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John Loga
Personajes
MARK ROTHKO
Pintor estadounidense, 50s años o mayor
KEN
Su nuevo asistente, 20s
Escenario
ESCENA UNO
Pausa
ROTHKO enciende un cigarro. Usa lentes gruesos y ropas viejas y holgadas salpicadas de
pintura y pegamento.
Música clásica contemplativa suena en el fonógrafo.
ROTHKO toma una bocanada del cigarro.
Pausa
Hay un sonido de una puerta que se abre y se cierra desde la entrada del vestíbulo fuera
de escena.
KEN, un joven de veintitantos años entra, nerviosamente. Usa un traje y corbata. Es la
primera vez que ha estado dentro del estudio. Él mira a su alrededor.
Está por hablar.
ROTHKO hace un gesto para que no hable. Luego le hace un gesto para que KEN se le
acerque.
KEN se dirige hacia ROTHKO, se para a su lado.
ROTHKO indica la pintura central; el público.
ROTHKO se apresura a bajar un poco la intensidad de las luces, luego regresa a donde está
KEN
ROTHKO: Y, ahora, ¿qué ves? – Sé específico. No, sé exacto. Sé exacto – pero sensible.
¿Entiendes? Sé amable. Sé un ser humano, es todo lo que puedo decir. Sé un ser humano
por una vez en tu vida. Estas pinturas merecen compasión, ellas viven o mueren en los
ojos de un espectador sensible, se aceleran solo si un espectador empático las deja. Eso
es lo que piden a gritos. Para eso fueron creadas. Eso es lo que merecen… Ahora… ¿qué
ves?
Pausa corta
KEN: Rojo.
ROTHKO: Pero, ¿te gusta?
KEN: Hmmm…
ROTHKO: Habla alto.
KEN: Sí.
ROTHKO: Claro que te gusta - ¡¿cómo podría no gustarte?! A todo el mundo le gusta todo
hoy en día. Les gusta la televisión y el fonógrafo y el refresco y las cotufas acarameladas.
Todo se convierte en algo distinto y todo el bonito, y lindo, disfrutable. ¡Todo es
diversión bajo el sol! ¿Dónde está el discernimiento? Dónde está el arbitraje que separa
lo que a mi me gusta de lo que respeto, lo que me parece digno, lo que tiene… escúchame
bien… significado.
ROTHKO se mueve y enciende las luces de nuevo, aunque las mantiene relativamente
bajas, y apaga el tocadiscos, mientras continúa
ROTHKO: Tal vez este sea un dinosaurio hablando. Tal vez yo soy un dinosaurio
succionando el oxígeno de ustedes pequeños mamíferos astutos que se esconden entre
los arbustos preparados para tomar el control. Tal vez hablo un idioma perdido,
desconocido para tu generación. Pero una generación que no aspira a la seriedad, al
significado, no es digna de caminar en la sombra de aquellos que los han precedido,
digo, aquellos que han luchado y superado, aquellos que han tenido aspiraciones, digo
Rembrandt, digo Turner, digo Miguel Ángel y Matisse… digo, obviamente Rothko.
KEN sale al vestíbulo fuera de escena. Regresa sin su chaqueta. Se quita la corbata y se
arremanga la camisa.
Pausa corta
ROTHKO lo mira, evaluándolo.
KEN se ríe. ROTHKO no. ROTHKO lo mira con molestia. La risa de KEN muere. ROTHKO
refunfuña.
ROTHKO se mueve.
Pausa corta.
ROTHKO: ¿Y?
KEN: Un segundo.
Pausa corta.
KEN: Inquieto.
ROTHKO: ¿Y?
KEN: Pensativo.
ROTHKO: ¿Y?
KEN: Um… Triste.
ROTHKO: Trágico
KEN: Sí.
ROTHKO: Son para un restaurante.
KEN: ¿Qué?
ROTHKO: Son para un restaurante.
ROTHKO: Estoy ocupándome de mis cosas cuando el señor Philip Johnson me llama.
¿Conoces a Philip Johnson, el arquitecto de fama mundial?
KEN: No personalmente.
ROTHKO: Claro que no lo conoces personalmente. No conoces a nadie personalmente.
No me interrumpas. El señor Philip Johnson me llama. Está diseñando el nuevo edificio
Seagram en Park Avenue, él y Mies van der Rohe. Estos son nombres para conjurar, ¿o
no? Philip Johnson y Mies van der Rohe, titanes en sus campos, revolucionarios. Juntos
están haciendo un edificio como ningún otro que el mundo haya visto antes, reflejando
las ambiciones doradas no solo de esta ciudad y sus habitantes, sino de toda la
humanidad. En este edificio va a haber un restaurante llamado el Four Seasons, como
el Vivaldi, y en las paredes de este restaurante.
Pausa corta.
ROTHKO: (Orgulloso) Treinta y cinco mil dólares me están pagando. Ningún otro pintor
se acerca.
KEN está impresionado. Treinta y cinco mil dólares es una fortuna. Llamémoslo dos
millones de dólares hoy en día.
ROTHKO: Mis primeros murales… Imagínate un friso por toda la habitación, una
narrativa continua que llena las paredes, una a la otra, cada una un capítulo nuevo, una
historia que se despliega, las miras y están allí, ineludibles e inexorables, como la
perdición.
KEN: ¿Estas están terminadas?
ROTHKO: Lo principal en la pintura es pensar. ¿No te enseñaron eso? El diez porciento
es poner la pintura en el lienzo. El resto es esperar.
ROTHKO: Toda mi vida he querido esto, amigo mío: crear un lugar… Un lugar donde el
espectador pudiera vivir en contemplación con el trabajo y darle un poco de la misma
atención y cuidado que yo le doy. Como una capilla… Un lugar de comunión.
KEN: Pero… es un restaurante.
ROTHKO: No… Yo lo haré un templo.
Pausa corta.
ROTHKO se ha perdido en sus pinturas. KEN lo mira por un momento. Luego se dirige al
fonógrafo, lo enciende. Baja la aguja. Empieza a sonar música clásica.
Él estudia a ROTHKO.
ESCENA DOS
KEN entra. Lleva una bolsa de comida china. Usa ropa de trabajo salpicada de pintura y
pegamento. Han pasado meses y ahora está más cómodo aquí.
ROTHKO reflexiona.
Pausa corta
ROTHKO se le une a KEN. ROTHKO se levanta y come comida china con un tenedor de
forma desastrosa, mientras:
ROTHKO lo coloca en una caja de zapatos llena de recibos mientras continúa sin
detenerse.
KEN va al interruptor de luz. Enciende todas las luces. Luces fluorescentes feas
chisporrotean enseguida. La habitación pierde su magia.
KEN bota los cartones de comida y limpia el lugar donde estaban comiendo.
ROTHKO pone un nuevo disco de música clásica. Se mueve a seguir estudiando su pintura
central.
Un golpe mientras cambia el ambiente.
KEN se divierte.
ROTHKO: Todos esos insectos – ¡Arrg! Yo sé que esos pintores al aire libre cantan sin
cesar acerca de la majestuosidad de la luz natural. Ve y revuélcate en la grama, te dicen,
como una vaca. Cuando era joven no conocía algo mejor por eso yo arrastraba todos mis
suplementos afuera y el viento soplaba el papel y el caballete se caía y la pintura se
llenaba de hormigas. Ay… Pero después voy a Roma por primera vez. Voy a la Basílica
de Santa María de Popolo a ver “La Conversión de San Pablo” de Caravaggio, que resulta
que está escondida en una esquina oscura de una pequeña capilla sin luz natural. Como
una cueva. Pero la pintura brillaba. Con un cierto arrebato brillaba. Considera:
Caravaggio fue comisionado para pintar esta obra en este lugar específico, no tenía
opción. Él se detiene en el lugar, mira a su alrededor. Está tan oscuro que parece el
maldito fondo del océano. ¿Cómo va a poder pintar allí? Se dirige a su creador: “Dios,
ayúdame, como pecador indigno que soy, dime, Oh Señor en las Alturas, ¡¿qué carajo
hago ahora?!”
KEN se ríe
Se detiene bruscamente.
KEN lo mira.
Pausa corta.
ROTHKO mira a la pintura. Inclina la cabeza. Como si estuviera escuchando, como si
estuviera viendo algo nuevo en la pintura.
Pausa corta.
Trágicamente el momento ha pasado para ROTHKO.
Arroja la brocha al suelo. Salpica.
Se a vuelta hacia KEN.
ROTHKO: ¡¿Con qué derecho te atreves a hablar?! ¡¿Con qué derecho expresas una
opinión de mi trabajo?! ¡¿Quién coño te crees que eres?! ¿Qué has hecho? ¿Qué has
visto?¿Dónde te has ganado el derecho de existir aquí conmigo y estas cosas que no
entiendes? ¡¿”ROJO”?! ¡¿Quieres pintar tú?! Anda, hazlo. Aquí está el rojo.
Torpemente le arroja paquetes de pintura roja a KEN.
ROTHKO: ¡Y Rojo, y rojo, y rojo! – Ni siquiera sé qué significa eso. ¿Qué significa “rojo”?
¿Quieres decir escarlata? ¿Quieres decir carmesí? ¿Quieres decir ciruela, mora,
magenta, borgoña, salmón, carmín. cornalina, coral? ¡Todo menos “rojo”! ¡¿Qué es
“ROJO”?!
Pausa corta.
KEN continúa limpiando. Acomodando los potes de pintura y los pinceles.
Pausa corta.
Pausa corta.
Pausa corta.
ROTHKO se siente en el apoyabrazos de una silla vieja, mirando la pintura central.
Cansado y deprimido.
KEN siente el cambio en el humor de ROTHKO.
ROTHKO se quita sus lentes gruesos, los limpia con su camisa, mientras:
Pausa corta.
ROTHKO: Solo hay una cosa en esta vida que me da miedo, mi amigo… Que un día lo
negro se trague lo rojo.
ESCENA DOS
Ken está solo. Está en junto a la cocina, gentilmente calentando y revolviendo un líquido
en una olla. Esa mezcla será la base para el nuevo lienzo.
Una pequeña pintura, envuelta en papel marrón, está guardada sin obstruir, en una
esquina.
Él habla por teléfono mientras revuelve.
KEN: (Al teléfono) …es fácil para ti decirlo, tú no lo conoces… (Mira la pintura envuelta)
…Se la mostraré si creo que es el momento adecuado. Él sabe que yo soy pintor, debe
estarlo esperando… No, no, depende de su humor… ¡No me digas qué hacer! Eres igual
a él…
Cuelga el teléfono.
ROTHKO entra con suplementos para la base. No nota la pintura envuelta.
KEN: Dionisio es el dios del vino y del exceso; del movimiento, de la transformación. Ese
es Pollock: salvaje, rebelde, ebrio y desenfrenado. La experiencia pura… Apolo es el dios
del orden, del método, del límite. Ese es Rothko: intelectual, rabínico, sobrio y
moderado. La experiencia pura transformada por la contemplación. Él salpica pintura,
usted la estudia… Él es Dionisio y usted Apolo.
ROTHKO: Tienes razón, pero pierdes el punto completamente.
KEN: ¿Por qué?
ROTHKO: Pierdes la tragedia. El punto es siempre la tragedia.
KEN: Para usted.
ROTHKO: ¿Crees que los seres humanos pueden ser divididos tan perfectamente en
estereotipos de personajes? Tú crees que las múltiples complejidades y matices de la
psique – evolucionando a través de incontables generaciones, pervertidas y dementes
a través neurosis sociales y la angustias personales, moldeadas por la fe y la falta de fe
– pueden ser tan simples? ¿Pollock es emoción y Rothko es intelecto? Te avergüenzas a
ti mismo… Piensa más.
KEN sonríe
Ha terminado de trabajar en el lienzo.
KEN: Mire.
Pausa corta.
ROTHKO: Goya decía “tenemos arte para que no desaparezca la verdad”…Pollock vio un
poco de verdad. Pero ya no tenía su arte para que lo protegiera… ¿Quién puede
sobrevivir a eso?
Pausa corta.
ROTHKO emerge de sus pensamientos.
Asiente con la cabeza.
Levantan el lienzo y lo cuelgan en la pared.
ROTHKO lo estudia.
Delicadamente remueve pelusas del lienzo. Lo sopla para quitar residuos de polvo.
Continua estudiando el lienzo.
ROTHKO: Estaba caminando hacia mi casa la semana pasada y pasó una pareja. La
mujer vio por la ventana y dijo “me pregunto quién será dueño de todos esos Rothkos”
…Así de simple, soy un sustantivo. Un Rothko.
KEN: Un producto.
ROTHKO: Un adorno de sala.
KEN: ¿Cómo?
ROTHKO continua estudiando el lienzo. Busca fallas. Se mueve más cerca, se aleja, se
acerca de nuevo. Mueve su cabeza hacia delante y hacia atrás. Adjudicando, mientras:
Pausa corta.
ROTHKO aparentemente ha aceptado el lienzo.
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: Nada…
ROTHKO: ¿Qué pasa?
KEN: Es extraño… Estoy recordando algo… El, um, color… es…
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: No importa.
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: Sangre seca.. Cuando la sangre se secó se oscureció. En la alfombra.
ROTHKO: ¿Qué alfombra?
Pausa corta.
Pausa corta.
KEN: Ladrones, me dijeron luego. Al menos dos… Pero en este momento no sé qué
hacer. Solo veo… Yo… No quiero que mi hermana vea más esto. Mi hermana menos… Me
volteo y la empujo fuera del cuarto y cierro la puerta. La manilla de la puerta… Con
sangre… Es roja.
Pausa corta.
Pausa corta.
ROTHKO: ¿Haces cuadros de los hombres que asesinaron a tus padres?
KEN: Bueno, de cómo me imagino que lucen.
ROTHKO: ¿Cómo lucen?
Pausa corta.
KEN: Normal.
ROTHKO: Cuando yo era niño en Rusia, vi a los Cosacos asesinar mucha gente y
arrojarlos a pilas de cuerpo… Al menos eso recuerdo, tal vez alguien me lo dijo, o tal vez
estoy siendo dramático, es difícil saber a veces.
Se detiene.
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: No importa.
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: Se va a molestar.
ROTHKO: ¿Yo?
KEN: Sí, lo hará.
ROTHKO: ¿Y?
KEN: Solo pienso… Es un poco sentimental relacionar lo negro con la muerte. Me parece
una noción anticuada. Un poco romántica.
ROTHKO: ¿Romántica?
KEN: Quiero decir… poco honesta.
ROTHKO: ¿En serio?
KEN: En la realidad ambos sabemos que el negro es una herramienta, como el ocre o el
magenta. No tiene efecto. Verlo como algo malévolo es una extraña forma
antropomórfica cromática.
ROTHKO: ¿Eso crees? ¿Y qué me dices de asociar el blanco con la muerte; como la nieve?
KEN: Eso es diferente. Es una reacción personal. No estoy construyendo toda una
sensibilidad artística de eso.
ROTHKO: Tal vez deberías.
Se empiezan a molestar.
Se aleja. Se detiene.
ROTHKO: Pasa toda una vida con ellos y tal vez logres obtener un momento de
revelación en su pintura… Hasta ese entonces, permíteles su grandeza en silencio.
ROTHKO: Espera.
ROTHKO lo mira.
Pausa corta.
Pausa corta.
ESCENA CUATRO
ROTHKO: Mi punto es… La gente como yo… Mis contemporáneos, mis colegas… Esos
pintores que se criaron conmigo. Todos teníamos una cosa en común… Entendíamos la
importancia de la seriedad.
Pausa corta.
Pausa larga.
ROTHKO desequilibrado trata de recuperar su equilibrio.
KEN no se ha movido.
KEN: Lo mismo dijeron los cubistas, el segundo antes de que los pisotearas hasta la
muerte.
ROTHKO se detiene. Lo mira.
KEN: “Es trágico, en realidad, volverse superfluo en tu propia vida”… ¿No?... “El hijo
debe destruir al padre. Respetarlo, pero matarlo” …¿No fue eso lo que dijiste? …Ustedes
fueron tras los cubistas y surrealistas y, vaya que lo disfrutaron. Y ahora tu tiempo ha
llegado y no quieres irte. Bueno, la puerta de salida a mano izquierda, Rothko. Porque
el Arte Pop ha desterrado el Expresionismo Abstracto. Solo le pido a Dios que ellos
tengan espíritus más generosos que tú, y te permitan conservar tu dignidad mientras
te vas.
KEN: Considera este: El último suspiro de una raza en extinción ... Futilidad.
Pausa corta.
KEN: ¿Sabes?, ¡no todo tiene que ser tan IMPORTANTE todo el tiempo, maldita sea! No
todas las pinturas deben rasgar tus entrañas y exponer tu alma. No todo el mundo
quiere arte que realmente DUELA. A veces uno quiere una maldita foto de un paisaje o
una lata de sopa o un libro de historietas. Algo que, tal vez, aprenderías si alguna vez te
atrevieras a dejar tu maldito submarino herméticamente sellado, con todas las ventanas
cerradas sin luz natural. ¡PORQUE LA LUZ NATURAL NO ES LO SUFICIENTEMENTE
BUENA PARA TI!
KEN: Pero entonces nada es lo suficientemente bueno para ti. Ni siquiera las personas
que compran tus pinturas. Los museos son solo mausoleos, las galerías de arte son
administradas por chulos y estafadores, los colectores de arte son solo seres vacíos
preocupados por subir en la escalera social. Entonces, ¿quién es lo suficientemente
bueno para tu arte? ¿Alguien?
KEN: O tal vez la pregunta es: ¿quién es lo suficientemente bueno como para ver tu arte?
…¿Es posible que nadie sea merecedor de ver tus pinturas? …Eso es, ¿no es así? …”Todos
hemos sido pesados en la balanza y hallados faltos de peso”.
Se acerca a ROTHKO.
KEN: Dices que pasas la vida buscando “seres humanos” reales, gente que pueda ver tus
pinturas con compasión. Pero en tu corazón ya no crees que esa gente exista… Pierdes
la fe… Pierdes la esperanza… Lo negro se traga lo rojo.
Pausa corta.
KEN está parado en frente de ROTHKO.
KEN: Amigo mío, no creo que reconocerías a un verdadero ser humano aunque
estuviese parado justo frente a ti.
Pausa.
La mirada intransigente de ROTHKO inquieta a KEN que empieza a decaer. Se aleja.
KEN: No importa.
ROTHKO: ¡No te rindas tan fácilmente!
KEN: No es un juego.
ROTHKO: Aunque tienes un buen punto, pero no es el que tú crees.
KEN: Naturalmente.
ROTHKO: Sí me deprimo cuando pienso en cómo van a ser vistas mis pinturas. Si los
espectadores serán crueles. Vender una pintura es como enviar a un hijo ciego a una
habitación llena de hojillas. Saldrá herido y nunca ha sido herido antes, no conoce lo
que es el dolor.
Mira a su alrededor.
ROTHKO: Por eso quiero hacer algo diferente con estas. De esa manera serán menos
vulnerables, más robustas, algunos tonos de tierra, incluso para darles fuerza. Y no
están solas. Son una serie, siempre se tendrán las unas a las otras para hacerse
compañía y protegerse… Y más importante aún, serán enviadas a un lugar creado solo
para ellas. Un lugar de reflexión de seguridad…
ROTHKO se detiene.
KEN sacuda su cabeza.
KEN: Al menos Andy Warhol entiende el chiste.
ROTHKO: No, tú no entiendes…
KEN: Es un restaurante de lujo en un gran edificio que pertenece a una gran
corporación. ¿Qué es lo que no entiendo?
ROTHKO: No entiendes mi intención…
KEN: Tu intención es inmaterial. A menos que te vayas a parar ahí por el resto de tu vida
junto a tus pinturas dando charlas – cosa que probablemente disfrutarías. El arte debe
hablar por sí misma, ¿no es así?
ROTHKO: Sí, pero…
KEN: Admite tu hipocresía: El Gran Sacerdote del Arte Moderno está pintando un mural
para el Templo del Consumismo. Tu te enfrentas a la comercialización del arte, pero,
amigo, estás tomando el dinero.
ROTHKO: Yo...
KEN: Claro, puedes engañarte a ti mismo y decir que estás creando un lugar sagrado de
asombro contemplativo, pero en realidad estás decorando otro comedor para los super-
ricos y estas cosas… (Hace un gesto señalando los murales) no son más que los adornos
de sala más caros del mundo.
Mira a KEN.
ROTHKO: Yo sé que ese lugar es donde los bastardos más ricos de Nueva York irá a
llenar sus bocas y a presumir… Y espero arruinarle el apetito a cada hijo de puta que
coma allí.
KEN: ¿Le mencionaste eso a la gente de Seagram?
ROTHKO: Sería un cumplido si decidieran rechazar mis pinturas. Pero no lo harán.
KEN: No lo sé…
ROTHKO: ¿Qué?
KEN: No sé si te creo.
ROTHKO: ¿Acerca de qué?
KEN: (Refiriéndose a los murales) Ellas – Este intento malicioso tuyo. El viejo león aún
ruge, aún trata de provocar, de ser relevante, de darle con todo a la burguesía. No encaja.
ROTHKO: ¿Muy romántico para ti?
KEN: Muy cruel para ellas. Tus pinturas no son armas. Nunca le harías eso a ellas, nunca
las reducirías de esa manera. Tal vez empezaste la comisión pensando en eso pero…
Después ocurrió el arte… No pudiste evitarlo, es lo que haces. Estás atrapado. Te has
pintado hasta llegar a una esquina sin salida, perdona la expresión.
KEN se aleja.
ROTHKO continua inseguro.
KEN no responde.
ROTHKO: Respóndeme.
KEN: Sí.
Sale. Un golpe mientras KEN se queda de pie, mistificado. Después se mueve a la pintura
central. Se detiene enfrente, con el vaso de whiskey en la mano, inclina la cabeza. Muy
estilo ROTHKO.
ESCENA CINCO
ROTHKO no responde. KEN baja el volumen. Enciende algunas luces. Se detiene. Una visión
sorpresiva. La mano de ROTHKO y su brazo gotean de rojo. Es pintura, pero parece sangre.
KEN piensa que se ha cortado las venas.
KEN: ¿Qué has hecho?... (Se da cuenta que es pintura)… Oh, Cristo, ¡es pintura!
ROTHKO: Iba a trabajar.
KEN: Obviamente… Jesucristo… ¿Quieres una toalla o algo? ¿Tal vez un pincel?
Pausa corta.
ROTHKO: (Revelando) Llegas por la calle 53… Subes unas escaleras hasta el
restaurante… Escuchas la habitación antes de verla. Tintineo de vasos, cubiertos, voces,
callado aquí, pero aumenta a medida que te acercas, es un sonido desesperado, como
una alegría forzada a punta de pistola… Entras, te siente mal vestido, te sientes gordo,
te sientes muy judío para el lugar, maldita sea. Das tu nombre. La anfitriona bonita te
mira de una manera, como diciendo: “Sé quién eres y no me impresiona, recibimos
muchos millonarios aquí, amigo, por lo que me importa tú podrías ser cualquier idiota
que pinta marionetas en Tijuana”. Ella chasquea los dedos, llega el Maitre D, que a su
vez chasquea los dedos por el capitán, que chasquea sus dedos por el mesonero
principal, quien te lleva, a través de la gente hasta tu mesa. Las cabezas giran de un lado
a otro, todo el mundo mira a su alrededor, como depredadores - ¿quién eres?, ¿cuánto
vales?, ¿debo temerte?, ¿debo adquirirte?... El chico del vino se acerca, habla francés, te
sientes inadecuado, obviamente no entiendes nada, a él no le importa. Haces el ridículo
al ordenar algo caro para impresionar al chico del vino. Él se aleja, sin impresionarse.
Miras a tu alrededor. Todos los demás parecen pertenecer al lugar: hombres de elegante
cabello gris, mujeres con capas y guantes. Alguien más en uniforme te trae el menú. Son
cosas que nunca has escuchado en tu vida: cochinillo bajo vidrio, huevo de codorniz en
gelatina. Estás perdido. Y de repente… No puedes evitarlo, empiezas a oír lo que las
demás personas dicen… Que es lo peor de todo…
ROTHKO se acomoda.
Parado allí, inestable. Es inquietante: la pintura roja que gotea realmente parece sangre.
ROTHKO: Las voces… Es el parloteo de los monos y los ladridos de los chacales. Es
inhumano… Y todo el mundo es inteligente, y todos se ríen y todos invierten en esto o
en aquello, y todos están en la junta de alguna organización caritativa, y todos se van de
viajes a tal lugar y nadie mira nada y nadie piensa en nada, lo único que hacen es
parlotear y ladrar y comer, y los cuchillos y tenedores hacen clic y clac, y las palabras
cortan y los dientes chasquean y gruñen.
Pausa corta.
Abre los brazos observando sus pinturas.
ROTHKO: Y en ese lugar – allí – vivirán mis pinturas por toda la eternidad.
Pausa corta.
Finalmente mira a KEN.
ROTHKO: (Al teléfono) El Señor Philip Johnson, por favor. Es Mark Rothko en la línea…
(espera, entonces) …Philip, es Rothko. Escucha, fui al restaurante anoche y déjame
decirte, cualquiera que coma ese tipo de comida por esa cantidad de dinero en ese tipo
de lugar nunca mirará una pintura mía. Te enviaré el dinero de regreso y me quedaré
con mis pinturas. Sin ofender. Así es como funcionan las cosas. Buena suerte con todo,
amigo.
KEN se detiene.
KEN: ¿Qué?
ROTHKO: Estás despedido.
Pausa corta.
KEN lo mira fijamente, no lo puede creer.
ROTHKO: No importa.
KEN: Sí importa.
ROTHKO: Escribe tu dirección, te enviaré tu último cheque.
KEN: Me debes una explicación.
ROTHKO: No te debo nada…
KEN: Vamos, Doctor Freud. Puedes hacerlo mejor que eso. ¿Por qué?
ROTHKO: Ya te dije.
KEN: ¿Por qué?
ROTHKO: Porque no necesito un asistente.
KEN: Mentira.
ROTHKO: Porque hablas demasiado.
KEN: Tú también.
ROTHKO: Porque tienes mal gusto.
KEN: Mentira.
ROTHKO: Porque estoy harto de ti.
KEN: Mentira.
Pausa corta.
ROTHKO: Escucha, niño, tú no necesitas pasar más tiempo conmigo. Necesitas
encontrar tus contemporáneos y hacer tu propio mundo, tu propia vida… Necesitas salir
ahora, enfrentarte al mundo, agitar el puño hacia ellos, hablarles hasta que se cansen…
ROTHKO: Cuando yo tenía tu edad el arte era un oficio solitario: sin galerías, sin
coleccionistas, ni críticos, ni dinero. No teníamos mentores. No teníamos padres.
Estábamos solos. Pero era la mejor de las épocas, porque no teníamos nada que perder
y toda una visión que ganar.
Pausa corta.
Pausa corta.
KEN: Gracias.
ROTHKO: Haz algo nuevo.
KEN recoge sus cosas, comienza a irse. Se detiene en la puerta. Se da media vuelta, mira
las pinturas y a ROTHKO por última vez.
KEN: Rojo.
Pausa corta.
KEN va hacia el fonógrafo y pone un disco. Música clásica suena.
KEN se va.
ROTHKO parece un poco perdido. Se mueve hacia la pintura central y la observa.
Pausa.
ROTHKO está solo.
TELÓN