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1 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, “La liturgia romana y la
inculturación. IV Instrucción de la Congregación para el Culto divino para aplicar debidamente la
Constitución ‘Sacrosanctum Concilium’ del Concilio Vaticano II”, 25 de enero de 1994: A. PARDO,
Documentación litúrgica. Nuevo Enquiridion. De San Pio X (1903) a Benedicto XVI, Burgos: Editorial Monte
Carmelo, 20082, p. 1305-1326.
La inculturación de ayer y la celebración de hoy
Nos hemos detenido, al menos brevemente, en el concepto de
evangelización porque desde allí podemos entender mucho mejor algunos
elementos esenciales para la definición de lo que es la Navidad. Pues la ubicación y
estructura de este tiempo litúrgico, según nos lo explica el Padre Jounel2,
constituyen un buen ejemplo de lo que buscamos expresar en el apartado anterior.
Debemos recordar, en efecto, que nuestra actual ubicación de la Navidad no
obedece a una preocupación histórica, sino a la intencionalidad catequética de una
Iglesia que, para transmitir la luz del Evangelio, se sirve de las circunstancias
socio-políticas y plantea su estrategia pastoral en plena consideración de lo que
ellas significan.
Sabemos bien que, desde sus orígenes, la Iglesia asumió siempre una
propuesta evangelizadora tan activa que suscitara la transformación social, gracias
a la cual poco a poco se llegó a la despenalización y oficialización del cristianismo.
Pero la costumbre pagana de celebrar el “Nacimiento del Sol Invicto”, fiesta de la
divinidad y renacimiento del sol, parecía resistirse a ese cambio y se mantenía
ubicada el 25 de diciembre.
Los cristianos buscaron entonces profundizar en la comprensión de
mensajes como el que encontramos en el cántico de Zacarías, cuando se dice que
«Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto»3. Y
a partir de esa reflexión, se va estableciendo la celebración del nacimiento de
Jesucristo justamente el 25 de diciembre, para proclamar que Él es el verdadero Sol
de Justicia que ha venido para librarnos del poder del pecado y de la muerte.
La ubicación de la Navidad, tal y como la tenemos ahora, es fruto de un
proceso evangelizador con el que se quiso dar respuesta a un problema que la
Iglesia venía enfrentando. Es un ejemplo de inculturación cuya consideración debe,
además, ayudarnos a entender con mayor claridad el sentido verdadero de este
tiempo litúrgico.
En primer lugar, debemos tener claro que la fiesta de Navidad no es el
“cumpleaños de Jesucristo”. Esta festividad siempre tuvo una dimensión
soteriológica que hoy debemos mantener: celebramos que el Hijo eterno del Padre
nació de nuestra carne para que, asumiendo nuestra realidad, nos diera la
salvación. Por eso, es preciso entender que:
2 Cf. Pierre JOUNEL, “El año”: A.G. MARTIMORT, La Iglesia en Oración. Introducción a la Liturgia, Barcelona:
Editorial Herder, 19924, p. 917-1050.
3 Lc 1,78; cf. Nm 24, 17; Ml 3, 20; Is 60,1 entre otros.
empezó a merecer por nosotros desde el primer instante
de su existencia humana»4.
4 Pierre JOUNEL, “El año”: A.G. MARTIMORT, La Iglesia en Oración. Introducción a la Liturgia, p. 970-971.