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LA RECUPERACION DE LA FILOSOFIA DE LA NATURALEZA

DE ARISTOTELES EN LA OBRA DE RENÉ THOM

Francisco José Martínez

Sólo una metafísica realista puede volver a dar sentido al mundo.


R. Thom

El presente trabajo se articula en tres apartados. En el primero vamos a recordar


brevemente la recuperación que Thom lleva a cabo de la filosofía de la naturaleza en
general. En el segundo, analizaremos la noción de semiofísica en tanto que una «física
del sentido», que una teoría general de la inteligibilidad que analiza las formas
significantes que aparecen en la realidad. Esta ontología thomiana se basa en dos tipos
de realidades las formas resaltantes (saillances)1 y las pregnancias o fluidos que pasan
de unas formas resaltantes a otras. Por último abordaremos la interpretación catastrofista
que Thom da de la Física de Aristóteles, en tanto que teoría del mundo fundada sobre
el continuo y no, como la de su maestro y rival Platón, en el número.

1. FILOSOFÍA NATURAL Y TEORÍA DE LAS CATÁSTROFES2

La Filosofía Natural puede ser considerada, por una parte, como la matriz de la
que surge la ciencia moderna, y por otra como el intento de completar de forma espe-
culativa los vacíos dejados por la misma. La primera interpretación se refiere a la
filosofía natural anterior al surgimiento de la revolución copernicana, galileana y
newtoniana y la segunda se aplica a la reacción romántica y prerromántica frente a las
carencias del mecanicismo. La filosofía natural pretende poner los resultados de la

* Conferencia pronunciada en el Curso «La flor azul. Derivas en torno a la filosofía de la


naturaleza». Univ. de La Laguna, primavera, 1998 (directores: Francisco J. Martínez y Antonio
Pérez Quintana)
1
Traducimos saillance por forma resaltante porque la traducción saliencia no nos parece
castellano. El Larousse traduce por destacado, notable, saliente.
2
Sobre esta cuestión se puede consultar mi artículo «Filosofía Natural y Teoría de las Catástrofes»
en la revista El Basilisco nº 10 de otoño de 1991, pp. 39-43, del que aquí hemos recuperado
algunas conclusiones.

Laguna, Revista de Filosofía, nº 6 (1999), pp. 23-33

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ciencia al servicio de una visión del mundo, cambiar la inteligibilidad del mundo
dando lugar al surgimiento de un nuevo sentido común.
La Filosofía Natural presentaría como algunas de sus características esenciales
las siguientes3:

la utilización de la analogía y la metáfora en lugar del concepto.


la instauración de un vitalismo geométrico o aritmético que estructura la realidad a par-
tir de arquetipos o logoi dando lugar a cierto panteísmo inmanentista.
la utilización en lugar o al lado de la lógica estricta de una suerte de «derivación relaja-
da» en términos de Ricoeur.

A continuación veremos como la Teoría de las Catástrofes (TC) de R. Thom pre-


senta una serie de semejanzas con estos enfoques. En efecto, Thom frente al rechazo
casi generalizado de la analogía en la ciencia moderna se propone llevar a cabo «una
justificación matemática rigurosa de la analogía». Por otra parte, siempre ha presenta-
do la ontología subyacente a la Teoría de las Catástrofes como una especie de
«neovitalismo geométrico».
La ciencia ha rechazado desde su origen la analogía debido a su carácter parcial
y limitado: mientras que la ciencia se plantea problemas concretos entre los que esta-
blece unas conexiones precisas y rigurosas, la analogía tiende hacia lo universal y
establece un mundo de correspondencias, de conveniencias, emulaciones y simpatías
ocultas que relacionan todo con todo de forma vaga e imprecisa, por continuidad o por
semejanza. El recurso a la analogía por parte de la Filosofía Natural parte de la ten-
dencia hacia la unidad de explicación de la realidad que existe de froma natural en los
seres humanos. Frente a esto el proyecto de la ciencia moderna ha sido el de teorizar
los diversos campos experimentales tratando de «reducir lo arbitrario de la descrip-
ción» y arbitrando procedimientos rigurosos que permitan pasar de lo local a lo glo-
bal. Desde el punto de vista ontológico mientras que la ciencia moderna no se preocu-
pa demasiado del estatuto ontológico de sus conceptos, aunque parece que cierta me-
tafísica realista subyace al quehacer concreto de los científicos, la Filosofía Natural
trata de dotar de espesor ontológico a los conceptos científicos con el objeto de hacer-
nos el mundo inteligible. La inteligibilidad del mundo para Thom comprende tres
niveles, el biológico cuya medida es la libertad de nuestros movimientos corporales,
el físico, que es el de la física clásica de partículas y el social dominado por las
pregnancias que emanan del poder4.

3
Sobre esta problemática se puede consultar con provecho el magistral análisis de M. Foucault
en Las palabras y las cosas, donde también muestra el rechazo que tanto Bacon como Descartes
mostraron frente a todo pensamientos basado en la analogía.
4
«La philosophie naturelle, une quête de l’intelligence», en Apologie du logos, Hachette, París,
1990, pp. 495-504 (AL).

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Para Thom, y en eso se separa de forma radical de la epistemología de raíz


bachelardiana dominante en Francia, se da una continuidad esencial entre el viejo
pensamiento mágico y el moderno pensamiento científico, hasta el punto que consi-
dera que «la Física es una magia controlada por la geometría» y que la relación entre
magia y ciencia es la que existe entre «dos modos de control de lo imaginario»: mien-
tras que la magia pretende controlar mediante la voluntad del mago, la ciencia contro-
la lo imaginario basándose en «la generatividad interna al lenguaje formal que descri-
be las situaciones exteriores», generatividad que no depende en principio de la volun-
tad humana. Thom interpreta la noción de campo de la ciencia moderna como un
mecanismo que explica la acción a distancia mediante una acción local que actúa por
contigüidad, resolviendo las dificultades asociadas a una noción tan discutida como la
de acción a distancia.
Thom no pretende utilizar las matemáticas para predecir, ni para simular lo real,
sino para hacerlo inteligible. La ciencia moderna se debate entre los imperativos opues-
tos de la comprensión de lo real y la acción sobre el mismo. Mientras que para com-
prender el mundo son más útiles instrumentos cualitativos como los que nos propor-
cionan los lenguajes naturales o la geometría, para actuar sobre la realidad eficazmen-
te es preciso disponer de herramientas matemáticas cuantitativas que nos permitan
medir y predecir con exactitud. La predicción exige el paso de lo local a lo global
mediante mecanismos de propagación como los proporcionados por la teoría de las
ecuaciones diferenciales, mientras que la comprensión exige la concentración de lo
no local en una estructura local, lo que estudia la teoría de singularidades. Una singu-
laridad es un elemento local que nos proporciona información sobre lo global, mien-
tras que los métodos de propagación analítica nos permiten mediante la resolución de
las ecuaciones obtener, a partir de una información local (las condiciones iniciales) y
las leyes globales (el sistema de ecuaciones) otra información local (la solución del
sistema). Las singularidades nos ofrecen información cualitativa sobre la evolución
de los sistemas, mientras que los métodos de propagación permiten la predicción local
y temporal precisa para la actuación sobre lo real. El problema es que, por un lado, las
ecuaciones que rigen las evoluciones de los sistemas naturales en muy pocos casos
son resolubles y además, a veces, son inestables estructuralmente, es decir, son muy
sensibles a las condiciones iniciales, de tal modo que pequeñas variaciones en las
condiciones iniciales producen grandes variaciones en los resultados. También a ve-
ces surge la situación denominada «caos determinista» en la que fenómenos naturales
que responden a leyes completamente deterministas no pueden predecirse con exacti-
tud debido a la dependencia muy sensible de las condiciones iniciales o de pequeñas
perturbaciones que sobrevengan inesperadamente (efecto mariposa). Esto sucede, por
ejemplo, en meteorología, donde el futuro no se puede predecir con exactitud por
mucho conocimiento que se tenga del pasado debido a la sensibilidad de las predic-
ciones respecto a pequeñas variaciones imprevistas.
Por otra parte, la Teoría de las Catástrofes presenta como ontología subyacente
un vitalismo monista y geometrizante. Thom es un continuador de D’Arcy Thomson
en la consideración de las formas de los seres vivos entendidas como un problema

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matemático de estabilidad que conjuga mecanicismo y teleología. Las formas de la


vida realizan fines pero en un marco de posibilidades sometido a las constricciones de
las leyes geométricas y físicas. Las transformaciones topológicas permiten pasar de
unas formas a otras dando lugar a invariantes numéricos y geométricos, a arquetipos
que estructuran internamente la naturaleza constituyendo su forma esencial en la ter-
minología aristotélica. La aportación de Thom en esta dirección consiste en el estable-
cimiento rigurosos del número y de las características de estos arquetipos o logoi que
para él son más geométricos que numéricos.
Para Thom, la TC es una teoría general del cambio de carácter fenomenológico,
es decir que analiza fundamentalmente las formas estables existentes en la naturaleza
y su surgimiento (morfogénesis). Formas estables son aquellas que resisten pequeñas
perturbaciones sin cambiar sus características esenciales. Para Thom, la morfogénesis
es un acontecimiento discontinuo que tiene lugar, sin embargo, de forma previsible.
Esta manera analizable geométricamente de surgir la discontinuidad que supone la
emergencia de una forma nueva es lo que Thom denomina catástrofe. La Teoría de las
Catástrofes Elementales (TCE) basada en el denominado Teorema de Thom, afirma
que estas catástrofes elementales son sólo siete para los fenómenos que tienen lugar
en un espacio de cuatro dimensiones como es el espacio-tiempo ordinario, y además
analiza sus características.
Thom parte de que los fenómenos naturales más comunes se pueden analizar
mediante la TCE. A partir de la exigencia de estabilidad estructural se establece una
relación entre los parámetros de control que gobiernan dichos procesos y las variables
de estado esenciales de los mismos. Si las variables de control son cinco o menos, el
número de variables de estado esenciales son dos como máximo. La condición de
estabilidad estructural impone pues unas restricciones muy fuertes a la complejidad
posible de las morfologías naturales. Si dibujamos el espacio de control y el espacio
de las variables de estado, encontramos una relación definida entre ellos de tal forma
que a cada punto del espacio de control, que en los casos que más nos interesan va a
ser un plano, le corresponde uno o más puntos que expresan el comportamiento del
sistema, es decir, su estado. Los puntos de equilibrio estable, es decir aquellos que
corresponden a una forma determinada o a un comportamiento definido, se llaman
atractores, porque los estados del sistema tienden hacia esas posiciones de equilibrio.
El paso brusco del sistema de un atractor a otro es lo que se denomina una catástrofe
y supone el surgimiento o destrucción de una forma (morfogénesis). Por ello se puede
decir que toda morfogénesis es el resultado de una lucha entre atractores.
La TC retoma la noción de creodo debida a Waddington, y considera los fenóme-
nos naturales como una serie de ámbitos donde domina el determinismo y la estabili-
dad, los creodos, separados por una serie de cambios bruscos (catástrofes), que tienen
lugar, sin embargo, de forma estable.
La discontinuidad está regulada establemente. Es el conjunto de puntos singula-
res de un sistema (conjunto catastrófico) el que gobierna sus cambios bruscos de
forma o morfogénesis. Lo importante de la TCE es que analiza estos fenómenos de
cambio independientemente del sustrato en que se dan y de las fuerzas que los rigen.

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De ahí su utilidad en los campos de las ciencias biológicas y sociales en que general-
mente se desconoce la dinámica que origina el proceso. A partir de la morfología del
sistema y aplicándole la modelización de la TCE podemos emitir hipótesis acerca de
su comportamiento y de la dinámica oculta que lo produce.
En conclusión, para Thom el lugar que hoy podría y debería ocupar un filósofo
natural se sitúa al lado del científico, atento a las novedades que surjan, y procurando
facilitar lo más posible el intercambio entre la ciencia y la filosofía, mostrándose
«filósofo en la ciencia y científico en la filosofía». Su papel es el de ser «guardián de
lo inteligible» y su función general consiste en «luchar continuamente contra las des-
viaciones pragmatistas que tienden a torcer nuestras pregnancias y crear significacio-
nes abusivas o ficticias»5.

2. LA SEMIOFÍSICA COMO UNA TEORÍA GENERAL


DE LA INTELIGIBILIDAD

Thom presenta la Semiofísica6 como una «física del sentido», como una teoría
general de la inteligibilidad, como una onto-morfología, o consideración ontológica
de la diversidad de formas que se presentan en el mundo. Para nuestro matemático
sólo ciertas configuraciones de elementos tienen sentido y pueden servir de base a
una construcción inteligible de la realidad susceptible de ser descrita de forma lin-
güística. La ontología inteligible que propone Thom consta de dos tipos de seres7;
formas que resaltan (saillances) y pregnancias (pregnances), ambas se dan en un es-
pacio sustrato que en este caso es el espacio euclideo tridimensional en un rango de
dimensiones que tiene por patrón la escala humana, es decir, que no considera ni lo
infinitamente pequeño ni lo infinitamente grande. Las primeras son elementos esta-
bles, cerrados topológicamente y disjuntos que pueden interaccionar por contacto,
fusionarse, escindirse, nacer y morir. Las pregnancias son como fluidos, como emana-
ciones que se propagan de una forma a otra a la que invisten, de manera que la forma
investida sufre un cambio de estado (efecto figurativo) y puede remitir la pregnancia
recibida (efecto de codificación). El ejemplo más claro es el del contagio. Algo pasa
de una forma a otra, le produce un cambio y la hace capaz de transmitir de nuevo lo
recibido contagiando a otras formas.
El mundo de Thom conjuga, pues, formas resaltantes de objetos individuales
impenetrables, topológicamente disjuntas, y pregnancias, cualidades ocultas, virtudes

5
Cfr., Al, 504.
6
Cfr., R. Thom, Esquisse d’une Sémiophysique. Physique aristotélicienne et Théorie des
Catastrophes, InterEditions, París, 1988. (S). Hay traducción española de Alberto L. Bixio en
Gedisa, Barcelona, 1990.
7
Cfr., S, 16-20.

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eficaces que emanan de las formas fuente y van a investir otras formas resaltantes
produciendo en ellas efectos visibles. Las formas resaltantes son experimentadas como
discontinuidades contra un fondo continuo que es el espacio sustrato en el que habitan
dichas formas, de manera que la condición general de la individuación es la conexión
topológica. Los individuos son bolas cerradas en terminología topológica definidos
por su figura exterior que les sirve de frontera separadora y contrastante en relación
con el espacio circundante. Por su parte, las pregnancias suelen tener una fuerte signi-
ficación biológica. El ejemplo más claro es el del condicionamiento pavloviano en el
que la forma resaltante del timbre se inviste por la pregnancia alimenticia de la carne
y desencadena los mismos efectos, la salivación, que ella. Las pregnancias son como
un fluido invasor que se propaga por semejanza o por contigüidad en el campo de las
formas percibidas. Ejemplos de pregnancias son los fenómenos de contagio, de imita-
ción en general y, en el mundo humano, fenómenos como los de la moda o las ideolo-
gías. Precisamente las pregnancias emitidas es lo que permite una primera caracteri-
zación del concepto como una clase de equivalencia definida en el conjunto de todas
las formas resaltantes, de forma que podemos decir que son equivalentes y, por tanto,
que se agrupan bajo el mismo concepto o categoría, el conjunto de formas cuya per-
cepción provoca la emisión de una misma señal o el establecimiento de una misma
conducta. Por ejemplo, el concepto de presa agrupa a todos los objetos que desenca-
denan una actividad predatoria; y el concepto de depredador agrupa a todos los obje-
tos que provocan una conducta de huida en un animal.
La ciencia contemporánea en tanto que está aún sometida al positivismo preten-
de reducir los entes admisibles a las formas resaltantes eliminando las pregnancias y
sólo admite un tipo de interacción, la colisión entre formas resaltantes. Sin embargo,
dicha ciencia tiene que admitir para explicar la acción a distancia debida a la fuerza de
la gravedad, o a las fuerzas electromagnéticas una noción como la de campo (campo
gravitatorio, campo eléctrico o campo magnético) que es difícil interpretar de otra
manera que como una pregnancia objetiva.
Thom, por su parte, admite cuatro tipos de interacciones8: la de una forma resaltante
sobre otra, o colisión que es el resultado de la competición de dos formas por un
mismo espacio; la de una forma resaltante sobre una pregnancia, que denomina
preprograma y cuyo ejemplo más claro es la de un obstáculo introducido en un fluido
al que modifica; la de una pregnancia sobre una forma resaltante, cuyo ejemplo más
notorio es el contagio, el efecto figurativo por el cual una pregnancia inviste una for-
ma y la transforma; por último, la de una pregnancia sobre otra y que modeliza cómo
una pregnancia presente influye sobre la propagación de otra.
La noción que exige más explicación es la de preprograma que Thom entiende
como una forma que al situarse como un obstáculo en el seno de una pregnancia puede
operar en ella una serie de transformaciones topológicas típicas como el nacimiento, la

8
Cfr., S, 53-61.

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muerte, la escisión o la confluencia. El nacimiento y la muerte se pueden entender como


singularidades borde o frontera y dan lugar a morfologías de contención. Ambas singu-
laridades son simétricas respecto al tiempo. Las singularidades del nacimiento y la esci-
sión son aditivas en el sentido en que añaden entes al mundo, mientras que la muerte y
la confluencia son sustrativas ya que eliminan entes del mundo. En un artículo inédito,
ya aludido, recogido en su libro Apologie du logos9 Thom pone como ejemplo de
prepograma nuestro propio cuerpo material que actúa sobre la pregnancia indiferenciada
que es la variabilidad espacial de nuestro organismo.

3. LECTURA CATASTROFISTA DE LA FÍSICA DE ARISTÓTELES

Thom lleva a cabo una interpretación de la Física aristotélica a la luz de la TC,


destacando en ella que es el primer análisis sistemático que se ha hecho del continuo.
Además Thom se refiere a la biología aristotélica y a sus análisis lógico-semánticos.
Ya Thom había utilizado en la TC el esquema hilemórfico aristotélico, pero ahora
reinterpreta el programa filosófico de la TC como un intento por geometrizar el pen-
samiento y las aportaciones de Aristóteles. Esta reinterpretación pasa por asumir las
siguientes equivalencias terminológicas:

la hilé aristotélica, es decir la materia, es reinterpretada como el espacio cualitativo en el


que se dan los fenómenos y la transición del género a la especie se convierte en la noción
de bifurcación.

Lo que fascina a Thom de Aristóteles es que frente a la tradición pitagórica tan


presente en el platonismo, tradición aritmética basada en el número y lo discreto,
Aristóteles intenta pensar el continuo, de manera que para él un segmento de recta no
está compuesto de puntos discretos sino de subsegmentos que se subdividen de forma
indefinida.
Junto con la intuición del continuo Thom encuentra en Aristóteles la noción de
generalidad (os epi to polú) y la idea de estratificación, pero lo que más le llama la
atención es que Aristóteles es un pensador materialista en el sentido de que concede
gran importancia a la materia como espacio sustrato en el que se definen las formas,
pero a la vez se ocupa de las formas y de las causas finales hacia las que se orientan
dichas formas. La teleología aristotélica presenta cierta ambigüedad para Thom, ya
que por un lado se refiere al estado perfecto (teleion) y por otro al estado final (teleuté),
pero parece que la teleología aristotélica se interpreta mejor al considerar el telos
como el punto central de una entidad o de un acto y, en este sentido, puede ser reescrito

9
Cfr., Al, 498.

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en terminología de Teoría de las Catástrofes como el centro organizador de un campo


morfogenético de seres y acontecimientos que se despliegan de forma temporal10.
Thom reescribe la Física aristotélica en el lenguaje de la Física cualitativa moder-
na dando lugar a un sistema de axiomas11.

I El mundo está constituido de entidades (ousias). En Física 192 b 34 Aristóteles


afirma de las cosas naturales que son substancias (ousias).
II Toda entidad admite o se da en un sustrato (hipokeimenon). Las entidades primeras
este sustrato es material, para las entidades segundas su sustrato es un espacio
abstracto, inteligible (hilé noeté). En sus disquisiciones en torno a la naturaleza
(fisis) Aristóteles afirma que «se llama naturaleza a la materia que sirve de sujeto
(hipokeimenon) inmediato a cada una de las cosas que tienen en ellas mismas un
principio de movimiento y cambio» (Fis. 193 a 29)
III Disyunción de entidades. Si el sustrato de un entidad esté contenido en el sustrato
de otra diremos que la primera es una parte (meros) de la segunda. En esa especie
de diccionario de conceptos que es el libro V de la Metafísica, Aristóteles define
lo que es la parte como «aquello en que se divide un todo o aquello que constitu-
ye el todo» (Met. V, 24)
IV Axioma de separabilidad. Si dos entidades comparten el mismo espacio se puede
definir su unión por la unión de sus sustratos y su intersección por la intersección
de sus sustratos. Un individuo (holón) se da en sustrato conexo. En su análisis de
la unidad del movimiento Aristóteles afirma «lo acabado y el todo (holon) perte-
necen al uno» (Fis. 228 b 14) con lo que afirma el carácter acabado y unitario del
todo individual.
V Axioma de localidad. En general las entidades individuales tienen interiores no
vacíos. Si dos entidades interactúan lo hacen en sus fronteras y se dice que están
en contacto (afé). En sus análisis de la relación entre el motor y lo movido
Aristóteles afirma: «El motor primero, tomado no como causa final sino como
principio de donde parte el movimiento, está con lo movido, entiendo por “con”
el hecho de que entre ellos no haya ningún intervalo; en efecto, esta propiedad
pertenece generalmente a todo conjunto de movido y de motor» (Fís. 242 b 3)
VI Estado de una entidad. (diathesis) Si dos entidades se desplazan en el espacio y el
tiempo de manera tal que dicho desplazamiento transforma todo entorno de la
primera en un entorno de la segunda se dice que tienen el mismo estado.
VII Potencia. Los estados de una entidad dada forman un conjunto. Dicha entidad
puede ser sometida a variaciones y deformaciones diversas. Si existe una evolu-
ción temporal que permite pasar a una entidad de un estado a otro, se dirá que el

10
Cfr., S, 155.
11
Cfr., S, 152-154.

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segundo estado procede del primero o que el segundo estado se encuentra en la


potencia del primero. Es en el libro IX de la Metafísica donde Aristóteles lleva a
cabo su principal análisis de la relación entre el acto y la potencia. La potencia es
«un principio de cambio en otro ser o en el mismo ser en tanto que otro» (Met.
IX, 1). Por otra parte, los seres naturales que tienen en sí mismos el principio de
cambio y movimiento están en potencia de sus estados sucesivos que vendrán , si
no hay un obstáculo exterior que lo impida (Met. IX, 7)
VIII Transformaciones naturales. (kata fisein). Entre las transformaciones que afec-
tan a una entidad se distinguen las que son naturales o genéricas (os epí to polú);
las que no son de este tipo son accidentales (simbebekós). Mientras que las evo-
luciones naturales suelen ser evoluciones solitarias de una entidad, las evolucio-
nes accidentales suelen exigir la actuación de otras entidades que actúen en con-
tacto con la entidad inicial. Aristóteles analiza en Fís, VIII (255 b, 256 a) la
noción del primer motor y allí plantea esta distinción entre movimientos natura-
les y violentos: «ninguna de estas cosas se mueve ella misma,,, Por lo tanto, si
todas las cosas movidas lo son o por naturaleza o contra naturaleza y de forma
violenta; si, por otra parte, las cosa movidas violentamente y contra naturaleza
son movidas por otra cosa que les es extraña; y si, a su vez, las cosas movidas por
naturaleza se mueven, unas por ellas mismas, siendo movidas por algo (interior,
el alma), las otras no por ellas mismas... por consiguiente se pude decir que todo
lo que se mueve es movido por alguna cosa».

Por otra parte, Thom analiza la teoría aristotélica del acto y la potencia, en la que
también descubre cierta ambigüedad, ya que por un lado, un ser en potencia puede
significar una posibilidad imaginaria de desarrollo de un ser real, pero también un ser
en potencia puede ser un ser real capaz de desplegar posibilidades inesperadas, pode-
res (dinameis)o capacidades (exeis), si se dan ciertas circunstancias actualmente no
presentes12. respecto al acto, Thom establece dos axiomas según los cuales, por una
parte, toda transformación no natural exige la presencia de una entidad diferente, el
motor, (to kinoun) que entre en contacto con la entidad inicial y le transmita una
especie (eidos) que modifique su estado. (una pregnancia en la ontología de Thom) y,
por otra, todo estado actual puede ser descrito verbalmente por una frase nuclear con
un verbo13.
En cuanto al tipo de entidades presente en la Física aristotélica Thom distingue
los homeómeros de los anhomeomeros. Mientras que en los primeros, las partes son
equivalentes semántica y fenomenológicamente al todo, en los segundos, que son los
verdaderos entes individuales, las partes no son equivalentes al todo. Estos últimos

12
Cfr., S, 155.
13
Cfr., S, 157.

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introducen en su espacio sustrato discontinuidades cualitativas, es decir tienen una


forma que les permite distinguirse de dicho espacio sustrato. Mientras que los
homeómeros pueden constituir un todo (pan) sólo los anhomeómeros pueden ser una
totalidad (holon), es decir, un conjunto de partes estructuradas que dan lugar a un
individuo concreto y singular. Estos individuos están separados del espacio sustrato
por una serie de superficies bien definidas que constituyen su forma. Es precisamente
el conjunto catastrófico el que define esa forma, ya que los puntos catastróficos son
los que marcan las discontinuidades, y así definen la frontera que individualiza el todo
organizado.
Por último, Thom compara los diversos planteamientos que Aristóteles y Galileo
dan del mismo fenómeno, el movimiento de un proyectil que primero sube y luego
baja. Mientras que para Aristóteles son dos movimientos sucesivos pero
ontológicamente distintos: el primero accidental que exige un motor que impulse la
móvil, y el segundo natural ya que en él el móvil se dirige hacia su lugar natural, para
Galileo son dos ramas de la misma curva, una parábola, De Aristóteles a Galileo se ha
cambiado el criterio de individuación de los movimientos, se ha pasado de la conside-
ración del fin como elemento esencial del movimiento a la curva analítica como el
criterio esencial para definir los distintos movimientos. Se pasa del finalismo al
determinismo analítico basado en las constricciones que las matemáticas imponen.
Mientras que la ciencia moderna, según Thom, parte de la suposición de que el
mundo es el producto de un demiurgo que ha construido el universo en base a una
serie de leyes simples y si el hombre es capaz de descubrir dichas leyes podrá dominar
el mundo. Frente a esta actitud «demiúrgica» Thom propone otra que denomina
«hermeneútica» y que aplicando el mito platónico de la caverna, consiste en el intento
de reconstruir los objetos reales a partir de las sombras proyectadas en el fondo de la
caverna: «Reconstruir un cuerpo tridimensional a partir de su contorno aparente, tal
es la tarea hermenéutica por excelencia»14. En lugar de la observación que es la base
de la ciencia empírica Thom defiende la modelación, a ser posible geométrica, que
define como una especie de «demiurgia controlada». Thom concluye lamentando el
abandono de la ontología que la ciencia moderna ha llevado a cabo debido a haber
reducido todo criterio de verdad al mero éxito pragmático. Por miedo de la ontología
la ciencia moderna ha caído en el positivismo. Para salir de dicho positivismo
pragmatista Thom propone aceptar la ontología subyacente en el lenguaje, en ese len-
guaje que utilizamos para dialogar con los otros ya que al entablar un diálogo asumi-
mos un compromiso ontológico La única manera de aportar al mundo una cierta inte-
ligibilidad es recuperar la ontología: «Sólo una metafísica realista puede volver a dar
sentido al mundo»15.

14
Cfr., S, 223.
15
Cfr., S, 225.

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4. CONCLUSIONES

Destacamos de esta recuperación que Thom hace de la filosofía natural de


Aristóteles la importancia que puede tener hoy día una filosofía de la Naturaleza en-
tendida en continuidad con la ciencia, como una prolongación suya que pretende ori-
ginar una cosmovisión coherente y a la altura de los tiempos que sea capaz de generar
un nuevo sentido común orientado de forma científica. Esto supone que el objetivo de
la ciencia no es sólo medir sino también comprender el mundo, aportar inteligibilidad
al universo. Esta inteligibilidad del mundo supone la génesis de un campo simbólico,
a ser posible matemático, que sustituye lo complejo visible por lo simple invisible con
el objeto de facilitar la comprensión de dicho complejo visible.
La filosofía natural puede orientar el estudio de la morfogénesis, es decir el sur-
gimiento de formas estables, capaces de resistir perturbaciones sin sufrir grandes cam-
bios cualitativos y fenomenológicos. Formas que surgen como discontinuidades en el
espacio sustrato como catástrofes y bifurcaciones en el continuo.
Pero esta filosofía natural que proponemos, siguiendo a Thom, no es una vuelta
a formas de pensamiento anteriores al surgimiento de la ciencia moderna sino que
más bien asume los resultados de la ciencia moderna preocupándose de dotarle de
profundidad ontológica y de acercarle a los seres humanos facilitando el surgimiento
de un nuevo sentido común ilustrado, informado y crítico. Para coincidir con la filo-
sofía de la naturaleza que propugna, Thom introduce una inflexión en los criterios
valorativos de la ciencia moderna y especialmente en el campo simbólico y matemá-
tico que la misma ha construido. Y de esta manera en dicho campo simbólico Thom
hace prevalecer lo geométrico sobre lo numérico, lo cualitativo sobre lo cuantitativo,
el continuo sobre los números discretos, y aquí recupera la física aristotélica por sus
enfoques cualitativos, por su análisis del continuo, por su enfoque local basado en la
contigüidad, por su rechazo de la acción a distancia, por su adecuación a la experien-
cia vivida, por su biologicismo vitalista, por la sutil combinación que lleva a cabo de
materialismo , por su atención a la causa material, al sustrato espacio-temporal en el
que se dan los fenómenos y de formalismo y finalismo, por su atento análisis de los
individuos (ousía, holon).

02.pmd 33 25/02/2013, 8:20

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