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INTRODUCCION A LA HISTORIA DE LA IGLESIA

1) Concepto de la Iglesia: La Iglesia Católica es la sociedad visible


fundada por Cristo Y compuesta por los que creen en Él como Hijo de
Dios (los bautizados), obedecen al Papa, participan de los Sacramentos
y se esfuerzan por adquirir las virtudes de que Cristo nos dio ejemplo.
Los que llegan a la más alta perfección de estas virtudes son los Santos.
Esta sociedad es visible, pues consta de hombres, y, como tal, se ha
visto obligada a luchar con multitud de enemigos exteriores. Sus
miembros más distinguidos son: Su Jefe supremo, que es el Papa, que
reside en Roma, Vicario de Cristo; y los Obispos y Sacerdotes, tanto
seculares como regulares, que constituyen la jerarquía católica. Pero la
Iglesia es también interior o invisible, pues trate de perfeccionar al
alma y dispone de medios de santificación interior.
2) Historia de la Iglesia: Habiendo, pues, existido la Iglesia durante más
veinte siglos, tiene, naturalmente, una historia. Por tanto, la Historia de
la Iglesia Católica tiene por objeto exponer el desarrollo y evolución de
esta sociedad fundada por Jesucristo, desde su origen hasta nuestros
días. Así, pues, como se trata de una sociedad visible e interior, no
solamente debe relatar los acontecimientos de carácter exterior, su
evolución en las diferentes naciones, las relaciones con los príncipes, su
expansión en las misiones, sus luchas y persecuciones; sino también su
evolución interior, es decir, el desarrollo de su doctrina, de su liturgia,
su arte propio, sus instituciones de carácter espiritual y, de un modo
particular, el heroísmo de sus mártires y de sus santos.
3) Propiedad fundamental de la Historia de la Iglesia: Como sociedad
constituida por hombres, la Iglesia necesariamente tiene defectos, y en
su historia han debido ocurrir deficiencias más o menos considerables.
Mas, como establecida por Cristo, que es Dios. tiene la promesa de su
asistencia hasta el fin del mundo. Esta asistencia divina sobre la Iglesia
Católica aparece desde el principio. Por esto, no solo no sucumbi6 ante
los múltiples enemigos y persecuciones, sino que fue creciendo y
desarrollándose, y así ha seguido hasta nuestros días, segura de la
protección de Dios. Ninguna sociedad puramente humana hubiera
podido resistir tantos siglos y mantenerse, y aun crecer en medio de
tantos obstáculos. Por esto, la historia de la Iglesia debe ser fiel y
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objetiva. No debe tener dificultad en referirnos las deficiencias de la
Iglesia, que no son otra cosa que la obra de los hombres que la
componen. Precisamente al lado de estos defectos humanos brilla más
el elemento divino, la protección sobrenatural, que Dios ha prometido,
y el heroísmo de la santidad de sus miembros más distinguidos.
4) División de la Historia de la Iglesia: Sobre esta base, pues,
seguiremos a la Iglesia en los estadios siguientes: Ante todo, en la Edad
Antigua, la veremos en su primer desarrollo en sus encarnizadas luchas
con sus enemigos y en su triunfo más completo (1-681). En la Edad
Media, la contemplaremos luchando de nuevo a través de las
oscuridades de los siglos IX y X tender constantemente, hasta llegar a
compenetrarse con los grandes Estados medievales ejerciendo, por
medio del Papa, una verdadera hegemonía en Europa (681-1303). En la
Edad Nueva seguiremos aquella serie de embates que culminan con el
protestantismo, frente a los cuales sale la Iglesia victoriosa y reformada,
si bien con grandes pérdidas territoriales (1303-1648). En la Edad
Moderna, no obstante el racionalismo y laicismo que todo lo invaden,
la Iglesia mantiene y aun purifica su elevado espíritu, siendo en la
actualidad la única fuerza moral de regenerar al mundo (1648-2010).
5) Breve explicación de cada período:
Edad Antigua (1-681): abarca hasta el último de los grandes Concilios
Cristológicos del año 680-681, comprende estos períodos bien
caracterizados. En el primero (1-313) la Iglesia tiene que mantener una
lucha constante contra los enemigos exteriores e interiores, a pesar de
lo cual crece y se desarrolla hasta convertirse en una institución fuerte y
vigorosa, dispuesta a disputar la primacía a la misma religión del
Estado. Es el periodo de crecimiento del Cristianismo.
A este período sigue otro (313-681) de triunfo y de marcha
ascendente, que comienza con Constantino, el año 313, y termina a
fines del siglo VII. Es el período de afianzamiento del Cristianismo re-
alizado por las grandes figuras de los Santos Padres, las grandes
discusiones teológicas y los grandes Concilios. Sin embargo, aun en
este período tuvo que atravesar la Iglesia crisis difíciles, sobre todo la
invasión de los pueblos del norte y la desmembración consiguiente del
Imperio Romano occidental. Pero, gracias a la fuerza interna de que
disponía, consiguió convertir a los pueblos invasores y formar con ellos
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un conjunto de nuevos Estados profundamente cristianos, que
constituyen la base de la Edad Media.
Edad Media (681-1303): La Edad Media, no obstante alguna crisis
que tuvo que atravesar la Iglesia, se caracteriza por el crecimiento,
siempre ascendente del Pontificado, bajo cuya dirección se
desarrollaron los grandes pueblos cristianos y las grandes instituciones
medievales. Pueden distinguirse fácilmente dos períodos: El primero es
de crecimiento y superación de las diversas crisis que tuvieron lugar en
los años 681 a 1073. Estas crisis son el cisma oriental, la catástrofe
ocasionada por los arrolladores avances musulmanes y, sobre todo, el
periodo de decadencia del siglo X llamado siglo de hierro de la Iglesia.
Pero, aun en este tiempo, recibe la Iglesia el refuerzo extraordinario de
la formación de los Estados Pontificios y el establecimiento del nuevo
Imperio Romano occidental. Precisamente, los nuevos emperadores la
ayudaron eficazmente a levantarse de la postración del siglo X. Al
finalizar este periodo, el Pontificado había iniciado ya un cambio
radical y la Iglesia se encontraba en franco avance y reforma general.
El Segundo período, desde 1073 a 1305, significa el punto culminante
de la Iglesia medieval. Sobre la reforma ya iniciada, Gregorio VII y los
Papas que le siguieron realizaron una transformación completa de la
Iglesia, elevando al Pontificado a tal prestigio, que podemos decir que
fue el verdadero director religioso y político de todos los pueblos
cristianos. Es el período de la hegemonía del Pontificado. Esto produjo
en la Iglesia un ambiente de gran prosperidad, con el cual fue posible
aquel florecimiento de la vida y de todas las instituciones cristianas que
caracterizan los .siglos XII y XIII.
Edad Nueva (1303-1648): Esta Edad se distingue claramente de la
precedente por la decadencia del prestigio pontificio. Así aparece ya
inmediatamente en la estancia de los Papas en Aviñón, en que los
romanos Pontífices se vieron cada vez más sometidos a la política
francesa. Esta decadencia aumentó más todavía durante el cisma
occidental que, siguió. Por eso, ya entonces, y a lo largo del siglo XV,
se intensifican los ataques directos al Pontificado, y surgen nuevas
herejías que niegan abiertamente el Primado de Roma.
En este ambiente, acompañado de una relajación general de costumbres
dentro de la Iglesia se explica la rapidez con que prendió la llama de la
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rebelión encendida por Lutero y los renovadores del siglo XVI, cuyos
efectos fueron verdaderamente aterradores. Pero, en medio de tantas
ruinas materiales y morales, Dios infundió nuevas fuerzas a su Iglesia y
la dotó de medios extraordinarios, como fueron el gran Concilio de
Trento, las nuevas Órdenes. Religiosas y los grandes Papas de la
reforma, con lo cual se realizó una reacción poderosísima. De este
modo se operó una reforma completa en la Iglesia, la cual, no obstante
los descalabros sufridos, quedó regenerada y dotada de medios eficaces
para defenderse contra las nuevas pruebas a que fue sometida en los
siglos XVII y XVIII.
Edad Moderna y Contemporánea (1648- 2010): Esta Edad, recibe la
herencia de la división religiosa y la escisión de la Cristiandad, así
como también las ideas de libertad e independencia religiosa, que había
conseguido y realizado la Edad anterior. Ahora bien, la división
religiosa y las ideas fundidas por los innovadores van produciendo sus
frutos, que son: el subjetivismo más radical, el nacionalismo más
exagerado, unido a la negación de la autoridad pontificia; el
indiferentismo religioso, el racionalismo práctico y la revolución.
Por todo esto podemos distinguir claramente dos período: el primero
termina en la revolución francesa en 1789, y se distingue por los
efectos primeros, que van apareciendo de las ideas de 1a falsa reforma:
nacionalismo exagerado con el absolutismo de los reyes, galicanismo y
otros errores; subjetivismo y debilitación del sentimiento católico, en el
jansenismo; indiferentismo religioso, en todas las manifestaciones de la
falsa ilustración.
El segundo período es el resultado natural de lo anterior. Ante todo,
ocurre la catástrofe de la revolución francesa, primer efecto natural de -
las campañas ateas del siglo XVIII. A esto se añaden las consecuencias
naturales en el pueblo cristiano, que es la descristianización de la so-
ciedad, separación del Estado de la Iglesia, laicismo y el materialismo
más desenfrenado. Su manifestación más reciente y palpable es el
comunismo ateo.
Pero de nuevo la magnitud del mal tuvo la virtud de resucitar la fuerza
interior de la Iglesia, por lo cual, después de la revolución francesa, a
principios del siglo XIX, experimentó la Iglesia Católica una gran
renovación espiritual.
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