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Entre los años 1815, 1816 y 1817 la «guerra a muerte» se extiende a la Nueva Granada,
en donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre las numerosas
víctimas de Morillo se pueden destacar el científico Francisco José de Caldas, los
estadistas neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y los patriotas
venezolanos Andrés Linares y Francisco José García de Hevia. A pesar de haber sido
Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en varias ocasiones consideró la
posibilidad de la derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su proclama de
Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que: «...La guerra a muerte que nos han hecho
nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque
sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual
obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de
1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte»,
el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.
Noticias > América Latina
El valiente y temerario revolucionario hizo esta declaración que fue calificada por
algunos como de extrema crueldad, pero por otros como una necesidad improrrogable
y como único medio de aterrar a los españoles, quienes habían llegado siglos antes al
continente, a lo largo del cual arrasaron con comunidades indígenas enteras.
"Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia a las aflicciones
que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña,
y os han destruido con la muerte: que han violado los derechos sagrados de las gentes:
que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y, en fin, han
cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa
desolación.
>> Hace 200 años Simón Bolívar decretó la libertad de los esclavos
"Así pues, la justicia exige la vindicta y la necesidad nos obliga a tomarla. Que
desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han
cubierto de sangre: que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para
lavar de este modo la mancha de nuestra ignorancia y mostrar a las naciones del
Universo que no se ofende impunemente a los hijos de la América".
.
Portada del sitio > 3) Período (14OCT 1795 AL 05AGO 1813) Correspondencia Oficial
> DOCUMENTO 220. DECRETO DE GUERRA A MUERTE, DADO EN
TRUJILLO EL 15 DE JUNIO (...)
A sus conciudadanos.
Venezolanos:
Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones
que os hacían [3] experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la
rapiña y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las
gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han
cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa
desolación. Así, pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla.
Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y
han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para
lavar de [4] este modo la mancha de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del
Universo que no se ofende impunemente a los hijos de la América.
Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan
cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida que ninguna razón, causa
o pretexto será suficiente [11] para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y
extraordinarios que sean los motivos que nos deis para excitar nuestra animadversión.
SIMÓN BOLÍVAR.
Es copia. [13]
BRICEÑO MÉNDEZ [14].
Secretario.
*En el Archivo del Libertador, tomo 21, fols. 177-178, se conserva una copia de época
coetánea, autenticada de puño y letra por Pedro Briceño Méndez como Secretario. El
cuerpo del documento está enteramente escrito de mano del escribiente Jacinto Martel.
Se ha cotejado además este importante documento con el texto de la hoja impresa en
Caracas por Juan Baillío, publicada sin duda el mismo año de 1813 y presumiblemente
muy poco después de la llegada de Bolívar a la capital el 6 de agosto de 1813. Se
conserva un ejemplar (43x32 cms.) en el mismo Archivo del Libertador,
correspondencia oficial, fol. 2. Consignamos en las correspondientes notas las
diferencias de redacción. Aun cuando la forma de este trascendental documento se
acerca más a la de una proclama que a la de un decreto propiamente dicho, le hemos
conservado el título de "Decreto de Guerra a Muerte", con que le conoce la historia. En
el Archivo Restrepo, Bogotá, existe una hoja suelta impresa "en la Imprenta de
Congreso de la Nueva Granada por el C. Joaquín Bernardo Moreno, año de 1813",
probablemente hecha en Tunja, cuyo texto coincide enteramente con la copia ma-
nuscrita, salvo en el encabezamiento que se inicia en el impreso con la palabra
"Proclama", y que dice "a sus ciudadanos" en vez de "a sus conciudadanos".
Notas
[1] En el ejemplar impreso más tarde en Caracas por Juan Baillío, no figura esta última
palabra.
[5] El impreso dice: "se les invita a vivir francamente entre nosotros". La palabra
"invita" había sido escrita primeramente "incita" en el manuscrito y luego se corrigió
como aparece.
[10] En el impreso este párrafo presenta notables variaciones, por lo que se reproduce
íntegro: "Y vosotros, Americanos, que el error o la se ducción ha extraviado de las
sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan sinceramente, y
lamentan vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser
culpables, y que sólo la ceguedad e ignorancia en qw os han tenido hasta el presente los
autores de vuestras culpas, han podido induciros a ellas. No temáis la espada que viene
a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros
verdugos. Tendréis una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades: el
solo título de Americanos será vuestra garantía y salva guardia. Nuestras armas han
venido a protegeros y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos".
e-mail: info@hoy.com.do
Para formar un gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga
por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos capitales: moderar la voluntad
general, y limitar la autoridad pública. Los términos que fijan teóricamente estos dos
puntos son de una difícil asignación, pero se puede concebir que la regla que debe
dirigirlos, es la restricción, y la concentración recíproca a fin de que haya la menos
frotación posible entre la voluntad y el poder legítimo. Esta ciencia se adquiere
insensiblemente por la práctica y por el estudio. El progreso de las luces es el que
ensancha el progreso de la práctica, y la rectitud del espíritu es la que ensancha el
progreso de las luces”.
Juan Bosch, a través de la editora Alfa y Omega, publicó en 1977 su libro Bolívar y la
guerra social. En dicho texto Bosch elabora una tesis acerca del origen de las repúblicas
de Colombia, Venezuela, Perú, Bolivia y Ecuador, como producto de lo que inicialmente
fue una lucha social armada en Venezuela: “En la guerra social venezolana las masas no
luchaban por la independencia del país sino para vengar agravios que habían estado
padeciendo durante veintenas de años a manos de los nobles terratenientes blancos, en
su mayoría criollos, quienes habían iniciado la lucha por la independencia con el
propósito de conquistar el poder político para asegurarse los privilegios que habían
alcanzado en la colonia”.
A los que conocen a fondo el pensamiento bolivariano les resulta extremadamente fácil
entender el comportamiento y las acciones políticas del presidente venezolano Hugo
Chávez.
Los esfuerzos hechos por Bolívar desde Nueva Granada (actual República de Colombia)
con la finalidad de retomar el control del territorio venezolano tuvieron resultados
positivos, ya que en poco tiempo logró llegar a Caracas con las tropas republicanas.
Sin embargo, a pesar de haber vencido en varios combates a los realistas, la presencia
de estos últimos continuaba en el territorio, fortalecida no solo por los soldados
preparados fieles a la Corona, sino también por gran cantidad de hombres y mujeres
quienes, a pesar de haber nacido en estas tierras, se incorporaron a las filas realistas no
precisamente a favor del rey, sino para defender sus ideales de libertad individual e
igualdad social.
Después del éxito de la Campaña Admirable en 1813 vinieron tiempos difíciles para los
patriotas y para la población venezolana como tal. Aún faltaba mucho para lograr la
independencia del poder español.
Bolívar realizó ciertas acciones militares para vencer a los realistas en parte del actual
territorio colombiano. El recorrido iniciado con sus tropas lo condujo hasta San José de
Cúcuta, ciudad colombiana en frontera con Venezuela; allí Bolívar derrotó a las fuerzas
españolas en febrero de 1813. Por tal acción, el congreso de aquel país le dio el título de
“Brigadier de los Ejércitos de la Unión y Ciudadano de la Nueva Granada”.
Alentado por los triunfos obtenidos, Simón Bolívar envió a José Félix Ribas a solicitar
el apoyo del gobierno colombiano para luchar con tropas neogranadinas en Venezuela y
así poder retomar el control en el territorio.
Era la respuesta de Bolívar ante las crueldades que Monteverde había cometido desde la
Capitulación de San Mateo, cuando desconoció dicho tratado y se dedicó a perseguir y a
encarcelar a todas aquellas personas que apoyaban a los patriotas.
Este decreto fue modificado por el Libertador con la proclama de San Carlos del 28 de
julio de 1813 en el que hizo un llamado a los españoles y canarios a incorporarse a la
lucha de los patriotas con la garantía de que serían tratados con igualdad.
Probablemente, esta decisión se debió a que tanto en las filas realistas como patriotas
luchaban venezolanos y españoles sin ninguna distinción. La guerra enseñaba a Bolívar
que la independencia no se lograría sin el apoyo de un colectivo social.
Después de Trujillo (actual edo. Trujillo), los poblados de Guanare (hoy edo.
Portuguesa), Barinas (actual edo. Barinas) y San Carlos (hoy edo. Cojedes) fueron
liberados por Bolívar y sus soldados en pocos días; en esta última ciudad firmó una
proclama en la que reiteró la invitación a los españoles y canarios a sumarse al ejército
patriota, garantizándoles igualdad a aquellos que así lo hicieran.
La llegada a Barinas permitió al ejército contar con ganado suficiente para poder
alimentarse. Además de ello, se comenzó la creación de caballerías, muy importantes
para el desarrollo de las acciones posteriores. El avance de las tropas hizo que
Monteverde huyera a Puerto Cabello (hoy edo. Carabobo); los patriotas continuaron
hasta Valencia y de allí a Caracas, ciudad a donde llegaron Bolívar y sus soldados el 6
de agosto de 1813.
Si bien Simón Bolívar combatió en occidente para retomar el control, Santiago Mariño
también ejerció acciones desde el oriente del país con el mismo objetivo: liberar al
territorio del poder español. Desde enero de 1813, Mariño, (junto con un grupo de
personas que habían emigrado hacia Trinidad una vez que Monteverde retomó el control
en 1812) se propuso realizar una expedición con el fin de luchar contra las tropas
realistas. El 11 de enero se firmó, en un islote cercano al Golfo de Paria (hoy edo.
Sucre), el Acta de Chacachacare, documento que marcó el inicio de la Campaña de
Oriente. Güiria (en el actual estado Sucre) fue la primera ciudad tomada por los
patriotas de oriente. Mientras los realistas decidieron bloquear el puerto, Mariño y su
ejército avanzaron por el interior del territorio hasta llegar a Maturín (hoy edo.
Monagas), sitio clave para la organización de la tropa y para el control de las
exportaciones, pues desde allí se tenía el control de la zona oriental llanera, en donde se
producía ganado. En agosto de 1813, para sorpresa de los realistas, los patriotas habían
controlado el oriente del país, menos la provincia de Guayana (hoy edo. Bolívar), que se
mantuvo fiel a España.
A pesar de los esfuerzos hechos por Bolívar y Mariño, la presencia realista aún
continuaba en el territorio. Los defensores del poder español habían perdido algunas
batallas, pero no se daban por vencidos. Por ello el año siguiente, 1814 fue difícil para
los patriotas.
A pesar de que los patriotas habían obtenido importantes victorias, los realistas
persistieron en sus ataques para retomar el poder ya que no existía un control absoluto.
Las batallas entre ambos bandos trajeron consigo una gran cantidad de muertes, las
cuales aumentaron debido a los ataques y saqueos realizados por muchos esclavizados,
zambos y mestizos que se incorporaron a los enfrentamientos bajo las órdenes de José
Tomás Boves, nuevo líder del grupo realista.
En 1814 fue el despertar de los más oprimidos, de aquellos que durante años padecieron
las grandes desigualdades existentes en la sociedad colonial y que luchaban por sus
propios ideales más que por la independencia o permanencia del poder español.
Boves se encargó de incorporar, tanto a los hombres del llano como a los esclavizados
de la zona central del país, a los bodegueros, como a reos y asesinos, gracias a una
personalidad muy astuta, ofreciéndoles mejorar su situación (libertad en el caso de los
esclavizados), inculcándoles el odio hacia los blancos y haciéndoles creer que la causa
de las tropas republicanas era perjudicial para ellos.
Los realistas, en especial Boves, lograron reunir miles de hombres a las filas de su
ejército, muchos de los cuales representaban la fuerza de trabajo en las haciendas y
hatos ganaderos; esta situación perjudicó la economía de la Segunda República, iniciada
en agosto de 1813. No se trató solo de restarle soldados a los patriotas, sino también la
posibilidad de producir y comerciar, lo que también afectaba la compra de armas y
alimentos.
Combates de 1814:
Cronología sobre algunos combates entre patriotas y realistas durante 1814
Febrero
3: Primera Batalla de La Puerta (actual estado Guárico). Las tropas de Boves que venían
luchando desde septiembre de 1813, vencieron a las de Vicente Campo Elías. Los
realistas fueron rumbo a La Victoria (actual estado Aragua).
12: Batalla de La Victoria. Los patriotas, al mando de José Félix Ribas, lograron
derrotar a los realistas. Participaron estudiantes de la Universidad de Caracas y otros
combatientes que Ribas había reclutado desde el mes de enero. Los refuerzos de Vicente
Campo Elías y Antonio Ricaurte contribuyeron al triunfo de la batalla.
Marzo
25: Batalla de San Mateo (estado Aragua): Antonio Ricaurte voló el parque de armas de
la Casa Alta de San Mateo con el fin de evitar que Boves y sus tropas se apoderaran de
estas.
Junio
15: Segunda Batalla de La Puerta. Las tropas de Boves vencieron a las de Mariño y
Bolívar. Hubo bajas significativas en el bando patriota. Ricaurte en San Mateo, Antonio
Herrera Toro.
En los primeros días de julio se dispuso a ir hacia Caracas, por lo que para el día siete se
produjo la emigración de gran parte de la población hacia Barcelona. Unas 20 mil
personas, entre las que había hombres, mujeres y niños tuvieron que realizar un
recorrido de aproximadamente 20 días a pie en los cuales pasaron hambre, sed y
cansancio, acompañados del terror que significó tener que abandonar la ciudad ante la
llegada de Boves y su tropa.
En Caracas, los realistas tomaron la ciudad. Boves llegó el 16 de julio. No hizo grandes
matanzas y saqueos probablemente porque la Junta de Gobierno y la Iglesia le habían
dado la bienvenida sin ninguna oposición. Además de ello, los productos de las bodegas
(pulperías) así como los objetos de plata presentes en las iglesias habían sido tomados
por los patriotas, quienes partieron días antes a Barcelona, (hoy edo. Anzoátegui).
Los caraqueños no llegaron a Barcelona. Aproximadamente nueve mil personas
lograron sobrevivir. El grupo que había partido de Caracas se dividió en dos partes
después de pasar por Cúpira, (edo. Miranda). Quienes tomaron el camino de la costa
fueron atacados por los barcos españoles.
Ribas asumió el control, reunió a unos cuatro mil hombres y salió a enfrentar a Boves el
5 de diciembre en Urica (actual estado Anzoátegui). Los patriotas fueron nuevamente
derrotados. Boves murió en el combate.
El 31 de enero de 1815 José Félix Ribas fue capturado y decapitado. Su cabeza fue frita
en aceite y colocada en la plaza mayor de Caracas. Una vez derrotados los patriotas en
Valencia (hoy edo. Carabobo) y Caracas, Rafael Urdaneta se fue a los Andes, logró
juntar una tropa de 1.700 soldados aproximadamente pero fue vencido por los realistas
en Mucuchíes (estado Mérida). Partió hacia Cúcuta (Nueva Granada).
Con los sucesos del año 1814, Bolívar aprendió algo muy importante: la independencia
del poder español no se lograría sin el apoyo de las mayorías. Se hacía necesario
incorporar a la lucha por la causa patriota a aquellos hombres y mujeres de los llanos
orientales y centrales que hasta ese momento no se sentían plenamente identificados con
el establecimiento de una nueva república.
El ejército republicano del Libertador no era suficiente para enfrentar al enemigo, pues
la Guerra por la Independencia tenía un carácter étnico y social, casi civil. Fue una
lucha entre venezolanos como se te comentó en el capítulo anterior.
A través del Manifiesto de Carúpano del año 1814, Bolívar dejó por escrito una verdad
muy importante, eran nuestros hermanos y no los españoles los que habían desangrado a
la patria, a la Segunda República.
El chileno Pablo Neruda, quien recibió el Premio Novel de Literatura en el año 1971
escribió en su poema llamado “Canto a Bolívar” una estrofa que nos ilustra las derrotas
sufridas por el Libertador en una guerra entre venezolanos.
La muerte de Boves había dejado a las hordas llaneras sin jefe; entonces estas hordas
agrupáronse alrededor de pequeños jefes que aparecían en lugares distantes, algunos
mestizos como José Antonio Páez o Manuel Cedeño, otros blancos como los hermanos
Monagas. Los hombres de Boves, que se habían acostumbrado a vivir en la guerra —y
de ella— no podían volver a sus hábitos anteriores y menos aún a la sumisión en que
habían nacido; y buscaron jefes que no eran realistas porque ya los realistas no tenían
jefes como Boves. Así fue como la parte más agresiva de la masa fue conducida, por la
guerra social, del realismo al republicanismo, de la colonia a la independencia, en un
proceso similar al que se había dado en Haití veintitantos años antes. Tal vez la
personificación más nítida de ese proceso fue Negro Primero, que murió en la última
batalla de Carabobo con el grado de ayudante de Páez, el Aquiles de Venezuela: la
primera vez que participó en una acción de armas, Negro Primero, fue con un amigo, a
pelear para conseguir despojos de los vencidos, ropa y aperos para su caballo.
De ese proceso se había dado cuenta Bolívar ya en 1815, es decir, antes de que se
manifestara abiertamente. En el capítulo XI copiamos los párrafos de su carta de
Kingston donde describía el pase de los llaneros a las filas independientes. “Los actuales
defensores de la independencia son los mismos partidarios de Boves, unidos ya con los
blancos criollos”, decía. Y apenas hacía ocho meses que Boves había muerto.
En esos días de 1815, para la generalidad de los venezolanos la guerra social sólo había
dejado tras sí la muerte, la destrucción, el terror, y a Venezuela bajo el dominio español,
al parecer de modo absoluto. Esa creencia era fruto de una perspectiva demasiado corta,
pues la guerra social había sacudido de tal manera, y con tanta violencia, las entrañas de
la sociedad venezolana, que por el momento nada podía ser estable en el país, ni
siquiera el poder español.
Pero pronto iban a verse los resultados profundos de la guerra social. Hombres nuevos
habían sucedido a Boves. Boves —ya lo hemos dicho— no tuvo sustitutos españoles,
pero los tuvo venezolanos. Páez, Cedeño, Anzoátegui, los Monagas, eran tan excelentes
guerreros como el terrible asturiano, e igual que él, supieron ganarse la confianza de los
llaneros.
Al comenzar el año de 1817, todos esos jefes juntos formaban un Boves, pero no eran
Boves porque tenían limitaciones. Tras Boves se hallaba el poder español, con el
prestigio secular de la monarquía; tras sus herederos venezolanos no había nadie, no
había tradición de poder nacional. Esos nuevos jefes venezolanos eran algo parecido a
señores feudales de las armas republicanas, y les hacía falta un rey que los unificara.
Bolívar era ese rey, el que los respaldaría, el que les reconocería rangos y autoridad.
En el terreno político Bolívar era el llamado a ser jefe natural de una especie de ejército
disperso que se movía en varias regiones del país, pero un ejército que no se asfixiaba
en un vacío como aquel que él había comandado en 1813. En 1813 no existía la
sociedad que podía y debía darle base y sustancia civil y política a aquel ejército, y en
1817, destruida del todo la sociedad mantuana a los golpes de la guerra social, la
población venezolana, igualada por la fuerza, estaba lista para integrarse en una nueva
sociedad de la que el nuevo ejército sería un instrumento natural.
Bolívar, sin embargo, no estaba seguro de que la guerra social hubiera terminado, y
quería tomar Caracas sin perder tiempo. Desde Caracas, él se impondría al teniento o a
los tenientes que manifestaran resabios de guerra social; así, se internó en dirección de
la zona montañosa y rica de Ocumare del Tuy, buscando tomar Caracas por sorpresa.
Pero fue derrotado el 9 de enero en Clarines y tuvo que retroceder a Barcelona, donde
resistió un sitio por mar y tierra de casi tres meses.
Aunque no hay documentos que lo indiquen, es casi seguro que Bolívar notó desde el
primer momento de su llegada a La Guayana que Piar maquinaba algo peligroso. Por
esos días se produjo un episodio que ha sido muy celebrado por los historiadores, el
llamado Delirio de Casacoima; y consistió en que una noche de lluvia, sorprendido por
el enemigo, Bolívar se lanzó a la laguna de Casacoima, que estaba infestada de
cocodrilos y culebras venenosas, y cuando logró reunirse con sus hombres, ya tarde,
mientras se calentaba ante una hoguera y esperaba que el calor del fuego secara sus
ropas mojadas, comenzó a hablar de lo que haría el ejército libertador: cruzaría los
Andes, libertaría Nueva Granada, pasaría después a Quito y al Perú y acabaría echando
a los españoles de toda América. Uno de los que le oía, creyendo que Bolívar deliraba,
comentó que el Libertador se había vuelto loco.
Pero sucedía que el 13 de enero de 1815, él había dicho en Bogotá que “el odio, la
venganza y la guerra” debían alejarse de “nuestro seno” y debían ser llevados “a las
fronteras a emplearlos” contra los españoles; y ahí, en Casacoima, él simplemente
expresaba en una forma detallada y vivida aquella idea dicha en Bogotá dos años y
medio antes; y si la idea apenas esbozada en Bogotá resultaba ampliada esa noche en
Casacoima, era porque algún estímulo la había actualizado. ¿Cuál podía ser este
estímulo? El temor a que Manuel Piar, un general brillante, joven, aguerrido y de
naturaleza díscola, pudiera resucitar la guerra social.
No hay duda de que a partir de su choque con Piar —en que éste fue fulminado de
manera terrible—, Bolívar comenzó a desenvolver toda una política llamada a secar la
raíz de la guerra social; de manera que si no fuera suficiente lo que el mismo Bolívar
dijo para llegar a la conclusión de que la lucha entre él y Piar no fue una simple disputa
sangrienta por el poder, lo que Bolívar hizo después para extender lo que hoy llamamos
justicia social en favor de la gente más humilde del ejército libertador —por lo general,
negros y mestizos— es un argumento de peso en la dilucidación del problema.
Al mismo tiempo que Piar, estaba rebelado contra Bolívar el general Marino, pero
Bolívar apenas se preocupó por la actitud del que había sido su segundo en mando en el
Año Terrible, porque Marino, un mantuano, no iba a hacer la guerra social. En cambio,
preparó cuidadosamente la captura de Piar, su juicio y su muerte.
Piar era hijo de una mulata de Curazao y de un canario avecindado en Caracas. Podía
pasar por blanco, pero él sabía que no lo era y tal vez eso le hizo crecer amargado contra
la sociedad mantuana, tan puntillosa en materia de limpieza racial. Parece que Piar trató
de esconder su origen, seguramente para no ser infamado por mestizo. Bolívar, que
temió a la guerra social por su poder destructor pero que nunca fue racista, se indignaba
ante esa cobardía moral. En el manifiesto que escribió el 5 de agosto para explicar la
conducta del fugitivo, decía:
“Engreído el general Piar de pertenecer a una familia noble de Tenerife, negaba desde
sus primeros años, ¡ ¡ ¡ qué horrible escándalo!!! (sic) negaba conocer el infeliz seno
que había llevado este aborto en sus entrañas. Tan nefando en su desnaturalizada
ingratitud ultrajaba a la misma madre de quien había recibido la vida por el solo motivo
de no ser aquella respetable mujer del color claro que él había heredado de su padre.
Quien no supo amar, respetar y servir a los autores de sus días no podía someterse al
deber de ciudadano y menos aún al más riguroso de todos, el militar”.
Piar se había rebelado antes contra la autoridad de Bolívar y éste no había pretendido
fusilarlo. En esos mismos días estaba rebelado Marino; antes se habían rebelado
Bermúdez y Ribas y después se rebelarían Arismendi y Páez, y Bolívar no llegó con
ninguno de ellos a los extremos a que llegó con Piar en 1817. ¿Por qué? Porque sólo
Piar, entre todos ellos, amenazó con la guerra social; y después de haberla vivido en
Venezuela y de haber visto sus resultados en Haití, Bolívar tuvo ante sí todo el tiempo,
hasta su muerte, el fantasma de esa guerra como un engendro de los infiernos.
Decía él que:
Y más adelante:
“El general Piar con su insensata y abominable conspiración sólo ha pretendido una
guerra de hermanos en que crueles asesinos degollasen al inocente niño, a la débil
mujer, al trémulo anciano, por la inevitable causa de haber nacido de un color más o
menos claro. Venezolanos, ¿No os horrorizáis del cuadro sanguinario que os ofrece el
nefando proyecto de Piar? Calificar de un delito el accidente casual que no puede borrar
ni evitar. El rostro según Piar es un delito y lleva consigo el decreto de vida o de muerte.
Así ninguno sería inocente, pues que todos tienen un color que no se puede arrancar
para substraerse de la mutua persecución. Si jamás la guerra fratricida como lo desea
Piar llegase a tener lugar en Venezuela, esta infeliz región no sería más que un vasto
sepulcro donde irían a enterrarse en todas partes la virtud, la inocencia y el valor…”.
Bolívar parecía temer que esas enérgicas frases acerca de la guerra social no fueran
suficientes para convencer a los posibles seguidores de Piar, y mezcladas con ellas
escribió algunas más destinadas a demostrar que la guerra social era ya innecesaria
porque la república no establecía diferencias de clases ni de color, pues Bolívar tuvo
siempre la tendencia a considerar la guerra social como una guerra de razas. Así, decía
el Libertador en la proclama del 5 de agosto:
“El general Piar no desea la preponderancia de un color que él aborrece y que siempre
ha despreciado como es constante por su conducta y documentos … la imparcialidad del
gobierno de Venezuela ha sido siempre tal, desde que se estableció la República, que
ningún ciudadano ha llegado a quejarse por injusticia hecha a él por el accidente de su
cutis. Por el contrario. ¿Cuáles han sido los principios del Congreso? Cuáles las leyes
que ha publicado?.. . Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los
destinos de la monarquía, lograban la eminente dignidad de ministros del rey, y aun de
grandes de España. . . Los pardos degradados hasta la condición más humillante estaban
privados de todo. El estado santo del sacerdocio les era prohibido; se podría decir que
los españoles les habían cerrado las puertas del cielo. . .”.
En los dos meses y diez días transcurridos entre esa proclama y el fusilamiento de Piar
—condenado por un tribunal militar, con todas las de la ley—, Bolívar ordenó la
confiscación de los bienes enemigos y su repartición entre los soldados del ejército
libertador; hizo publicar boletines de varias victorias para dar sensación de poder.
Estaba, a su juicio, descabezando la guerra social y lo hacía cuidadosamente.
El 16 de octubre, Piar pagó con su vida tres años de guerra social en cuyos horrores no
había tomado parte. El 17, Bolívar escribía una nueva proclama. “Ayer ha sido un día de
dolor para mi corazón”, decía. “El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa
patria, conspiración y deserción”. Y más adelante: “El general Piar, a la verdad, había
hecho servicios importantes a la República.. .”. Afirmaba que Piar iba a ser designado
segundo jefe cuando desertó; y de pronto comienza a preguntarle a los soldados:
“¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de
clases y de colores no ha sido abolida para siempre? ¿Los bienes nacionales no han sido
repartidos entre vosotros?”
Todo lo cual, en resumen, quería decir que ni Piar ni nadie tenía que hacer la guerra
social porque ya era innecesaria, pues la república había aprendido la lección del Año
Terrible y era y seguiría siendo una sociedad sin los irritantes privilegios mantuanos.
Pero también quería decir que Bolívar temía a la guerra social; que la temía más que a
todo el poder español.
“. . .la muerte del general Piar fue entonces de necesidad política y salvadora del país,
porque sin ella iba a empezar la guerra de los hombres de color contra los blancos, el
exterminio de todos ellos y por consiguiente el triunfo de los españoles: que el general
Marino merecía la muerte como Piar, por motivos de su disidencia, pero que su vida no
presentaba la mismos peligros y por esto mismo la política pudo ceder a los
sentimientos de humanidad y aun de amistad por un antiguo compañero”.
A seguidas, el autor del “Diario de Bucamaranga” pone en boca del Libertador estas
palabras:
“. . .la ejecución del general Piar. . . aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la
esclavitud del país, me permitió proyectar y efectuar la expedición a la Nueva Granada
y y crear después la República de Colombia: nunca ha habido una muerte más útil, más
política y, por otra parte, más merecida”.
Si uno pone atención en lo que decía Bolívar en esos días, a casi once años de distancia
de la muerte de Piar, advierte que en 1328 el Libertador seguía preocupado por las
amenazas de que la guerra social se renovara. El día 12 de mayo, esto es, dos semanas
antes de su declaración sobre Piar, le había dicho a Perú de la Croix lo siguiente:
“El general Páez, mi amigo, es el hombre más ambicioso y más vano del mundo: no
quiere obedecer, si no mandar: sufre de verme más arriba que él en la escala política de
Colombia: no conoce su nulidad; el orgullo de su ignorancia lo ciega. Siempre será una
máquina de sus consejeros y las voces de mando sólo pasarán por su boca, pues vendrán
de otra voluntad que la suya: yo lo conceptúo como el hombre más peligroso para
Colombia, porque tiene medios de ejecución, tiene resolución, prestigio entre los
llaneros que son nuestros cosacos, y puede, el día que quisiere, apoderarse del apoyo de
la plebe y de las castas negras y zambas. Éste es mi temor, que he confesado a muy
pocos y que reconozco muy reservadamente”.
Así, pues, cuando habló sobre Piar, el 25 de mayo de 1828, lo hizo porque en esos días
tenía presente la lección del Año Terrible, que a su juicio podía repetirse de momento.
BOLIVAR Y BOVES
Campaña Admirable
El 14 de Mayo de 1813 Bolívar entra con sus tropas a la población Venezolana
de La Grita y se enfrenta a una fuerza española en la Batalla de Agua de
Obispo.
La campaña continúa con una serie de escaramuzas entre Bolívar y los
realistas con victorias para Bolívar, quien va aumentando su prestigio y sus
tropas.
Decreto de Guerra a Muerte
El 15 de Junio de 1813 realiza una pausa en la ciudad de Trujillo, donde dicta
su Decreto de “Guerra a Muerte” donde no ofrece cuartel a cualquier Español,
Canario o aún Venezolano que apoye a los realistas, este decreto contrasta
con la actitud vacilante y tolerante del gobierno de la Primera República y que
según Bolívar en el Manifiesto de Cartagena fue una de las causas de la
pérdida de esta.
El 2 de Julio de 1813 Bolívar quien ha dividido su ejército en un ala rumbo a
Barquisimeto y otra rumbo a Barinas obtiene un resonante triunfo en la Batalla
de Niquitao.
Las posteriores Batallas de los Horcones y Taguanes, aseguran el camino a
Caracas donde Bolívar entra triunfante el 6 de agosto de 1813.
La batalla de Bárbula
Fue un enfrentamiento armado entre las tropas venezolanas y las fuerzas
auxiliares granadinas comandadas por Rafael Urdaneta y Atanasio Girardot y el
ejército español, capitaneado por el General Domingo Monteverde. Tuvo lugar
el 30 de septiembre de 1813 en la parte izquierda del cerro de la hacienda
Bárbula, vecina al pueblo de Naguanagua, en el estado Carabobo.
Luego de que Bolívar sitiara Puerto Cabello comenzaron a arribar refuerzos a
los sitiados comandados por el coronel Miguel Salomón, por lo cual Bolívar
dispuso la retirada del ejército hacia el pueblo de Naguanagua (cercano al
cerro de Bárbula). Viendo que las tropas rebeldes huían, Monteverde movilizó
sus fuerzas hasta posicionarse en el sitio de Las Trincheras y envió una
vanguardia a tomar posesión de la hacienda Bárbula. Bolívar decide entonces
enviar al choque a las tropas de Atanasio Girardot, Rafael Urdaneta y el coronel
D'Elhuyar, quienes finalmente consiguieron desalojar a la avanzada española.
Por parte de las fuerzas independentistas, esta batalla representó un alto coste,
pues en ella halló la muerte el coronel Atanasio Girardot, quien fue alcanzado
por la bala de un fusil cuando intentaba fijar la bandera nacional en la cima del
cerro, que ya había sido conquista.
(El 18 de septiembre de 1782 nace en Oviedo, provincia de Asturias, el jefe
realista José Tomás Boves, tristemente célebre por sus crueldades durante la
guerra)
Campaña de Boves
A partir de febrero de 1814 comienzan a producirse enfrentamientos entre
grupos realistas y el ejército patriota. Los grupos realistas eran comandados
por José Tomás Boves, quien levantó a los llaneros aduciendo que Bolívar y los
demás iban a crear una república para los blancos y que el Rey de España
había prometido la libertad de los esclavos..
Conclusión
Segunda República
En su libro La guerra social, Juan Bosch expone el cambio estructural que tuvo lugar en
el pensamiento bolivariano luego de la guerra sin cuartel que enfrentara el ejercito
patriótico contra el ejército de lanceros de Boves. Bolívar entendió a sangre y fuego que
sin pueblo no hay Patria. Y el pueblo era en esencia esa masa encauzada por la rabia
libertaria del “taita”, como lo llamaran sus seguidores.
José Tomás Boves, de origen asturiano, un “blanco de orilla”, despreciado por españoles
y criollos mantuanos, se dedicaba a atender una pulpería en Calabozo, estado Guárico.
Compartía como un igual con el resto de la gente del pueblo; cuenta su lugarteniente
Francisco Tomás Morales que de esta forma supo ganarse el afecto y la confianza del
que luego fuera su ejército: “…comía con ellos, dormía entre ellos, y con ellos era toda
su diversión y entretenimiento, sabiendo que sólo así podía tenerlos a su devoción y
contar con sus brazos para los combates”. Estos hombres, luego de la muerte de Boves
en Urica, seguirán al ejército de Páez, otro “taita” de origen popular.
El peso histórico de Boves se asienta en el cambio cultural que logró en Bolívar, y que
luego el Libertador supiera encauzar en los más altos ideales de igualdad y soberanía.
Bolívar comprende la importancia histórica de la igualdad como esencia de la justicia
social, asume que no se trata de configurar repúblicas con nuevas castas en nombre de la
Independencia, sino de construir una Patria junto con el pueblo libre.
“Hasta hoy llegó tu luz”, exclamó José Tomás Boves cuando tomó Valencia en 1814,
después de un sitio de casi un mes. Aunque Boves juró ante el altar de la catedral que
perdonaría la vida a los rendidos, no cumplió. La noche siguiente invitó a la sociedad
valenciana a un baile, que terminó en una orgía de humillación y muerte, uno de los
episodios más infames de la independencia venezolana.Los historiadores no confirman
esta historias de maldiciones, pero los vaivenes de la ciudad lo recuerdan: ha sido en
forma contrastante, cuna de la libertad y traidora, la ciudad industrial y la ciudad más
insegura. La fuerza pujante de una Valencia que privilegió la academia y la industria
como pilares de su desarrollo se ve frenada por luchas intestinas o por gobernantes que
la maltratan.
La “maldición de Boves” nunca fue más patente que con el finado comandante, quien
sin ocultar su aversión por los valencianos, afirmaba que ésta era una “ciudad de
traidores” que había dado la espalda a Bolívar. José Antonio Páez, vecino de Valencia
por muchos años, también fue blanco de su odio, lo cual provocó que la estatua del
prócer en la autopista fuese derribada por fanáticos ignorantes.
Valencia también ha tenido períodos hermosos como cuando su concejo municipal daba
todas las facilidades para la instalación de las grandes transnacionales que motorizaron
el desarrollo del país. Y alcaldes como Armando Celli, Argenis Ecarri y Paco Cabrera,
que han amado la ciudad, con más aciertos que errores. Después del período Cabrera y
el gobierno de Salas Römer padre, cuando la ciudad fue embellecida gracias a la
competencia de obras de ambos gobernantes, vino la debacle.
La dupla del alcalde Edgardo Parra y el gobernador Acosta Carles traía el sino de la
destrucción. Cambiaron el nombre del parque Fernando Peñalver, permitieron la
vandalización de la estatua de la Libertad (“símbolo del imperio”) y de Páez, arrancaron
de todas las plazas los hermosos medallones de Zabaleta para sustituirlos por horrendos
plásticos. Acabaron con el refaccionado boulevard de la Av. Bolívar Norte con el
pretexto de un metro que nunca han terminado y su obra cumbre cultural: el despojo del
Ateneo de Valencia a sus legítimos dueños, los ateneístas y la apropiación de una de las
colecciones de arte más importantes de Venezuela.
Después vino la esperanza con Miguel Cocchiola, que como exitoso empresario había
decidido incursionar en política para gerenciar la ciudad. La división en la oposición
hace que pierda ante Parra y los valencianos sufrieron las consecuencias de este juego
de poderes entre facciones que violentaron la indispensable unidad. Cocchiola entonces
se lanzó a diputado y ganó corrido, como también lo hizo cuando abandonó su curul
para aspirar nuevamente a la alcaldía de Valencia, la cual ganó con la bendición de una
aplastante mayoría.
Sin embargo, su gestión cayó ante el primer gran obstáculo: las guarimbas de 2014. El
alcalde recorría la ciudad sitiada tratando de desmontar las guarimbas, pero la
enardecida ciudadanía no entendía que Cocchiola defendía bienes de la ciudad y su
carencia de presupuesto para reponerlos, creían que no apoyaba el movimiento por la
libertad y la salida del régimen. Así comenzó una larga serie de desencuentros con los
ciudadanos que junto a una dramática reducción en los recursos municipales y una
absoluta carencia de comunicación para explicar razones a los vecinos, han opacado una
gestión que presenta acciones positivas como los mercados comunales, las campañas de
conducta ciudadana, los operativos de salud, el bacheo, las podas de arboles, el
embellecimiento de espacios y recuperación de algunas plazas. Pero aún en la gestión
positiva, Cocchiola se rifa las críticas, tanto del oficialismo como de la oposición.
Este año arrancó con un aumento del 4.000% en el impuesto inmobiliario, sin aviso y
sin protesto. El alcalde dice que no tuvo tiempo pues la ordenanza salió el 30 de
diciembre ya en puertas de la recaudación, pero esta falta de información del por qué y
para qué del gran aumento causó indignación, bien aprovechada por los enemigos de
Cocchiola, que ahora afronta una suspensión del cobro ordenada por el TSJ rojo.
En una ciudad tan crítica como Valencia, los errores se acumulan y la alcaldía debe
atender la demanda ciudadana, dar explicación satisfactoria, enmendar torpezas. Hay
quienes denuncian honestamente, tratando de enderezar lo torcido y deben ser
escuchados. No se trata de solidaridades automáticas pero tampoco de hacer leña de un
árbol cuya caída puede aplastarnos a todos. Un poco de transparencia y honestidad no
sentaría nada mal. Valencia lo merece.
Charitorojas2010@hotmail.com
Tenemos una Historia desproporcionada, en la que los 15.000 años en que se calcula la
data de nuestros primeros pobladores, pasando por los tres siglos de colonización
española y los 200 años de república independiente se disminuyen en su importancia
con el tratamiento que le da la historiografía tradicional a los 10 años de guerra de
independencia. Con lo anteriormente señalado no pretendemos disminuir la importancia
histórica de la gesta emancipadora, pero es necesario reconocer que en América ésta fue
fundamentalmente beneficiosa para una elite: la oligarquía criolla, mucho de los cuales
perseguían aumentar sus poderes y para nada le convenían cambios estructurales en la
sociedad americana.
Pocos personajes han sido tan diversamente tratados como Boves (Oviedo, 18 de
septiembre de 1782-Úrica, estado Anzoátegui, 5 de diciembre de 1814), también
conocido como el León de los Llanos, el Urogallo, la Bestia a caballo o simplemente
Taita, fue un militar español, comandante del Ejército Real de Barlovento (también
llamada la Legión Infernal) y caudillo de los llaneros en el transcurso de la Guerra de
Independencia de Venezuela durante la Segunda República (1813-1814).A lo largo de su
breve, pero notoria carrera militar, Boves se transformó en un auténtico caudillo
popular. Valiéndose de los resentimientos sociales de las clases más bajas contra los
abusos y explotación de que eran objeto por la aristocracia criolla desencadenó una
feroz ofensiva contra los ejércitos independentistas y se convirtió en un auténtico
peligro para la causa republicana de las élites venezolanas.El liderazgo de Boves
constituyó una causa fundamental para la caída de la Segunda República.
pedrorodriguezrojas@gmail.com