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1 Destino predeterminado.
Esta es una de las enseñanzas básicas del estoicismo, y por ello también
de Epicteto. El ser humano no es libre, sino que su existencia está
predeterminada. Nacemos y morimos bajo un plan divino que no
podemos cambiar. Por ello, nuestro filósofo determina que no tiene
sentido que sintamos preocupaciones, angustias o frustraciones, puesto
que todo lo que nos ocurre, todo lo que acontece, no puede ser de otro
modo. Como si de un viaje en tren se tratara, nuestra vida discurre por
una senda marcada de antemano, de modo que nuestra libertad de acción
no ha de centrarse en buscar tal o cual fin específico, sino en aceptar las
reglas del juego y tratar, sencillamente, de vivir lo más cerca posible de
nuestra propia naturaleza.
4 Imperturbabilidad.
No debemos celebrar nuestros logros ni llorar nuestras pérdidas, pues
ambos son parte de lo que el destino ha trazado para nosotros.
Nunca digas respecto a nada: lo he perdido. piensa: lo he devuelto
Básicamente lo que nos pide Epicteto es que no cedamos el control de
nuestra vida a nuestras emociones, que no son parte de un
comportamiento basado en la razón. El sabio se conoce a sí mismo, su
propia naturaleza, sus fortalezas y debilidades. Por ello, no cede ante la
irracionalidad de las pasiones, ya sean estas de alegría, tristeza, orgullo,
etc. Al contrario, acepta lo que ocurre como parte del plan divino al que
está sometido y se pliega a este. Un perro que pasea con una correa tiene
dos opciones: luchar por liberarse y marcar el paso, o dejarse guiar por su
amo, que le dirige y vela por él. Epicteto nos anima a vivir del mismo
modo.
5 Razón ante todo.
Los estoicos respetaban ante todo la razón, despreciando la irracionalidad
y la representación de esta: las pasiones. Puesto que la racionalidad es la
característica básica de la naturaleza del ser humano, es conforme a ella
que hemos de vivir, repudiando todo aquello que no sigue su senda.
El sabio ha de tener dominio absoluto de sus pasiones y mantenerse
imperturbable ante cualquier suceso. Sabe que el control de las mismas es
la base de su tranquilidad de espíritu, de manera que pone todo su
esfuerzo en vivir con la herramienta con que para ello se le ha dotado: la
racionalidad.
6 Mirada al interior.
Epicteto, como estoico que es, no presta atención a lo que sucede en el
mundo, en el exterior. ¿Por qué? Por la simple razón de que sabe que no
tiene control alguno sobre lo que en este acontece. Sólo presta atención a
lo que depende de sí mismo: sus pensamientos y sus acciones. El ideal
estoico es un hombre vuelto hacía sí mismo que encuentra la paz en su
interior. De este modo, trata de conocerse, de analizarse, de comprender
por qué es como es. Busca aumentar sus virtudes y vencer sus vicios,
esforzándose día tras día para mejorar y acercarse al ideal del sabio.
7 Libertad.
Todo esto que venimos diciendo no tiene otro fin que el más ansiado
objetivo de la filosofía estoica: la libertad. Epicteto, lo mismo que Séneca,
Zenón o Marco Aurelio, persigue lo que él considera la esencia de quien es
verdaderamente libre, que no es otra cosa que el total control y
conocimiento de sí mismo. Nada puede dañarle o hacerle perder su
imperturbabilidad, nada puede afectarle emocionalmente, ningún deseo
tiene que pueda ser insatisfecho. De este modo, impasible ante los
accidentes de la vida, el sabio estoico es plenamente libre, pues nadie más
que él está al mando de su alma.
Epicteto persigue lo que él considera la esencia de quien es
verdaderamente libre: el total control y conocimiento de sí mismo.
8 Confianza en los sentidos.
Los estoicos seguían la teoría aristotélica de que nuestro conocimiento
nos llega a través de los sentidos -nuestra experiencia sensible-, cuya
información pasa más tarde a ser analizada y abstraída por nuestra razón
(como ya hemos dicho, la herramienta principal con la que cuenta el ser
humano para vivir en el mundo), sacando entonces conclusiones
generales.
Marco Aurelio, el “emperador filósofo” que tomó muchas ideas de Epicteto. Gobernó
el Imperio romano desde el año 161 hasta el año de su muerte, en 180 (Busto de
Marco Aurelio. Museo Metropolitano).
9 Dios.
Epicteto defiende la idea de una o varias divinidades, superiores a los
humanos, que se encargan de regir nuestros destinos y organizar las leyes
que gobiernan la naturaleza. Así, el ser humano nunca está solo, pues vive
conforme al plan que Dios ha establecido para él. Esta visión de la
divinidad de los estoicos tuvo una fácil reinterpretación por la mayoría de
las religiones, que adaptaron a ese “guía” que marca nuestro destino y
nuestra naturaleza a sus respectivas divinidades.
Para los estoicos, es irrelevante qué Dios es el que está guiando nuestros
pasos, sino el hecho de que sea así. Llamémoslo Dios, ley natural, logos,
Tao, karma… No importa. Sólo hemos de aceptar la idea de que nuestra
vida no depende exclusivamente de nosotros y que, por ello, la misma
nunca podrá plegarse totalmente a lo que queremos. Por eso, lo mejor es
permitirla fluir y dejarnos llevar por ella, anulando nuestras expectativas y
confiando en el buen hacer de quien ha fijado nuestro rumbo.
10 Naturaleza.
En esencia, toda la filosofía estoica se basa en vivir comulgando con las
leyes establecidas por la naturaleza. Por ello, hemos de vivir
racionalmente y confiando en el plan que se ha establecido para nosotros.
Sólo así el ser humano puede lograr vivir una buena vida. No una llena de
placeres y desenfrenos, sino una vida feliz, ausente de dolor y
caracterizada por la tranquilidad.
Palabra de Epicteto
–”Sólo el hombre culto es libre”
–”La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada,
pues consiste en ser libre”
–”No se llega a campeón sin sudar”
–”La prudencia es el más excelso de todos los bienes”
–”No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien
que se produzcan tal como se producen y serás más feliz”
–”Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios”
–”Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino
aquello que depende de ti”.