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I. Disposiciones generales
1. Esponsales
i) Concepto. Los esponsales —o esponsales de futuro, como también se los denomina—
constituyen la promesa que dos personas recíprocamente se hacen para contraer
matrimonio en el futuro.
iii) Acción para exigir su cumplimiento. De acuerdo al art. 401 CCyC, la ley no
reconoce esponsales de futuro, por lo que las mismas no producen consecuencias
jurídicas. Fundamentalmente, no habrá acción judicial para exigir que se realice el
matrimonio, a pesar del compromiso o promesa matrimonial para celebrar el acto. Y
es lógico que así sea, pues resultaría absurdo que la ley conceda acción judicial a
alguna de las partes para hacer cumplir el compromiso matrimonial.
iv) Acciones para reclamar daños y perjuicios. La última parte del art. 401 CCyC
determina que no habrá acción para reclamar los daños y perjuicios causados por la
ruptura de la promesa matrimonial, sin perjuicio de la aplicación de las reglas del
enriquecimiento sin causa, o de la restitución de donaciones, si así
correspondiere.
Tanto el Código Civil originario, como la primera ley de matrimonio (2393),
prohibían las demandas de daños y perjuicios por la ruptura de los esponsales. En
cambio, la ley 23.515 de Matrimonio Civil, del año 1987, había suprimido tal
prohibición. Ello dio lugar a debates acerca de si se admitían o no los daños y
perjuicios, ante el silencio en la materia por parte del legislador.
Cerrar de pleno derecho las puertas a la responsabilidad civil no parece ser una
solución atinada. El derecho constitucional de no dañar no puede ser prohibido por
una norma interna. Debió haberse dejado abierta tal posibilidad, porque si una de
las partes provoca un daño en virtud de la promesa matrimonial, es justo que pueda
demandar por los daños y perjuicios provocados por tal incumplimiento.
Una cosa es la libertad para contraer matrimonio y el derecho de las partes, hasta
el momento mismo del acto, a decidir autónomamente sobre la misma. Otra cosa muy
distinta —que no se contradice con lo anterior— es que el accionar de una de las
partes, si su conducta es dolosa, quede impune en materia de daños y perjuicios. En
verdad, si existió un daño en la persona, con tal actitud, debería admitirse el
resarcimiento. Por lo demás, mantener la posibilidad del resarcimiento habría sido
compatible con lo preceptuado en el art. 275 CCyC, que ante el dolo como vicio de
la voluntad, lo hace responsable por los daños causados(3).
2. Concepto de matrimonio
i) Concepto de impedimentos matrimoniales. Los impedimentos son las causas por las
cuales la ley obstaculiza la celebración del matrimonio.
ii) Aptitud nupcial. La aptitud nupcial son las condiciones y requisitos que debe
cumplir una persona para celebrar válidamente matrimonio.
Nuestro ordenamiento jurídico consagra un principio general en la materia, esto es,
que toda persona goza de la aptitud nupcial y, coherente con ello, establece en qué
casos existen impedimentos matrimoniales para la celebración del acto. De ahí que
la falta de impedimentos legales habilita a todo individuo a contraer matrimonio
válido.
iii) Enumeración de los impedimentos matrimoniales. El art. 403 CCyC enumera los
impedimentos matrimoniales: "Son impedimentos dirimentes para contraer matrimonio:
a) el parentesco en línea recta en todos los grados, cualquiera que sea el origen
del vínculo; b) el parentesco entre hermanos bilaterales y unilaterales, cualquiera
que sea el origen del vínculo; c) la afinidad en línea recta en todos los grados;
d) el matrimonio anterior, mientras subsista; e) haber sido condenado como autor,
cómplice o instigador del homicidio doloso de uno de los cónyuges; f) tener menos
de dieciocho años; g) la falta permanente o transitoria de salud mental que le
impide tener discernimiento para el acto matrimonial".
Bajo la denominación de impedimentos dirimentes la norma efectúa la enumeración de
cuáles son los impedimentos para contraer matrimonio válido.
Parentesco por afinidad (inc. c]). El parentesco por afinidad en línea recta en
todos los grados impide la celebración del matrimonio válido.
Es impedimento para contraer matrimonio el parentesco por afinidad, solamente en
línea recta en todos los grados, sin limitación. Es decir, con suegros, yernos y
nueras y con los hijos del cónyuge.
A contrario sensu, puede haber matrimonio en la línea colateral, es decir, entre
cuñados y cuñadas, con el primo, tíos y sobrinos del otro cónyuge.
En realidad, el impedimento por afinidad surge una vez producida la disolución del
matrimonio, pues, mientras se encuentra vigente el mismo, el impedimento, en todo
caso, será el de ligamen, por el matrimonio anterior subsistente. Por ello,
mientras se halle vigente el vínculo matrimonial, uno de los cónyuges no podrá
casarse con su suegra o la hija del cónyuge, no por el impedimento del parentesco
por afinidad sino por la subsistencia del matrimonio. De ahí que el impedimento por
afinidad "nace" recién cuando se disuelve el matrimonio. Sea por muerte, por
presunción de fallecimiento, o por divorcio vincular.
En un precedente, se ha declarado la inconstitucionalidad del inc. c), del art.
403, autorizándose, en consecuencia, la celebración del matrimonio entre las partes
—madrastra/hijastra, en la terminología del fallo—(15).
Por otra parte, debemos preguntarnos si la nulidad del matrimonio hace desaparecer
el impedimento por afinidad, es decir, si dada la invalidez de las nupcias, resulta
aplicable el impedimento con los parientes del cónyuge. En tal caso, cuando el
matrimonio fue declarado nulo, no hay parentesco por afinidad; de donde los
parientes del cónyuge dejan de ser parientes por afinidad, a los efectos aquí
comprendidos.
En consecuencia, frente a la nulidad del matrimonio desaparece el impedimento con
los parientes de dicho cónyuge. La solución es aplicable tanto en la hipótesis de
mala fe de ambos como en la hipótesis de matrimonio putativo, es decir, cuando uno
o ambos cónyuges sean de buena fe.
Crimen (inc. e]). También será impedimento el haber sido condenado como autor,
cómplice o instigador del homicidio doloso de uno de los cónyuges.
La prohibición para contraer matrimonio está referida al tercero, es decir, a la
persona ajena al matrimonio, que mata a uno de los miembros de la pareja para
casarse con el supérstite.
Para que constituya impedimento el delito debe haber sido "doloso". De ahí que no
lo constituye cuando estamos en presencia de un delito culposo o preterintencional
o si media una causa eximente de imputabilidad, como la legítima defensa.
Por lo demás, quedan incluidos en el impedimento el homicidio en riña y el duelo.
El tercero que comete el delito debe haber actuado en calidad de "autor",
"cómplice" o "instigador" del homicidio doloso del cónyuge de la persona con quien
luego pretende celebrar matrimonio.
Para que constituya impedimento el delito debe haberse consumado, pues la simple
tentativa no es suficiente.
Falta de edad legal (inc. f]). Otro impedimento lo constituye el tener menos de
dieciocho años al momento de la celebración del matrimonio.
En la actualidad, la edad mínima exigida coincide con la mayoría de edad. Se tiene
edad legal cuando se alcanza la mayoría de edad.
La actual redacción del Código Civil y Comercial mantiene la edad mínima en
dieciocho años para ambos celebrantes.
De conformidad a ello, tanto el hombre como la mujer, al momento de la celebración
del matrimonio, como pretensos celebrantes, deben haber cumplido los dieciocho años
de edad para tener aptitud nupcial.
La edad debe tenerse al día de la celebración del matrimonio, con lo cual los
trámites y las diligencias podrían ser realizados sin contar con dicha edad.
La evolución operada en este sentido nos permite observar que en la antigüedad la
aptitud nupcial estaba íntimamente vinculada con la madurez biológica, en el
sentido de estar en condiciones para la procreación. La aptitud nupcial coincidía
con la época de la pubertad.
En los tiempos modernos, al haberse elevado progresivamente la edad legal, puede
decirse que la aptitud nupcial se halla vinculada a la madurez psicológica. Por lo
que la aptitud nupcial estará asociada a la comprensión del acto matrimonial.
Como regla general, la fijación en dieciocho años de la edad mínima para tener
aptitud nupcial me parece acertada. Además, el criterio de nuestro ordenamiento
jurídico legal al establecer una edad objetiva —en el caso, 18 años—, resulta
preferible al sistema opuesto, cual es dejar librado a la apreciación judicial,
según las circunstancias del caso y la madurez concreta del sujeto.
No se opone a ello, el principio de capacidad progresiva del niño, pues como regla
general debe primar una pauta objetiva, dada la trascendencia del acto en cuestión.
En todo caso, para situaciones excepcionales, la ley deja abierta la posibilidad de
la dispensa judicial, cuando la persona menor de edad pretenda contraer matrimonio.
Allí se valorarán las particularidades específicas del individuo en cuestión.
i) Régimen anterior. Con la sanción de la ley 26.579, del año 2009, se redujo la
mayoría de edad a 18 años. A partir de entonces, coincidía la mayoría de edad con
la edad mínima requerida para contraer matrimonio, es decir 18 años(18).
Quien no tuviera la edad de dieciocho años al momento del acto debía solicitar la
venia judicial mediante la correspondiente dispensa judicial. En consecuencia, al
menor de edad no le alcanzaba con la sola autorización de sus padres para poder
celebrar matrimonio.
La jurisprudencia había cuestionado la exigencia de tener que recurrir a la
dispensa judicial tratándose de una persona con dieciséis años y contando con la
autorización de sus padres. Así, se dijo que al establecerse la mayoría de edad y
la edad legal para contraer matrimonio a los dieciocho años, con o sin autorización
de los progenitores o representantes legales, los menores de edad que desearen
contraer matrimonio necesaria y obligatoriamente debían requerir la dispensa
judicial. Por lo tanto, la dispensa que funcionaba como un complemento por el
impedimento de la edad legal, se había tornado en un requisito ineludible para todo
menor de dieciocho años que pretenda contraer matrimonio, cuente o no con la
autorización de sus padres. En realidad —se interpretó—, si los padres prestan
conformidad para que su hijo menor contraiga matrimonio la dispensa obligatoria es
una intromisión estatal al pleno ejercicio de la autoridad parental, además de
chocar con el principio de la capacidad progresiva de los niños que pretende
explicitar la esfera de la autonomía de los sujetos en forma escalonada y
paulatina, como una tendencia a quebrar la tajante división minoría-mayoría de edad
y reemplazar esos conceptos por aquella visión asimilable a la evolución psíquica-
biológica de la persona(19).
ii) Régimen actual. El nuevo régimen legal contempla una situación particular para
quienes pretendan casarse y tengan entre dieciséis y dieciocho años de edad. Los
coloca en una categoría especial.
Ello así, porque si bien la edad legal mínima para contraer matrimonio es de
dieciocho años, permite que, sin necesidad de dispensa judicial, con la sola
autorización de sus representantes legales, dicha persona pueda celebrar matrimonio
válido.
En consecuencia, aun no teniendo la edad legal para contraer matrimonio, exigida en
el inc. f) del art. 403 del Código de fondo, el menor de edad que tuviere dieciséis
años no requerirá dispensa judicial, si tiene autorización de sus representantes
legales.
En tales circunstancias, se estima que por aplicación de la capacidad progresiva
del sujeto y de la debida autorización de sus representantes legales, será
suficiente para la realización del acto, no obstante no tener la edad mínima
exigida para contraer matrimonio.
Si los representantes legales no brindan la correspondiente autorización, entonces
el menor de edad deberá recurrir a la dispensa judicial para poder celebrar
matrimonio válido.
Asimismo, cuando el menor de edad no tuviere los dieciséis años deberá recurrir
siempre a la dispensa judicial, no siendo suficiente en tales situaciones la
autorización de sus representantes legales.
3. Dispensa judicial
i) Caracterización
De conformidad al régimen vigente, los que no tuvieren la edad mínima para contraer
matrimonio, o las personas a quienes les faltare salud mental, podrán recurrir a la
vía judicial y obtener, si se dan las circunstancias previstas en la ley, la
correspondiente dispensa judicial para celebrar válidamente el matrimonio.
La dispensa judicial es la institución por la cual la ley permite que el juez
remueva un obstáculo legal (impedimento) para que válidamente pueda contraerse
matrimonio.
La dispensa judicial, como institución, fue también contemplada por la Convención
de Nueva York de 1962, la cual, luego de señalar en el art. 1º la necesidad de
fijar una edad mínima para contraer matrimonio, determina: "No podrán contraer
legalmente matrimonio las personas que no hayan cumplido esa edad, salvo que la
autoridad competente, por causas justificadas y en interés de los contrayentes,
dispense el requisito legal" (art. 2º, segunda parte).
7. Enfermedad venérea
Debemos preguntarnos, en el estado actual de nuestra legislación, si resulta
necesario acreditar el certificado médico prenupcial, en cumplimiento de los
trámites y diligencias previas a la celebración del matrimonio.
ii) Requisitos. Dos son los requisitos imprescindibles para la existencia del acto
matrimonial. El consentimiento de los contrayentes y la presencia de la autoridad
competente para celebrarlo.
El consentimiento de ambos contrayentes es fundamental para el acto matrimonial,
sin el cual sería inadmisible reconocer la existencia de un matrimonio. Dicho
consentimiento debe ser expresado en forma personal y conjuntamente al momento de
celebrar el acto, excepto lo dispuesto para el matrimonio a distancia.
La presencia de autoridad competente para celebrar el matrimonio también es
imprescindible para reconocerle existencia al acto celebrado. En efecto, para que
el matrimonio exista como tal se requiere la presencia del oficial público
celebrante.
Dolo. El dolo es cualquier engaño utilizado para determinar que otra persona
celebre un acto jurídico.
Algunas legislaciones no mencionan el dolo como vicio del consentimiento
matrimonial, pues lo incluyen en el supuesto de error, en el entendimiento de que
el dolo de uno de los contrayentes genera el error; esto es, se trata de un error
provocado por dolo.
Nuestra legislación, desde siempre, distingue el dolo del error, como vicios del
consentimiento matrimonial.
Se explicó que el vicio consensual del dolo no está limitado al caso en que provoca
error sobre la persona del otro contrayente del matrimonio o de sus cualidades
personales, ya que puede también relacionarse con circunstancias vinculadas con la
unión por contraer, siempre que se trate de maniobras que realmente vicien el
consentimiento de quien las sufre, es decir que, según el orden normal de las
cosas, pueda razonablemente suponerse que —de no haber existido el dolo— el
consentimiento no habría sido prestado(24).
Para la configuración del dolo son necesarios los siguientes requisitos: que haya
sido grave; que haya sido la causa determinante de la acción; que haya ocasionado
un daño importante; y que no haya habido dolo por ambas partes.
Así, sería doloso el ocultamiento al otro contrayente de la existencia de un hijo
extramatrimonial; o la existencia de un matrimonio anterior, aun disuelto con
anterioridad; o la condición de viudo, haciéndose pasar por soltero.
Se juzgó que la prueba de que la demandada haya incurrido en ocultamiento y
falsedades en cuanto a sus cualidades morales y físicas al fraguar un embarazo,
torna razonable la actitud del actor frente al conocimiento de la verdad, en cuanto
a que el dolo desplegado haya sido la causa determinante para celebrar las
nupcias(25).
iii) Valoración judicial del error. Se establece que el juez deberá valorar la
esencialidad del error, teniendo en cuenta las circunstancias particulares del
caso.
La jurisprudencia tiene dicho que para que se configure el error debe ser grave,
determinante y excusable(26).
1. Concepto
La oposición es el derecho que la ley reconoce al Ministerio Público y a
determinadas personas vinculadas con los contrayentes para que, previamente a la
celebración del matrimonio, puedan alegar la existencia de un impedimento
matrimonial.
4. Denuncia de impedimentos
Dice el art. 412 CCyC: "Cualquier persona puede denunciar la existencia de alguno
de los impedimentos establecidos en el art. 403 desde el inicio de las diligencias
previas y hasta la celebración del matrimonio por ante el Ministerio Público, para
que deduzca la correspondiente oposición, si lo considera procedente, con las
formalidades y el procedimiento previstos en los arts. 413 y 414"(29).
iv) Ante quién deberá hacer la denuncia. La denuncia de dichos impedimentos deberá
realizarla la persona ante el Ministerio Público. Será éste quien, luego, realice
la correspondiente oposición a la celebración del matrimonio, en el caso de que lo
considere procedente.
iii) Condiciones que deben cumplirse. Se establecen ciertos recaudos que deben
observarse, según la oposición sea efectuada en forma verbal o escrita.
Si la oposición se deduce en forma verbal, el oficial público debe levantar acta
circunstanciada. La misma debe ser firmada por dicho oficial público y la persona
que deduce la oposición, o con quien firme a su ruego, si no sabe o no puede
firmar.
Si la oposición se deduce en forma escrita, se debe transcribir en el libro de
actas con las mismas formalidades.
6. Procedimiento de la oposición
El art. 414 CCyC dice: "Deducida la oposición el oficial público la hace conocer a
los contrayentes. Si alguno de ellos o ambos admite la existencia del impedimento
legal, el oficial público lo hace constar en acta y no celebra el matrimonio. Si
los contrayentes no lo reconocen, deben expresarlo ante el oficial público dentro
de los tres días siguientes al de la notificación; éste levanta un acta, remite al
juez competente copia autorizada de todo lo actuado con los documentos presentados
y suspende la celebración del matrimonio. El juez competente debe sustanciar y
decidir la oposición por el procedimiento más breve que prevea la ley local.
Recibida la oposición, da vista por tres días al Ministerio Público. Resuelta la
cuestión, el juez remite copia de la sentencia al oficial público"(31).
La disposición establece el procedimiento a seguir en caso de oposición. En efecto,
una vez deducida la oposición a la celebración del matrimonio, el oficial público
hará conocer la misma a los contrayentes. La ley no establece una forma específica
de poner en conocimiento a los futuros contrayentes la oposición planteada,
quedando el mismo a criterio de la autoridad administrativa. Basta que dicha
notificación sea fehaciente.
Tampoco se establece un plazo para la notificación. De todas formas, la misma debe
hacerse en el período más breve posible.
Si la oposición ha sido deducida con anterioridad a la celebración del matrimonio,
el oficial público deberá comunicar a los futuros contrayentes en el domicilio de
cada uno de ellos, para que concurran al respectivo Registro y se notifiquen de
dicha oposición.
Cuando la oposición fuere efectuada en el mismo acto de la celebración del
matrimonio, el oficial público los notificará personalmente, en el mismo acto.
Puede suceder que los contrayentes admitan o rechacen la respectiva oposición.
En el caso de que uno o ambos contrayentes admitan la existencia del impedimento
legal, el oficial público dejará constancia en acta y no celebrará el respectivo
matrimonio. Tampoco la celebrará en el caso de que los contrayentes guarden
silencio, pasado el término legal.
Si los futuros contrayentes no reconocen el impedimento, deberán expresarlo al
oficial público dentro de los tres días siguientes a la notificación. Expresado el
rechazo, el oficial público levantará un acta y remitirá al juez competente copia
autorizada de todo lo actuado, con los documentos presentados y suspenderá la
celebración del matrimonio. En consecuencia, a partir de este momento, el trámite
deja de tener naturaleza administrativa y pasará a ser un proceso jurisdiccional.
El juez competente deberá sustanciar y decidir la oposición por el procedimiento
más breve que prevea la ley local. Una vez recibida la oposición, dará vista por
tres días al Ministerio Público.
Resuelta la cuestión, el juez remitirá copia de la sentencia al oficial público.
7. Cumplimiento de la sentencia
Según el art. 415 CCyC: "Recibido el testimonio de la sentencia firme que desestima
la oposición, el oficial público procede a celebrar el matrimonio. Si la sentencia
declara la existencia del impedimento, el matrimonio no puede celebrarse. En ambos
casos, el oficial público debe anotar la parte dispositiva de la sentencia al
margen del acta respectiva"(32).
De conformidad a la norma, la sentencia dictada por el juez competente, podrá
admitir o rechazar la oposición a la celebración del matrimonio.
Si el juez desestima la oposición, el oficial público, una vez recibido el
testimonio de la sentencia firme, procederá a la celebración del matrimonio.
En cambio, si el juez declara la existencia del impedimento, el oficial público,
una vez recibido el testimonio de la sentencia firme, no podrá celebrar el acto.
En ambas situaciones, el oficial público deberá anotar la parte dispositiva de la
sentencia al margen del acta respectiva.
1. Solicitud inicial
De acuerdo al art. 416 CCyC: "Quienes pretenden contraer matrimonio deben presentar
ante el oficial público encargado del Registro del Estado Civil y Capacidad de las
Personas correspondiente al domicilio de cualquiera de ellos, una solicitud que
debe contener: a) nombres y apellidos, y número de documento de identidad, si lo
tienen; b) edad; c) nacionalidad, domicilio y el lugar de su nacimiento; d)
profesión; e) nombres y apellidos de los padres, nacionalidad, números de
documentos de identidad si los conocen, profesión y domicilio; f) declaración sobre
si han contraído matrimonio con anterioridad. En caso afirmativo, el nombre y
apellido del anterior cónyuge, lugar de celebración del matrimonio y causa de su
disolución, acompañando certificado de defunción o copia debidamente legalizada de
la sentencia ejecutoriada que hubiera anulado o disuelto el matrimonio anterior, o
declarado la muerte presunta del cónyuge anterior, según el caso. Si los
contrayentes o alguno de ellos no sabe escribir, el oficial público debe levantar
acta que contenga las mismas enunciaciones"(33).
i) Requisitos que debe acreditar la solicitud. Los futuros contrayentes deberán
presentar ante el oficial público encargado del Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas, correspondientes al domicilio de cualquiera de ellos, la
solicitud inicial, que debe contener diversos datos, enumerados en la norma.
Datos de los futuros contrayentes (inc. a]). Deberán consignar los nombres y
apellidos, el número de documento de identidad, si lo tienen. Datos que representan
la respectiva identificación de los pretensos contrayentes.
Edad (inc. b]). La edad de los futuros contrayentes también debe ser manifestada.
Datos de sus padres (inc. e]). Por su parte, los contrayentes deberán presentar los
nombres y apellidos de sus padres, su nacionalidad, números de documentos de
identidad si los conocen, así como la profesión y el domicilio de los mismos.
2. Suspensión de la celebración
Sostiene el art. 417 CCyC: "Si de las diligencias previas no resulta probada la
habilidad de los contrayentes, o se deduce oposición, el oficial público debe
suspender la celebración del matrimonio hasta que se pruebe la habilidad o se
rechace la oposición, haciéndolo constar en acta, de la que debe dar copia
certificada a los interesados, si la piden".
El oficial público tiene facultades para suspender la celebración del matrimonio.
En efecto, si de las diligencias previas no resulta probada la habilidad de los
contrayentes, o se deduce oposición, suspenderá dicha celebración, hasta que se
pruebe la habilidad o se rechace la oposición, según el caso.
Ante ello, dejará constancia en acta, debiendo dar copia certificada a los
interesados, si éstos así lo solicitan.
4. Idioma
El art. 419 CCyC señala: "Si uno o ambos contrayentes ignoran el idioma nacional,
deben ser asistidos por un traductor público matriculado y, si no lo hay, por un
intérprete de reconocida idoneidad, dejándose debida constancia en la inscripción".
Se contempla la hipótesis de que uno o ambos contrayentes ignoren el idioma
nacional. En tal caso, deberán ser asistidos por un traductor público matriculado.
En la hipótesis de que no lo hubiere, será asistido por un intérprete de reconocida
idoneidad, dejando debida constancia en la inscripción.
Fecha (inc. a]). En primer lugar, el acta debe contener la fecha del acto de
celebración del matrimonio.
Datos de los celebrantes (inc. b]). Los datos de los celebrantes, comprensivo del
nombre y el apellido, la edad, el número de documento de identidad, si lo tienen,
el estado civil, la nacionalidad, la profesión, el domicilio y el lugar de
nacimiento.
Datos de los padres (inc. c]). Los datos de sus padres, comprensivo del nombre y
apellido, número de documento de identidad, la nacionalidad, la profesión y el
domicilio.
Lugar (inc. d]). El lugar de la celebración del acto, asimismo, debe consignarse en
el acta respectiva.
Datos de los testigos (inc. h]). Los datos de los testigos del acto, comprensivo
del nombre y apellido, edad, número de documento de identidad si lo tuviere, estado
de familia, profesión y domicilio.
ii) Firma del acta. El acta de celebración del matrimonio deberá ser redactada y
firmada inmediatamente por todos los intervinientes en el acto, o por otros a su
ruego, si no pueden o no saben hacerlo.
iii) Copia del acta. El oficial público deberá entregar a los contrayentes, de modo
gratuito, copia del acta de matrimonio y la libreta de familia expedida por el
Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas.
2. Matrimonio a distancia
Dice el art. 422 CCyC: "El matrimonio a distancia es aquel en el cual el
contrayente ausente expresa su consentimiento personalmente, en el lugar en que se
encuentra, ante la autoridad competente para celebrar matrimonios, según lo
previsto en este Código en las normas de derecho internacional privado".
Según la disposición legal, el matrimonio a distancia es aquel en el cual el
contrayente ausente expresa su consentimiento personalmente, en el lugar en el que
se encuentra, ante la autoridad competente para celebrar matrimonios, según lo
previsto en este Código en las normas de derecho internacional privado.
2. Excepciones
El segundo párrafo del art. 423 CCyC indica: "Cuando existe imposibilidad de
presentarlos, la celebración del matrimonio puede probarse por otros medios,
justificando esta imposibilidad"(39).
Sin perjuicio de la prueba ordinaria del matrimonio, se contempla la posibilidad
una prueba supletoria del acto.
En efecto, si hubiere imposibilidad de probarlo por el correspondiente título de
estado, se permite que el acto matrimonial sea probado por otros medios de prueba,
justificando tal imposibilidad.
Por lo demás, para probar el matrimonio en tales circunstancias, se puede acudir a
la prueba directa o a la prueba indirecta.
La prueba directa consiste en demostrar la existencia del acto matrimonial, esto es
la celebración misma. Cualquier medio de prueba es admisible para acreditar este
extremo: instrumental, testigos, etcétera.
La prueba indirecta se refiere no a la celebración propiamente dicha del acto, sino
a los hechos de los cuales pueda inferirse esa celebración. Por ejemplo, documentos
públicos en que esté acreditada la calidad de cónyuges. Es decir, toda prueba que
indique y de la cual pueda derivarse, razonablemente, que las partes se encuentran
casadas.
Entendió la jurisprudencia, en aplicación del régimen actual, que a los fines de
tener por probado supletoriamente el matrimonio del causante, resultan
insuficientes la partida de defunción en la que se consigna que el estado civil del
causante es casado, el certificado de dominio en el que aparece como casado en
primeras nupcias y el certificado de defunción de la cónyuge, quien figura como
viuda de aquél, ya que de dichas constancias documentadas no surge que los
oficiales públicos intervinientes hayan tenido a la vista el documento idóneo que
acredite el vínculo matrimonial alegado(40).
3. Posesión de estado
El art. 423 CCyC, en los párrafos tercero y cuarto, prescribe: "La posesión de
estado, por sí sola, no es prueba suficiente para establecer el estado de casados o
para reclamar los efectos civiles del matrimonio. Si existe acta de matrimonio y
posesión de estado, la inobservancia de las formalidades prescriptas en el acto de
celebración no puede ser alegada contra la existencia del matrimonio"(41).
En cuanto a la posesión de estado como medio de prueba para acreditar el
matrimonio, la ley distingue dos situaciones.
La primera establece que el matrimonio no se puede probar por la sola posesión de
estado de las partes. La misma, por sí sola, no servirá como medio de prueba para
acreditar el estado de casados ni reclamar los efectos jurídicos derivados del
matrimonio. Por lo tanto, la situación de hecho, por prolongada que fuere, impide
llegar al estado de familia correspondiente, en el caso, de cónyuges.
En cambio, la posesión de estado tendrá virtualidad cuando exista acta de
matrimonio pero no se hayan observado las formalidades prescriptas en el acto de
celebración. En tales circunstancias, si hay posesión de estado, dichas
inobservancias no podrán ser alegadas contra la existencia del matrimonio. El
título, de esta manera, quedará subsanado con la respectiva posesión de estado.
ii) Legitimados para pedirla. Dada la gravedad de los hechos que dan lugar a la
nulidad absoluta, la legitimación activa es amplia, pues la nulidad del acto podrá
ser demandada por cualquiera de los cónyuges y por los que podían oponerse a la
celebración del matrimonio(50).
En relación a los cónyuges, cualquiera de ellos se encuentra legitimado, pudiéndolo
hacer inclusive el cónyuge de mala fe, es decir, aquel que hubiere conocido el
impedimento al momento de la celebración del matrimonio.
Por lo demás, cualquier persona puede denunciar la existencia de la causal de
nulidad al Ministerio Público, para que éste ejerza la respectiva acción de
nulidad.
3. Casos de nulidad relativa. Legitimados para pedirla
El art. 425 CCyC establece: "Es de nulidad relativa: a) el matrimonio celebrado con
el impedimento establecido en el inc. f) del art. 403; la nulidad puede ser
demandada por el cónyuge que padece el impedimento y por los que en su
representación podrían haberse opuesto a la celebración del matrimonio. En este
último caso, el juez debe oír al adolescente, y teniendo en cuenta su edad y grado
de madurez hace lugar o no al pedido de nulidad. Si se rechaza, el matrimonio tiene
los mismos efectos que si se hubiera celebrado con la correspondiente dispensa. La
petición de nulidad es inadmisible después de que el cónyuge o los cónyuges
hubiesen alcanzado la edad legal; b) el matrimonio celebrado con el impedimento
establecido en el inc. g) del art. 403. La nulidad puede ser demandada por
cualquiera de los cónyuges si desconocían el impedimento. La nulidad no puede ser
solicitada si el cónyuge que padece el impedimento ha continuado la cohabitación
después de haber recuperado la salud; y en el caso del cónyuge sano, luego de haber
conocido el impedimento. El plazo para interponer la demanda es de un año, que se
computa, para el que sufre el impedimento, desde que recuperó la salud mental, y
para el cónyuge sano desde que conoció el impedimento. La nulidad también puede ser
demandada por los parientes de la persona que padece el impedimento y que podrían
haberse opuesto a la celebración del matrimonio. El plazo para interponer la
demanda es de tres meses desde la celebración del matrimonio. En este caso, el juez
debe oír a los cónyuges, y evaluar la situación del afectado a los fines de
verificar si comprende el acto que ha celebrado y cuál es su deseo al respecto; c)
el matrimonio celebrado con alguno de los vicios del consentimiento a que se
refiere el art. 409. La nulidad sólo puede ser demandada por el cónyuge que ha
sufrido el vicio de error, dolo o violencia. La nulidad no puede ser solicitada si
se ha continuado la cohabitación por más de treinta días después de haber conocido
el error o de haber cesado la violencia. El plazo para interponer la demanda es de
un año desde que cesa la cohabitación"(51).
Falta de edad legal. Cuando se hubiere celebrado por falta de edad legal de uno de
los cónyuges, la nulidad puede ser demandada por el cónyuge que padece el
impedimento y por los que en su representación podrían haberse opuesto a la
celebración del matrimonio. En este último caso, el juez deberá oír al adolescente,
y teniendo en cuenta su edad y grado de madurez hacer lugar o no al pedido de
nulidad.
Ahora bien, si se rechaza la acción de nulidad entablada, el matrimonio tendrá los
mismos efectos que si se hubiere celebrado con la correspondiente dispensa.
Falta de salud mental. La nulidad del matrimonio celebrado por falta de salud
mental, en los términos de la norma, no podrá ser ejercida si el cónyuge que
padecía el impedimento ha continuado la cohabitación después de haber recuperado la
salud. Se establece el plazo de un año para interponer la demanda, debiendo
computarse dicho plazo desde que recuperó la salud.
Tampoco podrá ser planteada la nulidad por el cónyuge sano, luego de haber conocido
el impedimento. En tal caso, se fija el plazo de un año para interponer la
respectiva demanda, debiendo computarse dicho plazo desde que conoció el
impedimento.
Por su parte, los parientes de la persona que padece el impedimento y que podrían
haberse opuesto a la celebración del matrimonio, para interponer la demanda,
tendrán un plazo de tres meses desde la celebración del matrimonio.
Vicio del consentimiento. Cuando el matrimonio ha sido realizado mediando vicio del
consentimiento, la nulidad no podrá ser solicitada si se ha continuado la
cohabitación por más de treinta días después de haber conocido el error o de haber
cesado la violencia.
Adviértase que la ley, a diferencia de otros casos de nulidad relativa, establece
un plazo de treinta días para el cese de la cohabitación, luego de haber conocido
el error o cesada la violencia. Es importante destacar que el plazo indicado no se
refiere al ejercicio de la acción de nulidad, sino a la cesación de la
cohabitación.
El plazo máximo de treinta días no admite excepciones. De ahí que se haya sostenido
que, al pasar un solo día más de cohabitación del plazo previsto, ya no podrá
invocarse como nulidad de matrimonio(53).
También se explicó que el plazo de treinta días, por ser un plazo de caducidad y no
de prescripción, determina que el derecho a accionar por nulidad de matrimonio
fundada en esta causal se extinguió automáticamente a su vencimiento y el órgano
jurisdiccional así debe declararlo de oficio(54).
En cambio, el plazo para interponer la demanda es de un año desde que cesa la
cohabitación, de acuerdo a lo establecido en la disposición legal.
ii) Facultades del cónyuge de buena fe. Como consecuencia de que la ley protege al
cónyuge de buena fe, le otorga a dicho contrayente las siguientes facultades y
derechos.
Compensación económica (inc. a]). El cónyuge de buena fe puede solicitar las
compensaciones económicas previstas para el divorcio vincular, en los arts. 441 y
442 CCyC, en la misma medida y alcance.
El plazo de caducidad será de seis meses a partir de la sentencia que decreta la
nulidad del matrimonio.
Revocar las donaciones realizadas (inc. b]). Se permite al cónyuge de buena fe que
pueda revocar las donaciones que hubiere realizado al cónyuge de mala fe.
Daños y perjuicios (inc. c]). El cónyuge de buena fe tendrá derecho a demandar por
indemnización de daños y perjuicios al cónyuge de mala fe y a los terceros que
hayan provocado el error, incurrido en dolo, o ejercido la violencia.
B. Asistencia
La última parte del art. 431 CCyC señala que los cónyuges "Deben prestarse
asistencia mutua".
La asistencia mutua constituye un aspecto esencial en la vida matrimonial,
comprendiendo tanto un aspecto extrapatrimonial —o espiritual— y un carácter
patrimonial.
Dicha asistencia parece coherente con la institución matrimonial y con las normas
previstas en el texto actual.
En esencia, la asistencia de los cónyuges, es el único deber que debió contemplarse
en la redacción del art. 431del Código Civil y Comercial. Además, claro está, del
deber alimentario. Los demás deberes, no son sino resabios de la vieja legislación.
C. Alimentos
3. Reglas aplicables
El último párrafo del art. 432 CCyC señala: "Esta obligación se rige por las reglas
relativas a los alimentos entre parientes en cuanto sean compatibles".
Sin perjuicio de las disposiciones que rigen los alimentos derivados del
matrimonio, se consigna que, subsidiariamente, en cuanto no se halle prevista una
solución específica, le serán aplicables las normas referentes a los alimentos
entre parientes.
iii) Nuestra postura. La última de las posiciones reseñadas es la que mejor expresa
el contenido y alcance de los derechos en juego.
En verdad, la primera postura, que propicia la cesación del derecho alimentario —en
las condiciones aquí contempladas—, es una clara expresión del positivismo
jurídico. Pues, postula la aplicación abstracta y estricta del art. 7º del CCyC.
Todo ello, desconociendo los elementos fácticos que integran la misma: la
naturaleza alimentaria; la condición del cónyuge que se encuentra recibiendo la
prestación, consecuencia de un derecho consagrado en una sentencia y,
fundamentalmente, la interpretación integral que debe hacerse del ordenamiento
jurídico.
En efecto, el límite impuesto por el art. 7º CCyC no es más que una proyección de
los principios emergentes de los arts. 1º y 2º del mismo ordenamiento. Dicho de
otra manera, lo consagrado en el art. 7º del CCyC no puede ser ajeno a la
interpretación que debe hacerse de las leyes (conf. art. 2º CCyC), de modo que
aquella disposición se encuentra subsumida en esta última, debiendo realizarse una
interpretación acorde con las disposiciones consagradas en los tratados
internacionales.
Claramente, los fundamentos vertidos en la postura que considera subsistente la
obligación alimentaria resulta integradora y armónica con los lineamientos de los
derechos humanos. A diferencia de la otra interpretación, que pregona la cesación
de los alimentos, limitándose a una aplicación rígida y abstracta de acuerdo a lo
establecido en el art. 7º del Código Civil y Comercial.
En rigor de verdad, la doctrina emergente del art. 7º del Código Civil y Comercial
no puede significar una valla insuperable para la aplicación de los derechos
humanos, como si la misma constituyera un ámbito ajeno y excluyente de una eventual
interpretación integral del ordenamiento jurídico. De ahí que la disposición en
cuestión integra el cuerpo normativo, tanto del Código Civil y Comercial como de
todo el plexo jurídico argentino. Por lo que su aplicación mecánica y abstracta no
se halla exenta de transgredir elementales principios y derechos protegidos
constitucionalmente.
D. Apellido marital
1. Régimen anterior
El agregado del apellido marital, como institución, siempre ha estado presente en
nuestro derecho.
Originariamente, de conformidad con la estructura familiar imperante, la mujer, al
momento de la celebración del matrimonio debía agregar el apellido de su marido,
conteniendo la preposición "de".
Desde hace un tiempo, y dada la evolución de la sociedad y de la familia, se ha
avanzado en esta cuestión, dejando de ser obligatorio —como hasta ese momento— y
pasó a ser optativo el agregado del apellido del marido(76).
Más tarde, con la sanción de la ley 26.618, se contempló la situación de los
matrimonios de personas del mismo sexo, en cuyo caso se otorgó el derecho a
cualquiera de los cónyuges para agregar —siempre en forma optativa— el apellido del
otro(77).
En tal sentido, respecto del texto anterior, se había incluido un nuevo párrafo,
para garantizar, en el caso de matrimonio de personas del mismo sexo, el derecho a
añadir el apellido del cónyuge, precedido de la preposición "de".
De dicho escenario, así como la mujer podía añadir el apellido de su marido, cuando
se trataba de un matrimonio heterosexual, la norma otorgaba el mismo derecho, en el
matrimonio homosexual, a cualquiera de los integrantes de la unión, pudiendo
cualquiera de ellos agregar el apellido de su consorte.
De conformidad a ello, este derecho —en el caso de matrimonio de personas del mismo
sexo— lo tenían ambos cónyuges, tanto en las nupcias celebradas por dos hombres
como por dos mujeres, funcionando en ambas hipótesis el ejercicio de este derecho.
Ahora bien, podía suceder, en aplicación de la misma, que en el caso de matrimonio
de personas del mismo sexo, ambos cónyuges quisieran añadir el apellido del otro,
lo cual era posible, dado los términos de la norma.
En tal contexto, solamente el marido —en el caso de matrimonio de personas de
distinto sexo— no gozaba del derecho de añadir el apellido de su esposa.
2. Régimen actual
En el Título correspondiente al Nombre (Capítulo 4 del Libro Primero, comprensivo
de los arts. 62 a 72) se legisla sobre el Nombre de las personas.
En lo que respecta a los cónyuges, se contempla lo atinente al agregado del
apellido marital. En efecto, el art. 67 CCyC, en su primer párrafo, dice:
"Cualquiera de los cónyuges puede optar por usar el apellido del otro, con la
preposición 'de' o sin ella".
La nueva disposición legal mantiene la institución del apellido marital. Entiendo
que la misma debió haberse derogado, habida cuenta de que el vínculo matrimonial no
debería modificar la identidad del sujeto, en punto al apellido de los cónyuges.
Además, las razones y fundamentos que dieron origen a esta institución ya no
condice con los criterios actuales, porque el agregado del apellido marital lleva
en su esencia una relación de dependencia y sujeción de uno hacia el otro, en
franca reminiscencia de un modelo familiar antiguo. Todo lo cual debe ser superado.
Fuera de ello, en la redacción vigente se corrige la desigualdad que existía
anteriormente, otorgándose ahora dicha facultad a cualquiera de los cónyuges, e
independientemente de si se trata de un matrimonio de personas del mismo o de
distinto sexo.
Finalmente, se incluye una variante respecto del sistema anterior, en virtud de que
la inclusión del apellido del cónyuge puede contener el agregado de la preposición
"de" —como antes— o bien, sin dicha preposición, quedando el agregado como un
apellido compuesto.
B. Proceso de divorcio
1. Nulidad de la renuncia
Según el art. 436 CCyC: "Es nula la renuncia de cualquiera de los cónyuges a la
facultad de pedir el divorcio; el pacto o cláusula que restrinja la facultad de
solicitarlo se tiene por no escrito".
Expresamente se consagra la imposibilidad de que los cónyuges puedan acordar o
convenir la indisolubilidad del matrimonio.
Por lo tanto, la renuncia de cualquiera de ellos o de ambos a la facultad de pedir
en el futuro el divorcio vincular será nula. Además, cualquier pacto o cláusula que
realicen para restringir la posibilidad de pedir la acción de divorcio se tendrá
por no escrita.
Sería impensado que los cónyuges puedan convenir o pactar la indisolubilidad del
matrimonio. Tal situación desnaturalizaría el sentido y finalidad de la unión, pues
obligaría a los cónyuges a mantenerse casados entre sí durante toda la vida, es
decir, hasta la muerte de uno de ellos.
El máximo tribunal tuvo la oportunidad de expedirse, en vigencia del régimen
anterior, sobre la posibilidad de que los futuros cónyuges puedan pactar la
indisolubilidad del vínculo matrimonial. Negó tal derecho, en aplicación del art.
230del Código Civil derogado. Explicó que la Ley de Matrimonio Civil posibilita la
mera separación de los esposos sin divorcio, con un claro e inequívoco respeto de
las creencias religiosas que trascienden del marco de lo estrictamente jurídico. La
exigencia de una legislación civil independiente de las distintas formas
matrimoniales derivadas de las diversas creencias religiosas se funda en la actual
convicción de la sociedad, consolidada por la sanción de la ley que ejerce la
auténtica e inmediata representación de la voluntad popular, y por la que se crea
el régimen de matrimonio civil, en el que está interesado el orden público. Dado
que las normas que rigen el estado de familia y la disolución del vínculo conyugal
han sido dictadas más en vistas del orden público que del interés particular de las
personas, según lo dispuesto en los arts. 19y 872 del Código Civil—ahora derogado—,
corresponde negar toda validez o renuncias de dicha índole, en el caso, la facultad
de pedir el divorcio vincular, pues la solución opuesta podría afectar derechos
ligados al régimen personal de la libertad(80).
5. Aplicación temporal
De conformidad a lo establecido por el art. 1º de la ley 27.077, que modificó el
art. 7º de la ley 26.994, el Código Civil y Comercial, aprobado por ley 26.994, y
promulgado por decreto 1795/2014, entró en vigencia el 1º de agosto de 2015.
En materia de derecho intertemporal(95), el Código Civil y Comercial mantuvo el
sistema del derogado Código Civil(96), al establecer en el art. 7º: "A partir de su
entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones y
situaciones jurídicas existentes. Las leyes no tienen efecto retroactivo, sean o no
de orden público, excepto disposición en contrario. La retroactividad establecida
por la ley no puede afectar derechos amparados por garantías constitucionales. Las
nuevas leyes supletorias no son aplicables a los contratos en curso de ejecución,
con excepción de las normas más favorables al consumidor en las relaciones de
consumo".
De acuerdo a ello, respecto de las situaciones jurídicas ya constituidas, se
consagra la irretroactividad de la ley. En cambio, tratándose de situaciones que
acontezcan o relaciones jurídicas que se creen con posterioridad a su vigencia, así
como las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes, se
consagra la aplicación del efecto inmediato de la nueva ley.
El tema de la aplicación de la ley en el tiempo ha sido un eje en derredor del cual
se han planteado diversas cuestiones en el ámbito judicial, siendo el juicio de
divorcio uno de los aspectos destacados, en atención al cambio sustancial en la
materia.
El conflicto más importante se ha suscitado respecto de los divorcios en trámite,
al momento de entrar en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial, es decir,
aquellos procesos de divorcio que al 1º de agosto de 2015 no tenían sentencia
firme.
Se han sostenido distintas posturas, en aplicación del mismo.
iii) Finalmente, otra posición —que podría decirse mayoritaria—, entiende que si al
momento de entrar en vigencia el nuevo Código Civil y Comercial —esto es, a partir
del 1º de agosto de 2015— el juicio de divorcio estaba en trámite, debe aplicarse
la actual legislación, decretándose el divorcio sin causa(102).
De ahí que se haya decretado el divorcio incausado de las partes(103), o bien,
modificando el decisorio de grado, que contenía de la declaración de inocencia de
uno de los cónyuges(104).
Ahora bien, la aplicación inmediata de la nueva ley, para el dictado de la
sentencia de divorcio sin expresión de causa, no habilita a cuestionar o alterar
normas o etapas procesales ya cumplidas, no pudiéndose exigir, por ejemplo, la
propuesta reguladora o el convenio regulador, cuando ya han pasado dichas etapas
procesales en el juicio respectivo. Lo contrario, importaría afectar principios y
garantías constitucionales.
ii) Legitimación activa. La acción de divorcio podrá ser entablada por cualquiera
de los cónyuges, en forma unilateral o de común acuerdo.
Se contempla de esta manera que la acción pueda ser iniciada solamente a pedido de
uno de ellos —unilateral— o bien ejercida por ambos cónyuges —de común acuerdo—.
iii) Elementos que deben acompañar. Las partes, al presentar las respectivas
propuestas reguladoras, tendrán que acompañar los elementos en que se funda la
misma.
Sin perjuicio de ello, el juez de oficio o a pedido de una las partes, podrán
solicitar otros elementos referidos a lo peticionado en la propuesta, y que
resulten pertinentes a los fines de la valoración judicial.
iv) Función del juez. Las propuestas presentadas por las partes deberán ser
valoradas por el juez de la causa. Se contempla en el procedimiento, que el
juzgador convoque a una audiencia a los cónyuges, en caso de existir desacuerdos en
dichas propuestas.
A. Convenio regulador
1. Contenido
El art. 439 CCyC describe el contenido del convenio regulador, en los siguientes
términos: "El convenio regulador debe contener las cuestiones relativas a la
atribución de la vivienda, la distribución de los bienes, y las eventuales
compensaciones económicas entre los cónyuges; el ejercicio de la responsabilidad
parental, en especial, la prestación alimentaria; todo siempre que se den los
presupuestos fácticos contemplados en esta Sección, en consonancia con lo
establecido en este Título y en el Título VII de este Libro. Lo dispuesto en el
párrafo anterior no impide que se propongan otras cuestiones de interés de los
cónyuges".
La disposición establece el contenido del convenio regulador: la atribución de la
vivienda familiar; la distribución de los bienes; las eventuales compensaciones
económicas entre los cónyuges; y el ejercicio de la responsabilidad parental, en
especial, la prestación alimentaria.
Dicha enumeración no excluye que en la propuesta reguladora o en el convenio
regulador se incorporen otros aspectos que resultan de interés para los cónyuges.
2. Garantías
El primer párrafo del art. 440 CCyC señala: "El juez puede exigir que el obligado
otorgue garantías reales o personales como requisito para la aprobación del
convenio".
Se otorga la facultad al juez para exigirle al obligado, si así corresponde, que
brinde garantías reales o personales como requisito para la aprobación del
convenio.
B. Compensación económica
1. Acerca de la institución
Una de las instituciones incorporadas por el Código Civil y Comercial al derecho
argentino, es la institución de la compensación económica —preferimos la
denominación de prestaciones compensatorias—. Se sigue, en ese sentido, la
tendencia de la legislación extranjera de los últimos años, que viene incluyendo en
el derecho de familia un instrumento legal que permita equilibrar las consecuencias
derivadas de la ruptura de la unión.
La legislación extranjera ha tenido múltiples razones o fundamentos para dar origen
a las prestaciones compensatorias. En algunos casos, por el desequilibrio económico
producido entre los cónyuges al finalizar el matrimonio, en particular, en los
países que tienen el régimen separatista de bienes; por los distintos roles del
hombre y la mujer, en la familia y en la sociedad; como una forma de indemnización
por los daños materiales y morales provocados; para reparar la realización de un
trabajo no remunerado por uno de ellos durante la convivencia; y también para
cubrir la falta de medios de subsistencia de uno de los miembros de la unión, en
sustitución de los alimentos entre cónyuges.
La naturaleza de la misma reviste particularidades propias, que se diferencian de
otras instituciones jurídicas típicas —como los alimentos entre cónyuges, los daños
y perjuicios derivados de la responsabilidad civil, del enriquecimiento sin causa—,
y que lo independizan de ellas. Si bien presenta ciertas notas comunes a las
instituciones referidas, la compensación económica adquiere naturaleza propia.
En consecuencia, las prestaciones compensatorias representan una institución
particular, teniendo su origen en varias razones, lo cual lleva a destacar la
importancia de las vicisitudes y perfiles característicos diseñados por las leyes
tenidas en cuenta por el legislador, así como la jurisprudencia de cada país, en su
aplicación práctica, al exteriorizar la idiosincrasia propia de la cultura local.
Puede decirse que las prestaciones compensatorias constituyen una institución sui
generis.
En este contexto particular y específico en que se halla prevista la prestación
compensatoria, consideramos que se trata de una protección para el integrante más
débil de la pareja —tanto del matrimonio como de la unión convivencial(106)— cuando
por el cese de la plena comunidad de vida se origina un desequilibrio en una de las
partes. De ahí que la ruptura otorga un derecho a solicitar una compensación
económica. Es al cónyuge o conviviente más débil a quien se debe proteger.
Estructurado sobre la equidad, como principio general del derecho, intenta
"compensar" los desequilibrios que provoca el cese de la plena comunidad de vida,
tanto en el matrimonio como en la unión convivencial.
Las prestaciones compensatorias, incorporadas al derecho argentino, se hallan
contempladas para las nulidades matrimoniales, para el divorcio vincular y para la
cesación de las uniones convivenciales.
Es decir, tanto con posterioridad al divorcio vincular, a la nulidad del matrimonio
—respecto del o los cónyuges de buena fe— y al cese de la unión convivencial, se
legitima a sus miembros para reclamar las correspondientes prestaciones
compensatorias, con los alcances y extensión señalados en la ley.
De ahí que entre los efectos habituales derivados de la ruptura matrimonial, por
nulidad o divorcio vincular —alimentos, vivienda, régimen de bienes, vocación
sucesoria, entre otros—, se incluye una nueva fuente legal, consistente en las
prestaciones compensatorias. Respecto de las uniones convivenciales, se incluyen
entre los efectos derivados de la cesación de la convivencia.
En definitiva, la institución de las prestaciones compensatorias evita que luego
del cese de la convivencia —sea en el matrimonio o en las uniones convivenciales—
las partes sufran un desequilibrio como consecuencia del mismo, en atención a las
distintas circunstancias intervinientes y a los roles y funciones desempeñados por
cada uno durante la vida en común.
2. La fuente legal
La primera parte del art. 441 CCyC caracteriza a la compensación económica,
diciendo: "El cónyuge a quien el divorcio produce un desequilibrio manifiesto que
signifique un empeoramiento de su situación y que tiene por causa adecuada el
vínculo matrimonial y su ruptura, tiene derecho a una compensación".
ii) Fundamento. Se ha señalado que dicha institución está fundada en "el principio
de solidaridad familiar y en que el matrimonio no sea causa fuente de
enriquecimiento o empobrecimiento económico de un cónyuge a costa del otro"
(Fundamentos del Anteproyecto del Código Civil y Comercial).
El fundamento de la solidaridad familiar se halla justificado en razón de que las
vicisitudes y particularidades que pueden acaecer durante la vigencia del
matrimonio —y más allá de los efectos propios y específicos contemplados para el
divorcio vincular—, pueden resultar insuficientes para corregir ciertos
desequilibrios provocados en razón de la ruptura matrimonial, teniendo en cuenta lo
realizado por cada uno de los cónyuges durante el matrimonio.
De ahí que dicha institución encuentra sus bases en la equidad, permitiendo que por
medio de dicho instrumento legal, el juez pueda ponderar y hacer lugar, teniendo en
cuenta las circunstancias del caso, a las denominadas compensaciones económicas pos
divorcio.
3. Forma de la prestación
La última parte del art. 441 CCyC señala: "Esta puede consistir en una prestación
única, en una renta por tiempo determinado o, excepcionalmente, por plazo
indeterminado. Puede pagarse con dinero, con el usufructo de determinados bienes o
de cualquier otro modo que acuerden las partes o decida el juez".
La forma en que puede ser realizada la prestación le otorga características
propias, diferenciándola de otras instituciones, como los alimentos, los daños y
perjuicios y del enriquecimiento sin causa, pues tiene similitudes y diferencias
con cada una de ellas.
En efecto, la compensación económica puede consistir en una prestación única; en
una renta por tiempo determinado(107)o, excepcionalmente, por plazo indeterminado.
A su vez, la compensación económica podrá pagarse con dinero, con el usufructo de
determinados bienes o, incluso, de cualquier otro modo que acuerden las partes o
decida el juez.
Hay que tener presente, que se encuentra prohibido el usufructo judicial(108).
La forma en que puede ser cumplida la prestación será decidida, en primer lugar,
por las partes, en ejercicio de la autonomía de la voluntad. Ellos son quienes
están en mejores condiciones para elegir la forma y el modo de efectivizarlo. Ante
ello, el juez deberá homologarlo.
Solamente a falta de acuerdo de los cónyuges será el juez quien determinará la
forma y el modo en que se realizará la respectiva compensación económica.
ii) Pautas que deben observarse si hay desacuerdo. Cuando existiere desacuerdo en
algunas cuestiones que contempla el convenio regulador, o si lo peticionan con
posterioridad al divorcio, será el juez quien deberá resolver si es procedente la
compensación económica. En tal caso, si así fuere, deberá tener en cuenta ciertas
circunstancias que establece la ley para fijar el monto de dicha compensación.
El patrimonio de cada uno de los cónyuges (inc. a]). El estado patrimonial de cada
uno de los cónyuges al inicio y a la finalización de la vida matrimonial. Por lo
tanto la evolución patrimonial de los mismos, desde el inicio hasta la finalización
del vínculo, será una pauta a considerar.
Dedicación de cada uno de los cónyuges (inc. b]). La dedicación que brindó a la
familia cada uno de los cónyuges será trascendente a dichos fines.
Asimismo, será considerado la dedicación que cada uno de los cónyuges tuvo respecto
de la crianza y educación de los hijos durante la convivencia y la que debe prestar
después del divorcio.
Edad y Salud (inc. c]). También será un elemento a valorar la edad y el estado de
salud de los cónyuges y de los hijos.
Colaboración prestada (inc. e]). Otro de los aspectos señalados por la disposición
legal a considerar es lo atinente a la colaboración prestada a las actividades
mercantiles, industriales o profesionales del otro cónyuge.
5. Caducidad
El último párrafo del art. 442 CCyC dice: "La acción para reclamar la compensación
económica caduca a los seis meses de haberse dictado la sentencia de divorcio".
Se establece un plazo límite para reclamar la compensación económica, pues la
acción caduca a los seis meses de haberse dictado la sentencia de divorcio. Debe
entenderse que el plazo comienza a correr desde que la sentencia de divorcio queda
firme.
6. Cesación
No se ha contemplado la posibilidad de la cesación de la compensación económica
cuando la prestación consiste en una renta por tiempo determinado o cuando se
tratare de un plazo indeterminado. Por más que varíen las circunstancias de hecho
del obligado, no podrán replantearse los términos de dicha compensación económica.
De ahí que, por circunstancias sobrevinientes, no podría cesar la obligación
acordada o impuesta por el juez.
7. Irrenunciabilidad
Las prestaciones compensatorias en el matrimonio son irrenunciables —a diferencia
de lo establecido para las uniones convivenciales—, no pudiendo los cónyuges en
convención matrimonial, ni durante la existencia del matrimonio renunciar a pedirlo
en el futuro.
En cambio, ningún inconveniente habría en renunciar a tal derecho durante la
sustanciación del juicio de divorcio, pues en tal caso los cónyuges podrán
solicitar o no al momento del mismo, en atención a que las compensaciones
económicas requieren solicitud de parte interesada y nunca prosperan de oficio.
Sin perjuicio de ello, en punto a esta cuestión, cabe poner de resalto la
defectuosa técnica legislativa al contemplarse la compensación económica derivada
del matrimonio, pues la pérdida del derecho a pedirla, por parte de los cónyuges,
podría plantear discusiones en atención al contenido de lo dispuesto en el art. 439
y el último párrafo del art. 442 del mismo Código de fondo.
En efecto, según el primer artículo es obligatoria la presentación de la propuesta
o convenio regulador al solicitarse el correspondiente divorcio. En tales
hipótesis, durante la sustanciación del juicio de divorcio las partes tendrán que
acompañar las cuestiones que involucran a dicho matrimonio. Entre ellas, se enumera
expresamente "las eventuales compensaciones entre cónyuges". A su turno, el art.
442, en su último párrafo, señala que la acción para reclamar dicha compensación
económica caduca a los seis meses de haberse dictado la sentencia de divorcio. Por
lo que el derecho a solicitarla se extiende hasta los seis meses de haber quedado
firme la respectiva sentencia de divorcio.
De la conjunción de ambas normas, habrá que preguntarse cuál será la situación
jurídica derivada ante la omisión de los cónyuges sobre las prestaciones
compensatorias entre sus respectivas propuestas al presentar el convenio regulador.
Es decir, si tal omisión debe interpretarse como una renuncia a pedirla luego del
divorcio o si, por el contrario, mantiene tal derecho durante los seis meses
posteriores a la sentencia de divorcio, en los términos del art. 442. Ello así,
porque el art. 439 al establecer que "debe" contener todas las cuestiones que
involucran a dicho matrimonio, podría interpretarse que la falta de pedido
implicaría la pérdida del mismo, en aplicación de la teoría de los propios actos.
La cuestión no resulta intrascendente porque el convenio regulador presentado en el
juicio de divorcio puede verse sustancialmente alterado, según se admita o no
introducir con posterioridad a la sentencia lo atinente a la compensación
económica, cuando de ningún modo ha sido invocado en el respectivo convenio
regulador(110). Problema procesal y de fondo que puede relativizar los efectos y
alcances del convenio regulador acordado o convenido por las partes.
A pesar de la defectuosa técnica legislativa utilizada, y admitiendo que la misma
originará interpretaciones contradictorias, nos inclinamos por la subsistencia del
derecho, en los términos previstos en la última parte del art. 442del Código Civil
y Comercial.
5. Cese
Dice el art. 445 CCyC: "El derecho de atribución del uso de la vivienda familiar
cesa: a) por cumplimiento del plazo fijado por el juez; b) por cambio de las
circunstancias que se tuvieron en cuenta para su fijación; c) por las mismas causas
de indignidad previstas en materia sucesoria".
Se contemplan expresamente las situaciones en las cuales el derecho a la vivienda
familiar cesa. Tres son las causales.
La primera, por cumplimiento del plazo fijado por el juez. La fijación judicial de
un plazo constituye un requisito legal impuesto por la ley. De manera que al
cumplimiento del plazo, el mismo cesará de pleno derecho.
La segunda, por haber cambiado las circunstancias que se tuvieron en cuenta para su
fijación. En razón de que el derecho a la atribución de la vivienda no es
automático para ninguno de los cónyuges, sino que la ley somete al cumplimiento de
determinados requisitos y condiciones, es obvio que si, con posterioridad, se
demuestra que han cesado dichas condiciones que hacían viable el mismo, ya no pueda
seguir manteniéndose tal derecho.
Por último, cesa la atribución de la vivienda familiar por las mismas causas de
indignidad(111).
D. Afectación de la vivienda
Sin perjuicio de las normas específicas contempladas como efectos del divorcio,
puede darse la situación de la afectación de la vivienda(112), en los términos y
alcances previstos en el art. 245 CCyC(113).
En tales casos, se requiere que haya beneficiarios incapaces o con capacidad
restringida.
E. Apellido marital
En el título del Nombre de las Personas (Capítulo 4 del Libro Primero), comprensivo
de los arts. 62 a 72, se hace referencia a la situación de las personas
divorciadas, si han optado por agregar, al momento de la celebración del
matrimonio, el apellido de su cónyuge.
En tal caso, se establece que la persona divorciada no puede usar el apellido del
otro cónyuge, excepto que, por motivos razonables, el juez lo autorice a
conservarlo (conf. art. 67 CCyC, párrafo segundo).
F. Vocación sucesoria
Los cónyuges, desde siempre, en el derecho argentino han sido herederos forzosos,
previéndose una porción legítima en dicha sucesión, en caso de muerte de uno de los
cónyuges.
No obstante ello, existen causas de exclusión de la vocación sucesoria de los
cónyuges. Precisamente, una de ellas es la sentencia de divorcio acaecida entre las
partes(114). De modo tal que, si al momento de la muerte del causante, los cónyuges
se encuentran divorciados, ninguno tendrá vocación sucesoria para recibir la
herencia del premuerto.
G. Daños y perjuicios
La supresión del divorcio con causa ha modificado sustancialmente el esquema legal,
como consecuencia de que ya no existe la posibilidad de un divorcio por culpa. En
tal contexto, habrá que preguntarse si resulta factible aplicar los principios
generales de la responsabilidad civil entre cónyuges, en virtud de la sentencia de
divorcio vincular.
A mi entender, habiéndose suprimido el divorcio con causa, queda cerrada la
posibilidad de que se admitan daños y perjuicios con sustento en la sentencia de
divorcio. En efecto, sería inapropiado que en un proceso posterior —daños y
perjuicios— se debatan los hechos o las causas que dieron lugar a la ruptura para
obtener la reparación por tales hechos.
En los Fundamentos del Anteproyecto del Código Civil y Comercial, se señala: "Los
daños que pueden ser indemnizados a través del sistema general de la
responsabilidad civil son aquellos que no tienen su causa en el vínculo matrimonial
en sí mismo ni en los deberes que de él emanan, sino en la condición de persona. Se
separa, así, lo relativo al vínculo matrimonial del derecho de daños".
Ha dicho la jurisprudencia, en aplicación del nuevo régimen, de que sin perjuicio
de haberse eliminado las causales subjetivas en el divorcio, dada la expresa
consagración constitucional del alterum non laedere, que contiene la Constitución
Nacional en el art. 19, si el obrar de un cónyuge produjere daño al otro, tendrá
legitimación para reclamar la correspondiente indemnización, por aplicación de los
principios generales de la responsabilidad, excluyendo la pretensión de
"culpable"(115).
Sugerimos que los principios generales de la responsabilidad civil debería ser
aplicado excepcionalmente entre cónyuges divorciados, pues los hechos o razones que
dieron lugar al divorcio en ningún caso pueden originar un resarcimiento, sino
solamente cuando ha existido un daño a la persona. Entendido el mismo, con un
alcance restringido, como si se tratara de terceros entre sí, y no por el daño
afectivo o psicológico que le produjo la conducta del otro al poner fin a la plena
comunidad de vida.