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Caso 1 – J (grupos 1, 2, 3)

J es un hombre de 18 años de edad, reside en una vereda en cercanías a la ciudad de Zipaquirá. El


primer contacto clínico ocurre en su residencia, pues hace casi 10 meses que no sale de allí. M,
hermano de J, es quien contacta inicialmente al clínico, pues teme por la salud mental de su
hermano. M, hermano de J, comenta que su madre murió cuando ellos tenían 9 años por causa de
un cáncer de colon; el padre estuvo hospitalizado en una clínica psiquiátrica y los abandonó cuando
tenían 10 años de edad. Ambos, M y J, estuvieron viviendo en la calle durante varios años (6
aproximadamente) hasta que un familiar se reencontró con ellos y los ayudó. Durante ese tiempo,
M reconoce que tanto él como J consumieron algunas sustancias psicoactivas. Actualmente viven
en la casa que perteneció a su mamá, pero solo M trabaja e intenta ver por su hermano.

La vivienda se encuentra en condiciones de cierto descuido y desaseo, algunos vidrios se ven rotos
y se encuentran sucios, se puede sentir el polvo en el suelo al caminar por algunas partes. Llama la
atención un sofá que se encuentra atorado en una escalera caracol que conecta el primer y el
segundo piso, puede verse una cuerda con nudos que permite acceder al balcón y por la cual se
constata que J sube a su habitación. J usa una túnica de color blanco, ya un poco raída pues se
cambia muy poco de ropa, se percibe en él un fuerte olor a transpiración. Su cabello es largo al igual
que su barba, mismos que no se arregla hace casi un año. Come muy poco, a veces solamente el
desayuno, a veces desayuno y cena. Su habla es reposada, a veces incluso un poco lenta, si bien
tiene momentos en los que su prosodia cambia y sube de repente su volumen para acentuar algunas
de las cosas que dice. J afirma que es un profeta enviado desde el centro de la galaxia, por el gran
espíritu del Cósmos, para establecer la paz entre los animales y los muebles, él fue elegido porque
entiende el lenguaje de los dos y espera poder dar fin a tal conflicto. Desde hace casi 8 meses escribe
“profecías” en un cuaderno, ellas básicamente tienen un tinte apocalíptico, una de ellas dice:

“Cuando se arme un triángulo con los ojos momificados de los caciques en el lote, se verá
una gran nube de color negro sobre la vereda, entonces habrá un terrible diluvio y el valle se
inundará, todo aquel que no me siga, morirá”.

Cuando se le pregunta por el sofá atravesado en la escalera, el afirma que tuvo que dejarlo ahí
porque “él quería estar ahí, cuando se atoró yo se lo pregunté”. Afirma que sube a su cuarto usando
el “método tigre” (pasando a rastras por debajo del sofá) o el “método mico” trepando por la cuerda
con nudos que su hermano tuvo que instalar procurando alternativas para la movilidad de su
hermano. Actualmente J no se encuentra en tratamiento médico y no toma ningún medicamento.

J fue bautizado en el catolicismo, pero desde años atrás, al igual que J, dejó de practicarlo. A veces
se queda mirando un punto fijo, afirmando que escucha los mensajes que le envían, que lo guían en
su misión; no obstante, no le resulta posible reportar el contenido de esos mensajes pues son como
susurros que debe descifrar.

M recuerda que J comenzó a actuar en modo extraño desde que se le declaró a una mujer que le
gustaba, ella era de su misma edad. La mujer lo ridiculizó diciéndole que era obvio que entre ellos
no podría haber nada. Entonces J se enfureció, adoptó su extraña vestimenta y comenzó la
elaboración del cuaderno de profecías.

M no sabe si en ocasiones J está de verdad tan loco o si solo se hace. Piensa que se hace una burbuja
para que nadie lo moleste, pero a veces teme también que todo lo que dice lo crea de verdad.
Caso 2 – L (grupos 4, 5, 6)

Mi nombre es L, tengo 25 años y vivo en Bogotá. Creo que mi problema es que la gente me molesta
demasiado. Prácticamente no resisto que me digan nada y exploto de una. La gente me dice que
exagero, pero yo no siento que sea así, simplemente creo que la gente no sabe respetar y que por
eso no se dan cuenta de las cosas molestas que hacen; la gente se mete en lo que no le importa.
Claro que con el man con el que salgo ahorita, con… mi novio es una situación especial porque él es
quien se molesta conmigo; si usted me viera con él, se daría cuenta de que la gente que dice que
exploto por nada no tiene la razón. Bueno, a veces también me molesto con él, me parece meloso
y le digo que no me joda. A veces quisiera abrazarlo o decirle algo bonito, pero la verdad no me sale.
Él es quien normalmente trata de arreglar las vainas al final; yo prefiero quedarme callada y esperar,
yo no le ruego a nadie.

Desde que era niña viví con mis papás, tres tías y mis abuelos. La casa en la que vivíamos era de mi
abuelo, era muy grande, tenía un patio con muchas matas. Mi papá solía llegar borracho casi todas
las noches, recuerdo que mi mamá nos acostaba temprano para que no nos jodiera. El man llegaba
con una pistola a abrir la puerta a la mala. Cuando entraba al cuarto, si no lo abrazábamos
comenzaba a disparar la pistola hacia el piso, luego lloraba y nos pedía perdón. El man estaba loco,
creo que a él lo trataron muy mierda los papás y por eso quedó así. Le rogué a Dios que me ayudara,
muchas veces en esas noches con tanto miedo en el corazón, ¡Pero que va! Los fantasmas no lo
pueden rescatar a uno. Ahí dejé de creer, hacía esas oraciones chimbas para que no me la montaran,
pero en el fondo todo era una farsa. Dios me falló. Sé que hice muchas cosas que no debí a otra
gente, pero si Dios no apareció para castigar a los que me lastimaron, yo sé que yo no voy al infierno,
sé que no existe ese infierno con el que se la pasan amenazándolo a uno, yo ya viví el mío.

De mi papá y de mi abuelo tengo malos recuerdos, me dieron mucho juete y a veces no creo que
me lo mereciera, siento que me tenían rabia. Cuando tenía 5 años unos amigos de mi papá fueron
a la casa a jartar. El man no se medía con el trago, siempre jartaba hasta que no sabía de donde era
vecino. Una vez, los amigos estaban jartando y uno de los manes se metió a mi cuarto. Yo lo sentí
entrar, el man me tocó y abusó de mi, tuve miedo de hablar pero le dije a mi mamá. Ese fue un error
tenaz, una maricada total, mi mamá le tenía mucho miedo al hijueputa de mi papá y por eso me dijo
que a lo mejor eso me había pasado porque me lo había buscado, que yo había provocado al man
ese, que para qué me vestía así. Ahí no supe si a mi mamá no le importaba o era el miedo al tipo o
de quedarse sola lo que le impidió hacer algo.

El tipo ese abusó también de mi hermana, eso pasó durante varios años sin que nadie hiciera nada.
Luego entendí que mis tías no se metían porque mi papá las había violado y todas le tenían miedo.
Siempre nos dejó de últimas para todo mi papá. Solo era cariñoso cuando estaba jartando. Durante
varios años no tuvimos para comer y la vida fue muy dura, mi mamá no lloraba porque si mi papá la
veía le cascaba y, poco a poco aprendió a “hacerse la fuerte”, decía que si uno se mostraba débil
delante de los demás, se la podían montar a uno, lo podían joder, ¿me entiende? Mi mamá era una
güevona (sic), nunca tuvo calzones para hacer nada por quitarse a ese hij… a ese desgraciado de
encima. Me emputé (sic) cuando mi papá nos compró un jabón dersa para la ropa para que todas
nos bañáramos el cuerpo y al puto (sic) camión ese que tenía le compró hasta champú… era en
verdad una rata.
Mi primer novio fue a escondidas, creo que lo tuve porque estaba aburrida de estar todo el tiempo
en la casa. Tenía 13 años cuando me cuadré con ese man, era un tipo bobo, todo tierno, era medio
güeva (sic) pero era buena gente. Mi papá, yo no sé si estaba celoso o qué, pero hacía lo posible
para evitar que me viera con el man. Yo estaba mamada de tanto abuso, de tanto castigo, llevaba
unos años haciendo pesas, levantaba ladrillos, lo que podía para hacerme más fuerte. En el colegio
ya habían llamado a mis papás varias veces porque me metía en peleas y el man siempre me cascaba
al llegar a la casa. ¡Jum! ¡Y todavía tenía el descaro de decir que a mi quién me había enseñado esas
maricadas (sic)!

Yo comencé a responderle y un día cuando tenía 14 años lo levanté, le rompí un plato en la cara y
mientras se agarró le casqué. Claro, me tocó abrirme de la casa para evitar que el man me matara,
lo creía capaz de eso. Quedé embarazada a los 15 años, pero fue una mierda y trato de olvidarlo
todo el tiempo, por lo aburrida que andaba comencé a jartar y a meter marihuana. Mi chino, Oscar,
se parece un resto al papá y yo de ese guevón no me quiero ni acordar; creo que por eso no lo
abrazo aunque me lo pide, yo le digo que no me joda tanto que eso no es tan importante, le trato
de enseñar que sea independiente y que no se confíe de nadie. Cuando me he cruzado con mi papá,
nos madriamos y un par de veces nos hemos dado en la jeta. Ahora yo soy más fuerte, ya no puede
joderme.

Tuve problemas luego porque, como no había estudiado, no podía conseguir un trabajo decente.
Me metí al SENA a tratar de hacer algo, pero resulté en problemas con una vieja. Yo antes ya me
había cascado, incluso con manes, pero ninguno me había embalado en un problema legal. Claro
que, a la vieja esa, yo casi la mato. La idiota esa (sic) se puso a hablar mierda sobre mí y un día que
yo pasé me dijo algo ofensivo, yo ni me acuerdo que fue, lo siguiente que recuerdo era que la vieja
sangraba y que le había dado reduro en la cara, creo que hasta le bajé unos dientes. Me tuvieron
que coger como entre cuatro para que no le siguiera cascando. Me echaron del SENA, pero cuando
me volvía a cruzar con la guevona esa, me pasó lejitos y sin mirarme. Aprendió a respetarme.

El man que anda conmigo ni sé qué hace conmigo. Me tiene una paciencia infinita, y eso que lo he
madriado, que le he cascado. A veces me da rabia no poder consentir a mi chino o abrazar a mi
novio, pero no sé, algo pasa en mí y no puedo hacerlo. A veces como que quiero chillar, pensando
en esta mierda de vida que me tocó, pero luego pienso que para qué, que de pronto alguien viene
y me jode si me dejo ver chillando; creo que es mejor ser una hijuep… una rata con todos.
Caso 3 – K (grupos 7, 8)

Paciente de 40 años de edad, bachiller, vendedora; vive con su madre y con sus dos hijos, presenta
abuso de alcohol desde hace 20 años, no tiene otros antecedentes de importancia. Acude al servicio
de urgencias refiriendo un cuadro de 15 días de dolor abdominal y émesis; se evidencia síntomas
colinérgicos y hay sospecha de intoxicación por plaguicidas. Es estabilizada y valorada por el servicio
de psiquiatra para descartar envenenamiento autoinfligido con fines suicidas; la paciente niega
ideas de muerte o autoagresión, sintomatología depresiva, refiere adecuadas relaciones con su
familia. Al hacer el examen mental no se encuentran alteraciones, por lo cual es dada de alta. La
paciente ingresa al siguiente día con reactivación de la misma sintomatología, alteración del estado
de conciencia y deterioro en el patrón respiratorio. Es estabilizada y valorada nuevamente por el
servicio de psiquiatría. Demuestra ánimo triste asociado a hospitalización y preocupación por su
situación y manifiesta desconocer el origen de esta. Niega nuevamente ideas suicidas o elementos
afectivos. En el segundo examen mental no hay hallazgos diferentes, hay preocupación por la salida
y la posibilidad de presentar otra vez los síntomas; relata que la situación ya la había pasado en 5
oportunidades y había acudido a tres instituciones diferentes en esta oportunidad refiere que se
sintió mal luego de ingerir un “agua de hierbas” ofrecida por su madre; se realizan pruebas
psicológicas en las que se refleja un adecuado contacto con la realidad. En la entrevista se evidencian
rasgos histriónicos y otros incluso de corte psicopático; se da de alta con psicoeducacion,
recomendaciones y control ambulatorio. La paciente no asiste y regresa 2 días después con un
cuadro similar niega; haber ingerido alguna sustancia previamente se muestra dispuesta a continuar
cualquier estudio o interrogatorio para esclarecer el cuadro es difícil la asistencia de otros miembros
de la familia para obtener información (madre anciana e hijos). En el nuevo ingreso se torna irritable
y descalifica constantemente al personal de salud con verbalizaciones hostiles; parece estar lúcida
y no presenta síntomas de tipo psicótico. Solicita y firma la salida voluntaria. Al cabo de pocos días
reingresa, pero en esta ocasión una de las hijas de la paciente encuentra un sobre de raticida dentro
de un libro que pertenece a la paciente; esta última niega haberlo ingerido, se muestra entonces
ansiosa, hostil, con ideas de minusvalía y soledad; además de afirmar que todos la han
“abandonado” y que deberían estar “pendientes de ella” porque está muy enferma.
Caso 4 – M (grupos 9, 10)

Mujer de 18 años, alta, de contextura media, de constante apariencia pálida en su rostro y manos
con tendencia a estar frías, quizá sudorosas. Ingresa a la clínica por haber sufrido un accidente al
bajarse de un bus, describe: “Recuerdo haberme ubicado en la salida y recuerdo estar a punto de
timbrar porque ya iba a llegar donde me bajaba; lo siguiente que recuerdo es gente a mi alrededor,
me tomó varios minutos darme cuenta de que me encontraba en la calle, me dolía mucho el cuerpo.
La gente que me auxiliaba me dijo que me había caído del bus”. Al preguntársele si ha tenido otros
episodios similares refiere: “hace unos 4 meses me sucedió que manejaba el carro de mi novio por
la avenida Boyacá y ya casi iba llegando como a la calle 53, cuando… cuando, se me borró de nuevo
la película y desperté estrellada contra la baranda del costado izquierdo, pude haber caído con el
carro al caño pero supongo que Dios me protegió o aún no me tocaba”. La mujer reporta
alimentación típica (5 comidas en el día con alimentos saludables), hace ejercicio de 3 a 4 días por
semana. Vive con sus padres y un hermano menor. Al indagar por otros aspectos de su
funcionamiento refiere que desde hace un tiempo, aproximadamente 8 meses, tiene problemas
para dormir en la noche mientras que en el día “se duerme en cualquier parte”, le ha sucedido algo
raro, que ella describe con miedo como “algo epiléptico”, pues de repente pierde la fuerza de sus
músculos y se cae al piso, a los pocos segundos de haberse caído parece caer dormida porque no se
acuerda de nada. Un análisis mediante polisomnografía y test de latencias múltiples determina que
existe un exceso de sueño REM, al igual que una alta eficiencia del mismo; también se encontró que
las latencias de sueño REM son más cortas de lo usual. La paciente informa que estos episodios le
pueden ocurrir varias veces en el día. Cree que quizá sean “ataques espirituales” (opinión que
comparte su pastor) puesto que cuando se despierta luego de sus caídas ve unas sombras que
describe como “unos fantasmas que quizá me quieren asustar o perseguir”, estos desaparecen
momentos después. Si bien M se ha entregado a la oración, estos “ataques espirituales” continúan.

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