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Universidad Nacional de Córdoba.

Facultad de Filosofía y Humanidades.

Escuela de Letras.

Cátedra: Literatura Argentina I

Trabajo práctico individual Nº2

Pablo o la vida en las pampas, de Eduarda Mansilla

6 de junio de 2018
Personajes en tránsito en el marco de conflictos políticos, culturales y territoriales.

Este trabajo pretende resaltar el pensamiento de una escritora de un periodo conflictivo,


que confía en la literatura para cambiar y renovar el imaginario social, influir en las
representaciones de la sociedad y discutir legitimidades, sustrayéndose no solo de su
época sino también de su grupo social.

Dirigida al público parisino, Eduarda intentó con este texto hacer asimilable las
costumbres argentinas una suerte de traducción cultural de la realidad argentina para el
lector europeo, que no falto de ironía, pondrá en relieve las fisuras del proyecto
poblacional blanco y homogéneo y observando las injusticias y las denunciándolas.
Responsabiliza a la dualidad civilización/barbarie por las luchas de una república.

En este análisis cultural que es “Pablo o la vida en las pampas”, Eduarda utiliza a los
personajes para canalizar sus denuncias, a través de dicotomías como unitario/federal,
blanco/gaucho (indios, negros), europeo, estadounidense/latinoamericano,
ciudad/campo, hombre/mujer, inocencia/enamoramiento, debilidad/fortaleza, y por
ultimo inclusión/exclusión. Estas dicotomías, expresadas aquí, se relacionan entre sí para
destacar los diferentes tránsitos que se manifiestan en la obra como así también en los
personajes.

Una mirada sobre los personajes en transito

La trama, trata de Pablo, un huérfano de padre y único sustento de la madre, que es


incorporado al ejército en contra de su voluntad, para engrosar las tropas que defendían
las fronteras contra los ataques de los indios. La historia incorpora personajes y
situaciones características de la literatura decimonónica. Hay indios, malones, gauchos
buenos y malos, lenguaje coloquial, oficiales del ejército y soledad y pampas que se
desplazaran no solo geográficamente sino a través de diversas emociones.

En “Pablo o la vida en las pampas”, hay denuncia dirigida contra los hombres ilustrados
de la ciudad que no se ocupan de solucionar los problemas del hombre del campo, siendo
los responsables de hacerlo, se reclama también la situación irregular de la campaña, los
modelos urbanos de civilización se convierten en relativos porque la educación no
implicaba, necesariamente, virtud.
Eduarda reescribe el concepto barbarie proponiendo una nueva fórmula para la
caracterización de los partidos políticos, porque el nuevo gobierno tiene un accionar que
es bárbaro y ratifica que ser educado no garantiza el bien social ni la moral pública.

Existía una preocupación continua por los denominados vagos, personas de uno u otro
sexo que no tenían renta, profesión, oficio u otro medio lícito con que vivir. Por ello se
generaron leyes que los encapsulaban en categorías pretendiendo contener este género de
hombres, entre los cuales estaban incluidos la mayoría de los habitantes de las campañas.
El gaucho era el personaje posible de la modernización, a pesar de su condición racial,
conformaba un elemento inevitable del proyecto poblacional homogeneizador. Como tal
con las campañas de enrolamiento obligatorio fomentadas por la “ley de levas”, se
promovió la incorporación del paisano a una institución civilizada, a una entidad que los
disciplinara y que encauzara sus tendencias aunque, como se verá, resultará inútil.

Lo injusto de esa política, se hace manifiesto en la persona de Pablo un gaucho unitario,


que considera el cultivo de la tierra como una actividad antinatural, pero no deja de
trabajar para su familia, ya que la cosecha y venta de sandías es su medio de subsistencia.
De hecho, al contrario de lo que sucedía con la mayoría de los gauchos que eran
considerados vagos, la partida encuentra a Pablo trabajando en su carreta y a pesar de
contar con la “papeleta” que le excusaba del ejercito por ser hijo de viuda, ellos le toman.
Este evento, marca el paso de la libertad a la reclusión, Pablo deja la Pampa, aquella que
recorría en su carreta con sus bueyes libre, para estar con la partida.

—Está bueno... pero el Gobierno tiene necesidad de gente, qué diablos... ¡Suba
usted!
Pablo enmudece, no se atreve a murmurar una palabra, y antes de que tenga tiempo
de formular un pensamiento, de hacer un gesto, uno de los hombres de la partida le
ha tomado de un brazo y le ha hecho montar en ancas, sin lucha ni resistencia de su
parte.
—¡Marchen! -dijo el comandante a su gente, y el nuevo recluta queda alistado.
Pablo echa una mirada de adiós a sus bueyes, a su carreta, piensa en su madre, en la
que ama y desaparece en una nube de polvo.
Partió... (Mansilla de García. Pág. 106)

El gaucho como carne de cañón, sufre tantas injusticias que al final, debe desertar del
ejército. Pero no sin antes expresar su desprecio por unitarios y federales, a pesar que al
principio se mostrara cercano a los unitarios a causa su padre, entiende que entre ellos no
hay diferencia, ambos utilizan al gaucho para sus luchas, sin realmente preocuparse de
ellos.
Pablo exclamó con fuego y sin escucharle: —Nunca olvidaré su injusticia... nunca
olvidaré su cobardía, nunca olvidaré sus falsas promesas... Me hablan de la patria,
añadió con amargura. ¿Qué tengo yo que hacer con su patria y con su libertad?... Yo
también amo la libertad... mi libertad... ¿Por qué me privan de ella?... ¿Por qué me
arrancan de los pagos de mi madre, de los que amo?...
¡No!... Ya no creo en sus falsas palabras. Unitarios y federales, todos son iguales.
Yo los aborrezco a todos, como ellos nos aborrecen a nosotros, pobres gauchos...
(Mansilla de García. Pág. 165)

Enamorado de Dolores, hija de un estanciero, y separado del amor materno, Pablo decide
huir. No tiene suerte, es acusado de desertor, arrestado y condenado a muerte.

Dentro de la novela, encontramos también heroínas mestizas como Dolores una estanciera
dotada de gran belleza gracias al legado indígena de su madre. A partir de su personaje
se puede observar el tránsito a la madurez desde la inocencia casta que se vuelca en la
perdida de la virtud. Rosa “(…) la negra Rosa, su ama de llaves a la vez que su mujer de
confianza. (…)” habilita la sexualidad de su discípula, permitiendo un encuentro con Pablo.
Un amor que superara las fronteras de clases y nacionalidad.

Dolores no había conocido madre; ajena a toda idea de moral, delinquió sin
comprender ni lo que había dado, ni lo que había podido rehusar. La voz del pudor
ofendido le hizo sentir demasiado tarde, que acababa de cometer una falta... de
infringir una ley... ¿Cuál?... lo ignoraba... (Mansilla de García. Pág. 138)

En esta instancia se puede distinguir la oposición capital establecida en la época entre el


hombre – nacional activo, ajeno al ámbito doméstico – y la mujer definida como hija,
madre y esposa, obligatoriamente pasiva y confinada las tareas del hogar. En
contraposición con la libertad de la que gozaba Pablo, Dolores siempre se encontraba
aislada, con poco contacto con otras personas y se limitada a realizar bordados semejantes
a los realizados por mujeres europeas (fragmento útil a la escritora para comparar las
diferentes culturas) en sus tiempos de ocio:
En aquella inmensa pieza perdida en el desierto, en la
que todo es sombrío y sin encanto, y que en la estancia
sirve a la vez de sala y de comedor, la joven no puede seguramente
bordar uno de esos ramilletes de colores variados
y vivaces que las mujeres europeas pintan con tanto gusto
con sus agujas mágicas entre el perfume de sus retretes
llenos de coquetería. (Mansilla de García. Pág. 122)

Esta oposición muestra los matices entre los diferentes personajes. Dos de ellos,
particularmente destacan el pasaje del matrimonio a la viudez, por un lado, se encuentra
Micaela, la viuda de un general unitario madre del protagonista, un joven de dieciocho
años, único sobreviviente de sus cuatro hijos. Del mismo modo, cuando su hijo es recluido
transpone el camino que existe entre el campo a la ciudad, se mueve desde la debilidad y
la tristeza a la fortaleza para recuperar a su hijo. En el momento en que Micaela nota que
su hijo no ha regresado con sus bueyes, sale en su búsqueda atravesando el desierto
pampeano y la continua desde la localidad de Rojas hasta la capital, Buenos Aires, realiza
una comparación que permite ver el pasaje de un ámbito al otro, describe a la ciudad como
un desierto mucho peor que la pampa, con un pavimento tan duro al contrario de su tierra.
No llore usted -dijo doña Marcelina-, la hará fatigar y
es necesario pensar en tener fuerzas para el viaje.
—Las lágrimas me alivian -contestó Micaela-; si las que M
somos madres no tuviésemos esto, ¡cómo haríamos para
vivir! Pero no tema usted nada, dentro de ocho días estaré
pronta. Tengo demasiada necesidad de mis fuerzas para
que Dios me las rehúse ahora. Si al menos pudiera saber
dónde se halla Pablo, lo que debo hacer para encontrarlo,
en el acto iría a buscarle a donde estuviese. (Mansilla de García. Pág. 194)

Luego de atravesar ciertas dificultades, la viuda finalmente consigue una carta del
gobernador que exime a su hijo de actuar en la batalla para la que se prepara al gobierno
de Buenos Aires. Al presentarla al Comandante General Moreira, un hombre analfabeto
y cruel, éste le dice que acaba de ser fusilado. Este desplazamiento que es solo posible
debido a su carácter de viuda, semejante a la situación de Doña Marcelina, que solo podrá
moverse con libertad tras la muerte de su esposo.
—Pues bien, iré yo; no conozco esa gente sino por
haberle visto media docena de veces cuando sus parientes
estaban aquí; pero yo iré a ver a esa pobre Dolores, añadió
doña Marcelina, y haré cuanto pueda en ayuda de esa
buena y valiente tía Rosa.
—Usted puede volverse con Pancho.
—Eso es -contestó la excelente mujer-; ahora que mi
pobre Avelino no existe puedo ir y venir en plena libertad;
nadie me necesita aquí; pobre amigo mío. (Mansilla de García. Pág. 272)

Aquí podemos ver la crítica y comparación que hace la escritora entre la libertad de la
mujer argentina y la estadounidense que al contrario de la primera puede viajar sin
obligaciones e inclusive separarse.

Se debe mencionar el Capitán Vidal, subordinado de Moreira, era un hombre culto, noble
que era ridiculizado por su jefe. Vidal había intentado persuadir a su jefe de que los
fusilamientos no eran necesarios, porque a los gauchos se los podían atraer a la lucha
desde otro lugar. Sus ideas son ignoradas y se interrumpen con el sonido de las balas y
ante la muerte de pablo decide renunciar. A través de estos dos hechos: el fusilamiento
de Pablo y la retirada de Vidal, se demuestra que los que se oponen al sistema establecido,
tanto desde la ignorancia como desde la convicción teóricamente fundada, no logran
sobrevivir al mismo.

Conclusión
En conclusión, los personajes de la obra, son sujetos que constantemente están transitando
espacios geográficos, emociones e ideologías configurándose como figuras típicas de la
cultura argentina de la época utilizadas para su defensa, lejos de los prejuicios y que luego
los convertirá en sujetos nacionales.

Las diferentes dicotomías tratadas a lo largo del texto, son el resultado de un análisis de
la sociedad argentina envuelta en un clima conflictivo. Eduarda propone mirar
comprensivamente y nuevas lecturas de los problemas sociales que sufrían los más
desamparados. Independientemente de la falta de instituciones incorruptas en el desierto,
el ejército o la educación no bastan para que los hombres sean civilizados, estos mismos
hombres son los que, mediante el discurso criollista pasara de ser un paria social a un
auténtico hombre nacional.

A lo largo de la obra podemos ver como Eduarda coincide con los unitarios
ideológicamente, en representación del progreso, la mirada hacia la cultura europea o la
“civilización”, aunque la obra está atravesada por un ir y venir entre unitarios y federales.
El concepto del hombre como ser individualizado social y políticamente está ubicado
entre la frontera entre “civilización” y “barbarie” trascendiendo estos partidos.

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