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Lic.

en Ciencias de la Comunicación – Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires


Primer parcial domiciliario de Psicología y comunicación – Catedra: Daniel Lutzky
Comisión: 6 Docentes: Bueno Palacios, Vera Hidalgo
Alumno: Julian Robledo (jrobledorisso@gmail.com)

El pensamiento de René Descartes marca un punto de inflexión en la forma de concebir

filosóficamente al hombre. El cambio radica en entender al ser humano con su

subjetividad, cambio que se evidencia en la forma de pensar al hombre como sujeto. Esta

conceptualización es propia de la etapa que se inaugura con el revolucionario

razonamiento lógico y analítico de Descartes, es decir, la modernidad.

Una consecuencia de este tipo de pensamiento, ligado directamente con la

modernidad y el liberalismo, es el individualismo. Descartes comienza sus meditaciones

metafísicas declarando que ha roto con todo lo que antes afirmaba, cuestiona la realidad

de los sentidos y habla de un genio maligno, básicamente cuestiona todo conocimiento

de manera escéptica, pero termina cuando encuentra que para equivocarse o dudar, es

necesario pensar, y para pensar es necesario existir.

Esta existencia, plantea un punto de partida para la experiencia que el sujeto puede

tener de sí mismo y del mundo. Además de confirmar la existencia de Dios, Descartes

afirma que es bueno y no quiere que nos equivoquemos. Según el autor se nos son dadas

dos facultades la de conocer y la de elegir, mi entendimiento y mi voluntad. Si usamos

mal esas facultades, llegamos al error, pero si podemos usarlas cuando tenemos ideas

claras, alcanzamos el verdadero conocimiento. “Si me abstengo de dar mi juicio acerca

de una cosa, cuando no la concibo con bastante claridad y distinción, es evidente que hago

muy bien, y que no estoy engañándome (…) si afirmo lo que no es verdadero, es evidente

que me engaño (…) pues la luz natural nos enseña que el conocimiento del entendimiento

debe siempre preceder a la determinación de la voluntad.” (p.33-34). Y como el sujeto

puede dudar y pensar, lo convierte en fundamento para el conocimiento verdadero, es

decir lo que existe, lo empírico, en este sentido, el aporte epistemológico de la necesidad

de la distinción clara.

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Lic. en Ciencias de la Comunicación – Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires
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Imaginar está ligado a lo sensible, la imaginación se alimenta de lo sensible, a

partir del ejemplo del triángulo y del polígono de mil lados, Descartes evidencia la

limitación de la imaginación, y muestra que podemos comprender más que la información

que los sentidos, a través del cuerpo, nos brindan. Es decir que no podemos fiarnos al

ciento por ciento de lo sensible, por eso existe el método de la concepción clara de las

cosas.

El cogito de Descartes es el “yo” pensante, lo que parcialmente negaría lo material

implicando así la negación de otras subjetividades, lo que lleva a la forma de pensar

occidental que busca imponerse frente a ese otro negado. La conexión entre cuerpo y

mente es explicada a través de las sensaciones de dolor, sed y señalan precisamente esta

conexión. El hombre es un alma indivisible encarnada, y a través de la memoria, los

sentidos y sobre todo del entendimiento, puede acercarse al conocimiento verdadero.

La filosofía de Descartes planta bases teóricas de la modernidad. El individuo,

sujeto del individualismo que es superior a la lo natural forma las condiciones para la

revolución industrial, expresión histórica de la razón humana.

En este sentido y para diferenciar esta búsqueda de conocimiento occidental, es

decir, científico de la búsqueda de la filosofía zen y su concepción de sujeto debemos

necesariamente comenzar por la relación que entablan con la realidad. La ciencia con su

técnica tiene rechazo por todo lo que sea subjetivo, por lo no objetivo, es decir lo no

científico, y busca un conocimiento empírico pero el Zen es opuesto a ciencia, ya que en

esta filosofía se da una indistinción entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo interno y lo

externo, entre la mirada y lo mirado.

La mirada respetuosa y contemplativa del Zen tiene como objetivo ver las cosas

desde sí mismas. En cambio, la mirada de la ciencia busca distanciarse y conocer rasgos

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del objeto y no se preocupa por las cosas en sí, sino por una serie de características sobre

la cosa, y toma por real esas características. Se fuerza el objeto observado para sacar algo

de el.

Esto se da por la conceptualización de la subjetividad muy diferente, concepto que

no hace referencia al sujeto moderno de Descartes. La subjetividad del Zen se podría

pensar, si se quiere, como conceptualización previa, ya que al momento de verse ligada a

cierta intención individualista se cierra la posibilidad de encontrar el yo verdadero. Con

el individualismo el sujeto se vacía de posibilidades, es completamente negativo y no se

permite conocer.

Por ejemplo, Eugen Herrigel, en “Zen en el arte del tiro con arco”, muestra como

su voluntad y sus expectativas sobre el arco son individualidades que no se corresponden

al objeto, y solo cuando el sujeto no impone la voluntad, en el arte, se transforma en el

objeto como unidad.

Se puede pensar en una relación con esta conceptualización de la practica

individual como forma de relacionarse con la realidad que no necesariamente está ahí

afuera con la forma inmanentista que plantea Michel Henry el concepto de praxis de

Marx. Esta praxis es en esencialmente individual y corporal, pero además es la praxis un

movimiento que se da en la vida y produce cambios en la realidad.

Igualmente, el pensamiento de Marx está enmarcado por el paradigma de la

modernidad, lo que permite ver que a pesar de ser la conceptualización de praxis

priorizando el interior del individuo, es decir su experiencia, su esfuerzo y sus

valoraciones, no borra la distinción entre lo subjetivo y lo objetivo. En este sentido, se

relaciona directamente con el cogito cartesiano (siento, luego existo) ya que propone a un

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individuo que, a través de su vida, de su cuerpo, de lo sensible no solo conoce y se

relaciona con la realidad, sino que construye lo real.

La praxis entendida como la única forma de constitución de lo real, genera que se

piense la reproducción del ser humano al igual que la satisfacción de necesidades plurales,

desde esa base practica que es a su vez la subjetividad inmanente a la vida. Pero al ser el

concepto entendido a través de la subjetividad mental y corporal, se opone en cierto punto

a la división entre cuerpo y espíritu, propia del cartesianismo.

La forma en la que los sujetos piensan y sienten, así como los conceptos de

conciencia, de espíritu, de ideología, de clases sociales, de materialidad y de

representación se originan en la vida práctica de los individuos, esto afirma que las

producciones de la conciencia no son de la conciencia sino de la vida.

Teniendo en cuenta que del concepto de praxis se desprende que la realidad

humana no se define solo por la racionalidad, sino por lo sensible de la experiencia,

podemos afirmar que esa práctica inmanente de la vida es la relación con el ser. Pero por

otro lado la realidad, siguiendo a Finkielkraut, se define también por el encuentro con los

demás. La relación social dada en el encuentro de un ser humano con otro ser humano,

según Sartre, es decir situación en la que uno no esta solo, el ser es reducido al estado de

objeto por la mirada de ese otro, y en esta relación con el otro se basa la conciencia de

uno mismo. “La realidad humana es social antes que ser razonable, es social y belicosa”

(p.22). La caricia, siguiendo a Sartre, esta motivada por el deseo de hacer inofensivo al

otro que me mira. A diferencia de este filósofo, Lévinas rechaza la idea de violencia en

el origen del encuentro con el otro, sino que conceptualiza la relación social como “el

milagro de la salida de sí mismo”, es decir que ese otro me libera del peso de mi

existencia. Por esto afirma que el otro antes de ser mirada sino rostro. Básicamente, el

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rostro de ese otro hace que no me preocupe por mí, sino que la preocupación se dirige

hacia el otro, claramente hay un tipo de violencia, pero es belicosa, no quiero destruir a

ese otro, esa violencia es amar.

Hoy el rostro esta atravesado por cierto autodiseño, es decir que se crea según

parámetros para ese otro que también se diseña para mí.

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