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Juan 6,51-58

1.Lectura

Antes de leer los vv. 51-58 releamos los vv. 41-50 ¿Por qué murmuraban los judíos de Jesús (vv. 41-42)?
¿Qué le sucederá a quien coma el pan bajado del cielo? ¿Qué sucedió a los padres de los judíos que
comieron el maná el desierto?

Ahora, al leer los vv. 51-58 preguntémonos: ¿De dónde ha bajado el pan vivo? ¿Qué le sucederá a quien
coma de ese pan? ¿En qué consiste el pan que dará el Señor (v. 51)? ¿De qué discutían los judíos? ¿Qué se
necesita para tener vida (vv. 53-54)? ¿Qué hará el Señor con quien coma su carne y beba su sangre (v. 55)?

De acuerdo a los vv. 56-57 ¿Qué otra consecuencia le viene a quien come el cuerpo y bebe la sangre del
Señor?

¿En qué lugar dijo Jesús estas cosas (v. 59)?

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Para comprender mejor lo anterior tengamos presente que nuestro texto se ubica en el amplio discurso
eucarístico del capítulo 6 del evangelio de Juan. El evangelio presenta la necesidad de comer, algo común a
todos los seres humanos, para indicar una realidad más profunda: el sentido de la existencia. En torno a esta
idea central giran las afirmaciones de la resurrección por la cercanía con el Padre a través del Hijo, la fe que
provoca que no se muera para siempre, el cuerpo de Jesús como alimento para que el mundo tenga vida,
entre otras.

Recordemos que cuando el evangelio habla de vida eterna no se refiere sólo a la vida para el cielo. Es posible
que el evangelio de Juan al hablar de vida eterna esté dando a entender la vida que no se acaba, la que
permanece para siempre. Para este tipo de vida deben trabajar las personas (v. 27) pues esa es la voluntad
de Dios, que se tenga vida para siempre (v. 40); quien cree participa de la vida que no se acaba (v. 49). Por
esto, el evangelio de Juan afirma que quien come el cuerpo y bebe la sangre del Señor tiene vida en el
presente (v .53) y vida en el futuro (v. 54); es decir, siempre tiene vida.

El evangelio ubica la eficacia del cuerpo y la sangre de Jesucristo dados como alimento, en que son
verdaderos. El primer elemento de contraposición que ofrece el mismo evangelio es la naturaleza del maná
del desierto; los judíos lo habían comido pero habían muerto; aquel era un pan físico, éste era una persona
que estaba entregando su misma vida. El segundo elemento es por el origen: aquél era un pan terreno, éste
era el Hijo de Dios Encarnado.

Además de la consecuencia para quienes se alimenten del cuerpo y de la sangre del Señor el evangelio habla
de la permanencia mutua con Jesucristo. El concepto de permanencia del evangelio de Juan tiene un sentido
dinámico; no es una permanencia pasiva, autocomplaciente para quien se come el cuerpo y bebe la sangre
del Señor. La permanencia en y con el Señor está en relación con la comunión (1). Comer el cuerpo y beber
la sangre de Jesús significa entrar en una relación profunda con Él. Cuando la persona se alimenta de algo,
una vez que ha entrado en su cuerpo ya no se distingue; se sabe que está ahí porque mantiene vivo a quien
lo comió. Comer, pues, significa entrar en una relación profunda con algo; en este caso con alguien, con
Jesús.

No olvidemos que Jesús puede darse como pan de Vida precisamente porque entrega su vida por los demás.
En Juan el discurso del pan de vida funciona como un adelanto de lo que hará Jesús en la cruz.

2.Meditación
¿En qué me hace reflexionar que Jesucristo se nos dé como Pan verdadero?

¿Qué puedo reflexionar a partir del convencimiento de que Jesucristo es el pan que da la vida que dura para
siempre, es decir, que le da sentido a toda nuestra existencia?

¿Qué significa para mí, para nosotros, la permanencia con el Señor?

¿Qué me hace reflexionar el hecho de que Jesús se convierta en Pan de Vida precisamente porque entregó
su vida por amor a todos?

3.Oración

Alabemos al Señor porque se ha convertido en alimento de vida eterna para todos.

Pidámosle que nos ayude a darle cada vez más sentido a nuestra existencia a partir de nuestra relación con
Él.

Roguémosle que nuestra relación con Él se prolongue y tenga frutos en el encuentro diario con nuestros
hermanos.

4.Contemplación – acción

¿En qué nos hace falta reflexionar más para comprender mejor el sentido de la comunión del cuerpo y sangre
del Señor?

¿Qué debemos hacer para que nuestras comuniones eucarísticas no se conviertan en una autocomplacencia
egoísta?

¿A qué compromisos concretos nos debe conducir la comunión (la permanencia) con el Señor?

¿A qué aspecto de nuestra vida y de nuestra comunidad urge que la comunión con el Señor le dé sentido?

(1) Esta mutua permanencia entre el discípulo y el Señor (Jn 6,56) que presenta el cuarto evangelio está
cerca de la concepción de comunión de la que habla san Pablo (véase por ejemplo Gal 2,19-20) que supone
una relación personal de fe que humaniza y, en este sentido, cristianiza.

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