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Cultura y política en los años '60, Buenos Aires, Instituto de Investigación Gino Germani, Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1997, pp. 171-186. ISBN 950-29-0375-7.
2. DE ESCRITOR A INTELECTUAL.
1968 y con un hito principal en 1971, con el estallido del caso Padilla. Al
menos, esos episodios puntuales pueden verse como el síntoma de un
proceso en el que variaban los criterios de la legitimidad y el prestigio
intelectual.
Una doble constatación que abre el período parece al menos
paradójica: por un lado, la asunción de que los intelectuales están
llamados a constituirse en portavoces de una vaga pero extendida
urgencia de transformación social; por otro, la aceptación de que los
productos artísticos del continente, por su circulación errática y
restringida, no alcanzan a constituir una verdadera cultura
latinoamericana moderna. Es el caso de la literatura, numerosos
trabajos críticos ponen de relieve la importancia de subsanar la falta de
conocimiento recíproco y los escasos canales de comunicación
intercontinentales.
En general, las revistas pretenden constituirse en el vehículo
fundamental de la difusión de los textos latinoamericanos
contemporáneos. La actividad de "puesta al día" y actualización del
estado de la producción literaria continental fue una preocupación
constante. A través de dossiers dedicados a autores y a países del
continente, de reseñas bibliográficas escritas prácticamente al momento
de la aparición de las obras, de entrevistas y menciones, de la creación
de nuevos premios literarios, los mecanismos de consagración buscaron
una renovación del canon latinoamericano entre los autores del
momento.
Dos deseos realizados en los sesenta intervinieron en conjunción
para problematizar, con el tiempo, algunas certezas compartidas: la
revolución cubana y la aparición de un incipiente mercado editorial
nacional y latinoamericano.
Para analizar el impacto que la primera tuvo sobre los
intelectuales, es preciso retener el hecho de que la existencia de un
estado revolucionario ideal desarmaba una fuerte tradición que esgrimía
para el arte el valor principal de la negatividad, a la cual correspondería
la extendida definición del intelectual como conciencia crítica de la
sociedad. El Estado era el Otro natural del escritor. De este estado de
cosas derivan las declaraciones de Vargas Llosa en el sentido de que el
escritor es un permanente hors la loi, y toda la línea que plantea el
carácter intrínsecamente subversivo de la literatura.
La revolución cubana fue un punto de inflexión definitivo en la
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Claudia Gilman. “La situación del escritor latinoamericano: la voluntad de politización” en AA.VV.,
Cultura y política en los años '60, Buenos Aires, Instituto de Investigación Gino Germani, Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 1997, pp. 171-186. ISBN 950-29-0375-7.
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