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Existen tres formas de invalidación de un testamento: por revocación, caducidad y

nulidad del mismo. Las tres figuras tienen una finalidad común: dejar sin efecto un
testamento; pero son diferentes. Por ello, el Código las trata en un solo título
separadamente. “La revocación implica una declaración de voluntad del testador
mediante la cual se deroga el testamento válidamente otorgado; la caducidad
implica que un testamento o alguna de sus cláusulas queda sin efecto por el
transcurso del tiempo, muerte del asignatario, u otro hecho; y la nulidad presupone
un testamento irregularmente otorgado, que es invalidado".

La revocación del testamento implica un derecho autónomo, irrestricto e


irrenunciable, incompatible con la figura de la sucesión contractual y con
cualquiera de las formas del contrato o pacto sobre el derecho de suceder en los
bienes de una persona que no ha muerto o cuya muerte se ignora.

La revocación del testamento es característica propia e ínsita del acto


testamentario, en razón de constituir éste una disposición de última voluntad, lo
cual significa que al ser la última y continuar vivo el manifestante, puede éste en
cualquier momento variarla o revocarla cuantas veces quiera mientras no se
produzca su fallecimiento, siendo ésta la razón por la que se dice que el
testamento constituye expresión de última voluntad.

Revocación expresa

La revocación testamentaria expresa es un acto formal, pues para su validez exige


que se haga por otro testamento cualquiera que sea su forma. Si bien se puede
criticar a este aserto el hecho de confundir el acto jurídico (testamento) con la
forma, no es menos cierto que la formalidad solemne o sustancial del acto de
revocación subyace en la propia forma del acto testamentario.

En efecto, sabemos que las formas o requisitos comunes a todo testamento son
cuatro, a saber: fecha de otorgamiento, firma, nombre del testador y forma escrita.
En ese sentido, la revocación expresa de un testamento al tener que hacerse
necesariamente por otro testamento, este otro no podrá escapar a la ineludible
forma escrita común a todo acto testamentario, por eso es que decimos que la
forma de la revocación subyace en la propia forma del acto testamentario.

Y decimos que dicha formalidad escrita es solemne o consustancial al acto (la de


la revocación contenida en el testamento), a pesar de que el legislador patrio no
optó por la fórmula de sancionar expresamente con nulidad su incumplimiento, en
razón a que es suficiente que el texto de la norma bajo comentario disponga que
la revocación solo pueda ser hecha de ese modo y no otro.

Finaliza el texto disponiendo que no interesa la forma testamentaria específica que


se adopte para consumar la revocación, sea en testamento ordinario o especial.
Esto significa que no existe jerarquía o prevalencia entre un testamento u otro,
pudiendo ser revocado por ejemplo un testamento en escritura pública por un
testamento ológrafo. Claro está y debe entenderse que la revocación hecha en
testamento ológrafo presupone que éste entró en vigor al cumplir con todos sus
requisitos de validez, es decir, que ha sido comprobado y protocolizado tal y como
lo exige el numeral 707 del Código Civil.

ARTÍCULO 800°.- Si el testamento que revoca uno anterior es revocado a su


vez por otro posterior, reviven las disposiciones del primero, a menos que el
testador exprese su voluntad contraria.
En el caso de los testamentos la voluntad del causante debe primar y prevalecer
por regla general, y considerando que no existe una mejor voluntad testamentaria,
sino en todo caso una diferente, debe entenderse que el testamento inicialmente
revocado regirá la sucesión del causante junto con el último testamento, pues la
decisión de dejar sin efecto el primer testamento quedó a su vez írrita y sin valor
alguno al haber sido también revocada.

Claro está que el primer testamento inicialmente revocado entrará en vigor


siempre que no se contradiga o sea incompatible de hecho con el último
testamento, o que el testador en este último caso exprese su voluntad en contrario
en el sentido de no querer que los testamentos anteriormente revocados recobren
su vigencia, teniendo que ser dicha voluntad explícita en ese sentido.

ARTÍCULO 801°.- El testamento que no es revocado total y expresamente por


otro posterior, subsiste en las disposiciones compatibles con las de este
último.

Se justifica en razón de que para el caso de la voluntad del causante plasmada en


su testamento no existe la hipótesis o figura de una voluntad mejor que la otra,
siendo ésta la razón de que la voluntad testamentaria pueda estar plasmada en
más de un testamento y ser todos compatibles y finalmente regir todos ellos la
sucesión del causante. A diferencia de lo que ocurre en las leyes pues éstas
priman y rigen una materia específica según su vigencia en el tiempo, pudiendo
darse el caso de una derogación tácita a la luz de lo regulado en el numeral I del
Título Preliminar del Código Civil.
. Así por ejemplo, si en un testamento anterior se dejan los bienes de la herencia a
Carlos, se deja un legado a Manuel y se nombra albacea a Roberto, y
posteriormente el testador otorga un segundo testamento dejando los mismos
bienes a María y el mismo legado a José, debe entenderse que el primero ha sido
revocado salvo en cuanto al nombramiento de Roberto como albacea de la
sucesión.

En cuanto a los alcances de la revocación, debe quedar en claro que éstos se


limitan únicamente a las disposiciones de exclusiva naturaleza sucesoral, así por
ejemplo, el reconocimiento de un hijo hecho por testamento sigue valiendo aun
cuando el testamento en el que se efectuó quede posteriormente revocado.
Situación parecida es la que se produce con el reconocimiento de una deuda en
un testamento que posteriormente es revocado. Si bien en este último caso no
existe norma expresa que disponga que el acto es irrevocable como ocurre
precisamente con el reconocimiento de un hijo (artículo 359 del Código Civil), ha
de tenerse presente que conforme al apartado 1958 del nuestro Código Civil para
el caso del reconocimiento de una deuda se exime al acreedor de probar la
acreencia toda vez que se presume la obligación, con lo cual el acreedor no se ve
perjudicado y puede acceder al cobro de la deuda.

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