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ÁGNES HELLER
Rafael Herrera Guillén
UNED
Este texto corresponde a la conferencia que dio lugar al capítulo 10 del libro
Uno no puede dejar de tomarse en serio el pensamiento sobre lo político, pues los
posicionamientos sobre esta disciplina pueden devenir siniestros. En nuestra memoria han
quedado grabadas con sangre y fuego devastador las imágenes de todos los inocentes de
Atocha. Y es que el teórico de la política es ya un actor de la política. Estos pagos le están
vedados al diletante, pues, finalmente, nadie puede soslayar su culpa. Podemos vivir en la
intencionalidad estética más irresponsable, pero nosotros sabemos hoy que nadie podrá
obviar los efectos de sus decisiones. Tanto quien hace como quien piensa la política ha de
dar cuentas ante el foro público de sus decisiones prácticas y de sus apuestas teóricas.
En esta intervención, sin embargo, yo no podré sino hacerme cargo de mis preguntas.
Este texto no exhala el mosto del especialista, sino más bien el de aquél que llega al ágora
con un cargamento de problemas dispuesto a ofrecerlo a cualquiera que, de igual a igual, le
conceda ser su interlocutor.
Así, pues, estas páginas pretenden poner las bases a dos preguntas sobre el concepto
de lo político de Ágnes Heller:
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1.-La contingencia y lo político
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aristocráticos antepasados.” 1 Con valiente ironía, nos conmina nada menos que a
despedirnos del legado de estos clásicos del pensamiento contemporáneo. Nosotros no
podemos entrar a valorar las distintas tesis de dicho eximio grupo aristocrático, que, por lo
demás, invitamos a recorrer de la mano de nuestra filósofa en las breves páginas que aquí
analizamos. Sin embargo, aunque parece claro que hemos de despedirnos de cierto Schmitt,
no parece sencillo hacerlo, como veremos más adelante.
3.-Interrogante histórico-conceptual:
¿Cómo está conformado el concepto de lo político de Ágnes Heller?
Es decir, en un lenguaje más bizarro, diríamos que político será todo aquello que
libremente la comunidad considere que es político en un determinado presente. Ágnes
Heller asegura que
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hombres, que así deciden ponerlo de manifiesto públicamente. Así, pues, diríamos que
estamos ante un concepto “agoral” de lo político: “Político” será aquello que en la plaza la
comunidad debate como siendo el problema del día. Como se ve, estamos, en el fondo ante
una descripción de lo posible. Es decir, Heller ofrece una definición de una posibilidad
abierta. Lo político, al poder ser cualquier ente decidido como cuestión por el libre y
universal ejercicio de la comunidad, resulta que finalmente, es la posibilidad del devenir
debate público de un ente hasta entonces latente como político.
Ahora bien, definir lo político como un ente cuya esencia deviene política de la misma
manera que devendrá no política en un futuro inmediato; vale decir, sostener el concepto de
lo político sobre la base de la circunstancia epocal, es tanto como sugerir que sobre el
concepto de lo político no se puede decir ni decidir nada conceptualmente más allá de lo
que los hombres así deciden y decidirán en el ámbito público. En el fondo, Heller intenta
conceptualizar lo inconceptualizable, ya que su propia definición de lo político pende de la
libertad universal .En la medida en que la libertad sólo pueda ser definible formalmente
como el ejercicio responsable y autónomo del propio deber y de la propia felicidad, el
concepto de lo político, al depender de este concepto formal, es a su vez formal.
Parece como si el concepto de lo político helleriano fuera una invitación a la
metáfora. Blumenberg ha hablado de la metaforología como una clave metodológico sobre
cuestiones de inconceptuabilidad. ¿Es un concepto aquello que registra una posibilidad de
ser dependiente de otra posibilidad de ser como es la libertad? Heller nos invita a la
metamorfosis conceptual, a una descripción jánica de lo político que asume los hechos
consumados de cada presente. Mas, ¿estamos ante una definición de lo político o ante una
constatación empírica de lo que es y no es político virtualmente?
Según el concepto helleriano, en la medida en que todo ente es potencialmente un
ente de lo político, todo y nada es político. Sólo hay que esperar a su despliegue en cada
presente epocal, que muestra a cada paso su decisión soberana y libre. Por tanto, lo político
en Heller es como lo poético: todo es su esencia porque nada le pertenece esencialmente.
Pero ésta es también la esencia de la metáfora: la red de relaciones de las imágenes es
infinita, pero su concreción es particular en cada imagen poéticamente registrada. ¿Estamos,
entonces, ante un concepto poético de lo político? ¿Es un concepto de lo
inconceptualizable? ¿Es una metáfora?
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4.-Interrogante político-práctico:
¿Qué hacer con la “decisión” política?
Vemos, pues, que las condiciones de lo político son dos componentes de una suma:
Esto define el conjunto de problemas que devienen político, pero deja al margen la
cuestión sobre la decisión entorno a la solución de los mismos.
Heller ha elaborado un concepto sobre lo político que deja en suspenso toda
consideración ulterior sobre el actuar político-práctico, pues de su definición se sigue que
político es lo que la comunidad decide públicamente que es “su” problema político, pero
sobre el encuentro con la red de decisiones a tomar frente a lo decidido como político nada
dice. Ahora bien, ¿podemos dejar de incluir dentro del concepto de lo político el cosmos de
la decisión política sobre los problemas reales? No parece viable si asumimos que justo en el
modo en que un presente resuelve sus problemas se dilucida su estilo político. Toda
resolución revela una reacción frente a los embates del tiempo. Que ésta sea violenta y
radical o legal registra tipos inconmensurables de lo político. Me gustaría creer que el primer
modo agresivo de reacción frente a la adversidad es el propio del antidemocratismo, que
deja libres y como fundantes del ser las pasiones humanas trasfundidas al “cuerpo” del
Estado; mientras que la segunda, que sin duda deja insatisfecha la pasión violenta de
muchos ciudadanos mediante el ejercicio duro y racional de la resignación, sería más propia
de la democracia.
Quizás, el hecho de que la reacción decisoria frente al problema político quede fuera
del concepto de lo político helleriano, brota de la raigambre formalista de su definición,
como acabamos de ver. Es verdad que Heller concede a la comunidad una decisión, a saber,
aquella que abre el camino de cualquier ente hacia lo político, porque los hombres deciden
qué es política y qué deja de serlo con su propio actuar público y libre. Esto ya lo hemos
remarcado.
Ahora bien, una vez asumido el concepto poético-formal de lo político, según el cual
lo político no tiene esencia, sino historia, pues cada presente decide sobre el caso, hemos de
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considerar que todo lo ente puede devenir igualmente problema político potencial. Todo
puede ser un problema político. De este modo, hemos de atenernos a esta posibilidad
indecidible satisfactoriamente. Mas surge entonces una cuestión a mi modo de ver decisiva:
en el fondo no nos hemos librado de Carl Schmitt, porque todavía nos queda por decidir
cómo solucionar “existencialmente” los problemas que hemos decidido previamente que
son nuestros problemas. Esto nos deja en una situación pseudo-pasiva, propia del
espectador que, al modo del teatro de vanguardia, sabe que ha de actuar frente al drama
que se le presenta, y que habrá de hacerlo como un personaje más. Sin embargo, nuestro
espectador ha pagado una entrada que le obliga a entrar en escena. Pero el pago de la
misma no le ha dado para encontrar el papel a jugar. Y esto es justo lo que a nosotros nos
preocupa. El concepto de lo político no puede dejar en suspenso el tipo de decisión sobre el
problema que el teatro político nos ofrece. ¿Acaso no debería de entrar también esto dentro
del ámbito de lo político? Mas, aquí, habría que arriesgar una definición ya no formal de lo
político.
Al cabo, soy consciente del hecho de que esta conclusión, según la cual Carl Schmitt
nos acecha tras el concepto de lo político de Heller, no puede ser sino fruto de una lectura
propia de advenedizo que nuestra filósofa no merece en modo alguno.
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