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Elementos y

requisitos del acto


administrativo

Derecho
Administrativo
Elementos y requisitos del
acto administrativo
Conforme al principio de separación de poderes tal cual lo plasmado por la
teoría de Montesquieu, debemos distinguir el Poder Legislativo, del Ejecutivo y
del Judicial. No obstante lo cual, como es sabido, tal división de poderes no es
tajante sino que estamos ante un solo poder con distribución de funciones en
diversos órganos del Estado.

En la actualidad se acepta entonces que la actividad de la administración o


actividad administrativa concebida desde el punto de vista material u objetivo,
y no desde un criterio subjetivo, puede ser ejercida por los distintos poderes u
órganos del Estado no siendo de ejercicio exclusivo por parte del Poder
Ejecutivo.

Siguiendo a Villegas Basavilbaso se puede definir a la función administrativa


como “una de las funciones del Estado que tiene por objeto la satisfacción
directa e inmediata de las necesidades colectivas por actos concretos, dentro
del orden jurídico y de acuerdo con los fines de la ley”.

La actividad administrativa del Estado se exterioriza de diversas maneras, dicha


actividad puede diferenciarse entre otros criterios por el ámbito de vigencia de
los actos que emanan de la misma diferenciándose así los actos administrativos
de los actos de la administración.

Son administrativos aquellos cuyos efectos trascienden el ámbito de la


administración pública y repercuten o pueden tener incidencia respecto de los
administrados, por el contrario se consideran actos de la administración
aquellos cuyos efectos se agotan en el orden interno de la administración
resaltándose entre otros las circulares, instrucciones y reglamentos internos.

A su vez la actividad administrativa puede diferenciarse según nos encontremos


frente a actos de gobierno o políticos o de actos denominados institucionales.
Radicando la importancia de esta última distinción en el alcance o grado de
control judicial que podrá ejercerse sobre tales actos.

También se distingue la actividad de la administración según la naturaleza de la


función que la administración está ejerciendo clasificándose la actividad según
este criterio en activa, consultiva, de control o jurisdiccional.

Por otra parte la actividad de la administración puede exteriorizarse por medio


de actos o de hechos. Los hechos constituyen un evento, un acontecimiento,
un suceso, una situación. Cuando al hecho se atribuye una consecuencia
jurídica se constituyen en hechos jurídicos.

Así el Código Civil y Comercial define en el Art. 257 al hecho jurídico El hecho
jurídico es el acontecimiento que, conforme al ordenamiento jurídico, produce
el nacimiento, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.

Hecho jurídico es, por tanto, cualquier evento al que el derecho le asigna una
consecuencia jurídica.

Así puede resaltarse como una diferencia fundamental entre hecho y acto a la
circunstancia de que mientras el primero es un simple acontecimiento, el
segundo consiste en una declaración de voluntad.

El hecho administrativo es un comportamiento mientras que el acto implica


una declaración de voluntad que va a producir efectos jurídicos directos.

Los hechos son operaciones materiales ejecutadas en ejercicio de la función


administrativa y pueden ser jurídicos o no jurídicos.

Son hechos jurídicos cuando se les atribuye una consecuencia jurídica, cuando
produciéndose traen aparejado el nacimiento de efectos jurídicos. Un hecho no
contemplado por el derecho no es un hecho jurídico.1

Los hechos jurídicos pueden clasificarse en naturales y humanos, según el


acontecimiento se produzca conforme a las leyes de la naturaleza o consista en
la conducta de cierta persona. Resaltando que para el derecho administrativo
tienen importancia tanto los hechos naturales como los humanos con
relevancia jurídica.

Los hechos humanos con relevancia jurídica pueden ser administrativos,


corresponden al comportamiento material de la administración. El ejemplo
clásico de hecho humano con relevancia jurídica es el silencio de la
administración, silencio al que se atribuye un efecto jurídico determinado.

Por otra parte dentro de los hechos humanos es necesario hacer referencia a
las Vías de Hecho, resaltando que estas se diferencian del hecho jurídico en
tanto son esencialmente ilícitas, se oponen a las vías de derecho y requieren la
intervención de un funcionario o agente público cuyo comportamiento se
opone al orden jurídico vigente.

Conforme a lo señalado por Marienhoff1 puede definirse a las vías de hecho


administrativas como la violación al principio de legalidad por la acción material
de un funcionario o empleado de la administración pública.

1Marienhoff: Tratado de Derecho Administrativo, Tomo II. Pág. 204.


Dentro de los hechos naturales con trascendencia para el derecho
administrativo se ubican principalmente el tiempo, el espacio, el peso, la
medida etc.

Centraremos el análisis ahora en el acto administrativo, una de las


modalidades por las que la administración exterioriza su voluntad teniendo
como característica principal el hecho de que tales actos tienen la capacidad de
producir efectos jurídicos respecto de los terceros particulares o administrados.
Tal exteriorización o manifestación de voluntad y los efectos jurídicos hacia el
exterior de la administración es lo que caracteriza al acto administrativo como
acto jurídico diferenciándolo del acto de administración cuya eficacia se agota
en lo interno.

Existen numerosas definiciones de acto administrativo pudiendo señalarse


entre otras la definición desarrollada por Marienhoff, quien señala que por acto
administrativo ha de entenderse a la declaración, disposición o decisión de la
autoridad estatal en ejercicio de sus propias funciones administrativas,
productora de un efecto jurídico.

Por otra parte señala Manuel María Diez: Es una declaración unilateral y
concreta del órgano ejecutivo que produce efectos jurídicos directos e
inmediatos.

De las conceptualizaciones de acto administrativo otorgadas por estos autores


pueden rescatarse diferencias que nos permitirán advertir algunas
disquisiciones doctrinarias respecto del instituto en estudio.

Así se ha discutido arduamente respecto del sujeto que emite la declaración,


respecto de si tal declaración solo proviene de la autoridad estatal genérica o
ampliamente considerada o si proviene únicamente del órgano ejecutivo. Y
yendo más allá, si pueden emitir actos administrativos todos aquellos sujetos
que ejerzan funciones administrativas, incluidos los entes privados,
administración pública en sentido material o si solo deben considerarse como
administrativos a los actos emitidos por la administración pública en sentido
orgánico, es decir como el conjunto de órganos que integran los distintos
poderes del estado.

Se discute también si la declaración o acto es solo unilateral o si existen actos


administrativos bilaterales. Si el acto administrativo es solamente concreto o
puede serlo también en general incluyendo dentro de estos últimos a los
reglamentos.

Existe consenso respecto de que acto administrativo constituye una declaración


de voluntad productora de efectos jurídicos directos e inmediatos y que como
tal debe encuadrarse dentro del concepto de acto jurídico diferenciándose así
del hecho jurídico como operación material de la administración.
También pueden considerarse superadas las tendencias que limitan como
sujeto emisor del acto administrativo a la administración pública y más aún sólo
al Poder Ejecutivo; en la actualidad se considera acto administrativo a todo
aquel emanado de sujetos en uso de funciones administrativas, tomando la
definición de administración pública desde el punto de vista material u objetivo
y de ningún modo en su aspecto subjetivo u orgánico.

De este modo se admite que no solo puede haber función administrativa y en


consecuencia actos administrativos en la actividad del Poder Ejecutivo sino
también en el Legislativo y Judicial.

Más aún se admite la emisión de actos administrativos por personas jurídicas


públicas no estatales tales como colegios profesionales y por personas jurídicas
privadas en ejercicio de potestades públicas tales como los concesionarios de
servicios públicos.

Así se enrola en esta tendencia la Ley Provincial de Procedimiento


Administrativo Nº 5350 (t.o. L.6658) que en su artículo 1° señala: “Se regulará
por las normas de esta Ley, el procedimiento para obtener una decisión o una
prestación de la Administración en la Provincia de Córdoba, y el de producción
de sus actos administrativos. Será, en consecuencia, aplicable con relación a la
actividad jurídico-pública de los Poderes Legislativo, Ejecutivo o Judicial del
Estado Provincial, del Tribunal de Cuentas de la Provincia; de las entidades
descentralizadas autárquicas y de cualquier otro órgano o ente dotado de
potestad pública y que actúe en ejercicio de la función administrativa, incluso
los entes de carácter público o privado cuando ejerzan por delegación legal
aquella potestad, con excepción de las normas, procedimientos y organismos
previstos en materia tributaria para los que serán de aplicación supletoria”.

Continuando con la conceptualización del Acto administrativo entraremos al


análisis de la cuestión respecto de si el acto administrativo solo puede ser
unilateral o si puede aceptarse la existencia de actos administrativos
bilaterales. Así parte de la doctrina entiende que el acto administrativo solo
puede ser unilateral, que su emanación y contenido se deben a una sola
voluntad, la voluntad de la administración pública. Siendo que el acto
administrativo bilateral es aquel cuya emanación o contenido se deben a dos
voluntades coincidentes la de la administración pública y del administrado. En
este marco el acto administrativo puede considerarse bilateral sea porque la
manifestación de voluntad del particular administrado se hace necesaria en el
proceso de formación del acto administrativo, a través de una petición por
ejemplo, o porque son bilaterales en cuanto al alcance de los efectos jurídicos o
consecuencias del acto, siendo el caso por ejemplo de los contratos
administrativos.

Señala Marienhoff, que quienes no reconocen la existencia del acto


administrativo bilateral lo hacen porque le quitan valor o trascendencia a la
voluntad del administrado, a la que en ciertos casos, consideran causa del acto,
pero no presupuesto del mismo para su formación; o sostienen que la voluntad
del administrado solo vale como requisito de eficacia pero sin integrar el acto.
Sin embargo, la voluntad no es un elemento del acto sino un presupuesto
básico de su existencia.

Por el contrario cuando el acto puede ser emitido sin el pedido, consentimiento
o manifestación alguna del particular administrado, dicho acto es unilateral.
Como ejemplo de tales actos pueden mencionarse la imposición de una multa,
un llamado a licitación, la declaración de emergencia en una determinada zona
etc.

Dentro de los actos administrativos bilaterales, en los que voluntad del


particular administrado se hace necesaria tanto en el proceso de formación del
acto como en cuanto a los efectos o consecuencias del acto, podemos
conceptualizar al contrato administrativo.

Conforme a nuestro código civil y comercial, artículo 957: “Contrato es el acto


jurídico mediante el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para
crear, regular, modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas
patrimoniales.”.

A su vez, el artículo 959 dispone efecto vinculante del contrato. Todo contrato
válidamente celebrado es obligatorio para las partes. Su contenido sólo puede
ser modificado o extinguido por acuerdo de partes o en los supuestos en que la
ley lo prevé.

Sabemos que la administración pública es la función del estado que consiste en


una actividad concreta y continuada, que tiene por objeto satisfacer en forma
directa e inmediata las necesidades colectivas y el logro de los fines del Estado,
dentro del orden jurídico establecido y con arreglo a éste.

En cumplimiento de esta actividad la administración pública dicta actos


unilaterales, actos generados exclusivamente por la actuación de la voluntad
administrativa y actos administrativos.

Pero para alcanzar la más alta y eficaz gestión la administración debe participar
en la celebración de actos plurilaterales, originándose así verdaderas
convenciones, en la cuales participan distintos órganos de la administración, o
en las que ésta se vincula directamente con los particulares.

Los contratos administrativos se generan cuando la administración llama al


acuerdo a los particulares, dándose lugar así a un acto de voluntad común por
el cual ambas partes reglan sus derechos y obligaciones.

Sin ánimo de agotar el tema y solo a efectos de arribar a la conceptualización


de los contratos administrativos como actos administrativos bilaterales
haremos referencia a que es la Corte Suprema de Justicia de la Nación a través
de diversos fallos la que ha otorgado las bases o presupuestos para definir al
contrato administrativo.

La Corte ha señalado cuales son los distintos elementos que nos permiten
advertir que estamos ante un contrato administrativo, sostiene que los
elementos especiales del contrato administrativo son: “Una de las partes es una
persona jurídica estatal, su objeto está constituido por un fin público o propio
de la administración y que llevan insertas explícita o implícitamente cláusulas
exorbitantes de derecho privado”. (Conforme lo señalado en Dulcamara La Ley,
1990-E, 311).

Con posterioridad la Corte también admite que la finalidad pública puede


actuar como elemento característico autónomo del contrato administrativo en
el caso OCA c. Secretaría de inteligencia del Estado de la Presidencia de la
Nación.

Analizaremos ahora la discusión doctrinaria respecto de si debe considerarse


acto administrativo solo al acto concreto o particular o si puede serlo también
el dictado en general. Si puede considerarse acto administrativo a aquel de
contenido general, dictado para regir situaciones de hecho indeterminadas y
repetibles o si solo debe entenderse por acto administrativo al emitido con
efectos jurídicos respecto de una situación de hecho único e individualizada.

Para una parte de la doctrina el acto administrativo solo puede ser concreto,
encuadrando dentro de esta categoría a todos aquellos que tengan alcance
sobre situación particular o individual como así también a los que se refieran a
un grupo determinado de personas. Se denominan así a los actos que no se
incorporan con vocación de permanencia al ordenamiento jurídico sino que se
agotan en su cumplimiento inmediato. Puede citarse como ejemplo a un acto
administrativo que pase a retiro obligatorio a una o varias personas, a un acto
que tenga por objeto el llamado a una licitación pública etc.

Para otra parte de la doctrina el acto administrativo puede ser de alcance


general destinado a regular conductas no solo del administrado sino también
de la administración, dictados para regir situaciones de hecho indeterminadas y
repetibles y en este marco se encuadran los reglamentos.

Señala Marienhoff, “Se entiende que acto administrativo es general cuando la


declaración que lo constituye mira abstractamente a una pluralidad de
personas o casos indeterminados o indeterminables. Se entiende que es
especial o individual si la declaración mira a una o más personas o casos
individualmente determinados o determinables”.

Si se admite que el acto administrativo puede surgir como consecuencia tanto


de una declaración concreta como general hay que remarcar que conforme al
régimen normativo vigente existen diferencias en cuanto a distintos aspectos
que rigen a ambas modalidades de expresión de la voluntad administrativa.

En este sentido el art. 11 del Decreto Ley 19549 establece que los actos
administrativos de alcance particular adquieren eficacia a partir de su
notificación a diferencia del reglamento que la adquiere a partir de su
publicación. Por lo cual para que el acto administrativo adquiera uno de los
caracteres que hacen que el mismo pueda considerarse perfecto, esto es el de
la eficacia, se hace necesario el conocimiento cierto para los actos de alcance
particular, bastando del presunto o ficto para los de alcance general.

Otro de los aspectos diferenciales se dan respecto a la estabilidad del acto


administrativo regular, que imposibilita su revocación en sede administrativa
sin responsabilidad para la administración, cuando del acto han nacido
derechos subjetivos para los particulares, no rigiendo dicho principio de
estabilidad para los actos de alcance general o reglamentos que pueden ser
derogados y/o modificados por la administración, ya que nadie tiene derecho al
mantenimiento de las normas.

Por otra parte se sostiene que existe una cuestión de jerarquía normativa del
acto administrativo particular respecto del general, ya que el primero se
encuentra subordinado y a los principios y normas establecidos por el
reglamento.

Existen a su vez una serie de diferencias en cuanto al régimen de impugnación


de ambos tipos de actos, las que serán analizadas oportunamente.

Clasificación de los Actos Administrativos:

Se han efectuado diferentes clasificaciones del acto administrativo, no


existiendo un criterio uniforme.

Sin ánimo de agotar el tema podemos clasificarlos conforme:

1) A la estructura del acto o sujetos intervinientes: actos unilaterales y


bilaterales o en actos simples, complejos o colectivos.

En este marco los actos administrativos serán unilaterales o bilaterales


según que para su formación sea necesario la voluntad de uno o más
sujetos.

Por otra parte el acto administrativo se considera simple cuando para su


formación es suficiente la declaración de voluntad de un órgano
administrativo, un solo sujeto de derecho. El Complejo en tanto es el
que surge de la voluntad concurrente de varios órganos o sujetos
administrativos, siendo característica a su vez de esta tipología el hecho
de que las voluntades no permanecen autónomas sino que se funden en
una sola voluntad; cuestión esta última que lo diferencia de los actos
colectivos donde las voluntades se unen en una sola declaración pero
permaneciendo jurídicamente autónomas.

2) Al alcance del acto en relación a las personas: actos generales o


individuales. Tal como se analizó supra el acto administrativo general y,
dentro de esta categoría el reglamento tiene como objeto la producción
de efectos jurídicos respecto de todas las personas
indeterminadamente, a diferencia del acto administrativo individual que
se refiere a una o varias personas determinadas o determinables.

3) Al ámbito de actuación del Estado: Actos administrativos o Civiles. Actos


de Imperio o de gestión.

El origen de esta distinción radica en la aptitud o capacidad del Estado


para actuar tanto en el campo del derecho público como en el campo
del derecho privado, en razón del ámbito o esfera jurídica en que esta
actúe. Así cuando la administración emite un acto en ejercicio de sus
atribuciones o competencias de derecho público estaremos ante un
acto administrativo en tanto cuando la administración actúa en la esfera
del derecho privado sus actos serán catalogados como actos civiles de la
administración.

4) Por la índole de la actividad de la administración: Actos reglados o


Discrecionales.

Más allá del hecho de que la actividad de la administración siempre


debe subsumirse al ordenamiento jurídico la distinción que se analiza
parte del margen de libertad que las reglas de derecho dejan en el caso
concreto al órgano administrativo en la emisión de un determinado
acto.

Así el acto administrativo se considera reglado cuando la actuación de la


administración se encuentra estrictamente vinculada a una norma que
regla y predetermina la conducta administrativa. Por el contrario
podemos hablar de actos discrecionales de la administración cuando
esta actúa con mayor libertad, cuando la decisión a adoptar en el caso
concreto no se encuentra predeterminada obligatoriamente para la
administración sino que esta se encuentra facultada para apreciar y
valorar los hechos y realizar un juicio de oportunidad y conveniencia.
Elementos y requisitos del acto administrativo:

Para que el acto administrativo sea válido debe reunir una serie de elementos o
requisitos establecidos por la ley, la ausencia de alguno de estos elementos
ocasionará la existencia de vicios que afectarán la validez del acto en cuestión.

Pueden distinguirse dos clases de elementos, los esenciales y los accidentales o


eventuales, los primeros no pueden faltar deben presentarse inexcusablemente
para que el acto sea perfecto en tanto los elementos accidentales pueden o no
presentarse en un acto administrativo sin que su ausencia influya en la validez o
eficacia del acto.

Doctrinariamente no existe una coincidencia absoluta respecto a cuales son los


elementos esenciales del acto administrativo ni tampoco respecto del alcance
que debe otorgarse a cada uno de ellos, no obstante lo cual habrá que atenerse
a lo que establezca el régimen legal aplicable en el caso concreto sin perder de
vista que carácter local del derecho administrativo.

Dentro de los elementos esenciales podemos mencionar: La Competencia -


sujeto para algunos autores-, la causa, el objeto o contenido, la forma, la
motivación y la finalidad.

Al hablar de competencia nos referimos a la atribución del órgano emisor para


dictar el acto administrativo. Solo el órgano a quien se otorgan legalmente
determinadas atribuciones o facultades sea desde el punto de vista material,
territorial o de grado podrá emitir válidamente un acto administrativo.

Para algunos autores este elemento debe denominarse Sujeto, ya que si


estamos ante un acto administrativo de carácter bilateral es necesario
considerar la intervención del administrado o particular y no solo de la
administración pública.

El acto entonces debe ser dictado por un órgano competente caso contrario se
encontrará viciado, esta competencia debe surgir de la constitución o de ley
formal o material.

A su vez debe atenderse al hecho de que la administración pública expresa su


voluntad a través de personas físicas, funcionarios o agentes públicos los que a
su vez deben ser capaces conforme a las normas del derecho privado.

Este elemento del acto se encuentra regulado por el artículo 3 de la Ley


Provincial de Procedimiento Administrativo el cual establece lo siguiente: “La
competencia de los órganos administrativos será la establecida por la
Constitución de la Provincia, las leyes orgánicas administrativas y los
reglamentos que dicten el Poder Ejecutivo y las Entidades Autárquicas, cuando
estuvieren facultadas. La competencia es irrenunciable e improrrogable y será
ejercida por los órganos administrativos que la tengan atribuida, salvo los casos
de delegación, sustitución o avocación previstos por las disposiciones
normativas pertinentes”.

A nivel nacional también se encuentra expresamente reglado por el artículo 3


del Decreto Ley 19.549 cuando fija: Competencia del órgano. La competencia
de los órganos administrativos será la que resulte, según los casos de la
Constitución Nacional, de las leyes y de los reglamentos dictados en su
consecuencia. Su ejercicio constituye una obligación de la autoridad o del
órgano correspondiente y es improrrogable, a menos que la delegación o
sustitución estuvieren expresamente autorizadas; la avocación será procedente
a menos que una norma expresa disponga lo contrario.

Al establecer que la competencia debe surgir de la constitución, de la ley o de


reglamentos se enrolan ambas normas en la teoría que postula que solo se
admite la competencia expresa, aquella expresamente establecida por las
normas y no la permisión amplia en el sentido de que el órgano sería
competente no solo en lo expresamente autorizado sino también en lo
implícito o tácito.

El Objeto o contenido, otro de los elementos esenciales del acto, se define


como lo que el acto preceptúa, lo que el acto dispone o resuelve
concretamente.

A su vez como requisitos del objeto el mismo debe ser lícito en virtud del
principio de legalidad que exige a la administración obrar de conformidad al
orden jurídico vigente, cierto lo que permitirá determinar con exactitud los
alcances del acto y física y jurídicamente posible.

Los caracteres señalados coinciden con los preceptuados por el art. 279 del
Código Civil y Comercial para el objeto de los actos jurídicos, a su vez se
establecen expresamente por el art. 7 inc. c) de la ley nacional de
procedimiento administrativo.

El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la
ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de
los derechos ajenos o de la dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que
por un motivo especial se haya prohibido que lo sea.

Otro de los elementos esenciales del acto administrativo lo constituye la Causa,


entendida como los antecedentes de hecho o de derecho que justifican la
emisión del acto.

Así ha sido definida por la legislación nacional cuando el artículo 7 inc.) b) de la


Ley 19.549 expresa: Deberá sustentarse en los hechos y antecedentes que le
sirvan de causa y en el derecho aplicable.
Debe diferenciarse de la motivación o razones manifestadas por la
administración como justificantes de la emisión del acto, expresión o
constancia de que la causa existe que se encuentran materializados en los
considerandos del acto administrativo.

A través de la motivación se hace conocer la causa o el fin del acto, las razones
por las cuales se emite una determinada decisión administrativa.

Este requisito surge del artículo 7 inc. e) de la Ley Nacional de Procedimiento


administrativo cuando expresamente establece: “Deberá ser motivado,
expresándose en forma concreta las razones que inducen a emitir el acto
consignando además los recaudos indicados en el inciso b) del presente
artículo”.

Por otra parte la ley provincial (L.N° 5350 t.o Ley 6658) en su artículo 98
establece: “Todo acto administrativo final deberá ser motivado, y contendrá
una relación de hechos y fundamentos de derecho, cuando: a) decida sobre
derechos subjetivos; b) resuelva recursos; c) se separe del criterio seguido en
actuaciones precedentes, o del dictamen de órganos consultivos”.

Conforme lo señala Marienhof, “La motivación del acto administrativo consiste


en la exposición de los motivos que indujeron a la administración a la emisión
del acto. (…) La motivación no consiste en los motivos del acto sino en la
expresión de estos”.

El autor reseñado así como otros administrativistas consideran que la


motivación no constituyen un elemento autónomo del acto sino que integra
algún otro elemento como el contenido u objeto del acto o el elemento forma.

En relación al elemento forma puede decirse que la importancia de este


elemento del acto dependerá de lo que establezca la norma aplicable en cada
caso respecto del modo en que debe exteriorizarse la voluntad de la
administración. Este elemento debe analizarse en relación a la validez misma
del acto, ya que si el ordenamiento aplicable establece una determinada
formalidad para la existencia del acto, la misma es una forma esencial y no
podrá ser inobservada. En tanto si nos encontramos ante una forma no esencial
su inobservancia puede no viciar el acto.

En el orden local lo atinente a la forma se encuentra regulado por los artículos


94 y siguientes de la Ley de Procedimiento administrativo.

Estableciendo que: “Los actos administrativos se producirán o consignarán por


escrito cuando su naturaleza o circunstancias no exijan o permitan otra forma
más adecuada de expresión y constancia.

En los casos en que los órganos administrativos ejerzan su competencia en


forma verbal, y no se trate de resoluciones, la constancia escrita del acto,
cuando sea necesaria, se efectuará y firmará por el órgano inferior que la reciba
oralmente, expresando en la comunicación del mismo la autoridad de que
procede, mediante la fórmula "Por orden de...".

Si se tratare de resoluciones, el titular de la competencia deberá autorizar con


su firma una relación de las que haya dictado en forma verbal, con expresión de
su contenido”.

A su vez establece que formalidades para los actos emanados del Gobernador,
fijando que los actos que emanen del Gobernador de la Provincia adoptarán la
fórmula de Decreto, cuando dispongan sobre situaciones particulares o se trate
de reglamentos que produzcan efectos jurídicos dentro y fuera de la
Administración.

En tanto cuando su eficacia sea para la Administración interna, podrán


producirse en forma de resoluciones, disposiciones circulares, instrucciones u
órdenes.

Para los actos emanados de otros órganos establece que se producirán en


todos los casos en la forma de resolución o disposición, o la que la ley especial
les haya fijado.

Por otra parte la Legislación Nacional establece en su artículo 8 que: “El acto
administrativo se manifestará expresamente y por escrito; indicará el lugar y
fecha en que se lo dicta y contendrá la firma de la autoridad que lo emite; sólo
por excepción y si las circunstancias lo permitieren podrá utilizarse una forma
distinta”.

Algunos autores consideran que la publicidad o notificación a los particulares


interesados constituye un aspecto del elemento forma. En este punto es
necesario resaltar que tales requisitos hacen a la eficacia del acto
administrativo, ya que un acto administrativo plenamente válido no será eficaz
hasta tanto se publique o comunique a los interesados.

Con respecto a este aspecto las normas aplicables son claras y no son
necesarias mayores consideraciones. En el orden provincial la ley de
procedimiento administrativo establece que las notificaciones ordenadas en
actuaciones administrativas deberán contener la pertinente motivación del
acto y el texto íntegro de su parte resolutiva, con la expresión de su carátula y
numeración correspondiente, y se dirigirán al domicilio constituido o, en su
defecto, al domicilio real (Artículo 54).

Las notificaciones se realizarán: personalmente en el expediente; firmando el


interesado ante la autoridad administrativa, previa justificación de identidad y
con entrega de copia íntegra del acto notificado; mediante cédula; o por
cualquier otro medio que permita tener constancia de la fecha de recepción, y
de la identidad del acto notificado. Cuando en la localidad donde se domicilia la
persona a notificar no hubiera oficina de correos, la diligencia respectiva se
encomendará a la autoridad policial que corresponda.

Establece, a su vez, que los actos que deben notificarse son las resoluciones de
carácter definitivo, los emplazamientos, citaciones, apertura a prueba, y las
providencias que confieran vista o traslado o decidan alguna cuestión
planteada por el interesado.

Respecto de los Decretos y resoluciones de alcance general, se considerarán


conocidos desde el día de su publicación, salvo que hubiesen sido comunicados
con anterioridad por otro medio.

Establece expresamente respecto de la eficacia del acto administrativo, que su


ejecución quedará demorada cuando así lo exija el contenido del acto o esté
supeditado a su notificación, publicación o aprobación superior. (Art. 100).

Otro elemento esencial del acto administrativo es la finalidad. Es sabido que la


actividad de la administración debe tender a la satisfacción del interés público,
por lo cual la finalidad del acto administrativo debe estar siempre de
conformidad a dicho interés.

La finalidad constituye la razón que justifica la emisión del acto. El acto no


puede perseguir una finalidad individual o distinta del bien común, en este caso
nos encontraríamos ante un acto viciado por desviación de poder.

El artículo 7 Inc. F) de la ley 19.549 sobre este requisito establece: “Habrá de


cumplirse con la finalidad que resulte de las normas que otorgan las facultades
pertinentes del órgano emisor, sin poder perseguir encubiertamente otros
fines, públicos o privados, distintos de los que justifican el acto, su causa y
objeto. Las medidas que el acto involucre deben ser proporcionalmente
adecuadas a aquella finalidad”.

En el orden local el artículo 93 in fine establece: “El contenido de los actos se


ajustará a lo dispuesto en el ordenamiento jurídico y será adecuado a los fines
de aquellos”.

Tal como se señaló precedentemente el acto administrativo además de los


elementos esenciales para su existencia y configuración puede incluir
elementos accidentales o accesorios. Pueden definirse como aquellos
elementos que sin ser necesarios para la existencia del acto administrativo, sin
los cuales el acto es perfecto (valido y eficaz) son incluidos en el mismo por
decisión de las partes, teniendo por efecto la posibilidad de ampliar o restringir
los efectos jurídicos del acto.

Son elementos accidentales o accesorios, el término, la condición y el modo,


siendo aplicable a estos las nociones conceptuales otorgadas por el derecho
privado.
EL silencio como manifestación de voluntad:

La voluntad de la administración puede manifestarse expresa o tácitamente. La


expresión tacita de la voluntad administrativa se configura principalmente a
través del silencio de la administración.

Para que se configure la manifestación tacita de la voluntad administrativa por


silencio es necesario que el ordenamiento jurídico aplicable otorgue al silencio
una determinada consecuencia jurídica.

En principio hay que señalar que el silencio se configura cuando la


administración ante la existencia de una petición o situación en la que tiene el
deber de expedirse se mantiene inerte, en una actitud pasiva sin pronunciarse
afirmativa o negativamente.

Ante esta posibilidad el orden jurídico positivo le atribuye al silencio un


determinado significado, el que puede ser positivo o negativo. El silencio valdrá
como expresión tacita de la voluntad solo en el supuesto de que una norma
jurídica le otorgue un determinado efecto jurídico.

El efecto que la norma atribuye al silencio es una presunción legal y tiene como
principal objetivo la posibilidad de controlar judicialmente la actividad
administrativa.

En general las normas establecen que el silencio debe interpretarse en sentido


negativo y solo en supuestos excepcionales se da la situación contraria de
establecer que ante el silencio de la administración debe considerarse una
respuesta afirmativa.

Tanto la normativa nacional como la provincial establecen que el silencio de la


administración frente a una actuación que requiera de pronunciamiento
expreso debe interpretarse en sentido negativo cumplidos determinados plazos
y condiciones.

Surge del artículo 10 de la Ley nacional que: “El silencio o la ambigüedad de la


Administración frente a pretensiones que requieran de ella un pronunciamiento
concreto, se interpretarán como negativa.

Sólo mediando disposición expresa podrá acordarse al silencio sentido positivo.

Si las normas especiales no previeren un plazo determinado para el


pronunciamiento, éste no podrá exceder de 60 días. Vencido el plazo que
corresponda, el interesado requerirá pronto despacho y si transcurrieren otros
30 días sin producirse dicha resolución, se considerará que hay silencio de la
Administración”.

Por su parte la Ley Provincial en el artículo 69 establece la Presunción de


resolución denegatoria en los siguientes términos: “Vencido el plazo previsto
por el artículo 67 inc. f), se presumirá la existencia de resolución denegatoria”.
Bibliografías de referencia
Avalos, E., Buteler, A. & Massimino, L. (2014). Derecho administrativo. Tomo I.
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