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MARX Y LA COMPRA Y VENTA DE LA FUERZA DE TRABAJO (ÚLTIMA PARTE)(Hernán Andrés Kruze)

En la última parte de su análisis sobre la compra y venta de la fuerza de trabajo Marx centra su atención en su
naturaleza. Si la fuerza de trabajo es una mercancía, un valor, lo primero que cabe examinar es la manera como se
determina este valor.
Al ser una mercancía, la fuerza de trabajo es un valor que es determinado por el tiempo de trabajo necesario para su
producción. (queda incluida como valor la reproducción de este artículo en particular). Al ser un valor, la fuerza de
trabajo implica exclusivamente una específica cantidad de trabajo social medio materializado en dicha mercancía. La
fuerza de trabajo no existe por sí misma. Su existencia es posible porque existen los hombres que la ponen en
funcionamiento. La producción de la fuerza laboral presupone necesariamente la existencia del hombre. En
consecuencia, la producción de la fuerza de trabajo consiste en la conservación del hombre. Sin la presencia del
hombre la fuerza de trabajo no es más que una entelequia. La existencia humana es el ámbito propio del desarrollo de
la fuerza de trabajo. De ahí la relevancia que adquieren determinados medios de vida que garantizan la existencia del
hombre. El tiempo de trabajo necesario que se requiere para garantizar la producción de la fuerza de trabajo vigente no
es otra cosa que el tiempo de trabajo que se necesita para producir los medios de vida en cuestión. En otros términos:
“el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia de su
poseedor”. La fuerza de trabajo existe cuando el hombre la pone en marcha, o lo que es lo mismo, cuando trabaja. El
hombre ejercita su fuerza laboral trabajando. Cuando trabaja, el hombre gasta una específica cantidad de músculos, de
nervios, de cerebro, etc., que necesariamente debe reponer para continuar trabajando. Cuanto más se intensifica el
gasto, más debe intensificarse el ingreso. Luego de finalizar la jornada laboral, el poseedor de la fuerza laboral tiene
que repetir al día siguiente el mismo proceso, debe trabajar tan intensamente como el día anterior. En consecuencia, los
medios de subsistencia-la suma de víveres y medios de vida-debe permitir al hombre desarrollar su fuerza de trabajo en
plenitud. Un trabajador enfermo no está en condiciones de hacerlo. El alimento, el vestido, la calefacción, la vivienda,
etc., constituyen las necesidades naturales del hombre. Dichas necesidades se adecuan a las específicas condiciones
naturales de cada país. Su volumen y la manera de satisfacerlas también constituyen “un producto histórico que
depende, por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país y, sobre todo, entre otras cosas, de las condiciones, los
hábitos y las exigencias con que se haya formado la clase de los obreros libres. A diferencia de las otras mercancías, la
valoración de la fuerza de trabajo encierra, pues, un elemento histórico moral”.
Como todo hombre, el poseedor de la fuerza de trabajo es un ser biológico y, como tal, mortal. La permanente
transformación del dinero en capital obliga la presencia continua del poseedor de la fuerza laboral en el mercado;
obliga que el poseedor de la fuerza de trabajo se perpetúe a través de la procreación. Las fuerzas de trabajo que se
retiran del mercado por el desgaste y la muerte deben ser repuestas por otras tantas nuevas fuerzas de trabajo. De ahí la
relevancia de los medios de vida necesarios para la producción de la fuerza de trabajo que deberá sustituir a la anterior
(los hijos de los obreros). Para Marx es vital garantizar la perpetuación de “esta raza especial de poseedores de
mercancías”.
El valor de la fuerza de trabajo no es más que el valor de una suma determinada de medios de vida. Cuando el valor de
los medios de vida cambia, cambia el valor de la fuerza de trabajo. Marx distingue diversos tipos de medios de vida
que le permiten al hombre desplegar su fuerza de trabajo. Los víveres y el combustible, por ejemplo, son medios de
vida que se consumen todos los días lo que obliga al poseedor de la fuerza de trabajo a reponerlos también diariamente.
Los vestidos y los muebles, por ejemplo, son medios de vida que duran más que los mencionados precedentemente lo
que no obliga al poseedor de la fuerza de trabajo a reponerlos día tras día. Hay mercancías que deben comprarse o
pagarse diariamente mientras que hay otras que pueden ser compradas o pagadas cada semana o trimestralmente. A
pesar de la existencia de medios de vida que se distribuyen de manera desigual durante el año, el poseedor de la fuerza
de trabajo está obligado a reponerlos diariamente con sus ingresos medios. ¿Cuál es para Marx la media diaria de estos
medios de vida? “Suponiendo que la masa de las mercancías que exige diariamente la producción de la fuerza de
trabajo sea = A, la de las mercancías que reclama semanalmente= B, la de las que exige trimestralmente= C, etc.,
tendríamos que la media diaria de estas mercancías sería= 365 A + 52 B +4 C etc. sobre 365”. Si esta masa de
mercancías que le permiten al obrero cubrir sus necesidades medias de cada jornada contiene 6 horas de trabajo social,
la fuerza laboral de un día representa medio día de trabajo social medio, lo que significa que “la producción diaria de la
fuerza de trabajo exigirá medio día de trabajo”. El obrero debe trabajar medio día para no morirse de hambre. Marx se
vale del siguiente ejemplo para dar claridad a su exposición. Si medio día de trabajo social medio vale un tálero, ese
tálero es el precio que corresponde al valor diario de la fuerza de trabajo. Si el obrero ofrece en el mercado su fuerza de
trabajo por un tálero diario, “su precio en venta será igual a su valor y, según el supuesto de que aquí partimos, el
poseedor de dinero ávido de convertirlo en capital paga, en efecto, este valor”.
El valor de la fuerza de trabajo tiene un límite último o mínimo, señala Marx. ¿Cuál es dicho límite? No es otro que el
valor de las mercancías que le garantizan al obrero su supervivencia. Dice Marx: “El límite último o mínimo del valor
de la fuerza de trabajo lo señala el valor de aquella masa de mercancías cuyo diario aprovisionamiento es indispensable
para el poseedor de la fuerza de trabajo, para el hombre, ya que sin ella no podría renovar su proceso de vida; es decir,
el valor de los medios de vida físicamente indispensables”. Si el precio de la fuerza de trabajo se localiza por debajo de
ese límite, sólo logrará mantenerse y desarrollarse “de un modo raquítico”. En este caso, el precio de la fuerza laboral
descenderá por debajo de su valor. “(…) el valor de toda mercancía depende del tiempo de trabajo necesario para
suministrarla en condiciones normales de bondad”. El valor de toda mercancía depende del tiempo de trabajo necesario
para garantizar la supervivencia del obrero. En su libro “Cours d´Economie Politique”, Rossi dice: “Concebir la
capacidad de trabajo haciendo caso omiso de los medios de subsistencia del trabajo durante el proceso de producción,
equivale a concebir un parto cerebral. Quien dice trabajo, quien dice capacidad de trabajo, dice al propio tiempo obrero
y medios de subsistencia del obrero, obrero y salario”. Marx refuta estos conceptos de Rossi. Para aquél la capacidad
de trabajo no es lo mismo que el trabajo, así como la capacidad para digerir no es lo mismo que la digestión. Cuando se
alude a la capacidad de trabajo no se niega la existencia de los medios de vida que son necesarios para fogonearla.
Marx expresa el valor de los medios de vida en el valor de la capacidad de trabajo. Para el obrero la capacidad de
trabajo es irrelevante si no logra venderla en el mercado. Porque como sentenció Sismondi en su libro “Nouveaux
Principes”, “la capacidad de trabajo (…) no es nada, si no se la vende”. Si no encuentra trabajo, si no consigue que el
poseedor del dinero compre su capacidad de trabajo, el obrero no sobrevive.
El valor de uso de la fuerza laboral no pasa automáticamente a manos del comprador cuando ambos, comprador y
vendedor, deciden cerrar el trato. La fuerza de trabajo (que es una mercancía) poseía un valor antes de ser lanzada a la
circulación. En efecto, antes de su lanzamiento fue necesaria una determinada cantidad de trabajo social para su
producción. Su valor de uso sólo se manifiesta cuando la fuerza de trabajo es aplicada. El valor de uso de la fuerza de
trabajo se manifiesta cuando el obrero comienza a trabajar. La enajenación de la fuerza de trabajo (su venta) y su
aplicación, su ejercicio real y efectivo, destaca Marx, no coinciden en el tiempo. Al tratarse de una mercancía, su venta
(la enajenación formal del valor de uso) y su entrega real y efectiva al comprador (la compra de la mercancía) se
desdoblan en el tiempo, no se producen de manera simultánea. En este contrato celebrado entre el vendedor de la
fuerza de trabajo y el comprador, el dinero funciona casi siempre como medio de pago. Cuando está vigente el sistema
capitalista la fuerza de trabajo sólo se paga cuando ha funcionado durante el plazo estipulado en el contrato. Si Juan
contrata a Pedro para que efectúe determinados arreglos en la cocina de su casa, Juan le pagará a Pedro lo convenido
una vez que Pedro efectuó los arreglos correspondientes. Vale decir “que el obrero adelanta en todas partes al
capitalista el valor de uso de la fuerza de trabajo y el comprador la consume, la utiliza, antes de habérsela pagado al
obrero, siendo, por tanto, éste el que abre crédito al capitalista. Y que esto no es ninguna fantasía lo demuestra el hecho
de que, de vez en cuando, los obreros pierdan los salarios devengados, al quebrar el capitalista, y lo evidencia también
toda una serie de efectos menos circunstanciales”.
En el proceso de circulación de mercancías se relacionan el poseedor de la fuerza de trabajo y el poseedor del dinero.
El poseedor del dinero compra en el mercado todos los objetos necesarios para poner en marcha el proceso de consumo
de la fuerza de trabajo. Este proceso, enfatiza Marx, “es, al mismo tiempo, el proceso de producción de la mercancía y
de la plusvalía”. El consumo de la fuerza de trabajo, como la de cualquier mercancía, tiene lugar fuera del mercado, al
margen de la órbita de circulación. A partir de ahora no cabe más que acompañar al poseedor del dinero y al poseedor
de la fuerza laboral para arribar “al taller oculto de la producción”. En este taller se pueden observar dos cosas: “cómo
el capital produce” y “cómo se produce él mismo, el capital”. Es así como se nos revelará para siempre, profetiza
Marx, “el secreto de la producción de la plusvalía”.
Hernán Andrés Kruse Rosario-hkruse@fibertel.com.ar

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