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Un pasado sin olvido

Vale la pena asomarnos a la ventana del pasado y desembocar en los datos que
han cifrado las FARC desde su militancia en Colombia, ese punto de la historia en
el que hemos transcendido y que nos ha aquejado inminentemente en más de
medio siglo. Son más de 300.000 muertos, más de 7 millones de desplazados,
100.000 secuestrados, más de 8 millones de hectáreas despojadas y otras
abandonadas, seguramente por la intimidación. Para nadie es de desconocimiento
que cada guerra, cada disputa por el poder, en consecuencia; termina por dejar
sus muertos, victimas y secuelas.

Muy triste es cuando se origina una lucha revolucionaria y en el transcurso de esa


lucha; se pierdan los objetivos, se pierda el norte de esa brújula de disputa por el
poder sin herir al pueblo, cuando se disipan los ideales que en un principio fueron
forjados con firmeza y con cierta dosis de esperanza, para encaminar las armas
en otro sentido, sembrar el terror, promover el dinero fácil producto del
narcotráfico, y profanar nuestra cultura de paz. Y seguidamente convertirnos en
eso que somos en la actualidad: victimas, víctimas de un pasado sin olvido.

Hacer la salvedad en unos acuerdos, probablemente sea una de las formas más
viables para la terminación del conflicto y permitir la participación política de las
FARC, aun borrando sus antecedentes, poniendo en prueba la justicia y la propia
constitución. Pero debemos tener en cuenta, que el país tiene memoria, que la
aceptación no va ser en absoluto y la incertidumbre crecerá en cada instante, y en
las urnas, sea por el SI o el NO, prevalecerá el temor, las indecisiones, hay
contrariedades, para unos se acaba el discurso de guerra, otros en tratar de
polarizar el país y otros en lo positivo, promover el discurso de paz, promover
acciones de paz, aunque al final nos termine por ser un pensamiento utopía.

La gran ironía es que bien nacimos en un país en guerra, que las tranquilidades
que emergen son esporádicas, que no somos dados al olvido de quienes nos
acechan y nos siembran el miedo, y lo más terrible de todo; es que hacemos parte
de un país que desconoce quiénes son los buenos y los malos, que nos venden
propagandas constantemente en los medios de comunicación, como intentando
ponernos una venda y que marchemos a ciegas con sentido patrio, como
simbología de nuestro atraso y para vergüenza del pueblo “todo está bien”.

De lo que ya está destinado en los acuerdos, algo si debemos hacer asegurar ante
el actual gobierno, cosa que por desgracia no sucedió en los demás, y es
garantizar la visión de una Colombia en paz, pensando en que si es posible que se
impulse el crecimiento de las oportunidades, el crecimiento económico y el
bienestar de las familias, la apuesta al proceso es por ellos, por la fuerza de la
juventud, por su ingenio, por su solidaridad, por su creatividad y por sus ganas de
crear una Colombia distinta, esa en la que prevalezca la verdad, la libertad, la
reconciliación, la reparación y la justicia. Sostener esa esperanza es de vital
importancia, aunque el pasado nos abrume y aceche, porque de eso no tenemos
olvido.

Bayron Araújo Campo


Escritor y periodista

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