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Acoso escolar

ÁNGEL VILLEGAS BRAVO


2 FEB 2017 - 00:00 CET

Estremece pensar que haya chavales de 13 años que se suicidan porque algunos
compañeros suyos les desprecian y acosan de manera continua y cruel. Uno se
pregunta qué pasará por sus jóvenes cabezas para llegar a una decisión tal.
Jóvenes vidas truncadas por el comportamiento tan cruel como incomprensible
de otros jóvenes como ellos. Estremece pensar que otros muchos sufren ese
acoso en silencio, quizás durante años, ante la incomprensión o, simplemente, la
ignorancia de los que les rodean. No lo entiendo. No diré nada sobre la educación
que reciben, en su casa o en clase. No osaré censurar a padres o docentes. Solo
quiero dirigirme a los amigos, los compañeros, porque mañana puedes ser tú,
porque tu silencio es cómplice. No te pido un acto heroico, ni que te enfrentes a
los acosadores; te pido que te pongas en la piel del que sufre el acoso, que te
pongas de acuerdo con otros y que todos juntos defendáis a vuestro amigo o
compañero. Podéis acudir a vuestros padres, a vuestros maestros, podéis
denunciar. Y a vosotros, acosadores, ¿no entendéis el daño que hacéis? Porque
vosotros, de una forma u otra, también vais a pagar las consecuencias de vuestra
incomprensible conducta.— Ángel Villegas Bravo. Madrid.
Resumen: Cada vez es más frecuente escuchar en los medios de comunicación casos
de acoso escolar o “bullying” que terminan, la mayoría de las veces en suicidio. El acoso
escolar va siempre acompañado del silencio de otras personas, que son de una manera
u otra cómplices de la situación. Dicho silencio da lugar a una terrible consecuencia: la
muerte, una muerte producida por la irracional conducta de uno o varios abusones, que
de forma consciente o inconsciente hacen un daño irreversible.
Tema, estructura, intención comunicativa: El autor reflexiona sobre las cortas vidas
que se lleva el acoso escolar y el silencio cómplice. Trata dicho tema en un tono
subjetivo, y esto es visible en la inclusión que realiza a lo largo del texto de sus
sentimientos en oraciones como “estremece pensar”, “no lo entiendo” y en como se
dirige directamente a los acosadores y a todos aquellos que ven, oyen y callan. En las
cinco primeras líneas reflexiona el autor sobre esta situación angustiosa, sobre ese
futuro truncado y sobre la duración de este problema. En las siguientes siete líneas, no
se atreve a dirigirse a los adultos, pero sí a los jóvenes, instándoles a que denuncien, a
que sean empáticos con quien recibe acoso y que no sean parte de esta situación tan
catastrófica. Termina el texto con una pregunta determinante, lanzada directamente a
los que acosan y una clara sentencia: todos los actos que cometemos tienen antes o
después una consecuencia. Es por esto que identificamos en el fragmento una clara
alusión a todos los que participan en el hecho de que una persona sea agredida física
y/o psicológicamente, intentando condicionar el silencio de los compañeros a través de
una apelación a los sentimientos. El final resulta contundente, casi como una amenaza
a aquellos que resuelven las diferencias con la violencia y siempre con la intención de
moderar el comportamiento.
Argumentación: Me posiciono a favor del autor en un tema tan serio como es el acoso
escolar, ya que como dice él mismo, resulta angustioso reflexionar acerca de la cantidad
de vidas que se van por culpa de este hecho. Podríamos aprovechar para pararnos a
pensar en los límites del ser humano, en el profundo dolor, en la herida que nunca
cicatriza en una persona a la que humillan día tras días hasta que no ve otra solución
más cercana que acabar con su existencia. La gente que sufre estas vejaciones suelen
ser gente sensible que no se ajusta a un molde establecido. Observemos algunos casos
como ejemplo: hace un par de meses una chica se suicidó por la presión a la que la
sometían sus compañeros de clase. ¿Su delito? Teñirse el pelo de colores y el amor a
la cultura japonesa.
Cabe destacar que la chica se había cambiado de colegio, e incluso así, el acoso no
había cesado. También podríamos mencionar el caso del niño que saltó por la ventana
por culpa del bullying. Sus padres solo encontraron una carta en la que decía que era
la única manera de acabar con el dolor. Hace unos meses, vi una obra de teatro llamada
“Pequeño Pony” ue trataba precisamente el tema del acoso escolar basándose en un
caso real que sucedió en Estados Unidos. Un niño era humillado diariamente porque su
mochila tenía ilustraciones de “My Little Pony”, unos dibujos animados en los que se
tratan valores como el amor y la amistad. Los padres, preocupados por su hijo que iba
volviéndose cada vez más reservado, fueron a hablar con la directiva del centro, y estos
le aconsejaron que comprara una nueva mochila. Simplemente, da que pensar.

Conclusión: En definitiva, deberíamos aprender a respetarnos unos a otros, a valorar


a aquellos que son diferentes y aprender de ellos. Deberíamos ser capaces de ver lo
bonito de la diversidad, y además no callarnos ante las injusticias, ser valientes y
empáticas porque de esta manera, el mundo podría ser un lugar mejor. La violencia
nunca es la solución, ni la muerte una opción. La palabra, el diálogo y el apoyo, por el
contrario, sí que lo son.

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