La obsolescencia planificada se constituye en una herramienta eficaz para los
propósitos del capitalismo, en él este sistema de producción encontró la manera de cómo evitar que los productos traspasen los límites del máximo rendimiento permitido y evitar así la lentitud en el ciclo productivo de dichos productos para el consumo masivo de la población.
El objetivo primordial del sistema capitalista de producción sigue vigente durante el
presente siglo, cual es la máxima utilidad económica en los procesos productivos. Capitalismo y desarrollo científico y tecnológico van de la mano, por lo tanto los segundos quedan supeditados o a merced de los lineamientos generales que establece el sistema para mantenerse en hegemonía y continuo desarrollo, pues es ello lo que le garantiza su supervivencia como sistema productivo globalizado.
El advenimiento del sistema capitalista de producción trajo consigo una serie de
factores que modificaron totalmente el modo de vida de las sociedades y a través de su evolución y desarrollo se han suscitado cambios significativos en términos de la producción y comercialización de mercancías. La primera etapa de desarrollo del capitalismo la llaman los economistas capitalismo salvaje por la forma como el capitalismo explotaba los factores de producción tras una avasallante sed de ganancia para así acumular más y más capital. Durante esta etapa del régimen capitalista de producción se dio la revolución industrial de la cual se heredaron procedimientos en la fabricación de mercancías que aún perduran hoy en día con sus respectivas modificaciones por los cambios propios de la evolución de la tecnología, pero en esencia se mantiene vigente la obtención de la utilidad económica generada en la producción de mercancías.
Los avances tecnológicos y científicos han permitido el avance de las sociedades
y el mejoramiento del nivel de vida de la humanidad, pues hoy hay una mayor disponibilidad de bienes y servicios para la población que lo que había en el ayer, pero lo que ha desmejorado es el tiempo de vida útil de muchos artefactos eléctricos, electrónicos y de otra naturaleza por la aplicación de la política capitalista de disminución de los mismos, pues una duración excesiva hace más lento el ciclo de producción y venta de los mismos. El Sistema capitalista se ha encargado de “comprar” los adelantos tecnológicos y científicos para ponerlos a favor de sus intereses, ello demuestra la dependencia tanto de la tecnología como la ciencia de los lineamientos generales que establece el capitalismo.
Según Roland (2011), Vance Packard en su libro “The Waste Makers:
…critica la obsolescencia planificada y hace un análisis de la misma
subdividiéndola en al menos dos tipos. La obsolescencia funcional, aquella producida por alguna razón física ajena al consumidor en la que el objeto ya no es capaz de cumplir su función y la obsolescencia sicológica en la que el fabricante trata de agotar o hacer obsoleto el objeto en la mente del consumidor aunque el mismo no haya culminado su vida útil. Esto se lleva a cabo con propaganda dejando el artículo en cuestión fuera de estilo o fuera de moda. (p.8).
En la obsolescencia funcional el fabricante tiene una injerencia directa sobre el
producto fabricado debido a que se vale de mecanismos tecnológicos y de alta ingeniería para lograr acortar el ciclo de vida útil de determinado bien, es decir que desde el mismo momento de fabricación sabe la vida útil que tendrá; mientras que en la obsolescencia sicológica la injerencia es de tipo indirecta debido a que se persuade al consumidor al cambio del producto adquirido antes de que finalice la vida útil de este a través de una propaganda agresiva, a la cual acceden los consumidores con alta capacidad de compra, los cuales son los que precisamente le interesan al fabricante. Lo que se busca a través de la obsolescencia sicológica es que sea el mismo consumidor el que declare obsoleto el bien que tiene en uso a través de una eficiente maquinaria de marketing y propaganda del producto (Roland, 2011.p.10).
Dentro de la política capitalista de la obsolescencia programada que data desde la
Revolución industrial y que se acentúo aún más con la Gran depresión económica de los años 30s, los que se han visto enormemente perjudicados han sido los ingenieros debido a que la comunidad en general les atribuye un comportamiento antiético ante este fenómeno teniendo en cuenta que ciento de miles de fabricantes en el mundo aprovechan la realidad de la obsolescencia programada para producir artículos incluso por debajo de la media de vida útil que les corresponde, propósito que sin el concurso de los ingenieros no sería posible alcanzar. Lo cierto es que los ingenieros más bien han venido siendo forzados por el propio sistema capitalista a actuar de tal manera; al respecto comentan Orozco, Rodríguez, Aguirre y Londoño (2014): “En los años 20´s los fabricantes empezaron a acortar la vida de los productos para aumentar las ventas. Diseñadores e ingenieros se vieron forzados a adoptar nuevos valores y objetivos, tuvieron que empezar de nuevo para crear algo más frágil”. (p.2)
La obsolescencia programada es una herramienta inherente al capitalismo y
pretender que no exista es inconcebible debido a que ello va en contra de los intereses de este sistema de producción que persuade a la población en general al consumo excesivo de lo producido. El cliente conocedor sabe de antemano que al adquirir un producto este no será eterno y que por lo tanto tendrá una vida útil, luego del cual será inservible, sobre todo los artefactos eléctricos. La obsolescencia sicológica por su parte, tiene mayor efecto en la población con capacidad de compra, debido a que es esta la que puede renovar o cambiar los artículos que posee en un ciclo mucho más corto de acuerdo al bien a que se refiera.
Lo que sí no debería ocurrir es que los países desarrollados económica y
tecnológicamente atenten contra la integridad física y del medio ambiente de las comunidades de los países que utilizan como vertederos de desechos tecnológicos, aduciendo venderles artículos de segunda que aún pueden servirles a las comunidades de los mismos. Siendo que todos estos artefactos tienen alto contenido de elementos químicos altamente perjudiciales tanto para la salud humana como para el deterioro del medio ambiente. Los países desarrollados cuentan con los recursos necesarios y los procedimientos científicos tecnológicos para que todos estos productos que han declarado ellos como desechos, tengan un procedimiento adecuado de eliminación y no atentar contra el medio ambiente y la integridad humana de las naciones más humildes y menos desarrolladas. REFERENCIAS
Santiago, Roland. La idea que quemó la lamparita. Acerca de la obsolescencia
programada. Universidad, Ciencia y Sociedad. 2011.