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Es en esta línea que el Juez no puede, por ejemplo, adelantar opinión o juicio
de valor respecto a la responsabilidad penal de un imputado, toda vez que la
presunción de inocencia solamente puede ser enervada a través de la
actuación probatoria suficiente, dentro de un proceso plenamente
contradictorio y público, donde el pretensor demuestre que los hechos que
alega efectivamente se han producido. Será, por tanto, luego de la conclusión
del debate, cuando el Juez emita juicio de responsabilidad, no antes. Por
tanto, si lo hace fuera de dicho escenario, habrá quebrantado el principio de
imparcialidad y, por ende, se ha deslegitimado, lo que significa dentro de un
correcto y justo proceso su apartamiento inmediato.
Este derecho garantiza que quien juzgue sea un juez o tribunal de justicia
ordinario predeterminado con los procedimientos establecidos legalmente. Es
así que la competencia jurisdiccional se halla sujeta a reserva de ley orgánica,
lo cual implica que:
Ahora bien, para que se respete el derecho al juez natural no basta con que
esté establecido previamente por la ley el tribunal competente, sino que
también ejerza su función con la independencia e imparcialidad que
corresponde. Mientras que la garantía de la independencia, por un lado,
asegura que el juez u órgano juzgador se abstenga de influencias externas
por parte de poderes públicos o privados, la garantía de la imparcialidad se
vincula a la exigencia interna de que el juzgador no tenga ningún tipo de
compromiso con alguna de las partes procesales o con el resultado del
proceso.
“[…] [Debe recusarse todo juicio del que se pueda legítimamente temer
una falta de imparcialidad. Esto se deriva de la confianza que los
tribunales de una sociedad democrática deben inspirar a los justiciables
[…]”. (Caso De Cubber contra Bélgica, del 26 de octubre de 1984)
Pero las opiniones vertidas por los propios miembros del Poder Judicial sobre
procesos de gran relevancia social que aún no han adquirido la calidad de cosa
juzgada o que aún no se encuentran en la etapa de juicio público, en muchas
ocasiones, afectan negativamente la garantía de imparcialidad de los jueces
encargados de emitir la decisión final, toda vez que tales declaraciones
podrían generar una conciencia contraria a lo que podría ser el fallo. Las
presiones públicas finalmente podrían generar expectativas de resolución y
desviar la posición del juzgador como tercero imparcial.
2.1.- Imparcialidad
2.2.- Independencia
La independencia emana del rol de tercero que ocupa el juzgador en el proceso. Esta
posición no solo le impide realizar tareas de las partes sino también depender en su
decisión de criterios o intereses de estas, o de personas o instituciones ajenas al
proceso.
Esta independencia no es solo del juez sino del proceso como esquema lógico,
nada ajeno debe influir en él ni alterar su estructura. Es decir, el juez debe,
con conocimiento real de su función y de los derechos y garantías por los que
debe velar, conducir el proceso de manera tal que las partes tengan la
posibilidad de realizar todos los pasos previstos. Pero hasta acá llega su
función, solo debe dar la posibilidad, si esta no es aprovechada no es
incumbencia del juzgador. Por eso debe mantener fuera del proceso sus
impulsos heroicos por hacer justicia y descubrir la verdad real, el juez acá
debe "hacer el proceso" y nadie puede decir que esto es poco.
4.- Conclusiones