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Cambiar el Mundo es Cambiar la

Vida*
(sobre Rosa Luxemburg y los jóvenes)

Agnes Heller

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Ya el joven Marx consideraba la moral estoico-epicúrea como algo


modélico. No sólo su tesis doctoral, sino también su análisis posterior
de Fleur de Marie de Les Mystères de Paris muestran este interés y
también Lukács se vio influido en el curso de su vida de manera
frecuente por esta corriente de ideas, o al menos fue seducido por
ella. En las discusiones éticas de 1919 ya mencionadas, su primera
ética (democrática) se orientaba ya en esta dirección. A partir de los
años treinta (en sus ensayos de crítica literaria) esta tendencia se
hizo predominante y en la Estética sencillamente exclusiva. Goethe,
Schiller y el clasicismo alemán mediaban para él la simpatía por el
estoicismo y el epicureísmo, y la crítica de Schiller a Kant fue decisiva
para esta actitud. Que la razón y el entendimiento, de un lado, y el
mundo de los sentimientos y de las inclinaciones naturales, de otro,
no se contradicen sino que deberían desarrollarse en recíproca
armonía suponía para él una exigencia práctica. La humanización de
la naturaleza humana significaba para él (como para Marx) la racio-
nalización de nuestro mundo emocional (Marx formuló esto diciendo
de forma bastante exagerada que incluso los órganos de los sentidos
humanos deberían ser teóricos) y al mismo tiempo la
emocionalización de nuestro mundo racional. El ideal era el hombre
que no subsume sus inclinaciones en un deber abstracto porque no le
hace falta, porque le nace hacer el bien.

Esta ética ha sido siempre atrayente para mí y éste es también el


motivo por el que no podía aceptar como destino eterno del hombre
la tripartición freudiana de la psique en yo, superyo y ello. Su fuerza
de atracción era para mí también muy importante porque soy mujer.
Que en el mundo actual, igual que en el de ayer, la moral estoico-
epicúrea cuadra más con la naturaleza de la mujer que con la del
varón, eso ya lo sabía el propio Lukács. Por eso en sus ensayos los
ejemplos de la ética epicúrea eran siempre mujeres: la Judith de
Grünen Heinrich, la Philine de Wilhelms Meisters Lehrjahre y Minna
von Barnhelm. Dicho más exactamente: todos los que han encarnado
esta ética de un modo democrático y no a partir de una consciencia
de élite eran mujeres.

El modelo del estoicismo-epicureísmo es activo. No implica ninguna


tendencia al apartamiento, ningún escapismo, ninguna retirada a una

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mera esfera privada. La imagen clásica de un epicureísmo socialista
fue Rosa Luxemburg. Fue una de las más importantes pensadoras y
luchadoras del socialismo, pero su razón nunca fue "calculadora".
Introdujo la pasión en el pensamiento y en la acción, pero ni la más
mínima huella de resentimiento personal. Con todo su compromiso en
el movimiento, nunca fue una "superpolitizada". Rechazó el ascetismo
también porque era demócrata: el ascetismo es siempre un modo de
conducta aristocrático. Gozó de la vida. El amor, la amistad, la
naturaleza, el arte: todo formaba parte, para ella, de una vida plena.
Estimular artificialmente la capacidad de goce estaba lejos de su
personalidad. Encontraba placer en las cosas más pequeñas de la
vida: en una planta en crecimiento, en cocinar para los hijos de
Kautsky, en la compañía silenciosa de sus amigas, en un buen libro.
Conscientemente se identificaba con el modelo goethiano de vida y
siempre quiso convencer a todos sus camaradas de que precisamente
este modo de vida era el que debía practicar el luchador.

También forma parte del moderno epicureísmo hallar el justo "medio"


en nuestra forma de vivir. Quien se preocupe con exclusividad de su
propia "identidad", de la solución personal para el miedo y las
"frustraciones", quien cultiva el goce por la capacidad de gozar y la
capacidad de gozar por el goce, con el fin de conseguir la
"satisfacción" o "la tranquilidad" o incluso el perfeccionamiento de la
subjetividad en un mundo lleno de crueldad, en el que la violencia y
la muerte por hambre están al orden del día, en el que se está
éticamente obligado a aportar ayuda en función de las posibilidades
incluso renunciando a uno u otro placer, esa persona encarna la
propia identidad de la alienación. La mera autoliberación de las
represiones es la confirmación de las represiones. Un hedonismo de
esta naturaleza es contrario a lo que se debe hacer y acaba
envenenando la propia inclinación. Nunca se convertirá en
inclinación-al-bien, sino en inclinación-a-lo-agradable. Muy superiores
a este tipo de persona son incluso aquellos hombres que están
completamente inmersos en la lucha diaria por la vida y
sobrecargados de viejos prejuicios y ello por el simple hecho de que
viven en el mundo y a pesar de todo, voluntaria o involuntariamente,
aportan algo a la sociedad. Sin embargo, quien, a la inversa, sólo vive
en el mundo y para el mundo, quien se sumerge por completo en la
actividad política y sólo razona para ella y no encuentra el "tiempo
libre" para la autorreflexión, para convivir-con-los-demás, para gozar
de la vida, para la inmediatez, quien disuelve toda su subjetividad en
las acciones, es decir, el "súper politizado", cuyo mundo de
sentimientos se va debilitando o se aferra única y exclusivamente a
las "acciones", quien ya no es capaz de diferenciar entre lo
importante y lo adjetivo, porque el acontecimiento político más nimio
adquiere para él enormes dimensiones, quien precisamente por eso
cae en una profunda desesperación cuando algo no sale conforme a
sus planes, que no sabe sencillamente qué hacer consigo mismo
fuera de la actividad política cotidiana precisamente porque está
vacío, porque ha perdido toda personalidad, ese es justamente
idéntico al mundo en el que vive. No se libera a sí mismo de las
represiones de las que quiere liberar al mundo. Su razón se convierte

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en "listeza", su entendimiento se hace calculador. Incluso los hombres
que diariamente se pasan el tiempo con sus hijos ante el aparato de
televisión están por encima del "súper politizado" porque han
preservado un fragmento de su esfera íntima y de su capacidad de
goce.

Lo que significa el estoicismo-epicureísmo es cosa que deseaba poner


de relieve a través de la personalidad de Rosa Luxemburg.
Resumiendo: ni hedonismo ni "súper politización", sino la tercera
posibilidad, el "medio": una vida plena, una vida activa, racional,
orientada al mundo, en la que se aprenda a distinguir entre lo
importante y lo accesorio porque no se renuncia a la autorreflexión ni
al goce de uno ni al placer de vivir, por lo que tampoco se sume uno
en la desesperación cuando algo "se hunde", porque no se ha
alcanzado un objetivo.

Habéis preguntado cuál es mi opinión sobre la joven generación...


Pues bien, no quisiera manifestar ninguna opinión sobre ella, primero,
porque aún recuerdo cómo me indignaba cuando era una muchacha
joven siempre que los "adultos" emitían un juicio sobre mi generación
y, segundo, porque no creo que sea posible decir nada en general
sobre una generación. Vosotros, que pertenecéis a esta generación o
que estáis aún cercanos a ella, decíais que se inclina por modelos
meramente contemplativo-hedonistas. Esto es posible y cuando yo
critico ese modelo, también critico a quienes se inclinan por él. Pero
en los últimos veinte años se han escrito tantas cosas sobre la
juventud cuya irrelevancia era ya total tan pronto como la tinta se
había secado o en cuanto se publicaba la crítica, que toda precaución
es poca en este sentido. Y por lo que se refiere al consejo: yo
recomiendo de verdad el "medio" entre la condición del
"superpolitizado" y el hedonismo, es decir, la ética y el
comportamiento estoico-epicureísta, pero no sólo para la generación
joven, sino también para la nuestra, para la "vieja".

* (Fragmento de entrevista en "La revolución de la vida cotidiana",


1979, traducida por Jacobo Muñoz).

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