En el debate público actual a la corrupción social y política en Colombia, en la búsqueda de
las medidas eficaces para contrarrestarla, no logran los colombianos dar todavía contundentemente en el clavo. Suele afirmarse que para enfrentarse a resolver un problema, hay que comenzar por conocerlo bien, de qué tamaño es, cuáles sus elementos estructurantes y componentes causales del mismo, para a partir de ahí diseñar las medidas necesarias y suficientes para superarlo. Hasta ahora el fenómeno problemático de la corrupción en el país, al modo como ha sido tratado por voceros sociales y políticos y a como ha sido expuesto principalmente en los medios de comunicación públicos y privados, la corrupción asemeja a un fantasma asfixiante y devorador que con sus pesados movimientos y manotazos estruja y sacude al establecimiento amenazando, con derribar la manera normal de vivir de las gentes, pero sin que se sepa todavía de dónde proviene y haciendo dónde se dirige. Tal parece ser algunas de las funciones cumplidas por la mayoría de los medios de información, sin que sean menores las acciones de banalización del problema ante la opinión social, que poco contribuye a la comprensión cabal de ese fenómeno problemático.