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F-6101 METAFÍSICA MODERNA.

Profesor: Juan Diego Moya B.


II Ensayo crítico: «Leibniz y la temporeidad: una interpretación fenomenológica»
Estudiante: Ruth M. Hazel Fallas.

Resumen:
Este ensayo propone analizar un pequeño apartado de la Monadología en aras de
encontrar coincidencias interpretativas con la temporeidad definida desde la postura
fenomenológica de E. Husserl1. Para esto, primeramente, se emprenderá una búsqueda de
esta concepción a lo largo de algunos fragmentos seleccionados para poder reconstruir la
argumentación de Leibniz a cerca de este tema y seguidamente se someterá dicha
reconstrucción a la interpretación desde el punto de vista fenomenológico.

Leibniz y la temporeidad:
una interpretación fenomenológica

Primero que nada, se ha de aclarar que Leibniz en su Monadología no tiene tal cual
un desarrollo sobre la temporeidad en general, no aparece en dicho texto nombrada tal
categoría ni nomenclatura similar, sin embargo, la cercanía con una proto-visión o noción
«primitiva» difusamente emparentada con lo que pronto se desarrollará cómo tempóreo en
el ámbito fenomenológico, se encuentra levemente sugerida en los puntos 26-28 y de otra
forma en el 32 y 36.
En el apartado 26 Leibniz enuncia la distinción entre la consecuencia de la memoria
y la razón, ejemplificando como se da la primera a los animales no humanos, lo cual
consiste en que lo percibido con anterioridad, como en el caso de aquello que alguna vez
les ha herido una vez retornado al presente a modo de representación de la memoria, les
obliga a experimentar sensaciones similares a las suscitadas en aquella primera percepción
que les origino el recuerdo. Ahora bien, se desprende del 27 que justamente el efecto de la
imagen que ahora impresiona se debe a la energía o multiplicidad de percepciones que

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El siguiente análisis está basado en una comprensión general de la noción de temporeidad husserliana
relacionada a la síntesis pasiva de todo acto de sentido, sin embargo, no se ha empleado ninguna citación del
libro referente a este tema (ver fuentes), ya que, se ha aplicado en varios ejemplos de invención propia, la noción
tempórea de dicha teoría para una constatación de la misma en casos cotidianos afines a los fragmentos
retomados del texto de Leibniz.
preceden y están asociadas a la misma, ya que, una percepción muy fuerte puede tener
como efecto prolongado un hábito o una manifestación de reiteradas percepciones
medianas (Leibniz, 1877, p. 452).
Aún más interesante es cuando despliega la continuación de su idea en el apartado
28, aunque lo dice con cierto aire de desdén, alude al hecho de que el ser humano al igual
que el animal no humano, verifica mediante el principio de la memoria antes expuesto las
consecuencias de sus percepciones, es decir, solo de manera empírica sin contar con una
teoría de las mismas, siendo esto así la mayoría de las veces. Por esto mismo, se adelanta
una creencia tal que mañana al levantarme saldrá el sol, puesto que siempre ha salido, sin
embargo, en la astronomía según Leibniz se empleará la razón para explicar la salida del
sol (p. 453).
Entonces, cuando se explaya a propósito de la razón, Leibniz distingue en el
apartado 36 una serie de figuras y movimientos tanto presentes como pasados que entran
en la causa eficiente, así como hay además una infinidad de pequeñas inclinaciones y
disposiciones del alma en la causa final de un acto (p. 454). La relación que establece este
escrito entre ambos fragmentos del libro, es precisamente respecto a las pequeñas
inclinaciones o disposiciones, que también parecen operar en la memoria que por decirlo
de alguna forma están actuando «solapadamente» ya sea para delimitar las percepciones
que se nos presentan a raíz de algún recuerdo de una impresión fuerte o en la infinitud de
figuras o movimientos que siempre participan nuestros actos. Sin embargo, aunque Leibniz
parece colocar como algo inferior el hecho de que nos movamos comúnmente por ciertos
recuerdos o daciones solapadas que, aunque eran anteriores actúan en nuestros actos
presentes y avanza otorgándole primacía a la razón, no se debe dejar por fuera la señalada
precisión descubierta.
Volviendo sobre dicha precisión y operando a partir de aquí con una mirada
fenomenológica, Leibniz notó, aunque sin adentrarse explicativamente, ni nombrar de
alguna forma el hecho de que en nuestros actos presentes también recaen elementos
pasados, que pueden tener una tesitura afectiva como las nombradas disposiciones e
inclinación, o también de dación de mundo como las figuras y movimientos. En el caso de
la memoria respecto al trauma del animal no humano, el descubrimiento anterior, parece
ser más evidente que lo que explicó a cerca de los pequeños conocimientos que asume
como meramente empíricos, sin embargo, esas «creencias» que parecen derivadas de

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nuestras experiencias demuestran también que en nuestras expectativas siempre hay una
dación anterior, sea constatada empíricamente o no.
Un ejemplo de lo anterior es cuando espero un tren que me han dicho pasa a cierta
hora, frente a cierta parada, nunca antes he tomado aquel tren, sin embargo, hay una dación
previa de cierta información que me hace creer que el tren vendrá. En otro ejemplo
ligeramente distinto, veo la fachada de una casa de color blanco y por lo tanto espero, tengo
la expectativa de que la creencia de que la parte trasera sea también blanca y que esto se
cumpla al mirar caminar alrededor de la casa y llegué al otro lado. Observemos los ejemplos
anteriores, en el caso de que el tren pase a la hora y en el lugar que me han informado
demuestra no solo que la información era correcta, sino que dicha validez se instaura ahora
en mi creencia, ya que la expectativa se basa siempre sobre algo anterior, en este caso los
datos que me brindaron, ahora termina de completarse con la concreción del hecho, es
decir, que el tren en efecto llegó a la hora y en el lugar determinados. Pero, en el caso
contrario, si no se concreta el hecho, mi creencia sigue operando, solo que por decirlo de
alguna forma queda sobrepasada por la nueva información constatada en la experiencia,
en este ejemplo, que el tren no llego a la hora, ni al lugar determinado.
El segundo ejemplo, concuerda mucho más con el tipo de expectativa que Leibniz
refirió, el de la salida del sol, ya que, en dicho caso, espero que la casa no solo se encuentre
pintada por la parte trasera, sino además estoy a la espera de que haya una parte trasera,
justamente porque se me han dado con anterioridad objetos que tienen una parte trasera y
un color continuo por ambos lados, operando este tipo de información en las constataciones
cotidianas de las cuales no estamos atentos ni teorizamos, pero a su vez siempre están
operando en otros actos cotidianos tales como: bajar las gradas a la espera del siguiente
escalón, pisar el suelo y no esperar resistencia, sentarnos y esperar un soporte sobre el
cual ejecutar dicha acción, etc.
Nótese que, en todos esos ejemplos, tanto aquellos dependientes de una
información anterior no experimentada o los que requiere de los datos de experiencias
anteriores, tienen de suyo cierta estructura temporal que es prominente, es decir, al esperar
que salga el sol mañana, la expectativa está a la espera de ser llenada, lo que mienta cierto
futuro, dicha espera se nos da justamente sobre una base anterior, la cual en este ejemplo
está relacionada a experiencias pasadas y claramente la expectativa se me da ahora como
posibilidad, pero cuando mañana se presente el sol y la creencia sea concretizada como

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verdadera, no se elimina la estructura tempórea citada con anterioridad, sino que, la
creencia tan solo fue resuelta en su estar a la espera que está fundamentado en un pasado
y ahora se presenta, la creencia que carga con esta estructura tempórea no se puede ver
tan solo cumplida y abandonada, sino que cada día se dará de tal forma, operando
solapadamente cada vez que espero el sol, aplíquese de igual forma a todo lo ejemplificado
hasta aquí.
Finalmente, aunque Leibniz no pareció ver de la forma anteriormente expuesta (la
noción de temporeidad fenomenológica) tal indeterminación de la creencia que se espera
llenar y por lo tanto evoca cierto futuro, quizá porque tan solo vio en la experiencia un vicio
empírico y en la razón la episteme, si es llamativo que viera la conexión directa entre la
memoria y el presente en relación con nuestras percepciones y por tanto expectativas e
interpretaciones, así mismo la dependencia no solo de la dación de figuras y movimientos,
sino además diviso las disposiciones e inclinaciones. Quizá lo interesante es que este
descubrimiento haya sido trasladado a la cotidianidad, en donde parece tener cierta
primacía operante, más aún su intuición respecto a que en toda causa final y eficiente
existen un sin número de «participaciones» varias que ya están dadas, pero a su vez
parecen estar indeterminadas solo hasta el momento en el que actúan sobre nuestros actos.

Fuentes:

Husserl, E. (1997). Analyses Concerning Passive and Active Synthesis. Trad. Steinboack,
A.J. Netherlands: Kluwer Academic
Leibniz, G.W. (1877). Monadología. Obras de Leibniz. Trad. Azcárate, P.D. Madrid: Casa
editorial de Medina.
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