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Este documento presenta una entrevista con Pedro Favarón sobre la planta medicinal ayawaska y las dimensiones espirituales de los pueblos indígenas. Favarón argumenta que existe una herida cultural por sanar en la sociedad peruana debido a la violencia de la conquista española. Según él, el proceso de transculturación en el Perú comenzó con una violación, lo que ha dado lugar a un desprecio por las raíces indígenas y la tierra. Esto ha afectado la identidad cultural del país y ha impedido que los per
Este documento presenta una entrevista con Pedro Favarón sobre la planta medicinal ayawaska y las dimensiones espirituales de los pueblos indígenas. Favarón argumenta que existe una herida cultural por sanar en la sociedad peruana debido a la violencia de la conquista española. Según él, el proceso de transculturación en el Perú comenzó con una violación, lo que ha dado lugar a un desprecio por las raíces indígenas y la tierra. Esto ha afectado la identidad cultural del país y ha impedido que los per
Este documento presenta una entrevista con Pedro Favarón sobre la planta medicinal ayawaska y las dimensiones espirituales de los pueblos indígenas. Favarón argumenta que existe una herida cultural por sanar en la sociedad peruana debido a la violencia de la conquista española. Según él, el proceso de transculturación en el Perú comenzó con una violación, lo que ha dado lugar a un desprecio por las raíces indígenas y la tierra. Esto ha afectado la identidad cultural del país y ha impedido que los per
Pedro
Favarón
es
comunicador
social,
periodista,
investigador,
ensayista
y
poeta.
Es
comunero
empadronado
de
la
comunidad
nativa
de
Santa
Clara,
de
la
nación
indígena
shipibo-‐konibo.
Doctor
en
Literatura
por
la
Universidad
de
Montreal
y
Magister
en
Comunicación
y
Cultura
por
la
Universidad
de
Buenos
Aires.
Lleva
más
de
17
años
trabajando
con
plantas
medicinales
del
Perú
y
con
médicos
tradicionales
de
distintos
pueblos
indígenas,
tanto
de
la
región
andino-‐amazónica
como
de
Norteamérica.
Fundador
y
director
de
la
Clínica
de
Medicina
Tradicional
Nishi
Nete.
Contribuye
periódicamente
con
la
revista
El
Ojo
Interior
–
Semillas
para
la
Consciencia
Ciudadana
editada
en
Trujillo.
Vive
a
orillas
del
caño
del
Mapo
Tae,
en
el
distrito
de
Yarinacocha,
Perú.
1.
Carlo
Brescia:
Muchas
gracias
Pedro
por
acceder
a
esta
entrevista
y
por
el
tiempo
y
cuidado
dedicado
a
responderla.
También
agradezco
este
camino
tuyo
de
profundizar
en
lo
tradicional
y
ancestral
de
nuestro
territorio,
especialmente
desde
las
dimensiones
espirituales
y
medicinales
de
los
pueblos
originarios.
Empecemos
con
una
pregunta
relacionada
a
este
territorio
peruano
nuestro:
así
como
existen
heridas
y
memorias
por
sanar
en
individuos
(y
es
donde
debe
empezar
cada
uno),
¿consideras
que
existen
heridas
y
memorias
por
sanar
en
sociedades
como
la
nuestra?
¿Existe
una
herida
cultural
peruana
por
sanar
(o
heridas)?
De
existir,
¿cuál
sería
su
origen?
Pedro
Favarón:
El
Perú
nace
de
la
violencia
conquistadora.
Está
signado
por
ese
malestar
del
desencuentro
y
la
imposición
del
que
no
hemos
sanado.
Hablando
a
un
nivel
arquetípico,
hay
un
punto
de
vista
que
he
compartido
desde
hace
muchos
años
con
mi
amigo
el
poeta
David
Novoa:
el
proceso
de
la
transculturación
en
el
Perú
parte
de
una
violación.
Hay
un
desprecio
generalizado
por
la
madre
indígena,
por
la
tierra
ultrajada,
y
una
relación
problemática
con
la
figura
del
padre
conquistador
y,
en
muchos
casos,
ausente.
El
desprecio
a
la
madre
deriva
en
un
pensamiento
degenerado.
Queremos
repetir
una
y
otra
vez
el
abuso
del
padre
que
toma
por
la
fuerza
y
arrebata,
que
siempre
quiere
saltarse
los
mecanismos
legales
para
imponer
la
voluntad
del
poder
y
del
capricho.
Vivimos
bajo
el
imperio
del
deseo
egoísta
y
la
arbitrariedad.
Esto
ayuda
a
explicar
el
maltrato
cotidiano
hacia
la
mujer
en
nuestro
país,
así
como
nuestro
permanente
intento
de
ocultar
nuestras
raíces
ancestrales
para
tratar
de
aparentar
ser
otra
cosa.
Hay
un
intento
desesperado,
en
mucho
peruanos,
por
parecer
modernos.
Sin
embargo,
el
drama
del
mestizaje
en
el
Perú
es
que
nunca
llegamos
a
ser
modernos
del
todo,
porque
lo
reprimido
de
nuestro
origen
indígena
retorna
por
un
lado
o
por
el
otro.
Entonces,
no
accedemos
a
lo
mejor
de
la
modernidad
y
al
mismo
tiempo
desconocemos
nuestra
raíz
ancestral.
Nos
quedamos
sin
ser
ni
chicha
ni
limonada.
Piensa,
por
ejemplo,
en
una
ciudad
como
Pucallpa:
la
mayoría
de
mestizos
no
conocen
las
lenguas
indígenas,
no
sienten
un
respeto
por
el
bosque,
saben
poco
de
las
plantas
y
de
sus
Página
1
de
19
beneficios;
pero
los
bienes
culturales
que
consumen
son
lo
peor
de
Occidente
y
su
nivel
de
educación,
en
términos
académicos
occidentales,
es
muy
bajo.
Y
encima
hay
cantidad
de
compatriotas
que
se
regodean
en
su
ignorancia,
que
quieren
hacer
de
su
ignorancia
y
de
su
“viveza”
criolla
una
suerte
de
blasón
nobiliario.
El
Perú
no
es
un
territorio,
cultural
ni
geográficamente,
occidental;
sin
embargo,
toda
la
institucionalidad
del
estado-‐nación
ha
tratado
de
ser
copiada
en
base
al
paradigma
francés
de
la
República.
Lo
cual
es
a
todas
luces
un
despropósito,
porque
el
modo
de
gobernar
y
administrar
un
territorio
debe
nacer
del
propio
territorio,
y
no
imponer
a
la
fuerza
modelos
que
responden
a
otras
realidades
y
procesos
históricos.
Las
clases
dirigentes
y
medias
anhelan
barnizarse
con
el
halo
de
la
modernidad,
parecer
ciudadanos
globalizados
y
muchas
veces
de
mente
abierta,
pero
no
quieren
prescindir
de
los
beneficios
coloniales
de
un
país
desigual.
La
estructura
social
en
el
Perú
sigue
siendo
muy
jerarquizada
y
el
racismo
es
omnidimensional;
todos
tenemos
a
quien
despreciar.
Es
posible
que
esto
se
haya
desmontado
un
poco
a
partir
de
una
expansión
del
sistema
capitalista,
en
el
que
cada
vez
importa
menos
de
dónde
se
viene,
sino
lo
que
se
tiene
y
lo
que
se
aparenta
tener.
Eso
no
es
muy
saludable,
porque
seguimos
dejando
de
lado
nuestro
origen,
nuestra
pakarina.
La
erradicación
de
los
conocimientos
ancestrales
se
está
agudizando.
Yo
creo
que
este
desprecio
generalizado
tiene
que
ver
con
que
no
nos
conocemos
a
nosotros
mismos,
que
no
nos
aceptamos
y
amamos;
y
quien
se
desprecia
a
sí
mismo,
no
puede
amar
a
otro
ni
respetar
la
diferencia.
Tal
vez
por
ello
nos
es
tan
difícil
tener
un
trato
considerado
y
comprensivo
con
los
demás.
2.
CB:
Muchas
veces,
donde
está
la
herida
también
hallamos
la
medicina
para
sanarla,
es
cuestión
de
cambiar
de
perspectiva,
“voltear
el
pastel”.
¿Cuál(es)
sería(n)
las
terapias
para
sanar
esta
‘herida
cultural’?
PF:
Para
poder
dialogar
con
el
otro
de
una
manera
respetuosa,
hay
que
primero
tener
una
conexión
profunda
y
fructífera
con
aquellas
tradiciones
que
nos
constituyen.
Según
dice
el
monje
budista
Thich
Nhat
Hanh,
“cuando
respetamos
a
nuestro
antepasados
de
sangre
y
a
nuestros
antepasados
espirituales,
nos
sentimos
enraizados.
Si
podemos
encontrar
maneras
de
cuidar
y
desarrollar
nuestra
herencia
espiritual,
evitaremos
esa
especie
de
alienación
que
destruye
a
la
sociedad
y
volveremos
a
sentirnos
enteros.
Debemos
animar
a
los
demás,
especialmente
a
los
jóvenes,
para
que
regresen
a
sus
tradiciones
y
redescubran
las
joyas
que
guardan.
Aprender
a
entrar
en
profundo
contacto
con
las
joyas
de
nuestra
propia
tradición
nos
permite
comprender
y
apreciar
los
valores
de
otras
tradiciones
y
ello
será
beneficio
para
todos”.
Hay
que
conocerse
a
uno
mismo,
rescatando
los
aspectos
más
fecundos
y
libertarios
de
nuestras
herencias
culturales,
y
desechando
las
tendencias
autoritarias.
Tenemos
que
ser
conscientes
de
los
aspectos
positivos
y
negativos
de
nuestras
culturas,
para
a
partir
de
ello
ver
qué
conviene
mantener
y
qué
debemos
cambiar;
qué
debemos
aprender
de
las
otras
culturas
y
qué
podemos
ofrecer
a
la
humanidad.
El
mestizaje
o
los
encuentros
culturales
no
tienen
que
ser
vividos
como
un
drama;
por
el
contrario,
creo
que
el
mestizaje,
cuando
se
hace
con
amor
y
respeto
a
las
diferencias,
puede
rescatar
lo
mejor
de
las
culturas
que
se
encuentran.
Y
en
ese
encuentro
amoroso
todos
crecemos,
aprendemos
y
nos
nutrimos,
nos
fortalecemos,
de
múltiples
maneras.
No
es
dable
plantear
respuestas
tan
facilistas
y
fantasiosas
como
el
retorno
al
Tawantinsuyo,
ya
que
es
imposible
negar
los
aportes
culturales
que
han
traído
los
Página
2
de
19
últimos
500
años
de
migraciones
de
otros
continentes
al
Perú.
No
existe
nada
puro,
nada
sin
mezcla.
Creo
que
más
bien,
y
rescatando
el
proyecto
de
buena
parte
de
la
generación
intelectual
peruana
de
principios
del
siglo
XX,
se
trata
de
generar
una
modernidad
andina,
una
manera
de
vivir
esta
época
en
nuestros
propios
términos.
Hay
que
responder
tanto
a
los
retos
de
la
globalización,
como
a
la
necesidad
psíquica,
espiritual
y
aún
física
de
sentirnos
enraizados
en
nuestras
ancestralidades.
Desde
el
mundo
de
los
antepasados
nos
viene
una
fuerza
y
una
sabiduría
con
la
que
podemos
encarnar
los
retos
que
nos
plantea
el
aquí
y
el
ahora,
el
kay
pacha.
Siempre
tengo
presente
a
los
tres
cronistas
indígenas
del
Perú,
padres
de
nuestra
tradición
literaria:
el
Inka
Garcilaso,
Guaman
Poma
y
Santa
Cruz
Pachakuti.
A
pesar
de
las
notorias
distancias
entre
ellos,
todos
plantean
un
cristianismo
indígena,
en
el
que
incorporan
la
enseñanza
crística
de
amar
a
Dios
sobre
todas
las
cosas
y
al
prójimo
como
uno
mismo,
para
a
partir
de
ella
cuestionar
los
abusos
del
propio
régimen
colonial.
En
las
reflexiones
filosóficas
de
Garcilaso,
nutrido
de
buena
parte
del
pensamiento
político
y
espiritual
del
Renacimiento
europeo,
se
postula
de
forma
tácita
que
los
descendientes
de
las
antiguas
culturas
del
Tawantinsuyo
tienen
la
capacidad
intelectual
y
moral
de
gobernar
el
territorio,
tomando
algunos
aspectos
de
Occidente
pero
sin
perder
los
logros
civilizatorios
de
su
tradición.
El
ejemplo
de
Guaman
Poma
es
aún
más
radical:
utiliza
la
escritura
alfabética
de
Occidente
y
el
género
literario
de
la
crónica,
pero
lo
transforma
y
lo
rebasa,
escribiendo
frases
enteras
en
quechua
y
dibujando
los
conceptos
que
no
llegaba
a
expresar
en
palabras.
No
en
vano,
Fredy
Roncalla
lo
considera
el
primer
artista
de
vanguardia.
Creo
que
en
el
siglo
XX
toda
esta
tradición
alcanza
una
cumbre
con
José
María
Arguedas.
Lamentablemente,
y
por
múltiples
factores,
él
lo
vivió
con
mucho
sufrimiento;
nosotros,
en
este
tiempo,
podemos
seguir
su
ejemplo,
pero
encarnando
los
desafíos
de
una
manera
más
gozosa
e
imaginativa.
Al
final,
creo
que
toda
curación,
para
ser
completa,
depende
de
que
podamos
abrirnos
a
la
vida,
a
los
otros
y
a
nosotros
mismos
con
amor,
respeto
y
generosidad.
3.
CB:
¿Cómo
nació
tu
interés
por
estos
mundos?
¿Por
qué
estudiaste
lo
que
estudiaste
y
caminaste
lo
que
caminaste?
PF:
Yo
nací
en
Lima
y
he
recibido
desde
mi
infancia
una
educación
en
términos
occidentales
bastante
buena
desde
el
punto
de
vista
académico.
Mi
familia
materna
no
es
aristócrata,
sino
que
pertenece
a
ese
pequeño
sector
de
la
sociedad
limeña
cuya
economía
y
pensamiento
es
burgués
e
industrial.
Viví
una
infancia
urbana
y
sin
carencias
económicas.
Sin
embargo,
también
tuve
una
pronta
e
intensa
experiencia
del
paisaje
costero.
Pasaba
mis
días
y
noches
de
verano
en
una
playa
que
entonces
era
casi
desierta;
los
pasaba
en
el
mar,
corriendo
olas,
descalzo,
y
en
las
noches
me
gustaba
pasear
por
la
playa,
sentir
la
respiración
de
las
olas,
la
arena
fría
en
la
plantas
de
mis
pies,
caminar
entre
cientos
de
gaviotas
que
al
volar
se
asemejaban
a
las
estrellas.
Creo
que
desde
entonces
tuve
un
llamado
de
los
antiguos.
Se
contaban
historias
acerca
de
que
esas
playas
eran
cementerios
de
los
“gentiles”.
Creo
que
mi
amor
por
la
tierra
y
lo
agrario
me
viene
también
del
lado
de
mi
abuela
materna,
que
era
descendiente
de
una
familia
de
italianos
migrantes
que
se
amestizó
con
la
rica
herencia
genética,
cultural
y
espiritual
de
Chincha,
del
antiguo
territorio
gobernado
por
el
Chincay
Kamayoq.
He
tenido
encuentros
inesperados
cuando
he
ido
a
visitar
la
waka
de
Chincha.
He
sido
Página
3
de
19
bienvenido.
Esa
es
mi
suerte.
Dice
mi
madre
que
ella
me
encomendó
a
San
Martín
de
Porras
desde
mi
nacimiento.
Él
era
humilde
y
curaba
con
plantas.
Mi
padre
nació
en
Argentina,
en
Bahía
Blanca.
Mi
abuelo
fue
almirante
de
la
marina
de
guerra;
su
apellido
era
italiano
y
su
madre
era
de
La
Paz,
en
Bolivia.
Y
mi
abuela
era
descendiente
de
vascos
asentados
a
ambos
lados
del
Río
de
la
Plata
desde
tiempos
de
la
colonia.
Mi
padre,
a
pesar
de
ser
ingeniero,
era
un
excelso
dibujante,
amaba
las
pampas,
los
caballos
y
lo
gauchesco.
Era
una
persona
culta
y
muy
conocedor
de
culturas
antiguas,
desde
los
mayas
a
los
egipcios.
Consideraba
a
Buenos
Aires
como
una
selva
de
cemento.
Vivió
muchos
años
en
Maracay,
en
Venezuela,
donde
yo
pasé
los
primeros
años
de
mi
vida
y
volví
varias
veces
en
mi
adolescencia.
Puede
ser
que
ese
clima
tropical
me
preparó
para
mi
residencia
amazónica.
Sé
que
mi
padre
sufrió
un
ataque
de
brujería
en
Venezuela;
tenía
ansiedad,
insomnio
y
atravesó
situaciones
de
riesgo.
Él
era
un
poco
mujeriego
y
allá
se
practica
mucho
la
santería
del
tipo
caribeña.
Tuvo
que
ser
curado
por
un
maestro
tabaquero
de
la
sabana
venezolana.
Mi
padre
me
contó
historias
increíbles
sobre
esos
trabajos
espirituales.
Él
aprendió
a
leer
las
cenizas
de
los
habanos.
Sé
que
rezaban
mucho
por
mí,
para
protegerme,
pero
sé
también
que
luego
desde
gente
allegada
a
él
me
hicieron
brujería.
Pero
Dios
me
supo
guiar
y
lo
he
podido
superar.
Mi
despertar
a
lo
espiritual
fue
muy
temprano.
He
pensado
en
la
muerte
y
en
el
destino
del
alma
desde
que
tengo,
por
lo
menos,
cuatro
años.
Como
mi
familia
materna
se
pensaba
a
sí
misma
en
términos
modernos
y
burgueses,
no
tuvieron
muchas
herramientas
para
acoger
y
encauzar
mi
temperamento
poético
y
místico.
Mi
madre,
sin
embargo,
siempre
ha
tratado
de
comprenderme
y
apoyarme;
y
mis
abuelos
me
amaron
incondicionalmente.
Yo
fui
muy
católico
de
chico,
aunque
no
era
muy
obediente.
Me
interesaba
mucho
la
tradición
profética.
He
leído
el
libro
del
Apocalipsis
desde
la
primaria.
Los
curas
nunca
supieron
darme
las
respuestas
más
profundas
que
yo
necesitaba
y
el
clero
me
decepcionó;
por
años
me
alejé
de
Cristo,
sin
entender
la
diferencia
entre
el
mensaje
cristiano
y
la
institución.
Traté
de
buscar
respuestas
en
otros
caminos
espirituales,
como
el
sufismo
y
el
budismo,
pero
lo
hice
desde
una
posición
intelectual
y
rebelde.
Pronto
entendí
que
el
antiguo
Perú
que
aún
persiste
resilente,
guardaba
un
influjo
de
sabidurías
que
debía
asumir.
Yo
solía
repetir:
“El
Perú
es
mi
oriente”,
en
el
sentido
de
lugar
de
orientación
espiritual.
Fui
así
como
a
los
diecisiete
años
me
empecé
a
interesar
por
las
plantas
medicinales
y
los
saberes
indígenas.
Yo
siento
haber
nacido
para
esta
senda.
Por
un
buen
tiempo
mi
acercamiento
a
lo
ancestral
lo
hice
de
una
manera
autodidacta,
sin
la
guía
apropiada,
lo
cual
es
un
camino
peligroso
cuyas
consecuencias
tuve
que
asumir
años
más
tarde.
Tomaba
plantas,
pero
no
abandonaba
un
estilo
de
vida
bohemio
que
es
incompatible
con
la
medicina.
Luego
de
un
viaje
a
la
selva
peruana,
que
hice
junto
a
mi
amigo
Carlos
López
Sanabria,
de
Salta,
en
el
que
nos
internamos
en
canoa
en
el
monte
virgen
y
tomamos
ayawaska,
me
convencí
de
apaciguar
mis
antiguas
costumbres
y
a
aprender
en
serio
sobre
la
medicina
amazónica.
Yo
acababa
de
terminar
mi
maestría
en
la
Universidad
de
Buenos
Aires.
En
ese
momento
todavía
no
me
imaginaba
dejar
mi
vida
urbana
del
todo,
así
que
decidí
estudiar
un
doctorado
en
Norteamérica
que
me
permitiera
profundizar
en
el
tema.
Fui
a
la
Universidad
de
Montréal
con
una
beca
y
empecé
a
estudiar
la
literatura
oral
amazónica
desde
el
punto
de
vista
de
las
relaciones
con
los
mundos
espirituales
y
la
medicina.
En
esos
años
tuve
la
suerte
de
visitar
a
varias
ceremonias
indígenas:
medewiwin,
ceremonia
de
tabaco,
Página
4
de
19
danza
del
sol,
tomé
peyote
con
el
native
American
Church,
temazcal.
Conocí
gente
muy
sabia,
que
habían
superado
vicios
y
dificultades
gracias
a
las
ceremonias
medicinales.
Y
también
viajé
mucho
por
la
selva.
Primero
estuve
en
San
Martín,
donde
trabajé
con
Don
Miguel
Salas
y
don
Lucho
Paredes,
además
de
visitar
curanderos
de
Chazuta
y
otras
zonas.
Estuve
con
mucho
gusto
en
la
biblioteca
de
Taki
Wasi,
donde
encontré
textos
fundamentales
para
mi
investigación.
Tuve
luego
una
intensa
colaboración
con
un
estudiante
awajún,
Etsa
Tsajaput,
un
entrañable
amigo
que
murió
joven.
Empecé
a
trabajar
con
algunos
practicantes
shipibos
y
mestizos,
pero
no
me
pudieron
enseñar
la
profundidad
de
la
herencia
medicinal,
sino
que
practicaban
de
una
manera
que
al
final
no
me
terminó
convenciendo.
Aprendí
mucho,
pero
no
era
lo
que
estaba
buscando.
Mi
corazón
todavía
no
tenía
paz,
pero
yo
rezaba
mucho
pidiendo
aprender
bien,
alcanzar
el
conocimiento
de
los
antiguos.
Todos
los
días
lo
pedía
de
todo
corazón.
Tras
recibir
mi
doctorado
conocí
a
mi
esposa
y
fuimos
a
vivir
a
la
Comunidad
Nativa
de
Santa
Clara.
Pero
fue
entonces
cuando
todos
los
años
de
no
haber
dietado
las
plantas
de
manera
adecuada
se
manifestaron
y
empezaron
a
enfermarme.
Y
encima
un
viejo
brujo,
lleno
de
mañas
y
secretos,
empezó
a
atacarme
con
su
magia
shitana.
Yo
me
sentía
confundido,
mi
pensamiento
estaba
inquieto,
tenían
una
gastritis
crónica,
mi
cuerpo
se
debilitó,
mi
piel
pegada
a
los
huesos,
la
diarrea
me
vencía.
Sufría
pesadillas
terribles.
Aunque
todavía
no
había
profundizado
mucho
en
la
senda
medicinal,
tenía
el
suficiente
conocimiento
para
saber
lo
que
me
estaba
pasando.
Y
que
la
muerte
y
el
demonio
me
cercaban.
Entonces,
en
una
ceremonia
de
ayawaska,
escuché
que
el
abuelo
de
mi
mujer
me
hablaba
con
claridad:
“tienes
que
dejar
de
lado
tu
mal
pensamiento
y
el
temor.
Si
empiezas
a
dietar
bien,
no
tienes
nada
de
que
preocuparte”.
Me
arrepentí
de
todas
mis
faltas
y
consagré
mi
vida
a
Dios
y
a
la
medicina.
En
verdad
que
en
ese
momento
renací
y
dejé
de
lado
mis
rumbos
torcidos.
Fue
entonces
cuando
me
decidí
a
dietar
con
rigor.
Me
fui
a
vivir
a
una
pequeño
tambito
y
no
veía
a
nadie.
Mi
esposa
me
pasaba
los
alimentos
por
debajo
de
la
puerta
y
se
marchaba.
Ella
me
ayudó
mucho
y
sufrió
conmigo,
porque
quería
verme
bien.
Y
es
que
ella
empezó
a
soñar
con
su
abuelo
Ranin
Bima
y
él
nos
iba
indicando
qué
hacer.
Tuve
también
guía
y
ayuda
de
algunos
parientes
de
mi
mujer.
Primero
fue
Isayuy,
que
es
hijo
de
mi
tío
Miguel
Rengifo.
Luego,
mi
tío
Shanen
Sheka.
Y
ahora
trabajo
con
mi
tío
Eloy,
que
es
un
gran
conocedor.
Siempre
estamos
juntos,
conversando,
y
él
me
trasmite
sus
conocimientos
y
secretos.
Por
mis
orígenes
culturales
y
mis
rasgos
físicos,
sé
que
hay
gente
que
pregunta
si
en
verdad
habré
aprendido.
La
gente
es
bien
envidiosa
y
mal
pensada,
porque
ellos
mismos
no
viven
bien.
Son
sus
propios
resentimientos.
Muchos
se
confunden
conmigo,
pero
a
mí
no
me
afecta.
Cuando
la
gente
me
quiera
hacer
mal
y
probar,
yo
aprendo
más
superando
esas
trampas.
Cada
quien
sabe
lo
suyo
y
quienes
pueden
hablar
de
mi
conocimiento
son
mis
pacientes.
No
me
voy
a
vanagloriar
de
nada,
porque
todo
conocimiento
humano
es
poco
frente
a
la
ciencia
del
Espíritu.
Cada
ser
vivo
tiene
su
propio
conocimiento
y
nadie
sabe
todo.
Estamos
aprendiendo
todo
el
tiempo.
Y
ha
de
haber
siempre
alguien
que
sepa
más
que
nosotros.
Lo
importante
es
ser
y
no
parecer.
He
sido
recibido
en
este
mundo
y
en
el
otro
mundo
por
los
parientes
de
mi
esposa,
por
los
antiguos
médicos,
y
con
eso
estoy
tranquilo.
Yo
me
he
acercado
con
humildad
y
respeto,
por
eso
se
han
abierto
conmigo.
Han
visto
mi
corazón
y
cuáles
son
mis
intenciones.
Pienso
que
antes
quería
probar
mi
valía
frente
a
los
demás,
lo
que
sabía;
ahora
ya
no
tengo
nada
que
demostrar.
Mi
trabajo
debe
hablar
por
sí
mismo.
Sé
que
el
Espíritu
sopla
dónde
quiere,
muchas
veces
de
forma
imprevisible,
ajena
a
la
lógica
de
los
hombres;
Él
elige
a
quien
quiere
dar
sus
dones,
y
espera
también
muchos
de
Página
5
de
19
quienes
Él
bendice,
pide
mucha
entrega
y
sacrificio.
Hay
que
tener
un
pensamiento
fuerte
pero
sencillo
y
ser
amable
con
todos.
Debemos
caminar
con
la
prudencia
del
anciano,
el
corazón
inocente
de
un
niño,
y
la
determinación
del
guerrero.
Y
siempre
tener
a
Dios
presente,
pues
nada
podemos
sin
Él.
Solo
suyo
es
el
poder
y
la
sabiduría.
4.
CB:
Tus
libros
y
artículos
hablan
de
los
espíritus
y
los
mundos
suprasensibles
de
la
Amazonía
y
el
mundo
Andino.
Seres
y
dimensiones
de
la
realidad
a
los
que
un
iniciado
entra
en
contacto
a
través
de
ciertas
técnicas
chamánicas
como
el
uso
de
plantas
visionarias,
las
técnicas
de
respiración,
meditación,
dietas,
ayunos,
danzas
y
sonidos,
entre
otras.
Al
usar
el
concepto
de
chamanismo
como
práctica
humana
más
allá
de
un
solo
territorio
de
Mircea
Eliade
(más
allá
del
origen
siberiano
del
término),
me
refiero
al
significado
como
conjunto
de
técnicas
para
entablar
relaciones
con
el
mundo
espiritual/divino/suprasensible/invisible
y
‘activar’
energías
de
esos
planos
de
la
realidad
para
tener
efectos
en
el
mundo
visible.
Y
también
como
una
práctica
que
busca,
de
acuerdo
al
antropólogo
Douglas
Sharon
(y
que
comparto),
restablecer
el
equilibrio
en
las
personas,
comunidades
y
lugares.
Es
decir,
es
más
que
un
médico.
¿Qué
piensas
de
esto?
En
el
mundo
shipibo-‐konibo,
¿la
acción
del
médico
visionario
va
más
allá
de
la
terapia
individual?
PF:
Yo
no
puedo
hablar
del
mundo
shipibo-‐konibo
como
si
se
tratara
de
algo
homogéneo.
Es
un
pueblo
muy
diverso,
en
el
que
muchos
de
sus
miembros
suelen
tener
en
alto
valor
su
propia
individualidad
e
independencia.
Casi
diría
que
se
trata
de
una
nación
muy
individualista,
pero
con
desprecio
por
la
mezquindad
y
una
reivindicación
de
la
generosidad.
Existe
un
patrimonio
cultural
y
espiritual
compartido,
pero
cada
familia
lo
expresa
de
una
manera
particular.
Por
eso
yo
de
lo
que
puedo
hablar
es
de
la
práctica
de
mi
familia
indígena,
de
sus
conocimientos
y
formas
de
entender
la
medicina;
de
todo
aquello
que
he
aprendido
de
mis
cuñadas,
de
mis
tías
y
tíos,
de
mi
suegro,
de
mi
suegra,
de
nuestro
abuelo
Ranin
Bima,
quien
fue
un
gran
médico.
Y
él
se
sentía
muy
fastidiado
con
el
término
chamán.
Entonces
yo
y
mi
mujer
tenemos
que
practicar
como
él
nos
enseñó.
Desde
el
mundo
de
los
sueños,
desde
el
territorio
fértil
y
vivo
de
los
antepasados,
él
nos
guía
y
nos
indica
cómo
actuar,
cómo
debemos
hablar,
para
expresar
con
propiedad
el
conocimiento
ancestral
y
poder
ayudar
a
los
demás.
No
creo
que
sea
conveniente
el
aplicar
categorías
pre-‐establecidas
por
el
mundo
académico
desde
Occidente
para
explicar
las
realidades
indígenas;
más
bien,
tenemos
que
conocer
las
lenguas
indígenas,
y
a
partir
de
ellas
traducir
los
conceptos
para
que
sean
entendidos
por
la
comunidad
académica
y
por
los
lectores
occidentales.
En
shipibo
a
los
médicos
se
les
dice
Onanya,
que
significa
el
que
sabe,
el
sabio;
y
también
existe
otra
categoría
que
es
el
Meraya,
que
puede
ser
traducido
como
el
que
encuentra,
porque
el
Meraya
halla
las
almas
perdidas
y
las
trae
de
vuelta,
halla
también
a
los
espíritus
medicinales,
a
los
sabios
que
viven
en
los
territorios
sutiles.
Nosotros
entendemos
que
la
sabiduría
de
una
persona
siempre
debe
derivar
en
formas
de
servicio
a
los
demás.
No
hay
sabiduría
en
el
egoísmo.
El
médico
sabio
da
una
palabra
de
consejo
que
orienta
nuestros
pasos
en
este
mundo;
nos
enseña
a
vivir
de
forma
legítima,
a
alcanzar
el
buen
vivir,
con
sabiduría,
prudencia
y
plenitud.
En
tal
sentido,
sí
rebasa
el
concepto
de
médico
que
maneja
la
modernidad
científica,
pero
creo
que
responde
a
una
forma
más
antigua
de
entender
lo
que
es
curar,
en
el
sentido
de
Página
6
de
19
devolver
a
la
persona
a
su
condición
legítima,
saludable,
acorde
con
los
preceptos
de
los
antepasados.
Nosotros
no
aliviamos
los
síntomas,
sino
que
para
curar
hay
que
ir
a
la
raíz
de
las
enfermedades
y
desde
ahí
sanar.
El
maestro
Jesús,
el
rabí
de
Nazaret,
era
un
médico
sagrado;
y
a
Buda
lo
han
llamado
Rey
de
los
Sanadores.
Cuando
era
joven
leí
con
mucho
interés
a
Mircea
Eliade
y
su
concepto
del
chamanismo
como
técnica
arcaica
del
éxtasis.
Fue
un
libro
que
por
mucho
tiempo
guío
mis
reflexiones
y
mis
aproximaciones
al
mundo
de
las
plantas
visionarias.
Sin
embargo,
sus
categorías
no
me
han
resultado
apropiadas
para
explicar
y
traducir
las
realidades
culturales
de
la
Amazonía
y
los
conocimientos
que
he
recibido
desde
que
me
casé
con
Chonon
Bensho,
desde
que
soy
parte
de
una
familia
que
practica
la
medicina
amazónica.
Solo
para
poner
el
ejemplo
más
notorio
de
esta
distancia
conceptual
con
Eliade:
a
mí
el
ayawaska
no
me
produce
nada
parecido
a
un
estado
de
éxtasis,
en
el
sentido
de
salida
de
mí
mismo,
disolución
en
el
cosmos
o
suspensión
de
mis
facultades
intelectuales.
El
médico
no
se
puede
dejar
dominar
por
el
ayawaska
al
punto
de
perder
conciencia
de
sí;
por
el
contrario,
el
pensamiento
fuerte
del
médico
debe
dominar
al
ayawaska
y
canalizarlo
para
trabajar
en
ayuda
de
los
pacientes.
Si
entendemos
el
éxtasis
en
tanto
estado
de
unión
con
Dios,
con
lo
divino,
tampoco
creo
que
eso
lo
den
las
plantas;
la
verdadera
unión
con
Dios
es
siempre
un
don
inmerecido,
que
no
se
alcanza
por
técnica
alguna,
que
Él
nos
brinda
por
compasión
y
amor.
Para
permanecer
en
unión
con
el
Espíritu
de
Luz
solo
hay
que
ser
humildes
y
vivir
bien,
con
sencillez,
con
naturalidad
y
en
santidad;
es
algo
fácil,
pero
la
mente
lo
complica
y
nos
quedamos
buscando
explicaciones
más
sofisticadas.
Queremos
llegar
a
la
iluminación
por
nuestro
propio
esfuerzo;
pero
sólo
cuando
acogemos
el
llamado
del
Espíritu,
podemos
nosotros
mismos
ser
luz.
Hay
quienes
entienden
la
unión
con
lo
divino
como
un
embriague,
pero
me
siento
más
inclinado
a
vivirlo
con
sobriedad
y
sin
excesos,
en
lo
ascético
y
con
discreto
gozo
en
el
corazón.
Creo
que
esa
búsqueda
del
éxtasis
por
sí
mismo
tiene
que
ver
con
un
intento
de
huida
de
la
realidad
y
una
pulsión
hedonista
que
prima
mucho
en
Occidente,
y
no
se
relaciona
con
el
pensamiento
indígena.
Ahora,
lo
que
el
ayawaska
aporta
es
una
percepción
acrecentada
de
la
realidad.
Gracias
al
ayawaska,
el
médico
puede
ver
aquello
que
normalmente
no
se
muestra
de
forma
tan
nítida
a
los
sentidos
biológicos;
y
también
el
ayawaska
nos
ayuda
a
profundizar
nuestra
conexión
con
el
mundo
espiritual,
para
poder
traer
esa
fuerza
en
nuestros
cantos
medicinales.
Además,
nos
dona
una
vitalidad
que
permite
pasar
la
noche
despiertos
y
curar
a
los
pacientes.
Un
médico
que
se
ha
iniciado
de
forma
legítima
no
necesita
el
ayawaska
para
ver
más
allá
y
diagnosticar
a
sus
pacientes,
porque
por
sus
mismas
dietas
ya
tiene
una
percepción
agudizada.
Viendo
nomás
a
la
persona,
tocando
su
pulso,
conversando
con
ella
o
soñando,
puede
obtener
información
suficiente
como
para
hacer
el
diagnóstico
y
aplicar
una
prescripción.
El
ayawaska
es
una
herramienta
para
ver
un
poco
más
allá
y
se
usa
cuando
es
necesario.
El
ayawaska
es
para
curar.
Cualquier
otro
uso
reduce
el
ayawaska
a
una
droga;
hay
mucha
gente
que
encuentra
razones
muy
ingeniosas
y
discursos
muy
elaborados
para
justificar
su
consumo
de
drogas
y
escapismo.
Las
visiones
que
nos
vienen
cuando
tomamos
ayawaska
son
para
curar
a
los
pacientes,
para
saber
qué
males
los
perturban
y
qué
debemos
cantar.
No
hay
que
enajenarse
en
las
visiones
o
ir
corriendo
detrás
de
ella.
Pero
en
el
consumo
postmoderno
de
la
planta
hay
una
fascinación
desmedida
por
la
visión.
Como
las
personas
no
tienen
un
Página
7
de
19
pensamiento
fuerte
y
claro,
como
no
se
sienten
cómodas
consigo
mismas,
se
enajenan
con
facilidad
y
corren
detrás
de
cualquier
imagen,
sin
saber
si
se
trata
de
algo
positivo
o
negativo
para
ellos.
Es
muy
importante
leer
de
forma
adecuada
la
naturaleza
de
las
visiones;
y
eso
es
algo
que
en
buena
medida
nos
lo
da
la
tradición,
el
conocimiento
de
nuestros
mayores
que
nos
ayuda
a
interpretar
las
visiones
de
manera
legítima.
El
médico,
con
sus
cantos
y
concentración,
mantiene
a
distancia
las
visiones
para
poder
obtener
conocimiento
de
ellas
y
no
permitir
que
se
le
acerque
nada
negativo.
No
podemos
perder
alegremente
nuestra
capacidad
de
discernimiento.
5.
CB:
Escuché
decir
recientemente
que
tanto
el
maestro
de
luz
como
el
maestro
de
la
oscuridad
curan.
Si
el
‘brujo’
trabaja
con
energías
de
baja
vibración
como
el
egoísmo,
la
envidia,
la
ambición,
el
resentimiento,
el
miedo,
la
ira,
la
mentira,
la
culpa,
la
venganza
y
la
lujuria,
entre
otras
emociones,
¿realmente
están
curando?
¿Cómo
ves
a
estas
personas?
¿Cómo
funciona
el
poder
hipnotista
o
fascinador
del
brujo?
Las
plantas
no
son
ni
buenas
ni
malas.
Son
plantas.
Por
eso
yo
siento
que
es
un
error
decir
madre
planta
ayawaska,
como
si
se
tratara
de
una
especie
de
diosa.
Esto
viene
de
una
mala
interpretación
de
la
expresión
mestiza
“la
madre
de
la
planta”,
que
es
otra
forma
de
decir
el
Dueño
de
la
planta,
lo
que
en
shipibo
se
conoce
con
el
nombre
de
Ibo.
El
ayawaska
es
una
liana;
y
su
Dueño
espiritual
se
nos
presente,
por
lo
menos
a
nosotros,
con
la
figura
de
un
Inka.
Toda
planta
puede
ser
usada
para
el
bien
y
puede
ser
usada
para
el
mal.
Depende
de
lo
que
el
practicante
tenga
en
su
corazón.
Las
plantas
no
nos
llevan
a
Dios
y
no
contienen
tampoco
la
totalidad
del
conocimiento
de
Dios;
esto
no
tiene
ningún
sentido.
Más
bien,
necesitamos
que
la
luz
del
Espíritu
ilumine
nuestro
corazón
para
poder
practicar
la
medicina,
para
utilizar
estas
plantas
de
forma
generosa
y
para
beneficio
de
los
demás;
que
el
Espíritu
regenere
nuestro
entendimiento,
que
nos
limpie
de
deseos
egoístas,
que
nos
done
esa
vocación
de
servicio.
Ahora,
ninguno
de
nosotros
es
perfecto;
podemos
aspirar
a
la
perfección,
a
caminar
con
rectitud,
pero
siempre
tendremos
nuestras
fallas,
debilidades
y
puntos
ciegos.
Hay
que
estar
los
más
atentos
posibles
y
no
dejar
prosperar
lo
negativo,
no
identificarnos
con
la
ira,
la
lujuria
y
el
egoísmo;
es
mejor
seguir
el
ejemplo
de
los
antiguos,
de
los
Dueños
del
mundo
medicinal,
y
practicar
lo
que
ellos
nos
enseñan
para
beneficiar
al
resto
de
seres
sensibles
y
promover
el
equilibrio.
Yo
creo
que
la
humildad
consiste
en
saber
que
los
seres
humanos
no
podemos
vivir
bien
por
cuenta
propia;
que
cuando
vivimos
según
nuestras
ideas
personales
y
confiando
en
nuestras
habilidades,
siempre
nos
equivocamos
y
traemos
sufrimiento.
Necesitamos
orar
y
pedir
ayuda
al
mundo
de
los
espíritus
para
todo,
desde
lo
más
pequeño
hasta
lo
más
grande.
Cuando
tomamos
las
plantas
y
dietamos
bien,
los
Dueños
de
la
planta
se
hacen
nuestros
amigos,
los
sociabilizamos,
los
civilizamos
con
nuestro
buen
pensamiento;
entonces
nos
dan
conocimientos
para
que
podamos
curar
a
los
pacientes,
a
los
que
nos
piden
ayuda
con
humildad.
Pero
también
nos
dan
una
fuerza
para
defendernos
de
nuestros
enemigos.
Todo
médico
despierta
envidias
y
rivalidades
entre
los
que
no
practican
bien
y
tienen
un
corazón
agitado;
el
Onanya
siempre
tiene
que
estar
preparado
para
defenderse.
No
resulta
muy
sabio
imaginar
que
se
trata
de
un
mundo
en
el
que
prima
el
amor
y
la
generosidad;
el
ser
humano
es
ser
humano,
y
son
pocos
los
que
logran
liberarse
de
la
mezquindad.
El
ayawaska
no
cura
el
egoísmo.
En
shipibo
al
Página
8
de
19
egoísta
se
les
dice
yoashi
y
es
un
fuerte
insulto,
una
conducta
antisocial
que
origina
muchos
problemas
en
las
comunidades.
Los
Onanya
también
deben
desplegar
sus
defensas
espirituales
para
proteger
a
los
pacientes
que
sufren
brujería
o
que
están
poseídos
por
demonios;
el
médico
tiene
que
hacer
retroceder
a
las
entidades
negativas.
Son
depredadores
que
se
alimentan
de
su
presa,
como
parásitos
espectrales.
El
médico
legítimo,
a
pesar
de
no
ser
perfecto,
sabrá
usar
de
estas
habilidades
defensivas
con
prudencia,
sin
enajenarse
en
ellas
o
dejarse
fascinar
por
el
poder.
Nunca
va
a
dañar
a
personas
inocentes
o
batallar
contra
quienes
no
tienen
la
capacidad
de
defenderse.
No
pretende
asesinar
a
su
enemigo,
ejerciendo
justicia
por
cuenta
propia;
solo
se
trata
de
que
sus
enemigos
lo
respeten
para
que
lo
dejen
trabajar
tranquilo,
o
de
liberar
a
los
pacientes
de
un
daño
del
que
no
tienen
la
fuerza
espiritual
y
el
conocimiento
necesario
para
liberarse
por
sí
mismos.
En
la
lengua
shipibo
se
conoce
con
el
nombre
de
buman
a
una
suerte
de
magia
mentalista.
Algunos
brujos
se
entrenan
y
desarrollan
esta
facultad
para,
con
su
poder
mental,
dominar
a
las
personas,
hipnotizarlas.
Y
normalmente
sacan
mucha
plata
de
los
ingenuos
que
se
acercan
a
ellos;
pero
con
esa
misma
facilidad
suelen
perder
la
plata
obtenida
y
les
resulta
de
poco
provecho.
Si
tomamos
ayawaska
con
personas
así,
nos
mostraran
visiones
de
falsa
luz
y
de
belleza
artificial,
toda
suerte
de
maravillas
barrocas
que
fascinan
a
algunos
apelando
a
su
ego,
prometiéndoles
poder
y
satisfacción
de
sus
deseos
egoístas.
El
buman
trabaja
en
base
a
las
debilidades
y
complejos
irresueltos
de
las
personas
para
atraparlas
en
su
red
de
ilusión.
Es
siempre
un
maestro
del
engaño,
que
mezcla
la
verdad
con
la
mentira.
Hay
que
recordar
que
no
todo
lo
que
brilla
es
oro;
y
no
todo
oro
es
luz
del
Espíritu.
El
brujo
es
una
persona
carcomida
por
la
envidia,
que
en
lugar
de
disfrutar
de
la
existencia
tiene
la
mente
y
el
cuerpo
envenenados,
siempre
planeando
cómo
hacer
daño
a
otros.
¿Cómo
podría
curar
una
persona
que
no
se
ha
curado
a
sí
mismo
y
no
da
testimonio
vivo
de
la
medicina?
6.
CB:
¿Todos
los
que
trabajan
con
energías
de
baja
vibración
son
conscientes
de
ello?
¿Puedes
considerarte
parte
de
la
luz
pero
sin
embargo
estar
‘capturado’
por
fuerzas
suprasensibles
que
no
son
luminosas?
Si
estas
personas
no
están
en
contacto
con
los
Dueños
de
la
Medicina,
¿en
contacto
con
quienes
están
(consciente
o
inconscientemente)?
PF:
Creo
que
la
mayoría
de
seres
humanos
no
son
muy
conscientes
de
qué
tipo
de
energías
movilizan
y
de
cuales
sustentan
con
sus
actitudes.
Debido
a
la
propagación
de
la
educación
moderna,
de
la
racionalidad
instrumental
y
del
materialismo,
creemos
que
los
fenómenos
externos
que
percibimos
con
los
sentidos
físicos
constituyen
una
suerte
de
realidad
última,
cuando
en
verdad
solo
son
la
cáscara
de
la
multidimensionalidad
de
lo
real.
Nuestra
existencia
se
encuentra
más
determinada
por
factores
suprasensibles
de
lo
que
solemos
admitir.
Estamos
en
permanente
contacto,
ya
sea
consciente
o
inconscientemente,
con
otros
planos
de
la
realidad,
con
otros
mundos.
Los
mundos
inmediatamente
superiores
al
nuestro
están
llenos
de
pensamientos
y
entidades
de
baja
vibración.
Según
escribió
Pablo
de
Tarso,
en
su
Epístola
a
los
Efesios,
“no
tenemos
lucha
contra
carne
y
sangre,
sino
contra
principados,
contra
potestades,
contra
los
gobernadores
de
la
tinieblas
de
este
siglo,
contra
huestes
espirituales
de
maldad
en
las
regiones
celestes”.
Imagínate,
por
ejemplo,
con
qué
entidades
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19
espirituales
o
energéticas
entra
en
contacto
una
persona
que
consume
cocaína
o
pasta
básica:
con
la
droga
se
inhala
toda
la
devastación
ecológica,
la
violencia,
la
corrupción,
la
falta
de
respeto
hacia
nuestra
propia
ancestralidad.
Muchos
narcos
y
criminales
tienen
sus
“santos”,
sus
ídolos
a
los
que
se
consagran
y
les
piden
protección,
e
incluso
sus
videntes
y
“chamanes”
a
los
que
solicitan
ayuda
y
ritos
de
prosperidad.
¿A
quiénes
están
entregando
su
fuerza
espiritual
los
que
ven
pornografía,
los
que
van
a
un
burdel,
los
que
miran
televisión
basura?
La
publicidad,
que
busca
modificar
el
pensamiento,
las
emociones
y
las
acciones
de
las
personas
a
distancia,
es,
en
el
sentido
literal
del
término,
un
intento
de
hipnosis.
Hay
veces
que
tengo
la
impresión
de
que
la
totalidad
del
mundo
moderno
parte
de
una
gran
acto
de
magia
negra.
Por
eso
es
que
nunca
debemos
perder,
por
una
suerte
de
fascinación
por
el
éxtasis,
la
tranquilidad
de
espíritu,
la
sobriedad
emocional
y
la
capacidad
de
discernimiento,
la
distancia
crítica.
No
hay
que
correr
tras
las
visiones,
sino
que
hay
que
separar
la
paja
del
trigo,
para
decirlo
en
términos
bíblicos.
Es
necesario
conservar
nuestro
centro
espiritual,
mental
y
físico.
Hay
que
pedir
al
Espíritu
de
Luz
que
nos
alumbre
el
entendimiento
para
saber
con
qué
seres
debemos
vincularnos
y
con
quiénes
no,
y
esto
en
todas
las
dimensiones
del
cosmos,
en
todos
los
mundos
por
los
que
transitamos.
7.
CB:
Hoy
en
día
es
muy
común,
en
la
Amazonía
especialmente,
la
organización
de
ceremonias
de
ayahuasca
colectivas,
en
círculo
y
con
cantos
no
personalizados.
Obviamente
esto
no
existía
hace
50
años
por
lo
que
no
es
de
ninguna
manera
tradicional.
Si
piensas
que
no
todo
es
blanco
y
negro,
y
que
hay
luz
en
la
oscuridad,
¿cuál
es
el
lado
positivo
de
este
fenómeno
contemporáneo?
PF:
Mi
opinión
es
que
lo
que
está
pasando,
en
los
últimos
años,
con
las
plantas
y
los
conocimientos
indígenas
es
una
aberración,
una
falta
de
respeto
y
una
nueva
colonización.
La
mentalidad
moderna,
que
piensa
ser
libre
de
apropiarse
de
todo
y
tomar
decisiones
por
cuenta
propia,
sin
tomar
en
consideración
las
prescripciones
de
los
abuelos
(a
las
que
suele
considerar
como
meras
supersticiones
o
tabús
infundados),
termina
siendo
muy
adolescente
y
profanadora.
Es
evidente
que
la
única
motivación
para
este
tipo
de
“sesiones
chamánicas”
es
el
dinero.
Hay
centros
en
la
selva,
algunos
administrados
por
extranjeros,
en
los
que
reciben
grupos
de
15
o
20
personas
para
tener
una
experiencia
psicoactiva
conjunta.
Lo
que
quiere
la
gente
son
visiones
intensas
y
tener
algo
exótico
que
contar
a
sus
amigos.
Otros
hablan
de
incrementar
su
creatividad,
de
buscar
argumentos
para
una
película
o
un
poema.
Hay
resorts
de
lujo
que
cobran
200
dólares
la
noche.
Como
siempre,
en
un
país
sin
ley
y
sin
respeto
propio,
estamos
dejando
que
cualquiera
haga
lo
que
quiera
con
nuestras
tradiciones.
Muchos
centros
contratan
shipibos
que
van
por
su
necesidad
económica,
porque
en
la
selva
es
cada
vez
más
difícil
vivir
de
los
recursos
del
bosque,
además
de
que
es
grande
la
atracción
que
ejercen
las
ciudades
y
el
deseo
por
obtener
ciertos
bienes
en
el
mercado.
Algunos
de
mis
parientes,
que
son
médicos
legítimos,
también
han
ido
para
ganar
algo
para
alimentar
a
sus
familias.
Pero,
aunque
no
te
lo
van
a
confesar
fuera
del
ámbito
familiar,
todos
saben
que
en
una
ceremonia
de
15
o
20
personas
es
imposible
curar.
¿Cuántos
de
los
asistentes
a
esas
sesiones
colectivas
tienen
un
consumo
regular
de
drogas
o
los
cuerpos
sucios
por
una
vida
desordenada?
Lo
que
se
hace
entonces
es
que
se
canta
para
limpiar
el
ambiente
y
que
el
mal
aire
no
choque
a
los
médicos.
Puede
Página
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de
19
ser
que
luego,
en
algunos
de
esos
centros,
se
haga
un
tratamiento
más
personalizado
a
algunos
de
los
pacientes,
y
ahí
sí
ayudarlos
un
poco
más.
Pero
en
general
es
solo
un
negocio;
y
tengo
entendido
que
en
algunos
casos
es
muy
lucrativo.
Son
muchas
las
voces
serias
que
han
denunciado
los
peligros
de
estas
prácticas.
Ha
habido
muertes
en
las
sesiones
e
incluso
violaciones.
Yo
sé
que
en
Norteamérica
y
en
Europa
hay
ceremonias
de
más
de
50
personas
en
las
que
se
cobra
150
dólares
a
cada
uno;
la
gente
se
tira
en
el
piso,
se
muerden,
se
revuelcan,
vomitan.
Y
los
que
dan
de
tomar
dicen
que
así
es
la
curación,
que
se
trata
de
una
catarsis,
de
una
purga
emocional.
Pero
lo
cierto
es
que
mucha
gente
se
está
enfermando
por
ese
consumo
recreacional
e
irresponsable.
Claro,
ellos
no
se
dan
cuenta,
se
siente
bien
por
un
tiempo,
alegres
de
que
han
tenido
grandes
intuiciones,
de
que
han
atravesado
pasajes
oscuros,
sus
egos
crecen;
pero
basta
ver
con
atención
su
aspecto
físico
y
la
inquietud
en
su
mirada
para
saber
que
están
enfermos.
Nosotros
vemos
a
muchos
extranjeros
por
las
calles
de
Pucallpa
desarreglados,
sucios,
flacos,
ojerosos.
Ahí
no
hay
medicina.
Además,
qué
importa
tener
grandes
revelaciones
mentales
si
no
somos
luego
capaces
de
romper
con
el
sufrimiento,
con
el
egoísmo,
de
transformar
nuestra
cotidianeidad.
Si
no
somos
capaces
de
vivir
en
paz
con
nuestra
pareja,
de
criar
bien
a
nuestros
hijos,
de
hablar
con
respeto
a
nuestros
padres.
Todo
conocimiento
que
no
nos
haga
mejores
personas
y
que
nos
libere
del
egoísmo,
es
vanidad.
La
verdad
es
que
yo
no
creo
que
muchas
de
las
personas
que
vienen
de
otros
países
a
tomar
ayawaska
estén
buscando
curarse.
Es
más,
ni
siquiera
deben
creer
posible
el
tipo
de
enfermedades
que
un
médico
legítimo
puede
curar.
El
menosprecio
y
el
racismo
pueden
haberse
disimulado,
silencio
por
la
corrección
política,
pero
el
orgullo
de
los
supuestos
“civilizados”
es
muy
difícil
de
amainar.
Muchos
extranjeros
piensan
que
curación
es
un
proceso
introspectivo
casi
psicoanalítico,
una
suerte
de
revivencia
de
la
experiencia
traumática,
luego
de
la
cual
se
curan
mágicamente;
pero
luego
de
esas
experiencias,
no
se
ven
muchos
cambios
a
largo
plazo,
sostenibles
en
el
tiempo,
salvo
un
pequeño
momento
de
euforia.
Eso
no
es
lo
que
nosotros
nos
referimos
con
curación.
Las
plantas
no
son
juguetes,
sino
que
merecen
todo
nuestro
respeto.
Hay
que
saber
cómo
hablar
con
los
Dueños
de
las
plantas,
cómo
presentarse,
con
qué
palabras
y
frecuencias
vocales
se
abren
sus
mundos
medicinales.
Ellos
trabajan
con
los
médicos
porque
nos
conocen,
nos
consideran
sus
amigos,
sus
parientes.
De
lo
contrario,
pensarán
que
somos
unos
extraños,
unos
intrusos
que
quieren
hacerles
daño,
y
se
defenderán
contra
nosotros.
Es
así
que
muchos
se
enferman,
que
se
kutipan,
para
decirlo
en
términos
amazónicos.
El
conocimiento
visionario
de
las
plantas
es
del
pueblo
y
para
el
pueblo.
Hay
que
acercarse
con
respeto
y
humildad.
En
la
actualidad,
los
mismos
consumidores
de
ayawaska
del
extranjero
están
queriendo
imponer
sus
propios
conceptos
sobre
las
prácticas
amazónicos.
Por
ejemplo,
hay
quienes
afirman
que
el
Onanya
no
es
un
médico,
sino
que
es
un
guía,
una
suerte
de
psicopompo
que
nos
guía
en
un
viaje
astral.
Pero
eso
no
tiene
nada
que
ver
con
las
prácticas
de
nuestros
abuelos;
y
por
eso
creo
que
es
tan
necesario
deslindar
bien
los
términos,
porque
si
no
ya
no
sabemos
a
qué
nos
referimos.
Además,
hay
muchos
que
quieren
hacer
aparecer
como
que
toda
la
experiencia
medicinal
se
centra
en
el
ayawaska,
en
las
visiones
y
el
viaje
del
alma
por
las
regiones
celestes
o
submundos.
Pero
lo
cierto
es
que
no
es
necesario
que
el
paciente
tome
ayawaska
para
que
se
sane;
la
gran
mayoría
de
pacientes
shipibos
no
toman
ayawaska,
sino
que
el
médico
toma
para
curar.
El
ayawaska,
en
sí,
tiene
propiedades
medicinales,
pero
eso
se
toma
de
otra
Página
11
de
19
manera,
sin
mezclar
con
chakuruna,
dietando,
como
una
purga.
Pero
el
ayawaska
mezclado
con
chakuruna,
lo
que
los
shipibos
llaman
oni,
eso
lo
toma
el
médico.
Para
curar,
el
médico
canta
de
manera
específica
a
cada
paciente,
según
las
visiones
que
va
teniendo
de
la
enfermedad.
A
mí
lo
único
que
me
interesa
es
la
curación.
8.
CB:
Existen
también
centros
en
donde
no
solo
se
organizan
ceremonias
de
ayahuasca
como
las
mencionadas
arriba
sino
también
dietas
de
varios
días
con
plantas
amazónicas
como
el
chiric
sanango,
el
ajo
sacha
y
la
bobinsana.
Muchas
dietas
de
este
tipo
se
abren
con
una
purga
de
tabaco.
¿Es
necesario
combinar
los
días
que
se
dietan
con
plantas
como
estas
con
ceremonias
de
ayahuasca?
¿Cómo
lo
ves
desde
la
tradición
shipibo-‐konibo?
PF:
La
dieta
es
la
base
del
aprendizaje
y
de
la
curación.
Cuando
uno
quiere
aprender,
se
retira
y
empieza
su
dieta.
Al
principio
debemos
dietar
bien
estricto,
cumpliendo
con
todas
las
indicaciones.
Entonces
los
Dueños
espirituales
de
las
plantas
se
van
acercando
a
nosotros,
nos
van
conociendo
y
dando
algunos
de
sus
conocimientos.
Al
principio
nos
enseñan
más
que
nada
lo
negativo;
eso
tenemos
que
ir
rechazando
para
llegar
a
ser
médicos
y
no
perdernos
en
la
brujería.
Hay
que
tener
cerca
a
un
médico
que
sea
nuestro
maestro,
que
nos
limpie
de
lo
negativo,
que
nos
guíe,
que
nos
transmita
sus
protecciones.
Nuestro
maestro
nos
tiene
que
abrir
la
conexión
con
el
mundo
medicinal,
el
kano;
eso
es
algo
que
se
hereda
y
que
normalmente
se
transmite
dentro
del
círculo
familiar.
Por
eso
yo
uso
la
palabra
maestro,
para
poder
explicarlo
bien,
pero
lo
que
yo
tengo
son
unos
tíos
que
con
mucho
cariño
me
han
compartido
sus
conocimientos.
Yo
les
digo
tíos,
no
les
digo
maestro
como
si
se
tratara
de
un
gurú.
El
maestro
verdadero
es
el
Creador,
y
no
hay
nadie
que
pueda
ocupar
su
lugar.
Cuando
ya
nos
hemos
acostumbrado
con
las
plantas,
después
de
un
año
de
dieta
sin
sal,
sin
dulce,
sin
aceite,
ya
podemos
aligerar
un
poco
las
dietas,
flexibilizarlas.
Eso
sí,
nunca
durante
la
dieta
se
puede
comer
ají,
tomar
alcohol,
tener
relaciones
sexuales,
comer
ciertas
carnes.
Y
sea
o
no
sea
en
dieta,
el
médico
legítimo
nunca
come
chancho
ni
puede
ser
un
borracho.
Al
final,
ya
cada
médico
desarrolla
su
propia
manera
de
dietar
y
de
hacer
dietar
a
sus
pacientes.
Mientras
más
conocimiento
se
tenga,
más
flexible
se
puede
ser,
porque
no
se
puede
hacer
dietar
a
todos
los
pacientes
de
la
misma
manera.
Cada
caso
demanda
una
manera
singular,
particular,
irrepetible,
de
ser
encarado.
Ese
es
el
motivo
principal
por
el
que
no
resultan
confiables
las
sesiones
de
curación
colectivas.
Antes
de
casarme
con
Chonon,
como
yo
quería
aprender
de
la
medicina
amazónica
he
trabajado
con
varios
“chamanes”
y
en
algunos
centros
que
reciben
grupos
de
extranjeros.
Lo
que
yo
he
visto
ahí
me
sirve
para
saber
cómo
no
se
deben
hacer
las
cosas.
Algunos
extranjeros
vienen
y
le
dicen
al
“chaman”,
“yo
quiero
dietar
esto,
yo
quiero
dietar
lo
otro”,
y
él
les
da
nomás,
para
no
hacer
problemas.
Hay
que
acordarse
de
la
premisa
de
los
negocios
de
servicio:
el
cliente
siempre
tiene
la
razón.
Esos
dietadores
después
hablan
de
las
plantas
que
supuestamente
han
dietado
como
si
fueran
figuritas
de
un
álbum.
¿Pero
cuántos
días
han
dietado?
Se
trata
de
acumular
plantas,
porque
su
pensamiento
no
ha
podido
escapar
de
la
lógica
de
la
acumulación
que
es
la
base
del
sistema
económico
imperante.
Página
12
de
19
La
medicina
auténtica
no
puede
responder
a
esa
forma
de
pensar
y
comportarse.
Si
yo
doy
a
un
paciente
una
planta,
tengo
que
saber
para
qué
se
la
doy,
qué
males
específicos
estoy
curando
con
esa
planta.
Chiric
sanango
se
le
da
al
que
tiene
frío;
renaquilla
al
que
tiene
un
problema
en
los
huesos;
ajo
sacha
al
que
sufre
saladera,
atraso,
al
que
todo
le
sale
mal.
Hay
que
saber
para
qué
sirve
cada
planta.
Y
ese
es
un
conocimiento
que
cada
médico
maneja.
Por
otra
parte,
yo
no
soy
muy
partidario
de
usar
el
tabaco
como
purga;
es
cierto
que
el
tabaco
limpia,
pero
también
nos
puede
volver
un
poco
más
irascibles.
Hay
dietas
en
las
que
se
pone
a
remojar
con
las
plantas
un
poco
de
tabaco,
pero
es
solo
un
poco,
porque
si
se
usa
más
de
la
cuenta
nos
puede
desviar
hacia
la
brujería.
En
nuestra
tradición
medicinal,
el
tabaco
se
usa
más
que
todo
fumando,
sin
inhalar,
para
botar
todo
lo
negativo
del
ambiente
o
del
cuerpo
del
paciente.
Hay
otras
naciones,
como
los
yanesha,
que
usan
una
pasta
de
tabaco
que
se
llama
ampiri,
pero,
aunque
lo
he
probado,
esa
es
costumbre
y
conocimiento
de
ellos,
que
no
manejo.
Cada
familia
tiene
su
sabiduría;
y
si
bien
es
importante
conocer
las
otras
escuelas,
no
se
puede
tampoco
mezclar
todo
de
forma
indiscriminada.
Para
purgar
yo
utilizo
plantas
perfumadas
que
aromatizan
el
cuerpo.
9.
CB:
“Es
más
fácil
ser
brujo
que
ser
médico.
Porque
la
negatividad
es
lo
primero
que
se
abre:
resentimientos,
envidias,
odios.”
¿Qué
tipos
de
negatividades
son
las
que
predominan
más
hoy
en
día?
PF:
Una
cosa
es
tratar
pacientes
shipibos
y
otra
tratar
pacientes
de
la
ciudad.
Los
shipibos
que
me
buscan
a
mí
son
solo
mis
familiares,
gente
muy
cercana.
Ellos
vienen
con
enfermedades
específicas
y
se
les
cura
fácil.
Llegan
con
humildad
y
con
mucha
fe.
Su
pensamiento
es
bueno.
No
tienen
tanta
negatividad.
Pero
los
pacientes
de
la
ciudad
suelen
ser
casos
más
complejos,
porque
traen
cosas
irresueltas
a
nivel
psíquico
y
emocional,
muchos
tienen
enfermedades
físicas
y
sufren
una
desconexión
espiritual.
Además,
pocos
son
humildes,
suelen
tener
una
pobre
experiencia
de
la
divinidad,
sus
propios
pensamientos
negativos
se
cierran
a
la
medicina
y
tuercen
un
poco
las
dietas.
La
cultura
imperante
incentiva
mucho
los
deseos
egoístas
y
fomenta
una
práctica
irresponsable
de
la
sexualidad.
Los
comportamientos
son
muy
promiscuos
y
pasionales;
el
resultado
es
un
sentimiento
de
soledad
exacerbado,
celos,
rabia
y
desesperación.
En
ciudades
como
Lima
y
Buenos
Aires
hay
mucha
agresividad,
mucho
miedo
y
desconfianza;
y
algunos
buscan
soluciones
mágicas
a
sus
problemas,
pero
no
quieren
dejar
de
lado
los
hábitos
que
los
enferman
y
hacerse
responsables
de
su
salud.
El
apego
a
estilos
de
vida
poco
saludables
es
muy
fuerte.
Los
Dueños
de
la
medicina
no
quieren
curar
cuando
ven
que
una
persona
es
mezquina,
es
vanidosa
o
es
racista.
También
muchos
pacientes
llegan
a
nosotros
tras
varios
años
de
abuso
de
alcohol
o
drogas,
y
eso
es
un
trabajo
muy
pesado.
Con
algunas
plantas
que
tenemos
podemos
hacer
que
la
persona
que
se
droga
o
que
toma
en
exceso,
se
quede
asqueada;
y
si
pone
de
su
voluntad,
con
unas
semanas
de
tratamiento
se
puede
curar.
Pero
limpiar
por
completo
un
cuerpo
intoxicado
toma
varios
meses.
Lo
importante
es
entender
que
ni
el
mejor
médico
puede
curar
a
quien
no
se
quiere
curar.
Toda
curación
demanda
que
el
paciente
haga
sacrificios,
que
se
responsabilice
de
su
estado
de
salud
y
esté
dispuesto
a
hacer
lo
necesario.
Página
13
de
19
Entre
los
que
dicen
practicar
el
“chamanismo”,
hay
varios
que
son
mujeriegos,
que
son
alcohólicos
o
que
son
envidiosos,
por
eso
no
llegan
a
dietar
bien;
pueden
tener
ciertos
conocimientos,
porque
todo
ser
vivo
tiene
su
propio
conocimiento,
pero
no
son
médicos.
La
dieta
es
un
asunto
muy
delicado.
Tienes
que
estar
en
aislamiento:
si
te
cruzas
con
una
mujer
menstruante,
si
hueles
algo
putrefacto,
si
te
comes
algo
que
ha
sido
preparado
por
personas
que
han
tenido
relaciones
sexuales,
puede
afectar
tu
dieta
y
hacerte
sentir
mal.
Nadie
llega
a
ser
médico
si
no
ha
nacido
para
eso,
si
no
tiene
una
vocación
firme.
Además,
para
curar
a
sus
pacientes
el
médico
tiene
que
sacrificarse
por
ellos;
no
se
cura
así
nomás,
recetando
una
pastilla
en
un
escritorio,
sino
que
al
médico
le
afecta
la
enfermedad
del
paciente
y
tiene
que
batallar
con
ese
mal
en
su
propio
cuerpo.
Esta
capacidad
amorosa
de
entrega
por
el
prójimo
viene
inspirada
por
Dios.
Yo
creo
que
buena
parte
de
los
males
y
del
sufrimiento
humano
tiene
su
raíz
en
nuestra
rebeldía,
en
no
tener
a
Dios
en
el
corazón
y
querer
vivir
según
nuestras
propias
opiniones
acerca
de
la
felicidad,
del
éxito
y
del
progreso.
10.
CB:
Algunos
estudiosos
postulan
que
la
combinación
ayahuasca-‐chacruna
no
pasa
de
300
años.
¿Cómo
ves
el
origen
del
uso
de
esta
combinación
en
el
pueblo
shipibo-‐konibo?
PF:
No
estoy
muy
seguro
de
que
esa
hipótesis
sea
cierta.
Me
parece
muy
arriesgado
afirmar
algo
así.
Además,
no
creo
en
la
neutralidad
de
las
afirmaciones
que
vienen
de
las
ciencias
sociales.
¿Cuál
es
la
intención
detrás
de
una
afirmación
de
esa
naturaleza?
¿Por
qué
decir
con
tanta
seguridad
algo
así,
cuando
me
parece
imposible
llegar
a
esa
afirmación
de
manera
concluyente?
Pero
hay
ciertas
aspectos
en
esa
teoría
que
sí
me
parecen
sostenibles.
Yo
he
leído
esta
hipótesis
en
Peter
Gow,
cuyo
trabajo
se
basa
en
datos
que
recolectó
en
el
bajo
Urubamba
con
pobladores
mestizos
y
de
la
familia
lingüística
arawak,
entre
quienes
el
uso
del
ayawaska
con
chakuruna
no
es
antiguo.
Basta
decir
que
los
médicos
ashaninka
reciben
el
nombre
de
shiripiari,
cuya
traducción
literal
parece
ser
tabaquero.
También
es
posible
afirmar
que
los
pueblos
quechua
de
Lamas
no
utilizaban
el
ayawaska
mezclado
con
chakuruna
hace
200
años,
sino
que
usaban
solo
la
liana
como
purga.
Yo
he
convivido
con
un
antiguo
curandero
de
San
Miguel
de
Río
Mayo,
en
la
región
de
Lamas,
que
se
llama
Don
Cristóbal
Salas,
que
me
daba
de
tomar
un
ayawaska
sin
chakuruna
y
luego
cantaba;
cuando
tomábamos,
no
teníamos
visión,
pero
su
medicina
producía
unos
sueños
intensos,
largos,
claros,
lúcidos.
Él
manejaba
mucho
el
mundo
femenino
de
la
medicina,
lo
que
se
conoce
como
warmi.
Si
uno
no
sabía
podía
pensar
que
ese
curandero
no
tenía
ninguna
fuerza,
porque
su
ayawaska
mareaba
solo
un
poco;
pero
él
conocía
ese
mundo
femenino
con
mucha
hondura.
Por
eso
digo
que
cada
pueblo
tiene
su
propia
manera,
su
conocimiento,
y
todos
son
respetables;
y
dentro
de
cada
nación,
ningún
médico
sabe
lo
mismo
que
los
demás
o
practica
igual.
Lo
que
sucede
es
que
el
negocio
del
ayawaska
está
homogenizando
las
prácticas
y
no
reparamos
en
la
riqueza
de
estas
diferencias,
de
estos
diferentes
linajes
y
escuelas
del
curanderismo
amazónico.
La
expansión
en
la
Amazonía
del
uso
del
ayawaska
con
chakuruna
parece
ser
más
o
menos
reciente,
posiblemente
como
un
efecto
colateral
de
las
convulsiones
causadas
por
el
boom
cauchero.
Puede
ser
un
fenómeno
con
ciertas
similitudes
con
el
del
peyote
en
Norteamérica
y
la
popularización
del
Native
American
Church
(NAC)
luego
de
la
Página
14
de
19
derrota
militar
a
manos
del
ejército
de
Estados
Unidos.
No
en
vano,
es
de
ese
tiempo
el
surgimiento
del
movimiento
Santo
Daime
en
Brasil,
que
también,
al
igual
que
el
NAC,
tiene
una
similitud
con
la
iglesia
católica.
Me
parece
que
en
el
Daime
no
es
tanto
el
ayawaska
lo
que
cura,
sino
la
estructura
religiosa,
el
dar
a
sus
miembros
un
sentimiento
de
pertenencia
y
sociabilizarlos,
brindarles
unas
pautas
de
vida
para
que
puedan
desarrollar
conductas
positivas.
Yo
he
escuchado
decir
que
los
antiguos
Meraya
del
pueblo
shipibo
no
necesitaban
tomar
ayawaska
para
curar
y
desplazarse
hacia
los
mundos
espirituales.
Y
es
que,
como
ya
dije,
la
persona
que
ha
dietado
bien
puede
prescindir
del
ayawaska.
Pero
tengo
la
impresión
de
que
la
combinación
de
ayawaska
con
chakuruna
sí
fue
utilizada
desde
antiguos
(no
podría
precisar
cuántos
años)
entre
los
pueblos
cercanos
al
río
Marañón
y
al
río
Ucayali,
y
por
las
zonas
de
influencia
cultural
de
estas
naciones
ribereñas.
Es
decir,
yo
creo
que
fue
utilizado
por
los
pueblos
de
la
familia
lingüística
jíbara,
por
los
de
la
familia
lingüística
pano,
por
los
cocama
y
también
por
los
tukano
occidentales,
los
airo-‐pai.
No
tengo
elementos
para
afirmar
mucho
más
allá
de
ese
territorio.
Pero
sí
tengo
la
seguridad
de
que
tampoco
fue
utilizado
en
la
región
de
Madre
de
Dios.
Cuando
he
visto
videos
sobre
el
uso
del
ayawaska
en
otras
culturas,
como
por
ejemplo
entre
los
Cofanes
de
Colombia,
los
taytas,
respeto
su
forma
de
usar
la
planta,
pero
veo
que
es
muy
diferente
a
la
herencia
de
mi
familia,
que
tiene
muy
poco
que
ver,
y
hasta
me
sorprende.
Ellos
tienen
sus
propios
conocimientos
y
con
ellos
pueden
ayudar
a
la
gente.
Cada
quien
sabe
lo
suyo
y
es
bueno
respetar
la
diversidad.
Al
fin
de
cuentas,
todo
este
asunto
arqueológico
sobre
el
origen
de
la
medicina
y
los
años
de
uso
no
es
algo
que
a
mí
me
despierte
mucha
preocupación.
Lo
ancestral
no
es
una
categoría
fija,
sino
algo
flexible
y
que
se
pone
a
disposición
del
presente,
que
nos
ayuda
a
vivir
bien.
Nosotros
vivimos
en
diálogo
con
los
antepasados,
encontrándonos
con
ellos
en
nuestros
sueños
y
escuchando
sus
palabras.
A
mí
me
basta
con
la
explicación
de
los
antiguos,
quienes
decían
que
el
conocimiento
de
las
plantas
medicinales
viene
desde
el
mundo
espiritual.
Los
Hijos
del
Sol
enseñaron
a
los
primeros
Onanya
a
usar
el
ayawaska.
11.
CB:
¿Cuál
sería
el
problema
de
consagrar
a
la
ayahuasca
como
la
madre
de
todas
las
plantas?
PF:
Según
nos
ha
enseñado
nuestro
abuelo
Ranin
Bima,
la
fuerza
medicinal
y
el
conocimiento
de
las
plantas
viene
del
Gran
Espíritu,
que
en
shipibo
se
llama
Nete
Ibo
y
es
el
Dueño
de
todo
lo
existente.
Es
Aquel
que
los
antiguos
quechuas
llamaban
Pachakamaq,
el
que
sopló
su
aliento
a
toda
la
materia,
el
que
animó
el
mundo,
el
que
dio
vida
a
la
vida
y
ordenó
el
cosmos.
Él
dio
su
luz
al
sol.
Ahora,
el
sol
nos
brinda
sus
rayos,
su
calor,
fecunda
la
tierra,
por
eso
podemos
llamarlo
padre
con
justeza.
La
tierra
recibe
nuestros
pazos,
nos
da
los
alimentos
con
generosidad,
las
plantas
se
enraízan
en
ella,
y
por
eso
la
llamamos
madre.
El
agua,
en
cambio,
cuando
es
lluvia
o
río
que
preña
las
orillas,
actúa
como
una
potencia
masculina;
pero
cuando
es
una
cocha
que
posibilita
la
vida
de
los
peces
como
un
útero,
parece
más
bien
femenina.
Todo
se
define
según
su
acción
en
el
mundo.
Es
un
asunto
científico,
pero
expresado
de
la
manera
afectiva
y
poética
propia
de
los
pueblos
indígenas.
Yo
no
veo
que
el
ayawaska
se
comporte
como
padre
o
como
madre
en
ningún
sentido.
Página
15
de
19
Lo
que
a
mí
me
han
dicho
mis
familiares
es
que
el
Dueño
espiritual
del
ayawaska
es
un
Inka
y
que
la
Dueña
de
la
chakuruna
es
una
mujer
amazónica,
antigua,
una
mujer
espiritual.
Entonces,
la
bebida
oni
es
un
matrimonio.
La
mayoría
de
las
plantas
tienen
aspectos
femeninos
y
masculinos;
y
sus
Dueños
se
presentan
a
nosotros
en
pareja,
lo
que
se
corresponde
con
el
pensamiento
complementario
que
practican
muchos
pueblos
indígenas.
Ahora,
la
idea
de
que
el
ayawaska
es
la
madre
de
todas
las
plantas
no
sé
de
donde
sale;
pero
pensando
en
tu
pregunta,
me
parece
que
viene
de
una
tendencia
a
jerarquizar
y
catalogar
propia
del
pensamiento
moderno.
¿No
ves
que
todos
queremos
ser
los
mejores,
ganar
la
carrera,
vencer
al
oponente?
Pero
el
maestro
Jesús
enseñó
que
quien
quiere
ser
el
primero,
debe
ser
el
siervo
de
sus
hermanos.
Los
que
tienen
más
fuerza
espiritual
entre
nosotros,
son
los
que
más
se
sacrifican
por
los
demás,
los
que
tienen
una
responsabilidad
más
profunda.
12.
CB:
Siento
que
un
legado
de
la
cultura
ancestral
del
mediterráneo
es
ese
camino
del
intelecto,
representado
por
la
escultura
de
Rodin:
el
ser
humano
que
piensa,
interroga
y
no
deja
de
lado
nada.
Considero
que
uno
de
los
problemas
de
una
gran
parte
de
la
ciencia
occidental
es
que
hay
cosas
que
se
dejaron
de
interrogar.
Es
como
si
en
un
momento
de
la
historia
europea,
el
occidente
hegemónico
eliminó
a
la
sabiduría
esotérica,
al
parecer
al
menos
la
positiva,
representada
por
el
dragón:
persiguió
a
sus
astrólogos,
médicos
visionarios
y
brujas
(en
el
sentido
euskera
del
término:
Sorginak,
mujer
que
sirve
a
la
madre
tierra
y
hace
pagar
cara
la
mentira).
Teniendo
parte
de
ese
linaje,
¿al
publicar
tus
libros
y
artículos
sientes
que
estás
participando
en
la
limpieza
esos
prejuicios
en
la
ciencia
occidental?
PF:
La
herencia
platónica
es
muy
distinta
a
la
aristotélica,
para
hablar
de
las
dos
líneas
del
pensamiento
griego
que
han
prevalecido
hasta
nuestros
días
y
han
marcado
el
rumbo
de
Occidente.
Mientras
Platón
es
más
cercano
a
los
elementos
iniciáticos,
a
la
interioridad
y
al
conocerse
a
uno
mismo,
la
línea
de
Aristóteles
es
más
positiva,
digamos,
más
próxima
a
lo
que
se
conoció
en
la
modernidad
como
lo
propiamente
científico.
Los
llamados
Padres
de
la
Iglesia,
como
San
Agustín,
utilizaron
el
aparato
conceptual
platónico
para
hacer
más
comprensivo
el
mensaje
crístico
en
un
entorno
cultural
distinto
al
judío;
claro,
no
tomaron
a
Platón
por
completo,
pero
les
fue
muy
útil
para
poder
expresar
la
aspiración
del
alma
a
lo
bueno,
a
lo
bello,
a
lo
luminoso.
Y
esa
línea,
bastante
más
mística,
prevaleció
por
muchos
años.
Los
tratados
de
Dionisio
Areopagita
y
de
San
Agustín,
de
san
Gregorio
de
Niza
y
de
Caciano,
que
fueron
leídos
todo
el
medioevo,
son
bastante
representativos
de
ese
periodo.
Es
en
la
alta
Edad
Media
que
las
universidad
europeas
empiezan
a
dar
un
giro
más
pronunciado
hacia
la
Escolástica
y
el
pensamiento
aristotélico.
Uno
de
los
representantes
máximos
de
esta
corriente
es
Santo
Tomás,
que
era
un
pensador
bastante
racional,
aunque
nunca
deja
de
reconocer
que
existe
un
conocimiento
divino
que
supera
las
posibilidades
intelectuales
y
viene
de
una
experiencia
amorosa
de
Dios.
Más
tarde,
Descartes
y
Hobbes,
entre
otros,
dan
inicio
a
la
modernidad
cuando
acentúan
esta
línea
racional
de
pensamiento,
pero
no
podemos
olvidar
que
ambos
eran
creyentes,
así
que
todavía
tenían
reparos
a
la
hora
de
pensar
la
autonomía
de
la
racionalidad
humana.
Es
con
recién
la
Ilustración
que
la
civilización
occidental
empieza
a
pensarse
a
sí
misma
al
margen
de
Dios
y
cree
que
puede
llegar
a
la
verdad
por
el
uso
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19
exclusivo
de
su
razón.
Entonces,
no
se
trata
de
un
fenómeno
muy
antiguo
y
es
fácil
rastrear
su
genealogía.
Lo
que
sucede
que
sus
efectos
en
el
modo
de
habitar
al
tierra
han
sido
muy
notorios,
han
impactado
y
transformado
el
mundo,
pero
me
parece
que
esa
línea
de
acción
y
pensamiento
no
va
a
prevalecer
mucho
tiempo
más.
Según
han
escrito
Adorno
y
Horkheimer,
en
La
dialéctica
del
iluminismo,
hay
un
componente
autoritario
y
excluyente
en
la
base
del
pensamiento
ilustrado.
Pensar
que
solo
se
puede
llegar
a
la
verdad
mediante
el
método
de
las
matemáticas
y
de
las
ciencias
modernas,
deja
de
lado
aspectos
fundamentales
de
nuestra
condición
vital.
Para
los
pueblos
amazónicos,
como
para
otros
pueblos
indígenas,
los
conocimientos
legítimos
vienen
desde
los
mundos
espirituales;
y
podemos
llegar
a
ellos
gracias
a
los
sueños
y
las
visiones.
Lo
cierto
es
que
las
ciencias
modernas
no
alcanzan
a
tocar,
por
lo
menos
hasta
ahora,
las
realidades
espirituales,
sino
que
tenemos
que
acceder
a
ellas
mediante
un
ejercicio
poético.
El
romanticismo
alemán
y
algunos
poetas
franceses
del
siglo
XIX
fueron
una
pronta
respuesta
crítica
a
la
hegemonía
de
la
Ilustración.
La
herencia
occidental
es
múltiple
y
llena
de
matices,
de
conflictos
y
posibilidades.
Sin
embargo,
si
bien
me
interesa
conocer
esta
herencia,
no
tengo
mucha
relación
afectiva
con
Europa.
A
pesar
de
que
parte
de
mis
raíces
se
remontan
al
Mediterráneo,
mis
ancestros
reconocibles
solo
los
encuentro
en
el
continente
americano
(a
ambas
orillas
del
Río
de
la
Plata,
en
Chincha,
en
Barranco,
en
La
Paz)
y
no
tengo
cómo
acceder
a
un
pasaporte
comunitario.
Mi
familia
argentina
está
asentada
en
el
noroeste,
una
región
montañosa
en
la
que
me
aquerencio
con
facilidad
y
en
la
que
siempre
encuentro
coca
fresca
para
acullar.
Mi
mujer
tiene
sangre
shetebo,
shipibo,
konibo
y
cacataibo.
Mis
hijos
serán
mestizos
y
quiero
educarlos
en
lo
mejor
de
sus
herencias
culturales;
pero
su
lengua
materna
será
el
shipibo.
A
mí
me
dan
alegría
todos
estos
entrecruces;
y
me
siento
profundamente
indoamericano.
Estoy
absolutamente
reconciliado
con
mi
herencia
judeo-‐cristiana
y
he
rescatado
todo
su
amor
por
Dios
y
servicio
al
prójimo.
No
creo
que
la
creencia
en
un
solo
Dios
sea
necesariamente
autoritaria;
así
mismo,
no
veo
nada
negativo
en
los
Evangelios,
porque
Cristo
habló
para
descolonizar
los
espíritus
que
sufrían
bajo
la
opresión
romana.
La
alianza
de
la
Iglesia
con
el
poder
me
parece
del
todo
anti-‐cristiana
y
resulta
necesaria
una
profunda
autocrítica.
San
Pablo
decía
que
el
amor
al
dinero
era
el
origen
de
todos
los
males.
El
problema
no
es
una
escuela
de
pensamiento,
sino
el
egoísmo
y
la
búsqueda
del
poder.
13.
CB:
¿Cómo
ves
tu
rol
hoy
en
día
dentro
del
mundo
académico?
PF:
La
ciencia
y
las
verdades
académicas
no
son
cosa
cerrada,
que
se
ha
cristalizado
de
una
vez
para
siempre.
El
mundo
de
la
academia
debe
ser
un
lugar
de
luchas
epistémicas,
de
debate
y
de
posibilidades
abiertas.
Por
ejemplo,
en
el
mundo
de
las
ciencias
“duras”
las
hipótesis
con
respecto
a
la
relatividad,
a
la
física
cuántica,
a
la
termodinámica,
la
incertidumbre
y
la
astrofísica,
han
fisurado
el
paradigma
moderno.
Nos
estamos
abriendo
a
nuevas
maneras
de
pensar,
de
ser,
de
relacionarnos,
a
nivel
económico,
social,
filosófico,
ecológico,
espiritual;
es
más,
el
modo
moderno
de
habitar
la
tierra
es
insostenible,
no
da
para
más,
ha
despertado
duras
críticas
desde
diversos
campos
intelectuales
y
está
muy
resquebrajado.
El
cambio
a
un
nuevo
paradigma
no
solo
es
posible
y
está
empezando
a
acontecer,
sino
que
será
cada
vez
más
una
necesidad
vital.
Hay
que
encontrar
formas
más
armónicas
de
habitar
la
tierra
y
de
entendernos
como
parte
de
fino
tejido
vital
en
el
que
todo
está
vinculado
y
vivo.
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17
de
19
Hace
poco
recibí
un
manifiesto,
firmado
por
unos
cientos
de
académicos
norteamericanos
y
europeos,
que
propugnaban
la
necesidad
de
una
ciencia
postmaterialista.
Los
cambios
son
evidentes.
Por
supuesto
que
no
se
trata
de
un
camino
unidireccional,
sino
que
siempre
surgen
respuestas
reaccionarias
y
temerosas
al
cambio.
Nuestro
apego
a
lo
conocido,
a
lo
heredado,
a
nuestros
condicionamientos
culturales,
es
muy
grande.
En
tanto
más
nos
resistamos
a
lo
que
viene
aconteciendo,
más
sufriremos.
Yo
creo
que
parte
de
mi
misión,
del
sentido
de
mi
vida,
es
ayudar
a
la
gente
a
pasar
esta
etapa
de
tránsito
con
cierta
conciencia
y
unidad
con
Dios;
y
aprender
y
rescatar
lo
mejor
de
mi
herencia
cultural
y
la
de
mi
esposa,
para
las
siguientes
generaciones.
No
podemos
afrontar
los
cambios
de
forma
saludable
si
no
tenemos
una
raíz
sólida.
Gracias
a
los
conocimientos
que
nos
han
legado
los
ancestros
de
mi
esposa,
hemos
podido
aliviar
un
poco
el
sufrimiento
de
quienes
se
han
acercado
a
nosotros
pidiendo
ayuda.
Yo
no
me
siento
anti-‐académico,
sino
que
he
tratado
de
abrir
espacio
a
un
modo
de
hacer
academia
desde
lo
intercultural,
desde
el
respeto
a
los
conocimientos
ancestrales.
No
se
pueden
imponer
metodologías
eurocéntricas
para
leer
toda
la
realidad;
más
bien,
son
los
fenómenos
estudiados,
en
mí
caso,
las
realidades
sociales
y
espirituales,
las
que
deben
proponernos
como
interpretarlas.
Las
sabidurías
de
los
pueblos
indígenas
con
los
que
he
compartido
experiencias,
alimentos,
risas,
trabajos,
me
han
permitido
no
enajenarme
en
la
aspereza
y
dureza
que
quiere
seguir
manteniendo
un
sector
de
la
academia
occidental.
Por
momentos,
he
aprendido
por
la
vía
difícil,
con
fuertes
llamadas
de
atención;
he
tenido
que
cuestionar
y
aflojar
mi
apego
a
ciertos
patrones
bohemios,
rebeldes,
desordenados,
burlones,
que
por
muchos
años
me
impidieron
entender
lo
que
significaba
caminar
bien,
de
forma
legítima,
en
equilibrio.
Pero
en
el
punto
más
grave,
estando
enfermo
y
cercado
por
la
brujería,
recibí
el
don
de
la
humildad
y
del
arrepentimiento.
La
humildad
es
la
llave
que
abre
todas
las
puertas.
Ahora,
como
de
niño,
sé
pensar
con
el
corazón
y
mantengo
mi
mente
con
buenos
y
sencillos
pensamientos.
Converso
con
la
tierra,
con
las
plantas,
con
las
montañas,
con
las
piedras,
con
el
agua.
Tengo
una
mujer
humilde
y
comprensiva,
sabia
y
soñadora.
Y
el
Espíritu
de
Dios
vive
en
mi
corazón
y
fortalece
mis
latidos.
CB:
Muchas
gracias.
ENLACES
DE
INTERÉS:
-‐
ENTREVISTA:
Pedro
Favarón:
Ayahuasca,
medio
de
diagnóstico,
por
Gustavo
Flores
Quelopana
(Libros
Peruanos,
Marzo
2017)
https://www.youtube.com/watch?v=VKAPNo8gKis
–
PRESENTACIÓN
del
libro
:
“PUKA
ALLPA
”
viaje
a
la
selva
invisible
en
la
Casa
Museo
Mariátegui
(Asociación
Amigos
de
Mariátegui,
Febrero
2017)
https://www.youtube.com/watch?v=3C9C1b5hre4
Página
18
de
19
BIBLIOGRAFÍA
Libros
2003.
Caminando
sobre
el
abismo,
vida
y
poesía
de
César
Moro.
Lima:
Editorial
Antares,
Artes
y
Letras,
134
p.
2004.
Movimiento.
Buenos
Aires:
Editorial
Tsé-‐Tsé.
2008.
Oeste
Oriental.
Lima:
Editorial
Lustra.
2015.
Puka
Allpa.
Viaje
hacia
la
selva
invisible.
Lima:
Biblioteca
Abraham
Valdelomar,
239
p.
2017.
Puka
Allpa.
Viaje
hacia
la
selva
invisible.
Segunda
Edición.
Paraná,
Argentina:
Editorial
Fundación
La
Hendija.
2017.
Puka
Allpa.
Viaje
hacia
la
selva
invisible.
Tercera
Edición.
México
DF:
Proyecto
Literal.
2016.
Manantial
Transparente.
México
DF:
Cáctus
del
Viento.
2017.
Las
visiones
y
los
mundos.
Sendas
visionarias
de
la
Amazonía
occidental.
Lima:
Centro
Amazónico
de
Antropología
y
Aplicación
Práctica
(CAAAP),
346
p.
ISBN:
9789972608315.
2018.
Las
visiones
y
los
mundos.
Sendas
visionarias
de
la
Amazonía
occidental.
Segunda
Edición.
Rosario
de
Santa
Fe:
Libros
Enteogenos.
2017.
Inka.
Lima:
Bardoborde
editores.
Artículos:
2010a.
«Los
caníbales.
Visión
amazónica
de
la
antropofagia».
En
Tinkuy.
Boletín
de
investigación
y
debate,
12.
Ética,
lenguaje
y
pueblos
indígenas.
Mayo
2010,
Université
de
Montreal,
pp.
93-‐120.
2010b.
«Entrando
en
la
Montaña:
visión
de
la
Amazonía
en
el
Mercurio
Peruano».
En
Tinkuy.
Boletín
de
investigación
y
debate,
14.
Periodismo
antiguo
en
Hispanoamérica.
Relecturas.
Septiembre
2010,
Université
de
Montreal,
pp.
57-‐78.
2011.
«Llamando
a
los
Espíritus.
Cantos
Sagrados
de
la
Amazonía».
En
Tinkuy.
Boletín
de
investigación
y
debate,
16.
Aprender
a
habitar
el
mundo:
hacia
nuevas
articulaciones
culturales.
Julio
2011,
Université
de
Montreal,
pp.
149-‐167.
2016.
«Arutam:
la
fuerza
vital
de
los
pueblos
jíbaros».
En
Cultura
Viva
Amazónica,
revista
de
investigación
científica.
Universidad
Peruana
de
Pucallpa,
Perú,
pp.
14-‐20.