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No cabe duda de que la lucha obrera ha sido un acicate que ha llevado a importantes
conquistas sociales que hoy en día se consideran derechos humanos y que liberales
como yo apoyamos. Muy pocos se atreven a desafiar la universalización de la sanidad
y la educación o los subsidios de desempleo. Y nadie, espero (aunque siempre hay
algún listo en LD o el IJM), apoya el trabajo infantil, las jornadas laborales
interminables o las condiciones de trabajo peligrosas para el obrero. Pero que sortear
esas barbaridades y lograr mecanismos básicos de igualdad de oportunidades haya
sido un logro no quiere decir que la propiedad deba ser colectiva o estatal, que los
mercados tengan que desaparecer o que los incentivos a la productividad sean malos,
por no hablar ya de la democracia ni de los derechos humanos, instituciones ambas
por las que el socialismo no tiene afición.
Este documental nos recuerda lo peligrosas que pueden ser las “inocentes” utopías. Y
es que hacer una presunción de como el ser humano es e intentar luego amoldarlo a
esa presunción es algo que no funciona. Nada mejor que ser pragmático para afrontar
los problemas políticos con eficacia, pero nunca perdiendo el norte de unos valores
irrenunciables que nos garantizan, entre otras cosas, que nadie vulnerará nuestros
derechos y que, en caso de que lo haga, lo pague. Ningún mundo ideal valdrá nunca
la vida y menos la libertad de un solo ser humano. ¡Ojalá los socialistas también lo
hubieran entendido así!.