmanente y una mutua muestra cómo el poder puede ser
confrontación de las tres obras men- también el remedio de todos esos
cionadas: la Utopía, El Príncipe y el males.
Discurso de la servidumbre voluntaria. El bien y el mal, cuyo origen
Porque me parece que entre las tres había sido pensado hasta entonces en
inauguran y delimitan, desde dife- términos más o menos míticos, remi-
rentes ángulos, el horizonte del pen- tido a instancias extrahumanas, van a
samiento político moderno. Tomadas ser pensados ahora en términos es-
así, en su mutua relación, quizá sea trictamente históricos, remitiendo su
más fácil entender el vínculo que las origen a instancias exclusivamente
liga a la historia efectiva del siglo XVI; humanas: la conciencia individual y la
quizá podemos utilizarlas como un organización social, el sujeto y el Es-
espejo, o mejor, como unas lentes a tado. Estos son ahora el origen de
través de las cuales adquiere todo su todo mal y de todo bien. El destino del
relieve uno de los acontecimientos hombre no depende ya del mundo
más importantes de ese siglo: el na- físico, de las influencias astrales, de
cimiento del Estado moderno. los ciclos cósmicos; ni tampoco de la
voluntad divina, ya que el Dios de los
II modernos no interviene apenas en el
mundo, y sus designios son en cual-
L
as tres obras se plantean quier caso inescrutables. El destino
el problema del poder, de del hombre no se juega en el escena-
su funcionamiento y de su rio espacial o cosmológico sino en el
legitimidad. Y las tres coinciden en escenario temporal o histórico. La
pensar lo político de forma inmanen- moralidad, en efecto, se desplaza de
te, es decir, remitiéndose exclusiva- lo cosmológico a lo histórico. Esto
mente a la condición social del hom- permite pensar que el mal puede ser
bre y al horizonte moral en el que se combatido y el bien alcanzado. Per-
desenvuelven sus actividades. Sin mite pensar en la “utopía”, el
embargo, en cada una de estas obras “no-lugar”, no simplemente como una
la relación entre lo político y lo moral quimera, como una fantasía, como un
va a ser concebida de forma diferente. pasatiempo intrascendente, sino como
Comencemos con la Utopía de un proyecto para la acción, como un
Moro. La obra, como es sabido, está programa realizable en el futuro, co-
dividida en dos libros: en el primero, mo un horizonte históricamente acce-
escrito a modo de diálogo, se lleva a sible, como una meta a la que los
cabo una crítica de la situación social hombres pueden acercarse lenta y
de Europa, y especialmente de Ingla- laboriosamente, guíados exclusiva-
terra, a comienzos del siglo XVI; en el mente por su razón y su esfuerzo. De
segundo, escrito a modo de discurso o este modo, pensar la inmanencia de
relato, el viajero Rafael Hitlodeo des- lo político implica pensar la historici-
cribe la isla de Utopía, cuyos habi- dad de lo humano; y si se hace desde
tantes gozan de un perfecto sistema la perspectiva de Moro, implica tam-
de organización política. Esta misma
distribución de la obra manifiesta cuál
es el sentido exacto de la reflexión de 7
Moro, Utopía, Alianza, p. 75
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 5
bién pensar la posibilidad del progreso paz entre las naciones y el trabajo
histórico. honrado entre sus propios súbditos.
Al cambiar el origen de la mo- Tanto la guerra como la división entre
ralidad, cambia también su naturale- ricos y pobres son contrarias no sólo a
za. El mal que preocupa no son ya las la doctrina cristiana sino también a la
catástrofes naturales, las sequías y propia condición humana.
epidemias, las hambrunas y las pestes Por eso, el Estado perfecto ha
que asolaron Europa en los últimos de fundarse sobre la paz exterior y
siglos medievales. El mal es ahora la sobre la igualdad interior. La política
pobreza generalizada, la muchedum- ha de ser entendida como el instru-
bre de miserables que recorren los mento de realización de la moral. Y
caminos e infectan las ciudades, au- ésta tiene sus dos pilares fundamen-
téntico semillero de enfermos, delin- tales en la paz y en la justicia. Hay en
cuentes, impíos y alborotadores políti- Moro un claro optimismo antropológi-
cos. Y frente a ella, la riqueza ociosa y co, una confianza en la bondad natu-
despilfarradora, el lujo obsceno de ral del hombre: es la historia la que
nobles, clérigos y demás holgazanes. se ha desviado de la naturaleza, son
Sí, el mal es, para Moro, la desigual- los gobernantes los que han traicio-
dad económica, la dominación políti- nado su verdadero cometido. Es con-
ca, la división social entre ricos y po- tra los gobernantes contra los que
bres, y los innumerables desórdenes Moro dirige sus críticas. Y es a ellos a
que de tal división se derivan. El otro los que corresponde asegurar el buen
gran mal de la época es, para Moro, la orden del Estado. La misma isla de
guerra. Es decir, la ambición de los Utopía debe su nombre a Utopo, que
gobernantes, su obsesión belicista, las la conquistó y le dio el ordenamiento
constantes rivalidades que enfrentan jurídico y político (e incluso geoes-
a unos Estados con otros, los san- tratégico, ya que mandó cortar el ist-
grientos e inútiles resultados de tales mo que la unía al continente) que hizo
rivalidades, el enorme agotamiento de ella un Estado autárquico y ejem-
económico que ello supone, el desor- plar; y los únicos que en ella son exi-
den social que implica la existencia de midos del deber generalizado del tra-
un ejército permanente (especial- bajo son los que se dedican al estu-
mente cuando no tiene contra quién dio, de entre los cuales son elegidos
guerrear). todos los cargos públicos, incluido el
En efecto, la Utopía de Moro, cargo vitalicio de Jefe del Estado9. En
heredera de la idea platónica del rey Moro, como en Platón, los más sabios
filósofo, y representativa del pensa- son los que han de gobernar; el poder
miento erasmista (es decir, del huma- ha de estar en manos no de los más
nismo cristiano que pretende una re- fuertes sino de los más justos. Pero
novación desde dentro de las estruc- en Utopía, a diferencia de lo que ocu-
turas políticas y eclesiásticas), co- rre en La República, se suprime la
mienza criticando el antagonismo doble división entre ociosos y laborio-
existente entre política y moral en la sos y entre civiles y guerreros: el tra-
Europa del siglo XVI. A ello se dedica, bajo es un imperativo general, y el
como ya he dicho, todo el libro I; oficio de la guerra ha de ser abolido10.
aunque en él se intercalan, a modo de En este punto se encuentra
contraste, y como precedente del libro una de las novedades esenciales de la
II, tres miniutopías: la de los polileri- Utopía de Moro. Frente a la división
tas, los acorianos y los macarianos8. estamental de la Antigüedad y de la
Este antagonismo entre lo real y lo Edad Media, Moro postula el imperati-
utópico, entre la política y la moral, se vo moral del trabajo como la única vía
manifiesta en esos dos males que ya para la igualación social. Que la pro-
he mencionado: la obsesión belicista piedad sea común, dice Moro, pero
de los gobernantes y el poco interés que sea también común el trabajo. Es
que tienen en procurar y preservar la
9
Moro, o.c., pp. 111es.
10
Sobre el trabajo, ver Moro, o.c., pp.
8
Moro, o.c., pp. 86-89, 95-96, 99-100 121ss.; sobre la guerra pp. 171ss.
6 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada
obvio que esta ética del trabajo pro- efecto, las instituciones utopianas
puesta por Moro es rigurosamente más antiguas contemplan que ningu-
moderna, pero no podemos analizarla na persona se verá perjudicada por su
más en detalle porque ello nos aleja- religión»11. La creencia religiosa pasa
ría del hilo principal de este trabajo. a ser una cuestión privada cuando lo
Hemos dicho que el bien y el público aparece como esfera autóno-
mal dejan de tener un carácter natu- ma, cuando lo político pasa a fundar
ral y un origen extrahumano, que co- por sí mismo lo social. La pluralidad
mienzan a adquirir un carácter social religiosa sólo es posible sobre la base
y que, por tanto, se empieza a atri- de la unidad política. Esta separación
buírseles un origen humano, una cau- entre lo religioso y lo político, que tan
sa moral, una raíz política. El sujeto y claramente aparece en Moro, pasará a
el Estado pasan a ser la fuente de ser uno de los rasgos característicos
todos los bienes y de todos los males del pensamiento político moderno.
humanos. La moralidad no se inscribe Pero la misma tolerancia, la
ya en el universo de la religión sino en misma pluralidad religiosa hace que
el horizonte de la política; la lucha cada religión particular difumine sus
entre el bien y el mal no la protagoni- aristas y pierda sus rasgos diferen-
zan ya las fuerzas cosmológicas sino ciales. Lo que importa no es ya lo
los agentes históricos. Es muy signifi- particular sino lo general, lo común a
cativo, a este respecto, que la religión toda religión. Aparece la idea de una
no sea mencionada en Utopía más religión universal, natural, racional,
que al final, en los últimos párrafos que de uno u otro modo estaría pre-
del libro II. sente en todos los hombres: «Me pa-
En este libro II, en el que Moro rece —dice Hitlodeo— que los utopia-
pasa de la crítica social a la descrip- nos están en camino de ir dejando
ción del Estado ideal, de lo político todas esas supersticiones para cen-
como origen del mal a lo político como trarse en un credo único que les pare-
origen del bien, el viajero Rafael Hi- ce el más racional y que supera los
tlodeo comienza describiendo la mor- diferentes credos»12. Por eso, en Uto-
fología geoestratégica y urbana de la pía es compatible la pluralidad religio-
isla utopiana, pasando inmediata- sa con la existencia de sacerdotes,
mente a la descripción de la organiza- templos y ritos oficiales, que atienden
ción política, económica y social de a lo que de común hay en todas las
sus habitantes. No es ya la religión religiones que profesan los utopianos.
sino la política, la que funda lo social. Esta idea a de una religión universal,
Por eso, para los utopianos no es un natural y racional, que Moro comparte
problema la pluralidad religiosa; más con algunos de los más importantes
exactamente, es la primacía de lo po- filósofos del siglo XV (desde Nicolás
lítico lo que permite e incluso obliga a de Cusa hasta Pico della Mirandola, de
ser tolerantes en materia de religión, quien el autor inglés había publicado
hasta el punto de que la intolerancia una biografía en 1504), pasará a ser
religiosa es perseguida como un delito otro de los rasgos característicos del
civil, como una alteración del orden pensamiento de los filósofos ilustra-
público. Hitlodeo cuenta que un con- dos. Se trata de despojar a la religión
verso al cristianismo fue detenido en de todos sus aspectos dogmáticos,
su presencia, por ponerse a predicar para hacerla así compatible con la
públicamente de modo exaltado, no nueva concepción de la política (y
contentándose con anteponer su reli- también, por supuesto, con la nueva
gión a las demás sino llegando a con- concepción de la ciencia).
denarlas todas sin distinción: «Des- Además de esta idea universa-
pués de haber sermoneado durante lista de la religión, aparece otra que
largo tiempo fue prendido, acusado y evidencia también la nueva primacía
sentenciado como reo no de desprecio adquirida por lo político. Hemos dicho
de la religión, sino de promover tu- que la religión comienza a privatizar-
multo en el pueblo. Una vez condena-
11
do fue castigado con el exilio. En 12
Moro, o.p., p. 185
Moro, o.c.; p. 183
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 7
se; pero es igualmente cierto que, cuanto lo que une a los hombres entre
tanto en el Estado ideal de los utopia- sí. Pese a las distancias que separan a
nos como en los Estados reales de los Moro de Maquiavelo, me propongo
europeos, la religión comienza a ser mostrar cómo uno y otro reflexionan
pensada como un instrumento político sobre lo político en un mismo hori-
de cohesión social, como una eficaz zonte de pensamiento.
arma de control moral. Por eso, aun-
que en Utopía se admite la pluralidad III
religiosa, se prohibe en cambio defen-
H
der públicamente el ateísmo: «Se emos dicho que la Uto-
opuso [Utopo] con el mayor rigor a pía de Moro está escrita
que nadie abdicase de su dignidad para los gobernantes.
humana hasta el punto de creer que Otro tanto ocurre con El Príncipe.
el alma desaparece con el cuerpo y También Maquiavelo formula una crí-
que el mundo va a la deriva sin la tica de la política de su tiempo, y en
providencia de Dios. Creen, en conse- concreto de la política llevada a cabo
cuencia, los utopianos que están mar- por los Estados italianos (a los que
cados unos premios para los buenos y considera responsables de su propia
fijados unos suplicios para los malos. ruina, de su propia impotencia frente
A quienes tengan en esto ideas con- al dominio que les ha sido impuesto
trarias ni siquiera los consideran por las monarquías francesa y espa-
hombres. Piensan que han traspasado ñola); también él propone una nueva
el límite de su humanidad llegando a dirección en el arte de gobernar;
ser como unos pobres animalillos. No también él sueña con un nuevo Esta-
los cuentan tampoco como ciudada- do (Italia unida e independiente);
nos. Piensan que si no fuera por el también él confía a los gobernantes
miedo destruirían todas sus institucio- (al “príncipe nuevo”) la realización de
nes. No se puede dudar que un hom- ese sueño, de esa utopía; también él,
bre así no respetaría las leyes del Es- en fin, considera necesario que los
tado o trataría de eludirlas por la vio- gobernantes sean sabios.
lencia con tal de satisfacer sus intere- Pero la crítica del presente y la
ses. No tiene ningún resorte más allá propuesta para el futuro parecen in-
de la ley ni nada tiene que esperar vertir el discurso de Moro. Aparente-
más allá de la muerte. A quienes tie- mente, en efecto, lo que se denuncia
nen esas ideas no les conceden nin- no es el antagonismo entre moral y
gún cargo, ni les tributan honor algu- política, sino la subordinación de ésta
no ni les ponen al frente de cargos a aquella, y lo que se propone es pre-
públicos. Se les mira, más bien, como cisamente su desvinculación, más
gente inepta y de baja condición»13. aún, la subordinación de la primera a
Uno no puede dejar de recordar las la segunda.
célebres páginas de los Discursos so- Maquiavelo no parte de la bon-
bre la primera década de Tito Livio, en dad natural del hombre sino de su
las que Maquiavelo señala «cuán útil maldad natural. Y si el gobierno de un
es la religión a la política»14. En am- Estado ha de basarse en la condición
bos autores, la religión no es tanto lo moral de sus súbditos, el buen prínci-
que une a los hombres con Dios pe no es el príncipe bueno sino el que
sabe ser bueno y malo según las exi-
13
Moro, o.c., p. 186. Sobre la creencia gencias del momento. Maquiavelo
en el más allá (y especialmente en el infierno) parece estar respondiendo por antici-
como instrumento de control social, véase Ch.
pado a la Utopía de Moro, antes de
Hill, De la Reforma a la Revolución industrial
(1530-1780), Arial, Barcelona, 1980, pp. 232ss. que éste la escribiera: «Muchos se
Sobre el ateísmo en el Renacimiento, L. Febvre, han imaginado repúblicas y principa-
Le problème de l’incroyance en XVIe siècle: la dos que nadie ha visto jamás ni se ha
religion de Rabelais, Paris, 1947.
14
Maquiavelo, Discursos sobre la pri-
sabido que existieran realmente; por-
mera década de Tito Livio, I, caps. 9 a 15, en que hay tanta distancia de cómo se
Maquiavelo, Obras: El Príncipe, Discursos, La vive a cómo se debería vivir, que
Mandrágora, Clizia, versión, prólogo y notas de quién deja a un lado lo que se hace
J.A.G. Larraya, Barcelona, 1961.
8 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada
por lo que se debería hacer, aprende que lo mira y escucha, todo clemen-
antes su ruina que su preservación: cia, todo fe, todo integridad, todo re-
porque un hombre que quiera hacer ligión. Y no hay cosa más necesaria
en todos los puntos profesión de bue- de aparentar que se tiene que esta
no, labrará necesariamente su ruina última cualidad, pues los hombres en
entre tantos que no lo son. Por todo general juzgan más por los ojos que
ello es necesario a un príncipe, si se por las manos ya que a todos es dado
quiere mantener, que aprenda a po- ver, pero palpar a pocos: cada uno ve
der ser no bueno y a usar o no usar lo que pareces, pero pocos palpan lo
de esta capacidad en función de la que eres (...) Trate, pues, un príncipe
necesidad»15. Para Maquiavelo, la rui- de vencer y conservar su Estado y los
na de los Estados no depende de su medios siempre serán juzgados hon-
falta sino de su exceso de moral, rosos y ensalzados por todos, pues el
mientras que la preservación del Es- vulgo se deja seducir por las aparien-
tado (tarea política por excelencia, cias y por el resultado final de las co-
según él) ha de estar por encima de sas, y en el mundo no hay más que
cualquier principio moral. vulgo»17. He aquí un tema típica-
Por eso, frente a la idea plató- mente maquiaveliano: el fin justifica
nica del rey filósofo, que es revitaliza- los medios, y lo que importa no es la
da por el humanismo utópico de Moro, condición de los medios a emplear
Maquiavelo cree que el príncipe no ha sino el resultado al que se debe llegar
de basar su gobierno en principios con ellos; ese resultado no es otro
morales tales como la justicia y la que la propia preservación del Estado;
paz, sino que ha de basarlo a la vez la lógica de lo político —lo que luego
en las leyes y en la fuerza, en lo que se conocerá como “razón de Estado”—
es propio del hombre y en lo que es está, pues, por encima de cualquier
propio de la bestia. El príncipe, dice consideración moral.
Maquiavelo, ha de tener la prudencia En Moro, la política es un ins-
de la zorra y la fuerza del león. Ser trumento al servicio de la moral; en
siempre bueno es, por tanto, perjudi- Maquiavelo, la moral es un instru-
cial; pero aparentarlo puede ser útil. mento al servicio de la política. En
O bien: parecer bueno y serlo, pero ambos, hay una determinada articula-
teniendo al mismo tiempo la predis- ción entre política y moral. En ambos,
posición para no serlo y para adoptar además, lo político es pensado desde
la actitud contraria cuando sea nece- el gobernante, desde la perspectiva
sario: «Y se ha de tener en cuenta de quien ejerce el poder: es el gober-
que un príncipe —y especialmente un nante el que oprime o redime a sus
príncipe nuevo— no puede observar súbditos, el que les engaña o les es
todas aquellas cosas por las cuales los fiel, el que debilita o fortalece un Es-
hombres son tenidos por buenos, tado, el que lo corrompe o lo perfec-
pues a menudo se ve obligado, para ciona. En último término, el gober-
conservar su Estado, a actuar contra nante es el que funda el Estado, el
la fe, contra la caridad, contra la hu- que impone a los súbditos su autori-
manidad, contra la religión. Por eso dad, el que les dicta unas determina-
necesita tener un ánimo dispuesto a das leyes. Según sea el gobernante,
moverse según lo exigen los vientos y así será el Estado. Por eso, a él van
las variantes de la fortuna y, como ya dirigidas las críticas y los consejos.
dije anteriormente, a no alejarse del Tanto Moro como Maquiavelo
bien, si puede, pero a saber entrar en tratan de precisar cuál es la mejor
el mal si se ve obligado»16 forma de gobierno. Esto no quiere
No se trata simplemente de decir que se dediquen a comparar los
prescindir de la religión y de la moral, distintos tipos de Estado, tal y como
sino de utilizarlas en provecho de la había sido tradicional en el pensa-
política: el príncipe «ha de parecer, al miento político desde Platón y Aristó-
teles. Ni uno ni otro se ocupan en dis-
15
Maquiavelo, El Príncipe, Alianza, p.
83.
16 17
Maquiavelo, o.c., p. 92. Maquiavelo, o.c., p. 52
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 9
D
esde diferentes pers- Acostumbra a considerar el poder que
pectivas, Moro y Ma- le ha sido confiado por el pueblo como
quiavelo se dirigen al un bien que debe transmitir a sus hi-
gobernante para indicarle cuál es la jos. Ahora bien, a partir del momento
mejor forma de gobierno. Etienne de en que él y sus hijos conciben esa
la Boétie, en cambio, no se va a ocu- idea funesta, es extraño comprobar
par del arte de gobernar, sino que se cómo superan en vicios y crueldades a
va a plantear el hecho bruto de que los demás tiranos. No ven mejor ma-
haya gobierno, Estado, poder político. nera de consolidar su nueva tiranía
Coincide con estos otros autores en su sino incrementando la servidumbre y
desinterés por «debatir tan trillada haciendo desaparecer las ideas de
cuestión: a saber, si las otras formas libertad con tal violencia que, por más
de república son mejores que la mo- que el recuerdo sea reciente, pronto
narquía»18. Como en el caso de Moro se desvanece por completo en la me-
y de Maquiavelo, no se trata de anali- moria. Así pues, a decir verdad, veo
zar las diferentes formas de Estado, claramente que hay entre ellos (entre
sino de reflexionar sobre la relación los diversos tipos de tirano) alguna
entre lo político y lo moral; pero esta diferencia, pero no veo elección posi-
reflexión ya no la va a hacer La Boétie ble entre ellos, pues, si bien llegan al
desde la perspectiva del gobernante. trono por caminos distintos, su ma-
Lo que le preocupa no es averiguar si
18
La Boétie, Discurso sobre la servi-
19
dumbre voluntaria, Tusquets, p. 52 La Boétie, o.c., p. 52
10 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada
decen como ellos y no pueden hacer deseos, «sacrificar sus gustos al suyo,
nada»26. anular su personalidad, despojarse de
He aquí, pues, el secreto de la su propia naturaleza, estar atentos a
tiranía: el tirano se mantiene porque sus palabras, a su voz, a sus señales
toda una red de pequeños tiranos le y a sus guiños, no tener ojos, pies ni
apoyan y a la vez se apoyan en él. manos como no sea para adivinar sus
Con esa red o cadena ininterrumpida más recónditos deseos, o sus más
de ministros, jueces, recaudadores, secretos pensamientos. ¿Es esto vivir
gobernadores, alguaciles, etc., La feliz?»28. Y todo para obtener bienes,
Boétie no está haciendo sino describir favores, privilegios, «sin recordar que
la naciente maquinaria del Estado ellos mismos son los que brindan al
Moderno. Lo que sostiene al monarca tirano el poder de quitarlo todo a to-
absoluto es esa compleja maquinaria dos y de negar a todos la posibilidad
de hombres dispuestos a obedecerle y de tener algo que sea suyo»29. En
a mandar en su nombre. Por eso, «al efecto, releyendo las historias de la
fin hay casi tanta gente para quien la Antigüedad se puede comprobar «cu-
tiranía es provechosa como para án numerosos son los que, tras ha-
quien la libertad sería deseable». En berse ganado con malas artes la con-
efecto, todo el que obedece es porque fianza del príncipe, ya sea fomentan-
espera obtener algún beneficio de do su maldad, ya sea abusando de su
ello, porque espera poder ejercer a simpleza, acabaron aplastados por
cambio un dominio absoluto sobre ese mismo príncipe. Cuanto más fácil
una determinada parcela de lo social, fue su ascensión en los favores del
sobre un determinado grupo de hom- tirano, menos sabiduría tuvieron en
bres. No hay, pues, un tirano y frente conservarlos. De la cantidad de gente
a él la masa indiferenciada del pueblo, que siempre ha frecuentado la corte
sino que hay una escisión entre el de los malos reyes, pocos, o ninguno,
grupo de los dominadores y el grupo han podido eludir al fin la crueldad del
de los dominados, entre aquellos que tirano al que antes habían azuzado
sostienen al tirano activamente, por contra los demás. En la mayoría de
su propio provecho, y aquellos que lo los casos, tras haberse enriquecido a
soportan y lo padecen sin beneficio la sombra de sus favores y a costa de
alguno. Los dominados son el límite otros, terminan ellos mismos por en-
de la cadena, el punto extremo sobre riquecer a otros»30. Pero esto mismo
el que ejerce su poder la red de los hace que el propio tirano esté a mer-
dominadores, el conjunto de todos ced de sus allegados: «He aquí por
aquellos hombres que no tienen a su qué la mayoría de los tiranos de la
cargo nadie a quien tiranizar, y que Antigüedad solían morir por manos de
tampoco aspiran a ello. Son, por tan- sus propios favoritos, quienes, tras
to, los únicos que no mantienen acti- conocer la naturaleza de la tiranía, no
vamente la tiranía. Son, por ello mis- se sentían seguros de los caprichos
mo, los más libres y los más dichosos, del tirano y temían su poder»31.
aunque esto pueda parecer paradóji- Llegamos así al punto en el
co: «Las gentes del campo, a quienes que lo político y lo moral muestran su
pisotean y tratan peor que a presidia- irreductibilidad. La lógica del poder es
rios o esclavos, son, no obstante, más contraria a la lógica de la libertad, la
felices y más libres que ellos. El la- complicidad de los dominadores es
brador y el artesano, por muy someti- contraria al compañerismo de los que
dos que estén, quedan en paces al se sienten iguales, hermanos, amigos.
hacer lo que se les manda, mientras Y no cabe mediación alguna entre
que el tirano ve a los que le rodean ambos tipos de relación social. «Esta
acechar y mendigar sus favores»27. es la razón por la que un tirano jamás
Los dominadores no se limitan es amado, ni ama él mismo jamás. La
a obedecer al tirano sino que deben
anticiparse y doblegarse a todos sus 28
La Boétie, o.c., p. 92
29
La Boétie, o.c., p. 93
26 30
La Boétie, o.c., pp. 89-92 La Boétie, o.c., pp. 93-94
27 31
La Boétie, o.c., p. 92 La Boétie, o.c., p. 97
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 13
E
n las páginas anteriores iguales, se someten voluntariamente
hemos recorrido, uno por a ella. La perspectiva de La Boétie no
uno, los tres principales sería, pues, ni optimista ni pesimista,
discursos que sobre lo político se for- sino más bien trágica. Su lúcido hu-
mulan en la primera mitad del siglo manismo parece distanciarse tanto del
XVI. En los tres, el poder es pensado idealismo utópico de Moro como del
no en relación con la religión sino en realismo pragmático de Maquiavelo.
relación con la moral; no es fundado Sin embargo, su palabra será la me-
en una instancia transcendente al nos oída, precisamente porque con
hombre sino en su propia condición ella no hay posibilidad alguna de fun-
social; no depende de la relación reli- damentar o legitimar la dominación.
giosa con Dios sino de la relación Fundamentación y legitimación
moral que los hombres mantienen a la que tienden, desde diferentes
entre sí. Pero la relación entre lo polí- ángulos, el discurso de Moro y el de
tico y lo moral recibe un tratamiento Maquiavelo, el idealismo del uno y el
diferente en cada uno de estos tres realismo del otro. Pero los ángulos no
discursos. Moro, denuncia, en el libro son, en realidad, tan diferentes como
I de su obra, el antagonismo entre hasta ahora los hemos presentado. El
política y moral, pero al mismo tiempo utopismo de Moro no prescinde de un
cree posible la reconciliación entre cierto pragmatismo jurídico—político,
ambas, la supeditación de la primera y el realismo de Maquiavelo no elude
un cierto propósito utópico. Comen-
32
cemos por Moro. En primer lugar, en
La Boétie, o.c., p. 98
14 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada
el libro I de su obra, y al final del libro en las varias derrotas sufridas por los
II, el autor analiza con bastante luci- experimentados soldados franceses
dez la situación social de su época, y frente a los inexpertos ingleses. «Por
especialmente la de su país. Y la críti- otra parte, difícilmente puedo creer
ca no se lleva a cabo exclusivamente que los artesanos o los rudos y sufri-
desde principios morales sino también dos campesinos tengan que temer
desde la lógica misma de lo político, gran cosa de los ociosos criados de los
desde la perspectiva de la preserva- nobles (...) Todo considerado, no veo
ción del Estado. Así ocurre, por ejem- manera de justificar esa inmensa tur-
plo, cuando Moro denuncia los efectos ba de perezosos por la simple posibili-
negativos de la guerra, y sobre todo dad de que pueda estallar una guerra.
del mantenimiento de gentes ociosas Guerra que se podría siempre evitar,
cuyo único oficio es guerrear. Esa si es que de verdad se quiere la paz,
gente ociosa, cuando no está ocupada tesoro más preciado que la guerra»34.
en una contienda o cuando deja de Por un lado, vemos cómo la
recibir su soldada, se entrega al robo, crítica de Moro va dirigida contra la
al saqueo y a todo tipo de desórdenes organización feudal de la sociedad,
sociales, ya que no está acostumbra- que se traduce en el mantenimiento
da a ganarse la vida con un trabajo de una clase ociosa de guerreros, y a
honesto. Proteger a esa gente, con el cambio propone que la defensa del
pretexto de una guerra futura o inclu- Estado, en caso de que sea necesaria,
so con la convicción de que el oficio se base en la clase trabajadora de los
de las armas es más noble que el de campos y de las ciudades. Por otro
la agricultura o la artesanía, sería lado, denuncia las aparentes ventajas
tanto como proteger a los ladrones a y muestra los reales inconvenientes
causa de la guerra, ya que mientras que trae consigo el mantenimiento de
haya guerreros de oficio habrá ladro- un ejército permanente (indepen-
nes. dientemente de los hombres que lo
«Por lo demás, esta plaga del compongan, sean súbditos o merce-
robo no es exclusiva nuestra: es co- narios, nobles o plebeyos). No hay
mún a casi todas las naciones. Ahí aquí ningún “idealismo”, sino una
tenemos a Francia sometida a una evaluación realista de las ventajas e
peste todavía más peligrosa. Todo el inconvenientes de la militarización del
país se encuentra, aun en tiempo de Estado. Moro, por boca de Rafael Hi-
paz —si es que a esto se puede llamar tlodeo, llega a la conclusión de que
paz— lleno de mercenarios, manteni- «todos los preparativos de guerra en
dos por la misma falsa razón que os que tantas naciones se empeñan, no
induce a vosotros los ingleses a hacen sino esquilmar a los pueblos, y
mantener esa turba de vagos. Piensan agotar sus recursos para después de
estos morosofos, medio sabios, medio algún efímero triunfo terminar en to-
aventureros, que la salvación del es- tal fracaso»35.
tado estriba en mantener siempre en Pero no hace sino situarse en
pie de guerra un ejército fuerte y po- el centro de un debate que tuvo gran
deroso compuesto de veteranos. Los importancia durante todo el siglo XVI:
bisoños no les interesan (...) Lo peli- la relación entre el Estado y la guerra,
gros de esta teoría está en alimentar la conveniencia o inconveniencia del
bestias tales, y Francia lo está apren- ejército permanente, la base social
diendo a costa suya. Un ejemplo de que había de constituir el núcleo de
ello lo tenemos también entre los ro- ese ejército, etc. Me he detenido a
manos, cartagineses y sirios y otros exponer la posición de Moro sobre
muchos pueblos. Estos ejércitos per- estos temas porque, curiosamente,
manentes arruinaron su poder junto
con sus campos y ciudades»33. La
34
Moro, o.c., p. 80
35
Moro, o.c., p. 96. ¿No fue ese jus-
inutilidad de un ejército semejante, tamente el destino del Imperio español de los
dice Moro, se ha puesto de manifiesto Austrias? Véase, a este respecto, I.A.A.
Thompson, Guerra y decadencia. Gobierno y
administración en la España de los Austrias
33
Moro, o.c., pp. 79-80 (1560-1620), Grijalbo, Barcelona, 1981
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 15
E
La relación es de otro orden: tanto las l pensamiento utópico no
utopías literarias como los hospitales sólo incide en la política
para pobres que comienzan a ser llevada a cabo con los
creados por toda Europa, y las repú- pobres y con los indios, sino que de
blicas indianas fundadas primero por modo más general se constituye en
los franciscanos en Nueva España y un elemento básico del Estado mo-
después por los jesuitas en el Para- derno, de las prácticas que lo refuer-
guay, tratan de hacer frente al pro- zan, de los discursos que lo legitiman.
blema de la pobreza y de todo lo que El pensamiento utópico de Moro se
la pobreza implica (desigualdad eco- propone denunciar el desorden social
nómica, dominación política, desorden y fundar un orden social nuevo, pero
social e incluso guerra), y al mismo ese doble propósito es también el que
tiempo tratan de instaurar una nueva da origen al Estado moderno, el que
moralidad que erradique el ocio e im- legitima las actuaciones de los monar-
plante el trabajo, que destierre el vi- cas absolutos. La utopía se propone
cio y fomente la virtud. Las soluciones fundamentar el Estado, pero el Estado
son, en efecto, convergentes: subjeti- a su vez se presenta como un pro-
vación de la religión, santificación del yecto utópico. Veamos ahora esta
trabajo, politización de la virtud. En segunda cara de la moneda.
todos los casos el proyecto utópico En el apartado anterior he
persigue un doble objetivo: libertad y tratado de mostrar cómo tras el idea-
control social, justicia y corrección lismo moral de Moro se oculta un de-
moral, igualdad y vigilancia continua. terminado realismo político; ahora se
En último término, se trata de articu- trata de mostrar que tras el realismo
lar lo moral y lo político, lo privado y político de Maquiavelo hay, a su vez,
lo público, la virtud de los individuos y oculto un cierto idealismo moral.
la buena marcha del Estado. Basta leer atentamente El Príncipe
En la periferia y en el corazón para darse cuenta de que en él no hay
del Occidente cristiano, con los indios una mera descripción de los meca-
y con los pobres, entre los límites de nismos del poder, una descripción
una reserva o entre los muros de un puramente “científica”, neutral o
hospital, lo que se intenta es la sínte- amoral; tampoco esos mecanismos
sis del orden moral y del orden civil, son descritos como algo automático,
virtud y derecho, religión y política. como un proceso de carácter natural,
Se está fraguando una nueva forma como una dinámica cuyas leyes fun-
de practicar la caridad y una nueva cionan al margen de la voluntad hu-
forma de ejercer el poder. Los hospi- mana. Esto sería, en realidad, más
tales para pobres y las repúblicas in- propio de Hobbes que de Maquiavelo.
dianas prueban que al amparo de las El propósito de este último no es
monarquías absolutas se está ponien- exactamente el de fundamentar una
do en práctica, por vez primera, la ciencia natural de lo político. Su pro-
idea central de las futuras revolucio- pósito es más bien otro44.
nes burguesas, la idea de que la vir- En primer lugar, el hilo con-
tud es una cuestión de Estado, la idea ductor de El Príncipe es la preocupa-
de que los valores y problemas mo- ción por la ruina de los Estados italia-
rales son a un tiempo valores y pro-
blemas políticos. Por primera vez se 44
Para una interpretación de la obra de
intenta edificar en la tierra la ciudad Maquiavelo en clave utópica me remito a los ya
perfecta, la ciudad de Dios, pero se clásicos trabajos de F. Chabod, Scritti sul Ma-
intenta edificarla en el reverso y en el ciavelli, Turín, 1964, y el reciente libro de M.A.
subsuelo del Occidente cristiano: sus Granada, Maquiavelo, Barcanova, Barcelona,
1981.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 19
pan los Discursos) es el Estado ideal a Estado”) y los principios que han de
partir del cual Maquiavelo diagnostica regir la vida privada del príncipe y de
las causas de la degeneración (en la los ciudadanos47. El más importante
Historia de Florencia) y propone el tratadista político de la segunda mitad
camino para su regeneración (en El del siglo XVI, el francés Jean Bodin,
Príncipe). Si estas tres obras pueden quien en 1579 publica Los seis libros
ser leídas como tres momentos de de la República, critica a Maquiavelo
una misma reflexión, si hay entre por hacer de la política no una riguro-
ellas una convergencia fundamental, sa ciencia sino un caprichoso arte;
ello se debe a que lo real y lo ideal, lo opone su Estado de derecho, con sóli-
que es y lo que debe ser, el discurso da base jurídica, al principado nuevo y
jurídico-político y el discurso utópico, civil que propone el secretario floren-
el análisis de los mecanismos del po- tino; pero la monarquía absoluta que
der y la propuesta de un Estado nue- defiende el magistrado francés pre-
vo, se articulan en un mismo hori- tende, al igual que el principado ma-
zonte de pensamiento, el horizonte en quiaveliano, combinar el análisis rea-
el cual el desorden y el orden, el mal lista y el proyecto ideal, el es y el de-
y el bien, la degeneración y la rege- ber ser, el discurso jurídico—político y
neración, tienen una misma fuente, el discurso utópico48. Han sido Moro y
una única causa, una sóla razón: la Maquiavelo quienes han mostrado las
condición moral del hombre. En el dos caras de la moneda; cada uno de
pensamiento político moderno, tal y ellos ha insistido, quizá, en una más
como emerge en Moro y Maquiavelo, que en otra, pero la dialéctica entre
hay una dialéctica indisociable entre lo ambas está presente en los dos au-
real y lo ideal, lo que es y lo que debe tores. En definitiva, el pensamiento
ser, lo pragmático y lo utópico, lo po- político moderno va a crecer en el
lítico y lo moral. espacio abierto por el canciller inglés
Vistas así las cosas, el príncipe y el secretario florentino.
maquiaveliano parece guardar un
cierto parentesco con el jefe de los VII
utopianos. No son, al menos, tan di-
M
ferentes como al principio habíamos oro, Maquiavelo y La
supuesto. La misión de ambos es la Boétie llevan a cabo un
de realizar un cierto proyecto utópico, desplazamiento de lo
es decir, la de construir de nueva religioso a lo político, de lo cosmológi-
planta un cierto tipo de Estado. Y co a lo histórico. El camino que con-
aunque ese nuevo Estado, y los pro- duce a la perfección moral, en caso de
cedimientos para construirlo, poseen ser transitable, es un camino no indi-
perfiles diferentes en uno y otro caso, vidual sino colectivo, no garantizado
la tendencia dominante de la teoría y por la Providencia divina sino trazado
de la práctica políticas consistirá cada
vez más en articularlos entre sí. En 47
Sobre las reacciones que provocó la
efecto, pese a la abundante literatura obra de Maquiavelo durante el siglo XVI, véase
antimaquiavélica que, desde media- Machiavellismo e antimachiavellismo nel Cin-
dos del siglo XVI comienza a apare- quecento. Atti del Convegno di Perugia, 1965,
Florencia, 1970. Sobre la compatibilidad entre
cer, no sólo en los países católicos la moral privada del monarca y la lógica política
sino también en los protestantes, y en del Estado, véase J.H. Shennan. The Origins of
la que se tiende a subrayar la contra- the Modern European State: 1450-1725, o.c.,
dicción entre la teoría política “ma- ed. Italiana, pp. 50 ss.
48
La única versión castellana completa
quiavélica” y los principios morales
del De República libri sex es la de Gaspar de
que han de guiar la conducta de un Añastro Isunza, publicada en Turín, en 1590.
príncipe cristiano, lo cierto es que los Actualmente existe una buena selección (con
más destacados tratadistas políticos introducción y notas) de Pedro Mayo, en Agui-
lar, Madrid, 1976. Mayo ofrece, además, en su
se esfuerzan en articular el realismo introducción a Los seis libros de la República,
político y el idealismo moral, los prin- una exhaustiva nota bibliográfica sobre las
cipios que han de regir la vida pública obras de Bodin, sobre las diversas ediciones de
(lo que se conocerá como “razón de su gran tratado político, y sobre los principales
estudios bodinianos de los últimos años.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 21
cos del Estado moderno y uno de los sidad erudita ni por un sentimiento
primeros en afirmar la superioridad de nostálgico, sino sólo por el deseo de
los modernos sobre los antiguos, es conocer el auténtico rostro de ese
decir, uno de los primeros en afirmar cadáver a cuyo entierro hemos sido
el carácter progresivo de la historia50. invitados. No vaya a ser que estemos
Lo que en Moro estaba implí- enterrando a un hombre vivo, o que
cito, en Bodin se hace manifiesto. Me estemos dando sepultura a un difunto
refiero a la convergencia que se pro- distinto del que figura en las innume-
duce, en la génesis del pensamiento rables y variopintas esquelas que a
moderno, entre estos tres tipos dife- cada momento salen a la luz. Espero
rentes de discurso: un discurso políti- haber proporcionado algunos instru-
co que trata de analizar de forma in- mentos al discreto y juicioso lector,
manente los mecanismos de funcio- para que averigüe por sí mismo qué
namiento del Estado; un discurso utó- ideas han muerto y qué ideas viven
pico que trata de fundamentar dicho todavía, qué es lo que debe ser defi-
Estado desde una determinada con- nitivamente sepultado y qué es lo que
cepción moral del hombre; y un dis- debe ser de nuevo proclamado.
curso histórico que trata de otorgar al
tiempo de la acción humana un ca- Murcia, noviembre de 1984
rácter progresivo e irreversible. En el
primer tipo de discurso coinciden
Moro, Maquiavelo y La Boétie; en el
segundo tipo de discurso coinciden
sólo Moro y Maquiavelo; en cuanto al
tercer tipo de discurso, está mucho
más próximo de Moro que de Maquia-
velo, aunque será Bodin uno de los
primeros en formularlo.
Ahora que es tan frecuente ha-
blar de la crisis de lo moderno, de su
declive definitivo y de su muerte irre-
cuperable, no está de más volver los
ojos a la época de su primer alum-
bramiento. No movidos por una curio-
50
Jean Bodin explicita su concepción
de la historia en su Methodus ad facilem histo-
riarum cognitionem, recogido en Oeuvres philo-
sophiques de Jean Bodin, ed. P. Mesnard, París,
1951. Sobre la concepción de la historia y sobre
el nacimiento de la idea de progreso en el siglo
XVI, véase E. Garin, “Edades oscuras y Rena-
cimiento: un problema de límites”, en La revo-
lución cultural del Renacimiento, Grijalbo, Bar-
celona, 1981, pp. 29-71; G. Huppert, The Idea
of Perfect History. Historical Erudition and
Historical Philosophy in Renaissance France,
Univ. of Illinois Press, 1970 H. Baker, The race
of Time: three lectures on Renaissance Histo-
riography, Univ. of Toronto Press, 1967; P.
Burke, The Renaissance sense of the past,
Londres, 1969; P. Rossi, Los filósofos y las
máquinas (1400-1700), Labor, Barcelona,
1970, cap. 2, pp. 67-97; J.A. Maravall, Antiguos
y modernos. La idea de progreso en el desarro-
llo inicial de una sociedad, Sociedad de Estudios
y Publicaciones, Madrid, 1966. Sobre la relación
entre utopía, progreso y Estado, el propio Ma-
ravall ha escrito páginas luminosas en la intro-
ducción y en el primer ensayo de Utopía y re-
formismo. Ver también, del mismo autor, Esta-
do moderno y mentalidad social, o.c., vol. I,
Parte 1ª .