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Lo que viene después 1

Santiago Llach

(Publicado en la revista Pampa, Buenos Aires, septiembre de 2010)

Muchos, tantos que ya perdimos la cuenta, se preguntaron qué iba a pasar con los años
noventa.

¿Qué es un poema político? Es, suponemos, una pieza que hace experimentos con el
lenguaje y postula una metodología para organizar las percepciones que construyen la fe
en el afuera, al mismo tiempo que produce una reflexión respecto de los medios de vida
del niño que lleva a cabo el engendro. Desde un punto de vista clasista, el arte es hoy una
materia pendiente de los estratos llamados medios. Sería demasiado ortodoxo establecer
que el arte entra unívocamente en la serie de la demasiada información alienante.
Preferimos, de manera más clasicista (manando en el justo medio entre el marxismo a la
violeta y el humanismo posjudeocatólico con manchas originarias donde se yergue
nuestro credo progresista), creer que el arte abre las puertas de la percepción y repara,
aun inútilmente, pero sí finalmente, también, las cisuras de clase. No es posible ser rígido,
ni menos guiarse por criterios abandonados, tales como el de la calidad literaria. Pero
parte del efecto de lectura que nos cautiva, además de surtirse de la gracia verbal, parte
de la autorreflexión radical: la revisión biográfica del mal en que consiste nuestra belleza.
De ahí, de esa fe que da el paso por el río oscuro, por el Leteo del ánimo, surgen los
colores y las formas que informarán a la comunidad que viene. (Y es por eso que también,
en otra versión extrema, un poema político es el discurso del personaje de Chaplin en El
gran dictador)

Veamos qué pasa con tres personas que empiezan a publicar poesía en los años en que
la desigualdad se mide a través de la brecha digital. Son hijos de las grandes ficciones
peronistas posteriores al Padre Perón: de niños, las viejas dicotomías haciéndose puré en
cuotas durante el menemismo; de jóvenes, las viejas dicotomías haciendo de máscara de
los subsidios a los servicios públicos durante el kirchnerismo. Son hijos del largo empate
hegemónico entre la eficiencia y la justicia sobre el que se encarama el lobby
clasemediero. Y desde ahí vertebran sus horóscopos políticos, sus visiones del futuro. En
los laboratorios sensibles de ese otro yo que es nuestra máquina personal, escuchan las
fantasmagorías de las tribus nuevas, las nuevas utopías.

Abandonados por la vieja comunidad del papel que tejía los beneficios de la Cultura,
fundan, incluso a pesar de sí mismos, una literatura de una índole distinta. Son los
primeros bárbaros: ensayan un estilo mientras una civilización derrapa. Se preguntan,
sobre todo, qué significa leer. Leer, quizás, es vivir en la insuficiencia de las explicaciones.
*

¿Un poema político es uno que trabaja la repetición, la variación, la cópula, la carencia de
marcas personales en el verbo, los traumas pedagógicos asociados a las familias de
ideas sugeridas por las palabras consigna y militar? Veamos.

El lunes 5 de julio de 2010, a las 7:52 A.M., Carlos Gradín (1980) publica una entrada en
su blog (Diario de un viaje a Misiones, donde firma como Charly Gr.). Su título es
peronismo (spam), y el contenido de la entrada es apenas un link:
www.peronismo.net46.net. En el link, fechado el 9.1.10, se puede leer el poema que lleva
el mismo título que la entrada del blog. Sobre un fondo verde oscuro, suena un tema de
tecno minimal (en el que menos es más: es un estilo de música electrónica que trabaja
con la repetición y a través de variaciones secuenciales y rítmicas más lentas). En la
pantalla, después de una cita a la Burroughs de Neal Stephenson, un escritor ligado
según Wikipedia a la ciencia ficción, al cyberpunk y al postcyberpunk, van apareciendo
textos con color de fuente blanco, como tecleados rápidamente, que postulan definiciones
atrabiliarias del peronismo encontradas en la basura de Google a través del recurso a la
comparación. Exemplum:

El peronismo es como un caballo brioso,


es como ese microorganismo
que acaban de descubrir,
que una vez muerto
resucita. El peronismo es como Zelig,
y en tren de metaforizar
el peronismo es como el aire
para las palomas. "Es como un río
en movimiento,
es el mismo río
y al mismo tiempo no es el mismo" (Carlos Corach).
"...es como el otoño, que aún envuelto en hojas secas,
viene cargado de semillas" (Leopoldo Marechal).

Así describe Gradín, en una entrevista en la que responde 25 preguntas, el modo de


composición del poema: “Hace bastante buscaba frases en Google para armar unos
poemas-collages y esa frase, ‘el peronismo es como’, daba buenos resultados. La animé
con el software de Linux de un programador italiano, Jaromil, que lo colgó en su página,
aunque sin mucho uso hasta ahora. ‘El radicalismo es como’ devolvía unos tres o cuatro
resultados, no muy brillantes.
Hay algo mágico en esa cantidad de textos acumulados y a disposición de cualquiera, a
través de un renglón que busca exactamente lo que uno le pide. Todavía no lo
entendimos del todo, me parece.”
Todavía no lo entendimos del todo: a quince años de las primeras publicaciones en
Internet de poemas para el campo intelectual argentino, peronismo (spam) es el primer
poema que de manera programática y relevante es producido para las nuevas
condiciones de lectura, y excluye, en la práctica, la posibilidad de leerlo en papel (gesto al
que, contradictoria y anacrónicamente, sometemos a los lectores de Pampa al solicitar su
publicación en este número). peronismo (spam) viene a expresar el entredicho en que han
sido colocadas las categorías de autor y lector y los criterios que regulan la propiedad
intelectual. Pero vertebra también una tradición al interior de la poesía del orden
democrático, de la que mencionaremos algunos casos cuyo vínculo con el poema de
Gradín merecería una atención más detallada. Acá, apenas nos detendremos en el uso
de la reiteración de ciertas modalidades emparentadas de un par de verbos.

El mismo día en que Gradín publicó la entrada en su blog, el general retirado Jorge Rafael
Videla declaraba en juicio que lo ocurrido en los años setenta había sido “una guerra
interna”, y libraba en ese sentido de responsabilidad a sus subordinados, que se habían
limitado a seguir sus órdenes. Un gesto, podría decirse, hidalgo. Político.

Tardíamente, en 1987, la editorial neorromántica Último Reino había publicado el libro


Alambres, de Néstor Perlongher, que contenía un poema que se hizo célebre,
“Cadáveres”. En él, así como Gradín somete a la palabra “peronismo” a una saturación
por repetición mediada por el enunciado clásico de la comparación (“X es como”),
Perlongher somete su “festival de ritmos y colores”, su decir “neobarroco bulímico,
explosivo y gay”,1 a la restricción de un modificador circunstancial de lugar (“en” + …),
sucedido por el verbo “haber” en su matiz impersonal conjugado en presente y la palabra
“cadáveres”, de este modo:

Bajo las matas


En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene


En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

“Cadáveres”, que ya ironizaba sobre la divina presencia de un Che Guevara tal vez
cocainómano, contenía numerosos recursos que serían usados por la poesía posterior,

1
Martín Prieto y Daniel García Helder, “Boceto Nº 2 para un... de la poesía argentina actual”, en N°
60 de la revista Punto de Vista (Bs. As., abril de 1998); en Jorge Fondebrider, Tres décadas de
poesía argentina (1976-2006), VV. AA., Libros del Rojas, Universidad Nacional de Buenos Aires,
2006; y en http://www.elinterpretador.net/32DanielGarciaHelder-MartinPrieto-BocetoN2.html
fuera de uno u otro palo: la desviación semántica, la rima interna, el desplazamiento
acentual, la chillonería maricona, el imaginario paraguayo, el lenguaje coloquial directo
(“la que hace años no ve una pija”) y las citas apenas disimuladas a los amigos (Manuel
Puig, Arturo Carrera)

Si trazáramos una parábola entre ese poema inicial del orden democrático escrito por
Perlongher en nombre de las minorías perseguidas (un canto que necesita reafirmar la
muerte y vestir a los hombres de señoritas anticuadas para avizorar lo nuevo) y este
poema firmado por Gradín en nombre de nadie, en nombre de la autoría anónima,
tendríamos, significativamente, las palabras cadáver y peronismo fundando un orden
político.

En la misma serie podemos colocar a Punctum, publicado en 1996 en la editorial realista


Libros de Tierra Firme. Estructurado como el zapping mental de un sujeto escindido, el
poema se ve surcado por personajes que (en el clima de ideas de los años noventa) libran
una guerra perdida. Si la estructura del poema es la deriva, el modo parco, bombista de
su lengua parece negar el desborde perlongheriano:

No hay, no va a haber, no hubo

no hubo, no, no hay, no va a haber

ni hubiese habido si; no hubo

no hay, no va a haber, no,

hubo, nunca, ni hay, ni puede

haber, no hay, ni debe haber

habido, no hay, no hubo,

ni va a haber errores de línea

en el cráneo, la curva perfecta

de los huesos frontales,

no hubo, no hay, mejor serie que Kojak,

ni máscara más concreta

que estas antiparras de soldador

para pasar la poda de la noche

neutra, no hubo, noche


neutra ni clara, no hay martillo

neutro ni pesado, no, que martille

agarrando el mango del martillo

para martillar con el martillo

la madera de los hechos, no hubo (…)

Un martillo a repetición para el “hay” impersonal. Hay/no hay/hubo/no hubo, y así.


Punctum repone, desde un lugar torcido por los hechos y por las palabras, la épica
montonera, una que al contrario de Perlongher se reivindicaba mayoritaria. En la línea
mediante la cual, más que interpretar, representa una cara del peronismo, Punctum puede
ser leído a través del poema de Gradín: el trayecto que va de la reivindicación
montonerista de los hijos mayores de la tejeduría de la guerra interna (Gambarotta nació
en 1969) a la adhesión al combo populista multiforme de sus hijos menores.

Un largo poema de Carlos Godoy (nacido en 1983, y por lo tanto contemporáneo de


Gradín), titulado Escolástica Peronista Ilustrada, convierte la palabra “peronismo” en
predicativo de un verbo copulativo (ser), conjugado, al igual que el impersonal de
Perlongher y el mismo copulativo de Gradín, en presente:

la historia
es peronista
como se viste tu mamá es peronista
igual como se viste tu hermana

pajearse antes de dormir


la siesta
o en el baño de la escuela
en una hora libre
pensando en la
novia de tu amigo
es peronista

espiar a tu mamá
mientras se cambia
es peronista

gorrear a la bruja
es peronista
En la changa del habla populachera, Godoy se traza a sí mismo como un heredero más
literal del gambarottismo noventero, aun corrigiendo mediante rizos de labia juvenilista
una condición de clase que, de todas formas, será a su vez corregida por la biografía:
todos estos poetas son, al final, más que peronistas, soldados fieles, sargentos cuando
más, de la industria cultural.

Otro poeta político, peronista y de los noventa (aunque nacido en 1924), Leónidas
Lamborghini, había publicado vía México, en 1980, otro libro donde se producían
maquinitas a repetición:

En el hospicio

Como el que va hablando


solo
por la calle
tratando de entenderse
la ciudad es su hospicio.
Como el que está
confesando
su angustia a otro
y ese otro
es él mismo
andando por la calle

la ciudad es su hospicio.

Como el que en Lamborghini, en/hay en Perlongher, no hubo/no hay en Gambarotta, el


peronismo es en Godoy: todavía no entendimos del todo, el peronismo es como.

Peronismo (net) es un poema basura (spam) y un poema que nunca termina (si uno deja
abierta la página de internet en que se aloja, vuelve a empezar). Como el cuadro que
Pedro Mairal imaginó en su novela Salvatierra, Gradín materializa la idea de una obra de
arte como una cadena que no sólo no termina sino que se repite al infinito, reponiendo de
algún modo la angustia de los beats y de los bits.

Retomando aquellas citas amistosamente gays de Perlongher, y leyendo el poema de


Gradín en el contexto de su “obra” (todo aquello que ha publicado en Internet), podemos
agregar provisoriamente (en un ensayo de crítica que nos proponemos profundizar en un
futuro), al intento de formular qué es un poema político, la idea de que un poema político
no es un género, sino un contenido que se expresa mediante el género “cartas a los
amigos”.
Internet, esa gran conversación, esa ciudad, ese hospicio donde Gradín produce el
montaje de su poema, recompone la vieja figura del poeta, esa que fue sometida a una
limpieza a través de bajativos antilíricos pero permaneció allá lejos, pastosa y psicótica;
Gradín la dota de otros requisitos: el know how en Javascript, software de Linux, música
electrónica, nociones de diseño gráfico y otros saberes de la era digital.

Los códigos de las orgas, los códigos de las teteras,2 los códigos de Java.

El 17 de junio de 2010, un cabo de la policía de Río Negro mató a Diego Bonefoi, un chico
de 15 años. Quince días después, el primero de julio, Mariano Blatt subió un texto a su
fotolog Rozando el palo (www.fotolog.com/funkydank) dedicado a Bonefoi, que se publica,
cortado en verso, en este número de Pampa. Arriba del texto, la foto de un chico lindo con
el torso desnudo desviaba, como es marca de la poesía de Blatt, el posible sentido de ese
poema que, siendo temáticamente político, lo es de un modo claramente nuevo: no está
atravesado por el denuncialismo maximalista propio de la imaginería setentista ni por la
violencia escindida de textos de los noventa como Punctum.

Veamos el modus (reponiendo la hipótesis: poema político es aquello que trabaja la


materialidad del modus de pancarta, carteles, banderas, banderas en tu corazón):

mataron a un pibe por la espalda en Bariloche

mataron a un pibe por la espalda en Bariloche

mataron a un pibe por la espalda en Bariloche

que se llamaba Diego Bonnefoi

que se llamaba Diego Bonnefoi

que se llamaba Diego Bonnefoi

pero la vida sigue igual

pero la vida sigue igual

pero la vida sigue igual

te compraste zapatillas nuevas

te compraste zapatillas nuevas

2
Baños públicos en los que personas del género masculino se miran y se tocan
mutuamente los miembros.
te compraste zapatillas nuevas

ese es un hecho de la realidad

ese es un hecho de la realidad

ese es un hecho de la realidad

a lo mejor algún día

a lo mejor algún día

a lo mejor algún día

Diego Bonnefoi vuelva en formato de música electrónica

Diego Bonnefoi vuelva en formato de música electrónica

Diego Bonnefoi vuelva en formato de música electrónica

Si los ritmos de publicación en papel hicieron que “Cadáveres” fuera casi un documento
de museo cuando era publicado en libro, las técnicas de publicación instantánea permiten
que el poema de Blatt circule a días del hecho que produjo la escritura. He ahí una tesis:
no se trata, lo nuevo, sólo de alienación informativa, de saturación y de basura. Si Gradín
(con Leónidas Lamborghini) encuentra un hecho poético productivo en la lectura de la
basura (el spam), una cierta reivindicación de la inocencia que se deduce de la poética de
Blatt (de los “hechos de la realidad”), sumada a las posibilidades la escritura, la
publicación y la lectura instantánea de un texto poético acerca de una noticia de
actualidad, nos hace pensar en una operación de lectura que viene anillada a las
tecnologías recientes: leer es acotar y guardar. Tanto, que la obra de arte, al contrario del
poema de Gradín que se repite y se repite, es sometida también a un proceso de rápida
eliminación… ¡debida a algo tan anticuado como la censura por contenidos sexualmente
explícitos! En efecto, la empresa propietaria de Fotolog eliminó varios fotologs de Blatt
con ese argumento. En ellos, Blatt había instaurado ese procedimiento que repone en su
fotolog reciente: fotos de hinchas de Argentinos Juniors en un caso, o de un jugador bello
del mismo club (Gastón Machín), en otro, seguidos de textos que proponían una lectura
“gay” (es decir, una lectura humanista) de la foto.

Da pudor pronunciar esa palabra que Blatt jamás menciona en sus textos, una palabra,
como dirían los antiguos estudiosos, hoy “massmediática”: la palabra gay. La crudeza, la
“naturalidad”, que al revés que antes es todo lo contrario de la puesta en escena de la
violencia, hace que en todo caso Blatt pueda preferir la palabra puto. O, para decirlo de
otra manera, podemos trazar una línea que va del “nunca en su vida vio una pija” de
Perlongher al “hoy chupé pija” que Blatt publicó en su cuenta de Twitter.
Muchos de los textos del fotolog de Blatt, y también los de sus poemas publicados en
libro, parecen consistir en copypastes de esas nuevas escrituras que pululan en la web, y
que están reformulando a pasos aceleradísimos la ortografía, la morfología y la sintaxis en
general de la lengua castellana.

vas a cerrar los ojos y vas a pensar

en el abrazo que te dio Ramo en el campo

y ahí zas vas a ver cómo el cuero te vuelve

para encarar cualquier cosa

lo más grande que te podés llevar

me dice Ramo

es la amistá y este abrazo re fuerte re loco

que te dio Ramoncito el pibe de rulos

que conociste en Santiago

Si Godoy repara en el sobreacting heterosexual que convierte a los jóvenes en viciosos


del habla come-eses, Blatt prefiere contarnos los mails de estos “pibitos”. Fotolog es, en
efecto, una fuente nutrida por el desarrollo de la sexualidad adolescente de millones de
jóvenes de clase media baja, en especial residentes en el interior del país. Pibitos y
pibitas.

En el poema de Bonefoi, la multiplicación por tres de cada verso remite a una lectura
electrónica, a un error de impresora por falta de tinta. La bala policial que atraviesa el
cuerpo del chico es repuesta, también, por miles de chicos como él que bailan electrónica.
Acá, al revés que en Gambarotta o en Godoy o en Perlongher, ya no es necesaria la
sobreactuación. La lírica ha muerto.

Rohmer en La Paternal: los procedimientos de Blatt remiten enseguida a los


procedimientos de la cumbia digital: a través del mashup (pasar dos canciones al mismo
tiempo), la mezcla y las versiones, ya viejos procedimientos de un arte mucho más vivo
(este es un llamado a los escritores a que vengan a tomar al after después del entierro de
la literatura), producen, como miembros “sensibles” de las clases medias, una lectura de
los fenómenos populares:

Pido una Coquita de vidrio

me la dan
y me siento en el pasabobos a tomar Coquita de vidrio

con mi amigo Pocavida.

Le digo eh Pocavida tanto tiempo

qué hacés acá

vení a tomar una Coquita de vidrio conmigo al pasabobos.

Y así fue.

Nos ponemos al día

él se pone mi shorcito blanco de All Boys

yo me pongo su shorcito negro del Necaxa

y cada uno sigue pues por su rumbo

En fin. No queremos formular una teoría, porque no hay teoría. Hay narrativas que nos
proporcionan elementos para comprender la insuficiencia. Juramos nunca más afiliarnos a
ninguna religión que no sea la de la mezcla. Si alguna vez aplaudimos la sátira o la
reproducimos, es sólo porque gustamos sobreactuar la incerteza.

La literatura no es tan complicada. Si fuéramos ortodoncistas de la blableta del conflicto a


la Chantal Mouffé, necesitaríamos urgente un chicle Bazooka. Los horóscopos políticos
que venimos leyendo carecen de odio, algo que una vez creímos virtud. Sea, son fruto de
una conspiración subsidiada. Mas los gritan los cantores de la tierra. Esto que dicen viene
de la bestia del inconsciente, de los kilómetros de recorrida juvenil por las rutas de
Guevara. Ellos hablan por boca de la Pachamama electrónica, la Pachamama que se
venga con forma de pibes chorros y travestis de la infamia blanca, pero no viene a traer la
peste: su estrategia a lo bonzo es un recurso retórico, la Tierra quiere recuperar el
equilibrio. La propiedad intelectual es un robo, y la única pregunta para la que hay
respuesta es en qué lugar robás vos, de qué manera.

Es notorio como se adscribe, en lo que venimos leyendo, a la tradición benemérita de la


misoginia, a la que hemos adherido desde acá al no mentar a ninguna escriba (aunque
craneamos ya los dos próximos capítulos de esta epístola: formular una inédita sinergia
de los dos libros que mejor leyeron la ciudad en la década que terminó –Las teorías
salvajes de Pola Oloixarac y The Palermo Manifesto de Esteban Schmidt—y auscultar el
corazón sonoro de la poesía de Paula Peyseré, Lola Javiera y Paola Astrid Dioli).
En este texto se ha mencionado a exagerados del acting hetero y a propaladores del
acting homo, viejos héroes de las guturales y las líquidas como Gambarotta y Perlongher.
No se ha nombrado a mujeres ni tampoco aparecen salvo para caracterizarlas como tías
de gorreo. Incluso demócratas de la sexualidad sensible como Gradín y Blatt prefieren a
Marechal o al áureo efebito de la motito. Este exceso habla de la vigencia de un estatuto
que sin embargo anuncia en clarín su retirada. Por pereza, no nos hemos adentrado en
los textos de las leyes de sanción reciente llamadas del matrimonio igualitario y de
medios; tampoco en el fallo de la Corte Suprema argentina que despenaliza el consumo
de marihuana. Podrían ser leído al lado de estos. Sin duda, nuestra incuria nos será
disculpada si sabemos indicar al menos que la poesía es también una disección de las
costumbres: al mismo tiempo que se desvía del sentido, lo produce. Así trabajan los
profetas. Con culpa, con rencor, con arrepentimiento.

Esta, a la par que década de la revolución digital, fue la de la cocaína barata y los after
hours. Revivals en que no nos escudamos: una década no es nada. El tiempo no es nada.
Nuestro estudio de la política es un estudio nominalista: pergeñamos sobre todo la calidad
de la representación. La poesía, su institucionalidad. Ya lo dijimos: marxismo a la violeta,
catolicismo posthumano y política en los afters. El tramado de la desigualdad a través de
las jergas.

Vamos entonces a la estructura de los sentimientos. A la poesía amorosa (toda lo es,


ocupa un hueco). Vamos a estudiar la opera de otro poeta ya no tan joven, compañero de
Mariano Blatt en un taller significativamente denominado El Aguante.

La obra de otro rescatista de los años noventa.

Alfredo Leoncio de los Cerros Jaramillo surge al campo poético porteño desde Neuquén,
convocando a una partuza en el sur, el cerro y el frío a un grupo de emergentes de la
literatura blogger. Hijo de la izquierda gorrita, su casus belli es el paraje y la verdad.

Autor, hasta ahora, de Grunge y Villa Negra, episodia las hazañas dudosas de las
editoriales independientes: fanzinismo y revolución. Jaramillo trabaja también con
consignas, y por eso está acá.

Me contaron que rompiste una vidriera


y te pusiste a calcar ahí
un dibujo de la paranoia.
Cuando la ciudad se derrumbó vinieron las patrullas
en el escaparate encontraron la sombra
de un caballo impresa en carbonilla.

Su épica es sentimental, esa que desde Baudelaire expone las derivas de la juventud
perdida. La primera persona mentada como segunda o un yo que lejos de la anonimia
desautoral de Gradín o el copy & paste de Blatt está cargada de contenido, no le teme ni
a los adjetivos ni a las citas de poetas recientes ni a los colores (y todo su lastre
ideológico) ni a la verdad mínima de las escenas cotidianas ni a ninguno de los lugares
comunes de la lírica en verso libre:

Dos días, siete meses, veinticinco años:


no recuerdo haber tenido nada, ni una radio encendida
que informara las noticias del día, el clima, y aún así
presté atención a los colores del cielo
para ver si llegaba o no la lluvia, algo
que se lleve el ruido de las calles
dejándonos a oscuras pensando
si la ropa tendida va a estar siempre húmeda
si esa manera de llorar en la cama es tu misa, ya no sé
qué va a pasar con nosotros
en la arena caliente de la tele me di cuenta
que si esta primavera llegó, de a ráfagas y temblando
no es por culpa del incendio del planeta:
es que fuimos siempre así
antes de que los árboles taparan la calle
hasta bien alto ahí donde los cables se rozan
y hacen que la boca se tuerza
como una raíz deforme.

¿Postea Jaramillo entonces, con su canto heroico simpatizante del grunge provincial (la
penúltima esperanza del rock), una restauración de alguna clase? No lo sabemos del
todo: ninguna restauración nos es antipática, creemos que la literatura educa, y no
precisamente para la revolución.¿ Es sólo un gesto arcaico inventariar una preocupación
metafísica en la era de la doxa inmanente y el milenarismo despreocupado? Tampoco:

Se acerca el viejo astronauta


con su gorra de los Marlins
dice que trae
un mensaje del pasado
dice que trae
un mensaje del espacio:
el mapa
del mundo
se enrolla
formando
un agujero
que sirve
para mirar
el más allá.

Si el efecto Gradín es el del antipoeta que concibe a la poesía como procedimiento, el


efecto Jaramillo es temático: premeditadamente, las hazañas de este “cristiano mal
hecho” no son formales. Si en Grunge fogueaba su ingreso a la afterpoesía tirando
algunas bengalas, ahora tacha de “desolador” al verso de la poesía contemporánea, se
pregunta por los límites de ese exotismo made in Tulsa, in Monrovia, in Bulgaria: los
pajaritos en la cabeza de los adolescentes criados en la mixtura de un relato imperial y
paraimperial y contraimperial. Jaramillo, que nombra mucho más que Blatt la política de
superficie, que humaniza la antilírica de Gradín, busca sin embargo componer un canto
que la convierta en un relato más. Es, podemos llamarlo, el canto del dealer: su hazaña
formal, en todo caso, se hace de guiños, de señas, un largo poema generacional
inventado a partir de un sms de 10 caracteres.

¿Para quién estamos hablando? Dice Jaramillo:

Para Juancito loco de pala

Para tu hermana que vive en Zapala

¿De qué estamos hablando? Fuimos conquistados por el corazón de la deriva. Hablamos
del poema. ¿Qué es un poema? Todavía no lo sabemos.

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