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Antonio Campillo Meseguer

MORO, MAQUIAVELO, LA BOÉTIE


Una lectura comparada∗

Proyecto Clío


Este artículo fue publicado por primera vez en la revista Anales de
Filosofía, vol. II, Universidad de Murcia, Murcia, 1984, pp. 27-59.

Su autor es catedrático de filosofía en la Universidad de Murcia y presidente


de la Sociedad de Filosofía de la Región de Murcia. Agradecemos sinceramente las
facilidades prestadas por Antonio Campillo para la publicación electrónica de este
texto.
Ilustración: «Intersección de tres planos», 1954, M.C. Escher
los tres ámbitos comienzan a adquirir
una mutua autonomía: por un lado,
se desarrolla el ámbito de lo privado,
en el que se recluye cada vez más la
experiencia religiosa; por otro lado, se
desarrolla el ámbito de lo público, en

E
n la primera mitad del siglo XVI el que la lógica de lo político, también
se inicia en toda Europa una llamada “razón de Estado”, adquiere
profunda reforma moral, prota- una fuerza cada vez más irresistible;
gonizada sobre todo —pero no exclu- entre uno y otro ámbito, en fin, surge
sivamente— por los humanistas, y el campo de las relaciones intersubje-
prolongada en las décadas siguientes tivas, el campo del libre intercambio
por los protestantes y los jesuitas. económico, el campo del mercado, en
Los movimientos de renovación el que todo se compra y se vende,
habían sido frecuentes en la Baja comenzando por la misma fuerza de
Edad Media, pero siempre habían te- trabajo. Las páginas que siguen a
nido un carácter geográfica y tempo- continuación se ocupan del aspecto
ralmente limitado. O eran aniquilados político de la reforma: forman parte,
al poco tiempo de nacer, o perdura- pues, de una exploración más amplia
ban en círculos restringidos, más o cuyos resultados espero poder ofrecer
menos tolerados, y de escasa reper- en posteriores publicaciones.
cusión social. Es en el siglo XVI cuan-
do el movimiento de reforma alcanza I
dimensiones europeas y repercusiones

M
sociales auténticamente perdurables. oro y Maquiavelo son
Y esto no sólo ni principalmente por la contemporáneos: viven
personalidad de sus protagonistas, o durante el último tercio
por el contenido de sus doctrinas, o del siglo XV y el primer tercio del siglo
por la ayuda propagandística que les XVI. La Boétie es un poco posterior:
pudo proporcionar la imprenta, sino su vida transcurre durante las déca-
sobre todo porque esa reforma moral das centrales del quinientos. Uno es
coincidía con unas transformaciones inglés, otro italiano y otro francés.
económicas y políticas que estaban Pero los tres tienen algunos rasgos en
teniendo también un alcance europeo común: en primer lugar, su actividad
(e incluso ultramarino) y unas reper- política. Moro fue magistrado de la
cusiones igualmente perdurables1. ciudad de Londres, miembro del Par-
Me he propuesto explorar esa lamento inglés, embajador en Flandes
gran reforma moral a partir de tres y en Calais, consejero real, portavoz
núcleos temáticos: el núcleo religioso, de la Cámara de los comunes y Canci-
en el que se produce una crítica de la ller del Reino. Maquiavelo trabajó para
religiosidad exterior y un reforza- la República florentina como secreta-
miento de la interioridad, de la subje- rio de la Segunda Cancillería, del Con-
tividad y, en último término, de la sejo de los Diez (encargado de la di-
conciencia; el núcleo político, en el plomacia y de la guerra), y de los
que se produce la secularización de Nueve de la milicia (encargados de
los fundamentos teóricos y de los me- reclutar y organizar la milicia ciuda-
canismos prácticos del ejercicio del dana), y más tarde como cronista. De
poder; y el núcleo económico, en el La Boétie sabemos muy poco, pero
que se produce la santificación del nos consta que fue miembro del Par-
trabajo y el repudio del ocio impro- lamento de Burdeos, ciudad de la que
ductivo (tanto de los nobles y de los fue alcalde su amigo y albacea Miguel
clérigos como de los pobres y de los de Montaigne. Los tres fueron, por
vagabundos). Y es que, en realidad, tanto, testigos y protagonistas de una
época decisiva en la historia de Euro-
1
Sigo aquí la tesis expuesta por el pa, ya que es entonces cuando se
historiador Trevor-Roper en su “Erasme”, reco- inicia la constitución del Estado mo-
gido en De la Réforme aux Lumières, Gallimard, derno, cuando las grandes monar-
Paris, 1972, pp. 17-43.
2 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

quías nacionales (especialmente la ca, en la que La Boétie apenas conta-


española, la francesa y la inglesa) ba dieciocho años, cuando al parecer
tratan de consolidarse tanto en el in- escribió su reflexión sobre lo político,
terior como en el exterior, tanto impresionado quizá por la terrible
frente a sus súbditos como frente a fuerza que acababa de exhibir la mo-
las monarquías, señoríos y repúblicas narquía francesa.
rivales2. Otro rasgo emparienta a nues-
Y los tres, curiosamente, pade- tros tres personajes: su común for-
cieron las consecuencias de este pro- mación humanística. El conocimiento
ceso, ya que se vieron afectados más del presente renacentista se ve enri-
o menos drásticamente sus respecti- quecido por su conocimiento del pa-
vas actividades políticas. Moro dimite sado grecorromano; a su experiencia
como Canciller en 1532, tras oponerse política unen su erudición histórica.
al Acta de Supremacía por la que En- Los tres gustan de escribir versos y de
rique VIII se convertía en el jefe espi- leer a los clásicos. Moro, además,
ritual de la Iglesia de Inglaterra; tam- junto con Erasmo, traduce a Luciano;
poco quiso reconocer como válido el Maquiavelo comenta a Tito Livio: La
matrimonio del monarca con Ana Bo- Boétie traduce a Jenofonte y a Plutar-
lena; por todo ello, fue acusado de co. Y esta común filiación humanística
traidor, encarcelado en la Torre de explica, en fin, un último parentesco:
Londres, condenado a muerte el 1 de tanto el pasado como el presente sus-
julio de 1535 y ejecutado el 6 del citan en estos tres personajes una
mismo mes. El destino de Maquiavelo reflexión sobre el poder que cristaliza
estuvo ligado a la rivalidad entre en tres singulares obras de filosofía
Francia y España: en 1494, con la política.
entrada de Carlos VIII en Italia, Los En 1515, mientras realizaba
Médici dejan el gobierno de Florencia, una misión diplomática en Flandes,
y cuatro años después Maquiavelo Moro escribe el libro II de su Utopía.
comienza a trabajar como secretario En 1516, de nuevo en su país, escribe
de la República; en 1512, la interven- el libro I; y en ese mismo año aparece
ción de la monarquía española per- en Lovaina la primera edición de la
mite el retorno de los Médici, y Ma- obra. A esta edición seguirán ense-
quiavelo pierde su trabajo, hasta que guida la de París (1517) y las dos de
en 1520 consigue el empleo de cro- Basilea (marzo y noviembre de 1518),
nista; en 1527, son de nuevo expul- en parte por el interés que la obra
sados los Médici, y Maquiavelo vuelve despierta, y en parte también porque
a caer en desgracia; muere el 22 de Moro y su amigo Erasmo (que le ayu-
junio de ese mismo año. En cuanto a dó bastante en este primer asunto)
La Boétie, sabemos que la sublevación desean corregir los errores de las dos
campesina de 1548 provocó una vio- primeras ediciones3. En 1512, con el
lenta represión que asoló Burdeos y la retorno de los Médici al gobierno de
Guyana durante el año siguiente: el Florencia, Maquiavelo es apartado de
ejército de Enrique II saqueó los cam-
pos y realizó ejecuciones masivas, el 3
Actualmente hay dos ediciones críti-
Parlamento fue disuelto y los magis- cas de la Utopía de Moro. La primera, que se
basa en la edición de Basilea de marzo de
trados forzados a someterse al poder 1518, ha sido publicada en 1965 por Edward
absoluto del monarca. Es en esta épo- Sutz, S.J. y J.H. Hexter, como vol. IV de The
Yale Edition of the Complete Works of St. Tho-
mas More, a cargo de Louis L. Martz y Richard
2
Sobre el nacimiento del Estado mo- S. Sylvester, 16 vols., New Haven-Londres,
derno, véase J.A. Maravall, Estado Moderno y 1963ss. La segunda, que se basa en la edición
mentalidad social, 2 vols., Rev. De Occidente, de Basilea de noviembre de 1518, ha sido reali-
Madrid 1972; J. Shennan, The Origins of the zada por André Prevost, quien la ha publicado
Modern European State: 1450-1725, Londres, acompañada de traducción francesa, introduc-
1974 (hay trad. italiana en Il Mulino, Bolonia, ción y notas, con el título L’Utopia de Thomas
1976); Croissance (La) de l’Etat moderne (XVe- More, Nouvelles Editions Mame, Paris, 1978. En
XVIIe siècles), Colloque du Centre d’Etudes esta última se ha basado Pedro Rodríguez San-
supérieures de la Renaissance, Tours, 1975, en tidrián para realizar su traducción castellana
Rev. D’Histoire diplomatique, LXXXIX (1975), (Tomás Moro, Utopía, Alianza, Madrid, 1984), a
fasc. 2/3. la que en adelante nos remitiremos.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 3

la vida política, y este retiro forzoso le No es mi propósito analizar ca-


permite escribir sus principales obras. da una de estas obras de forma ex-
Comienza primero los Discursos sobre haustiva, ni pretendo relacionar cada
la primera década de Tito Livio, pero una de ellas con el resto de la produc-
en 1513 los interrumpe para redactar ción literaria de sus autores, y con su
El Príncipe; estas dos obras sólo verán propia actividad política6. Ello nos lle-
la luz después de su muerte, la pri- varía a hablar de la llamada “paradoja
mera en 1532 y la segunda en 15314. moderna”, es decir, de la aparente
Como ya he dicho antes, La contradicción entre la vida de los uto-
Boétie escribe su Discurso sobre la pianos y la vida del propio Moro, entre
servidumbre voluntaria hacia 1548, la tolerancia religiosa de aquellos y la
cuando apenas contaba dieciocho beligerancia antiprotestante de éste,
años de edad. El manuscrito circuló entre el igualitarismo de los unos y la
ampliamente, pero fue impreso varios poco común riqueza del otro, entre la
años después de la muerte de su au- democracia postulada por los prime-
tor. La Boétie había confiado los ma- ros y el cargo de Canciller del Reino
nuscritos de sus obras a Montaigne, y desempeñado por el segundo. Ten-
este los editó todos en París, en 1571; dríamos que hablar también de la vin-
todos menos el Discurso, porque pen- culación que tuvo El Príncipe con otras
saba incluirlo en el libro I de los Ensa- obras de Maquiavelo, como los Dis-
yos que estaba escribiendo. Pero los cursos, la Historia de Florencia y el
calvinistas se le adelantaron y reali- Arte de la guerra, y con las propias
zaron en 1574 una edición pirata par- posiciones políticas del autor ante los
cial, sin nombre de autor, con el título diversos gobiernos de la República
de Le Réveille matin des François. En florentina, ante el Papado, ante las
1576 realizan una segunda edición, otras repúblicas italianas y ante las
esta vez completa y con el nombre del grandes monarquías europeas. Ten-
autor, bajo el título Contra Uno; el
texto aparecía junto a otros, en una
basándose en ella, Charles Teste realizó en
antología de libelos y panfletos com- 1856 una transcripción al francés moderno,
pilados por un hugonote ginebrino y acompañándola de notas críticas. De esta
dados a la imprenta con el rótulo de transcripción existe una reciente edición, reali-
Memoires des Estats de France sous zada por Pierre Clastres y Claude Lefort, en
Payot, Paris, 1976, colec. Critique de la politi-
Charles le Neuvièsme. Montaigne re-
que, dirigida por Miguel Abensour. Y en esta
nuncia a su proyecto, y en su primera edición se ha basado, en fin, la traducción cas-
edición de los Ensayos (París, 1580) tellana de Toni Vicens, aparecida en Tusquets,
sustituye el Discurso por los Veinti- Barcelona 1980, y a la que en adelante nos
remitiremos. Esta traducción va acompañada
nueve sonetos del difunto Etienne de de varios trabajos importantes: una larga intro-
la Boétie5. ducción de Miguel Abensour y Marcel Gauchet,
el prefacio de Charles Teste a su transcripción
4
Niccolò Machiavelli, Opere, ed. de 1856, y tres ensayos interpretativos a cargo
S.Bertelli y F.Gaeta, 8 vols., Feltrinelli, Milán, de Pierre Leroux, Pierre Clastres y Claude La-
1960-65, es la más reciente y completa edición fort.
6
de las obras de Maquiavelo. El Príncipe se en- Sobre Maquiavelo, su vida, su obra y
cuentra en el vol. I. En esta edición se ha basa- su época, se recoge una buena selección biblio-
do M.A. Granada para su traducción castellana gráfica en la edición castellana de M.A. Granada
(Nicolás Maquiavelo, El Príncipe, Alianza, Ma- (ver nota 4). La edición de la Utopía citada en
drid, 1981), y de esta traducción nos servire- la nota 3 proporciona bibliografía sobre Moro,
mos en adelante. pero no sobre el pensamiento utópico renacen-
5
Montaigne, además, para rechazar el tista, por lo que me voy a permitir citar unas
uso sectario que los hugonotes hicieron del cuantas obras de interés: R.Muchielli, Le mythe
Discurso, lo define como un ejercicio retórico de de la cité idéale, Paris, 1958; Les utopies à la
juventud, y describe a su autor como un ciuda- Renaissance, Colloque internat. de l’Univ. Libre
dano pacífico y respetuoso con las leyes de su de Bruxelles, Bruxelles-Paris, 1963; Utopia e
país. Véase M. De Montaigne, Ensayos, vol. I, civilità: 1500-1780, Loescher, Turín, 1981; F.E.
caps. XXVII y XVIII (Iberia, Barcelona, 1968). Manuel y F.P. Manuel, Historia del pensamiento
En cuanto al texto del Discurso, no se conserva utópico en el mundo occidental, 3 vols., Taurus,
el manuscrito original que La Boétie confió a Madrid, 1984 (especialmente el vol. I). Sobre
Montaigne; en el siglo XIX se descubrieron, en La Boétie son muy recomendables los artículos
cambio, dos copias de ese manuscrito, prácti- de Clastres y Lafort citados en la nota 5; en el
camente iguales entre sí: la Dupuy y la De segundo de ellos se establece una cierta rela-
Mesmes; Z. Payer editó esta última en 1583; y ción entre La Boétie y Maquiavelo.
4 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

dríamos que hablar, en fin, del senti- Moro, que él mismo resume en una
do que tuvo para La Boétie el Discurso sola frase: «Un príncipe es como un
escrito en su juventud, de la posición manantial perenne del que brotan
que el autor adoptó ante la guerra todos los bienes y males del pueblo»7.
civil y religiosa de su país, del uso que Dicho de otro modo: el poder es la
los calvinistas hicieron de su obra, y causa y el remedio de todos los pro-
de las precisiones que Montaigne se blemas sociales, el origen simultáneo
vio forzado a realizar en la primera del mal y del bien. En el libro I se nos
edición de sus Ensayos (y a las que muestra cómo el poder es la causa de
nos hemos referido en la nota 5). todos los males que padece la socie-
Pretendo ensayar, más bien, dad inglesa, y en el libro II se nos
una lectura inmanente y una mutua muestra cómo el poder puede ser
confrontación de las tres obras men- también el remedio de todos esos
cionadas: la Utopía, El Príncipe y el males.
Discurso de la servidumbre voluntaria. El bien y el mal, cuyo origen
Porque me parece que entre las tres había sido pensado hasta entonces en
inauguran y delimitan, desde dife- términos más o menos míticos, remi-
rentes ángulos, el horizonte del pen- tido a instancias extrahumanas, van a
samiento político moderno. Tomadas ser pensados ahora en términos es-
así, en su mutua relación, quizá sea trictamente históricos, remitiendo su
más fácil entender el vínculo que las origen a instancias exclusivamente
liga a la historia efectiva del siglo XVI; humanas: la conciencia individual y la
quizá podemos utilizarlas como un organización social, el sujeto y el Es-
espejo, o mejor, como unas lentes a tado. Estos son ahora el origen de
través de las cuales adquiere todo su todo mal y de todo bien. El destino del
relieve uno de los acontecimientos hombre no depende ya del mundo
más importantes de ese siglo: el na- físico, de las influencias astrales, de
cimiento del Estado moderno. los ciclos cósmicos; ni tampoco de la
voluntad divina, ya que el Dios de los
II modernos no interviene apenas en el
mundo, y sus designios son en cual-

L
as tres obras se plantean quier caso inescrutables. El destino
el problema del poder, de del hombre no se juega en el escena-
su funcionamiento y de su rio espacial o cosmológico sino en el
legitimidad. Y las tres coinciden en escenario temporal o histórico. La
pensar lo político de forma inmanen- moralidad, en efecto, se desplaza de
te, es decir, remitiéndose exclusiva- lo cosmológico a lo histórico. Esto
mente a la condición social del hom- permite pensar que el mal puede ser
bre y al horizonte moral en el que se combatido y el bien alcanzado. Per-
desenvuelven sus actividades. Sin mite pensar en la “utopía”, el
embargo, en cada una de estas obras “no-lugar”, no simplemente como una
la relación entre lo político y lo moral quimera, como una fantasía, como un
va a ser concebida de forma diferente. pasatiempo intrascendente, sino como
Comencemos con la Utopía de un proyecto para la acción, como un
Moro. La obra, como es sabido, está programa realizable en el futuro, co-
dividida en dos libros: en el primero, mo un horizonte históricamente acce-
escrito a modo de diálogo, se lleva a sible, como una meta a la que los
cabo una crítica de la situación social hombres pueden acercarse lenta y
de Europa, y especialmente de Ingla- laboriosamente, guíados exclusiva-
terra, a comienzos del siglo XVI; en el mente por su razón y su esfuerzo. De
segundo, escrito a modo de discurso o este modo, pensar la inmanencia de
relato, el viajero Rafael Hitlodeo des- lo político implica pensar la historici-
cribe la isla de Utopía, cuyos habi- dad de lo humano; y si se hace desde
tantes gozan de un perfecto sistema la perspectiva de Moro, implica tam-
de organización política. Esta misma
distribución de la obra manifiesta cuál
es el sentido exacto de la reflexión de 7
Moro, Utopía, Alianza, p. 75
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 5

bién pensar la posibilidad del progreso paz entre las naciones y el trabajo
histórico. honrado entre sus propios súbditos.
Al cambiar el origen de la mo- Tanto la guerra como la división entre
ralidad, cambia también su naturale- ricos y pobres son contrarias no sólo a
za. El mal que preocupa no son ya las la doctrina cristiana sino también a la
catástrofes naturales, las sequías y propia condición humana.
epidemias, las hambrunas y las pestes Por eso, el Estado perfecto ha
que asolaron Europa en los últimos de fundarse sobre la paz exterior y
siglos medievales. El mal es ahora la sobre la igualdad interior. La política
pobreza generalizada, la muchedum- ha de ser entendida como el instru-
bre de miserables que recorren los mento de realización de la moral. Y
caminos e infectan las ciudades, au- ésta tiene sus dos pilares fundamen-
téntico semillero de enfermos, delin- tales en la paz y en la justicia. Hay en
cuentes, impíos y alborotadores políti- Moro un claro optimismo antropológi-
cos. Y frente a ella, la riqueza ociosa y co, una confianza en la bondad natu-
despilfarradora, el lujo obsceno de ral del hombre: es la historia la que
nobles, clérigos y demás holgazanes. se ha desviado de la naturaleza, son
Sí, el mal es, para Moro, la desigual- los gobernantes los que han traicio-
dad económica, la dominación políti- nado su verdadero cometido. Es con-
ca, la división social entre ricos y po- tra los gobernantes contra los que
bres, y los innumerables desórdenes Moro dirige sus críticas. Y es a ellos a
que de tal división se derivan. El otro los que corresponde asegurar el buen
gran mal de la época es, para Moro, la orden del Estado. La misma isla de
guerra. Es decir, la ambición de los Utopía debe su nombre a Utopo, que
gobernantes, su obsesión belicista, las la conquistó y le dio el ordenamiento
constantes rivalidades que enfrentan jurídico y político (e incluso geoes-
a unos Estados con otros, los san- tratégico, ya que mandó cortar el ist-
grientos e inútiles resultados de tales mo que la unía al continente) que hizo
rivalidades, el enorme agotamiento de ella un Estado autárquico y ejem-
económico que ello supone, el desor- plar; y los únicos que en ella son exi-
den social que implica la existencia de midos del deber generalizado del tra-
un ejército permanente (especial- bajo son los que se dedican al estu-
mente cuando no tiene contra quién dio, de entre los cuales son elegidos
guerrear). todos los cargos públicos, incluido el
En efecto, la Utopía de Moro, cargo vitalicio de Jefe del Estado9. En
heredera de la idea platónica del rey Moro, como en Platón, los más sabios
filósofo, y representativa del pensa- son los que han de gobernar; el poder
miento erasmista (es decir, del huma- ha de estar en manos no de los más
nismo cristiano que pretende una re- fuertes sino de los más justos. Pero
novación desde dentro de las estruc- en Utopía, a diferencia de lo que ocu-
turas políticas y eclesiásticas), co- rre en La República, se suprime la
mienza criticando el antagonismo doble división entre ociosos y laborio-
existente entre política y moral en la sos y entre civiles y guerreros: el tra-
Europa del siglo XVI. A ello se dedica, bajo es un imperativo general, y el
como ya he dicho, todo el libro I; oficio de la guerra ha de ser abolido10.
aunque en él se intercalan, a modo de En este punto se encuentra
contraste, y como precedente del libro una de las novedades esenciales de la
II, tres miniutopías: la de los polileri- Utopía de Moro. Frente a la división
tas, los acorianos y los macarianos8. estamental de la Antigüedad y de la
Este antagonismo entre lo real y lo Edad Media, Moro postula el imperati-
utópico, entre la política y la moral, se vo moral del trabajo como la única vía
manifiesta en esos dos males que ya para la igualación social. Que la pro-
he mencionado: la obsesión belicista piedad sea común, dice Moro, pero
de los gobernantes y el poco interés que sea también común el trabajo. Es
que tienen en procurar y preservar la
9
Moro, o.c., pp. 111es.
10
Sobre el trabajo, ver Moro, o.c., pp.
8
Moro, o.c., pp. 86-89, 95-96, 99-100 121ss.; sobre la guerra pp. 171ss.
6 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

obvio que esta ética del trabajo pro- efecto, las instituciones utopianas
puesta por Moro es rigurosamente más antiguas contemplan que ningu-
moderna, pero no podemos analizarla na persona se verá perjudicada por su
más en detalle porque ello nos aleja- religión»11. La creencia religiosa pasa
ría del hilo principal de este trabajo. a ser una cuestión privada cuando lo
Hemos dicho que el bien y el público aparece como esfera autóno-
mal dejan de tener un carácter natu- ma, cuando lo político pasa a fundar
ral y un origen extrahumano, que co- por sí mismo lo social. La pluralidad
mienzan a adquirir un carácter social religiosa sólo es posible sobre la base
y que, por tanto, se empieza a atri- de la unidad política. Esta separación
buírseles un origen humano, una cau- entre lo religioso y lo político, que tan
sa moral, una raíz política. El sujeto y claramente aparece en Moro, pasará a
el Estado pasan a ser la fuente de ser uno de los rasgos característicos
todos los bienes y de todos los males del pensamiento político moderno.
humanos. La moralidad no se inscribe Pero la misma tolerancia, la
ya en el universo de la religión sino en misma pluralidad religiosa hace que
el horizonte de la política; la lucha cada religión particular difumine sus
entre el bien y el mal no la protagoni- aristas y pierda sus rasgos diferen-
zan ya las fuerzas cosmológicas sino ciales. Lo que importa no es ya lo
los agentes históricos. Es muy signifi- particular sino lo general, lo común a
cativo, a este respecto, que la religión toda religión. Aparece la idea de una
no sea mencionada en Utopía más religión universal, natural, racional,
que al final, en los últimos párrafos que de uno u otro modo estaría pre-
del libro II. sente en todos los hombres: «Me pa-
En este libro II, en el que Moro rece —dice Hitlodeo— que los utopia-
pasa de la crítica social a la descrip- nos están en camino de ir dejando
ción del Estado ideal, de lo político todas esas supersticiones para cen-
como origen del mal a lo político como trarse en un credo único que les pare-
origen del bien, el viajero Rafael Hi- ce el más racional y que supera los
tlodeo comienza describiendo la mor- diferentes credos»12. Por eso, en Uto-
fología geoestratégica y urbana de la pía es compatible la pluralidad religio-
isla utopiana, pasando inmediata- sa con la existencia de sacerdotes,
mente a la descripción de la organiza- templos y ritos oficiales, que atienden
ción política, económica y social de a lo que de común hay en todas las
sus habitantes. No es ya la religión religiones que profesan los utopianos.
sino la política, la que funda lo social. Esta idea a de una religión universal,
Por eso, para los utopianos no es un natural y racional, que Moro comparte
problema la pluralidad religiosa; más con algunos de los más importantes
exactamente, es la primacía de lo po- filósofos del siglo XV (desde Nicolás
lítico lo que permite e incluso obliga a de Cusa hasta Pico della Mirandola, de
ser tolerantes en materia de religión, quien el autor inglés había publicado
hasta el punto de que la intolerancia una biografía en 1504), pasará a ser
religiosa es perseguida como un delito otro de los rasgos característicos del
civil, como una alteración del orden pensamiento de los filósofos ilustra-
público. Hitlodeo cuenta que un con- dos. Se trata de despojar a la religión
verso al cristianismo fue detenido en de todos sus aspectos dogmáticos,
su presencia, por ponerse a predicar para hacerla así compatible con la
públicamente de modo exaltado, no nueva concepción de la política (y
contentándose con anteponer su reli- también, por supuesto, con la nueva
gión a las demás sino llegando a con- concepción de la ciencia).
denarlas todas sin distinción: «Des- Además de esta idea universa-
pués de haber sermoneado durante lista de la religión, aparece otra que
largo tiempo fue prendido, acusado y evidencia también la nueva primacía
sentenciado como reo no de desprecio adquirida por lo político. Hemos dicho
de la religión, sino de promover tu- que la religión comienza a privatizar-
multo en el pueblo. Una vez condena-
11
do fue castigado con el exilio. En 12
Moro, o.p., p. 185
Moro, o.c.; p. 183
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 7

se; pero es igualmente cierto que, cuanto lo que une a los hombres entre
tanto en el Estado ideal de los utopia- sí. Pese a las distancias que separan a
nos como en los Estados reales de los Moro de Maquiavelo, me propongo
europeos, la religión comienza a ser mostrar cómo uno y otro reflexionan
pensada como un instrumento político sobre lo político en un mismo hori-
de cohesión social, como una eficaz zonte de pensamiento.
arma de control moral. Por eso, aun-
que en Utopía se admite la pluralidad III
religiosa, se prohibe en cambio defen-

H
der públicamente el ateísmo: «Se emos dicho que la Uto-
opuso [Utopo] con el mayor rigor a pía de Moro está escrita
que nadie abdicase de su dignidad para los gobernantes.
humana hasta el punto de creer que Otro tanto ocurre con El Príncipe.
el alma desaparece con el cuerpo y También Maquiavelo formula una crí-
que el mundo va a la deriva sin la tica de la política de su tiempo, y en
providencia de Dios. Creen, en conse- concreto de la política llevada a cabo
cuencia, los utopianos que están mar- por los Estados italianos (a los que
cados unos premios para los buenos y considera responsables de su propia
fijados unos suplicios para los malos. ruina, de su propia impotencia frente
A quienes tengan en esto ideas con- al dominio que les ha sido impuesto
trarias ni siquiera los consideran por las monarquías francesa y espa-
hombres. Piensan que han traspasado ñola); también él propone una nueva
el límite de su humanidad llegando a dirección en el arte de gobernar;
ser como unos pobres animalillos. No también él sueña con un nuevo Esta-
los cuentan tampoco como ciudada- do (Italia unida e independiente);
nos. Piensan que si no fuera por el también él confía a los gobernantes
miedo destruirían todas sus institucio- (al “príncipe nuevo”) la realización de
nes. No se puede dudar que un hom- ese sueño, de esa utopía; también él,
bre así no respetaría las leyes del Es- en fin, considera necesario que los
tado o trataría de eludirlas por la vio- gobernantes sean sabios.
lencia con tal de satisfacer sus intere- Pero la crítica del presente y la
ses. No tiene ningún resorte más allá propuesta para el futuro parecen in-
de la ley ni nada tiene que esperar vertir el discurso de Moro. Aparente-
más allá de la muerte. A quienes tie- mente, en efecto, lo que se denuncia
nen esas ideas no les conceden nin- no es el antagonismo entre moral y
gún cargo, ni les tributan honor algu- política, sino la subordinación de ésta
no ni les ponen al frente de cargos a aquella, y lo que se propone es pre-
públicos. Se les mira, más bien, como cisamente su desvinculación, más
gente inepta y de baja condición»13. aún, la subordinación de la primera a
Uno no puede dejar de recordar las la segunda.
célebres páginas de los Discursos so- Maquiavelo no parte de la bon-
bre la primera década de Tito Livio, en dad natural del hombre sino de su
las que Maquiavelo señala «cuán útil maldad natural. Y si el gobierno de un
es la religión a la política»14. En am- Estado ha de basarse en la condición
bos autores, la religión no es tanto lo moral de sus súbditos, el buen prínci-
que une a los hombres con Dios pe no es el príncipe bueno sino el que
sabe ser bueno y malo según las exi-
13
Moro, o.c., p. 186. Sobre la creencia gencias del momento. Maquiavelo
en el más allá (y especialmente en el infierno) parece estar respondiendo por antici-
como instrumento de control social, véase Ch.
pado a la Utopía de Moro, antes de
Hill, De la Reforma a la Revolución industrial
(1530-1780), Arial, Barcelona, 1980, pp. 232ss. que éste la escribiera: «Muchos se
Sobre el ateísmo en el Renacimiento, L. Febvre, han imaginado repúblicas y principa-
Le problème de l’incroyance en XVIe siècle: la dos que nadie ha visto jamás ni se ha
religion de Rabelais, Paris, 1947.
14
Maquiavelo, Discursos sobre la pri-
sabido que existieran realmente; por-
mera década de Tito Livio, I, caps. 9 a 15, en que hay tanta distancia de cómo se
Maquiavelo, Obras: El Príncipe, Discursos, La vive a cómo se debería vivir, que
Mandrágora, Clizia, versión, prólogo y notas de quién deja a un lado lo que se hace
J.A.G. Larraya, Barcelona, 1961.
8 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

por lo que se debería hacer, aprende que lo mira y escucha, todo clemen-
antes su ruina que su preservación: cia, todo fe, todo integridad, todo re-
porque un hombre que quiera hacer ligión. Y no hay cosa más necesaria
en todos los puntos profesión de bue- de aparentar que se tiene que esta
no, labrará necesariamente su ruina última cualidad, pues los hombres en
entre tantos que no lo son. Por todo general juzgan más por los ojos que
ello es necesario a un príncipe, si se por las manos ya que a todos es dado
quiere mantener, que aprenda a po- ver, pero palpar a pocos: cada uno ve
der ser no bueno y a usar o no usar lo que pareces, pero pocos palpan lo
de esta capacidad en función de la que eres (...) Trate, pues, un príncipe
necesidad»15. Para Maquiavelo, la rui- de vencer y conservar su Estado y los
na de los Estados no depende de su medios siempre serán juzgados hon-
falta sino de su exceso de moral, rosos y ensalzados por todos, pues el
mientras que la preservación del Es- vulgo se deja seducir por las aparien-
tado (tarea política por excelencia, cias y por el resultado final de las co-
según él) ha de estar por encima de sas, y en el mundo no hay más que
cualquier principio moral. vulgo»17. He aquí un tema típica-
Por eso, frente a la idea plató- mente maquiaveliano: el fin justifica
nica del rey filósofo, que es revitaliza- los medios, y lo que importa no es la
da por el humanismo utópico de Moro, condición de los medios a emplear
Maquiavelo cree que el príncipe no ha sino el resultado al que se debe llegar
de basar su gobierno en principios con ellos; ese resultado no es otro
morales tales como la justicia y la que la propia preservación del Estado;
paz, sino que ha de basarlo a la vez la lógica de lo político —lo que luego
en las leyes y en la fuerza, en lo que se conocerá como “razón de Estado”—
es propio del hombre y en lo que es está, pues, por encima de cualquier
propio de la bestia. El príncipe, dice consideración moral.
Maquiavelo, ha de tener la prudencia En Moro, la política es un ins-
de la zorra y la fuerza del león. Ser trumento al servicio de la moral; en
siempre bueno es, por tanto, perjudi- Maquiavelo, la moral es un instru-
cial; pero aparentarlo puede ser útil. mento al servicio de la política. En
O bien: parecer bueno y serlo, pero ambos, hay una determinada articula-
teniendo al mismo tiempo la predis- ción entre política y moral. En ambos,
posición para no serlo y para adoptar además, lo político es pensado desde
la actitud contraria cuando sea nece- el gobernante, desde la perspectiva
sario: «Y se ha de tener en cuenta de quien ejerce el poder: es el gober-
que un príncipe —y especialmente un nante el que oprime o redime a sus
príncipe nuevo— no puede observar súbditos, el que les engaña o les es
todas aquellas cosas por las cuales los fiel, el que debilita o fortalece un Es-
hombres son tenidos por buenos, tado, el que lo corrompe o lo perfec-
pues a menudo se ve obligado, para ciona. En último término, el gober-
conservar su Estado, a actuar contra nante es el que funda el Estado, el
la fe, contra la caridad, contra la hu- que impone a los súbditos su autori-
manidad, contra la religión. Por eso dad, el que les dicta unas determina-
necesita tener un ánimo dispuesto a das leyes. Según sea el gobernante,
moverse según lo exigen los vientos y así será el Estado. Por eso, a él van
las variantes de la fortuna y, como ya dirigidas las críticas y los consejos.
dije anteriormente, a no alejarse del Tanto Moro como Maquiavelo
bien, si puede, pero a saber entrar en tratan de precisar cuál es la mejor
el mal si se ve obligado»16 forma de gobierno. Esto no quiere
No se trata simplemente de decir que se dediquen a comparar los
prescindir de la religión y de la moral, distintos tipos de Estado, tal y como
sino de utilizarlas en provecho de la había sido tradicional en el pensa-
política: el príncipe «ha de parecer, al miento político desde Platón y Aristó-
teles. Ni uno ni otro se ocupan en dis-
15
Maquiavelo, El Príncipe, Alianza, p.
83.
16 17
Maquiavelo, o.c., p. 92. Maquiavelo, o.c., p. 52
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 9

cutir qué tipo de estado es mejor la política ha de supeditarse a la mo-


dentro de la tipología clásica (monar- ral o si la moral ha de supeditarse a la
quía, aristocracia y democracia). Lo política, y en función de ello cuál ha
que les preocupa es la lógica misma de ser la mejor forma de gobernar el
de lo político, y en especial la articula- Estado. Lo que le preocupa no es que
ción que ha de haber entre lo político unos Estados estén mejor o peor go-
y lo moral. Es esta preocupación la bernados que otros, sino el hecho
que a Moro le lleva a preferir un sis- mismo de que sean gobernados, el
tema democrático (aunque con un hecho de que unos hombres manden
jefe de estado vitalicio y con un esta- y otros obedezcan, es decir, el hecho
mento de sabios entre cuyos miem- bruto del poder.
bros son elegidos los cargos públicos), «De momento —dice La Boétie
ya que de él cabe esperar una más al comienzo de su Discurso—, quisiera
clara subordinación de lo político a lo tan sólo entender cómo pueden tantos
moral; mientras que a Maquiavelo le hombres, tantos pueblos, tantas ciu-
lleva a preferir el “principado nuevo y dades, tantas nociones, soportar a
civil” (no heredado ni de carácter ab- veces a un solo tirano, que no dispone
solutista), basado en una (“constitu- de más poder que el que se le otor-
ción mixta” (en la que tengan su parte ga»19. Y cuando La Boétie dice “tira-
el príncipe, los grandes y el pueblo), no” se refiere, no lo olvidemos, a
ya que en un régimen así es más fácil cualquier forma de gobierno: «Hay
supeditar lo moral a lo político y ase- tres clases de tiranos: unos poseen el
gurar la estabilidad del Estado. La Reino gracias a una elección popular,
relación entre moral y política es, otros a la fuerza de las armas y los
pues, el problema central, ya que de demás al derecho de sucesión (...)
ella depende el buen funcionamiento Aquel que detenta el poder gracias al
del Estado, y la reflexión sobre la voto popular debería ser, a mi enten-
mejor forma de gobierno es una refle- der, más soportable y lo sería, creo,
xión derivada, ya que está en función de no ser porque, a partir del mo-
de la perspectiva que se adopte ante mento en que asume el poder, si-
dicho problema. tuándose por encima de todos los
demás, halagado por lo que se da en
IV llamar grandeza, toma la firme reso-
lución de no abandonarlo jamás.

D
esde diferentes pers- Acostumbra a considerar el poder que
pectivas, Moro y Ma- le ha sido confiado por el pueblo como
quiavelo se dirigen al un bien que debe transmitir a sus hi-
gobernante para indicarle cuál es la jos. Ahora bien, a partir del momento
mejor forma de gobierno. Etienne de en que él y sus hijos conciben esa
la Boétie, en cambio, no se va a ocu- idea funesta, es extraño comprobar
par del arte de gobernar, sino que se cómo superan en vicios y crueldades a
va a plantear el hecho bruto de que los demás tiranos. No ven mejor ma-
haya gobierno, Estado, poder político. nera de consolidar su nueva tiranía
Coincide con estos otros autores en su sino incrementando la servidumbre y
desinterés por «debatir tan trillada haciendo desaparecer las ideas de
cuestión: a saber, si las otras formas libertad con tal violencia que, por más
de república son mejores que la mo- que el recuerdo sea reciente, pronto
narquía»18. Como en el caso de Moro se desvanece por completo en la me-
y de Maquiavelo, no se trata de anali- moria. Así pues, a decir verdad, veo
zar las diferentes formas de Estado, claramente que hay entre ellos (entre
sino de reflexionar sobre la relación los diversos tipos de tirano) alguna
entre lo político y lo moral; pero esta diferencia, pero no veo elección posi-
reflexión ya no la va a hacer La Boétie ble entre ellos, pues, si bien llegan al
desde la perspectiva del gobernante. trono por caminos distintos, su ma-
Lo que le preocupa no es averiguar si
18
La Boétie, Discurso sobre la servi-
19
dumbre voluntaria, Tusquets, p. 52 La Boétie, o.c., p. 52
10 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

nera de reinar es siempre aproxima- o peor aún, lo persigue»22. Son los


damente la misma»20. hombres los que desprecian su propia
Creo que el texto no requiere libertad, porque si la desearan la ten-
comentario alguno. Habla por sí mis- drían. Basta querer la libertad, basta
mo, con una claridad y una actualidad dejar de servir, para que el poder del
sorprendentes. tirano se desmorone por sí solo, sin
En cuanto a la pregunta sobre necesidad de derribarlo.
el origen o la causa de la servidum- Es esta servidumbre volunta-
bre, La Boétie va a rechazar las expli- ria, tan sorprendente y sin embargo
caciones habituales según las cuales tan frecuente, tan enigmática y sin
es el tirano el que impone su tiranía embargo tan cotidiana, la que La
mediante la fuerza o la astucia, me- Boétie se propone analizar. Su objeti-
diante las armas o el engaño. Tampo- vo es descubrir «cómo se arraiga esa
co se impone porque sea el más sa- particular voluntad de servir que po-
bio, el más justo o el más valiente, y dría dejarnos suponer que, en efecto,
porque como tal haya sido elegido por el amor a la libertad no es un hecho
sus conciudadanos, ya que «si se natural»23. Este es el problema al que
acostumbraran paulatinamente a se enfrenta el autor: mostrar que la
obedecerle, y a confiar tanto en él servidumbre no forma parte de la
como para concederle cierta suprema- naturaleza humana, y que la libertad
cía, creo que sería preferible devol- es en cambio un rasgo esencial de
verle al lugar donde hacía el bien que dicha naturaleza. Lo más interesante
colocarlo allí donde es muy probable de esto es que La Boétie no deriva la
que haga el mal»21. El poder pervierte libertad de la identidad sino de la di-
al hombre más justo; del poder no ferencia entre los hombres, no la fun-
puede esperarse bien alguno; no cabe da en la igualdad natural sino en la
establecer diferencias entre el buen y natural desigualdad entre ellos. La
el mal gobernante. No es, pues, del desigualdad, nos dice, no conduce a la
lado del gobernante de donde viene a servidumbre sino a la amistad, al
nacer la servidumbre, La Boétie re- efecto fraternal, al reconocimiento
chaza tanto la concepción maquiave- mutuo de los que son y se sienten
liana del príncipe como la concepción compañeros. Los hombres, en efecto,
mooreana del jefe sabio. No es en el son naturalmente libres no porque
gobernante, sino en los gobernados, sean naturalmente iguales sino por-
en donde hay que buscar la explica- que son naturalmente compañeros,
ción. La servidumbre no les viene im- hermanos, amigos. «Pero si hay algo
puesta a los hombres por la suprema- claro y evidente para todos, si algo
cía militar, intelectual o moral del ti- hay que nadie podrá negar, es que la
rano, sino que los hombres la eligen naturaleza, ministro de Dios, bienhe-
de forma voluntaria, la consienten chora de la humanidad, nos ha con-
deliberadamente. Ningún tirano, por formado a todos por igual y nos ha
muy poderoso, astuto o sabio que sacado de un mismo molde para que
fuera, podría imponer su voluntad a nos reconozcamos como compañeros,
cientos, a miles, a millones de hom- o, mejor dicho, como hermanos. Y, si,
bres, si éstos no consistieran en so- en el reparto que nos hizo de sus do-
meterse. «Son, pues, los propios pue- nes, prodigó alguna ventaja corporal o
blos los que se dejan, o mejor dicho, espiritual a unos más que a otros,
se hacen encadenar, ya que con sólo jamás pudo querer ponernos en este
dejar de servir, romperían sus cade- mundo como en un campo acotado y
nas. Es el pueblo el que se somete y no ha enviado aquí a los más fuertes
se degüella a sí mismo; el que tenien- ni a los más débiles. Debemos creer
do la posibilidad de elegir entre ser más bien que al hacer el reparto, a
siervo o libre, rechaza la libertad y unos más, a otros menos, quería ha-
elige el yugo; el que consiente su mal, cer brotar en los hombres el afecto
fraternal y ponerlos en situación de
20 22
La Boétie, o.c., pp. 65-66 La Boétie, o.c., p. 57
21 23
La Boétie, o.c., p. 53 La Boétie, o.c., p. 61
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 11

practicarlo (...) ¿Cómo podríamos bado, o que le fascina con su aparien-


dudar de que somos todos natural- cia de esplendor, de omnipotencia y
mente libres, puesto que somos todos de misterio) pueden llegar a explicar
compañeros? Y ¿podría caber en la el carácter voluntario de la servidum-
mente de nadie que, al darnos a todos bre. Explican, en todo caso, el some-
la misma compañía, la naturaleza ha- timiento de los débiles y de los necios.
ya querido que algunos fueran escla- Por eso La Boétie da un paso más y
vos?»24. No hay, pues, fundamento enuncia al fin el auténtico secreto de
natural para la servidumbre. ¿Qué es, la dominación: «Llego ahora a un
entonces, lo que hace al hombre punto que, creo, es el resorte y el
abandonar voluntariamente su condi- secreto de la dominación, el sostén y
ción natural, renegar conscientemente el fundamento de la tiranía. El que
de su libertad original? creyera que son los alabarderos y la
La Boétie explora varias res- vigilancia armada los que sostienen a
puestas. La primera de ellas es la los tiranos, se equivocaría bastante
educación, la costumbre: los hombres (...) Ni la caballería, ni la infantería
que han nacido bajo el yugo y que constituyen la defensa del tirano.
han sido educados en la sumisión se Cuesta creerlo, pero es cierto. Son
acostumbran fácilmente a ella y no cuatro o cinco los que sostienen al
añoran una libertad que nunca han tirano, cuatro o cinco los que imponen
conocido. De esta razón se deriva por él la servidumbre en toda la na-
otra: acostumbrados a la servidum- ción. Siempre han sido cinco o seis los
bre, los hombres se debilitan y aco- confidentes del tirano, los que se
bardan, y con ello se enfangan más acercan a él por su propia voluntad, o
en el sometimiento. Esto, dice La son llamados por él, para convertirse
Boétie, es algo que conocen perfec- en cómplices de sus crueldades, com-
tamente los tiranos; por eso compran pañeros de sus placeres, rufianes de
la libertad del pueblo con juegos, pla- sus voluptuosidades, y los que se re-
ceres y espectáculos; el pueblo se parten el botín de sus pillajes (...)
siente de este modo agradecido y sa- Estos seis tienen a seiscientos hom-
tisfecho, sin comprender que los bie- bres bajo su poder (...) Estos seis-
nes que se le dan son sólo una pe- cientos tienen bajo su poder a seis
queña parte de los bienes que pre- mil, a quienes sitúan en cargos de
viamente se le han quitado. Además cierta importancia, a quienes otorgan
de estas dos razones, juega también el gobierno de las provincias, o de la
un papel importante la fascinación administración del tesoro público, con
que los tiranos suelen ejercer sobre el el fin de favorecer su avaricia y su
pueblo, encubriendo su poder en una crueldad (...) Extensa es la serie de
aureola de buenas intenciones, en un aquéllos que siguen a éstos. El que
decorado de bellas palabras (como quiera entretenerse devanando esta
“bien público” y “bienestar de todos”), red, verá que no son seis mil sino cien
e incluso en una deslumbrante nube mil, millones los que tienen sujeto al
de misterio y divinidad. Muchos tira- tirano y los que conforman entre ellos
nos de la Antigüedad «iban con la una cadena ininterrumpida que se
religión por delante, a modo de escu- remonta hasta él (...) En suma, se
do, y, de ser posible, de adjudicaban llega así a que, gracias a la concesión
algún rasgo divino para dar mayor de favores, a las ganancias, o ganan-
autoridad a sus viles actos»25. Y lo cias compartidas con los tiranos, al fin
mismo hacen los tiranos modernos, hay casi tanta gente para quien la
añade La Boétie. tiranía es provechosa como para
Pero todas estas razones son, quien la libertad sería deseable (...)
en cualquier caso, insuficientes. Ni la No es que no padezcan ellos mismos
costumbre ni las astucias del tirano de la opresión del tirano, sino que
(que compra la libertad del pueblo con esos malditos por Dios y por los hom-
los bienes que previamente le ha ro- bres se limitan a soportar el mal, no
para devolverlo a quien se lo causa a
24
25
La Boétie, o.c., pp. 62-63 ellos, sino para hacerlo a los que pa-
La Boétie, o.c., pp. 85-86
12 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

decen como ellos y no pueden hacer deseos, «sacrificar sus gustos al suyo,
nada»26. anular su personalidad, despojarse de
He aquí, pues, el secreto de la su propia naturaleza, estar atentos a
tiranía: el tirano se mantiene porque sus palabras, a su voz, a sus señales
toda una red de pequeños tiranos le y a sus guiños, no tener ojos, pies ni
apoyan y a la vez se apoyan en él. manos como no sea para adivinar sus
Con esa red o cadena ininterrumpida más recónditos deseos, o sus más
de ministros, jueces, recaudadores, secretos pensamientos. ¿Es esto vivir
gobernadores, alguaciles, etc., La feliz?»28. Y todo para obtener bienes,
Boétie no está haciendo sino describir favores, privilegios, «sin recordar que
la naciente maquinaria del Estado ellos mismos son los que brindan al
Moderno. Lo que sostiene al monarca tirano el poder de quitarlo todo a to-
absoluto es esa compleja maquinaria dos y de negar a todos la posibilidad
de hombres dispuestos a obedecerle y de tener algo que sea suyo»29. En
a mandar en su nombre. Por eso, «al efecto, releyendo las historias de la
fin hay casi tanta gente para quien la Antigüedad se puede comprobar «cu-
tiranía es provechosa como para án numerosos son los que, tras ha-
quien la libertad sería deseable». En berse ganado con malas artes la con-
efecto, todo el que obedece es porque fianza del príncipe, ya sea fomentan-
espera obtener algún beneficio de do su maldad, ya sea abusando de su
ello, porque espera poder ejercer a simpleza, acabaron aplastados por
cambio un dominio absoluto sobre ese mismo príncipe. Cuanto más fácil
una determinada parcela de lo social, fue su ascensión en los favores del
sobre un determinado grupo de hom- tirano, menos sabiduría tuvieron en
bres. No hay, pues, un tirano y frente conservarlos. De la cantidad de gente
a él la masa indiferenciada del pueblo, que siempre ha frecuentado la corte
sino que hay una escisión entre el de los malos reyes, pocos, o ninguno,
grupo de los dominadores y el grupo han podido eludir al fin la crueldad del
de los dominados, entre aquellos que tirano al que antes habían azuzado
sostienen al tirano activamente, por contra los demás. En la mayoría de
su propio provecho, y aquellos que lo los casos, tras haberse enriquecido a
soportan y lo padecen sin beneficio la sombra de sus favores y a costa de
alguno. Los dominados son el límite otros, terminan ellos mismos por en-
de la cadena, el punto extremo sobre riquecer a otros»30. Pero esto mismo
el que ejerce su poder la red de los hace que el propio tirano esté a mer-
dominadores, el conjunto de todos ced de sus allegados: «He aquí por
aquellos hombres que no tienen a su qué la mayoría de los tiranos de la
cargo nadie a quien tiranizar, y que Antigüedad solían morir por manos de
tampoco aspiran a ello. Son, por tan- sus propios favoritos, quienes, tras
to, los únicos que no mantienen acti- conocer la naturaleza de la tiranía, no
vamente la tiranía. Son, por ello mis- se sentían seguros de los caprichos
mo, los más libres y los más dichosos, del tirano y temían su poder»31.
aunque esto pueda parecer paradóji- Llegamos así al punto en el
co: «Las gentes del campo, a quienes que lo político y lo moral muestran su
pisotean y tratan peor que a presidia- irreductibilidad. La lógica del poder es
rios o esclavos, son, no obstante, más contraria a la lógica de la libertad, la
felices y más libres que ellos. El la- complicidad de los dominadores es
brador y el artesano, por muy someti- contraria al compañerismo de los que
dos que estén, quedan en paces al se sienten iguales, hermanos, amigos.
hacer lo que se les manda, mientras Y no cabe mediación alguna entre
que el tirano ve a los que le rodean ambos tipos de relación social. «Esta
acechar y mendigar sus favores»27. es la razón por la que un tirano jamás
Los dominadores no se limitan es amado, ni ama él mismo jamás. La
a obedecer al tirano sino que deben
anticiparse y doblegarse a todos sus 28
La Boétie, o.c., p. 92
29
La Boétie, o.c., p. 93
26 30
La Boétie, o.c., pp. 89-92 La Boétie, o.c., pp. 93-94
27 31
La Boétie, o.c., p. 92 La Boétie, o.c., p. 97
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 13

amistad es algo sagrado, no se da a la segunda (y en eso consiste el


sino entre gentes de bien que se es- pensamiento utópico, en eso consiste
timan mutuamente, no se mantiene la descripción del Estado ideal que se
tan sólo mediante favores, sino tam- lleva a cabo en el libro II). Maquiave-
bién mediante la lealtad y una vida lo, por el contrario, denuncia como un
virtuosa. Lo que hace que un amigo error la supeditación de la política a la
esté seguro del otro es el conoci- moral, y propone la solución inversa.
miento de su integridad. Tiene como La Boétie por último, cree que existe
garantía de ello la naturaleza de su un antagonismo entre política y mo-
carácter amable, su confianza y su ral, pero al mismo tiempo cree que
constancia. No puede haber amistad ese antagonismo es insoluble, y en
donde hay crueldad, deslealtad, in- consecuencia adopta la perspectiva
justicia. Cuando se juntan los malos, moral como una perspectiva radical-
siempre hay conspiraciones, jamás mente antipolítica.
una asociación amistosa. No se aman, Por un lado, La Boétie parece
se temen; no son amigos, sino cóm- estar más cerca de Moro que de Ma-
plices (...) Sería difícil encontrar en la quiavelo, ya que coincide con el autor
vida de un tirano una sólida amistad, de Utopía en dar primacía a lo moral
ya que, al estar por encima de todos y sobre lo político, postulando como
no tener iguales, se sitúa más allá de punto de partida la libertad y la igual-
los límites de la amistad, que sólo se dad de los seres humanos, y adop-
da en la más perfecta equidad, cuya tando por tanto un claro optimismo
evolución es siempre igual y en la que antropológico. Por otro lado, parece
nada se enturbia»32. Contrastando aproximarse más a Maquiavelo que a
con la dulzura de la amistad y el gozo Moro, ya que coincide con el autor de
de la libertad, el texto de La Boétie El Príncipe en el análisis “realista” de
termina describiendo la ingrata vida lo político, considerando la lógica del
de quienes renuncian a ser libres y a poder como algo que está por defini-
tener amigos por obtener los vanos y ción al margen de la moral, y acep-
efímeros goces de la tiranía. tando además que esa lógica forma
parte de lo humano, es decir, que no
V le viene simplemente impuesta desde
fuera a los hombres, sino que estos,
pese a ser naturalmente libres e

E
n las páginas anteriores iguales, se someten voluntariamente
hemos recorrido, uno por a ella. La perspectiva de La Boétie no
uno, los tres principales sería, pues, ni optimista ni pesimista,
discursos que sobre lo político se for- sino más bien trágica. Su lúcido hu-
mulan en la primera mitad del siglo manismo parece distanciarse tanto del
XVI. En los tres, el poder es pensado idealismo utópico de Moro como del
no en relación con la religión sino en realismo pragmático de Maquiavelo.
relación con la moral; no es fundado Sin embargo, su palabra será la me-
en una instancia transcendente al nos oída, precisamente porque con
hombre sino en su propia condición ella no hay posibilidad alguna de fun-
social; no depende de la relación reli- damentar o legitimar la dominación.
giosa con Dios sino de la relación Fundamentación y legitimación
moral que los hombres mantienen a la que tienden, desde diferentes
entre sí. Pero la relación entre lo polí- ángulos, el discurso de Moro y el de
tico y lo moral recibe un tratamiento Maquiavelo, el idealismo del uno y el
diferente en cada uno de estos tres realismo del otro. Pero los ángulos no
discursos. Moro, denuncia, en el libro son, en realidad, tan diferentes como
I de su obra, el antagonismo entre hasta ahora los hemos presentado. El
política y moral, pero al mismo tiempo utopismo de Moro no prescinde de un
cree posible la reconciliación entre cierto pragmatismo jurídico—político,
ambas, la supeditación de la primera y el realismo de Maquiavelo no elude
un cierto propósito utópico. Comen-
32
cemos por Moro. En primer lugar, en
La Boétie, o.c., p. 98
14 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

el libro I de su obra, y al final del libro en las varias derrotas sufridas por los
II, el autor analiza con bastante luci- experimentados soldados franceses
dez la situación social de su época, y frente a los inexpertos ingleses. «Por
especialmente la de su país. Y la críti- otra parte, difícilmente puedo creer
ca no se lleva a cabo exclusivamente que los artesanos o los rudos y sufri-
desde principios morales sino también dos campesinos tengan que temer
desde la lógica misma de lo político, gran cosa de los ociosos criados de los
desde la perspectiva de la preserva- nobles (...) Todo considerado, no veo
ción del Estado. Así ocurre, por ejem- manera de justificar esa inmensa tur-
plo, cuando Moro denuncia los efectos ba de perezosos por la simple posibili-
negativos de la guerra, y sobre todo dad de que pueda estallar una guerra.
del mantenimiento de gentes ociosas Guerra que se podría siempre evitar,
cuyo único oficio es guerrear. Esa si es que de verdad se quiere la paz,
gente ociosa, cuando no está ocupada tesoro más preciado que la guerra»34.
en una contienda o cuando deja de Por un lado, vemos cómo la
recibir su soldada, se entrega al robo, crítica de Moro va dirigida contra la
al saqueo y a todo tipo de desórdenes organización feudal de la sociedad,
sociales, ya que no está acostumbra- que se traduce en el mantenimiento
da a ganarse la vida con un trabajo de una clase ociosa de guerreros, y a
honesto. Proteger a esa gente, con el cambio propone que la defensa del
pretexto de una guerra futura o inclu- Estado, en caso de que sea necesaria,
so con la convicción de que el oficio se base en la clase trabajadora de los
de las armas es más noble que el de campos y de las ciudades. Por otro
la agricultura o la artesanía, sería lado, denuncia las aparentes ventajas
tanto como proteger a los ladrones a y muestra los reales inconvenientes
causa de la guerra, ya que mientras que trae consigo el mantenimiento de
haya guerreros de oficio habrá ladro- un ejército permanente (indepen-
nes. dientemente de los hombres que lo
«Por lo demás, esta plaga del compongan, sean súbditos o merce-
robo no es exclusiva nuestra: es co- narios, nobles o plebeyos). No hay
mún a casi todas las naciones. Ahí aquí ningún “idealismo”, sino una
tenemos a Francia sometida a una evaluación realista de las ventajas e
peste todavía más peligrosa. Todo el inconvenientes de la militarización del
país se encuentra, aun en tiempo de Estado. Moro, por boca de Rafael Hi-
paz —si es que a esto se puede llamar tlodeo, llega a la conclusión de que
paz— lleno de mercenarios, manteni- «todos los preparativos de guerra en
dos por la misma falsa razón que os que tantas naciones se empeñan, no
induce a vosotros los ingleses a hacen sino esquilmar a los pueblos, y
mantener esa turba de vagos. Piensan agotar sus recursos para después de
estos morosofos, medio sabios, medio algún efímero triunfo terminar en to-
aventureros, que la salvación del es- tal fracaso»35.
tado estriba en mantener siempre en Pero no hace sino situarse en
pie de guerra un ejército fuerte y po- el centro de un debate que tuvo gran
deroso compuesto de veteranos. Los importancia durante todo el siglo XVI:
bisoños no les interesan (...) Lo peli- la relación entre el Estado y la guerra,
gros de esta teoría está en alimentar la conveniencia o inconveniencia del
bestias tales, y Francia lo está apren- ejército permanente, la base social
diendo a costa suya. Un ejemplo de que había de constituir el núcleo de
ello lo tenemos también entre los ro- ese ejército, etc. Me he detenido a
manos, cartagineses y sirios y otros exponer la posición de Moro sobre
muchos pueblos. Estos ejércitos per- estos temas porque, curiosamente,
manentes arruinaron su poder junto
con sus campos y ciudades»33. La
34
Moro, o.c., p. 80
35
Moro, o.c., p. 96. ¿No fue ese jus-
inutilidad de un ejército semejante, tamente el destino del Imperio español de los
dice Moro, se ha puesto de manifiesto Austrias? Véase, a este respecto, I.A.A.
Thompson, Guerra y decadencia. Gobierno y
administración en la España de los Austrias
33
Moro, o.c., pp. 79-80 (1560-1620), Grijalbo, Barcelona, 1981
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 15

coincide bastante con la posición de o sobre política fiscal. O cuando abor-


Maquiavelo. También Maquiavelo con- da el problema de la justicia penal, y
cede al tema de la guerra una gran propone sustituir la pena de muerte
importancia en su reflexión sobre el para los ladrones por la pena de en-
Estado, también él considera que la cierro y trabajos forzados. Por último,
defensa de este último, en caso de su tesis de que el propósito principal y
que sea necesaria, ha de apoyarse en la solidez auténtica de un Estado con-
las clases trabajadoras y no en las sisten en el enriquecimiento pacífico y
nobiliarias, en los súbditos propios y colectivo de sus súbditos —tesis en la
no en los mercenarios. Rechaza tam- que a un tiempo se combate el beli-
bién la idea de un ejército perma- cismo y la propiedad privada—, pre-
nente, y por los mismos motivos que tende responder también a un análisis
lo hace Moro. Pero se separa de él al objetivo de la realidad: «La experien-
considerar que la guerra no sólo es cia ha demostrado claramente lo
necesaria sino que constituye uno de equivocado de quienes piensan que la
los pilares fundamentales del Esta- pobreza del pueblo es la salvaguardia
do36. La divergencia en este último de la paz. ¿Dónde encontrar más riñas
punto es, sin embargo, más aparente que en la casa de los mendigos?
que real: pronto veremos cómo el ¿Quién desea más vivamente la re-
Estado de Utopía mantiene una orga- volución? ¿No es acaso aquel que vive
nización militar mucho más perfecta en situación miserable? ¿Quién más
de lo que Maquiavelo habría podido audaz a echar por tierra el actual es-
imaginar. tado de cosas que aquel que tiene la
Pero sigamos hablando del li- esperanza de ganar algo, porque ya
bro I de Moro. Dejemos la guerra por no tiene nada que perder?»37. Es por
ahora y pasemos al conflicto entre la propia estabilidad del Estado, e
agricultura y ganadería, entre peque- incluso por la propia seguridad perso-
ños propietarios de tierras y grandes nal del rey, por lo que conviene que
propietarios de ganado lanar, que en los gobernantes no se enriquezcan a
la Inglaterra de 1500 condujo al em- consta de los gobernados, sino que se
pobrecimiento de los primeros y al preocupen por el bien común, es de-
enriquecimiento de los segundos. cir, por la paz y la justicia.
También es este punto se manifiesta Pero el realismo político de
el realismo de Moro, y la coherencia Moro no se manifiesta sólo en la críti-
con la que postula la propiedad co- ca de la situación social de su tiempo
mún como solución definitiva al pro- sino también en la propia descripción
blema. Otro tanto ocurre cuando des- del Estado ideal, en la narración de la
cribe las deliberaciones del Consejo imaginaria república de Utopía. Esta
real francés sobre política de alianzas narración se nos ofrece como un pro-
grama realizable, como un plan que
36
Véase, de Maquiavelo, Su Arte della los hombres pueden y deben poner en
guerra (en Opere, vol. II, ed. S. Bertelli, Feltri-
práctica. El plan es difícil: tendrán que
nelli, Milán, 1961), y El Príncipe, caps. XII-XIV.
Sobre las ideas militares de Maquiavelo en el pasar muchos años, dice Hitlodeo al
contexto italiano, véase M. Hobobhm, Machia- final del libro I, antes de que nosotros
vellis Renaissance der Kriegskunst, 2 vols, nos decidamos a realizar lo que los
Berlín, 1913; F.L. Taylor, The Art of War in
Italy, 1494-1529, Cambridge, 1921; P. Pieri, Il
utopianos ya han conseguido; pero no
Rinascimento e la crisi militare italiana, Milán, se trata de algo imposible o inalcan-
1952; J.R. Hale, Machiavelli and Renaissance zable. Es, en efecto, un proyecto rea-
Italy, Londres 1961. Sobre el problema de la lizable, sencillamente porque respon-
guerrra en el contexto inglés, véase, del mismo
de a los más arraigados principios de
Hale, The Art of War and Renaissance England,
Washington, 1961. El mismo autor ofrece un la naturaleza humana. Pero no se
panorama general de la situación europea en confía sólo en la buena voluntad de
“Diplomacy and war in Western World”, en G.R. todos, sino que de antemano se
Potter (ed.), The new Cambridge Modern His-
tory, Cambridge, 1957, vol. I (ver también los
cuenta con resistencias y desviacio-
trabajos de Hale para los vols. II y III). De nes. Por eso, en la organización de la
Hale, en fin, puede verse La Europa del Rena-
cimiento (1480-1520), S. XXI, Madrid, 1980, 5ª
37
ed., pp. 97-113. Moro, o.c., p. 98
16 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

república de Utopía hay una combina- Ahora bien: ¿cuándo se considera


ción de tolerancia e implacabilidad, necesaria una guerra? Nos encontra-
dulzura y violencia, comprensión y mos aquí con el viejo tema de la gue-
dureza. No sólo se ejerce la fuerza rra justa. Los utopianos «no van a la
contra quienes infringen las leyes, guerra sin grandes motivos, tales co-
sino que a los que las cumplen se les mo: defender sus fronteras, expulsar
somete a u constante régimen de vi- de los territorios amigos a los inva-
gilancia y control que les dificulta o sores, liberar del yugo y esclavitud de
les disuade de cometer delito alguno. un dictador a algún pueblo oprimido
Veamos, por ejemplo, cómo por la tiranía. En este último caso
son concebidas en Utopía la práctica siempre lo hacen por razones huma-
judicial y la práctica militar, dos de los nitarias. Si prestan ayuda a los pue-
pilares fundamentales del Estado mo- blos amigos, no siempre lo hacen para
derno: «Los maridos castigan a las que puedan repeler una agresión, sino
mujeres; los padres a los hijos, a me- también para vengar y reparar una
nos que la gravedad del delito exija injuria»40. Como se ve, los utopianos
un escarmiento público. Pero casi to- tienen muchos motivos, todos cierta-
dos los delitos son castigados con la mente muy dignos, para emprender
esclavitud. Están convencidos de que una guerra. Y una vez emprendida se
esta no es menos terrible que la pena comportan como lo haría cualquier
capital. Y es más ventajosa al Estado Estado europeo de la época: por un
que hacer desaparecer inmediata- lado, prefieren ganar con astucias y
mente a los malhechores. Porque un engaños, y no con la fuerza bruta y el
hombre que trabaja es más útil que excesivo derramamiento de sangre
un cadáver. Por otra parte, el ejemplo (por ejemplo, incitando a la traición a
de su castigo inspira durante mucho los súbditos del Estado enemigo, ofre-
tiempo en los demás un temor salu- ciéndoles riquezas y favores a cambio
dable. Sólo cuando tales esclavos se de la cabeza del príncipe; o sembran-
rebelan y son recalcitrantes, se les do entre ellos discordias y luchas in-
mata como a bestias salvajes e indó- testinas; o provocando conflictos en-
mitas que ni la prisión ni las cadenas tre el enemigo y los países que le son
pueden ya sujetar. A los que aguan- vecinos o que tienen algún litigio pen-
tan, sin embargo, no se les hace per- diente con él); por otro lado, prefieren
der la esperanza. Si tras haber sido gastar dinero en contratar mercena-
doblegados por larga condena, dan rios en lugar de arriesgar la vida de
prueba de arrepentimiento, que de- los propios súbditos (aunque usan
muestre que detestan más el pecado también de ejércitos aliados y del
que la pena, se les suaviza la escla- propio ejército cuando ello es necesa-
vitud o se les libera, unas veces por rio).
gracia del príncipe y otras por sufragio ¿Hay mayor “realismo” que el
del pueblo»38. que manifiestan los utopianos en su
En cuanto a la guerra, los uto- práctica judicial y en su práctica mili-
pianos abominan de ella, pero «ello tar? No se tiene suficientemente en
no impide que, en días señalados, cuenta que el discurso utópico, tal y
tanto hombres como mujeres, se como aparece en la obra de Moro, no
ejerciten en el adiestramiento para la sólo no se contrapone a las prácticas
guerra, con el fin de estar preparados jurídico—políticas de los Estados eu-
para la lucha, si fuere necesario»39. ropeos del siglo XVI (y a las teoriza-
ciones que racionalizan o legitiman
38 dichas prácticas), sino que emerge
Moro, o.c., pp. 165-166. Ver tam-
bién pp. 86-89, en donde Moro describe el con ellas, y con ellas forma un único
sistema penal de los polileritas. ¿No se está
aquí defendiendo el moderno sistema carcela-
40
rio, tal y como fue adoptado por los Estados Moro, o.c., p. 172. Ver también pp.
europeos a comienzos del siglo XIX? 128-129, en donde se defiende el derecho a
39
Moro, o.c., p. 172. Curiosamente, es fundar colonias -muy importante para los paí-
esta milicia ciudadana regularmente adiestrada ses europeos que estaban iniciando su política
lo que el propio Maquiavelo trató de organizar de expansión ultramarina- como causa justa
en la República de Florencia. para emprender una guerra.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 17

entramado teórico—práctico. Una los vagabundos42. Y ésta última será


buena prueba de ello es la incidencia precisamente la finalidad de los hos-
que tuvo el pensamiento utópico de pitales para pobres.
Moro y, en general, de los erasmistas, Pero lo más significativo es que
en dos importantes fenómenos de la Moro publicó su obra antes de que se
época: los hospitales para pobres y generalizasen los hospitales para po-
las reservas para indios. Los pobres y bres y antes de que se fundasen las
los indios, por su condición marginal y reservas para indios. El proyecto utó-
por su debilidad política, podían ser pico no es posterior sino previo a esas
sometidos de una forma más inme- realizaciones prácticas, no deriva de
diata y más completa al plan utópico. ellas sino que las funda. En el caso de
En ellos, la articulación entre utopía y las reservas indias de Nueva España,
Estado moderno se produce de un está suficientemente probado que su
modo más visible y directo. fundador, Vasco de Quiroga, conoció
Curiosamente, la isla de Utopía muy bien la Utopía de Moro y delibe-
es localizada por Moro en las aguas radamente trató de ponerla en prácti-
del recién descubierto Nuevo Mundo ca con los indios, dada la bondad na-
(en donde los primeros colonizadores tural y la docilidad que había encon-
—comenzando por Américo Vespucci, trado en ellos. En cuanto a los hospi-
con quien Rafael Hitlodeo dice haber tales para pobres, basta indicar que
navegado— encontraron algunos pue- una de las primeras obras en donde
blos cuyas costumbres «podrían servir se recomienda y se describe la institu-
de ejemplo adecuado —según se dice ción de tales hospitales es el De sub-
en las primeras páginas de Utopía— ventione pauperus, obra escrita en el
para corregir y regenerar nuestras Corpus Christi College de Oxford por
ciudades, pueblos y naciones»41. Al el humanista Juan Luis Vives, cuya
mismo tiempo, la isla de los utopianos relación personal e intelectual con
tiene todo el aspecto de un gran hos- Moro es de sobra conocida, y algunas
pital (comenzando por su mismo ais- de cuyas obras pueden ser considera-
lamiento físico, y considerando tam- das como otras tantas propuestas
bién la comida en común, la homoge- utópicas (me refiero, sobre todo, a De
neidad en el vestir, el trabajo genera- concordia et discordia in humane ge-
lizado, la vigilancia continua, etc.). nere y a De pacificatione; incluso el
Más aún: tras describir el sistema De disciplinis puede ser considerado
penal de los polileritas, que consiste como una utopía pedagógica)43.
en un estricto régimen de trabajos
forzados y de vigilancia continua, Ra- 42
Moro, o.c., p. 89
fael Hitlodeo y su anfitrión el cardenal 43
Sobre las reservas indias creadas
Morton sugieren la posibilidad de apli- por Vasco de Quiroga, véase Silvio Zavala, La
car dicho sistema en Inglaterra, no “Utopía” de Tomas Moro en Nueva España,
sólo para castigar a los delincuentes México, 1937; J.A. Maravall, “La utopía político-
religiosa de los franciscanos en la Nueva Espa-
sino también para asistir y corregir a
ña”, en la revista Estudios Americanos, Sevilla,
t. I, 1948-49, pp. 199-227 (recogido después
en Utopía y reformismo ..., o.c. en la nota 41).
41
Moro, o.c., p. 73. Es sabido que el La obra de Juan Luis Vives sobre los pobres fue
contacto con los indios americanos contribuyó a traducida del latín al castellano por Juan de
elaborar –o a reforzar- la idea del “buen salva- Gonzalo Nieto e Ivarra, y editada en Valencia
je”, que tanta fortuna tendría desde Las Casas en 1781, con el título de Tratado del socorro de
a Rousseau. Véase, sobre esto, J. A. Maravall, los pobres; posteriormente ha sido reeditada
“Utopía y primitivismo en el pensamiento de por Prometeo, Valencia, s.f. Sobre la pobreza
Las Casas”, en Utopía y reformismo en la Espa- en el renacimiento, ver M. Mollat (ed.), Etudes
ña de los Austrias, Siglo XXI, Madrid, 1982, pp. sur l’histoire de la pauvreté, Moyen Age–XVIe
111-206. Más aún: el encuentro con los pueblos siècle, 2 vols., París, 1974. En su Utopía y re-
americanos contribuyó a elaborar, en el seno formismo ..., Maravall dedica un estudio a la
del pensamiento europeo, una nueva historia y polémica que se produjo en España, a media-
una nueva filosofía del hombre. Sobre esta dos del siglo XVI, y a propósito de los pobres,
cuestión, es interesante el libro de Giuliano entre fray Juan de Robles y fray Domingo de
Gliozzi, Adamo e il nuovo mundo. La nascita Soto, quienes escribieron sendas obras sobre el
dell’antropologia come ideologie coloniale: dalle tema. En una próxima publicación espero poder
genealogie bibliche alle teorie razziali (1500- ofrecer una nueva lectura de estas obras, y del
1700), La Nuova Italia, Florencia, 1977. ya citado tratado de Vives.
18 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

Pero la relación entre el pro- habitantes son los salvajes de ultra-


yecto utópico de Moro (y de Vives) y mar y los miserables que pueblan los
las realizaciones prácticas llevadas a grandes centros urbanos.
cabo con los pobres y los indios, no
puede ser reducida a una cuestión de VI
influencias o vinculaciones subjetivas.

E
La relación es de otro orden: tanto las l pensamiento utópico no
utopías literarias como los hospitales sólo incide en la política
para pobres que comienzan a ser llevada a cabo con los
creados por toda Europa, y las repú- pobres y con los indios, sino que de
blicas indianas fundadas primero por modo más general se constituye en
los franciscanos en Nueva España y un elemento básico del Estado mo-
después por los jesuitas en el Para- derno, de las prácticas que lo refuer-
guay, tratan de hacer frente al pro- zan, de los discursos que lo legitiman.
blema de la pobreza y de todo lo que El pensamiento utópico de Moro se
la pobreza implica (desigualdad eco- propone denunciar el desorden social
nómica, dominación política, desorden y fundar un orden social nuevo, pero
social e incluso guerra), y al mismo ese doble propósito es también el que
tiempo tratan de instaurar una nueva da origen al Estado moderno, el que
moralidad que erradique el ocio e im- legitima las actuaciones de los monar-
plante el trabajo, que destierre el vi- cas absolutos. La utopía se propone
cio y fomente la virtud. Las soluciones fundamentar el Estado, pero el Estado
son, en efecto, convergentes: subjeti- a su vez se presenta como un pro-
vación de la religión, santificación del yecto utópico. Veamos ahora esta
trabajo, politización de la virtud. En segunda cara de la moneda.
todos los casos el proyecto utópico En el apartado anterior he
persigue un doble objetivo: libertad y tratado de mostrar cómo tras el idea-
control social, justicia y corrección lismo moral de Moro se oculta un de-
moral, igualdad y vigilancia continua. terminado realismo político; ahora se
En último término, se trata de articu- trata de mostrar que tras el realismo
lar lo moral y lo político, lo privado y político de Maquiavelo hay, a su vez,
lo público, la virtud de los individuos y oculto un cierto idealismo moral.
la buena marcha del Estado. Basta leer atentamente El Príncipe
En la periferia y en el corazón para darse cuenta de que en él no hay
del Occidente cristiano, con los indios una mera descripción de los meca-
y con los pobres, entre los límites de nismos del poder, una descripción
una reserva o entre los muros de un puramente “científica”, neutral o
hospital, lo que se intenta es la sínte- amoral; tampoco esos mecanismos
sis del orden moral y del orden civil, son descritos como algo automático,
virtud y derecho, religión y política. como un proceso de carácter natural,
Se está fraguando una nueva forma como una dinámica cuyas leyes fun-
de practicar la caridad y una nueva cionan al margen de la voluntad hu-
forma de ejercer el poder. Los hospi- mana. Esto sería, en realidad, más
tales para pobres y las repúblicas in- propio de Hobbes que de Maquiavelo.
dianas prueban que al amparo de las El propósito de este último no es
monarquías absolutas se está ponien- exactamente el de fundamentar una
do en práctica, por vez primera, la ciencia natural de lo político. Su pro-
idea central de las futuras revolucio- pósito es más bien otro44.
nes burguesas, la idea de que la vir- En primer lugar, el hilo con-
tud es una cuestión de Estado, la idea ductor de El Príncipe es la preocupa-
de que los valores y problemas mo- ción por la ruina de los Estados italia-
rales son a un tiempo valores y pro-
blemas políticos. Por primera vez se 44
Para una interpretación de la obra de
intenta edificar en la tierra la ciudad Maquiavelo en clave utópica me remito a los ya
perfecta, la ciudad de Dios, pero se clásicos trabajos de F. Chabod, Scritti sul Ma-
intenta edificarla en el reverso y en el ciavelli, Turín, 1964, y el reciente libro de M.A.
subsuelo del Occidente cristiano: sus Granada, Maquiavelo, Barcanova, Barcelona,
1981.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 19

nos. Maquiavelo analiza las causas de virtud y recuperar su independencia


esa ruina y, en función del análisis, política. Ahora bien, ¿en qué consiste
propone la vía que considera más efi- la virtud del principado nuevo y civil?
caz para la regeneración de Italia. En Por un lado, en combinar fuerza y
segundo lugar, la ruina no puede ser prudencia, armas y leyes, ejército
atribuida a un castigo del cielo o a un propio y orden social. Por otro lado,
influjo de las conjunciones astrales, ese ejército propio y ese orden social
no se debe a Dios ni a la Fortuna, no sólo son posibles si se combinan los
depende ni de una intervención ex- distintos “humores” que forman el
traordinaria de la Providencia ni de la Estado: los grandes y el pueblo, los
marcha ordinaria de la naturaleza, que quieren mandar y los que se re-
sino que depende exclusivamente de sisten a obedecer, los que ambicionan
la condición moral de los hombres: la autoridad y los que ambicionan la
«Por tanto, estos príncipes nuestros libertad. Todas las otras constitucio-
que durante muchos años habían con- nes o formas de Estado, como las que
servado sus principados, pero que han imperan por entonces en Italia se ba-
terminado por perderlos, no deben san en el gobierno de una facción o
echar la culpa de ello a la fortuna, parte (sea el pueblo o la nobleza), y
sino a su propia indolencia»45. La son por tanto tiránicas e inestables;
fortuna no es más que el reverso de en ellas es imposible que se combinen
las limitaciones humanas: actúa allí la fuerza y la prudencia. Sólo la
donde los hombres no poseen la fuer- “constitución mixta”, al asegurar a
za y la prudencia suficientes, allí don- cada facción su lugar en el conjunto,
de la virtud está ausente. Por eso, al supeditar los intereses particulares
Maquiavelo la compara a un río enfu- al interés común del Estado, garantiza
recido: «Ella muestra su poder cuando a un tiempo la estabilidad y la liber-
no hay una virtud organizada y pre- tad, la autonomía frente al exterior y
parada para hacerle frente y por eso la paz en el interior. La república es la
vuelve sus ímpetus allá sonde sabe forma de Estado en la que esta cons-
que no se han construido los espigo- titución mixta puede verse más ple-
nes y los diques para contenerla. Y si namente realizada; pero cuando la
ahora dirigís vuestra atención hacia virtud de los ciudadanos se encuentra
Italia, (...) veréis que es un campo sin corrompida, cuando los distintos “hu-
diques y sin defensa alguna: pues si mores” sociales se encuentran en-
hubiera estado resguardada por la frentados, la república no puede
necesaria virtud —al igual que Alema- constituirse ni conservarse; sólo el
nia, España o Francia— o esta inunda- principado nuevo (tanto por lo que se
ción no hubiera originado los grandes refiere a la persona del príncipe como
cambios que ha ocasionado o ni si- por lo que se refiere a la ordenación
guiera hubiera tenido lugar»46. La del Estado) puede lograr una efectiva
regeneración como la ruina, depende regeneración de la virtud de los ciu-
de los hombres, de su voluntad e in- dadanos.
teligencia, de su virtud. Por eso Ma- Esta reflexión sobre la “cons-
quiavelo termina su obra con una titución mixta”, aunque no es explíci-
exhortación a la virtud de los italia- tamente desarrollada en El Príncipe,
nos, ya que considera que ésta es la sino en las otras dos grandes obras
única arma que les puede permitir maquiavelianas —los Discursos y la
recuperar la unidad y la libertad de su Historia de Florencia—, constituye sin
país. La reflexión sobre las diferentes embargo su horizonte teórico. De he-
formas de gobierno, con la que co- cho, Maquiavelo interrumpió su redac-
mienza El Príncipe, deja paso ense- ción de los Discursos para escribir de
guida a un análisis del “principado un tirón lo que pretendía ser una obra
nuevo y civil”, sencillamente porque de combate, una propuesta para la
Maquiavelo cree que con esta forma acción, una exhortación a los prínci-
de gobierno puede Italia ejercer su pes italianos, y en especial a los Médi-
ci, príncipes de Florencia. La república
45
46
Maquiavelo, o.c., p. 116 de la Roma antigua (de la que se ocu-
Maquiavelo, o.c., p. 117
20 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

pan los Discursos) es el Estado ideal a Estado”) y los principios que han de
partir del cual Maquiavelo diagnostica regir la vida privada del príncipe y de
las causas de la degeneración (en la los ciudadanos47. El más importante
Historia de Florencia) y propone el tratadista político de la segunda mitad
camino para su regeneración (en El del siglo XVI, el francés Jean Bodin,
Príncipe). Si estas tres obras pueden quien en 1579 publica Los seis libros
ser leídas como tres momentos de de la República, critica a Maquiavelo
una misma reflexión, si hay entre por hacer de la política no una riguro-
ellas una convergencia fundamental, sa ciencia sino un caprichoso arte;
ello se debe a que lo real y lo ideal, lo opone su Estado de derecho, con sóli-
que es y lo que debe ser, el discurso da base jurídica, al principado nuevo y
jurídico-político y el discurso utópico, civil que propone el secretario floren-
el análisis de los mecanismos del po- tino; pero la monarquía absoluta que
der y la propuesta de un Estado nue- defiende el magistrado francés pre-
vo, se articulan en un mismo hori- tende, al igual que el principado ma-
zonte de pensamiento, el horizonte en quiaveliano, combinar el análisis rea-
el cual el desorden y el orden, el mal lista y el proyecto ideal, el es y el de-
y el bien, la degeneración y la rege- ber ser, el discurso jurídico—político y
neración, tienen una misma fuente, el discurso utópico48. Han sido Moro y
una única causa, una sóla razón: la Maquiavelo quienes han mostrado las
condición moral del hombre. En el dos caras de la moneda; cada uno de
pensamiento político moderno, tal y ellos ha insistido, quizá, en una más
como emerge en Moro y Maquiavelo, que en otra, pero la dialéctica entre
hay una dialéctica indisociable entre lo ambas está presente en los dos au-
real y lo ideal, lo que es y lo que debe tores. En definitiva, el pensamiento
ser, lo pragmático y lo utópico, lo po- político moderno va a crecer en el
lítico y lo moral. espacio abierto por el canciller inglés
Vistas así las cosas, el príncipe y el secretario florentino.
maquiaveliano parece guardar un
cierto parentesco con el jefe de los VII
utopianos. No son, al menos, tan di-

M
ferentes como al principio habíamos oro, Maquiavelo y La
supuesto. La misión de ambos es la Boétie llevan a cabo un
de realizar un cierto proyecto utópico, desplazamiento de lo
es decir, la de construir de nueva religioso a lo político, de lo cosmológi-
planta un cierto tipo de Estado. Y co a lo histórico. El camino que con-
aunque ese nuevo Estado, y los pro- duce a la perfección moral, en caso de
cedimientos para construirlo, poseen ser transitable, es un camino no indi-
perfiles diferentes en uno y otro caso, vidual sino colectivo, no garantizado
la tendencia dominante de la teoría y por la Providencia divina sino trazado
de la práctica políticas consistirá cada
vez más en articularlos entre sí. En 47
Sobre las reacciones que provocó la
efecto, pese a la abundante literatura obra de Maquiavelo durante el siglo XVI, véase
antimaquiavélica que, desde media- Machiavellismo e antimachiavellismo nel Cin-
dos del siglo XVI comienza a apare- quecento. Atti del Convegno di Perugia, 1965,
Florencia, 1970. Sobre la compatibilidad entre
cer, no sólo en los países católicos la moral privada del monarca y la lógica política
sino también en los protestantes, y en del Estado, véase J.H. Shennan. The Origins of
la que se tiende a subrayar la contra- the Modern European State: 1450-1725, o.c.,
dicción entre la teoría política “ma- ed. Italiana, pp. 50 ss.
48
La única versión castellana completa
quiavélica” y los principios morales
del De República libri sex es la de Gaspar de
que han de guiar la conducta de un Añastro Isunza, publicada en Turín, en 1590.
príncipe cristiano, lo cierto es que los Actualmente existe una buena selección (con
más destacados tratadistas políticos introducción y notas) de Pedro Mayo, en Agui-
lar, Madrid, 1976. Mayo ofrece, además, en su
se esfuerzan en articular el realismo introducción a Los seis libros de la República,
político y el idealismo moral, los prin- una exhaustiva nota bibliográfica sobre las
cipios que han de regir la vida pública obras de Bodin, sobre las diversas ediciones de
(lo que se conocerá como “razón de su gran tratado político, y sobre los principales
estudios bodinianos de los últimos años.
Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada 21

con el esfuerzo humano, no remitido para ellos un valor ejemplar y para-


al final de los tiempos sino anclado en digmático con respecto al presente,
la historia diaria de los hombres, no porque consideran que la naturaleza
definido por un estado especial de humana es en último término invaria-
unión con Dios sino por un estado de ble. Esto es especialmente claro en el
unión o convivencia pacífica entre los caso de Maquiavelo, ya que se ha
hombres y los pueblos. Lo que separa pronunciado explícitamente sobre
a La Boétie de Moro y Maquiavelo es estos temas en varios pasajes de sus
que estos últimos confían en el Estado obras (sobre todo en los Discursos y
como único instrumento posible para en la Historia de Florencia). Su estado
lograr esa convivencia pacífica, mien- ideal es la antigua república romana,
tras que para La Boétie es precisa- es decir, algo que ya ha sucedido y
mente el Estado el principal obstáculo que precisamente por ello puede vol-
a salvar. En cualquier caso, el discur- ver a suceder. Desde esta perspecti-
so político de estos tres autores se va, que muy bien podemos calificar de
traduce en un discurso de carácter pagana, el alcance de cualquier pro-
histórico. El destino de los hombres yecto humano, de cualquier utopía, es
no se juega en el espacio de la natu- bastante limitado: en primer lugar,
raleza, donde rigen leyes preestable- sólo cabe proponer como deber ser
cidas por Dios, sino en el tiempo de la aquello que de algún modo ya ha si-
historia, donde se enfrentan y se do; en segundo lugar, todas las crea-
combinan el azar de las circunstancias ciones históricas del hombre están
y la libertad de la acción humana. condenadas a la ruina en un plazo de
No me es posible desarrollar tiempo más o menos breve49.
aquí la relación entre política e histo- El proyecto utópico de Moro,
ria en el pensamiento del siglo XVI, en cambio, no tiene precedentes en el
pero no quisiera terminar este trabajo pasado, no es equiparable con La Re-
sin esbozar una breve consideración pública platónica ni con La Ciudad de
al respecto. A pesar del parentesco Dios agustiniana. No se presenta co-
que hemos tratado de establecer en- mo un retorno al mundo antiguo ni
tre Moro, Maquiavelo y La Boétie, po- como un anticipo de la futura Jerusa-
dría pensarse que estos dos últimos lén celestial, sino que es localizado en
autores son, en realidad, más moder- el recién descubierto Nuevo Mundo,
nos que el primero, sobre todo porque en un continente que es a un tiempo
el pensamiento del canciller inglés se nuevo y accesible. En efecto, la Utopía
encuentra todavía muy marcado por de Moro se presenta como una meta
la perspectiva cristiana (aunque se históricamente accesible, a la que los
trate de un cristianismo humanista, hombres pueden llegar con su propio
crítico y tolerante, como el que se esfuerzo, a pesar de que nunca haya
trasluce en la obra de Utopía). El pen- sido realizada en el pasado. Esto su-
samiento de Maquiavelo y La Boétie pone afirmar, aunque sólo sea implí-
sigue pareciendo más racionalista, citamente, el carácter lineal y ascen-
más laico, por no decir más pagano. Y dente de la historia humana, o al me-
es cierto. Pero ello, en lugar de ha- nos la no necesidad de su eterna re-
cerlo más moderno, lo hace a nuestro currencia. Esta nueva concepción del
entender más antiguo. ¿En qué me tiempo es indudablemente de origen
baso para hacer estas afirmaciones? cristiano. Y es, a la vez, una concep-
En la diferente concepción que estos ción inequívocamente moderna. Más
autores tienen de la historia. aún: yo diría que es la idea más pro-
En efecto, La Boétie y Maquia- piamente moderna. No es casual que
velo vuelven sus ojos hacia la Anti- Jean Bodin, heredero tanto del rea-
güedad grecorromana, no esperan lismo político de Maquiavelo como del
que se produzcan novedades radicales idealismo moral de Moro (y, en ge-
en el futuro, conciben la historia en neral, de los erasmistas), sea simul-
términos de repetición, como un mo- táneamente uno de los grandes teóri-
vimiento cíclico u ondulatorio. Preci-
49
samente por eso, el pasado adquiere Sobre la concepción de la historia de
Maquiavelo, ver M.A. Granada, o.c., pp. 111es.
22 Moro, Maquiavelo, La Boétie. Una lectura comparada

cos del Estado moderno y uno de los sidad erudita ni por un sentimiento
primeros en afirmar la superioridad de nostálgico, sino sólo por el deseo de
los modernos sobre los antiguos, es conocer el auténtico rostro de ese
decir, uno de los primeros en afirmar cadáver a cuyo entierro hemos sido
el carácter progresivo de la historia50. invitados. No vaya a ser que estemos
Lo que en Moro estaba implí- enterrando a un hombre vivo, o que
cito, en Bodin se hace manifiesto. Me estemos dando sepultura a un difunto
refiero a la convergencia que se pro- distinto del que figura en las innume-
duce, en la génesis del pensamiento rables y variopintas esquelas que a
moderno, entre estos tres tipos dife- cada momento salen a la luz. Espero
rentes de discurso: un discurso políti- haber proporcionado algunos instru-
co que trata de analizar de forma in- mentos al discreto y juicioso lector,
manente los mecanismos de funcio- para que averigüe por sí mismo qué
namiento del Estado; un discurso utó- ideas han muerto y qué ideas viven
pico que trata de fundamentar dicho todavía, qué es lo que debe ser defi-
Estado desde una determinada con- nitivamente sepultado y qué es lo que
cepción moral del hombre; y un dis- debe ser de nuevo proclamado.
curso histórico que trata de otorgar al
tiempo de la acción humana un ca- Murcia, noviembre de 1984
rácter progresivo e irreversible. En el
primer tipo de discurso coinciden
Moro, Maquiavelo y La Boétie; en el
segundo tipo de discurso coinciden
sólo Moro y Maquiavelo; en cuanto al
tercer tipo de discurso, está mucho
más próximo de Moro que de Maquia-
velo, aunque será Bodin uno de los
primeros en formularlo.
Ahora que es tan frecuente ha-
blar de la crisis de lo moderno, de su
declive definitivo y de su muerte irre-
cuperable, no está de más volver los
ojos a la época de su primer alum-
bramiento. No movidos por una curio-

50
Jean Bodin explicita su concepción
de la historia en su Methodus ad facilem histo-
riarum cognitionem, recogido en Oeuvres philo-
sophiques de Jean Bodin, ed. P. Mesnard, París,
1951. Sobre la concepción de la historia y sobre
el nacimiento de la idea de progreso en el siglo
XVI, véase E. Garin, “Edades oscuras y Rena-
cimiento: un problema de límites”, en La revo-
lución cultural del Renacimiento, Grijalbo, Bar-
celona, 1981, pp. 29-71; G. Huppert, The Idea
of Perfect History. Historical Erudition and
Historical Philosophy in Renaissance France,
Univ. of Illinois Press, 1970 H. Baker, The race
of Time: three lectures on Renaissance Histo-
riography, Univ. of Toronto Press, 1967; P.
Burke, The Renaissance sense of the past,
Londres, 1969; P. Rossi, Los filósofos y las
máquinas (1400-1700), Labor, Barcelona,
1970, cap. 2, pp. 67-97; J.A. Maravall, Antiguos
y modernos. La idea de progreso en el desarro-
llo inicial de una sociedad, Sociedad de Estudios
y Publicaciones, Madrid, 1966. Sobre la relación
entre utopía, progreso y Estado, el propio Ma-
ravall ha escrito páginas luminosas en la intro-
ducción y en el primer ensayo de Utopía y re-
formismo. Ver también, del mismo autor, Esta-
do moderno y mentalidad social, o.c., vol. I,
Parte 1ª .

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