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EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO DE

ÁGNES HELLER
Rafael Herrera Guillén

UNED

Este texto corresponde a la conferencia que dio lugar al capítulo 10 del libro

Los dos pilares de la ética moderna


diálogos con Ágnes Heller
(Agnes Heller y Ángel Prior, Eds.)
Libros del Innombrable: Zaragoza, 2008, pp. 167-176
EL CONCEPTO DE LO POLÍTICO DE ÁGNES HELLER.
Interrogantes histórico-conceptuales y político-prácticos de este concepto.

A las víctimas del 11 M

Uno no puede dejar de tomarse en serio el pensamiento sobre lo político, pues los
posicionamientos sobre esta disciplina pueden devenir siniestros. En nuestra memoria han
quedado grabadas con sangre y fuego devastador las imágenes de todos los inocentes de
Atocha. Y es que el teórico de la política es ya un actor de la política. Estos pagos le están
vedados al diletante, pues, finalmente, nadie puede soslayar su culpa. Podemos vivir en la
intencionalidad estética más irresponsable, pero nosotros sabemos hoy que nadie podrá
obviar los efectos de sus decisiones. Tanto quien hace como quien piensa la política ha de
dar cuentas ante el foro público de sus decisiones prácticas y de sus apuestas teóricas.
En esta intervención, sin embargo, yo no podré sino hacerme cargo de mis preguntas.
Este texto no exhala el mosto del especialista, sino más bien el de aquél que llega al ágora
con un cargamento de problemas dispuesto a ofrecerlo a cualquiera que, de igual a igual, le
conceda ser su interlocutor.
Así, pues, estas páginas pretenden poner las bases a dos preguntas sobre el concepto
de lo político de Ágnes Heller:

1.- ¿Cómo está conformado el concepto de lo político de Ágnes?


2.- ¿Abarca el concepto moderno de lo político?

Nuestro entramado argumentativo no abandonará nunca una genuina y sincera


búsqueda del concepto que sobre lo político nos ofrece Ágnes Heller en su Nueva visita al
<concepto de lo político>, artículo que nos parece un verdadero átomo de filosofía política.

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1.-La contingencia y lo político

La contingencia hace de nuestro presente el tiempo de las decisiones. El campo de la


posibilidad incierta ha crecido de tal modo, que el hombre de hoy no encuentra descanso en
su afán por detener un yermo de legitimidad que amenaza con anegarlo todo. Ágnes Heller
ha descrito este páramo apelando a la contingencia cósmica y a la contingencia socio-
histórica.
La contingencia cósmica desgarra el corazón del hombre, que, ante lo absolutamente
otro, como diría Kierkegaard, tiene que habérselas consigo mismo. La contingencia socio-
histórica, por su parte, resquebraja el corazón de la ciudad, del ágora universal en el que
“nuestro mundo” tiene que habérselas a su vez consigo mismo. Este segundo tipo de
contingencia, la socio-histórica, centrará nuestra intervención en la medida en que ha
devenido problemático no sólo la legitimidad de las decisiones políticas empíricas, sino
incluso el propio concepto de qué es lo político en cuanto tal.
En cierto modo, nuestra exposición se centrará en un dilema que, en otro orden de
cosas hellerianas, ya puso de manifiesto el profesor Prior. Forzando su texto, diremos
nosotros que en la doble contingencia hay una bendición y una maldición a la vez. Hay
bendición si los actores y destinatarios de la política transforman su común contingencia en
destino. Hay maldición si los actores y destinatarios de la política no eligen, sino que dejan a
otro elegir por ellos.

2.-Consideraciones iniciales sobre el concepto de lo político

Dentro de Historia y futuro. ¿Sobrevivirá la modernidad?, encontramos el artículo


sobre lo político al que hemos aludido. En él, con una claridad inusual entre filósofos, Heller
da cuenta de algo así como de una breve historia del concepto de lo político. Afirma que
dicho concepto, en su sentido radical, no aparece sino con Max Weber, tras el cual se
independizará del contexto de la sociología comprensiva para asentarse en la filosofía. Será
Carl Schmitt quien “apadrine” el problema de lo político. Y con él, Lukács, Heidegger y
Arendt. A este eximio grupo Heller se referirá al final de su artículo como “nuestros

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aristocráticos antepasados.” 1 Con valiente ironía, nos conmina nada menos que a
despedirnos del legado de estos clásicos del pensamiento contemporáneo. Nosotros no
podemos entrar a valorar las distintas tesis de dicho eximio grupo aristocrático, que, por lo
demás, invitamos a recorrer de la mano de nuestra filósofa en las breves páginas que aquí
analizamos. Sin embargo, aunque parece claro que hemos de despedirnos de cierto Schmitt,
no parece sencillo hacerlo, como veremos más adelante.

3.-Interrogante histórico-conceptual:
¿Cómo está conformado el concepto de lo político de Ágnes Heller?

No podemos por menos que hacer un balance sensible conceptualmente sobre lo


político en Heller. Si acudimos a su definición del concepto de lo político, nuestra filósofa
afirma que

“la concretización del valor universal de libertad en el dominio público es el


concepto moderno de lo político.” 2

Es decir, en un lenguaje más bizarro, diríamos que político será todo aquello que
libremente la comunidad considere que es político en un determinado presente. Ágnes
Heller asegura que

“cualquier cosa que satisfaga otros criterios de <lo político> se convierte


realmente en político si los hombres y las mujeres deciden que así debe ser
discutido ... en el dominio público; del mismo modo, todo puede dejar de ser
político, si se borra de la agenda de los intereses públicos.” 3

La virtualidad de esta definición del concepto de lo político proviene de su carácter


formal. Heller no da un recetario de lo político. Afirma que lo político es “aquello” cuya
posibilidad de devenir político viene definido por una decisión de la universal libertad de los
1
HELLER, ÁGNES: Historia y futuro. ¿Sobrevivirá la modernidad?, Barcelona, Península, 1991, p.97.
2
Ibídem, p. 94.
3
Ibídem.

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hombres, que así deciden ponerlo de manifiesto públicamente. Así, pues, diríamos que
estamos ante un concepto “agoral” de lo político: “Político” será aquello que en la plaza la
comunidad debate como siendo el problema del día. Como se ve, estamos, en el fondo ante
una descripción de lo posible. Es decir, Heller ofrece una definición de una posibilidad
abierta. Lo político, al poder ser cualquier ente decidido como cuestión por el libre y
universal ejercicio de la comunidad, resulta que finalmente, es la posibilidad del devenir
debate público de un ente hasta entonces latente como político.
Ahora bien, definir lo político como un ente cuya esencia deviene política de la misma
manera que devendrá no política en un futuro inmediato; vale decir, sostener el concepto de
lo político sobre la base de la circunstancia epocal, es tanto como sugerir que sobre el
concepto de lo político no se puede decir ni decidir nada conceptualmente más allá de lo
que los hombres así deciden y decidirán en el ámbito público. En el fondo, Heller intenta
conceptualizar lo inconceptualizable, ya que su propia definición de lo político pende de la
libertad universal .En la medida en que la libertad sólo pueda ser definible formalmente
como el ejercicio responsable y autónomo del propio deber y de la propia felicidad, el
concepto de lo político, al depender de este concepto formal, es a su vez formal.
Parece como si el concepto de lo político helleriano fuera una invitación a la
metáfora. Blumenberg ha hablado de la metaforología como una clave metodológico sobre
cuestiones de inconceptuabilidad. ¿Es un concepto aquello que registra una posibilidad de
ser dependiente de otra posibilidad de ser como es la libertad? Heller nos invita a la
metamorfosis conceptual, a una descripción jánica de lo político que asume los hechos
consumados de cada presente. Mas, ¿estamos ante una definición de lo político o ante una
constatación empírica de lo que es y no es político virtualmente?
Según el concepto helleriano, en la medida en que todo ente es potencialmente un
ente de lo político, todo y nada es político. Sólo hay que esperar a su despliegue en cada
presente epocal, que muestra a cada paso su decisión soberana y libre. Por tanto, lo político
en Heller es como lo poético: todo es su esencia porque nada le pertenece esencialmente.
Pero ésta es también la esencia de la metáfora: la red de relaciones de las imágenes es
infinita, pero su concreción es particular en cada imagen poéticamente registrada. ¿Estamos,
entonces, ante un concepto poético de lo político? ¿Es un concepto de lo
inconceptualizable? ¿Es una metáfora?

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4.-Interrogante político-práctico:
¿Qué hacer con la “decisión” política?

Vemos, pues, que las condiciones de lo político son dos componentes de una suma:

1.-La decisión de la libertad universal + 2.-El dominio público.

Esto define el conjunto de problemas que devienen político, pero deja al margen la
cuestión sobre la decisión entorno a la solución de los mismos.
Heller ha elaborado un concepto sobre lo político que deja en suspenso toda
consideración ulterior sobre el actuar político-práctico, pues de su definición se sigue que
político es lo que la comunidad decide públicamente que es “su” problema político, pero
sobre el encuentro con la red de decisiones a tomar frente a lo decidido como político nada
dice. Ahora bien, ¿podemos dejar de incluir dentro del concepto de lo político el cosmos de
la decisión política sobre los problemas reales? No parece viable si asumimos que justo en el
modo en que un presente resuelve sus problemas se dilucida su estilo político. Toda
resolución revela una reacción frente a los embates del tiempo. Que ésta sea violenta y
radical o legal registra tipos inconmensurables de lo político. Me gustaría creer que el primer
modo agresivo de reacción frente a la adversidad es el propio del antidemocratismo, que
deja libres y como fundantes del ser las pasiones humanas trasfundidas al “cuerpo” del
Estado; mientras que la segunda, que sin duda deja insatisfecha la pasión violenta de
muchos ciudadanos mediante el ejercicio duro y racional de la resignación, sería más propia
de la democracia.
Quizás, el hecho de que la reacción decisoria frente al problema político quede fuera
del concepto de lo político helleriano, brota de la raigambre formalista de su definición,
como acabamos de ver. Es verdad que Heller concede a la comunidad una decisión, a saber,
aquella que abre el camino de cualquier ente hacia lo político, porque los hombres deciden
qué es política y qué deja de serlo con su propio actuar público y libre. Esto ya lo hemos
remarcado.
Ahora bien, una vez asumido el concepto poético-formal de lo político, según el cual
lo político no tiene esencia, sino historia, pues cada presente decide sobre el caso, hemos de

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considerar que todo lo ente puede devenir igualmente problema político potencial. Todo
puede ser un problema político. De este modo, hemos de atenernos a esta posibilidad
indecidible satisfactoriamente. Mas surge entonces una cuestión a mi modo de ver decisiva:
en el fondo no nos hemos librado de Carl Schmitt, porque todavía nos queda por decidir
cómo solucionar “existencialmente” los problemas que hemos decidido previamente que
son nuestros problemas. Esto nos deja en una situación pseudo-pasiva, propia del
espectador que, al modo del teatro de vanguardia, sabe que ha de actuar frente al drama
que se le presenta, y que habrá de hacerlo como un personaje más. Sin embargo, nuestro
espectador ha pagado una entrada que le obliga a entrar en escena. Pero el pago de la
misma no le ha dado para encontrar el papel a jugar. Y esto es justo lo que a nosotros nos
preocupa. El concepto de lo político no puede dejar en suspenso el tipo de decisión sobre el
problema que el teatro político nos ofrece. ¿Acaso no debería de entrar también esto dentro
del ámbito de lo político? Mas, aquí, habría que arriesgar una definición ya no formal de lo
político.
Al cabo, soy consciente del hecho de que esta conclusión, según la cual Carl Schmitt
nos acecha tras el concepto de lo político de Heller, no puede ser sino fruto de una lectura
propia de advenedizo que nuestra filósofa no merece en modo alguno.

5.-A modo de epílogo patético:


¿Qué hay de la decisión sobre lo que es político? El 11 M
Finalmente, tomando el símil de Heller, ¿verdaderamente los hombres escriben en su
agenda lo que es político? Ni siquiera esto queda claro. ¿El terrorismo es un problema
político o una cuestión criminal? ¿Los atentados del 11 M formaban parte de la agenda de lo
político en las elecciones de marzo de 2004? ¿Cabe la posibilidad de que lo que es y no es
político lo puedan escribir otros en la agenda de los hombres con la sangre inocente? En tal
caso, ¿dónde queda aquí la libertad universal y el dominio público para dilucidar qué es lo
político? No se trata de aducir argumentos patéticos, sino de hacer frente a una cuestión
que, a mi modo de ver, está todavía por decidir.

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