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Limites

Hay padres que dicen sentir culpa por estar muchas horas fuera de la casa y
eso los lleva a hacer "la vista gorda" a situaciones que más tarde podrían
costarle caras. Una psicóloga dijo a Infobae.com que el "'no porque no', no
sirve"
Si hay algo que quien es padre varias veces se habrá preguntado es cuál es
la mejor manera de decir "no". Al parecer, desde el tono que se usa para dar
el mensaje, hasta el contenido del mismo y en contexto en que se lo emite
influyen en la manera en que será "recibido" y cuán hondo calará en el
receptor.

Carolina Micha es licenciada en Psicología, especialista en Primera Infancia.


Consultada por Infobae.com dijo que "lo más importante es ser claros y
consistentes; primero dando el ejemplo porque si le decís a tu hijo que
ordene y el papá es desordenado no sirve".

Para ella, "el poder más fuerte es la palabra y ser claro". Así, explicar las
causas de las órdenes que se imparten ayudará a que el niño sepa que sus
actos tienen causas y consecuencias.

"Decir 'no porque no' no sirve porque queda como un mero hecho
autoritario", remarcó la profesional, para quien es "muy importante el tono
firme y seguro del límite, dado que si el padre no está convencido de lo que
transmite, será difícil que el mensaje llegue".

Partiendo de la base de que los límites tienen que ver con la capacidad de
los padres de educar a los hijos, Micha aconsejó "no hacerlo desde el enojo".
Como en todos los órdenes de la vida, "si gritamos no nos escuchan; hablar
despacio hará que el mensaje sea claro".

Consultada acerca de si son recomendables los premios y castigos, dijo que


–según lo que cada padre quiera inculcar a sus hijos- ella no aconsejaría
"trasmitir el mensaje de que si se portan bien van a obtener un rédito
económico, como un regalo o dinero", pero sí explicarles que "si son buenos
con sus amigos, lo van a querer más", por ejemplo.

No ubicarse en el lugar de padres es una de las dificultades con que se


encuentran los padres primerizos. "Suelen ponerse de igual a igual",
describió como una de las situaciones más comunes. Al tiempo que remarcó
que "la mujer trabaja más, eso le genera culpa y la culpa es el peor enemigo
de los límites".

"¿No estuve en todo el día y lo voy a retar?" es uno de los pensamientos que
–dijo- suelen tener muchos padres. Eso es así porque "el límite está
relacionado con algo negativo cuando en realidad es la manera de
enseñarles".

Acerca de las madres que eligen relegar la autoridad en el marido, la


profesional destacó que "el padre tiene el lugar de autoridad, no el ogro
malo, pero está bien delegar a veces un poco de responsabilidad".

Para Micha, es importante saber que al ponerle límites a su hijo lo ayuda a


que él aprenda a tener control sobre sí mismo, le enseña a respetarse a sí
mismo y a los demás.
Si bien muchas veces se cree que explicándole el chico no va a comprender
porque todavía es muy chiquito, ella remarcó que "los chicos entienden todo
lo que se les dice, siempre que el mensaje sea claro y en términos que él
comprenda".

"Ellos saben qué es lo que está bien y qué no y manejan las situaciones
ignorándonos o haciendo de cuenta que no entienden lo que se les está
diciendo", explicó, y agregó: "Es importante que los padres tengan en
cuenta que muchas veces cuando retamos a nuestros hijos ellos sienten
cierta angustia de abandono o fantasean con que sus padres ya no los
quieren, es por eso que el objetivo es guiarlo y poner límites para que se
sienta apoyado y amado, no juzgado ni rechazado".

Otro aspecto casi crucial en la crianza es –según la profesional- la


anticipación: "Muy frecuentemente se pueden prevenir determinadas
situaciones que sabemos que están mal antes de que empiecen; es siempre
útil y alivia el estrés tanto de los padres como de los hijos".

Finalmente, Micha destacó que "es muy importante que los padres sepan
reconocer y enfrentar su propio enojo en momentos difíciles con sus hijos;
no es necesario simular estar bien cuando está realmente enojado. La
palabra y a través de ella, la comprensión, son las únicas aliadas a la hora
de señalarle el correcto camino a nuestros hijos".

Excesiva permisividad y métodos autoritarios

Muchas veces, los padres no somos conscientes que con los métodos
autoritarios, lo que estamos haciendo es proporcionándole a nuestros hijos
un modelo de dominio al que el niño se tiene que someter y que, sin lugar a
dudas, puede reproducir desde el papel de dominador.

Con la excesiva permisividad ocurre algo parecido ya que el niño puede


convertirse en un pequeño tirano que intenta dominar, incluso a los padres.
Todos hemos visto escenas, en distintos lugares, de niños que han intentado
salirse con la suya doblegando a sus padres a sus caprichos.

¿Qué podemos hacer Cuando no se respetan los LÍMITES?

El que no se respeten los LÍMITES señalados debe traer consecuencias. Las


cuales deben de ser proporcionales, directas y, en la medida de lo posible,
inmediatas a la situación que las provoca.

Las consecuencias del incumplimiento deben ir acompañado de un castigo


que, siempre, debe de adaptarse a la edad del niño y a la gravedad de la
situación. Castigo que debe de ser educativo y de reparación del daño
causado.

Resumiendo, ¿cómo poner límites? Respetando estas tres máximas:

• Dando el sentido o la razón del límite que se va a imponer. Aunque nos


lleve más tiempo, los frutos no tardarán en aparecer.
• Demostrando el afecto que les tenemos. Ello relajará la tensión y hará
sentir al niño o al joven que se lo valora.

• Siendo coherentes. Si transgredimos el límite que impusimos, tarde o temprano ello


será percibido y tanto nosotros como el propio límite seremos desacreditados.

Establecimiento
de límites de crianza

Psic. Leopoldo Meza Morales

El rol más importante que el hombre puede desempeñar en toda su vida es


el de convertirse en padre. Su descendencia lleva su nombre y hereda su
legado social, emocional y financiero.

La educación de los hijos es uno de los problemas más comunes y es a su


vez, uno de los más difíciles de enfrentar satisfactoriamente por parte de los
padres y/o educadores de los niños; quienes caen en constantes
contradicciones e incongruencias en la aplicación o no de una disciplina
formal, que en ocasiones se realiza de manera bastante irregular.

Por lo tanto, el establecer una disciplina comprensiva a las necesidades de


todos los miembros de la familia es una tarea bastante difícil de realizar, por
varias razones:

Existe un peligro real de que se establezca una disciplina militarizada


donde sólo una persona tiene autoridad y el resto de la familia solo
tiene derecho a obedecer y no a opinar.
En segundo lugar se encuentra el caso opuesto que consiste en que no se
establezcan reglas claras o precisas y por lo tanto se termine en un
libertinaje por parte de los miembros de la familia y no una libertad
que implicaría actos responsables por parte de todos los elementos
que la componen.
En tercer término existe un punto medio entre las dos opciones previas
que consistiría en establecer reglas claras y precisas sobre la conducta
que se aceptara o no por parte de los miembros; así mismo establecer
premios y castigos adecuados para cada situación y edad particular de
los niños; finalmente utilizar estos últimos de una manera constante
para evitar confusiones sobre las reglas previamente establecidas.

El objetivo de este capítulo es analizar la importancia de la disciplina en la


educación de los hijos, así como señalar algunos de los problemas más
frecuentes en este rubro y sugerencias de manejo en casa.
Para iniciar analizaremos la manera en que se establecen las reglas.

¿cómo y quién establece las reglas en casa?

Para una adecuada disciplina en el hogar se sugiere establecer los


siguientes criterios:

Las reglas en el hogar deben ser establecidas por los padres, por ser las
personas lo suficientemente maduras y responsables que guían el
curso de la armonía familiar; por este motivo se deben establecer
reglas totalmente claras para toda la familia con el fin de evitar
confusiones posteriores; esto es, que en dicho establecimiento de
reglas ambos padres deben de compartir su opinión sobre lo que se les
permitirá o prohibirá a los hijos, así como a ellos mismos; por ejemplo
imagine la siguiente regla establecida en casa: No se debe comer en la
cama. Esto implica por lo tanto, que solo bajo situaciones
extraordinarias, tales como enfermedades, visitas de familiares y a
casa de familiares donde esto se permita, etc.; esta regla podría
violarse, en caso contrario se debe de respetar siempre. Otro aspecto
importante para dar mayor claridad a esta regla consiste en que aún
los padres se encuentran comprometidos a respetar este acuerdo.
Precisar los premios y los castigos de acuerdo a la falta cometida por
algún miembro de la familia; esto es, que los padres de familia tiene el
derecho de imponer los castigos y las recompensas que mejor le
parezcan, aclarando que deben excluirse en su totalidad o en la
mayoría de los casos posibles el uso y el abuso del castigo físico hacia
el niño o la pareja; esto se justifica plenamente porque se ha
demostrado claramente que el uso y abuso de los golpes sólo genera
sentimientos de hostilidad, rencor, y temor hacia quien los aplica de
manera indiscriminada (puede tratarse de el padre, la madre o bien el
hermano que asume un rol que no le corresponde). Por lo tanto se
brindan a continuación algunos ejemplos de castigos que podrían ser
aplicables: No permitir ver T.V., no dar dinero, no comprar dulces,
negar permisos, etc.
El último aspecto versa sobre la constancia en la aplicación de premios y
castigos que se usen; esto porque uno de los mayores conflictos que se
presentan en la educación, radica en la pobre congruencia que los
padres utilizan en la aplicación de recompensas y castigos. En la
mayoría de los casos los premios y los castigos quedan reducidos a
simples amenazas y/o promesas que difícilmente se cumplen.

¿Qué hacer cuando los padres


difieren en el manejo de reglas?
En la gran mayoría de los casos los padres presentan severos problemas
para conciliar los acuerdos necesarios para establecer las reglas claras que
se deberán respetar al interior de la familia. Esto es como consecuencia de
que los padres provienen de familias que son totalmente diferentes en la
forma de educar a los hijos. Por lo tanto deben realizar grandes esfuerzos
para unificar sus opiniones sobre lo bueno y sobre lo malo; lo correcto y lo
incorrecto. Un ejemplo claro en este sentido es el previamente citado: No se
debe comer en la cama, ésta es una regla que al padre no le representa
grandes conflictos, sin embargo a la madre le resulta sumamente molesto
que esto ocurra aún de forma eventual por lo que no está dispuesta a
tolerarlo, por consiguiente cuando las reglas son aceptadas por solo uno de
los padres, mientras el otro no la acepta; esto tiene como consecuencia
lógica una serie de conflictos que amenazan de forma importante la
estabilidad de la familia. En consideración a lo anterior se espera que los
padres realicen su mayor esfuerzo para lograr acuerdos claros y concretos
en la formulación de las reglas a seguir.

El dialogar es la mejor manera que tienen los padres para superar estos
conflictos, este aspecto siempre se propone y se invita a los padres a que
platiquen, sin embargo los padres no siempre se encuentran dispuestos a
establecer una comunicación que de solución a los problemas que se
presentan en la educación familiar; por lo que se les invita a que realicen un
mayor esfuerzo en el momento de establecer acuerdos. Sólo recuerden que
lo que logren el día de hoy lo verán realizado el día de mañana cuando sus
hijos crezcan y encuentren que sus hijos se han convertido en personas
responsables y maduras, y no en padres intolerantes y personas
irresponsables e inmaduras.

¿Repercute en la pareja el manejo


diferente en las reglas hacia los hijos?

En la mayoría de las ocasiones los padres no encuentran grandes


dificultades en conciliar acuerdos para el establecimiento de las reglas a
seguir en casa. En estas situaciones únicamente se limitan a cuidar que
dichas reglas se cumplan. Sin embargo, en las situaciones en que los padres
no logran establecer acuerdos importantes sobre el establecimiento de
reglas presenta como resultado lógico una serie de conflictos entre ellos,
que implican sentimientos de frustración, incomprensión, alejamiento
emocional, etc., que derivan en diversas situaciones conflictivas que pueden
en casos extremos considerarse como el motor de una futura ruptura en la
pareja; esta ruptura será en ocasiones emocional y en otras física, por lo
tanto los padres deben realizar un gran esfuerzo para conciliar y
comprender la forma de pensar de su pareja, entender que cada uno
proviene de familias con estilos muy diferentes de educar; por lo tanto
deben de realizar un esfuerzo significativo para lograr solventar las
diferencias que se susciten en el establecimiento de reglas y de castigos y
premios
¿Qué hacer cuando un niño no obedece?

Estos problemas se agravaran en la medida en que el o los hijos no acaten


las reglas establecidas; por lo tanto es de suma importancia que para que
un niño obedezca cuando se le encomiende una tarea esta debe ser un
encargo que el niño pueda cumplir, por lo que los padres deben saber
mandar, dado que en muchas ocasiones envían ordenes que el niño no
podrá cumplir por ser peticiones que se encuentran fuera de su madurez.
Luego entonces, esta es una situación que como padres deben tener
siempre presente, porque de lo contrario se encontraran constantemente en
conflictos con los hijos. Un ejemplo de esta clase de situaciones es cuando
el padre pide a su hijo de 4 años: amarra tus zapatos, otro ejemplo es
cuando se le pide a un niño de 10 años: baña a tus tres hermanos
(menores); por lo tanto ante este tipo de peticiones su hijo no obedecerá
porque se encuentra inmaduro para poder llevarlo a cabo. Ejemplos como
este existen muchos, en los cuales el niño no podrá cumplir con peticiones
absurdas.

Tomando esto en consideración señores padres de familia la petición a


ustedes consiste en ordenar de una forma lógica y coherente a sus hijos. Sin
embargo existe el polo opuesto en esta situación y es aquella en que se le
pide al niño realizar actividades que si puede hacer y que él por capricho o
por rebeldía se niegue a realizar. Ante esta situación la actitud de los padres
debe ser de firmeza, sin que esta implique agresividad hacia el hijo; esto es
si el niño se niega a obedecer una orden que pueda cumplir, se le debe
imponer por consiguiente un castigo y este castigo debe consistir en
prohibirle o quitarle algo que tenga importancia para él. Esto debe de
realizarse siempre que se cometa una falta y no en ocasiones si y en
ocasiones no por que con este tipo de conductas lo único que se logra es
que el niño aprenda a manejar la situación y por lo tanto obedezca solo
cuando él lo desee.

Reglas: Ignorar y Alabar

Otro aspecto relevante en el manejo de reglas, premios y castigos es el


aprender a alabar al niño cuando ha respetado reglas de manera regular;
siempre es un aliciente para cualquier persona el reconocimiento a sus
actos y es aun más importante cuando se trata de los hijos porque ellos
generalmente esperan el reconocimiento de sus padres.

En el caso contrario cuando un niño viola constantemente una regla esto


puede ser ocasionado por una inadecuada incomprensión de la regla por
parte del niño, por un deseo de enfrentar la autoridad parental, por una
inmadurez para lograr respetarla, etc., por lo que los padres deben aprender
a identificar la causa de esta conducta para poder llevarla a buen cause la
disciplina infantil. En el caso de que el niño no haya comprendido lo que se
espera de él es conveniente preguntar que es lo que entiende y explicárselo
de mejor manera. En el supuesto caso de que el menor no respete la regla
por un deseo de enfrentamiento con el padre una de las posibles soluciones
consiste en ignorar este reto, para eliminar en el hijo este deseo de
competencia para obtener el control de la situación conflictiva. En el caso de
que no obedezca por que se encuentra lejos de su madurez es entonces
obligación de los padres entender que su hijo no tiene la suficiente madurez
para cumplir con la tarea encomendada.

¿Padres perfectos? ¿Hijos perfectos?

En la educación familiar existen varios estilos que los padres utilizan al


educar a sus hijos, estos estilos se pueden clasificar de manera muy general
en dos, estilos totalmente opuestos, uno es el de los padres perfectos y el
otro el de los imperfectos.

En el primer caso se observa que los padres consideran que nunca o en muy
contadas ocasiones se podrían equivocar sobre la educación que dan a sus
hijos; por lo tanto esperan que sus hijos sean también seres perfectos; esto
es, que nunca desobedezcan, que siempre se encuentren en disposición de
actuar según la voluntad y capricho de los padres, como si ellos no tuvieran
alguna opinión válida sobre cualquier evento que se presente en la familia.

Por otro lado los padres que pertenecen al segundo grupo comúnmente son
personas que en la mayoría de las ocasiones esperan a que alguien más les
indique como actuar, como reaccionar ante las conductas y peticiones de
los hijos, etc., Esto es, esperan que se les indique como educar a sus hijos
como si se tratara de una receta de cocina.

Por consiguiente se invita a los padres a reflexionar sobre su forma de


educar, que admitan sus errores al momento de aplicar una disciplina
familiar; por ejemplo al considerarse perfectos educadores, pierden
sensibilidad para entender a sus hijos, ya que cualquier conducta del niño
que se desvié de los estándares establecidos sea considerado como un acto
de rebeldía o un error por parte del niño; y por otro lado los padres que se
consideran incapaces de educar a su hijo y que por lo tanto requieren
constante supervisión, el riesgo consiste en que una conducta de los hijos
puede considerarse tanto como aceptable como no aceptable, dicho en
otras palabras, una misma conducta puede ser castigada por considerarse
una falta y en otro momento ser recompensada por tratarse de una forma
ejemplar de actuar. Lo más importante es que los padres tengan el valor y la
decisión de cambiar sus decisiones, cuando se dan cuenta que se han
equivocado.

La sobreprotección

Un factor que interviene en el desarrollo de la personalidad es la


sobreprotección de los padres hacia los hijos. Factor que puede llevar a
mantener una actitud de dependencia e inmadurez emocional frente al
medio.

Llamamos sobreprotección a aquella actitud de los padres de realizar por lo


hijos aquello que ellos pueden hacer por sí mismos, de tal manera que
generan la prolongación de cuidados infantiles que obstaculiza el desarrollo
de la capacidad de independencia del niño ejerciendo demasiado control
sobre el mismo. Encontramos que las madres son las que por lo general se
encuentran al cuidado de los hijos, así tenemos que existen:

Madres sobreprotectoras por angustia: generalmente se encuentran


afectivamente solas y la única manera de exteriorizar su necesidad de
afecto es mimar en forma exagerada al hijo. Lo anterior provoca un
retraso en el equilibrio de las funciones del cuerpo. Así mismo no se
satisfaces las necesidades de autonomía del hijo. La madre acaba
estando a disposición del hijo y prisionera del temor que le da verse
sola y perder a su único valor afectivo que tiene en el mundo.

Madre sobreprotectoras y “nerviosas”: presentan actitudes de


abatimiento, tienen un gran sentimiento de culpa ya que no han
logrado resolver la ambivalencia (amor-odio) hacia el hijo.

Madres sobreprotectoras por deber: la fuerte personalidad de estas


madres les insta a asumir dos funciones complementarias, la de padre
y madre a la vez. Mediante numerosas prohibiciones por una parte y
cuidados diligentes por otra, liberan y justifican cierta potencial
agresividad. Así se liberan de una angustia generada por sentimientos
de culpa y recurren a una obligación educativa que es justificada por
todos los medios, siendo una manera inteligente de culpabilizar al hijo.
Estas madres adoptan actitudes de sobreprotección que solventan el
deber de proporcionar a los hijos aquello que debido a su deficiencia
les es más difícil de conseguir, lo cual provoca en el niño una regresión
huyendo del presente, refugiándose en el pasado.

Causas de la sobreprotección:

Hijo largamente esperado (abortos, esterilidad, etc.)


Defectos físicos o enfermedades que asusten a los padres.
Falta de compatibilidad sexual entre la pareja que hace que la madre
transfiera su amor hacia el hijo.
Ambiciones frustradas por el hecho de tener un hijo con alguna
deficiencia.

En los niños sobreprotegidos encontramos que son muy excitables,


insomnes, con fallas en la concentración, con baja tolerancia a la
frustración, manifiestan reacciones de huída, hay fallas en el control
emocional, rehúsan todo papel que requiera cualquier tipo de
responsabilidad, manifiestan miedo al crecimiento, no confían en sus
capacidades, son niños muy influenciables, dependientes y muy
susceptibles a la crítica.

En resumen, es claro que educar a los hijos es una tarea difícil y titánica de
conseguir; sin embargo, se encuentra muy lejos de ser imposible. Como
padres debemos tener en consideración la edad del niño para indicar las
reglas, castigos y recompensas que se utilizaran. Los padres deben
mantener siempre abierta una vía de comunicación entre ellos y con sus
hijos para evitar a toda costa un alejamiento afectivo que se pueda suscitar
por un manejo inadecuado de la disciplina, esto será posible en el momento
en que los padres acepten que se alejan mucho de la perfección, así
también a considerarse como seres totalmente incapaces de educar a un
hijo por la inseguridad permanente de si actuaron correctamente o no. Solo
recuerden que como padres siempre debemos preocuparnos por el
bienestar de nuestros hijos, aun cuando esto consista en ocasiones de
castigar o prohibir algo a nuestros hijos.
Aplicando límites

Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es


posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les
dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres
humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es
grosero, ellos también lo serán.

Aplicando límites y reglas a nuestros hijos e hijas.


a) ¿Por qué es necesario poner LÍMITES y establecer REGLAS?

• Los niños necesitan ser guiados por los adultos para que aprendan cómo
realizar lo que desean de la manera más adecuada.

• Es fundamental establecer reglas para fortalecer conductas y lograr su


crecimiento personal.

• Los límites deben basarse en las necesidades de los niños.

• Lo que se LIMITA es la CONDUCTA, no los sentimientos que la acompañan.


A un niño se le puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le
puede pedir que no sienta algo o impedirle una emoción o sentimiento.

• Los LÍMITES deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la


autoestima del niño. Se trata de poner límites sin que el niño se sienta
humillado, ridiculizado o ignorado.

• Señale la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones


son poco efectivos y alteran a las personas.
• Evite calificar al niño, solamente señale el problema.
• Sea firme, pero tranquilo.

b) ¿Qué podemos hacer?

• Dedique el tiempo suficiente... Si uno está mal para enfrentar el día, si no


se lleva bien con otros miembros, si se siente presionado o si tiene temor
por el día que se avecina, los niños sentirán esta tensión.

• Cuando no se respetan los LÍMITES, debe traer consecuencias. Las cuales


deben ser proporcionales, directas y, en la medida de lo posible inmediatas
a la situación que las provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la
situación. Esto es, que guarden una relación natural o lógica con la conducta
en cuestión.

• Las REGLAS deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos,


deben ser el producto de la discusión y el entendimiento.

• Es más fácil establecer DISCIPLINA cuando la persona responsable de los


niños realmente se siente satisfecha de estar a cargo del niño, cuando
disfruta al compartir con ellos y cuando es capaz de respetar la necesidad
de seguridad de ellos. La disciplina da buenos resultados cuando los adultos
son firmes, observadores y afectuosos, nunca si estos se muestran
superficiales. La disciplina debe ser firme pero nunca grosera, respetuosa y
no hiriente, o sea debe controlar pero nunca lastimar al niño.

• NO queremos que los niños crean que porque deseamos ser sus amigos,
ellos podrán hacer lo que deseen. No queremos tampoco que nos tengan
miedo. El mundo necesita gente que tenga coraje y que sea original, no
gente TIMIDA.
• La DISCIPLINA depende en gran parte de las habilidades y de las
conductas de los adultos, como también de la capacidad para combinar el
afecto y el control. Esto es difícil, pues exige mucho de nosotros mismos. La
buena disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se
cumplan, implica también que nos gusten los niños y que ellos se sientan
aceptados y queridos por nosotros. El proveerles de reglas claras y
apropiadas es sólo para su protección.

• Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es


posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les
dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres
humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es
grosero, estos también lo serán.

• La DISCIPLINA no es sólo una palabra, una técnica o un conjunto de reglas.


Se requiere combinar el afecto con el control; además el planear y el
organizar muy bien el espacio, como también distribuir el tiempo disponible.
El manejo de los niños debe ser gentil pero con autoridad, ofreciéndoles
siempre dirección y conductas apropiadas para imitar. Los niños necesitan
adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos puedan confiar.

• Además, debemos recordar que el tono de voz, el uso de las manos, los
gestos y las acciones pueden contribuir a controlar problemas. Las palabras
del adulto también pueden ayudar al niño a comprender sus sentimientos y
los de otros.

“Recuerde el que su hijo (a) estudie o NO lo haga, es una cuestión de


REGLAS y de límites, que los padres debemos aprender a manejar”.

c) Poner límites claros y adecuados a la capacidad del niño:

El grado de autocontrol que tienen los niños depende, en gran medida, de la


actitud de los padres. El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa.
Todos hemos oído casos de niño que a muy corta edad han sido operados en
tantas ocasiones que cuando sus padres les dicen que van al hospital cogen
su osito y no muestran mayor rechazo. Con la capacidad para tolerar
frustraciones y para auto controlar las expresiones de agrado o desagrado
sucede lo mismo. Un niño puede haber aprendido que cuando papá dice que
no, esa decisión es inamovible, pero también puede saber que se le
permitirá gritar, protestar y tirarse al suelo para mostrar frustración sin que
nadie le pare los pies. El grado de autocontrol y de tolerancia a la
frustración está muy relacionado con la capacidad de la familia para hacer
respetar su autoridad. La familia tiene más razones para saber que debe
poner límites claros y que sean adecuados a lo que el niño puede ofrecer.

d) Principios básicos para padres y madres que desean educar bien:

1. Nosotros somos los educadores, la escuela o colegio sólo complementan.


2. Educar bien es enseñar a: conocer las propias posibilidades, desear
crecer, aceptar nuestras limitaciones y nuestras virtudes de forma sana, es
enseñar a vivir.
3. Educar bien es enseñar a adaptarse a todas las situaciones: buenas o
malas.
4. Educar no es proporcionar experiencias buenas y asilarle de las malas. Es
ayudarle a aprender de ellas.
5. Para educar bien no existen recetas, se aprende de experiencias
concretas y luego se generaliza.
6. Educar es una toma de decisiones constante.
7. Nuestras decisiones están muy influidas por cómo hemos sido educados.
8. Ser conscientes de ello ayuda a educar más sensatamente.
9. Educar bien a mi hijo (a), no es compensarle por loo que nosotros no
hemos recibido en nuestra niñez. “Los hijos no nacen con tus carencias ni
necesidades, no se las crees”.
10. Debo ser consciente de lo que me transmitieron cuando me educaron.
11. Debo educar en el presente con perspectiva de futuro.
12. Una mala actuación ahora se paga con creces en el futuro.
13. No debo angustiarme. Si no puedo, busco ayuda.
14. Para educar bien es necesario tener sentido común.
15. Muchas veces necesitamos una visión objetiva desde fuera.
16. No dudes en pedir orientación educativa aunque el problema parezca
pequeño.
17. No existen los superpadres, todo el que te comente que su relación con
su hijo es perfecta, puede ser que necesite aparentar o que no quiere ver
los problemas.
18. Nada es lo mismo para un hijo que para otro.
19. Educar bien no es buscar las mismas condiciones para todos, sino es dar
a cada hijo lo que necesita. Hacerlo así no es ser injusto, ayuda a los hijos a
crecer aceptando la individualidad de cada uno.
20. Educando voy a cometer errores.
21. No hay error que no se enmiende.
22. Puedo rectificar sin perder la autoridad.
23. No importa lo que sucedió en el pasado, si hay problemas hay que
“tomar la situación de inmediato”.
24. Sé positivo. Dile a tu hijo lo que degusta y pon un límite a lo que no te
gusta.
25. Un niño (a) es una antena parabólica constante. Se entera de todo, lo
imita todo. El niño aprende más de lo que ve, que de lo que decimos.
26. El mayor deseo del niño es controlar el entorno.
27. En el entorno también estamos nosotros. Controlar nuestras reacciones
le fascinará, incluso aunque sea a costa de que nos enfademos con él o ella.

28. El niño necesita libertad conducida.


29. Si nosotros no ponemos límites a su conducta, lo hará él.
30. Nunca debo mentirle. Si le enfrento a aquellas cosas que no le gustan
pero que debe aceptar, le preparo para asumir la realidad.
31. Si le miento lo haré un inmaduro (necesitará que le disfracemos las
cosas para aceptarlas) y un inseguro (si no puedo confiar en mis padres ¿en
quién puedo confiar?
32. Debo explicarle las cosas (casi siempre) y de forma breve.
33. A veces los niños necesitan un “Porque yo lo digo”.
34. Levantar castigos o encubrir los errores sólo es sobreprotección. Las
personas sólo aprendemos de nuestros errores si vivimos las consecuencias
de los mismos. Formamos hijos inmaduros incapaces de enfrentarse a la
frustración.
35. El mayor deseo de un niño es que papá y mamá estén pendientes de él.
36. La atención que le prestamos es nuestra mejor arma. Quién sabe cómo
y cuándo prestar atención a su hijo(a) sabe educar.

Todos estos principios se pueden resumir en el siguiente pensamiento:

• Sé que puedes.
• Por eso te enseño y te exijo.
• Y como sé que te cuesta esfuerzo, te lo reconozco.

e) ¿Cómo aumentar las conductas positivas y eliminar las negativas?

• Tenga en cuenta que igual que usted como padre – madre puedes
modificar la conducta de tus hijos, éstos modifican de forma intuitiva tu
propia conducta.
• Las normas deben ser claras, esta bien definidas, y se adecuadas para
cada niño según la edad.
• Es importante establecer diferencias entre los hermanos. De otro modo los
mayores tienen la sensación de que crecer sólo trae consigo obligaciones y
no tardarán en aparecer conductas regresivas (comportamiento infantil) y,
por su parte, lo pequeños no desearán crecer, ¿para qué perder privilegios?
• No es injusto que un pequeño se quede, por ejemplo, sin ir a una actividad
o no pueda recibir una bicicleta hasta tener 3 años más. De este modo
deseará crecer y hacerse mayor como su hermano. Hacerse mayor será
deseable porque ser pequeño no trae consigo todos los privilegios.
• No pida cosas que el niño o la niña no puede hacer.
• Cuando exija al niño, no actúe de forma contradictoria.
• Sea coherente en la aplicación de las normas.
• Cuando se produzcan desacuerdos entre los padres sobre la forma de
educar a los niños, nunca se deben discutir delante de ellos.
• Evite centrar la autoridad en un solo padre – madre.
• No delegar la autoridad en otro.
• No se desautorice nunca.
• No modifique los castigos (consecuencias) una vez anunciadas.
• No castigue con algo que no pueda cumplir.
• Acostúmbralo a pedir permiso.
• Cuando tengas que poner un castigo: no te alteres, por nada del mundo.

f) Finalmente recuerde:

Los adultos que conviven con el niño tienen que estar de acuerdo acerca de
los límites que debe tener: qué se le permite y qué se le prohíbe. Hay que
ser cuidadoso con el castigo, porque si éste no se lleva a cabo
adecuadamente, el niño no aprenderá lo que es bueno y malo, no
fortalecerá su moral. Tal vez deje de hacer lo que se le censura por temor,
pero no por convicción. Lo importante es que el adulto ejerza su autoridad
de manera que le dé la oportunidad al niño de aprender algo de la
experiencia. Ante un berrinche, por ejemplo, se lo puede ignorar, excluir al
pequeño del grupo hasta que se calme, y explicarle que esas son las
consecuencias de su acción. Aprenderá a tener más cuidado la próxima vez.
Se le puede invitar a que participe en la reposición del daño causado,
remendando el libro destruido, el juguete quebrado, el dedo maltratado del
hermano y, por último, es importante afirmar que la censura mediante
palabras o gestos es a menudo insuficiente para que el niño se dé cuenta de
que con su acción ha roto el vínculo de confianza mutua y de solidaridad al
hacer algo desagradable a los otros, si existe una fuerte relación familiar.

“Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho


sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos,
una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”.

La importancia de los límites para la maduración personal.

La falta de capacidad de los mayores para poner límites a los jóvenes es sin
dudas uno de los grandes problemas de nuestros tiempo. Todos hablan de la
necesidad de poner límites a los adolescentes, pero nadie se siente
encargado de hacerlo: la tarea siempre le corresponde a otro. Los profesores
dicen de sus alumnos : «Si en la casa no les ponen límites, ¿qué podemos
hacer nosotros?» Los padres responden: «La escuela está en crisis, nuestro
hijo "se desata" allí. La culpa no es nuestra.» Jaime Barylko ha dado una
explicación de este desentendimiento de los mayores: “El siglo XX ha sido
el siglo de la permisividad, un tiempo en el cual los padres que habían
experimentado el exceso de autoridad, creyeron que lo mejor que podía
pasarles a sus hijos era la permisividad. Esta permisividad estuvo también
sostenida por ciertas teorías psicológicas.” [1]

El establecimiento de límites es importante ya que éstos ayudan a formar la


identidad personal de los jóvenes. Tenemos que reencontrar el sentido de
educar en los límites. Y a ello tal vez nos ayude el recordar por qué los
límites hacen bien y son educativos, y en qué sentido contribuyen a lograr
la madurez psicológica.

Se ha afirmado que “el límite es el valor identificador de cada persona, es


su nombre”. [2]

Algo está bien definido cuando sabemos lo que es y lo que no es. Una
persona tiene una identidad definida cuando sabe quién es y quién no es,
cuando sabe lo que piensa, siente y quiere. Pero al mismo tiempo, sabiendo
esto sabe lo que no piensa, lo que no siente y lo que no quiere, lo que no
puede y lo que no debe. Sabe quién es, qué lo diferencia de los otros, y no
se confunde. Esto le da conciencia de su identidad. Esto le da unidad y le
permite reconocerse y moverse adecuadamente en su ámbito.
Para ver con mayor claridad por qué los límites le dan identidad a la
persona, nos detendremos a analizar sus dos funciones, a las que
llamaremos negativa y positiva respectivamente. La negativa es aquella por
la cual los límites nos recortan algo, como si nos quitaran cosas o nos
empobrecieran, privándonos de lo que no es nuestro. Podemos decir, en
referencia a esta función, que los límites restringen el deseo, distinguiendo
la realidad de la fantasía. Por su parte, la función positiva es la que
constituye, la que dice lo que se es, la que establece quiénes somos ante los
otros.
Ambas funciones de los límites, actuando simultáneamente, nos dan la
identidad, nos definen como personas y nos ubican en la realidad, porque
nos permiten saber quiénes somos y quiénes no. Descubrimos quiénes
somos, con toda la riqueza y la pobreza que acompaña a ese
descubrimiento. Pobreza, si nos creíamos más de lo que éramos. Riqueza, si
nos damos cuenta que somos totalmente originales, únicos e irrepetibles,
que no podemos confundirnos con los otros.
En sus relaciones sociales actuales y futuras, los niños tienen que reconocer
y valorar su propia identidad y la de los demás. El amor sólo es posible entre
personas con su propia identidad. Sin identidad no hay amor sino
sometimiento y posesión.
“El ser humano logra bienestar si, en sus relaciones consigo mismo y con
los demás, se mantiene en esos límites, moviéndose con libertad en ellos.
En cambio, si despliega una búsqueda de sí o de los otros, creando objetivos
y expectativas fuera de esos límites personales, se siente mal. En tal caso,
sus capacidades y aptitudes de ser intentan sobrepasar su realidad.
Entonces, vive una fantasía; o bien sufre la angustia y frustración de no
alcanzarse a sí, ni comprender a los otros.” [3]
Tenemos que perder el miedo a limitar a los niños. Limitar no es aniquilar.
Limitar es dar vida, si lo hacemos adecuadamente. El gran peligro reside en
ver en los límites sólo su aspecto negativo-empobrecedor: lo que nos quitan
y nos prohíben.
Los límites son educativos por lo siguiente: la realidad nos limita. Mal que
nos pese, no somos omnipotentes. Y es bueno ir vislumbrando esto desde
chicos. La realidad no es tan manipulable como los niños o los adolescentes
pretenden desde su pensamiento mágico y egocéntrico. La vida muchas
veces nos dice no y, si no sabemos aceptarlo, viviremos resentidos.
Por ello, la educación tiene que llevar a la persona a comprender y aceptar
que no todo saldrá siempre según su deseo, que no siempre logrará lo que
se propone. Esto se denomina tolerancia a la frustración y es un rasgo
fundamental de la personalidad madura. Quien no lo adquiere será un
caprichoso consentido, aunque tenga 40 o 65 años.
“Entonces, cuando papá dice «basta» o «no hay más», o «esperá un ratito»
o «hasta acá», de algún modo está funcionando como un representante de
lo real para ese hijo; le está adelantando situaciones que tendrá que
experimentar, lo está ayudando a ubicarse.” [4]
Los límites son educativos porque ayudan al joven a salir de su narcisismo y
a prepararse para amar. “Miremos cuando la madre le pone una condición
(«te dejo ver los dibujitos si ordenás la pieza») o plantea una renuncia o un
sacrificio por amor («no pidas este juguete porque papá anda con poca
plata a pesar de todo lo que trabaja»): esto hace que el hijo o la hija deje su
narcisismo (el quererse a sí mismo/a por sobre todo lo demás) y vaya
aprendiendo el verdadero amor vincular desde sus primeras relaciones
afectivas.” [5] Reconocer el deseo del otro es uno de los rasgos más
importantes de madurez.
Los límites son educativos porque ayudan a la persona a desarrollar la
aceptación de la ley y el respeto a la autoridad legítima. “No puede haber
socialización ni verdadero sentido de la justicia si no se renuncia al principio
del propio placer y al interés egocéntrico.” [6]
El deseo del propio placer tiene sus propias leyes. Su consigna es: ¡Quiero
todo ya! Los límites ponen fin a esta fantasía de omnipotencia e ilimitación.
Así, los límites nos ubican en la puerta de la satisfacción más profunda de la
persona, su realización en la dimensión relacional, su realización en el amor.
Si el niño o el adolescente permanecen en un estado de ilimitación, de
satisfacción espontánea de sus continuas demandas, nunca llegarán a la
madurez humana. Como se ha señalado: “ […] cometeríamos un grave error
educativo si persistiéramos en una concepción anacrónica, como también si
desaprensivamente echáramos ahora todo por la ventana, y proclamáramos
la pura y absoluta espontaneidad, abandono al hombre, al niño, al
adolescente, a sus deseos. No hay educación sin una adecuada dosis de
frustración. Porque toda educación supone la reducción del deseo y de la
fantasía de omnipotencia.” [7]
Que no quede ninguna duda: el establecimiento de límites es esencial a la
hora de educar.

Familias con autoridad recíproca.


En ellas estas dos dimensiones están equilibradas: se ejerce un control
consistente y razonado y a la vez se parte de la aceptación de los derechos
y deberes de los hijos, y se pide de estos la aceptación de los derechos y
deberes de los padres y madres.
Padres y madres autoritarios- represivos.
Si bien el control existente es tan fuerte como en el caso anterior, no está
acompañado de reciprocidad, por lo que se vuelve rígido y no deja espacio a
los hijos para el ejercicio de la libertad.
Padres y madres permisivos- indulgentes.
En este caso no existe control por los progenitores, que no son directivos,
no establecen normas. De todos modos, estos padres y madres están muy
implicados afectivamente y atentos a las necesidades de sus hijos.
Padres permisivos-negligentes.
En este caso la permisividad no está acompañada de implicación afectiva y
se parece mucho al abandono.

Las Técnicas de la Disciplina Positiva se basan en la amabilidad y en


el respeto, intentando la implicación de los niños en los procesos
disciplinarios.

Jane Nelsen en su obra "Disciplina Positiva" (Editorial Oniro,


Barcelona 2002) clasifica las Técnicas de Disciplina Positiva en Técnicas de
Actitud y Técnicas de Acción. Expondremos a continuación, siguiendo el
desarrollo realizado por J. Nelsen, dichos métodos de disciplina.

A) Herramientas de Actitud:

1- Los niños que se portan mal son niños desanimados.

En muchos casos el mal comportamiento se debe a que el niño no se


considera aceptado ni importante. Los castigos aplicados por los adultos le
humillan y provocan más desaliento y, como consecuencia, mal
comportamiento en el futuro.

2- Los niños hacen las cosas mejor cuando se sienten mejor.

No tiene sentido pensar que para que un niño se porte mejor


primero hemos de hacer que con el castigo se sienta peor.

3- Los errores constituyen excelentes oportunidades para aprender.


Hay que ver el error o el mal comportamiento como una manera de
aprender para la próxima vez.

4- Trabaja para mejorar, no para alcanzar la perfección.

En lugar de castigar por los errores es mejor centrarse en los


pequeños avances y animar así al niño.

5- Utiliza la firmeza y la amabilidad a la vez.

No se trata tampoco de ser demasiado permisivos con los niños, sino


que hay que ser amables y firmes a la vez ("Te quiero y la respuesta es no").

6- Céntrate en convencer al niño en vez de en ganarle.

Cuando se plantea una lucha de poder y el adulto gana, el niño


pierde, pero eso no le hace mejorar, simplemente le desanima.

7- Céntrate en los resultados a largo plazo.

Con el castigo el niño no aprende más habilidades, aprende que el


que tiene más poder puede doblegar a los demás.

8- Busca soluciones, no culpabilices.

Culpando no se soluciona nada, son las soluciones las que hacen


que mejoren las cosas.

9- Comprende el significado de la disciplina.

La disciplina no es sinónimo de castigo, el verdadero significado de


la disciplina es el de educar.

10- Trata a los niños con dignidad y respeto.

De ese modo los niños se sentirán mejor y se comportarán mejor.

11- Los niños te escuchan si primero tú les escuchas a ellos.

Si escuchas a los niños, ellos aprenderán a escuchar.

12- Fíjate en el mensaje escondido detrás del mal comportamiento.

Con el mal comportamiento los niños pueden perseguir algunos de


estos objetivos erróneos: llamar la atención, tener el poder, venganza o
asunción de incompetencia. Si comprendemos lo que el niño quiere decir
con su comportamiento podremos ayudarle.

13- Da a los niños el beneficio de la duda:

Es mejor que el niño sepa que estamos de su parte.


14- Un respiro para iluminarse: El pararse a pensar, el retirarse y
relajarse puede hacer ver los problemas desde otra perspectiva.

B) Herramientas de Acción:

1- Asegúrate que el niño recibe el mensaje de amor y respeto.

El niño con mal comportamiento es el que más necesita oír que se le


quiere.

2- Permite al niño desarrollar percepciones de que es significante y


aceptado.

A través de las reuniones familiares y de clase se puede ayudar a los


niños a que descubran sus capacidades y se valoren.

3- No hagas cosas por los niños que puedan hacer solos.

Así les ayudarás a ser más capaces.

4- Formula preguntas del tipo "qué" y "cómo".

El aprendizaje comienza con el nacimiento. Ello exige el cuidado temprano y


la educación inicial de la infancia.”
En ambos casos los adultos funcionan como agentes socializadores que dan lugar al
surgimiento de nuevas experiencias. Sabemos de la importancia de estas acciones, ya
que los niños no desarrollan por sí solos sus capacidades iniciales, necesitan la
presencia de la figura del adulto que los acoja y contenga emocionalmente y que a la
vez les ofrezca situaciones y experiencias nuevas.

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