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DE LA COMPETENCIA
ERNEST GELLHORN
WILLIAM E. KOVACIC
STEPHEN CALKINS
ISBN: 0-314-25723-3
Traducción publicada por Casals & Associates, Inc. para la Agencia de Estados
Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio, sin
la autorización previa y por escrito de Casals & Associates, Inc., contratista de
USAID.
Impreso en México.
PRÓLOGO
APÉNDICE DE LEYES
LA LEY SHERMAN (fragmentos)
LA LEY CLAYTON (fragmentos)
LEY DE LA COMISIÓN FEDERAL DE COMERCIO (fragmentos)
LA LEY ROBINSON-PATMAN (fragmentos)
PRÓLOGO
En esta Quinta Edición perseguimos la meta que guió a sus predecesoras –ofrecer un
entendimiento básico de la doctrina y principios económicos y jurídicos que rigen el
derecho de la competencia moderno, así como presentar una guía confiable en cuanto al
futuro de la doctrina y política antimonopolios. Cuando se publicó la Cuarta Edición en
1994, una de las principales interrogantes para el sistema antimonopolios de Estados
Unidos era qué tanto los funcionarios designados por el Presidente Bill Clinton iban a
alterar el equilibrio de la política de competencia que habían establecido los presidentes
republicanos Ronald Reagan y George Bush. Los funcionarios designados por
republicanos al Departamento de Justicia y a la Comisión Federal del Comercio (FTC,
por sus siglas en inglés) generalmente habían acogido una agenda de aplicación de las
normas centrada principalmente en los carteles y grandes fusiones horizontales.
Si bien la década pasada se caracterizó por una estabilidad general en las reglas
de responsabilidad en lo que respecta a antimonopolios en Estados Unidos, tres
desarrollos importantes han alterado el marco de la aplicación de las normas
antimonopolios. Primero, la aplicación de éstas se ha visto fragmentada en este país y
en el extranjero. En Estados Unidos, los gobiernos estatales han surgido como un
poderoso tercer poder en una tríada de aplicación pública de las normas que incluye al
Departamento de Justicia y a la FTC. Los reguladores sectoriales tales como la
Comisión Federal de Comunicaciones (telecomunicaciones) y la Comisión Federal de
Regulación en Energía (FERC, por sus siglas en inglés) ejercen una autoridad
simultánea con las dependencias antimonopolios a nivel estatal y federal para evaluar
los efectos competitivos de las fusiones. La práctica privada de daños triplicados
también ha experimentado un crecimiento importante en términos de organización y
eficacia. Como resultado, las dependencias federales antimonopolios tienen menos
control sobre el desarrollo de la política antimonopolios y, lo más importante, menos
capacidad para proteger la política de vigilancia de aplicación de las normas que hace
una década.
La fragmentación de la autoridad interna que vigila la aplicación de las normas
tiene un importante equivalente global. El prólogo a la edición de 1994 de este texto
preveía una drástica expansión en el número de leyes nacionales de competencia, así
como una mejora en los regimenes antimonopolio existentes en jurisdicciones tales
como Canadá y la Unión Europea. En la actualidad, más de 90 países cuentan con leyes
antimonopolios, y es probable que hasta otros treinta países adopten este tipo de ley
antes del año 2010. A pesar de sus similitudes, los sistemas antimonopolios del mundo
presentan importantes diferencias tanto en lo que se refiere a procedimiento como a las
normas substantivas que afectan directamente el creciente número de empresas que
operan en el escenario global. Varios casos recientes, como el de la intervención de la
Unión Europea en 2001 para bloquear la adquisición de Honeywell que quería hacer
General Electric, a pesar de la decisión del Departamento de Justicia de permitir que
procediera la operación con ajustes de poca importancia y sus hallazgos en 2004 en
relación a que Microsoft había abusado de su posición dominante y debía, entre otras
cosas, revelar sus interfases a la competencia (medida de reparación con implicaciones
mundiales que fue más allá de la resolución consentida del Departamento de Justicia
contra la empresa) han generado fricción entre las autoridades que se encargan de la
competencia y estimulado los esfuerzos para homologar los procedimientos y las
normas substantivas.
Los desafíos que plantea la rápida innovación económica para los sistemas
antimonopolios de Estados Unidos y otros países tienen que ver con el diseño y
capacidad de los tribunales y de las dependencias que vigilan la aplicación de las
normas, los cuales son responsables del diseño y aplicación de los conceptos. Para
sostener un sistema antimonopolios adecuado para una economía global
tecnológicamente dinámica y que cambia rápidamente será necesario mejorar las
instituciones de implementación mediante un mejor entendimiento de los fenómenos
comerciales y tecnológicos pertinentes, aumentando la velocidad a la que resuelven las
controversias, y mejorando su capacidad para diseñar medidas remediales eficaces.
Y en un mayor grado, los elementos clave del marco moderno de política que se
presenta en este texto toman la forma de fallos de tribunales inferiores y de medidas
administrativas (tales como la promulgación de lineamientos) tomadas por organismos
gubernamentales que vigilan la aplicación de las normas. En la década de los noventa, la
Corte Suprema decidió menos casos antimonopolios que en cualquier otra década desde
1890. Por ejemplo, la última vez que se pronunció la Corte Suprema en relación con las
normas substantivas para la revisión de fusiones fue en 1975. Posteriormente, la
jurisprudencia sobre fusiones en tribunales inferiores y la formulación de políticas por
parte de dependencias que vigilan la aplicación de las normas han permitido muchas
operaciones que el precedente existente en la Corte hubiera condenado. Todo lo
anterior confiando en que la Corte hará una revisión importante de las normas en su
siguiente caso relativo a fusiones.
Los principales cambios de la Cuarta a la Quinta Edición tienen que ver con los
desafíos en la aplicación de las normas antimonopolios que esbozamos anteriormente.
Revisamos el esfuerzo que realizan las dependencias y los tribunales para aplicar los
aprendizajes económicos actuales a las normas sobre fusiones y monopolio y a temas
importantes como la comprobación del acuerdo y la resolución de la tensión entre la
regla per se y la regla de la razón. El texto también refleja la creciente importancia de la
innovación y del cambio tecnológico en el análisis antimonopolios, ocupándonos de las
implicaciones de estos desarrollos cuando surgen en cada capítulo y extendiendo en
cierta forma la cobertura del capítulo sobre patentes y temas de propiedad intelectual en
la Cuarta Edición.
Finalmente, la Quinta Edición señala algunos pasos que han tomado los
tribunales, bajo el marco de Daubert v. Merrell Dow Pharmaceuticals, Inc. (1993), a fin
de poner a prueba la confiabilidad del testimonio de economistas y otros expertos en el
litigio relativo a antimonopolios. Al invocar Daubert para excluir o limitar el testimonio
de peritos, los tribunales en varios casos antimonopolio han dificultado los esfuerzos de
los demandantes para establecer responsabilidad o probar daños. La popularidad de los
"objeciones Daubert" y su aceptación por parte de los tribunales subrayan un aspecto
fundamental del sistema antimonopolio de Estados Unidos –la tendencia de los
tribunales a desarrollar filtros relativos a las pruebas o procedimiento a fin de
contrarrestar lo que los jueces perciben como estándares de responsabilidad
excesivamente amplios o medidas remediales demasiado generosas. Al discutir Daubert
y otras características de auto corrección del régimen antimonopolios de Estados
Unidos, destacamos lo profundamente que las leyes antimonopolios de este país
dependen de los tribunales para lograr una uniformidad y promover la estabilidad en el
desarrollo de normas.
ERNEST
GELLHORN
WILLIAM
KOVACIC
STEPHEN
CALKINS
Washington, DC
Detroit, Michigan
Junio 2004
CAPÍTULO I
RESTRICCIONES AL COMERCIO
BAJO EL DERECHO CONSUETUDINARIO
El Senador Sherman y sus colegas sugirieron que los casos bajo el derecho
consuetudinario ofrecían estándares de conducta bien definidos e integrales. Los
historiadores de hoy consideran que esta postura es simplista. A finales del siglo XIX,
el derecho consuetudinario de las restricciones al comercio era turbulento y poco claro,
en particular en relación a si los tribunales debían condenar las restricciones "absolutas"
al comercio automáticamente, una vez que se probaba su existencia, o debían evaluarlas
mediante una prueba de razonabilidad. Ver James May, “Antitrust in the Formative
Era: Political and Economic Theory in Constituional and Antitrust Análisis”, 50 Ohio
St. L.J. 258, 311-31 (1989).
Antes de 1890, los tribunales de derecho consuetudinario en Inglaterra y en
Estados Unidos emplearon dos enfoques básicos para analizar las restricciones al
comercio. Algunas decisiones permitían acuerdos restrictivos en un contrato cuando
dichos acuerdos estaban limitados en el tiempo y en el espacio y estaban
razonablemente relacionados con un propósito central válido del contrato –tal como un
límite de cinco años para que el vendedor de una panadería no compitiera con el
comprador que había adquirido el crédito mercantil del vendedor (es decir, el valor de
su negocio en ese momento) así como la panadería en sí. Ver Mitchel v. Reynolds (K.B.
1711). Otros casos fueron objeto de una postura más permisiva y hasta confirmaron
divisiones territoriales ilimitadas. Por ejemplo, el acuerdo entre tres productores de
equipaje de dividir sus territorios de ventas de manera tal que cada uno pudiera vender
su mercancía sin competencia de los otros en su territorio asignado era ejecutable
porque dejaba el comercio abierto a cualquier tercero. Ver Wickens v. Evans (Ex.
1829).
Al explicar por qué la Corte en el caso Khan había invalidado Albrecht, caso que
había decidido la Corte treinta años antes, la Juez Sandra Day O'Connor reconoció la
importancia de respetar el precedente pero agregó que "'stare decisis no es un mandato
inexorable'". Observó lo siguiente:
Como indica la Juez O'Connor, las interpretaciones de la Ley Sherman están destinadas
a ser objeto de continuos ajustes por parte de las mismas corrientes de ideas cambiantes
que le dieron forma al derecho consuetudinario antes de 1890. También ver William F.
Baxter, “Separation of Powers, Prosecutorial Discretion, and the ‘Common Law’ Nature
of Antitrust Law”, 60 Tex. L. Rev. 661, 662-63 (1982); Herbert Hovenkamp, “The
Sherman Act and the Classical Theory of Competition”, 74 Iowa L. Rev. 1019 (1989).
1
Es posible que el demandado se haya comprometido a no competir como maestro en relación con la
venta de su negocio (y por lo tanto, haya sido objeto de una injusticia después de "apenas haber sufrido
una gran pérdida", como supuso Lord Parker tres siglos más tarde), pero la corta duración de la
restricción sugiere que había sido objeto de la opresión de un maestro excesivamente ambicioso.
Algunos casos posteriores reflejaron el conflicto más claramente. Los tribunales
aprobaron contratos con acuerdos de restricción al comercio por las mismas razones por
las que hacían valer otros contratos que se celebraban libremente y eran respaldados por
una auténtica contraprestación: su ejecución aumentaba el valor de la propiedad,
incrementaba el comercio al promover la certidumbre en las relaciones comerciales, y
satisfacía las expectativas de las partes; y los tribunales no eran árbitros de cómo los
dueños disponían de su propiedad. Los tribunales eran renuentes a validar contratos que
prohibieran a la parte que contraía la obligación contractual a que empleara sus
habilidades y se ganara la vida, ya que no querían negar al público las ventajas de la
competencia. Sin embargo, hasta el siglo XVIII, la libertad para contratar generalmente
dominaba: los tribunales no decidían lo adecuado o justo de los términos de un contrato.
Posteriormente, el interés en los asalariados y una aceptación filosófica (que coincidió
con la revolución industrial) de la necesidad de asegurar que de hecho existiera un libre
mercado gradualmente se convirtieron en temas importantes.
El conflicto entre estos principios que competían entre sí por primera vez llegó a
un punto crítico en el ahora célebre caso de Mitchel v. Reynolds (K.B. 1711), en el que
el demandante arrendó una panadería durante cinco años con la condición de que el
arrendador de la misma (también panadero) no practicara su oficio de panadero en ese
distrito durante la vigencia del contrato de arrendamiento. El adquirente del
arrendamiento no sólo adquiría el uso de la panadería sino también el oficio que iba con
la misma, y no hubiera adquirido ese arrendamiento si el arrendador pudiera fácilmente
destruir el valor que tenía para él. Por consiguiente, exigió y recibió el compromiso
restrictivo por parte del demandado. Cuando se le demandó de acuerdo con la fianza, el
demandado presentó, en esencia, el argumento que prevaleció en Dyer: en esencia, que
como había cumplido con el tiempo que debía ser aprendiz y había sido admitido al
gremio, ningún particular podía impedirle legalmente que se dedicara a su oficio. No
únicamente rechazó el tribunal ese argumento, sino que la opinión de Lord Parker
también sistemáticamente clasificó todas las restricciones al comercio y estableció
principios doctrinales (que todavía se aplican) para distinguir entre las restricciones
buenas y malas.
La distinción básica que estableció Lord Parker fue entre las restricciones
generales (inválidas) y las particulares (válidas). Las restricciones generales fueron
condenadas porque su objetivo consiste en limitar la competencia. Considerándolas un
pacto mefistofeliano (las restricciones generales "no benefician a ninguna de las partes,
y únicamente son opresivas"), el tribunal justificó su fallo: la persona que conviene en
no emplear su oficio tenía que ser protegida de sí misma. El público tenía el derecho de
interceder en ese pacto para evitar que esa persona tuviera que recurrir al sistema de
bienestar social o privara al público de los beneficios de su trabajo competitivo.
Además, no todas las restricciones particulares eran válidas. Tenían que estar
respaldadas por una "contraprestación adecuada" (lo cual explica por qué no fue válido
el contrato en el caso Dyer). Estas restricciones "parciales" o "subordinadas", como se
les llegó a conocer, fueron confirmadas por los tribunales siempre y cuando tuvieran
una limitación de tiempo y se restringieran a un lugar geográfico. Mitchel originó la
"regla de la razón" -¿era la restricción razonable?-, término que se repetirá
frecuentemente en este texto.
2
Taft menospreció los casos fundados en el derecho consuetudinario en Estados Unidos, en los cuales los
tribunales medían la fijación de precios y otros acuerdos directamente restrictivos con la regla de la razón.
Sin embargo, Taft "eligió muy cuidadosamente sus casos fundamentados en el derecho consuetudinario e
impuso sus propias ideas en los mismos. Lo que surgió no fue la reformulación que intentaba hacer, sino
más bien una nueva estructura”. Robert H. Bork, “The Antitrust Paradox” 27 (1978); ver también Mark F.
Grady, “Toward a Positive Economic Theory of Antitrust”, 30 Econ. Inquiry 225, 227-29 (1992).
Una operación de ventas de rutina ilustra el tema. Suponga que A conviene en
surtir mercancía a B durante una semana (satisfaciendo así las necesidades de B en
cuanto a esta mercancía). Aun siendo una operación de ventas de una sola vez, el
contrato impide que los competidores de A (C y otros) vendan mercancía para satisfacer
esa necesidad. Sin pensarlo aceptamos este costo como necesario para crear los
beneficios de la venta de A a B. Sin embargo, ¿qué pasa si B acuerda en comprarle a A
no únicamente el suministro para una semana sino toda la mercancía de este tipo que
requiera B en los siguientes 20 años? Este contrato prorrogado de hecho elimina las
necesidades de B del mercado de demanda en lo que respecta a C y a otros
competidores de A. Pocos vendedores pueden esperar 20 años para su próxima venta.
Si B es el único comprador actual o el comprador dominante de la mercancía que A y C
(y otros) venden, el contrato puede restringir el comercio en forma irrazonable.
B. EL MONOPOLIO Y LA CONSPIRACIÓN
3
Al igual que en el caso de las restricciones al comercio, el linaje de prohibición de las prácticas
monopolistas se remonta a hace muchos siglos. En 483 D.C., el Emperador Zeno advirtió "Nadie puede
tomarse la libertad de ejercer un monopolio de ningún tipo y si alguien se toma esa libertad, su propiedad
será condenada a la confiscación y esa persona será condenada al exilio perpetuo”. Edmund Morris,
Theodore Rex 88 (2001).
novio, el derecho exclusivo a importar barajas a Inglaterra. Cuando Allein, el
propietario de una mercería, hizo y vendió unas barajas, Darcy impugnó esta violación
de su monopolio. Sin embargo, los Magistrados de la Corte del Rey por unanimidad
decidieron que el monopolio era inválido y rechazaron la demanda. La "patente de
cartas" de la Corona indebidamente invadió los privilegios y libertades de sus súbditos
para realizar comercio. El fallo estuvo justificado con base en varios fundamentos: el
monopolio perjudica a los competidores existentes y potenciales, niega a otros la
oportunidad de practicar el comercio, y lesiona al público a través de precios más altos y
calidad inferior. Como la Corona, por supuesto, no podía cometer un ilícito
intencionalmente, el tribunal racionalizó su posición diciendo que la Reina había sido
engañada y por eso otorgó la concesión.
4
Unos años después de que el monopolio de barajas de Darcy fue considerado inválido por el tribunal,
ese mismo monopolio fue otorgado –por el Parlamento- de conformidad con la Ley de Monopolios a la
Company of Card Players. Cuanto más cambian las cosas, más siguen igual.
competencia comercial, aunque en una ocasión fue vigorosamente aplicada en este país
contra los sindicatos laborales; aparte del caso anterior, por lo general apareció
únicamente como un fundamento adicional para rechazar un acuerdo ya prohibido como
una restricción irrazonable al comercio. Por ley, algunos estados prohibieron las
uniones corporativas diseñadas con el fin determinado de eliminar la competencia.
C. CONCLUSIÓN
5
Algunas infracciones relacionadas incluían "absorber" (comprar a granel con la meta de subir el precio),
"contenerse" (similar a adelantarse pero con la intención de vender a un precio más alto, y, la mejor de
todas, "acosar" (comprar vituallas de maíz en un lugar para revenderlas en otro obteniendo una utilidad).
razón y tratando a los carteles como inherentemente irrazonables y sujetos a condena
independientemente de las circunstancias del mercado, incluyendo las condiciones para
entrar al mismo. Este punto de vista percibía un mayor peligro en las restricciones
directas al comercio, a pesar de la naturaleza privada y voluntaria de las mismas.
EL DERECHO DE LA COMPETENCIA
A. LA DEMANDA DE REGULACIÓN
Los opositores a los trusts los atacaron con base en varios fundamentos relativos
a política. La principal preocupación era que menos y menos empresas dominaban más
y más negocios cada año. La revolución en el transporte y en las comunicaciones
después de la Guerra Civil vinculó a las áreas geográficas -que habían sido insulares- a
mercados unificados, permitiendo a los productores de bajo costo captar ventas en
regiones previamente atendidas únicamente por empresas locales. Los inversionistas y
las instituciones financieras obtuvieron mejor información sobre las oportunidades de
inversión, haciendo que el capital fluyera más rápidamente a las nuevas empresas en
crecimiento. Ver Robert H. Wiebe, The Search for Order 1877-1920, en 11-75 (1967).
El segundo fundamento para impugnar los trusts fue el de sus métodos para
someter a sus rivales. Las tácticas predatorias, tales como precios por abajo del costo y
espionaje comercial, parecen a menudo ser un estímulo para la consolidación. El
público pensaba que los trusts obtenían poder con amenazas coercitivas de "vende o te
arruinas", y su historial demuestra que contaban con los medios y la voluntad para
ejecutar esas amenazas. 7 Este tipo de táctica indignó a muchas empresas pequeñas y al
6
Los abogados de Standard Oil crearon un trust partiendo de la teoría del acuerdo de sindicación de
acciones de los accionistas. Mediante este vehículo, los titulares de acciones en varias empresas
transferían sus acciones a una serie de fideicomisarios y recibían certificados que les daban el derecho a
compartir el fondo de ganancias de las empresas de administración conjunta. La denominación de trust
pronto fue aplicaba a todas las uniones comerciales con un fin determinado de las cuales se tenía
sospecha. Ver Morton J. Horwitz, The Transformation of American Law 1870-1960, en 80-85 (1992).
7
Para obtener su casi monopolio, Standard Oil vendía el queroseno en mercados seleccionados a un
precio tan bajo que privaba a su competidores de cualquier utilidad. Una vez que había sacado del
mercado a la competencia, Standard subía el precio para obtener un rendimiento. "Pero Standard Oil
nunca buscó un monopolio perfecto porque Rockefeller se dio cuenta de que era políticamente prudente
permitir una competencia débil”. Ver Ron Chernow, Titan 259 (1999). Los observadores a distancia no
están de acuerdo en qué lectura dar a ese historial. Compare John S. McGee, “Predatory Price Cutting:
The Standard Oil (N.J.) Case”, 1 J.L. & Econ. 137 (1958) (encontrando pocas pruebas en el expediente
del juicio de Standard Oil de que ésta había obtenido poder monopólico a través de precios predatorios)
con F.M. Scherrer y David Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance 388-91 (3rd.
Oeste agrario, estimulando la formación del Partido Populista. Ver Samuel P. Hays, The
Response to Industrialism 1885-1914, en 27-32 (1957).
La tercera objeción, la cual también está relacionada, tenía que ver con el uso
por parte de los trusts de métodos indignantes para lograr fines irrazonables más allá de
destruir a los competidores. Los inversionistas eran defraudados con capital inflado o
diluido; los trabajadores eran descartados como herramientas usadas mediante cierres de
plantas en forma indiscriminada y severa; la libertad fue puesta en riesgo por el soborno
de los funcionarios públicos; la paz civil y la propiedad se vieron amenazadas por
incendios intencionales; y la competencia leal fue perturbada por empresas falsas y
demandas acosadoras. Las frecuentes depresiones económicas y los graves ciclos
comerciales y las escandalosas operaciones financieras, invariablemente implicando a
trusts o empresas ferroviarias, sacudieron aún más al público y minaron su confianza en
los mercados no regulados. Es difícil volver a capturar esta atmósfera. El público era
ingenuo y los trusts eran despiadados. Ver Robert Higos, Crisis and Leviathan 77-82
(1987).
ed. 1990) (encontrando que McGee subestimó la utilidad de los precios predatorios para permitir que
Standard Oil redujera el costo de comprar a sus rivales sacándolos del mercado) y Elizabeth Granitz y
Benjamín Klein, “Monopolization by "Raising Rivals' Costs": The Standard Oil Case”, 39 J.L. & Econ. 1
(1996) (Standard Oil ayudó a coordinar el cartel ferroviario que cobraba precios altos a otras empresas
petroleras, muchas de las cuales fueron forzadas a venderse a Standard). Independientemente de los
hechos reales, éstos fueron percibidos en ese entonces como se describe en el texto.
8
1 Holmes-Pollack Letters 141, 163 (Mark D. Howe ed. 1941); también ver Alfred D. Chandler, Jr., The
Visible Hand: The Managerial Revolution in American Business (1977) (explica el surgimiento de los
trusts como el resultado de una búsqueda de la estructura corporativa óptima para lograr economías de
escala y costos unitarios inferiores).
vida económica que crea que se ha ganado algo substancial con todas las leyes
aprobadas en contra de los trusts…todavía queda por oír de esta autoridad”. Richard T.
Ely, Monopolies and Trusts 243 (1900),
B. LA LEY SHERMAN
1. LA LEGISLACIÓN
9
Diferentes autoridades en antimonopolios le dan al término "bienestar del consumidor" por lo menos dos
significados distintos. Bork lo equipara a la eficiencia asignativa, de manera tal que la suma del
excedente del consumidor y productor se maximiza (con base en la teoría de que al final todos somos
consumidores y lo que importa es la eficiencia total). Otros utilizan el término en forma más limitada para
referirse al excedente del consumidor (con base en la teoría de que la legislación antimonopolios tiene
como propósito proteger al consumidor como consumidor). Ambos son conceptos económicos y es raro
que un caso sea determinado únicamente con base en qué significado se emplee.
tribunales federales: los jueces federales debían crear un derecho consuetudinario
federal en materia de antimonopolio y dentro del objetivo general—pero no exclusivo—
de elementos seleccionados del derecho consuetudinario anterior.
Note el lector cómo el sentido básico de las dos secciones difiere. La Sección 1
requiere de una acción colectiva. Una persona no puede contratar, unirse para un fin
determinado, o conspirar sola. Por otra parte, la Sección 2 aplica principalmente a una
conducta unilateral ("toda persona que…"). En consecuencia, a la jurisprudencia a
menudo le preocupa encontrar un acuerdo, mientras que la Sección tiene que ver con el
enfoque relativo a la creación o mantenimiento de una condición estructural
(monopolio).
10
Como veremos en el Capítulo 4 (El Problema del Monopolio), ha habido casos en los que los tribunales
en casos que tienen que ver con la Ley Sherman han impuesto medidas remediales que controlan la
conducta comercial en formas normalmente relacionadas con la regulación integral de la utilidad pública.
Con este fin, la Ley señalada ofrece medidas remediales de gran impacto. La
Ley Sherman sanciona las restricciones al comercio y la monopolización como delitos,
imponiendo responsabilidad a las personas físicas y morales por igual. Dicha Ley pone
a la disposición de los involucrados los amplios poderes del régimen de equidad para
que se ordene judicialmente el hacer o no hacer una conducta específica, para
desmantelar las posiciones de monopolio adquiridas o sostenidas ilícitamente, y en
cualquier otra forma hacer valer la política antimonopolios. Gracias a la Ley Clayton
que analizaremos más adelante, se otorga el pago de daños triplicados y honorarios de
abogados a los particulares agraviados que prevalecen en un juicio. Por lo tanto, los
riesgos legales de las restricciones ilegales y de los actos monopolísticos son
considerables, en especial cuando se comparan con el derecho consuetudinario bajo el
que únicamente existía una remota posibilidad de que los actos cuestionados fueran
impugnados como imposibles de aplicar. A pesar de este rigor, la legislación define la
línea divisoria entre la conducta permisible y la ilegal en forma muy vaga.
2. PRIMERAS INTERPRETACIONES
Los primeros esfuerzos de los tribunales para ejercer el papel crucial que se les
había encomendado bajo la Ley Sherman provocaron confusión y surgieron serias dudas
sobre la eficacia de la nueva legislación. La primera interpretación de la Corte Suprema
en relación con la Ley Sherman amenazaba con mutilar la cobertura de la legislación
debido a una lectura irrealistamente estrecha del alcance jurisdiccional. En The United
States v. E.C. Knight Co. (1895), la Corte se negó a aplicar dicha Ley a la adquisición,
por parte de un trust azucarero, de las acciones de cuatro refinerías de Filadelfia, la cual
le daba control de más del 98 por ciento de la capacidad de refinación del azúcar en el
país. Reflejando una era en la que la Corte dio una lectura limitada a la Cláusula de
Comercio, la Corte hizo la distinción entre fabricación y comercio: "El comercio le
sigue a la fabricación y no forma parte de la misma”. De acuerdo con la Corte, la
adquisición de las refinerías de Pennsylvania y la operación de las mismas "no tenía una
relación con el comercio entre los diferentes estados o con países extranjeros," y por lo
tanto quedaba fuera de la competencia de la Ley Sherman. De haberse seguido, E.C.
Knight hubiera sepultado la Ley, por lo menos para los monopolios de fabricación. 11
11
El Departamento de Justicia del Presidente Grover vio con buenos ojos el resultado de E.C. Knight.
Pronto después de que se decidió el caso, el Procurador General Richard Olney escribió a un amigo:
"Habrás observado que el gobierno ha sido derrotado en la Corte Suprema en la cuestión de trusts.
Siempre lo supuse así y he asumido la responsabilidad de no procesar de conformidad con una ley que
considero no sirve…" Alan Nevins, Grover Cleveland: A Study in Courage 671 (1932).
La Corte Suprema invalidó E.C.Knight en Mandeville Island Faros, Inc. v. American Crystal
Sugar Co. (1948). Si bien los que recurren a la Ley Sherman siguen teniendo que demostrar que la
conducta impugnada constituye un comercio interestatal o afecta al mismo, veremos en el Capítulo 13
que las decisiones posteriores han atenuado considerablemente este requisito.
Un segundo tema objeto de controversia implicaba el significado de la
prohibición de la legislación en los contratos "que restringían el comercio”. Como se
sugirió en el Capítulo 1 de nuestra discusión sobre los antecedentes en el derecho
consuetudinario de la Ley Sherman, el impacto e importancia de la nueva legislación
dependía de la interpretación de esta frase. Una prohibición literal en todos los
contratos que "restringieran el comercio" pondría en peligro prácticamente a todos los
contratos y, el exponer en todos los casos a las operaciones comerciales a sanciones
penales, haría que la Ley Sherman no funcionara, a menos de que los tribunales
permitieran amplias excepciones. La otra alternativa era que los tribunales pudieran
invocar Mitchel v. Reynolds y su prole y adoptar una "regla de la razón" flexible que
únicamente condenara la conducta irrazonable. Si tomaban este camino, los tribunales
tendrían la presión de diseñar un marco para aplicar el estándar de razonabilidad y
conciliar esta prueba con el evidente deseo del Congreso, expresado en los debates
legislativos sobre la Ley Sherman, de dar un trato duro a los carteles. A menos de que
la regla de la razón se diseñara para reflejar la hostilidad de la legislatura en relación
con los carteles, esta lectura podría ser criticada como demasiado hospitalaria a la
conducta anticompetitiva. En cualquier caso, un endose judicial explícito a la regla de
la razón con seguridad haría surgir dudas sobre si la Ley Sherman había dado a los
tribunales una discreción excesiva para regir la economía.
12
Al proceder en este texto, el lector notará la frecuencia con la que estas empresas figuran en
subsecuentes casos antimonopolios que fueron formativos.
13
En el caso Northern Securities se dio el famoso disentimiento del Juez recientemente designado por
Roosevelt, Oliver Wendell Holmes, Jr., quien reprendió a la mayoría por tratar de impedir el proceso
necesario de consolidación industrial y dijo lo que ya es famoso, "Los grandes casos, al igual que los
casos difíciles, hacen una mala ley". El disentimiento de Holmes hizo pedazos su una vez cordial relación
con Roosevelt. Como cuenta Max Lerner, "Roosevelt estaba furioso, 'Podría haber sacado de un
plátano'", se dice (quizá apócrifamente) que gritó, "'un juez con más agallas que ese.'" The Mind and
Faith of Justice Holmes, xxxiii (Max Lerner ed. 1943). Sin embargo, Lerner omite la supuesta réplica de
Holmes: "¡Vaya plátano! ¡Vaya agallas!
14
En relación con el programa antimonopolios de Taft, ver James C. German, “The Taft Administration
and the Sherman Antitrust Act”, 54 Mid-America 172 (1972).
aun las empresas más poderosas. Después de concluir que Standard había incurrido en
una monopolización ilegal, la Corte Suprema ordenó que el trust petrolero fuera
disuelto en 33 empresas, a pesar de la insistencia del demandado de que la desinversión
de activos desencadenaría un Apocalipsis económico.
Debido en gran parte al furor creado por Standard Oil, el debate público durante
la campaña Presidencial de 1912 volvió a centrarse en el papel que el gobierno debía
jugar en la economía. En cierta forma, es difícil verdaderamente entender eso hoy, las
posibles reformas a la legislación antimonopolios del país estaban al frente y al centro
en la competencia entre el Presidente en funciones que era Republicano (Taft), el
contrincante Demócrata (Woodrow Wilson), y el candidato del Partido Progresista
(Theodore Roosevelt). Después de la victoria de la plataforma de "Nueva Libertad" de
Wilson, en 1914 el Congreso creó la Comisión Federal de Comercio y promulgó la Ley
Clayton. Junto con la Ley Sherman, estas medidas establecieron el marco esencial para
las leyes antimonopolios que rigen la política nacional sobre competencia de Estados
Unidos en la actualidad.
1. LA LEY CLAYTON
D. IMPLICACIONES INSTITUCIONALES
1. DIRECTIVAS SUBSTANTIVAS EN
TEXTO ABIERTO
16
Comparar Thomas C. Arthur, “Workable Antitrust Law: The Statutory Approach to Antitrust”, 62
Tulane L. Rev. 1163, 1171-75 (1988) (sostiene que las decisiones como en el caso Sugar Institute
exageran la delegación del poder interpretativo de los jueces federales bajo la Ley Sherman).
que los tribunales emplearan una metodología de derecho consuetudinario para
implantar las directivas de la legislación en el tiempo. Por lo tanto, las frases de texto
abierto de la legislación contemplan una evolución de la doctrina en el tiempo, siendo
los tribunales los instrumentos principales en ese proceso evolutivo. Como veremos en
varios capítulos de este texto, la capacidad de los tribunales y jueces generalistas para
llevar a cabo la tarea de ajuste doctrinal en sectores industriales de rápido crecimiento
ha sido, y sigue siendo, objeto de un debate considerable.
17
En el Capítulo 12, nos referimos al papel que juegan los gobiernos estatales en darle forma al litigio en
United States v. Microsoft Corp., incluyendo los pasos que han tomado algunos procuradores generales
para oponerse a los esfuerzos del Departamento de Justicia en cuanto a llegar a un arreglo en su
controversia con la empresa de software.
orientación para los gerentes de los negocios. Quizá el caso más evidente es el de la
Comisión Federal de Comercio, la legislación antimonopolios permite la determinación
de políticas a través de instrumentos distintos al litigio en los tribunales federales. Las
herramientas pertinentes incluyen la resolución administrativa ante la FTC, la
elaboración de informes, la presentación de discursos, la negociación y arreglo
extrajudicial de demandas fuera del litigio, y la emisión de lineamientos mediante los
que las dependencias que vigilan la aplicación pública de la ley revelan cómo esperan
ejercer su discreción procesal. En el campo de control de fusiones desde un punto de
vista de antimonopolio, la orientación de las políticas que se derivan de la aplicación de
instrumentos administrativos como los lineamientos, los discursos, y el arreglo
extrajudicial antes del juicio, tiene el mismo peso que la jurisprudencia en cuanto a
cómo los gerentes de los negocios pueden planear y ejecutar sus operaciones.
6. LA ELECCIÓN DE METAS
18
Cf. Andrew I. Gavia, “Antitrust Casebooks: Ideology or Pedagogy?”, 66 N.Y.U. L.Rev. 189 (1991) (en
relación a cómo los puntos de vista con respecto a las metas antimonopolios influyen en las decisiones
editoriales de los autores en este campo).
distribución a gran escala pueden reducir costos pero también eliminar las
oportunidades de competir para las empresas pequeñas.) También parece poco probable
que los especialistas en antimonopolios conciban un enfoque contemporáneo de
aplicación de la ley que haga totalmente vigente la intención original que no veía
conflicto en la persecución simultánea de toda una serie de objetivos económicos,
sociales, y políticos. Por consiguiente, las futuras prácticas de resolución y vigilancia de
aplicación de la ley probablemente serán guiadas menos por los entendimientos de la
intención original y más por los puntos de vista modernos de qué constituye una buena
política. La receptividad judicial de la estructura de metas sugerida probablemente
dependerá considerablemente de su administrabilidad. A pesar de la cuestionable
declaración sobre la intención original, la prescripción de eficiencia del Juez Bork
ofrece a los jueces federales la atractiva cualidad de una aparente simplicidad de
aplicación. Los comentaristas que proponen estructuras multidimensionales de metas
por lo general no han ofrecido a los jueces un método confiable para catalogar las metas
de eficiencia y no eficiencia y resolver los posibles conflictos entre ellas.
Desde Brunswick, los tribunales cada vez se han acogido más a la orientación de
la eficiencia, y en algunas decisiones han mostrado interés en los pequeños empresarios
y preferencia por dispersar el poder económico y político que a menudo animó las
decisiones judiciales en la Era Warren. 19 Numerosos casos citan al Juez Bork por su
punto de vista en el sentido de que el Congreso diseño la Ley Sherman como una
"prescripción de bienestar del consumidor”. Ver, por ejemplo, Reiter v. Sonotone Corp.
(1979) (los debates legislativos "sugieren que el Congreso diseñó la Ley Sherman como
una 'prescripción de bienestar del consumidor'") (citando a Robert Bork, The Antitrust
Paradox 66 (1978)). Si bien un estándar de "bienestar del consumidor" es congruente
con una perspectiva de eficiencia, ningún tribunal ha reconstruido o avalado la lógica
mediante la que el Juez Bork equipara el "bienestar del consumidor" con la sola
preocupación por la eficiencia asignativa. Tampoco han indicado los tribunales que han
adoptado un estándar de "bienestar del consumidor" que esa fórmula excluya la
consideración de otras metas. Ver William E. Kovacic, “The Antitrust Paradox
Revisited: Robert Bork and the Transformation of Modern Antitrust Policy”, 36 Wayne
L. Rev. 1413, 1446-51 (1990). Si bien la actual corriente principal del análisis judicial
en cuanto a antimonopolios refleja considerablemente una jerarquía de metas dominada
por la eficiencia, nosotros observamos que la Corte Suprema todavía no ha emitido una
decisión que impida a los jueces invocar argumentos alternativos a los de eficiencia para
superar las preocupaciones de eficiencia.
19
Cf. Atlantic Richfield Co. v. USA Petroleum Co. (1990) (disintiendo Stevens, J.) ("La Corte… ha
puesto a un lado un siglo de entendimiento en el sentido de que nuestras leyes antimonopolios han sido
diseñadas para salvaguardar más que la eficiencia y el bienestar del consumidor…"); McGahee v.
Northern Propane Gas Co. (11th Cir. 1988) (propósito tanto político como económico).
políticas nacionales, incluyendo las relativas a antimonopolios, que afectaban la
posición competitiva de las empresas estadounidenses. En la actualidad es más difícil
para los tribunales descontar la eficiencia y vindicar otros objetivos al luchar las
empresas estadounidenses contra competidores extranjeros formidables.
20
Para no mencionar a los tribunales de último recurso en los 50 estados, el Distrito de Columbia, Puerto
Rico, las Islas Vírgenes, cualquiera de los cuales puede encontrarse en la situación de tener que tomar
decisiones con base en alguna forma de las leyes antimonopolios.
El papel que juega la política económica antimonopolios ha variado
dramáticamente en el tiempo en función de tres fuerzas opuestas. Una fuerza es la
visión cooperativa o de planeación de las relaciones gobierno-negocios, la cual insta a
que se permita a los competidores a coordinar las actividades de producción y desarrollo
de productos bajo la guía de las dependencias públicas. En 1914, la acusación formativa
de Walter Lippmann en cuanto a que las barreras antimonopolios a la cooperación
atacaba a la "gente antimonopolios" por sus esfuerzos de "desintegrar el inicio de una
organización colectiva, frustrando la posibilidad de cooperación, e insistiendo en
someter a la industria a una inútil desbandada sin un plan de pequeños especuladores”.
En una mordaz evaluación de las leyes antimonopolios, Lippman dijo que "es imposible
imaginar lo mucho que han pervertido el don constructivo de este país". Walter
Lippmann, Drift and Mastery 78-79 (1914: Prentice-Hall Edition, 1961). Charles Van
Hise, economista y figura central en los debates sobre política económica a principios
del siglo XX, de igual manera sostuvo que "si nos aislamos e insistimos en la
subdivisión de la industria por debajo de la más alta eficiencia económica y no
permitimos la cooperación, quedaremos derrotados en los mercados mundiales".
Charles R. Van Hise, Concentration and Control: A solution of the Trust Problem in the
United States 277-78 (1912).
21
Algunas instituciones regulatorias creadas en la década de los años treinta, tales como la Comisión
Federal de Comunicaciones, en la actualidad ejercen funciones de política de competencia, las cuales se
traslapan con las de las autoridades federales antimonopolios. Como veremos en el Capítulo 12, las partes
de las fusiones en determinados sectores, tales como el de comunicaciones, pueden estar sujetas a
revisiones federales relativas a políticas de competencia ante una dependencia federal antimonopolios y
una autoridad sectorial.
Economic Battle Among Japan, Europe, and America 29-35, 286 (1992). En la
actualidad surge su punto de vista en debates sobre el papel adecuado que debe jugar el
gobierno en la promoción del desarrollo de industrias específicas y en la facilitación de
la cooperación entre empresas rivales. Varios temas que se abordarán posteriormente en
este texto, incluyendo el tratamiento de las restricciones horizontales y las co-
inversiones (Ver Capítulos 5 y 6), reflejan las concesiones al punto de vista de que las
normas antimonopolio ha indebidamente impedido la colaboración entre competidores.
La tercera fuerza restrictiva consiste del comentario moderno que pone en duda
la capacidad del sistema antimonopolios para distinguir eficazmente entre la conducta
procompetitiva y anticompetitiva y advierte sobre el potencial del antimonopolio de
reducir el bienestar del consumidor. Ver Fred S. McChesney, “Be True to Your School:
Conflicting Chicago Approaches to Antitrust and Regulation”, 10 Cato J. 775 (1991).
Algunos observadores enfatizan los límites inherentes a la capacidad de las
dependencias gubernamentales y los tribunales para entender el propósito y los efectos
de las prácticas comerciales. Ver George Bittlingmayer, “Decreasing Average Cost and
the Addyston Pipe Case”, 25 J.L. & Econ. 201 (1985); Harold Demsetz, “How Many
Cheers for Antitrust's 100 Years?”, 30 Econ. Inquiry 207 (1992); Edward A. Zinder &
Thomas E. Kauper, “Misuse of the Antitrust Laws: The Competidor Plaintiff”, 90 Mich.
L. Rev. 551 (1991). Otros subrayan la susceptibilidad del sistema antimonopolios en
cuanto a empresas que buscan utilidades y utilizan demandas antimonopolios para poner
a sus rivales en desventaja, ver William J. Baumol & Janusz A. Ordover, “Use of
Antitrust to Subvert Competition”, 28 J.L. & Econ. 247 (1985); Michael E. Debow,
“The Social Costs of Populist Antitrust: A Public Choice Perspective”, 14 Harv. J.L. &
Public Pol'y 205 (1991), o funcionarios públicos que tienen pocos incentivos para elegir
políticas que beneficien al máximo los intereses de los contribuyentes, ver William F.
Shughart, III, Antitrust Policy and Interest Group Politics 82-120 (1990). Esta
perspectiva no ha ejercido la influencia de las dos fuerzas mencionadas anteriormente,
pero sí ha inspirado un nuevo análisis de la ampliamente supuesta lógica del interés
público en el sistema antimonopolios. Ver The Causes and Consequences of Antitrust:
A Public Choice Perspective (Fred S. McChesney & William F. Shughart, III, eds.,
1994).
Durante la mayor parte del siglo XX, para ser competente en leyes
antimonopolios había que conocer las leyes de algunos países. A mediados de este siglo,
únicamente Estados Unidos había diseñado directivas antimonopolios formidables y
medios eficaces para hacerlas cumplir. 22 Para 1970, el especialista en leyes
antimonopolios tenía que agregar las leyes sobre competencia de la Unión Europea
(UE) y de algunos de sus Estados miembro a su base de conocimiento. 23 Y ya para la
década de los ochenta, únicamente los sistemas de Estados Unidos y Europa merecían
una atención seria, y la mayor parte de los americanos rara vez tenían la necesidad de
estudiar las leyes europeas.
22
Canadá aprobó la primera ley nacional antimonopolios en 1899, pero la aplicación de la misma no fue
efectiva. Ver Michael J. Treilcock, “The Evolution of Competition Policy: A Comparative
Perspective”,en The Law and Economics of Competition Policy 1, 3 (Frank Mathewson et al. eds., 1990).
Inglaterra adoptó la Ley de Monopolios y Prácticas Restrictivas (Indagación y Control) en 1948, pero
dicha Ley se basaba principalmente en investigaciones y publicidad para alentar a las empresas a alterar
su conducta. Ver Tony Freyer, Regulating Big Business: Antitrust in Great Britain and America 1880-
1990, en 263-68 (1992) (describiendo la ley sobre competencia de Gran Bretaña de 1948).
23
Para la política de competencia moderna de la Unión Europea, ver Bellamy & Child: European
Community Law of Competition (Peter Roth et al. eds., 5th ed. 2001); D.G Goyder, EC Competition Law
(4th ed. 2003); Valentine Korah, An Introductory Guide to EC Competition Law and Practice (7th ed.
2000).
24
Ver Philip Clarke & Stephen Corones, Competition Law and Policy Cases and Materials 8-16 (1999)
(describen la reforma al sistema competitivo de Australia); Paul Collins & D. Jeffrey Brown, “National
Antitrust Laws in a Continental Economy: A Comparison of Canadian and American Antitrust Laws”, 65
Antitrust L.J. 495 (1997) (describe la mejora a las leyes de competencia de Canadá en la década de los
ochenta y su reciente implantación); Harry First, “Antitrust Enforcement in Japan”, 64 Antitrust L.J. 137
(1995) (describe la ley antimonopolios de Japón y la aplicación moderna de las mismas).
25
Ver William E. Kovacic, “Getting Started: Creating New Competition Policy Institutions in Transition
Economies”, 23 Brooklyn J. Int'l L. 403, 403-08 (1997) (describe la creación de nuevos sistemas de
políticas sobre competencia como componente de la reforma económica en economías anteriormente
planeadas); Mark R.A. Palim, “The Worldwide Growth of Competition Law: An Empirical Análisis”, 43
Antitrust Bull. 105 (1998) (discute la creación de sistemas antimonopolios nuevos en economías en
transición).
setenta y de los ochenta, pero esos conflictos eran raros. Como analizaremos más
detalladamente en los Capítulos 13 y 14, la tendencia hacia una integración económica
con múltiples regímenes nacionales antimonopolios de proceso, propósito y sustancia
diferentes como constante telón de fondo, ha generado tensión. En particular, la
tendencia hacia una aplicación extraterritorial de leyes nacionales antimonopolios a
fusiones que involucran a empresas extranjeras significa que las decisiones individuales
de las autoridades nacionales que vigilan la aplicación de las leyes, tales como el
Departamento de Justicia y la FTC de Estados Unidos, no necesariamente determinan si
una operación en particular será considerada aceptable.
Dentro del sistema de Estados Unidos, los tribunales ofrecen un mecanismo para
conciliar los diferentes puntos de vista de los distintos actores con una función de
fiscalización. Sin embargo, en comparación con los niveles históricos de
involucramiento, la Corte Suprema ha reducido su presencia en el campo
antimonopolios en un grado impresionante en las últimas dos décadas. (El período de
octubre de 2003, con cuatro casos, es una aberración). La contracción de la carga de
trabajo en cuanto a casos antimonopolio en la Corte ha dejado el desarrollo de la
doctrina a las dependencias y tribunales inferiores, en donde las decisiones individuales
de los jueces de distrito o de los tribunales de apelaciones, naturalmente, no crean
normas de obligatoriedad a nivel nacional. Internacionalmente, no existe un mecanismo
de resolución de controversias que tenga jurisdicción para establecer normas
antimonopolios universales. En el corto plazo, tanto en este país como en el extranjero,
estas tendencias darán un mayor énfasis al desarrollo de un consenso voluntario y a la
persuasión como medios para diseñar principios antimonopolios que sean generalmente
aceptados.
11. CONCLUSIÓN
ECONOMÍA DE LA COMPETENCIA
(EN POCAS PALABRAS)
27
La diferencia entre la eficiencia productiva y asignativa se asocia al Juez Bork, ver Robert H. Bork, The
Antitrust Paradox 91 (1978). Para un argumento en el sentido de que el antimonopolio también promueve
la variedad que desea el consumidor, ver Thomas B. Leary, “The Significance of Variety in Antitrust”, 68
Antitrust L.J. 1007 (2001).
mundo. No obstante, hasta un sistema de control central debe lidiar con las mismas
interrogantes de quién produce y quién consume esos bienes. El cambio a un sistema de
mercado en muchos Estados que habían sido comunistas o socialistas refleja el darse
cuenta de que, a pesar de sus defectos, los mercados resuelven estas interrogantes
mucho más eficazmente que una planeación central. De hecho, en muchos países, la
transición a un sistema de mercado ha incluido la promulgación de leyes
antimonopolios. Ver William E. Kovacic, “Institutional Foundations for Economic
Legal Reform in Transition Economies”, 77 Chi.-Kent L. Rev. 265 (2001).
Para los abogados que aspiran a ejercer con habilidad en campos del derecho que
tengan que ver con un sistema de mercado, un conocimiento básico de la economía es
indispensable. El reconocimiento de este principio es tan antiguo como la Ley Sherman
misma. A finales de la década de 1890, el Juez Holmes observó que "para el estudio
racional de la ley, el hombre de letras puede ser el hombre del presente, pero el hombre
del futuro es el hombre de las estadísticas y el maestro de la economía”. Oliver Wendell
Holmes, Jr., “The Path of the Law”, 10 Harv. L. Rev. 457, 469 (1897). Casi veinte años
después, Louis Brandeis, quien era amigo de Holmes y su colega en la Corte Suprema,
le dijo a un grupo de la asociación de la barra que la formación para poder ejercer en el
campo del derecho debía incluir el "estudio de la economía y de la sociología y de la
política, el cual encarna los hechos y el presente de los problemas del día”. Para
puntualizar su idea, Brandeis citó a un experto que dijo "es difícil escapar a la
conclusión de que un abogado que no ha estudiado economía y sociología puede
fácilmente ser un enemigo público”. Louis D. Brandeis, “The Living Law”, en The
Curse of Bigness 316, 325 (Osmond K. Frankel ed. 1934).
Este Capítulo se centra en los principios económicos básicos que son relevantes
para la política antimonopolios. No es un substituto para el estudio de la economía sino
más bien, el énfasis aquí es en el núcleo central. Ésto no quiere decir que el contenido
del núcleo esté congelado en el tiempo. La economía es una disciplina dinámica con
escuelas de pensamiento que rivalizan. Con el tiempo, la formulación y la puesta a
prueba de las hipótesis estimulan el descubrimiento, la refinación, y el desplazamiento
de modelos analíticos. Aun cuando los economistas están de acuerdo en los principios
centrales, a menudo surgen controversias sobre las aplicaciones de teorías e
interpretaciones específicas de los datos empíricos. Este texto trata de describir áreas
generales de acuerdo, indicar las áreas principales de controversia, así como identificar
las teorías y las aplicaciones que están surgiendo y pueden influir en los próximos años
en los tribunales y dependencias que vigilan el cumplimiento de las leyes.
1. EL PROGRAMA DE DEMANDA
1.00
0.90
0.80
PRECIO (dólares por unidad)
0.70
0.60
0.50
0.40
0.30
0.20
0.10
0.00
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
CANTIDAD (unidades)
Observe también que lo inverso también es verdad, es decir, cuanto más alto el
precio relativo de un bien, será inferior la tasa de consumo. Esta sencilla aseveración,
que uno tratará de comprar menos de un bien económico a medida que sube su precio (o
más a medida que baja su precio), es un postulado económico central para el
entendimiento básico de la teoría de precios y para nuestro análisis antimonopolios. Se
puede plantear en muchas formas: técnicamente –la cantidad de la demanda varía en
forma inversa al precio; gráficamente- la curva de la demanda tiene una pendiente
negativa o descendente; en términos populares –cuanto más se tiene menos se quiere.
No importa si uno recuerda esta ley fundamental de la demanda con base en que la
curva de la demanda -de todos los productos- tiene una pendiente negativa, que la tasa
de consumo aumenta a medida que baja el precio, o que cuantos más refrescos beba uno
en una tarde menos pagará uno por otro, siempre y cuando se entienda la idea central.
La teoría económica por lo general supone que todo negocio tiene una meta
primordial –ganar todo el dinero (en particular, utilidades) posible. Es decir, toda
empresa trata de maximizar la cantidad en la que el ingreso excede al costo. De ahí que
los objetivos finales de la empresa no se verán influidos por quién la administra o por el
tipo de empresa en cuestión; el imperativo de generar utilidades normalmente impregna
28
A veces se dice que la conducta del consumidor desafía este concepto. La Paradoja de Giffen plantea
que los consumidores comprarán más de algunos bienes cuando el precio relativo de los mismos suba.
Las ilustraciones teóricas comunes incluyen situaciones en las que se adquiere el bien con fines de
especulación; la demanda es por productos de prestigio; se cree que el precio indica una mayor calidad; o
el efecto en el ingreso para el comprador que adquiere bienes inferiores (en contraposición a normales)
supera la pérdida de satisfacción al substituir un bien de calidad inferior por uno de calidad superior. Para
explicaciones de por qué estos ejemplos constituyen un apoyo adicional (o no refutan) la teoría, ver Hal.
R. Varian, Intermediate Microeconomics: A Modern Approach 104-06 (6th ed. 2003).
a todas las empresas, a los gigantes corporativos o a los pequeños propietarios por
igual. 29 Los gerentes de los negocios quizá no traten de obtener las máximas utilidades
concientemente, pero la competencia entre las empresas las impulsa a actuar como si así
fuera. Las empresas fracasan o prosperan dependiendo de qué tan exitosamente se
acerquen a este resultado.
29
Varios otros factores (por ejemplo, las restricciones al control corporativo) pueden distorsionar cómo
una empresa logra este fin. Al formular las políticas públicas que rigen la conducta de las empresas,
primero es necesario entender el objetivo básico y la operación de la empresa en las que estas condiciones
no sean las que controlen.
Una producción eficiente generalmente significa que la empresa tratará de tener
los costos más bajos posibles para una tasa de producción en particular. Una empresa
que maximiza utilidades aumentará la producción cuando el ingreso adicional exceda
los costos adicionales. Es decir, la empresa aumentará su producción mientras la unidad
marginal, o la última unidad, agregue más al ingreso que al costo –en otras palabras,
siempre y cuando el ingreso marginal exceda o sea igual al costo marginal. 30 Si la
empresa encuentra que una mayor producción aumenta sus utilidades, aumentará la
producción; si una mayor producción disminuye sus utilidades, reducirá la producción.
Esta regla de conducta de maximización de utilidades es ilustrada en la siguiente Figura
2:
P
CM (Costo
Marginal)
E
p
IM (Ingreso
Marginal)
0 q Q
30
Como se emplea aquí (y como lo emplean los economistas), "costo" tiene que incluir un rendimiento
normal, competitivo sobre la inversión que sea suficiente para atraer capital a la industria.
31
En esta y en figuras posteriores, "P" en la línea vertical se refiere a "precio" (unitario)", y "Q" en la
línea horizontal se refiere a "cantidad (de unidades)".
32
Este análisis simplificado no explora los factores a corto versus a largo plazo, lo cual requeriría que se
consideraran los costos fijos y variables, los costos promedio y totales, y las variaciones a largo y a corto
plazo. Si bien no se aborda aquí, el análisis de estos factores adicionales confirma los principios básicos.
principio bajan los costos (el gancho en MC), pero al llegar la firma a su nivel de
producción más eficiente y después de sobrepasarlo, los costos marginales van a
aumentar. Y cuando estos costos unitarios incrementales excedan la cantidad recibida
por el último artículo producido, la empresa dejará de aumentar su producción.
1. LA COMPETENCIA PERFECTA
Un breve análisis explica por qué estas condiciones de mercado son conducentes
a la competencia. Si hay muchos vendedores, ningún productor puede cobrar más por su
producto que el costo (incluyendo un rendimiento razonable sobre la inversión) de
hacerlo y venderlo. Si cobrara un precio más alto, el comprador sencillamente recurriría
a los competidores de ese vendedor. Una entrada y una salida fáciles son importantes
porque hacen que la inversión sea atractiva: una empresa que está congelada en un
mercado y que no puede ser vendida es menos atractiva; y la entrada fácil limita la
capacidad de las empresas en el mercado para producir menos y para subir los precios
individual o colectivamente.
5,000 Q
33
La industria de estos mecanismos enfrenta una curva de demanda de pendiente descendiente similar a
la que aparece en la Figura 1; sin embargo, como cada empresa vende una fracción tan pequeña de la
cantidad demandada, la curva de demanda de cada vendedor parece virtualmente horizontal.
34
La teoría de la competencia perfecta también requiere que los costos a la larga aumenten. Si los costos
disminuyeran constantemente, una empresa aumentaría su producción hasta que produjera toda la
producción de la industria, a diferencia de las condiciones que encuentran la mayor parte de las empresas.
A esta situación a menudo se le describe como monopolio natural. Ver infra pp. 84-85.
Hasta ahora únicamente hemos descrito la operación de una empresa en un
mercado perfectamente competitivo. La industria como un todo es la suma de sus
partes. La producción total será determinada por lo que los consumidores están
dispuestos a pagar (la curva de demanda) a ese precio. El precio es determinado por el
costo para los productores de producir esa cantidad al más bajo costo. Si el costo sube,
también aumentará el precio (pero la producción bajará) mientras todo lo demás siga
igual –y viceversa. Para ilustrar el agregado de todas las empresas en la industria del
mecanismo en cuestión, es útil presentar otra gráfica (Figura 4):
500,000 Q
Vale la pena repetir las ideas esenciales a fin de que se capten bien. En un
mercado perfectamente competitivo, la empresa individual es meramente una ajustadora
de cantidad. Todas las empresas venden a un costo marginal y ganan únicamente un
rendimiento normal sobre su inversión. Todas las empresas aceptan el precio que
determina el mercado; ninguna empresa puede afectar el precio ajustando su producción
o ajustar su producción subiendo o bajando el precio. Cada empresa trata de maximizar
sus utilidades ajustando su producción (ya sea aumentando o disminuyendo la cantidad
que vende) hasta que su costo marginal sea igual al precio que prevalece en el mercado.
Aquí el consumidor es soberano. Las empresas en un mercado competitivo responden
(en lugar de dictar) a los cambios en los precios de mercado. Finalmente, el sistema de
libre mercado obliga a las empresas individuales a ser eficientes, y ninguna empresa
realiza utilidades de monopolio.
2. EL MONOPOLIO
Los mercados monopolistas a menudo son descritos con base en tres factores
estructurales y funcionales, a saber:
35
En la práctica, los economistas y los abogados a menudo definen monopolio sencillamente en términos
de sus efectos. Es decir, sospechan que un mercado está monopolizado si una empresa
ininterrumpidamente logra utilidades supra-normales, si sus costos son superiores a los costos que se
pueden lograr en la escala de producción más eficiente, si los gastos de venta son excesivos, o el avance
tecnológico es inadecuado. Estos efectos fluyen de la existencia o uso del poder monopolístico.
que no discrimine en sus precios a sus distintos clientes y que expanda la producción
tendrá que aceptar un precio inferior, no sólo por las unidades adicionales sino por todas
las unidades vendidas. El monopolista puede obtener ventas adicionales únicamente
bajando el precio que cobra por toda su producción.
Como demuestra esta tabla, la posición mas rentable para el vendedor es vender cinco
unidades a $.60. En este punto, su utilidad económica es $2.50, un rendimiento sobre la
inversión que no puede mejorar. Es decir, maximiza su utilidad a un precio de $.60
porque no habría utilidades adicionales al vender una unidad adicional.
$1.00
.60
D
.10 CM
5 10
IM
36
De hecho, el monopolista tendría que aumentar ligeramente la producción ya que su posición de
maximización de utilidades se encuentra en la intersección del ingreso marginal y el costo marginal. Ver
la Figura 6 más adelante. Ésto se podría lograr si se vendieran los mecanismos en unidades parciales (y el
precio se estableciera a intervalos inferiores a los 10 centavos). Para efectos de simplificación, se
redondearon los números en esta ilustración.
37
Para una explicación técnica de por qué la curva IM tiene una pendiente descendiente cuando la curva
de demanda es una línea recta con pendiente descendiente, y por qué es dos veces más inclinada, ver Hal
R. Varian, Intermediate Microeconomics en 421-23.
P CM
px
B
pm
qx qm Q
IM
Observe que la teoría del monopolio describe a un vendedor que está protegido
de la pérdida de clientes a vendedores de otros productos idénticos o substitutos. Sin
38
La producción del monopolista será igual a la cantidad revelada en donde la curva de ingreso marginal
(MR) y la línea de costo marginal (MC) se intersectan. La producción qm se venderá al precio de pm.
39
Esta discusión supone que la utilidad del monopolista es su ingreso total menos su costo marginal. De
hecho, la utilidad del monopolista es determinada por su curva de costo total promedio. Todo lo que
sabemos cuando el costo marginal es igual al ingreso marginal es que le va mejor al monopolista con este
nivel de producción que con cualquier otra producción, no que su operación sea particularmente rentable.
embargo, todos los productos tienen substituto en términos de los servicios que
proporcionan, de manera tal que nunca existe un poder monopolista total. El poder
monopolista es cuestión de grado y no un absoluto; no es la contraparte completa de la
competencia perfecta.
40
Esta figura duplica en una gráfica las Figuras 4 y 6 supra.
P CM (Monopolio)
S (Competencia)
pm
Transferencia
Perdida de
de ingreso pc
bienestar
qm qc Q
IM
41
Esta descripción simplificada no distingue entre los costos promedio y los marginales. La inclusión del
costo promedio alteraría el tamaño y forma del rectángulo, pero no disputaría el punto básico en el
sentido de que el ingreso está siendo transferido de los consumidores a los productores. Ver Scherer &
Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance, en 679-81.
42
Puede ser útil una ilustración: Si después de fusionarse los únicos dos periódicos en una ciudad (y
suponiendo que los periódicos en esa ciudad representaran un mercado relevante), se podía ver un efecto
de precio al pagar los suscriptores precios más altos y al recibir el periódico el correspondiente mayor
ingreso. Pero considere al consumidor que no es suscriptor y un viernes compra el periódico a un precio
La magnitud precisa de la pérdida de bienestar para la sociedad es incierta y
objeto de controversia. En 1954 Arnold Harberger encontró que la pérdida de bienestar
era relativamente insignificante y, por implicación, un pilar muy endeble sobre el cual
basar una política antimonopolios de alcance amplio. Arnold Harberger, “Monopoly
and Resource Allocation”, 44 Am. Econ. Rev. 77 (1954). Los estudios posteriores han
sido inconclusos, encontrando evidencia que sostiene y que refuta el análisis de
Harberger. Ver Roger D. Blair y David L. Kaserman, Antitrust Economics 38 (1985).
Después de tratar de corregir los posibles sesgos metodológicos que le dieron forma a
los resultados de Harberger, los Profesores Scherer y Ross han concluido que la pérdida
de bienestar debida a la mala asignación de recursos en un monopolio en los Estados
Unidos "se encuentra entre un 0.5 y un 2 por ciento del producto interno bruto”. Scherer
y Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance, en 667. 43
Los efectos nocivos del monopolio se extienden más allá de las distorsiones en
la distribución de la riqueza y de las pérdidas de eficiencia asignativa debido a la
pérdida de bienestar. El señuelo de disfrutar de utilidades supranormales puede inducir a
las empresas a invertir recursos en actividades socialmente no productivas que pueden
darles poder de mercado. Ver Richard A. Posner, “The Social Cost of Monopoly and
Regulation”, 83 J. Pol. Econ. 807 (1975). Por ejemplo, una empresa puede gastar
mucho en los servicios de abogados y cabildeo por grupos de presión para persuadir a
las autoridades gubernamentales de que impongan cuotas de importación que impidan a
los rivales extranjeros expandir sus operaciones en el mercado de los Estados Unidos. Si
bien sus dimensiones exactas son imposibles de medir, los costos de oportunidad de la
conducta que busca una utilidad se considera constituye un costo social importante de
los monopolios. El Juez Richard Posner observa que el rectángulo con líneas diagonales
en la Figura 7 aproximadamente se acerca al costo resultante de la competencia entre
empresas para ser un monopolio. Por lo tanto, el área de este rectángulo también puede
representar un costo de recursos para la sociedad. Ver Richard A. Posner, Antitrust Law
16-17 (2d ed. 2001).
Otro costo que se atribuye a los monopolios es una mayor tolerancia gerencial al
desperdicio y la ineficiencia. Ver Harvey Leibenstein, Beyond Economic Man (1980).
Como se sugirió antes en este Capítulo, la ausencia de la disciplina competitiva
impuesta por otros vendedores puede magnificar las fallas en los mecanismos mediante
los cuales los accionistas vigilan el desempeño de los gerentes del negocio, permitiendo
así a esos gerentes perseguir metas que no son la maximización de utilidades. La elusión
de las responsabilidades gerenciales puede resultar en costos más altos que llevan a un
costo marginal que iguala el ingreso marginal de una producción aún más pequeña de la
que produciría un monopolista eficiente; ésto provoca una mayor asignación inadecuada
de los recursos.
competitivo (digamos, 25 centavos) pero prescinde del mismo a un precio de monopolio (digamos, 35
centavos). Ese periódico no vendido, que pudo haber sido producido por menos de lo que el consumidor
estaba dispuesto a pagar, representa una pérdida irrecuperable de bienestar social para la sociedad.
43
De acuerdo con la teoría del "segundo mejor", es posible que se exagere la pérdida irrecuperable de
bienestar. Ver Scherer y Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance, en 33-38.
Se dice que en ocasiones son necesarios para generar utilidades que apoyen actividades
inventivas, arriesgadas pero valiosas. Ver Joseph A. Schumpeter, Capitalism, Socialism
and Democracy 81-110 (1950); también ver Verizon Communications Inc. v. Law
Offices of Curtis V. Trinko (2004) ("La mera posesión del poder de monopolio, y el
concomitante cobro de precios de monopolio, no sólo no es ilegal; es un elemento
importante del sistema de libre mercado”.). Otros observadores disputan esta hipótesis y
sostienen que las políticas diseñadas para estimular la rivalidad (por ejemplo,
desalentando las fusiones y las alianzas horizontales de líderes de la industria) inspiran
esfuerzos superiores para innovar e impulsan a las empresas a desarrollar nuevos o
mejores productos. Ver Michael E. Porter, The Competitive Advantage of Nations 662-
64 (1990). Los extensos esfuerzos teóricos e empíricos para poner a prueba estos puntos
de vista—que compiten entre sí—no han logrado establecer vínculos fuertes entre las
estructuras alternativas de mercado y los niveles de avance tecnológico. Ver Wesley M.
Cohen & Richard C. Levin, “Empirical Studies of Innovation and Market Structure”, en
1 Handbook of Industrial Organization 1060 (Richard Schmalensee y Robert D. Willig
eds., 1989).
4. COMPETENCIA MONOPOLISTA
44
Como veremos en el Capítulo 4, los modelos locacionales que evalúan la competencia en industrias de
productos diferenciados a veces sirven para definir los mercados relevantes en un análisis
antimonopolios. Ver Jonathan B. Baker y Timothy F. Bresnahan, “The Gains from Merger or Collusion
in Product-Differentiated Industries”, 33 J. Indus. Econ. 427 (1985).
varias empresas venden productos prácticamente idénticos o servicios que son
identificados por separado en la mente del comprador. Las empresas parecen obtener
ventas principalmente debido a su publicidad y otras formas de competencia no basada
en el precio. La competencia monopolista se parece al monopolio en cuanto a que los
vendedores enfrentan curvas de demanda con una pendiente negativa en relación con
sus productos, los cuales son en cierta forma únicos o singulares. Sin embargo, también
presenta aspectos de competencia en cuanto a que las empresas enfrentan a muchos
competidores, reales o potenciales, y ganan utilidades normales.
5. EL OLIGOPOLIO
De una importancia aún mayor—en cuanto a antimonopolios—que el modelo de
competencia monopolista es la teoría del oligopolio. Su postulado básico que establece
que cuando en el mercado hay sólo pocos vendedores, todos los vendedores reconoce
que son considerablemente interdependientes. Por lo tanto, cada vendedor toma en
cuenta las reacciones de sus rivales al determinar su producción y precios. Esto significa
que los oligopolistas no van a bajar sus precios para aumentar su participación de
mercado porque esperan que cualquier ganancia quede cancelada de inmediato cuando
el rival tome represalias con reducciones de precio similares.
Tanto los oligopolistas como los monopolistas se ven afectados por las acciones
de otras empresas. La estrategia de precio del oligopolista es determinada no
únicamente por sus costos sino también por su estimado de las estrategias de precio de
sus rivales. Los precios de los oligopolistas son determinados por sus costros y precio
de los bienes substitutos, lo cual, a su vez, establece su curva de demanda. Entonces, la
diferencia entre los dos consiste en que las acciones de las empresas rivales, tanto
afectan al oligopolista como son afectadas por el mismo; la situación es circular, y los
movimientos y contra movimientos de cada oligopolista pueden ser difíciles de
predecir.
Durante una gran parte de este siglo, los economistas se han esforzado por
desarrollar una teoría que describa en forma satisfactoria—y pueda predecir—los
resultados de mercado para un oligopolio. Desde la década de los cincuenta hasta
mediados de la década de los setenta, los investigadores enfatizaron los esfuerzos de
observar el desempeño de las empresas en mercados de oligopolio y medir los
resultados. El pionero de este enfoque fue Joe Bain quien estudió las tasas de utilidad de
42 industrias entre 1936-1940 y encontró que cuando las ocho empresas más grandes
controlaban el 70 por ciento o más del mercado, las utilidades promedio era
considerablemente más altas que en mercados menos concentrados. Joe S. Bain,
“Relation of Profit Rate to Industry Concentration: American Manufacturing”, 1936-40,
65 Q. J. Econ. 293 (1951. El estudio de Bain sugería que las industrias oligopolistas (es
decir, altamente concentradas) actuaban interdependientemente para restringir la
producción y subir los precios por encima del costo promedio y por lo tanto para ganar
rendimientos supra normales. Numerosos estudios posteriores confirmaron los hallazgos
básicos de Bain. Ver Leonard Weiss, “The Concentration-Profits Relationship and
Antitrust”, en Industrial Concentration: The New Learning 188 (Harvey J. Goldschmid
et al. eds., 1974).
La obra de Bain y de otros expertos—la cual indica una relación positiva fuerte
entre la concentración y la rentabilidad- dio un apoyo considerable a la escuela
antimonopolios "estructuralista", la cual sostenía que la estructura de la industria en
gran parte determinaba su conducta y desempeño. Ver James W. Meehan, Jr. y Robert J.
Larner, “The Structural School, Its Critics, and Its Progeny: An Assesment”, en
Economics and Antitrust Policy 179 (Robert J. Larner y James W. Meehan, Jr. eds.,
1989). Invocando modelos estructuralistas, muchos comentaristas instaron a amplios
esfuerzos antimonopolios para desconcentrar a la industria de los Estados Unidos,
incluyendo legislación para re-estructurar los monopolios y oligopolios. Ver Carl
Kaysen y Donald F. Turner, “Antitrust Policy: An Economic and Legal Analysis” 110-
19, 261-66 (1959): White House Task Force Report on Antitrust Policy (Neal
Commission), reimpresa en 21 Antitrust L. & Econ. Rev. 11, 65-76 (1968-69).
45
El poder del mercado se puede medir directamente ya sea comparando los precios en todos los
mercados o a través del tiempo, ver Jonathan B. Baker, “Econometric Analysis in FTC v. Staples”, 18 J.
Public Pol. & Marketing 11 (1999) (Los precios de Staples en los artículos para oficina eran más altos en
las áreas metropolitanas en donde no enfrentaba competencia que en otras super-tiendas de artículos de
oficina) o probando las elasticidades de la demanda, ver Jonathan B. Baker y Daniel L. Rubinfeld,
“Empirical Methods in Antitrust Litigation: Review and Critique”, 1 Am. J.L. & Econ. 386 (1999);
Gregory J. Werden, “Demand Elasticities in Antitrust Analysis”, 66 Antitrust L. J. 363 (1998). Durante
mucho tiempo se ha entendido que cuando se conocen las elasticidades, el poder de mercado que tiene
una empresa puede ser medido directamente de manera tal que "ningún criterio de participación de
mercado en cuanto a poder de mercado sea ni necesario ni adecuado". William M. Landes y Richard A.
Posner, “Market Power in Antitrust Cases”, 94 Harv. L. Rev. 937, 953 (1981). Pero cf. Jonathan B. Baker,
investigadores, los cuales tienen que hacer una serie de supuestos como parte de su
trabajo, han encontrado márgenes precio-costo considerables, pero siguen trabajando a
fin de entender las implicaciones para el análisis de estructura de mercado. Ver Carlton
y Perloff, Modern Industrial Organization, en 260-67.
Más allá de estudiar el efecto de la estructura del mercado en las utilidades de las
empresas, los economistas han tratado de desarrollar modelos que expliquen la conducta
de los oligopolios no cooperativos: mercados en los que hay un número pequeño de
empresas que actúan independientemente (es decir, no coordinan su conducta a través
de acuerdos formales tales como arreglos de cartel) pero, no obstante, reconocen que las
acciones de los otros participantes en la industria pueden afectar sus utilidades. Algunos
modelos económicos han intentado identificar posibles cursos alternativos de acción y
racionalizar cómo un oligopolista que busca maximizar sus utilidades reaccionaría a la
conducta y posibles estrategias de sus rivales.
Durante la mayor parte del siglo XX, las herramientas básicas para analizar la
conducta de un oligopolio no cooperativo eran los modelos de variación conjetural que
se originaron sobre todo en la obra de Antoine Augustin Cournot y Joseph Bertrand en
el siglo XIX. En estos modelos, cada empresa formula una hipótesis sobre cómo va a
responder su adversario a un cambio en su propia conducta. Ver Carlton y Perloff,
Modern Industrial Organization, en 153-87. La hipótesis es conocida como conjetura, y
la predicción que hace la empresa de la probable reacción de su rival es una variación
conjetural. Con base en sus variaciones conjeturales, cada empresa toma decisiones de
precios y producción para maximizar sus utilidades. En el modelo básico de Cournot,
cada empresa formula la hipótesis de que si ella modifica su nivel de producción, las
“Contemporary Empirical Merger Analysis”, 5 Geo. Mason L. Rev. 347 (1997) (supuestos cruciales
pueden conducir a resultados muy diferentes).
otras empresas seguirán produciendo a sus niveles existentes de producción. En esencia,
el análisis basado en Cournot "predice una tendencia de precio decreciente hacia el
costo marginal a medida que el número de vendedores aumenta (es decir, es más
probable que las industrias menos concentradas tengan precios cerca del nivel
competitivo)”. Scherer y Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance,
en 208. El modelo Cournot y otros de los principales modelos de variaciones
conjeturales (Bertrand y Stackelberg) funcionan mejor cuando se emplean en entornos
de un solo periodo. Suponen que las empresas se enfrentan en un solo episodio
competitivo y no ajustan su conducta de acuerdo con cómo los rivales de hecho
modifican sus precios y producción con el transcurso del tiempo. Este supuesto
simplificador facilita la explicación y las pruebas empíricas, pero es criticado por no
lograr capturar los probables movimientos y contra-movimientos de los rivales.
Si bien capta fenómenos que eluden a los modelos de un solo período, la teoría
de juegos tiene sus propias limitaciones para el análisis de los oligopolios. Entre otras
dificultades, muchos modelos de teoría de juegos no logran producir un equilibrio único
sino que presentan un número infinito de equilibrios potenciales, o ningún equilibrio en
lo absoluto—por ende planteando tantas preguntas como las que contestan. Ver David
M. Kreps, Game Theory and Economic Modelling 91-132 (1990); también ver Carlton y
Perloff, Modern Industrial Organization, en 180-86. Sin embargo, la teoría de juegos
está empezando a afectar el análisis antimonopolios de las industrias en las que hay un
oligopolio. Y quizá lo más importante, la teoría de juegos está proporcionando un
entendimiento más completo de cómo las empresas envían señales de su deseo de
cooperar con sus rivales, demostrar su intención y capacidad de sancionar una conducta
que no se favorece, vigilar los actos de los rivales, y detectar las desviaciones de la
conducta preferida.
C. DESARROLLOS ACTUALES
Gran parte del trabajo post Chicago forma parte de una agenda de investigación
antimonopolios más amplia para los teóricos de juego. Ver Eric Rasmussen, Games and
Information: An Introduction to Game Theory (1989); Drew Fudenberg y Jean Tirole,
“Noncooperative Game Theory for Industrial Organization: An Introduction and
Overview”, en 1 Handbook of Industrial Organization 259 (Richard Schmalensee y
Robert D. Willig eds., 1989). Una línea de indagación mostró como las empresas en el
mercado pueden explotar información superior sobre sus costos y condiciones de
mercado para castigar o excluir a sus competidores. El debate sobre la aplicación de
modelos de información asimétrica se centra en si los resultados de esa investigación
pueden ser traducidos en una hipótesis que se pueda poner a prueba y de las que se
puedan derivar estándares de conducta comercial. Algunos comentaristas conceden la
necesidad de trabajo adicional para derivar criterios operativos pero anticipan que
dichos criterios se determinarán. Ver Carl Shapiro, “The Theory of Business Strategy”,
20 Rand J. Econ. 125 (1989); también ver Carl Shapiro y Hal R. Varian, Information
Rules: A strategic Guide to the Network Economy (1999). Otros tienen un punto de vista
considerablemente menos sanguíneo sobre esta posibilidad. Ver Franklin M. Fisher,
“Games Economists Play: A Noncooperative View”, 20 Rand J. Econ. 113 (1989). La
marca más alta para este enfoque fue Eastman Kodak Co. v. Image Technical Services,
Inc. (1992); ver Kovacic y Shapiro, supra, en 56-57. Los tribunales inferiores han dado
una lectura casi universalmente estrecha a ese caso, de manera tal que en la actualidad
existe renuencia para plantear teorías basadas en la información asimétrica. Ver Herbert
Hovenkamp, “Post-Chicago Antitrust: A Review and Critique”, 2001 Colum. Bus. L.
Rev. 257, 283-99 ("las dificultades en el caso Kodak son numerosas, sistémicas,
incapaces de corrección, y de desperdiciado de una cantidad inconcebible de recursos de
litigio y judiciales”.).
Si bien la actual agitación económica está haciendo surgir toda una serie de
preguntas, está ofreciendo menos respuestas firmes. Como ha explicado el Profesor
Hovenkamp, "en este momento el principal impacto de la teoría de juegos es más bien
negativo que positivo –sirve para socavar nuestra confianza en que el mercado es
siempre eficiente como implicaba la economía tradicional de Chicago…". Herbert
Hovenkamp, Federal Antitrust Policy 69 (2d ed. 1999). Sin embargo, aun este
escepticismo puede ser importante. En un caso reciente sobre precios predatorios, el
Décimo Circuito observó que "los economistas post-Chicago han planteado la teoría de
que los precios predatorios no sólo son plausibles, sino rentables, especialmente en un
contexto de múltiples mercados en los que puede haber predación en un mercado y una
recuperación rápida en otros mercados”. United States v. AMR Corp. (Décimo Cir.
2003) (de todas maneras afirmando un juicio sumario a favor del demandado). 47 El
tribunal agregó que si bien "abordamos el asunto con cautela, no lo hacemos con la
incredulidad que prevaleció antes”.
46
Para literatura original sobre "aumentar los costos de los rivales", ver Thomas G. Krattenmaker y
Steven C. Salop, “Anticompetitive Exclusion; Raising Rivals' Costs to Achieve Power Over Price”, 96
Yale L.J. 209 (1986).
47
Los precios predatorios son discutidos en el Capítulo 4.
actividades dentro de la empresa, y entre empresas y partes externas tales como
proveedores, distribuidores, y consumidores. Ver Oliver E. Williamson, “Transaction
Cost Economics”, en 1 Handbook of Industrial Organization 135 (Richard Schmalensee
y Robert D. Willig eds., 1989). 48 Las investigaciones sobre el costo de transacción han
identificado razones de eficiencia por las que las empresas utilizan distintas formas de
organización y han puesto de relieve la importancia de las técnicas contractuales para
frenar la conducta oportunista que, si no se controla a tiempo, socava los arreglos
comerciales que aumentan la eficiencia. Al mostrar que el propósito principal de
muchas formas de organización económica—por ejemplo, las co-inversiones, la
integración vertical, y los contratos de distribución restrictiva—es a menudo reducir
costos, los expertos en costo de transacción han estimulado una re-evaluación de las
doctrinas antimonopolios que han tratado a este tipo de arreglo con hostilidad. Ver Paul
L. Joskow, “The Role of Transaction Cost Economics in Antitrust and Public Utility
Regulatory Policies”, 7 J. L. Econ. & Organization 53, 55-56 (1991). La Corte Suprema
ha aplicado estos conceptos al sostener que los participantes en la industria pueden
organizarse y cooperar cuando sea probable que la colaboración haga que la producción
sea más eficiente. Ver, por ejemplo, Broadcast Music, Inc. v Columbia Broadcasting
System, Inc. (1979).
48
Ver “Improving the Economic Foundations of Competition Policy”, Comentarios del Presidente de la
FTC Timothy J. Muris (enero 15, 2003) (refiriéndose a la economía de costo de transacción y su relación
con la "Nueva Economía Institucional", la cual analiza la evidencia empírica de cómo operan las
instituciones de negocios); también ver Oliver E. Williamson, “The New Institucional Economics: Taking
Stock, Looking Ahead”, 38 J. Econ. Lit. 595 (2000).
mercados impugnables pueden forzar a las empresas a discriminar en precio cuando sea
factible).
D. CONCLUSIÓN
Como indica lo anterior, la economía no es el final del análisis, Sin duda alguna,
el entendimiento del impacto económico de la práctica comercial impugnada a menudo
sugiere la respuesta judicial adecuada. Pero no todos los resultados, o quizá para ser más
precisos, no muchos resultados en casos antimonopolios pueden ser explicados por un
análisis tan riguroso. La historia antimonopolios es frecuentemente tan importante para
predecir las decisiones relativas a la aplicación de la ley y los resultados de las
resoluciones como el entendimiento económico más lúcido, y las preocupaciones de la
no eficiencia han ejercido una gran influencia en el tema antimonopolios en varios
períodos desde 1890. Sin embargo, desde mediados de los años setenta, los tribunales y
los funcionarios a cargo de vigilar el cumplimiento de las leyes por lo general han
estado de acuerdo en que la política antimonopolios racional no debe perseguir
objetivos sociales y políticos (por ejemplo, conservando oportunidades para que
compitan las empresas pequeñas) ya que la vindicación de esos valores socavaría la
eficiencia económica. Dadas las dificultades de administrabilidad asociadas con
sacrificar la eficiencia por otras metas, en especial en tiempos de una rivalidad
económica global muy aguda, esperamos que continúe esta tendencia aun cuando
seguro habrá desviaciones ocasionales.
El segundo debate tiene que ver con la elección entre modelos de análisis
económico que compiten entre sí. Las ideas económicas han hecho aportaciones a las
políticas antimonopolios desde 1890, pero el uso del análisis económico en cuanto a
antimonopolios no ha seguido una línea recta. Durante la década de los sesenta, cuando
se aplicaron expansivamente las leyes antimonopolios, las divergencias en el mercado
real del modelo de competencia perfecta eran vistas con sospecha y frecuentemente eran
objeto de un proceso judicial. Las dependencias que vigilaban la aplicación de la ley y
los tribunales a menudo suponían que si el mercado era imperfecto no podía ser
competitivo. Viendo que había cabida para mejoras, estas instituciones mostraron poca
inhibición en cuanto a intervenir.
Desde la década de los sesenta hasta la de los ochenta, los expertos en
antimonopolios de la Escuela de Chicago explicaron cómo las numerosas estructuras y
prácticas de mercado que el sistema antimonopolios trataba con hostilidad podían ser
benéficas. Los teóricos de la Escuela de Chicago favorecían una política antimonopolios
que consistiera de "poco más de procesar a carteles plain vanilla y fusiones para crear
monopolios”. Frank H. Easterbrook, “Workable Antitrust Policy”, 84 Mich. L. Rev.
1696, 1701 (1986). Estos puntos de vista encontraron gran apoyo en las decisiones
judiciales en la década de los setenta y, con algunas modificaciones, se convirtieron en
la base preeminente para la toma de cesiones judiciales y para la política federal de
aplicación de la ley en la década de los años ochenta.
Por lo menos cinco consideraciones sugieren que los tribunales van a absorber
lentamente la literatura sobre la teoría de juegos. Primero, todavía es necesario que se
desarrolle un mayor consenso sobre la base analítica, precisión (en la predicción), y
utilidad de la teoría de juegos para la mayor parte de las aplicaciones antimonopolios.
Segundo, la mayoría de los jueces se sentirá rebasada por la orientación matemática y
desalentadora complejidad de la microeconomía moderna, y pocos estarán tranquilos sin
un análisis amplio y una reformulación por parte de expertos jurídicos. Ver Alvin K.
Klevorick, “The Current State of the Law and Economics of Predatory Pricing”, 83 Am.
Econ. Rev. 162 (1993). Tercero, para que los jueces utilicen ampliamente los nuevos
enfoques analíticos, los expertos teóricos y prácticos deben ofrecer normas
administrables relativamente sencillas que puedan ser aplicadas en el juzgado típico en
el que los hechos se conocen en forma incompleta, hay interpretaciones encontradas, y
el conocimiento de los jueces en materia de economía es limitado. (Un gran atractivo
del análisis estructural era que diseñaba normas relativamente fáciles de aplicar en basa
a datos de concentración.) Cuarto, porque así se les ha enseñado, los jueces en un juicio
primero consultan la jurisprudencia en sus circuitos. Se supone que los cambios
jurídicos se dan lentamente. Finalmente, la aplicación de la teoría de juegos a las
controversias antimonopolios impondrá exigencias importantes en cuanto a
información, las cuales es posible que los tribunales sean renuentes a obligar a las partes
a cumplir. No únicamente es posible que los jueces duden de su capacidad (o de la del
jurado) para interpretar adecuadamente dicha información, sino que el tiempo necesario
para recabar y asimilar los datos puede significar que la industria en cuestión cambie de
manera importante entre la fecha en la que se entabla la demanda y en la que se
pronuncia la decisión relativa a responsabilidad. 49
Por consiguiente, para los próximos años, prevemos que los preceptos de
eficiencia de la Escuela de Chicago seguirán proporcionando el punto de partida
principal para el análisis de la mayor parte de las políticas de las dependencias que
vigilan el cumplimiento de las leyes y de las decisiones judiciales. La tasa de absorción
de los puntos de vista económicos que compiten entre sí dependerá de qué tan
rápidamente los comentaristas destilen las enseñanzas de la teoría de juegos u otros
modelos económicos nuevos a principios de aplicación de la ley que sean
administrables y operativos, así como a normas de responsabilidad. Por lo tanto, el
estudioso del antimonopolio del siglo XXI debe entender los modelos económicos
comparativamente permisivos en los que se basan las doctrinas y políticas actuales, pero
entendiendo cómo los modelos económicos alternativos podrían alterar los puntos de
vista de los jueces y funcionarios de las dependencias que vigilan la aplicación de las
leyes con respecto a dónde debe estar el centro de gravedad en lo que respecta al
antimonopolio.
49
Cabe notar que estas observaciones aplican en menor grado a la revisión interna de la dependencia de
fusiones. No debe sorprender que el avance en el trabajo económico haya logrado una aceptación
relativamente rápida en ese proceso, ver Capítulo 9.
CAPÍTULO IV
Finley Peter Dunne no era ni abogado ni economista, pero vaya que sabía algo
sobre antimonopolios. A través del personaje de ficción Mr. Dooly, este caricaturista de
principios del siglo XX aprovechó la ambivalencia fundamental de la Ley Sherman y el
tratamiento al gigantismo corporativo bajo la misma. "Los trusts," dijo Mr. Dooley,
reformulando los puntos de vista de Theodore Roosevelt, "son enormes monstruos
construidos con la iluminada iniciativa empresarial de los hombres que han hecho tanto
por impulsar el progreso en nuestra amada nación… Por una parte los aplastaría con un
zapatazo; por la otra, no lo haría tan rápido". William Letwin, Law and Economic
Policy in America, en 205.
La tensión entre visiones –las cuales compiten entre sí- sobre el poder de los
monopolios ha dejado una huella indeleble en las interpretaciones judiciales de la
Sección 2 de la Ley Sherman. Este conflicto a veces es evidente en las páginas de una
sola decisión judicial. En United States v. Aluminum Co. of America (1945) (Alcoa), se
encontró que Alcoa había ilegalmente monopolizado la producción de lingotes de
aluminio. En su opinión judicial, el Juez Learned Hand ofreció una famosa síntesis de
los peligros del monopolio: "Mucha gente piensa que el poseer un poder económico sin
impugnación alguna mata la iniciativa, desalienta el ahorro y deprime la energía; que la
inmunidad de la competencia es un narcótico, y la rivalidad un estimulante, al progreso
industrial; que el estímulo de una tensión constante es necesario para contrarrestar la
inevitable disposición a dejar las cosas como están”.
Como sugiere el Juez Hand, el poder monopólico es temido tanto debido a sus
consecuencias como por la existente posibilidad de abuso. La restricción de la
producción sube los precios y transfiere el ingreso de los clientes a los productores, y el
prospecto de obtener utilidades supranormales puede inducir a esfuerzos socialmente
derrochadores para lograr un poder monopólico. Además, la restricción de la
producción puede indicar que el monopolista ha usado su poder para excluir a rivales
del mercado por medios que no son un desempeño superior en la forma de mejores
productos, precios y servicio. Por lo tanto, se condena el empleo de ciertas tácticas para
obtener o conservar una ventaja de mercado considerable.
Desde mediados de la década de los cuarenta, los tribunales han aplicado una
norma -que en gran parte no ha cambiado- en su intento de definir los límites de lo que
es una conducta aceptable de empresa dominante. Como se establece en United States v.
Grinnell Corp. (1966): "La infracción de monopolio de conformidad con la Sección 2
de la Ley Sherman tiene dos elementos: (1) la posesión de poder de monopolio en el
mercado relevante y (2) la adquisición o mantenimiento intencionales de ese poder a
diferencia de crecimiento o desarrollo como consecuencia de un producto superior,
habilidad comercial, o accidente histórico”. También ver Verizon Communications Inc.
v. Law Offices of Curtis V. Trinko (2004); Eastman Kodak Co. v. Image Technical
Services, Inc. (1992). La importancia de esta prueba se ha basado en cómo los tribunales
han interpretado los dos términos operativos: ¿qué constituye poder de monopolio, y
qué conducta es suficientemente excluyente que debe fundamentar el fallo de
adquisición o mantenimiento intencional de ese poder?
A. EL PODER MONOPÓLICO
Sin un poder de mercado, real o probable, existe poca razón para que preocupen
los actos de una sola empresa bajo las leyes antimonopolios. Por consiguiente, uno de
los dos elementos en la infracción de monopolización en la Sección 2 es "poseer poder
monopólico”. Eastman Kodak. Una empresa sin poder de mercado no puede imponer
sus decisiones a sus competidores o clientes. Esta empresa acepta el precio de mercado;
no puede cobrar más que sus rivales, y no tiene razón para vender por menos.
La Ley Sherman deja a los tribunales poca discreción para decidir en qué casos
una empresa es monopolista para efectos de las leyes antimonopolios. La Sección 2
("Toda persona que monopolice cualquier parte del comercio") no ofrece guía alguna
para la delineación de los mercados, la medición del poder de mercado, o la
determinación de qué agregación mínima constituye un poder monopólico de
conformidad con dicha Ley. El definir lo que es un mercado relevante y evaluar el poder
del demandado en ese mercado son ejercicios cruciales en los casos de la Sección 2, en
las impugnaciones de fusiones (típicamente bajo la Sección 7 de la Ley Clayton), y,
cada vez más, en las controversias que implican acuerdos en la restricción del comercio
(bajo la Sección 1 de la Ley Sherman).
50
El poder de mercado de una empresa se ve reflejado en la pendiente y en la forma de su curva de
demanda. Cuanto más pronunciada la pendiente (más negativa) o inelástica sea la curva de demanda,
mayor será el poder de mercado de la empresa. Ver Figura 1, p. 61 supra; también ver William M. Landes
y Richard A. Posner, Market Power in Antitrust Cases, 94 Harv. L. Rev. 937 (1981).
desempeño real de la empresa de la norma competitiva. Ésto puede implicar la
determinación de qué tanto se desvían los precios de la empresa de su costo marginal, o
la cantidad en la que las utilidades netas de la empresa sobrepasan el promedio en la
industria (si ese promedio refleja riesgos similares en una industria competitiva). Si bien
se está logrando cierto avance, ver Capítulo 3, las pruebas de desempeño basadas en
utilidades contables o aumentos presentan muchas dificultades. Ver Kenneth G.
Elzinga, “Unmasking Monopoly: Four Types of Economic Evidence”, en Economics
and Antitrust Policy 11 (Robert J. Larner y James W. Meehan, Jr. eds. 1989); Franklin
Fisher & John McGowan, “On the Misuse of Accounting Rates of Return to Infer
Monopoly Profits”, 73 Am. Econ. Rev. 82 (1983). 51 Los costos marginales son difíciles
de estimar, y es posible que los datos relativos a las utilidades no reflejen el poder de
mercado real cuando una empresa no logra maximizar sus utilidades. Además, la
confiabilidad de los datos relativos a costos puede variar considerablemente
dependiendo de las prácticas contables que se elijan.
51
El Juez Posner ha escrito que "siempre es peligroso inferir que existe poder de monopolio con base en
una alta tasa de rendimiento”. Blue Cross & Blue Shield United of Wisconsin v. Marshfield Clinic (7th
Cir. 1995). "No solo las tasas de rendimiento medidas reflejan las prácticas contables más de lo que
reflejan las utilidades (o pérdidas) reales,… pero ni siquiera existe una teoría económica satisfactoria que
asocie el poder monopólico con una alta tasa de rendimiento”
o producción). 52 Después las participaciones de mercado son utilizadas como
substitutos del poder de mercado, y se infiere que la empresa con la mayor participación
de mercado tiene poder monopólico. Este tipo de inferencia puede ser gravemente
engañosa en los casos en los que la facilidad de entrada al mercado negaría a la empresa
ya en el mercado poder aumentar precios reduciendo su producción, o cuando la
diferenciación de producto no deja ver con claridad la gama completa de productos que
restringe la capacidad de la empresa de cobrar más por sus propios productos. Ver
Robert Pitofsky, “New Definitions of Relevant Market and the Assault on Antitrust”, 90
Colum. L. Rev. 1805, 1810-13 (1990). La aplicación correcta de las pruebas
estructurales requiere una cuidadosa consideración de las distintas condiciones de
mercado, incluyendo las barreras a la entrada y la diferenciación de los productos.
52
Si bien el enfoque estructural es el más común, un número cada vez mayor de tribunales está
observando que el poder de mercado puede ser establecido directamente. Ver Todd v. Exxon Corp. (2d
Cir. 2001); Toys "R" Us v. Federal Trade Commission (7th Cir. 2000); también ver Full Dra. Productions
v. Easton Sports, Inc. (10th Cir. 1999) (se demostró el poder monopólico cuando el demandado recurrió a
un boicot ilegal para sacar a su único competidor del mercado).
participación de mercado del demandado (y por inferencia su poder de mercado) serán
subestimados porque algunos de los productos incluidos difícilmente afectarán su poder
para fijar precios.
No sólo es United States v. E.I. du Pont de Nemours & Co. (1956) (Cellophane)
el caso más importante que resume las dimensiones del análisis del mercado del
producto, sino también ilustra cómo se aplican—y a veces se aplican mal—los criterios
desarrollados judicialmente. En Cellophane, el principal interrogante era el mercado del
producto en el que se debía medir el poder de mercado de du Pont. Si bien el problema a
resolver era si du Pont había monopolizado un supuesto mercado de celofán en
violación de la Sección 2, el gobierno tenía la carga de probar que du Pont poseía un
alto grado de poder de mercado. El gobierno invocó el hecho de que du Pont producía
casi el 75 por ciento del celofán vendido en Estados Unidos como forma de probar, por
lo menos a primera vista, el poder monopólico de du Pont. Du Pont respondió diciendo
que el celofán no era un mercado de producto aparte, ya que competía directa y
estrechamente con materiales de empaque flexibles como el papel aluminio, el papel
encerado, el papel transparente para envolver, y el polietileno. Con estos productos
incluidos en el mercado del producto, la participación de mercado de du Pont cayó a
menos del 20 por ciento—bien por debajo del umbral mínimo de monopolización del 65
por ciento o más que se había establecido en casos anteriores. Observe que du Pont no
negó que el celofán fuera distintivo sino más bien sostuvo que como el celofán
enfrentaba seria presión competitiva de materiales flexibles para envolver que eran
substitutos, la empresa no podía excluir a sus competidores y su poder sobre el precio
era por consiguiente limitado.
El gobierno propuso que antes de que otros productos pudieran ser incluidos en
el mercado del producto del celofán, debían ser considerablemente fungibles y venderse
a un precio cercano al del celofán. Sin embargo, la Corte Suprema rechazó esta reducida
medida de la identidad física y de precio, ya que los productores de muchos productos
patentados o de marca serían monopolios de conformidad con esa definición y estarían
sujetos a escrutinio bajo la Sección 2. Lo que hizo fue solicitar lo que llamó "una
evaluación de la 'elasticidad cruzada' de la demanda en ese sector" a fin de determinar si
"los productos son razonablemente intercambiables por el consumidor para los mismos
propósitos”. La intercambiabilidad razonable, dijo la Corte, tiene tres componentes:
"Que el mercado [del producto] esté compuesto de productos que tengan una
intercambiabilidad razonable para los propósitos para los que se producen—
considerando su precio, uso y características”. (Énfasis agregado).
53
Esta línea no fue perfecta. El papel de aluminio es opaco y no serviría como material alternativo para
empacar verdura, pero fue incluido en el mercado más amplio del producto.
Al centrarse en los productos substitutos, la Corte consideró la competencia
directa de otros productos. Igualmente importante para evaluar el poder de monopolio
es si las empresas que hacen otros productos podían en su lugar producir celofán y lo
hacían cuando du Pont trataba de aumentar su precio del celofán. La competencia en la
producción (elasticidad de la oferta o "substitución de la oferta") puede ser tan eficaz
como en el consumo (es decir, productos substitutos). En Cellophane, las patentes y
otras barreras a la entrada protegían a du Pont contra estas posibles formas de
competencia por parte de otros productores.
54
El expediente indicaba que du Pont había realizado una tasa de retorno supranormal (un promedio del
31 por ciento antes de impuesto) sobre su inversión en celofán durante el período en cuestión. Cellophane
(Warren, C.J., en su opinión disidente). Además, no había un substituto razonable para el celofán en el
mercado de cigarros.
55
La Corte se negó a revocar un mercado limitado a "peleas de box de campeonato" en el que estas
competencias exigían precios considerablemente más altos y disfrutaban de ratings televisivos mucho
más altos. International Boeing Club v. United States (1959).
precio. Como señaló el Juez Forta en su disentimiento, la Corte no tomó en cuenta la
evidencia de que los usuarios habían cambiado entre CSPS y los sistemas de alerta
substitutos dependiendo de los cambios en los precios relativos. Grinnel (opinión
disidente de Fortas, J.).
2. MERCADO GEOGRÁFICO
Después de lidiar con las complejidades del mercado del producto, se podría
esperar que la determinación de los mercados geográficos fuera relativamente fácil. A
veces lo es. Cuando los productos se venden en todo el país y los costos de transporte
son insignificantes, los tribunales frecuentemente definen el mercado geográfico como
toda la nación. O cuando una empresa y sus rivales venden su producto únicamente en
un área geográfica limitada y sus clientes no tienen fácil acceso a una fuente externa de
oferta, la regla general ha sido definir el mercado geográfico como esa área en particular
e incluir únicamente las ventas realizadas en ese mercado. Ver por ejemplo, Union
Leader Corp. v. Newspapers of New England, Inc. (1st Cir. 1960).
Otro problema relativo al mercado geográfico es que los mercados pueden ser
identificados ya sea del punto de vista de la oferta o de la demanda. Por ejemplo,
considere la típica compra de un coche nuevo en Peoria. Para el comprador individual
las fuentes alternativas de oferta son los distintos distribuidores de automóviles en
Peoria, pero la operación (y posible precio) tiene un aspecto bastante diferente. Su
rivalidad con otros productores que compiten por los dólares que va a gastar el
consumidor en su coche nuevo es a nivel nacional o, para determinados vehículos, a
nivel mundial. Observe el significado de nuestra respuesta. Si el mercado geográfico
relevante es Peoria, las participaciones de mercado del fabricante de automóviles
pueden diferir marcadamente de sus cifras nacionales o internacionales. Y el problema
no puede ser decidido en abstracto, La respuesta, si la hay, depende de la pregunta que
se haga. ¿El problema es si un fabricante de automóviles ha monopolizado el nuevo
mercado de automóviles para los compradores o para los vendedores? Sin embargo, en
cualquier caso la pregunta es en dónde se encuentra el lugar de la competencia: para los
compradores bien puede estar limitado a Peoria (excepto quizá para las cuentas
comerciales o de flotilla); para los vendedores es probable que sea toda la nación o el
mundo, ya que la rivalidad entre empresas no está confinada a un área geográfica.
56
Ver “Symposium on New 1992 Merger Guidelines”, 38 Antitrust Bull. 473 (1993). El Departamento de
Justicia emitió por primera vez lineamientos para asegurar la aplicación de las normas relativas a fusiones
en 1968. Bajo el liderazgo de William Baxter emitió lineamientos radicalmente diferentes en 1982; estos
lineamientos fueron adicionalmente refinados en 1984 y 1992 (para la emisión conjunta con la FTC) y
ligeramente modificados en 1997. (La FTC emitió sus propios lineamientos sobre fusiones en 1982). Los
Lineamientos de 1968, 1982, 1984, y 1992 (conforme a su enmienda en 1997) se reimprimieron en 4
Trade Reg. Rep (CCH) 13, 101-04.
57
Esta serie de indagaciones relativas a la determinación de precios suele basarse en los "precios que
prevalecen," aunque el gobierno utilizará un precio "que refleje más el precio competitivo" cuando las
(1) evidencia de que los compradores han cambiado o han
considerablemente considerado cambiar sus compras de productos como
respuesta a cambios relativos al precio u otras variables competitivas;
circunstancias "enfáticamente sugieren que hay un interacción coordinada”. Esta fórmula trata de evitar la
falacia de Cellophane y aborda la posibilidad de que el precio prevaleciente ya sea supracompetitivo.
fuera del mercado relevante, es decir, costos incurridos exclusivamente para ofrecer el
producto en el mercado geográfico relevante”. Una serie importante de entrantes no
comprometidos consiste de las empresas cuyos activos de producción y distribución
pudieran ser utilizados para producir y vender el producto relevante. Si subiera el precio
del producto relevante, estas empresas fácilmente podrían re-desplegar sus activos para
producirlo y venderlo.
4. LA MEDICIÓN Y EVALUACIÓN DE LA
PARTICIPACIÓN DE MERCADO
Es aún más contundente la inclusión que hizo el tribunal del aluminio virgen
importado en el mercado, la cual redujo la participación de mercado calculada para
Alcoa en un 10 por ciento. Bajo este enfoque, también se podría sostener que los
productos de aluminio fabricados en el extranjero e importados a Estados Unidos—o,
quizá, toda la producción extranjera independientemente de a dónde se enviara
finalmente, debían ser incluidos. Sin embargo, las considerables barreras de transporte y
aranceles, así como el constantemente bajo volumen de importación, apoyan el fallo del
tribunal en cuanto a este punto.
Cuando un juez tan capaz como Learned Hand toma varias decisiones
controvertidas en la resolución de la ecuación de participación de mercado, es un alerta
en cuanto a las limitaciones de cualquier determinación de participación de mercado.
Aun el mercado más cuidadosamente definido inevitablemente incluye algunas
empresas o producción cuyo impacto en el demandado es insignificante, mientras
excluye otras que tienen una mayor fuerza de mercado. Las participaciones de mercado
no son sinónimas al poder de mercado; deben marcar el inicio de un análisis cuidadoso,
no su fin. (Frecuentemente, pero no en todos los casos, los tribunales han reconocido
este punto. Compare Eastman Kodak Co. v. Image Technical Services, Inc. (1992) ("La
existencia de tal poder {de mercado} normalmente es inferido de la posesión del
vendedor de una participación predominante del mercado”.) (citando casos); Grinell
(mismo) con Shoppin' Bag of Pueblo, Inc. v. Dillon Cos. (10th Cir. 1986) ("Sin
embargo, la participación de mercado sola no es suficiente para determinar la capacidad
de una empresa para lograr un monopolio”.); Hunt-Wesson Foods, Inc. v. Ragu Foods,
Inc. (9th Cir. 1980) ("Una dependencia ciega de la participación de mercado, divorciada
de la realidad comercial, podría dar un cuadro engañoso de la capacidad real de la
empresa para controlar precios o excluir a la competencia”.).) El Circuito de D.C.
concilió las dos posiciones, en cierto grado, en su opinión relativa a Microsoft en 2001:
"Aunque la existencia del poder [monopólico] normalmente puede ser inferida de una
participación de mercado predominante,' estamos de acuerdo con Microsoft en el
sentido de que debido a la posibilidad de competencia de nuevos entrantes, el ver
únicamente la actual participación de mercado puede ser algo 'engañoso.'" (citando a
Grinnell y Hunt-Wesson Foods; corchetes del tribunal).
59
En el otro extremo del especto los tribunales de rutina han fallado que las participaciones de mercado
por debajo del 40 por ciento no respaldan un fallo de poder de monopolio. Ver, por ejemplo, United Air
Lines, Inc. v. Austin Travel Corp. (2d Cir. 1989) (un 31 por ciento fue considerado insuficiente); Dimmitt
Agri Indus., Inc. v CPC Int'l Inc. (5th Cir. 1982) (entre 16 y 25 por ciento se consideró insuficiente); Pero
cf. Broadway Delivery Corp. v. United Parcel Service of Am. (2d Cir. 1981) (error en veredicto directo a
favor del demandado basado únicamente en una participación de mercado del 50%). Entre un 40 y un 70
por ciento, los tribunales deciden que no existe poder de monopolio, aunque hay excepciones a esta regla
general. Compare Twin City Sportservice, Inc. v. Charles O. Finley & co. (9th Cir. 1975) (50 por ciento
fue considerado insuficiente) con Broadway Delivery Corp. v. United Parcel Serv. of Am., Inc. (2d Cir.
1981) (fallo de poder de monopolio no excluido cuando la participación del demandado era de menos del
50 por ciento); también ver Colorado Interstate Gas Co. v. Natural Gas Pipeline Co. (10th Cir. 1989) (los
Los tribunales rara vez evalúan la participación de mercado aisladamente cuando
miden el poder de mercado del demandado. Las inferencias de participaciones de
mercado típicamente son matizadas por factores como las condiciones de entrada, el
tamaño y la estabilidad de las participaciones de mercado con el tiempo, y la
rentabilidad. Ver, por ejemplo, Reazin v. Blue Cross & Blue Shield (10th Cir. 1990)
(considerando las barreras a la entrada, las elasticidades de la oferta y la demanda, el
número de competidores, y las tendencias de mercado). De estos factores, la entrada es
a menudo crucial. Cuando la entrada es fácil, los tribunales se han negado a inferir
poder de monopolio aun con base en altas participaciones de mercado porque la entrada
real o amenazada llevará a los precios a niveles competitivos. Ver, por ejemplo, Tops
Markets, Inc. v. Quality Markets, Inc. (2d Cir. 1998) (una participación de mercado de
más de un 70% constituye "evidencia considerable" de poder de monopolio, pero es
refutada con la facilidad de entrada); Los Angeles Land Co. v. Brunswick Corp. (9th Cir.
1993) (a pesar de una participación de mercado del 100 por ciento, el demandado no
tenía poder de monopolio debido a la facilidad de entrada); United States v. Syufy
Enters. (9th Cir. 1990) (la entrada redujo la participación de mercado del demandado de
100 a 75 por ciento en un período de cuatro años e impidió un fallo de poder de
monopolio); Ball Memorial Hosp. v. Mutual Hosp. Ins., Inc. (7th Cir. 1986) (el
demandado con una considerable participación de mercado no tenía poder de monopolio
debido a la facilidad de entrada). De igual manera, los tribunales también han decidido
que existe poder de monopolio con participaciones de mercado de menos del 70 por
ciento cuando las barreras a la entrada son altas. Ver Syufy Enters. v. American
Multicinema, Inc. (9th Cir. 1986).
1. LA PRUEBA CLÁSICA
Sin embargo, el análisis de la Corte no fue planteado tan directamente sino que
consideró los métodos comerciales de los demandados para logra poder "únicamente
como una ayuda para descubrir la intención y el propósito”. La Corte contrastó las
prácticas de mercado abusivas de los demandados con lo que llamó "métodos normales
de desarrollo industrial”. La diferencia entre la actividad lícita e ilícita por parte de un
negocio con poder de monopolio era la presencia de una ofensiva categórica para
monopolizar. El si existía o no esta ofensiva categórica fue determinado analizando la
intención y el propósito de los actos del demandado, no su participación de mercado o
la estructura del mercado. Al confirmar la mayor parte del amplio decreto de
desinversión del tribunal de distrito, la Corte en el caso de Standard Oil invocó el
crecimiento del demandado (el cual se debió principalmente a las adquisiciones de
rivales, descuentos ilícitos por parte de las empresas ferroviarias, espionaje industrial, y
precios predatorios) para demostrar la intención ilícita.
Los límites (o, como acusaron los críticos, las limitaciones) de esta prueba
"clásica" fueron expuestos en una línea de casos posteriores. Primero en United States v.
United Shoe Machinery Co. (1981), y después en United States v. United States Steel
Corp. (1920), la Corte sostuvo las adquisiciones de empresas complementarias y
competidoras aun cuando existía la intención evidente de obtener poder monopólico.
Las 50 adquisiciones de United Shoe fueron consideradas por separado (en lugar de en
su conjunto), y ninguna fusión individual estableció la intención requerida. La política
relativa a únicamente para arrendamiento también fue confirmada como parte del
otorgamiento de la patente a fin de asegurar a los usuarios un servicio adecuado y
meramente continuar la práctica antes de la fusión de las empresas adquiridas.
2. ALCOA
60
El segundo Circuito fungió como tribunal de último recurso porque cuatro jueces de la Corte Suprema
se recusaron, negándole a la Corte quórum suficiente para tener conocimiento del caso. Conforme a la
ley, el Congreso permitió que la apelación final fuera ante el tribunal de apelaciones del circuito en el que
se había llevado a cabo el juicio.
Aparte de apuntar el poder de mercado de Alcoa, el gobierno sostuvo el
argumento de que Alcoa había violado la Sección 2 al controlar por completo la
producción de aluminio. El origen de este poder y la razonabilidad de su ejercicio, por
consiguiente, no tenían importancia; la Sección 2 condena a "toda persona que
monopolice”. 61 Alcoa respondió que ni había interferido con los intentos de otros para
entrar al mercado de aluminio virgen ni había tratado de eliminar a los fabricantes más
pequeños de productos de aluminio. El poder de monopolio que tuviera, sostuvo Alcoa,
resultaba sencillamente de un crecimiento natural y razonable. Por lo tanto, si Alcoa era
re-estructurada en varias empresas (como solicitaba el gobierno), la eficacia de la
industria y el futuro progreso se verían obstaculizados sin beneficio alguno para el
consumidor.
61
El gobierno también se quejó de que Alcoa había comprado patentes y tenía una unión con productores
extranjeros con el fin de restringir la competencia en los Estados Unidos, así como de que había sacado a
los fabricantes independientes con tácticas de presiones de costo. No hubo pruebas para la primera
acusación y la táctica de presión, si bien ilícita, fue explícitamente declarada innecesaria para la
conclusión del tribunal. Si bien esta materia no debía ser decidida por el tribunal, los expertos han
debatido si Alcoa obtuvo dominio al indebidamente impedir el acceso por parte de productores rivales de
aluminio a los suministros de electricidad y bauxita. Compare Thomas G. Krattenmaker y Steven C.
Salop, “Anticompetitive Exclusión: Raising Rivals' Costs to Achieve Power over Price”, 96 Yale L.J. 209
(1986) (proponiendo la hipótesis) con John E. Lopatka y Paul E. Godek, “Another Look at Alcoa: Raising
Rivals' Costs Does Not Improve the View”, 35 J.L. & Econ. 311 (1992) (disputando la tesis)
lectura de Alcoa parece una teoría de monopolización de no negligencia—un ataque al
tamaño corporativo monopólico persistente en sí.
Una segunda dificultad tiene que ver con la invocación que hace el Juez Hand de
valores sociales y políticos como fundamento de responsabilidad bajo la Sección 2. Su
opinión correctamente observa que los impulsos populistas ayudaron a motivar la
aprobación de la Ley Sherman, pero Hand no ofrece ninguna guía en cuanto a políticas
relativas a cuándo la preferencia por una descentralización política y social debe
prevalecer sobre las preocupaciones de eficiencia. ¿El lograr una posición dominante de
mercado siempre plantea una amenaza que es inaceptable para el orden social, o debe la
sociedad en ocasiones tolerar un tamaño corporativo masivo porque la posibilidad de
lograr un monopolio constituye un incentivo crucial para competir? Si un jurista con las
enormes habilidades del Juez Hand no puede ofrecer un enfoque satisfactorio para
resolver esta tensión ¿cómo van otros jueces a determinar qué valores deben controlar
los casos difíciles de decidir?
Aun así, Alcoa claramente estableció un nuevo precedente. Hizo que la teoría del
abuso tuviera un nivel diferente, ya no requiriendo que el demandante probara la
conducta predatoria que violara la Sección 1. Después de Alcoa el término "abuso"
incluía actos que, tomados por sí mismos, generalmente sería considerados
"honestamente industriales", pero cuando se consideran en su totalidad demuestran
"ningún otro motivo excepto excluir a otros y perpetuar su control del mercado de
lingotes”. La prueba de intención fue menos exigente; el requisito era únicamente
probar que el monopolista deliberadamente trataba de mantener su posición de
monopolio. 62 El grado de deliberación requerido existía en donde los actos del
demandado eran legales en sí, pero también tendían a excluir a competidores o posibles
entrantes.
62
El tribunal se refirió en general a la "intención" de Alcoa, pero indicó que esa intención era fácil de
encontrar. Se supuso que Alcoa había tenido la "intención" de las consecuencias evidentes de sus actos.
Sin embargo, este enfoque pudiera absolver a un monopolista temporal cuya posición se debe únicamente
a un inicio delante de los demás por haber sido el primero en desarrollar un producto nuevo. Ver Metro
Mobile CTS, Inc. v. NewVector Communications, Inc. (9th Cir. 1989).
monopolio, la opinión del Juez Hand sugiere que ha actuado irrazonablemente y, por
ende, ilegalmente. En este sentido la opinión invita una práctica de justo medio que no
es disimilar a la conducta de oligopolio (ver Capítulo 7). El tribunal también aparece
haber aplicado inadecuadamente la defensa "le cayó en las manos" mediante la cual la
empresa que prevalece "meramente en virtud de sus habilidades superiores, visión y
dedicación" no es culpable de monopolización. ¿Acaso no es habilidad contar con "la
ventaja de la experiencia," las conexiones comerciales, y "un personal elite"? ¿Qué es
visión si no es "anticiparse a los aumentos de demanda de lingotes y estar preparado
para surtirla" o "acoger cada nueva oportunidad que se va presentando"? ¿Y qué
significa dedicación, si ignora las inversiones de Alcoa para "duplicar y reduplicar su
capacidad"? 63 Se invocó cada uno de estos factores para determinar que Alcoa
deliberadamente mantenía su poder monopólico; sin embargo, en cada caso casi es
posible establecer la defensa primaria que reconoció el Juez Hand.
Una tercera lectura de Alcoa observaría que antes de 1912 Alcoa había incurrido
en algunas prácticas excluyentes bastante preocupantes, pero por razones de
procedimiento es posible que el tribunal no haya querido invocarlas; y aun después de
1912 es posible que Alcoa haya incurrido en más conducta excluyente de la reconocida
por el tribunal de primera instancia. Ver III Phillip E. Areeda y Herbert Hovenkamp,
Antitrust Law 611 (2d 2002). Esta limitada lectura de Alcoa resultaría, al final, ser la
que está más en armonía con la ley de monopolización moderna.
3. DE ALCOA A MICROSOFT
63
En el juicio, el gobierno sostuvo que el que Alcoa no hubiera logrado expandir su capacidad más
rápidamente había creado una escasez de aluminio que estaba afectando la producción militar de
aeronaves en 1940. Este punto de vista chocaba con la base sobre la que el Juez Hand finalmente encontró
una violación de la Sección 2 –que Alcoa intencionalmente había aumentado su capacidad para poder
surtir todos los incrementos en la demanda. Ver II Simon N. Whitney, Antitrust Policies 112 (1958).
ejercerse”. Sin embargo, la Corte también invocó el uso, por parte de los demandados,
de su poder monopólico; es decir, su práctica de comprar en bloque los derechos de
distribución de las películas para todos sus cines fue condenada. Como algunos de sus
cines tenían monopolio y otros no, esta compra en bloque era un abuso del poder
monopólico de Griffith, ya que era empleado para ganar una ventaja en mercados
competitivos. 64
64
Se cuestiona Griffith porque las utilidades de un monopolio puede ser obtenidas únicamente a un nivel
de la cadena vertical de distribución. El que Griffith haya negociado con los distribuidores de películas
como una o varias unidades no debe afectar los términos en los que trataron –excepto, naturalmente, que
los ahorros de una negociación para todos los cines Griffith puede ser compartida dando precios inferiores
a los consumidores, pagos más altos a los distribuidores, o mayores utilidades a la empresa. Ver también
United States v. Loew's, Inc. (1962).
Secondhand Goods: An Alternative Explanation for Leasing”, 40 J.L. & Econ. 61
(1997). Por otra parte, en la medida que limitaba la elección del cliente, es probable que
las restricciones de arrendamiento hayan requerido que United diera concesiones de
precio a sus clientes. Richard Posner, Antitrust Law (2d ed.), en 233-34.
Los casos bajo la Sección 2 durante las décadas de los ochenta y los noventa por
lo general se distanciaron del severo enfoque de Alcoa y United Shoe y adoptaron un
punto de vista más limitado en cuanto a la conducta que satisface el requerimiento de
conducta bajo la Sección 2. Se dio un punto de inflexión importante en Berkey Photo,
Inc. v. Eastman Kodak Co. (2d Cir. 1979). En Berkey Photo, el demandante alegaba que
Kodak había empleado toda una serie de tácticas excluyentes para proteger y extender
su posición de monopolio en películas fotográficas. Kodak había introducido un nuevo
tipo de película fotográfica para aficionados y la vendía en una configuración que
únicamente era compatible con un nuevo diseño de la cámara instamática Kodak. El
demandante argumentaba que Kodak había violado la Sección 2 al no haber revelado
con antelación el diseño de la nueva cámara a fin de permitir a sus rivales fabricantes de
cámaras preparar diseños similares para venderlos cuando Kodak empezara a
comercializar su nueva película.
El siguiente año, otras dos decisiones que tuvieron gran influencia acogieron el
enfoque de Berkey Photo para exculpar al monopolista acusado de una conducta ilícita.
En California Computer Products Co. v. IBM Corp. (9th Cir. 1979) (CalComp), el
Noveno Circuito rechazó los argumentos de que IBM violaba la Sección 2 al rediseñar
sus computadoras principales a fin de hacer que los productos de los fabricantes rivales
de productos periféricos fueran incompatibles con las computadores principales de
IBM. La Corte enfatizó que los nuevos diseños de IBM eran cualitativamente superiores
a los modelos anteriores y concluyó que IBM no tenía la obligación de elegir un nuevo
diseño que fuera el que menos restringiera a los otros productores de equipo periférico.
En E.I. du Pont de Nemous & Co. (F.T.C. 1980), la FTC se negó a condenar la agresiva
expansión de la capacidad de producción de du Pont en la industria del dióxido de
titanio para captar todos los incrementos de demanda previstos. Al igual que Learned
Hand en el caso Alcoa, la Comisión reconoció la tensión entre conservar los incentivos
para competir y controlar el crecimiento y ejercicio del poder monopólico. Sin embargo,
la FTC llegó a un equilibrio entre estas preocupaciones en una forma sorprendentemente
diferente: "La esencia del proceso competitivo consiste en inducir a las empresas a que
sean más eficientes y pasen los beneficios de esa eficiencia al consumidor. Se haría un
mal favor a ese proceso si se utilizaran las leyes antimonopolios para bloquear una
competencia agresiva y vigorosa que se base sólidamente en eficiencias y oportunidades
de crecimiento, aun si el monopolio es un resultado posible”.
(3) "Tercero, si el demandante logra establecer con éxito que su caso está
fundamentado con evidencia suficiente de conformidad con la Sección 2, demostrando
el efecto anticompetitivo, entonces el monopolista podrá presentar una 'justificación
pro-competitiva' de su conducta. Si el monopolista hace valer la justificación pro-
competitiva—una aseveración, que no sea un pretexto, de que su conducta es de hecho
una forma de competencia con base en su fundamento porque implica, por ejemplo, una
mayor eficiencia o un mayor atractivo para el consumidor—entonces la carga regresa al
demandante que debe refutar dicha pretensión”.
65
El tribunal también encontró apoyo a su rechazo de la desinversión en la escandalosa conducta indebida
del Juez Jackson durante el juicio—tuvo comunicaciones con la prensa sin la presencia de las partes. El
tribunal descalificó al Juez Jackson para tener conocimiento de cualquier otro procedimiento en este caso.
66
Una introspección central a la exclusión es proporcionada por la definición del Juez Posner: "Una
práctica exclusionaria es generalmente un método mediante el cual una empresa que tiene una posición de
monopolio invierte parte de sus utilidades monopólicas en hacer que no sea rentable para otros
vendedores competir con ella, perpetuando así su monopolio”. Richard A Posner, Antitrust Law 40-41 (2d
ed. 2001).
67
Para esta proposición, el tribunal invocó la línea de "perjuicio antimonopolios" de los casos privados
(ver capítulo 12) pero dijo que el gobierno debía cumplir con el mismo estándar.
(4) "Cuarto, si no se refuta la justificación pro-competitiva del monopolista,
entonces el demandante debe demostrar que el perjuicio anticompetitivo de la conducta
tiene un mayor peso que el beneficio pro-competitivo.
4. MEDIDAS DE REPARACIÓN
68
Al concluir que las restricciones de licencia eran indebidas, el tribunal rechazó la defensa de Microsoft
en el sentido de que meramente ejercía sus derechos de autor. El tribunal explicó que el argumento de
ejercer los derechos de autor no puede violar las leyes antimonopolios "no es más correcto que la
proposición que el uso de la propiedad personal de alguien, como un bat de béisbol, no puede resultar en
responsabilidad extracontractual”.
69
El tribunal dictaminó que los contratos exclusivos pueden violar la Sección 2 sin violar la Sección 1.
dejar sin fuerza el poder de monopolio que se concluya viole la Ley”. Grinnell. "El
tribunal está obligado a ordenar una reparación que ponga fin al monopolio ilícito,
niegue al demandado los frutos de su violación a la ley, y asegure que no queden
prácticas que puedan resultar en monopolización en el futuro”. United States v. United
Shoe Machinery Corp. (1968).
70
Standard Oil transfirió los activos de empresas operativas regionales a Rockefeller y a otros accionistas,
los cuales terminaron obteniendo enormes utilidades de los aumentos posteriores en el valor de las
acciones.
71
El tribunal de apelaciones anuló el decreto en parte porque había confirmado únicamente algunos
hallazgos de ilegalidad, en parte debido al apoyo inadecuado para ordenar una disolución, y en parte
debido a conducta judicial ilícita (el juez de distrito tuvo comunicaciones con la prensa sin que estuvieran
presentes las partes del caso mientras el caso estaba pendiente).
industria que socavan las medidas de reparación sugeridas y en cambios en el personal
de la dependencia que debilitan su determinación. En última instancia, la disolución fue
negada en el caso Alcoa, en parte porque la venta de plantas de aluminio propiedad del
gobierno y construidas durante la Segunda Guerra Mundial habían creado dos nuevos
rivales (Kaiser y Reynolds) para Alcoa. El litigio del gobierno contra IBM ofrece un
segundo ejemplo. Después de trece años de costosos procedimientos antes y durante el
juicio (el caso consumió 700 días de juicio), el Departamento de Justicia, en 1982,
abandonó su esfuerzo de re-estructurar a IBM en cuatro empresas de computación
cuando, entre otras razones, fue evidente que las fuerzas del mercado habían empezado
a desbaratar la posición dominante de la empresa. Ver United States v. IBM Corp (2d
Cir. 1982) (ordenando se registrara la estipulación de desestimación del caso). El
infructuoso empleo de los recursos llevó a un comentarista a llamar al caso IBM "el
Vietnam de la División Antimonopolios”. Robert H. Bork, The Antitrust Paradox 432
(1978). En el caso Microsoft, los partidarios siguen en desacuerdo en cuanto a los
fundamentos de la resolución consentida que negoció el nuevo liderazgo en la División
Antimonopolios (y, después de extensos procedimientos, confirmó un nuevo juez de
distrito, United States v Microsoft Corp. (D.D.C. 2002)), pero la posición de la División
indudablemente quedó debilitada por la realidad comercial de que Internet Explorer
había ganado la guerra de browser que estaba al centro del litigio y muy probablemente
era inútil tratar de dar marcha atrás al reloj. Ver Timothy J. Brennan, “Do Easy Cases
Make Bad Law?”, supra.
5. APLICACIONES RECIENTES
a. Precios Predatorios
En el caso Brooke Group, la Corte indicó que los demandantes que argumenten
precios predatorios, bajo la Sección 2 de la Ley Sherman o bajo la Ley Robinson-
Patman, deben satisfacer dos requisitos, a los que la Corte se refirió como "no fáciles de
establecer”. Primero, el demandante "debe probar que los precios objeto de la demanda
están por debajo de una medición adecuada de los costos de su rival”. Como en el caso
Matsushita, la Corte se negó a prescribir qué medición de costo (costo variable
promedio o costo total promedio) debía ser el umbral. En el caso Brooke Group, la
Corte evitó el tema porque las partes habían llegado al acuerdo de que la medición de
costo relevante era el costo variable promedio. El segundo requisito "demostrar que el
competidor tenía un prospecto razonable, o, bajo la Sección 2 de la Ley Sherman, una
peligrosa probabilidad, de recuperar su inversión en precios por debajo del costo”. La
esencia de la recuperación consiste en demostrar que "la estructura y las condiciones del
mercado relevante" permitirían al supuesto predador incurrir en "precios
supracompetitivos sostenidos" una vez que su presa hubiera sido sometida.
La teoría de recuperación planteada por Liggett era que B&W había establecido
precios abajo del costo en el mercado genérico para obligar a Liggett a subir sus precios
de genéricos y permitir a B&W y a otros vendedores, en la altamente concentrada
industria cigarrera, estabilizar los precios genéricos a niveles más altos. A través de una
coordinación oligopolista tácita (ver Capítulo 7), los miembros de la industria
sostendrían entonces precios genéricos a niveles supracompetitivos. La recuperación
sería posible principalmente al reducir la "canibalización" (con genéricos de bajo costo)
de las ventas de cigarros de marca. Para la Corte, el escenario de coordinación tácita era
72
Al revisar una fusión bajo la Sección 7 de la Ley Clayton, la Corte pronto reiteró la importancia de las
condiciones estructurales para una predación exitosa. El demandante (rival de las partes de la fusión)
había sostenido que la fusión permitiría a la entidad fusionada incurrir en precios predatorios contra él. En
su rechazo de este argumento, la Corte dijo "los tribunales deben centrarse en si existirían barreras
considerables a la entrada después de que la empresa fusionada hubiera eliminado a algunos de sus
rivales, porque entonces las empresas restantes empezaría a cobrar precios supracompetitivos, y las
barreras que existían durante las condiciones competitivas bien pueden probar ser insignificantes”.
Cargill, Inc. V. Monfort of Colorado, Inc. (1986) (énfasis en el original)
teóricamente plausible pero carecía de una base probatoria suficiente que permitiera al
jurado inferir que la conducta de B&W implicaba "una auténtica amenaza a la
competencia". La Corte enfatizó que el depender de una coordinación tácita para que los
oligopolistas logren una recuperación es altamente especulativo, dadas las dificultades
que enfrentan los oligopolistas para coordinar su conducta en forma independiente; en
este caso la Corte no encontró una base razonable para inferir que B&W (y otros
miembros de la industria) habían elevado los precios arriba del nivel competitivo de los
genéricos. Como lo había hecho en Matsushita y Cargill, en Brooke Group la Corte no
impidió las demandas relativas a precios predatorios, sino que avaló un estándar
relativamente permisivo por temor a que controles más rígidos de la conducta de
determinación de precios pudiera hacer de las demandas basadas en las normas
antimonopolios "una herramienta para mantener los precios altos”. Al tomar este
enfoque, Brooke Group asegura que las victorias de los demandantes en casos relativos
a precios predatorios bajo la Sección 2 seguirán siendo pocas e infrecuentes. También
ver A.A. Poultry Faros, Inc. v. Rose Acre Faros, Inc. (7th Cir. 1989) (JML a favor del
demandado porque, independientemente de la relación precio-costo, las condiciones de
mercado impedían el ejercicio de un poder de monopolio).
Aun cuando se introdujeron originalmente las reglas sobre base en costo, quedó
entendido que permitirían que los precios anticompetitivos no fueran impugnados. Ver
F.M. Scherer, “Predatory Pricing and the Sherman Act: A Comment”, 89 Harv. L. Rev.
869 (1976); Posner, Antitrust Law en 219 (se describe la prueba Areeda-Turner como
"falta de dientes"). El requisito de prueba de recuperación bajo Brooke Group hace que
ésto sea aún más seguro. Los tribunales antimonopolios han aceptado ésto porque
consideran que los precios predatorios son objeto de un juicio (en especial con éxito), y
porque existe un temor legítimo de que otras normas jurídicas diferentes desalentarían
los agresivos precios bajos que tanto le gustan al antimonopolio. Ahora, como se vio en
la revisión anterior, la economía moderna ha empleado la teoría de juegos para
demostrar que los precios predatorios pueden ser una estrategia comercial racional—
73
El tribunal en el caso de Microsoft, al señalar en su escrito que se centró en el efecto y no en la
intención de la conducta impugnada (no únicamente precios predatorios), explicó que las pruebas de
intención "son relevantes únicamente en la medida que nos ayudan a entender el probable efecto en la
conducta del monopolista”.
pero los comentaristas se han esforzado por establecer una alternativa que funcione.
Compare Bolton et al., supra (prueba de regla de la razón de cinco pasos que requiere
probable recuperación y precios por debajo del costo); compare Aaron S. Edwin,
“Stopping Above-Cost Predatory Pricing”, 111 Yale L.J. 941 (2002) (debe prohibirse al
monopolista ya en el mercado—y que tiene ya ventaja—que responda a la entrada con
rápidas reducciones de precio o mejoras de producto) con Einer Elhauge, “Why Above-
Cost Price Cuts To Drive Out Entrants Are Not Predatory –and the Implications for
Defining Costs and Market Power”, 112 Yale L.J. 681 (2003) (estas reglas tienen
incentivos perversos y resultan en ineficiencia).
Hasta ahora, los tribunales no han invocado toda esta literatura para decidir
diferentes resultados. Ver Alvin Klevorick, “The Current State of the Law and
Economics of Predatory Pricing”, 83 Am. Econ. Rev. Papers & Proc. 162 (1993). El
Décimo Circuito, en su revisión del innovador intento del Departamento de Justicia,
señaló que el nuevo aprendizaje lo obligaba a proceder con "cautela" pero no con "la
incredulidad que prevalecía antes"—no obstante, afirmó el otorgamiento de una
sentencia sumaria contra el gobierno. United States v. AMR Corp. (10th Cir. 2003).
American Airlines ha respondido a la entrada de transportistas de bajo costo ("LCC",
por sus siglas en inglés) en cuatro rutas de pares de ciudades, cambiando los aviones
que vuelan en estas rutas, utilizando una gerencia de rendimiento para aumentar el
número de asientos disponibles a los nuevos precios más bajos. Cada vez, el LCC
abandonaba el mercado, después de lo cual American aumentaba precios y reducía la
capacidad. Ésto era lícito, falló el tribunal, porque el gobierno no había probado precios
abajo del costo variable promedio u otro buen substituto del costo marginal. El tribunal
rechazó toda una serie de mediciones de costos que se ofrecieron y específicamente
objetó una prueba que en efecto preguntaba si el demandado estaba maximizando
utilidades a corto plazo (ya que esta prueba "necesariamente implicaría una
especulación considerable y a menudo resultaría en perjuicio al consumidor y desaliento
de la competencia"). Hasta la fecha, el gobierno no la logrado formular una regla
administrativa que envíe las señales correctas al sector negocios y sea aplicada por los
tribunales –y bajo la cual pudiera ocasionalmente prevalecer.
b. Innovación de Producto
c. Negativas a Comerciar
En United States v. Colgate & Co. (1919), la Corte Suprema anunció que "en
ausencia de cualquier propósito para crear o mantener un monopolio, la Ley Sherman
no restringe el derecho—durante mucho tiempo reconocido—del comerciante o
fabricante que se dedica a un negocio totalmente privado, a ejercer libremente su propia
discreción independiente con respecto a las partes con las que decide comerciar”. El
establecer cuándo un monopolista puede tener un conflicto bajo la Sección 2 por
negarse a comerciar con otra empresa se encuentra entre los temas más difíciles en las
leyes antimonopolios en la actualidad. Uno de los primeros casos que condenó la
negativa del monopolista a comerciar bajo la Sección 2 fue Eastman Kodak Co. v.
Southern Photo Materials Co. (1927). En este caso Kodak había tratado de integrarse
aún más en la distribución de artículos fotográficos y se había negado a surtir estos
artículos al mayoreo a un minorista que se había negado a ser comprado por Kodak. La
Corte Suprema concluyó que había una monopolización ilegal porque Kodak se había
negado a comerciar "persiguiendo un propósito de monopolización”. Este resultado fue
visto como dándole efecto a la prueba de intención en Colgate, la cual preguntaba si la
negativa se derivaba del "propósito de crear o mantener un monopolio”. Hasta
recientemente, la mayor parte de los casos de "prueba de intención" habían surgido
cuando una empresa tenía poder de monopolio a un nivel de la cadena de distribución y
se negaba a comerciar con empresas en el siguiente nivel con el fin de obtener una
posición de monopolio en ambos niveles.
En Aspen Skiing Co. v. Aspen Highlands Skiing Corp. (1985), la Corte Suprema
logró una extensión controvertida de la prueba de intención. Compare Dennos W.
Carlton, “A General Analysis of Exclusionary Conduct and Refusals to Deal –Why
Aspen and Kodak Are Misguided”, 69 Antitrust L.J. 659 (2001) con Jonathan B. Baker,
“Promoting Innovation Competition Through the Aspen/Kodak Rule”, 7 Geo. Mason L.
Rev. 495 (1999). Aspen sostuvo que la negativa del monopolista a seguir participando
en un plan de comercialización conjunto con su único rival podía equipararse a una
monopolización. Por unanimidad, la Corte falló que las pruebas respaldaban la decisión
del jurado en cuanto a monopolización debido a la negativa del dueño de tres de cuatro
áreas de ski en Aspen a cooperar con el dueño de la cuarta área y seguir ofreciendo un
pase para "toda el área". 74
Citando la Antitrust Paradox del Juez Bork, la Corte indicó en su escrito que la
conducta es "predatoria" si una empresa "ha estado 'tratando de excluir a sus rivales
sobre otra base que no sea la eficiencia'". 75 Después de tomar nota de la preferencia del
consumidor por pases para "toda el área" y el agravio sufrido por el demandante Aspen
Highlands debido a que fue descontinuado, la Corte se centró en el hecho que Aspen
Skiing "no había ofrecido ninguna justificación de eficiencia en lo absoluto para su
patrón de conducta”. La negativa de Aspen Skiing de ni siquiera aceptar vales con valor
de efectivo (que hubieran pagado el precio de lista de los boletos pero facilitaban el
ofrecimiento de Aspen Skiing de un pase multi-área) apoyaba la inferencia "de que Ski
Co. no estaba motivada por preocupaciones de eficiencia y estaba dispuesta a sacrificar
beneficios a corto plazo y la buena voluntad del consumidor a cambio de un impacto
percibido a largo plazo sobre su rival más pequeño”. Bajo las circunstancias, el jurado
podía encontrar que esta "decisión del monopolista de hacer un cambio importante en la
naturaleza del mercado," sin razones comerciales válidas, era ilícito.
74
El abogado de la defensa renunció al derecho de plantear el poder de monopolio al no objetar
adecuadamente durante el juicio a la instrucción que permitió al jurado determinar que Aspen era un sub
mercado geográfico relevante, y no presentó la cuestión de poder de monopolio a la Corte Suprema.
75
La Corte también citó el tratado de 1978 de Areeda & Turner: " "Por lo tanto, 'exclusionario' se refiere
a la conducta que en gran parte no sólo (1) tiende a obstaculizar las oportunidades a los rivales, sino
también (2) o no promueve la competencia con base en los méritos de ésta o lo hace en una forma
innecesariamente restrictiva.' "
anterior, la Corte Suprema enfatizó los costos de obligar a compartir: se disminuye el
incentivo para el monopolista actual o potencial de invertir; forzando a los tribunales a
"actuar como planificadores centrales" que es "un papel para el que están mal
preparados;" y posiblemente facilitar "el mal supremo para el antimonopolio: la
colusión”. Si bien Aspen Ski Co. "voluntariamente tomó un curso de acción de tratar
con sus rivales," en este caso "la conducta anterior de Verizon no da ninguna luz sobre
la motivación de su negativa a tratar –de si estuvo… motivada no por su celo
competitivo sino por malicia anticompetitiva”. A diferencia de Aspen y Otter Tail
Power, en este caso los demandados no estaban generalmente en el negocio de vender
un producto o prestar un servicio, sino que únicamente lo hacían por estar obligados por
la Ley. Cualquier reparación debía encontrarse bajo la Ley y sus regulaciones, de
acuerdo con la Corte.
76
El muy poderoso concepto de "válido" o "justificación comercial legítima" sorprendentemente no se ha
desarrollado a plenitud. Algunos tribunales casi concluyen que cualquier medida que aumente las
utilidades de una empresa constituye una acción comercial justificada; otros tribunales correctamente
observan que ninguna empresa que no incurra en un ilícito va a actuar excepto para aumentar sus
utilidades, de manera tal que esa no puede ser la prueba. LePage's Inc. v. 3M (3d Cir. 2003). LePage's
cito la prueba de Data General Corp. v. Grumman Sys. Support Corp (1st Cir. 1994): " 'En general, una
justificación de negocios es válida si se relaciona directa o indirectamente con la mejora del bienestar del
consumidor. De ahí que la búsqueda de eficiencia y el control de calidad pudieran ser razones
competitivas legítimas …, mientras que el deseo de mantener una participación de mercado de monopolio
u obstaculizar la entrada de competidores no lo sería.' " También ver Microsoft ("competencia con base
en sus méritos porque implica, por ejemplo, una mayor eficiencia o mayor atractivo para el consumidor");
cf. Morris Communications Corp. v. PGA Tour, Inc. (11th Cir. 2004) (PGA justificado al impedir un
"gorroneo" [free riding] en su tecnología Real-Time Scoring System); Virgen Atlantic Airways Ltd. v.
British Airways PLC (2d Cir. 2001) (recompensando la lealtad del cliente vista como competencia con
base en mérito).
para las fotocopiadoras y equipo micrográfico Kodak únicamente a los compradores de
equipo Kodak que utilizaran el Servicio de Kodak o que repararan sus propias
máquinas. Image Technical, una organización independiente de servicio (ISO, por sus
siglas en inglés), argumentó que Kodak adoptó esa política para evitar que ella diera
servicio al equipo Kodak.
En su rechazo de este argumento, la Corte Suprema dijo que "la teoría de Kodak
no explica la conducta real en el mercado que se revela en el acta" y apuntó a pruebas
que demuestran que Kodak había subido los precios del servicio a sus clientes sin
perder ventas de equipo. La Corte también enfatizó que no todos los compradores de
equipo original podían realizar estudios precisos del costo del ciclo de vida. Algunos
compradores (la Corte eligió señalar a las dependencias gubernamentales estatales y
federales) no podían adquirir o comprender la información necesaria para calcular los
costos del ciclo de vida de las copiadoras. Ésto dejaba a un grupo considerable de
dueños de equipo Kodak "cautivos", quienes, sin acceso a una ISO como Image,
sufrirían de una seria desventaja en términos de información. La Corte concluyó que
Kodak quizá podría cobrar de más a estos compradores vulnerables de equipo en sus
compras de refecciones y servicio sin reducir de manera importante la demanda global
de máquinas Kodak nuevas.
Por otra parte, el caso puede distinguirse por los hechos fuera de lo común y su
historia en términos de procedimiento. Ver Stephen Calkins, “Supreme Court Antitrust
1991-92: Revenge of the Amici”, 61 Antitrust L.J. 269, 303-06 (1993). 77 Además, el
principio substantivo de Kodak parece aplicar a una serie comparativamente reducida de
casos en los que (a) el asunto involucra un post-mercado de bienes duraderos; (b) el
vendedor cambia su política y restringe las opciones de los dueños de equipo existentes
para obtener el servicio post-mercado; (c) la ignorancia de un grupo importante de
compradores impide comparaciones efectivas pre-venta en lo que respecta a los costos
del ciclo de vida de los diferentes sistemas; y (d) el cambiar de un sistema a otro es
relativamente costoso. De hecho, la mayor parte de los tribunales que ha considerado
esta cuestión tiene hallazgos limitados, con base en Kodak, de poder de mercado al
trasladar los costos de manera tal que los términos de las ventas post-mercado fueron
modificados después de que un número considerable de consumidores estaba cautivo.
Ver, por ejemplo, Queen City Pizza, Inc. v Domino's Pizza, Inc. (3d Cir. 1997).
d. Facilidades Esenciales
77
Kodak hizo una moción de sentencia sumaria cuatro meses después de que Image entabló su demanda.
El tribunal de distrito concedió la moción de Kodak sin una audiencia después de permitir que Image
presentara una serie de interrogatorios y tomara seis declaraciones juradas. Por lo tanto, la revisión de la
apelación se dio en un marco austero de hechos, con inferencias fácticas concluidas a favor de la parte
contraria (Image Technical).
78
Fue a la luz de estas preocupaciones que el Gobierno instó a la Corte en Trinko a que confirmara que la
negativa a ayudar a su rival "no es exclusionaria ni predatoria a menos de que no tuviera sentido
económico para el demandado excepto por su tendencia a eliminar o aminorar la competencia”. Escrito de
los Estados Unidos y la Comisión Federal de Comercio como Peticionario de Apoyo en Amici Curiae
(uno de los autores firmó el escrito). Si bien la Corte no rechazó esta prueba, tampoco la adoptó
explícitamente.
79
Es intrigante que la Corte haya citado el lenguaje en Colgate con el que empezamos esta sub sección
(sobre cómo al estar ausente "cualquier propósito de crear o mantener un monopolio" las leyes
antimonopolios no interfieren con la libertad que tienen las empresas de elegir a sus proveedores y
clientes, ver supra p. 174)—pero omitió la frase matizante sobre el propósito monopolista.
Una segunda rama de los casos relativos a la negativa a negociar implica la
doctrina de las "facilidades esenciales" o "cuellos de botella". Bajo la articulación
moderna más ampliamente aceptada, la doctrina de facilidades esenciales requiere que
el demandante pruebe "(1) el control de las facilidades esenciales por el monopolista;
(2) la incapacidad del competidor, práctica o razonablemente, de duplicar las facilidades
esenciales; (3) la negativa de permitir el uso de las facilidades al competidor; y (4) la
factibilidad de proporcionar las facilidades”. MCI Communications Corp. v. American
Tel. & Tel. Co. (7th Cir. 1983). El caso Aspen ha sido interpretado como que agrega un
quinto ingrediente a esta prueba –principalmente, que no existen "razones comerciales
válidas" para negar el acceso. Ver IIIA Philip Areeda & Herbert Hovenkamp, Antitrust
Law 773e (3d ed. 2002). 80
e. Apalancamiento
80
En Otter Tail Power Co. v. United States (1973), en donde se encontró responsabilidad porque una
empresa eléctrica integrada se negó a transmitir electricidad a granel a sistemas de distribución propiedad
del municipio, la Corte Suprema supuestamente malinterpretó las justificaciones comerciales resultantes
de los esfuerzos del demandado para cumplir con su obligación (impuesta por los reglamentos) de
proporcionar un servicio universal. Compare City of Anaheim v. Southern California Edison Co. (9th Cir.
(1992) (esta empresa integrada no tiene la obligación de transmitir electricidad a una empresa de
distribución propiedad del municipio, ya que dicha transmisión sencillamente trasladaría los costos de un
grupo de clientes a otro); también ver William E. Kovacic, “The Antitrust Law and Economics of
Essential Facilities in Public Utility Regulation”, en Economic Innovations in Public Utility Regulation 1
(Michael A. Crew ed. 1992).
81
Los tribunales inferiores también han sido muy rigurosos en su insistencia de que la doctrina
únicamente aplica si las facilidades son verdaderamente esenciales y no meramente prácticas o menos
caras. Ver Alaska Airlines, Inc. v. United Airlines, Inc. (9th Cir. 1991) ("Las facilidades controladas por
una sola empresa serán consideradas 'esenciales' únicamente si el control de las mismas implica el poder
de eliminar la competencia en el mercado downstream o secundario”.); cf. Hecht v. Pro-Football, Inc.
(D.C. Cir. 1977) ("Para ser 'esenciales' las facilidades no tienen que ser indispensables; es suficiente si la
duplicación de las facilidades no fuera económicamente factible y la negativa de su uso infringe una
desventaja grave para los entrantes potenciales al mercado”.). Ha suscitado aún más controversia el
problema de conciliar el ampliamente aceptado principio de que un monopolista tiene la libertad de
cobrar un precio de monopolio con la realidad de que en algún punto, la imposición términos
evidentemente insostenibles es de hecho idéntica a negar el acceso.
En Berkey Photo el Segundo Circuito estipuló que "una empresa viola la Sección
2 al utilizar poder de monopolio en un mercado para obtener una ventaja competitiva en
otro, aunque sin la intención de monopolizar el segundo mercado”. Varias decisiones
posteriores que implicaron demandas de apalancamiento criticaron la fórmula empleada
en Berkey Photo para prescindir de la necesidad de demostrar el intento de monopolizar
o una monopolización real en el segundo mercado. Ver Alaska Airlines, Inc. v. United
Airlines, Inc. (9th Cir. 1992). La posición de estos tribunales fue fortalecida cuando, en
Spectrum Sports, la Corte Suprema anotó que la Sección 2 "hace ilícita la conducta de
una sola empresa únicamente cuando de hecho monopoliza o de manera peligrosa
amenaza en hacerlo”. Después de que el Segundo Circuito se aferró a su posición en
Verizon Communications, la Corte Suprema enterró la teoría con una nota de pie de
página: "En la medida que el Tribunal de Apelación prescindió del requisito de que
haya 'una peligrosa probabilidad de éxito" de monopolización de un segundo mercado,
erró”. Verizon Communications.
f. Acuerdos Verticales
Microsoft ayudó a dar una mayor luz sobre el potencial que tienen los acuerdos
verticales para conservar el poder de monopolio. También ver Dennos W. Carlton, “A
General Analysis of Exclusionary Conduct and Refusal to Deal –Why Aspen and
Kodak Are Misguided”, 68 Antitrust L.J. 659 (2001) (planteando escenarios en los que
los tratos exclusivos de la empresa dominante pueden disminuir la competencia). Los
desarrollos en las prácticas comerciales han hecho que estos temas cobren una creciente
importancia.
82
La Corte describió Lorain Journal como un caso de "intento de monopolización" –el periódico
intentaba recuperar su monopolio total- pero igual de fácil pudo haber sido como un caso de
mantenimiento de monopolio similar al de Microsoft. Recuerde también que en United Shoe había
elementos de trato exclusivo.
base en las compras de seis diferentes líneas de productos (una de las cuales era la
marca dominante de cinta "Scotch"), haciendo notar que para algunos compradores los
descuentos eran de hasta la mitad del volumen de ventas de LePage's. El la opinión
disidente protestó que los precios de 3M en todo momento estaban por encima de los
costos y LePage's no había mostrado ni la información de costos más básica. 83 El
desafío de LePage's consiste en que el tribunal no considera ilícitos todos los descuentes
en paquete, pero le da al monopolista muy poca orientación firme con respecto a cuáles
son ilícitos.
83
La opinión disidente hizo notar tanto un ejemplo dado in dictum por Ortho Diagnostics Sys., Inc. v.
Abbott Labs. Inc. (S.D.N.Y. 1966), el cual sugería que si se consideraba la totalidad del descuento como
acreditado al producto que enfrentaba competencia, un productor más eficiente podría ser sacado del
mercado con base en precio, y la crítica de ese análisis (ver III Philip E. Areeda & Herbert Hovenkamp,
Antitrust Law 749ª (2d ed. 2002)). Sin tomar ninguna posición en ese debate, el disentimiento se quejaba
de que LePage's no hubiera introducido suficientes pruebas para aplicarlo o aplicar cualquier otra prueba
con base en costo o precio.
84
El marco moderno más elegante de la teoría de exclusión es el de Thomas G. Krattenmaker & Steven
C. Salop, “Anticompetitive Exclusión: Raising Rivals' Costs to Achieve Power Over Price”, 96 Yale L.J.
209 (1986). Krattenmaker y Salop se basaron en la introspección de que un monopolista pudiera
encontrar que la predación no basada en precio es más prometedora que una depredación basada en
precios que sacrifican ingreso, y establecer un complejo proceso para determinar cuando una empresa ha
disminuido la competencia mediante (en la frase armoniosa que utilizan ellos) "la elevación de los costos
de los rivales”. Si bien las ideas de Krattenmaker y Salop han ayudado a influir en el pensamiento
antimonopolios y en las políticas de vigilancia de aplicación de las normas, pocos tribunales han basado
sus opiniones de ilegalidad específicamente en sus criterios. Compare Ball Mem. Hosp. v. Mutual Hosp..
Ins. Co (7th Cir. 1986) con Reazin v. Blue Cross & Blue Shield of Kansas (10th Cir. 1990).
No hay una sola prueba que haya logrado una aceptación universal. El Departamento de Justicia
actualmente sostiene que "una conducta es 'predatoria' o 'exclusionaria'… si no tiene ningún sentido
económico excepto en su tendencia a perjudicar a la competencia”. Ver, por ejemplo, Reply Brief in
Dentsply en 2. Por el contrario, el Juez Posner afirma que los demandantes deben tener que probar "que
es probable que bajo las circunstancias la práctica impugnada excluya del mercado del demandado a un
competidor igualmente eficiente o más eficiente”. Richard A. Posner, Antitrust Law 194-95 (2d ed. 2001).
Finalmente, Areeda y Hovenkamp postulan que la conducta exclusionaria consiste de actos que "(1) son
razonablemente capaces de crear, ampliar, o prolongar el poder de monopolio al obstaculizar las
oportunidades de los rivales; y (2) que (2a) o no beneficiar a los consumidores en lo absoluto, o (2b) son
innecesarios para los beneficios particulares al consumidor que los actos producen, o (2c) producen un
daño desproporcionado a los beneficios resultantes”. 3 Phillip E. Areeda & Herbert Hovenkamp, Antitrust
Law 651 2d.ed. 2002).
Un caso reciente, notorio por el veredicto de mil millones de dólares al igual que
por cualquier otra cosa, ilustra ésto. En Conwood Co. v. United States Tobacco Co. (6th
Cir. 2002) 85 el tribunal de apelación permitió al jurado determinar que el monopolista
que había destruido la mercancía en el punto de venta de sus rivales y la había
substituido con la suya era una cuestión sistémica y no episódica y por lo tanto violaba
la Sección 2. Con frecuencia, el factor clave en un caso como Conwood tiene que ver
con identificar la cantidad de pruebas que se requieren para que un jurado pueda decidir
si está oyendo la ocasional anécdota y viendo la inevitable prosa elocuente del vendedor
o, más bien, discerniendo un patrón de conducta tal que se equipare a una forma
indebida de operar. El vender con agresividad no es ilegal. Ver Stearns Airport
Equipment Co. v. FMC Corp (5th Cir. 1999) (el convencer a los clientes que
especifiquen el producto de uno forma parte de la competencia).
C. INTENTOS DE MONOPOLIZAR
85
Uno de los autores fungió como abogado de la defensa en esta apelación.
86
La Corte Suprema reconoció la conspiración par monopolizar como una infracción aparte en American
Tobacco Co. v. United States (1946). Difiere de la monopolización de una sola empresa al requerir una
acción colectiva, al prescindir de la comprobación del poder de monopolio, y al requerir que se demuestre
una intención específica (como en los intentos de algo). Ver ABA Antitrust Section, “Antitrust Law
Developments” 308-12 (5th ed. 2002).
logra por completo, más la intención ilícita de monopolizar. Por lo tanto, esa conducta
equivale a un intento de monopolizar si existe la intención específica de monopolizar y
una peligrosa probabilidad de que, si no se controla, esa conducta se convertirá en una
monopolización. Más allá de estas fórmulas se esconden difíciles interrogantes: ¿qué
tanto poder de mercado debe tener un demandado antes de que pueda ser acusado de
intento de monopolización, y qué conducta constituye intento de monopolización?
Durante la mayor parte de este siglo, la Corte Suprema arrojó poca luz sobre
estos temas, y las decisiones de los tribunales inferiores reflejaron considerable
confusión. A medida que el acto ilícito de la monopolización se expandió—
especialmente en Alcoa—el papel del intento de monopolización quedó más confuso.
Al igual que con la monopolización, los esfuerzos para desarrollar una norma jurídica
para los intentos ilegales ha desplegado una tensión entre prohibir una conducta
comercial indeseable que tiene probabilidades de resultar en un monopolio y evitar la
supresión de una conducta deseable de rivales. Como muchas de las prácticas
comerciales, si no es que la mayor parte de ellas, apoyan ambas inferencias, las
acciones para sancionar los intentos necesariamente implican un cuidadoso escrutinio
del contexto del mercado y justificaciones de la conducta del demandado. Además, por
definición, un caso de intento involucra el enjuiciamiento del monopolista que no tuvo
éxito,87 lo cual aumenta la cautela judicial.
87
Un demandado puede ser encontrado responsable tanto de monopolización como del intento de
monopolizar, United States v. General Elec. Co. (1948), pero el punto de vista más común es que el
intento se fusiona al intento de monopolización. Ver American Tobacco Co. v. United States (1946).
de impedir que otro supermercado construyera ahí. Tops Markets, Inc. v. Quality
Markets, Inc. (2d Cir. 1998).
88
En Tops Markets, el Segundo Circuito falló que la facilidad de entrada impedían que las participaciones
de mercado entre un 72 y un 74% fundamentaran un fallo de monopolización pero no de intención de
monopolización. En teoría, ésto tiene que estar mal: si la entrada es realmente fácil, una empresa no
puede ejercer poder de monopolio ni ahora ni en el futuro. Sin embargo, la facilidad de entrada es una
cuestión de grado, y el tribunal pudo haber querido decir que las pruebas relativas a las condiciones de
entrada, las cuales eran suficientes para evitar un fallo de poder de monopolio pudieran no ser suficientes
(para la misma participación de mercado) para evitar que se encontrara una probabilidad peligrosa de
éxito.
CAPÍTULO V
RESTRICCIONES HORIZONTALES: LA
EVOLUCIÓN DE LAS NORMAS
Dadas las recompensas potencialmente tan considerables, ¿por qué no hay más
fijación de precios? 89 Una razón es que la mayor parte de las empresas obedece la ley,
motivada ya sea por moralidad o por temor a las consecuencias de ser sorprendida. No
obstante, hay una segunda razón: el formar y operar un cartel no es tan fácil como se
pudiera pensar.
Los miembros del cartel también deben decidir cuál debe ser su producción
colectiva y qué precio cobrar inicialmente y con el tiempo a medida que cambian los
costos y las condiciones de mercado. Las empresas establecidas pueden temer que si
aumentan sus utilidades inmediatas, ésto aliente a productores nuevos a entrar a la
industria. El mantener un cartel puede requerir levantar barreras para los nuevos
entrantes o cooptarlos admitiéndolos al cartel. Esta última política deshará al cartel al
eliminar la razón misma de su existencia; es decir, los miembros del cartel tendrán que
aceptar una participación menor del mercado o la producción aumentará y los precios se
caerán. También es posible que los miembros del cartel no sepan con precisión qué
nivel de producción maximizará sus utilidades.
89
Por supuesto, como las actividades ilícitas obligan a los carteles en Estados Unidos a operar en forma
secreta, no podemos estar seguros de qué tan amplia sea la práctica de fijación de precios. Los masivos
casos de carteles internacionales que han sido impugnados por el Gobierno en años recientes (por
ejemplo, lisina y vitaminas) prueban que hasta las empresas importantes participan en estas prácticas, a
veces durante largos períodos de tiempo.
preferencias en cuanto el nivel de precio adecuado y la distribución correcta de
participaciones de mercado. Ver F.M. Scherer y David Ross, Industrial Market
Structure and Economic Performance 239-44 (3d. ed. 1990). Una empresa en
crecimiento esperará una mayor participación del mercado en el futuro mientras que una
empresa en decremento insistirá que el acuerdo mantenga su participación existente de
las ventas. Estas diferencias y otras similares suelen hacer difícil llegar a un consenso.
Los cuartos llenos de humo y mucha bebida pueden moderar los desacuerdos, pero no
pueden eliminar las diferencias en las preferencias de precio y producción. Por ejemplo,
la IATA se dividió en dos grupos casi desde su inicio. Los transportistas de bajo costo
exigían bajas tarifas transatlánticas para alentar un mayor volumen, y las líneas aéreas
con costos más altos insistían en tarifas más altas.
La trampa surge cuando cada uno de los miembros se da cuenta de que puede
aumentar sus utilidades si baja el precio que ha sido fijado, obteniendo así ventas
adicionales igual a (o, quizás, por arriba de) su costo marginal. Lo anterior es ilustrado
por la Figura 8:
q1 q2 Q
En la Figura se supone que hay cuatro empresas en la industria con curvas de costo
(MC) idénticas, las cuales pueden surtir todo el mercado (q2), pero el cartel limita a cada
una de ellas a una cuarta parte de la producción (q1). Por ventajoso que sea el acuerdo
para cada uno de los participantes, como lo refleja la cantidad de que el precio (p)
sobrepasa el costo de la producción (el rectángulo sombreado), esta situación constituye
una fuerte tentación de timar para cada una de las empresas ya que podrían aumentar su
ingreso total si incrementaran su producción a q2. Mientras el precio por lo menos sea
igual al costo marginal, mayores ingresos por lo general resultarán en mayores
utilidades. La presión de impedir el timo alienta al cartel a bajar el precio más cerca del
costo marginal.
A pesar de estas dificultades, los carteles pueden ser muy lucrativos. Tienen más
probabilidades de tener éxito en mercados con altos niveles de concentración de
vendedores, con una homogeneidad considerable del producto, con una alta frecuencia y
visibilidad de transacciones, con altas barreras a la entrada. Ver Dennos W. Carlton y
Jeffrey M. Perloff, Modern Industrial Organization 124-44 (3d ed. 2000). Bajo el
programa de detección de delitos de carteles de la División Antimonopolios, se han
descubierto carteles que habían durado una década o más—y algunos que habían tenido
éxito a pesar de la heterogeneidad del producto, condiciones de entrada aparentemente
fáciles, y un número sorprendentemente alto de empresas. Ver “Antitrust Compliance
Programs: The Goverment Perspective”, discurso del Procurador General Adjunto
William J. Kolasky (julio 12, 2002). Cuando las condiciones son muy conducentes a la
competencia, las probabilidades de que subsista un cartel no son buenas porque en cada
cartel se encuentran las semillas de su propia destrucción. No obstante, la tentación de
ganar dinero fácil o de lograr una vida tranquila perdura, y las leyes antimonopolios
juegan un papel de disuasión importante.
Los carteles también tienen sus defensores, los cuales apuntan a varios supuestos
efectos benéficos. Por ejemplo, un cartel pude proteger a una industria de una
competencia ruinosa, manteniendo así la capacidad necesaria, en especial cuando los
costos fijos constituyen un porcentaje considerable de los costos totales (como en el
caso de las empresas ferroviarias). Aisladas de determinadas presiones competitivas, las
empresas pueden financiar la innovación deseable y llevar a cabo más investigación, así
como proteger la calidad de sus productos debido al deterioro de los mismos. En años
recientes, los médicos han argumentado que en aras de lo que es justo ellos deben tener
la posibilidad de enfrentar el poder de los grandes compradores (compañías de seguros)
con un poder compensatorio formado por la acción colectiva. Sin embargo, cada uno de
estos supuestos beneficios es cuestionado. En última instancia, lo importante es si el
mercado es capaz de evaluar plenamente el valor de una actividad en particular. Por
ejemplo, ¿es deseable promover investigación que no pueda pagarse por sí misma con
productos útiles en el mercado? Si los consumidores no están dispuestos—mediante sus
decisiones de compra—a apoyar la calidad, ¿deben los grupos industriales imponer
normas de calidad mínima? La regulación gubernamental puede asegurar normas
mínimas de salud y seguridad cuando el mercado no lo hace; es algo muy diferente
confiar en que un cartel logre un justo medio. Por lo tanto, éstos y otros factores
similares subyacen a la aplicación de la Sección 1 a los carteles.
En las últimas dos décadas, la Corte Suprema cada vez más acepta el punto de
vista de que los mercados y las empresas son parte del mismo continuo. Ver
Copperweld Corp. v. Independence Tube Corp. (1984) (repudiando la doctrina de
conspiración intra-empresa). En varios casos que vale la pena notar, la Corte ha
aprobado la cooperación inter-empresa (por parte de muchos participantes en la
industria, si no es que todos) cuando esta acción promete aumentar la eficiencia. Ver
Broadcast Music, Inc. v. Columbia Broadcasting System, Inc. (1979). Sin embargo, las
generalizaciones amplias sobre la doctrina de la Sección 1 pueden ser traicioneras.
Algunos casos modernos presentados ante la Corte Suprema han condenado la
colaboración horizontal cuya lógica de eficiencia parecía considerable. Ver Arizona v.
Maricopa County Medical Soc'y (1982) (restricciones máximas en cuanto a honorarios).
En los casos en los que la Corte ha sido tolerante con la colaboración horizontal, sus
fallos se han desviado pronunciadamente del espíritu de los precedentes menos
favorables sin, en la mayoría de los casos, invalidarlos. La Corte ni ha conciliado las
incongruencias en sus decisiones recientes ni ha establecido un marco coherente que
especifique qué elementos de su larga y tortuosa jurisprudencia bajo la Sección 1 sigue
teniendo vitalidad en la actualidad. Por consiguiente, algunos aspectos importantes de la
doctrina que rige las relaciones entre rivales directos se encuentran entre las áreas más
complejas e indefinidas de la ley antimonopolios actual.
Las prohibiciones claras toman una importancia especial cuando una norma
(como la Ley Sherman) puede ser aplicada por la vía penal. Sería una ofensa para los
conceptos básicos de lo que es justo y la justicia en sí, y la legitimidad percibida de la
norma sufriría, si las empresas y las personas físicas fueran objeto de multas o cárcel
por violar normas jurídicas poco claras. La firmeza con la que los tribunales y las
dependencias que vigilan el cumplimiento de las normas han luchado por conservar una
clase bien definida de transgresiones conforme a la Sección 1 como ilícitas en sí se
deriva en parte de la necesidad de establecer una base política y socialmente aceptable
para castigar las restricciones al comercio como delitos.
Una segunda lógica en apoyo de las pruebas sencillas es que evitan la necesidad
de que los tribunales, los negocios, y las dependencias que vigilan el cumplimiento de
las normas dediquen recursos considerables a una evaluación caso por caso cuyos
efectos se supone que son, con insignificantes excepciones, perniciosos. Una regla de
línea clara que se concentra únicamente en si la conducta proscrita ocurrió puede ser
adecuada cuando la conducta en la mayoría de los casos no perjudica la competencia y
ofrece pocos o ningún beneficio para la sociedad que la pudiera salvar. Ver Northern
Pacific Railway Co. v. United States (1958). Cuando la posibilidad de que una conducta
pueda tener consecuencias neutrales o a favor de la competencia sea remota, los costos
de condenar esa conducta en los pocos casos en los que beneficia a la sociedad pesa
menos que los ahorros administrativos (en tiempo judicial y en los esfuerzos de las
partes para reunir pruebas de razonabilidad) derivados de la regla per se.
C. FIJACIÓN DE PRECIOS
1. PRIMEROS DESARROLLOS
Dos opiniones pronunciadas el mismo día el año siguiente desarrollaron aún más
ambos lados del análisis. La Corte volvió a fallar que los acuerdos de fijación de precios
se encontraban dentro de la prohibición de "toda" restricción al comercio (sin considerar
la razonabilidad). Sin embargo, la Corte sugirió que la ley no iba a ser aplicada tan
ampliamente. En Hopkins v. United States (1898), la Corte falló que la Ley aplicaba
únicamente cuando el "efecto directo e inmediato" del acuerdo era restringir el comercio
interestatal. En una opinión que se centraba más en la Cláusula de Comercio que en la
Ley Sherman, la Corte concluyó que los incrementos de precio que resultaban de la auto
regulación de una asociación eran únicamente efectos indirectos y no cubiertos bajo la
Ley. En United States v. Joint Traffic Ass'n (1898), la Corte abundó en este punto: "Un
acuerdo celebrado con el propósito de promover el negocio legítimo de una persona
física o moral, con ningún propósito de afectar o restringir el comercio interestatal, y el
cual no restringe directamente dicho comercio no… está cubierto por dicha ley, aun
cuando el acuerdo pueda indirecta o remotamente afectar el señalado comercio”. La
Corte distinguió entre acuerdos de precio y contratos ordinarios de venta,
arrendamiento, asociación y constitución, los cuales pueden legítima (y legalmente)
incluir convenios de no competir que son "colaterales al contrato principal”. Por
consiguiente, desde un principio se reconoció que la eficiencia justificaba los acuerdos
que de otra manera hubieran restringido el comercio—una conclusión que puso en duda
el alcance de la condena en el caso Trans-Missouri de "toda" restricción al comercio.
90
Si los operadores de un almacén monopolista estaban explotando a los distribuidores o agricultores
rurales, una respuesta más congruente con la Ley Sherman sería aumentar la competencia alentando a
otros a que entraran al mercado fuera de horas hábiles y ofrecer precios competitivos; a fin de subsanar la
falta de información que tenía el vendedor en cuanto a los precios actuales, la bolsa podría circular esos
datos a estos distribuidores y agricultores. Cabe notar que estas alternativas son menos restrictivas que la
regla de la "opción de compra", la cual de hecho evitaba que los vendedores vendieran su grano "por
llegar" a corredores miembros a precios que reflejaban las condiciones cambiantes. Cf. Peter C.
Carstensen, “The Content of the Hollow Core of Antitrust: The Chicago Board of Trade Case and the
Meaning of the ‘Rule of Reason’ in Restraint of Trade Analysis”, 15 Res. in L. & Econ. 1 (1992) (las
restricciones impugnadas se ven como subordinadas al funcionamiento adecuado de la bolsa y carentes de
la función de cartelización).
CBOT parecían implicar un estudio amplio de la organización industrial, el cual
analizaría la historia de la restricción y el contexto comercial y mediría su impacto en la
competencia. En este respecto, CBOT ayudó a generar el punto de vista de que el
análisis bajo la regla de la razón necesariamente implicaba una investigación probatoria
indeterminada y costosa, la cual típicamente resultaba en la exculpación del demandado.
"Regla de la razón" se convirtió en sinónimo de "legal per se”.
La tercera dificultad con CBOT era que indirectamente promovía una distorsión
perjudicial en la evolución de la doctrina bajo la Sección 1. Los jueces y los
demandantes llegaron a percibir que la Sección 1 ofrecía únicamente dos herramientas
analíticas: una regla administrativamente sencilla de ilegalidad per se y una regla de la
razón administrativamente sin esperanza. El amplio reconocimiento de esta dicotomía,
aunado a la sensación de que no había modelos intermedios entre los polos per se y de
la razonabilidad, presionaron a los tribunales para que expandieran la categoría de
conductas denominadas ilegales per se. Desde finales de la década de los treinta hasta
principios de la década de los setenta, los tribunales hicieron incrementos considerables
a la lista de conductas sujetas a condena per se. No fue sino hasta finales de la década
de los setenta y principios de la década de los ochenta que los tribunales moderaron u,
ocasionalmente, revocaron este proceso. El retiro de los tensos esfuerzos para forzar
conductas que encajaran en un casillero per se ocurrió únicamente a través de un
reconocimiento judicial gradual de que había alternativas analíticas intermedias que
eran administrables y se encontraban entre la ilegalidad per se y las amorfas pruebas de
razonabilidad.
Antes de retomar la ley relativa a la fijación de precios, vale la pena hacer notar
que el tratamiento judicial de la defensa de razonabilidad a una acusación de fijación de
precios es típica de la evolución de la ley antimonopolios, y se han dado desarrollos
similares en la mayor parte de las otras áreas en las que se han aplicado los conceptos
antimonopolios. Después de tratar de negar la existencia de un acuerdo, los demandados
argumentan que su conducta primaria era lícita—en este caso, que la fijación de precios
no viola ni el derecho consuetudinario ni la Ley Sherman. Después de que ese
argumento es categóricamente rechazado, como en Addyston Pipe, la defensa se retira a
una segunda línea de refutación. Asevera que la manipulación del mercado en cuestión
no viola la prohibición bajo la Ley Sherman de restricciones "indebidas" porque el
arreglo, (en este caso, la fijación del precio) es razonable. No sólo sostiene que el
acuerdo no perjudica al consumidor ni a los competidores, sino que también se
argumenta que ayuda a los participantes en el mercado a evitar lo que se describe como
los efectos destructivos de una intensa rivalidad de precios.
91
El comentario relativo a Appalachian Coals por lo general supone que los demandados tenían un poder
de mercado considerable, pero algunos observadores dudan de que la agencia de comercialización y sus
miembros hayan podido reducir la producción y aumentar los precios. Ver Almarin Phillips, Market
Structure, Organization and Performance; An Essay on Price Fixing and Combinations in Restraint of
Trade 119-37 (1962).
análisis de los carteles que incurren en una fijación horizontal de precios en la
actualidad y bajo la Ley Sherman.
Los hechos en el caso Socony se parecían mucho a los que se presentaron ante la
Corte en Appalachian Coals. La industria de refinación de petróleo pasaba por una
depresión, y los productores independientes enfrentaban condiciones de pánico en el
mercado. La menor demanda se vio agravada por una mayor oferta de gasolina. Las
refinerías independientes no contaban con instalaciones de almacenamiento y habían
incurrido en dumping de gasolina a precios de regalo. En el este de Texas, los precios
del crudo cayeron a entre 10 y 15 centavos el barril, y se vendía la gasolina a 2 1/8
centavos el galón. En respuesta, un grupo de importantes empresas de refinación
convino en comprar el excedente de gasolina ("con problemas") a los independientes,
disponiendo de la misma en una forma " 'más ordenada' " con el fin de no deprimir los
precios. El acuerdo asignaba a una empresa importante a cada independiente como "
'pareja de baile,' " y la empresa importante compraba el excedente de gasolina de su
pareja. Esta gasolina a la larga llegaba al mercado, pero se pensaba que su efecto en los
precios era menor. La Corte consideró que los demandados, al manipular un mercado
spot o mismo día relativamente reducido, mantuvieron los precios de la gasolina por
encima del nivel que de otra manera hubiera producido la competencia.
Cualquier unión que tenga el fin de manipular las estructuras de precios incurre
en una actividad ilícita. Aunque los miembros del grupo que pretende fijar
precios no estén en posición de controlar el mercado, en la media que hayan
subido, bajado, o estabilizado los precios estarían interfiriendo directamente con
el libre juego de las fuerzas del mercado. La Ley no tolera esos esquemas y
protege esa parte crucial de nuestra economía contra cualquier grado de
interferencia. El Congreso no ha determinado si los esquemas particulares de
fijación de precios son positivos o negativos, sanos o destructivos…
La Corte Suprema reafirmó la regla per se contra los acuerdos horizontales para
fijar precios máximos en Arizona v. Maricopa County Medical Soc'y (1982) cuando
invalidó el acuerdo entre médicos en el cual se fijaban los honorarios máximos que
cobrarían por sus servicios. En este caso, el 70 por ciento de los profesionales médicos
en el Condado de Maricopa) (que incluye Phoenix) estableció un plan mediante el cual
convenían en no cobrar a los pacientes más de los honorarios especificados por
servicios específicos; varias compañías de seguros a su vez convinieron en pagar el
costo total de estos servicios prestados por los participantes en el plan. Se proporcionó
a los consumidores una lista de los médicos participantes. Los médicos alegaron que
este acuerdo reducía los precios a los consumidores al bajar los costos de búsqueda de
información, que las compañías de seguros participantes estaban actuando en el mejor
interés de los consumidores, y que la profesión médica alcanzaba estándares superiores
y no debía quedar sujeta a la regla (per se) acostumbrada en los casos antimonopolios.
92
Los beneficios de la fijación máxima de precios son: (a) los consumidores son protegidos contra una
explotación temporal; (b) se cumple con la política pública anti-inflacionaria; (c) se cumple con los
intereses de la industria al aumentar la producción y reasegurar a los compradores contra disrupciones de
precios; y (d) puede permitir a los vendedores con precios bajos a identificarse colectivamente y darles
una forma menos costosa de celebrar acuerdos de precios bajos con los compradores. Entre los posibles
daños derivados de los topes de precio forzados se encuentran el que (a) las partes puedan seleccionar un
precio que desaliente la entrada; (b) el acuerdo puede ser un arreglo implícito de renunciar a mejoras
adicionales de servicio o calidad; (c) las partes pueden seleccionar mecanismos que no sean el precio para
asignar suministros escasos; y (d) el precio seleccionado puede convertirse en el mínimo y en cualquier
caso dar pie para una discusión general de precios. Ver Frank H. Easterbrook, “Maximum Price Fixing”,
48 U. Chi. L. Rev. 886 (1981).
Si bien reconoció que la lógica económica para prohibir acuerdos de precio máxima es
distinta, la Corte rechazó las justificaciones de los médicos. La Corte consideró que se
podían lograr fines similares sin la fijación de precios máximos y, temiendo los peligros
competitivos de la fijación de precios, concluyó que estas preocupaciones justificaban la
condena per se. El caso de Maricopa County sigue suscitando controversia hasta el día
de hoy. Es poco probable que las aseguradoras hayan participado en el cartel de
médicos ya que no era en su mejor interés aumentar sus costos o proteger a los médicos.
El programa tenía un auténtico potencial de bajar los costos para el consumidor, y el uso
del enfoque per se (en especial en un caso, como éste, en el que el demandante quería
una sentencia sumaria) impidió que se considerara el efecto del plan en los precios o en
la producción.
Aun a los que preocupó el caso de Maricopa County estarían de acuerdo en que
en muchos casos no es permisible el que los rivales celebren acuerdos cuyo efecto en el
precio es directo. Por lo tanto, los acuerdos para establecer un cobro estándar por el
pago de cheques o servicio de crédito, a fin de modificar los precios al mismo tiempo, o
no publicar los precios, son ilegales per se. Por ejemplo, en Catalana Inc. v. Target
Sales, Inc. (1980) (per curiam), la Corte sostuvo que un acuerdo entre distribuidores de
cerveza para eliminar el crédito gratis a corto plazo para las ventas a minoristas era "tan
llanamente anticompetitivo como un acuerdo directo de subir precios"—y por lo tanto
era ilícito per se. Como otorgar crédito sin intereses es equivalente a darles a los
minoristas un descuento igual al valor del uso del precio de compra durante ese período,
los términos de crédito fueron considerados como parte inseparable del precio total al
menudeo. De igual manera, en Plymouth Dealers' Ass'n of Northern California v.
United States (9th Cir. 1960), se prohibió a los distribuidores de coches nuevos que
competían que acordaran un "precio de lista" aun cuando los clientes invariablemente
trataban de negociar el precio y los demandados casi nunca vendían automóviles a ese
precio—el acuerdo respondía a la hostilidad de los clientes en relación con las prácticas
de determinación de precios de los distribuidores. Al establecer un precio inicial
estándar, el acuerdo afectaba los precios aun cuando no los fijaba—lo cual violaba la
regla hermética en Socony. Finalmente, un acuerdo entre los compradores de un
producto, en lugar de entre los vendedores, a fin de reducir el contenido de trigo duro en
los macarrones de alta calidad violaba la regla per se. Había escasez de trigo duro, y el
objetivo del acuerdo era mantener bajo el precio del trigo. National Macaroni Mfrs.
Ass'n. v. FTC (7th Cir. 1965). También ver Roger D. Blair & Jeffrey L. Harrison,
Monopsony 68-78 (1993) (discute los efectos adversos de los carteles de compradores
monopsonistas); Herbert Hovenkamp, Federal Antitrust Policy Sección 1.2b (2d ed.
1999) (el mismo).
4. PROBLEMAS DE DESCRIPCIÓN
93
Si bien la Corte no dejó clara la razón de su interés en el caso, puede haber sido en parte porque se
relacionaba con una profesión especializada. En Goldfarb v. Virginia State Bar (1975), la Corte había
indicado que si bien estaban cubiertas por las leyes antimonopolios las profesiones especializadas,
pudieran estar sujetas a reglas menos rigurosas.
contrario, en Professional Engineers la Corte específicamente citó aprobatoriamente
Tripoli Co. v Wella Corp. (3d Cir. 1970), que confirmó restricciones de
comercialización relacionadas con la seguridad del producto, aun cuando las
restricciones no necesariamente aumentaban la competencia, porque eran secundarias al
"propósito principal del vendedor de proteger al público contra daños o protegiéndose a
sí misma contra una posible responsabilidad de producto”.
Al decidir que el creciente costo de sus contratos generales era irrazonable, CBS
trató de obtener con ASCAP y BMI una licencia con base en uso. Cuando se negaron,
CBS demandó por violación de la Ley Sherman incluyendo fijación de precios. El único
punto a decidir por la Corte era si la licencia general era en sí ilegal. A primera vista, el
acuerdo parecía infringir la prohibición absoluta en Socony de todos los acuerdos que
tuvieran el propósito o efecto de "subir, deprimir, fijar o estabilizar" precios, y en ese
sentido se había pronunciado el Segundo Circuito.
Fue crucial para la elección de la Corte entre el estándar de la regla per se y la regla de
la razón su conclusión de que los acuerdos de comercialización parecían
razonablemente necesarios para que fuera posible hacer valer los derechos otorgados a
los compositores de conformidad con las leyes sobre derechos de autor. La Corte señaló
el papel que había jugado el acuerdo en cuanto a lograr la integración del mercado y la
creación de eficiencias relacionadas con la negociación de las composiciones y la
vigilancia del uso de las mismas. La alternativa de negociación y aplicación individual
sería más costosa y demoraría la comercialización de las composiciones y, en cualquier
caso, quedaba disponible por separado para el demandante.
BMI propició la re-evaluación del estándar bajo la regla per se y su relación con
la regla de la razón. Bajo el marco de BMI, el tribunal estudia los acuerdos impugnados
en distintos niveles de detalle dependiendo de su evaluación inicial de la naturaleza de
la conducta. BMI sugiere una indagación umbral con respecto a si una práctica
impugnada "a primera vista parece ser de naturaleza tal que siempre o casi siempre
tienda a restringir la competencia y disminuir la producción,… o más bien haya sido
diseñada para 'aumentar la eficiencia económica y hacer que los mercados sean más y
no menos competitivos.'" Esto permite al tribunal determinar si una conducta tiene
méritos pro-competitivos que merezcan un análisis más completo. Al acoger este
enfoque, BMI hizo explícito un proceso de evaluación que los tribunales implícitamente
habían realizado en el pasado al decidir si describían la conducta como "fijación de
precios" y por lo tanto sujeta a condena per se. La Corte observó que no todas las
formas de conducta que literalmente fijan precios son "'claramente anticompetitivas'" o
probablemente carezcan de "'cualquier virtud que las salve.'" Por esta razón, "es
necesario describir la conducta impugnada como dentro o fuera de la categoría de
conducta a la que le aplicamos la etiqueta de 'fijación de precios per se.'" Quizá siendo
más que otra cosa un deseo, la Corte observó que el proceso de descripción "a menudo,
pero no siempre, es una cuestión sencilla”.
Con BMI se reconoció que aun los acuerdos que limitan la competencia de
precios pueden servir propósitos necesarios y benéficos. Por ejemplo, ¿realmente sería
deseable que la política antimonopolios prohibiera que las empresa fijaran
conjuntamente los precios de productos desarrollados a través de programas conjuntos
de investigación en los que el precio facilita la asignación de las ganancias procedentes
de la investigación y el desarrollo y, por lo tanto, constituye una motivación crucial para
que las empresas participen en trabajo que no realizarían unilateralmente? BMI
reconoce que si la regla per se llegara a este tipo de actividades, el costo de la regla
94
La Corte citaba en forma aprobatoria el escrito de una especie de coadyuvante del Departamento de
Justicia, el cual había sido presentado en un caso anterior, en el que la licencia general de ASCAP había
sido impugnada sin éxito. El Departamento también estuvo a favor de los demandados en BMI.
sería demasiado alto. Por otra parte, BMI puede ser leído ya sea estrecha o ampliamente.
Una lectura estrecha enfatizaría que los demandados realmente están vendiendo un
producto diferente (una licencia general) a lo que cualquiera de ellos ofrece
individualmente. Ver Maricopa County (1982). Una lectura más amplia se negaría a
condenar los acuerdos de fijación de precios que son secundarios al logro de auténticas
eficiencias. Los tribunales inferiores por lo general han aplicado la lectura más amplia,
en especial en los casos en los que los acuerdos implicaban la creación de bienes o
servicios que no estarían disponibles (o únicamente estarían disponibles a un costo
mucho más alto) si se prohibiera la práctica impugnada. Ver, por ejemplo, National
Bancard Corp. v. VISA U.S.A., Inc. (11th Cir. 1986) (la comisión impuesta por la
empresa de tarjeta de crédito por concepto del procesamiento de cargos en toda la red de
la empresa fue tratada como parte de un acuerdo integral que no estaría disponible si no
se impusiera la comisión).
La Corte siguió sin dejar clara la tradicional dicotomía entre la regla per se y la
regla de la razón en NCAA v. University of Oklahoma (1984). En NCAA, el fallo de la
Corte fue que un acuerdo entre universidades miembro de la National Collegiate
Athletic Association para restringir con qué frecuencia se televisarían los juegos de
fútbol del equipo, complementado con acuerdos de dos redes de televisión en el que las
redes se comprometían a pagar una remuneración mínima específica a las universidades
que participaran, más bien inhibía y no aumentaba la competencia y, por lo tanto,
violaba la Sección 1. A pesar de la fijación horizontal de precios y aspectos de
limitación de producción del acuerdo, se consideró inadecuada la regla per se. La Corte
explicó que "lo que es crucial es que este caso implica a una industria en la que las
restricciones horizontales a la competencia son esenciales para que el producto pueda
estar disponible"—las reglas de la NCAA que van desde el número de jugadores hasta
la eligibilidad académica son esenciales para la existencia del "producto" de fútbol
universitario, y por ende "amplían las opciones que tiene el consumidor… y, por lo
tanto, pueden ser consideradas pro-competitivas”. En consecuencia, las cuestiones a
resolver eran si el plan de televisión producía suficientes eficiencias o era "necesario
para permitir que la NCAA penetrara el mercado" (no fue el caso—"la producción ha
sido limitada, no aumentada"—en contraste con BMI); si la asistencia a los juegos
universitarios se vería afectada si el plan no estuviera disponible (esta causa de
exoneración fracasó, ya que suponía la irrazonabilidad de la libre competencia, compare
con Professional Engineers); y si el plan era necesario para conservar un "equilibrio
competitivo" (este argumento fue rechazado porque no estaba relacionado con "ningún
estándar neutral ni a ningún grupo identificable de competidores," el plan ni siquiera
"estaba probablemente diseñado para servir este interés," y, sobre todo, el consumo
aumentaría si terminaba el plan (porque se televisarían más juegos).
CDA explícitamente reconoció que existe un papel a desempeñar para algún tipo
de revisión de nivel intermedio. Explicó que en NCAA, Profesional Engineers, e
Indiana Dentists—los casos "que han formado la base para lo que ahora se le llama en
forma abreviada análisis de 'vistazo rápido'"—"un observador con hasta una
comprensión rudimentaria de la economía podría concluir que los acuerdos en cuestión
tendrían un efecto anticompetitivo en los clientes y en los mercados”. Por otra parte, la
Corte también observó que "nuestras categorías de análisis… son menos fijas de lo que
términos como 'per se,' 'vistazo rápido,' y 'regla de la razón' los hacen parecer…
"Siempre existe una especie de escala móvil…'… Lo que se requiere… es una
indagación del caso, estudiando las circunstancias, los detalles, y la lógica de una
restricción”. CDA (citando a Philip Areeda, Antitrust Law ¶ 1507, en 402 (1986)).
CDA no puso un fin al interés de las dependencias de contar con una forma
intermedia de revisión. Poco después de que la Corte pronunciara su opinión, la
División Antimonopolios y la FTC publicaron los Lineamientos para la Colaboración
entre Competidores, los cuales supuestamente establecían cómo analizarían las
restricciones horizontales y aplicarían CDA en una forma que conservara el escrutinio
intermedio. Más recientemente, la FTC emitió una opinión en Polygram Holding, Inc.
(FTC 2003). En Polygram Holding, la Comisión aplicó una estructura modificada de
Mass. Board para condenar un acuerdo entre dos compañías discográficas que estaban
comercializando conjuntamente un disco de los "Tres Tenores" en el sentido de no
hacer descuentos o publicidad en relación con las grabaciones existentes de los "Tres
Tenores". La Comisión preguntó (i) si el abogado en la demanda de FTC había
95
La Corte afirmó la conclusión del tribunal inferior en el sentido de que la FTC tenía jurisdicción sobre
las actividades de esta empresa no lucrativa porque sus actividades proporcionaban un beneficio
considerable a sus miembros, los cuales tenían propósitos lucrativos.
demostrado que la restricción era "inherentemente sospechosa" (sí, ya que era una
forma de fijación de precios); (ii) si los demandados habían presentado una justificación
que estuviera tanto "sujeta a la jurisdicción del tribunal" como que fuera "aparentemente
plausible" (no, porque la restricción fue puesta en práctica después de que se formara la
empresa e impedía el descuento en productos que no eran parte de la empresa); y (iii) si
(como hubiera sido necesario si la justificación hubiera sido más persuasiva) los
demandantes habían demostrado en suficiente detalle que era probable que la restricción
disminuyera la competencia o que los beneficios pro-competitivos podían lograrse con
medios menos restrictivos (no). El caso está en apelación en este momento. 96
96
Uno de los autores representa a la Comisión en esa apelación.
P S2
p2 S1
p1
q2 q1 Q
Los acuerdos para dividir los mercados toman muchas formas. Las empresas
pueden convenir en asignar los mercados geográficamente, por ejemplo, uno atendiendo
el Norte y el otro el Sur. O pueden convenir en asignar clientes funcionalmente por
clase (uno atiende a los mayoristas y el otro a los minoristas) o mediante tipo de
producto (por ejemplo, equipo de video para profesionales por una parte y para
aficionados por la otra). Se pueden tratar de justificar estos acuerdos con base en que
permiten una producción y comercialización más eficientes. Se pueden racionalizar las
instalaciones de producción y lograr economías de escala; los costos de distribución
pueden ser reducidos y el transporte limitado. El defecto de este argumento relativo a
una organización "más racional" de la producción consiste en que si lo apoyaran las
eficiencias de mercado, las empresas tratarían de obtener estas ganancias sin acuerdos
de asignación de mercado. Las mayores utilidades justificarían la especialización
haciendo que los mencionados acuerdos fueran innecesarios.
En general, los tribunales tratan los acuerdos de división del mercado con el
estándar per se aplicado a la fijación de precios. Esta regla tiene sus orígenes en
Addyston Pipe (p 206-08 supra), caso en el que los demandados convinieron en no
competir entre ellos y diseñaron un sistema para asignar las ventas entre los
participantes. Si bien el tribunal en Addyston Pipe aparentemente hubiera condenado el
acuerdo de asignación de mercado en sí mismo, la importancia de la condena de la
asignación de mercado por parte de los demandados se vio disminuida porque los
aspectos de fijación de precios del plan dominaron la atención del tribunal. Además, en
National Ass'n of Window Glass Mfrs. v. United States (1923), la Corte Suprema
confirmó el acuerdo celebrado entre todos los fabricantes de vidrio para ventanas
soplado a mano de operar únicamente la mitad del año debido a la escasez de mano de
obra (los trabajadores estaban saliéndose de una industria que agonizaba). El fallo de la
Corte fue que los demandados hacían su mejor esfuerzo en una situación mala (los
precios eran establecidos por los fabricantes de vidrio hecho a máquina) y estaban
actuando en forma razonable "para enfrentar la escasa oferta de mano de obra”.
No fue sino hasta Timken Soller Bearing Co. v. United States (1951) que la
división del mercado entre los competidores fue directamente pronunciada ilícita. En
ese caso la Corte condenó la asignación mundial de territorios entre el productor
americano dominante de cojinetes de rodillos ahusados y empresas británicas y
francesas (estas últimas controladas por Timken y su rival británico). Sin embargo, el
alcance de Timken, y si se estaba aplicando un enfoque de regla per se o de regla de la
razón, siguió en duda. El poder de mercado de las partes y el efecto del acuerdo en la
producción y en el precio eran evidentes; por lo que tampoco hubiera subsistido el
acuerdo bajo una prueba de regla de la razón. Además, también se encontró que los
demandados eran responsables de fijación de precios. Al prohibir el acuerdo, la Corte
enfatizó "el agregado de restricciones al comercio" por parte de los demandados,
dejando sin responder la pregunta de si únicamente la asignación del mercado, sin
fijación de precios, era en sí ilegal.
Sealy y Topco han sido criticados con base en dos fundamentos relacionados: (a)
por no haber evaluado la necesidad económica y los beneficios competitivos de los
acuerdos; y, en ese contexto (b) por ignorar la evidente falta de poder de mercado de los
participantes. Como hay un respaldo—desde el punto de vista económico—
considerable para ambos puntos, los cuales son congruentes con los temas en la decisión
de la Corte en Sylvania, merecen una explicación más detallada.
En una opinión cuyo autor fue el Juez Robert Bork al que se unió la Juez (ahora
de la Corte Suprema) Ruth Ginsburg, el Circuito de D.C. afirmó el otorgamiento de una
sentencia sumaria a favor de Atlas y se pronunció por que los argumentos fueran
evaluados bajo la regla de la razón. Después de revisar la distinción que hace Taft en
Addyston Pipe entre las restricciones "absolutas" y las "secundarias", el Juez Bork dijo
97
Un punto de vista opuesto es que si el tener una marca exclusiva propia era realmente esencial para la
competencia, entonces los participantes de Topco no meramente estaban dividiendo territorios con
respecto a los productos de marca Topco—en efecto los estaban dividiendo para todos los productos. El
trato brusco de la Corte no exploró los perjuicios así como los beneficios de esta empresa. (Irónicamente,
la Corte empezó su apresurado análisis con una línea que ha sido frecuentemente utilizada, fuera de
contexto, con el fin de oponerse a las reglas per se: "Es sólo después de una experiencia considerable con
determinadas relaciones comerciales que los tribunales las clasifican como violaciones per se de la Ley
Sherman”).
que "si Topco y Sealy, más que Addyston Pipe & Steel, señalan la ley de restricciones
horizontales, las restricciones impuestas por Atlas parecerían ser una violación per se de
la Ley Sherman”. Sin embargo, con base en su lectura de decisiones recientes de la
Corte Suprema como BMI y NCAA, Bork concluyó que "en la medida que Topco y
Sealy representan la proposición de que todas las restricciones horizontales son ilegales
per se, deben ser consideradas como efectivamente denegadas”.
E. BOICOTS
Desde principios de siglo, los tribunales han interpretado que la Sección 1 limita
la capacidad de las empresas que compiten para convenir en no negociar con otra
empresa o para aislarla. A diferencia de muchos carteles, en los que los competidores
voluntariamente se unen para fijar precios (y compartir las recompensas del monopolio),
las negativas concertadas a negociar por lo general involucran a un sub conjunto de
todos los participantes del mercado que se unen para obtener poder de mercado al
destruir o coaccionar a sus rivales. Estas negativas organizadas a no negociar o a no
tratar con una empresa en particular por lo general reciben la etiqueta peyorativa de
"boicots de grupo”. 98 Desafortunadamente, el término ha sido aplicado a una amplia
variedad de patrones de hechos: competidores que se niegan a negociar con sus rivales;
competidores que se niegan a tratar con terceros que negocian con sus rivales;
competidores que se niegan a negociar con clientes o proveedores bajo determinados
términos y condiciones, etc. Ver Kenneth L. Glazer, “Concertad Refusals To Deal
Under Section 1 of the Sherman Act”, 70 Antitrust L.J. 1 (2002).
Las negativas de grupos a negociar con una empresa competidora tienen varios
fines. Un objetivo evidente y quizá frecuente es eliminar o disciplinar a los rivales que
causan problemas. Ver Timothy J. Brennan, “Refusing to Cooperate with Competitors:
A Theory of Boicots”, 35 J. L. & Econ. 247 (1992). Los boicots pueden servir, por
ejemplo, para vigilar el cumplimiento de un acuerdo de fijación de precios. En términos
más generales, pueden castigar al disidente que baja el precio o a otros que no se
apeguen a las costumbres de la industria. Si las negativas concertadas a negociar
tuvieran como único propósito suprimir la rivalidad, probablemente todos los boicots
serían considerados ilegales en sí de conformidad con la Sección 1.
Pero no todas las negativas a negociar se pueden clasificar en una forma tan
sencilla. Algunos logran una eficiencia económica o logran los propios intereses
económicos generales de grupo sin tratar de disminuir las utilidades de otros grupos.
Otros hasta persiguen metas sociales y morales que no están relacionadas con el negocio
del grupo o con sus intereses económicos. Por ejemplo, todos los distribuidores de
coches usados en una ciudad pudieran formar una asociación comercial para mejorar sus
prácticas comerciales y la imagen pública de sus miembros. A través de la asociación
los distribuidores podrían convenir en renunciar a la publicidad engañosa, a tácticas de
venta mediante el ejercicio de presión, o, para el caso, negociar con empresas cuyos
productos innecesariamente contaminen la atmósfera. El incumplimiento de los
términos del acuerdo podría resultar en la expulsión de la asociación y en negarle al
distribuidor el sello de aprobación como "distribuidor leal". Como el grupo está abierto
a todos los distribuidores de autos usados (y la expulsión no infringe ninguna sanción
económica), su objetivo principal no consiste en castigar a los no participantes. La
98
Cf. Hartford Fire Ins. Co. v. California (1993) (interpretando la exención en la ley antimonopolios
McCarran-Ferguson para determinadas actividades de seguros, distinguiendo entre "un acuerdo
concertado de los términos," mediante el cual las empresas de manera conjunta se niegan a negociar
excepto en términos específicos, y un "boicot condicional," mediante el cual las empresas colectivamente
utilizan transacciones no relacionadas como apalancamiento para lograr los términos deseados para una
transacción específica; la Corte incluyó una vívida discusión de la derivación de la palabras del "Captain
Boycott" original).
reforma de las prácticas de publicidad y ventas más bien promueve el interés económico
global del grupo, no sus utilidades inmediatas. En general, el castigar a los
contaminadores es poco probable que de manera importante mejore las utilidades del
grupo. Como las negativas del grupo a negociar tienen distintos propósitos y efectos y
como algunos son en aras de metas de política pública, es dudoso que la Ley Sherman
las condenara en su conjunto. Parecería necesario, por lo menos inicialmente, evaluar su
probable impacto económico más allá de la ventaja que crean para el grupo que
participa en el boicot.
2. EL ESTÁNDAR JURÍDICO
Los primeros casos relativos a boicots no revelaban una línea clara de decisión.
En Eastern States Retail Lumbre Dealers' Ass'n v. United States (1914), la Corte
invalidó un acuerdo implícito de minoristas en cuanto a boicotear a proveedores de
venta directa. Este acuerdo parecía haber sido únicamente diseñado para excluir a
mayoristas que participaban en el mercado minorista. El argumento de los minoristas
de que los mayoristas de venta directa habían infringido su "derecho exclusivo a
99
Ver Car Carriers, Inc. v. Ford Motor Co. (7th Cir. 1984).
comerciar" fue correctamente desechado porque nos minoristas no tenían ningún
derecho a controlar el comercio minorista.
Se ha dado una lectura a FOGA en el sentido de que aplica una prueba per se a
boicots de grupo, pero una lectura más cuidadosa sugiere que únicamente se adoptó un
100
Si bien el caso fue entablado bajo la Sección 5 de la Ley de la FTC, la cual prohíbe los "métodos
desleales de competencia," la Corte invocó los principios antimonopolios bajo las Leyes Sherman y
Clayton.
enfoque per se limitado. La Corte consideró el poder del grupo (su participación de
mercado) y su propósito (no la protección del público sin el propio interés como lo
revelan las restricciones a la publicidad, la regulación de los días de venta, y los límites
a los descuentos permitidos). También observó la disponibilidad de una alternativa
menos restrictiva—invocar acciones civiles por responsabilidad extracontractual. Lo
que pareció perturbar a la Corte, y por ende puede haber sido la base final para su
decisión, fue el sofisticado gobierno privado que habían creado los demandados para
vigilar el acuerdo. Esta maquinaria fácilmente podría ser utilizada para implantar un
boicot que excluyera a competidores lícitos. El propósito social de limitar la piratería de
estilo parecía tener mucho menos peso que los peligros de un sistema extralegal del
gremio.
Por otra parte, la Corte en Silver afirmó que la bolsa de valores había violado la
Ley Sherman porque había excluido a un corredor del acceso a sus instalaciones a pesar
de la ausencia de evidencia de que la exclusión del demandante corredor había sido con
el propósito de perjudicar la competencia o lesionaría la competencia. La Corte no
consideró, por ejemplo, si la exclusión era en venganza por cobrar menos de las
comisiones prescritas. Bastaba que se hubiera negado el acceso sin una audiencia. El
caso por ende puede ser con toda justicia leído como una imposición de una regla per se
rigurosa. Se parece a FOGA en su hostilidad a una acción de gobierno privado y uso de
un poder sin control para disciplinar a los competidores (aun cuando en este caso la
Securities Exchange Act de 1934 específicamente autorizaba el gobierno por parte de la
bolsa). Otro caso que apoya esta alternativa, una lectura más rígida de la regla en la
Sección 1 relativa a boicots, es United States v. General Motors Corp. (1966). En ese
caso, la Corte afirmó que una acción por parte de un grupo de distribuidores de
automóviles que instaban a GM a que dejara de vender a un comercio de descuento era
una "conspiración clásica" equivalente a un boicot de grupo y, por lo tanto, ilícita en sí.
Durante las últimas dos décadas, algunas decisiones de la Corte Suprema se han
alejado de una regla de ilegalidad per se no matizada para las negativas horizontales
concertadas a negociar. En NCAA, la Corte aplicó el estándar de regla de la razón y
cuidadosamente evaluó las justificaciones preferidas antes de condenar la negativa
concertada de las universidades a televisar juegos en otras redes televisivas. Lo que es
más significativo, en Northwest Wholesale Stationers, Inc. v. Pacific Stationery &
Printing Co. (1985), la Corte distinguió a FOGA como limitada a boicots "con
probabilidades de restringir la competencia sin ninguna ganancia de eficiencia que
compensara”. Cuando la actividad conjunta no persigue poner a los rivales en
desventaja, es poco probable que tenga efectos predominantemente anticompetitivos.
101
Muchos tribunales inferiores han limitado la regla per se a uno u otro intento de formulación de
"boicots clásicos de grupo”. Ver, por ejemplo, Full Dra. Productions v. Easton Sports, Inc. (10th Cir.
1999) "Boicots clásicos de grupo involucrando a conspiradores cuya posición de mercado es horizontal
entre sí y que 'cortaron el acceso a un suministro, instalación o mercado necesarios para permitir que
compitiera la empresa objeto del boicot,' por lo general son per se ilegales bajo la Sección 1”.) (citando a
Northwest Wholesale).
grupo tienen tantas probabilidades de restringir la competencia sin ganancias de
eficiencia que compensen que deben ser condenados como violaciones per se…"
(énfasis agregado). Pero no sólo cualquier boicot ameritaba un trato per se. Los casos
per se "por lo general involucran esfuerzos conjuntos de una empresa o empresas para
poner a los competidores en desventaja”. Las prácticas impugnadas "por lo general no
estaban justificadas por argumentos plausibles de que tenían la intención de incrementar
la eficiencia general”. Y aún más importante: "A menos de que la cooperativa
{impugnada} tenga poder de mercado o un acceso exclusivo a un elemento que sea
esencial para una competencia efectiva, la conclusión de que es probable que
prácticamente en todos los casos tenga un efecto anticompetitivo no está justificada”.
En este caso, no se había demostrado ésto, mientras que se había reconocido que la
cooperativa había aumentado su eficiencia al realizar economías de escala tanto al
comprar y almacenar los artículo como al asegurar que sus miembros tuvieran fácil y
rápido acceso a esos artículos. Estas características "permiten a los minoristas más
pequeños reducir sus precios y mantener existencias que hagan posible que compitan en
forma más eficaz con los minoristas más grandes”.
Northwest Wholesale fue una auténtica mejora sobre las decisiones anteriores de
la Corte con relación a boicots y su sugerencia de que la Sección 1 prohibía todas las
negativas horizontales concertadas para negociar. Como en BMI y NCAA, Northwest
Wholesale enfatizó la tendencia del acuerdo a reducir los costos de transacción y de otra
forma aumentar la eficiencia. Sin embargo, la opinión relativa a Northwest Wholesale
creó su propia ambigüedad. Al confirmar la prueba "per se" de boicot de grupo, la Corte
dijo que los demandados deben tener "poder de mercado o acceso exclusivo a un
elemento que sea esencial para una competencia efectiva”. La Corte no explicó cómo
diferían estos conceptos (si es que diferían). Surge un segundo problema de la forma en
la que la Corte emplea el término "per se" para describir su prueba de responsabilidad.
La ilegalidad "per se" clásica normalmente no implica el análisis ni del poder de
mercado ni de las justificaciones de eficiencia; sin embargo, en este caso la Corte parece
haber contemplado ambos factores. En Northwest Wholesale, y al abordar otra conducta
que difícilmente encaja en el modelo de dicotomía entre la regla per se/regla de la
razón, 102 el uso de la Corte de la etiqueta per se, para describir lo que es desde el punto
de vista funcional una indagación de razonabilidad estructurada, ha creado una
confusión considerable en los tribunales inferiores. La Corte en Northwest Wholesale
probablemente debió haberse referido a su prueba de responsabilidad como una regla de
la razón "estructurada" o "truncada" en lugar de poner la etiqueta per se a lo que, de
hecho, era un híbrido de razonabilidad.
Segundo, la Corte demostró que la regla de la razón no tenía que implicar una
indagación exhaustiva de los hechos. Al observar que "la aplicación de la Regla de la
Razón a estos hechos no es una cuestión de gran dificultad," la Corte empezó con una
evaluación preliminar del propósito y del efecto de la restricción. Como la negativa de
los dentistas a negociar "afecta negativamente la capacidad del mercado para promover
el bienestar social al asegurar la oferta de los bienes y servicios deseados al consumidor
a un precio que se aproxime al costo marginal de proporcionarlos," la Corte impuso a
los demandados la carga de presentar pruebas de que la conducta tenía una "virtud
compensatoria a favor de la competencia”. La Corte rechazó—con base en una falta de
pruebas—el argumento de los dentistas de que preocupaciones relativas a la calidad de
la atención habían motivado el boicot, y, a la luz de pruebas directas—de efectos
adversos a la competencia 104—en el expediente, desechó el argumento de que la FTC
estaba obligada a definir el mercado relevante y a evaluar el poder de mercado de los
dentistas. Compare Capital Imaging Associates (2d Cir. 1993) (para tener la carga
inicial de demostrar el impacto anticompetitivo de la conducta del demandado, el
demandante debe demostrar que hubo verdaderos efectos nocivos o establecer que el
demandado tiene poder de mercado).
103
IFD es en realidad un caso menos de boicot que de una conspiración horizontal clara con relación a los
términos en los que un grupo de competidores negocia. Ver Glazer, supra, en 11-12.
104
Tampoco estaba obligada la FTC a demostrar en forma minuciosa los efectos adversos a la
competencia. Era suficiente para la FTC probar que "los aseguradores en esas áreas no pudieron, durante
un período de años, lograr el cumplimiento de sus solicitudes en cuanto a la entrega de los rayos X”.
antimonopolios”. Aunque como la Corte encontró una violación relativa a boicot, ésto
pudiera parecer incongruente con Northwest Wholesale, SCTLA es en realidad un caso
de fijación de precios e involucra un boicot únicamente en el sentido de que todo
acuerdo de cambiar $X necesariamente implica el acuerdo de no vender a menos de $X.
Ver Glazer, supra, en 7-8. A la luz de SCTLA, las decisiones modernas de la Corte en
materia de boicots sugieren los siguientes estándares: (i) un acuerdo entre rivales
directos de retener sus servicios hasta que el precio de los mismos suba es una
restricción absoluta de la producción y se condena sumariamente, ver SCTLA; (ii) las
negativas concertadas a negociar, las cuales plantean lógicas de eficiencia plausibles,
son evaluadas con una regla de la razón truncada que empieza (y a veces termina) con
una evaluación preliminar de los propósitos y efectos de la conducta, ver Indiana
Federation of Dentists y Northwest Wholesale; y (iii) las demandas que impugnen otros
acuerdos de competidores horizontales para poner a sus rivales en desventaja, o
impugnando las políticas de membresía en colaboraciones para mejorar la eficiencia,
requieren que el demandante pruebe "poder de mercado o acceso a un elemento esencial
para una competencia efectiva”. Ver Northwest Wholesale.
Tampoco se limita este enfoque a las profesiones. Una de sus aplicaciones más
frecuentes es en los deportes profesionales. Por ejemplo, en Molinas v. National
Basketball Ass'n (S.D.N.Y. 1961), un jugador profesional de basketball, a quien la NBA
había suspendido indefinidamente por apostar a favor de su propio equipo, acusó a la
liga y a sus miembros de haber incurrido en un boicot ilícito. El tribunal rechazó la
demanda porque "una regla disciplinaria contra hacer apuestas es la regla más razonable
que uno pudiera imaginar”. También ver Deesen v. Professional Golfers' Ass'n (9th Cir.
1966) (reglas de eligibilidad a PGA justificadas a fin de asegurar que "los torneos de
golf profesional no fueran deteriorados por grandes números de jugadores de habilidad
inferior").
F. RESUMEN
Por lo tanto, aun si el enfoque de dicotomía sigue vivo, seguirá habiendo presión
para una mayor convergencia doctrinal entre la regla per se y la regla de la razón. Esta
presión vendrá "a través de la expansión del proceso de descripción, a través de la
contracción de los tipos de conducta a la cual [aplica la regla per se], y a través de
afinaciones al enfoque alternativo, la regla de la razón”. Diane Word-Hutchinson,
“Antitrust 1984: Five Decisions in Search of a Theory”, 1984 Sup. Ct. Rev. 69, 143.
CAPÍTULO VI
RESTRICCIONES HORIZONTALES:
PROBLEMAS PROBATORIOS Y
DE DESCRIPCIÓN
Identificar los estándares básicos que emplean los tribunales para distinguir entre
la conducta prohibida y la permitida no es más que el primer paso en la determinación
de la aplicación de la Sección 1 de la Ley Sherman a las restricciones horizontales.
Dadas las presiones de desempeño para los gerentes de los negocios, es fuerte la
tentación de aumentar las utilidades por el medio que sea. Sin embargo, es reducida la
probabilidad de que abierta y expresamente acuerden o conspiren para fijar precios,
asignar territorios, o boicotear a los competidores; la condena desde un punto de vista
jurídico (y moral) y las probabilidades de detección y sanciones severas indudablemente
sirven para disuadir a muchos. Otros menos restringidos, pero de todas formas
cautelosos, preferirán la posibilidad de conseguir los mismos fines mediante métodos
menos directos. En consecuencia, las cuestiones de la aplicación de las normas surgen
en dos áreas grises. Primero, ¿cómo se prueba que las partes actuaron de conformidad
con un acuerdo explícito o implícito? Segundo, ¿puede su conducta encubierta ser
razonablemente descrita como seriamente anticompetitiva, o se trata de una actividad
comercial "legítima" que aumenta la competencia?
A. PRUEBA DE UN ACUERDO
Antes de analizar casos que tengan que ver con problemas relativos a un
acuerdo, primero consideraremos por qué se requieren pruebas de la existencia del
mismo. La terminología de la Sección 1 parece únicamente abordar actos concertados
(es decir, contratos, uniones creadas con un fin determinado, o conspiraciones),
implícitamente absolviendo la conducta individual –punto de vista respaldado por la
historia legislativa. No obstante, el término "uniones creadas con un fin determinado"
parece suficientemente flexible para incluir las acciones interdependientes pero a la vez
no concertadas. Quizá es más convincente el argumento de que el requerir pruebas de
un acuerdo ayuda a distinguir entre una conducta perjudicial y una conducta inocua o
inevitable. Por ejemplo, precios idénticos pueden sólo reflejar costos similares del
producto, una rivalidad intensa, u otros factores benéficos y no conspiradores. Ni
tampoco se puede esperar que los gerentes de los negocios compitan vigorosamente si
su recompensa por esta actividad podría ser una sentencia penal. Sin embargo, este
argumento no es insuperable. Como se verá en el Capítulo 7, el requerir pruebas de un
acuerdo puede resultar en que tola la coordinación oligopolista se encuentre fuera del
alcance de la Ley Sherman, inmunizando así la conducta evitable cuyo impacto en el
mercado puede ser igual a los resultados de acuerdos explícitos de fijación de precios.
Las doctrinas que rigen los temas relativos a acuerdos en los casos bajo la
Sección 1 son sumamente parecidas a las normas que se emplean en el litigio
convencional de conspiraciones por la vía penal. Este enfoque simplificado de la Ley
Sherman puede tener su lado bueno y su lado malo. A menudo es difícil probar una
conspiración aun cuando las reglas probatorias parezcan favorecer al fiscal; los jurados
pueden ser muy cautelosos al emplear conceptos amplios, amorfos de "conspiración"
para imponer una responsabilidad penal. El enfatizar la cuestión del "acuerdo" también
puede desviar la atención de la evaluación del impacto de las acciones de los
demandados, con el resultado de que ni los fiscales ni los tribunales consideren los
efectos económicos de las actividades impugnadas. Es posible que una conducta trivial,
desde un punto de vista económico, sea tratada con gran solemnidad (y
comprometiendo muchos recursos) mientras se hace caso omiso del perjuicio
económico grave. Como sostiene el Juez Posner, "es posible que muchos intentos de
fijación precios [refiriéndose a los acuerdos explícitos pero ineficaces] tengan
consecuencias insignificantes, mientras que una fijación de precios escape por completo
la detección debido a que es necesaria una comunicación abierta detectable para tener
pruebas del intento pero no siempre es necesario que haya un incremento de precio
concertado por encima del nivel competitivo”. Richard A. Posner, Antitrust Law 53 (2d
ed. 2001).
105
Algunas preguntas relacionadas tienen que ver con si las normas sobre autoridad, las cuales fueron
aparente tomadas de la ley de representación voluntaria. deben ser aplicadas en las controversias
antimonopolios para considerar a las asociaciones no constituidas responsables de los actos ilícitos de sus
funcionarios o si las empresas deben verse vinculadas por los actos de sus funcionarios. La Corte
Suprema ha respondido a estos interrogantes con fallos de que las normas de representación voluntaria
aplican y que fácilmente se puede determinar responsabilidad. Ver American Soc'y of Mechanical
Engineers v. Hydrolevel Corp. (1982).
la legalidad de una conducta sin duda colectiva. 106 Por ejemplo, en Trans-Missouri
Freight las empresas ferroviarias demandadas concedieron la existencia de un acuerdo
colectivo para establecer tarifas (los términos del cual fueron transcritos en la opinión
de la Corte Suprema) pero alegaron que la conducta impugnada no era condenada bajo
la Sección 1. Trans-Missouri y otras de las primeras decisiones de la Corte Suprema
dejaban claro que la Sección 1 aplicaba a los acuerdos explícitos. La Corte también
estableció (como sigue siendo el caso en la actualidad) que la Sección 1 abarca
intercambios de garantías –manifestados a través de declaraciones orales o escritas,
conducta física, o negociaciones- que no satisfacen los requisitos necesarios para
obtener la ejecución judicial bajo los principios contractuales de conformidad con el
derecho consuetudinario. Ver United States v. General Motors Corp. (1966) ("un
acuerdo explícito no es un componente necesario de una conspiración bajo la Ley
Sherman"); Esco Corp. v. United States (9th Cir. 1965) ("Un guiño de complicidad
puede significar más de lo que se puede decir con palabras”.).
Hasta finales de la década de los treinta, la mayor parte de los litigios bajo la
Sección 1 se centraba en la legalidad de una acción sin duda concertada. En Socony en
1940, la Corte Suprema se pronunció en el sentido de que la Sección 1 prohibía todos
los acuerdos horizontales de fijación de precios y, al sostener las condenas de los
demandados, indicó que los miembros de un cartel enfrentaban peligros inconfundibles,
incluyendo un juicio penal en el que prevaleciera el fiscal. La condena de la fijación
horizontal de precios y el que se recurriera más a la aplicación de las leyes penales
cambió la conducta comercial en varias formas. Como cuestión de estrategia en el
juicio, las empresas realizaron mayores esfuerzos por demostrar que la conducta
impugnada era unilateral y, por lo tanto, fuera del alcance de la Sección 1. Como
cuestión de planeación de negocios, las empresas que contemplaban una cooperación
ilícita con sus rivales tomaron mayores precauciones a fin de evitar la detección—por
ejemplo, evitando toda comunicación escrita que pudiera fácilmente probar la existencia
de un acuerdo. Sin embargo, aun las juntas y conversaciones encubiertas—sin rastro
alguno de documentos—no estaban totalmente libres de riesgo. El testimonio de uno de
los participantes que decidiera convertirse en informante podía revelar cómo los
conspiradores habían formulado y ejecutado su plan. Por ende, las empresas diseñaron
formas más sutiles de comunicar sus intenciones y de intercambiar sus garantías.
b. Estándares Probatorios
106
Como se señaló en el Capítulo 1, el derecho consuetudinario antes de 1890 no prohibía rotundamente
los esfuerzos conjuntos de los competidores para la fijación de los precios. El tratamiento ambiguo del
derecho consuetudinario a la fijación de precios y la incertidumbre sobre el significado de la Ley
Sherman llevó a algunas empresas a seguir coordinando abiertamente su conducta después de 1890.
Como indica Monsanto, el "compromiso conciente para un esquema común"
puede ser demostrado utilizando pruebas directas o circunstanciales. Una prueba directa
consistente de documentos o del testimonio de uno de los participantes en la
conspiración en ocasiones puede establecer una acción concertada. Sin embargo, los
tribunales reconocen que "es raro que existan pruebas directas de un acuerdo explícito"
en las controversias bajo la Sección 1. Local No. 189, Amalgamated Meat Cutres v.
Jewel Tea Co. (1965). Por lo tanto, los demandantes pueden recurrir a pruebas
circunstanciales para demostrar que los demandados actuaron concertadamente.
Los problemas más espinosos en relación con el acuerdo han surgido en los
casos que involucran mercados caracterizados por una interdependencia. Esta condición
se aleja de manera considerable del modelo de competencia perfecta en el que cada
empresa es indiferente a las acciones de sus competidores. En los mercados
concertados, el reconocimiento de la interdependencia puede llevar a las empresas a
coordinar su conducta sencillamente observando y reaccionando a los movimientos de
sus competidores. Este tipo de coordinación oligopolista a veces genera movimientos
paralelos de precio que se acercan a los resultados de mercado de los acuerdos
tradicionales de fijar precios.
Los esfuerzos realizados por los negocios para refutar la acción concertada, para
ocultar las comunicaciones inter-empresa, y para diseñar formas indirectas de
107
Ver, por ejemplo, Brooke Group (Una "colusión tácita, en ocasiones llamada coordinación
oligopolística de precios o paralelismo conciente, describe el proceso, el cual en sí no es ilícito, mediante
el cual las empresas en un mercado concentrado pudieran de hecho compartir un poder de monopolio,
estableciendo sus precios a un nivel supracompetitivo de maximización de utilidades al reconocer sus
intereses económicos comunes y su interdependencia con respecto a las decisiones de precio y
producción”).
intercambiar garantías han elevado la importancia del tema de los acuerdos en los casos
bajo la Sección 1. Los tribunales han concebido varias fórmulas para determinar
cuándo la conducta resulta de actos concertados y no de actos unilaterales. Sin embargo,
estos intentos judiciales de definir el requisito de un acuerdo bajo la Sección 1, en
general no han logrado proporcionar una base satisfactoria para distinguir entre la
acción unilateral y la concertada cuando el expediente del juicio carece de pruebas
directas que demuestren que los demandados actuaron conjuntamente. Ver William E.
Kovacic, “The Identification and Prof. of Horizontal Agreements Under the Antitrust
Law”, 38 Antitrust Bull. 5 (1993).
108
En United States v. Paramount Pictures, Inc. (1948), la Corte en gran parte reiteró la fórmula que
había anunciado en Interstate Circuit: No es necesario encontrar un acuerdo explícito para concluir que
hay una conspiración. Es suficiente que se haya contemplado una acción concertada y que los
demandados se hayan apegado a ese acuerdo”.
testigos hostiles complican las cosas"). Los resultados diferentes pueden también
atribuirse al tipo de medida remedial que se persigue en cada caso. La demanda del
Departamento de Justicia en Interstate Circuit fue únicamente para la protección de un
derecho, mientras los particulares demandantes en Theatre Enterprises perseguían el
pago de daños triplicados.
Una vez que Theatre Enterprises dejó claro que se requería algo más que un
paralelismo conciente antes de que se pudiera concluir que había un acuerdo, la atención
se centró en qué debía ser ese "algo más". Los tribunales requerían que los demandantes
que invocaban una conducta paralela introdujeran hechos adicionales, a los cuales a
menudo se les llamó "factores adicionales," para justificar la inferencia de un acuerdo.
Ver Petruzzi's IGA Supermarkets, Inc. v. Darling-Delaware Co. (3d Cir. 1993); Reserve
Supply Corp. v. Owens-Corning Fiberglas Corp. (7th Cir. 1992); Clamp-All Corp. v.
Cast Iron Soil Pipe Inst. (1st Cir. 1988). 110
Los tribunales han utilizado distintos factores adicionales para iluminar la fuente
de la conducta paralela. En los casos bajo la Sección 1 se han preguntado si los
demandados tenían un motivo racional para participar en una conspiración (por ejemplo,
si la situación era tal que podía tener éxito una conspiración). En una indagación
estrechamente relacionada, otras decisiones consideraron si la conducta impugnada
hubiera sido contraria a los propios intereses de los demandados si se hubiera realizado
unilateralmente. Al aplicar los factores "motivo para conspirar" y "contrario a sus
propios intereses", en muchos casos se han desechado demandas que se basaban
principalmente en el hecho del paralelismo sin demostrar qué podían esperar ganar los
demandados con una acción concertada. Ver, por ejemplo, First National Bank of
Arizona v. Cities Service Co. (1968).
109
Para una versión moderna de Interstate Circuit, ver Toys "R" Us, Inc. v. FTC (7th Cir. 2000). En Toys
"R" Us se concluyó que había un acuerdo concertado entre los fabricantes de juguetes para boicotear a los
clubes de almacenes. El tribunal infirió un acuerdo debido al abrupto rompimiento de los fabricantes con
la práctica anterior, el hecho de que la acción iba en contra de sus propios intereses (es decir, el negarse a
vender con una utilidad), la prueba directa de comunicación entre Toys "R" Us y los fabricantes, así como
el testimonio de que ninguno de los fabricantes de juguetes hubiera actuado solo.
110
Ver VI Philip E. Areeda & Herbert Hovenkamp, Antitrust Law 240 (2d ed. 2003) ("El poco elegante
término 'factores adicionales' se refiere sencillamente a los hechos o a los factores adicionales que se
requiere demostrar como requisito previo para una conclusión de que la acción paralela es equivalente a
una conspiración”).
Los factores adicionales que han fundamentado la inferencia de conspiración
incluyen las pruebas de que los demandados fijaron precios uniformes en situaciones en
las que la uniformidad de precios era improbable sin un acuerdo; anteriormente habían
incurrido en violaciones antimonopolios relativas a una acción colectiva; se habían
comunicado directamente con sus competidores, y después habían hecho cambios
simultáneos e idénticos en su conducta; o habían convenido en adoptar prácticas
comunes, tales como la estandarización del producto, cuya implementación había
ayudado a lograr la uniformidad de precios. Los demandados han refutado la inferencia
de una acción concertada al demostrar que su conducta era congruente con una decisión
independiente o lograba objetivos en pro de la competencia o competitivamente
neutrales.
La variación en los análisis judiciales de los factores adicionales sugiere que las
decisiones a menudo dependen de la intuición no expresada del tribunal con respecto a
la causa probable de la conducta paralela observada. Los jueces parecen variar en su
aceptación de la proposición en Theatre Enterprises de que un paralelismo conciente no
necesariamente indica una acción concertada. Los tribunales que parecen considerar la
uniformidad de precios como una señal de colaboración y fracaso del mercado tienden a
expandir el rango y a reducir la cuantía de la conducta que, cuando se agrega a la
conducta paralela, puede fundamentar una conclusión de que existe un acuerdo. Por lo
tanto, algunas decisiones hacen casi lo imposible para describir las pruebas como una
sugerencia de actividad colectiva. Ver, por ejemplo, In re Petroleum Products Antitrust
Litigation (9th Cir. 1990); City of Long Beach v. Standard Oil Co. of California (9th
Cir. 1989). Por otra parte, los jueces que consideran que el paralelismo es benigno –por
ejemplo, un resultado natural de la tendencia de los precios del proveedor a convergir en
mercados competitivos - implícitamente requieren del demandante estándares más
rigurosos de prueba y son más renuentes a inferir un acuerdo con base en los factores
adicionales que se hacen valer. Ver, por ejemplo, Reserve Supply Corp. v. Owens-
Corning Fiberglas Corp. (7th Cir. 1992); Market Force Inc. v. Wauwatosa Realty Co.
(7th Cir. 1990).
El fallo en Matsushita fue que los demandantes no habían demostrado que los
demandados podían razonablemente esperar recuperar las pérdidas resultantes de un
supuesto acuerdo para fijar precios abajo del nivel competitivo. Sin estas pruebas, "el
que la supuesta conspiración no haya logrado sus fines en dos décadas de la operación
que se hace valer constituye una prueba contundente de que esa conspiración de hecho
no existe”.
111
También ver Toys "R" Us (conclusión de acuerdo al boicot; Matsushita no requiere que el demandante
"excluya toda posibilidad" de que los demandados hubieran actuado unilateralmente, sino "únicamente de
que debe haber alguna prueba, que si se cree, fundamentaría la conclusión de conducta concertada").
112
El tribunal observó que a la Sección 1 podría dársele la lectura "de abarcar un acuerdo puramente
tácito de fijar precios, es decir, un acuerdo celebrado sin ninguna comunicación de hecho entre las partes
del acuerdo," pero "por lo general se cree, y los demandantes implícitamente aceptan, que un acuerdo
explícito manifiesto" debe ser probado.
ninguna prueba presentada por el demandante apunta inequívocamente a una
conspiración, las pruebas en su totalidad no pueden rechazar la sentencia sumaria… De
otra manera, ¿qué necesidad habría alguna vez de un juicio?"
Dados estos dos enfoques tan diferentes, no existe una respuesta sencilla a la
pregunta de qué tantas pruebas se necesitan para que el demandante pueda evitar una
sentencia en juicio sumario. Es claro que los tribunales se dan cuenta de los riesgos de
una disuasión exagerada que pudiera resultar de concluir demasiado fácilmente que
existe un acuerdo. Ya desaparecieron los días—si es que alguna vez los hubo—en los
que el demandante sencillamente podía recitar como matraca una serie de supuestos
"factores adicionales" y suponer que un jurado tendría conocimiento de su caso.
Algunos tribunales consideran que el encontrar un solo "factor adicional" es la llave
para el demandante de la sala del jurado—y por consiguiente son renuentes a
encontrarlos. Otros tribunales reconocen que no todos los "factores adicionales" tienen
derecho a un peso igual y están más dispuestos a reconocer la existencia de varios
factores y después sopesar las pruebas en su totalidad. (Por ejemplo, como toda empresa
tiene la motivación para aumentar sus utilidades y, de hecho, para disminuir la
competencia, la existencia de esa motivación ahora parece contar muy poco o nada en lo
absoluto.) Algunos tribunales ven un oligopolio que evita la competencia vigorosa y
preguntan "¿por qué no?"; otros ven el mismo cuadro y preguntan "¿por qué?", o, más
precisamente, "¿cómo?"
B. PROBLEMAS DE DESCRIPCIÓN
1. INTERCAMBIOS DE INFORMACIÓN
a. Asociaciones Comerciales
No es necesario que las empresas siempre declaren su deseo de fijar precios con
el fin de que las reuniones comerciales tengan este efecto. Los gerentes industriales a
menudo provienen de estratos sociales similares; es probable que sus lazos de amistad,
similitud de grupo, e intereses idénticos desalienten una acción disidente (competitiva),
en especial cuando estas reuniones comunes son frecuentes y las discusiones en las
mismas se refieren a temas sensibles relativos a la determinación de precios y a la
producción. Por lo tanto, las reuniones comerciales y los intercambios de información
pueden facilitar la coordinación oligopolista de precios al hacer que la decisión del rival
sea más predecible y al proporcionar pautas comunes sobre los niveles "adecuados" de
precio. Si se publican todos los precios, los rivales pueden tomar represalias más
fácilmente contra las rebajas secretas de precios, negándole así los beneficios (más
pedidos) a la empresa que incurre en esta práctica de precios. Por consiguiente, en un
oligopolio, los intercambios de información pueden alentar la estabilidad de los precios
y fijarlos ayudando en la detección y sanción de las desviaciones con respecto a la
norma deseada. De hecho, esta posibilidad ayudó a generar el movimiento de
asociaciones comerciales e inspiró su promoción de "planes abiertos de precios”. Ver
Arthur Jerome Hedí, The New Competition (1912).
113
Adam Smith, The Wealth of Nations 128 (Canaan ed. 1937) (1st ed. 1776). Smith agregó que "aunque
la ley no puede impedir que la gente en el mismo tipo de comercio se reúna en ocasiones, no debe hacer
nada para facilitar esas reuniones, mucho menos hacerlas necesarias”. Esta advertencia es a menudo
ignorada. Muchas políticas públicas alientan u obligan a entidades privadas a que colaboren en el
establecimiento de los términos del comercio, ocasionando conflictos frecuentes con las doctrinas
antimonopolios que prohíben determinados acuerdos entre rivales. Las doctrinas para resolver este tipo de
conflicto se discuten en el Capítulo 13.
cubiertos bajo la Sección 1 porque está presente un acuerdo o unión creada para un fin
determinado. Las asociaciones comerciales en sí son uniones legalmente creadas con un
fin determinado. También pueden implicar acuerdos entre los miembros de intercambiar
información y, por consiguiente, satisfacer la definición tradicional de contrato. O,
como se sugirió en el párrafo anterior sobre coordinación oligopólica, un acuerdo tácito
entre los miembros de una asociación comercial puede ser inferido con base en su
conducta. Independientemente de la base jurisdiccional, un interrogante central bajo la
Sección 1 es si este intercambio de información tiende a restringir el comercio en forma
irrazonable.
114
Sin embargo, las pruebas también pueden ser razonablemente interpretadas como que fundamentan la
inferencia de que la asociación había tratado de facilitar un acuerdo explícito de precios o precios de
oligopolio al intercambiar datos relativos a costos promedio y distribuir un solo folleto de tarifas de flete
con base en puntos. Ver Thomas W. Gilligan, “Imperfect Competition and Basing-Point Pricing”, 31
Econ. Inquiry 394 (1993); David D. Haddock, “Basing Point Pricing: Competitive vs. Collusive
Theories”, 72 Am. Econ. Rev. 289 (1982). Además, el mercado presentaba una oportunidad fácil para la
colusión; la asociación tenía únicamente 22 miembros, y su participación de mercado agregada era del 70
por ciento.
115
El autor de la decisión en Maple Flooring y Cement Mfrs. fue el Juez Harlan Fiske Stone, quien había
fungido como Procurador General en la Administración Coolidge. En estos casos, Stone manifestó su
entusiasmo en relación con las políticas de "asociacionismo" de Herbert Hoover, quien había
aprovechado su posición como Secretario de Comercio, a principios de la década de los años veinte, para
La Corte retomó la cuestión de los planes de precio abiertos en Sugar Institute,
Inc. v. United States (1936). En este caso, la asociación principal de refinadores de
azúcar diseñó un plan abierto de precios mediante el cual (a) aseguraba de que las
reducciones de precio fueran acatadas de inmediato por todos los miembros, (b)
establecía que los aumentos de precio serían anunciados con anticipación pero podían
ser retractados posteriormente a menos de que todos los refinadores de azúcar los
acataran, y (c) resultó en un acuerdo de que ningún refinador haría concesiones secretas
en relación con los precios anunciados. La Corte únicamente condenó el último punto—
el acuerdo de acatar los precios de lista hasta que se anunciara un nuevo precio. En todo
lo demás, la Corte aceptó la justificación de las partes para el anuncio anticipado de los
movimientos en precio (una costumbre en la industria que les daba a los clientes un
período de gracia durante el cual podían comprar azúcar al precio anterior).
Uno estaría tentado a hacer caso omiso de Sugar Institute como otra opinión—
inspirada por la Depresión—del Presidente de la Corte, el Juez Hughes, cuyos puntos de
vista antimonopolios (ver Appalachian Coals) en general no han subsistido a la
prohibición per se de Socony con respecto a todos los acuerdos que manipulan precios.
Pero esta descripción no sería totalmente correcta porque el estándar básico de la regla
de la razón en relación con los intercambios de información predata Sugar Institute y
durante mucho tiempo fue aceptado por la Corte Suprema. Por lo tanto, el fallo relativo
a Maple Flooring en gran parte subsiste a pesar de la prohibición per se en Socony en
cuanto a la fijación de precios y acuerdos de estabilización de precios. Ver United States
v. Citizens & Southern Nat'l Bank (1975) ("la diseminación de información relativa a
precios no es en sí una violación per se de la Ley Sherman”.) Además, esta conclusión
se fundamenta en los valores económicos y sociales que ofrecen los intercambios
comerciales, en especial para las empresas más pequeñas. Como observó posteriormente
la Corte Suprema: "el intercambio de datos relativos a precios y otra información entre
competidores no tiene invariablemente efectos anticompetitivos; de hecho, este tipo de
práctica en algunas circunstancias puede aumentar la eficiencia económica y hacer que
los mercados sean más, y no menos, competitivos”. United States v. United States
Gypsum Co. (1978).
alentar a los líderes de la industria a formar asociaciones comerciales a fin de recabar y diseminar datos
sobre precios, producción, e inventarios. Como lo reflejan Maple Flooring y Cement Mfrs., los
asociacionalistas creían que la amplia disponibilidad de datos estadísticos sobre las transacciones de
negocios reduciría la ineficiencia operativa, la inversión defectuosa, y el uso inadecuado de los recursos.
Los casos de asociaciones comerciales relativos a antimonopolios en la década de los años veinte se
derivaron, en gran parte, de los esfuerzos realizados por Hoover para alentar a los negocios a cooperar en
una época cuando el conjunto emergente de precedentes bajo la Ley Sherman estaba haciendo a la
colaboración entre rivales objeto de escrutinio bajo las normas antimonopolios. Ver Ellis W. Hawley,
“Herbert Hoover and the Sherman Act, 1921-1933: An Early Phase of a Continuing Issue”, 74 Iowa L.
Rev. 1067 (1989).
Un intercambio de información puede ser condenado, ya sea como un "factor
adicional" fundamentando un fallo de que el paralelismo conciente fue equivalente a
una fijación de precios, o directamente, como una violación en sí de la Ley Sherman.
Todd v. Exxon Corp. (2d Cir. 2001). En Todd, el tribunal concluyó que podría haberse
alegado una violación (por lo que la desestimación del caso no procedía) con respecto a
que la industria petrolera recababa y después diseminaba información minuciosamente
detallada sobre la remuneración que se pagaba a varias clases de gerentes, profesionales,
y técnicos (por ejemplo, abogados, químicos, etc.) que trabajaban en la industria. Los
dos factores clave en la evaluación de un intercambio, explicó el tribunal, eran la
estructura de la industria y la naturaleza de la información. En este caso, la industria
estaba concentrada, los servicios llenos de categorías, y la oferta no era elástica (si un
abogado se quejara de que no le aumentaban el sueldo, únicamente podría prestar sus
servicios si estuviera dispuesto a que nunca se le remunerara ese período de tiempo). La
información intercambiada incluía datos del pasado, del presente, y esperados en el
futuro; era muy específica y detallada; se mantenía confidencial; y las partes
participaban en reuniones frecuentes para discutir el significado de la información.
A pesar del tono severo de estas palabras, la opinión concurrente del Juez Forta
enfatizó que el Gobierno había demostrado un efecto real en los precios, y la opinión de
la Corte no debía ser interpretada como un establecimiento de la regla per se. También
ver Citizens & Southern Nat'l Bank (1975). Sin embargo, parece claro que una prueba
más estricta para la verificación de precios entre vendedores debía aplicarse en algunas
circunstancias. Viendo el mercado como un oligopolio, la Corte observó que los
intercambios de precios que identifican a las partes, transacciones, y precios en
particular, podrían contribuir a la determinación interdependiente de precios (al prevenir
las concesiones secretas en cuanto a precios). Por lo tanto, la opinión podría ser
interpretada como una aplicación de la regla de la supuesta ilegalidad a los intercambios
específicos de precios entre oligopolistas. Este punto de vista en Container no carece de
desafíos. Había demasiadas empresas, la entrada era demasiado fácil, y el exceso de
capacidad presionaba demasiado al mercado, para que los precios de oligopolio—como
se entienden normalmente- pudieran ocurrir—y la opinión disidente dejó ésto claro. Por
otra parte, se podría argumentar que la razón por la que las empresas estaban entrando
en un momento de exceso de capacidad era porque los precios estaban arriba del nivel
competitivo. Cuando mucho, se puede decir que Container sostiene que determinados
intercambios de precio son ilegales. La Corte no tocó sus precedentes en Cement Mfrs.
(intercambio de precios a clientes específicos) y Maple Flooring (intercambio de datos
generalizados de precios).
Ésto preparó el escenario para United States v. United States Gypsum Co.
(1978). En este caso, el gobierno acusaba a los productores de tablones de yeso de haber
incurrido en una fijación de precios, la cual era ilegal per se, al verificar los precios
actuales y futuros de los rivales antes de otorgar concesiones de precio a los
compradores. (El gobierno interpretó la terminología tipo per se en Container como una
invalidación de Maple Flooring y como la creación de un prueba nueva para los
intercambios de información.) Los demandados dijeron que habían consultado a los
competidores en relación con sus precios y términos de venta únicamente para cumplir
con los requisitos de competencia bajo la Ley Robinson-Patman (ver Capítulo 11).
Sostuvieron que la Ley Sherman no podía condenar en una forma fuera de control lo
que autorizaba la Ley Robinson-Patman, y que ésta era una "circunstancia de control"
que Container había reconocido como causa de exoneración con respecto a la acusación
bajo la Ley Sherman. 116
116
Container había observado que el intercambio de precios en Cement Mfrs. (1925) había sido
justificado en parte por "una circunstancia de control" –es decir, para evitar el fraude por parte de los
compradores.
La tecnología de la información moderna, tal como las redes con base en
computadoras, ha incrementado la capacidad de las empresas para monitorear la
conducta de sus rivales y compartir información sobre transacciones y prácticas
comerciales específicas en general. Las mejoras en la tecnología de la información han
coincidido con los desarrollos recientes que incentivan a las empresas a perseguir
nuevas iniciativas que implican compartir datos intra-industria. Ver David J. Teece,
“Information Sharing, Innovation, and Antitrust”, 62 Antitrust L.J. 465 (1994). Es
posible que las comunicaciones electrónicas hagan que sea más tentadora la
comunicación de información entre rivales –pero también pueden ayudar a perfeccionar
la coordinación oligopolista de precios, haciendo que la comunicación resulte
innecesaria. Ver Jonathan B. Baker, “Identifying Horizontal Price Fixing in the
Electronic Marketplace”, 65 Antitrust L.J. 41 (1996). 117 Estas tendencias prometen la
prominencia de compartir información en los futuros análisis antimonopolios.
117
El Profesor Baker revisó un procedimiento de consentimiento en contra de la coordinación electrónica
de los precios de líneas aéreas. Señaló tres aspectos del arreglo, los cuales hicieron que la inferencia de la
existencia de un acuerdo fuera persuasiva: (1) hubo una cantidad considerable de comunicación; (2) la
conducta coordinada era demasiado compleja para haberse logrado meramente a través de un paralelismo
conciente; y (3) las justificaciones presentadas por las partes eran débiles o un pretexto.
competencia. Ver Dennos W. Carlton et al., “Communications Among Competitors:
Game Theory and Antitrust”, 5 Geo. Mason L. Rev. 423 (1997) (algunos factores
importantes incluyen el si el intercambio es público y si existe una comunicación
repetida, de manera tal que se puedan establecer reputaciones). Si un vendedor tiene un
exceso de capacidad y carece de otros medios razonables para verificar las supuestas
concesiones de precio por parte de sus rivales, un vehículo para confirmar esas
concesiones podría aumentar la rivalidad. Todavía no sabemos, a pesar del supuesto en
Gypsum, si los intercambios de precios en los oligopolios cuestan más a los
consumidores por precios interdependientes de lo que ganan por la rivalidad resultante
en los precios.
Las co-inversiones pueden servir para toda una variedad de fines socialmente
deseables. Pueden permitir a los participantes unificar capacidades técnicas y
gerenciales complementarias para la realización de proyectos cuyos requisitos son
mayores al conocimiento especializado de cualquiera de las empresas individualmente.
Al facilitar la transferencia de conocimiento especializado y de tecnología, las co-
inversiones también pueden mejorar las habilidades de los individuos que participan y,
por ende, superar las barreras a la entrada y expansión en mercados específicos. La
colaboración pude permitir a las empresas realizar economías de escala en investigación
y desarrollo al evitar la duplicación de esfuerzos y reunir una masa crítica de recursos
de investigación y desarrollo que pudieran exceder el alcance de empresas individuales,
el permitir la cooperación en investigación y desarrollo también puede resultar en
mayores niveles de inversión en actividades inventivas al incrementar la capacidad de
los participantes para asignar el rendimiento que genera la empresa a innovaciones. Las
co-inversiones pueden permitir a las empresas distribuir el riesgo relacionado con
emprender proyectos financieramente ambiciosos. También pueden beneficiar
directamente al consumidor mediante, por ejemplo, la reducción de los costos de
búsqueda. Ver “Entering the 21st Century: Competition Policy in the World of B2B
Electronic Marketplaces” (FTC Staff Report Oct. 2000) ("B2B Report").
119
Ésto supone que la empresa u operación no es una sola entidad, una determinación que no siempre es
fácil. Ver Freeman v. San Diego Ass'n of Realtors (9th Cir. 2003) (asociación de bienes raíces y un
acuerdo entre competidores reales o potenciales); Fraser v. Major League Soccer (1st Cir. 2002) (fútbol
de las grandes ligas y un acuerdo entre equipos independientes).
En varios casos posteriores a los que se aplicó Timken se llevó a cabo el análisis
de descripción con poca comprensión de los fenómenos comerciales bajo consideración.
En Sealy (1967), la Corte Suprema analizó las actividades colectivas de un grupo de
pequeños fabricantes de colchones que habían creado la marca registrada "Sealy" y la
había explotado a través de una publicidad conjunta. La Corte pareció considerar que
esa unión con un fin determinado constituía una colaboración legítima, pero clasificó
como divisiones territoriales horizontales las disposiciones contractuales mediante las
cuales cada uno de los participantes convenía en confinar sus ventas a un área asignada
(en conjunto con una cláusula de fijación de precios al menudeo). La Corte trató estas
restricciones como prohibidas bajo la regla de Timken. Para la Corte, la división
territorial no ofrecía ningún beneficio que pudiera tener algún peso contra el daño a la
competencia.
La Corte tomó un enfoque aún más rígido en Topco (1972). En este caso, un
grupo de cadenas regionales de abarrotes formó una asociación para compras conjuntas
a fin de promover y comercializar mercancía de marca privada, la cual competía con
mercancía similar que ofrecían las cadenas nacionales de alimentos. Como en Sealy, la
Corte consideró que la unión que había sido creada con ese fin determinado era en sí
lícita. También en este caso la Corte utilizó una regla per se para rechazar las
restricciones territoriales que aseguraban a cada uno de los participantes que los otros
miembros de la co-inversión no utilizarían la marca privada para competir con él. La
Corte desdeñó las sugerencias de que evaluara las justificaciones de las restricciones
impugnadas, señalando que un estándar de razonabilidad más minucioso "dejaría a los
tribunales en libertad de divagar por áreas no exploradas de la teoría económica con el
fin de mantener un enfoque flexible”.
Sealy y Topco han sido analizados y criticados profundamente (ver Capítulo 5),
y ese examen no será repetido aquí. Sin embargo, cabe notar que en cada uno de estos
casos, un grupo de empresas más pequeñas se había unido con el fin de obtener las
eficiencias de las que disfrutaban los competidores más grandes, pero sin fusionarse de
manera permanente en una empresa más grande. El interrogante económico que la Corte
se negó a considerar 120 fue si las disposiciones restrictivas (que protegían la asignación
territorial de cada uno de los miembros de la co-inversión) eran necesarias para una
operación eficaz y si el daño provocado por esas disposiciones tenía un mayor peso que
los beneficios.
Una debilidad analítica clave en estas decisiones es que no logran darse cuenta
de cómo las restricciones contractuales pueden aumentar la eficiencia de la actividad
cooperativa. Tanto Sealy como Topco reconocieron que la transacción en cuestión
implicaba más que una restricción "absoluta" de la producción. Sin embargo, en
ninguno de estos casos reconoció la Corte que las restricciones territoriales eran
colaterales a los objetivos legítimos de la empresa y los apoyaban. Cualquier actividad
cooperativa implica problemas transaccionales difíciles porque los miembros de una co-
inversión tienen distintas capacidades, culturas firmes, y estilos gerenciales que afectan
120
Decisiones posteriores de la Corte Suprema han tomado un punto de vista más optimista en cuanto a la
habilidad de los tribunales para evaluar los argumentos de eficiencia. Ver Sylvania (1977); cf. Aspen
(1985) (enfatizando la ausencia de una justificación de eficiencia en la conducta exclusionaria de la
empresa dominante).
el gobierno y operación de una operación colectiva. Ver Armen A. Alchian y Harold
Demsetz, “Production, Information Costs, and Economic Organization”, 62 Am. Econ.
Rev. 777; Joseph F. Brodley, “Joint Venture and Antitrust Policy”, 95 Harv. L. Rev.
1521, 1529 (1982). Las restricciones contractuales en una co-inversión a menudo
aumentan la eficiencia de la colaboración al reducir los costos de transacción—en
particular al desalentar el oportunismo (por ejemplo, obtener algo sin pagar nada) por
parte de los participantes en la operación en cuestión. Ver Oliver E. Williamson, The
Economic Institutions of Capitalism 85-130 (1985); Benjamín Klein et al., “Vertical
Integration, Appropriable Rents, and the Competitive Contracting Process”, 21 J.L. &
Econ. 297 (1978).
Morgan se adelantó a desarrollos analíticos que cada vez más le dan forma a la
evaluación de las co-inversiones. La Corte Suprema no ha invalidado casos que tienden
a equiparar las restricciones colaterales con la fijación absoluta de precios o con
esquemas de asignación de mercado. Sin embargo, las decisiones de la Corte desde
mediados de la década de los setenta han adoptado un enfoque de orientación
económica que tiene un punto de vista más tolerante de las restricciones que son
subordinadas a la integración de las actividades económicas. Ver Joseph Catan,
“Antitrust Analysis of Technology Joint Ventures”, 61 Antitrust L.J. 937, 956-63
(1993). La Corte no ha validado invariablemente estas restricciones, pero ha invocado
mucho más la regla de la razón para determinar su legalidad. Ver BMI (en donde se
rechaza la ilegalidad per se del acuerdo horizontal en el que se establecen los precios de
materiales con derechos de autor); NCAA (en donde se aplica la regla de la razón para
evaluar las restricciones horizontales de producción impuestas por una co-inversión).
Estas decisiones han hecho que tribunales inferiores evalúen las restricciones colaterales
en formas similares. Compare, por ejemplo Northrop (9th Cir. 1983) (en donde se
rechaza la regla de ilegalidad per se en la evaluación de una co-inversión que obligaba
la asignación horizontal de clientes) con Freeman v. San Diego Ass'n of Realtors (9th
Cir. 2003) (la operación de múltiples listas del agente inmobiliario, las cuales eran
ilegales per se porque el acuerdo de la comisión no constituía un medio
"razonablemente adecuado" para lograr metas en pro de la competencia).
c. Ilustraciones Recientes
Años después, Sears, Roebuck and Company, emisor de la tarjeta rival Discover,
trató de ser miembro de Visa U.S.A., así como de emitir tarjetas Visa. La negativa de
Visa a permitir ésto fue validada por el Décimo Circuito, el cual se centró en el mercado
emisor "sorprendentemente no concentrado" y concluyó que la exclusión por parte de
Visa era una decisión razonable por parte de empresas que no tenían poder de mercado
para evitar que otros disfrutaran de sus esfuerzos sin pagar. SCFC ILC, Inc. v. Visa
USA, Inc. (10th Cir. 1994). 121
121
Para un análisis económico con un punto de vista opuesto y realizado por expertos contratados, ver
Dennos W. Carlton y Alan S. Frankel, “The Antitrust Economics of Credit Card Networks”, 63 Antitrust
L.J. 643 (1995); David S. Evans y Richard Schmalensee, “Economic Aspects of Payment Card System
and Antitrust Policy Toward Joint Ventures”, 63 Antitrust L.J. 861 (1995); y “Antitrust Economics of
Credit Card Networks: Reply to Evans and Schmalensee Comment”, 63 Antitrust L.J. 903 (1995).
bancos involucrados en el gobierno del sistema Visa emitieron números considerables
de tarjetas MasterCard, y viceversa. Se argumentó que ésto reducía el vigor de la
competencia entre los dos sistemas. Segundo, el Departamento de Justicia impugnó las
reglas de "exclusividad" de Visa y MasterCard, las cuales impedían al banco miembro
emitir las tarjetas Discover y American Express. El fallo del tribunal de distrito fue en
contra el Departamento de Justicia en cuanto al primer tema, aplicando la regla de la
razón y concluyendo que el gobierno no había demostrado suficiente daño a la
competencia, y el gobierno no apeló. Pero el fallo del tribunal fue a favor del
Departamento de Justicia en cuanto al segundo tema, y el Segundo Circuito lo afirmó.
United States v. Visa U.S.A., Inc. (2d Cir. 2003). Estos tribunales concluyeron que Visa
y MasterCard compiten con Discover y American Express en el mercado de "servicios
de red," y que tanto Visa como MasterCard, con participación de mercado de 47 y 26
por ciento, tienen poder de mercado en ese mercado—con base en esas participaciones
y, lo que es más importante, el testimonio de pruebas fácticas de que los
establecimientos no se negarían a aceptar la tarjeta si aumentaran las comisiones. El
daño a la competencia fue demostrado con base en la exclusión de Discover y American
Express y la experiencia contrastante en los mercados en el extranjero. La justificación
de Visa y MasterCard—que las reglas promovían la "cohesión" y la competencia inter-
familia-de-las-tarjetas—fue socavada por la dualidad misma que había sido defendida
con éxito. La ironía de que esa "dualidad" era un resultado de la aplicación (o de la mala
aplicación) de las normas antimonopolio pasó inadvertida.
Este trabajo fue pronto seguido por casos que significaron que los tribunales
enfrentarían más controversias que involucraban una conducta de oligopolio. En
Interstate Circuit (1939) y American Tobacco (1946), la Corte Suprema sugirió que la
Sección 1 podría proporcionar una herramienta flexible para atacar la conducta paralela
interdependiente. Estas decisiones se montaron en Socony (1940), en el cual se
prohibían todos los acuerdos expresos de "manipular" los precios y se confirmó una
condena por la vía penal de los demandados. En Socony se incrementaron los riesgos de
la coordinación horizontal directa, obligando a las empresas a recurrir a formas más
sutiles de obtener la participación de sus rivales para renunciar a una competencia de
precios agresiva.
Los crecientes peligros de una coordinación explícita han dado a las empresas
considerables incentivos para depender mucho más de tácticas que tengan menos
probabilidades de provocar una indagación gubernamental –en especial la investigación
de un gran jurado- y puedan ayudar a lograr los mismos resultados que las discusiones
directas de precios y producción. Además, como se explica más adelante, está surgiendo
erudición que explica cómo medios indirectos de coordinación pueden ser substitutos
eficaces del intercambio directo de garantías en cuanto a la conducta futura.
A. LOS ECONOMISTAS Y EL
PROBLEMA DEL OLIGOPOLIO
En las décadas de los setenta y los ochenta, el consenso estructuralista entre los
economistas se desmoronó, y ascendieron las perspectivas de la Escuela de Chicago. La
Escuela de Chicago planteaba dos objeciones básicas a los diagnósticos estructuralistas
del oligopolio. Como se describió en el Capítulo 5, las investigaciones de George
Stigler a mediados de la década de los sesenta sobre la colusión subrayaron las
dificultades que enfrentan los competidores al formar y ejecutar acuerdos explícitos de
frenar la producción. Stigler señaló que los miembros de un cartel no únicamente deben
elegir un precio común, sino también deben detectar y sancionar las desviaciones. Por
implicación, su obra socavó el supuesto estructuralista de que el mero reconocimiento
de la interdependencia haría que las empresas inexorablemente subieran sus precios en
paralelo. Si fuerzas centrífugas inherentes desintegraban a los carteles explícitos,
entonces los esfuerzos tácitos para coordinar los precios tenían aún más probabilidades
de desentrañarse al desviarse los miembros de la industria de los "acuerdos" convenidos
entre partes independientes. Cf. Brooke Group Ltd. v. Brown & Williamson Tobacco
Corp. (1993) ("La incertidumbre es el peor enemigo del oligopolio”). La segunda
objeción vino de Harold Demsetz, Yale Broten, y otros que plantearon sus dudas sobre
estudios anteriores que postulaban un fuerte vínculo positivo entre la concentración de
una industria y la rentabilidad. Sus investigaciones demostraron que no todas las
empresas en un mercado de oligopolio disfrutaban de utilidades supranormales,
sugiriendo que las empresas que lograban rendimientos mayores y participaciones de
mercado más considerables lo hacían a través de un desempeño superior –y no mediante
una coordinación con toda la industria.
La coordinación exitosa en estos modelos depende de qué tan bien realicen las
empresas dos tareas básicas. La primera consiste en identificar los principios
observables (los "puntos focales") alrededor de los que las empresas pueden organizar
sus decisiones de precios. Ver David M. Kreps, A Course in Microeconomic Theory
414-16 (1990). Por ejemplo, una empresa puede publicar un libro de precios indicando
las fórmulas que emplea para calcular los precios de sus distintos productos y pudiera
introducir los incrementos de precio anunciando que va a imponer un aumento del
mismo porcentaje para un grupo determinado de productos. El libro de precios indica a
los rivales cómo va a calcular sus precios esta empresa, y el porcentaje de aumento
común muestra qué tanto va a subir sus precios. Ésto revela la "solución" específica de
precios que la empresa busca lograr en todos los aumentos posibles de precio. La
segunda tarea consiste en convencer a los competidores de que la empresa castigará a
los rivales que no organicen su conducta de acuerdo con los puntos focales sugeridos.
Como se observó en el Capítulo 5, las empresas pueden utilizar distintas tácticas para
hacer amenazas creíbles a fin de sancionar las desviaciones. Por lo tanto, al poner
cláusulas de "igualar la competencia" o de "igualar o liberar" en sus contratos, el
proveedor puede detectar las reducciones de precio de sus rivales y comprometerse a
hacer lo mismo. Ver Steven C. Salop, “Practices that (Credibly) Facilitate Oligopoly
Co-ordination”, en New Developments in the Analysis of Market Structure 279-82
(Joseph E. Stiglitz y G. Frank Mathewson eds. 1986).
1. EXPANSIÓN DE LA DEFINICIÓN DE
"ACUERDO" BAJO LA SECCIÓN 1 DE LA
LEY SHERMAN
El que estas dificultades analíticas pudieran ser superadas con una teoría
alternativa fue sugerencia del Juez Posner. Ver Richard A. Posner, “Oligopoly and the
Antitrust Laws: A Suggested Approach”, 21 Stan. L. Rev. 1562 (1969). Posner señaló
que los mercados de oligopolio involucran una acción concertada en cuanto a que
manifiestan un acuerdo tácito de producción entre los vendedores. En un mercado
concentrado, los vendedores deben actuar de manera voluntaria para traducir su
dependencia mutua en precios de oligopolio. Ésto constituye un acuerdo de voluntades
aun cuando no exista una comunicación abierta entre los vendedores. Cada vendedor
comunica su oferta a los otros al restringir su producción (manteniendo así sus precios
arriba del costo marginal). Para que tengan éxito los precios de oligopolio, los rivales
del vendedor deben cooperar frenando su producción, también. Por lo tanto, argumentó
Posner, "la colusión tácita o los precios no competitivos no son inherentes a una
estructura de mercado oligopolista, pero, al igual que los carteles convencionales,
requieren de una conducta voluntaria por parte de los vendedores," viola la Sección 1.
Id. en 1578.
La Sección 2 ha probado ser un medio muy inadecuado para atacar los precios
de oligopolio. La prohibición en contra de la monopolización parece inútil, ya que
normalmente ningún oligopolista solo tiene poder de monopolio. La prohibición en la
Sección 2 contra las conspiraciones para monopolizar surgió brevemente como una
posibilidad en American Tobacco (1946), pero la interpretación restrictiva de la Corte
Suprema en cuanto al acuerdo que se requiere bajo el contexto de la Sección 1 en
Theatre Enterprises lógicamente también se extendió a las demandas de conspiración
bajo la Sección 2. Una decisión moderna sugiere que el delito—de conformidad con la
Sección 2—de intento de monopolización cubre la interacción directa entre empresas en
mercados concentrados aun cuando dicha interacción no resulte en un acuerdo. En
United States v. American Airlines, Inc. (5th Cir. 1984), el Quinto Circuito sostuvo una
demanda de intento de monopolización contra American Airlines derivada del esfuerzo
fracasado del director general de American en cuanto a convencer a su contraparte en
Braniff Airlines—por teléfono—de colaborar en la fijación de precios de rutas en las
que competían las dos empresas. El ejecutivo de Braniff rechazó la propuesta, pero
grabó la conversación telefónica y entregó la cinta al Departamento de Justicia.
American argumentó que únicamente se podía concluir que había habido un intento
ilícito si los dos ejecutivos hubieran convenido en subir los precios. Al rechazar este
punto de vista, el Quinto Circuito puntualizó que si el funcionario de Braniff hubiera
aceptado el ofrecimiento de fijación de precios del ejecutivo de American, "las dos
líneas aéreas, en el momento de la aceptación, hubieran adquirido poder de monopolio.
En ese mismo momento, el delito de monopolización conjunta se hubiera dado”.
En Boise Cascade Corp. v. FTC (9th Cir. 1980), la Comisión renovó su ataque
del precio de ya entregado al impugnar a productores de contrachapado conífero por
utilizar los cargos de flete ferroviario de Pacific Northwest para determinar el precio del
contrachapado producido en el sur de Estados Unidos. El fallo del Noveno Circuito fue
que el esquema basado en puntos y utilizado en toda la industria no violaba la Sección 5
porque la Comisión no había logrado ofrecer pruebas, ya sea de un "acuerdo abierto"
para participar en precios basados en puntos o pruebas de que el esquema impugnado
"de hecho tenía el efecto de fijar o de estabilizar los precios”. Poco después, en un caso
privado de daños triplicados y que implicaba la misma conducta, el fallo del Quinto
Circuito fue que las pruebas de prácticas idénticas en los precios de ya entregado más
los contactos entre los participantes, los cuales mostraban que tenían la oportunidad de
conspirar, era suficiente para que el jurado concluyera la existencia de un acuerdo de
conformidad con la Sección 1 de la Ley Sherman. Ver In re Plywood Antitrust
Litigation (5th Cir. 1981). Sin embargo, la importancia de este fallo puede verse
limitada por la historia procesal posterior a este caso. El Departamento de Justicia
presentó un escrito de coadyuvante ante la Corte Suprema alegando que eran necesarias
pruebas adicionales antes de que una mera colusión tácita pudiera respaldar la
conclusión de que existía una conspiración (por ejemplo, que la acción servía los
propios intereses de los participantes únicamente si todos aceptaban). Las partes
llegaron a un acuerdo extrajudicial y el mandato judicial fue sobreseído.
4. INVITACIÓN A COLUDIRSE
122
Para una perspectiva económica sobre este caso (por el perito de la FTC que dio testimonio), ver
George A. Hay, “Facilitating Practices: The Ethyl Case”, en The Antitrust Revolution 182-201 (John E.
Kwoka, Jr. y Lawrence J. White eds., 3d ed. 1999).
enfoques novedosos para abordar las invitaciones de colusión en los casos en los que la
conducta no constituía un acuerdo sujeto al escrutinio de conformidad con la Sección 1.
Si bien estos asuntos no tratan específicamente de oligopolios, utilizan teorías de
responsabilidad que fácilmente podrían ser aplicadas a las empresas en estos mercados.
En United States v. Ames Sintering Co. (6th Cir. 1990) (per curiam), el
Departamento de Justicia utilizó la ley federal relativa a fraude electrónico para
impugnar los esfuerzos de una empresa de utilizar llamadas telefónicas interestatales
para obtener la participación de un competidor en un plan para amañar las licitaciones.
Observando que la "Sección 1 de la Ley Sherman no proscribe los intentos," el Sexto
Circuito confirmó la condena del demandado por los cargos de fraude electrónico.
Desde entonces, los alegatos de fraude electrónico han aparecido frecuentemente en las
demandas entabladas por el Departamento de Justicia. Tomadas en su conjunto, las
impugnaciones de la FTC y del Departamento de Justicia -de los intentos de fijación de
precios- han hecho peligroso el participar en esa práctica, aun cuando no se llegue a un
acuerdo.
Si bien este objetivo ha sido en gran parte constante, los refinamientos a la teoría
de los oligopolios han cambiado la política relativa a fusiones en dos formas
importantes. El reconocimiento de la dificultad que enfrentan las empresas al tratar de
coordinar su conducta sin directamente intercambiar garantías ha ayudado a que los
tribunales y las dependencias que vigilan el cumplimiento de la ley toleren una mayor
concentración (y fusiones horizontales más grandes) de la que se consideraba aceptable
hace veinte años. Un segundo efecto ha sido centrar el análisis relativo a fusiones en una
forma más precisa en la evaluación de las características de la empresa y de la industria
que facilitan o frustran la coordinación explícita o tácita. La política actual sobre
fusiones depende de manera considerable en el viejo postulado de la teoría sobre
oligopolios en el sentido de que una concentración agregada mayor produce una mayor
probabilidad de una coordinación exitosa inter-empresas. Si bien este supuesto es el
objeto de un debate amplio y polémico, el análisis de las fusiones se ha tornado más
sofisticado al tratar de explicar por qué es o no probable que transacciones específicas
faciliten un ejercicio unilateral o colectivo de poder de mercado. Al mismo tiempo, la
experiencia que han tenido las dependencias antimonopolios con los viejos carteles
internacionales ha demostrado que sigue importando la concentración de la industria y
que la entrada, el poder del comprador y otros factores pueden no impedir largos
períodos de explotación del consumidor. Ver William J. Kolasky, “Coordinated Effects
in Merger Review: From Dead Frenchmen to Beautiful Minds to Mavericks” (Apr. 24,
2002), disponible en http://www.usdoj.gov/atr/public/speeches/11050.htm.
123
Turner se unió al Profesor Areeda para abogar por una forma de monopolización "objetiva" en su
influyente tratado, posición que ha sido conservada en la edición actual de esa obra aun cuando el autor
principal actual la rechaza. Ver III Philip E. Areeda y Herbert Hovenkamp, Antitrust Law ¶ ¶ 630-38
(2002).
acumularse en cuanto a que los ataques de amplio especto contra la concentración no
estaban ni analíticamente justificados y costaban mucho, surgió una oposición seria en
el ámbito académico, en las dependencias gubernamentales, así como en la comunidad
de negocios.
RESTRICCIONES VERTICALES
Los principios antimonopolios que rigen los acuerdos verticales han pasado por
ajustes extraordinarios en los últimos treinta años. En 1966, el Sub Procurador General
para Asuntos Antimonopolios, Donald Turner, señaló que él "no veía con buenos ojos
(o veía sin "hospitalidad") las restricciones verticales territoriales y a los clientes de
acuerdo con la tradición del derecho consuetudinario, pero las veía con malos ojos (o
inhóspitamente) de conformidad con la tradición de las leyes antimonopolios”. Donald
F. Turner, “Some Reflections on Antitrust”, en 1966 N.Y. State Bar Association
Antitrust Law Symposium 1, 1-2 (1966). El comentario de Turner captó la actitud
prevaleciente con respecto a las restricciones verticales en una era en la que la Corte
Suprema expandió las prohibiciones contra el mantenimiento del precio de reventa
("RPM", por sus siglas en inglés) y los arreglos de amarre y los límites draconianos
impuestos a las restricciones territoriales verticales, los acuerdos de trato exclusivo, así
como otros métodos de distribución. La herramienta que favorecía la Corte para sus
condenas era a menudo la regla de la ilegalidad per se.
En Continental T.V., Inc. v. GTE Sylvania, Inc. (1977), la Corte Suprema llevó a
la era del tratamiento antimonopolios extremadamente "inhóspito" de las restricciones
verticales a su fin. En términos de doctrina, Sylvania confirmó que la regla de la razón
regía las restricciones verticales que no fueran un RPM; y en términos más generales, la
decisión advirtió a los jueces que debían aplicar la regla de ilegalidad per se únicamente
cuando la conducta impugnada presentara graves peligros para la competencia. Como
modelo de análisis, Sylvania inyectó la teoría de precio a la corriente principal de la
política antimonopolios. La opinión del Juez Lewis Powell, a nombre de la Corte, se
basó considerablemente en literatura reciente de orientación económica, observando que
"una política antimonopolios divorciada de las consideraciones de mercado carecería de
puntos de comparación objetivos.
124
Esta simplificación ignora la cuestión de la integración del lado de la oferta. En una época, Ford Motor
Company era propietaria de una planta de acero, minas de metal de hierro, una línea de barcos de vapor,
una empresa ferroviaria local, operaciones de fabricación de vidrio para ventanas, y hasta de plantaciones
de hule.
Sin duda alguna, Sylvania mejoró el análisis antimonopolios de las restricciones
verticales. Sin embargo, Sylvania también ha creado—o por lo menos ha contribuido
a—cuatro problemas básicos que estudiaremos en este Capítulo. Primero, Sylvania hizo
una distinción importante—desde un punto de vista doctrinal, pero frágil desde un punto
de vista lógico—entre el mantenimiento del precio de reventa y las así llamadas
restricciones "ajenas al precio". Decisiones posteriores reconocen que el RPM y las
restricciones no relativas a precio tienen efectos económicos similares; sin embargo, la
Corte en repetidas ocasiones ha validado la regla per se para el RPM mínimo que se
adoptó por primera vez en Dr. Miles Medical Co. v. John D. Park & Sons Co. (1911). Si
bien sigue rindiendo homenaje a Dr. Miles, la Corte ha debilitado el efecto de la
prohibición per se contra el RPM al imponer obstáculos formidables en términos
probatorios y de perjuicio bajo las normas antimonopolios para los demandantes que
tratan de utilizar Dr. Miles y su progenie. Más recientemente, limitó la prohibición per
se a un RPM mínimo. State Oil Co. v. Khan (1997).
Como sugiere este comentario, las controversias sobre restricciones verticales a menudo
destacan la tensión entre eficiencia y el punto de vista populista de asegurar el bienestar
de los empresarios individuales, en especial de las empresas pequeñas. Sylvania y
algunas decisiones posteriores de la Corte han fortalecido la posición de los grandes
fabricantes de productos para el consumidor en sus tratos con minoristas pequeños, y
pueden haber fortalecido la posición de los minoristas grandes en sus tratos con los
fabricantes. Al hacer ésto, estos casos han estimulado los esfuerzos para revertir la
protección judicial posterior a Sylvania de la doctrina de restricciones verticales y para
volver a dar vigor a la aplicación de las normas contra las prácticas de restricción de la
distribución. Ver Warren S. Grimes, “Antitrust and the Systemic Bias Against Small
Business: Kodak, Strategic Conduct, and Leverage Theory”, 52 Case W. Res. L. Rev.
231 (2991); Jean Wegman Burns, “Vertical Restraints, Efficiency, and the Real World”,
52 Fordham L. Rev. 597 (1993). Pero ver Alan J. Meese, “Price Theory and Vertical
Restraints: A Misunderstood Relation”, 45 UCLA L. Rev. 143 (1997) ("New
Institutional Economics" demuestra que las restricciones verticales pueden mitigar el
fracaso del mercado).
Por lo tanto, quizá más que cualquier otra área de la ley antimonopolios, la
evolución de la doctrina de restricciones verticales muestra la influencia de la economía
en las normas jurídicas y revela la colisión de puntos de vista que rivalizan en cuanto a
cuáles deben ser las metas adecuadas del derecho de la competencia. El desarrollo de
criterios para las prácticas verticales también esclarece temas que encontramos primero
al analizar las restricciones horizontales en los Capítulos 5 y 6—en particular la tensión
entre las pruebas per se y de la regla de la razón, el contenido de la indagación de
razonabilidad, y la reciente tendencia de la Corte Suprema de ajustar los requisitos
probatorios y de perjuicio bajo las normas antimonopolios a fin de moderar el efecto de
los criterios de responsabilidad nominalmente contundentes.
125
Esta discusión supone un modelo de distribución sencillo de dos niveles, el cual consiste de fabricantes
y minoristas. Son comunes en la industria las configuraciones más complejas que incluyen a mayoristas,
agentes, y otros prestadores de servicios, pero no cambian el análisis básico con relación al derecho de la
competencia.
tendencia de la empresa será a integrarse y operar tanto en el nivel de manufactura
como en el de menudeo; por otra parte, la empresa operará a sólo un nivel y no se
expandirá verticalmente si el recurrir a transacciones del mercado intermedio resulta
menos costoso. Ver Oliver Williamson, Transaction Cost Economics, en 150-59. La
integración vertical por lo general resulta de los esfuerzos de la empresa para lograr
eficiencias—es decir, costos inferiores—a los que no tiene acceso con otros arreglos de
mercado como lo serían los contratos. Es posible que existan otras razones, pero es
menos probable que sean las que controlen. 126
Las empresas que se integran verticalmente sobre una base menos formal—es
decir, a través de contratos—frecuentemente tratan de obtener ahorros transaccionales
similares. Es posible que una empresa trate de obtener un suministro o producción
estables mediante un acuerdo de trato exclusivo a largo plazo o requiriendo que los
distribuidores que compren su producto para reventa concentren sus ventas y esfuerzos
de publicidad en territorios asignados. Por otra parte, este tipo de restricción—en
especial cuando tratan de restringir el precio al que el distribuidor puede revender el
producto—puede meramente enmascarar los esfuerzos de los fabricantes o de los
distribuidores para fijar los precios horizontalmente. O el productor puede tratar de
extraer un precio de monopolio a nivel minorista porque no lo puede hacer en el punto
de manufactura.
Las restricciones verticales que se están considerando aquí caen en una de dos
categorías: las que restringen la distribución de un producto y las que excluyen a
empresas competidoras de un mercado o les impiden la entrada. El RPM es típico de lo
primero, mediante lo cual el fabricante especifica un precio mínimo al cual su producto
puede ser revendido a consumidores minoristas. Un ejemplo de lo segundo son las
cláusulas de amarre mediante las que el fabricante condiciona la venta de un producto a
que el comprador le compre un segundo producto. Conceptualmente estas prácticas son
distintas, aun cuando las leyes antimonopolios a menudo las junte. Las restricciones de
distribución, en esencia, son acuerdos entre empresas de eliminar una cierta
competencia entre ellas; por ende, en cierto grado son análogas a los carteles de precio o
126
Para un argumento en el sentido de que, durante la última década, los incrementos en la población y el
ingreso, y los decrementos en los impedimentos tecnológicos y políticos para el comercio, han hecho
progresivamente que la integración vertical resulte menos atractiva, ver Richard N. Langlois, “The
Vanishing Hand: The Changing Dynamics of Industrial Capitalism”, 12 Indus. & Corp. Change 351
(2003).
territoriales. Por otra parte, las prácticas exclusionarias son intentos de excluir a rivales
a través de acuerdos entre compradores y vendedores en lugar de un vendedor que
ofrece productos a precios más bajos. Por lo tanto, muchos de los casos de boicot que
analizamos en el Capítulo 5 caen en esta categoría.
Como punto preliminar final, hay que tener en mente que las restricciones
contractuales verticales y la integración vertical a menudo son substitutos uno del otro.
Al organizar la producción y la distribución, la empresa debe decidir qué actividades
vale la pena realizar internamente y qué funciones conviene subcontratar a entidades
comerciales aparte. La política antimonopolios debe tratar estos enfoques siempre de la
misma forma a fin de permitir a la empresa elegir el conjunto de estrategias que reduzca
sus costos de transacción al mínimo. Ver Michael L. Katz, “Vertical Contractual
Relationships”, Handbook of Industrial Organization 715 (Richard Schmalensee y
Robert D. Willig eds., 1989).
B. RESTRICCIONES A LA DISTRIBUCIÓN
Los acuerdos RPM entre el fabricante y sus distribuidores pueden tener varias
funciones. La mayor parte de las decisiones en casos de derecho de la competencia se
han centrado en los probables perjuicios del RPM. Por ejemplo, los minoristas pueden
formar un cartel para fijar precios a los que venderían determinados productos; debido a
la dificultad jurídica para hacer cumplir ese acuerdo, presionan al fabricante para que lo
haga cumplir por ellos. O es posible que el fabricante imponga el RPM a sus
distribuidores para asegurar que se apeguen a la conspiración de fijación de precios (o
colusión oligopolista tácita) con otros productores; con un RPM en toda la industria, el
fabricante que tratara de hacer trampa al cartel no obtendría ninguna ventaja al ocultar
los precios a sus distribuidores ya que el resultado no sería el de mayores ventas. Los
comentaristas que avalan la prohibición per se contra del RPM frecuentemente
enfatizan la utilidad de esta regla para disuadir y atacar la conducta horizontal del cartel.
Ver John J. Flynn y James F. Ponsoldt, “Legal Reasoning and the Jurisprudente of
Vertical Restraints: The Limitations of Neoclassical Economic Analysis in the
Resolution of Antitrust Disputes”, 62 N.Y.U. L. Rev. 1125 (1987); cf. VIII Phillip E.
Areeda y Herbert Hovenkamp, Antitrust Law ¶ 1604 (2d ed. 2004) (el riesgo de
coerción a los distribuidores es serio pero no justifica la regla per se).
No obstante, hay otras razones por las que el fabricante puede tratar de obtener
un acuerdo de RPM con sus distribuidores. Destacan tres posibles justificaciones a favor
de la competencia. Primero, puede convenir al fabricante que los minoristas ofrezcan un
servicio eficaz a sus clientes (por ejemplo, en computadores personales) o que el
producto sea mejor promovido en toda un área a fin de atraer compradores (por
ejemplo, cosméticos y otros artículos de farmacia). El determinar un precio mínimo al
menudeo, que sea efectivo, induce a los distribuidores a competir de manera más
agresiva en criterios no basados en el precio tales como servicio (reparaciones,
devoluciones, crédito) y promoción (publicidad). Ver Howard P. Marcel, “The Resale
Price Maintenance Controversy: Beyond the Convencional Wisdom”, 63 Antitrust L.J.
59 (1994); Benjamín Klein & Kevin M. Murphy, “Vertical Restraints as Contract
Enforcement Mechanisms”, 31 J.L. & Econ. 265 (1988); Victor Goldber, “The Free
Rider Problem, Imperfect Pricing and Economics of Retailing Services”, 79 Northwest
Wholesale. L. Rev. 736 (1984); Lester G. Telser, “Why Should Manufacturers Want
Fair Trade?”, 3 J.L. & Econ. 86 (1960). La competencia no basada en precio aumentaría
los costos de cada vendedor hasta que, en un mercado minorista competitivo, el costo
marginal de los distribuidores igualara el precio de RPM. La Figura 10 ilustra este
efecto.
MC2
P
MC1
A B
prpm
D2
D1
q1 q2 Q
Inicialmente, el precio de RPM (Prpm) hará intersección con la curva de la
demanda (D1) y equilibrará el mercado a un nivel (Punto A) bien por encima del costo
marginal (MC1) del minorista; resultando en la demanda de los consumidores de la
cantidad limitada (q1) con el rendimiento supracompetitivo del minorista igual al área
sombreada. Pero estos rendimientos supranormales se disiparían rápidamente bajo la
presión de una competencia no basada en precio. Habría una nueva y mayor demanda
(D2) porque un mejor servicio y promoción hacen que el producto sea más valioso para
un grupo más amplio. Al competir los distribuidores entre sí, con base en servicio y
promoción, subiría el costo marginal (MC2); el nuevo equilibrio (Punto B) eliminaría el
"exceso" de utilidades al aumentar la producción (a q2).
Todo ésto no significa que el resultado en Dr. Miles, y los casos posteriores que
condenaron el RPM, sean siempre erróneos. Sin embargo, los estudios empíricos
modernos y las investigaciones teóricas han planteado dudas sobre la sabiduría de una
regla que categóricamente prohíbe el RPM. Ver Pauline M. Hipólito, “Resale Price
Maintenance: Economic Evidence From Litigation”, 34 J. L. & Econ. 263 (1991). De
hecho, un número creciente de comentaristas está de acuerdo en que una regla
incondicional de ilegalidad per se es inadecuada. Ver Barbara Ann White, “Black and
White Thinking in the Gray Areas of Antitrust: The dismantling of Vertical Restraints
Regulation”, 60 Geo. Was. L. Rev. 1, 53 (1991). Hasta los observadores que revisan el
RPM con sospecha y avalan un estándar estricto para prohibirlo reconocerían las
excepciones a la condena per se para los nuevos entrantes, nuevos productos, o
empresas en problemas. Ver Robert Pitofsky, “In Defense of Discounters: The No-Frills
Case for a Per Se Rule Against Vertical Price Fixing”, 71 Geo L.J. 1487, 1495 (1983).
La política gubernamental moderna sobre la vigilancia de la aplicación de las
normas implícitamente reconoce la lógica de eficiencia en el RPM. Como se mencionó
en el Capítulo 5, el Departamento de Justicia frecuentemente enjuicia la fijación
horizontal de precios por la vía penal. El RPM ha sido ilícito per se durante más de
nueve décadas; sin embargo, son casi inexistentes los enjuiciamientos por la vía penal
por fijación vertical de precios. Desde 1974 (cuando el Congreso reformó la Ley
Sherman y elevó la violación de esta ley de delito no grave a delito grave) hasta 2003, el
Departamento de Justicia entabló un solo caso por la vía penal contra un episodio de
fijación puramente vertical de precios. Ver United States v. Cuisinarts, Inc. (D. Conn.
1981) (resolución consentida). En ese mismo período, dicho Departamento inició más
de 1000 acciones por la vía penal contra la fijación horizontal de precios. Si se
considerara ampliamente que el RPM es tan pernicioso como la fijación horizontal de
precios, dicho Departamento supuestamente hubiera realizado un esfuerzo mucho más
agresivo para multar o encarcelar a los fijadores verticales de precios. Las dependencias
federales muy rara vez entablan acciones contra el RPM (y aun ésto es poco probable
bajo el liderazgo actual). Los estados se han convertido en los principales actores en
casos RPM entablados por el gobierno, y aproximadamente una vez al año anuncian una
nueva resolución consentida RPM.
ARCO fue importante por dos razones. Primero, el requisito de perjuicio bajo las
leyes antimonopolios redujo de manera considerable la capacidad de los demandantes
particulares a recuperar daños por un RPM máximo. Para obtener el pago de daños
triplicados, los demandantes particulares ahora estaban obligados a probar que se había
fijado un precio máximo a un nivel predatoriamente bajo—probablemente haciendo
referencia a los criterios precio-costo que han utilizado los tribunales en su evaluación
de las demandas de determinación predatoria de precios de conformidad con la Sección
2 de la Ley Sherman (ver Capítulo 4). Este requisito probatorio debilitó el efecto
práctico del criterio de responsabilidad per se nominalmente estricto. ARCO también
cuestionó la capacidad de los demandantes particulares para recuperar daños por un
RPM mínimo, tema que se discute más adelante.
La doctrina de perjuicio bajo las leyes antimonopolios (ver capítulo 12) requiere
que los demandantes prueben "perjuicio del tipo que las leyes antimonopolios tienen la
intención de impedir y que se derive de lo que hace que los actos de los demandados
sean ilícitos”. Brunswick Corp. v. Pueblo Bowl-O-Mat, Inc. (1977). Como se señaló
127
Ni el escrito del coadyuvante de Estados Unidos y la FTC (el cual apoyaba la anulación de Albrecht)
ni el de un grupo de más de 30 estados (los cuales se oponían) identificaron ninguna acción de
exigibilidad en base sólo a la regla per se en Albrecht. Dos de los autores firmaron escritos de
coadyuvantes (uno para la FTC) respaldando la anulación de la regla.
anteriormente, ARCO aplicó esa doctrina para socavar la exigibilidad privada de la
prohibición del RPM máximo. Sus implicaciones para la exigibilidad del RPM mínimo
eran más ambiguas. ARCO tiene dos lecturas posibles. Una lectura enfatiza que la Corte
en ARCO concluyó que el perjuicio al demandante "no se parece a ninguno de los
peligros potenciales que se describen en Albrecht" (para justificar la prohibición de un
RPM máximo). ARCO. La Corte analizó en detalle cada una de las justificaciones en
Albrecht (como el riesgo de que los precios pudieran tener un tope a un nivel demasiado
bajo para permitir que se prestaran los servicios deseados) y, encontrando que ninguna
aplicaba al demandante (un competidor descontento), concluyó que no había suficientes
pruebas para concluir perjuicio de conformidad con las leyes antimonopolios. La otra
lectura enfatiza la aseveración de la Corte en ARCO en el sentido de que "un
demandante únicamente puede ser indemnizado por daños si la pérdida se deriva de
algo que reduzca la competencia o que tenga un efecto debido a la conducta del
demandado", y su discusión de la distinción entre un perjuicio derivado de "efectos
perjudiciales para la competencia" y de "un impacto favorable para la competencia”.
ARCO (Énfasis de la Corte).
3. CONSIGNACIONES Y DISTRIBUCIÓN
A TRAVÉS DE AGENTES
Los precedentes judiciales desde GE han visto una retirada judicial continua de
la regla y una búsqueda infructuosa de una justificación razonable para el resultado.
Algunos casos atacaron la legitimidad de la consignación, cuestionando si los
minoristas eran verdaderamente agentes del fabricante. Ver United States v. Masonite
Corp. (1942). En Simpson v. Union Oil Co. (1964), el fallo de la Corte fue que Union
Oil había violado la Ley Sherman al fijar los precios al menudeo de sus consignatarios
de gasolineras. Simpson distinguió a GE con base en que el poseedor de la patente tenía
derecho a restringir los precios del titular de la licencia—aunque la opinión disidente
del Juez Potter Stewart correctamente hizo notar que este argumento se relacionaba con
un fallo totalmente aparte en GE (ver p. 486-88, infra). Tampoco podía la Corte
distinguir efectivamente la legitimidad de las relaciones de agencia. En cambio, la Corte
declaró que no permitiría que "un 'dispositivo de consignación'" se "utilizara para cubrir
un vasto sistema de distribución de gasolina, fijando el precio a través de puntos de
venta al menudeo," y que no permitiría que Union Oil ejerciera "coerción" en sus
agentes nominales "que en realidad son pequeños competidores sin recursos que tratan
de conseguir clientes minoristas”. Al mismo tiempo, la Corte trató de proporcionar
certidumbre de que por lo menos algunos acuerdos de consignación podrían ser
validados. La Corte reafirmó que "el propietario de un artículo lo puede enviar a un
distribuidor, el cual a su vez puede decidir venderlo sólo a un precio determinado por el
propietario. Ese tipo de acuerdo no tiene nada de ilegal.
128
GE probablemente utilizó este acuerdo para discriminar precios entre sus clientes industriales y
minoristas; quería evitar el arbitraje—para evitar que los clientes industriales compraran lámparas
eléctricas a precios inferiores y las revendieran a usuarios minoristas que competían con GE pero a un
precio más bajo.
costos considerables, es probable que la empresa petrolera se integre hacia adelante y
establezca puntos de venta minoristas propiedad de la empresa –lo cual difícilmente
apoya a los minoristas a los que la Corte trató de proteger. De hecho, sólo quince años
antes, en Standard Oil Co. v. United States (1949), el Juez Douglas (autor de Simpson)
había disentido de la decisión de la Corte de prohibir un acuerdo de trato exclusivo entre
un refinador importante y sus minoristas independientes que vendían gasolina (ver infra
pp. 395-96). El Juez Douglas advirtió que el imponer límites estrictos a los tratos
exclusivos llevaría a los refinadores a integrarse hacia adelante al menudeo y acabaría
con las oportunidades para los minoristas independientes.
4. DISTRIBUIDORAS EXCLUSIVAS/ÚNICO
PUNTO DE VENTA
Si bien las restricciones relativas a clientes han tenido sus altibajos en las leyes
antimonopolios (ver más adelante), los tribunales durante mucho tiempo se han dado
cuenta del potencial a favor de la competencia que tienen las distribuidoras exclusivas
(también conocidas como único punto de venta). 129 El mismo caso, United States v.
Arnold, Schwinn & Co. (1967), el cual dio tantos problemas con respecto a las
restricciones al cliente, explícitamente dio su bendición a las distribuidoras exclusivas:
"el fabricante de un producto, del que otras marcas equivalentes estén fácilmente
disponibles en el mercado, puede seleccionar a sus clientes, y para este propósito puede
otorgar una 'franquicia' a determinados distribuidores a los que, únicamente, les va a
vender sus productos”. Los evidentes beneficios potenciales de inspirar un menudeo
vigoroso al limitar la venta a un solo minorista convencieron al tribunal en una larga
serie de casos a que validara este tipo de arreglo –ya sea que la idea haya sido originada
por el fabricante o por el minorista. Ver, por ejemplo, Packard Motor Car Co. v.
Webster Motor Car Co. (D.C. Cir. 1957).
Durante casi cuarenta años, hubo incertidumbre sobre si un fabricante con dos
distribuidores podía acordar con uno de ellos que fuera su único punto de venta (dando
por terminado al segundo distribuidor) sin correr el riesgo de una condena por incurrir
en un boicot de grupo per se ilegal de conformidad con Klor's Inc. v. Broadway-Hale
Stores, Inc. (1959). Esa traviesa opinión había sido tan insuficientemente clara que
únicamente abarcaba el acuerdo horizontal entre un grupo de competidores para dar por
terminado a un distribuidor. (Es probable que la ambigüedad haya sido el resultado de
que la teoría haya sido modificada por la intervención del Fiscal General del Estado ante
la Corte Suprema. Ver Stephen Calkins, “The Antitrust Conversation”, 68 Antitrust L.J.
625, 639 (2001).) En NYNEX Corp. v. Discon, Inc (1998) la Corte, de manera firme,
colocó a Klor's en la caja horizontal que le correspondía. "La libertad de cambiar de
proveedor se encuentra muy cerca de la esencia del proceso de competencia que las
leyes antimonopolios tratan de alentar”.
5. RESTRICCIONES TERRITORIALES
Y RELATIVAS A CLIENTES
Qué tan convincentes sean estos argumentos depende de varias preguntas para
las que todavía no ha habido respuesta. Si la competencia intermarca es vigorosa, no
parecería importante qué restricciones imponga el fabricante o minorista al otro—
siempre y cuando dichas restricciones no enmascaren precios horizontales o un cartel
territorial. A menos de que se restrinja la integración vertical—por lo menos mediante el
crecimiento interno—, y ese generalmente no es el caso, la elección que haga el
fabricante de técnicas de distribución al parecer no debe limitarse; estas técnicas
aparentemente son diseñadas para aumentar la eficiencia productiva, en última instancia
bajando los precios y aumentando la producción. Las reglas que inhiben la integración
por contrato pueden forzar al fabricante a seleccionar métodos menos eficientes (es
decir, más costosos) tales como la expansión interna o una fusión. El permitir que el
fabricante diseñe su propio sistema de distribución debe vigorizar la competencia
intermarca y facilitar las nuevas entradas—en especial ya que se pueden diseñar
empresas a menor escala; es decir, es probable que la alternativa de una integración
vertical hacia adelante requiera de una mayor inversión de capital.
Un ejemplo acentúa esta idea. Suponga que usted fabrica bicicletas y quiere
competir con Fuji y otros importantes productores de bicicletas. Al proteger a sus
distribuidores de la competencia de otros vendedores de sus bicicletas, cada uno de sus
distribuidores se esforzará más por hacer publicidad de la marca de usted en su territorio
y de dar servicio a los productos de usted con el fin de que regresen los clientes. En esta
forma, usted puede limitar su inversión de capital a lo necesario para producir bicicletas;
usted no tendrá que establecer y mantener numerosos puntos de venta minoristas.
Schwinn fue criticado desde casi todos los rincones. Desde la academia, la nueva
economía de costo de transacción—en especial su análisis de los que aprovechan los
esfuerzos de otros sin pagar nada- jugó un papel central para demostrar cómo habían
errado en Schwinn. El razonamiento del costo de transacción reveló que "los contratos
verticales no estándar no son inherentemente misteriosos, objeto de sospecha, e
indicativos de poder de mercado" y creó "un marco para entender por qué han
evolucionado algunos tipos particulares de acuerdos contractuales por razones que no
son el poder de mercado”. Paul L. Joskow, “The Role of Transaction Cost Economics in
Antitrust and Public Utility Regulatory Policies”, 7 J.L. Econ. & Org. 53, 60 (1991). En
la comunidad de negocios, los fabricantes, los distribuidores, y los minoristas pronto
encontraron difícil aceptar la regla en Schwinn, ya que a menudo les imponía costos más
altos dependiendo de la forma de organización o naturaleza de la transacción de
distribución. Trataron de salir de su alcance mediante dispositivos alternativos pero
similares: asignando áreas de "responsabilidad principal" a los distribuidores,
incluyendo "cláusulas de lugar" en los contratos de franquicia, estipulando "no inclusión
en las utilidades," y cláusulas similares. Los tribunales inferiores frecuentemente
ayudaban a este proceso a través de arduos esfuerzos para limitar Schwinn a los hechos
del mismo o distinguir su tratamiento de asignaciones territoriales de estas -
supuestamente menos inclusivas- alternativas. Al enfrentar este ataque con dos aristas –
la crítica directa y la indirecta-, la Corte Suprema, en el siguiente caso de distribución
vertical que recibió, invalidó Schwinn, y anunció un criterio de regla de la razón.
Continental TV, Inc. v. GTE Sylvania Inc. (1977) bien puede ser el caso
antimonopolios más importante desde Socony y Alcoa en la década de los cuarenta. Ver
Timothy J. Muris, “GTE Sylvania and the Empirical Foundations of Antitrust”, 68
Antitrust L.J. 899 (2001) (describe a Sylvania como un " cambio completo " en el que la
Corte tomó varios pasos cruciales). Como fabricante de aparatos de televisión, Sylvania
tenía una participación minúscula (1-2 por ciento) del mercado de Estados Unidos en
comparación con RCA, Zenith, y Magnazos (60-70 por ciento). En 1962 Sylvania
abandonó su distribución de saturación a través de mayoristas independientes o
propiedad de la empresa y empezó a vender directamente a un grupo más pequeño de
minoristas que tenían una franquicia. Estos distribuidores estaban en libertad de vender
y de enviar su mercancía a cualquier parte y a todo tipo de clientes. Pero Sylvania
determinaba cuántos minoristas asignar a cualquier área geográfica y requería que sus
distribuidores convinieran en operar únicamente desde la plaza aprobada.
El nuevo enfoque de comercialización pareció tener éxito. En tres años, la
participación de Sylvania de las ventas nacionales de televisores había aumentado a 5
por ciento. Sin embargo, surgió un conflicto con uno de sus franquiciatarios cuando
Sylvania, insatisfecha con las ventas totales de televisores en San Francisco, designó a
un distribuidor adicional para atender esa área. El demandante, un distribuidor de
Sylvania en esa área, no estuvo de acuerdo y, después de no lograr un entendimiento
con Sylvania, mudó su tienda a Sacramento. Ésto violaba la cláusula de lugar en el
contrato de franquicia, y Sylvania la dio por terminada, suscitando la demanda. Ante la
Corte Suprema, el tema a definir era si la cláusula relativa a lugar era permisible o era
ilegal per se como había sido el fallo del tribunal de primera instancia. 130 Después de
una cuidadosa revisión de Schwinn y las críticas económicas de su enfoque analítico, la
Corte avaló una determinación del equilibrio caso por caso de los efectos en la
competencia, a fin de someter a prueba las restricciones verticales ajenas al precio. Si
bien Sylvania incluía cláusulas relativas a lugar, que frecuentemente se dice son menos
inclusivas y por ende no tan restrictivas como las restricciones territoriales en Schwinn,
la Corte no encontró ningún fundamento para distinguir entre las dos restricciones, ya
que ambas implicaban sistemas de franquicia que de una manera efectiva impedían una
competencia importante intra-marca.
Al sostener que las restricciones territoriales verticales ajenas al precio deben ser
sometidas a prueba bajo el criterio de razonabilidad, el nuevo análisis de la Corte
enfatizó los propósitos que salvan a este tipo de arreglo y sus posibles beneficios. Se
permitió a Sylvania buscar métodos de distribución más eficientes porque la rivalidad
intermarca—la competencia entre diferentes fabricantes de televisores—aumentaría así.
Y, mientras hubiera competencia a nivel intermarca, era probable que estos beneficios
tuvieran un mayor peso que la limitación necesariamente menos importante de la
rivalidad intra-marca —rivalidad entre los distribuidores de televisores Sylvania.
130
El juez de primera instancia en Sylvania fue el Juez de la Corte Suprema ya jubilado Tom Clark, quien
fue designado para conocer del caso. Había estado en funciones en la Corte en 1967 cuando se decidió
Schwinn pero no había participado en ese caso. El disentimiento del Juez Clark en White Motor había
instado a la adopción del criterio per se que posteriormente se aprobó en Schwinn. En parte como
resultado del papel que desempeñó Clark en el juicio, Sylvania fue el primer caso en varios aspectos
relativos al derecho de la competencia: fue la primera vez que la Corte expresamente invalidó una
doctrina importante en el derecho de la competencia; fue la primera vez que la Corte Suprema revertió,
por un error de derecho, a un ex colega que tenía conocimiento del caso como juez de primera instancia;
y, como se hizo notar en el Capítulo 3, fue la primera adopción explícita de la Corte del enfoque de la
Escuela de Chicago para someter a prueba una conducta comercial bajo las leyes de competencia.
distribución eficiente. Por ende, la Corte concluyó que, en general, las restricciones a la
distribución no basadas en precio producen suficientes beneficios económicos para
justificar un análisis de regla de la razón. La Corte "no cerró la posibilidad de que
aplicaciones particulares de las restricciones verticales pudieran justificar la prohibición
per se, "pero enfatizó que cualquier" desviación del criterio de regla-de-la-razón debe
basarse en un efecto económico demostrable en lugar de en el trazo de líneas
formalistas—como en Schwinn”.
Tampoco dejó claro Sylvania cómo debía aplicarse la regla de la razón, quién
debía tener la carga de persuasión con respecto a la medición de los efectos intra e
intermarca, o qué justificaciones merecían una consideración especial. En su discusión
de la regla de la razón, el Juez Powell citó ampliamente la fórmula abierta de la regla de
la razón del Juez Brandeis en Chicago Bd. of Trade y dio una escasa orientación
adicional en cuanto al significado de la regla o el enfoque adecuado en su implantación
para evaluar las restricciones verticales ajenas al precio. La Corte—en Sylvania—
enumeró varias lógicas de eficiencia, las cuales pudieran justificar las restricciones
ajenas al precio (por ejemplo, impedir que se aprovechen de los esfuerzos de otros sin
pagar nada, facilitar la penetración de mercado, asegurar la calidad del producto y la
seguridad del consumidor), pero no enfatizó ningún factor sobre otro. Más bien, la
Corte puntualizó que el investigador de los hechos debe ponderar "todas las
circunstancias" en su análisis de la restricción.
Muchos observadores han criticado el que Sylvania no haya logrado definir de
manera rigurosa el contenido y el marco de una indagación de regla de la razón para las
restricciones ajenas al precio. Ver Assam Drug Co. v. Millar Brewing Co. (1986);
Herbert Hovenkamp, Federal Antitrust Policy § 11.6 (2d ed 1999). Decisiones
posteriores de tribunales inferiores se han centrado en dos criterios principales, los
cuales identificó el Juez Powell en Sylvania, a fin de determinar si la conducta
impugnada es razonable. Ver Richard M. Steuer, “The Turning Points in Distribution
Law”, 35 Antitrust Bull. 467, 513-18 (1990); Ernest Gellhorn y Teresa Tatham,
“Making Sense Out of the Rule of Reason”, 35 Case W. Res. L. Rev. 155, 170-77
(1985). El primero consiste en si es probable que el acuerdo tenga un "efecto
permanente" en la competencia inter-marca. Muchos casos han avalado el uso de un
"filtro" de poder de mercado para evaluar la capacidad del demandado de socavar la
competencia inter-marca. Por lo general, los tribunales han confirmado las restricciones
ajenas al precio, las cuales emplean las empresas que carecen de poder de mercado
inter-marca considerable. Ver Ezzo's Investments, Inc. v. Royal Beauty Supply, Inc. (6th
Cir. 2001); Murrow Furniture Galleries v. Thomasville Furniture Indus. (4th Cir.
1989); Valley Liquors, Inc. v. Renfield Importers, Ltd. (7th Cir. 1982). Pero también ver
Eiberger v. Sony Corp. of America (2d Cir. 1980) (invalida la restricción territorial de
una garantía impuesta por uno de los principales fabricantes de aparatos electrónicos
con una participación de mercado de 12 por ciento, la cual estaba teniendo un rápido
crecimiento). 131
Varios años después de Sylvania, Richard Posner propuso una regla de legalidad
per se para todas las restricciones verticales. Ver Richard A. Posner, “The Next Step in
131
El resultado a favor del demandante y el razonamiento en Eiberger pueden ser una anomalía hasta en
el Segundo Circuito. Ver, por ejemplo, New York v. Anheuser-Busch, Inc. (E.D.N.Y. 1993) (criticó a
Eiberger y rechazó la impugnación de las restricciones territoriales verticales impuestas por el
demandado fabricante de cerveza, las cuales representaban el 39 por ciento de las ventas en el mercado
asumido). (Uno de los autores fue abogado de uno de los demandados en este caso.) Por otra parte, las
restricciones impuestas por un acuerdo formulado por un minorista entre un grupo de fabricantes
competidores son tratadas en una forma más dura. Ver Toys "R" Us, Inc. v. FTC (7th Cir. 2000)
the Antitrust Treatment of Restricted Distribution: Per Se Legality”, 48 U. Chi. L. Rev.
6 (1981). Los tribunales no han avalado formalmente este punto de vista, pero los
resultados en las decisiones reportadas desde 1977 indican que la aplicación de la regla
de la razón a las restricciones verticales ajenas al precio casi ha sido equivalente a una
regla de legalidad per se para esa conducta. 132 Desde Sylvania, las restricciones
verticales ajenas al precio rara vez no han logrado subsistir al escrutinio bajo la prueba
de la regla de la razón. Ver Douglas H. Ginsburg, “Vertical Restraints: De Facto
Legality Under the Rule of Reason,” 60 Antitrust L.J. 67 (1991). Ésto sugiere que los
tribunales por lo general suponen que las restricciones verticales ajenas al precio están
diseñadas para aumentar la eficiencia y deben ser permitidas excepto en circunstancias
extraordinarias.
132
Durante cierto tiempo, el problema de "distribución dual" generó una industria artesanal de litigio, ya
que se preguntaba a los tribunales si una restricción era vertical u horizontal cuando la imponía un
fabricante que era parte de su propio mayoreo o menudeo. A la larga, los tribunales resolvieron tratarlas a
todas como involucrando restricciones verticales. Ver Electronics Communications Corp. v. Toshiba Am
Consumer Proas., Inc. (2d Cir. 1997) (recopilación de casos).
minorista en particular. Por lo menos, esa es la teoría básica. Sin embargo, la realidad
rara vez es así de sencilla, y muchos casos han cuestionado si las acciones de un
fabricante en particular eran unilaterales o constituían un acuerdo exclusionario con
algunos de sus distribuidores.
Los esfuerzos de la Corte Suprema para limitar el alcance de Dr. Miles han
creado la anomalía de tener dos pruebas jurídicas—en cierta forma diferente—para
determinar si existe un "acuerdo" relacionado con el precio de conformidad con la
Sección 1 de la Ley Sherman, dependiendo de si la conducta es horizontal o vertical.
Como se discutió en el Capítulo 6, un acuerdo horizontal de fijación de precios, sujeto a
una prohibición per se bajo Socony, puede ser inferido de una conducta conciente de
precios paralelos acompañada de factores adicionales suficientes (aun cuando, como se
133
Gran parte del desarrollo actual de la ley, si así se le puede llamar, es a través de declaraciones de
política y resoluciones consentidas. Por ejemplo, la FTC emitió una declaración de política en 1980
señalando que los programas cooperativos de publicidad, a través de los cuales los fabricantes subsidian
la publicidad de los distribuidores, no podía condicionarse a que el distribuidor se abstuviera de anunciar
descuentos. La FTC rescindió esta política en 1987 e indicó que juzgaría los programas cooperativos de
publicidad que restringían precios bajo la regla de la razón (y en general los vería con buenos ojos). In re
Advertising Checking Bureau (FTC 1987). Sin embargo, más recientemente, la Comisión sostuvo que un
plan de "precio mínimo anunciado" en toda la industria ilegalmente condicionaba la ayuda de publicidad
cooperativa a que los distribuidores cumplieran con un precio mínimo en toda la publicidad, incluyendo
dentro de la tienda, fuera ésta o no financiada a través del programa cooperativo de publicidad. In re Sony
Music Entertainment, Inc. (FTC 2000) (resolución consentida); también ver In re American Cyanamid
(FTC 1997) (resolución consentida) (una Comisión dividida presentó una querella y orden contra una
empresa que condicionaba descuentos considerables a la comprobación de que las ventas estuvieran al
nivel o arriba de los precios mínimos recomendados). La fuerza más activa al entablar casos de RPM es el
procurador general del estado, quien en cierta forma se ha especializado en prevalecer en resoluciones
consentidas contra la práctica señalada. Ver, por ejemplo, New York v. Salton, Inc. (S.D.N.Y 2003)
(resolución consentida) (arreglo extrajudicial de $8 millones en una demanda de muchos estados con
cargos de violaciones de RPM y boicot en la venta de parrillas George Foreman).
hizo notar en dicho capítulo, los criterios jurídicos exactos de ninguna manera están
claros). En contraste, la condena per se de RPM únicamente aplica si el demandante
prueba un acuerdo razonablemente explícito para fijar precios o niveles de precio
específicos. La bifurcación de las pruebas para determinar si existe un acuerdo en los
arreglos de fijación horizontal o vertical de precios, respectivamente, en parte es el
resultado de un accidente histórico. Al mismo tiempo, este patrón también puede ser
explicado como el resultado de los esfuerzos que han realizado los tribunales para tener
en cuenta las interpretaciones históricas y las interpretaciones jurídicas a fin de lograr
un entendimiento de la economía. El establecimiento de criterios más rigurosos para los
acuerdos verticales de precio puede reflejar la creciente conciencia judicial de que los
arreglos verticales relacionados con el precio tienen un mayor mérito a favor de la
competencia que los acuerdos horizontales de precio.
1. ARREGLOS DE AMARRE
Los arreglos de amarre son evaluados de conformidad con dos criterios. Los
tribunales han aplicado lo que comúnmente se denomina regla per se de ilegalidad a los
arreglos de amarre en los que el demandante prueba que (1) hay dos productos aparte,
(2) el vendedor requiere que el comprador compre el producto amarrado con el fin de
obtener el producto de amarre, (3) el vendedor tiene "un poder económico considerable
en el mercado de amarre," Eastman Kodak Co. v. Image Technical Services, Inc. (1992),
y (4) el arreglo de amarre afecta a una cantidad considerable del comercio en el
mercado del producto amarrado. Esta prueba claramente no usa la descripción de "per
se" en la misma forma que Socony, caso en el que el poder de los demandados en el
mercado afectado era irrelevante para la determinación de responsabilidad. Una
descripción más adecuada sería llamarle a este enfoque criterio de regla de la razón
"truncado" o "estructurado"; esta descripción indicaría que la revisión jurídica no
implica una indagación amplia de la multitud de factores potencialmente relevantes sino
que más bien emplea filtros estructurales (por ejemplo, el requisito de que el demandado
tenga suficiente poder en el producto de amarre) para identificar el sub conjunto de
conducta a ser prohibida. No obstante, la etiqueta "per se" sigue siendo utilizada a pesar
de un amplio reconocimiento de que la prueba per se para determinar amarre difiere
considerablemente de la prueba per se para la fijación horizontal de precios.
Este razonamiento se aplicó por primera vea a los arreglos de amarre bajo la
Sección 3 de la Ley Clayton, la cual considera ilícito arrendar o vender
134
De conformidad con la ley de patentes, las disposiciones de amarre en una licencia de patente
constituyen un uso indebido de la misma y pueden operar para negarle al titular de la patente una medida
de reparación por la violación de la cláusula de amarre y de la patente misma. La doctrina relativa al uso
indebido de una patente puede tener un alcance más amplio que una violación de conformidad con las
leyes antimonopolios, ya que la primera no depende de probar un efecto adverso para la competencia.
peligro de utilizar, en sus máquinas, tarjetas que no cumplieran con las especificaciones
necesarias, o hasta hacer su arrendamiento condicional al uso de las tarjetas requeridas”.
Ésto hace surgir la pregunta de por qué empresas sofisticadas como IBM e
International Salt impondrían condiciones de amarre cuando lícitamente podrían obtener
utilidades de monopolio sobre la venta o el arrendamiento de los productos de amarre.
Una razón es que estas condiciones le permiten al fabricante discriminar entre los
usuarios en relación con la intensidad de su uso del producto—cobrar a los usuarios
diferentes precios de acuerdo con su uso de las máquinas. Al amarrar las compras de las
tarjetas a la renta de la máquina, IBM podía así medir el grado de uso y después
determinar el precio del servicio de manera tal que tanto los usuarios de baja como de
alta intensidad lo encontraran atractivo. Los expertos han debatido activamente si se
debe permitir que las empresas utilicen el amarre para facilitar la discriminación de
precios. Algunos enfatizan que la discriminación de precios alienta al monopolista a
aumentar la producción y, por ende, resulta en una menor asignación indebida de los
recursos en comparación con los precios unitarios de monopolio. Ver Henry M. Butler,
W.J. Lane y Owen R. Phillips, “The Futility of Antitrust Attacks on Tie-in Sales: An
Economic and Legal Analysis”, 36 Hastings L.J. 173 (1984). Otros señalan que la
discriminación de precios puede resultar en una transferencia considerable de riqueza de
los consumidores a los productores y ésto contradice el objetivo del Congreso de
reservar este excedente para los consumidores. Ver Robert H. Lande, “Chicago's False
Foundation: Wealth Transfers (Not Just Efficiency) Should Guide Antitrust”, 58
Antitrust L.J. 631, 643-44 (1989).
135
En Times-Picayune Publ'g Co. v. United States (1953) la Corte interpretó que el precedente apoyaba la
violación de conformidad con la Ley Clayton ya sea cuando el demandado "disfruta de una posición
monopolista" en el mercado de amarre o "si un volumen considerable de comercio" es restringido –pero
apoyaba una violación de conformidad con la Ley Sherman únicamente cuando se cumplían ambas
condiciones. El argumento del Gobierno de una violación bajo la Sección 1 (únicamente) se fue a pique
cuando la Corte concluyó que el demandado no ocupaba una posición "dominante" en el mercado del
producto de amarre (publicidad en un periódico de Nueva Orleáns, en la que el demandado tenía una
participación de aproximadamente el 40%). La Corte se centró extensamente en los objetivos comerciales
válidos que habían motivado el ofrecimiento del precio unitario, incluyendo los ahorros en gastos
generales y otras eficiencias al eliminar la repetición de 30 pasos distintos en el proceso editorial.
136
Sobre las protestas del disentimiento, la Corte implícitamente abandonó el punto de vista en Times-
Picayune que las Leyes Clayton y Sherman aplicaban diferentes criterios de legalidad.
que no utilizara la línea de NP revelara la tarifa o servicio inferior que se podía obtener
con otro proveedor. F. Jay Cummings & Wayne E. Ruhter, “The Northern Pacific
Case”, 22 J.L. & Econ. 329, 342 (1979).
En United States v. Loew's, Inc. (1962), la Corte Suprema aplicó un enfoque per
se igualmente rígido, suponiendo poder económico de los derechos de autor de películas
populares, para prohibir la reservación en bloque. La Corte objetó la venta de paquetes
de películas a la televisión cuando se ejercía coerción sobre los compradores para que
aceptaran en la venta tanto películas malas como buenas. Se han ofrecido varias
explicaciones para esta práctica, incluyendo la reducción en los costos de la información
y la discriminación simulada de precios. Ver George J. Stigler, “United States v. Loew's
Inc: A Note on Block Booking”, 1963 Sup. Ct. Rev. 152; Roy W. Kenney & Benjamín
Klein, “The Economics of Block Booking”, 26 J.L. & Econ. 497 (1983). De cualquier
forma, parece haber poca base económica para condenar una transacción en la que
muchas películas y otros programas que competían estaban disponibles para la venta a
la televisión.
Un enfoque per se aún más estricto para los acuerdos de amarre fue revelado en
Fortner Enterprises, Inc. v. United States Steel Corp. (1969) (Fortner I). U.S. Steel
ofrecía atractivos servicios de crédito a los constructores de casas que convinieran en
comprar casas prefabricadas (que el demandante argumentó tenían un precio exagerado
y eran defectuosas) a U.S. Steel. Los términos de crédito especiales del demandado
(tales como un financiamiento del 100 por ciento a tasas abajo de los niveles de
mercado) se decía eran únicos, demostrando así el poder económico especial de U.S.
Steel en el mercado de crédito, y ventas de más de $9 millones en casas prefabricadas
por U.S. Steel en tres años en todo el país, supuestamente limitadas por los arreglos de
amarre, no eran un efecto poco considerable. La Corte bruscamente rechazó el
argumento de U.S. Steel de que el amarre era, en efecto, una rebaja competitiva de
precio hecha posible por las economías de escala, las cuales resultaban tanto del amarre
como de los costos evitados, tales como los controles de crédito que de otra manera se
imponían a los acreedores. La Corte aseveró que el producto amarrado debía, en
cambio, haber sido ofrecido a un precio inferior. Como la Corte meramente revertió el
otorgamiento de una moción de la defensa para una sentencia sumaria, la decisión
únicamente estableció que se podía concluir que había una violación a la Ley Sherman
si el demandante probaba que U.S. Steel tenía suficiente poder económico en el
mercado de crédito (producto de amarre). Por lo tanto, el caso fue devuelto al tribunal
de primera instancia para que obtuviera pruebas adicionales.
Ocho años después, el asunto regresó a la Corte Suprema en United States Steel
Corp. v. Fortner Enterprises, Inc. (1977) (Fortner II). Desde un punto de vista técnico,
ahora implicaba únicamente una revisión de la decisión del tribunal inferior en el
sentido de que U.S. Steel de hecho tenía un poder económico suficiente en el mercado
de crédito. En cuanto a esta cuestión, la Corte Suprema hizo una lectura estrecha de su
criterio anterior y el fallo fue que no había pruebas de que U.S. Steel tuviera un poder
económico "significativo" en el mercado de crédito. En este caso, la Corte pareció
alejarse tentativamente de la regla rígida en contra del amarre. Ciertamente, vinculada
por la ley del caso, volvió a establecer la regla per se. Pero el enfoque que tomó para
valorar las pruebas del demandante sugirió un nuevo rumbo. Pareció reflejar una prueba
per se parcial, la cual era similar a la aplicada a los boicots de grupo. La Corte ahora
veía que las pruebas demostraban únicamente que el requisito de compra era parte del
precio del crédito—y nada más. Fortner no fue obligado a aceptar los términos
ventajosos; más bien, estos términos fueron el mejor arreglo que pudo lograr Fortner.
Entre sus fallas, Jefferson Parish deja implantada una teoría de regla de la razón
mal definida que el demandante aparentemente puede utilizar aun si el demandado
queda por debajo del umbral de poder de mercado que se emplea en la prueba per se.
En general, los demandantes no han logrado establecer responsabilidad bajo la prueba
de regla de la razón, pero la persistencia de un criterio de regla de la razón distinto al
enfoque híbrido per se ha confundido a los tribunales inferiores y los ha llevado a
dedicar muchos esfuerzos para identificar lo que requiere la regla de la razón y cómo
debe aplicarse. Ver, por ejemplo, Town Sound & Custom Tops, Inc. v. Chrysler Motors
Corp. (3d Cir. 1992). Además, si bien Jefferson Parish requería que los demandantes
probaran el "poder de mercado," la Corte utilizó en una forma confusa el término "poder
de mercado" para significar "cualquier capacidad especial… para obligar a un
comprador a hacer algo que no haría en un mercado competitivo," e incluyó dentro de
ese concepto, el que el vendedor ofreciera "un producto singular que los competidores
no puedan ofrecer”. No es de sorprender que los tribunales inferiores hayan encontrado
difícil de aplicar el criterio de poder de mercado. Ver, por ejemplo, Digidyne Corp. v.
Data General Corp. (9th Cir. 1984) (se supone poder de mercado con base en derechos
de autor).
Por lo tanto, la regla de amarre de precio per se sigue bajo ataque. Las teorías
post-Chicago han sugerido toda una variedad de formas en las que se podría utilizar el
amarre para reducir la competencia, pero todas las teorías son específicas a
determinados hechos y es poco probable que justifiquen una regla general. Ver Hylton y
Salinger, supra. En la medida en la que sigue habiendo una regla per se, es, además, una
regla per se modificada singular. La prueba básica tiene múltiples partes, pero los
distintos tribunales suplementan la prueba básica. Algunos tribunales parecen requerir
prueba de un efecto anticompetitivo en el mercado del producto amarrado. Ver Hack v.
President and Fellows of Yale College (2d Cir. 2000). Muchos tribunales—aunque no
todos—requieren que el vendedor del producto de amarre tenga un interés en el
mercado del producto amarrado. Ver Gonzalez v. St. Margaret's House Housing
Development Fund Corp. (2d Cir. 1989). Uno de los principales primeros casos
permitió una defensa fuera de lo común (para la regla per se) cuando un demandado
demostró que el amarre era importante para que el nuevo entrante pudiera asegurar el
control de calidad, United States v. Jerrold Electronics Corp. (E.D. Porcentaje
Aplicable. 1960). Mucho después, la Corte Suprema en Kodak pareció reconocer la
defensa basada en el control de calidad. También ver Grappone. La aceptación general
(y sólida) de este tipo de defensa ilustra la naturaleza inusual de la regla per se
modificada aplicada al amarre.
2. TRATO EXCLUSIVO
El origen del análisis moderno del trato exclusivo es Standard Oil Co. of
California v. United States (1949) (Standard Stations). En este caso, el vendedor más
grande de gasolina en siete estados del oeste celebró contratos de trato exclusivo con
estaciones independientes que constituían el 16 por ciento de todos los puntos de venta
al menudeo, cuyas ventas representaban casi el 7 por ciento (o $58 millones) de todas
las ventas de gasolina al menudeo en el área. Atacado de conformidad con la Sección 3
de la Ley Clayton, el arreglo claramente pasaba la prueba de "substancialidad
cuantitativa" aplicada en International Salt (en donde el cierre de una oportunidad por
$500,000 violaba la Sección 3). Sin embargo, la Corte aplicó un criterio diferente que
137
Cabe volver a hacer notar que el trato exclusivo limita al comprador, mientras que una distribuidora
exclusiva, como se presento en la § B.4 arriba, limita al vendedor.
consideraba, pero no analizaba detalladamente, los efectos económicos de ese cierre de
oportunidad. El fallo fue que al medir el impacto de un arreglo de trato exclusivo, el
mercado en la línea cerrada de comercio (en este caso las ventas de gasolina al menudeo
en siete estados del oeste) debía ser revisado. La Corte hizo notar que el mercado estaba
concentrado, ya que las siete empresas más grandes, todas las cuales celebraban
contratos de trato exclusivo, controlaban el 65 por ciento del mercado, y que la entrada
aparentemente estaba restringida ya que las participaciones de mercado se habían
estabilizado después de que se introdujeron los contratos. La Corte concluyó que había
responsabilidad porque Standard Oil había celebrado acuerdos exclusivos con 5,937
gasolineras, las cuales representaban el 6.7 por ciento de las ventas al menudeo; por
consiguiente, " se ha cerrado la competencia en una participación considerable" del
mercado.
Este fallo cuasi per se parece cuestionable desde dos perspectivas. Si bien da un
tratamiento más favorable a los contratos de trato exclusivo, con base en efectos
potencialmente benéficos, opera desde un supuesto dudoso de que de alguna manera son
substancialmente diferentes y menos perjudiciales que los amarres. Quizá ésto sugiere
que la doctrina jurídica que rige la integración vertical parcial mediante un contrato
debe ser más receptiva a los arreglos de amarre. Como hizo notar el Juez Douglas en
una opinión aparte en Standard Stations, si el arreglo vertical refleja ganancias
substanciales de eficiencia, el negar esta oportunidad a las empresa a través de un
contrato, únicamente las obligará a lograr estos fines adquiriendo las puntos de venta
que eran independientes o, si ésto lo prohíben las leyes anti-fusión (ver Capítulo 9),
mediante una expansión vertical (es decir, interna) hacia adelante.
D. CONCLUSIÓN
El problema final tiene que ver con la futura vitalidad de varias decisiones
formativas de la Corte Suprema en cuanto a las restricciones verticales. Los pilares de la
jurisprudencia de la Corte, en materia de tratos exclusivos, son Standard Stations (1949)
y Tampa Electric (1961). La opinión concurrente del Juez O'Connor en Jefferson Parish
(1984) analizó el contrato de los anestesiólogos como un arreglo de trato exclusivo,
pero la mayoría de la Corte únicamente consideró las implicaciones de amarre del
acuerdo. Por lo tanto, aparte de la somera afirmación de la Corte de la orden de la FTC
bajo la Sección 5 de la Ley de la FTC en Brown Shoe (966), la Corte no ha abordado los
criterios substantivos del trato exclusivo en más de 40 años. Ésto nos lleva a preguntar
si Standard Stations y Tampa Electric son verdaderos indicadores de cómo decidiría
hoy la Corte Suprema un caso de trato exclusivo, dada la conmoción resultante del
tratamiento de la Corte a las restricciones ajenas al precio desde Sylvania en 1977. En
ausencia de una orientación reciente de la Corte, tanto los tribunales inferiores como la
FTC—con un paso firme—avanzan hacia acoger pruebas más permisivas—aunque es
posible que el gobierno esté empezando a tratar de aminorar la velocidad a la que
avanza esta tendencia o hasta revertirla. Como en gran parte de la materia
antimonopolios, los tribunales enfrentarán el desafío de diseñar criterios que funcionen
con base en el nuevo conocimiento económico.
CAPÍTULO IX
LAS FUSIONES
Excepto para considerar cómo las normas antimonopolios limitan el logro y uso
del poder de monopolio, este texto se ha centrado en los arreglos contractuales o de
índole similar entre empresas independientes. En este Capítulo analizamos las medidas
mediante las cuales las empresas integran sus operaciones en una forma más completa y
permanente—por lo general a través de la compra por parte de una empresa de las
acciones o activos de otra. Utilizamos los términos fusión y adquisición indistintamente
para denotar todos los métodos a través de los cuales las empresas legalmente unifican
la propiedad de los activos que estaban sujetos a un control separado. Es difícil exagerar
la importancia de las políticas anti-fusión para el sistema de derecho de la competencia
de los Estados Unidos. No hay área en esta actividad que exija un escrutinio más
cuidadoso o que despierte un debate más apasionado. Al mismo tiempo, las leyes de
fusiones son particularmente difíciles de estudiar porque los tribunales tienen
conocimiento de esta materia tan poco frecuentemente (la última vez que la Corte
Suprema pronunció una decisión relativa a fusiones fue en 1975), dejando a los
abogados que se dedican a esta materia en una situación de tener que adivinar la
probable legalidad de una fusión propuesta con base en una mezcla cambiante de
directrices, de resoluciones consentidas, y de discursos y comunicados de prensa de las
dependencias, suplementados por la ocasional opinión de un tribunal inferior.
No obstante, un estudio más cuidadoso de los motivos que llevan a las empresas
a fusionarse sugiere un enfoque más cauteloso. Ver F.M. Scherer y David Ross,
Industrial Market Structure and Economic Performance 159-67 (3d ed. 1990), Es cierto
que las fusiones pueden y, de hecho, presentan peligros para la competencia. Las
fusiones de rivales directos pueden producir un poder de mercado considerable para una
sola empresa, al reducir el número de participantes en una industria concentrada, pueden
incrementar las probabilidades de que las empresas restantes, expresa o tácitamente,
coordinen las decisiones relativas a los precios y a la producción. Las transacciones
entre empresas relacionadas verticalmente pueden cerrar las oportunidades de obtener
ventas para empresas igualmente–o más–eficientes que no están integradas. Si bien son
serias en algunos casos, estas posibilidades adversas no justifican una política de
prohibición categórica. Al igual que la doctrina en la Sección 1 tolera muchos de los
esfuerzos comerciales concertados con el fin de estimular la demanda y obtener clientes
(a pesar de sus similitudes a primera vista con las acciones de los carteles que fijan
precios o con su potencial de crear un poder de monopolio), la política relativa a
fusiones también reconoce que las consolidaciones a menudo sirven para fines sociales
útiles sin obstaculizar la competencia.
Las fusiones verticales toman dos formas básicas: la integración hacia delante,
mediante la cual una empresa compra a un cliente, y la integración hacia atrás, mediante
la cual la empresa adquiere a un proveedor. Varias lógicas de eficiencia pueden motivar
las fusiones verticales. Lo más importante es reducir los costos de transacción. Ver
Oliver E. Williamson, “Transaction Cost Economics”, en 1 Handbook of Industrial
Organization 136 (Richard Schmalensee y Robert D. Willig eds., 1989). El substituir
los intercambios de mercado con transferencias internas puede ofrecer por lo menos dos
beneficios importantes. Primero, la fusión vertical internaliza todas las transacciones
entre el fabricante y su proveedor o distribuidor, convirtiendo así una relación
potencialmente adversaria en algo más similar a una asociación. Ésto puede ayudar a
eliminar los problemas creados por la tendencia que tienen las entidades
independientes—verticalmente alineadas—a comportarse oportunistamente durante una
relación contractual. Segundo, la internalización le puede dar a la gerencia formas más
eficaces de monitorear y mejorar el desempeño—por ejemplo, asegurándose de que los
departamentos de servicio a clientes cumplan con los compromisos de garantía de la
empresa.
138
Northern Securities ofreció la oportunidad para la famosa opinión disidente del Juez Holmes y su a
menudo equivocadamente citada observación de que "Los grandes casos al igual que los casos difíciles
resultan en malas leyes”.
restringir el comercio y, por lo tanto, violaban la Sección 1. En 1911, en Standard Oil
(N.J.) (ver Capítulo 4), la Corte Suprema pareció substituir una regla de la razón no
demasiado estricta con la cual evaluar las fusiones que resultaran en monopolio (así
como las uniones formadas con el fin determinado de crear carteles). Al aplicar este
criterio de regla de la razón en United States v. United States Steel Corp. (1920), la
Corte sostuvo que la consolidación de la mayor parte de la industria del acero en una
empresa que inicialmente tenía entre un 80 y un 90 por ciento de la capacidad de la
industria y un 41 por ciento cuando se llevó a cabo el juicio no violaba la Sección 2 de
la Ley Sherman. El fallo de la Corte fue que las fusiones se habían realizado para
obtener control de monopolio pero concluyó que U.S. Steel, de hecho, no había logrado
un poder de monopolio y después había abandonado su meta original.
La señal que dio U.S. Steel fue que la Ley Sherman era una herramienta frágil
para impedir fusiones que pudieran producir poder de mercado. Junto con un mercado
accionario en auge, las actitudes tolerantes de los poderes judicial y ejecutivo hacia el
tamaño corporativo crearon un clima favorable para las fusiones en la década de los
años veinte. De 1924 a 1928, el país fue testigo de una ola de adquisiciones de igual
intensidad que el movimiento de fusiones a principios de siglo. La principal
característica de la segunda ola fue la creación de estructuras de mercado oligopolístico
a través de fusiones que formaron fuertes empresas "número dos" en industrias que
anteriormente habían estado controladas por una sola empresa y endurecieron algunos
de los oligopolios existentes que eran comparativamente débiles. Ver F.M. Scherer y
David Ross, Industrial Market Structure and Economic Performance en 156.
D. LA PROMULGACIÓN Y LA ENMIENDA DE
LA SECCIÓN 7 DE LA LEY CLAYTON
Para principios de la década de los años treinta, era aparente que la Sección 7
original era una nulidad. Entre la aprobación de la Ley Clayton en 1914 y la enmienda
de la Sección 7 en 1950, únicamente 15 fusiones habían sido invalidadas bajo las leyes
antimonopolios, y 10 de estas órdenes de disolución se habían basado en la Ley
Sherman. Ver. F.M. Scherer y David Ross, Industrial Market Structure and Economic
Performance en 175. Dos acontecimientos en 1948 hicieron que el Congreso exigiera
una legislación remedial. Primero, Columbia Steel demostró que la Ley Sherman no
servía como un dispositivo fuerte para el control de fusiones. Segundo, un estudio de la
FTC concluyó que el país estaba pasando por una ola alarmante de adquisiciones
corporativas y advirtió que "no se necesita mucha imaginación para prever que si no se
hace nada para controlar el crecimiento de la concentración, o las empresas gigantescas
acabarán tomando el país, o el Gobierno se verá obligado a tomar acción e imponer
alguna forma de regulación directa en aras del interés público”. 139
139
FTC, The Merger Movement: A Summary Report V 68 (1948). Muchos observadores cuestionaron el
análisis y conclusiones de la FTC; sin embargo, la crítica contemporánea del informe de la FTC no tuvo
un impacto aparente en la percepción que tuvo el Congreso del estudio. Ver Derek Bok, “Section 7 of the
Clayton Act and the Merging of Law and Economics”, 74 Harv. L. Rev. 226, 231-33 (1961).
Ninguna persona que se dedique al comercio o a cualquier actividad que afecte
al mismo podrá adquirir, directa o indirectamente, la totalidad o cualquier parte
de las acciones o… activos de otra persona que también se dedique al comercio
o a cualquier actividad que afecte al mismo, cuando en una rama del comercio
en cualquier sección del país, el efecto de dicha adquisición pueda ser el de
substancialmente disminuir la competencia, o se tienda hacia la creación de un
monopolio.
140
Los Lineamientos de 1992 ofrecen una defensa limitada para las empresas en problemas serios y para
las divisiones de las empresas que están en problemas serios. Se cuenta con la defensa de que la quiebra
inminente haría que los activos de una de las partes salieran del mercado si no se lleva a cabo la fusión.
Por lo tanto, para establecer una defensa de empresa en problemas serios, las partes deben demostrar que
la empresa en problemas serios no puede (1) cumplir con sus obligaciones financieras, (2) re-
Los Desarrollos en la década de los años ochenta no complacieron a la National
Association of Attorneys General (NAAG, por las siglas en inglés para la Asociación
Nacional de Procuradores Generales de Justicia). Los funcionarios encargados de la
vigilancia de las leyes a nivel estatal publicaron sus propios lineamientos para fusiones
en 1987, revisados en 1993, a fin de contrarrestar lo que en su forma de ver eran
políticas de vigilancia de aplicación de la ley indebidamente permisivas. Los estados
también pasaron a tener un papel más activo en la impugnación de fusiones. Si bien
constituyen un indicador importante de la acción de los fiscales a nivel estatal, los
Lineamientos de la NAAG no han logrado la misma fuerza como precedente ni han
tenido el impacto de los lineamientos federales.
Hasta United States v. E.I. du Pont De Nemours & Co. (1957) (du Pont-GM),
por lo general se suponía que la Sección 7 original no aplicaba a las transacciones
verticales. No obstante, el fallo de la Corte Suprema fue que la compra por parte de du
Pont del 23 por ciento de las acciones de GM antes de 1920 había impedido que otros
proveedores vendieran pinturas y telas para automóviles a GM entre 1920 y 1949
(cuando se entabló la demanda) y, por ende, había tenido un efecto perjudicial para la
competencia, el cual era ilegal.
estructurarse al estar en quiebra, y (3) encontrar otro comprador cuya adquisición de la empresa
presentara un menor riesgo para la competencia. Además, las partes deben demostrar que (4) sin la fusión,
los activos de la empresa en problemas serios saldrá del mercado. La defensa de la división en problemas
serios requiere que la división tenga un flujo de efectivo operativo negativo, que los activos salieran del
mercado a corto plazo si no se vende la división, y no haya ningún otro comprador que al comprar la
división presente menos riesgos para la competencia.
ventas anuales de du Pont a GM, las cuales ascendían a más de $26 millones, fácilmente
pasaron esta prueba. Segundo, el gobierno debe demostrar "la probabilidad de que la
competencia se vea "impedida en una participación substancial'" del mercado
relevante. 141 La Corte invocó las compras substanciales que hacía GM de pinturas y
telas a du Pont (38.5 por ciento a 68 por ciento de sus necesidades, dependiendo el
producto y del año) para inferir que la titularidad de du Pont de acciones de GM era un
factor decisivo en la decisión de GM de comprar productos du Pont. La Corte después
concluyó que la adquisición de acciones había cerrado la oportunidad a una
participación substancial del mercado a los competidores de du Pont y, por lo tanto,
tenía el efecto necesario en cuanto a perjuicio a la competencia.
Si bien este análisis es cuestionable, 142 el caso du Pont-GM fue sui generis.
Todo lo demás constante, GM por supuesto compraría sus suministros a un accionista
importante. El inmenso tamaño de cada una de las empresas y la estructura oligopolista
de sus industrias parecía hacer cualquier interconexión adicional entre las dos empresas
indeseable. Por lo tanto, se puede racionalizar la decisión como una que requiere de un
escrutinio estricto de fusiones verticales que involucran a empresas que ya tienen mucho
poder en sus mercados relevantes, por lo menos cuando son titulares de una posición
importante de capital en uno de los principales clientes.
141
Cita de Standard Stations (1949) (ver Capítulo 8). Al valorar la fusión, la Corte definió un mercado
indebidamente estrecho, el cual consistía de "acabados y telas para automóvil”. Los competidores de du
Pont fabricaban acabados y telas similares (e intercambiables) y los vendían a GM y a sus competidores,
así como a empresas no automotrices. Por lo tanto, las ventas de du Pont a GM no cerraban de manera
importante la oportunidad de ventas a los rivales de du Pont, y no había una razón apremiante para limitar
el mercado relevante a las ventas automotrices. Ver Jesse W. Markham, “The du Pont-General Motors
Decision”, 43 Va. L. Rev. 881, 887 (1957). Las oportunidades cerradas a las ventas de pintura ascendían
únicamente al 3.5 por ciento del total de los acabados industriales pero a 34 por ciento de los usos
automotrices; en el caso de las telas, el total de la oportunidad cerrada del 1.6 por ciento representaba el
19 ó 26 por ciento (dependiendo del año) de las compras para usos automotrices.
142
Como había hecho notar el Tribunal de Distrito al llegar a una opinión contraria, la variación en las
compras de GM a du Pont a través de los años sugería que el mérito comercial de los productos y precios
de du Pont era lo que determinaba dichas decisiones. Otros hechos, tales como las compras de GM antes
de la adquisición accionaria y las compras de otras empresas automotrices a du Pont, reforzaron el
razonamiento del tribunal de primera instancia.
mercado del producto. Al estudiar los distintos factores (ver infra pp. 434-35), la Corte
adoptó la conclusión del Tribunal de Distrito en el sentido de que los zapatos para
caballero, para dama, y para niños eran mercados separados de producto. Sin embargo,
una vez que se concluyó el análisis, la Corte ignoró estas conclusiones y agrupó a todo
el calzado en su examen de los efectos verticales de la fusión.
143
La competencia en el mercado posterior a la venta de bujías parecía prosperar. Además, si la fusión
hacia que Ford fuera un competidor más eficiente y fuerte, la opinión no ofrecía ninguna base para
concluir que otras empresas no podían duplicar la integración de Ford y competir eficazmente.
suficientemente alta, el fiscal no tiene que expresar ninguna teoría en particular sobre
por qué la fusión es perjudicial; únicamente tiene que insistir en que lo es”. Lawrence
A. Sullivan, Antitrust 663 (1977).
144
Cabe notar el número de investigaciones serias sobre fusiones realizadas por la FTC,
años fiscales 1996-2003, por categoría con base en la teoría de violación potencial:
Teoría Horizontal 151
Teoría Vertical 17
Competencia Potencial 12
Poder del Comprador (Monopsonio) 8
FTC, Horizontal Merger Investigation Dara, Fiscal Years 1996-2003 Tabla 1 (Feb. 2, 2004).
entre los vendedores rivales. Este tipo de colusión es a menudo difícil—a veces
imposible—de detectar. Y si se identifica, el enjuiciamiento de conformidad con la Ley
Sherman era a veces incierto (ver Capítulo 7). Además, era probable que la
concentración resultara, ya sea en un número menor de empresas o en empresas más
pequeñas con una participación reducida de mercado; por lo tanto, las fusiones podían
afectar negativamente las necesidades percibidas de preservar los negocios pequeños y
el control local de la industria.
Sin ofrecer pruebas cuantitativas o cualitativas definitivas, mediante las que las
dependencias que vigilan la aplicación de las leyes pudieran precisar los efectos
de una fusión dada a fin de determinar si es posible que disminuya la
competencia "substancialmente" o tienda a un monopolio, el Congreso indicó
claramente que había que ver la fusión desde un punto de vista funcional, en el
contexto de su industria en particular. Es decir, si la consolidación iba a llevarse
a cabo en una industria que estaba fragmentada en lugar de concentrada, la cual
había visto una tendencia reciente hacia el dominio por parte de unos cuantos
líderes o había tenido poco cambio en su distribución de participaciones de
mercado entre las empresas participantes, la cual había experimentado un fácil
acceso a los mercados para los proveedores y un fácil acceso a los proveedores
para los compradores o la cual había sido testigo de un cierre de oportunidades
de negocio, la cual había visto la fácil entrada de nueva competencia o el
levantamiento de barreras a los posibles entrantes, eran todos aspectos—cuya
importancia variaba dependiendo de la fusión bajo consideración—que serían
tomados en cuenta.
A pesar de la aparente adopción de una prueba de impacto económico para las fusiones
horizontales, la Corte no definió lineamientos para la implantación de este enfoque. Y al
145
La Corte hizo notar que el Informe de la Cámara Baja del Congreso sobre la iniciativa de ley para
enmendar la Sección 7 reflejaba "una evitación conciente de exclusivamente pruebas matemáticas”. La
Corte agregó: "Las estadísticas que reflejan las participaciones del mercado controlado por los líderes de
la industria y por las partes de la fusión son, por supuesto, el principal índice de poder de mercado; sin
embargo, únicamente un análisis adicional del mercado en particular—su estructura, historia y probable
futuro—puede ofrecer el marco adecuado para juzgar el probable efecto de la fusión, el cual sea
perjudicial para la competencia”.
aplicar este criterio a los hechos en la fusión Brown-Kinney pareció traicionar el
enfoque anunciado.
Como se hizo notar anteriormente, la Corte concluyó que los zapatos para
caballero, para dama, y para niños constituían mercados de producto distintos. Al llegar
a este resultado, la Corte indicó el siguiente criterio para identificar el mercado de
producto relevante:
En abstracto, se podría argumentar que estas críticas del enfoque sub mercados
de la Corte fueron indebidamente duras. Es posible que la Corte haya estado tratando de
reconocer que los productos incluidos en el mercado de producto relevante pueden
diferir en lo atractivo que resultan para los usuarios. Los productos diferenciados a
menudo son substitutos imperfectos uno del otro, y la magnitud de la brecha entre los
productos diferenciados en el "espacio del producto" puede variar (ver Capítulo 4). Aun
después de un análisis cuidadoso, es posible que el mercado de producto relevante
incluya algunos substitutos comparativamente débiles para los productos de las partes
que se están fusionando, mientras que otros productos que ejercen una restricción no
trivial en el criterio de determinación de precios de las partes de la fusión quedan fuera
de las líneas divisorias artificiales que delimitan el mercado del producto. En teoría, el
enfoque de sub mercado puede verse como una forma de abordar estas discontinuidades
entre los productos substitutos mediante la determinación más precisa de las
elasticidades de la demanda y el señalamiento de los grupos importantes de
consumidores que pudieran ser vulnerables a una discriminación de precios
posteriormente a la adquisición por parte de la entidad fusionada. Cf. Donad I. Baker y
William Blumenthal, “The 1982 Guidelines and Preexisting Law”, 71 Calif. L. Rev.
311, 326 (1982); Thomas J. Campbell, “Predation and Competition in Antitrust: The
Case of Non-fungible Goods”, 87 Colum. L. Rev. 1625 (1987). 147
La comparación de lo que la Corte en Brown Shoe dijo con lo que hizo, revela
que su análisis de los efectos en la competencia es esquizofrénico. Por una parte, la
Corte requirió el análisis del impacto real y probable en la competencia de la fusión en
el mercado. Ésto hubiera requerido un escrutinio de la capacidad de la empresa
fusionada para restringir la producción y subir los precios, la oportunidad de colusión o
confabulación, y el efecto en la entrada o expansión por parte de otros. Por otra parte, la
Corte de hecho no estudió ninguna de las consecuencias económicas de la fusión
excepto una—el efecto estructural. Concluyó que una fusión que crea una empresa con
un 5 por ciento de un mercado atomizado es probable que, por sí misma, disminuya la
competencia. Ni siquiera una expectativa de mejor eficiencia hubiera impedido su
invalidación de conformidad con la Sección 7.
PNB es congruente con Brown Shoe pero su prueba jurídica es muy diferente.148
Brown Shoe involucraba a una industria desconcentrada y en este caso la Corte por lo
menos dijo que se requería de un análisis de los factores económicos, mientras que en
PNB invocó en forma considerable los umbrales de participación de mercado a fin de
crear la presunta ilegalidad de las fusiones horizontales en mercados concentrados. Y si
una fusión horizontal en un mercado concentrado no viola la Sección 7 bajo la prueba
de PNB, todavía tiene que sobrevivir el escrutinio de impacto económico de Brown
Shoe. Por otra parte, PNB no planteó una regla per se rígida. Su segundo requisito –que
una fusión que produjera una empresa demasiado grande también aumentara la
concentración de manera importante- fue diseñado para permitirles a las empresas
grandes en los mercados concentrados comprar empresas pequeñas sin violar la Sección
7. La Corte en PNB también permitió que su presunción de ilegalidad pudiera ser
refutada por "evidencia que demostrara claramente" la probable ausencia de efectos
anticompetitivos.
Sin embargo, bajo la tensión de tener que decidir casos en particular, la Corte
Suprema a menudo perdió de vista este criterio al delinear el producto relevante y los
mercados geográficos. En United States v. Aluminum Co. of America (1964) (Alcoa-
Rome), al principal productor de aluminio y de conductores de aluminio en el país se le
prohibió adquirir Rome, uno de los principales productores de conductores de cobre y
también un fabricante "considerable" de conductores de aluminio. En el "mercado" de
conductores de aluminio, la participación de Alcoa era del 27.8 por ciento; Rome
representaba el 1.3 por ciento; y las nueve empresas más grandes, en las que estaban
incluidas Alcoa y Rome, producían el 95.7 por ciento. La Corte sostuvo que la empresa
dominante en una industria concentrada no podía comprar un "factor competitivo
importante"—Rome Cable había sido un competidor inusualmente agresivo e
innovador—sin ilícitamente perjudicar la competencia. (Para una exposición moderna
de la importancia de conservar a los "disidentes" independientes que pudieran perturbar
al oligopolio, ver Jonathan Baker, “Mavericks, Mergers and Exclusion: Proving
148
El Juez Posner, quien fue asistente jurídico del Juez Brennan el año que Brennan fue el autor de PNB,
ha escrito que PNB, a diferencia de otras decisiones de la era de la Corte Warren, "tomó un enfoque
explícitamente económico para la interpretación de la ley”. Hospital Corp. of Am. v. FTC (7th Cir. 1986).
Coordinated Competitive Effects Under the Antitrust Laws”, 77 N.Y.U. L. Rev. 135
(2002).
En United States v. Continental Can Co. (1964), la Corte prohibió la fusión del
segundo fabricante más grande de contenedores de metal con el tercer productor más
grande de contenedores de vidrio. En comparación con su análisis de definición de
mercado en Alcoa-Rome, la Corte en Continental Can tomó un enfoque totalmente
diferente e incongruente. En esta ocasión, las latas de metal y los tarros de vidrio fueron
agrupados en un solo mercado de contenedores aun cuando la elasticidad cruzada de la
demanda entre los diferentes tipos de tarros o de latas era considerablemente mayor que
entre los tarros y las latas. Al distorsionar el mercado del producto y tratar el caso como
una transacción horizontal, la Corte de hecho exageró el impacto de la fusión; de hecho
la fusión afectaba directamente sólo a la competencia de substitutos. Por consiguiente,
la Corte no se centró en el verdadero problema que se le planteaba—es decir, cómo
someter a prueba las fusiones entre empresas que producen productos substitutos
distantes. En el mercado combinado de "contenedores", Continental ocupaba el segundo
lugar con un 21.9 por ciento; Hazle-Atlas, la empresa adquirida, tenía un 3.1 por ciento;
y las seis empresas más grandes tenían un 70.1 por ciento del mercado. Si bien la Corte
también enfatizó el impacto de la fusión en la competencia futura y potencial, invocó
principalmente la participación total de mercado (de 25 por ciento) y la creciente
concentración en la industria.
149
La impresión del Juez Stewart fue confirmada en United States v. Pabst Brewing Co. (1966), caso en
el que utilizó una definición contorsionada del mercado geográfico relevante para condenar la adquisición
que hizo Pabst (el décimo fabricante de cerveza más grande del país) de Blatz (el décimo octavo más
grande). Después de que el tribunal de distrito había rechazado la demanda porque el gobierno no había
logrado demostrar ni que Wisconsin ni el área de tres estados que incluía Wisconsin, Illinois, y Michigan,
eran mercados geográficos relevantes, la Corte Suprema revertió, observando que la Sección 7 "no
requiere la delineación de una 'sección del país' en límites o confines como los que los que establecería el
tasador de propiedades en un terreno”. Al también indicar en su fallo que la transacción era ilegal debido
a su efecto en la competencia en el mercado nacional (participación de mercado combinada de
únicamente 4.49 por ciento) la Corte sugirió que sólo las fusiones horizontales más triviales no correrían
ningún riesgo. Ver IV Phillip Areeda et al., Antitrust Law ¶ 926b (rev. ed. 1998) (tabla de casos, en la
cual se enumeran las participaciones de mercado de las empresas fusionadas, la estructura del mercado, y
la decisión del tribunal).
empresas más grandes de alrededor de la mitad de todas las ventas. En la opinión del
Juez Stewart (mordaz disidente en Von's y en muchas de las anteriores decisiones de la
Corte sobre fusiones), la Corte repitió su advertencia en Brown Shoe en el sentido de
que "las estadísticas relativas a participación de mercado y concentración, si bien son de
gran importancia, no constituían indicadores concluyentes de un efecto perjudicial para
la competencia”. La participación de mercado era únicamente el punto de partida para el
análisis del impacto en la competencia de la fusión, ya que "la evidencia de la
producción en el pasado no necesariamente ofrece, como cuestión de lógica, un cuadro
completo de la capacidad futura de una empresa para competir”. La Corte concluyó que
las reservas de carbón agotadas de la empresa adquirida, aunadas a sus compromisos
contractuales a largo plazo, indicaban que ya no era una fuerza importante en el
mercado—y su desaparición como empresa independiente no afectaría la competencia
de manera adversa. Por lo tanto, la Corte hizo más que aplicar la prueba mecánica
fundamentada en datos de participación de mercado; en vez, explicó factores
cualitativos importantes al concluir que las participaciones de mercado basadas en datos
históricos de ventas no darían una "idea clara de la capacidad futura de una empresa
para competir”.
150
Los datos de la FTC también demuestran la importancia de las denuncias de los clientes y lo que la
FTC denominó "hot documents" (documentos sensibles).
151
Para una buena discusión sobre cómo piensan los economistas de la División Antimonopolios en
relación con los efectos coordinados, ver Andrew R. Dick, “Coordinated Interaction: Pre-Merger
Constraints and Post-Merger Effects” (Dic. 11, 2002) disponible en
http://www.crai.com/Agenda/Dick.pdf. Dick plantea un enfoque de dos pasos. Primero, identificar las
restricciones anteriores a la fusión en cuanto a la capacidad de la empresa de coordinar los precios: (i) el
número de rivales, (ii) "las asimetrías en el posicionamiento competitivo de esos rivales," y (iii) "las
oportunidades para los proveedores "disidentes" de perturbar la coordinación”. Id. en 18. Después
La segunda preocupación en el análisis de los efectos en la competencia -bajo
los Lineamientos- es si la fusión va a reducir la competencia a través de una conducta
unilateral, aun cuando la capacidad de los participantes en el mercado para coordinar su
conducta no haya aumentado. El ejemplo más claro sería una fusión que logre crear un
poder de mercado considerable. Una posibilidad más sutil está reflejada en una
innovación importante en los Lineamientos de 1992. Cuando el mercado presenta una
diferenciación substancial de producto, es posible que la fusión tenga efectos
perjudiciales para la competencia si los consumidores perciben los productos de las
partes que se están fusionando como su primera y segunda opción y sea poco probable
que otras empresas reposicionen sus líneas de producto más cerca de lo que ofrecen las
partes que se están fusionando. Los Lineamientos de 1992 suponen que es más probable
que haya efectos adversos unilaterales en relación con el precio cuando (1) una
participación significativa de las ventas en el mercado son representadas por
consumidores que consideran que los productos de las empresas que se están
fusionando son su primera y segunda opción, (2) los datos de concentración de mercado
se encuentran fuera de las áreas de "puerto seguro" de los Lineamientos, y (3) las
empresas que se están fusionando tienen una participación de mercado de por lo menos
un 35 por ciento. Cf. United States v. Gillette Co. (1993) (se rechazó la moción del
Departamento de Justicia para prohibir la fusión de productores de unas plumas fuente
muy cotizadas; negándose a concluir que existía la probabilidad de perjuicio a la
competencia con base en efectos coordinados o unilaterales).
Los dos temas más importantes que se destacan en cualquier defensa son la
entrada y las eficiencias. Los Lineamientos explícitamente reconocen que no es
probable que la fusión perjudique la competencia "siempre y cuando la entrada al
mercado sea tan fácil que los participantes en el mercado, después de la fusión, ya sea
en su conjunto o unilateralmente, no puedan mantener rentablemente un aumento de
precio superior a los niveles antes de la fusión”. Lineamientos sobre Fusiones Sección
3.0. Sin embargo, de acuerdo con la revisión de 1992, advierten que la entrada es así de
fácil únicamente si fuera de "una magnitud, naturaleza y alcance oportunos, probables,
y suficientes para disuadir o contrarrestar los efectos competitivos que preocupan”.
(énfasis agregado) Oportuno por lo general significa en un plazo de dos años. Probable
significa "rentable a los precios anteriores a la fusión," por ejemplo, la escala mínima
viable es menor que las probables oportunidades de venta. Suficiente requiere, entre
otras cosas, que todos los activos necesarios estén disponibles para responder a las
oportunidades de ventas.
analizar cómo la fusión haría que la coordinación fuera más fácil—por ejemplo, reduciendo las asimetrías
de producto o de costo, limitando la innovación, o reduciendo la transparencia.
mientras que una nota de pie de página observa que si bien este cálculo es el
determinante "en la mayoría de los casos," la dependencia "también tomará en
consideración los efectos de las eficiencias de las que se pueda tener conocimiento y
que no tengan un efecto directo y a corto plazo en los precios”. De igual manera, el
texto especifica que las eficiencias deben ser "de tal naturaleza y magnitud que no sea
probable que la fusión sea perjudicial para la competencia en ninguno de los mercados
relevantes," (énfasis agregado; cf. PNB), mientras que una nota observa que las
dependencias, dentro de su discreción en la vigilancia de aplicación de la ley, pueden en
raras ocasiones también considerar las "eficiencias inextricablemente vinculadas" a
otros mercados. Si bien los Lineamientos indican que las dependencias realizarán un
análisis de eficiencias en todos los casos, nerviosamente advierten que "las eficiencias
casi nunca justifican una fusión para crear un monopolio o un casi monopolio”.
152
De acuerdo con el último conteo, las distintas publicaciones de la Sección Antimonopolios de la ABA
tenía por lo menos cinco entradas en este debate. Es muy probable que aumente ese número.
(iii) Los Efectos en la Competencia
(iv)Las Eficiencias
Una controversia fundamental tiene que ver con si las fusiones son
presuntamente benéficas para la sociedad. Si bien hacen notar algunas excepciones
(tales como las transacciones realizadas por razones fiscales), la mayor parte de los
economistas supone que es probable que las fusiones aumenten la eficiencia. Por otra
parte, la literatura sobre gobierno corporativo señala que es posible que los gerentes no
siempre actúen en el mejor interés de los accionistas, y algunos estudios empíricos han
encontrado que las fusiones a menudo no han dado un buen resultado. Ver David
Ravenscraft y F.M. Scherer, Mergers, Sell-Offs, and Economic Efficiency (1987). Por
supuesto, es posible que las transacciones ineficientes contengan la semilla de su propia
perdición.
Otra controversia fundamental tiene que ver con la meta de las leyes
antimonopolios: ¿es un bienestar total, es decir, el excedente de los consumidores más
las utilidades de los productores, o un bienestar del consumidor más estrecho, es decir,
el excedente de los consumidores, el cual en general es más favorecido por los
economistas? Por ejemplo, suponga que hoy los mecanismos adheridos al fondo de una
lata de cerveza que hacen que tenga espuma al servirla cuestan 90 centavos producirlos
para venderlos en $1, mientras que una fusión resultaría en que costara 80 centavos
fabricarlos para venderlos en $1.05. Un enfoque de bienestar total se regocijaría con el
ahorro de recursos de 10 centavos para la sociedad; el enfoque de bienestar del
consumidor lamentaría el incremento de precio. Como ya se señaló, los lineamientos de
1997 llegaron a una solución intermedia al requerir que suficientes ahorros se
trasladaran a los consumidores para prevenir un incremento de precio pero haciendo
notar que también se podrían considerar otros ahorros.
Una tercera controversia fundamental tiene que ver con cómo responder a la
reconocida probabilidad de que muchas fusiones producirán eficiencias. Una posición,
la cual señala que una amplia ganancia de eficiencia en un mercado pequeño fácilmente
puede superar el efecto de un incremento de precio, requiere de una defensa robusta
basada en la eficiencia. Ver Oliver Williamson, “Economies as an Antitrust Defense
Revisited”, 125 U. Pa. L. Rev. 699 (1977); Timothy Muris, “The Efficiency Defense
Under Section 7 of the Clayton Act”, 30 Case W. Res. L. Rev. 381 (1980). Otra posición
lamenta la dificultad para resolver el problema de las eficiencias esperadas a través del
litigio, y prefiere resolver el problema estableciendo umbrales de preocupación lo
suficientemente altos que permitan casi todas las fusiones con beneficios netos para la
sociedad. Ver Richard Posner, Antitrust Law 133 (2d ed. 2001). (Por el contrario,
algunos hacen un llamado a que se utilice la defensa de la eficiencia y a la vez hacen la
súplica de un escrutinio más estricto de las fusiones. Ver Pitofsky, “Proposals”, 81,
Geo. L.J. 195 (1992).)
154
Al concluir que un Clorox propiedad de Procter tendría una ventaja injusta, la Corte se centró
principalmente en las eficiencias promocionales de Procter –las cuales, para la Corte, no constituían
eficiencias económicas socialmente deseables y, por lo tanto, contaron en contra de la fusión. La Corte
puso en duda la disponibilidad de cualquier defensa basada en eficiencias de conformidad con la Sección
7, al señalar que "las posibles economías no pueden ser utilizadas como defensa de algo ilegal. El
Congreso estaba conciente de que algunas fusiones que disminuyen la competencia también pueden
resultar en economías, pero favoreció el equilibrio hacia proteger la competencia”. Pero también ver P&G
(Harlan, J., opinión concurrente) (en este caso es adecuado rechazar la defensa fundamentada en
eficiencia, en el cual P&G únicamente argumentó que podría comprar publicidad a precios inferiores,
pero las empresas deben poder utilizar los ahorros reales en recursos para defender las fusiones).
posible a través de cualquiera de las grandes cadenas minoristas; las grandes economías
de escala no impedían a las empresas más pequeñas entrar al mercado. Tampoco
consideró la Corte si otros grandes productores de detergente podrían haber entrado al
mercado. Probablemente Procter era únicamente uno de varios (y quizá de muchos)
posibles entrantes, y su eliminación como competidor potencial a través de la compra de
Clorox no hubiera reducido la competencia.
155
El Sexto Circuito revocó la decisión de la Comisión por dar por terminada la producción de pruebas a
su cargo con un fundamento del que no se había notificado adecuadamente al demandado. Bendix Corp.
v. FTC (6th Cir. 1971).
Falstaff expandió el concepto de "competidor potencial" al ver más allá de la
intención real de la empresa adquirente. El tribunal de distrito desestimó la denuncia del
gobierno después de concluir que la empresa adquirente había decidido no entrar al
mercado excepto mediante la compra de un rival importante; como Falstaff no era un
entrante potencial, la fusión constituía meramente una substitución de propietario por la
empresa adquirida. En una opinión que evocó reminiscencias de Penn-Olin, la Corte
Suprema revertió la decisión con base en el fundamento de que Falstaff podía haber
seguido siendo "percibida" por las empresas en el mercado como un entrante potencial
y, por consiguiente, podría haber constreñido sus prácticas de determinación de precios.
La Corte devolvió el caso para que el tribunal inferior considerara si Falstaff estaba
posicionada de tal manera a la orilla del mercado (era un "competidor potencial al
borde" que estaba "esperando entre bastidores") que ejercía una influencia benéfica en
el mismo—y por lo tanto su eliminación era perjudicial para la futura competencia. Sin
embargo, igual que en Penn-Olin, la Corte no llegó a la pregunta final de si la
eliminación de Falstaff como competidor potencial afectaría al mercado en forma
considerable.
Los lineamientos de 1984, los cuales son avalados en este respecto por los
lineamientos de 1992, promueven las teorías de la competencia potencial, tanto
percibida como real, pero limitan los contextos en los que estas teorías serían
planteadas. Para generalizar, los lineamientos señalan que un caso de fusión de
competencia potencial únicamente sería considerado seriamente cuando una de cuatro o
menos empresas que tuviera ventajas significativas de entrada adquiera a un participante
importante (con una participación de mercado de más de un 5 por ciento) en un mercado
concentrado (HHI de más de 1800) al que la entrada sea normalmente difícil—y en el
que fusión no esté justificada por las eficiencias. 1984 Merger Guidelines § 4.1. Los
Lineamientos hacen el señalamiento obvio, pero importante, de que en algún momento
la empresa al borde de entrar al mercado debe ser considerada un competidor real, en
contraposición a un competidor potencial.
156
Ver supra nota 7.
157
La teoría de conglomerado, la cual hasta ahora ha avanzado poco en Estados Unidos –efectos de
paquetes o de cartera- fue el núcleo del bloqueo por parte de la Comisión Europea de la fusión de General
Electric y Honeywell, General Electric/Honeywell, Case COMP/M 2220 (Julio 3, 2001) (apelación
pendiente). El Departamento de Justicia indicó que aprobaría la adquisición sujeto a una desinversión
menor. Por primera vez, una fusión importante fue detenida únicamente por la Unión Europea, la cual
objetaba la combinación de las posiciones de liderazgo de GE en motores y arrendamiento de aviones con
el dominio de Honeywell en aviónica y arranques para motores. El argumento de la Comisión era que esta
unión con un fin determinado permitiría ofrecer paquetes de productos con los que otras empresas no
podrían competir, así como el uso del arrendamiento para obligar a que se prefirieran los productos
GE/Honeywell. Implícitamente, a la Comisión le preocupaba que los ahorros a corto plazo para los
clientes llevaran al dominio a largo plazo por parte de Honeywell y a la larga a un perjuicio al cliente. El
Departamento de Justicia tenía dudas tanto del mérito de la teoría como de su aplicación a los hechos. Los
aspectos económicos del caso son descritos de manera muy accesible en Barry Nalebuff, “Bundling: GE-
Honeywell” (2001), en The Antitrust Revolution (John E. Kwoka, Jr. y Lawrence J. White eds., 4th ed.
2004).
y los activos de la "persona adquirida" o (b) más de $50 millones (indexados) cuando
una de las partes en la transacción tenga activos que exceden un valor de $100 millones
(indexados) y la otra parte tenga ventas (o ingreso) anuales netas o activos totales
superiores a $10 millones (indexados). 158 El incumplimiento de estos requisitos puede
resultar en la rescisión de las transacciones concluidas y puede ser castigado con una
sanción por la vía civil de hasta $10,000 diarios. Ver ABA Section of Antitrust Law,
Premerger Notification Practice Manual (3d ed. 2003).
G. CONCLUSIÓN
158
Si la empresa más grande es la empresa adquirente, la empresa adquirida, siempre y cuando no se
dedique a la manufactura, debe tener activos por un valor de $10 millones.
Los últimos treinta años han sido un período de extraordinaria conmoción en la
política del derecho de la competencia relativa a las fusiones, y los próximos años
prometen presentar importantes ajustes adicionales al análisis. Es probable que den
forma al actual proceso de cambio por lo menos tres condiciones básicas. La primera
consiste en la tensión persistente entre la antigua preocupación por los efectos sociales y
políticos de las grandes fusiones y el darse cuenta de que las grandes consolidaciones
corporativas pueden conferir importantes beneficios económicos a la sociedad. Ni los
tribunales ni los comentaristas han diseñado una teoría administrable para la vigilancia
de la aplicación de las normas, la cual concilie estas fuerzas que compiten entre sí; sin
embargo, ambas preocupaciones surgen con frecuencia en relación con transacciones
específicas.
Una segunda condición es la continua búsqueda por parte de los estudiosos del
tema a fin de diseñar una base teórica adecuada para determinar cuáles fusiones tienen
probabilidades de tener efectos netos que sean perjudiciales para la competencia. En las
últimas dos décadas, el análisis de las fusiones se ha amoldado más a las realidades
económicas; sin embargo, los umbrales estructurales que ofrecen el marco básico para
el análisis judicial moderno y los lineamientos gubernamentales para vigilar la
aplicación de las normas todavía carecen de un cimiento sólido en la teoría económica y
en la evidencia. Ver David T. Scheffman, “Ten Years of Merger Guidelines: A
Retrospective, Critique, and Prediction”, 8 Rev. Indus. Org. 173 (1993). A pesar del
creciente reconocimiento de que las consideraciones de eficiencia merecen un mayor
énfasis en la valoración de las fusiones, los esfuerzos para formular métodos que
expliquen los distintos argumentos de eficiencia—por ejemplo, mediante la redefinición
de la carga de la prueba para las partes que se están fusionando, o mediante la
aceptación de determinadas pretensiones de eficiencia nominalmente y la conducción de
una evaluación posterior con respecto a si dichas eficiencias se han realizado—han
procedido con gran dificultad y han producido resultados en gran parte insatisfactorios.
El silencio de la Corte Suprema sobre los temas relativos a las fusiones también
ha dejado la evolución de los criterios que se aplican a las mismas en manos de los
tribunales federales inferiores. En muchos casos, estos tribunales han avalado enfoques
analíticos que se alejan de la letra o del espíritu de los casos de los que tuvo
conocimiento la Corte Suprema en la década de los sesenta. Ésto plantea la pregunta de
si, en un caso en el futuro, la Corte modificaría sus declaraciones existentes de los
principios relativos a las fusiones y si daría cabida a los puntos de vista de las
decisiones más recientes de los tribunales de distrito y de los tribunales de apelaciones.
La decisión del Circuito de D.C. en United States v. Baker Hughes, Inc. (D.C.
Cir. 1990) ofrece un intrigante vistazo de lo que puede deparar el futuro. Como se
señaló anteriormente, Baker Hughes rechazó el esfuerzo del Departamento de Justicia
de prohibir la fusión de dos productores de equipo para perforación en la industria del
petróleo en la que el HHI posterior a la fusión era superior a 4000. El tribunal
enfáticamente declaró que sólo las cifras no bastaban—y ahora el autor de la opinión, y
un juez que coincide con él, están en la Corte Suprema. Si la Corte Suprema aborda los
criterios para las fusiones en un futuro cercano, el enfoque más tolerante—encarnado en
Baker Hughes—bien puede influir en el pensamiento de la Corte.
CAPÍTULO X
Los esfuerzos que realizan las empresas para adquirir, usar, y hacer cumplir los
derechos de propiedad intelectual—patentes, derechos de autor, marcas registradas, y
secretos comerciales—algunas veces crean desafíos bajo el derecho de la competencia.
Durante muchos años estos derechos fueron vistos con sospecha, 159 pero esta hostilidad
se ha moderado; las dependencias federales que vigilan el cumplimiento de las normas y
los tribunales ya reconocen que las leyes de propiedad intelectual y de la competencia
no se contradicen sino que ambas están dirigidas a la mejora del bienestar del
consumidor. Ver, por ejemplo, Atari Games Corp. v. Nintendo of Am., Inc. (Fed. Cir.
1990) (se observa que las leyes relativas a patentes y a la competencia "de hecho se
complementan, ya que ambas tienen el objetivo de alentar la innovación, la industria y
la competencia"), Este capítulo revisa los principales temas en el derecho de la
competencia, los cuales surgen cuando los negocios tratan de obtener y de explotar
derechos de propiedad intelectual—en especial la adopción y la exigibilidad de las
licencias de patente. 160
Las patentes son derechos de propiedad sancionados por el gobierno, los cuales
otorgan a los inventores derechos exclusivos sobre sus invenciones, prohibiendo así a
otros utilizarlas sin permiso durante veinte años (más cualquier prórroga) a partir de la
fecha en la que se presenta la solicitud). 15 U.S.C.A. § 154. El poder de la patente
reside en el derecho jurídico que le da a su titular de excluir a otros en la práctica de lo
que cubre la patente. 161 Durante muchos años, esta característica llevó a numerosos
159
Quizá en donde mejor fue captada esta falta de confianza fue en el ataque emprendido por el
Departamento de Justicia en la década de los setenta contra las "nueve cosas que no se deben hacer"—
prácticas relacionadas con patentes que condenaba como ilegales per se. Ver “Remarks of Deputy
Assistant Attorney General Bruce B. Wilson”, reimpreso en 4 Trade Reg. Rep. (CCH) ¶ 13,126 (Sept. 2,
1972). El Departamento repudió esta política en la década de los ochenta, ver “Remarks of Deputy
Assistant Attorney General Abbott B. Lipsky, Jr.”, reimpreso en 4 Trade Reg. Rep. (CCH) ¶ 13,129 (Nov.
5, 1981).
160
La propiedad intelectual y el derecho de la competencia también han atraído una atención
considerable. Ver “To Promote Innovation: The Proper Balance of Competition and Patent Law and
Policy”, A Report by the Federal Trade Commission (Oct. 2003). Para una revisión completa, ver Herbert
Hovenkamp et al., IP and Antitrust: An Analysis of Antitrust Principles Applied to Intellectual Property
Law (2003). Un tema—el cual estableció el criterio a seguir—merece ser mencionado aun cuando esta ley
no ha sido suficientemente desarrollada para justificar un tratamiento textual. En Dell Computer Corp.,
(FTC 1996) (resolución consentida), el argumento de la FTC era que Dell falsamente aseguró a una
asociación que establecía normas que no tenía derechos de propiedad intelectual que pudieran interferir
con una norma propuesta –y posteriormente, cuando se adoptó la norma que era ventajosa para Dell, ésta
intentó hacer cumplir patentes contra empresas que tenían planes de seguirla. Ésto fue considerado por la
mayoría un método desleal de competencia de conformidad con la Sección 5. Otras dos demandas que ha
entablado la FTC argumentando abuso en el establecimiento de normas están actualmente en proceso de
pronunciamiento judicial. Ver Rambus Inc., FTC Initial Decision (Feb. 24, 2004) (desestimación de la
demanda); Union Oil Co. of Calif., FTC Initial Decision (Nov. 25, 2003) (desestimación de la demanda)
161
Los derechos de autor también son autorizaciones legislativas que confieren exclusividad a la
expresión original de ideas de un autor. 17 U.S.C. § 101 et seq. A diferencia de una patente, el derecho de
autor debe existir en una obra de la que se tiene titularidad, pero existe desde el momento de la creación y
tribunales a hablar del "monopolio de la patente"; 162 a menudo se consideraba que las
patentes entraban en conflicto con las leyes antimonopolios, ya que estas últimas tienen
el objetivo de impedir la creación o el ejercicio ilícitos de un poder de monopolio. Sin
embargo, este conflicto es más ilusorio que real. El derecho exclusivo de la patente para
el uso de la invención no necesariamente confiere poder de monopolio; puede ser fácil
encontrar substitutos o es posible que la invención tenga poco valor comercial. Y aún
más importante, uno de los objetivos centrales, tanto de la patente como del derecho de
la competencia, consiste en promover la innovación y en alentar el uso eficiente de los
recursos. Ambos persiguen aumentar la producción—con el subsiguiente efecto general
de bajar los precios ajustados a la calidad. 163(5)
P
MC1
MC2
p1
p2
q1 q2 Q
continúa durante mucho tiempo más –actualmente, para las obras creadas en 1978 ó posteriormente,
durante la vida del autor más 70 años, 17 U.S.C. § 302; ver Eldred v. Ashcroft (2003) (rechazo de la
impugnación Constitucional a la prórroga retroactiva de 20 años). Los tribunales invocan decisiones
relativas a patentes de conformidad con el derecho de la competencia con el fin de analizar los temas
relativos al mismo, los cuales están relacionados con los derechos de autor.
162
Ver, por ejemplo, Henry v. A.B. Dick Co. (1912) (el poseedor de la patente es titular de un "monopolio
lícito"); United States v. Aluminum Co. of Am. (2d Cir. 1945) (una patente o derecho de autor confiere un
"monopolio lícito"). El tribunal de Apelaciones del Circuito Federal, el cual es competente en materia de
apelaciones relativas a patentes, ha rechazado esta terminología:
En ninguna parte de una ley es descrita la patente como monopolio. El derecho de patente
consiste únicamente del derecho de excluir a otros, la definición misma de lo que es la
"propiedad”. Que el derecho de propiedad representado por un patente, al igual que otros
derechos relativos a la propiedad, pueda ser utilizado en un esquema que viole las leyes
antimonopolios no crea un "conflicto" entre las leyes que establecen cualquiera de dichos
derechos de propiedad y las leyes antimonopolios.
Carl Schenck, A.G. v. Nortron Corp. (Fed. Cir. (1983).
163
El poseedor de la patente recibe un monopolio sobre su invención, pero ésta no es comercializable -
para efectos comerciales- a menos de que sea una mejora, o esté disponible a un precio inferior que el de
los productos para los que es un substituto. Ésto se ilustra en la Figura 11.
A. INTRODUCCIÓN A LAS PATENTES
Las patentes pueden ser usadas por el inventor, vendidas, otorgadas bajo una
licencia para que las utilicen otros, o no ser usadas en lo absoluto. La mera falta de uso
de una patente no viola ni la patente ni las leyes antimonopolios. Ver Continental Paper
Bag Co. v. Eastern Paper Bag Co. (1908); cf. Dawson Chem. Co. v. Rohm & Haas Co.
(1980) ("el otorgamiento obligatorio de una licencia es raro en nuestro sistema de
patentes"). La misma regla aplica al material objeto de los derechos de autor. Ver
Orson, Inc. v. Miramax Film Corp. (3d Cir. 1999) (el estado no puede ordenar la
distribución o la reproducción de una obra cubierta por derechos de autor).
164
Si el otorgamiento de la exclusividad durante 20 años es necesario para maximizar el uso eficiente de
los recursos y de la invención es objeto de controversia entre los expertos. Ver Louis Kaplow, “The
Patent-Antitrust Intersection: A Reappraisal”, 97 Harv. L. Rev. 1813 (1984); George L. Priest, “What
Economists can Tell Lawyers About Intellectual Property: Comment on Cheung”, 8 Res. L. & Econ. 19
(1986).
permite a los demandados—en una acción de violación o en una acción contractual para
cobrar las regalías no pagadas—argumentar que el poseedor de la patente ha hecho un
"uso indebido" del otorgamiento de la patente y, por ende, no tiene derecho a la medida
de reparación solicitada. Cf. Lasercomb Am., Inc. v. Reynolds (4th Cir. 1990) (se
reconoce la doctrina de "uso indebido de los derechos de autor”); Stephen A. Snack, Jr.,
“Recent and Impending Developments in Copyright and Antitrust”, 61 Antitrust L.J.
331(1993). Una parte considerable de la conducta condenada como uso indebido de una
patente también viola las leyes antimonopolios, por ejemplo, al fijar el precio de los
bienes patentados, al revenderlos o al amarrar la venta de un producto patentado a la de
un producto no patentado. Ver Motion Picture Patents Co. v. Universal Film
Manufacturing Co. (1917) (el arreglo de amarre en el que el poseedor de la patente
obligaba a los exhibidores que pasaran únicamente sus películas en su proyector
patentado constituía un uso indebido de la patente). En los últimos años se ha centrado
un debate considerable en qué tan deseable es mantener una doctrina de uso indebido de
las patente además de criterios—conforme al derecho de la competencia—de
aplicabilidad general. Compare Kenneth J. Birchfiel, “Patent Misuse and Antitrust
Reform: ‘Blessed Be the Tie’”, 4 Harv. J.L. & Tech. 1 (1991) (en defensa de la doctrina
de uso indebido de la patente) con Mark A. Lemley, “The Economic Irrationality of the
Patent Misuse Doctrine”, 78 Calif. L. Rev. 1599 (1990) (considera que la doctrina de
uso indebido de la patente es una duplicación innecesaria) y Nota, Is the Patent Misuse
Doctrine Obsolete?, 110 Harv. L. Rev. 1922 (1997) (matices en la defensa de la
doctrina). El Congreso redujo el alcance de la defensa del uso indebido en 1988, ver 35
U.S.C.A. § 271(d), y el Circuito Federal ha considerablemente limitado su alcance, ver
Robert J. Hoerner, “The Decline (and Fall?) of the Patent Misuse Doctrine in the
Federal Circuit”, 69 Antitrust L.J. 669 (2002) (revisión de casos). 165 No obstante, la
doctrina no ha sido abolida, de manera tal que tanto los principios del derecho de la
competencia como los del uso indebido de las patentes deben ser considerados en el
análisis de las consecuencias para la competencia de las prácticas de propiedad
intelectual.
165
El papel que juega el Circuito Federal en la ley antimonopolios en materia de propiedad intelectual no
puede sobreestimarse. Ver “Symposium: The Federal Circuit and Antitrust”, 69 Antitrust L.J. Issue 3
(2002). El tribunal, creado en 1982, tiene jurisdicción exclusiva en la apelación de casos de patentes. 28
U.S.C.A. § 1295; ver Holmes Group v. Vornado Air Circulation Systems, Inc. (2002) (no tiene
jurisdicción sobre casos que no argumenten pretensiones de patente aun si lo hacen las contra demandas).
Mientras la mayor parte del derecho de la competencia se desarrolla a través de un proceso de múltiples
tribunales de apelaciones que aplican la ley y aprenden unos de otros siendo la Corte Suprema la que
resuelve las controversias, las leyes antimonopolios en materia de patentes cada vez más es el dominio de
un solo tribunal, el cual tiene una preocupación especial en cuanto al sistema de patentes y únicamente
una revisión ocasional por parte de la Corte Suprema. Ver Ronald S. Katz y Adam J. Saber, “Should One
Patent Court Be Making Antitrust Law for the Whole Country?”, 69 Antitrust L.J. 687, 709 (2001) (no es
de sorprender que un tribunal de patentes ladee el equilibrio patente/antimonopolios a favor de las
patentes"). Si bien el Circuito Federal formalmente aplica las leyes de los circuitos originadores a las
cuestiones ajenas a la patente, aplica sus propias leyes a un universo cada vez mayor de temas que
considera se encuentran dentro de su jurisdicción exclusiva. Ver Nobelpharma AB v. Implant Innovations,
Inc. (Fed. Cir. 1998) ("Si la conducta en los cargos relativos a la violación de la patente es suficiente para
quitarle al poseedor de la misma su inmunidad contra las leyes antimonopolios…implica nuestra
jurisdicción exclusiva sobre los casos relativos a patentes”).
La fijación de precios entre vendedores que compiten entre sí (horizontal) y
entre el proveedor y el minorista (vertical) es, como se puntualizó anteriormente, ilegal
per se. Si bien la aplicación de esta regla a los arreglos horizontales de los carteles por
lo general es aplaudida, queda menos claro si debe ser aplicada de manera rígida a los
acuerdos verticales (ver Capítulo 8). El debate sobre la sabiduría de la regla en Dr.
Miles se ha extendido al área de otorgamiento de licencias de patente pero con
resultados en cierta forma diferentes.
La Corte Suprema invocó una lógica diferente para reafirmar esta regla en
United States v. General Elec. Co. (1926), GE le había otorgado una licencia a
Westinghouse para fabricar y vender lámparas bajo las patentes de GE. Los precios se
debían mantener al mismo nivel que GE había fijado para sus distribuidores.
Confirmando la condición de fijación de precios en las licencias de GE, la Corte cambió
de fundamentos y justificó la condición como razonablemente adaptada para asegurar al
poseedor de la patente la recompensa pecuniaria de sus derechos patentados. La Corte
consideró que era razonable que GE condicionara la licencia para que Westinghouse
pudiera vender las lámparas a precios que no interfirieran con las utilidades que deseaba
GE.
166
La cuestión en este caso difiere de la decidida en Dr. Miles (el cual no implicaba una patente) en
cuanto a que el poseedor de la patente no ha fabricado y vendido el producto al minorista. En uno de los
primeros casos, Bauer & Cie v. O'Donnel (1913), la Corte Suprema sostuvo que los acuerdos de RPM
relativos a productos patentados no eran exigibles. La Corte en Bauer & Cie distinguió a E. Bement v.
National Harrow Co. (1902) con base en El fundamento de que implicaba el otorgamiento de una licencia
y no una reventa.
Si bien se puede plantear el argumento de que si Westinghouse puede fabricar y
vender lámparas más económicamente debe ser alentada a que lo haga, si GE no pudiera
controlar los precios de Westinghouse podría decidir no otorgarle ninguna licencia en lo
absoluto para fabricarlas y venderlas. GE no podría necesariamente protegerse a sí
misma sólo ajustando las regalías. Si sobreestimaba los costos para Westinghouse, el
pago de regalías podría ser demasiado bajo; sin embargo, si lo establecía demasiado
alto, podría impedir que Westinghouse fabricara y vendiera las lámparas. 167 En otras
palabras, el establecimiento de un precio mínimo puede ser la forma más eficiente de
proteger al poseedor de la patente, de alentar el otorgamiento de licencias, y, como
señaló la Corte, de asegurar que GE obtuviera su recompensa de monopolio.
Sin embargo, existe otra explicación posible por la que GE puede haber otorgado
una licencia a Westinghouse. Es posible que las dos empresas hayan utilizado la licencia
de fijación de precios para ayudar a formar y operar un cartel. Si era cuestionable la
validez de la patente de GE, ésta, en vez de arriesgarse a un fallo de invalidez, pudo
haberle otorgado la licencia a Westinghouse con el fin de compartir su mercado
(mientras seguía manteniendo un precio de monopolio). Si ésto explica la licencia de
GE, como parece ser probable, la aprobación por parte de la Corte de la condición
relativa a la fijación de precios es errónea.
167
Esta idea se ilustra con la figura 12.
Esta figura meramente repite la gráfica de la figura de precios de monopolio (Figura 7, supra). MC
representa el costo de producir la invención. A fin de obtener su recompensa de monopolio, el poseedor
de la patente establece su precio a un nivel tal que su producción (la cantidad de la demanda) se encuentra
en el punto en el que su ingreso marginal (IM) es igual a su costo marginal (MC). (Ver Capítulo 3 para
una explicación de la determinación de precios de monopolio.) Para asegurarse de obtener esta
recompensa al otorgar una licencia a otros, el poseedor de la patente establecerá un pago por regalías que
sea igual a la diferencia entre el costo marginal (es decir, el precio competitivo) y el precio de
monopolio—o la diferencia entre p1 y p2 en la figura de arriba. El total de las regalías (las cuales se
reflejan en el área sombreada) será igual a las utilidades de monopolio que hubiera recibido el poseedor
de la patente si hubiera producido la producción él mismo.
P MC
p2
Regalía
p1
q Q
IM
Otro tipo de licencia limitada es la que se define como el "campo de uso”, el cual
restringe el uso de la tecnología patentada a las aplicaciones especificadas. En uno de
los principales casos, General Talking Pictures Corp. v. Western Elec. Co. (1938), el
titular de la patente había dividido el otorgamiento de sus licencias de una invención de
168
En Copperweld (1984), se consideró que una empresa y su subsidiaria totalmente controlada no podían
conspirar de conformidad con la Sección 1 de la Ley Sherman porque no representaban intereses
económicos separados. Es concebible que un análisis similar pudiera aplicar a la relación entre el titular
de una patente y su licenciatario. Compare Levi Case Co. v. ATS Prod., Inc. (N.D. Cal. 1992) (el titular de
la patente y el licenciatario exclusivo no podían violar la Sección 1 porque no eran fuentes independientes
de poder económico; al otorgar una licencia exclusiva, el titular de la patente se eliminó a sí mismo del
mercado) con Townshend v. Rockwell Int'l Corp., (N.D. Cal. 2000) (se negó el sobreseimiento del caso
porque el otorgante de la licencia y el licenciatario podrían ser actores independientes que pudieran
conspirar)
amplificación de sonido en dos clases de uso: "para el hogar" (receptores de radio) y
"comercial" (por ejemplo, equipo de sonido para películas). La licencia para la
fabricación de cada uno de éstos fue otorgada a una empresa diferente. Al confirmar la
pretensión del titular de la patente en el sentido de que un comprador de su licenciatario,
el cual estaba restringido al uso para el hogar, había violado la patente a través del uso
comercial del dispositivo, la Corte implicó (aunque específicamente se negó a
pronunciar un fallo) que la restricción de uso era lícita. Sin embargo, al igual que en lo
que toca a las restricciones de precio, la Corte Suprema no ha extendido ni
posteriormente ha vuelto a afirmar esta regla. Ver Automatic Radio Mfg. Co. v.
Hazeltine Research, Inc. (1950) (confirmación del otorgamiento de licencia de múltiples
patentes bajo una sola licencia). No obstante, los tribunales a menudo han invocado
General Talking Pictures para confirmar varias licencias limitadas a un campo como
lícitas de conformidad con el otorgamiento de la patente o la regla de la razón. Ver B.
Braun Medical, Inc. v. Abbott Laboratories (Fed. Cir. 1997); United States v.
Studiengesellschaft Kohle (D.C. Cir. 1981) (se confirmó la restricción de campo de
uso); ver también IP Guidelines § 2.3 ("Es posible que las limitaciones de campo de
uso, territorio y de otra índole en las licencias de propiedad intelectual contribuyan a
fines favorables para la competencia al permitir al otorgante de la licencia explotar su
propiedad en la forma más eficiente y eficaz posible”).
Más recientemente, en Dawson Chem. Co. v. Rohm & Haas Co. (1980), el fallo
de la corte fue que una demanda basada en una participación accesoria no está
prohibida por la invocación del titular de la patente de un amarre para controlar la venta
de un producto que no está patentado. El demandante (Rohm & Haas) era titular de una
patente del único método comprobado para aplicar un herbicida químico a los cultivos.
El compuesto en sí no estaba patentado, pero tampoco tenía un uso comercial excepto
como parte del proceso patentado del demandante. Cuando el demandado fabricó y
vendió el compuesto con instrucciones detallando su uso como herbicida—a sabiendas
de que el uso que hicieran sus clientes del químico de conformidad con las instrucciones
directamente violaría la patente—Rohm & Hass acusaron al demandado de
participación accesoria en la comisión del ilícito. Los demandados habían solicitado al
demandante una licencia únicamente del proceso patentado—sin comprar el químico—
pero Rohm & Haas había rechazado todas las solicitudes. Por lo tanto, el argumento del
demandado era que el demandante había ilegalmente amarrado la licencia de su proceso
patentado a la compra del producto que no estaba patentado. Sin embargo, la Corte
confirmó la demanda relativa a la violación de la patente, concluyendo que las
(versiones anteriores de las) secciones 271(c) y (d) del Código de Patentes había, de
hecho, rechazado los casos Mercoid. Esta decisión también es importante porque
reconoce los derechos de propiedad que crea el sistema de patente (y la necesidad de
protegerlos) y su conclusión de que el poseedor de la patente no está obligado a otorgar
una licencia de su invención. También es un reconocimiento de que los arreglos de
amarre pueden servir para fines deseables. También ver Aronson v. Quick Point Pénsil
Co. (1979) y el Capítulo 8.
Cuando los arreglos de otorgamiento de licencia para una patente han sido
impugnados como acuerdos de amarre ilegales de conformidad con las leyes
antimonopolios, los litigantes frecuentemente se han centrado en el requisito de la
doctrina de amarre de que el vendedor tenga suficiente poder económico en el mercado
para que el producto de amarre le permita restringir la competencia en el mercado del
producto amarrado. Durante muchos años, los tribunales supusieron la existencia de
poder de mercado en el producto de amarre en los casos en los que el producto de
amarre estaba patentado o sujeto a derechos de autor. Ver IBM (1936); International
Salt (1947). Sin embargo, más recientemente la presunción de que una patente o
derecho de autor confiere suficiente poder de mercado para establecer este elemento en
un caso de amarre de conformidad con el derecho de la competencia ha sido objeto de
ataque y ha sido revocado por la legislación en el contexto de uso indebido de la
patente. Compare 35 U.S.C.A. § 271(d) (5) (uso indebido de la patente mediante un
amarre se limita a los casos en los que el titular de la patente tiene poder de mercado en
el mercado relevante para amarrar la patente o producto patentado).
Debido a las dudas sobre su validez y cobertura, las patentes que compiten entre
sí a menudo son objeto de controversia y las partes tratan de llegar a un arreglo. Ver
Hovenkamp et al., capítulo 7. En otras áreas de la ley, por lo general se insta a las partes
a un arreglo como preferible al litigio desde el punto de vista social. Esta posición fue
adoptada en Standard Oil Co. (Indiana) v. United States (1931) (Cracking Case), en el
que varias empresas refinadoras eran titulares de patentes que competían entre sí para el
proceso de "descomposición térmica" en la extracción de gasolina adicional a partir del
crudo de petróleo. A fin de evitar litigios adicionales en relación con sus demandas,
cuatro refinadores agruparon sus patentes, se otorgaron licencias cruzadas unos a otros,
y acordaron en compartir las regalías que recibieran (principalmente de otros) en una
proporción fija de conformidad con las múltiples licencias. El gobierno atacó este
arreglo de agrupamiento con el argumento de que eliminaba la competencia en los
pagos de regalías entre los titulares de las patentes. Se sostuvo que el arreglo de dividir
las regalías violaba la Sección 1 de la Ley Sherman y permitía que los demandados
siguieran recibiendo regalías a niveles de monopolio.
Aun cuanto aceptó la conclusión del gobierno de que las patentes agrupadas
competían entre sí, la Corte confirmó el arreglo de licencia cruzada y la división de
regalías. Aplicó una prueba de regla de la razón, observando que los arreglos mediante
los que se intercambian derechos de patente y se permiten las divisiones de regalías a
menudo son necesarios para que el litigio no bloquee los avances técnicos; el
intercambio de patentes bajo términos razonables para todos los fabricantes que deseen
participar puede promover la competencia. Además, las regalías no pueden, puntualizó
la Corte, fijar o afectar los precios de manera adversa ya que la gasolina—bajo la
patente de descomposición térmica—constituía únicamente el 26 por ciento de los
suministros totales de este producto.
P
S1
S3
p1
p3 S2
p2
0 q1 q3 q2 Q
Los últimos años han visto una explosión en los litigios y en el conocimiento
que se ha obtenido sobre los arreglos relativos a patentes. Sigue habiendo aceptación de
dos posiciones que son los polos opuestos: por una parte, el arreglo de un litigio entre
titulares de patente que auténticamente bloquean puede ser benéfico para la sociedad;
por la otra, el supuesto arreglo de dos demandas frívolas puede ocultar un acuerdo
horizontal perjudicial para la competencia con el fin de dividir mercados. 170 Ver IP
Guidelines § 5.5 (los tribunales correctamente "favorecen estos arreglos”, pero "en
ausencia de eficiencias que compensen, dichas arreglos pueden ser impugnados como
restricciones ilícitas al comercio") (cita de Singer Manufacturing). La distinción entre
arreglos correctos e incorrectos ha suscitado una gran controversia. Ver Carl Shapiro,
“Antitrust Limits to Patent Settlements”, 34 Rand. J. Econ. 391 (2003) (se recomienda
se consideren ilegales todos los arreglos en casos de patentes que "lleven a un excedente
esperado para el consumidor más bajo del que se hubiera dado con un litigio"). También
ha suscitado considerables litigios, en especial en el contexto singular de la ley Hatch-
Waxman Act en la que incentivos especiales distorsionan el mercado. Compare
Louisiana Wholesale Drug Co. v. Hoechst Marion Roussel, Inc. (6th Cir. 2003)
(interposición del recurso de apelación pendiente) (el arreglo del pago sospechoso
efectuado por el titular de la patente a un supuesto infractor ilegal per se) con Valley
Drug Co. v. Geneva Pharmaceuticals, Inc. (11th Cir. 2003) (interposición del recurso
de apelación pendiente) (un arreglo similar será juzgado de conformidad con la regla de
la razón) y In re Schering-Plough Corp. (FTC 2003) (apelación en el registro procesal)
(un arreglo similar fue condenado de conformidad con una regla de la razón
abreviada). 171
169
El análisis económico de la Corte también seleccionó erróneamente la gasolina total como mercado
relevante (y encontró que los demandados únicamente controlaban el 26 por ciento del mismo). De hecho,
el mercado era de patente de gasolina producida mediante una "descomposición térmica"—para lo cual
no había substitutos aproximados. En ésto los demandados tenían poder de monopolio, ya que
controlaban el 100 por ciento del mercado.
170
También se suscita controversia en cuanto al grado en el que cualquier arreglo en un caso de patente
protege al solicitante de conformidad con la doctrina Noerr-Pennington. Ver Mark L. Kovner et al.,
“Applying the Noerr Doctrine to Pharmaceutical Patent Litigation Settlements”, 71 Antitrust L.J. 609
(2003), y el capítulo 13.
171
También los arreglos de agrupamiento han sido objeto de atención. El gobierno revisa estos arreglos
de agrupamiento para ver si hay un posible daño a la competencia a través de una colusión, de exclusión
perjudicial para la competencia, y de un retraso de la innovación. Ver IP Guidelines § 5.5; MPEG-2
Technology Business Review Letter (Junio 26, 1997); también ver DVD-Video y DVD-ROM Business
Review Letters (Dic. 17, 1998 y junio 19, 1999).
Las actividades de adquisición de patente por parte de una sola empresa a veces
hacen surgir preocupaciones de que el titular de la patente obtenga y ejerza poder de
mercado unilateralmente. Ver Richard J. Gilbert y David Newberry, “Preemptive
Patenting and the Persistente of Monopoly”, 72 Am. Econ. Rev. 514 (1982). La
agregación de patentes de una empresa—como resultado de investigación y desarrollo
internos—normalmente no viola las leyes relativas a la competencia. Ver Automatic
Radio ("La mera acumulación de patentes, independientemente de cuántas sean, no es
por sí misma ilegal”). Cf. Xerox Corp. (1975) (arreglo en cuanto a las pretensiones de
que Xerox había violado la Sección 5 de la Ley de la FTC al crear un matorral de
patentes alrededor de su tecnología de copia con papel en seco a fin de impedir que
otras empresas introdujeran copiadoras de papel en seco). 172 Sin embargo, la
adquisición de patentes y otros derechos intangibles de propiedad, tales como los
derechos de autor y las marcas registradas, pueden violar las leyes de la competencia,
incluyendo la Sección 7 de la Ley Clayton, si el efecto es el de reducir la competencia o
una tendencia hacia la creación de un monopolio. Ver SCM Corp. v. Xerox Corp. (2d
Cir. 1981); también ver Kobe, Inc. v. Dempsey Pump Co. (10th Cir. 1952) (Había una
violación de la Sección 2 de la Ley Sherman cuando el demandado participaba en la
adquisición, no uso, y exigibilidad de "todas las patentes importantes" en el campo con
la intención de excluir a sus rivales); IP Guidelines § 5.7.
Una forma para que el titular de una patente adquiera patentes es condicionando
el otorgamiento de una licencia para su patente a la promesa del licenciatario de
"corresponder al otorgamiento" del titular de la patente con cualquier patente de mejora
que obtenga, o otorgando una licencia al titular de la patente para que pueda utilizar las
patentes que el licenciatario desarrolle. En Transparent-Wrap Machina Corp. v. Stokes
& Smith Co. (1947), la Corte Suprema consideró una disposición de corresponder al
otorgamiento, la cual requería que el licenciatario cediera al licenciante todas las
patentes de mejoras a una máquina de empaque patentada; el acuerdo daba al
licenciatario una licencia no exclusiva, sin pago de regalías sobre las mejoras. Después
de notar que las cláusulas de corresponder al otorgamiento podían suscitar
preocupaciones bajo del derecho de la competencia al desalentar al licenciatario a
perseguir nuevas invenciones, el fallo de la Corte fue que el corresponder al
otorgamiento no constituye una violación per se y debe ser analizado con un criterio de
regla de la razón. En casos posteriores, los factores relevantes en la aplicación de la
prueba de la regla de la razón a las cláusulas de corresponder al otorgamiento han
incluido el considerar si éste es o no exclusivo, así como la duración del arreglo de
correspondencia al otorgamiento. Ver Santa Fe-Pomeroy, Inc. v. P & Z Co. (9th Cir.
1978) (correspondencia al otorgamiento confirmada con base en que era "limitada en el
tiempo y en la materia… y por lo tanto no tenía un efecto restrictivo o 'enfriador'"); IP
Guidelines § 5.6
172
Para un argumento de que la acción de la FTC, la cual invocó conceptos en cierta forma ajenos al
derecho moderno de la competencia, pero creó un beneficio público considerable "deshaciendo 'una
cartera de patentes impresionante' que amenazaba aislar a Xerox de la competencia… para siempre”, ver
Willard K. Tom, “The 1975 Xerox Consent Decree: Ancient Artifacts and Current Tensions”, 68 Antitrust
L.J. 967, 967 (2001).
El titular de una patente obtenida de manera lícita normalmente no tiene
obligación de otorgar una licencia de su patente a otros. Ver United States v.
Westinghouse Elec. Corp. (9th Cir. 1981). En SCM el Segundo Circuito sostuvo que
"cuando la patente ha sido adquirida en una forma lícita, la conducta posterior que sea
permisible de conformidad con las leyes de patentes no puede desencadenar ninguna
responsabilidad bajo las leyes de la competencia”. El fallo de la Corte fue que la
negativa de Xerox a otorgar una licencia de sus patentes no constituía una violación a la
Sección 2.
Si bien la mera negativa a otorgar una licencia es casi sin duda legal, 173 las
patentes no cubren a sus usuarios con el manto de la inmunidad con respecto a las leyes
de la competencia. El condicionamiento de una licencia a un acuerdo de fijación de
precios de productos no relacionados, por ejemplo, casi con certeza violaría la Sección 2
(y, en caso de ser aceptada la oferta, la Sección 1). Los tribunales se han esforzado por
identificar y aplicar el criterio adecuado.
Los casos principales fueron conocidos por el Primer y el Noveno Circuito, así
como el Circuito Federal. En Data General Corp. v. Grumman Systems Support Corp.
(1st Cir. 1994), el monopolista Data General ganó una sentencia sumaria después de que
dejó de otorgar una licencia de sus programas de computación –protegidos por derechos
de autor- a una empresa rival, supuestamente con el fin de conservar su monopolio en el
mercado de servicio posterior a la venta. El tribunal rechazó la regla de legalidad per se
que proponía Data General, pero hizo la segunda mejor cosa que podía hacer. Sostuvo
"que si bien la conducta exclusionaria puede incluir la negativa unilateral del
monopolista a otorgar una licencia con respecto a derechos de autor, el deseo del autor
de excluir a otros del uso de su obra con derechos de autor es presuntamente una
justificación comercial válida con respecto a un daño inmediato a los consumidores”. La
redacción anterior es torpe (¿cómo puede el excluir a otros ser tanto la conducta
impugnada como la justificación de la misma?) pero la idea fue evidente: las negativas
de otorgar una licencia son presuntamente (lo cual es refutable) legales, aun si el
propósito subjetivo es disminuir la competencia entre el que era el licenciante y el
licenciatario.
173
De hecho sería un caso insólito en el que un tribunal aplicara la doctrina de facilidades esenciales, la
cual ya tiene una base poco firme (ver capítulo 4), para requerir el otorgamiento de una licencia para una
patente. Ver Intergraph Corp. v. Intel Corp. (Fed. Cir. 1999) (anulación de la prohibición preliminar
ordenada cuando Intel puso un alto a la información clave que estaba compartiendo con su cliente
Intergraph, aparentemente como represalia porque este último había entablado una demanda de violación
de patente; "el cliente que depende del suministro de un componente por parte de un fabricante no puede,
con base en ese fundamento, obligar al productor a que se lo suministre; también tiene que haber un
aspecto perjudicial para la competencia…"). Pero ver cf. Intel Corp. (FTC 1999) (resolución consentida
que aborda la misma conducta).
tribunal hizo notar que de las "miles de refacciones" necesarias, "únicamente 65 estaban
patentadas”. Además, la evidencia demostraba que la protección de los derechos de
propiedad intelectual "no jugó ninguna parte en la decisión" de detener el suministro de
las refacciones. Esta disposición para analizar la intención subjetiva fue una
sorprendente desviación de Data General.
(1) Una declaración falsa o una omisión deliberada de un hecho que sea
importante para la patentabilidad, (2) hecha con la intención de engañar al
inspector de la patente, (3) en la cual el inspector justificadamente haya confiado
al otorgar la patente, y (4) sin dicha declaración falsa u omisión deliberada la
patente no se hubiera otorgado.
174
C.R. Bard y otras autoridades del Circuito Federal han dicho que hay que demostrar dolo o
importancia considerable para establecer una violación bajo el derecho de la competencia y no
únicamente una conducta no equitativa, pero no queda claro si ésta es una distinción con una verdadera
diferencia. Ver Hovenkamp et al., § 11.2c.
CAPÍTULO XI
DISCRIMINACIÓN DE PRECIOS Y LA
LEY ROBINSON-PATMAN
A. EL ORIGEN Y LA APLICACIÓN DE LA
SECCIÓN 2 DE LA LEY CLAYTON
Conforme fue promulgada en 1914, la Sección 2 de la Ley Clayton
originalmente buscaba prohibir la reducción de precios—a nivel local—por parte de los
proveedores monopolistas que trataban de excluir a sus competidores de sus mercados.
Ver ABA Antitrust Section, “Monograph No. 4, The Robinson-Patman Act: Policy and
Law”, Vol. I, en 7-8 (1980). El fallo de los tribunales inicialmente fue que la Sección 2
no aplicaba a la conducta que reducía la competencia entre los compradores rivales. Ver
National Biscuit Co. v. FTC (2d Cir. 1924). Otras decisiones exentaron a todos los
descuentos por cantidad -estuvieran o no dichos descuentos justificados por las
diferencias en los costos de lograr ventas de un alto volumen. La Corte Suprema a la
larga concluyó que la Sección 2 cubría las transacciones que afectaban la competencia
entre los compradores, ver George Van Camp & Sons v. American Can Co. (1929), pero
no hasta que las cadenas de tiendas se convirtieron en participantes importantes en la
distribución de bienes para el consumidor.
En la práctica, dicha Ley ha sido la ley antimonopolios más criticada, tanto por
su complejidad como por su tendencia a desalentar las formas deseables de rivalidad.
Ver, por ejemplo, Daniel F. Spulber, Regulation and Markets 544 (1989) ("La
derogación de las leyes en contra de la discriminación de precios parece ser deseable”).
Si bien su objetivo principal eran los mayoristas grandes, ha sido aplicada
primordialmente contra los vendedores pequeños que han dado descuentos para poder
competir contra los vendedores más grandes y contra las empresas que participan en una
competencia vigorosa. Como resultado, la Ley Robinson-Patman ha sido atacada por
desalentar la competencia de precios y promover la uniformidad de los mismos. Por
consiguiente, su importancia en la aplicación del derecho de la competencia se ha
desvanecido en los últimos años. Si bien en una época esta ley fue la base de muchas
acciones instituidas por la FTC (a quien el Departamento de Justicia cedió la
jurisdicción para procesar), las demandas iniciadas por el gobierno son extremadamente
raras en la actualidad. Únicamente en 1966, la FTC entabló más de 70 demandas y
consentimientos. En contraste, desde que el primer funcionario designado por Ronald
Reagan a la FTC (James C. Millar III) tomó posesión en octubre de 1981 hasta el final
de la Administración Clinton, la FTC únicamente instituyó dos demandas bajo la Ley
Robinson-Patman (una de las cuales desestimó). Los litigios recientes de conformidad
con esta ley—de manera abrumadora—han sido demandas de particulares.
1. SECCIÓN 2(a)
Una vez que se satisfacen los elementos anteriores, se establece una violación
prima facie de la Sección 2(a) al demostrar que la discriminación de precios tuvo la
posibilidad requerida de afectar la competencia. Cualquier diferencia de precio es una
discriminación de precios. Ver FTC v. Anheuser-Busch, Inc. (1960). Sin embargo, el
cobrar el mismo precio a dos clientes nunca es discriminación de precios de
conformidad con la Ley en cuestión—aun si los costos del vendedor para atender a uno
son mucho más altos que los de atender al otro (y, por lo tanto, el cobrarles el mismo
precio a los dos clientes constituye una discriminación económica de precio). El
perjuicio a la competencia (discusión infra en la parte C) puede incluir un perjuicio de
"línea primaria" a los competidores del vendedor, un perjuicio de "línea secundaria" a
los competidores del comprador, y un perjuicio de "línea terciaria" a los competidores
de los clientes del comprador.
4. LA INTERMEDIACIÓN
C. EL PERJUICIO A LA COMPETENCIA
177
Varios de estos casos han tenido que lidiar con la bendición que da la Sección 2(c) a los pagos "por
servicios prestados”. Los primeros casos en gran parte hicieron que la excepción fuera nula; los casos más
recientes le han dado algo de vida pero no cuando los servicios violaban una obligación fiduciaria. Ver
Rangen, Inc. v. Sterling Nelson & Sons (9th Cir. 1965).
cobraba Pet Milk en el cercano estado de California y en otros mercados. Después de
que su participación de mercado cayó a aproximadamente la mitad del mercado, Utah
Pie entabló una demanda por el pago triplicado de daños, siendo el cargo la
discriminación geográfica de precios. La Corte Suprema enfatizó tres factores en su
fallo de que la evidencia de Utah Pie sustentaba de manera adecuada la conclusión del
jurado de que había un probable perjuicio a la competencia: (1) Pet había incurrido en
discriminación de precios a precios "menores a su costo directo más la asignación de
gastos generales" (fórmula vagamente sugestiva de una prueba de costo total promedio);
(2) "las ventas persistentes de Pet por debajo de su costo y las reducciones radicales de
precio en sí discriminatorias" mostraban la intención de perjudicar a su rival; y (3) la
conducta de Pet había producido una estructura de precios decrecientes en el mercado
de Salt Lake City. El razonamiento de la Corte paradójicamente indicó que una empresa
nacional podía enfrentar responsabilidad de daños triplicados si utilizaba reducciones de
precio para entrar a un mercado controlado por una empresa local dominante. Ver Ward
S. Bowman, Jr., “Restraint of Trade by the Supreme Court: The Utah Pie Case”, 77 Yale
L.J. 70 (1967).
En Brooke Group Ltd. v. Brown & Williamson Tobacco Corp. (1993), la Corte
Suprema volvió a considerar el tema de la discriminación de línea primaria bajo la
Sección 2(a). Como se indicó en el Capítulo 4, Brooke Group implicaba alegatos de
Liggett & Myers de que Brown & Williamson (B&W) habían vendido cigarros
genéricos abajo del costo promedio variable con el fin de dominar las ventas de Liggett
de genéricos. Aun cuando la participación de mercado de B & W nunca sobrepasó un 12
por ciento durante el período relevante, el argumento de Liggett fue que la estrategia de
precios de B&W perjudicaba la competencia al reforzar los precios oligopolistas en una
industria cigarrera concentrada. Otro argumento de Liggett fue que B&W recuperaba su
inversión en ventas abajo del costo deteniendo la disminución de las ventas de sus
cigarros de marca.
178
Sin embargo, la presunción en Morton Salt no evita la obligación del particular demandante de
demostrar no únicamente la ilegalidad sino también el perjuicio al derecho de la competencia. Compare J.
Truett Payne Co. v. Chrysler Motors Corp. (1981) (la discriminación de precio no resulta en el "pago
automático de daños:" "el demandante debe demostrar algún perjuicio real que pueda atribuirse a algo que
las leyes de la competencia fueron diseñadas para prevenir") con Alan's of Atlanta, Inc. v. Minolta Corp.
(11th Cir. 1990) (suficiente que el perjuicio al demandante se haya derivado de "la ventaja competitiva
otorgada al comprador favorecido").
bienestar del consumidor); Chroma Lighting v. GTE Products Corp. (9th Cir. 1997)
("en un caso Robinson-Patman de línea secundaria, la inferencia de Morton Salt en el
sentido de que el perjuicio en términos de competencia para los compradores lesiona a
la competencia en general no puede ser superada con pruebas de que no haya sufrido
daño la competencia"). Sin embargo, una FTC dividida aplicó la inferencia Morton Salt
al emitir una resolución consentida, pero únicamente después de hacer notar que
también analizó otros factores, incluyendo la posición dominante del vendedor y su uso
de descuentos para obtener arreglos de trato exclusivo. McCormick & Co. (resolución
consentida FTC 2000). También ver Andrew I. Gavia, “Secondary Line Price
Discrimination and the Fate of Morton Salt: To Save it Let it Go”, 48 Emory L.J. 1057
(1999) (la inferencia debe aplicar únicamente cuando el vendedor tiene poder de
mercado—quizá a través de cambios en los costos—o la industria en su totalidad
practica una discriminación de precios que desfavorece al comprador).
D. LAS DEFENSAS
1. "IGUALAR A LA COMPETENCIA"
En A&P, después de que la oferta del vendedor fue rechazada por el cliente
"porque ni siquiera se acercaba a lo deseado”, su segunda oferta fue confirmada aun
cuando era inferior a la de sus rivales. 180 El vendedor no estaba obligado a verificar el
179
La ley también ofrece una defensa basada en "condiciones cambiantes que afectan al mercado del bien
en cuestión o la comerciabilidad del mismo”. 15 U.S.C.A. § 13(a). Esta defensa ha tenido poca
aplicabilidad excepto para los productos agrícolas y los productos que enfrentan obsolescencia.
180
A&P implicó una acusación de incentivo ilícito de discriminación de precios por parte de un
comprador bajo la Sección 2(f). Como la responsabilidad del comprador se deriva de la ilicitud de la
precio de la competencia para probar su buena fe; era suficiente que el vendedor (1)
hubiera confiado en la información de un cliente confiable "quien tenía conocimiento
personal de la oferta que competía”, (2) que hubiera tratado de investigar al solicitarle al
cliente más información, y (3) que hubiera enfrentado "una amenaza creíble de
terminación de las compras" si no bajaba el precio de su oferta.
En Gypsum (1978) (ver Capítulo 6), la Corte Suprema sostuvo que los
demandados no pueden justificar que una comparación directa y sistemática de precios,
términos de ventas y otros servicios con los competidores sean necesarios para cumplir
con los requisitos de igualar a la competencia. Todo lo que requiere la Ley Robinson-
Patman es que el "creer de buena fe, más que tener la certidumbre absoluta" que otro
vendedor le ha ofrecido al comprador un precio inferior", que sin la concesión de precio
se perdería la venta, sea establecido con pruebas documentales de cotizaciones que
compitan, corroborando la evidencia de otros compradores, o amenazas de compradores
de dejar de hacer compras. De cualquier forma, la defensa de igualar a la competencia
no sirve para aislar la fijación de precios o la facilitación de la misma contra un ataque
bajo la Ley Sherman.
conducta del vendedor, la materia central en este caso fue si el vendedor tenía una defensa válida de
"igualar a la competencia".
enfrentar esa amenaza). Son particularmente problemáticos para los demandados los
casos en los que se sostiene que como la prueba es de intención y de buena fe, la
sentencia sumaria es adecuada en raras ocasiones. Ver Hoover Color Corp. v. Bayor
Corp. (4th Cir. 1999) (los descuentos por cantidad no estaban sustentados por la
necesidad de satisfacer las condiciones generales de competencia).
2. LA JUSTIFICACIÓN DE COSTO
3. "DISPONIBILIDAD FUNCIONAL"
A. LA APLICACIÓN PÚBLICA
181
La página de Internet de cada una de las dependencias contiene una enorme cantidad de información:
lineamientos, discursos, opiniones, escritos, órdenes, informes, transcripciones, etc. Los profesionales en
el campo del derecho de la competencia frecuentemente entran a ambas páginas
(http://www.usdoj.gov/atr; www.ftc.gov).
La División Antimonopolios y la FTC dependen ampliamente de los decretos y
resoluciones consentidas para resarcir las violaciones al derecho de la competencia.
Estas medidas constituyen una aprobación judicial o de la dependencia con respecto a
los arreglos y son tan exigibles como cualquier otra resolución de un tribunal o de la
dependencia. Como transacciones, no tienen autoridad legal y no necesariamente
reflejan el estado de la ley –pero, en ausencia de casos litigados, ofrecen un punto de
partida para el estudio que deben realizar los abogados con el fin de tener alguna guía.
Ver Richard M. Steuer, “Counseling Without Case Law”, 63 Antitrust L.J. 823 (1995).
La Ley de Procedimientos y Sanciones en Materia del Derecho de la Competencia
(Antitrust Procedures and Penalties Act) de 1974 (Conocida como la "Ley Tunney")
obliga a la División Antimonopolios a hacer una notificación pública de los arreglos
propuestos 60 días antes de la entrada en vigor de la resolución consentida a fin de
solicitar comentarios del público. Dicha División también debe presentar una
"declaración de impacto en la competencia" al tribunal, el cual puede pronunciar que la
resolución consentida es una sentencia únicamente si concluye que el decreto es de
"interés público”, 15 U.S.C.A. § 16, pero los tribunales conceden a la División una
considerable deferencia. Ver United States v. Microsoft Corp. (D.C. Cir. 1995). 182 Las
resoluciones consentidas de la FTC, las cuales sean tentativamente aceptadas, deben ser
publicadas en el Registro Federal durante 60 días a fin de recibir comentarios del
público, plazo después del cual se aprueba la resolución o la Comisión (pero no el
particular) puede retirar su aceptación. 16 C.F.R. § 2.34.
182
La opinión de Microsoft en 1995 revocó el fallo del tribunal de distrito y sostuvo que el fundamento
del decreto consentido propuesto únicamente podía ser considerado a la luz de la demanda de la División.
Como las demandas no son finalizadas sino hasta después de que se conozcan los términos del decreto
propuesto, sería inusual que el decreto no respondiera adecuadamente a las preocupaciones planteadas en
la demanda. A la fecha de este escrito, el tribunal de primera instancia ha aprobado otro decreto
consentido en el caso de Microsoft y está pendiente la apelación. New York v. Microsoft (D.D.C. 2002).
(Irónicamente, las decisiones tanto del Circuito de D.C. en 1995 como de Microsoft en 2001 reasignaron
el caso a nuevos jueces.) En 2004 un Congreso descontento fortaleció la Ley Tunney (los tribunales no
"deberán”, no "podrán”, considerar una lista ampliada de factores).
violaciones a la Ley Sherman, así como de otros delitos importantes que se derivan de
la conducta que constituye la base para el procesamiento de conformidad con la Ley
Sherman. Los delitos colaterales que comúnmente se argumentan incluyen la
conspiración para defraudar al gobierno, la defraudación o la estafa utilizando el sistema
de correos, la presentación de pretensiones infundadas solicitando pagos del gobierno, y
la obstrucción de la justicia. La nueva Ley Sarbanes-Oxley autoriza una sanción de 20
años de prisión para algunos delitos de obstrucción. 18 U.S.C.A. §§ 1512(c) & 1519.
183
Durante por lo menos cinco años a partir de 2004, los particulares demandantes pueden recuperar
únicamente daños sencillos, sin responsabilidad solidaria, de un participante en el esquema de
indulgencia, el cual coopere por completo. Pub. L. No. 108-237, Título II (2004).
1999 y 2003, 30 personas físicas, incluyendo a varios extranjeros, recibieron sentencias
de más de un año de cárcel. Hasta los sumamente poderosos han caído muy bajo. Ver
United States v. Taubman (2d Cir. 2002) (afirmación de la condena por delito grave del
presidente de Sotheby A. Alfred Taubman).
184
La Sección 13(b) autoriza a la FTC hacer una petición al tribunal en cuanto a una orden judicial
preliminar o, "en los casos en los que corresponda… una orden judicial permanente”. Una serie de casos
de la FTC relativos a la protección del consumidor han establecido que este aparentemente limitado
otorgamiento también autoriza el otorgamiento de "cualquier reparación complementaria bajo el régimen
de equity”, la cual se considere necesaria, incluyendo el otorgamiento de resarcimiento al consumidor y la
restitución. Ver, por ejemplo, FTC v. Amy Travel Service, Inc. (7th Cir. 1989); también ver Stephen
Calkins, “Corporate Compliance”, 60 Law & Contemp. Problems en 133-36. La FTC ya ha aplicado todo
ese volumen de jurisprudencia para obtener restitución en casos bajo el derecho de la competencia, FTC
v. Mylan Laboratorios, Inc. (D.D.C. 1999); FTC v. Hearst Trust (D.D.C. 2001) (resolución consentida
que hizo que las partes de una fusión –la cual posteriormente fue impugnada- restituyeran $19 millones).
El cuándo y el cómo debe utilizar la Comisión este poder en los casos bajo el derecho de la competencia
sigue suscitando controversia
facultad reparativa de la Comisión por lo general se limita a la emisión de órdenes de
cese y desistimiento.
185
Ver http://www.usdoj.gov/atr/public/speeches/speeches.htm,
http://www.ftc.gov/speeches/speech1.htm. La FTC, a menudo con la División, también trata de promover
el entendimiento de los temas relativos al derecho de la competencia a través de un completo programa de
audiencias, http://www.ftc.gov/hearings.htm, y de conferencias y talleres,
http://www.ftc.gov/ftc/workshops.htm.
186
La División Antimonopolios emite "cartas de revisión de negocios”, ver 28 C.F.R. § 50.6, y la FTC
emite "opiniones de asesoría”, ver 16 C.F.R. § 1.1-1.4. Estos procedimientos pueden llevar tiempo y no
impiden cambios posteriores en la posición de vigilancia de aplicación de las normas por parte del
gobierno, pero como cuestión práctica la acción favorable de la dependencia ofrece una certeza
considerable.
de la década de los setenta, la Administración Reagan fundamentalmente dio un nuevo
rumbo a la asignación de los recursos federales para el combate de los monopolios.
Entre 1981-1988, las preocupaciones prácticamente exclusivas de las dependencias
federales eran las grandes fusiones horizontales y los acuerdos entre los rivales directos
para frenar la producción. Los funcionarios en el ámbito del derecho de la competencia,
de la presidencia Reagan, instituyeron tres acciones de intento de monopolización o de
monopolización—el menor número de este tipo de iniciativa por parte de las
dependencias federales en un período de ocho años desde 1900. Los funcionarios
nombrados por el Presidente Reagan al Departamento de Justicia y a la FTC no
instituyeron ningún caso para exigir el cumplimiento de las prohibiciones contra las
restricciones verticales de precio o ajenas al precio e instituyeron un caso contra la
discriminación de precios. Las dependencias—durante la administración Reagan—no
entablaron ningún caso contra fusiones de conglomerado y verticales y aflojaron
considerablemente las restricciones contra las fusiones horizontales. Ver William E.
Kovacic, “Federal Antitrust Enforcement in the Reagan Administration: Two Cheers for
the Disappearance of the Large Firm Defendant in Nonmerger Cases”, 12 Res. L. &
Econ. 173 (1989). Al mismo tiempo, el Departamento de Justicia y la FTC expandieron
considerablemente la proporción de recursos dedicados a combatir las restricciones
horizontales de la producción. Durante la década de los ochenta, comparativamente, el
Departamento de Justicia instituyó más procedimientos de derecho de la competencia
ante un gran jurado que en toda la historia anterior de la Ley Sherman.
Ahora la nueva presidencia Bush ("Bush II") está en el poder, y llega con una
consigna de "continuidad". No cabe duda que los observadores no esperan ver muchos
casos instituidos de conformidad con la Ley Robinson-Patman o RPM, y la División—
bajo un nuevo liderazgo—llegó a un arreglo en el caso Microsoft en términos que no
dejaron satisfechos a todos sus aliados anteriores en las oficinas de procuradores
generales estatales. No obstante, las dos dependencias siguen litigando los casos que
instituyeron sus predecesores, y la FTC en particular está dedicada a un programa de
impugnar agresivamente la presunta predación de una sola empresa a través del abuso
de los procesos gubernamentales. El derecho de la competencia a menudo tiene que ver
menos con un intenso vaivén de los péndulos que con la evolución gradual en respuesta
a los avances en el conocimiento y los cambios en las realidades externas. Ver William
E. Kovacic, “The Modern Evolution of U.S. Competition Policy Enforcement Norms”,
71 Antitrust L.J. 377 (2003).
2. EXIGIBILIDAD DEL DERECHO DE LA COMPETENCIA
POR PARTE DE LOS GOBIERNOS ESTATALES
Durante el medio siglo siguiente después del final de la Primera Guerra Mundial,
dejó de exigirse la aplicación del derecho de la competencia en los estados. Las
restricciones de recursos, las dudas sobre el alcance constitucional de la legislación
estatal, y el surgimiento de una aplicación federal sostenida de las normas limitaron la
actividad en el ámbito del derecho de la competencia por parte de los estados. En 1961,
un comentarista dijo que la legislación de los estados en relación con el derecho de la
competencia "ha estado tan muerta que se puede preguntar si en los últimos años
hubiera sido poco ético para los abogados en la mayor parte de los estados decirles a sus
clientes que la ignoraran”. James A. Rahl, “Toward a Worthwhile State Antitrust
Policy”, 39 Tex. L. Rev. 753, 753 (1961).
El segundo camino para la exigibilidad por parte del estado consiste en instituir
demandas antimonopolio a nivel federal. Los particulares perjudicados o amenazados
con un perjuicio debido a violaciones bajo el derecho de la competencia pueden
demandar de conformidad con las Secciones 4 y 16 de la Ley Clayton y obtener el pago
de daños y la protección de un derecho o la satisfacción de una pretensión mediante una
orden judicial, respectivamente; el estado y sus subdivisiones políticas (por ejemplo, las
ciudades) son "personas" para estos propósitos. Ver Georgia v. Pennsylvania R.R.
(1945); Chattanooga Foundry & Pipe Works v. City of Atlanta (1906). En Hawaii v.
Standard Oil of California (1972), la Corte Suprema concluyó que la Sección 4 de la
Ley Clayton no otorgaba a los estados el derecho de demandar en su capacidad soberana
como parens patriae a fin de recuperar daños por perjuicios a sus economías generales,
pero el Congreso respondió a través de la antes señalada Ley Hart-Scott-Rodino. La
Corte Suprema temporalmente limitó el efecto de esta reforma en Illinois Brick Co. v.
Illinois (1977), la cual sostenía que los estados no podían invocar el mecanismo de
parens patriae para demandar a nombre de consumidores que no eran "compradores
directos del producto afectado por la conducta perjudicial para la competencia (ver
discusión del caso en la parte B.4 más adelante). El impacto de Illinois Brick ya ha sido
considerablemente atenuado por legislación especial de los estados (denominada
"derogadora Illinois Brick") y por la protección estatal a los consumidores y la
legislación relativa a prácticas desleales en el comercio que hacen posible que los
compradores indirectos—en casos en materia del derecho de la competencia—
recuperen daños. Ver Kevin J. O'Connor, “Is the Illinois Brick Wall Crumbling?”, 15
Antitrust 34 (verano 2001). En California v. ARC America Corp. (1989), la Corte
Suprema pronunció la decisión de que la legislación federal antimonopolios no tiene
primacía sobre las leyes estatales que permiten la recuperación de daños a los
compradores indirectos.
Durante los años Reagan, los encargados de la vigilancia de las normas a nivel
federal y a nivel estatal a menudo tenían enfrentamientos: los funcionarios estatales
sentían que Washington había abandonado sus responsabilidades (dejando un vacío que
los estados tenían que llenar), mientras que los funcionarios federales parecían sentir
que era tan probable que los estados perjudicaran la competencia como que la
promovieran. La Asociación Nacional de Procuradores (National Association of
Attorneys General o "NAAG”, por sus siglas en inglés) y su Grupo de Trabajo
Antimonopolios formado por muchos estados, emitieron lineamientos sobre fusiones y
lineamientos sobre restricciones verticales que enfatizaron las discrepancias entre los
dos enfoques, y los procuradores generales de los estados empezaron a colaborar
sistemáticamente a fin de instituir más casos importantes. 187 La tensión entre estos
enfoques divergentes de exigibilidad se calmó un poco durante la presidencia Bush I.
Sus funcionarios encargados del derecho de la competencia trataron de establecer
relaciones más armoniosas con NAAG. El Departamento de Justicia y la FTC adoptaron
programas de cooperación con NAAG a fin de reducir la duplicación de solicitudes de
información que hacían las dependencias federales y estatales a las partes de la fusión
propuesta. La presidencia de Clinton dio aún más pasos para satisfacer las preferencias
de los estados, y hay ejemplos notables de colaboración entre funcionarios federales y
estatales para lograr el objetivo común de aplicación de la ley. Ver, por ejemplo FTC v.
Mylan Laboratorios, Inc. (D.D.C. 1999) (recuperación de $100 millones distribuida por
los estados).
187
Ver http://www.naag.org/issues/issue-antiturst.php (página de Internet de la NAAG sobre derecho de
la competencia).
De hecho, Microsoft es una aberración en los casos de los estados. La gran
mayoría de los casos instituidos por los estados, en materia de derecho de la
competencia, refleja las ventajas comparativas—en el consenso de los estados—de
conocimiento de los mercados locales, así como el contar con las herramientas y la
experiencia necesarias para compensar a los individuos. Ver Stephen Calkins,
“Perspectives on State and Federal Antitrust Enforcement”, 53 Duke L.J. 671 (2003) (se
hacen notar recuperaciones pecuniarias considerables). Sin duda, los estados presentan
escritos de coadyuvante, lo cual destaca una de las diferencias con los funcionarios
federales encargados del derecho de la competencia; y los estados procesan los casos
relativos a RPM y distribución con mucho mayor vigor que Washington; y, sí, los
estados instituyen la ocasional impugnación a una fusión, la cual parece estar más
motivada por el interés de conservar empleos que por la competencia (ver, por ejemplo,
Pennsylvania v. Russell Stover Candies Co. (E.D. Pa. 1993)), pero los asuntos básicos
de las dependencias estatales en este ámbito encajan sin problema con la corriente
principal del derecho de la competencia. Y sobre todo, los funcionarios estatales ya se
consideran a sí mismos al mismo nivel que las dependencias federales y dan curso a sus
propias agendas de aplicación de la norma independientemente de cómo respondan los
funcionarios federales a cargo del cumplimiento del derecho de la competencia.
La Ley Clayton faculta a los particulares a demandar para poder obtener el pago
triplicado de daños (Sección 4) y mandatos judiciales (Sección 16) a fin de que se les
otorgue una reparación por las violaciones a la ley federal de la competencia. Los
particulares que prevalecen en un juicio tienen derecho al pago de costas razonables.
(No existe el pago equivalente de honorarios de abogados para los demandados que
prevalezcan en el juicio). La Sección 4B de la Ley Clayton establece una prescripción
de cuatro años para las acciones—relativas al derecho de la competencia—de
particulares. El período de prescripción por lo general corre a partir de la fecha en la que
el demandante sufre el perjuicio determinable. Zenith Radio Corp. v. Hazeltine
Research, Inc. (1971). Si el argumento del demandante es una conducta concertada
perjudicial para la competencia, puede surgir una nueva acción judicial derivada de
actos posteriores que contribuyan a la conspiración impugnada. La Sección 5(i) de la
Ley Clayton establece que el período de prescripción de las demandas entabladas por
particulares deberá ser suspendido mientras estén pendientes determinadas demandas
del gobierno federal—en materia de derecho de la competencia—y por un año a partir
de ahí. De conformidad con la Sección 5(a), los particulares demandantes pueden
utilizar las sentencias o decretos judiciales registrados contra un demandado en una
demanda instituida por el gobierno—en materia del derecho de la competencia—como
"evidencia prima facie contra dicho demandado…en relación con todos los asuntos con
respecto a los cuales dicha sentencia o decreto sería una preclusión entre las partes de la
misma”.
188
Aunque no es una cuestión considerada en la doctrina antimonopolios, un desarrollo de importancia
crucial, desde el punto de vista práctico, es el mayor uso del arbitraje a fin de evitar recurrir a los
tribunales federales. En una época, la Corte Suprema consideró que las demandas relativas al derecho de
la competencia eran acciones que reflejaban el interés público de manera tal que una cláusula de arbitraje
(entre, por ejemplo, un fabricante y su distribuidor) no debía permitir que se impidiera que un tribunal
tuviera conocimiento del caso. Ver American Safety Equip. Corp. v. J.P. Maguire & Co. (1968). La Corte
dio marcha atrás a este punto de vista con respecto a transacciones internacionales en Mitsubishi Motors
Corp. v. Soler Chrysler-Plymouth, Inc. (1985), caso en el que concluyó que las preocupaciones de política
pública en materia del derecho de la competencia debían abrir el paso a la política que favorecía el
arbitraje de conformidad con la Ley Federal de Arbitraje, 9 U.S.C.A. § 1 et seq. Desde ese entonces, una
serie de tribunales ha extendido Mitsubishi Motors para que la aplicación también sea a transacciones
domésticas. Ver, por ejemplo, Baxter Int'l, Inc. v. Abbott Laboratorios (7th Cir. 2003); Seacoast Motors
of Salisbury, Inc. v. Daimler-Chrysler Motors Corp. (1st Cir. 2001). Si bien los árbitros son totalmente
capaces de aplicar las leyes federales, no existe duda de que la mayor parte de los abogados de
demandantes -en casos relativos al derecho de la competencia- prefiere instituir sus casos ante jurados
federales.
violación de las leyes antimonopolios”. No existe la necesidad de argumentar un
perjuicio real al negocio o a la propiedad. Cargill, Inc. v. Monfort of Colorado, Inc.
(1986).
3. LA LEGITIMACIÓN PROCESAL
Si un cartel de fabricantes aumenta los precios que cobra a los mayoristas, éstos
por lo general absorben parte de ese sobreprecio y trasladan parte del mismo a los
minoristas mediante el aumento de los precios al mayoreo. Si una clase de mayoristas
demandara a los fabricantes ¿pueden éstos defenderse contratando a economistas
sofisticados para que intenten demostrar que los mayoristas sufrieron, si acaso, poco
perjuicio? No, de acuerdo con Hanover Shoe, Inc. v. United Shoe Machinery Co.
(1968), o en muy raras ocasiones. A la Corte le preocupó complicar el litigio y reducir
la disuasión al hacer que fuera mucho más difícil para los demandantes más probables
(los compradores directos) poder prevalecer en la recuperación de los sobreprecios.
C. LA JUDICATURA FEDERAL
Segundo, los jueces han definido qué "personas" cumplen con los requisitos para
instituir demandas a fin de obtener medidas de reparación de conformidad con la Ley
Clayton. Los requisitos de que el demandante establezca perjuicio a su negocio o
propiedad, perjuicio bajo el derecho de la competencia, legitimación procesal, y
perjuicio directo son en gran parte producto de la interpretación judicial. Algunas
doctrinas de selección llevan mucho tiempo y, al igual que las pruebas de
responsabilidad substantiva, han cambiado con el tiempo. Ver John F. Hart, “Standing
Doctrine in Antitrust Damage Suits, 1890-1975; Statutory Exegesis, Innovation, and the
Influence of Doctrinal History”, 59 Tenn. L. Rev. 191 (1992). Otros, como el requisito
189
State Oil v. Khan (1997):
"Stare decisis o la obligatoriedad de seguir los precedentes judiciales no es una orden inexorable”. En el
área de las leyes antimonopolios, existe un interés que compite… al reconocer y adaptarse a
circunstancias que han cambiado y a las lecciones aprendidas de la experiencia acumulada. Por lo tanto,
la presunción general de que los cambios legislativos deben dejarse al Congreso tiene menos fuerza con
respecto a la Ley Sherman a la luz del punto de vista aceptado de que el Congreso "tenía la expectativa de
que los tribunales dieran forma al amplio mandato de la ley basándose en la tradición del derecho
consuetudinario”. Como hemos explicado, el término "restricción del comercio”, como se emplea en la
Sección 1, también "invoca al derecho consuetudinario en sí, y no meramente al contenido estático que el
derecho consuetudinario había asignado al término en 1890”. Por consiguiente, esta Corte ha
reconsiderado sus decisiones en la interpretación de la Ley Sherman cuando los apuntalamientos teóricos
de esas decisiones son objeto de dudas serias.
de perjuicio bajo el derecho de la competencia en Brunswick, son creaciones más
recientes. Todos tienen la impronta profunda del sistema judicial.
D. CONCLUSIÓN
Para valorar el significado, en términos del derecho de la competencia, de un
episodio de conducta comercial, hay que formular una serie de preguntas
interrelacionadas sobre el proceso de aplicación de las normas. Ver Joe Sims,
“Agreements Among Competitors”, 58 Antitrust L.J. 433, 439-41 (1989). ¿Quién es
probable que impugne la conducta en cuestión? Por ejemplo ¿existe el riesgo de una
acción por la vía penal, la cual sea instituida por el Departamento de Justicia, o pudiera
la FTC recurrir a la Sección 5 de la Ley de la FTC para tener acceso a una conducta que
no es condenada por las Leyes Sherman o Clayton? Suponga que las dependencias
federales se niegan a atacar una fusión. ¿Podrán intervenir un particular demandante o el
procurador general de un estado—quizá invocando la jurisprudencia expansiva de la
Corte Warren en materia de fusiones horizontales? Si instituye una demanda un
competidor o un cliente ¿puede satisfacer los requisitos de umbral de perjuicio al
negocio o propiedad, de legitimación procesal, de perjuicio de conformidad con el
derecho de la competencia, así como de perjuicio directo? ¿Puede el demandante
aguantar las cargas de la prueba que son esenciales para establecer responsabilidad y
demostrar daños, o hay ambigüedades en la evidencia o existe alguna debilidad analítica
(por ejemplo, la falta de plausibilidad económica) que pudiera justificar una sentencia
sumaria? ¿Puede el testimonio de su economista subsistir a una moción Daubert?
Finalmente, ¿cuáles son las preferencias de los jueces que tendrán conocimiento de las
controversias? Los jueces controlan las puertas—umbral que rige en cuanto a requisitos
de legitimación procesal/perjuicio, a los criterios de responsabilidad, y a las pruebas a
las que se someterá la evidencia—a través de las que deben pasar los que instituyen una
demanda. Los jueces tienen una discreción considerable para determinar qué tan
libremente se va a abrir cada puerta, y el saber qué anima sus decisiones puede resultar
crucial para predecir los resultados en los litigios en materia del derecho de la
competencia. Ver William Kovacic, “Reagan's Judicial Appointees and Antitrust in the
1990s”, 60 Fordham L. Rev. 49, 51-53 (1991).
CAPÍTULO XIII
Con cada vez una mayor frecuencia, las controversias relativas al derecho de la
competencia implican el alcance extraterritorial de las leyes antimonopolios de Estados
Unidos. Ver ABA Section of Antitrust Law, Antitrust Law Developments capítulo XII
(5th ed. 2002). La Ley Sherman aplica a la conducta que restringe el comercio "entre los
distintos Estados, o con países extranjeros”. Inicialmente los tribunales consideraban el
lugar en el que tenía lugar el acto para decidir la legalidad, ver American Banana Co. v.
United Fruit Co. (1909) (la "regla universal es que la naturaleza del acto como lícito o
ilícito debe ser determinada en su totalidad por las leyes del país en el que tiene lugar"),
pero la opinión del Juez Hand en Alcoa en 1945 adoptó la "prueba de los efectos": los
acuerdos que se celebran en el extranjero pueden violar la Ley Sherman "si tienen la
intención de afectar las importaciones y de hecho las afectan”. Aunque objeto de una
mayor controversia en ese entonces de lo que concedió el Juez Hand, esta prueba se ha
convertido en una parte aceptada de las leyes de Estados Unidos. Ver Hartford Fire
Insurance Co. v. California (1993) ("ya ha quedado bien establecido que la Ley
Sherman aplica a la conducta en el extranjero, la cual haya tenido como propósito
producir, y de hecho haya producido, un efecto substancial en Estados Unidos"). Ésto
aplica a los procedimientos tanto por la vía civil como por la vía penal. United States v.
Nipón Paper Industries Co. (1st Cir. 1997). 190
190
Para aplicar extraterritorialmente las leyes antimonopolios de Estados Unidos, el demandante también
tiene que establecer una jurisdicción personal sobre el demandado y, en muchos casos, lograr que se
llevan a cabo en el extranjero los actos procesales de obtención de pruebas, documentación e
interrogatorios, los cuales son necesarios para el litigio.
191
Tampoco en ese caso queda claro si la cuestión jurídica es jurisdicción en cuanto a la materia o a un
elemento substantivo en una demanda bajo la Ley Sherman. Ver United Phosphorus, Ltd. (decisión 5-4
de que la cuestión jurídica es jurisdiccional).
únicamente que "el efecto perjudicial de la conducta en el comercio de Estados Unidos
dé pie a 'una demanda' de alguien, aun si no es del demandante extranjero ante el
tribunal”. Empagran S.A. v. F. Hoffman-La Roche, Ltd (D.C. Cir. 2003). La Corte
Suprema revocó. Hoffman-La Roche (2004). Cuando una conspiración internacional
causa un perjuicio en Estados Unidos y también un perjuicio independiente en un país
extranjero, el particular demandante extranjero no podrá recuperar daños por el
perjuicio en el país extranjero. 192
Varias doctrinas creadas por jueces han limitado aún más la aplicación de las
leyes antimonopolios de Estados Unidos a la actividad comercial transnacional. Desde
mediados de la década de los setenta, los tribunales de este país han utilizado la doctrina
del respeto mutuo en las relaciones internacionales para determinar si aplican las leyes
antimonopolios extraterritorialmente en casos en los que hacerlo pudiera ser perjudicial
para las relaciones entre Estados Unidos y los gobiernos extranjeros. Cuando las leyes
del país de origen del demandado entran en conflicto con las leyes antimonopolios de
Estados Unidos, los tribunales tratan de encontrar un punto de equilibrio entre los
intereses extranjeros y los intereses de Estados Unidos para decidir si ejercen su
jurisdicción. Ver Mannington Mills, Inc. v. Congoleum Corp. (3d Cir. 1979);
Timberlane Lumber Co. v. Bank of America (9th Cir. 1976).
192
La Corte revocó la decisión relativa a si demandantes extranjeros pueden recuperar daños por un
perjuicio en el extranjero, el cual esté inextricablemente vinculado al perjuicio en Estados Unidos, pero
las preocupaciones de respeto mutuo en las relaciones internacionales que enfatiza aconsejan contra
lecturas expansivas de ese resquicio legal.
las preocupaciones de política exterior, y que los tribunales no deben cuestionar esa
decisión. Departamento de Justicia/FTA Antitrust Enforcement Guidelines for
International Operations ("International Antitrust Guidelines") § 3.2 (1995).
Un cuarto límite, el cual está relacionado, tiene que ver con la coacción por parte
del soberano extranjero. Por lo general los tribunales no imponen responsabilidad -de
conformidad con el derecho de la competencia-, la cual de otra forma constituiría una
violación a las leyes antimonopolios si ésta es el resultado de la coacción por parte de
un gobierno extranjero. Ver Interamerican Ref. Corp. v. Texaco Maracaibo, Inc. (D.
Del. 1970). Rara vez se invoca con éxito esta defensa porque no basta el mero
consentimiento o hasta el aliento del gobierno. También ver International Antitrust
Guidelines § 3.32 (las dependencias únicamente reconocieron esta defensa cuando
existía una auténtica coacción exigida mediante sanciones severas, por lo general
implicando una conducta totalmente realizada dentro del territorio del gobierno que
ejercía la coacción, en la que el gobierno actuaba en su capacidad gubernamental).
Los esfuerzos para aplicar las leyes antimonopolios de los Estados Unidos a
empresas extranjeras en una época crearon tensiones entre dicho país y sus socios
comerciales. Los gobiernos extranjeros reaccionaron con recelo ante los esfuerzos de los
demandantes de Estados Unidos a fin de obtener el pago triplicado de daños de
empresas extranjeras, así como para obtener en el extranjero amplia información,
documentación e interrogatorios antes del litigio. Algunos países adoptaron leyes que
restringen la realización del acto procesal antes descrito dentro de sus fronteras, que
limitan la ejecución de las sentencias pronunciadas en Estados Unidos, o que otorgan el
derecho a las empresas para que instituyan demandas en los tribunales de su país con el
fin de "recuperar" del demandante dos terceras partes de la sentencia del pago triplicado
de daños, la cual se pague en Estados Unidos. Más recientemente, el derecho de la
competencia ha arrasado a todo el mundo, a tal grado que en la actualidad es más
probable que los gobiernos extranjeros se unan a las autoridades que vigilan el
cumplimiento de las leyes en Estados Unidos a fin de atacar a un cartel internacional a
que presenten objeciones a los esfuerzos realizados por las mismas.
B. EL EFECTO DE LA INTERVENCIÓN
GUBERNAMENTAL
Ésto plantea un dilema serio para el sistema del derecho de la competencia. Por
una parte, las empresas saben que los controles gubernamentales pueden ser una carga
más eficaz que las restricciones al comercio por parte de particulares. La manipulación
de la maquinaria gubernamental—por ejemplo, la institución de una demanda sin
fundamento o convencer a la junta de uso de suelo para que apruebe reglamentos que
prohíban las nuevas entradas—puede impedir la entrada al mercado sin tener que
incurrir en el gasto que implican las estrategias exclusionarias como los precios abajo
del costo. Ver Steven C. Salop y David T. Scheffman, “Raising Rivals' Costs”, 73 Am.
Econ. Rev. 267 (1983). Por otra parte, las garantías bajo la Primera Enmienda -relativas
a la libre expresión y al derecho de petición- contemplan pocos límites en cuanto a la
capacidad de los ciudadanos o de empresas en particular para instar a los funcionarios
públicos a adoptar las políticas que favorecen, incluyendo medidas para reducir la
competencia. Además, el federalismo otorga un papel substancial para la formulación
de políticas económicas a los gobiernos de los estados, por lo menos en lo que toca a las
actividades que tienen lugar principalmente dentro de sus propias fronteras.
En Connell Construction Co. v. Plumbers & Steamfitters Local No. 100 (1975),
la Corte Suprema sintetizó sus casos anteriores y declaró que la exención laboral tiene
dos ramas distintas. La primera es la exención "de ley" que proteger únicamente la
actividad unilateral del sindicato y no protege la negociación colectiva. La segunda es
una exención "no de ley", la cual es un esfuerzo judicial de dar cabida a los políticas del
congreso que favorecen la negociación colectiva y la libre competencia en los mercados
comerciales, respectivamente. La exención que no es de ley otorga inmunidad a los
contratos colectivos que intentan retirar los salarios, horarios, y condiciones de trabajo
de la competencia, pero no protege los acuerdos que restringen la competencia en los
mercados comerciales y que tienen efectos perjudiciales para la competencia, los cuales
no siguen "de manera natural a la eliminación de la competencia en salarios y
condiciones de trabajo”.
En los casos desde Connell, los tribunales por lo general se han centrado en
cuatro cuestiones jurídicas para determinar si el derecho de la competencia aplica a las
actividades sindicales: (1) si existe una relación patrón-trabajador y el sindicato actúa en
representación de los trabajadores; (2) si el sindicato ha formado una unión con un
grupo no laboral para algún fin determinado; (3) si el sindicato está actuando en interés
propio; y (4) si los métodos del sindicato para perseguir sus propios intereses son más
restrictivos de lo razonablemente necesario para lograr sus metas.
En H.A. Artists Ascos. v. Actors' Equity Ass'n (1981), la Corte Suprema ratificó
un sistema que requería que los actores sindicales trataran únicamente con los agentes
que tenían "franquicia”, ya que consideraban ésto era necesario para defender la
estructura salarial del sindicato y había sido diseñado para promover los propios
intereses del mismo. Sin embargo, la Corte rechazó un acuerdo de cargos a cobrar por
las franquicias como innecesario para regular a los agentes. En Detroit Auto Dealers
Ass'n v. FTC (6th Cir. 1992), el fallo del Sexto Circuito fue que la exención que
no era por ley no otorgaba inmunidad a un acuerdo entre distribuidores de automóviles
para restringir sus horas de operación. El tribunal enfatizó que las restricciones no eran
el resultado de un acuerdo colectivo de trabajo de buena fe, sino más bien se derivaba
de los esfuerzos de los distribuidores para evitar la sindicalización del personal de
ventas en relación con las horas de operación. También ver Brown v. Pro Football, Inc.
(1996) (la exención no por ley aplica más allá del vencimiento del contrato colectivo de
trabajo y del punto muerto al que habían llegado las negociaciones entre los dueños de
la liga deportiva y el sindicato de los jugadores); Clarett v. NFL (2d Cir. 2004)
(ratificación de la regla relativa a los requisitos de selección de jugadores de la NFL
como materia obligatoria para los contratos colectivos y, por ende, objeto de inmunidad
de conformidad con la exención no de ley).
2. LA REGULACIÓN ESTATAL
La Corte Suprema dejó gran parte de los detalles de Parker a los tribunales
inferiores hasta 1975 cuando Goldfarb v. Virginia State Bar (1975) fue la señal de la
disposición de la Corte a reducir el amplio alcance de Parker. En Goldfarb, la Corte
negó inmunidad a la lista de honorarios mínimos que había establecido una asociación
de la barra de un condado, así como a la exigibilidad de dichas listas en los
procedimientos disciplinarios que instituía la barra estatal. El término que utilizó la
Corte para referirse a esta conducta fue "en esencia una actividad privada perjudicial
para la competencia”, ya que ni las leyes de Virginia ni las reglas de la Corte Suprema
requerían de honorarios mínimos.
193
Las decisiones de los tribunales inferiores han concluido que Hallie también evita la necesidad de que
los estados supervisen activamente a las dependencias estatales para que se pueda otorgar inmunidad. Ver
Benton, Benton & Benton v. Louisiana Public Facilities Authority (5th Cir. 1990). Es más problemática la
cuestión de cuándo se puede otorgar inmunidad a la conducta privada con base en la supervisión del
municipio. Ver Michigan Pastel Joint Venture v. City of Detroit (6th Cir. 2002) (inmunidad cuando había
un control suficiente que el municipio tomó la decisión) (se hacen notar casos que son más permisivos).
adecuados. En dos estados, los reguladores únicamente analizaban las presentaciones en
términos de tuvieran una "precisión matemática" o las dejaban "sin ninguna verificación
en lo absoluto”. En otros estados, los reguladores no presionaban a las oficinas privadas
para que cumplieran con las solicitudes de información.
f. La prelación
3. EL DERECHO DE PETICIÓN
Si bien PRE fue una expansión importante de la exención, dejó sin responder
toda una serie de preguntas. Ver Stephen Calkins, “The October 1992 Supreme Court
Term and Antitrust: More Objectivity Than Ever”, 62 Antitrust L.J. 327 (1994). Una
nota de pie de página, la cual estaba cargada de significado, aseveró que la Corte "no
necesita decidir aquí si y, de ser así, en qué grado Noerr permite la imposición de una
responsabilidad de conformidad con el derecho de la competencia en cuanto a fraude u
otra declaración falsa por parte del litigante"—y la Corte citó Walter Process
Equipment, Inc. v. Food Machinery & Chemical Corp. (1965). Sin embargo, en
muchos casos Walker Process (ver Capítulo 10), la parte que pone en práctica una
patente supuestamente sabe que dicha patente es inválida debido a una declaración falsa
u omisión indebida ante la oficina de patentes, de manera tal que el demandado no
puede prevalecer fácilmente con el argumento de que sus acciones no carecieron de
fundamento. Ver Nobelpharma v. Implant Innovations (Circuito Federal 1998). En
términos más generales, los tribunales inferiores no han llegado a un acuerdo con
respecto a si la excepción de "declaraciones falsas" es diferente de la excepción de
"farsa". Los tribunales a los que preocupan (en términos del derecho de la competencia)
las declaraciones falsas claramente están mucho menos preocupados por las
declaraciones falsas en el ámbito político, en el cual parecen ser una herramienta
aceptada de defensa, que en una resolución. ¿Pero qué hay con respecto a las amenazas
de demandar (probablemente protegidas si son legítimas), o a los arreglos
extrajudiciales (muy probablemente protegidos si son litigios del gobierno, pero menos
probable si son de particulares), o al financiamiento de la demanda de alguien más
(aparentemente protegido)? La FTC se ha embarcado en una campaña para reducir el
alcance la protección bajo Noerr, y estas cuestiones jurídicas y otras relacionadas están
siendo abordadas por la Comisión a través de escritos de coadyuvantes, resoluciones
consentidas, y demandas en casos pendientes. Ver John T. Delacourt, supra. Pero
también ver cf. Union Oil Co. of Cal. (decisión inicial de la FTC 2003) (sobreseimiento
de la demanda; caso en apelación).
CAPÍTULO XIV
EL EQUILIBRIO CAMBIANTE
EN EL DERECHO DE LA COMPETENCIA
La edición anterior de este texto, la cual fue publicada en 1994, señalaba que la
experiencia de Estados Unidos en el derecho de la competencia ha reflejado "una
tensión fundamental entre dos puntos de vista" del mercado:
Dicho texto hacía la observación de que durante la década de los años ochenta pareció
ascender el segundo punto de vista. En los tribunales, esta tendencia fue evidente en las
decisiones que dieron un tratamiento permisivo a las restricciones contractuales más
verticales, que impusieron requisitos más severos para los demandantes en cuanto a
evidencia y legitimación procesal, que vieron las demandas relativas a precios
predatorios con ojos de escepticismo, y que enfatizaron las pruebas de razonabilidad
para analizar la conducta con lógicas de eficiencia plausibles. De igual manera, el
Departamento de Justicia y la FTC habían acogido un solo enfoque: el procesamiento de
las grandes fusiones horizontales y de las restricciones horizontales a la producción.
A decir verdad, el vaivén del péndulo no fue muy lejos –si es que existe un
péndulo, para empezar. Ver William E. Kovacic, “The Modern Evolution of U.S.
Competition Policy Enforcement Norms”, 71 Antitrust L.J. 377 (2003). La mayor parte
de los recursos federales para la vigilancia del cumplimiento de las leyes siguió centrada
en el procesamiento de las grandes fusiones y de las restricciones horizontales a la
producción, tales como la fijación de precios. De hecho, dada la ola de fusiones y las
restricciones presupuestarias, se contaba con escasos recursos para ir más allá de la
agenda Reagan. Se procesaron algunos casos verticales que pudieran no haber sido
impugnados antes; se instituyeron varios casos importantes relativos a la conducta de
una sola empresa (Microsoft, Intel, AMR, Dell Computer); y las dependencias
estuvieron abiertas a considerar el conocimiento económico post-Chicago relativo a la
teoría del juego, a la conducta estratégica, y a la información. Pero en general, las
políticas de vigilancia del cumplimiento del derecho de la competencia se basaron en
factores económicos y no en el populismo y las dependencias sin duda reconocieron los
riesgos considerables relacionados con la intervención en el mercado. Además, la
preocupación de la presidencia Clinton sobre la competitividad de la industria
estadounidense resultó en cierto aflojamiento de los controles, en el derecho de la
competencia, tales como un tratamiento más tolerante a las empresas cooperativas de
proveedores de atención a la salud y un enfoque más permisivo a las fusiones
horizontales en las industrias asediadas con una sobrecapacidad considerable (tales
como el sector de defensa).
Cuando tomaron posesión los funcionarios de Bush II, la consigna oficial era
"continuidad". Ver discurso del presidente de la FTC Timothy J. Muris, “Antitrust
Enforcement at the Federal Trade Commission: In a Word –Continuity” (Agosto 7,
2001). La FTC explícitamente adoptó una "agenda positiva" en la vigilancia del
cumplimiento de las normas con una atención especial a las profesiones
(primordialmente atención a la salud), exenciones de conformidad con el derecho de la
competencia, y abusos percibidos de los procesos gubernamentales (Unocal, Rambus,
Scherring-Plough), y realizó nuevos intentos para abordar la tensión entre la regla per
se y la regla de la razón (Polygram). La División Antimonopolios siguió litigando (con
éxitos y fracasos) varios casos que habían sido instituidos por los clintonistas (AMR,
Visa, Dentsply), llegó a un arreglo en Microsoft (la revisión del tribunal sigue
pendiente), y litigó casos de fusiones (UPM-Kymmene OYJ (mandato provisional
otorgado), SunGard (mandato provisional negado); Oracle (pendiente)). La relación
entre los funcionarios estatales y federales—en el ámbito de la vigilancia del
cumplimiento de las normas del derecho de la competencia—es armoniosa, aun cuando
algunos estados estaban en contra del arreglo en Microsoft y los estados siguen
especializándose en el litigio relativo al RPM (en ocasiones en conjunto con la gestión
de Clinton pero no con la de Bush II).
194
Cf. Intel Corp. v. Advanced Micro Devices, Inc. (2004) (Los demandantes ante la Comisión Europea
podrían utilizar 28 U.S.C. § 1782(a) para solicitar que los tribunales en Estados Unidos ordenen el
proceso de obtención de documentación y testimonios para su uso en procedimientos ante la Comisión. Si
bien la Corte hizo notar una serie de factores que aconsejarían en contra del proceso de obtención de
documentación y testimonio en algunos casos en particular, no estuvo dispuesta a adoptar ninguna
limitación categórica).
195
Ver http://europa.eu.int/comm/competition/index_en.html (página de Internet de la Comisión de
Competencia). Los artículos 81 y 82 del Tratado de la CE (originalmente con los números 85 y 86,
respectivamente), prohíben los acuerdos que restringen la competencia y prohíben el abuso de la posición
dominante, respectivamente. Desde mayo de 2004, las autoridades nacionales de competencia han
recibido las facultades para exigir el cumplimiento de estas disposiciones
($613 millones) "en un caso de conducta unilateral en relación con la competencia, el
área más ambigua y polémica en la vigilancia del cumplimiento de las leyes
antimonopolios… puede transmitir un mensaje desafortunado…" Comunicado de
Prensa del Departamento de Justicia de Estados Unidos (marzo 24, 2004). Si bien la
homologación de los criterios relativos al derecho de la competencia ha sido un proceso
permanente, siguen existiendo diferencias significativas. Estas diferencias siempre van a
operar tanto como una fuente de comparación y, cuando controlan la conducta de
empresas multinacionales, como una restricción—inevitablemente sesgada hacia una
exigencia del cumplimiento más agresiva—al relajamiento de los criterios por parte de
cualquier jurisdicción.
Hasta 1992, Ronald Reagan y George Bush I nombraron a dos terceras partes de
los jueces federales de la nación, incluyendo a cinco miembros de la Corte Suprema. En
la mayor reorganización de los tribunales federales desde la presidencia de Franklin
Roosevelt, las Administraciones Reagan y Bush I trataron de transformar la ideología de
la judicatura mediante la selección de individuos que, entre otros puntos de vista,
dudaran de la eficacia de la intervención gubernamental en el mercado. El poder para
dar forma a los tribunales fue un enorme premio en la elección presidencial de 1992
pero el Presidente Clinton, restringido por Congresos Republicanos, tendió a enfatizar la
diversidad sobre la ideología en el ejercicio de ese poder. Actualmente, al acercarse la
elección de 2004, los jueces nombrados por Republicanos de nuevo dominan los
tribunales. Cuentan con nueve de los 11 escaños de la Corte Suprema 196 y con una
mayoría de los escaños activos en nueve de los 12 tribunales de apelaciones.
Excluyendo el Noveno Circuito—el cual es una anomalía—los presidentes
Republicanos han nombrado al 62 por ciento de los 139 jueces activos en los tribunales
de apelaciones.
En parte por diseño conciente, los puntos de vista en materia del derecho de la
competencia que sostiene la judicatura federal a menudo reflejan el pensamiento de la
Escuela de Chicago. Ésto es en gran parte función de los nombramientos Reagan/Bush,
incluyendo prominentes expertos en derecho y economía como Pasco Bowman, Frank
Easterbrook, Douglas Ginsburg, Alex Kozinski, Richard Posner, Antonin Scalia, Harvie
Wilkinson, Stephen Williams, y Ralph Winter. Al votar sobre casos relativos al derecho
de la competencia, los jueces nombrados por Reagan y Bush en general se adhieren más
estrechamente a una agenda de la Escuela de Chicago que los jueces nombrados por el
Presidente Carter. Ver William Kovacic, “Reagan's Judicial Appointees and Antitrust
in the 1990s”, en 82-114. El Presidente Clinton optó por no responder nombrando más
expertos con una orientación a la exigencia del cumplimiento del derecho de la
competencia—el único experto en esta materia que nombró (al Séptimo Circuito) fue
Diane Wood, distinguida profesora de derecho de la Universidad de Chicago con una
posición moderada. Suponemos que los jueces nombrados por Bush II en general
probarán ser conservadores.
196
Por supuesto, los jueces y los magistrados no son esclavos de ninguna etiqueta partidaria. Por ejemplo,
pocos observadores considerarían que los Jueces Republicanos Souter y Stevens son conservadores en
materia del derecho de la competencia y pocos considerarían que los Jueces Demócratas Breyer y
Ginsburg son liberales en dicha materia.
En este contexto, vale la pena hacer notar en especial a dos jueces nombrados a
la Corte Suprema por el Presidente Clinton. La Juez Ruth Bader Ginsburg y el Juez
Stephen Breyer substituyeron a los Jueces White y Blackmun. Tanto la Juez Ginsburg y
el Juez Breyer, así como los Jueces del Tribunal de Apelaciones Amalya Kearse y Jon
Newman (los cuales también fueron considerados por el Presidente Clinton) habían sido
nombrados por el Presidente Carter. Sorprendentemente, cada uno de estos jueces
recopiló un récord conservador en sus votos en casos relativos al derecho de la
competencia. Ver William E. Kovacic, “Judicial Appointments and the Future of
Antitrust Policy”, 7 Antitrust 8 (Primavera 1993); también ver John E. Lopatka,
“Stephen Breyer and Modern Antitrust: A Snug Fit”, 40 Antitrust Bull. 1 (1995). Como
miembro del Circuito de D.C., la Juez Ginsburg se unió a la opinión de Robert Bork en
Rothery (1986) y a la opinión de Clarence Thomas en Baker Hughes (1990), dos casos
con implicaciones considerables a favor del demandado. (Baker Hughes en particular se
cierne como un obstáculo importante para los esfuerzos gubernamentales de adoptar
políticas relativas a las fusiones horizontales más severas—tanto para su análisis como
su sugerencia de cómo pudieran votar los Jueces Ginsburg y Thomas en un caso de
fusión que se presente ante la Corte Suprema.) En el Primer Circuito, el Juez Breyer fue
un defensor congruente de la eficiencia económica y un defensor del punto de vista de
que los instintos agresivos en materia de la vigilancia del cumplimiento del derecho de
la competencia deben ceder a las preocupaciones sobre la administración judicial. Ver,
por ejemplo, Town of Concord v. Boston Edison Co. (1st Cir. 1990) (reducción de
precio regulatoria); Barry Wright Corp. v. ITT Grinnell Corp. (1st Cir. 1983) (precios
predatorios).
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Ésto no sugiere que no importen los nombramientos judiciales. Ver California Dental Ass'n v. FTC
(1999) (5-4, uniéndose a la opinión disidente del Juez Breyer a favor de la FTC los Jueces Stevens,
Kennedy, y Ginsburg).
APÉNDICE DE LEYES
§ 1. Se declara ilegal todo contrato, unión formada con un fin determinado—tal como
un Trust—o cualquier conspiración que restrinja el comercio entre varios Estados o con
naciones extrajeras. Toda persona que celebre cualquier contrato o que participe en una
unión creada con un fin determinado o en una conspiración que se declare ilegal de
conformidad con la presente será considerada culpable de un delito grave, y, al ser
condenada por el mismo, será sancionada con una multa que no sobrepasará
$100,000,000 en caso de ser persona moral, o, en caso de ser persona física, $1,000,000,
o una pena corporal no mayor de 10 años, o ambas sanciones, a discreción del tribunal.
[5 U.S.C.A. § 1]
§ 2. Toda persona que monopolice, o intente monopolizar, o se una con otros con un fin
determinado o conspire con cualquier otra persona o personas, para monopolizar
cualquier parte del comercio entre varios Estados, o con naciones extrajeras, será
considerada culpable de un delito grave, y, al ser condenada por el mismo, será
sancionada con una multa que no sobrepasará $100,000,000 en caso de ser persona
moral, o, en caso de ser persona física, $1,000,000, o una pena corporal no mayor de 10
años, o ambas sanciones, a discreción del tribunal. [15 U.S.C.A. § 2]
(2) dicho efecto se derive en una demanda de conformidad con las disposiciones de las
secciones 1 a la 7 de este título, aparte de esta sección.
(2) que una orden judicial a las mismas mientras la Comisión instituye una
demanda y hasta que la misma sea desestimada por la Comisión o revocada por
el tribunal que la revise, o hasta que la orden de la Comisión al respecto sea
definitiva, sería en el interés público-
La Comisión, a través de cualquiera de los abogados que designe para ese propósito,
podrá instituir una demanda en un tribunal de distrito en Estados Unidos con el fin de
obtener una orden judicial contra dicho acto o práctica. Una vez que se haya demostrado
debidamente que, sopesando las equidades y considerando las probabilidades de que la
Comisión logre prevalecer, dicha acción fuera en el interés público, y después de haber
notificado al demandado, se podrá otorgar una orden judicial temporal mediante la que
se prohíba la conducta en cuestión o una orden judicial preliminar sin derecho a fianza:
A condición de que, Si una demanda no es instituía a más tardar en dicho período (el
cual no será mayor de 20 días) de conformidad con lo especificado por el tribunal
después de la expedición de una orden judicial temporal mediante la que se prohíba la
conducta en cuestión o una orden judicial preliminar, dichas órdenes serán disueltas por
el tribunal y dejarán de surtir efectos: A condición de que, En los casos adecuados la
Comisión podrá solicitar, y después de pruebas satisfactorias, el tribunal podrá emitir,
una orden judicial permanente… . [15 U.S.C.A. § 53(b)]
§ 2(a) Será ilícito que cualquier persona que se dedique al comercio, durante el curso
del mismo, directa o indirectamente, incurra en una discriminación de precios entre
diferentes compradores de productos básicos del mismo grado y calidad, cuando
cualquiera de los compradores objeto de dicha discriminación se dedique al comercio,
cuando dichos productos básicos se vendan para su uso, consumo, o reventa dentro de
Estados Unidos o cualquier Territorio del mismo o en el Distrito de Columbia o en
cualquier posesión insular u otro lugar bajo la jurisdicción de Estados Unidos, y cuando
el efecto de dicha discriminación pueda ser el de substancialmente disminuir la
competencia o tienda a crear un monopolio en cualquier rama del comercio, o a
perjudicar, destruir, o impedir la competencia con cualquier persona que otorgue o a
sabiendas reciba el beneficio de dicha discriminación, o con clientes de cualquiera de
ellos: A condición de que, Nada de lo contenido en la presente deberá impedir los
diferenciales que únicamente hagan posible los márgenes adecuados para las diferencias
en el costo de manufactura, venta, o entrega que resulten de los distintos métodos o
cantidades en los que dichos productos básicos se vendan o entreguen a los
compradores señalados: A condición de que, La Comisión Federal de Comercio podrá,
después de una debida investigación y audiencia con todas las partes interesadas, fijar y
establecer límites de cantidad, así como revisarlos según considere necesario, con
respecto a productos básicos o clases de productos básicos en particular, cuando
encuentre que los compradores disponibles de grandes cantidades son tan pocos que los
diferenciales de los mismos resulten injustamente discriminatorios o promuevan un
monopolio en cualquier rama de comercio; y lo anterior entonces no será interpretado
como una autorización de diferenciales en base a las diferencias en cantidades mayores
a las que sean fijadas y establecidas en la forma señalada: Y además, a condición de
que, Nada de lo contenido en la presente deberá impedir los cambios de precios cuando
ésto sea necesario en respuesta a condiciones cambiantes que afecten el mercado o la
posibilidad de comercializar los bienes en cuestión, incluyendo en forma enunciativa y
no limitativa el deterioro real o inminente de productos perecederos, la obsolescencia de
bienes de temporada, las ventas de liquidación de conformidad con procesos judiciales,
o las ventas de buena fe debido a la descontinuación del negocio en los bienes en
cuestión. [15 U.S.C.A. § 13(a)]
(d) Será ilícito que cualquier persona que se dedique al comercio pague o contrate el
pago de algo de valor para beneficio de un cliente de dicha persona en el curso del
señalado comercio en calidad de compensación o contraprestación por cualquier
servicio o facilidad prestado por o a través de dicho cliente en relación con el
procesamiento, manejo, venta, u ofrecimiento para la venta de cualquier producto o
producto básico fabricado, vendido, u ofrecido para la venta por dicha persona, a menos
de que el pago o contraprestación señalados estén disponibles, en términos
proporcionalmente iguales, a todos los demás clientes que compitan en la distribución
de los antes mencionados productos o productos básicos. [15 U.S.C.A. § 13(d)]
(e) Será ilícito que cualquier persona discrimine a favor de un comprador contra otro
comprador o compradores de un producto básico que se adquiera para su reventa, el
cual sea o no procesado, mediante la contratación de la prestación o la prestación, o
mediante la contribución a la prestación de, cualquier servicio o facilidad relacionados
con el procesamiento, manejo, venta, u ofrecimiento para la venta de dicho producto
básico, el cual haya sido adquirido de conformidad con términos que no hayan sido
otorgados a todos los compradores y sean proporcionalmente iguales. [15 U.S.C.A. §
13(e)]
(f) Será ilícito que cualquier persona que se dedique al comercio, durante el curso del
mismo, a sabiendas induzca a una discriminación de precio o la reciba, lo cual queda
prohibido por esta sección. [15 U.S.C.A. § 13(f)]