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-Tertuliano eleva al cristianismo como un todo, una unidad y principio rector que se impone

a cada individuo – en tanto que este quiera aceptarla – a través de la fe. La fe es entonces el
contrato exclusivo y la única vía para aquellos que quieran aceptar el cristianismo. En tanto
que es una cuestión supeditada a la creencia, el cristiano no debe hacer juicios sobre ella ni
mucho menos pretender elegirla, sino simplemente aceptarla.
- Tertuliano no acepta ningún tipo de apreciación metafísica sobre el cristianismo (metafísica
de los gnósticos) aun cuando se presenten como racionales. Aquí el texto deja ver que es
precisamente por eso, a saber, por el uso de razón, que cualquier juicio sobre el cristianismo
es inaceptable, relegando la razón, tal vez, a una mera herramienta que nos ayuda a aceptar
la fe y a ejecutar todo cuanto Dios quiere, en vez de ser el elemento que nos ayude a
cuestionar la veracidad de todo lo que es puesto a nosotros por medio de la ciega fe. La fe es,
entonces, la regla inflexible y ella sola basta.
-Tertuliano se opone radicalmente a la filosofía, y la considera causante de la multiplicación
de las sectas gnósticas; tanto así que afirma que los filósofos son los padres de los herejes.
Atribuye esta condición a Platón y a Sócrates y, por lo ya mencionado, parece condenar a los
paganos en general y a todo aquel que se oponga a la doctrina cristiana. La fe pues supera a
la filosofía. La evidencia de esta supremacía es la eficacia de la fe ante el conocimiento
académico o convencional en cuanto a la revelación de la verdad se trata. Un ejemplo de esto
es que no importa si un hombre es iletrado o no; por poco conocimiento que tenga, puede, a
través de la fe, dar cuenta de Dios y conocerlo esencialmente; mientras que Platón, como se
asegura en el texto, considera que es difícil descubrir el artífice del universo y, mucho menos,
darlo a conocer. Ni siquiera un breve acercamiento a la doctrina Cristiana por parte de los
filósofos es meritoria para Tertuliano, ya que muchas veces estos se acercan a la verdad por
accidente y no por la fe. Siguen estando ciegos de la verdad del Cristo.
-Ahora, Tertuliano, como lo muestra Gilson, con la pretención de aislar la fe de todo posible
vínculo con la filosofía, se dirige por un camino que lo lleva al antirracionalismo. Veamos,
pues, la cita que Tertuliano presenta en el capítulo V de su obra De carne Christti: El Hijo
de Dios ha sido crucificado; no me avergüenzo de ello, porque hay que avergonzarse. Y que
el Hijo Dios haya muerto es completamente creíble, porque es absurdo. Y que, enterrado,
haya resucitado, es cosa cierta, porque es imposible” Parece evidente lo equivoco de estas
premisas, poniendo en evidencia la transición que Tertuliano hace al antirracionalismo en
busca de defender la doctrina cristiana. Si bien parece claro la irracionalidad textual de estas
premisas, tertuliano no las expone con el ánimo de aludir al absurdo del cristianismo, sino
que, por el contrario, lo hace con la pretensión, bastante provocativa, de mostrar que la fe
sólo versa sobre lo inefable e incomprensible, y es por eso que es más efectiva que la misma
razón, pues aquella no puede entender las cosas de Dios. Gilson asegura que Tertuliano, al
mantenerse en esta postura, no ha dicho nada exclusivo que no se viera antes. Sigue entonces
para do sobre el absurdo, absurdo que le da el carácter de certeza al cristianismo.

En cuanto a su concepción de alma, Tertuliano es considerado materialista y piensa igual


que un estoico. Veamos pues su concepción: “Para él el alma es un cuerpo tenue y sutil, análogo al
aire, dotado de tres dimensiones. Se reparte por todo el cuerpo, con cuya forma se desposa. Por lo demás, esto
nos permite considerarla como una sustancia, ya que todo lo que es real es material” Vista pues el alma como
un ente material, Tertuliano establece una dependencia o dualidad cuerpo y alma, en donde esta última
participa del cuerpo en la actividad e incluso se beneficia de la alimentación que este asimila. De manera que
si se trae el argumento de que el alimento del alma es la sabiduría, la cual es inmaterial, entonces muchos
hombres morirían de hambre.

En cuanto al alma, Tertuliano introduce un elemento innovador para explicar su propagación por el mundo:
considera que desde adán las almas se transmiten de padres a hijos. Dota al alma con una disposición interna,
considerando la como un ente material con sus propios órgano y entendimiento. Tertuliano explica también
que las almas heredan los caracteres de las lamas de sus padres, y de ahí que tanto el mal como el bien
permanezcan en el tiempo. Así, el pecado original ha sido transmitido desde Adán. Pero como Dios hizo al
hombre a fin a su propia naturaleza, es decir, a su imagen y semejanza, los caracteres divinos han sido
también transmitidos.

En tanto que todo lo que existe es cuerpo o, en otro sentido, material, Tertuliano eleva a Dios al máximo
cuerpo, solo que es el más tenue y sutil de todos. Dios es en sí mismo, aunque no podamos representárnoslo
de esa manera; sabemos que es uno, una razón que en él se confunde con el bien. Para sustentar la creación,
Dios crea una sustancia espiritual, llamada Verbo. El verbo es Dios mismo, pero como extensión de este. A
manera de analogía, Dios es el sol, el verbo sus rayos. Sin embargo, esto no simplifica a Dios, pues es
necesaria una fuente primera. El verbo no es el padre en su totalidad, y para mostrar esto, Gilson usa el
versículo XIV, verso 28 de S. Juan, donde dice, mi padre es mayor que yo. Con esta doctrina del Verbo,
Tertuliano Justifica la creación, y parece retomar la postura de Justino al

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