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SOBRE EL CANDOMBLÉ
El primero es que algunas de las obras enfocadas ya traen este abanico más
amplio de presentación de registros y análisis de manifestaciones variadas, ellas
mismas ya abarcan varias manifestaciones. Aquellas más específicas como, por
ejemplo, obras sobre el candomblé de caboclo y el xangô de Pernambuco, son
comentadas por su importancia en el establecimiento de métodos y enfoques propios
para estudio de manifestaciones similares que no se encuadran en los modelos
musicales más hegemónicos.
Inicialmente cabe decir que los estudios enfocados en los elementos sonoros
del candomblé tiene un desenvolvimiento posterior a los estudios exclusivamente
etnográficos. Si estos se iniciaran en el siglo XIX para el XX, como ya fue expuesto en
el capítulo anterior, los estudios sobre la música de las religiones fueron un poco más
tardíos. Uno de los primeros autores en dedicarse al tema fue Melville Herskovits, que
escribió en 1949 el texto “Música de culto afrobahiana”, contando con las
transcripciones de Richard Waterman. Consta en el una remisión a otro trabajo
anterior del mismo autor, de 1946, titulado “Tambores e Tamborileiros”, al cual no fue
posible tener acceso. En el texto de 1949, Herkovits presenta una serie de ejemplos
extraídos de las diversas naciones, transcriptos y analizados en cuanto a sus
estructuras musicales, en su mayoría transcripciones de melodías de los cultos
“Caboclo, Gêge, Ketu y Jesha” y del ciclo de ritos funerales (“achêche”), como es
escrito en el texto. Siempre remite a las invocaciones a los orixás. Las partituras son
irregulares en cuanto al registro de las partes percusivas y de difícil lectura, no hay en
ningún momento indicación de los nombres de los toques, apenas de las naciones a
que pertenecen y en algunas transcripciones ocurre la indicación del uso de una caja
substituyendo al tambor “por causa del reglamento policial” (ibid., p. 79).
Una característica del toque de tambor que por varias razones no aparece
en estas notaciones, sin embargo merece, no obstante, ser mencionado,
es la de estar 'hablando a los Dioses', a cargo del tambor más grave. Este
fenómeno consiste en patrones rítmicos de tambores irregulares y
carentes de relación, tocados en el tempo de los otros instrumentos. Su
significado parece ser más ritual que musical (HERSKOVITS e
WATERMAN, 1949, p. 117).
En uno de ellos, Oliveira Pinto (1991), el autor analiza el ritual del punto de
vista de la performance, con algunos énfasis en los aspectos teatrales, también se
trate de un estudio eminentemente etnomusicológico. Estudiando las cuatro naciones
de “Ketu, Gege” y Congo-Angola, y de los candomblés-de-caboclo (ibid., p.72),
Oliveira Pinto trae una caracterización de los orixás teniendo como base sus
temperamentos: melancólico para Omolu, sanguíneo para Oxumaré, flemático para
Oxum y colérico para Iansã (ibid., p. 78 - 81). También refuerza la íntima relación con
los toques de opanijé para el primero y ijexá y daró respectivamente para las dos
divinidades femeninas, presentando el termino savalu para el toque del orixá de la
serpiente y del arco-íris, Oxumaré (ibid., p. 79 -82). Conviene añadir que el término es
frecuentemente asociado a la nación jeje y hallable como denominación específica de
un toque en otras fuentes, como tendremos la oportunidad de exponer más adelante.
Y acrecentar también que el orixá referido también es reiteradamente citado como una
divinidad de orígenes jeje daomeanas.
Pedí a los informantes que describiesen los trazos que identifican cada
toque en referencia a los orixás. Teniendo otra comprensión, diferente de
la nuestra en relación a aquello que es música y danza - no percibida
como arte estética, pero si como la esencia del sagrado -, siempre me
respondían hablando de las emociones y de los humores que son
despertados en ellas por la propia música o por la visión de las danzas,
hecho que llevaba a una conversa repleta de mitos, sueños, en fin, del
mundo del candomblé (ibid., p. 146).
La discusión de ese texto nos permite llenar una brecha, enfocando un tema
primordial de la religión que no fue discutido en el capitulo anterior: el transe. Y que
aquí aparece, evocado por un trabajo de investigación cuya presentación descriptiva
muestra una interpretación:
Un cuerpo que escucha, también. Escucha los enérgicos toques rítmicos y las
cantigas evocatorias de las narrativas míticas y de sus funciones rituales. La autora
citada arriba analiza la relación entre transe, cuerpo, movimiento y danza y trae a flote
elementos simbólicos íntimamente ligados a las sonoridades y a los demás elementos
da concepción religiosa total. La que iremos discutir en seguida, trae hacia el centro
del debate los elementos en general de la música del candomblé, pero enfatiza la
importancia y las características de uno de ellos: las cantigas.
[...] se puede ver que hay diversos tipos de cantigas utilizados apenas en
movimientos específicos y no en otros. Ellos obedecen cierto orden
temporal:
- las cantigas que se cantan en el xirê, y danzadas por las hijas-de-santo
(en cuanto no hay manifestaciones de los orixás);
- las cantigas para llamar el santo, que lo obligan a venir (se trata de un
tipo de cantiga de fundamento especial);
- a “primeira de dar o rum” para o orixá se apresentar e ser saudado;
- la cantiga de entrada para los orixás vestidos, conjuntamente con una
secuencia de tres cantigas de saudação;
- cantigas de rum para los orixás manifestados;
- cantigas de fundamento que tienen el poder de hacer con que los otros
orixás se presenten;
- “cantigas de maló” para despedir a los orixás. (ibid., p. 119).
Las otras cantigas tipificadas (son más de diez categorías) están ligadas “a
momentos raros que solo ocurren en fiestas especiales” o “para ser cantadas en los
rituales preliminares de las fiestas o en ocasiones que no son públicas” (ibidem), por lo
tanto fuera del área de interés de este trabajo, que son especialmente las fiestas
públicas. En el caso de este tipo de ceremonias abiertas a las miradas y escuchas,
vale la pena destacar la descripción de la autora de dos formas de cantiga, por la
semejanza con situaciones presenciadas en el campo y que serán más adelante
descriptas:
Las cantigas de rum sirven para los orixás manifestados que danzan de
una forma más expresiva y viva que una hija-de-santo.
[...]
Las cantigas que obligan al santo a manifestarse entre los vivos, y son
cantadas con la intención de chamarlo, representan un repertorio
específico. Una de sus características es el hecho de ser cantadas
durante mucho más tiempo que las otras. Se canta con insistencia y la
velocidad del toque que la acompaña es normal que valla aumentando
considerablemente (ibid., p. 121).
Con relación a tal toque, que la autora llama de “corrido”, ella todavía
agrega que tiene la peculiaridad de “permitir un tal aceleramiento”. El es
presentado con la siguiente línea-guía (ibid., p. 120):
(12) [x.x.xx.xxx.x]
“Corrido”, según Lühning:
Sató; Jicá, Jinká, Ejika o Ijika; Savalu; Aguerê de Iansã, Daró, Ilú, Agó,
QuebraPratos o Abatá (tipo de Ilu); Aquerê de Oxossi; Korin Ewe o
Aguerê de Ossain; Huntó, Runtó o Jêje; Adarrum; Adabi, Agabi o Ego
Corrido; Massá o Onisá; Kakaka-Umbó o Bata-coto; Oguelê, Guelê, Okelê
o Kelê; Alujá o Elujá (se divide en roli y pani-pani); Tonibobé o Bolero de
Xangô; Opanijé, Apanijé o Apanijéu; Avamunha, Avaninha, Avania,
Rebate o Arrebate (ibid., p. 111 – 115).
Aliás, puede decir que la propia decisión por la forma de organización del
trabajo de Fonseca se pautó por la cuestión de esa diversidad de toques y sus
denominaciones.
Después del canto, enfocado más detenidamente por Lühning (1990) y de los
patrones cíclicos de gã, rumpi y lé por el autor cuyo trabajo discutimos, hay un
elemento cuya importancia ritual y musical es bastante grande. Se trata del rum, El
tambor más grave del trío, cuyas características destacadas están ligadas a su
condición de tambor “solista”:
Dentro de esta exposición, del punto de vista descriptivo, Cardoso propone una
definición bastante clara del que son los “instrumentos de fundamento”:
Por fin, vale destacar la contribución expresa en el propio título del trabajo, la
de pensar y percibir el sistema musical del candomblé como un todo – más
específicamente la expresión sonora de los tambores - como un lenguaje:
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