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Claves del lenguaje no verbal: las cuatro miradas que funcionan

A menudo oímos hablar sobre la importancia de conocer el lenguaje no verbal para identificar lo que
verdaderamente nos están diciendo nuestros interlocutores. Esto es lo que dicen sus ojos. Somos
lo que comunicamos. Nos acompañan, nos siguen y nos creen por lo que decimos, pero también
por cómo nos movemos, gesticulamos, miramos y hasta por cómo sonreímos. En Tus gestos te
delatan. Las claves para ser un buen comunicador (Espasa), Fran Carrillo plantea algunas de las
claves que debemos conocer sobre el lenguaje no verbal para entender todo lo que sugieren
nuestros interlocutores e, incluso, saber cómo actuar para transmitir exactamente lo que nos
interesa. En el extracto que recogemos habla sobre los mensajes que enviamos y nos envían a
través de los ojos. Plantea la existencia de cuatro tipos de miradas, su significado y cómo
identificarlas.

Lo que dicen tus miradas


Mario, un inteligente responsable de desarrollo de una empresa multinacional del sector Seguros,
siempre perdía oportunidades de negocio por su incapacidad para gestionar su mirada. De rostro
amable, sin embargo, cuando llegaba el momento de la verdad, desviaba sus pupilas hasta el
extremo de que el interlocutor empezaba a sospechar si no le estaría dando gato por liebre. Su
inseguridad generaba más inseguridad. Sus ojos se dilataban más de la cuenta cuando entraba en
tensión y sus cejas dejaban de tener un sentido preciso cuando se arqueaban o arrugaban,
poniendo en evidencia el descontrol latente y patente de su rostro.
La psicología nos dice que la mirada está íntimamente relacionada con nuestro estado de ánimo.
En nuestro contacto con el público, participamos de un desafío en el que se enfrentan dos miradas
y la nuestra casi siempre vive atrapada por el miedo y la sensación de ridículo constante. No puedes
evitar no mirar, porque el contacto visual es el principal elemento de conexión con el oyente. Es la
vía más directa para hacerle partícipe, para involucrarlo en tu intervención. Un mal control de la
mirada hará que exportemos incomodidad y malestar a quien nos escuche; un dominio pleno de
ella nos convertirá en ganadores escénicos del momento.
Y es que los ojos, como parte del lenguaje facial, expresan lo que el mensaje muchas veces calla.
Siempre decimos que desconfiamos de alguien que no nos mira cuando nos está contando
algo, sea importante o no, que desvía su mirada solo una vez o dos, pero siempre en el momento
de decirnos justamente eso tan relevante que deseamos escuchar, aquello para lo que nos ha
convocado.
No puedes evitar no mirar, porque el contacto visual es el principal elemento de conexión
con el oyente
Esa mirada huidiza transmite inseguridad. Al igual que una mirada tensa, sobre todo si la
reforzamos con un entrecejo fruncido, que nos induce a centrar nuestra atención más en el papel,
en la mesa o en cualquier aspecto secundario de la sala u objeto del entorno antes que en iniciar
ese contacto visual con el público –no olvides esto–, el verdadero actor principal de la intervención.
De la misma forma, tampoco creemos cien por cien a quien nos mira fijamente, llevando al límite
de la lágrima su iris, o a quien desvía sus ojos en una conversación más de una vez sin explicación
alguna (el parpadeo exagerado entra en la categoría del galanteo sutil, ese momento de seducción
entre un hombre y una mujer, dos hombres o dos mujeres, que bien explica en su obra cumbre
sobre comunicación no verbal Flora Davis). Le puse a Mario la siguiente analogía para que
entendiera a qué me refería:
–Mario, cuando comuniques en público, tu mirada debe funcionar como el faro para los barcos
que atracan en puerto. Si te diriges a un auditorio amplio, debes enfocarla como un barrido de
iluminación permanente. Mirando de un lado a otro, sin concentrarte en nadie concreto, a una
velocidad consustancial al ritmo de tu mensaje. Cuanto más lento hables, más lenta debe ser tu
mirada, hasta que decidas proyectarla en alguien en concreto. Si haces esto, ten en cuenta que la
atención de los presentes aumentará porque detectarán un descenso evidente de la velocidad de
tu comunicación y se preguntarán a qué se debe. Que tú fijes la vista en una persona en concreto
no significa nada (al margen de que te sientas cómodo mirándola): realmente, lo haces porque te
facilita concretar tu mensaje principal y, desde ese punto de partida físico, extender al resto de los
presentes el efecto contagio.

Las cuatro miradas del poder


Una vez seguro de que lo había entendido, le confié una técnica impulsada por Rubén Turienzo,
a quien no le importará que le tome prestada su original forma de calificar las tres miradas más
frecuentes que intervienen en una comunicación entre dos o más personas. Como referente mundial
del carisma y la influencia personal, diseñó una estrategia poderosa de control y gestión de las
miradas que resulta útil para lograr el efecto deseado en un auditorio a la hora de comunicar.
Conseguí que Mario la aplicara en sus presentaciones internas, en sus reuniones con clientes vips
y estratégicos e incluso en conferencias abiertas ante públicos diferentes. A las tres miradas que
proponía Rubén yo le añadí una cuarta.
Ahora te las confío a ti, querido lector. Con las siguientes técnicas aprenderás a mirar de forma
diferente sin perder un ápice de tu poder comunicativo, si bien advierto que este tipo de estrategias
son sobre todo aplicables a contextos en los que debas comunicar ante un grupo no muy amplio de
personas –unas quince o veinte–; en auditorios amplios, de cien, doscientas o mil personas, no
tienen razón de ser ni su efecto es tan duradero.
 La mirada de mantequilla. Definida así porque imita el movimiento que realizamos cuando
untamos rebanadas de pan tostado. Con ella realizamos la secuencia de barrido que, de un
lado a otro, hacemos con la mirada cuando no queremos concentrarnos en ningún foco en
concreto. El objetivo es implicar a toda la audiencia en nuestro discurso. Cuando aplicamos
este tipo de mirada, la velocidad de nuestras palabras debe ser moderada o incluso alta, fluida,
aunque sin llegar a extremos que impidan su correcta comprensión e inteligibilidad. De la
misma forma, nuestra expresión corporal debe ajustarse a ese ritmo y hemos de gesticular lo
justo para que palabra y movimiento gestual vayan de la mano.
 La mirada de queso (fundido). Nombre que remite a la analogía con ese trozo de pizza que
permanece pegado a su envase de cartón por un pegote de queso fundido que, por más que
estiramos, no se rompe hasta que llevamos la porción de pizza a una altura tal que no le
queda más remedio que desprenderse de su raíz. Cuando comuniquemos en público,
debemos aplicar esta mirada en momentos de desaceleración de nuestro discurso. De esa
mirada de barrido con la que todos se sentían implicados y que manejábamos cómodamente
a velocidad controlada, pasamos ahora a otra que acompasa un ritmo menos rápido del
discurso, en la que ya aumentamos los segundos que dedicamos a cada uno, el tiempo se
ralentiza y nos quedamos instantes fijándonos en la mirada del otro. Con ello estamos
avisando a nuestros receptores de que algo importante se avecina, porque observan cómo
nuestro cuerpo empieza a emitir movimientos más pausados, menos gesticulados, con un
control casi perfecto. Fluimos desde la tranquilidad, las pausas son más acusadas; es la
antesala de lo que vendrá después.
 La mirada de caramelo. Y lo que viene después es la mirada que sirve para fijar los mensajes
–como ese caramelo que sacas de tu boca para, posteriormente, recuperarlo del papel en el
que lo dejaste y observar que permanece pegado a él y que te cuesta arrancarlo de su base–
, sirve para concentrar la atención y provocar el recuerdo. Ya hemos barrido la sala con
nuestra mirada de mantequilla, hemos concentrado la atención de los presentes con esos ojos
de queso fundido y ahora es momento de generar tensión comunicativa. Detenemos nuestro
discurso, fijamos nuestra postura y concentramos nuestra mirada en una sola persona.
¿Porque nos llama la atención más que los demás? ¿Porque nos gusta? No, porque así
nuestro mensaje saldrá mejor. Es el momento en el que lo sentimos –el mensaje– con el
cuerpo y lo decimos con la boca. Lo segundo por sí solo no basta. Necesitas del enganche
facial y corporal para validar lo que dices. Pones el foco en alguien, se detiene el movimiento
alterno de luz y tus palabras salen con la velocidad justa hacia todos los interlocutores, Les
estás diciendo «¡hey, esto es importante!, recuérdalo, Puedes olvidar el resto, pero si este
fragmento te lo he dicho así y te lo he escenificado de esta forma detallada es porque
considero que es la parte fundamental de mi intervención, esa que no debes olvidar». Es una
mirada poderosa que genera poder en quien la sabe representar bien.
 La mirada de chicle. Por último, y en una fase ulterior, llegamos a esta cuarta variante; el
chicle se mastica, se estira, se saborea, pero llega un momento en que la sobreexposición, el
tiempo de jugar con él, acaba por cansar tu mandíbula (tu mirada) y deja insípida tu capacidad
para persuadir. Percibes que es el momento de no focalizar más la atención de los presentes
en tu comunicación no verbal (ojos incluidos) cuando ves que, progresivamente, su mirada
empieza a mostrar cansancio: la desvían, la bajan o la concentran en otro objeto o en otra
persona de la sala. En ese instante has de dar por concluido ese mensaje y, por qué no, tu
intervención.

tipos de miradas y su significado...


Siendo "espejos del alma", nuestros ojos son capaces de revelar lo que intentamos ocultar mejor
que cualquier otra parte del cuerpo humano. Puesto que no somos capaces de controlar las miradas
al cien por cien, a menudo hacen patentes nuestros sentimientos y emociones, sean cuales sean.
Si siempre has creído que solamente es posible mirar a otra persona desde arriba o abajo, no
puedes estar más equivocado. Te invitamos a conocer otros tipos de miradas, de las cuales cada
una lleva mensajes distinos y provoca diversas reacciones en nuestros interlocutores. ¿Las
conoces?
1. Mirada oblicua

Las miradas diagonales por lo general parecen intentar ver algo sin hacerse notar. Aunque a
menudo se las asocia con las malas intenciones, remordimientos o "consciencia sucia" de uno, no
siempre tienen que ver con ellos. Por más que cada una de ellas pueda suponer una prueba de
inseguridad y oscilación, son también bastante típicas de las personas con problemas de salud,
tales como las lesiones de las vértebras cervicales o relacionadas con la sordera.
2. Mirada insolente

Es la que surge cuando clavamos las pupilas en las de otra persona y la primera de sus
características es que resulta incómoda, tanto para nosotros (al igual que en el caso de una mirada
de enfado se realiza prácticamente sin pestañear), como para ella (teniendo que soportar su poder
puede sentirse amenzada, avergonzada o incluso nerviosa). Además, cuando va a compañada de
unas emociones negativas, bajamos las cejas y fruncimos el ceño con el fin de intimidar al prójimo,
hacerlo cambiar de opinión o protestar contra algo sin usar las palabras.
3. Mirada de rechazo

Este es otro tipo de mirada que manda un mensaje al cien por cien negativo. Si no sabes muy bien
cuál es, intenta imaginar a una persona que te parece realmente repulsiva y no te cae nada bien.
Basta con que pases un tiempo pensando: "No eres nada para mí, no significas nada en mi vida"
para que el rechazo se vea claramente en tu rostro. Si al mismo tiempo inconscientemente apretaste
los labios o te salieron arrugas en la frente, mejor aun... ¡Se trata de esta!
Contacto visual y comunicación no verbal: todo empieza con una mirada

El contacto visual es una de las herramientas más potentes de la comunicación no verbal, y


el punto de partida de la escucha activa. Funciona como un interruptor: enciende y apaga
nuestra conexión con los demás, y nos hace parecer accesibles. Todo empieza cuando las miradas
se cruzan, y finaliza cuando los ojos se evitan. Lo que ocurre en medio depende en gran medida de
nuestra capacidad para atender, entender y sentir. Es cuestión de sensibilidad. Y aunque suene
raro, el sentido de la vista resulta muy útil a la hora de escuchar de verdad a los demás.

Quizás de pequeño te enseñaron a mirar a los dos lados de la calle antes de cruzarla. Sin embargo,
no hizo falta que alguien te explicara la importancia de establecer contacto visual con el conductor
de un vehículo que reduce la velocidad para dejarte pasar (sí, todavía quedamos algunos). Lo
aprendiste solo. Son la intuición y el instinto trabajando en equipo por tu supervivencia: cuando
el coche se acerca, buscas sin querer la mirada de quien lo conduce, y no te quedas tranquilo hasta
que ambos se miran simultáneamente a los ojos.

Aunque no conozcas de nada a la persona sentada tras el volante, de pronto te inspira


una confianza que hasta ese momento no sentías. Basta un cruce de miradas para poner
tu integridad física en manos de un perfecto desconocido. Lo hacemos casi a diario, de forma
automática y sin reparar en ello. Hasta ese extremo llega el poder del contacto visual.

Por el contrario, la ausencia de contacto visual nos hace invisibles. Nos ocurre con frecuencia,
por ejemplo, al coincidir en el ascensor con un desconocido. Encerrados en un espacio tan pequeño
nos sentimos incómodos, y apartamos la vista instintivamente. Si lo piensas, es igual que
cuando los niños pequeños se tapan los ojos para que no los vean. Cualquier persona u objeto fuera
del alcance de la vista deja de existir.

El contacto visual es un eficaz regulador de la comunicación y, en ocasiones, es la comunicación


misma. Cuando esto último ocurre, la mirada por sí sola se convierte en el mensaje, y no hacen
falta las palabras para entenderla: miradas que matan o que te atraviesan, miradas que desnudan,
miradas desafiantes, de admiración, interrogativas, seductoras, irresistibles, perdidas, tiernas,
cómplices, furtivas, pícaras, burlonas,…

Lo mismo sucede con los ojos: atónitos, inexpresivos, desorbitados, con brillo, apagados, como
luceros… El repertorio no termina.

La mirada sirve también para establecer compromiso (“dilo mirándome a los ojos”); sirve
para extasiarnosante la belleza ajena (y la propia, en el caso de los narcisistas), o
para embelesarnos con la actitud de un ser muy admirado.

Generalmente, la mirada habla por nosotros. Pero, sobre todo, la mirada sirve para escuchar, y
para hacer ver a la otra persona que deseamos comunicarnos. El contacto visual constituye la
herramienta más útil para la escucha activa, aquella que hace sentir cómodo a nuestro interlocutor
y con la que obtendremos siempre la información de mayor calidad. Veamos cómo se hace:

Escuchar con la mirada

 Lo primero que debes hacer es establecer contacto visual: cruzar la mirada con la de tu
interlocutor le hará saber que estás en modo escucha, receptivo y dispuesto a procesar
su mensaje.
 Como norma general, siempre que puedas, ponte a su altura y mira de frente:
mostrarás disposición para la comunicación. Desviar la mirada puede
expresar desinterés, indiferencia, vergüenza o inseguridad.
 Mira con todo el cuerpo. Dirige tu cara y expón tu torso hacia la otra persona. Mover solo
los ojos nos hace parecer acechantes y desconfiados, como cuando miramos de reojo.
 Mientras escuches, mantén el contacto de manera regular para demostrar interés, con
breves pausas para que no resulte molesto.
 Cuando apartes la mirada, procura que sea para reflexionar sobre lo escuchado, con la
mirada perdida, o desenfocada. Si observas otra cosa parecerás distraído y distraerás a tu
interlocutor.
 Algunos estudios establecen que el contacto visual medio ocupa un 70% de la
conversación mientras escuchas, y no más del 40% cuando hablas, aunque estos
porcentajes son solo orientativos.Cada caso es especial: el contacto visual no produce el
mismo efecto en las personas extrovertidas que en las introvertidas. Calibra tu mirada
en función de la reacción de tu interlocutor. Atiende siempre al feedback que te devuelva.
 Un truco: si prestas atención al contenido del mensaje y a la intensidad emocional de su
expresión, resultará más fácil saber cuándo mirar. Contacta visualmente cada vez que la
información sea relevante y cuando tu interlocutor ponga énfasis en sus palabras. Así
apreciará que estás atento y comprendiendo su exposición.
 Igual que algunas personas se sienten más cómodas si no las miras, en
algunas culturas el contacto visual se considera irrespetuoso. Sé flexible, adáptate. Y
donde fueres, lo que vieres.

Recuerda
los ojos tienen su propio lenguaje. La mirada tiene un gran impacto en la comunicación y un
enorme poder de seducción (también de intimidación). La mirada es el regulador más eficaz en la
escucha y un poderoso intensificador emocional, que utilizamos para manifestar sintonía con
nuestro interlocutor. Así que mucho cuidado con la forma de mirar. Toma conciencia y corrige tus
errores.
Y si quieres que alguien te preste atención, espera en silencio a que te mire a los ojos. Será el
momento de empezar a hablar.

Significado de las miradas y su relación con el pensamiento


La dirección de la mirada, el movimiento de los ojos y el parpadeo nos dan mucha información de
la forma de pensar de una persona. ¿Qué dicen de ti?
La mirada es indicativa de pensamientos positivos o negativos, es parte del lenguaje no verbal
que nos delata.
La mirada está íntimamente relacionada con tu estado de ánimo, es tu contacto con los demás.
Un mal control de la mirada puede generar incomodidad y malestar a quien te escucha, el
adecuado control de la mirada, por el contrario, te convertirá en ganador.
Richard Bandler y John Grinder, padres de la Programación Neurolinguística, aseguran que
existen varios tipos de miradas y mensajes diferentes que enviamos a través de ellas. Por ejemplo:
 Mirada hacia la izquierda: Entramos en contacto con algún recuerdo.
 Mirada a la derecha: Construcción mental, algo imaginado, una mentira.
 Mirada hacia arriba: Nos pone en contacto con el sistema visual. Utilizamos esta zona
para recordar o inventar imágenes.
 Mirada a la altura de los ojos: Nos conecta con el sistema auditivo. Utilizamos esta zona
media para recordar o inventar sonidos.
 Mirada abajo: Nos acerca a emociones, sentimientos y sensaciones.
El poder de la mirada

Ronald E.Riggio, profesor de psicología, revela en un artículo para la revista Psychology Today,
que la mirada puede abrir o cerrar muchas puertas:
 Hacer contacto visual excita: Mirar fijamente a otra persona genera una reacción de
excitación. La interpretación de este tipo de mirada varía dependiendo del contexto, puede
ser vista como una amenaza o como atracción.
 Los ojos revelan si la sonrisa es falsa: La clave para distinguir una sonrisa fingida y una
real es observar la mirada, cuando la sonrisa es honesta los ojos se hinchan y se generan
patas de gallo.
 Si hay interés se dilata la pupila: Cuando algo nos llama la atención nuestras pupilas se
dilatan, si por el contrario algo nos aburre se contraen.
 Mirada recíproca: Mirarse uno a otro detenidamente es signo de amor.
 Mirada insistente: Por lo regular se piensa que el mentiroso no sostiene la mirada y es
cierto, pero también existe otro extremo. Cuando alguien pone demasiada energía en
establecer contacto visual significa que desea convencer a su interlocutor de algo que no
es verdad.

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