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Las razones que dan cuenta de la aparición de regímenes fascistas y la naturaleza de estos movimientos han
suscitado numerosas interpretaciones. A costa de simplificar un debate complejo, los estudios se pueden
clasificar en dos grandes perspectivas: las estructuralistas y las intencionalistas. Las primeras se centran en la
combinación de factores que hicieron posible la emergencia y el éxito de estos nuevos regímenes. En este
grupo se encuentran diferentes corrientes. Entre las más clásicas se distinguen, por un lado, la marxista
ortodoxa, que vinculó al fascismo con la necesidad del gran capital de recurrir a la dictadura política para
garantizar su supervivencia, y por otro la versión que lo presenta como un modo de acceder a la
modernización en aquellos países cuya industrialización había sido tardía, débil o bien muy dependiente de
carácter político con otras muy avanzadas en el plano económico. Esta contradicción sería la explicación
todopoderoso y omnipresente empezó con el fin de la guerra. Las memorias y biografías de generales
alemanes aparecidas en los años cincuenta contribuyeron a representarlo como un hombre sediento de poder
que centralizaba todas las decisiones y que no dejaba margen a la discusión y mucho menos a la
contradicción. Esta narrativa estuvo presente también en la obra de académicos, literatos y cineastas. Hitler
apareció como el único responsable de todos los males de Alemania y de Europa, de las matanzas, los
La versión historiográfica liberal alemana, dominante en las décadas de 1950 y 1960, se negó a considerar al
nazismo como una expresión del fascismo genérico, especialmente en virtud de la orientación impuesta a la
política exterior nazi y de la instrumentación del genocidio judío. Desde esta versión, las obsesiones
ideológicas de Hitler fueron reconocidas como la causa principal de los rasgos básicos del régimen, signado
por un alto grado de irracionalidad y un marcado sesgo autodestructivo. La barbarie nazi era un caso único y
excepcional. Sin embargo, esta explicación simplificó el problema. El nazismo pasó a ser básicamente
hitlerismo, mientras que el papel del resto de los actores, el de los que colaboraron y el de los que
concedieron, quedaba en las sombras como si hubieran actuado, o bien bajo el influjo del líder carismático o
La historiografía más reciente ha buscado estudiar a Hitler como un dirigente producto de su momento y sus
circunstancias históricas, que recibió el apoyo y la admiración de amplísimos sectores al interior de Alemania,
y que además fue visualizado, por las democracias occidentales, durante los primeros años, como un freno
frente al peligro del comunismo, y que también generó expectativas entre quienes lo vieron como una
alternativa viable a la “decadente democracia”. En los mejores trabajos históricos, Hitler no deja de tener un
papel protagónico en el proceso nazi, pero sus ideas, acciones y decisiones no son suficientes para explicar la
Entre los politólogos, especialmente en el marco de la Guerra Fría, ganó terreno la categoría de totalitarismo.
Este término fue utilizado en 1923 por Giovanni Amendola, diputado opositor de los fascistas, en un discurso
en el que denunciaba el control impuesto a las diferentes instituciones italianas. Mussolini lo retomó en un
discurso pronunciado en junio de 1925, en el que reivindicaba “la feroz voluntad totalitaria de su régimen”, y
siete años después Giovanni Gentile, teórico fascista, lo desarrolló en el capítulo “Fascismo” de
la Enciclopedia Italiana, en el que aparece como negación del liberalismo político. “El liberalismo negaba al
Estado en beneficio del individuo particular, el fascismo reafirma al Estado como la realidad verdadera del
individuo. (...) Ya que para el fascista todo está en el Estado, y nada humano o de espiritual existe (...) fuera
En los años treinta el concepto de régimen totalitario fue ganando espacio para designar únicamente los
Con el desarrollo de la Guerra Fría, en el bloque occidental se propuso la categoría totalitarismo para definir
tanto al nazifascismo como al régimen soviético. El modelo totalitario permitía presentar políticamente el
régimen estalinista como equivalente del régimen hitleriano y convertir a la democracia liberal en su
definió el fascismo como una reacción de la burguesía ante el derrumbe del capitalismo; en consecuencia, los
regímenes fascistas y nazis están más cerca del bloque occidental que de la urss, ya que el fascismo es una
El alemán exiliado en Estados Unidos Carl Friedrich fue uno de los principales autores de la definición
universitaria del totalitarismo. En el artículo “The Unique Character of Totalitarian Society”, incluido en la obra
colectiva Totalitarianism, publicada en 1954. Dos años más tarde este autor junto con Zbigniew Brzezinski,
futuro consejero para la Seguridad Nacional del presidente demócrata Jimmy Carter, redactaron la primera
edición de Totalitarian Dictatorship and Autocracy, que definió el régimen totalitario en base a cinco rasgos
claves. En primer lugar la supresión del Estado de derecho con la supresión de la separación de poderes y la
eliminación de la democracia representativa. En segundo lugar, la imposición de una ideología oficial a través
de la censura y la instauración el monopolio estatal sobre los medios de comunicación. En tercer lugar, un
partido único de masas encabezado por un líder carismático. En cuarto lugar, la instrumentación del terror vía
el la instauración de un sistema de campos de concentración destinados al encierro y a la eliminación de los
adversarios políticos y de los grupos definidos como extraños y enemigos de la comunidad nacional que debía
En la década de 1960 se produjo una profunda renovación en la historiografía de izquierda, que rompe con el
molde economicista del marxismo estructuralista y avanza en el estudio de las conexiones entre las diferentes
dimensiones: política, económica, ideológica, culturales del régimen nazi. Al mismo tiempo se destacan la
limitaciones del concepto de totalitarismo: la identificación de las similitudes más evidentes pasaba por alto las
diferencias entre los regímenes fascistas y los regímenes comunistas, tanto en el plano de la organización
material como en la ideología, en los modos de toma del poder, en la relación con el capitalismo, en las
relaciones entre cada uno de estos regímenes con las diferentes clases sociales. Aunque ambos regímenes,
como proponía la categoría de totalitarismo, debían ser rechazados por el uso sistemático del terror ejercido
por el Estado, la subestimación de diferencias claves impedía avanzar en la explicación de procesos históricos
Tanto en el campo de la historia como en el de las ciencias sociales son múltiples las perspectivas desde las
que se han propuesto explicaciones del fenómeno fascista. En todos los casos, los estudiosos han combinado
presupuestos teóricos, adhesiones ideológicas y juicios de valor. Y aunque el debate seguirá abierto, los
trabajos historiográficos ofrecen cada vez más la posibilidad de articular contextos e intenciones a través de la
reconstrucción de cada experiencia singular, sin perder de vista los rasgos y procesos compartidos en que se
Dos trabajos en los que se pueden rastrear las principales explicaciones: Renzo de Felice, El fascismo. Sus
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