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Periodista y escritor
H
ace una decena de años, unos El hallazgo nos sirve para ilustrar un nista que murió y vivió en España en su
submarinistas descubrieron de negocio floreciente de alimentos que se tierra andaluza, hablaba del garbanzo
forma casual los restos de un extiende desde la más remota antigüe- con admiración y afirmaba que no cono-
pecio griego, uno de tantos que hacía la dad hasta nuestros días. El aceite en la cía otra legumbre que produjera la canti-
vieja ruta del entonces bullicioso puerto cocina mediterránea, en la cultura medi- dad de gases mefíticos que esa modesta
de Kalámai y que, doblando el cabo de terránea, ha sido alimento y medicina, leguminosa. Era, por cierto, muy aficio-
Akritas, subían por el mar Jónico hacia líquido sagrado y tríaca milagrosa, rega- nado a los potajes con tal ingrediente.
Brindisi, quizá el puerto más importante lo para dioses y humanos, nacido de Pocas culturas nórdicas hablan del pedo
de Roma en aquella época. Existía un unos humildes frutos que vieron pasar la con la alegría y jocundidad que se hace
tráfico muy notable de comercio, espe- historia asomando sus verdes ojos mile- en las nuestras mediterráneas, donde
cializado en productos manufacturados narios al azul del Mare Nostrum. llega a considerarse hasta signo de
y arte. Es ya muy vieja la teoría de que buena educación en algunas de ellas
No muy lejos de donde naufragaron somos lo que comemos y es indudable porque, a fin de cuentas, guisar es coser
nuestros barcos aparecerían los porten- que entre la psicología personal de los una bandera de muchos colores y
tosos guerreros de Reace atribuidos a países y sus habitantes y los alimentos, muchos sabores, para conseguir unas
Fidias y que, al igual que las mercancías hay un matrimonio indisoluble. Sería señas de identidad, una forma de ser que
de nuestra galera no llegaron jamás a su difícil saber si los hombres influyen en lo también puede tener su afirmación en la
destino. El mar se había comido a lo que comen y por tanto en su entorno ali- ventosidad.
largo de los siglos toda la madera del menticio y su geografía o al revés, pero Los ingleses odian nuestra cocina, a
barco pero, alineados en lo que fueron es definitiva la relación entre lo que la que denominan “greasy”, “oily” y des-
sus pupitres marítimos, estaban aún las tenemos y cultivamos y la forma de lle- precian nuestro uso generoso del salu-
ánforas selladas con cera y lacre, que varlo a nuestros estómagos y lo que dable ajo. Ahí se quedan y ellos se lo
transportaban lo que luego se descubrió finalmente somos o parecemos. pierden. Hasta hace bien poco, los ame-
como aceite. Los científicos, a partir de Los mediterráneos somos gente de ricanos han hecho ascos a nuestros
una escasa masa casi petrificada que vino, de aceite y de legumbres; somos jamones que ahora devoran con devo-
quedaba en el fondo de las cráteras, des- gente de verduras acuosas, de restallan- ción. Los japoneses esquilman nuestros
cubrieron que tal era el tesoro que tes tomates, de hierbas provenzales; y mares, se comen nuestras angulas o las
nunca llegó a manos de su dueño: aceite hemos conseguido, a través de un desti- siembras en sus arrozales y lentamente
griego, un aceite virgen y verde destina- lado sabio de años, una cocina que nos el mundo gira adaptándose o envidiando
do a la mesa de algún rico mercader hace longevos, alegres y ruidosos. una comida y una cocina plena de sabi-
romano. Don Gerardito Brenan el gran hispa- duría y sencillez.
Nº 50
Dieta Mediterránea
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