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Principios del proceso y procedimiento

1. CURSO PRÁCTICA PROCESAL CIVIL PROFESOR: WANDER MUÑOSPANTIGOSO ALUMNA:


JHAJAYRADIAZCARRIÓN CICLO: X SECCIÓN: 02 TURNO: NOCHE

2. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil

1 LOS PRINCIPIOS PROCESALES Los principios procesales sirven para describir y sustentar la
esencia del proceso, cuando son incorporados en un código de manera taxativa pone de
manifiesto el sistema procesal que adopta ya sea el publicista o privatista. Se dice también,
que son normas universales, que regulan la relación procesal desde el inicio del ejercicio del
derecho de acción hasta el fin del proceso. LOSPRINCIPIOS DELPROCESO Estos principios
sustentan la esencia de lo que es un proceso judicial, al extremo que su presencia en un
ordenamiento procesal es correspondiente con la naturaleza jurídica de este. 1. Principio de la
exclusividad y obligatoriedad de la función jurisdiccional Nadie puede irrogarse en un Estado
de derecho la función de resolver conflictos de intereses con relevancia jurídica, sea en forma
privada o por acto propio. Esta actividad le corresponde al Estado a través de sus órganos
especializados, este tiene la exclusividad del encargo. El principio significa que si una persona
es emplazada por un órgano jurisdiccional, debe someterse necesariamente al proceso
instaurado contra él. Es más, cuando el proceso acabe, dicha persona estará también obligada
a cumplir con la decisión que se expida en el proceso del cual formó parte. 2. Principio de la
independencia de los órganos jurisdiccionales La única posibilidad de que un órgano
jurisdiccional, un juez pueda cumplir a cabalidad con su función social de resolver conflictos de
intereses y procurar la paz social es intentando que su actividad no se vea afectada por ningún
tipo de poder o elemento extraño que presione o altere su voluntad para decidir. Si un juez no
es soberano en la decisión que debe tomar para resolver un caso concreto, significará que el
proceso judicial solo es un pretexto para protocolizar una injusticia, la que habrá sido obtenida
por ese factor externo que pervierte la voluntad del juzgador.

3. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 2 3.


Principio de imparcialidad de los órganos jurisdiccionales La palabra imparcialidad se origina en
el vocablo imparcial que significa "que no es parte". En realidad, la etimología es útil para
identificar la exigencia de que el órgano jurisdiccional esté absolutamente desafectado
respecto de lo que es materia del conflicto de intereses, y también de cualquier relación con
quienes participan en él. La imparcialidad es un deber a todos los que participan en la actividad
judicial de proteger tal estado, compromiso que alcanza a las partes interesadas en el conflicto
contenido en el proceso judicial. 4. Principio de contradicción También se le conoce como
Principio de Bilateralidad, consiste en que todos los actos del proceso deben realizarse con
conocimiento de las partes, aun cuando más específicamente queremos decir que todo acto
procesal debe ocurrir con la información previa y oportuna al contrario.En concreto, significa
que un proceso solo será válido desde su inicio, en tanto el demandado sea emplazado
correctamente y se le conceda el tiempo necesario para que conteste la demanda, pruebe,
impugne y alegue al igual que el demandante, durante el transcurso de todo el proceso. 5.
Principio de publicidad La actividad procesal es una función pública, en tal virtud, constituye
una garantía de su eficacia de los actos que la conforman se realicen en escenarios que
permitan la presencia de quien lo desee. El servicio de justicia debe dar muestras permanentes
a la comunidad de que su actividad se desenvuelve en un ambiente de claridad y
transparencia. El fundamento del principio de publicidad es que el servicio de justicia es un
servicio social. 6. Principio de la motivación de las resoluciones judiciales La función
jurisdiccional como actividad exclusiva del Estado específicamente de sus órganos judiciales es
un instrumento de paz y de seguridad social. Devis Echandía

4. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 3 afirma:
"De esta manera se evitan arbitrariedades y se permite a las partes usar adecuadamente el
derecho de impugnación contra la sentencia para los efectos de la segunda instancia,
planteándole al superior las razones legales y jurídicas que desvirtúan los errores que
condujeron al juez a su decisión. Porque la resolución de toda sentencia es el resultado de las
razones o motivaciones que en ellas se explican", la Constitución Política de 1993 regula este
principio. 7. Principio de la Cosa Juzgada Este principio nos señala que un proceso terminado,
que ha quedado consentido y ejecutoriado, genera la autoridad de la cosa juzgada; vale decir
es inimpugnable, irrecurrible, invariable, inmutable y que por ende ninguna autoridad judicial
podrá revisar nuevamente la misma pretensión. La cosa juzgada otorga seguridad jurídica,
pero ello solo tiene efecto sobre las partes intervinientes del mismo .Existen algunas
excepciones, por ejemplo: el patrocinio de intereses difusos.
LOSPRINCIPIOSDELPROCEDIMIENTO Los principios del procedimiento sirven para describir la
naturaleza y contenido de los sistemas procesales civiles. Los principios procesales contenidos
en Título Preliminar del Código Procesal Civil son: 1) Principio de la Tutela Jurisdiccional
Establecido en el artículo I del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Como manifiesta
Ovalle Favela, el derecho a la tutela jurisdiccional “es el derecho público subjetivo que toda
persona tiene para acceder a tribunales independientes e imparciales, con el fin de plantear
una pretensión o defenderse de ella, a través de un proceso justo y razonable, en el que se
respeten los derechos que corresponden a las partes, así como para que dichos tribunales
emitan una decisión jurisdiccional sobre la pretensión o la defensa y, en su oportunidad,
ejecuten esa resolución“.

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Principio de Dirección e Impulso procesal Establecido en el artículo II del Título Preliminar del
Código Procesal Civil. El principio de impulso procesal por parte del juez es una manifestación
concreta del principio de dirección, consiste en la facultad que se concede al juez para
conducir y hacer avanzar autónomamente el proceso a la consecución de sus fines, esto es, sin
necesidad de intervención de las partes. 3) Principio Integración de la Norma Procesal El
artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Civil, considera que el principio de
integración consiste en la posibilidad que tiene el juez de cubrir los vacíos y defectos de la ley
procesal, recurriendo a los principios generales del derecho procesal, a la doctrina y a la
jurisprudencia. 4) Principio de Iniciativa de parte y de Conducta Procesal Establecido en el
artículo IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil señala este principio. Esto quiere decir
que será indispensable que una persona ejerza su derecho de acción como punto de partida de
la actividad jurisdiccional del Estado. Es decir, el proceso inicia con la petición que hace el
demandante a través de la demanda, quien tiene que invocar interés y legitimidad para obrar.
La conducta procesal, a la que se refiere la segunda parte de la norma, viene a ser un conjunto
de principios destinados a regular la correcta actuación de los intervinientes en el proceso. 5)
Principio de Inmediación El artículo V del Título Preliminar del Código Procesal Civil se refiere al
principio de inmediación que tiene por objeto que el juez que va resolver el conflicto de
intereses o la incertidumbre jurídica, tenga el mayor contacto posible con todos los elementos
subjetivos (intervinientes) y objetivos (documentos, lugares, etc.) que conforman el proceso.

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Principio de Concentración El artículo V del Título Preliminar del Código Procesal Civil se refiere
al principio de concentración. Este principio tiende a que el proceso se desarrolle en el menor
tiempo posible y con la menor cantidad de actos procesales. La acumulación de actos
procesales bajo la forma de audiencias, otorgará al juez en presencia personal y directa con las
partes, una visión de conjunto del conflicto que va a resolver. 7) Principio de Economía
Procesal El artículo V del Título Preliminar del C.P.C se refiere al principio de economía
procesal, en su acepción de ahorro, está referido a tres áreas distintas: tiempo, gasto y
esfuerzo. El proceso debe ser resuelto en un tiempo razonable, sin dilaciones, economizando
dinero y esfuerzo. El tiempo cumple un rol esencial y envolvente en el proceso. El
cumplimiento de los actos con prudencia. La economía de esfuerzo está referida a la
posibilidad de concretar los fines del proceso evitando la realización de actos que estando
regulados son innecesarios para tal objetivo. 8) Principio de Celeridad El artículo V del Título
Preliminar del Código Procesal Civil se refiere al principio de celeridad, viene a ser la expresión
concreta de la economía por razón de tiempo. Consiste en que el proceso se concrete a las
etapas esenciales y cada una de ellas limitada al término perentorio fijado por la norma. En
observancia de este principio se descartan los plazos o términos adicionales a una
determinada etapa, esto es, los que se surten como complemento del principal y las prórrogas
o ampliaciones. 9) Principio de Socialización del proceso El artículo VI del Título Preliminar del
Código Procesal Civil se refiere a este principio consiste en que el juez está facultado para
impedir la desigualdad entre las partes que concurran al proceso, por razón de raza, sexo,
idioma, condición social o económica, o de cualquier otra índole; sea un factor determinante
para que los actos procesales o la decisión final tengan una orientación que repugne al valor
justicia.

7. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 6 10)Juez
y Derecho Establecido en el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Civil. La
primera parte de esta norma se resume en el aforismo “iura novit curia”, por lo que el juez
debe aplicar la norma jurídica que corresponda a la situación concreta, aunque las partes
hayan invocado erróneamente o no lo hayan invocado. El juez tiene el mejor conocimiento del
derecho que las partes, y aplica la norma más conveniente al caso concreto. Iura novit curia no
quiere decir que el Juez puede adecuar los hechos al derecho, sino que el Juez puede corregir
la aplicación de la norma, más no los hechos. La segunda parte está referida al principio de
congruencia procesal, el Juez al momento de emitir su decisión que pone fin a la instancia, no
puede ir más allá del petitorio. 11)Principio de Gratuidad en el Acceso a la Justicia Establecido
en el artículo VIII del Título Preliminar del Código Procesal Civil. Este principio obliga a procurar
que el proceso no resulte tan costoso para las partes, que podría ser un inconveniente para
hacer valer el derecho pretendido. El Código establece que el Estado concede gratuitamente la
prestación jurisdiccional, sin perjuicio de que el litigante de mala fe, deba abonar las costas,
costos y las multas que para cada caso específico establece la Ley. 12)Principio de Vinculación
y de formalidad El artículo IX del Título Preliminar del Código Procesal Civil establece que dado
que la actividad judicial es una función pública realizada con exclusividad por el Estado, las
normas procesales que regulan la conducta de los intervinientes en el proceso y las ciencias
que las integra son de derecho público. Estas normas procesales tienen carácter imperativo
como principio, salvo que la misma norma regule que algunas de ellas no tiene tal calidad. En
el segundo párrafo, referido al principio de elasticidad, por el cual el juez está facultado para
adecuar la exigencia del cumplimiento de estos requisitos formales a los dos objetivos más
trascendentes del proceso: la solución del conflicto de intereses o incertidumbre jurídica y, el
logro de la paz social en justicia.
8. PRINCIPIOS DEL PROCESO Y PROCEDIMIENTO 2015 Curso de Práctica Procesal Civil 7
13)Principio de Doble Instancia El artículo X del Título Preliminar del Código Procesal Civil
consagra el principio de la doble instancia para todos los procesos, dentro de los cuales se
ventila y se resuelve el conflicto de intereses o la incertidumbre jurídica, ambas con
trascendencia jurídica. La doble instancia es renunciable expresa o tácitamente. Esto quiere
decir, que si en la primera instancia una parte no obtiene una decisión favorable, podrá apelar
para que su causa se ventile en una segunda instancia. Otros principios procesales: Principio
de Adquisición El Principio de Adquisición, consiste en que una vez incorporados al proceso los
actos procesales (documentos, etc.) dejan de pertenecer a quien lo realizó y pasan a formar
parte del proceso, pudiendo incluso la parte que no participó en su incorporación obtener
conclusiones respecto de él. Acá desaparece el concepto de pertenencia individual, una vez se
incorpore el acto al proceso. Principio de Eventualidad Este principio está ligado con la
diferencia, a veces sutil, que existe entre una estrategia procesal y una conducta maliciosa.
Este principio impone el deber de las partes de presentar todo su caudal probatorio (sea de la
pretensión o defensa) en un momento determinado. La realización o incumplimiento de este
principio, trae la dilación de los procesos, e incita la deslealtad procesal. Al haber asumido
como requisito de admisibilidad que los medios probatorios se acompañen en la etapa
postulatoria, se ha incorporado en el código este principio. Principio de Congruencia Es
conocido como principio de consonancia. En virtud a ese postulado se limita el contenido de
las resoluciones judiciales; es decir que debe emitirse de acuerdo con el sentido y alcance de
las peticiones formuladas por las partes para el efecto de que exista idoneidad jurídica entre lo
resuelto y las pretensiones, excepciones i defensas oportunamente deducidas.

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BIBLOGRAFÍA Código Procesal Civil. Juristas Editores Juan Monroy Gálvez, Introducción al
Proceso Civil, Editorial Temis 1996. Ovalle Favela, José. La garantía constitucional del
proceso. Primera Edición MacGraw-Hill Interamericana de México S. A. de C.V. México, 1995.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL PROCEDIMIENTO


Consideremos como tales los siguientes:

a) El principio dispositivo o inquisitivo

De la consagración en forma exclusiva o simplemente preponderante de uno de estos dos


principios en el derecho procesal de un país, se deducen consecuencias fundamentales para la
marcha de los procesos y la interpretación de las normas que los regulan.

El principio dispositivo significa que corresponde a las partes iniciar el juicio formulando la
demanda y proporcionar los elementos para su decisión (peticiones, excepciones, recursos,
pruebas), es decir la iniciativa en general, y que el juez debe atenerse exclusivamente a la
actividad de estas, sin que le sea permitido tomar iniciativas encaminadas a iniciar el proceso ni
a establecer la verdad y conocer de parte de cuál de ellas está la razón en la afirmación de los
hechos. El principio inquisitivo, por el contrario, le da al juez la función de investigar la verdad por
todos los medios legales a su alcance, sin que la inactividad de las partes lo obligue ni lo limite
a decidir únicamente sobre los medios que estas le lleven a los autos, y lo faculta para iniciar de
oficio el proceso y para dirigirlo con iniciativas personales.
En realidad ninguno de estos dos sistemas o procedimientos se aplica con carácter exclusivo,
de suerte que cuando se dice, por ejemplo, que un procedimiento es dispositivo, con ello no se
quiere significar que este éste el único que debe gobernar el proceso. En todos los sistemas
legislativos se han otorgados al juez ciertos poderes (mayores o menores, según haya sido el
influjo de estos principios), y al mismo tiempo ciertas iniciativas exclusivamente a las partes, de
manera que el juez no pueda tomarlas en su lugar.

Actualmente, en materia civil predomina el principio dispositivo; en el proceso penal es el


inquisitivo el dominante. Y la razón de ello radica en que se ha considerado generalmente que
sólo la comisión de delitos interesa directamente al orden social, ya que atenta contra él y lo
quebranta, pero que el proceso civil no contiene una cuestión de interés general, lo que es
rezago del primitivo sistema de la justicia privada y del caduco concepto de que en el proceso
civil se discute una cuestión de exclusivo interés para las partes, ante lo cual el juez debe ser
un simple espectador que se limite a darle la razón al vencedor. En cambio, fue más fácil que se
aceptara que, a fin de mantener la estabilidad de ese orden, la sociedad representada por el
agente del Ministerio público debía hacerse parte en el proceso penal, y el juez debía tener como
misión averiguar por todos los medios e iniciativas a su alcance la verdad, a fin de que se hiciera
recta justicia, sancionando a los culpables y restableciendo de esta manera la tranquilidad
pública.

Consideramos equivocado este criterio, porque ejecutar justicia y obtener una sentencia que se
acomode a la verdad y al derecho, es cuestión de interés social, cualquiera que sea la rama del
derecho objetivo a que corresponda la cuestión que constituye el objeto del proceso: penal, civil,
laboral, etc. En el proceso civil, si bien no se deben dar al juez facultades tan amplias que dejen
eliminada su posición imparcial en el proceso, sí deben atribuírsele los poderes necesarios para
que la iniciativa de las partes no ahogue su criterio ni burle los fines de la ley procesal,
especialmente en materia de pruebas, y para hacer efectiva la lealtad procesal, la buena fe y la
economía en el proceso, poniendo freno a las actividades dilatorias o dolosas de las litigantes y
buscando una mayor realidad del principio de la igualdad de las partes. Debe aplicarse aquí el
principio fundamental del derecho moderno, sobre la protección de los débiles, porque, como
dice DE LA PLAZA, “la inactividad del magistrado frente a las deficiencias de una parte, puede
desembocar en una auténtica denegación de justicia”.

El primer resultado de la aplicación del principio dispositivo es el de que en materias civiles la


actividad jurisdiccional no puede ponerse en movimiento, iniciar el proceso, mientras no se haya
formulado por la parte interesada la respectiva demanda o petición. En este aspecto, creemos
que debe mantenerse su vigencia, con la salvedad de que debe otorgarse al Ministerio público
facultades para demandar a nombre y para la defensa de los incapaces que carezcan de
representantes o necesiten protección contra éstos. El segundo resultado de este principio es la
prohibición al juez de resolver sobre cuestiones no planteadas en la demanda y, en algunos
países, de no considerar excepciones que no hayan sido propuestas por el demandado;
estamos de acuerdo en mantener lo primero, pero lo segundo es una exageración que no se
justifica y que en el Código de Procedimiento Civil colombiano no existe, afortunadamente, como
veremos en su oportunidad.

Son cuatro las consecuencias de la demanda: iniciar el juicio; delimitar su objeto, de modo que
el juez no puede resolver sino sobre lo contemplado en ella; determinar las partes que deban
sujetarse a sus resultas, y las causas por las cuales deben resolverse las peticiones formuladas.
Pero puede ocurrir la concurrencia de terceros al juicio, cuando tengan interés legítimo para ello,
y la sentencia entonces les favorece o perjudica.

El tercer efecto del principio dispositivo radica en que, contestada la demanda y nacida así la
litis, son las partes quienes deben solicitar y luego presentar las pruebas de sus alegaciones, sin
que el juez le sea permitido llamarles la atención sobre alguna que, en su concepto, sea
importante, y mucho menos se le faculte para decretar y practicar de oficio o por iniciativa otras
pruebas para aclarar las practicadas o investigar la verdad de los hechos que le resulten
dudosos. Este efecto del principio dispositivo continúa rigiendo con mayor o menor rigor en el
proceso civil contemporáneo, a pesar de que en los últimos códigos se ha procurado atenuarlo,
y nos parece injustificable a la luz de los modernos conceptos del proceso y la acción.
El juez debe atenerse a lo probado en el expediente, sin que su conocimiento personal y privado
de los hechos pueda influir en la sentencia, pero esto no es una consecuencia del principio
dispositivo, sino de los que exigen la publicidad del proceso, la motivación de la sentencia y la
contradicción de la prueba.

En cuanto a la aplicación de la norma de derecho, si bien la Ley manda al demandante indicar


en que disposición funda sus pretensiones, el juez puede decidir el litigio con base en otras no
mencionadas. El principio dispositivo no se aplica a ella. Se exceptúa, sin embargo, el fallo en el
recurso de casación, pues cuando la causa alegada es el ser la sentencia violatoria de la ley
sustancial, le corresponde al recurrente demostrar que el tribunal de instancia incurrió en el error
de derecho que reclama, y no puede el tribunal de casación revocar o modificar la
sentencia recurrida por un error no alegado por aquel.

Un cuarto aspecto de la aplicación del dispositivo es el de que las partes pueden, por lo general,
renunciar a los derechos procesales, y tal renuncia se extiende existir, en muchos casos, por el
solo hecho de no usar de él la debida oportunidad, aun cuando este se deba al olvido o descuido;
lo mismo que el que sufran consecuencias adversas si ni cumplen los actos que las diversas
cargas procesales les imponen.

Pero también el principio inquisitivo tiene algunas aplicaciones en nuestra ley procesal civil, como
en la generalidad de los códigos actuales. El juez debe declarar de oficio su incompetencia, los
impedimentos que tiene para conocer del litigio y las nulidades que afectan el juicio; puede hacer
preguntas a los testigos y peritos; eliminar en la absolución de posiciones las preguntas que
considere inadmisibles o ininteligibles; puede dictar en ciertos casos “autos para mejor proveer”,
o sea para que se reciban algunas pruebas indispensables a su pronunciamiento; puede tomar
ciertas medidas preventivas en defensa de la parte afectada de debilidad o incapacidad, como
en los juicios de divorcio, o de separación de bienes, interdicción judicial, nulidad del matrimonio
o liquidación de la sociedad conyugal; en la interdicción del disipador puede ordenar las practicas
de las pruebas que estime cuando se trata de perfecto conocimiento de causa, como también
cuñado se trata de discernir la guarda a un incapaz; hay casos en que el fallo, aun no siendo
apelado por las partes debe ser remitido al superior en consulta, cuando se condena a una
entidad pública; en los casos de muerte de un extranjero puede tomar ciertas medidas
preventivas; en el juicio de alimentos fija la cuantía conforme a su criterio y con base en la
capacidad comprobada del demandado; cuando al cumplimiento de la obligación no se le fijo, lo
determina a veces atendiendo a las circunstancias.

De manera que el principio inquisitivo o dispositivo del procedimiento se refiere, exclusivamente,


a la actividad del juez en la iniciación del proceso, a su sometimiento a las peticiones y hechos
esenciales de la demanda y a la investigación por medio de las pruebas de los hechos afirmados
o simplemente conducentes para la cuestión debatida o examinada. El juez con o sin iniciativa
personal. Pero el aspecto primordial es el segundo: será inquisitorio el proceso civil que le
otorgue facultades oficiosas sobre pruebas al juez, aun cuando se mantenga la necesidad de la
demanda para iniciarlo.

Debe tenerse cuidado de no confundir el proceso dispositivo civil o penal con el sistema de reglas
de apreciación o valoración de la prueba impuestas previamente por el legislador, conocido como
sistema legal y que mejor es denominar de la tarifa legal; lo mismo que no confundir el proceso
inquisitivo con el sistema de libertad de apreciación de la prueba por el juez.

Lo ideal puede ser un proceso civil inquisitivo (excepto en cuanto a su iniciación y al objeto del
mismo y de la sentencia, puntos en que debe conservarse el principio dispositivo: necesidad de
la demanda y congruencia), que al mismo tiempo otorgue al juez libertad para apreciar las
pruebas de acuerdo con las reglas de la psicología, la técnica jurídica y la lógica; pero no solo
teóricamente puede existir un divorcio entre estos dos principios y proyectarse un proceso civil
dispositivo riguroso, pero con un juez dotado de libertad para la valoración de la prueba o un
proceso inquisitivo para la producción oficiosa de pruebas y, sin embargo, con una tarifa legal
para su apreciación, sino que históricamente esta ha ocurrido. En efecto, el proceso acusatorio
del antiguo derecho germano y en general europeo dependía de la iniciativa de las partes en
materia de producción de la prueba, pero dejaba al juez en libertad para apreciar su valor o su
fuerza de convicción, sin que existieran reglas legales al respecto; mientras que el proceso
inquisitorio que reemplazo a aquel siglos mas tarde, se caracterizó al menos en materia penal,
por la libertad de iniciativa del juez en la iniciación del proceso inquisitorio que reemplazo a aquel
siglos más tarde, se caracterizó, al menos en materia penal por la libertad de iniciativa del juez
en la iniciación del proceso y en la producción de la prueba, con un carácter casi de arbitro y, sin
embargo, con libertad para valorar las pruebas que aportaran las partes; luego, durante el
Imperio, el juez tuvo mayor iniciativa, como representante del Estado, pero se le sometió a reglas
de apreciación de la prueba, aun cuando sin llegar a una completa tarifa legal.

Como observa muy bien CARNACINI, la disponibilidad del derecho material discutido en el
proceso civil nada tiene que ver con la disponibilidad de los medios probatorios para
establecerlo; por lo cual, aun considerando que el proceso civil versa sobre cuestiones de interés
privado y derechos de libre disposición de las partes (lo que no es cierto en muchos casos), y
olvidándose de que tiene un objeto y un fin de claro interés público (la recta aplicación de la Ley
y el ejercicio de la jurisdicción del Estado a los litigios privados) no puede obtenerse de ello
argumento alguno en contra de las facultades inquisitivas del juez para llevar su sentencia. No
existen razones que justifiquen el negarle al juez civil esas facultades oficiosas, que cada día se
admiten más en la doctrina universal.

En los nuevos códigos de procedimiento civil de los últimos treinta años aparece una
marcada tendencia a darle al juez facultades para la producción oficiosa de pruebas, sin que por
esto se abandone del todo el principio dispositivo de modo que el mayor peso de la actividad
probatoria continúa en cabeza de las partes. Así sucede en el Código italiano, en el brasileño,
en los argentinos, en el alemán,

De lo expuesto resulta cuál errado es el concepto de quienes, como PLANIOL Y RIPERT,


dominados por un criterio de civilistas, llegan a considerar la iniciativa del juez en el proceso civil
como la violación de “la regla fundamental de la neutralidad” y como contraria a su misión.

Como muy bien dice FENECH, “no son solo las partes las que tienen interés en convencer al
juez de la verdad de unos hechos, sino que el propio juzgador el principal interesado en descubrir
dicha verdad y formar su propio convencimiento”, y por consiguiente es un interés general o
público, ya que el juez representa al Estado, agregamos nosotros.

Como muy bien dice FENECH, “no son solo las partes las que tienen interés en convencer al
juez de la verdad de unos hechos, sino que el propio juzgador el principal interesado en descubrir
dicha verdad y formar su propio convencimiento”, y por consiguiente es un interés general o
público, ya que el juez representa al Estado, agregamos nosotros.

Es interesante recordar que en Rusia se consagro un procedimiento civil inquisitorio, similar al


penal, en el Código de 1793; pero, desgraciadamente, el sistema fue abandonado en la Ley de
21 de julio de 1846.

b) Principios de la tarifa legal de pruebas, conocido también como sistema legal de


pruebas, o de la libre apreciación de su valor.

Para administrar justicia, en cualquiera de sus ramas (civil, penal, contencioso-administrativa,


militar, laboral, fiscal), es necesario delimitar las facultades en la apreciación de los medios o
elementos probatorios que se lleven al juicio. No se tratad e saber si el juez puede perseguir la
prueba de los hechos con iniciativa propia, o si debe ser un espectador del debate probatorio,
sino de determinar cuáles son los principios que debe tener en cuenta el juez para apreciar esas
pruebas aportadas al proceso de una u otra manera, y cuales los efectos que debe y puede sacar
de cada uno de los medios de prueba. Son dos principios diferentes, a menudo confundidos, que
puede tener regulación legislativa simultánea que incluya la función dispositiva con una amplia
libertad de apreciación de las pruebas que las partes aporten, o facultades inquisitivas para
practicar pruebas, con tarifa legal para señalarles su valor de convicción.

Así como no se justifica actualmente que al juez civil se le aten las manos en materia de
investigación de la verdad de los hechos afirmados por las partes, tampoco se justifica la
supervivencia de la tarifa legal de pruebas o sistema legal de apreciación de estas.
Dos sistemas existen al respecto: el de la tarifa legal de pruebas, generalmente llamado sistema
legal, y que consiste en imponer al juez una cerrada y preestablecida valoración de la prueba,
en forma que la ley le ordena si debe darse por convenido o no ante ella, si tiene plena fuerza o
es relativo el convencimiento nacido de un medio determinado, y el segundo, de nominado de la
libre apreciación, que otorga al juez la facultad de apreciar el valor o fuerza de convicción
fundado en una sana crítica probatoria y en los principios generales de la materia.

En el proceso penal, desde hace muchos años, se le da acogida al segundo y en el proceso civil,
por lo general, se sigue aplicando el primero, con atenuaciones más o menos importantes. Sin
embargo, actualmente existe la tendencia a darle libertad de apreciación al juez civil, acogida en
algunos códigos.

Se han otorgados en el proceso laboral mayores facultades al juez para la valoración de la prueba
que las dadas en el proceso civil, y ya es tiempo de eliminar esa diferencia. Existen algunas
normas que suavizan ese rígido sistema en el proceso civil, cuando prevalece la tarifa legal,
como ocurre cuando existen declaraciones contradictorias, cuando se trata de testigo único o de
dictamen de peritos y en la apreciación de la confesión extrajudicial o de única declaración de
testigo, ñeque se le otorga al juez cierta libertad de valoración y crítica. Igualmente, la ley permite
al juez calificar la prueba testimonial, que en principio es plena por el número plural de testigos,
y si estos reúnen los requisitos intrínsecos para darle mérito o credibilidad, dejándole la facultad
de apreciar si está suficientemente fundado el testimonio en las circunstancias de modo, tiempo
y lugar que hagan creíble la verdad de lo expuesto.

Con excepción de las pruebas solemnes que la ley material exija como requisitos ad substantiam
actus o para la validez del acto o contrato, creemos que es ya hora de consagrar en el proceso
civil el principio de la apreciación subjetiva y razonada por el juez del valor de convicción de las
pruebas, sin que esto signifique una libertad arbitraria, puesto que estaría sujeto a las reglas de
la lógica y de la psicología, con obligación de motivar su conclusión o de explicar las razones
que lo condujeron a aceptar unas pruebas y rechazar otras.

Pero no se trata de un principio jurídico nuevo, ni mucho menos. La libertad de apreciación de


la prueba es tan vieja como el derecho procesal; existió relativamente en la antigua Grecia y en
el período republicano o de las legis actionis de la Roma antigua; fue aplicado siglos después en
la Europa del medioevo por los scabinos, pero desde entonces quedó olvidado durante mucho
tiempo, inclusive para el proceso penal, y restableció en cuanto a este se refiere por la Revolución
francesa en 1791, se generalizó en Europa en esta rama y últimamente ha sido incorporado en
algunos códigos de procedimiento civil.

No se le debe confundir con la interpretación arbitraria o caprichosa de la prueba, y es un error


histórico el dejar a particulares ignorantes, en calidad de jurados, su libre apreciación en materia
penal, sobre la base de la tan renombrada intuición o razón natural de que se hablo a raíz de la
Revolución francesa y que tarde califico de fe optimista en la inhabilidad de la razón individual,
del sentido común del instinto natural, y de verdadera superstición. Mucho antes, BENTHAM
decía que analizar los motivos, discernir los diversos grados de intención, desembrollar las
causas que influyen sobre la sensibilidad, valorar un testimonio frente a otro, sopesar un
testimonio particular contra una probabilidad general, representan operaciones que suponen un
gran estudio del corazón humano.

Pero, como lo explica BERARDI, “la libre convicción no entraña el juzgar por sentimiento o
impresiones, sino una valuación analítica cuidadosa de los hechos y de las pruebas”, que,
naturalmente, es imposible conseguir en jueces populares improvisados y temporales,
ignorantes, por lo general. El juez es libre frente a la Ley, pero esta sometido a las reglas de la
lógica, la psicología y el Derecho. La doctrina moderna es uniforme en este sentido.

Quizá la labor más difícil y delicada en la administración de justicia es la de apreciar las pruebas,
cuando no se esta sometido a una detallada y exhaustiva tarifa legal; el juez debe ser jurista,
lógico y psicológico, conocer el medio social en donde las pruebas se producen y las máximas
de experiencia que lo puedan guiar. Pero las dificultades para conseguir jueces capaces para
esta tarea no justifican que todavía en la mayoría de los países se conserve, más o menos
completo, el sistema de la tarifa legal, que impide a menudo llegar al descubrimiento de la verdad,
especialmente si se le acompaña de limitaciones mas o menos absolutas para la producción
oficiosa de la prueba: de ahí que muchos juristas hablen de que en estos sistemas solo se
obtiene en el proceso una verdad formal, que muchas veces no es la verdad, y una justicia
aparente que puede no ser la justicia.

Ya hace medio siglo decía el gran CHIOVENDA: “El derecho moderno rechaza el sistema de la
prueba legal, adoptando el principio de que la convicción del juez debe formarse libremente”. Y
mas recientemente afirma ROSENBERG: “La apreciación libre de la prueba ha librado al juez
del tormento que significa la teoría de la prueba legal”. si el juez civil no se le da esa libertad,
más probable será que resulte engañado en su misión de impartir justicia, y como lo decía
MONTESQUIEU, “La injusticia cometida contra uno solo es una amenaza para todos” , sin
que se pueda distinguir la calidad civil o penal del proceso.

La doctrina moderna reclama unánimemente la libre apreciación del juez. En los códigos de
procedimiento civil modernos se ha venido introduciendo el principio de la libre apreciación del
mérito de las pruebas, como sucede en el alemán, el italiano, el argentino, el brasileño, el ruso
y, anteriormente, en el francés. En otros países, como en España y Colombia, pese a la tarifa
legal, la jurisprudencia ha obtenido facultades de libre apreciación para el juez, gracias a la
valoración conjunta de las pruebas y a la crítica del testimonio y del dictamen de peritos.

c) El principio de impulsión del proceso

Se relaciona directamente con el inquisitivo, y consiste en que, una vez iniciado el juicio, debe
el juez o el secretario, según el acto de que se trata, impulsar su marcha sin necesidad de que
las partes lo insten a hacerlo, pues simplemente se trata de cumplir las normas legales que lo
regulan, y aquel es responsable de cualquier demora ocasionada por su culpa.

Pero recuérdese que hay ciertos actos que necesariamente deben tener origen en la voluntad
expresa de las partes y, además hay otros, simplemente de tramitación, que también les
corresponden, como consecuencia del principio dispositivo.

No obstante, creemos que puede separarse este principio del impulso procesal y el inquisitivo o
dispositivo, porque el primero se refiere propiamente al trámite del proceso, a conducirlo por
varias etapas que la Ley contempla y a disponer el cumplimiento de las formalidades o actos que
en ella se ordenan, como notificaciones, traslados, etc

d) Principio de la economía procesal

Es la consecuencia del concepto de que “debe tratarse de obtener el mayor resultado con el
mínimo empleo de actividad procesal”.

Resultado de él es el rechazo de la demanda que no reúna los requisitos legales, para que al ser
corregida desde un principio, no vaya a ser la causa de la pérdida de mayores actuaciones; la
inadmisibilidad de las pruebas o incidentes inconducentes o que la Ley no permite para el caso;
la acumulación de acciones para que bajo una misma cuerda se ventilan varias, y evitar, en
consecuencia, la necesidad de diversos procesos; la restricción de los recursos de apelación y
casación y otros hechos semejantes.

También persigue este principio justicia barata, para lo cual responde la jerarquía
judicial, estableciendo jueces con circunscripción territorial más pequeña y que, por lo tanto,
estén más cerca del lugar del litigio y del domicilio de las partes, y que gozan de menores sueldos,
en los asuntos de menor valor, y viceversa, con lo cual también se procura imponerles menores
gastos a las partes y proporcionados al valor o importancia del litigio.

Y justicia más rápida, eliminando los procedimientos engorrosos y los recursos dilatorios, que,
desgraciadamente, subsisten en nuestro Código Judicial.
e) El principio de concentración del proceso

Emana del anterior y tiende a que el proceso se realice en el menor tiempo posible. Es, como lo
observa DE LA PLAZA, cualidad opuesta a la dispersión de los actos procesales y está inspirada
por la necesidad de que la actividad judicial y la de las partes no se distraiga, con posible y
perjudicial repercusión en la decisión de fondo. Para esto se deben procurar los medios de que
la relación nacida del proceso, que, como lo veremos, se denomina juridico-procesal y tiene su
propia fisonomía, se desenvuelva sin solución de continuidad y de manera de evitar que las
cuestiones accidentales o incidentales entorpezcan el estudio de lo fundamental del juicio; lo cual
solo se obtiene restringiendo el derecho de interponer recursos e incidentes o incidentales
entorpezcan el estudio de lo fundamental del juicio; lo cual solo se obtiene restringiendo el
derecho de interponer recursos e incidentes de previa definición, lo que esta muy lejos de existir
en nuestro procedimiento, pues, por el contrario, se les da a las partes demasiada facilidad para
postergarla solución definitiva del litigio y hacerlo interminable.

Igualmente tiende este principio de la concentración a dejar todas las cuestiones planteadas, los
incidentes, excepciones y peticiones, para ser resueltas en una misma sentencia.

De lo dicho se concluye que es en los procedimientos orales en donde este principio tiene
aplicación adecuada, ya que en la audiencia se presentan todas las excepciones y se plantean
todos los incidentes, además de allegarse las pruebas y formularse los alegatos de derecho, y
por regla general en la sentencia se resuelven todos estos hechos y problemas, sin que pueda
suspenderse el curso del litigio para darle previa solución a uno de ellos.

f) El principio de la eventualidad, también llamado de la preclusión


Tiende a buscar orden, claridad y rapidez en la marcha del proce

ECTURA 10
PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PROCESAL Y DEL
PROCEDIMIENTO DISTINCIÓN
En dos categorías dividimos los principios fundamentales de la ciencia procesal: lo que sientan
las bases generales del derecho procesal y los que miran a la organización del proceso.
Sobre los primeros las opiniones están unidas, y en la casi totalidad de los Estados modernos
los encontramos consagrados, aunque en algunos países por circunstancias desafortunadas, ha
habido en ocasiones olvido más o menos acentuando de ellos.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO PROCESAL

a) Carácter exclusivo y obligatorio de la función judicial del Estado

De lo expuesto se concluye muy claramente este principio, sin el cual la vida en comunidad se
haría imposible en forma civilizada. El fundamenta la existencia misma del Estado como
organización jurídica y de la sociedad. Sus consecuencias son: prohibición de la justicia privada,
y obligatoriedad de las resoluciones judiciales.

b) Independencia de la autoridad judicial


Para que se pueda obtener el fin de una recta aplicación de la justicia, indispensable es que los
funcionarios encargados de tan delicada y alta misión puedan obrar libremente en cuanto a la
apreciación del derecho y de la equidad, sin más obstáculos que las reglas que la ley les
determine en cuanto a la forma de adelantar su conocimiento y proferir su decisión, que se
refieren bien sea al procedimiento que han de seguir o a las pruebas que deben apreciar.

Este principio rechaza toda coacción ajena en el desempeño de sus funciones. El juez debe
sentirse soberano en la recta aplicación de la justicia conforme a la Ley. Toda intervención que
trate de desviar su criterio en cualquier sentido, peca contra él y hace desvirtuar la esencia misma
de su cargo. Por eso nada más oprobioso que la existencia de jueces políticos, de funcionarios
al servicio de los gobernantes o de los partidos.

Un Estado en donde los jueces sufran la coacción de gobernantes o colaboradores deja de ser
un Estado de derecho. También requiere este principio que las personas encargadas de
administrar justicia sean funcionarios oficiales con sueldos pagados por el Estado.

c) Imparcialidad rigurosa de los funcionarios judiciales

Esta imparcialidad es una de las razones que exigen la independencia del órgano judicial en el
sentido expuesto. Pero con ella se contempla no solo la ausencia de toda coacción, por parte
de los otros funcionarios del Estado y de particularidades, sino también la ausencia de interés en
su decisión, distinto de la recta aplicación de la justicia.

Consecuencia de este principio es el considerar como delictivo todo lo que atente contra la
imparcialidad y honestidad del juez, o que tienda a obtener decisiones por razones o causas
diferentes a las que prescribe la Ley o el Derecho. Al juez le esta vedado conocer y resolver de
asuntos en que personales intereses se hallen en conflicto con su obligación de aplicar
rigurosamente el Derecho. No se puede ser juez y parte a un mismo tiempo.

De ahí las causales de impedimento y recusación que en todos los códigos de procedimiento se
han establecidos.

d) Igualdad de las partes ante la ley procesal

Dos consecuencias se deducen: 1º La de que en el curso del proceso las partes gozan de
iguales oportunidades para su defensa, lo cual halla fundamento en la máxima audiatur ex altera
parts, y viene a ser una aplicación del postulado que consagra la igualdad de los
ciudadanos ante la Ley, base de la organización de los Estados modernos; 2º Que no son
aceptables los procedimientos privilegiados, al menos en relación con raza, fortuna o nacimiento
de las personas.

Únicamente se admite que para juzgar determinados funcionarios del Estado y en consideración,
no a la persona en sí, sino a la investidura del cargo, conozcan otros jueces, y ello acontece
principalmente en materias penales por jueces distintos a los que de ser simples ciudadanos
tendrían competencia para juzgarlos.

e) Necesidad de oír a la persona contra la cual va a surtirse la decisión. Principio de la


contradicción o audiencia bilateral.

Es en consecuencia del anterior. En efecto, es principio consagrado en nuestra Constitución y


en todas las promulgadas después de la Revolución francesa, que nadie puede ser considerado
sin haber sido oído y vencido en juicio. Es la reacción contra las órdenes de prisión salidas de
manos de los gobernantes absolutos, que inclusive con el espacio correspondiente al nombre al
nombre de la víctima en blanco y para beneficio de algún enemigo, se daban, y que, para
oprobio de la Humanidad, existieron en las monarquías absolutas. Estas órdenes las hemos visto
reaparecer en los gobiernos despóticos contemporáneos (artículos 26 y 28 de la constitución
Nacional).
Y en materias civiles tiene este principio tanta importancia como en las penales, pues la
defensa del patrimonio es tan necesaria como la de la propia vida. De él emanan dos
consecuencias: la sentencia proferida en un juicio solo afecta a las personas que fueron parte
del mismo; y debe ser citado el demandado de manera necesaria, para que concurra a defender
su causa. Absurdo resultaría imponer pena o condena civil a quien no ha sido parte en le juicio
en el que la sentencia se dicta.

Desarrollo de este principio es el de la bilateralidad de la audiencia, según KISCH, o principio de


la contradicción, como nos parece mejor enunciarlo, y significa que al demandado debe
respetársele su derecho de defensa y que no es posible adelantar el juicio sin que este haya
tenido noticia de él y dispuesto de algún término para contestar la demanda y preparar su
defensa. Esa noticia se le da mediante la notificación personal del auto que admite la demanda y
el traslado de la misma para su estudio; pero sino es posible encontrárselo o se oculta, se surte
la diligencia con una especie de apoderado de oficio que le designa el juez y se llama curador ad
item, quien entra a representarlo en el juicio, sin perjuicio de que asuma él personalmente su
defensa en cualquier momento.

También significa que toda decisión del juez debe ser objeto de estudio, desde el punto de vista
de ambas partes, para lo cual, por lo general, se les da oportunidad de hacerse oír previamente,
y contra ella se les da ocasión de interponer recursos, por lo cual en este aspecto se relaciona
íntimamente este principio con el de la impugnación.

Igualmente significa que para la validez de toda prueba en el juicio es necesario que la parte
contra quien se aduce haya tenido oportunidad de contradecirla; por eso las declaraciones
obtenidas antes del juicio por una de ellas deben ser ratificadas dentro del juicio, para
que puedan ser estimadas como prueba, y las diligencias practicadas antes del juicio sin citación
de la otra parte, apenas constituyen indicios. Pero si la prueba se ventilo en un juicio anterior, en
el cual fue parte la persona contra quien se presenta, no es necesaria su ratificación, porque ya
fue controvertida por ella, hasta entonces con su traslado en copia autorizada.

f) Publicidad del proceso

Significa este principio que no debe haber justicia secreta, procedimientos ocultos, fallos sin
antecedentes ni motivaciones, el cual encuentra consagración en nuestra Carta fundamental.

Es una reacción contra la justicia de las viejas y modernas tiranías, la sociedad debe saber cómo
se administra justicia, para que exista confianza en los funcionarios encargados de aplicarla.
Mas no quiere decir que todo el proceso debe ser necesariamente público, y que toda persona
pueda conocer en cualquier momento un juicio. Esto perjudicaría gravemente la buena
marcha de los procesos, lo que es mas posible en materias penales. La publicidad se reduce a
la discusión de las pruebas, a la motivación del fallo y a su publicación.

En materia criminal, la instrucción del sumario es reservada y solo pueden tener acceso a él las
partes o sus apoderados y el Ministerio público. Y en lo civil, la ley de reglamentación de la
profesión de abogado restringe el derecho a estudiar los expedientes a las mismas partes y sus
apoderados o a quienes tengan el título de abogado con derecho a ejercer; y en ocasiones,
cuando el asunto puede afectar el honor de una familia, se limita exclusivamente a las partes y
sus apoderados.

g) Obligatoriedad de los procedimientos establecidos en la Ley.

La Ley señala cuáles son los procedimientos que se han de seguir para cada clase de litigios, o
para obtener determinadas declaraciones judiciales, sin que les sea permitido a los particulares,
ni aun existiendo acuerdo entre todos los interesados en el caso, modificarlos o pretermitir sus
términos, salvo cuando expresamente la misma Ley autoriza hacerlo. Como vimos antes, las
normas procesales son por lo general absolutas, imperativas y siempre lo son las que determinan
los procedimientos; limitándose las dispositivas al señalamiento de algunos términos o cargos
procesales, con el carácter de excepciones.

h) El principio de que las sentencias no crean, sino declaran derechos.

Los derechos subjetivos se originan en el derecho positivo y principalmente en la Ley, su fuente


formal más común, en el mundo moderno. Los procedimientos sirven para obtener su tutela, su
ejecución, su garantía para permitir, en ocasiones, su ejercicio, pero no para no crearlos. De ahí
que UGO ROCCO considere que una de las características del derecho procesal es la de ser un
derecho medio.

El juez, al decidir, se limita a declarar los derechos que, conforme a las normas positivas, tiene
la parte, y no les otorga ninguno que ellas no consagren. Puede ser objeto de duda el caso de la
sentencia que resuelve una acción constitutiva, como la del divorcio. Pero so bien es cierto que
el estado jurídico de divorciados lo establece la sentencia, no lo es menos que los derechos y
obligaciones propios de ese estado se deducen de la Ley y no de aquella, y que al otorgar el
divorcio el juez está reconociendo la existencia de las causales que conforme a la Ley dan a que
se declare.

i) El principio de la verdad procesal.

Entendiéndose por verdad procesal la que surge del juicio; la que consta en los
elementos probatorios y de convicción allegados a los autos. Esta puede ser diferente de la
verdad real. ¿qué significa este principio? Que para el juez lo importante y único es la verdad
procesal; que su decisión tendrá que ceñirse a ella y que entonces será recta y legal, aunque en
ocasiones la realidad sea diferente. Nos lleva lo anterior a concluir que no siempre la justicia
procesal está acorde con la realidad de los derechos que la Ley consagra, y que si esto
acontece por descuido o negligencia de la parte interesada, la rectitud del fallo no se afecta por
ello.

De ahí que pueda afirmarse que en derecho procesal no es la existencia del derecho, sino su
evidencia o demostración en el juicio, lo que importa.

El juez tiene que fallar conforme a lo probado en el juicio, y por eso la trascendencia de darle
facultades para exigir las pruebas y tomar la iniciativa que estime necesaria, a fin de
poder pronunciarse con absoluto conocimiento de causa y convencimiento pleno de
estar obrando conforme a justicia.

j) El principio de la casa juzgada.

Este principio se deduce del carácter absoluto de la administración de justicia. Significa que una
vez decidido, con las formalidades legales, un litigio entre determinadas partes, estas deben
acatar la resolución que le pone término, sin que les sea permitido plantearlo de nuevo. De lo
contrario, la incertidumbre reinaría en la vida jurídica y la función del juez se limitaría a la de
buen componedor, con la consecuencia de que esa intervención o determinación no podría
imponerse como obligatoria definitivamente. El proceso estaría siempre sujeto a revisión o
modificación, lo que haría imposible la vida jurídica.

La existencia de la cosa juzgada exige como factores que la determinan y que, por consiguiente,
funcionan como requisitos de la misma; que haya una sentencia; que se pronuncie en juicios que
no estén excluidos expresamente de esta clase de efectos, y que esa decisión no sea
susceptible de impugnación por vía de recurso, sino que este cerrada a este tipo de discusiones
en razón de su firmeza, lo cual puede deberse a que no sea recurrible por disposición legal o a
que los recursos posibles en principio no hayan sido interpuestos o hayan quedado a su vez
desestimados. La sentencia solo obliga como cosa juzgada a las partes respecto de las cuales
se dicto, con excepciones de algunos casos de efectos erga omnes, expresamente consagrados
en la Ley; únicamente se aplica para el mismo objeto o relación jurídico-material que fue
controvertida y respecto de la cual se surtió la litis, y no impide que se debata sobre el mismo
objeto y entre las mismas partes, pero con base en una causa distinta, o sea en un título o motivo
jurídico diferente.

Se deduce también de este principio que las resoluciones judiciales solo pueden impugnarse por
los medios que la Ley consagra para el efecto. En su oportunidad volveremos, con la extensión
que el tema requiere, sobre esta importante cuestión.

PRINCIPIOS PROCESALES Y EL TÍTULO PRELIMINAR DEL CÓDIGO PROCESAL


CIVIL

El hombre de derecho, debe apoyarse en categorías o conceptos básicos para desarrollar su


investigación, para hacerla verosímil; sin embargo, debe ser necesario que sea consciente
que tal construcción se elabora sobre bases precarias.
Hay que anotar que el fenómeno jurídico no es otra cosa que un fenómeno social. Entonces
la norma jurídica es sólo una especie de la norma social. Por tanto es variable en el tiempo y
en el espacio.
Por ejemplo si nos preguntamos que es el orden público; es bastante difícil de definirlo, de
dar características.
” En el caso de los principios generales del derecho, se tiene una idea confusa de ellos. Por
un lado, suele considerárseles pilares básicos sobre los que se asienta una determinada
concepción del derecho; y por otro, se les considera un desarrollo frustrado de los estudios
jurídicos”.
“Los principios generales del derecho no son verdades inmutables e incontrovertibles,
originadas en un espíritu superior o en un grupo de sabios indiscutidos, capaces de desafiar
la fuerza destructiva del tiempo y, por tanto, de ser edificios victoriosos en medio de las
ruinas humeantes de una ciencia que cada día renueva sus contenidos para hacer efectiva su
utilidad social. De hecho, los principios apenas son concepciones del derecho que han
tenido un importante reconocimiento en un momento histórico determinado, con la
suficiente contundencia como para mantener su aceptación relativa en sociedades y tiempos
distintos a aquellos en los que tuvieron origen”
Estos principios generales del derecho pueden ser extra legales, pero en ningún caso son
extrajurídicos. Siendo así, se trata de fenómenos jurídicos que tienen como funciones: crear,
interpretar e integrar el sistema jurídico.
El Juez y los Principios Generales del Derecho
La función trascendente del Juez, es aplicar creadoramente categorías jurídicas que orienten
y promuevan la vigencia del sistema jurídico, pero con la debida adecuación a las
características propias del caso concreto y de los elementos externos que rodean a éste.
Los principios procesales son parte de los generales del derecho. Los principios procesales
sirven para poner de manifiesto el sistema procesal por el que el legislador ha optado.
El Código Procesal Civil, se alinea a una concepción publicista del proceso civil, a decir de
Monroy Galvez. Considera que lo trascendente en él es la función pública que cumple el
Estado, a través de su órgano jurisdiccional, tanto para hacer efectivo el derecho, como para
lograr la paz social en justicia.
Su aplicación exige una interpretación reflexiva que trascienda su sentido literal o histórico,
cada vez que sean utilizados, privilegiándolos con los valores vigentes en la sociedad al
momento de su aplicación. Es decir la relativización de los conceptos y de los principios
jurídicos.
Los principios son pautas orientadoras en las decisiones del Juez.
Ahora vamos a ver algunos de los principios procesales que se encuentran contenidos en
nuestro ordenamiento procesal civil, específicamente en el Título Preliminar.
Artículo I.- Derecho a la tutela jurisdiccional efectiva.- Toda persona tiene derecho a la
tutela jurisdiccional efectiva para el ejercicio o defensa de sus derechos o intereses, con
sujeción a un debido proceso.
El derecho a la tutela jurisdiccional efectiva es inherente a toda persona por el sólo hecho de
serlo. Constituye la manifestación concreta de porque la función jurisdiccional es además de
un poder, un deber del Estado, ya que éste no puede excusarse de conceder tutela a todo el
que se lo solicite.
Artículo II.- Principios de Dirección e Impulso del proceso.- La dirección del proceso está a
cargo del Juez, quien la ejerce de acuerdo a lo dispuesto en este Código.
El Juez debe impulsar el proceso por sí mismo, siendo responsable de cualquier demora
ocasionada por su negligencia. Están exceptuados del impulso de oficio los casos
expresamente señalados en este Código.
El principio de Dirección, también denominado Principio de Autoridad.
Su aparición se explica, como el medio de limitar los excesos del principio dispositivo (por
el cual el Juez tiene un rol pasivo en el proceso, sólo protocoliza o legitima la actividad de
las partes).
El Principio de Dirección, es la expresión del sistema procesal publicistico. Chiovenda: En
el proceso moderno el Juez no puede conservar una actitud pasiva, por el contrario el
Estado se halla interesado en el proceso civil en busca de justicia para todos y que los
pleitos se realicen lo más rápidamente posible.
El Principio de Impulso Procesal por parte del Juez, es una manifestación concreta del
Principio de Dirección.
Es la aptitud del Juez para conducir autónomamente el proceso, vale decir, sin necesidad de
intervención de las partes, para la consecución de sus fines.
Artículo III.- Fines del proceso e integración de la norma procesal.- El Juez deberá atender a
que la finalidad concreta del proceso es resolver un conflicto de intereses o eliminar una
incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo efectivos los derechos sustanciales,
y que su finalidad abstracta es lograr la paz social en justicia.
En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los
principios generales del derecho procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes,
en atención a las circunstancias del caso.
Al asumir el Código Procesal Civil una orientación publicista, queda en evidencia que el fin
del proceso no se agota en la solución del conflicto, es más trascendente, conduce o
propende a una comunidad con paz social.
Además regula, que el Juez no va ser un espectador de las motivaciones periódicas o
repentinas de las partes. Desde la aparición del Código Civil francés o Napoleónico, que
obliga al Juez a resolver, nace el “deber de fallar”.
Lo trascendente es que resulta indispensable regular los criterios lógico-jurídicos que debe
tener el Juez para solucionar el conflicto de intereses e incluso es pausible establecer una
prelación entre éstos.
El Código ha optado por conceder al Juez la posibilidad de cubrir los vacíos o defectos en la
norma procesal, es decir las lagunas, en base a ciertos recursos metodológicos y a un orden
establecido, consistentes, inicialmente, en los Principios generales del Derecho Procesal; la
Doctrina y la Jurisprudencia.
Artículo IV.- Principios de Iniciativa de parte y de conducta procesal.- El proceso se
promueve sólo a iniciativa de parte, la que invocará interés y legitimidad para obrar. No
requieren invocarlos el Ministerio Público, el procurador oficioso ni quien defiende
intereses difusos.
Las partes, sus representantes, sus Abogados y, en general, todos los partícipes en el
proceso, adecuan su conducta a los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe.
El Juez tiene el deber de impedir y sancionar cualquier conducta ilícita o dilatoria.
Ningún sistema, aún el publicístico, pueden ser acogidos en su integridad. Así siempre será
indispensable que una persona ejerza su derecho de acción como punto de partida de la
actividad jurisdiccional del Estado.
Hay algunas expresiones que a manera de principios recorren los estudios procesales:
nemo iudex sine actore, no hay Juez sin actor.
Wo kein klager ist, da ist auch kein richter, donde no hay demandante, no hay Juez.
La iniciativa de parte, suele denominarse “Principio de la demanda privada”, para significar
la necesidad que sea una persona distinta al Juez quien solicite tutela jurídica.
Dentro de una concepción científica, pero a la vez clásica del proceso, el articulado, exige
que quien ejercita su derecho de acción afirme (no que acredite o que pruebe) que tiene
interés y legitimidad para obrar. Es decir que no tiene otra solución que recurrir al órgano
jurisdiccional, y que el proceso se desarrolla entre las mismas personas que forman parte del
conflicto material o real.
La norma tiene sus excepciones, y se refiere al Ministerio Público, al Procurador Oficioso, y
del patrocinio de los intereses difusos.
Bajo el rubro CONDUCTA PROCESAL, se ha englobado un conjunto de principios
destinados a regular la corrección de los intervinientes en el proceso.
Los deberes se explican por sí, refiriéndose a la probidad, lealtad y buena fe. (no así al caso
del deber de veracidad ya que es un tema muy discutido en el proceso civil).
Artículo V.- Principios de Inmediación, Concentración, Economía y Celeridad Procesales.-
Las audiencias y la actuación de medios probatorios se realizan ante el Juez, siendo
indelegables bajo sanción de nulidad. Se exceptúan las actuaciones procesales por comisión.
El proceso se realiza procurando que su desarrollo ocurra en el menor número de actos
procesales.
El Juez dirige el proceso tendiendo a una reducción de los actos procesales, sin afectar el
carácter imperativo de las actuaciones que lo requieran.
La actividad procesal se realiza diligentemente y dentro de los plazos establecidos,
debiendo el Juez, a través de los auxiliares bajo su dirección, tomar las medidas necesarias
para lograr una pronta y eficaz solución del conflicto de intereses o incertidumbre jurídica.
El Principio de Inmediación, tiene por objeto que el Juez quien va en definitiva a resolver el
conflicto de intereses o la incertidumbre jurídica, tenga el mayor contacto posible con todos
los elementos subjetivos (intervinientes) y objetivos (documentos, etc.) que conforman el
proceso.
La cercanía puede proporcionar mayores o mejores elementos de convicción para expedir
un fallo que se adecue a lo que realmente ocurrió.
Al optar por la inmediación, el código, ha privilegiado también la oralidad, el medio por el
cual se produce el contacto directo entre el Juez y los protagonistas directos o indirectos del
proceso.
El Principio de Concentración, es una consecuencia lógica del principio anterior. Es
imprescindible regular y limitar la realización de actos procesales, promoviendo la
ejecución de estos en momentos estelares del proceso.
El Principio de Economía Procesal, es mucho más trascendente. De hecho son muchas
instituciones del proceso que tienen como objetivo hacerlo efectivo. Por ejemplo: el
abandono o la preclusión.
El concepto economía, tomado de su acepción de ahorro, está referido a 3 áreas: 1) tiempo;
2) gasto; y 3) esfuerzo.
El Principio de Celeridad, es la expresión concreta de la economía por razón de tiempo. Por
otro lado, se expresa a través de diversas instituciones del proceso; por ejemplo: la
perentoriedad o improrrogabilidad de los plazos o el impulso del proceso por parte del Juez.
Artículo VI.- Principio de Socialización del proceso.- El Juez debe evitar que la desigualdad
entre las personas por razones de sexo, raza, religión, idioma o condición social, política o
económica, afecte el desarrollo o resultado del proceso.
La nueva orientación publicista del Código, se hace evidente con ésta norma. Así el Juez
director del proceso no sólo conducirá peste por el sendero que haga más asequible la
oportunidad de expedir una decisión justa, sino que, además, está facultado a impedir que la
desigualdad en que las partes concurren al proceso, sea un factor determinante para que los
actos procesales o la decisión final tenga una orientación que repugne al valor de justicia.
Este artículo convierte la vieja tesis de la igualdad ante la ley en la igualdad de las partes en
el proceso.
Artículo VII.- Juez y Derecho.- El Juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso,
aunque no haya sido invocado por las partes o lo haya sido erróneamente. Sin embargo, no
puede ir más allá del petitorio ni fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido
alegados por las partes.
Se suele citar la anécdota del Juez que aburrido por las disquisiciones, del Abogado, técnico
jurídico, le exige a éste que explique los hechos, dado que (el Juez) conoce el derecho.
(“venite ad factum, tabo dibi ius”).
Este aforismo, se le conoce con el nombre de: “IURA NOVIT CURIA”. Su esencia:
permite al Juez que aplique la norma jurídica que corresponda a la situación concreta,
cuando las partes la hayan invocado erróneamente o no lo hayan invocado.
La última parte del párrafo final contiene uno de los más importes e interesantes del derecho
procesal, el Principio de Congruencia, Se entiende por congruencia o consonancia el
principio normativo que delimita el contenido de las resoluciones judiciales que deben
proferirse, de acuerdo con el sentido y alcance de las peticiones formuladas por las partes,
para el efecto de que exista identidad jurídica entre lo resuelto y las pretensiones propuestas.
Este no es un principio exclusivo para las sentencias, sino a toda resolución judicial que
deba responder a una instancia de parte, y así lo encontramos en las apelación de autos, que
sólo da competencia al Superior para decidir sobre el punto objeto del recurso y en lo
desfavorable al recurrente, por el principio de la Reformatio in pejus (Reforma en peor).
Es en la sentencia en donde este principio reviste su mayor importancia, por tratarse del
acto procesal del Juez que satisface la obligación de proveer, que como representante del
Estado le impone el ejercicio de la acción y del derecho de contradicción, y que resuelve
sobre las pretensiones incoadas en la demanda. Esa identidad jurídica debe existir, entre la
sentencia, por una parte, y las pretensiones contenidas en la demanda.
En relación con las pretensiones, la incrongruencia, tiene 3 aspectos:
Cuando se otorga más de lo pedido (plus petita o ultra petita).
Cuando se otorga algo distinto a lo pedido (extra petita).
Cuando se deja de resolver sobre algo pedido (citra petita).
Plus petita o ultra petita: Significa que la sentencia no debe otorgar cuantitativamente más
de lo pretendido en la demanda. Se refiere, a la armonía cuantitativa. En cambio, no se
afecta al Principio de Congruencia, cuando la sentencia concede menos de lo pretendido por
el demandante, porque entonces está resolviendo sobre la totalidad de la pretensión, aunque
limitándola a lo que el Juez considera probado; si esta decisión es equivocada, se habrá
violado la ley como resultado de errores en la apreciación de la prueba o en la aplicación de
las normas sustantivas o materiales, pero no habrá incrongruencia, como tampoco la hay
cuando el Juez niega la totalidad de la pretensión.
Extra petita: Cuando el sentenciador sustituye una de las pretensiones del demandante por
otra o cuando además de otorgar las primeras concede algo adicional, y cuando se otorga lo
pedido, pero por causa petendi diferente a la invocada. Pero no la hay si el Juez decreta una
medida que es consecuencia legal de lo pedido, como la entrega del bien materia del
contrato de venta que se anula o se resuelve.
Se incurriría, en citra petita, si se deja de resolver sobre el punto pedido; pero puede ocurrir
que éste sea negado, en cuyo caso no existirá citra petita, y que se otorgue en su lugar algo
distinto, por lo que habrá extra petita.
Citra petita: Cuando se deja de resolver sobre el litigio o no se resuelve algún punto de la
pretensión.

Artículo VIII.- Principio de Gratuidad en el acceso a la justicia.- El acceso al servicio de


justicia es gratuito, sin perjuicio del pago por costas, costos y multas en los casos que
establece este Código.
Se desconoce la existencia de un país en donde la justicia civil sea gratuita. La justicia, no
como valor, sino como intento de realización humana es un servicio.
Si la justicia civil es un servicio público, entonces debe tener un costo para quien se sirva de
él.
El principio, promueve la autofinanciación del servicio de justicia, limitando esta actividad
respecto del inicio del proceso, aunque más específicamente sobre el apersonamiento de las
partes a éste.
Artículo IX.- Principios de Vinculación y de Formalidad.- Las normas procesales
contenidas en este Código son de carácter imperativo, salvo regulación permisiva en
contrario.
Las formalidades previstas en este Código son imperativas. Sin embargo, el Juez adecuará
su exigencia al logro de los fines del proceso. Cuando no se señale una formalidad
específica para la realización de un acto procesal, éste se reputará válido cualquiera sea la
empleada.
En cualquier ordenamiento procesal podemos encontrar, cierto número de normas que no
tienen carácter de orden público, en el sentido de ser normas obligatorias o vinculantes; al
contrario contienen una propuesta de conducta que puede o no ser realizada por la parte, sin
que su incumplimiento afecte el sistema jurídico o las reglas de conducta social
consensualmente aceptadas, en la hipótesis que estas últimas comprendan también el
concepto de orden público.
El hecho que las normas procesales sean de Derecho Público, no implica, que sean de orden
público; aquel concepto tiene que ver con su ubicación, este con su obligatoriedad.
Por eso el 1° párrafo, hace referencia a que las normas procesales tienen carácter imperativo
como principio, salvo que las mismas normas regulen que alguna de ellas no tienen tal
calidad.
El 2° párrafo contiene el Principio de Elasticidad, si bien las formalidades previstas en el
Código Procesal Civil, son de obligatorio cumplimiento, el Juez está en aptitud de adecuar
la exigencia de cumplir con estos requisitos formales a dos objetivos más trascendentes : la
solución del conflicto de intereses o incertidumbre jurídica; y la paz social en justicia, es
decir los fines del proceso.

Artículo X.- Principio de Doble Instancia.- El proceso tiene dos instancias, salvo
disposición legal distinta.
Es uno de los principios y derechos de la función jurisdiccional, a nivel constitucional, la
instancia plural, la que ha sido entendida que todo proceso debe tener más de una instancia.
Sólo en los países en que se ha consolidado procesos de instancia única, son aquellos que
han logrado una evolución del Derecho y del proceso, así como un elevado desarrollo en la
solución sus problemas básicos.
En su parte final deja abierta la posibilidad que alguna vez se regule la doble instancia a una
sola, si la Constitución también lo permitiese
El principio de congruencia procesal
23 Noviembre, 2009 Alexander Rioja Bermudez 0 Comments puntos controvertidos
El principio de congruencia procesal implica por un lado que el juez no puede ir más allá
del petitorio ni fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las
partes, y por otro lado la obligación de los magistrados es de pronunciarse respecto a todos
los puntos controvertidos establecidos en el proceso, a todas las alegaciones efectuadas por
las partes en sus actos postulatorios o en sus medios impugnatorios.

CASACIÓN Nº 1308-2001 CALLAO (Publicada el 02 de enero del 2002)

Lima, siete de setiembre del dos mil uno.

LA SALA CIVIL TRANSITORIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA


REPÚBLICA; Vista la causa número mil trescientos ocho-dos mil uno; en Audiencia
Pública el día de la fecha y producida la votación con arreglo a ley, se emite la siguiente
sentencia. MATERIA DEL RECURSO: Se trata del recurso de casación interpuesto por la
representante de la Compañía Chilena de Navegación Interoceánica Sociedad Anónima
contra la sentencia de vista de fojas doscientos ocho, su fecha veintidós de marzo del dos
mil uno; que revocando la sentencia apelada de fojas ciento diecinueve, su fecha veinte de
setiembre del dos mil, declara fundada la demanda. FUNDAMENTOS DEL RECURSO: La
Sala mediante resolución de fecha veintiséis de junio del presente año ha estimado
procedente el recurso, el mismo que se sustenta en la causal de infracción de las formas
esenciales para la eficacia y validez de los actos procesales; vulnerándose lo establecido en
los incisos tercero y cuarto del artículo ciento veintidós del Código Procesal Civil, por
cuanto la Sala de Revisión ha señalado en el primer considerando de la de vista que la
recurrente en su escrito de contestación ha admitido los extremos de la demanda materia de
cobro, dicho escrito lo único que hace es una descripción de los hechos acaecidos durante el
transporte de la mercadería sub litis, sin admitirse los extremos de la demanda y mucho
menos el monto de la indemnización pretendida por la accionante, ya que en la contestación
mencionada la recurrente expresamente cuestionó dicho monto, tal es así que uno de los
puntos controvertidos fijados por el Juez fue el de determinar la responsabilidad de la
demandada y si la hubiere el monto que debe indemnizar a la demandante, por ende dicho
punto controvertido debió ser analizado por el colegiado al momento de emitir sentencia,
sin embargo de la revisión de la resolución cuestionada se aprecia que ésta no contiene
fundamentación alguna que sustente el quantum fijado por la Sala de mérito; y
CONSIDERANDO: Primero.- Que, el principio del proceso de la motivación judicial de las
resoluciones judiciales se halla consagrado por el inciso quinto del artículo ciento
treintinueve de la Constitución Política del Estado, y el cual tiene como finalidad principal
el de permitir el acceso de los justiciables al razonamiento lógico jurídico empleado por las
instancias de mérito para justificar sus decisiones jurisdiccionales y así puedan ejercer
adecuadamente su derecho de defensa, cuestionando de ser el caso, el contenido y la
decisión asumida. Segundo.- Que, la motivación de las resoluciones judiciales constituye un
deber para los magistrados, tal como lo establece el inciso sexto del artículo cincuenta del
Código Procesal Civil y dicho deber implica que los magistrados señalan en forma expresa
los fundamentos fácticos y jurídicos que sustentan su decisión, respetando los principios de
jerarquía de normas y de congruencia procesal. Tercero.- Que, de acuerdo a lo establecido
en el artículo sétimo del Título Preliminar del Código Adjetivo, así como en lo establecido
en los incisos tercero y cuarto del artículo ciento veintidós del acotado, el principio de
congruencia procesal implica por un lado que el juez no pueda ir más allá del petitorio ni
fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes y por otro
lado la obligación de los magistrados es de pronunciarse respecto a todos los puntos
controvertidos establecidos en el proceso, a todas las alegaciones efectuadas por las partes
en sus actos postulatorios o medios impugnatorios. Cuarto.- Que, la Sala de revisión en el
primer considerando de la sentencia de vista afirma que los numerales del uno al nueve del
escrito de contestación, la emplazada admite los extremos de la demanda materia de cobro,
sin embargo, de la revisión de dicho escrito se aprecia que ello no se ajusta a la realidad
porque en los numerales mencionados la empresa recurrente lo que hace es describir, desde
su posición lo ocurrido durante la travesía de la embarcación que transportó la mercadería
sub litis, precisando que en la misma se experimentó mal tiempo y mar violento lo que
originó el movimiento de los respectivos contenedores y posteriores daños a la mercadería,
concluyendo por ende en que los daños se produjeron por un riesgo o peligro de mar, lo que
constituye un argumento de irresponsabilidad, que dista mucho a que se pueda concluir que
con ello se haya admitido los extremos de la demanda; sin embargo el mismo colegiado en
su segundo considerando agrega que en la referida contestación la emplazada legó su
irresponsabilidad en los daños, por ser el resultado de un riesgo o peligro de mar, pero tal
alegación ya viene expresada en las alegaciones contenidas en los numerales del uno al
nueve del referido escrito, en consecuencia, en este aspecto se aprecia una falta de
coherencia lógica en los fundamentos expuestos por el Colegiado, lo que implica un error
en la motivación judicial. Quinto.- Que, por otro lado aparece que en la audiencia de
conciliación cuyas actas obran a fojas ciento diecisiete y siguientes que el juez fijó como
uno de los puntos controvertidos determinar la responsabilidad de la demandada y si la
hubiere el monto que debe indemnizar a la demandante. Sexto.- Que, la Sala de mérito
revocando la sentencia apelada, declaró fundada la demanda, fijando el monto a pagar en la
suma de veintiocho mil sesentiún dólares americanos con noventiún centavos o su
equivalente en moneda nacional al tipo de cambio vigente al día del pago, más intereses;
fundamentando para el efecto que la emplazada no había acreditado la existencia del mal
tiempo alegado y que el acondicionamiento de los contenedores en la nave fue suficiente,
argumentos que lo único que sustentan es la determinación de la responsabilidad de la
demandada, mas no son útiles para determinar el monto a pagar, máxime si la emplazada en
su escrito de contestación, sin admitir responsabilidad, cuestionó los rubros incluidos por la
accionante para señalar el monto pretendido por la accionante, no apreciándose que el
Colegiado haya fundamentado adecuadamente su decisión de fijar el resarcimiento civil en
la suma antes indicada. Sétimo: Que, habiéndose vulnerado los principios de motivación y
de congruencia, resulta evidente la contravención del debido proceso, siendo de aplicación
lo establecido en el numeral dos punto uno del inciso segundo del artículo trescientos
noventiséis del Código Procesal Civil; que estando a las conclusiones arribadas, declararon
FUNDADO el recurso de casación interpuesto a fojas doscientos quince; en consecuencia
NULA la sentencia de vista, de fojas doscientos ocho su fecha veintidós de marzo del dos
mil uno; ORDENARON que la Sala de Revisión expida nueva resolución con arreglo a ley;
DISPUSIERON que la presente resolución sea publicada en el diario oficial El Peruano; en
los seguidos por la empresa Wiese Aetna Compañía de Seguros con la Compañía Chilena
de Navegación Interoceánica Sociedad Anónima; sobre obligación de dar suma de dinero; y
los devolvieron.
EL PRINCIPIO DE
CONGRUENCIA. Su regulación en
el proceso civil actual y en el
Proyecto de Ley del CPC.
admin febrero 22, 2016 Derecho Procesal2
, , ,

Autor: Ignacio Avendaño Leyton


Para lograr que el proceso cumpla con su función de un tratamiento útil de la
administración de justicia son necesarios ciertos principios que se basen en postulados
elementales de justicia, estos son los llamados Principios Procesales, son las grandes
directrices que van a permitir que el proceso pueda operar eficazmente.

En este entendido, el principio de congruencia constituye, junto a otros, uno de los pilares
en base a los cuales se estructura el proceso para un avance coordinado y eficaz hacia la
solución jurisdiccional del asunto.

En relación con la congruencia, el derecho romano expresaba lo siguiente: “sententia


debet esse conformis, libello; ne eat judex, ultra, extra aut citra petita partium; tantum
legatum quantum judicatum; judex judicare debet secundum allegata et probatia
parlium” (la sentencia debe estar conforme con la reclamación escrita, para que el juez
no vaya más allá, fuera o más acá de las demandas de las partes; tanto lo imputado como
lo sentenciado; el juez debe juzgar de acuerdo con las razones alegadas y probadas por
las partes).[1]

Ahora bien, para efectos de entender este trascendental principio, debemos comenzar
señalando que la palabra congruencia proviene del latín congruentĭa[2] que significa
coherencia o relación lógica y que, en su sentido natural y obvio, la concebimos como la
conformidad entre los pronunciamientos del fallo y las pretensiones de las partes
formuladas en el juicio.[3]

Doctrinariamente la congruencia se ha definido como “un principio normativo que limita


facultades resolutorias del juez, por el cual debe existir identidad entre lo resuelto y
controvertido, oportunamente, por los litigantes, y en relación con los poderes atribuidos
en cada caso al órgano jurisdiccional por el ordenamiento jurídico”.[4]

A su vez, DEVIS ECHANDÍA la define como “el principio normativo que delimita el
contenido de las resoluciones judiciales que deben proferirse, de acuerdo con el sentido
y alcance de las peticiones formuladas por las partes (en lo civil, laboral, y contencioso-
administrativo) o de los cargos o imputaciones penales formulados contra el sindicado o
imputado, sea de oficio o por instancia del ministerio público o del denunciante o
querellante (en el proceso penal), para el efecto de que exista identidad jurídica entre lo
resuelto y las pretensiones o imputaciones y excepciones o defensas oportunamente
aducidas, a menos que la ley otorgue facultades especiales para separarse de
ellas”.[5] Entiende este autor que “los derechos de acción y de contradicción imponen al
Estado el deber de proveer mediante un proceso y por una sentencia, cuyo alcance y
contenido están delimitados por las pretensiones y las excepciones que complementan el
ejercicio de aquellos derechos”.[6]

En síntesis, se puede sostener que la congruencia es la debida correspondencia entre las


partes que componen un todo. Para nuestra jurisprudencia, el principio conforme al cual
debe existir conformidad entre todos los actos del procedimiento, aisladamente
considerados, que componen el proceso. Si bien se pone énfasis por la doctrina en resaltar
los nexos entre las pretensiones sostenidas por el actor y la sentencia, no se puede
desconocer que tiene igualmente aplicación en relación con la oposición, la prueba y los
recursos, teniendo su mayor limitación en cuanto a los hechos de la causa, ya que en lo
referente al derecho aplicable, al juez le vincula al principio iura novit curiat, en el sentido
que el juez conoce y aplica el derecho.[7]

Ahora bien, podremos sostener y con razón, que en nuestro derecho no existe un conjunto
de disposiciones que regulen explícitamente este principio, que lo estructure en sus
presupuestos, requisitos y efectos, pero no por ello ha sido desconocido en nuestro
ordenamiento, por cuanto se refieren a la congruencia directa o indirectamente distintas
normas, entre las que se cuentan aquellas que regulan el contenido de las sentencias,
incluyendo –por supuesto- el Auto Acordado de la Excelentísima Corte Suprema sobre la
forma de las sentencias del 30 septiembre de 1.920, a las cuales debemos agregar aquellas
normas que sancionan formalmente su inobservancia, siendo este último tema el que será
principalmente abordado en el presente artículo.

1. Manifestaciones del principio de congruencia en el proceso civil actual.

Tal como se dijo anteriormente, en nuestro sistema procesal civil este principio no se
encuentra expresamente reglado,[8] pero sabemos que es necesaria su aplicación al
momento de resolver el tribunal sobre el fondo del asunto. A través de ese acto jurídico
procesal, éste principio se manifiesta como una limitante a las facultades del sentenciador,
lo cual en caso de su contravención acarrea la nulidad del fallo, ya sea, mediante la
interposición del recurso de casación formal o de oficio por parte del Tribunal Superior
cuando verifique dicha anomalía en la sentencia (artículo 775 del Código de
Procedimiento Civil).

En efecto, según dispone el artículo 768 del Código adjetivo “El recurso de casación en
la forma ha de fundarse precisamente en alguna de las causas siguientes: 4ª En haber
sido dada la sentencia ultra petita, esto es, otorgando más de lo pedido por las partes, o
extendiéndola a puntos no sometidos a la consideración del tribunal, sin perjuicio de la
facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos determinados por la ley“.

El artículo transcrito es indicativo del doble cariz que presenta el defecto en caso de
verificarse, esto es: otorgar más de lo pedido, que es la ultra petita propiamente tal y, el
extender el fallo a puntos no sometidos a la decisión del tribunal, aspecto que conforma
la denominada extra petita.

Tanto en nuestro país como en el derecho comparado, se ve en la denominada ultra


petita -más allá de lo pedido-, un vicio que conculca un principio de la congruencia, rector
de la actividad procesal y que se ve atacado, precisamente, con la “incongruencia” que
pueda presentar una decisión con respecto al asunto controvertido. Así, v.gr., la Corte
Suprema del Perú en un caso contra una empresa chilena señaló que: “el principio de
congruencia procesal implica por un lado que el juez no pueda ir más allá del petitorio ni
fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes y por
otro lado la obligación de los magistrados es de pronunciarse respecto a todos los puntos
controvertidos establecidos en el proceso, a todas las alegaciones efectuadas por las partes
en sus actos postulatorios o medios impugnatorios”.[9]

Este principio, según nuestra Jurisprudencia, se basa en diversos fundamentos, ámbitos


de aplicación y objetivos. Primeramente, busca vincular a las partes y al juez al debate y,
por tanto, conspira en su contra la falta del necesario encadenamiento de los actos que lo
conforman, a los que pretende dotar de eficacia. Por consiguiente, se trata de un principio
que enlaza la pretensión, la oposición, la prueba, la sentencia y los recursos, al mismo
tiempo que cautela la conformidad que debe existir entre todos los actos del
procedimiento que componen el proceso. Si bien, son de vital importancia los nexos que
han de concurrir entre las pretensiones sostenidas por el actor, las excepciones del
demandado, la prueba y los recursos y sentencia que en definitiva se dicte, lo cierto es
que el órgano jurisdiccional no queda circunscrito a los razonamientos jurídicos
expresados por las partes, siendo de su cargo conocer y decir el derecho en lo que
concierne al caso concreto –iura novit curia-, siempre, como se ha dicho, enlazando a las
acciones y excepciones, alegaciones y defensas que las partes hayan sostenido en el
pleito. [10]

En cuanto a los efectos que genera la transgresión de la congruencia, estos se sitúan, tal
como se enunció, en la teoría de la nulidad procesal, que permite invalidar los actos que
la contravienen. Es decir, se sanciona la transgresión de la congruencia porque constituye
una garantía para las partes, un límite para el juez, que otorga seguridad y certeza a las
partes e interviene la posible arbitrariedad judicial.

Ahora bien, la clasificación clásica que se hace de la incongruencia es la siguiente:

1. a) Incongruencia por ultra petita (ne eat judex ultra petita partium), que se produce al
otorgar más de lo pedido, circunstancia que puede darse tanto respecto de la pretensión
como de la oposición.
2. b) Incongruencia por extra petita (ne eat extra petita partium), al extender el
pronunciamiento a cuestiones no sometidas a la decisión del tribunal, que puede incluso
estar referida a negar lo que no ha sido solicitado sea por vía de pretensión u oposición.
3. c) Incongruencia por infra petita (ne eat judex infra petita partium), defecto cuantitativo
cuando se decide sobre una pretensión en extensión menor que lo solicitado, sea que
se conceda o niegue y en el entendido que se ha requerido una cantidad determinada y
no otra. También concurre si se otorga menos de lo reconocido por el demandado, y
4. d) Incongruencia por citra petita (ne eat judex citra petita partium), llamada también
omisiva o ex silentio, que se produce al omitir la decisión de un asunto cuya resolución
formó parte de la contienda y no existir autorización legal que permita así decidirlo, falta
de pronunciamiento que puede ser total o parcial; igualmente al expresar que no se
decide una acción o excepción por incompatibilidad, la cual resulta inexistente o se
reservar el pronunciamiento para otra etapa u otro juicio, en circunstancias que no fue
solicitado en tales condiciones y no lo ordena la ley.[11]

En este entendido, para efectos de verificar la presencia de esta infracción –la


incongruencia-, nuestro Máximo Tribunal ha sostenido que debe analizarse la cuestión
controvertida en el pleito en su integridad, en comparación con la parte dispositiva de la
sentencia, sea que ésta se encuentre en los considerandos decisorios, como en la
resolución del fallo propiamente tal.[12]

Ahora bien, la “incongruencia”, según el profesor español Manuel SERRA, puede ser
considerada “como la falta de adecuación entre las pretensiones de las partes formuladas
oportunamente y la parte dispositiva de la resolución judicial”.[13] En similar sentido, el
Tribunal Constitucional español ha sostenido que la incongruencia es “un desajuste entre
el fallo judicial y los términos en los que las partes han formulado sus pretensiones que
constituyen el objeto del proceso en los escritos esenciales del mismo. Al conceder más,
menos o cosa distinta a lo pedido”.[14]

En consecuencia y más allá de lo sostenido, podemos concluir que en nuestro sistema


procesal este principio se ha regulado mayormente vía doctrinal y jurisprudencial,
dejando solo reglamentada en el texto legal su contravención, sin embargo, aun cuando
no se manifieste expresamente y con la nitidez necesaria en el Código adjetivo, sabemos
que el alma y vigor de todo ordenamiento jurídico, se encuentra también en sus principios,
los que, además, conllevan naturalmente a la idea del justo, racional y debido proceso.

1. Regulación del principio de congruencia en el Proyecto de Ley del CPC.

Al igual que en nuestro Código adjetivo actual, el Proyecto de Ley del nuevo Código
Procesal Civil[15] (en adelante PdCPC) no regula íntegramente éste principio, sin
embargo, encontramos en él varias disposiciones que de forma expresa se refieren a la
congruencia –lo que es un gran avance- por lo que nos referiremos únicamente a estas:

 En el Libro I “Disposiciones generales”, Título XIII “De las resoluciones judiciales y su


eficacia”, Capítulo 1° “De las resoluciones judiciales”:

“Artículo 201. Congruencia. Las resoluciones judiciales se pronunciarán conforme al


mérito del proceso, y no podrán extenderse a puntos que no hayan sido expresamente
sometidos a juicio por las partes, salvo en cuanto las leyes manden o permitan a los
tribunales proceder de oficio”.

En este sentido, el PdCPC reitera lo expuesto en el artículo 160 del Código Procedimental,
insistiéndose en la íntima correlación que debe existir entre la resolución, el decurso del
proceso y las peticiones de las partes.

Ahora bien, sabemos que toda resolución judicial siempre debe pronunciarse conforme al
mérito del proceso, no obstante, en la práctica encontramos una serie de resoluciones de
carácter ambiguo y que no se condicen necesariamente con el íter procesal, careciendo
además de toda fundamentación lógica. Este es el caso cuando un tribunal resuelve alguna
presentación señalando “Estése al mérito de autos” o simplemente “No ha lugar”.

No obstante, es menester destacar que la situación planteada en el párrafo anterior no


debiese suceder con la aplicación de la Reforma Procesal Civil, por cuanto, de
conformidad a lo expuesto en el artículo 205 del PdCPC será obligación del tribunal
fundamentar todas las resoluciones que dictare, expresando sucintamente, pero con
precisión, los motivos de hecho y de derecho en que se basaren las decisiones tomadas.
Añadiendo, que la simple relación de actuaciones o piezas del registro desmaterializado
(carpeta digital) no sustituirá en caso alguno la fundamentación.
Todo lo cual significa un gran avance en lo relativo a la motivación de las resoluciones
judiciales, requisito esencial de todo debido proceso. En este entendido, el PdCPC viene
a proscribir el viejo y arbitrario aforismo que señala: “si cautus sit iudex, nullam causam
exprimet” (si el juez es cauto, no expresará la causa de su decisión).[16]

 En el Libro III “Los Recursos Procesales”, Título I, Capítulo 1° “Disposiciones comunes a


todo recurso”:

“Artículo 362. Congruencia. El tribunal que conociere de un recurso sólo podrá


pronunciarse sobre las peticiones concretas formuladas por los recurrentes, quedándole
vedado extender el efecto de su decisión a cuestiones no planteadas por ellos o más allá
de los límites de lo solicitado, salvo en los casos en que la ley le facultare para proceder
de oficio”.

Podemos vislumbrar del artículo transcrito, la importancia de realizar “peticiones


concretas” en cada recurso, es decir, de efectuar peticiones precisas, claras y sin
contradicciones, radicando su exigencia e importancia en que ellas fijan el ámbito de la
competencia del tribunal llamado a conocer del recurso. En este entendido, su carencia o
falta de prolijidad en su planteamiento, conllevaría necesariamente la inadmisibilidad del
recurso.

Por su parte, debemos señalar que el PdCPC establece una novedad en el ámbito procesal
civil al consagrar y prohibir la denominada reformatio in peius (artículo 363), es decir,
que el tribunal que conoce de un recurso no podrá reformar la resolución en perjuicio del
recurrente. Con esto se pretende lograr que nadie se abstenga de interponer un recurso
por el temor de verse desfavorecido de un modo más severo en la instancia siguiente.[17]

Para el profesor DE LA RÚA, la prohibición de la reformatio in peius es una


consecuencia del principio de congruencia, según el cual la sentencia debe limitarse a las
pretensiones que forman el objeto del proceso, que tiene en segunda instancia
manifestaciones más específicas, más limitantes y rigurosas, ya que esta instancia tiene
un objeto propio, que son las pretensiones impugnativas de los recurrentes, y la voluntad
de éstos limita o condiciona más al juez del recurso. Por ello, sostiene que la competencia
funcional del tribunal de alzada está determinada por los motivos indicados por el
recurrente en función de los agravios ocasionados por el fallo.[18]

En consecuencia, de lo expresado anteriormente se puede vislumbrar un interesante


aporte a la reglamentación del sistema recursivo civil.

 En el Libro III “Los Recursos Procesales”, Título III “El Recurso de Apelación”:

“Artículo 381. Causales específicas del recurso. Cuando el recurso de apelación se


fundamente en la infracción a las normas que consagren derechos o garantías procesales
cometidas en el primer grado jurisdiccional, deberá alegarse y configurarse una o más
de las siguientes causales:

1. d) Que la sentencia se hubiere dictado ultrapetita, esto es, otorgando más de lo pedido
por las partes, o extrapetita, esto es, extendiéndola a puntos no sometidos a la decisión
del tribunal, sin perjuicio de la facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos
determinados por la ley”.
Como podemos apreciar, el PdCPC reitera la causal de nulidad formal establecida en el
Código Procedimental y que fue tratado supra, pero con la salvedad que el recurso por el
cual se denuncia dicha infracción es el de apelación.

En este entendido, el PdCPC elimina el recurso de casación en la forma, reuniendo sus


causales en la regulación del nuevo recurso de apelación que pierde su tradicional
condición de recurso de enmienda, para asumir, simultáneamente, la condición de recurso
de nulidad.

En otras palabras, la apelación, a diferencia de la contemplada en el actual Código de


Procedimiento Civil, tendrá un objeto mucho más amplio, no limitado a la modificación
o revocación de la sentencia, sino que podrá incluir la declaración de nulidad, ya sea del
procedimiento o de la propia sentencia.

Así, se señala que el objeto del recurso de apelación será obtener del tribunal superior
respectivo, que enmiende o revoque, conforme a derecho, la resolución del inferior, total
o parcialmente, con base precisa en las pretensiones, excepciones o defensas formuladas
en su caso, ante el tribunal inferior, pudiendo alegarse además, o bien exclusivamente, la
infracción a normas que consagren derechos o garantías procesales cometidas en el primer
grado jurisdiccional, para obtener la invalidación del juicio y de la resolución respectiva
o solamente de ésta, y ello por las causales específicas señaladas en este Título.[19]

Ahora bien, respecto del carácter ecléctico que se pretende dar a la apelación, nos parece
bastante discutible dicha innovación, toda vez que el nuevo sistema recursivo debiera
separar las aguas en lo tocante al objeto del nuevo recurso, esto con el fin de evitar
complejidades al momento de su interposición, admisibilidad y posterior
pronunciamiento por parte de los tribunales intervinientes. En efecto, se podría seguir la
misma línea de lo acontecido en materia procesal laboral, ya que en dicha área el recurso
de apelación coexiste con el de nulidad, diferenciándose ambos recursos del objeto y tipo
de resoluciones que son impugnables a través de ellos, eso sí, mejorando el modelo del
recurso de nulidad laboral, ya que éste no es del todo fructífero para el recurrente atendido
el alto porcentaje de su rechazo y ni hablar del denominado recurso de unificación de
jurisprudencia.
En este sentido, nuestro sentido común nos indica que para implementar un nuevo sistema
procesal no es necesario ser tan radical y abolir completamente el sistema imperante, es
más, resulta completamente útil rescatar lo positivo del sistema vigente y mejorarlo, así
se construye sobre cimientos sólidos. No se trata de rechazar la implementación
tendencias modernas o de negarse a las técnicas que han resultado efectivas en el derecho
comparado, al contrario, se trata de mejorar el sistema en base a lo empírico y, en lo
posible, adecuar dichas tendencias a nuestra tradición jurídica nacional, respetando –
ciertamente- los principios que inspiran la reforma procesal civil.

En conclusión, encontramos un avance en el PdCPC al manifestar expresamente la


congruencia en su articulado lo cual, además, nos proporciona cierta seguridad jurídica
de que cada resolución deberá pronunciarse motivada y de acuerdo al mérito del proceso.
Acto seguido, no debiesen existir decisiones inconciliables con el objeto del juicio y que
perjudiquen los legítimos intereses de alguna de las partes, lo que no es óbice –en el caso
de producirse- para la presentación de los recursos establecidos en la nueva ley procesal.
Por último, debemos tener presente que este principio es un pilar básico de todo proceso
y, como tal, resulta imperioso que se vea reflejado en toda resolución, por cuanto, lo
lógico y natural es que un fallo sea coherente con lo peticionado por las partes. Esta
exigencia no sólo dice relación con un asunto exclusivamente procesal –que importa la
idea del racional, justo y debido proceso que debe alcanzarse en la sentencia– sino porque,
además, se relaciona con un tema externo a la procesabilidad indicada, que se enmarca
en la necesidad de someter al examen que puede hacer cualquier ciudadano de lo
manifestado por el juez y que hace posible, asimismo, el convencimiento de las partes en
el pleito, evitando la impresión de arbitrariedad al tomar éstas conocimiento del porqué
de una determinación judicial.

PRINCIPIOS PROCESALES DEL PROCEDIMIENTO


Espasa calve (diccionario)
"Los principios del procedimiento sirven para describir la naturaleza y contenido de
los sistemas procesales civiles que fueron desarrollados en el capítulo anterior. Por esta razón, los
principios que a continuación se detallan los hemos dividido atendiendo precisamente a los sistemas
procesales ya descritos. Así, se citarán en primer lugar los principios del procedimiento que orientan un
sistema privatísticos y, posteriormente, los que informan y orientan un sistema publicístico. Pese a que la
afirmación sea reiterativa, no debe olvidarse que la historia del derecho procesal no conoce un solo caso
de vigencia real y efectiva de un ordenamiento procesal en el que alguno de los dos sistemas procesales
esté presente sin ser afectado por el otro. Como ya se expresó, los sistemas citados no se presentan
químicamente puros, lo que suele haber son tendencias más o menos definidas que permiten advertir la
primacía de uno sobre otro."26
1. Principios del procedimiento que orientan un sistema privatísticos 1.1. Principio de iniciativa de parte
"[…], Así -sin perjuicio del sistema procesal civil del que se trate-, siempre será indispensable que una
persona ejerza su derecho de acción como punto de partida de la actividad jurisdiccional del Estado.
Inclusive hay algunas expresiones que a manera de aforismos recorren los estudios procesales,
reiterando la necesidad de la actuación particular como punto de partida de un proceso judicial (nemo
iudex sine actore [no hay juez sin actor] o wo kein Klager ist, da ist auch kein Richter [donde no hay
demandante, no hay juez]). Al principio de la iniciativa de parte suele denominársele también en doctrina
principio de la demanda privada, para significar la necesidad de que sea una persona distinta al juez
quien solicite tutela jurídica"27. CARNELUITI se refiere a este principio de la siguiente manera: "(...) la
iniciativa de las partes es indispensable no solo para pedir al juez la providencia, sino también para poner
ante su vista los hechos de la causa. "Sin este perro de caza" el juez no llegaría nunca a descubrirlos por
sí mismo. Que aún en las rarísimas hipótesis en que podría lograrlo no lo deja la ley obrar por sí, depende
no de la consideración de que en los procesos civiles la justicia sea un asunto de las partes, sino de que,
si no se pone a su cargo el riesgo de la iniciativa en este terreno, no pueden las partes ser
suficientemente estimuladas en su cometido de mediadoras entre los hechos y el juez (...)"28
A pesar de que hoy sea un asunto del pasado, debe recordarse que el principio de la iniciativa de
parte marcó la diferencia sustancial entre los sistemas procesales occidentales (civillaw y common law) y
el sistema de los países orientales. En este último se regula, para algunos casos específicos, el inicio del
proceso por acto del mismo tribunal, como lo describe CAPPELLEITI.
1.2. Principio de la defensa privada En estricto, este principio es un complemento del principio de iniciativa
de parte. Así como el proceso civil exige como punto de partida un acto del demandante, concretamente
la demanda, así también la actitud procesal que vaya a asumir el demandado pertenece a este, con la
misma exclusividad que en el caso de la demanda. Nada podrá decir el órgano jurisdiccional en respuesta
a la pretensión intentada ante él por el demandante contra el demandado; siempre será este último quien
ejerza -si le interesa- su derecho de defensa. Esta situación se hace más evidente en el caso de una de
las formas que toma el derecho de defensa, nos referimos específicamente a la excepción. Esta
institución consiste en el alegato del demandado de que la relación procesal que el demandante pretende
establecer con él se encuentra viciada. Por razones más ligadas a la tradición que a la utilidad real de las
instituciones, se admite pacíficamente que la interposición de una excepción es un acto que le
corresponde y pertenece con exclusividad al demandado. CAPPELLEITI expresa que la necesidad de que
la excepción sea planteada por el demandado tiene una tradición secular, cuyo origen la ubica en el
derecho italiano-canónico y en el común. Sin embargo, al momento de sustentar la razón de esta, expresa
generalidades que no compartimos. Sin perjuicio de participar de la opinión de quienes consideran que el
principio estudiado no es otra cosa que una extensión del principio de la demanda privada, nos parece
absurdo continuar creyendo que la idea de mantener la restricción al exclusivo ejercicio privado de una
institución como la excepción, impide al juez pronunciarse oficiosamente sobre la validez de una relación
procesal o sobre la posibilidad expedirse un pronunciamiento válido sobre el fondo. Muchas veces la
contradictoria evolución del pensamiento procesal se debe a una tendencia muy arraigada en los juristas
de rendir culto a la historia antes que a las necesidades sociales. En el caso del derecho procesal, la
opción por la tradición en desmedro de la obtención de justicia es tan dramática como absurda. Si la
excepción está ligada a la validez de relación procesal, entonces el interés de su declaración es más
intenso y trascendente que el interés de las partes, por tanto, no hay razón para prohibirle al juez la
facultad oficiosa de declarar la invalidez de la relación procesal. Por cierto, no hay absolutamente ninguna
necesidad de navegar contra la corriente pedirle al juez una declaración oficiosa sobre la excepción.
Bastará que el juez detenga la continuación del proceso al existir un defecto u omisión en algún elemento
básico de la relación procesal, para que el objetivo se haya cumplido, esto es: concederle al juez la
facultad de evitar la continuación de un proceso defectuoso.
1.3. PRINCIPIO DE CONGRUENCIA Hay un aforismo que reza: ne eat judex ultra petita partium, que
poco más o menos significa que el juez no puede darle a una parte más de lo que esta pide. A pesar de
su antigua data, la vigencia de este principio es absoluta en el proceso civil. Es posible encontrar el origen
de su éxito en la paradoja ya anotada anteriormente, consistente en el hecho de que si bien el derecho
procesal es de naturaleza pública, los derechos que en él se contienden son de naturaleza privada.
Siendo el juez la persona encargada de declarar el derecho que corresponda al caso concreto, y pese a
que las normas que regulan el trámite que lo conducirá a producir dicha declaración son de naturaleza
pública, el derecho que declara -nos referimos al contenido de su declaración- es de naturaleza privada,
en consecuencia, le pertenece a las partes. Por tal razón, el juez civil no tiene facultad para afectar la
declaración de voluntad del pretensor (demandante) y concederle más de lo que este ha pretendido en su
demanda. Sin embargo, este impedimento no se presenta cuando el juez le otorga menos de lo
demandado, dado que tal declaración se habrá expedido cuando, por ejemplo, el juez estime que el
demandante no probó todos los extremos de su pretensión. El principio estudiado no se agota en su
manifestación práctica, es decir, en el exceso del juez respecto de lo pretendido. Tiene otros matices que
conviene destacar. CAPPELLETTI nos recuerda que la vigencia de este principio alcanza no solo a todos
los países de la Europa Occidental, sino también a los del common law. Por nuestra parte, acreditamos
que se trata de un principio acogido prácticamente por todos los códigos latinoamericanos adscritos a
cualquiera de ambos sistemas. En lo que respecta al Código Procesal Civil nacional, podemos decir que
el principio en estudio también ha sido acogido en el artículo VII de su Título Preliminar.
1.4. PRINCIPIO DE LA IMPUGANCION PRIVADA Se trata, como el anterior principio, de un criterio
orientador de considerable vigencia en el proceso civil. Consiste en la prohibición absoluta al juez de que
pida un nuevo examen de la resolución que ha expedido o, lo que es más, haga directamente un nuevo
examen de la misma, que lo conduzca, por ejemplo, a variar la decisión que sostuvo en la resolución
inicial. La petición de un nuevo examen de un acto procesal se hace utilizando los llamados medios
impugnatorios, los que están al servicio de las partes o de los terceros legitimados, únicos titulares del
derecho de impugnar un acto procesal. Resulta evidente que concederle a un juez la facultad de revisar
de oficio sus propios fallos conduciría al proceso a la arbitrariedad y al caos; sobre todo, sería el caldo de
cultivo de la inseguridad jurídica, dado que el ciudadano o justiciable jamás tendría la certeza de que su
caso ha sido resuelto en definitiva. Lo expresado no descarta una facultad que sí está presente en el juez
del proceso civil contemporáneo, que consiste en poder revisar sus decisiones, inclusive invalidarlas, y
pronunciarse nuevamente de manera correcta. Pero solo está investido de este poder cuando el defecto
del pronunciamiento anterior está referido a un aspecto procesal, no a la pretensión discutida ni a alguno
de sus aspectos accesorios.
Una expresión complementaria de este principio de la impugnación privada está dada por las limitaciones
que tiene el juez encargado de la revisión de la resolución impugnada. Este no puede decidir más allá de
los temas materia de la impugnación interpuesta. Así, por ejemplo, no podrá decidir agravando la
situación de quien interpuso la impugnación, salvo que este derecho haya sido ejercido por ambas partes.
Se trata del principio de la prohibición de reformar en contra del impugnante (Reformatio in pejus),
acogido también por casi todos los códigos latinoamericanos.
2. PRINCIOS DEL PROCEDIEMIENTO QUE ORIENTAN UN SISTEMA PUBLICISTICO.
2.1. PRICIPIO DE DIRECCION JUDICIAL DEL PROCESO El principio de dirección judicial del proceso
recibe también el nombre de principio de autoridad del juez. Su presencia histórica en el proceso civil se
explica como el medio a través del cual se empiezan a limitar los excesos del sistema privatísticos, aquél
en el cual-como ya se expresó- el juez tiene durante el desarrollo de la actividad procesal un rol
totalmente pasivo, previsto solo para legitimar la actividad de las partes. En nuestra opinión, el principio
de dirección judicial es la expresión que mejor caracteriza al sistema publicístico. En él, como sabemos,
se privilegia el análisis e importancia del proceso desde la perspectiva de su función pública, es decir,
como medio utilizado por el Estado para hacer efectivo el derecho objetivo y concretar finalmente la paz
social en justicia.
CHIOVENDA se refiere a este principio de la siguiente manera: "En el proceso civil moderno el juez no
puede conservar la actitud pasiva que tuvo en el proceso de otros tiempos. Es un principio del derecho
civil público moderno que el Estado hallase interesado en el proceso civil; no ciertamente en el objeto de
cada pleito, sino en que la justicia de todos los pleitos se realice lo más rápidamente y lo mejor posible
(OO.). El juez, por lo tanto debe estar provisto también en el proceso civil, de una autoridad que careció
en otros tiempos"29
2.2. PRINCIPIO DE IMPULSO OFICIOSO El principio de impulso oficioso puede ser calificado de sub
principio, en tanto es una manifestación concreta del principio de dirección judicial. Consiste en la facultad
que se concede al juez para conducir y hacer avanzar autónomamente el proceso -sin necesidad de
intervención de las partes- a fin de lograr la consecución de sus fines. No está de más recordar que
dentro de una estructuraprocesal privatista hay un monopolio cerrado de las partes respecto del avance
del proceso. El impulso oficioso busca, precisamente, quebrar dicha exclusividad que, en la práctica,
suele ser el medio a través del cual los procesos se demoran o enredan sin que el juez pueda evitar tal
desperdicio de tiempo, esfuerzo y gasto. Sin embargo, es bueno alertar que el impulso oficioso no
descarta ni reduce la importancia de la actividad de las partes, dado que estas no han dejado de ser las
principales interesadas en lo que se resuelva, por lo que es de suyo que deban ser los impulsores
naturales del proceso. A esto se refiere BUNSEN, en la cita que de él hace MILLAR: "(...) el juez tiene que
vigilar para que el pleito, desde el comienzo hasta el fin, se lleve en la forma determinada por la ley, para
que se distribuyan equitativamente luz y sombra y puedan utilizar las partes, sin estorbos ni restricciones,
todos los medios de hacer efectivos sus derechos, y en particular, de producir sus pruebas que le
otorguen las leyes"30. Lo que el principio de impulso oficioso propende es que el juez no vuelva a ser un
simple espectador de las motivaciones periódicas o repentinas de las partes; es decir, que ya no vuelva a
estar a merced del ánimo o disposición de ellas, sino que pueda, durante todo el recorrido del proceso,
intervenir en su desarrollo, conduciéndolo a su fin.
Finalmente, adviértase que atendiendo a la naturaleza particularísima de algunos derechos materiales,
ligados intrínsecamente a algunas calidades inherentes a su titular al extremo de ser catalogados
de personalísimos- hay procesos en los cuales no será pertinente la aplicación plena del impulso oficioso,
a pesar de tratarse de un proceso adscrito al sistema publicístico. Así, por ejemplo, en aquellos referidos
al estado civil de las personas, la actividad oficiosa del juez se encuentra considerablemente limitada, tal
como sucede en el Código Procesal Civil del Perú.
2.3. PRINCIPIO DE INMEDIACION Según EISNER, el principio de inmediación es aquel: "(...) en virtud
del cual se procura asegurar que el juez o tribunal se halle en permanente e íntima vinculación personal
con los sujetos y elementos que intervienen en el proceso, recibiendo directamente las alegaciones de las
partes y las aportaciones probatorias, a fin de que pueda conocer en toda su significación el material de la
causa, desde el principio de ella, quien, a su término, ha de pronunciar la sentencia que la defina". El
principio de inmediación tiene por finalidad que el juez -quien en definitiva va a resolver el conflicto de
intereses o la incertidumbre con relevancia jurídica- tenga el mayor contacto posible con todos los
elementos subjetivos (intervinientes) y objetivos (documentos, lugares, etc.) que conforman el proceso,
más exactamente que configuran el contexto real del conflicto de intereses o incertidumbre subyacente en
el proceso Judicial. La idea sostenida por el principio es que la cercanía con el drama humano encerrado
en el proceso, le va a proporcionar al juez mayores o mejores elementos de convicción para expedir un
fallo que se adecue a lo que realmente ocurrió u ocurre, es decir, a la obtención de una decisión justa. La
tendencia a usar y abusar de la escritura dentro del proceso es el medio a través del cual se alentó y
asentó -en la evolución del proceso civil- el principio de mediación. Esto significa que durante mucho
tiempo -todo el medioevo hasta fines del siglo XVIII- se consideró como pertinente y adecuado
precisamente lo contrario de lo que ahora se postula. Es decir, se estimó que mantener al juez alejado de
los protagonistas del conflicto y de todo aquello que constituyan elementos objetivos de este es lo que
precisamente iba a permitir al juzgador la expedición de decisiones imparciales y justas. En todo caso,
antaño se afirmó que la separación del juez respecto del conocimiento del conflicto contenido en el
proceso judicial que debía resolver garantizaba que no iba a estar afectado por sus propios sentimientos,
impulsos, deseos, es decir, por su condición humana. Así lo describe CAPPELLETI:

El juez no entraba en contacto directo, "inmediato", con las partes ni, en particular, con
las pruebas (testigos, cosas, lugares), a causa de la desconfianza en la oportunidad o equidad de
semejante contacto directo e inmediato. Se prefería que al juez le llegase solamente el eco atenuado e
impersonal de los escritos redactados en el momento del examen de los testigos, así como el de la
inspección de los lugares, etc." El Código Procesal Civil del Perú ha optado por regular el principio de
inmediación. Al hacerlo, ha privilegiado también la oralidad, es decir, el medio o instrumento a través del
cual se produce el contacto entre el juez y los protagonistas directos o indirectos de proceso, así como
con los hechos materiales que interesan al conflicto real que subyace en el proceso judicial. La opción por
la oralidad, contra lo que podría creerse, no descarta la necesidad de la escritura. Al contrario, esta sigue
siendo hasta el momento el medio más idóneo que el intelecto humano ha creado para perpetuar y
acreditar la ocurrencia de un hecho o la manifestación de una voluntad. DEVIS ECHANDÍA refiere la
existencia de tres clases de inmediación: la subjetiva, la objetiva y la de actividad. La primera está referida
a la cercanía del juez con los protagonistas directos o indirectos de la relación procesal; la segunda, a la
comunicación cercana entre el juez y los hechos o cosas materiales ligadas a la relación procesal-conocer
los detalles del bien litigioso, por ejemplo-, y la tercera, la inmediación de actividad, se presenta cuando
en el desarrollo del íter procesal, la actuación de un medio de prueba produce la información necesaria
como para acreditar un hecho o situación distinta, pero igualmente discutible, al interior del proceso. Para
concluir, debe destacarse que el principio de inmediación es tal vez el más importante dentro de
un sistema publicístico. Asilo es, por lo menos, para el Código. Procesal Civil peruano, en donde
encontramos un artículo que exige que la sentencia deba ser expedida por el mismo juez que participó en
la audiencia de pruebas, pero si tal hecho fuese imposible, el nuevo juez está facultado a pedir la
repetición de la audiencia. Esta norma recoge una corriente de opinión que comparten destacados
procesalistas y diversos códigos importantes.
2.4. PRINCIPIO DE CONCENTRACION "El principio de concentración es una consecuencia lógica del
principio de inmediación anteriormente desarrollado" 31 . Cualquier organización judicial fracasaría si la
participación obligada del más importante de sus personajes -el juez ocurriese en un número
indeterminado de actos procesales. Es imprescindible regular y limitar la realización de estos,
promoviendo su ejecución en momentos estelares del proceso para darle factibilidad a la necesaria
presencia del órgano jurisdiccional.
Tal acumulación de actos procesales, forma de audiencias, no solo determinará que el juez pueda
participar de todas ellas, sino que, además, le otorgará una visión de conjunto del conflicto que va a
resolver. Sin plantear un tránsito a un sistema publicístico, sino describiendo la necesidad de su vigencia
al interior de uno privatístico y refiriéndose al anterior código procesal colombiano y no al excelente que
rige en dicho país desde la década del setenta, DEVIS ECHANDÍA comenta este principio de la siguiente
manera:
"Para esto se deben procurar los medios de que la relación nacida del proceso, que, como veremos, se
denomina jurídico-procesal y tiene su propia fisonomía, se desenvuelva sin solución de continuidad y de
manera de evitar que las cuestiones accidentales o incidentales entorpezcan el estudio de lo fundamental
del juicio; lo cual solo se obtiene restringiendo el derecho de interponer recursos o incidentes de previa
definición, lo que está muy lejos de existir en nuestro procedimiento, pues, por el contrario, se les da a las
partes demasiada facilidad para postergar la solución definitiva del litigio y hacerlo interminable".
Por cierto, este principio también ha sido acogido por el Código Procesal Civil peruano }
2.5. PINCIPIOS DE BUENA FE Y DE LA LEALTAD PROCESALES La afirmación de que el proceso civil
no es más un "asunto de partes", sino una expresión del derecho público y, en todo caso, una actividad
respecto de la cual la comunidad tiene considerable interés en su correcta, expeditiva y adecuada
realización, ha impuesto la regulación de la conducta -entendida esta desde una perspectiva ética- de los
partícipes en un proceso. Es decir, el sistema publicístico ha reivindicado para el derecho la necesidad de
que el comportamiento ético de los partícipes en un proceso se adecue a la importancia social de este.
Esta es la razón por la que los ordenamientos procesales se resisten cada vez más a postular
declaraciones líricas en relación al tema, y más bien los encontramos regulando normas concretas
referidas a la conducta ya la sanción de los protagonistas del proceso que no orienten o regulen su
comportamiento a valores éticos trascendentes, como la lealtad, la veracidad y la buena fe. Hoyes lugar
común en los discursos procesales referirse a la moralización del proceso.
DEVIS ECHANDÍA refiriéndose a este principio expresa: "Así como en el derecho civil vemos numerosas
aplicaciones del concepto de la buena o mala fe, de similar manera debe acontecer en el procedimiento
civil. Si los códigos civiles dicen que los contratos deben ejecutarse de buena fe, con mayor razón debe
exigirse ella en los actos procesales". La lealtad procesal es consecuencia de la buena fe en el proceso, y
excluye las trampas judiciales, los recursos torcidos, la prueba deformada, las inmoralidades de todo
orden. "Claro está que dentro de un proceso inquisitivo y de una libre apreciación de la prueba, está el
juez en mejor capacidad para vigilar la actuación de las partes y hacer efectivo este principio de la buena
fe, la veracidad y la lealtad procesales". El Código Procesal Civil peruano, adscribiéndose al sistema
publicístico, regula este principio con precisión en su Título Preliminar"32. Asimismo, en distintas normas
del mismo cuerpo legal, concede al juez facultades disciplinarias e inclusive coercitivas para sancionar
incumplimientos del principio descrito.
2.6. PRINCIPIO DE ECONOMIA PROCESAL El principio de economía procesal es mucho más
trascendente de lo que comúnmente se cree. De hecho, son muchas las instituciones del proceso que
tienen como objeto hacer efectivo este principio. Es el caso del abandono o de la preclusión, por citar dos
ejemplos.
"DEVIS ECHANDÍA"33: extiende su irradiación a muchos casos más.
El concepto economía, tomado en su acepción de ahorro, está referido a su vez a tres áreas distintas:
ahorro de tiempo, gasto y esfuerzo. Intentemos una explicación separada de cada una de estas.
El tiempo cumple un rol esencial y envolvente en el proceso. Casi no es posible encontrar algún proceso
en donde, adicionalmente al conflicto que tienen las partes, no exista otro referido a la urgencia que una
de ellas tiene de acabar pronto el proceso, necesidad que es inversamente proporcional a la misma
urgencia de la otra, pero de prolongado. El cumplimiento de los actos con prudencia, es decir, ni tan lento
que parezca inmovilidad ni tan expeditivo que se renuncie al cumplimiento de formalidades
indispensables, es la expresión adecuada de este principio. Esta es la economía de tiempo.
La economía degasto es la necesidad de que los costos del proceso no impidan que las partes hagan
efectivos todos sus derechos al interior de este. Lo expresado no obsta para reconocer que
un Estado pobre y con una fuerte dependencia externa -el caso de los países latinoamericanos, por
ejemplo-, no puede darse el lujo de tener una administración de justicia absolutamente gratuita. Sin
embargo, la economía procesal en este rubro debe tender a evitar que las desigualdades económicas que
presenta nuestra sociedad, sean lo suficientemente determinantes como para que quien se encuentre en
una condición inferior deba soportar las consecuencias procesales por dicho estado. La economía de
esfuerzo está referida a la posibilidad de concretar los fines del proceso evitando la realización de actos
que, aun' estando regulados, tienen la calidad de innecesarios para tal objetivo. De alguna manera, un
recuento de la evolución histórica del proceso nos enseña que esta ha consistido en
solventar métodos para lograr su simplificación, esa búsqueda es la llamada "economía de esfuerzo".
PODETTI define esta "economía de esfuerzo" al expresar: "Como economía de esfuerzo, este principio no
es menos importante y decisivo para la obtención de una buena justicia. La supresión de trámites
superfluos o redundantes, aminorando el trabajo de los jueces y auxiliares de la justicia y simplificando
cada proceso en particular, debe necesariamente incidir en forma decisiva sobre la buena justicia"34. El
Código Procesal Civil del Perú acoge también este principio.
2.7. PRINCIPIO DE CELERIDAD PROCESAL Así como la oralidad es la expresión material del principio
de inmediación, el principio de celeridad es la manifestación concreta del principio de economía procesal
por razón de tiempo que describimos anteriormente. El principio de celeridad procesal se expresa a través
de diversas instituciones del proceso como, por ejemplo, la perentoriedad o improrrogabilidad de los
plazos o en principioscomo el de impulso oficioso del proceso. Este principio se presenta en forma
diseminada a lo largo del proceso, por medio de normas impeditivas y sancionadoras a la dilación
innecesaria, así como a través de mecanismos que permiten el avance del proceso con prescindencia de
la actividad de las partes. El hecho trascendente e indiscutible es que una justicia tardía no es justicia.
Para ratificar esta concepción, el sistema publicístico busca proveer alas justiciables, a través de las
instituciones reguladas, de una justicia rápida. Si es buena o mala, esta calidad será responsabilidad de
todos sus protagonistas. La concreción del principio de celeridad procesal a través de otras instituciones
Procesales es el método regular de hacerla efectiva. Así lo expresa el mismo PODETTI: "(...) en tres
direcciones principales dentro del proceso actual, debe encaminarse la reforma que intente restablecer el
principio de celeridad. Ellas son: los plazos para la realización de actos procesales por las partes, el
régimen de la prueba y los plazos para que los jueces dicten resoluciones"35. Como en el caso de los
principios anteriores, el de celeridad procesal también está acogido en el Código Procesal Civil peruano
2.8. PRINCIPIO DE SOCIALIZACION DEL PROCESO Los postulados de la filosofía individualista de fines
del siglo XVIII inundaron todas las áreas del pensamiento durante el siglo XIX y, por efecto retardado y
reflejo, también influyeron en las ideas de las sociedades de este lado del mundo en pleno siglo XX. Esta
influencia abarca por cierto al derecho y, qué duda cabe, también al proceso civil. Así, la tesis de que los
derechos civiles eran derechos privados respecto de los cuales cada individuo -su titular- podía hacer lo
que quisiera con ellos tuvo especial significado para el proceso civil. De hecho determinó el auge de un
sistema procesal llamado privatístico -como ya se describió- consistente en el dominio absoluto que sobre
el desarrollo del proceso (su inicio, continuación, suspensión, conocimiento del material probatorio,
conclusión, etc.) tenían las partes. Como estas podían disponer con absoluta Libertad de sus derechos
civiles (privados), también podían disponer del proceso civil, que no era más que el conjunto de actos a
través de los cuales se discutía la vigencia de sus derechos. Lo expresado significa que el contenido
(derecho civil) le dio identidad al continente (proceso) y este pasó a ser un acto privado. Es innecesario un
mayor detalle sobre este sistema, dado que prácticamente todos los países latinoamericanos hemos sido
durante muchos años de este siglo sus herederos y hemos padecido todas las patologías que tal
imposición supone. Otra influencia de la filosofía individualista en el derecho estuvo dada por la tesis de la
"igualdad de las personas ante la ley". En el contexto de una estratificación social rígida, como la existente
en la Francia prerrevolucionaria que la nueva ideología pretendió abolir, tal postulado constituyó sin duda
una conquista social. Sin embargo, doscientos años más tarde, cuando a la estratificación social ya no se
le reconoce un origen divino o legal-aunque no por ello haya dejado de tener vigencia real, el citado
postulado deviene por lo menos en discutible. ¿Cuán positivo puede ser que en una sociedad la ley trate
por igual a todos, cuando la realidad nos demuestra que entre las personas de esa sociedad existen
profundas desigualdades por razones tales como la religión, el sexo, el antecedente étnico, el nivel de
instrucción, el estrato económico o social, para citar algunas variables?

Apreciemos un ejemplo. En un proceso civil privatístico la actuación de los medios probatorios tiene
un costo algunas veces excesivo para la mayoría de la comunidad que usa el servicio de justicia. En el
caso del medio probatorio llamado inspección judicial, resulta considerablemente oneroso para este gran
sector de la sociedad, desplazar a un juez y a un auxiliar al lugar de los hechos. En ese contexto, la
actuación de la inspección Judicial –imaginémosla esencial para la solución del conflicto en el
caso concreto-, depende de las posibilidades económicas del litigante. Sin embargo, dado que en
el sistema privatístico la participación del juez es casi nula, estas situaciones son totalmente ajenas a su
solución, aun cuando las llegue a conocer. Siendo así, es posible que la inspección judicial no se llegue a
actuar, con el consiguiente perjuicio para el interesado y para el servicio de justicia, en última y definitiva
instancia. Otro ejemplo: la estrategia procesal a utilizarse en una determinada asesoría judicial, depende
de la calidad técnica del abogado. Sin embargo, en sociedades de consumo como la nuestra, la calidad
técnica del abogado está proporcionalmente ligada a su pretensión por concepto de honorarios. Si un juez
advierte -dentro de un proceso adscrito a un sistema privatístico- que la estrategia ha fracasado por las
limitaciones del abogado, al punto que tal deficiencia va a producir un agravio irreparable tanto al
patrocinado como a la justicia –cuya realización es el fin de la función del juez-, no podrá hacer nada. A
pesar de su sentimiento y percepción de lo justo -nos referimos a esa mezcla de razón, voluntad y
sindéresis que articulan la decisión de un juez-, este tendrá que declarar una injusticia. El principio
de socialización -como expresión del sistema publicístico-, en cambio, no solo conduce al juez -director
del proceso- por el sendero que hace más asequible la oportunidad de expedir una decisión justa, sino
que lo faculta para impedir que la desigualdad en que las partes concurren al proceso sea un factor
determinante para que los actos procesales o la decisión final tengan una orientación que repugne
al valor justicia. Este es el principio de socialización del proceso. Tal vez en este principio más que en
ningún otro, aparezca en toda su importancia y trascendencia la concesión de facultades al juez para que
agudice su criterio reflexivo y conecte el derecho con la realidad. Por lo demás, es imposible describir una
casuística que delimite con precisión los márgenes del uso correcto del principio de socialización del
proceso. Sin embargo, una vez más, habrá que recordar que el destino del derecho depende más de lo
que ocurra en las cortes y juzgados, que de lo que el legislador (jurista) produzca en su escritorio. En
definitiva, el principio en estudio convierte la vieja tesis de la igualdad ante la ley en la igualdad de las
partes en el proceso. Sin embargo, no se crea que tal postulado es producto de los estudios
contemporáneos, en tod

Dirección judicial del proceso (artículo II del Titulo Preliminar C.P.C)


El maestro MONROY señala que: “El juez civil es el director del proceso, en tal
virtud, debe presidir las audiencias que se realicen en los procesos en que sea
competente, al hacerlo, no solo debe estar atento a las discusiones sobre la
pretensión resistida, sino además debe hacer suyo todo tipo de información
que se filtre en el iter de las audiencias. Entonces, coloca al juez civil como un
mero aplicador de la ley es reivindicar como actual una concepción de la
función puramente protocolar del juez, ya sepultada en la doctrina.”
Llamado también en la doctrina, Principio de Autoridad convierte al Juez en el
conductor del proceso, otorgándole atribuciones e imponiéndole deberes que
se encaminan al logro y alcance de los fines del proceso que conoce. Hay
quienes consideran que constituye un intermedio entre el juez dictador y el juez
espectador; que manifiesta la concepción publicística que tiene la normatividad
procesal vigente.
Al respecto, se ha señalado que: “Si bien es cierto que el artículo II del Título
Preliminar del Código Procesal Civil referido al principio de dirección e impulso
oficioso del proceso, privilegia su importancia desde la perspectiva de su
función pública, sin embargo, no es menos cierto, que este principio no
descarta la actividad procesal de las partes, dado que estas en ningún
momento dejan de ser las principales interesadas en lo que se resuelva,
constituyéndose de esta manera en las impulsadoras naturales del proceso,
cuya iniciativa deviene en indispensable no solo para solicitar al juez la
providencia que corresponda al estado del proceso sino también para
exponerle los hechos en que sustentan su petición.”
“El principio de dirección judicial del proceso delega en la figura de juez
constitucional el poder-deber de controlar razonablemente la actividad de las
partes, promoviendo la consecución de los fines del proceso de manera eficaz
y pronta.” (EXP N.º 2876-2005-HC/TC F.J. 23).
El principio de dirección judicial del proceso delega en la figura de juez
constitucional el poder-deber de controlar razonablemente la actividad de las
partes, promoviendo la consecución de los fines del proceso de manera eficaz
y pronta (FJ 23).
“El principio de dirección judicial del proceso se redimensiona en el proceso
constitucional, en la medida en que la jurisdicción constitucional no es simple
pacificadora de intereses de contenido y alcance subjetivos, sino del orden
público constitucional en conjunto. Con relación a la Constitución, la jurisdicción
constitucional no actúa ni puede actuar como un órgano neutro, sino, por el
contrario, como su principal promotor (EXP. N.º 0005-2005-CC/TC F.J. 4).
Gratuidad en la acción del demandante (artículo VIII del Titulo Preliminar
C.P.C);
El principio de gratuidad al que hace referencia el Código Procesal
Constitucional se encuentra regulado también en el artículo VIII del Titulo
Preliminar del Código Procesal Civil y es concordante con el artículo 24 de la
Ley Organiza del Poder Judicial, las cuales señalan que el servicio de justicia
es gratuito pero, respecto de la gratuidad establecida como principio existe aquí
una excepción que cabe la pena resaltar, pues esta gratuidad no es plena toda
vez que en los casos en los que la demanda resulte fundada o infundada se
impondrán los costos a la parte demandante o demandada según sea el caso,
ello se haya consagrado en los artículo 56 y 97 de nuestro Código Procesal
Constitucional, lo que constituye una limitación al principio señalado y
permitiendo de esta manera que las partes no puedan hacer uso indiscriminado
de todo el aparato judicial para llevar adelante un proceso que a las finales
resulte improcedente.
“El tribunal señala que el principio constitucional de la gratuidad del servicio de
justicia, prescrito en el artículo 139º, inciso 16, de la Carta Política, es una
garantía normativa que supone la exoneración de toda tasa judicial o carga
impositiva de algún tipo en aquellos casos que sea necesario la expedición de
copias de los actuados para la formación de cuadernos incidentales, de un
expediente tramitado en la vía penal, o en los que por la naturaleza del propio
derecho se solicita la expedición de copias certificadas.” (EXP. Nº 01812-2005-
HC/TC F.J. 2).
Igualmente se ha precisado al respecto que: “La gratuidad en el acceso a la
justicia o para interponer medios impugnatorios allí donde se encuentra
constitucional o legalmente previsto forma parte del derecho al debido proceso
y a la tutela jurisdiccional efectiva.” (EXP. N.º 1606-2004-AA/TC F.J. 4).
Economía,
Para nuestro Supremo Tribunal Constitucional“La exigencia de cumplir con las
formalidades que se exigen en el proceso constitucional sólo se justifica si con
ello se logra la mejor protección de los derechos fundamentales, de lo contrario
las formalidades deben adecuarse con el objetivo de que los fines de los
procesos se concreten debidamente. Todo esto en concordancia con los
principios de elasticidad y economía procesal.” (EXP. N.º 0266-2002-AA/TC
F.J. 7).
Inmediación (artículo V del Titulo Preliminar C.P.C)
Exige el contacto directo y personal del juez con las partes y con todo el
material del proceso. Deber de los jueces de asistir a las audiencias de prueba.
Las audiencias de posiciones serán tomadas personalmente por el Juez, bajo
sanción de nulidad. Así, lo establece el artículo V del Titulo Preliminar,
concuerda con el artículo 127° relativo a las actuaciones que dirige el Juez, el
202° relativo a la dirección de la audiencia de pruebas, siendo indelegables
bajo sanción de nulidad. En ese sentido este principio se refiere a: ”El
necesario contacto entre el Juez, las partes y las pruebas exige una proximidad
material y por tanto un desplazamiento del uno o de las otras de un lugar a
otro. Por lo común son las partes y las pruebas las que van hacia el juez; pero
esta no puede ser una regla fija; por ejemplo, si la prueba esta constituida por
una cosa inmueble toca a Mahoma ir a la montaña.” Se debe tener en cuenta
que se exceptúan las actuaciones procesales por comisión (exhorto).
Asimismo se señala que el Juez que inicia la audiencia de pruebas concluirá el
proceso, salvo que fuera promovido o separado. El Juez sustituto continuará el
proceso, pero puede ordenar, en resolución debidamente motivada, que se
repitan las audiencias, si lo considera indispensable (artículo 50ª in fine del
C.P.C.).
No esta demás poner en consideración lo señalado en sede judicial al respecto,
precisándose que: “En nuestro sistema se ha consagrado el principio de
inmediación como principio rector, y se le atribuye al juzgador la calidad de
director del proceso teniendo libertad para valorar las pruebas e indicios y la
facultad de apreciar el comportamiento procesal de las partes”.

PRINCIPIO DE DIRECCIÓN JUDICIAL DEL PROCESO EN EL CÓDIGO


ORGÁNICO INTEGRAL PENAL:
Art. 5.- Principios procesales.- El derecho al debido proceso penal, sin
perjuicio de otros establecidos en la Constitución de la República, los
instrumentos internacionales ratificados por el Estado u otras normas
jurídicas, se regirá por los siguientes principios:
14. Dirección judicial del proceso: la o el juzgador, de
conformidad con la ley, ejercerá la dirección del proceso, controlará las
actividades de las partes procesales y evitará dilaciones innecesarias.
En función de este principio, la o el juzgador podrá interrumpir a las partes
para solicitar aclaraciones, encauzar el debate y realizar las demás
acciones correctivas.
PRINCIPIO DE DIRECCIÓN JUDICIAL DEL PROCESO, EL SENTIDO DE
LOS ROLES DEL JUEZ PENAL
Este principio guarda relación con la norma constitucional consagrada
en el Art.75 de la Ley Suprema:

Art. 75.- [Derecho al acceso gratuito a la justicia].- Toda persona tiene


derecho al acceso gratuito a la justicia y a la tutela efectiva, imparcial y
expedita de sus derechos e intereses, con sujeción a los principios de
inmediación y celeridad; en ningún caso quedará en indefensión. El
incumplimiento de las resoluciones judiciales será sancionado por la ley.
También se puede considerar la relación de este principio con el
Art.23 del Código Orgánico de la Función Judicial:

Art. 23.- Principio de Tutela Judicial Efectiva de los derechos.- La


Función Judicial, por intermedio de las juezas y jueces, tiene el deber
fundamental de garantizar la tutela judicial efectiva de los derechos
declarados en la Constitución y en los instrumentos internacionales de
derechos humanos o establecidos en las leyes, cuando sean reclamados por
sus titulares o quienes invoquen esa calidad, cualquiera sea la materia, el
derecho o la garantía exigido. Deberán resolver siempre las pretensiones y
excepciones que hayan deducido los litigantes sobre la única base de la
Constitución, los instrumentos internacionales de derechos humanos, los
instrumentos internacionales ratificados por el Estado, la ley, y los méritos
del proceso.
La desestimación por vicios de forma únicamente podrá producirse cuando
los mismos hayan ocasionado nulidad insanable o provocado indefensión en
el proceso.
Para garantizar la tutela judicial efectiva de los derechos, y evitar que las
reclamaciones queden sin decisión sobre lo principal, por el reiterado
pronunciamiento de la falta de competencia de las juezas y jueces que
previnieron en el conocimiento en la situación permitida por la ley, las
juezas y jueces están obligados a dictar fallo sin que les sea permitido
excusarse o inhibirse por no corresponderles.
El Principio de DIRECCION JUDICIAL DEL PROCESO se refiere a
uno de los ROLES DEL JUEZ en el modelo acusatorio oral,
constituyéndose el Juez en la máxima autoridad para resguardar los
derechos fundamentales de las partes no solamente en la resolución
motivada que le corresponda tomar cuando administra justicia, sino
también fortaleciendo el ejercicio de sus funciones de tutela que toman
protagonismo principalmente en las audiencias, con asignación de
funciones de garantía específicas para que no sea a la vez juez y
parte.
En el Sistema Oral de nuestro país el Juez tiene una doble función, le
compete tanto la dirección de la causa como la resolución. En otras
legislaciones por desconfianza o por evitar sobrecargar de
atribuciones a los jueces, separan estos roles, dejando solo la carga
de control al Juez, mientras que la responsabilidad se le encarga a un
Jurado.

En este orden de ideas, es necesario puntualizar las distintas facetas


que asume un Juez en la administración de justicia penal:

JUEZ DE GARANTIAS:
El papel del Juez como JUEZ DE DIRECCIÓN o JUEZ DE
GARANTIAS, se orienta hacia la tutela de los derechos fundamentales
de quienes reciben la administración de justicia. La dirección se
enfoca en la custodia de las garantías al debido proceso de quienes
forman parte de la administración de justicia, de ahí que tenga la
denominación de JUEZ DE GARANTIAS PENALES.
JUEZ DE JUICIO:
Llamado también Juez de Sentencia o Juez de Conocimiento, cuando
en ejercicio de este rol le compete tomar la decisión, fallo o sentencia.
Este Juez en los casos de procedimientos especiales es unipersonal,
pero en el procedimiento ordinario siempre es un juez colegiado o
pluripersonal que conforma el Tribunal de Garantías Penales, tribuno
de primer nivel que tiene contacto directo con la prueba que se genera
en la principal audiencia del proceso penal, la llamada audiencia de
juicio o de juzgamiento.

JUEZ DE REVISION:
Denominado también Juez AD QUEM o Juez Superior, es el Juez de
Corte Provincial, cuyo ejercicio supone un nivel más elevado de
conocimiento y tratamiento del drama penal; puesto que, sin que tenga
contacto directo con la prueba debe realizar un control de calidad del
fallo impugnado analizando los errores in procedendo y los errores in
iudicando sobre la base de lo actuado por el Juez Inferior ya sea
unipersonal o pluripersonal conocido como en ese momento procesal
como JUEZ A QUO.

JUEZ CASACIONAL:
El Juez de Corte Nacional en su rol de Juez Casacional le compete un
elevado perfil de conocimiento jurídico para abordar su decisión
únicamente respecto a cargos que ataquen la Sentencia subida en
grado, este juez pluripersonal especializado no conoce nada de
prueba ni se pronuncia sobre ella a diferencia del Juez Ad quem.

JUEZ DE EJECUCION:
En nuestra legislación se conoce a este Juez como Juez de Garantías
Penitenciarias, también llamado en doctrina como Juez de Vigilancia.
En este rol el juez se encarga de la aplicación del Derecho Penal
Ejecutivo que en el Código Orgánico Integral Penal se desarrolla en el
Libro III. De manera general, vale decir, que entre sus funciones le
compete canalizar lo resuelto por los Jueces antes mencionados
cuando existe condena y tratar de ciertos beneficios legales que
rodean la pena.

Retomando el tema materia del análisis, el Principio de DIRECCION


JUDICIAL DEL PROCESO, determina TRES PRESUPUESTOS
NECESARIOS:

1.- Ejercer la dirección del proceso

2.- Control de las actividades de las partes procesales; y,

3.- Evitar dilaciones innecesarias

 EJERCER LA DIRECCION DEL PROCESO


La dirección del proceso implica autoridad, voz de mando, oratoria
forense, liderazgo, no puede entenderse un Juez sin estos atributos.
Esta dirección cuando el Juez es pluripersonal se encarga a uno de
los Jueces que hace de Juez Presidente y generalmente de Juez
Ponente.

Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone en lo


pertinente:

Art. 564.- Dirección de las audiencias.- Todas las audiencias previstas en


este Código se desarrollarán bajo la dirección de la o el juzgador, quien
actuará de acuerdo con las siguientes reglas:…
 CONTROL DE LAS ACTIVIDADES DE LAS PARTES PROCESALES
Las partes procesales son antagónicas y por lo mismo en la litigación
generan fricción, esto es normal, por esa misma razón debe un sujeto
imparcial como es el Juez, velar por que este comportamiento
procesal se ajuste al marco normativo. Debiendo considerase que
como en toda esfera de relación, entre menos control ejerza el Juez,
más comportamiento dominante asumirán las partes procesales.
Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone en lo
conducente:

Art. 564.- Dirección de las audiencias.- Todas las audiencias previstas en


este Código se desarrollarán bajo la dirección de la o el juzgador, quien
actuará de acuerdo con las siguientes reglas:
…1. Controlar la actividad de los sujetos y demás partes procesales y
planificar el tiempo, en función del objetivo y de los requerimientos del caso,
la audiencia y la duración del proceso.
 EVITAR DILACIONES INNECESARIAS
Todo lo que dilata innecesariamente la causa genera distracción del
propósito principal que ocupa al proceso. El comportamiento procesal
que asumen las partes debe ser regulado también por el Juez a
sabiendas que el derecho penal es de doble vía, custodia tanto el
derecho a la defensa de la víctima como el derecho a la legítima
defensa del encartado. Sobre estos contrapesos deberá el Juez
decidir si la dilatación es necesaria o innecesaria, sumado a que se
sobreentiende el sometimiento que las partes procesales deben tener
al Principio de Buena Fe y Lealtad Procesal.

Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone en lo


pertinente:

Art. 564.- Dirección de las audiencias.- Todas las audiencias previstas en


este Código se desarrollarán bajo la dirección de la o el juzgador, quien
actuará de acuerdo con las siguientes reglas:
…2. Evitar las dilaciones o intervenciones repetitivas e impertinentes, podrá
interrumpir a las partes para solicitar aclaraciones o dirigir el debate.
…4. Todas las decisiones deberán adoptarse en la misma audiencia.
Al respecto el Código Orgánico de la Función Judicial, dispone en lo
pertinente:

Art. 26.- Principio de Buena Fe y Lealtad Procesal.- En los procesos


judiciales las juezas y jueces exigirán a las partes y a sus abogadas o
abogados que observen una conducta de respeto recíproco e intervención
ética, teniendo el deber de actuar con buena fe y lealtad. Se sancionará
especialmente la prueba deformada, todo modo de abuso del derecho, el
empleo de artimañas y procedimientos de mala fe para retardar
indebidamente el progreso de la litis.
La parte procesal y su defensora o defensor que indujeren a engaño al
juzgador serán sancionados de conformidad con la ley.
Asimismo, las atribuciones adicionales que genera para el Juez este
Principio de DIRECCION JUDICIAL DEL PROCESO, son:

1. INTERRUMPIR A LAS PARTES PARA SOLICITAR ACLARACIONES


Esta facultad permite al Juez despejar dudas respecto a puntos
concretos de la Litis, hasta ahí tiene sentido este permisividad legal,
mas, cuando estas aclaraciones se las requiere directamente del Juez
a un testigo enfocando esta potestad en el marco de la fase probatoria
de la audiencia, considero que se vulnera el principio dispositivo, ya
que con cualquier aclaración que requiera el Juez a un testigo,
beneficia o afecta gratuitamente a cualquiera de las partes procesales.

Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone en lo


pertinente:

Art. 564.- Dirección de las audiencias.- Todas las audiencias previstas en


este Código se desarrollarán bajo la dirección de la o el juzgador, quien
actuará de acuerdo con las siguientes reglas:
…3. Tanto las intervenciones como las decisiones deben ir en lenguaje
comprensible, claro, concreto e inteligible.
2. ENCAUZAR EL DEBATE
Cada debate penal demanda un propósito específico y se realiza con
un tiempo limitado por el mismo Juez; siendo apenas lógico que las
partes procesales aprovechen el corto lapso que se concede para la
exposición, sin distraer al Juez con información innecesaria o ajena a
la discusión de la contienda judicial.
En este mismo orden de ideas, sobre la base de esta atribución el
Juez delimita el tiempo de las exposiciones o intervenciones,
acordando previamente con las partes un lapso prudencial que
dependiendo del caso puede ser de 10, 15, 20, 30 minutos, rango
temporal que en todo caso podrá ampliarse por uno adicional de ser
necesario para brindar todas las condiciones necesarias que la
defensa amerite.

Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone en lo


conducente:

Art. 564.- Dirección de las audiencias.- Todas las audiencias previstas en


este Código se desarrollarán bajo la dirección de la o el juzgador, quien
actuará de acuerdo con las siguientes reglas:
…1. Controlar la actividad de los sujetos y demás partes procesales y
planificar el tiempo, en función del objetivo y de los requerimientos del caso,
la audiencia y la duración del proceso.
3. REALIZAR LAS DEMÁS ACCIONES CORRECTIVAS.
El Juez tiene atribución disciplinaria en la causa y especialmente en la
audiencia, no solo para regular el comportamiento de las partes
procesales, sino de todos los que se encuentran en el recinto judicial.
Esta facultad supone además que las partes procesales estén atentas
a todo detalle de lo que ocurre en la audiencia para exigir en su
momento que el Juez corrija todo aquello que irrita el normal
desenvolvimiento procesal.

Al respecto el Código Orgánico Integral Penal, dispone:

Art. 566.- Medidas de restricción.- La o el juzgador podrá ordenar a


petición de parte, una o más de las siguientes medidas de restricción:
1. Audiencias cerradas al público y a la prensa, en los casos previstos en
este Código.
2. Imposición a los sujetos procesales y a toda persona que acuda a la
audiencia, del deber de guardar reserva sobre lo que ven, oyen o
perciben.
3. Reserva de identidad sobre datos personales de los sujetos procesales,
terceros o de otros participantes en el proceso.
4. Quien solicite la medida deberá explicar las razones de su petición
ante la o el juzgador, quien decidirá sobre su procedencia en la misma
audiencia.
Finalmente, es necesario dejar constancia que este PRINCIPIO DE
DIRECCION JUDICIAL DEL PROCESO, no puede usarse y abusarse
como patente de corso por los jueces en perjuicio de las partes.
Debemos entender que el Juez por más juez que sea, teóricamente no
tiene ningún nivel ni divinidad superior a los defensores de la
acusación o de la defensa.

De tal suerte que, si el JUEZ tiene la dirección judicial del proceso, el


Juez controla a las partes, cuando el Juez denota abuso o prepotencia
en perjuicio de una de las partes, en estos caso la parte perjudicada
tiene la posibilidad inmediata de impugnar la intervención del Juez
sobre la base de lo dispuesto en los Arts.571 y 572 del Código
Orgánico Integral Penal; sin perjuicio, de las facultades de supervisión
de la actuación jurisdiccional.

Al respecto, el Código Orgánico de la Función Judicial, dispone:

Art. 124.- Facultad de supervisión de la actuación jurisdiccional.- El


juez que conozca de una causa, en virtud de la interposición de un recurso,
está obligado a revisar si las servidoras y servidores de la Función Judicial
observaron los plazos y leyes que norman la tramitación y conclusión de los
procesos, y de ser el caso comunicar al Consejo de la Judicatura, a fin de que
ejerza el correspondiente control disciplinario en caso de que advierta que
ha habido violación del ordenamiento jurídico.
En ningún caso los tribunales, juezas o jueces podrán asumir atribuciones
sancionadoras, invadiendo el campo de atribuciones del Consejo de la
Judicatura.

La impulsión de oficio en el proceso civil peruano no


sustituye a la impulsión de las partes (página 2)
Enviado por JORGE ISAAC TORRES MANRIQUE

Partes: 1, 2

Tercero.- Que, en ese sentido, cuando el artículo segundo del título preliminar del
acotado Código Procesal refiere, que solo se exceptúan del impulso de oficio los casos expresamente
señalados en la ley, como. Por ejemplo sucede en los procesos por divorcio, nulidad
de matrimonio y responsabilidad civil, ello no significa que en los demás casos las demás partes no deban
tener ninguna participación activa, pues aquellas les está concediendo el derecho, el deber y, en su caso,
la carga de impulsar el proceso, procurando su avance no solo de una etapa procesal a otra sino también
de una instancia a otra, de ser el caso; por ello cuando las partes no activan o prosiguen con el trámite del
proceso, paralizado por un tiempo prolongado, es porque debe presumirse que no tiene ya interés en su
prosecución y terminación;
Cuarto.- Que, en autos se encuentra acreditado que el último acto procesal del Juez lo constituía la
resolución número siete – dos mil cinco, obrante a fojas noventiuno, su fecha trece de abril del dos mil
cinco, que dispuso agregar a los autos. El escrito presentado por el demandante, en el que se limitaba a
reiterar los argumentos de su demanda, resolución que fue notificada al actor el veintiuno de abril de ese
año, según cargo que obra a fojas noventitres. Desde esta ultima fecha, hasta el veintiuno de agosto del
dos mil cinco, en que se cumplía cuatro meses, no se produjo ningún acto de impulso procesal siendo que
recién el veintiséis de agosto, el demandante presenta un escrito solicitando se señale día y hora para la
realización de la audiencia de saneamiento y conciliación, pedido que es atendido mediante resolución
número ocho – dos mil cinco del dos de setiembre del dos mil cinco, en el que además se resuelve
declarar rebelde al codemandado Juan Carlos Subia Pinto;
Quinto.- Que, al tomar conocimiento de la reclusión número ocho – dos mil cinco, la codemandada Caja
Municipal de ahorro y Crédito de Arequipa, solicito se declare el abandono del proceso, pues al fecha en
que el demandante presentó la solicitud para que señale día y hora para la audiencia de saneamiento y
conciliación, ya había transcurrido cuatro meses desde la última actuación procesal. En merito a esta
solicitud, mediante resolución número nueve – dos mil cinco, el Juez de la causa declaro el abandono del
proceso, así como la nulidad de la resolución número ocho – dos mil cinco. Esta decisión fue apelada por
el actor y confirmada por la Sala Superior, no solo porque, en efecto, no ha mediado impulso de parte en
el proceso, sino que tampoco aparece de los actuados que haya estado pendiente alguna actuación
exclusiva e imputable al órgano jurisdiccional, tanto más si la relación numero ocho- dos mil cinco– señala
el Colegiado Superior–no tenía razón de ser, pues no existía decretado ningún apercibimiento de rebeldía
contra el codemandado Juan Carlos Subia Pinto para que pudiera imputarse al acto como obligación del
juzgado;
Sexto.- Que, el artículo cuatrocientos cincuentiocho del Código Procesal Civil dispone que, si transcurrido
el plazo para contestar la demanda, el demandado no lo hace, se le declarara rebelde; como puede
advertirse, dicha norma no establece expresamente que el Juez deba declarar la rebeldía de oficio sino
que se limita a señalar un presupuesto para la declaración de rebeldía, como es la falta de contestación
de la demanda. La verificación del estado del proceso para la declaración de rebeldía no puede ser
imputada únicamente al Juez, sino que corresponde ser incoado también a la parte interesada, a cuyo
merito e interés se ha iniciado y viene tramitando la causa para dar solución a sus pretensiones; en
consecuencia, junto al deber de impulso oficial corre el deber de impulso a instancia de las partes y
particularmente en este ultimo la carga procesal del demandante de impulsar la evolución del proceso a
través de sus diversas y sucesivas etapas; siendo esto así, no corresponde aplicar lo dispuesto en el
inciso quinto del articulo trescientos cincuenta del Código Procesal citado, desde que el A que no le puede
ser imputada la falta de expedición de la resolución que declare la rebeldía, pues correspondía a la parte
interesada coadyuvar en la preclusión de las etapas procesales,
Sétimo.- Que, en ese sentido, advirtiéndose que hasta el veintiuno de agosto del dos mil cinco (en que se
cumplían los cuatro meses establecido en el articulo trescientos cuarentiseis del Código Procesal Civil),
no se produjo ningún acto de impulso procesal por parte del demandante, ni existía ninguna actuación
exclusiva y pendiente por parte del órgano jurisdiccional; se concluye que el auto que declara la nulidad
(de oficio) de la resolución número ocho– dos mil y el subsecuente abandono de la causa, se encuentra
arreglado a lo actuado y a derecho; en consecuencia, al no verificarse la causal de contravención al
debido proceso, debe desestimarse el recurso interpuesto y procedes conforme a lo regulado en el
articulo trescientos noventisiete del Código Procesal Civil;
RESOLUCION: Declararon INFUNDADO el recurso de casación interpuesto por José Rodríguez Pinto
mediante escrito de fojas ciento sesentinueve, subsanado a fojas ciento noventiseis; en
consecuencia, NO CASARON el auto de vista de fojas ciento cincuentinueve, su fecha veinticuatro de
noviembre del dos mil seis; CONDENARON al recurrente al pago de las costas y costos originados por la
tramitación del presente recurso, y al pago de la multa ascendente a dos Unidades de Referencia
Procesal; DISPUSIERON se publique la presente resolución en el Diario Oficial El Peruano; en los
seguidos por José Rodríguez Pinto contra Caja Municipal de Ahorro y Crédito de Arequipa y otros; sobre
tercería preferente de pago; y los devolvieron; interviniendo como Vocal Ponente el señor Ticona
Postigo.- SS. TICONA POSTIGO, SOLIS ESPINOZA, PALOMINO GARCIA, CASTAÑEDA SERRANO,
MIRANDA MOLINA C-2777022-39
II. NOTAS PRELIMINARES.-
El derecho procesal pionero o inicial, al que denominamos derecho procesal madre, dado cuenta que a él
deben su existencia los derechos procesales de las distintas ramas del derecho, tuvo su aparición u
orígen en el Clásico y Bajo Imperio romano.
Por otro lado, es imperativo destacar que con gran acierto el gran jurista Hugo Alsina[1]denota que el
proceso es un organismo muerto, inerte, sin vida propia, que avanza al tiempo construyéndose en virtud a
los actos de procedimiento (el profesor Adolfo Alvarado Velloso, emplea el término serie
procedimental[2]que ejecutan las partes y el juez; y que esa fuerza externa que lo mueve o que le
proporciona existencia: vida; se denomina impulso procesal.
En el mundo del derecho procesal civil[3]se reconocen mayoritariamente dos sistemas procesales, i)
el dispositivo, acusatorio o garantista (dominio del proceso por las partes), e ii) inquisitivo[4]judicial o
decisionista (dominio del proceso por el órgano jurisdiccional). Sin embargo, tenemos que el derecho
procesal civil peruano presenta un carácter o naturaleza dual o mixta.
En ese orden de ideas, el derecho procesal civil peruano, al ser conteste con el
perjudicial sistema procesal decisionista (que se caracteriza por ejemplo, por facultar al
magistrado poder legalmente -más no legítimamente- solicitar prueba de oficio), permite también el actuar
jurisdiccional en el proceso civil, impulsándolo. Consecuentemente, el mismo se constituye en
la antítesis de la corriente jurídico procesal garantista.
III. MODALIDADES DEL PRINCIPIO DE IMPULSO PROCESAL.-
Acerca del impulso procesal, el maestro Eduardo J, Couture, explica: "Se denomina impulso procesal al
fenómeno por virtud del cual se asegura la continuidad de los actos procesales y su dirección hacia el
fallo definitivo"[5].
El impulso procesal o impulso en el proceso (a nivel amplio o general) posee una naturaleza muy
importante como insoslayable, el mismo que procura (a través de una disposición judicial, legal, o de una
petición de la parte) un avance, desarrollo o evolución normal del proceso, logrando se arribe a la
siguiente etapa o circunstancia procesal, en beneficio de las partes.
Lo señalado cobra mayor sentido, si tomamos en cuenta que desde el punto de vista lógico y coherente,
un proceso es (o debe ser) iniciado para que atravesando sus instancias y etapas (por economía procesal
y con el único propósito de dilucidar debidamente el mismo), arribe a una pronta finalización del mismo,
ya sea a través de cualquiera de las formas de conclusión del proceso que estipula el código procesal
civil peruano.
Empero, es preciso agregar que una vez utilizado y conseguido efectivizar dicho impulso en el proceso,
queda culminada la etapa anterior. En iguales términos se expresa Luís Ribó Durand: "Con este acto de
impulso, el procedimiento avanza, quedando extinguida la situación anterior. Por tanto, los derecho y
deberes que hubieran podido ejercitarse y no lo fueron, se consideran abandonados; este efecto del
impulso procesal se denomina preclusión".[6]
Al ser debidamente aplicado por el juez (en casos iniciados por las partes o de oficio), este principio,
conocido también como de Autoridad (a través del Juez natural), es el responsable para que el proceso
no se vea dilatado, desnaturalizándose y por ende, evitando se perjudique a las partes o en su caso, a
una de ellas.
Sin embargo, es necesario dejar constancia que este deber de ayudar de oficio a que el proceso no
continúe estancado, no es únicamente atribuible al Juez (official expedite procedural), sino también a las
partes, en tanto el mismo no cumpla con lo propio. Así también lo entiende el profesor Hernando Devis
Echandía.[7]
Por si dicha dualidad no fuese suficiente, Hugo Alsina, explica la naturaleza trifronte del impulso procesal.
Así, señala tres modalidades del mismo: i) de las partes (dispositivo), ii) del órgano jurisdiccional (judicial o
de oficio) y iii) de la ley (legal).
En tal sentido, advertimos que entre el impulso procesal en general, y el impulso dispositivo, judicial y
legal, existe una relación de género y especie.
Lo prescrito en el Código Procesal Civil peruano, es conteste con lo afirmado por Alsina, verbigracia: i)
respecto de la primera modalidad -de las partes-, tenemos el Art. IV de su Título Preliminar, Art. 480 in
fine y Art. 509 in fine, ii) en referencia a la segunda modalidad- del órgano jurisdiccional-, apreciamos el
Art. II de su Título Preliminar, y iii) finalmente, referente a la tercera modalidad -legal-, señalamos el Art.
III, también de su Título Preliminar).
Por otro lado, dejamos constancia que el impulso procesal de las partes o dispositivo se manifiesta
cuando las mismas inician el proceso civil (invocando interés y legitimidad para obrar, salvo que se trate
del Ministerio Público (Art. 583 del C.P.C. peruano), procurador oficioso (Art. 81 del C.P.C. peruano) y
quien asuma la defensa de intereses difusos (Art. 82 del C.P.C. peruano), habida cuenta que el juez no lo
puede hacer, aunque pretenda ampararse en el impulso procesal de oficio

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