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ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

1. CONCEPTO. -Reflexión filosófica que considera al hombre como objeto de estudio en una perspectiva global. Como reflexión
filosófica no es una ciencia, sino un análisis de los fundamentos de la misma noción de ser humano, y de la consideración de
éste como punto de partida de todo conocimiento sobre sí mismo y sobre el mundo. En este sentido es, como dice Max Scheler,
un puente entre las ciencias y la metafísica. Por ello, no es una disciplina filosófica que trate de establecer apriorísticam ente las
características de una pretendida esencia humana inmutable, sino que parte de las ciencias humanas, tales como la
antropología física, la antropología cultural, la psicología, la lingüística, la sociología, etc., para elaborar una reflexión sobre el ser
humano en su globalidad, capaz de explicar cómo este ser humano es la condición de posibilidad de tales ciencias y, en general,
de la conducta humana: lenguaje, arte, ciencia, religión, mitos, acción moral, agresividad. Por ello, no se trata de un estudio
particular sobre las características humanas, sino una reflexión filosófica y holística
2. ORIENTACIONES DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.- La antropología filosófica apareció en la época moderna, ya que
sólo a partir del siglo XVII pudo empezarse a considerar el hombre independientemente de la teología, y desde sus inicios estuvo
fuertemente marcada por el dualismo cartesiano y por el enfoque kantiano. No obstante, aunque moderna como disciplina
filosófica, la reflexión sobre el hombre es tan antigua como la filosofía misma. En cierto sentido, enlaza con el ideal socrático del
«conócete a ti mismo» y de la concepción aristotélica del hombre entendido como «animal racional», como «animal político» y
como «animal que habla», y surge del esfuerzo constante de la filosofía -con dos momentos particularmente antropocéntricos: el
Renacimiento y la Ilustración- por aclarar el concepto que el hombre tiene de sí mismo, y su situación en el mundo.
El tema del hombre aparece en la filosofía moderna entendido como «sujeto» o como «razón» y como último eslabón de todo
preguntar filosófico. Las preguntas de Kant al respecto hacen clásico el planteamiento y señalan este giro antropológico: «¿Qué
puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué puedo esperar? ¿Qué es el hombre? A la primera cuestión, responde la metafísica; a la
segunda, la moral; a la tercera, la religión y, a la cuarta, la antropología. Sin embargo, en el fondo, se podría poner todo esto a
cuenta de la antropología, porque las tres primeras cuestiones se refieren a la última». Pero Kant, a pesar de su distinción entre
una antropología fisiológica y una antropología en sentido pragmático, distinción que señala las dos grandes direcciones de la
antropología física y de la antropología cultural y social, no llega a tematizar una antropología filosófica, aunque abre las puertas
a esta disciplina. Las primeras reflexiones pertenecientes a una antropología filosófica se sitúan en el último Schelling, en
Feuerbach, en Kierkegaard, en Marx y en Nietzsche.
Especialmente relevante es la posición de Feuerbach, para quien el hombre es el único objeto universal de la filosofía, razón por
la cual la antropología deviene la única ciencia universal a la que deben reducirse tanto la teología como la religión, y la única
ciencia capaz de determinar claramente la separación entre el hombre y el animal. Más tarde, la teoría de Darwin, al señalar el
puesto biológico de la especie humana dentro del contexto de la evolución de las especies y el psicoanálisis de Freud, al señalar
el inconsciente como motor de la conducta humana, abrieron nuevas perspectivas en la consideración del ser humano.
Se considera, no obstante, a Max Scheler (1875-1928) como el iniciador de una antropología filosófica que tiene plenamente en
cuenta el fenómeno de la cultura y la historia (El puesto del hombre en el cosmos, 1928). Para Scheler, la antropología filosófica
debe tratar al hombre no solamente como naturaleza o como vida; no solamente como voluntad, como sujeto o como razón, sino
como hombre en su totalidad. La misión de la antropología filosófica es la de explicar, a partir de la estructura fundamental del
ser humano, todas las funciones y obras específicamente humanas: el lenguaje, la moralidad, el Estado, las armas, la guerra, los
instrumentos, la técnica, la religión, el arte, la ciencia y la filosofía misma. A partir de aquí, Scheler otorga al hombre un lugar
especial en el cosmos, por su intencionalidad, su apertura al mundo, su libertad y por la capacidad de poder
trascender lo inmediato. En el aspecto biológico Scheler considera que no hay diferencias esenciales entre el hombre y los
animales, sino solamente diferencias de grado. Pero Scheler insiste en la existencia en el ser humano de una dimensión, en
cierto modo opuesta a la vida, que es la dimensión del espíritu que lo separa de la mera animalidad. Por ella, el hombre es el ser
capaz de «decir no», capaz de desligarse de sus instintos y de adaptar el medio ambiente a sus necesidades en lugar de
adaptarse él al medio ambiente como hacen los animales. En resumen, Scheler afirma que, mientras la imaginación, la memoria,
la sensibilidad y el sentimiento son fenómenos vitales no muy distintos de los propiamente biológicos -razón por la cual, en este
aspecto, la diferencia entre el hombre y los animales es solamente de grado-, en el hombre aparece una dimensión diferente: la
dimensión del «espíritu», opuesta en cierto sentido a la vida, y que permite al hombre reprimir y controlar sus impulsos, de
manera que el «espíritu» se ve potenciado por esta autonegación ascética. Este planteamiento metafísico, y todavía tradicional -
puesto que sigue siendo dualista, al oponer el cuerpo animado y el espíritu-, se verá superado por un enfoque que insiste más
en la dimensión biológico-antropológica.
Por otra parte, Heidegger con su obra Sein und Zeit(Ser y tiempo), al fundamentar la filosofía sobre la base del tipo de ser que es
el ser humano, abre también una fructífera reflexión antropológica.
Otros autores, como Martin Buber, Landsberg, Nicolai Hartmann, Groethuysen, o Ernst Cassirer, han hecho contribuciones
importantes a la moderna antropología filosófica. El psicoanálisis tendrá también un lugar fundamental en la antropología,
especialmente por su concepción del inconsciente, lo que permite elaborar toda una concepción de los mitos, los ritos, las
prohibiciones, los tabúes y, en definitiva, elaborar una concepción del hombre y de la cultura. Se puede hablar también de una
antropología existencialista, ya que las filosofías existencialistas en conjunto (bajo la influencia inicial de Heidegger y Sartre,
especialmente) estudian las condiciones más íntimamente constitutivas del hombre desde las cuales éste ha de desarrollarse
como proyecto. Puede hablarse también de una antropología estructuralista que cuestiona la noción general de sujeto humano y
que procede fundamentalmente de la antropología cultural francesa y, en general, del movimiento estructuralista.
3. ADICIONALES ACERCA DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA(Lecturas escogidas)
Marx: el trabajo diferencia el hombre de los animales La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente Ia existencia
de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por tanto, la organización corpórea de estos
individuos y, como consecuencia de ello, su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí,
naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones naturales con que los hombres se encuentran: las
geológicas, las oro- hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene necesariamente que partir de estos
fundamentos naturales y de la modificación que experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.
Podemos distinguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se
diferencia de los animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se halla
condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida
material.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con
que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la
reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos,
un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan
su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo
producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.
El Hombre es un animal simbólico. Ernest Cassirer El hombre, como si dijéramos, ha descubierto un nuevo método para
adaptarse a su ambiente. Entre el sistema receptor y el efector, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos en
él como eslabón intermedio algo que podemos señalar como sistema «simbólico». Esta nueva adquisición transforma la totalidad
de la vida humana. Comparado con los demás animales el hombre no sólo vive en una realidad más amplia sino, por decirlo así,
en una nueva dimensión de la realidad.
La recepción del darwinismo en el siglo XIX
La recepción del darwinismo dio lugar a importantes polémicas extracientíficas. Así, principalmente debido a que en La
descendencia del hombre y la selección sexual (1871) Darwin hacía extensivo su planteamiento evolucionista publicado en El
origen de las especies (1859) a la misma especie humana se desencadenó un fuerte movimiento de rechazo capitaneado por la
Iglesia, tanto anglicana como católica, lo que manifestaba el gran alcance de una teoría que rebasaba ampliamente el marco de
una mera teoría biológica y se instalaba plenamente en el centro de un debate sobre el lugar del hombre en el cosmos. Las
concepciones antropológicas no podían ya ser las mismas después de Darwin, y su influencia se extendía a todo el ámbito
filosófico. De hecho, de la misma manera que la teoría de Copérnico, que desplazaba la tierra del centro del universo y, por
tanto, desplazaba con ella al hombre, la teoría de Darwin, al señalar el origen biológico de la especie humana dentro del contexto
de la evolución de las especies, abrieron nuevas perspectivas en la consideración del ser humano. No obstante, en sus inicios la
teoría evolutiva de Darwin (apoyada, entre los naturalistas por Wallace y Huxley, principalmente), tuvo que enfrentarse a
numerosos problemas no sólo ideológicos y filosóficos, sino también científicos. La ausencia de pruebas directas de la eficacia
de la selección natural, la falta de evidencia de la existencia de especies que diesen explicación (a modo de eslabones) de las
transiciones entre unas y otras, así como la excesiva juventud de la edad de la tierra (según los cálculos de Lord Kelvin, que
luego se demostrarían erróneos) eran otros tantos problemas científicos que debían ser resueltos. A pesar de ello, la gran
capacidad explicativa de la teoría y los numerosos casos que podía explicar, hicieron que fuese ampliamente aceptada por la
mayoría de los naturalistas. Por ello, también entre los sectores que se habían negado a aceptar la teoría también surgieron
defensores. Así, el canónigo Charles Kingsley reinterpretó el darwinismo y lo introdujo dentro de los planes divinos: el hombre
sería producto evolutivo de la naturaleza, pero ella misma y toda su ordenación -de tipo finalista-, se deberían a los designios
divinos. En cierta forma, el evolucionismo de Teilhard de Chardin propugnaba también algo parecido. Finalmente, el
descubrimiento de las mutaciones y el desarrollo de la genética permitieron superar la mayoría de las objeciones científicas que
todavía se oponían al darwinismo y, aunque reformado con las nuevas aportaciones, la teoría evolucionista fue aceptada por la
inmensa mayoría de los científicos a comienzos del siglo XX.
La selección natural Es el mecanismo selectivo que está en la base de la adaptación, ya que actúa como un filtro que determina
la supervivencia y la reproducción de los individuos más capacitados para sobrevivir en un ambiente determinado, lo que permite
explicar el hecho constatado según el cual, en las poblaciones naturales, sobreviven los individuos más adaptados. En una
misma especie, en la que hay variaciones entre individuos distintos, nacen más individuos de los que sobreviven. Los que logran
hacerlo es porque poseen algunas características ventajosas (más rapidez, mejor capacidad de camuflaje, más fuerza, etc.) y,
por tanto, son los que tienen la posibilidad de perpetuar la especie y maximizar su eficiencia reproductiva. En este proceso se
puede considerar que las características ventajosas para la supervivencia han sido seleccionadas naturalmente, en la medida en
que aquellos individuos que carecen de estas ventajas no pueden competir, de manera que o bien no logran reproducirse, o bien
caen más fácilmente víctimas de los depredadores. Mediante la sucesiva acumulación de estas variaciones seleccionadas en
una misma especie se puede llegar a originar una especie distinta. No obstante, aunque Darwin pudo explicar el mecanismo de
la selección natural, carecía en su época de elementos explicativos de la aparición de las variaciones. Pero, a partir del
redescubrimiento de las leyes de Mendel y del desarrollo de la moderna genética, estas variaciones se explican como fruto de
mutaciones.
La Hominización como proceso El proceso de hominización se caracteriza por importantes transformaciones somáticas, de las
cuales las más importante son: 1) el bipedismo propio de la posición erecta, que supone una importante transformación de la
pelvis, y que permite liberar las extremidades anteriores;2) aumento notable de la capacidad craneal, que permite un gran
desarrollo y complejidad de la masa encefálica. Se acompaña de un cambio en la posición del agujero occipital, que permite
descansar el cráneo sobre la columna vertebral sin verse oprimido por la potente musculatura del cuello propia de los animales
cuadrúpedos o de los no plenamente bípedos;3) esqueleto facial pequeño;4) aparición de un aparato fonador y desarrollo de las
áreas cerebrales de Broca y de Wernicke, directamente relacionadas con el desarrollo del lenguaje .Estas transformaciones
permitieron la independización funcional del cerebro y de las manos y, la conjunción de ambos (que metafórica y analógicamente
podríamos considerar que simbolizan la conjunción de la teoría y la práctica), es la base fundamental de la hominización, que
supone también transformaciones psíquicas y adquisición de habilidades: manejo y fabricación de instrumentos, desarrollo del
lenguaje, del pensamiento, en suma, de la cultura.
¿Y qué es el fijismo? Concepción biológica especulativa que sostiene que las especies animales y vegetales fueron creados por
Dios, probablemente antes de la creación del hombre, y se han perpetuado a lo largo de las generaciones siguientes. Carl von
Linneo (1707-1778) fue uno de los más férreos defensores del fijismo, que expuso con los siguientes términos: Species tot
numeramus quot in principio creavit infinitum ens. El gran prestigio de Linneo, a quien se debe la nomenclatura binaria todavía
utilizada en botánica y zoología para la clasificación de los seres vivos, dio apoyo a esta obsoleta y ya ciega concepción
biológica, en una época en la que el registro fósil y los nuevos descubrimientos de las ciencias naturales mostraba la obcecación
de esta concepción. El fijismo no es incompatible con el creacionismo que afirma la creación divina de todos los seres vivos,
aunque determinadas concepciones creacionistas no eran fijistas, ya que aceptaban que la naturaleza, con la ayuda de Dios,
sigue creando seres vivos. Georges Cuvier (1769-1832), fundador de la anatomía comparada y la paleontología -que
paradójicamente serían posteriormente de gran relevancia para las teorías evolucionistas-, fue otra de las grandes
personalidades defensoras de una variante de fijismo. Cuvier -que se opuso tajantemente a la teoría evolucionista de Lamarck,
en una célebre confrontación con el defensor del lamarckismo Geofroy Saint-Hilaire-, defendía la teoría de las creaciones
sucesivas o policreacionismo. Según esta teoría, cada gran catástrofe o cataclismo geológico destruía las especies existentes,
de manera que Dios debía re-crear nuevas especies. Por esta razón también se conoce la concepción de Cuvier como
catastrofismo. Cuvier pensaba que el último gran cataclismo coincidió con el diluvio universal, tal como es narrado en la Biblia.
Desde que Darwin formuló una teoría evolucionista científica que se ha visto fortalecida con la moderna genética, el fijismo ha
dejado de ser defendido por la comunidad científica.
Sigmund Freud: las tres humillaciones del narcisismo humano El narcisismo general, el amor propio de la Humanidad, ha sufrido
hasta ahora tres graves ofensas por parte de la investigación científica: a) El hombre creía al principio, en la época inicial de su
investigación, que la Tierra, su sede, se encontraba en reposos en el centro del Universo, en tanto que el Sol, la Luna y los
planetas giraban circularmente en derredor de ella. La situación central de la Tierra le era garantía de su función predominante
en el Universo, y le parecía muy de acuerdo con su tendencia a sentirse dueño y señor del Mundo. La destrucción de esta ilusión
narcisista se enlaza, para nosotros, al nombre y a los trabajos de Nicolás Copérnico en el siglo XVI.
b) En el curso de su evolución cultural, el hombre se consideró como soberano de todos los seres que poblaban la Tierra. Y no
contento con tal soberanía, comenzó a abrir un abismo entre él y ellos. Les negó la razón, y se atribuyó un alma inmortal y un
origen divino, que le permitió romper todo lazo de comunidad con el mundo animal.
Todos sabemos que las investigaciones de Darwin y las de sus precursores y colaboradores pusieron fin, hace poco más de
medio siglo, a esta exaltación del hombre. El hombre no es nada distinto del animal ni algo mejor que él ; procede de la escala
zoológica y está próximamente emparentado con unas especies, y más lejanamente, a otras. Sus adquisiciones posteriores no
han logrado borrar los testimonios de su equiparación, dados tanto en su constitución física como en sus disposiciones anímicas.
Esta es la segunda ofensa -la ofensa biológica- inferida al narcisismo humano.

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