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Vida, pasión y suerte de los econegocios amazónicos en el Perú

La dispendiosa biodiversidad peruana ofrece múltiples oportunidades económicas. Pero la


ausencia de infraestructura y otros factores impiden su despegue.
Poca gente sabe en Lima lo que es el huicungo (Astrocaryum huicungo), salvo José ‘Pepe’
Álvarez, un biólogo español que ahora trabaja en esta capital, pero que está afincado hace
cerca de 30 años en Iquitos, la ciudad más importante de la Amazonía peruana. Según él, esta
palmera selvática, no muy conocida pero abundante en Loreto (región nororiental del Perú), es
rica en los ácidos laúrico y oleico, dos sustancias vitales.
El primero tiene efecto antimicrobiano, lo que lo hace ideal para la fabricación de jabones, y el
segundo (también presente en el aceite de oliva), acaricia los vasos sanguíneos, de modo que
ayuda a prevenir infartos. La manteca sacada de esta planta puede, además, dar más brillo al
cabello y mayor elasticidad a la piel. Sin embargo, en Huicungo, un pueblo de la también
amazónica región San Martín, es bastante más fácil encontrar aceite para autos
-El camu-camu (Myrciaria dubia-Myrtaceae), por ejemplo, otra fruta amazónica, que tiene 20
veces más vitamina ‘C’ que la naranja, en algún momento se perfiló como un ‘boom’. Más o
menos desde 1994, cuando comienza a ser promocionado, a la actualidad, su exportación ha
sido zigzagueante.
En el 2007, alcanzó un pico récord de más de 4 millones de dólares en exportaciones, al
hacerse muy popular en el extranjero, e incluso en Lima (donde sí se le puede encontrar) y el
país. Pero en los años siguientes su salida al extranjero fue decayendo, al punto que en el
2011 no se exportó ni por 1 millón de dólares. Mario Pinedo, funcionario del IIAP, Por un lado,
apunta a la poca transferencia de tecnología y a que “la organización de los productores no
está fortalecida. De acuerdo al agrónomo y ecólogo Marc Dourojeanni, una carretera “provoca
el disturbio de los ecosistemas naturales”. Porque necesariamente tiene que tumbar bosque y
porque atrae, alrededor suyo, migraciones que terminan de alterar el entorno. para que los
econegocios amazónicos funcionen es, tal como dice el empresario ecoturístico Kurt Holle,
“mantener el bosque en pie”
¿Funciona el ecoturismo?
Es una de las grandes posibilidades del país, precisamente por su altísima biodiversidad, lo
que lo provee de paisajes espectaculares, de ecosistemas realmente deslumbrantes. Se trata
de cumplir así uno de los 7 principios establecidos por el Programa Nacional de Promoción de
Biocomercio establecido por el Estado Peruano: “distribución justa y equitativa de los beneficios
derivados del uso de la biodiversidad”. Los otros seis principios apuntan a la conservación de
este recurso, a su uso sostenible, al cumplimiento de la legislación nacional e internacional, a la
sostenibilidad socio-económica. También a la claridad sobre la tenencia de la tierra y al respeto
de los actores involucrados en el biocomercio, algo que también se puede lograr mediante
estos convenios
En el 2011, entraron al Perú 2’597,803 turistas, de los cerca de 1,000 millones que se mueven
por el mundo anualmente, según cifras de la OMT (Organización Mundial de Turismo). Una
buena parte ellos viene atraído por la irremediable seducción de la biodiversidad.
Otra gran fuente de posibilidades amazónicas es la riqueza pesquera, un rubro que, como los
otros, tiene su claroscuro. De acuerdo a la enciclopedia GEO Amazonía, publicada por la
Universidad del Pacífico (Perú), el PNUMA y la OTCA (Organización del Tratado de
Cooperación Amazónica), el consumo de pescado amazónico en el Perú asciende a 40,000
toneladas anuales. Y según el IIAP, el consumo per cápita es de 9 kilos y medio anuales. La
abundancia de peces amazónicos (unas 2,500 especies, más que en todo el Océano Atlántico,
de las que se utilizan unas 200) ofrece no sólo alimento. La arahuana (Osteoglossum
bicirrhosum), un hermoso pez ornamental que posee una suerte de antena delante de la boca,
es muy requerido en los mercados asiáticos y, según el IIAP, la venta de sus alevinos
representa un ingreso promedio de 3 millones de dólares anuales.
Los grandes problemas son la pesca furtiva, el respeto de las vedas -especies amazónicas
como el gigantesco paiche (Arapaima gigas), un pez delicioso, tienen una veda anual- y los
incentivos que hay para este econegocio.
Algo análogo ocurre con la riqueza maderera, que camina peligrosamente entre la legalidad y
la ilegalidad. Las 71.8 millones de hectáreas de bosques que posee el Perú, si se explotaran de
madera sostenible, tendrían un gran potencial. Actualmente, no obstante, solo significan un 1%
del PBI, pero lo más preocupante es que hay una gran cantidad de actividad maderera
sumergida, que funciona clandestinamente o en base a la corrupción.
El futuro (y el presente) sostenibles
Miguel Tang, director del Programa de Economías Verdes de AMPA (Asociación Amazónicos
por la Amazonía) prescribe un principio más para que los econegocios amazónicos funcionen:
“para mantener la producción natural/recuperación de las especies de interés comercial, se
debe intervenir sobre el ecosistema que dichas especies requieren asegurando a la vez la
conservación de dicho ecosistema”. Esto debería funcionar para el huicungo, para la cría de
peces (o para la conservación de los ecosistemas naturales donde viven), para mantener el
bosque en pie, para que el ecoturismo sea posible. También para que la naturaleza ofrezca
servicios ambientales, un rubro que, dada la enorme biodiversidad del Perú, tiene mucho
potencial. Como fuere, un asunto central es la actuación del Estado para impulsar, con más
fuerza, estos econegocios.
En el Ministerio del Ambiente, que participa del Programa Nacional de Promoción de
Biocomercio, se nos informa que existe la disposición de hacerlo y que ya se debate cómo
sería un “crecimiento verde”. Siendo la Amazonía el gran emporio de la biodiversidad peruana,
algunas políticas deberán alcanzar a sus esforzados emprendedores sostenibles. A aquellos
que creen que la economía y la ecología son dos vientos del mismo viaje.

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