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Introducción

Está fuera de toda duda que todo sistema democrático de justicia se


sustenta en tres pilares fundamentales, la independencia judicial, el juez
natural y la imparcialidad del Juez. La independencia garantiza que el Juez
no se encuentra subordinado a ningún poder externo, sino que solamente esté
vinculado al sistema de fuentes del derecho. El juez natural supone que la
aptitud o competencia para avocarse al conocimiento de una causa tiene que
provenir de la ley con antelación. En tanto que la imparcialidad se muestra
como aquel principio que garantiza que el Juez está impedido de identificarse
con las pretensiones de alguna de las partes o de sustituirse en el lugar de
las mismas; su actuación será siempre de naturaleza neutral.

Es en esta línea que el Juez no puede, por ejemplo, adelantar opinión o juicio
de valor respecto a la responsabilidad penal de un imputado, toda vez que la
presunción de inocencia solamente puede ser enervada a través de la
actuación probatoria suficiente, dentro de un proceso plenamente
contradictorio y público, donde el pretensor demuestre que los hechos que
alega efectivamente se han producido. Será, por tanto, luego de la conclusión
del debate, cuando el Juez emita juicio de responsabilidad, no antes. Por
tanto, si lo hace fuera de dicho escenario, habrá quebrantado el principio de
imparcialidad y, por ende, se ha deslegitimado, lo que significa dentro de un
correcto y justo proceso su apartamiento inmediato.

Sin embargo, en la práctica, nuestros jueces suelen quebrantar este principio,


cuando ponen en duda esta condición inescindible de todo sistema de justicia
que se predica como democrático. La manifestación más usual es la
denominada pérdida de imparcialidad.
1.-DERECHO A LA JURISDICCIÓN PREDETERMINADA POR LEY O AL
JUEZ NATURAL

Este derecho garantiza que quien juzgue sea un juez o tribunal de justicia
ordinario predeterminado con los procedimientos establecidos legalmente. Es
así que la competencia jurisdiccional se halla sujeta a reserva de ley orgánica,
lo cual implica que:

“[…] a) El establecimiento en abstracto de los tipos o clases de órganos a los


que se va a encomendar el ejercicio de la potestad jurisdiccional, y b) la
institución de las diferentes órdenes jurisdiccionales y la definición genérica
de su ámbito de conocimiento litigioso. Asimismo, que dicha predeterminación
no impide el establecimiento de sub especializaciones al interior de las
especializaciones establecidas en la Ley Orgánica del Poder Judicial, máxime
si el artículo 82.28 de la misma Ley Orgánica de Poder Judicial autoriza la
creación y supresión de Distritos Judiciales, Salas de Cortes Superiores y
Juzgados, cuando así se requiera para la más rápida y eficaz administración
de justicia”. (Exp. N° 01937-2006-HC/TC, FJ. 2.71).

Es importante precisar que, aunque en el derecho comparado el derecho al


juez natural comporte el atributo subjetivo del procesado a ser juzgado por
un juez determinado por criterios de competencia territorial, capacidad,
actitud, presunta mayor especialización, etc., el derecho reconocido en el
inciso 3) del artículo 139, denominado precisamente “derecho al juez natural”,
subyace solo el derecho a no ser desviado de la jurisdicción preestablecida
por la ley. Es en este sentido que le otorga la comunidad jurídica nacional
como debe entenderse el nomen iuris “derecho al juez natural”.

Pero la predeterminación legal del juez hace referencia exclusivamente al


órgano jurisdiccional y no a la creación anticipada de las salas especializadas.
Es así que las salas especializadas anticorrupción no pueden considerarse
“órganos de excepción”, toda vez que forman parte de otras diversas salas, a
las que únicamente se les ha encomendado ciertas materias. La noción de
“juez u órgano excepcional”, entonces, no debe confundirse con la de
jurisdicciones especializadas, estas últimas nacionalmente permitidas.

Asimismo, la creación de salas especializadas mediante resoluciones


administrativas no vulnera el derecho a la jurisdicción predeterminada por
ley, ya que éstas solo constituyen subespecialidades que vuelven más rápida y
eficaz la administración de justicia. Es importante destacar que resultan
improcedentes los procesos constitucionales que busquen cuestionar la
competencia del órgano jurisdiccional cuando corresponda a aspectos
estrictamente legales, tratando de delimitar así el contenido protegido del
debido proceso.

De las reglas previamente determinadas derivan las exigencias de que una


persona no pueda ser juzgada por reglas procesales dictadas en atención a
determinados sujetos, ni el proceso pueda ser alterado cuando una norma que
se aplicó es modificada con posterioridad. La aplicación inmediata de la ley,
que supone la abrogación de la ley anterior, lleva la convicción de que la nueva
ley es mejor que la derogada. La fecha en la que se inicia el procedimiento
constituye el momento que marca la legislación aplicable en el caso.

Sin embargo, la retroactividad benigna de la ley penal, consagrada en el


segundo párrafo del artículo 6 del Código Penal, es una excepción a esta regla,
por la cual el juez sustituirá la sanción impuesta por la que corresponda
conforme a la nueva ley, siempre que esta última resulte más favorable al
condenado.

Un importante procedimiento preestablecido por la ley se encuentra presente


en el antejuicio de altos funcionarios, en el sentido de que ninguno de ellos
puede ser investigado por el Ministerio Público por una presunta comisión
delictiva, si previamente el Congreso no lo ha sometido a una acusación
constitucional. Ello en base a lo dispuesto en los artículos 99 y 100 de la
Constitución, 89 del Reglamento del Congreso de la República, y la Ley Nº
27399. Los actos llevados a cabo al margen de estas disposiciones resultan
nulos.

2.-DERECHO A UN JUEZ IMPARCIAL.

Ahora bien, para que se respete el derecho al juez natural no basta con que
esté establecido previamente por la ley el tribunal competente, sino que
también ejerza su función con la independencia e imparcialidad que
corresponde. Mientras que la garantía de la independencia, por un lado,
asegura que el juez u órgano juzgador se abstenga de influencias externas
por parte de poderes públicos o privados, la garantía de la imparcialidad se
vincula a la exigencia interna de que el juzgador no tenga ningún tipo de
compromiso con alguna de las partes procesales o con el resultado del
proceso.

El derecho al juez imparcial se identifica con dos vertientes: subjetiva, la


cual asegura que el juez u órgano llamado a decidir sobre el litigio no tenga
ningún tipo de interés personal; y objetiva, según la cual toda persona tiene
derecho a ser juzgada en el marco de determinadas condiciones orgánicas y
funcionales que aseguren la parcialidad del juzgador. Y es que tal como lo ha
establecido el Tribunal Europeo de Derechos Humanos:

“[…] [Debe recusarse todo juicio del que se pueda legítimamente temer
una falta de imparcialidad. Esto se deriva de la confianza que los
tribunales de una sociedad democrática deben inspirar a los justiciables
[…]”. (Caso De Cubber contra Bélgica, del 26 de octubre de 1984)

En palabras del Poder Judicial:

“[…] La imparcialidad […],tiene, aunque la doctrina procesalista tiende a


relativizarla, dos dimensiones, una de carácter subjetivo y vinculada con
las circunstancias del juzgador, con la formación de su convicción personal
en su fuero interno en un caso concreto-test subjetivo-; y otra objetiva,
predicable de las garantías que debe ofrecer el órgano jurisdiccional y
que se establece desde consideraciones orgánicas y funcionales [la
primera debe ser presumida mientras no se demuestre lo contrario; y, la
segunda reclama garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima
sobre su imparcialidad] -test objetivo-”. (Acuerdo Plenario N° 3-
2007/CJ-116, fundamento 6).

Asimismo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha aclarado que en


abstracto no pueden determinarse qué condiciones podrían indicar que el
juzgador ha actuado de manera imparcial, de modo que ello debe estimarse
en cada caso concreto. Al respecto, el Tribunal Constitucional ha establecido
que esta autonomía del Poder Judicial constituye una garantía de la
administración de justicia y un atributo del propio juez, quien debe sentirse
sujeto únicamente al imperio de la ley, a la Constitución, y a la defensa de los
derechos humanos.

Es mediante la motivación de sus resoluciones, hechas ante la opinión pública,


que los jueces atestiguan la imparcialidad e independencia de su actuación
jurisdiccional. Y es que “[…] son las razones de sus decisiones, su conducta en
cada caso y su capacidad profesional expuesta en sus argumentos, lo que
permite a todo juez dar cuenta pública de su real independencia”. (Exp. N°
00654-2007-AA/TC, FJ. 23)

Pero las opiniones vertidas por los propios miembros del Poder Judicial sobre
procesos de gran relevancia social que aún no han adquirido la calidad de cosa
juzgada o que aún no se encuentran en la etapa de juicio público, en muchas
ocasiones, afectan negativamente la garantía de imparcialidad de los jueces
encargados de emitir la decisión final, toda vez que tales declaraciones
podrían generar una conciencia contraria a lo que podría ser el fallo. Las
presiones públicas finalmente podrían generar expectativas de resolución y
desviar la posición del juzgador como tercero imparcial.

2.1.- Imparcialidad

Epistemológicamente, tenemos que "la palabra "imparcial" se encuentra


definida en el diccionario como: "que juzga o precede con imparcialidad; que
incluye o denota imparcialidad. También como recto, justa y equitativo". Por
su parte, el vocablo "imparcialidad" este definido como "carácter de
imparcial: el primer deber de un magistrado es la imparcialidad”.

Montero Aroca señala que la imparcialidad implica, necesariamente, “la


ausencia de designio o de prevención en el juez deponer su funci6n
jurisdiccional al servicio del interés particular de una de las partes. La
funci6n jurisdiccional consiste en la tutela de los derechos e intereses
legítimos de las personas por media de la aplicaci6n del Derecho en el caso
concreto, y la imparcialidad se quiebra cuando el juez tiene el designio o la
prevención de no cumplir realmente con esa función, sino que, incumpliendo
con ella, puede perseguir en un caso concreto servir a una de las partes".

Elementos básicos de este principia implica que las personas juzgadoras


posean las siguientes virtudes:

a.- Ausencia de prejuicios de todo tipo (particularmente raciales o religiosos),

b.- Independencia de cualquier opinión y, consecuentemente, tener oídos


sordos ante sugerencia o persuasión de parte interesada que pueda influir en
su Ánimo,

C.- No identificación con alguna ideología determinada,

d.- Completa ajenidad frente a la posibilidad de dadiva o soborno; y a la


influencia de la amistad, del odio, de un sentimiento caritativo, de la
haraganería, de los deseos de lucimiento personal, de figuración periodística,
etc.

e.-Y también es no involucrarse personal ni emocionalmente en el meollo del


asunto litigioso y evitar toda participación en la investigaci6n de los hechos o
en la formación de los elementos de convicción, así como de fallar según su
propio conocimiento privado el asunto.
f.- Tampoco debe tener temor al que dirán ni a separarse fundadamente de
los precedentes jurisprudenciales, etc.

2.2.- Independencia

La independencia emana del rol de tercero que ocupa el juzgador en el proceso. Esta
posición no solo le impide realizar tareas de las partes sino también depender en su
decisión de criterios o intereses de estas, o de personas o instituciones ajenas al
proceso.

Es decir, el juzgador en su deber de dirección no debe permitir influencias


en la toma de decisiones. El juez ideal es aquella persona instruida en la ley
que es independiente, de manera que él o ella serán guiados en la toma de
decisiones Únicamente por el conocimiento legal y la experiencia judicial.

Esta independencia no es solo del juez sino del proceso como esquema lógico,
nada ajeno debe influir en él ni alterar su estructura. Es decir, el juez debe,
con conocimiento real de su función y de los derechos y garantías por los que
debe velar, conducir el proceso de manera tal que las partes tengan la
posibilidad de realizar todos los pasos previstos. Pero hasta acá llega su
función, solo debe dar la posibilidad, si esta no es aprovechada no es
incumbencia del juzgador. Por eso debe mantener fuera del proceso sus
impulsos heroicos por hacer justicia y descubrir la verdad real, el juez acá
debe "hacer el proceso" y nadie puede decir que esto es poco.

3.-PROCESO PREESTABLECIDO POR LEY.

Este derecho, reconocido en el inciso 3 del artículo 139 de la Constitución,


garantiza que una persona sea juzgada bajo reglas procedimentales
previamente establecidas, pero ello no significa que tengan que respetarse
todas y cada una de estas reglas pues, de ser así, bastaría un mínimo vicio en
el proceso para que se produzca la violación de este derecho.

De las reglas previamente determinadas derivan las exigencias de que una


persona no pueda ser juzgada por reglas procesales dictadas en atención a
determinados sujetos, ni el proceso pueda ser alterado cuando una norma que
se aplicó es modificada con posterioridad. Respecto de este último punto es
importante mencionar que la fecha en la que se inicia el procedimiento
constituye el momento que marca la legislación aplicable en el caso.

Es así que en lo que atañe a beneficios penitenciarios, y conforme se


desprende de los artículos 50 y 55 del Código de Ejecución Penal, la fecha de
presentación de la solicitud para acogerse a los mismos es la que determina
las leyes aplicables. Así, en un caso, la beneficiaria Beltrán Ortega, condenada
en un primer momento por el delito de Tráfico de Influencias, previsto en el
artículo 400, Capítulo II, sobre Delitos Cometidos por Funcionarios Públicos
del Código Penal, solicitó acogerse a los beneficios penales y penitenciarios
de la Ley Nº 27770 (para delitos contra la Administración Pública), vigente
al momento en el que cometió el delito. Su solicitud de semilibertad fue
finalmente acatada en primera y segunda instancia.

Otro importante procedimiento preestablecido por la ley se encuentra


presente en el antejuicio de altos funcionarios, en el sentido de que ninguno
de ellos puede ser investigado por el Ministerio Público por una presunta
comisión delictiva, si previamente el Congreso no lo ha sometido a una
acusación constitucional. Ello en base a lo dispuesto en los artículos 99 y 100
de la Constitución, 89 del Reglamento del Congreso de la República, y la Ley
Nº 27399. Los actos llevados a cabo al margen de estas disposiciones resultan
nulos.

4.- Conclusiones

El derecho al juez imparcial se enuncia como el derecho de los ciudadanos a


que sus litigios y controversias de naturaleza jurídica sean decididos por un
tercero imparcial y ajeno al conflicto. La jurisprudencia y doctrina de los
derechos humanos han señalado los contornos de este derecho, ligándolo
expresamente con el derecho al debido proceso. Sin perjuicio, hay quienes
además lo relacionan con el principio del juez natural y los derechos del juez
predeterminado por la ley y de independencia judicial. Se ha identificado, en
el nivel doctrinario y jurisprudencial que, este derecho en su contenido
esencial supone dos aspectos: el subjetivo, que intenta evitar el juez
prejuicioso mientras, que la imparcialidad objetiva pretende desterrar
cualquier duda sobre la apariencia de imparcialidad del juez. La finalidad
última del derecho es asegurar “la confianza que los tribunales deben inspirar
a los ciudadanos en una sociedad democrática”. A ese efecto el juez no sólo
debe ser imparcial, también tiene que parecerlo y, el justiciable tiene el
deber de confiar en el sistema. Las dudas que puedan generarse deberán
tener una justificación objetiva.
Referencias bibliográficas

 AGUDELO Ramírez (Martin). Introducci6n al Estudio del Derecho


Procesal, Medellín, Sefial Editora, 1999.
 ALVARADO VELLOSO, (Adolfo). Introducci6n ... ob.cit., t.l p.261,
citado por Andrea Meroi en "La imparcialidad judicial", en prensa.
 AGUILO REGLA, (Joseph). "Independencia e imparcialidad de los
jueces y argumentaci6njurldica", Madrid, Isonomia, N°6, 1997.

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