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FACULTAD DE PSICOLOGÍA

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Tesis de Licenciatura en Psicología


Dos efectos de la lengua
Aportes de la lingüística para una distinción posible entre sentido y
significado en psicoanálisis

Autor: Manuel Rial


LU: 352531110

Tutor de Tesis: Lic. Mariano Alejandro López


DNI: 26737016

Año: 2017
Dos efectos de la lengua
Aportes de la lingüística para una distinción posible entre sentido y
significado en psicoanálisis

Introducción
La Tesis de Grado que a continuación se elaborará, se presenta como instancia de
evaluación final de la Licenciatura en Psicología por la Universidad de Buenos Aires.
Pretendemos abordar una distinción posible entre significado y sentido, a partir de aportes
que encontramos en la lingüística, considerando que la pertinencia de estos aportes para
el psicoanálisis, puede fundarse en la orientación dada por Lacan a su enseñanza del
mismo; ya que fue él quien identificó y trabajó la pertinencia de la lingüística como corpus
conceptual para una lectura de la obra de Sigmund Freud. De este modo, lo que nombró
como "Retorno a Freud", se especifica por resituar la obra freudiana en el marco de
elaboraciones englobadas bajo el término "estructuralismo", corriente teórica que tuvo
como fundamento la estructura del lenguaje aislada por la lingüística.
En el año 1953, Lacan presenta su Informe en el Congreso de Roma, titulado luego en
sus Escritos, “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. Allí explicita
que los conceptos psicoanalíticos “no toman pleno sentido sino orientándose en un campo
de lenguaje, sino ordenándose a la función de la palabra.” 1 (Lacan, 1953)
De este modo se postula un Freud contenido en el “campo del lenguaje”, y una práctica
por el iniciada cuyo resorte es, la “función de la palabra”, que se presentan a través de
tres registros: Simbólico, Imaginario y Real. Lacan irá a buscar este campo y esta función
en las teorías del lenguaje del momento, que se orientaban por la concepción
estructuralista y cuyos exponentes principales eran De Saussure y Jakobson.
La estructura del lenguaje , tal que todos sus elementos se definen a partir de su relación
con el resto de los mismos, consiste en un sistema sincrónico en el cual se genera e
inscribe la diacronía de los "acontecimientos". Por tanto, cualquier elemento concreto de
la misma se postula como "representando" una articulación producida en otro lugar donde
cobra su "valor".
Es Lacan, nuevamente, quien hace coincidir la "otra escena", metáfora introducida por
1 Lacan, J. (1953 a), p. 239

1
Freud para hablar de su concepto de inconsciente; hacerla coincidir decimos, con esta
instancia trascendente postulada por la lingüística estructuralista. De este modo, la
estructura coincide con el inconsciente mismo y Lacan hace su entrada al desarrollo de la
teoría psicoanalítica intentando resituar cada concepto elaborado por Sigmund Freud en
el nuevo marco, de la mano de su aforismo: “el inconsciente está estructurado como un
lenguaje”.
Se desprende a partir de allí un trabajo de formalización encaminado a postular la
estructura subyacente a lo que Freud encontró y teorizó.
Al partir de la estructura del lenguaje, se introduce la cuestión de saber si los elementos
aislados por la lingüística, son los mismos con los que opera el psicoanálisis. Para la
concepción lacaniana el significante no es estático, en tanto introduce una exigencia. Esta
exigencia le agrega la función performativa o, para llamarla en clave más lacaniana,
invocante. En su estatuto más puro o simplificado: Un llamado al origen nunca colmado.
Esto es, el significante introduce un vector retroactivo, ya que depende de la presencia de
otros significantes para ser tal, entonces, no se sostiene sino apelando a la estructura que
lo origina.
El señalamiento que hace Lacan, de la no significación original de todo significante, parte
de la arbitrariedad constitutiva del mismo, tal y como lo piensa De Saussure; pero a la vez
extrae un plus de ello y es la forma que esa no relación entre significante y significado, se
inscribe en la “realidad humana”. Esto que hay en el significante más que el significante
mismo, no pertenece a otro campo que el del lenguaje. El significante no deja de serlo por
más que no tenga significado. Aún si no produce ningún significado, conserva su “valor”
de significante. Pero este “valor”, no es un atributo del significante, es aportado por su
diferencia respecto de los otros. De allí que, al considerar un término en tanto significante,
esto genere una exigencia, o llamado, por ejemplo Lacan lo expresa en “El seminario
sobre ‘La Carta Robada’”, obertura de sus Escritos 2: “El hombre literalmente consagra su
tiempo a desplegar la alternancia estructural en que la presencia y la ausencia toman una
de la otra su llamado”.
¿Puede rastrearse, en los textos de De Saussure y Jakobson que se refieren a la
estructura del lenguaje, un antecedente de la exigencia del significante, como llamado a la
estructura que lo origina?

2 Lacan, J (1956), p. 55.

2
Intentaremos, en lo que sigue, rastrear en dos textos de estos autores “Curso de
Lingüística General” (De Saussure) y “Fundamentos del Lenguaje” (Jakobson y Halle),
antecedentes del “llamado al Otro” constitutivo de la palabra en Lacan.
Así mismo, propondremos diferenciar este llamado, esta exigencia, como momento
necesariamente anterior al significado, de este último, utilizando el término sentido.
Finalmente, introduciremos algunas referencias en Lacan, para situar el modo en que él
introduce esta cuestión en el campo psicoanalítico y así explicitar la pertinencia de esta
distinción

Estado del Arte


En “El habla y no la lengua; la diacronía y no la sincronía: la inversión de dos ideas
saussureanas”, Carlos Garatea (2017) observa el hecho de que De Saussure ha
privilegiado la dimensión sincrónica en sus argumentaciones; plantea entonces, que esto
a dado por fruto una serie de trabajos lingüísticos que no contemplaban la dimensión
“viviente” de la lengua puesta en juego a través del habla individual. Para este autor, esta
dimensión “viviente” de la lengua, se pone en juego cuando el “hablante” surge como
“usuario” del sistema. Se oponen así un sistema abstracto y sincrónico, la lengua, y un
individuo que utiliza ese sistema en el habla, introduciendo la diacronía. En cuanto a lo
que compete a la lingüística dirá que:
En realidad, el objeto es un objeto doble: es lengua y es habla, es sincrónico y
diacrónico. Pero es imposible estudiarlas a la vez. Y esa imposibilidad obliga a elegir una
perspectiva que obviamente no afecta la naturaleza del objeto ni sus condiciones de
funcionamiento. La elección es metodológica, es decir, corresponde al procedimiento que
sigue el observador para acercarse, describir y explicar su objeto. Los resultados son, por
tanto, parciales y están supeditados a la perspectiva elegida.

Por tanto, según esta concepción, para abordar el campo del lenguaje nos vemos
obligados a elegir una perspectiva, ya que de intentar estudiar juntas sincronía y
diacronía, arribamos a un imposible. Que el objeto de estudio no se vea afectado por esta
selección parece más una expresión de deseo del autor que algo que pueda asegurarse.
Para esta mirada, hay que resignar un abordaje que incluya a la vez diacronía y sincronía.

3
Sin embargo, ¿qué sucede con esa otredad condenada al olvido por la perspectiva
adoptada?, ¿no introduce un punto de fuga que, al desconocerse, no nos hará sino
experimentar más fuertemente su llamado, al decir de Lacan? Diremos que el abordaje
lingüístico encuentra un impasse al querer recortar un objeto que aísle la cara sincrónica o
la diacrónica de la lengua.
En “Elementos de Lingüística General”, André Martinet (1960) delimita “dos articulaciones
del lenguaje”, siendo la primera aquella en la cual un dato bruto de experiencia personal
se “transmite” en una secuencia de unidades, dotadas cada una de una forma vocal y un
sentido. La segunda articulación corresponde a la construcción de esas unidades mínimas
con sentido a través de una secuencia de producciones fónicas. Para este autor, la lengua
se constituye como instrumento de comunicación. Vale decir que se dispone de un
sistema de doble articulación para expresar una percepción individual. Más allá de las
variaciones entre diferentes lenguas, habría un fenómeno en sí que luego sería articulado
a través de producciones fónicas. Pero, existe también algo que se articula, y que no se
puede analizar en la secuencia de unidades, que se llama frecuentemente
“suprasegmental”. Por ejemplo una entonación. Respecto de las unidades discretas de la
lengua, el autor hace notar que a nivel fisiológico no existe un salto entre una y otro sino
una “continuidad sin interrupción”, por ejemplo entre /b/ y /p/. Sin embargo, para que se
establezca un mensaje, es necesario el carácter discreto de las unidades: “un mensaje
intermedio no tiene sentido”. De allí que se trate de una exigencia propia del lenguaje y no
algo que viene de lo “real fisiológico”. Al igual que De Saussure, Martinet considera que la
cuestión de la elección de las unidades y del contenido a transmitir no corresponden al
ámbito de la lingüística, precisando la noción de usuario del lenguaje.
Federico Ludueña (2017) en “El Problema del Sujeto de la Enunciación” distingue dos
concepciones del lenguaje: Expresivo-Descriptivo e Impresivo-Prescriptivo. El primero
correspondería con los autores arriba presentados, en tanto el lenguaje vierte en forma
lingüística contenidos previos. El segundo parte de la premisa de que el discurso
“determina la percepción y los qualia, que no son preexistentes”. Presenta este autor el
problema en De Saussure de cómo el lenguaje es requerido como ya presente en el
pensamiento pues la “nebulosa” que el lingüista ginebrino plantea como anterior a la
delimitación presupone una organización previa exterior al lenguaje, lo que genera una
paradoja, pues la organización es lo que define justamente un sistema. Ludueña explora

4
luego ideas de Benveniste y Jakobson para hacer notar como estos pensadores
“trastabillan” al introducir la noción de “usuario” del lenguaje , cayendo en una concepción
descriptiva del lenguaje, que precisa de un hecho exterior a ser relatado.
En su artículo "El origen del sujeto en psicoanálisis. Del Big Bang del lenguaje y el
discurso en la causación del sujeto", Alfredo Eidelsztein (2012), presenta la tesis de que
no puede pensarse un orden de causación anterior al del lenguaje para el sujeto con que
trabaja el psicoanálisis, de esta manera propone una analogía entre el "olvido cósmico"
del universo luego del Big Bang y un "olvido biológico" del campo del lenguaje luego de su
advenimiento. Plantea que la orientación de Jacques Lacan es coincidente con esta tesis
y señala los efectos de esta orientación para los conceptos psicoanalíticos. Así mismo,
sostiene que no puede pensarse un significante aislado, sino que, para que se pueda
hablar en términos de significante es necesario implicar que 3:

...para Lacan no hay ninguna realidad prediscursiva, es decir que toda realidad de
hablanseres está antecedida por el discurso, lo que implica, necesariamente, que primero
hayan actuado la articulación de los significantes y otros hablanseres. Por lo tanto:
siempre primero el orden significante y el Otro.

La noción de “olvido” está presente en De Saussure, y como vimos en los otros lingüistas
arriba citados, es una petición de principio para poder postular un “usuario” que se serviría
de las unidades del lenguaje, poseedoras de “significado” con miras a expresar un
“sentido” propio. Pero si coincidimos con la otra concepción del lenguaje, la prescriptiva,
que se desprende de considerar que primero es el orden significante, tal y como Lacan
parece sostener, ¿queda algún lugar para un “sentido” distinto de las significaciones
impuestas por el discurso?. Intentaremos entonces aproximar una respuesta a la
diferencia entre sentido y significado, sin la necesidad de recurrir a un “usuario” del
lenguaje. Y plantearemos que es la orientación lacaniana dada al psicoanálisis la que
hace posible esa aproximación.

Objetivo General
 Delimitar una distinción posible entre sentido y significado como dos efectos

3 Eidelsztein, A. (2012) p. 18

5
distintos del lenguaje.
Objetivos Específicos
 Extraer la teoría del lenguaje y los elementos mínimos de este con que se trabaja
en el material bibliográfico escogido.
 Localizar la relación entre estos elementos y la estructura que los origina.
 Diferenciar dos efectos de esta relación como sentido y significado.
 Presentar las referencias en Jacques Lacan que den cuenta de la pertinencia de
esta diferencia para el psicoanálisis de orientación lacaniana.

Metodología
 Investigación bibliográfica y análisis comparativo del material extraído de la misma.

I – Ferdinand De Saussure: Valor, Signo, Significado, Significante


...que los efectos particulares de ese elemento del lenguaje
están ligados a la existencia de ese conjunto, anteriormente a
su nexo posible con toda experiencia particular del sujeto.
-Jacques Lacan, Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis

Las elaboraciones volcadas por Charles Bally y Albert Sachehaye en el "Curso de


Lingüística General" (1915) a partir de la enseñanza de De Saussure corresponden a la
definición de un objeto de estudio y del método para abordarlo. Encontramos en el
desarrollo de las ideas, la constitución paulatina de un sistema de análisis que pretende
regirse por la misma estructura que el objeto que aborda. Así, se sostiene un campo
conceptual cuyos elementos adquieren sus propiedades por diferenciación con el resto.
Definición que cabe al objeto de estudio: el lenguaje. De esta primera definición del
lenguaje comienzan a desprenderse nuevos objetos que la particularizan en un tiempo y
espacio, en principio la lengua como caso particular del lenguaje. Se consideran entonces
las vertientes sincrónica y diacrónica de la misma como sistema tomado en su totalidad
para un momento y lugar de la lengua y sus modificaciones a lo largo del tiempo.
Corresponden a dos ejes de la lengua, y no diremos del lenguaje ya que reservaremos
para este el estatuto de trascendente, como condición a priori de toda lengua posible;

6
mientras que esta última es el darse efectivo del lenguaje en el mundo. Por tanto la
inscripción del tiempo corresponde a la lengua.
Es entonces, en el darse concreto de la lengua, donde surgen los efectos que el lenguaje
porta en potencia. Los elementos cobran un valor lingüístico que se insufla en ellos al ser
tomados por el lenguaje para constituir una lengua. De Saussure considera el caso de la
materia fónica4:

La substancia fónica no es más fija ni rígida; no es un molde a cuya forma el


pensamiento deba acomodarse necesariamente , sino una materia plástica que se divide
a su vez en partes distintas para suministrar los significantes que el pensamiento
necesita.

En la página siguiente5:

El papel característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un


medio fónico material para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria
entre el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su unión lleva necesariamente
a deslindamientos recíprocos de unidades.

Considera entonces a la lengua como aquella instancia que hará la proporción entre el
pensamiento y la substancia fónica. Entre dos "masas amorfas y confusas", la lengua
establece una conexión desde la cual advienen las unidades. Estas unidades, definidas
como signos lingüísticos son el significante y el significado que surgen en reciprocidad e
indisociablemente unidos. Pudiéndose considerarlas también como imagen acústica el
primero e imagen conceptual el segundo. Continuamos con las citas6:

cada término lingüístico es un miembro, un articulus donde se fija una idea en un


sonido y donde un sonido se hace el signo de una idea.

Más adelante en la misma página (subrayado en el original):

4 De Saussure, F. (1915) p. 191


5 Ídem, p. 192, las negritas son nuestras.
6 Ídem, p. 193

7
La lingüística trabaja, pues, en el terreno limítrofe donde los elementos de dos
órdenes se combinan; esta combinación produce una forma, no una sustancia.

Continúa el desarrollo remarcando la arbitrariedad de esta combinatoria y la necesidad del


"hecho social" para constituir y sostener un sistema lingüístico. La arbitrariedad del signo
lo obliga a encontrar su fundamento en la "tradición". No pudiendo haber ninguna
instancia externa que otorgue "valor lingüístico", solo el "hecho social", la "colectividad" y
la "tradición" pueden sostenerlo. Esto hace presente la cuestión de la sincronía y la
diacronía y señala una línea de fuerza en cada eje que sostiene al signo en un momento
particular dado.

Creemos poder ya introducir la pregunta que nos rige, habiendo definido tanto significante
como significado y ubicado la noción de valor. ¿No podremos reservar la noción de
sentido para ese "terreno limítrofe" donde se produce la combinatoria? El sentido, sería
entonces algo así como el antecedente lógico del valor. En el momento que un elemento
nace como valor lingüístico se postula como teniendo sentido. Incluso se podría postular
al sentido como coincidente con el "hecho social".

Para De Saussure7:

En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y una


evolución; en cada momento es una institución actual y un producto del pasado.

Sin embargo este pasado no puede ser remontado hasta ningún origen (misma página):

...pues es una idea enteramente falsa esa de creer que en materia de lenguaje el
problema de los orígenes difiere de las condiciones permanentes. No hay manera de salir
del círculo.

Podemos considerar que el lenguaje, o mejor, la lengua, olvida su evolución, su pasado,

7 Ídem, p. 50

8
en cada instante. Se postula siempre como "institución actual" y obliga a "colocarse desde
el primer momento en su terreno y tomarla como norma de todas las otras
manifestaciones del lenguaje" 8.

Resta abordar, el "acto individual", que es aquél donde se despliega una lengua dada.
La postura de De Saussure implica una asociación entre "hechos de conciencia" o
"conceptos", con "representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que
sirven a su expresión"9. Tanto los unos como los otros se encuentran en el cerebro de un
individuo, se asocian mediante un "fenómeno psíquico" que es seguido por un "proceso
fisiológico" de transmisión a los órganos de la fonación de un "impulso correlativo a la
imagen". Desprendiéndose entonces las ondas sonoras que constituyen las substancia
fónica del habla.
Esta concepción del habla y del psiquismo, manifiesta una tara sensible, ya que si
consideramos, como el mismo pensador que venimos interrogando, que es una facultad
de la lengua el "deslindamiento recíproco de unidades" (ver supra.); ¿qué entidad tendrían
entonces los "conceptos" y las "representaciones" antes de su asociación? ¿Hay que
poner a cuenta de la "conciencia del individuo" esa operatoria que permite que emerja un
signo, conformado por significante y significado? El problema radica en la disociación que
aparece entre signo y concepto. Y si quisiéramos coincidir con estas concepciones,
¿dónde ubicaríamos el sentido?. ¿En el signo como tal, en el concepto como instancia
previa a toda significación o en la intencionalidad del individuo?
De Saussure llama una "especie de promedio" a las asociaciones compartidas por una
comunidad ligada por el lenguaje. Se trata de la sumatoria de todas las "imágenes
verbales" almacenadas en los individuos 10, que constituye un tesoro virtualmente existente
en el conjunto de los cerebros de todos estos individuos, incompleto en cada uno pero
completo en su totalidad. Llamará Lazo social a esta lengua compartida. A continuación
distinguirá lengua y habla (langue et parole).

La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el individuo


registra pasivamente.

8 Ídem, p. 51
9 Ídem, p. 54
10 Ídem, p. 57

9
El habla es, por el contrario,un acto individual de voluntad e inteligencia, en el cual
conviene distinguir: 1° las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código
de la lengua con miras a expresar un pensamiento personal; 2° el mecanismo psicofísico
que le permite exteriorizar esas combinaciones.

Nuevamente nos topamos con la dificultad de imaginar cómo se produce esa combinación
entre pensamiento y signo. Tendría que sostenerse un "pensamiento puro" no aún
recortado en imágenes conceptuales. Pero, ¿qué conexión posible habría entre esta
masa amorfa de pensamiento continuo y los signos discretos recortados por la lengua? Si
no hay ninguna conexión entre lo pensado y el signo utilizado para expresarlo, ¿cómo es
que el individuo selecciona?, ¿cuál es su criterio de selección?. Pareciera que se nos
impone postular alguna presencia de la "imagen conceptual" en el pensamiento. De lo
contrario no se logra explicar el recorte del mismo. Si todo es un continuo amorfo, ¿qué es
lo que hay para expresar?, ¿cómo se podría hablar de un pensamiento personal? Y si es
función de la lengua el posibilitar este recorte, este "deslindamiento de unidades",
tenemos que concluir que la lengua ya está allí como instancia previa a todo posible
pensamiento. Así la lengua, como "hecho social" se encuentra ya necesariamente
presente en el "individuo", antes de que este pueda empezar a pensar. Es forzoso que así
sea pues de lo contrario la distancia entre la continuidad del "pensamiento personal" y los
elementos discretos de la lengua se hace insalvable.
Hemos puesto el acento en la función de la lengua que permite "deslindar unidades".
Estas unidades emergen portando un "valor lingüístico", vale decir que se constituyen
como pertinentes a la lengua. Nos preguntamos si convendrá llamar a esa pertinencia,
sentido.
De Saussure ubica una región psíquica de pensamientos o conceptos indiferenciados y
una materia fónica que una vez asociada con los primeros conforma el signo, la verdadera
unidad lingüística. Entonces un concepto, ya recortado de la "masa amorfa", deviene
significado, y una imagen acústica, representación de un sonido, diferenciado del resto de
la materia fónica, deviene significante. Ahora bien, ¿hay alguna propiedad intrínseca que
defina qué puede discriminarse como un concepto o una imagen acústica? O acaso, más
allá de la arbitrariedad de la conexión entre uno y otro, halla también una arbitrariedad

10
más radical en tanto solo por diferencia y oposición con los demás elementos se definen
significante y significado. Para De Saussure, parece haber un dato a priori que define lo
que es un sonido11:

El dato acústico existe ya inconscientemente desde que se encaran las unidades


fonológicas; por el oído sabemos qué es una b, una t, etc.

Y en la página siguiente:

En la cadena del habla oída es donde se puede percibir inmediatamente si un


sonido sigue siendo o no semejante a si mismo.

Luego de un minucioso análisis respecto del aparato fonador, buscando establecer qué es
lo que permite que un sonido se presente como diferente a todo el resto, De Saussure
culmina este apartado fonológico estableciendo un principio de diferenciación de unidades
irreductibles: "el sonido abriente y el sonido cerrante" 12. ¿Basta esta capacidad fonológica
de producir sonidos "implosivos y explosivos" para asegurar la producción de elementos
pertinentes a la lengua? Un sonido que se constituye como "abriente" en oposición a uno
"cerrante", ¿tiene asegurado su valor en el sistema lingüístico? ¿Es esta una estructura
anterior a la estructura del lenguaje? ¿Emana una de la otra o se monta, quizás, sobre
ella? De Saussure parece haber encontrado en el sistema fonológico la posibilidad de
asegurar un sistema de elementos discretos que pueden discriminarse unos de otros en
unidades discontinuas. Cómo sucede lo mismo a nivel del pensamiento para luego
producirse la asociación de la que el signo emerge es algo que deja a cargo del psiquismo
y por ende por fuera de la esfera de la lingüística. Sigamoslo en el apartado siguiente,
donde analiza la "inmutabilidad del signo" 13:

Si, con relación a la idea que representa, aparece el significante como elegido
libremente, en cambio, con relación a la comunidad lingüística que lo emplea, no es libre,
es impuesto.

11 Ídem, p. 91
12 Ídem, p. 119
13 Ídem, p. 135

11
Al plantear la lengua como "hecho social", siempre heredado y recibido como acabado de
las generaciones precedentes, y al plantear que las leyes de la lengua son inconscientes
para los sujetos que la emplean, por lo que no provocan reflexión, pero incluso de devenir
conscientes no generan crítica, ya que: "cada pueblo está generalmente satisfecho de la
lengua que ha recibido" 14; decimos que al plantearlo de esta manera siempre se está
aludiendo a la imposición del significante, nunca del significado. Es decir, que al querer
representar una idea, la comunidad lingüística nos obliga a emplear cierto significante,
conformando un signo tanto más sostenido por la "tradición", cuanto más arbitrario
resulta. Esto es coherente con el algoritmo saussureano del signo, en el cual el significado
tiene el orden prevalente.

Si bien, una vez constituido el signo, ambos se implican recíprocamente y se demandan el


uno al otro, es cierto que para De Saussure el pensamiento preexiste al mismo y es lo que
se comunica o expresa al entrar como concepto.
Hemos distinguido dos ejes, diacrónico y sincrónico. O, como los escribe De Saussure 15
un "eje de simultaneidad" (AB) en el cual los elementos se relacionan según un estado de
cosas, con exclusión de la dimensión temporal, y un "eje de sucesiones" (CD), donde se
consideran los elementos de a uno por vez pero precisando que en él (eje CD) "están
situadas todas las cosas del primer eje con sus cambios respectivos".

14 Ídem, p. 137
15 Ídem, p.147

12
¿Qué puede querer decir este "estar situadas todas las cosas"? Se trata de que respecto
de la lengua hablamos siempre de puros valores definidos por un estado momentáneo de
la misma. Es decir que al considerar o mismo utilizar un valor del sistema, estamos
implicando la presencia de todos los otros16:

para el sujeto hablante su sucesión en el tiempo es inexistente: el hablante está


ante un estado.

Esta es la fuerza sincrónica de la que arriba hablábamos. Aclaremos inmediatamente que


cuando hablamos de "fuerza", no estamos queriendo implicar ninguna energética; lo
hacemos para aludir simplemente a un orden de determinación. Al tratarse del lenguaje
quizás sea inconveniente este tipo de metáforas, porque implican la alusión a fenómenos
externos que parecerían condicionarlo o afectarlo; cuando lo que queremos describir es
una causalidad inmanente al lenguaje, que se desprende absolutamente de su legalidad y
de considerarlo: "desde sus condiciones permanentes".

Tenemos entonces una presencia de todo el sistema en cada elemento considerado "de a
uno por vez". Ya que estos elementos se constituyen como tales por dicha presencia, tal y
como venimos leyendo en la obra de De Saussure, es en el mismo instante que se
reconoce a uno de estos elementos que se implica la presencia de todo el resto, la
presencia de esa legalidad. Ambas presencias: la del elemento discreto, y la de todo el
sistema en el cual encuentra su razón de ser, son simultáneas. Distinguimos entonces la

16 Ídem, p. 149

13
sincronía como "condiciones permanentes" no afectadas por el orden del tiempo, de
simultaneidad como coincidencia plena en el orden temporal. Se trata de saber sino
convendrá reservar la noción de sentido para esta simultaneidad que conjuga la presencia
de, hasta aquí con De Saussure, cada signo. Con Jakobson interrogaremos el rasgo, más
cercano a la "imagen acústica", es decir, el significante, lo que nos permitirá hacer la
conexión con las ideas de Lacan, quien postula al mismo como causa del significado y le
da el estatuto de primacía.

Encontramos entonces la siguiente postura en De Saussure: la lengua es la asociación


entre un estado arbitrario de diferencias con un sistema de significaciones. El espíritu, el
lenguaje, hace de una materia dada, la portadora de un valor. En el caso de la lengua, se
trata de la materia fónica, que es tomada arbitrariamente e "impregnada de
significaciones". Pero esta "vivificación" es correlativa de la presencia simultánea de todo
el sistema, de allí que cualquier cambio a nivel de uno de sus elementos "basta para
hacer nacer otro sistema". Sin embargo, tenemos que señalar que para De Saussure,
esta vida que el "espíritu" insufla se produce a través de la impregnación del significado.
Por ejemplo17:

La entidad lingüística no existe más que gracias a la asociación del significante y


del significado

Se sigue entonces que las unidades vivas de la lengua son los signos ya conformados,
arbitrariamente sí, pero ya "consagrados". Por el contrario en Jakobson podemos situar, a
través del rasgo distintivo las coordenadas para situar una vida que no sea la del signo
sino la del significante. Y con Lacan, la encontraremos en la forma de un vacío, “llamado
en el Otro”. No dependerá ya la de la impregnación de significado, sino de la presencia
del sentido. De Saussure lo deja sin embargo expuesto en la siguiente cita 18:

Sin duda los sujetos hablantes no conocen esta dificultad (la de distinguir la unidad
concreta de la lengua); todo lo que sea significativo en un grado cualquiera les resulta
elemento concreto y lo distinguen infaliblemente en el discurso. Pero una cosa es sentir
17 Ídem, p. 178
18 Ídem, p. 182, las negritas son nuestras.

14
ese juego rápido y delicado de unidades, y otra darse cuenta de él por medio de un
análisis metódico.

Es claro para nosotros que ese "todo lo que sea significativo" no se refiere a ningún
significado concreto sino a un "sentir" como válido, con valor, un elemento concreto.

II - Roman Jakobson: Rasgo, Yuxtaposición, Sustitución.


Y la reducción de toda lengua al grupo de un muy pequeño número de
estas oposiciones fonemáticas iniciando una tan rigurosa formalización
de sus morfemas más elevados, pone a nuestro alcance un acceso estricto a nuestro campo.
-Jacques Lacan, Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis.

A continuación abordaremos algunos de los aportes que Jakobson introdujo para pensar
los fundamentos del lenguaje y que consideramos nos serán de utilidad para seguir
construyendo una posible respuesta a nuestra pregunta causante: qué distinción podemos
establecer entre significado y sentido y cómo pensar su pertinencia en psicoanálisis. Si
nuestro interés radica en ubicar la pertinencia de los conceptos desarrollados por la
lingüística para abordar el campo delimitado por el psicoanálisis; es sin duda
reconociendo en Lacan a aquél que introdujo este enfoque en las elaboraciones
psicoanalíticas. Por ello es que buscando los referentes de los cuales Lacan se sirvió para
repensar las nociones y prácticas iniciadas por Sigmund Freud, esperamos poder
encontrar un terreno más solido para comprender las ideas del maestro francés. Ya
hemos hecho un recorrido, sin dudarlo insuficiente, pero así y todo prolífico de la obra de
De Saussure construida por sus discípulos, y nos toca ahora abordar un segundo
pensador, quien fuera amigo y referencia de Jacques Lacan.
El material que recorreremos está firmado por Jakobson en coautoría con Morris Hale;
titulado "Fundamentos del Lenguaje" (1956), incluye un análisis detallado de los
denominados "rasgos distintivos" así como un apartado sobre dos tipos de trastornos
afásicos, este último material clave del que se sirvió Lacan para situar sus conceptos de
metáfora y metonímia.

15
El texto distingue en un principio dos niveles en el lenguaje, un nivel semántico, que
comprende las unidades significativas, ya las más simples como los morfemas, ya las
más complejas tal como los enunciados o el discurso y otro nivel, fonológico, incluye los
rasgos distintivos.
Tenemos entonces como unidades mínimas dotadas de significado propio, los morfemas,
y a su interior los rasgos distintivos, responsables de diferenciar unos morfemas de otros.
Los rasgos distintivos implican la posibilidad de distinguir una oposición diferencial
respecto de todas las demás oposiciones. Se trata de la presencia o ausencia de un rasgo
diferencial, pero este rasgo implica a su vez un desdoblamiento entre dos polos.

El texto continúa en un siguiente apartado interrogando la localización de los rasgos


distintivos, interna o externa a los sonidos. Ya hemos abordado la concepción de De
Saussure en tanto "el espíritu" se insufla en una diferencia arbitraria para hacerla
representar una oposición conceptual. Pero la diferencia, aunque fortuita, existe con
anterioridad y la lengua se sirve de ella. Jakobson parece sostener la misma postura al
preferir una "concepción inmanente interna" 19 situando los rasgos distintivos hacia el
interior de los sonidos sea en su nivel motor, acústico o auditivo.

Será el primer aprendizaje para constituirse como sujeto del habla, el de los rasgos
distintivos. Lo que permitirá la diferenciación de las unidades semánticas. ¿Pero qué tipo
de distinción aportan los rasgos? Así lo presentan 20:

Cualquiera que sea el rasgo distintivo que tomemos, siempre denotará los mismo:
que el morfema al que pertenece no es igual que un morfema que tenga otro rasgo en su
lugar. Un fonema como observó Sapir, "carece de una referencia específica". Los
fonemas no denotan más que pura alteridad.

Entonces, la presencia de los rasgos distintivos le aportan al morfema una única cualidad,
y es la de no ser todos los demás. Reducido a su mínima expresión, tal y como
recortamos en la cita anterior, la denotación de un morfema, su presencia en la cadena,
es correlativa de la ausencia de otro en su lugar. Sin embargo este momento negativo es
19 Jakobson, R y Halle, M. (1956), p. 22.
20 Ídem, p. 25 y 26.

16
precedido por uno positivo, de diferencia de rasgos a nivel del sonido. Los autores
asumen la presencia del rasgo distintivo con anterioridad a la conformación del código,
como "inmanencia interna" al sonido y se distinguen de cualquier concepción del fonema
como externo respecto del sonido. En particular realizan una crítica al denominado por
ellos "punto de vista algebraico", el cual pretende operar con "entidades no nombradas"
carentes de "designación natural". Esta exigencia, la “algebraica”, parte de considerar a la
sustancia sonora como una mera variable de los invariantes lingüísticos. Por el contrario
los autores, buscan demostrar que la sustancia sonora no es una más entre otras, sino la
sustancia del lenguaje en cuanto tal y de la cual no conviene, ni es posible, apartarse para
su estudio. Solo los fonemas denotan mera alteridad. Concluyen así el apartado 21:
Igual que la forma musical no puede abstraerse de la materia sonora que organiza,
la forma fonemática ha de estudiarse en relación con la materia que el código lingüístico
escoge, adapta, diseca y clasifica según sus propias directrices. Lo mismo que las
escalas musicales, la estructura fonemática es una intervención de la cultura en la
naturaleza, un artificio que impone reglas lógicas al continuo sonoro.

¿Es entonces la lengua una legalidad impuesta sobre algo ya allí de antemano? Si la
sustancia, la materia que el código trabaja "según sus propias directrices" es un continuo
sonoro, ¿no es forzoso adjudicarle una primera operatoria de corte al lenguaje?. La
posibilidad de distinguir entre dos polos de un rasgo distintivo, ¿se sustenta acaso de
algún salto concreto entre uno y otro, o es necesario realizar un corte arbitrario en ese
continuo sonoro, para hacerlo soporte de una oposición capaz de diferenciar morfemas?.
¿Es imposible encontrar otro soporte para la mera alteridad que el de la sustancia fónica?.
Estos interrogantes retoman la cuestión de fondo de este trabajo que se puede formular a
través de la pregunta: ¿Es el lenguaje una legalidad añadida a una materia ya
diferenciada que resulta en el acoplamiento a esas unidades de significado, o se trata de
una legalidad que opera con anterioridad recortando unidades con sentido? Esta
pregunta, encuentra una respuesta en Lacan, como veremos más adelante, cuando
afirma que no hay realidad anterior al lenguaje. Este trabajo se orienta según esta idea y
busca a través de esta investigación bibliográfica el impasse teórico que de cuenta de su
necesariedad lógica.

21 Ídem, p. 36.

17
Siguiendo con el rasgo, que es siempre una presencia que denota una ausencia, ¿no es
este, el valor mínimo de la lengua? Pero el valor no es una cualidad intrínseca de la
materia sonora, es vida insuflada por el espíritu del lenguaje. Y aquello que no ha sido
habitado por él, es inerte, carece de valor, de sentido. No se trata de un orden temporal
evolutivo, algo es en la lengua o no es, ya que nos situamos siempre desde "sus
condiciones permanentes". Estamos siempre frente a estados de la lengua. Para los
lingüistas no se puede esperar encontrar trazas del proceso de conformación en las
unidades ya constituidas. Es el orden de la tradición, lo que esconde este hecho esencial
de la lengua, se trata de una presencia del pasado que vela la arbitrariedad de la elección
del rasgo que hará la diferencia. La lengua se ve forzada a reprimir su pasado pues no
tiene lugar para la evolución de sus elementos en su legalidad, la imposibilidad de este
olvido es tomada a su cargo por el psicoanálisis en la forma de exigencia significante.

Más adelante los autores plantean la cuestión de los componentes últimos de una lengua
y si es acaso la escala dicotómica inherente a la estructura del lenguaje. Encuentran en la
oposición binaria la primera operación lógica. En pie de página 22 los traductores de la
versión francesa del texto remiten a un pasaje de un libro de Wallon citado por Jakobson
en otro artículo. Allí encontramos los siguientes enunciados:

El elemento del pensamiento es esta estructura binaria, no los elementos que la


constituyen... La pareja o el simple par son anteriores al elemento aislado.(...) La
delimitación más simple, más visible, es la oposición.(...) El par es a la vez identificación y
diferenciación.

Es claro entonces que la unidad nace del par de opuestos y no al contrario. Hay una
división intrínseca al interior de las unidades del lenguaje.

Revisemos a continuación el trabajo de Roman Jakobson "Dos Aspectos del Lenguaje y


Dos Tipos de Trastornos Afásicos" incluido en la misma publicación para interrogar la
dimensión del habla del mismo modo que lo hicimos con De Saussure más arriba.

22 Ídem, p. 87.

18
Para Jakobson hablar "supone seleccionar determinadas entidades lingüísticas y
combinarlas en unidades de un nivel más elevado". Los dos modos de combinación que
un hablante puede utilizar es la concurrencia de entidades simultáneas y la concatenación
de entidades sucesivas. Todo elemento lingüístico está en el lugar de, y hace cadena con,
otros. Se plantean grados de libertad crecientes para la combinación: desde la nula
libertad en constitución de fonemas a partir de los rasgos distintivos, a un grado algo
superior en la combinación de fonemas para formar palabras, un orden de libertad mayor
a la hora de formar frases y finalmente, se plantea un grado de libertad absoluto, aunque
no en la práctica (debido a cierta estereotipia), a la hora de formar enunciados.
Se distinguen entonces dos modos de disponer los signos lingüísticos, tal y como arriba
señalábamos:
La combinación, en tanto todo signo encuentra su contexto en otros signos que lo
contienen o sirve de contexto a otros signos contenidos en él. Podríamos graficarlo con
unos paréntesis de este modo: ( ( ( ) ( ( ) ) ) ).
Este es el mecanismo que De Saussure delimitó tal y como Jakobson explicita.
El segundo mecanismo es el de la selección, en tanto todo signo puede sustituirse por
otro "equivalente bajo un aspecto y diferente bajo otro".
Si tuviéramos que graficarlo: ( )
()

Estas dos operaciones constituyen las referencias para interpretar un signo. Al contexto la
primera, al código la segunda. Mediante una relación de alternación en el primer caso, de
yuxtaposición en el segundo. La referencia a los demás signos dentro de una serie
permite definir el significado, mientras que la sustitución por otros signos más explícitos
del mismo código, revelan su "sentido general". Para Jakobson entonces la sustitución se
establece a través de una "similaridad" a nivel del "sentido" y la alternación a través de
una construcción progresiva de significado. En el caso de la sustitución se trata de una
equivalencia a nivel del sentido y de una diferencia a nivel del sonido. ¿Pero por qué se
establece esta distinción entre significado y sentido?. ¿Guarda alguna relación con la que
venimos elaborando hasta aquí?. Jakobson presenta dos tipos de ligazón para los
elementos constitutivos de todo mensaje: interna con el código y externa con el mensaje.
Es decir que la sustitución se establece entre dos términos que tienen la misma relación

19
interna con el código y la alternación a través de una relación externa con el mensaje que
determina su concatenación. La pregunta que surge es si la relación interna al código
puede ser la de tener el mismo "valor". ¿Pero qué define un valor lingüístico concreto sino
es la relación con otros en su yuxtaposición? Parécenos que el "sentido general" que
Jakobson menciona no puede distinguirse de un significado, es decir que la sustitución se
efectúa entre dos elementos que pueden ocupar el mismo lugar en una cadena de
alternaciones para producir un significado, más o menos explícitamente. No encontramos
razón alguna para distinguir sentido y significado a este nivel, pero esto se debe a que las
concepciones del autor ruso se basan en la idea de una intencionalidad, de una voluntad
de transmitir el mensaje que comanda ambas operaciones desde el exterior. La relación
interna al código de la sustitución, bien mirada, no es más que otra relación externa que
permite a un elemento ocupar el lugar de otro en la cadena: ( )
((()(()))) MENSAJE
Vale decir que según estas premisas, la concatenación sería anterior y condición de
posibilidad de la sustitución. Ya vimos que con De Saussure, podíamos implicar la
presencia de todo el sistema en simultaneidad con el recorte de una unidad del mismo.
Una suerte de enunciación de sentido a la manera de un "Hay", que implica el corte antes
de cualquier "haber" concreto de elementos. ¿Podemos ubicar lo mismo a nivel del
rasgo? Hemos remarcado que no hay función de corte a nivel de la materia sonora, se
trata de un continuo. La función de corte que permite delimitar una oposición que
conforma una unidad es una operación aportada estrictamente por el lenguaje.
Nuevamente podemos implicar la posibilidad del corte como anterior al advenimiento de
rasgo distintivo alguno. Con el agregado de que ahora no se trata de corte en unidades
unificadas, con identidad propia. Por el contrario lo que obtenemos son unidades dividas a
su interior y al llegar al rasgo distintivo mínimo de la lengua nos encontramos con una
división irreductible que impide al rasgo hacer uno consigo mismo. Ya no se trata
solamente del signo dividido en significante y significado, es ahora el significante mismo, a
nivel del rasgo el que se encuentra dividido. Pero esta división implica la presencia del
corte y por lo tanto del lenguaje. Podemos conservar la misma denotación para el término
sentido, una suerte de mensaje respecto del código tomado en su totalidad, es decir cómo
un rasgo que es un caso particular implica necesariamente la presencia del lenguaje
como su universal. El mensaje en cuestión no trasmite ningún significado sino la

20
presencia de sentido: "Hay código", o como ya escribimos más arriba: "Hay lenguaje",
"Hay corte", hasta su mínima expresión: "Hay". Como ya especificamos, no se trata de
ninguna energética y por supuesto menos que menos de una presencia mística o
esotérica del lenguaje, a lo que aludimos es a una implicación lógica. Si tuviéramos que
graficar este elemento, que es un continuo pero que figura dos caras o dos polos por la
presencia del lenguaje, podríamos recurrir a la cinta de moebius:

La torsión en la cual se definen "dos lados" en un continuo, graficaría el punto de


autoimplicación del lenguaje, donde se recorta como unidad y se presentan como
simultaneidad rasgo y código. Un rasgo se sustituye a la pura diferencia, a la falta de
identidad propia del significante. Poder objetivar esta falta es aporte de Jacques Lacan, e
incluso dirá que fue su única invención: el objeto a.
()
a
Estableceremos esta relación, en el apartado dedicado a Lacan, donde buscaremos
ubicar el objeto a como aporte novedoso para nombrar la presencia de una falta.

21
III – Jacques Lacan: Palabra, Vacío, Objeto a.
Sin duda tenemos que aguzar el oído a lo no-dicho que yace
en los agujeros del discurso, pero esto no debe entenderse
como golpes que sonasen detrás de la pared.
-Jacques Lacan, Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje en Psicoanálisis.

Lacan fecha el comienzo de su enseñanza en el año 1953 con su informe del Congreso
de Roma celebrado en el Instituto de Psicología della Università di Roma el 26 y 27 de
Septiembre; el cual fue publicado en sus Escritos con el título Función y campo de la
palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Lista allí los que considera los problemas actuales
para ese tiempo con que se encuentra el psicoanálisis y señala que el rasgo común a
estos problemas es “la tentación que se presenta al analista de abandonar el fundamento
de la palabra. Contamos entonces con que su postura es radicalmente opuesta, apunta a
restituir la palabra como fundamento de la teoría y práctica analítica 23:

Afirmamos por nuestra parte que la técnica no puede ser comprendida, ni por
consiguiente correctamente aplicada, si se desconocen los conceptos que la fundan.
Nuestra tarea será demostrar que esos conceptos no toman pleno sentido sino
orientándose en un campo de lenguaje, sino ordenándose a la función de la palabra.

Y con respecto a la palabra hace notar que “toda palabra llama a una respuesta”. Pero
que de ignorar esto, “no (se) experimentará sino más fuertemente su llamado”, “y será
más allá de la palabra donde (se) buscará una realidad que colme ese vacío”. Vale decir,
que la palabra engendra un vacío que se tiende a colmar con el recurso a alguna
“realidad” extralingüística. Tenemos entonces un llamado en la palabra a través de el
vacío que ella engendra. Se trata de una verdadera “frustración inherente al discurso del
sujeto”, pues la palabra aparece en principio “frustrada” de significado, pero tal y como
advierte Lacan24, no se trata de una frustración provocada por algo externo no
aprehendido por la palabra, una “afectividad” pre discursiva que la palabra no consiguiera
“intelectualizar”. La frustración es inherente a la palabra en tanto constituida “como otra”
en una alienación fundamental, no puede sino existir en relación al conjunto de los
significantes. Sin embargo, de lo que se trata en ese vació no es de la nada en tanto

23 Lacan, J. (1953) p. 239.


24 Ídem, p. 242.

22
nulidad, cero absoluto del lenguaje; ese vacío conserva un valor, Lacan reserva para ese
vacío producto de la palabra su valor de prenda de un pacto 25:

Por vacío que aparezca ese discurso en efecto, no es así sino tomándolo en su
valor facial: el que justifica la frase de Mallarmé cuando compara el uso común del
lenguaje con el intercambio de una moneda cuyo anverso y cuyo reverso no muestran ya
sino figuras borrosas y que se pasa de mano en mano “en silencio”. Esta metáfora basta
para recordarnos que la palabra incluso en el extremo de su desgaste, conserva su
valor de tésera.
Incluso si no comunica nada, el discurso representa la existencia de la
comunicación; incluso si niega la evidencia, afirma que la palabra constituye la verdad;
incluso si está destinado a engañar, especula sobre la fe en el testimonio.

Por lo tanto, antes de “una puntuación afortunada que da su sentido al discurso del
sujeto”26, el discurso, la palabra, representa la posibilidad del sentido (“la existencia de la
comunicación”). Este último ineliminable del campo del lenguaje, no así el significado, que
es un efecto añadido a posteriori por la puntuación y la retroacción. Entonces será palabra
vacía toda la que apunte a “un objeto más allá de la propia palabra” 27, intentando velar la
estructura que la sostiene.
La articulación con el lenguaje como “hecho social” de De Saussure no parece
improcedente. Lacan extrae del lenguaje esa condición estructural que lo fundamenta,
ordenarse como un campo anterior a toda realidad, y hace notar que esa condición está
siempre presente en toda palabra “incluso en el extremo de su desgaste”. Hay una
enunciación en suspenso en todo enunciado, anterior a la puntuación que define un
significado. Más allá de la palabra no hay un objeto fáctico, su referente es “la existencia
de la comunicación”.

No nos parece que esto sea irreconciliable con la introducción del objeto a en la obra y
enseñanza de Lacan. Antes bien anticipa qué lugar dar a este objeto en psicoanálisis. Por

25 Ídem, p. 244, las negritas son nuestras.


26 Ídem, p. 245
27 Ídem, p. 246

23
ejemplo como lo trabaja Rabinovich 28 en tanto el objeto a “opera como referente lógico de
la ficción desiderativa(..) es portador de un valor de verdad, no de un valor empírico o
fenomenológico” y más adelante “Es el referente latente del lugar donde se sitúa el sujeto
como significación”.
Entonces toda significación tiene como referente lógico el objeto a, en tanto un “exterior
anterior a toda interiorización” 29. Pero no se trata de un “exterior” al lenguaje, este objeto
es ajeno a la lingüística pero se desprende, podríamos decir, de sacar las consecuencias
del objeto que es propio de esta disciplina: el lenguaje. Por ejemplo Lacan nos dice 30:

Lo que constituye el soporte del a debe distinguirse bien de la fonemización. La


lingüística nos ha habituado a percibir que no hay más que sistema de oposiciones, con
las posibilidades que esto introduce de sustituciones y desplazamientos, de metáforas y
metonimias. Este sistema se sostiene de cualquier materia capaz de organizarse en
oposiciones distintivas entre sí. Cuando algo de este sistema pasa a una emisión, se trata
de una dimensión nueva, aislada, de una dimensión en sí, la dimensión propiamente
vocal.

Señalemos, al pasar, que aquí Lacan aborda el “punto de vista algebraico” (ver página 17
de este trabajo), por lo que se distingue de una noción inmanente de la diferencia en el
sonido vocal: “se sostiene de cualquier materia capaz de organizarse en oposiciones
distintivas entre sí”. El lenguaje no emana de una diferencia ya presente en los sonidos,
sino que se sostiene de cualquier materia (no solo la vocal) en la que pueda expresarse
como oposición distintiva.
Notablemente, cuando Lacan se refiere a “algo de este sistema que pasa a una emisión”,
lo que nos recuerda la parole, el habla saussureana, se desprende de esa concepción
psicofisiológica que el lingüista plasmaba, toma el shofar y la voz de Yavhé. Ni rastro del
individuo que “selecciona” los significantes y los emite para expresar un pensamiento, o
un mensaje como plantea Jakobson. El a no se soporta de la fonemización, vale decir que
no es preciso el dato fáctico de que alguien haya hablado para poder ubicarlo, en cuanto
algo se lee como significante, ya se pone en juego la dimensión del a. Y es incluso más

28 Rabinovich, D. (1985) p.52.


29 Lacan, J. (1962-1963) p. 115.
30 Ídem, p. 270.

24
interesante por su relación con la cita anterior donde Lacan hace notar el valor de prenda
de un pacto que conserva la palabra una vez despojada de toda significación, lo que
expresa a continuación31: “la función del shofar entra en acción en ciertos momentos
periódicos que se presentan a primera vista como renovaciones del pacto de la Alianza”.
Al localizar, en el shofar, algo que viene al lugar de “la voz de Yavhé”, se deja intuir que
pone en el primero, el shofar, “algo de este sistema que pasa a una emisión” que
introduce por su mera presencia otra dimensión, “la propiamente vocal”, en tanto alusión
al “pacto” en que encuentra la emisión su fundamento. Si retomamos nociones
saussureanas, esa imagen acústica que el sonido del shofar es, presentifica al objeto a en
tanto es “lo que falta, es no especular, no se puede aprehender en la imagen” 32. Es
importante recalcar que al hablar del objeto voz no se está haciendo referencia a la
sustancia fónica, recordemos: “lo que constituye el soporte del a debe distinguirse bien de
la fonemización”. El objeto a, se presenta como referencia al código, si, pero más
específicamente, al agujero en el código, el punto en que “no se puede salir del círculo”
del lenguaje, como expresa De Saussure. Algo que se presenta con el estatuto de
emitido, tiene como referente latente, al objeto a, intentaremos seguir los esquemas que
habíamos propuesto:
( ) shofar (palabra) lo emitido la imagen
a voz (de Yavhé) (pacto/ex-nihilo) vacío lo que falta

Más adelante Lacan plantea: “el lenguaje no es vocalización” 33. La voz corresponde a la
resonancia del vacío, de ese llamado de la palabra, citamos extensamente 34:

Si la voz, en el sentido en que la entendemos, tiene importancia, no es por


resonar en ningún vacío espacial. La más simple inmixión de la voz en lo que
lingüísticamente se llama función fática -se cree que ésta se sitúa en el nivel de la simple
toma de contacto, cuando se trata ciertamente de otra cosa - resuena en un vacío que
es el vacío del Otro en cuanto tal, el ex-nihilo propiamente dicho. La voz responde a
lo que se dice, pero no puede responder de ello. Dicho de otra manera, para que

31 Ídem, p. 271
32 Ídem, p. 275.
33 Ídem, p. 296.
34 Ídem, p. 298, las negritas son nuestras.

25
responda, debemos incorporar la voz como alteridad de lo que se dice.
Por eso ciertamente y por ninguna otra cosa, separada de nosotros, nuestra voz se
nos manifiesta con un sonido ajeno. Corresponde a la estructura del Otro constituir cierto
vacío, el vacío de su falta de garantía. La verdad entra en el mundo con el significante
antes de cualquier control. Se experimenta, se retransmite únicamente mediante sus ecos
en lo real. Ahora bien, es en este vacío donde resuena la voz como distinta de las
sonoridades, no modulada sino articulada. La voz en cuestión es la voz en tanto que
imperativa, en tanto que reclama obediencia o convicción. Se sitúa, no respecto de la
música, sino respecto de la palabra.

El objeto a, en tanto que voz que resuena en el vacío del Otro en cuanto tal, se presenta
como exigencia significante, imperativa, como llamado a la alteridad que responda de lo
que se dice. Entonces, se trata de una voz, como algo en más en la palabra que adviene
por la no respuesta del Otro, por su falta de garantía para lo que se dice. Por surgir
siempre como ex-nihilo, el significante implica un llamado, una falta de identidad, que se
presenta como exceso en lo emitido, como alteridad de lo que se dice.
En “Posición del Inconsciente”35, se plantea que la estructura del lenguaje “… se reduce a
una combinatoria: es propiamente lo que se llama un borde.” Este borde emerge de “la
irreductibilidad de su corte”. Este corte irreductible, nosotros lo situamos como presencia
indeclinable del lenguaje antes de la constitución de cualquier elemento que lo actualiza,
tanto para De Saussure como para Jakobson. La necesidad lógica de que haya lenguaje
siempre antes, se sitúa ahora con Lacan, en ese llamado a la significación anterior al
significado. Para Lacan el Otro del lenguaje está siempre ahí desde el principio. Y no hay
palabra que pueda rescatar de los efectos de la palabra. Para todo significante, en tanto
exige, “Hay Otro” en tanto falta, vacío, sin “Otro del Otro” que pueda tapar ese vacío.
Pero esta falta no se pone en juego más que “cuando algo de ese sistema pasa a la
emisión”. Lacan la sitúa en la función fática, definida como la función que opera cuando se
intenta “establecer, cerrar o verificar la calidad del contacto entre los interlocutores” 36.
Pero justamente Lacan especifica que no es la simple toma de contacto, se trata del
llamado en la palabra. En el vacío que resuena cuando algo toma el estatuto de emitido
sin poder rastrear quien de cuenta de ello: “el ex-nihilo propiamente dicho”. El lugar en
35 Lacan, J. (1964) p. 797, en itálicas en el original.
36 Definición extraída de: www.blogdelenguaje.com/funcion-fatica-o-de-contacto.html

26
que la palabra como “llamado en el Otro” no encuentra un “Otro del Otro” que la garantice.
Esto nos permite separarnos de cualquier empirismo, ya que el estatuto de emitido no
requiere una instancia externa al lenguaje que responda por ello, el lenguaje lleva en sí la
Otredad, es una propiedad del lenguaje el “deslindamiento de unidades” y es también su
propiedad que estas unidades no puedan cobrar identidad más que en relación a las
otras. La frustración no parte de la incomprensión que sufre un sujeto al “establecer,
cerrar o verificar la calidad del contacto”, con otro sujeto. Lo emitido nace frustrado,
alienado, por nacer siempre en el Otro, el campo del lenguaje, Otro impotente de
garantizar lo dicho en su inconsistencia. Lo emitido, como particular del lenguaje
encuentra en este su único fundamento posible, y a la vez su imposible; solo si hubiera un
significante idéntico a si mismo podría garantizarse la consistencia del Otro, pero no lo
hay, pues entonces ya no sería un significante. Lacan lo sitúa al nivel del síntoma en la
Intervención luego de la exposición de André Albert sobre El Placer y la Regla
Fundamental37:

...la particularidad, en todos los niveles, se define por lo universal; y en cierto


modo, se puede decir que si no hubiera simbólico,(...)no habría síntoma. Y el síntoma es
la particularidad, es lo que nos hace a cada uno un signo diferente de la relación que
tenemos, en tanto seres hablantes, con lo real. Lo universal, allí, es siempre algo que se
sustrae en el horizonte y a lo cual nosotros no hacemos referencia más que por la
numeración.

Que se pueda numerar, “deslindar en unidades”, es a lo cual “no hacemos referencia más
que por la numeración”. Este universal, “se sustrae en el horizonte” de la palabra. Este,
“se sustrae”, nos remite a la extracción del objeto a del campo de la realidad. En esto
consiste el “olvido” propio del lenguaje de su estado anterior. De Saussure así lo expone,
se está siempre frente a “estados de la lengua”, debemos siempre abordar al lenguaje
desde “sus condiciones permanentes”. El problema, como vimos, es haber planteado una
dicotomía entre la langue como “producto registrado pasivamente por el individuo” y la
parole como “un acto individual de voluntad e inteligencia”. Lo cual requiere una instancia
externa mediadora (el individuo autónomo). Por el contrario, como vemos con Lacan, la

37 Lacan, J (1975) p. 2, las negritas son nuestras.

27
langue, no puede librarse del vacío que la emitió, el ex-nihilo, y la parole, no puede
desprenderse de la pasividad intrínseca a las palabras por ser siempre constituida “como
otra”, no puede evitar emitirse siempre como frustrada, ya que, como vimos con
Jakobson, hasta el rasgo distintivo elemental es siempre dicotómico, al menos dos. Esto
puede resumirse en que “el significante no significa absolutamente nada” 38, pero no deja
de prestarse al uso, no deja de ser un significante que llama a los otros significantes, lo
que hace intervenir la “una-equivocación”. Siempre que algo “escribiéndose en
significante se reduce en el alcance de lo que él significa” 39, se introduce la función del
vacío como llamado y frustración de significación. Luego algo puede “cristalizar” en
significado, lo que empuja al olvido, el cual es lógicamente necesario y a la vez imposible.
Dice Lacan40: “La lengua, cualquiera que sea es de chicle”. Lo que nos recuerda
inmediatamente la primera cita que tomamos de De Saussure en este trabajo “...una
materia plástica que se divide a su vez en partes distintas para suministrar los
significantes...”, los que se constituyen como “una forma, no una sustancia”. El paso
adelante que podemos dar con Lacan, surge de dejar caer al usuario de la lengua como
agente externo que se sirve de ella “con miras a expresar un pensamiento”, partiendo de
la hipótesis, lógicamente necesaria para considerar al lenguaje en términos de estructura,
de que este carece de origen, se encuentra siempre-ya dado de antemano y preexiste a
los parlêtres tal y como se expresa en “El Atolondradicho” (1984) 41:

...y ello debido al hecho de que un animal tiene estábitat [stábitat] que es el
lenguaje, que elabitarlo [d’labiter] es asimismo lo que para su cuerpo hace órgano; órgano
que, por así ex-sistirle, lo determina con su función, y ello antes de que la encuentre.

38 Lacan, J. (1977) p. 11.


39 Ídem, p. 10.
40 Ídem, p. 11.
41 Lacan, J (1984) p. 45, citado por Eidelsztein, A (2015), p.35.

28
IV – Conclusiones
Seguir a la estructura, es asegurarse del efecto del lenguaje.
-Jacques Lacan, Radiofonía y Televisión.

Pero en lugar del arte poética, lo que aquí opera son razones.
Razones, es decir efectos de lenguaje en cuanto son previos a la significancia del sujeto,
pero que la tornan presente al no poder aún actuar como representantes.
-Jacques Lacan, Radiofonía y Televisión.

Hemos hecho un recorte que nos permite pensar una diferencia entre dos efectos, sentido
y significado, introducidos por el lenguaje, concibiendo a este en términos de estructura.
Tal concepción es la que introduce Lacan en la teoría psicoanalítica. Vimos que la
posibilidad de establecer una distinción entre sentido y significado, se sustenta de la
teoría lingüística misma, en el punto en que se postulan tanto el eje diacrónico como el
sincrónico en el lenguaje, sin embargo al abordar la lengua como objeto de estudio se
considera uno solo de estos ejes, operando como si el otro, a pesar de este recorte, ya no
afectara al objeto recortado. De este modo, pudimos señalar, que tanto De Saussure
como Jakobson, consideran que los elementos de la lengua no se sustentan por sí
mismos, sino, en función de los otros elementos; pero se avienen a considerar siempre
estados estáticos de la lengua. Vale decir que a pesar de que los elementos mínimos
(sean estos llamados signos, significantes, o rasgos distintivos) siempre son definidos
como tales a partir de la estructura en la que se constituyen, y que por lo tanto carecen de
sustancia propia que los defina; una vez que el sistema se ha estructurado, esta
relatividad absoluta queda olvidada. Por tanto, al considerar al sistema siempre cerrado
se introduce un determinismo en la lengua que solo es compensado apelando a un
agente exterior a la misma, que la utiliza para expresar un pensamiento, afecto, mensaje,
etc. A partir de lo expuesto en el presente trabajo, esta petición de principio de un exterior
a la lengua se nos muestra problemática, ya que se encuentra con una aporía al tener que
dar cuenta de ese pensamiento, afecto, mensaje, etc. como elemento discreto. Según lo
trabajado, para poder recortar, deslindar, un elemento, una unidad de la lengua, es
preciso que la estructura esté ya allí implicada. Esto podría derivar en un puro
determinismo, tal que la lengua operara produciendo los significados ya consagrados,
sino fuera porque la relatividad de los significantes asegura la posibilidad de error, una
falla estructural.
Tal la postura de un Jacques Lacan cuando se apropia de la teoría del lenguaje
estructuralista y hace notar que el significante en cuanto tal no significa nada. Pero porta

29
siempre una significación en suspenso, introduce siempre la posibilidad del significado.
Así, propusimos para esta significación en potencia, la denominación de sentido. Y de
esta forma establecer la diferencia con el significado, que aparece a partir de una
puntuación que lo define retroactivamente.
La introducción del objeto a como lo que falta en la imagen, como la voz en tanto alteridad
de lo que se dice, tiene el valor de permitirnos situar aquello que propusimos denominar
sentido (la falta de identidad propia del significante) como un llamado al Otro en tanto
garante de la consistencia, de la identidad. La estructura del lenguaje determina la
imposibilidad de esta garantía. El no hay Otro del Otro, es lo que sitúa Lacan como vacío
en la palabra, producto de su ex-nihilo constitucional. Este vacío se introduce con la
palabra, y es una necesidad de la lengua velarlo, olvidarlo, apelando a alguna
significación que lo colme. Olvido que se rebela imposible, ya que para ello se debe
recurrir a otras palabras, todas las cuales introducen nuevamente la función del vacío.
Para finalizar, diremos entonces que no precisamos la noción de usuario de la lengua,
como aquél que por su intencionalidad (ya fuera consciente o no-consciente) le aporta un
sentido a la lengua. Podemos sostener una diferencia entre sentido y significado,
apelando a la estructura misma y al punto de imposible que ella conlleva.

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