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EL GRAN PROBLEMA METAFÍSICO Y LA TRADICIÓN

Dentro de las religiones de línea abrahámica hay una especie de jerarquía que permite
distribuirlas de acuerdo con los criterios del inmanentismo y del trascendentalismo.
La religión que puede ser considerada la religión por excelencia, es, por supuesto, el
judaísmo. Y sobre todo, la forma de judaísmo que se desarrolló después de la llegada
de Jesucristo, que rechaza no sólo la Persona y misión de Jesús, sino el principio del
Dios inmanente, Emmanuel (que en hebreo significa "Dios con nosotros"). El abismo
entre el Creador y la creación en el judaísmo es máxima, y en general, el concepto de
la creación misma, el "creacionismo", es de origen judío. El judaísmo encarna el
apofatismo abrahámico llevado hasta su extremo lógico.
El cristianismo del contexto abrahámico es el polo opuesto al judaísmo. De todas las
religiones, el cristianismo es la más catafática, gnóstica y esotérica. La figura central del
cristianismo es Dios Hijo, en el plano religioso sustituye al principio metafísico del ser
puro. En cierto modo, el cristianismo primitivo de hecho coincidió con el esoterismo
judío, incluyendo muchos aspectos de diversas enseñanzas judías - esenios, merkaba,
gnosis, etc. También era al mismo tiempo judío, además de gnóstico religioso y
universal, como lo demuestran las palabras de San Pablo en relación con el rango de
Melquisedec, que encarna el aspecto supra-abrahámico de la Tradición (¡hay que
recordar que Abraham ofreció diezmos a Melquisedec como el más alto!), y un sumo
sacerdote que es del orden del propio Cristo.
Por último, el Islam se encuentra entre estos dos polos abrahámicos opuestos, por un
lado, tendiendo a la perspectiva cristiana, y por el otro lado, haciendo hincapié en el
trascendentalismo de Dios, incluso más radicalmente que el judaísmo ("Di: Allah es Uno,
Dios eterno, no engendrado y no generado, y no hay otro como él"). Además, todo el
Islam esotérico - sufismo, chiísmo, etc - hace especial hincapié en el principio de la
divinidad inmanente. El sufismo sunní afirma "la luz de Mahoma" como la realidad
central, inmanente en toda la creación, la luz del ser puro. En el chiísmo esta función es
realizada por el "imán" o "luz del imamato", lo que a veces es incluso "la naturaleza
divina de los espíritus de los imanes". Y en versiones extremas del chiísmo - ismailí,
aleví, etc. - el concepto de una divinidad inmanente se centra en la persona de Qayím,
el Imán escatológico, el "hijo perfecto", que se considera está en un orden secreto a
toda la creación, que lo aproxima no sólo a la perspectiva cristiana en general, sino a
los aspectos más esotéricos y gnósticos del cristianismo.
Pero ahora es importante prestar atención especial al hecho de que la religión, sobre la
base del apofatismo, sólo refleja de forma implícita una perspectiva metafísica que se
sitúa en su centro. Por lo tanto, siempre dentro del marco de la religión, incluso el
orientado hacia lo gnóstico, tratamos sólo con los objetos de la fe, y por lo tanto la gnosis
es aún incompleta, y el principio del Dios inmanente es probable que se aplique a alguna
modalidad interna, y no al ser puro. Esto significa que, si la religión esotérica no es
ajustada continuamente hacia el interior por el esoterismo, el objeto central
inevitablemente se desliza por la jerarquía ontológica, convirtiéndose en un ídolo, un
fetiche. Por lo tanto un símbolo del ser puro puede fusionarse de manera inseparable
con la manifestación del Intelecto Primero, luego con el "alma del mundo" (Anima Mundi)
y, por último, como una unidad lógica corporal del cosmos. Estos pasos se pueden ver
fácilmente en el declive histórico del cristianismo occidental, que en sus doctrinas
teológicas, y especialmente en los conceptos de algunas de las sectas cristianas más o
menos contemporáneas, secuencialmente desplazan hacia abajo la Persona de Cristo
a través de la jerarquía ontológica, hasta Su proclamación como un simple (aunque
excelente) hombre, como en algunas corrientes del protestantismo.
En el otro extremo del abrahamismo, en el judaísmo, tampoco hay ninguna garantía de
no caer en la idolatría: en primer lugar, la nada metafísica dentro de la religión también
se proyecta en el interior de la ontología y sólo simbólicamente actúa en su realidad.
Esto conduce lógicamente al caso de pérdida del secreto en las proporciones
correspondientes - tal necesidad de secreto pertenece a la esfera del esoterismo puro.
Y en segundo lugar, cuando el principio es considerado demasiado
apofáticamente, tarde o temprano se comienza a no tener en cuenta, se considerará
simplemente no existente. Esto puede dar lugar a la ilusión de la inevitabilidad, y la
suficiencia de la protección del medio ambiente material específico, lo cual no significa
simplemente idolatría, sino una grave forma de materialismo de consumidor.
Así que ambos polos abrahámicos, en caso de pérdida del conocimiento de las
proporciones relevantes, corren el riesgo de transformarse en una parodia perversa no
sólo en la tradición como tal, sino también en la propia religión en su sentido verdadero
y tradicional.
En cuanto al Islam, está en el medio de la escala abrahámica, tiene cierta inmunidad
respecto al uno y al otro y respecto a la posibilidad de distorsión. El Islam es más
religioso y menos gnóstico en comparación con el cristianismo, y por lo tanto es estable
con respecto a los peligros de una excesiva y no autorizada inmanentización. Por otro
lado, es menos religioso que el judaísmo, de ahí que sea menos probable que se
escinda de forma irreversible de la fuente, y como resultado caiga así en el materialismo
práctico y en la abstracción que asesina el espíritu mismo de la religión.
Sin embargo, la solución de los grandes problemas acerca del significado de la
emergencia del Ser a un nivel religioso es imposible. Pertenece al campo del
esoterismo, lo que significa que incluso para formular este problema de manera
adecuada, es necesario ir más allá del abrahamismo, llevar, al igual que el mismo
Abraham, diezmos simbólicos para el Dios que lleva el nombre de "El Elyon", el "Dios
Altísimo", es decir, Dios, que es mayor y superior a todos los demás dioses.
La solución de este gran problema metafísico está conectado con el misterio de la
tradición esotérica, que se basa en símbolos extraídos de una variedad de contextos
sagrados, pero que está más allá del alcance de estas formas. El momento de la
elección definitiva realizada dentro de esta tradición, lógicamente deberá coincidir con
el punto más crítico de la existencia no sólo de las tradiciones de la tierra, sino también
de la totalidad del ser.
De acuerdo con la doctrina islámica, el profeta Mahoma fue el último de los profetas, el
último instaurador y reformador de la ley tradicional, "el sello de los profetas". Pero el
esoterismo chií establece que al final del ciclo debería aparecer el último de los
intérpretes esotéricos de la Revelación, el "sello esotérico". Con él y sus compañeros,
todo el significado metafísico de la pregunta acerca del sentido y la finalidad del origen
secreto del Ser se restablece conforme a las limitaciones inherentes a las tradiciones y
religiones, firmemente establecidos en la perspectiva metafísica adecuada.
Esta teofanía escatológica afecta significativamente a todas las religiones y tradiciones,
dejando al descubierto su núcleo oculto.
Pero el papel principal en este evento escatológico se le asigna al cristianismo - la
tradición de llevar la clave del misterio que supera incluso el gran y completo silencio.

Fuente: Alexander Dugin


APOFATISMO
La palabra apofatismo se deriva del verbo apofasko = apófemo, que significa "negar”.
Ordinariamente se refiere a la teología por «teología apofatica” se entiende aquella vía
teológica que procede por medio de negaciones, negándose progresivamente a referir
a Dios los atributos sacados del mundo sensible e inteligible, a fin de acercarse a Dios
-que está más allá de todas las cosas creadas y de todos los conocimientos relativos a
ellas-, trascendiendo todo conocimiento y todo concepto. Al contrario, la teología
catafática, propia de la tradición occidental, es el procedimiento teológico por el que se
refieren a Dios los conceptos relativos a los nombres con que se le indica esos
conceptos, sacados de los seres derivados de Dios, pueden referirse a él como Causa
primera de todas las cosas, pero nunca pueden expresar adecuadamente su naturaleza.
Hay que afirmar sin embargo que también en Occidente encontramos una interesante
tradición apofática; baste recordar al maestro Eckhart, o a los místicos españoles del s.
XVl, o simplemente la tradición mística franciscana. Aquí, sin embargo, nos referimos
sobre todo al apofatismo oriental, ya que éste encuentra su calificación precisamente en
esta tradición.
Los teólogos bizantinos basan su doctrina de la visión de Dios en algunos textos bíblicos
que pasarían a ser clásicos en este género de literatura. El primer pasaje es el del Éxodo
(33,2023), donde Dios dice a Moisés: «No podrás ver mi cara, porque quien la ve no
sigue vivo”. Dios hace pasar su gloria mientras cubre con su mano a Moisés, que
permanece oculto en un agujero de la roca; cuando Dios levanta su mano, Moisés lo ve
de espaldas, sin haber podido ver su cara.
Los textos del Nuevo Testamento son todavía mas explícitos en sentido negativo. Así
Pablo dice de Dios que «es el único que posee la inmortalidad y habita una luz
inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver" (1 Tim 6,16). Juan afirma:
«Nadie ha visto jamás a Dios” (1 Jn 4,12). Esta misma expresión se encuentra en el
evangelio con el añadido: «el Hijo único, que es Dios y que esta en el seno del Padre,
nos lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). El Nuevo Testamento señala esta absoluta
trascendencia de Dios por medio de atributos desconceptualizados, por el alfa (= a)
privativa, como aóratos (= invisible: Rom 1,20), árretos (= indecible: 2 Cor 12,4),
a,.lexereú,.letos (= insondable, inescrutable: Rom II,33), aprósetos (= inaccesible: 1 Tim
6,16). Las expresiones bíblicas en que se dice que se ha visto a Dios «cara a cara” (Gn
32,24-30~ Éx 33,1 1~ Dt 34,10) quieren expresar un encuentro personal con Dios
personal, aunque envuelto en el misterio.
Aunque hay muchas alusiones en torno a la incognoscibilidad de Dios en los Padres
anteriores al s. 1V, los que hablaron sobre esto más claramente son los Padres
capadocios. Les da ocasión para ello Eunomio (entre el 365 y el 385), que profesa un
optimismo gnoseológico que le hacía decir. «conocemos a Dios como nosotros somos
conocidos por él”. y, dirigiéndose a sus adversarios, citaba el texto de Juan : «vosotros,
samaritanos, no sabéis lo que adoráis; nosotros sabemos lo que adoramos" (Jn 4,22).
Eunomio representaba aquella corriente de pensamiento que, apelando a la filosofía
aristotélica, identificaba a Dios simplemente con el ser. Por tanto, conocer a Dios
significaba conocer el ser. La experiencia religiosa se «racionalizaba”; la «mente”, al
conocer el ser, por eso mismo tenía la experiencia de Dios.
Los Padres quieren oponerse precisamente a esta desviación de la experiencia religiosa
revelada. El Dios de los filósofos, alcanzado a través de la razón, no podía ser el de la
revelación.
El Dios revelado era total, lo distinto, absolutamente gratuito como experiencia, ya que
su naturaleza era la de ser trinitario, es decir, absolutamente comunional.
El primer paso que dan los Padres es, por consiguiente, insistir seriamente en la
inefabilidad de Dios: dicen lo que Dios no es, para presentar a continuación lo que es y
cómo se le puede alcanzar. Partiendo de la inefabilidad de Dios, plantean toda la vida
cristiana como comienzo, como desarrollo y como consumación escatológica.
El apofatismo encuentra su cima en Dionisio Pseudo-Areopagita, el misterioso autor del
Corpus dionisiacum (probablemente a comienzos (s. VI), el que influyó más que todos
en la mística bizantina. Dionisio distingue dos caminos teológicos posibles: uno procede
por afirmaciones (teología catafática o positiva), la otra por negaciones (teología
apofática o negativa). La primera nos conduce sin duda a un cierto conocimiento de
Dios, pero se trata de un camino muy imperfecto. El camino apofático, aunque nos
conduce a la ignorancia perfecta, es sin embargo la única que es conforme con la
naturaleza incognoscible de Dios. En efecto, todos los conocimientos tienen como objeto
lo que es, mientras que Dios esta más alláa de todo lo que existe. Para acercarse a él,
sería menester negar todo lo que es inferior a él, es decir, todo lo que realmente es. Hoy
los teólogos orientales intentan resaltar toda la positividad teológica del apofatismo
afirmando, por una parte, que el apofatismo cristiano es distinto del platónico. En efecto,
para el platonismo la imposibilidad de conocer a Dios dependía del hecho de que el
hombre está aprisionado en el cuerpo, "caído" porque su alma espiritual está prisionera
en la materia del cuerpo y no podía conocer a Dios que es espiritual. Para el cristianismo,
por el contrario, ni siquiera los ángeles pueden conocer la naturaleza de Dios, si él no
les revela algo de sí mismo. Por otra parte. se afirma que la profesión de la
incognoscibilidad de Dios no significa agnosticismo o rechazo del conocimiento de Dios.
Es más bien la negación a hacer del cristianismo un sistema filosófico que especule con
conceptos abstractos, ya que el cristianismo es ante todo una comunión con Dios. Se
conoce a Dios contemplándolo, experimentando su presencia. Así pues, el apofatismo
evitaría por una parte el racionalismo, ya que no se dirige a Dios con categorías
racionales, y por otra el panteísmo, ya que no habla de comunión con la Esencia, sino
con las Energías increadas de Dios (cf. Palamismo). Spiteris Bibl.: 1. Mancini, Dios. cn
NDT 328s; M, M. Garijo GUembc, Palamismo en El Dios cristiano, Scr Trinitario 1992,
1029- 1042; Losskij, Teología mistica de la Igiesia de Oriente, Herder, Barcelona 1982;
J Hochstaffel, Negative Theologie. Ein Versuch des patristischen Begritfs, Múnich 1976:
C, Yannaras, IgnoranZa e conoscenZa di Dio, Milán 1973.

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