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HISTORIA DE UN MUERTO

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Episodio eómico-quimtoo

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1
Historia oe un Muerto
MEDITACION SOBRE LAS RUINAS DE UN ROMBR.t

PO R

FR A N C IS C O C A LC A G N O

SE GU ND A ED ICI ON

1
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BAJ.tCELONA.
Ca sa . Ed ito ria l M a.u oc l, Co ns
ejo Cis ntG >, 29 6
BU EN OS AY RE S
MÉ XIC O
M a.u cc i H er m an os
M a.u co l H er m an os
1070, Cu yo, 1070
1,• Del ReJo:<, 1
1898
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Impren ta do la Oaoa ll:dllorlal Mauee i.-Bare elona

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\

Hi sto ria de un M ue rto


DI • ftll

PR IM ER A PA RT E
El cue rpo
_ ........

El árbo l

lecto r conoce sin duda el fecundo itine rario


que la amen a litera tura recorre hoy al pa·
searse por el camp o cientlfico. Quit ando á la
ados ta cienc ia un t-ant{) de su auste ridad ,
Pa:rville, Eyra ud, Vern euil, Biart, el ingenioso Julio Vern e
y otros, han entre abier to al vulgo las puer tas de un san·
tu ario que antes le fué vedado, no tanto por su incur ia co •
mo por la repel ente aridez que le atrib ula.
No enten demo s que sea extri ctam ente contemporá.neo
ese géne ro literario que aplic a las bellas letra s á. la 'difusión
de loa conocimientos, y Voltaire con su Jl!icromegas, Bar·
thele my en sus Viajes de Anacltarsis, Davy en Viaje á Sa·

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6 BI~TORIA DE UN MUERTO

tur11o, Aquiles Eyra ud en Viaje á Vemts, Cyrano de Berge·


rae en Viaje á la lwta, Han s Pfaal, Swedenborg, Font ene·
!le, Coffin Dony, Poe, y otros muc hos ratificarian nues tra
aser cióo .Ade más¿ no han sido verdaderos poetas de la cien ·
cia, no han hech o amena. la didá ctica unie ndo lo util á. lo
dulce, Figu ier, Helmholts, Hux ley, Flamal'ión, Bois ·Rey ·
mon d, Sim onin , etc? En sus obras, si no aparecen las galas
y ficciones de la poSBla, qued a la cien cia en su man ifest a·
ción más simp ática , sin la aride z de los libros pura men te
didácticos: en ellos no es ya Momo abri endo el temp lo de
Minerva, es la mism a Minerva que se torn a ama ble, de·
jand o los severos claustros y alcázares para veni r á alter ·
nar con el pueblo.
Verne inno vado r y origino.!, aunq ue no inventor, nos da
una bella lección de Astr onom ía en s u Al1·ededol' d~ la luna
y en su V1telta al 11Ut1Ulo, de Geografía en Los hijos clel ca·
pilá11 G-ra11t, y de Geologla en Sll Viaje al ce11tro de la Tierra;
nos dice cuan to se sabe de Afl'ica en Cinco semanas en
gl~, y cuan to del seno de los mare s en Veinte
?llille·
guas de un viaje submarino, nos divierte é instr uye en De·
sierto de hielo, aunq ue nos cans a en su Oiudatl oxigenada ,
pues para ese efecto del oxigeno bastaba. el opor tuno epi·
sodio que ocurre en el proy ectil que iba De la tierm á la
luna .
Coetáneos ó posteriores á Vern e y á. Reid, nos han
deleitado, y los reco men dam os it los que busq uen dive rti·
mien to y provecho, Histot·ia. de 1111 1Jedazo de cristal y
MisteriiJS lle 1ma buj(a,intereasntes traba jos flsico químicos,
A ventums de wt áto1110 lle ca.t·bono, más severo en su estilo,
pero no menos instructivo; Un habitante del planeta 111m·te,
Historia de m1a mcmía, Paseo científico ¡JOr el Oeéano, y otras
de más 6 men os trasc ende ncia que con delectación hemos
recorrido.
¿Respondía ese nuev o género liter ario á algu na necesi·
dad? ¿puede la nove la ser pala nca científica? No disc utire ·
moa ese punt o: sabemos, y esto nos basta, que escritas

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HISTORIA DE UN MUERTO 'í
mucbds de esas obras conforme a los últimos adelantos,
han contribuido a difundir la ciencia desarrollando el
gusto po1· la lectura úW, y si es notorio cuanto perjudica·
dan al estudiante incauto, que por espaciarse en esas ge-
nialidades abandonara lo sólido y profundo, no lo ea me-
nos que ha u despertado el amor á. 1M verdades cient-íficas
entro personas que sólo gustarían de ellas cuando en·
galauadas con las flores del estilo humorístico. Hoy vemos
que saben admirar las conquistas modernas quienes ayer
sólo se deleitaban con Dumas ó Paul de Kock, ó quienes
engolfados en la politica, creían malgastado el tiempo que
no consumían en disquisiciones á veces estériles sobre la
. marcha y porvenir de las naciones.
Aún los que piensan que la misión exclusiva del nove-
lador es dar esparcimiento al ánimo, deben re~petar la
novela histórica de Scot, la social de Sué, la cient.ifica de
Verne, y cuantas, porque en algo contribuyen á hacernos
mejores de lo que somos, valen mil veces más que las exa-
geradas invenciones de Ana Radcliff~. Mme. Cotiu, d'Ar-
lincourt, y tar1tos otros que deleitan el espiritu, pero nada
dejan al ent-endimiento. ¡Cuantos por reir con las ocu.
rrencias de :Miguel Ardent, ó con las distracciones de Pa-
g~nel aprendieron algunas leyes de mecánica celeste, ú
ornaron su mente con nociones de Geografía!
Demos, pues, por sentado que si no tan útil la lectura de
esas obras, coino la más sólida pero más árida de las di·
dácticas, siempre vale más el esparcimiento por ellas ofre·
cido que el que dar pueden los libros exclusivamente
amenos. La moral de uu pueblo depende ele la calidad de
·los libros que lee.
Ahora bien, entre lAs obras que últimamente se han
dado á luz pa.r a popularizar conocimientos útiles, h~mos
echado una de menos: La historia <lel hombre clespués ele la
11merte.
La religión pretende decirnos á donde va el alma; la
qui.mica, hasta donde puede, nos revela en su árido len-

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BJSTORIA DE UN MUERTO

guaje lo que se hace de la materia; el asunto es digno de


pluma más idónea, y por eso nos sorprende que. antes no
se baya tratado de vulgarizarlo. ¡Cómo! Se nos describe en
estilo humorístico todas las fases del cristal, los viajes del
carbone~ las evoluciones del oxígeno, y nada se nos dice
de las iúnúmeras combinaciones y transformaciones á que
se someten los componentes del cadáver humano? ¿Na-
da de ws incontables tranEformaciones de estos simples
que existiendo desde el principio de las edades, se unie·
ron temporalmente y se c0mbinaron por orden providen·
cial para. constituir por pocos años un cuerpo animal? ¿No
se prestan también á fantasías esos misterios sublimes de
la Naturaleza, que combinando aqui dos gases nos da el
agua que tiene sus determinadas propiedades, y mezclan·
do otros nos da el aire con sus determinadas propie~ades,
y uniendo otros dos cuerpos nos ofrece la sal, la sosa ó la
potasa, la luz, y confundiendo éstos a otros en distintas
proporciones nos crea un sér vivient-e, y con mayores ó
más armónicos elementos llega. al compuesto humano ó
al sér racional?
Nada. puede brindar más campo á la meditación que
el acto de seguir a la materia en sus múltiples manifesta-
ciones, cuando la abandona el esplritu vital, y ver esos
complicados organismos, aqui di vid irse, allá dilatarse,
huirs<>, mezclarse en caprichosas formas, y esto á veces sin
salir del pequeño centro que sirvió de morada temporal á
un alma.
Pe11sar que el polvo de Alejandro 6 de César puede ser-
vir de tarugo á un barril, como dijo Hamlet, considerar
que este carbono que ahora. constituye parte de mi orga-
nismo, lo fué antes de otros seres semejantes, y que el
fósforo que ahora pongo en ignkión para encender una
bujla. Estuvo, acaso, en huesos ó en el cerebro de alguno
de mis antepasados, y aún quizá en los mios propios, pen·
sar en esa serie de fenómenos acaecidos en ese individuo
que se fué, pero permanece, y en esas generaciones que

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IDóTORIA DE UN MUERTO
9
pasan pero persisten, y en esa humanidad que se
va pero
que vuelve, es cosa que debla inspirar filosóficas
refi
nes tanto al festivo Verne como al severo Thenard. exio·
La qu!mica, ciencia poco amable par a poetas,
porque
deja lo superficial por lo profundo, porque no con
templa
sino analiza, ha venido á probarnos que en el hom
bre na·
da hay mortal, pues no ea la materia., y que el estu
dio de
su mecanismo es edificante en tanto que abre el
ánimo a
la admiración de recónditas maravillas en
la obra más
grandiosa de la creación, el cuerpo humano.
Es verdad que un hombre que muere, átomo per
dido
en el vasto océano de la humanidad, no es más
que una
hoja que cae, una gota que se evapora sin hacer
falta apa·
rente en la armonla universal; pero la ciencia nos
prueba
que relativamente nad a hay grande ni pequeño,
porque
par a lo primero hay siempre algo mayor que lo am
inore, y
lo pequei'lo tiene siempre debajo un mundo menor
que lo
engrandece. Así en el conjunto humano, cada hom
bre, sol
de su familia, es grande par a sus satélites, y no
es mtl.s
pequeño relativamente ant e los superiores de su
especie.
Grandea, inmensos fueron es;¡:~ solea de la hum
anidad,
que se llamaron Esquilo, Pitagoras, Confucio,
Sócrates,
Copérnico, Jesús, Mahoma, GaWeo, Washington,
Garibal·
di; mas preguntad á la hija si antepone alguno de
ellos al
hombre obscuro que es su padre.
El hombre, pues, grande en su pequeñez, fué sie
mpre
dignlsimo campo de estudio, tanto en su sér mo
ral como
en su eér material, y quien quiera <:O mprender tod
a la im-
portancia que puede tener su cadáver, que lo com
pare con
el de un árbol, que lo ponga en paraogóu con uno
de esos
séres e tejidos de aire por la luz . como dijo el
fisiólogo
alemán Molescbot. ¿Qué es el hombre en su sér
material
sino una planta mejor dotada, un conjunto de sim
ples y
compuEstos en que flota un espíritu y germina
la idea?
Como el hombre, la planta tiene sus estados patoló
gicos y

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10 lil•TO RIA DE UN MUERTO

de salud , sua perio dos de vida y do sueñ o y su fin por la


muer te.
Yo no pued o deten erme ante el cadá ver de un árbol sin
pens ar en la série de fenóm enos que prep~traron su actua l
estad o, y ein recor dar los camb ios que sin desca nso se su-
cedie ron en ese vasto laboratorio, la N atma leza, de dond e
toma ba, como el homb re, sus elen1entos de vida. En él
he visto un sér que, como todos, vino á dese mpeñ ar su par-
te en la. economía. del Universo; nutri éndo se de subs tan.
cias inorgl'mic as, estableció una relación íntim a entre los
reinos mine ral y vegetal, como luego sirvi endo de nlime n-
to se relac ionó con el reino anim al, prob ando que éste no
pued e exist ir sin aqué l, pues sólo aqué l posee la facul tad
de prod ucir elem entos orgánicos de las n1aterias inorg áni·
cas, es decir, comb inaci ones t-ernarias y cuate rnari as. En
dimio ut.a semi lla se ence rró gérm eo fecun do: los agen tes
aire, calor, luz, hum edad en armó nico consorcio diero n
fuen a al embr ión para. romp er los tegum entos que lo
apris ionab an; por espec ial afini dad, ó á impu lsos del mis·
terioso soplo que impr imió rotac ión á los astros, se nsimi·
ló las subs tanci as que lo rodea ban, luch6 por la vida y
creció y embe lleció la camp iña con sus flores, y purificó
la atmó sfera con sus hojas, y la temp eró con su somb ra y
trasu etttnció estiércoles on arom as y mieles, y condensó va·
pol't's para prom over las lluvia~. ·Ahí bubo raíce s que cir·
culab an por la tierra , atray endo las subst ancia s &impati-
cae, que luego acam por la wla pr~sencio. de otras, ó como
dicen los quim icos, por acció n catalítiCil, se toma ron en
diast asa, dfxtr ins. ó fécu!a, gluco sa ó ozl'!Cllr: nhi hubo
hojas que por sus poros ó E'stómnt~1s reepi rabnn eilcn cio·
same nte el air.o, absorbl!m el carbó nico y tlovolv!n n c:-1 oxi-
geno, eqnil ibrnn do con tal mecnni~rutJ por milló n y medi o
de metr os cúbic os de este gas que la espec ie anim al con·
sume por minu to:· 3h[ hubo .f!.orea á cuya ovurio el vient o
cond ujo el fecun dante polen que debí: \ dar fruto y semi ·
lla para perp etuar la e~peciE'; ah! !ung ían simp les ó com·

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HISTO!iiA. DE UN MUERTO 11
puesto>~ co:: lns propiedades que les fueron inherentes des·
de abinicio; ah! el agua, el amoniaco, potasa, sosa, cal,
magnesia, hierro, cloro, los ácidos carbónico, fosfórico, sul·
fúrico, sitlcico, luchaban, se uniau, se combinaban , se di·
solvjau, y circuló la savia por sus venas como In sangre
pox las nuestms. Dirlase que en ese organismo, en que
'l'hales de 1\:rileto suponía un alma imparfecta, y que ane·
batabn el espiritu de Linneo chasta el estupor de la admi·
ración,• sólo faltaba un grito para los dolores y una risa
para los placeres.
Y envejeció y feneció, es decir, llegó la hora en que de·
bilitada su fuerza. ~Fimiladora, que era su vida, se volatili·
zaron los unos fluidos, buscaron más simpaticas uniones
los otros, y la parte sólida guardando algún tiempo su for·
ma, luego fné a aumentar la. costra vegetal; porque esta ca·
pa que el vulgo denomina de mnM, no es mas que el res!·
duo de los eért>s orgánic<Js que vivieron antes que nosotros.
¿Cuántos sizlos,se pregunta uno, empleó l8 Providencia,
que no nece~ita contar el tiempo para sus obrnF, en pasar
de los primeros rudimentos de plantas, desde los Uquenes,
mmgos y helechos arborescentes que iniciaron la. vegeta·
ción, basta ese colosal eucaliptos de Australia. y ese baobah,
gigante de los bosques africanos? ¿Cuántos pa.ra preparar·
nos esa copa vegetal sobre la cual vivimos y de la cual nos
sustentamos? Muchos ... pl'ro quizá menos de los que con·
cede á los pólipos de Oceanía para levantar en el fondo de
los mares prominencia s que han de convertirse en cayos,
y más tarde en islas hablitables.
He aqui pues la !'encilla historia de uno de esos eéres
siu los cuales la vida animal fuera impo.iblE', y por eso nos
precedieron en las edades geoltlgicas; c<Jn más detcni·
miento la Botánica nos diría sn vida, la Fisica sus fenó·
menos, la industria sus productos, las artet:,la navegación,
la piotura sus múltiples aplicaciones... Extenso, variado,
fecundo, riqu!~imo argumento el cadáver de un 1\rbol.
¿Qu6 será, pues, el de la criatma humana?

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II

El hombre

Detengámonos ya ante él y filosofemos.


Murió anciano: esto quiere decir que hacia sesenta años
(y 9 meses) que tras un velo que la ciencia no ha podido
descorrer, se formó en vient1·e de hembra un gérmen asi·
milador: fenómeno impenetrable, pero igual para todos:
como de la misma célula proviene el mundo vegetal, tan·
to elinfimo protocotus como la corpulenta welingtonia,
asl de idéntica larva, de análogo espermazoario nacerá. el
hombre que manda y el que obedece, el que espera y el
que reniega, el señor y el criado, el humilde y el soberbio,
el etiope ó el circasiano, el sabio y el asesino, Sócrates é
Ravaillac; el hombre, pues, á despecho de bs preocupa·
ciones, es el mismo ante la Cienci:.1 y ante la Naturaleza.
como lo es ante la. religión.
Por lo demás, éomo todos sus semejantes, nació y co·
menzó, ó por mejor decir, continuó su ineludible série de
asimilaciones y desasimilaciones, y vivió para tener más
dolores que placeres, invocó á Dios en el infortunio y le
ofendió en la hora de la dicha, olvidó en cada momento

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HISTORIA DE LN MUERTO 13
que aqu él pod la ser el postrero de ' su vida; cometió flo.·
quezas y las lloró en Jo. hor a del arre pen tim ient o; logr
ó
descanso sólo cua ndo dió mue rte a sus deseos, fun dó
fa·
mil ia, buscó riquezas, hall ó desengaños, consumió en dor-
mir un tercio de su vida, en sufr ir otro tercio, desperdi
ció
un centésimo en rene gar de su suerte, un vigésimo en
S&·
lud ar y fingir ami stad ... comenzó á envejecer, cam biar
on
con los año s sus idea s y aspiraciones ...
' En tant o mar cós e una hor a más en el inex orab le cua
-
dra nte del tiempo, y se hun dió en la eternidad; es dec
ir,
cesó la cohesión de sus componentes, perd ió el arm ónic
o
equilibrio en que se uni an sus elementos par a serv ir
de
base al esp lritu vital, y ¿qué sucedió entonces? suce
dió
que la mat eria iner te iba á serv ir de estorbo, deja ndo
es·
cap ar mia sma s sulf uros y carburos, y algunos supervivien
·
tes, sint iend o com prim ido el bazo, que esto es esta r tris
te
par a algunos fisiólogos, y perd iend o algu nas drac mas
de
sus com pon ente s, que esto es and ar y llor ar par a la Qui
·
mica, ech aron sus restos en rest os de un arbo l,lo clavaron
con hier ro y colocaron bajo tier ra aqu el todo en que iban
representados Jos tres reinos de la Naturaleza; y ... como
su·
ced era al que esto escribe, y al que esto lee, y al que ni
es·
crib e ni lee, empezó par a él la noche eter na.
Ah lle tené is iner te en su con junt o, y tod avi& en cad
a
una de sus partes, salvo uña s y pelos que en su calidad
de
vegetales con tinú an creciendo un rato, acaso con más
fer·
vor, por que la pod redu mbr e es abono; ahí tenéis, todo
en
él se movia hac e poco, circ ulab a la san gre, palp itab ase
ten·
ta veces por min uto el corazón moviendo en cad a latid
o 4t
gram os de san gre, lati an en igu al pro por ción las arterias
,
se'!lennba y vac iaba el pul món 550 vec esp orh ora ,noh abia
tejid o que no vibr ara, y den tro de poco vib rará n tam bién
en sordo proceso y con ellos florecenl.n generaciones de
sé·
res de las regiones micrográficas; ahi tenéis el cad aver
que
ante s de inh um ar hem os de analizar: quizáe nos ilus
tre
más su cue rpo iner te de lo que vivo pud iera su pala bra.

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HISTORIA DE UN MUERTO
' en vi·
Empecemos por preguntar ¿qué era ese hombre
echos.
da? socialmente fué un sér que tenia deberes y der
que fa-
que reía, que gozaba, que se movía á su albedrío,
al menos
bricaba castillos en el aire, que tuvo amigos,
parte de
mientras fué rico y dadivoso, que disfrutaba su
creyó ser
atmósfera y de luz, que en algunos momentos
e abo ·
feliz, y lo fué acaso, aunque lo conoció tarde ... y yac
el tiem ·
ra en la más ~egra de las oscuridades, y andando
hom ·
po volverán las cosas á su equilibrio, y tornarán los
la me-
bres O. sus frivolos placeres, y él quedará borrado de
llido le·
moria de los vivos. ¡Y el que ayer dormia en mu
ebrosa....
cho, acariciado por los suyos, hoy en soledad ten
- ¿Y qué ...?
sófica
Me pat·ece que en este punto de mi peroración filo
gunta.
una voz burlona me interrumpe con la anterior pre
Suspendo y escucho.
no es
- ¡Y qu él- dic e el ascético cre yen te; -la muerte
tras el
más que el paso par a la vida eterna, es el puerto
Preparé·
naufragio, el premio 6 el castigo tras la prueba.
ba pa-
monos mientras nos hallamos de este lado de la tum
entre la
ra que nuestra alma, resultado de la comunión
todas las
vida y la materia, pa¡¡e al otro lado, limpia de
y polvo
impurezas del barro inmundo que queda en tierra
lo que
vuelve á ser. ¡Insensato! ¿te horroriza esa idea de
o por el
pasa en ultratumba? Mas si la muerte es el act
ia impe·
cual nuestra alma inmortal se separa de In mater
ones que
recedera pe1·o descomponible, ¿por qué no sup
luz y ar-
desde el seno de Dios, en las regionel! de eterna
shabitó,
monin, rle ella, el alma, mil'ando el barroqueante
estrecha
pt!.lido y demacrado, vestido de luto, metido en
lloran
caja, rodeado de luces funerarias y de hombres que
y con monótono acento cantan en latin'i' Si mo
rir es vivir
muerte
en otra forma, ¿por qué la ignorancia hizo de la
ro, que
un espectro? Desaparezcan esos terrores del sepulc
y llegue-
son crea.ción humana, como lo es todo lo malo,
e valle
mos con la sonrisa en los labios al extremo de· est
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HISTORIA DE UN MUER'tO 15
de lágrimas y de tan escasos atractivos. Haya fe y espe·
ranza y la muer te no será mas que un trAnsito; que, como
dice el Apocalipsis, eno devolverá el abismo sus muer·
tos, pero habrá un cielo nuevo y una tierra nueva •.
-¡Y quel -me advierte el incorregible mater ialist a.,-
morir no es más que concluir, y lo que piensas de uno
pudieras pensar de todos, ya fuéramos quemados como en
la antigua Grecia, momificados como en Egipto, ennicha·
dos como entre nosotros, inhumados como en Inglaterra:
lo miEmo podrías decir de Moisés que muere en el Nebo,
de Salomón que se corrompe en Salem, de Plinio abrasa·
do en el Vesubío, de Napoleón disecado en Santa Elena,
de Mahoma que se pudre á escondidas, y lo mismo de
cualquiera de los vivos; la muerte siempre será la cesa·
ción de las funciones de la vida; el alma, no eieudo más
que un resultado de la armonía en que se unen las partes,
cesa al disolverse esa armonia, como cesa la luz al apagar·
se la antorcha: más allá de la tumba, la nada, donde, si no
hay placeres, tampoco hay dolores: la muerte ea quietud
perfecta, no para la materia que entra en un nuevo orden
de &voluciones, sino pa.ra el ánim a que deja de ser lo que
ha sido porque era sólo cualidad y no entidad. La materia,
la materia y las fuerzas que la animan, eso es todo; la mate·
ria bajo la forma de ciruelo da ciruelas y bajo la forma de
hombre produce ideas. ¿Qué tememos, pues, si al cesar la
vida que es el afán y la ansiedad, empieza para los unos el
olvido, para los otros el descanso, para el esclavo la líber·
tad, para unos pocos la inmortalidad que es un nombre?
¡Insensata lógica, inconsecuente filosofía la que nos dice
que Dios premeditadamente creó un alma para que sufrie·
ra en una vida y fuera luego á pagar en la otra las culpas
que su flaqueza innat a le hizo cometer en aquélla!
- ¡Y quél- excla ma el adepto de Pitágoras, modificado
por el espiritista moderno:- la muerte de un individuo
(mejor dicho, sus muertes) ea el hecho mediante el cual su
alma, una y eterna, trasmigra para ir á anim ar otros cuer·
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16 Hl8TOR IA DE UN MUERTO

pos, bien en este mundo ó bien, lo que es más probable,


en otros de mejores condiciones: la vida no es más que
una grada de perfeccionamiento, y la muerte el paso que
damos para ascender á otra grada. Quizás el alma de tu
abuelo, en cuerpo más perfecto, asciende ahora alguna de
lasaltlsimas montañas de Vénus, ó se horroriza con los
tremendos deshielos circumpolares de Marte, ó goza días
de diez horas en Júpite r ó de quince años en algún polo
de Saturno. Quizás el propio estagirita contempla un pun-
to brillante en el e.~pacio, que es la Tierra, y lanza una
carcajada hom~rica al pensar que en ese punto casi invisi·
ble bulle un hormiguero de séres imperfectos, y que sin
embargo tienen orgullo, orean un Dios á su imágen y se
suponen lo más grande de la oreació n.-Mira,-dirá tal
vez, hab:ando á otro trasm igrad o,- aquel punto que de
aqui vemos sólo en minutos, es aquells tierra en que estu·
vimos un soplo de tiempo , aquella tierra en que toda fuer·
za es debilidad, toda gloria humo, toda dicha ficción, y en
que los afectos vienen á ser al cabo manantial de triate1.as
y decepciones. Alli está el hombre grande en su pequeñez,
que funda hospicios, inventa telégrafos, pesa los astros y
da de comer al hambriento, y alli está el hombre pequeño
en su grandeza, que compr a títulos, guarda prójimos en
servidumbre, reniega de su Creador y arrebat-a. el agua al
sediento. Alli los tenéis riñendo por palmos de terreno,
acumulando tesoros sin pensar que al despedirse no deja·
rán más que el recuerdo de las buenas obras que practic11r
do hubieren.
- ¡Y quél- dice un discipulo de Ediso n,-la muerte no
es más que la deselectrización: la electricidad, al.ma del
mundo, lo es también de cada individuo y de toda mate·
ria que en cualquier sentido funcione; es elemento de
unión y de acción: la muerte es la anulación ó 'separación
de ese principio eléctrico que deja de ser en determinado
cuerpo, porque era sólo fuerza, ó pasa á mezclarse á otras

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Arbol florido Herido del rayo

Un año después Dos años después

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l'fi~>'fOBIA DE UN MUERTO 17
ó diver·
materias y á producir nuevos fenómenos de igual
sa índole á los anteriores.
los
-¡Y qu él- dic e ahora el aut or, -¿n o han podido
o sentar
hombres durant~ tantos siglos hacer otra cosa. sin
prioci·
premisas, discutir sistemas, sostener ó impugnar
ible sin
pio s, fundar creencias, afanarse tra s lo incognosc
n la cien·
llegar jamás ala verdad metalisica? ¿Qué ganaro
a es una
cia y la dicha hum ana s con sentar que el alm
ó el so·
función del cerebro, una cualidad de la mr.teria
tinuar en
plo directo de Dios; que morir es terminar ó con
de una
otra forma, que vivir y pensar son la resultante
de calor
masa determinada unida á cantidad determinada
y movimiento?
tarse
Abandonemos una filosofla que no puede susten
s cuya
sino por un diluvio de sofismas; dejemos los arcano
ución de
revelación no nos hace falta, y tratemos en prosec
amente,
nuestro programa de presentar al hombre químic
que so ha
que ese es el camino más seguro pm·a saber lo
Derze·
hecho de sus numerosos componentes. Thenard,
doxos
lius, Dumas, Orfila. tienen sobre los santos y los orto
cible. Si
la ventaja de trabajar sobre lo tanjible y cognos
s alh\ do
les preguntamos Jo que somos, no se ocuparán má
presen·
su int.eligencia. en hipoté~icas disquisiciones: nos
factura
tarán una listi\ árida, prosaica, parecida á una
Y. meta·
mercantil, de fósforo, cal, agua, carbono, met.ales
evolucio·
Joides, y sabe Dios qué más, que incesantemente
el sta tu
nao y cambian, porque á ninguno es permitido
quo.
a con·
Uno eolo de esos componentes nos bastaría par
materia.
templar un momento la evolución perpetua. de la
mos en
Tomemos el agua de que hay unos 55 kilogra
rir y que
nuestra economia. Ese hombre que acaba de mo 21,915
vamos á analizar, consumió dur ant e su vida de
alimen·
días, incluyendo quince por bisiestos, un peso de
tos 1,.280 veces superior al do su cuerpo, veinte y ocho
y
2

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1~ HISTORIA DE UN MUERTO

media pipas de agua, cantidad en que pudiera vagar, y


unas diez y nueve de vino en que podria nadar;asi mioma
para su respiración empleó más de 8,00Umetros cúbicos de
oxJgAno, y contdbnyer011 á sn alimentación la idolera de
veinte y ocho qtüotales de anoz; pudo zamparse 40,000
huevos y 255 quintales de pan, aun suponiendo que el pri·
mer año vivió de leche, y calculando que de niño consu-
2 t kilos, adulto 3 t ¡y ei fumaba convirtió en humo
tonelada y media de tabacal
Lo primero que ocurre preguntar es ¿que se hizo de
toda esa sustancia alimenticia? ¿qué de todtt esa agua que
bebió y que tomó en leche, en vino, en cerveza y en mu-
chos alimentos? ¿entró en su cuerpo para volver a salir en
otr!t forma? No ciertamente:.la Naturaleza que no ha creado
hoja inútil en la :vejetación, tampoco permite hecho ocioso
en la vida del hombre. Nos hemos asimilado una parte de
esas sushncias y hemos perdido otras, de modo que el
verdadero objeto de la nutrición y secreciones es cambiur
los elementos de nuestro organismo, renovándonos en un
total, y esto cada 133 días; bien que, según otros, se necesi·
tan siete años para la renovación total del cuerpo.
Piense, pues, el que esto lee que en este momento no
conserva ni una sola part[cula de las que trajo del vientre
de su madre; la Natnraleza por invisibles procedimientos
las ha eliminado todas, colocando otras anólogas en su
lugar. El cuerpo vivo es uu laboratorio en in.::eeante acti-
vidad, en que luchan las fuerz~s qnimicas, que tienden á
disolver, contra las fuerzas vitales, que tienden á recons-
truir.
Según Sartori~s, perdemos por las traspiraciones en 24
horas las 3tS del -peso con que los alimentos aumentaron
el cuerpo y los otros 5t8 por las dejecciones fecales. En
esas 24 horas expele uno por los poros 18 onzas de agua,
200 gramos de materias sólidas y 400 gt·amos de ácido
carbónico: á la¡¡ tres horas de haber comido pesa el cuerpo
lo mismo que antes por las pérdidas _qne equilibran: la

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!USTORIA DE O~ MOEPTO 1!
pérdida total diaria en buena salud es de seis libras de
matsrias liquidas y poco más de sólidas, suponiendo con
Hu"ley en !55 libras el peso total. Dejando de alimentar·
se no cesa sino disminuye la pórdida de sustancia. propia;
el vertebrado que muere de inanición, habrá perdido cua·
tro décimos de su peso antes de morir y por esto la des·
composición se rttardará.
Piense también el que esto lee que si tiene 20 años ha.
cambiado ya su materia 5-l veces, y que mi cadaver, esto
es el d~l hombre que da lugar á e.;t~ libro, E:n sus LO años
se hr.bla renovado nada menos que 16! vtc~s. basut los :.!5
ganando algo en ese cambio de p.mJcu!as, desde al!i A los
5:J permutá.ndolas pelo á. pelo, y luego has~a el final con
desventaja progresiva, qtte en esto justame.ate, eu pérdida
gradual de la potencia asimilatriz, y no en otra cosa cou·
sisten el envejecimient.o y la decadencia. Durante la in·
fancia ~imilamos más; al brotar el feto en condiciones
fisiológicas tiene 0'4.5 ms., al mes 0'5-!, de dos meses 0'58,
gana luego un centímetro mensual y sólo á los siete años
llega al metro. En tanto vibran en palpite.ción incesante
sus moléculas, tendiendo siempre á escapar á la oriUa ó al
espacio tal como arroja el mar los detritus á. la costa. Una
aguja t1·agada por un niño, empujada por la sangre y por
la oleada vibratoria, labra lentamentt> su camino, atravie·
sa los tejidos, avanza insensible hasta salir al cabo de seis
meses... por una rodilla.
Ese trocar incesante de las moléculas que nos constilu·
yen, esa ineludible y perenne nec~sidad de renovar el ali-
mento, no es sólo sine qua 11011 d¡¡ la vida matllrial, y por
ende so&téu del elemento psic¡uico; es también base del
orden social, porque obliga á la lucb:t y al trabajo sin el
cual sobrevendría n la holganza y el abaudono, de donde
los vi<:ioa que enjendra el ocio, de donde la desorganiza·
ción y el derrumbami ento. Por eso es necesidad material
y moral para nuestra vida y para la vida sociall:J. alimen-
tación ordenada y periódica, como esos vientos que pro·

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20 IDSTORIA DE UN MUERTO

mueven las lluvias para alimento de la vegetación y vida


del planeta.
Nacer, vivir, crecer, envejecer á través de cambios suce·
sivcs son fenómenos de que la, materia animada no puede
prescindir, porque en ellos esta la vida. Dijerir es absor·
ber y convertir, pero preguntárru;e; si cambian nuestras
part!C\tlas ¿cómo DO altera nuestra complexión ni nues·
tras facultades intelectuale~. en una palabra y valiéndonos
de una frp.se iamilin.r, cómo podernos conservar genio y
figma hasta la sepultura? Es sin duda porque la facultad
asimilaute, el divino soplo que anima á la materia, el alma
en Jin, es siempre una, y de no ser así cambiaran nuestro
carácter y apariencia personal y alterarían nuestros deseos
y pasiones, en cada mutación de átomos, según las propor·
cienes en que nos asimililmmos los nuevos; y hoy acaso
nos tocara s~r proclives a la la~ci vi a por exceso de fósforo,
ma.fiana qui¡¡á el carbono nos hiciera indolentes, el oxlge·
no alegres ó reñidores, viniendo por ende á suceder que
hoy nos correspondiera ser un Séneca, mas tarde émulos
de César, a lguna vezó algunas veces Sancho Panzas.
El alma inmortal, indi1risible, inYariable se opone a ello,
y así los que niegan e\ alma y sus excelencias nos con vier·
ten en roaquiuas productoras de amoniaco y abono, carbu·
ros, sulfuros y otros no menos prosaicos. Aunque la sus·
tancia se reuueva, la manera de estar compuesta perrna·
nece, y cambiando molécula á molécula conservarnos la
forma , C01no ciertos fósiles en que el calcio, el cobre, el
hierro, reemplazaron á la sustancia genuina, no quedando
de ésta más que la figura. Por eso recordamos, por eso llo.
ramoa hechos pasadoF, por eso somos responsables de
.11uestros actos de veinte y cuarenta años atrá!.', nunque ya
no queda un sólo átomo del individuo qne realizó tales
actos.
Ahora bien, los cuerpos simples existiendo iguales desde
ab initio y variando forma y cualidades, mejor dicho, de
apariencia, en razón de los compuestos á que dan lugar,

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BlSTORI.!. DF. UN MU.BRTO 21
podemos fá.cilmente contestat· n esta pregunta ¿qué queda
de lo que íué nuestro padre Adán? ¿dejaron Moisés y Ho-
mero sólo transitorios huesos é. la tierra y é. lll posteridad
un nombre? No; de ellos queda todo lo que los constitllia,
su calcio, su carbono, su fibrina ó los componentes que la
formaban, su hematosina ó los principios de ésta, su fós-
foro, su azlúre, su tanto de azoe, aqui unido al carbono,
allá con el hidrógeno, con las mismas propiedades, ya
constituyendo otros adanes, ya. vagando en el inmenso
piélago, ora en las entrañas de la tierra, ora en endurecí·
das rocas ... ¿Dónde están los muertos? Y Shopenhawer
conte sta.-¡ En ti mismol
¡Qué! ¿Acaso podris. nadie imaginat· de donde viene, ni
que trámites ha recorrido la gota de agua que llevamos á
nuestra boca? Quiz!\ evaporada en China, arrastrada por
el monzón, atraída por la bomba aspirante del Sabara, tor.
nóse nieve en los Dofrines, cot·rió granizo ó témpano de
hielo por los Andes, durmió siglos en Herculllno, cristia-
nizó é. un niño, llevada. por los alíseos cayó en el Atlán-
tico, el Gul.f-Stream la arrastró al polo ó la circuló por el
Ü(léano, fué savia de alguna plant a ó zumo de alguna
fruta, lavó inmundicias en algún hospital, se purificó eva-
porándose, el viento la. trajo é. nuestro cénit, llovio en
nuestro techo, pasó á nuestro aljibe para ser servida en
nuestra mesa, ó acaso al aljibe do algún jerezano, que nos
la remitió convertid.1 en Jerez. No permane.:erá ahora Íl~
stat1¡ quo, que pronto por los poros, ó t\retra ó glándulas
salivares ó lacrimn.les ú otra vln, ealdrá á continuar sus
perpetuas evoluciones y transformaciones. Hasta en su
sentido material es exacto el proverbio: e nadie puede de-
cir de esta agua. no beberé. •
Y si esto pasa cou el agua, que es u u compuesto ¿qué no
podríamos decir de los atomos de un cuerpo simple, que
son indescomponible.; y nunca pueden reducirse á la
nad~t?
¡La nadal ¿qué es la nada.? es la. carencia de todo, es la

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22 l'Il~TORIA DE UN MUERTO
no existencia, transformarse, pi1Sar á ser otra cosa en apa-
riencia, eso se comprende; pero ¿cómo lo que es algo pue-
de llegar á ser nada? Sólo allá en primitivas supersticiones
pudo creerse que la nada pod!a dar algo, y que lo que era
algo podia volver á la nada absoluta; pero desde muy re-
mot a antigüedad se comprendió que el fuego no consu-
mía, que la mue rte no era destrucción sino mutación. En
el Ramayant~, cuya aparición se ocul ta en 1:!. noche de los
tiempos; Vasisthas, cons uela al afligido .Bharatha, con
estas palabras: e Levántate: el antagonismo de 105 princi-
pios opuestos afiije siempre al mundo: es indigno de ti
lame ntar te por un hecho inevitllble: todo lo que nace debe
morir; todo lo que muere debe renacer; no debes aflijirte
por sucesos fatales á. los que nadi e pued e sustraerse.»
Cuatrocientos años ante s de Cristo dijo Empedocles:
clos que imag inan que nace algo que no haya exisLido, ó
que algo perece completamente son niños de escasa inte-
ligencia:> de Jenofonte es esta frase: e todo lo que es existe
y dura etern ame nte• ; y aún ante s el filósofo egipcio Her -
mas Trismejisto: e nada se pierde, y es error llam ar á los
cambios muerte y destrucción.• El iusigne panteísta Gior-
dano Bruno d.ijo ante s de lGOO, y no pudo decirlo despné3
porq ue en ese año Clemente VIII lo hizo tost:~.r en Rom a
<la semilla se convierte en yet·bns, ea pan, eu jugos nutr i-
tivos, sangre, esperma, embrión, hombre, cadáver, tierra,
pied ra ú otro sólido. • ·
Verdad es que muchas de esas ideas se perdiera!). ante s .
que el redentor del pensamiento, Gutenberg, las atar a
para siempre al papel, y en lo moderno sólo desde Lavoi-
aier, lí93 , empezó á VLllgarizarse esa verd1ld, que todo es-
taba creado desde ab i11itio, que nada que fuese podí a
deja r de ser, que los componentes del cadáver permanecen
en otra form a, que la pólvora no desaparece, sino se torn a
en gases que, por ocupar mayor espacio, causan la explo-
;llión, que el fuego, al quem ar una casa, la deetruye como

..
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HI-STORIA DE U.N lllUERTO 23
casa, pero los elementos que la formaban superexisten , los
unos humo en los espacios, los otros recombinados 6 perdi-
dos en cenizas, en los escombros, y hnbrálos también que
han ido á ser parte de séres orgtmicos, pues éstos ya se
sabe, son un compuesto de sustancias inorganicas, bajo
especiales condiciones que les crean más ó menos perfeo·
tas propiedades que durarán mientras viva y cambiarán
con la muerte.
Hoy es una verdad vulgar In indestructib ilidad de la
materia, como lo es la descomposición de toda sustancia
orgánica á cuya corrupción sigue la diseminació n y nue.
vas combinaciones.
No se corrompió (dicen los libros sacros) la santa huma·
nidnd del Hombre· Dios, quien en cuerpo y alma gloriosa
fué A sentarse á la diestra de su Padre; ni se corrompió
(dicen los mismos) el de su Santa Madre, que once años
después en el huerto Gethseman! , sin dejar ni su capa
como aquel Ellas, otro incorruptible, fué arrebatada al
cielo; pero estas fantasías, posibles y aceptables sólo cuan-
do Dios estaba con nosotros y hacia hablar á las burras,
no habrán impedido que los elementos que los constituye·
ron, materia á. la fin mundanal y putrecible, vaguen por
el mundo, y tal vez hayan visitado y estén en este mo·
mento formando parte de mi piosáica humanidad. ·
Los espíritus celestiales no necesitaron de nuestro barro
inmundo; pero si estamos nosotros constituidos con reS·
tos de nuestros antecesores, si comemos, respiramos y
bebemos, lo qu~ fué comido, respirado y bebido millones
de veces tal vez por otros pulmones y bocas, ¿cómo, pre-
guntará el lector, cómo podrán venir los muertos pl\lidos ó.
contemplar sus propias obras, según la frase del Goran, y
cómo nos reuniremos en el valle de Josafit? ¿Cómo podre·
moa asumir <estos mismos cuerpos nuestros para vida in·
mortal y eterna?•
La ícl\Se es mistica, por tanto, venerable; mas cuando la

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24 llléTuB IA DE UN Jo!UEBTO
Biblia, libro de Dios, entra en pugna con la ciencia, libro
del hombre, á la primera toca ceder y enmudecer en tanto
que no da pruebas, mientras la segunda confirma y per·
suade.
El asendereado conflicto entre la religión y la ciencia,
nació de las erradas interpretaciones que se dió de las ale·
gorJas y metáforas ele la Biblia..
Dejémosla en paz y sigamos nuestro camino.

."
o.
~. o
00

li
o

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lii

El cadá ver

Acerquémonos al cadáver; han pasado sólo cuatr o horas


desde que el espíri tu aband onó la mater ia: no much o se
han aume ntado los caracteres morta les: está más lívido, más
demacrado; pero los miasm as que exhal a y ·exha ló desde
el mome nto de la muer te, todav ía no conta gian y noa po-
demos nproJ>imar sin grave riesgo de nuest ra salud. Entra
en el segun do período de la evolución cadavérica., el de la
tigidez que sigue al de la resolución 11tuscular y precede al
llama do de reb/aruleci111iento.
Empe ro antes de dar principio al análisis, antes de en-
viar el cadt\ver á la tierra , al nicho ó al horno crematorio,
tratem os de saber si en realid ad la vida cesó en esa comu -
nión de mater ias que se avenl an en armón ico consorcio y
mútu amen te apoyábanse para sost• 1ner aquel la.
Las autóp sias é inhum aciones precip itadaa, pueden
convertirse en crímenes; porqu e es posible tomar por
muer to al que sólo se hallab a en parál isis cataléptica, y, ¡se-
ria tan penos a u na equivocación! Pense mos que la muer te
no está en la inmo vilida d, ni on la insen sibilid ad; á des-

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26 U!~TORU DE ¡;¡; ~fUERTO

pecho de los sú1toroas visible~, frialdad marmórea, an·


quitos~, afonismo, empa ñamie nto de las pupilas, rigidez
de los músculos, detención de la sangre y del corazón,
puede existir aún alguna invisible chispa de vitalidad in·
terna. La vid'l, como á veces la electricidad, puede hallar·
se en estado latente 6 adormecido; y por otra parto Bic-
bat asegura que la muerte suele no ser iustantliuea en
todos los órganos, y vive uno muchos dlas por dentro,
cuando de golpe dejó de vivir visiblemente.
Hace muchos años nn hombre que no era doctor, ni fi.
siólogo, ni nada en ciencias, un hombre que r.ió é hizo reir
mucho, Moliere, dijo:

cQai tót ensevelit bien souvent a~sassine


Et tel est cru défun t qui n' en a que la mine. •

¿Posee la ciencia medios infalible3 para decidir cuando


una persona debe ser borrada del índice de los vivos? In·
mensa, ya. lo dijo el doctQr Kraufmann, de quien traduci·
mos esta observación, es su responsabilidad ante t:tn pa·
voroso problema. No es posible concebir nada compara·
ble al horror del que despierta en la tumba; creen algunos
que la resurrección ea momentánea y breve el dolor, por-
que la asfixia sobreviene.... ¡error! en el más neumático
sarcófago sobra o.ire para un cuarto de hora ó más; por·
que el demacrado cuerpo de un enfermo necesita poco
oxigeno; y el infeliz sepulto ante-hora queda condenA.do
al tormento de vivir, sin poder salir de esa vida sino len-
tamente.
¡Qué lúgubres miRt.erios revelaría la tumb a si hablara!
¡qué ignorados dolorcal Considerad un fcretro ya abando·
nado por deudos y dolientes en lugar oscuro y solitario,
en que yace un prójimo cuya alma aún no se babia sepa·
rado de su envoltura terrestre: ela naturaleza tal vez lo
destinaba para largos años de vida, acaso para non misión
de paz y amor, para ser el apoyo de los que hoy lo lloran;

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m~T.iRlA DE UN MUER'rO 27
una parálisis de sus funciones marcó en el curso de su vi·
da un paréntesis que debió ser de horas ó á lo mlls de po·
cos dla•, y que hacemos eterno lanzándolo prematura-
mente á la tum ba que aún no lo esperaba; pero que muda
é imposible lo recibe y no lo devuelvP. AlU deEpierta ¡tar·
del dtl fatal letar go, sus adormecidas fuer1.as se reaniman,
disuélvanse las tinieblas del cerebro, revive y relate el
corazón, el resurrecto abre los ojos, una idea de luz brilla
primero en su intelecto; cree que tras grave enfermedad
se ha salvado, y es su primer sentimiento el de gratitud
hacia el Creador que le concede nueva vida; pero toca ....
el vaclol... palp a la frialdad de la losa...! ¿en dónde estoy?
Se estremece ante la horrible pregunta, porque la razón
empieza ti. revelarla que no suefta. Entonces reniega de
sus prójimos y deudos que lo han aislado y clausurado
con ladrillo y cimiento, tal vez bajo pulido mármol para
precaverse contra sus desprendimientos deletéreos.
¡Y ese vivo ha comprendido que lo tomaban por muer·
to, porque hay vida. en cerebro y oídos, vió que lo arran·
caban á su familia, asistió á su propio sepelio sin poder
protestar y maldecir todo lo que en su obsequio dispo nía
una intempestiva, execrable piedad!
Grita, llama; lo que lo rodea no puede oírle ni socorrer·
lo y lo que le respo nde es su conciencia, el remordimiento
tardío; porque recuerda el desgraciado que durante su vi·
da se extravió en la sclua oscura, y ya no puede reparar
sus faltas antes de presentarse al tribunal de la justicia
eterna. ¡No le queda siquiera un dla para el arrepentí·
miento y la expiación!
En tanto el tormento físico, implacable, irresistible,
apenas permite entrada al dolor moral; su pecho hace va·
nos esfnerzos en demanda de oxigeno, el aire mefitico de
su cala bozo comienza á serle insuficiente; amorát-aae su
rostro que surcan grnBl!as gotas de sudor, sacudimientos
convulsivos agitan sus miembros: con desesperadas con·
torsiones logra volverse y lucha por rom per los inexora·

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28 HISTORIA DE UN MUERTO
bies muros de su prisión, pero sólo consigue despedazarse
las manos, aten ta contra sí mismo para dar fin á sus tor-
mentos, mas ni eso puede; la vida persiste en apagarse
poco A poco y con hórrido martirio; se arranca los cabe-
llos, se desgarra el rostro con las uñas, se muerde los bra-
zos, se revuelve frenético... ¡aüel.... ¡air~l.... ¡inútil es-
fuerzo!.. ..
Desfallecido al fin, ruega á Dios que lo salve, y Dios lo
salva en efecto, porque tras inconcebibles sufrimientos su
alma se exhala con su último grito.
Algún dia los pósteros, abriendo esa sepultura, y viendo
un esqueleto contraído, y en posición distinta a la que le
dió la piedad, dejarAn escapar alguna palabra de conmi-
seración! ¡Cuántas hizo proferir la exhumación de restos
en el cementerio de los Inocentes!
Orfila en su lJfedicina Legal da una alarm a que aqui
queremos repetir. e Puede asegurarse, dice, que muchos
han fallecido por habérseles inhu mad o con demiiBíada.
precipitación: error funesto que depende de la dificultad
que hay en ciertas circunstancias para distinguir la muer-
te aparente de la verdadera. •
A vuela plum a (porque no escribimos obra de medici-
na) recorreremos las señales que la ciencia proclama:
1.0 La inmovilidad: 2.o cesación de la resp iración: 3.o
pérdida del calor animal. En In catalepsia que es exclusi-
va del hombre, pues los otros animales mueren sólo una
vez, esos tres síntomas desaparecen: 4.o rigidez, rápida en
debilitados, tardía en muerte violenta, es, segl'ln Lewis la
señal más segura, opioión á que se adhiere B1iand en su
Mcllicina Legal, pero no es iofalible: 5.o cesación de la
trasparencia de la cornea; es concomitante de la 6xtinción
de la vida, pero se ha vi;to en congestionados y ahogados
que han vuelto: 6.o iosenEibilidad con respecto á los esti-
mulantes exteriores; slntoma que acompaña eiempre á la
muerte; pero aislado es falible como los anteriores: 7.o des-
aparición de In tnrgescencia vital y cambio de la colora-

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HI6TOIUA. DE UN MUE!>TO 29
y excrecio·
ción de la piel: ~.o Cesación de las secreciones
en tale s
nes; pru eba la prá ctic a que no hay que confiar
ma nch as
síntomas: 9.o Relajación de los esfínteres: lO.o
ón.
cadavéricas: ll.o olor cadavérico: 12.o putrefacci
dud a,
Acaso el eín tom a decisivo, y &in embargo, Ha ller
como señ al
que la putrefacción incipi ~nte pue da tomar~e
ta el pun to
cierto; por que sue le verse en preagónicos has
medio del
que un hom bre pró xim o á morir, ha ten ido por
al de ha-
olfato conciencia de su estado; per o si no es señ
ber muerto, si lo es de que no ee escapará.
e en el
Ha y tod aví a la señ al de Blu me nba ch que consist
que reposa
aphu:tmniento de lll.S part~s bla nda s sob re las
la flexión
el cadáver; ht del Dr. Villnrmé que cou~i:te en
pru eba s
del pul gar sob re el hueco de la mano; pero con
s signos.
inc ont est ables nie ga Da ver gié la eficacia de esto
sculares
Otro síntoma: negación de las contracciones mu
que des-
baj o la influencia del fluido eléctriJo; propiedad
rayo, y con
aparece ins tan tt\n eam ent e en la mu ert e por
cla ma n in·
len titu d en ahogados y otros. Ha y quieuc.s pro
gre; pero
falible la detención en la circula ción de la san
ést a pue de circ ula r tan déb ilm ent e que escape
a la. nus·
atc uk rlc las
cultación, Mr. llou cho ut enó cua ndo dij o (Tr
los lati ·
señales tle muerte, Ptll'is 1849) cqn e la aus enc ia de
inf alib le•,
dos del corltzón por uno ó dos min uto s es sig no
de L¡¡o:1)
pue s las observaciones de lfr. Bra cbe t (Gacela
por me dia
pru eba n que los latidos cardiacos hnn cesado
á la vida,
hor a en adu ltos que se salvaron. cH e vuelto
die~. mé s de vei nte niñ os que hub iera
n perecido de hab er
dad o imp ort anr ia al sig no de Boucbout. •
m mo ·
Au nqu e Ha ller dijo: • COr pri mu m vivena nlt imu
, el pul-
riso s• mu ere pri me ro el cerebro en la apoplegla
tan ligados
mó n en la asfixia, el corazón en sincopes; per o
otros.
los tres que la paralización del uno tra e la de los
mQI'ÍCIIS y
So creo q ne en Jo gen era l el oido es el1tll imw n
en en la ca-
se tien e por cie rto que ést e y el cerebro persist
tale psi a.

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30 HISTORIA DE UN MUERTO

Pero la incertidumbre de todo esto nos obliga á repet.ir:


¿Posee el facultativo, en el estado actual de la ciencia, me-
dios infalibles para certificar? ¿No firmara antes que un
certificado una sentencia de muerte?
¡Y qné muerte!... •me sent-í levantar (habla un regresa·
do de la tumba) me vi como anebatado por un to1·bel.ino
luminoso (1) en medio del cual flo taban las figttras más
fantásticas, y mientras que mi cnerpo est-aba agit-ado por
escalofríos convulsivos, en mis oiclos resonaban choques y
silbidos de una tempestad horri:;ona... al fin, perdi todo
sentimiento de la existencia; no sé cuanto tiempo perma·
necias!, <'uando de repen t~ desperté en una calma estáti·
ca: inmóvil, afónico, insensible, sólo podia oir y pensar:
seuti entonces al médico que se aproximó á mi lecho, me
palpó y dijo:
- ¡'l'odo está concluido!
Después me cubrieron con un paño y oi los sollozos de
mi desolada familia. Quise hablar, me e~forcé por hacer
un movimiento, y comprendí con horror que mi lengua ·
inmóvil est-aba pegada al paladar, mis miembros sent!an
el contacto de las coberturas; pero se hallaban imposibili·
tados para el menor movimiento.
¡Me dí cuenta de mi situación!. .. ¡Comprendí que pasa·
ría por muerto!
Al día siguiente se me amortajó, y por tres días perma·
neci de cuerpo presente, mientras mis amigos en mi redór
daban el pésame. Yo ola y comprendla todo lo que pasa-
ba junto a mi, y ele minuto en minuto vanamente espera-
ba que se deshiciese el encanto f&tal que me envolvía. Al
cuarto día fui entregado a los muflidores que me trataron
con la más inmunda brut3lidad, y cuando uno para h:r.-
cerme entrar en un ataúd deroru:itl.dO angosto, oprimió
mi pecho con su rodilla, experimenté tan crnel tortura

( J) Historia. <le un entierro ¡nemf!tnro en IngJaterra. Lo trn-tlucimoa


de h1. obra 1lltterte aptt.?·tnte- é inhumacio nes prceipit.ndn.s del Dr. hlnxlmi-
Jiano Krnuf"mann. P.nris.

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FUSTORlA DE UN )!UER TO 3t
que ere! volver :1. la part e de vida que me faltaba. ¡Vana
esperanza! el ataú d fué t3pado, y oi el golpear de los cla-
vo3 en ht mad era.
Impo~ible expr esar todo el bo!'rcr y la desesper
ación
que en aque l tr11n~e invadió mi espb ilu: cada martillazo
vibr aba doloro~uruen te en mi cabeza, cual tañid o fúne bre
que me anun ci •tba lo que me estaba. reservado. ¡Si bubi e·
ra podido gritar! tSi, aunq ue sin la esperanza de ser o1do,
bubi ?ra podi.Jo l'xha lar algu ncs gemidos!
Pero nol iomó1 il, nlónico mien tras o¡¡reEo en estrechlsi-
mo re1 ioto sent ía cabfzn y miem bros magullados por las
asperezas el el at»ú cl. J,tm ás hu liiera cre1do que mi corar.ón
pudi~ra suf, ir tau espa ntos as angu stias ein hace rse
pedo.·
zos ó fin asum ir de \'Orns la muerte.
Alli u me leva ntao , me depo~itan solire un carro fúne ·
bre... ¡ S:n marcha! y llegamos al cementelio. A111 inten té
un supr emo esfuerzo, pero... vaoo! Me mecen sobr e la fosa
que iba á tragarme, y mien trus me descendían !ent ame n·
te, di~tinguia el ruíd o que haci a el ataú d al rozar con las
cuerdus y las pare des de tierra.
Llegué al fondo de la fosa, y llegó tamb ién á mi la voz
grave y sole mne de un am igo dénd ome el últim o adiós,
que sonó en mi oído como uo eco postrero de los rumol'fs
de la tierra; y luego uu 1·uido e~pantoso, que se repit ió
ext inguiéndose poco á poco como l~ojanos trueoos, me
annn tió que mi fosa acab aba de ser cubierta. ¡Todo estab a
concluido! Yo qued aba separado para siempre de los '9 Í·
vo~, y me daba cuen ta de ello! Y era tard e para
'todo!
¿Cómo no mor i en tan horr ible insta nte?
No sé cuant.as boia s pasé as!. Espen3 ¡único consuelo!
que mi3 aogustLts al de~pertar seria n boni bles , pero de
corta duración, y que una pro1.1h s.sfixi~ extin guir ía lo
que me resta ba de vida: ¡ayl tamb ién en eso me engañé.
No podí a moverme, no latía rni corazón, no 1·espiraba, y
sin emb argo viv!a, porq ue su!r!a, vivía porq ue mi inteli-
gencia y mi mem oria no habl an perd ido nada de su ener·

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32 l!lS'l'ORU. DE UN MUERTO

gia. Conservaba de la vida sólo lo que bastaba al sufri-


miento!
En medio del silenc·io y la obscuridad sen ti un rumor
lejano que me sumió en amiedad indefinible. E l ruido se
acercó y percibí que mi ataúd se conmovía y era arrancil.-
do de las entrañas de la tierra ... que lo llevaban de nue·
vo ... quo lo abrieron, y se infiltró basta mis huesos la im-
presión de un frio penetrante... delicioso, p01·que ilumina-
do por un rayo de lejana esperanza... me condujeron, me
dejaron caer pesadamente sobre un marmol húmedo y
frío... oí distintas voces juveniles... sen ti manos que mé
palpaban... una que me abrió los inmóviles ojos... y vi que
estaba E>D un anfiteatro de disección, rodeado de jóvenes
entxe los que reconocí dos de mis antiguos compañeros.
Gnlvanizáronme primero; á la descarga inicial mil re·
lampagos brillaron ante mis ojos, y honible conmoción
sacudió todo mi ser; a la segunda sen ti vibrar todos m is
nervios y mi cuerpo se enderezó sobre su asiento, con ojos
abiertos y fijos; oi en fi n a mis amigos pedir que se pusie-
ra fin a estos horrorosos experimentos.
El profesol entonces se me acercó con la eucbilla en la
mano y prs.cticó una ligera inC'üión en los tegumentos del
pecho.
Al finl se operó en todo mi cuerpo la revolución espau-
to~a ... Di un grito horrible, y oi las exclamaciones de ho·
rror de los sobreeojidos asistentes. Acababa de volver á la
vida escapando de la más horrible de las muer.tes. • . .
• • • o • • • • • • • • o • o • • • o • •

Una serie de puntos suspensivos es el único comentario


posible.

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IV

¡Alerta!

Y si ese hecho íuera único, fenomenal, extraordinnriol


si perteneciera á los tiempos de barbarie! si ocurriera sólo
entre cafresl Pero cuántas veces... treint{l, y seis casos á
cual más horrible presenta auténticos y probados el doc·
tor Kraufmann en su libro ya citado; y Bruhier en su obra
Incertidum-bres de la$ señales de la ·1nuerte, cuenta la historia
de más de doscientos sesenta individuos muertos en apa·
riencia y vueltos á la vida. En el número 522 de The News,
periódico de Mistar Troriep, hay una comunicación de
Nueva York, según la cual de1,200 enterradas, seis pare·
cen haber estado sumergidos en muerte ficticia: es decir,
medio por ciento. Si exhumado hubiéranse todos los
muertos poco después de su inhumación, ¡á cuánto aseen·
deria esa proporción ya monstruosa! No siempre es la ca·
talepsia sigoo ó ficción de crisis repentina; se entra en ella
á veces con lentitud, y fué por tanto deficiente una prag.
mática de Carlos V, que en 1532 prescribe un minucioso
examen antes de la inhumación, pero sólo en los casos de
¡¡

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34 Bll>TORIA DE UN MUERTO

muer te violenta. Le Guer n dice que en 1844 y en meno s


de siete meses supo de cuatr o perso nas cuya muer te babi a
sido comp robad a, vueltas á la vida en el mom ento de en·
terrarlna, y que en 1845, en meno s de ocho meses, se verifi·
caron seis resurrecciones análogas. El auto r agreg a que des·
de 1835 ha tenid o conocimiento de cuare nta y seis entierros,
que las mé.s veces por casualidad, no se verificaron porqu e
no babia cadáver. Veinte y un indiv iduos , dice, hau desper-
tado por si mism os en el mom ento en que se les iba a in-
httm ar, y de resul tas de cuida dos que les prodigó una ter·
nura demasiado rara, cuatr o á cons ecue ncia de caída del
ataúd , dos por amag os de sofocación en el sarcófago y sie-
te por retar dos inesperados en In cerem onia de los funera-
les. ¡Y la muer te de todos estos pseu dodif untos habi a sido
certificada oficialmente!...
Si se recue rda cuán tos esqueletos fuero n hallados en
posición insól ita cuan do la exb.umación general en el ce-
ment erio de los Iuocentee, unos vueltos, otros encorvados,
sobre codos ó rodillas, ya en actit ud de levantarse, se ho·
rroriza la ment e al pens ar en ignor ados dolores, en silen -
ciosos dram as que la imaginación fecun da del Dant e no
pudo sospechar en los horrores de su infierno. ¡Desgracia-
dos que salieron un mom ento del seno de la muer te para
enco ntrar otra muer te mil veces más·cruell
Desd e muy antig uo, desd e griegos y' roma nos que ere·
maba n, y aun de egipcios que emba lsam aban , se citan ca-
sos de muer te apare nte y de resur recci ones á menu do tar·
dias. ¡Cuántas veces al llega r á. la ustri na, y aún de las lla-
mas que incin eraba n se oyó brota r un estrid ente grito de
agon ial
A la tumb a de un sér queri do se llega el Hijo del hom-
bre ganoso de ver por últim a vez á su difun to amigo; pero
separada. la losa de entra da, el muer to se adela nta cubierto
del suda rio, y la ciencia hoy se preg unta: ¿fué caso de ca·
talepsia. el milagro de la resurrección de Lázaro, ó fué ar·
tificiosa impo stura á que se prest ó el uno y que aceptó el

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B16TORIA. DE UN MUERTO 3.5
otro en su noble empeño de fundar una creencia más acep·
table que las que existían?
Cuentan crónicas que Asclepiadea de Bitinia, médico que
floreció en Roma un siglo A. C. y Apolonio de 'l'iane,
también de Roma, debieron su inmortalidad á los muchos
muertos a quienes libraron de las llamas, declarandolos
vivos: Macrobio en su Su~iío de Scipio1¿, hablando de inhu-
maciones prematuras, cita numerosos ejemplos: Platón, en
su República, nos trasmite el caso de un armenio que tuvo
la desgracia de despertar demasiado tarde en la hoguera
crematoria, y Plutarco cita ot¡o indi vidno que volvió en sl
á los tres días de reput.ado muerto, y cuando se empezaba
á hacerle los últimos honores: Plinio refiere también varios
casos de hombres vueltos á la vida al enterrarlos, entre
ellos el del cónsul Asilius Aviola y el del pret<Or Lucio La·
mia, quienes después ele expuestos a las llamas, volvieron
á. la. vida demasiado tarde para ser salvados, y murieron im·
plorando socol'l'o. Ambos casos los reprodnce Valerio Máxi-
mo, y añade el de una romana que fué madre durante los
funerales: <dió á luz un niño qne habia sido llevado a la
tumba ant€8 de nacer>.
Mas recientes que todos esto> hysteróptomos (consag1·a-
dos á segwula ·vida) fné el caso del emperador de Oriente,
Zeuón, 491 años D. C., quien, e¡¡: puesto á ataques epilépti ·
cos, cp.yó en un estado aparente de muerte y fué sepult9.-
do vivo; no tardó en recobra¡ el sentido, y e¡¡:haló en su
at.aúd gemidos lastimero~, mas el tenor hizo huir a los su-
persticiosos y cobardes guardias que pndieran haberlo SO·
corrido. Poco después se abrió la tumba y se vió que el
desgraciado monat·ca se había deR.garrado los brazos.
El afamado Scott, apellidado el doctor Sutil, vlctima du-
rante su vida de ataques catalépticos y tetá.nicos, cuenta
Bacón, fué hallado cuando la apertura de sn ataúd, en po-
sición forzada y fuera de costumbre, con las carnes des-
garradas, las uñas roidas y la cabeza contusionada; y
¿quién no conoce la historia de Francisco Civelle, el tipo

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36 HISTORIA DE UN MUERTO ,

clásico de los bysteróptomos, caballero normando del


tiempo de Carlos IX, que se calificaba en sus actas de
•tres veces muerto, tres veces enterrado y tres veces vuel-
• to á la vida por la gracia de Dios?»
El doctor Winslow, que escribió sobre las señales ine-
quivocas de la muerte, babi a sido enterrado vivo en su ju·
ventud, y se salvó milagrosamente, más . fellz en esto que
el auto r de .Jla11o1~ Lescar~t, cuyo caso vamos á referir. De
resultas de un ataque de apoplegla, el desgraciado abat~
Prevo st cayó del caballo en la floresta de Chantilly en 23
de Octubre de 1763, y creyéndosele muerto, se le condujo
á una casa vecina, donde se dispuso la autopsia por orden
de la autoridad. Un tajo dado por el cirujano en el vientre,
hizo que el abate volviera en s!, diera un grito , abriera los
ojos y viviera aún lo .bastante para ver que se le babia
querido disecar vivo.
Casos análogos se refieren del anatómico Vesale, del
tiempo de Carlos V, y del cardenal Espinosa, prim er mi·
nistro de Felipe II. Este cayó en un sincope que se creyó
la. muerte; al abrirlo para verificar su embalsamamiento,
se vió latir su corazón, y el desgraciado, vuelto á la vida,
poseyó aún bastante fuerza para dirigir la mano al escal-
pelo del cirujano... ¡pero tarde! ¡El golpe mortal estaba
dado!
No hay país que no tenga sus dolorosas historias de
bysteróptomos, y eso que sólo se cuentan las mlis nota-
bles. La J ulieta, heroína de cierto cuento de Maupaesant,
es un tipo histórico; el autoT no hizo más que hermosear
literariament~ la realidad. La niña habl a sido enterrada
con sus joyas; un profanador le corta uu dedo para qui-
tarle un anillo y In hace volver en si: y luego, el ladrón,
criado de la casa, muere del susto.
Segun las •Tra diciones Peru anas•, dos veces murió Bra-
camonti, y se al ~ó para protestar contr a su entierro; a la
tercero vez no protestó (quizás no prot~stó á tiempo), y iué
enterrado. En el hospital de San Andrés, en Lima, 1717,

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HISTORIA D~ UN MUERTO 37
época del virrey Guirior, ocurrió el caso del que por mu·
chos años después se llamó el1·esucitado; el cual volvió en
si en los momentos en que el sepulturero abria ln zll!lja.
Un par de minutos más que hubiese tardado en volver de
su paroxismo ó catalepsia, cy las paladas de tierra no le
habrian dejado campo para rebullirse y protes tau(P alma).
Yo, en mi corto circulo, he alcanzado media docena de
casos, ein salir de esta isla de Cuba, en que he escrito es·
ta obra. ¿Será frecuente el hecho? Uno de ellos, el tantos
años denominado El muerto vivo, que despertó á tiempo
camino del cementerio, y vive aún en este año, 1875;
¿quién en Cuba no lo conoce? Otro fué el del señor Reino·
so, padre de nuestro afamado químico. Otro el mayordo·
mo de un famoso jugador de gallos; de un mejicano que
babia sido preside nte y se llamó Santnna. Era alto, enju·
to, feo ... y serian las doce de lo noche, cuando se levanta
en el ataud, se sienta, mira espantado en derredor... los
presen tes se horrorizan ... solo uno se acerca, le ayuda á
descender del túmulo y lo lleva á la cama, de la cual no
salió vivo, porque murió cuatro dlas después.
En' los momentos en que escribimos, un periódico de
Ginebra nos da cuenta de un hecho lamentable. Un rico
hacendado muere súbitamente, siendo llevado su cadáver
nl cementerio. Al bajarle á la fosa, la tapa, mal clavada,
se alza lentamente, y con gran terror de los presentes,
aparece el difunto envuelto en su blanco sudario: los se·
pultur eros sueltan las cuerdas qtle sostienen el ataud y
huyen despavoridos. El muerto sale de la tumba temblan·
do de frío y se dirige A la aldea, pero los aldeanos habían
cerrado sus puertas y nadie respondía á los desesperados
gritos del infeliz, que pedla fttago para calentarse; en vano
recorrió de casa en casa, hasta que llegó á la de una pobre
vieja, ignorante de lo que pasaba; mas los aldeanos, arma·
dos de palos, rodearon la choza, se lanzaro n sobre aquel
aliado del diablo y lo dejaron esta vez muerto de veras.

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38 mSLORIA DE ON MUERTO

-¿Pero eso pasó en Africa, entre hotentotes, entre ca·


fres?
-No; eso pasó en la aldea de Loswiudiska, por el sur
de la culta Alemania.
En medio de tan horrorosos lances, no podía faltar al·
guna Vfz la nota cómica. Aqui en la Isla, en la ciudad de
Holguin, tenemos uno que nos acaban de referir los pe-
riódicos. Una señora vieja y pobre, en el momento de ser
enterrada, se sienta y dice:
-Quisiera tomar un poco de sopa.
Pero es más notable lo acaecido en una aldea interior
de España. Se procedía á la inhumación de un zapatero
de viejo, muy conocido en su casa, y mientras se abrla la
fosa Sij colocó la caja en el suelo. De repente, el muerto se
incorpora, se sienta, mil'a en derredor, sonríe...
-¡Pues j urarJa que habla muerto!
Y viendo el espanto de los circunet!lntes, añadió:
-Y ustedes también lo creyeron.
-Echad el telón, la farsa ha concluido,- dijo Rabelaia
al morir; pero es preciso ser Rabelais ó ser aquel zapatero,
para tener esa calma en tan supremo instante.
Por no cansar al lector, suprimimos innumerables ca.
sos, de los cuales están llenas las obras de medicina. Léase
á Otfila, 8. Kraufooaon, á Bouohet: léanse las revistas y los
periódicos cieotificos, recónaoso las obras de los doctores
Mata, Louis, el barcelonés Vi vó, y piénsese que no es po·
eible hablar del asunto sin oir hechos análogos que uno
ignoraba, porque á nadie faltan ejemplos que pertenecen
á su esfera social. Mi padre, en su larga práctica médica,
presenció dos sucesos de la especie; y si_ se quieren más
pruebas, sépase que desde la primera edición de esta obra
en 1875, de once casos nos ha llegado la noticia. ¡Cuántos
habrá de que no hemos tenido conocimiento y cuantos que
no ha sabido nadie! ¿Y qué diremos de los fulminados, si
sólo de ayer acá sabemos que el rayo no en todas :ocasiones
mata, y en muchas atolondra? No es posible dudar que la

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HISTORIA DE UN MUERTO 39
investigación duplicaría el número de los hysteróptomos
conocidos.
Los cuales casos, añadiremos en conclusión, pueden evi·
tarse, ó considerablemente disminuirse, con el establecí·
miento de buenos necrocomios ó pabellones de depósito,
donde, sin perjuicio de vivos, puedan los muertos esperar
su descomposición. E llos avisarán la hora, y pronto, por·
que apenas t>xtinguida la vida, empie:¡;a la alteración por
la cremacraucia, ó combustión lenta por el oxigeno del
aire, en cuerpos putrescible.~. Asl no se verán horrores CO·
m o ese de Lowindi~ki, ó como el que acaba de verse en Sa·
boya con la. viuda Rassat, que hoy nos cuentan Jos pe·
riódicos, resurrecta, que, por falt¡¡ de oportuno au.s:ilio, si·
guió su viaje.
No se precipitaban á ealir del muerto los primeros pai·
ses que se civilizaron. Los judíos aguardaban tres días, lo
cual no es mucho, dado que la catalepsia puede durar has·
ta ocho, pero si el Talmud fijaba tres, el Sepher Cha·
jirn manda guardar los cadáveres basta el desenvolvi·
miento de la putrefacción; los egipcios, durante cuarenta
días, más cuidaban sus tumbas que sus casas, con cere·
monins, que pasaron á helenos y de estos a romanos, y en
que procedían como si pudiera el difunto despertar de un
sueño engañoso.
Los griegos, salvo epidemins, aguardaban diez dias an·
tes de cremar; sus hipogeos se utilizaban mas que uues·
tros necrocomios; el cuerpo de Rector Ee guardó doce. Se·
gún Servins, los romanos conservaban los cadáveres nueve
dillt', para después entregarlos á. las llamas ó A la tierra;
las Doce Tablas prohibían hacerlo antes, dfjando A volun-
tad del moribundo el ser quemado 6 inhumado, ir ó. la
tumba ó á la ustrina. Galos y germanos imitaban 11 roma.·
nos y griegos.
En China, eslá el difunto tres días esperando la vuelta
de su alma, y la. gent~ de distinción aguarda meses ente-
ros en lecho de manifestación ó en cámara ardiente; esto,

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4U HISTORIA DE UN MUERTO

sin embargo, de que alli la gente de distinción se pudre é


infesta al igual de la g11nte que no se distingue.
En paises cálidos, la higiene impone veinticuatro horas;
es poco. En nuestro cadáver no cabe dudar. Lo hemos vis·
to morir: su rostro pálido y demacrado anunció á los SU·
yos el postrer minuto de su existencia; vidriáronse sus
ojos fijos y medio abiertos, se acortó la reepiración; hizo
esfuerzos por pedir algo, pero su voz se confundió en un
extertor de agonía... suspiró... los dolientes miraban, mu-
dos, inmóviles, con ese estupor lúgubre que antecede y si-
gue al instante supremo; cuando los dolientes se pregun-
tan si queda algún resto ele vida, ó si todo acabó para el
amado enfermo ... la realidad se impone, la esperanza es
ya locura, el médico certifica y se despide.
Además, han pasado horas y ha comenzado la descom-
posición; señal infalible, pese á Haller y a Thierry, porque
revela que ha cesado la cohesión de las partes, y en esa
cohesión está la vida.

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~-*""~-~-~*"*-~~">K-~-~"'"*"'"~::f* -

EN ULTRA TUMBA

Monólogo

¡Despierto al finl... ¡pardiez! Cuánto he dormido!


Como nn lirón:
Y el caso es que me siento
Mucho mejor; el sueño ha combatido
La enfermedad: ¡feliz medicamento
Que estos milagros obral
Duerme el enfermo y la salud recobra.
Y luego, signo de feliz augurio,
La dolencia cruel que me aniquila
Me hizo soñar... Soñé ver un tugurio
Que en un prado amenisimo se alzaba,
Cabe una fuente de vernal murmurio.
E1·a una tarde plácida y tmnquila;
Con mi mujer y mi hija contemplaba
Del céfiro alhago,
Flores, jar<!ines, un arroyo, un lago,

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42 HI!.TORIA DF; ON MUERTO

Dos cisnes que nadaban a porfia,


Sin cuita ni recelo,
Blancos Jos dos y de belde,d modelo.
Al uno en mi al~gria
Como á mi esposa lo llamé Consuelo,
Al otro el nombre d:! de mi María,
De mi bija bella. Y ella
Que es de mi amor la suspirada estrella,
A m:! corriendo con gentil donaire
Vino á ofrecerme de su boca el tierno
Beso filiaL. ¿Qué es esto, Dios eterno?
Siento que falta el aire.

(Abre débilmente los ojo! y ontr• ••·


DRnlndo en derredor.)

¡Qué oscuridad! Es noche: acaso es tarde;


Por eso báse apagagado
La lamparilla que incesante arde
Con débil luz en el rincón vecino.
¡Todos duermen! ¿por qué no me han velado
Como ayer, como antier?... ¡ahl lo adivino;
Sin duda estoy mejor y ya sospecho
Que mis deudos descansan ... Sl, ¡bien hechol
Duerma Consuelo, duermo. mi Maria:
Esta dolencia que me clava al lecho
Auaso dure mucho todavla
Y harto han velado. No llamaré á nadie;
Quiero esperar a que su luz irradie,
Con rayos de salud la nueva aurora.

(Respirando con dificultad.)

Más raro el aire cada vez se muestra,


¡Y la sed me dev~>ral
Mas ¿para qué llamar? Aqu:!, á mi diestra,
Pone el agua Consuelo:

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HISTORIA D;E UN MU.ERTO 43
La alcanzaré.
(Quiere mo,·erae y no pue-do; tratad o
le.,· antar uo brazo y se tneuentra ln'-
pedldo.)

Pero ¿qué es esto? ¡Cielo!


(SCt)nrn los codos, toe ando por AU\·
bos Indos.)

¡Un muro! y otro; ¿en dónde estoy? Sin duda


Sueño hallarme cautivo:
La falta de salud...
(Trata de alzar Ja cabeza y ae hfere
contra lA topa. del ataud; entooec.s re·
conoeo donde ae hnJla. y da uu grito
!SOrdo, abogado, horrible, quedtmtlo
deofnllccldo.J

¡Pero esto... esto!... esto es un ataúd.


¡Ah, santo Dios!... ¡me han enterrado vivo!
tMomentode silencio basta que \' Utl ·
ve en si.)

¡Que horror!... ¡socorro! venga alguno, acuda


Pronto, pronto, yo muero ... ¡Oh, suerte cruda!. ..
Mas ¿cómo pude?... ¡ah, sil... recuerdo ahora¡
Yo estaba enfermo, en cama... quedé yerto ...
La horrible catalepsia, esa ha sido
La enfermedad traidora;
Un sincope fatal solo el oido,
Solo el cerebro me dejó despierto!
EJ médico ... ¡insensato!
Palpándome un momento dijo: -«¡Ha muerto!•
Luego escuché sollozos y gemidos;
El lúgubre aparato
Lentamente empezó. Yo enmudecia
Con espanto y terror... y luego... luego
SentJ que movia,
Que me alzaban ... ¡era hora de enterrarme!

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44 HISTORIA DE UN MUERTO

Quise gritar, no pude ... mudo, ciego


Q.uedé, ¿por qué á salvarme
Piadosa entonces no acudió la muerte?
¡Oh, Dios! mi horrenda suerte
Jamás ninguno concebir podría;
¡Vivo, morar donde los muertos moran!
Sin ver á mi Consuelo, á mi Ma.rla
Que allá en el ~nundo por mi muerte lloran.
¡Si vieran el absurdo que realiza
Un destino horroroso!
¡Si supieran que el padre y el esposo
Falto de aire agoniza!
¡Favor, venid! ¡inútiles reclamos.!
¡Qué solos, ay, los muertos nos quedamos!
(lince es ruor~os desesperados por
romper el sarcófago.¡

¡Oh! doctores infaustos, no codicio


Vuestro saber fatal que me condena
A este horrendo suplicio,
A este tormento agudo
Que la misma maldad idear no pudo.
¡Maldita vuestra ciencia! .
¿Vuestros libros, qué son? Vuestra experiencia
Tras tantos siglos luz ninguna vierte;
No 'discernís la vida de la muerte.

(Su voz se va. debilitando basta con~


vertirse en un SOl'dO gemido.)

¡Oh, si volviera al mundo!... La conciencia


Que hora ya tarde contra mi se encona
Yo acallara ... y jamás otra persona
Cual yo sufriera... Mucho,
Mucho dejé de hacer ... pero ¿qué escucho?
Oigo rumor lejano qne retumba

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HISTORIA DE UN MUERTO
45
¿Será de hu ma na pla nta ?
Na da ¡infeliz! es qu e mi oldo zum ba,
Es el ronco est ert or de mi gar gan ta
Fa lta de aire ... ¡socorro! Tengo miedo,
Y a resistir no puedo,
¿Nadie me am par a? ¿Mas á qu é interrogo
La soleda d de este lug ar sombrío?
¡Favor! ¡pi eda d! ¡me ahogo!
¡Sa lva rm e solo tú puedes, Dios m!ol
(Murmuranclo palAbras Vllgaa y ein
eoue:xlón.)

¡Morir!... Maria... delirio...


1Fatalidadl. .. Consuelo... aire ... ma rtir io ...
GraciaE<, Dios, la ago uía
E m pieza... adiós, Consuelo... adiós. Maria.
(Sil cne lo. A poeo vue lve en si. ae re:·
tueree dcsC.SJ)Orado Qcntro del fórctro.
y 1nuere por asfl.xia.)

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VI

¿Qué es la vida?

Muy posible es que leyendo los capí tulos precedentes y


tenie ndo dela nte un cadáver, de los labio s del lector haya n
brotado est-as preguntas: ¿qué es la vida? ¿qué ea la
mue rte?
Definiciones no han faltado de una y otra, y numeroeaa,
á. pesa r de ser indefinibles. Desde los prim eros tiem pos de
la Filosofia, el hom bre, sér rodeado de mi~terioe y mist e·
rio en el mismo, creó la. man ía de definirlo todo, como si
sólo con definir qued ara resuelta una dificultad , y suce·
dió que muc has defin icion es, h•jos de aclarar, oscurecie·
ron. Sólo en las Matemáticas nos fué dado definir con
enct itud , y es que sólo en ellas hay algo que sea verdad.
¡La vida!... gozamos de ella como de la electricidad, el
calor y la luz, sin sabe r Jo que son; y es trist e cosa disfr u·
tar de un bien, si un bien es, que no conocemos, ni sabe·
moa quié n lo dá ni por qué lo da, aunq ue sabemos que . el
dado r no consultó al favorecido.
¡La vida!... tal vez no sea más que un castigo impu esto
á un espir ito; puesto que ea un espacio de tiem po inde ter·

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IUBTORIA DE UN MUERTO 47
gun ·
· min ado en que un sér que sien te y pien sa se eet4 pre
tand o sin ~sar: ¿cuando moriré¿ ¿dó nde moriré? ¿de qué
-
moriré? ¿y por qué he de morir? Pre gun tas á que la cien
de
cia con test a enm ude cien do, como ante el monólogo
Ham let. Con den ada á. transformación pere nne , la mat eria
s
evoluciona sin tregua; aqu i compone par a formar Sócrate
y Sénecas, allá se une par a pro duc ir ciruelos ó alcorno·
ra
ques, acullé. se liga par a darn os el ami anto ó la pied
n,
imán: las fuerzas natu rale s la emp ujan , la llevan, la trae
y allá va con la. hum anid ad sin retroceder jam ás
par a
le.
hun dirs e como un rlo en el piélago de lo incognoscib
las
Mu eren los individuos, deaaparecen las trib us, fenecen
ein
generaciones, y la natm:aleza, imp asib le, inexorable,
di·
plac er ni dolor, sigu e unie ndo y desuniendo, sigue pro
o
gan do vida s y dan do mue rtes , sin cuid arse del modo com
inte rpre ta cad a cua l la vida , bien la enaltezca y bendiga
e
el ascético auto r del Genio del 01·istianisnw, bien la con den
y execra el excéptico can tor de las R11i11as de Palmü·a.
r.Qué es la. vida? ¿Pa ra qué la vida? Es verdad que si no
oh·
sab emo s lo que es, menos pod ríam os com pren der su
te
jeto y consecuencias; ni aun sabemos quié n real men
s el
empie1.a a vivir si el que nac e ó el que muere: mie ntra
un
gran Leopardi dep lora e la in finita. van idad de todo • ,
la.
filósofo ortodoxo nos adv iert e que seri a insignificante
-
vid a si fue ra lo que de ella alcan1.a nue stra raqu ític a inte
ligencia.
.
La vid a se ha. definido por los poetas y por los filósofos
Los prim eros han dicho:
Es una som bra, ficción, enigma, sue ño, delirio, mis te·
rio; ces un mon stru o que devora al org anis mo• (Buffon
;)
,
•un a caja en cuyo doble fondo se enc uen tra la muerte>
( Victor Hugo); ces un mar lleno de escollos cuyo único
y
pue rto es la tum ba., (Ricllardson). Todo lo cual es mu
a
poético, pero es... poesía. Par a Calderón es un frenes!, par
e
Sha ksp eare vivir es dor mir y tal vez soñar¡ par a Jorg
el
Maurique e nue stra s vida s son los l"ios que van á dar en

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48 HISTO RIA DE UN MUERTO

mar que es el morir>, estas no son definiciones, sino roe·


táforas.
e La vida es el ruido que nos impid e oir los pasos de la
muerte•, ha dicho otro con más romanticismo que filoso·
fla. Para. el espiritista la vida no es roás que uno de los
trámites del sér viviente, en su perfeccionamiento gradual;
para el ortodoxo es un escalón hacia. la vida eterna, por·
que éste, como la. roayorla de los pueblos primitivos, no
l).droite el término absoluto. Para él en vano preguntó el
Tasso:

Muiono le citta, rouiono i regni


E 1' uoro d' esser mortal perch e si sdegni?

Ningún fisiologista moderno considera ya la vida como


entidad de existencia propia, residen te en determinada
región del cuerpo. Cho.rles Bernard cree que el cuerpo de
un animal es un almario, un agregado de elementos hiato·
lógico~. verdaderos organismos en si, seres protoplásmicos
con existencia propia, evolución particular, propiedades
especiales, modo do actuar y fenecer, conjunto de orga·
nisroos autonómicos, en fin, que funcionan al unisono,
como las ruedas de una máqu ina complicada, y la vida es
la harmonía que resulta de ese consorcio, el efecto común
para que se asocian, de donde resulta que no es un hecho,
sino una cualidad, una conjetura, un sustantivo sin sus·
tancia, unión de miembros que funcionan y finan siroul·
tánearoente.
Recorramos autoree: para Bichart la vida es la serie de
funciones que resisten á la muerte; para Bouiller es una
fuerza única indivisible, inmaterial, motriz y formadora;
para Virohow no es más que un caso especial de la roecá·
nica natur al, y su forma más compleja; para Molescbot
es el movimiento de la materia que produce la unión y la
desunión de los átomos, ó lo que es igual, la composición
y-la descomposición; para no recordamos quién, es la ten-

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IDSTORIA DE UN JIIUERTO 4ll
dencill. á la conservación y reproducción de individuos de
una misma especie; para la Iglesia es una prueba, y la
muerte un sueño en que se espera la resurrección y á Je-
sús, juzgador de vivos y muertos.
Según Flourens, es fuerza que funciona en determinada
combinación de materias y es gobernada por Ja materia,
de otro modo, principio que obliga á la permanencia de la
fuerza y mutación continua de la mat~ria; según Buchner
es el producto de la acción común de Ja.s fuerzas orgáni·
cas; según Cuvier es un torbellino continuo por cambio
de materi3S, en que sólo es constante la dma.ción y especie
de las moléculaR, aunque no son .lns mismas moléculas;
según Broussai~ es una modificsción desconoci ia de todos
los fenómenos ele la naturaleza que nuestros sentidos nos
han hecho conocer, y aun de otros de los cuales sin duda
no tenemoR ninguna idea; pero no es exclusivamente ni
uno ni otro de estos fenómenos; según Helbert Spencer la
vida es la combinación defin ida ele cambios heterogéneos
á la vez siooultá.neos y sucesivor;; según Blainville, es un
doble movimiento in~eruo de descoooposición y recons-
truccción á la vez general y continuo.
Sigamos abriendo libros; ela vida es un principio inte-
rior ele acción (Kant)¡• «es uno de los modos de fnncionar
el alma, ó lo que es igual, es un acto vivifico (Stal!l)¡» ces
la actividad especial de los ser~~ organizados (D~tgé$);• •es
EimplementP. un organiNmo en acción (Bielm·d).• ,
Todavía viRjando por el mundo de Jos autores hemos
encontrado algunas docenas de d~finidones que, hablando
de u u efecto taogi ble donde se busca una causa factora,
nos dl'jau siempte a oscuras. Soplo, sueño, quimera, ilu-
sión, enigma, earcasmo, tormento, cambio, término, todo
será. la vida, menos lo que han dicho los buscadores de
defioiciones, que' en fin de cuentas, nos dejan en la duda
sobre la triste condición humana de nacer sin saber cómo
ni para qué, morir sin saber cuando ni por qué: y es lo
4

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.)0 BISTORIA DE ON l\IOERTO

más singular que amamos ese sueño, ese delirio, ese tor-
mento: la naturaleza parece que tiene horror a la muerte,
como tiene horror al vacío.
La Enciclopedia tuvo la bondad de decirnos que la vida
es lo cont.rario de la muerte (y la muerte será lo contrario
de In vida). e La vida-dice cie1·to Diccionario que se titula
cláeico -es el espacio de tiempo que corre desde el naci-
miento basta la muerte•, y añade e¡,:plicando eel estado
del animul antes de morir•, de modo que se dej~ en el
tintero la vida de las plantas.
«La vida (habla Pilo) es el proceso de int-egración de la
materia que parti~ndo del estado simplemente molecular,
llega á formar grupos más complexos de determinada
constitución química y estructura física aptos á reaccionar
sobre el medio ambiente, Bsimilándose los elementos que
les son necesarios • Esta definición si no fuera tan larga
seria menos mala,
e La vida es la propiedad que en un sér orgánico consti·
tuya la causa íntima de una serie continua de estados por
los cuales dicho sér realiza suce~i vamente todo lo que está
contenido en su esencia y camina así hacia el cumpli·
miento de su destino.• .Muy bien, siendo la vida cosa que
nadie comprende, T iberghien creyó bien dar una definí·
ción que tampoco entiende nadie. Oscuridad contra oscu-
ridad, escollo contra escollo.
e La vida es la permanencia de las fue¡ zas que mueven,
agitan y renuevan la materia.• Sinécdoque se llama esta
figun, que toma la part~ por el todo y el efectn por la
causa.
e Lo. vida es In. sensibilidad, ó sea la comunión de las
fuerzns vitales•. Se olvidó .Bordeu que el definido no debe
entrar en la definición, y recuerda la burla el~:~ Pascal: e Lo.
lur. es un ef~cto luminico de los cuerpos luminosos•.
cNuestro. vida es un combate continuo contra las fuer-
zas y contra los elementos que ambicionan nuestros des·

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HISTORIA DE UN MUERTO 51
pojos. • Eso, Sr. Raspail, es un efecto de lo. vida, pero no
es la vida.
La vida es una fuerza... no sigas, Feguier; &res grnnde
como propagador, como filósofo deja el puesto á Claude
Bernard y & Reveille-Parisi, los cuales, modestos, recono·
cen infructuosos todos los esfuerzos pal'a definir lo indefi.
nible.
En realidad llenadamos páginas sin hacer más que
patentizar la ineficacia de los biólogos. Es que la vida se
siente y no SE' ex¡msa: parodiando A San Agustín decla un
autor moderno •cuando no me prPguntan lo que es la
vida., s6 que ef; pero dt>jo de Eaberlo deade que me lo pre-
guntan)), y pudiera habe r añadido: cenando tratan de ex·
plicármelo, lo sé menos•.
¡Ah! El dia que sepamos lo que es la vidn, será hora de
preguntar: ¿para qué la vida? ¿para qué la muerte? ¿qué
objeto llevó la Providencia en la creación del hombre y
los seres y los mundos? Los sabios no lo saben ni yo tam·
poco. Y el lector, que tllmbién lo ignora, puede de esa.
babel de definiciones escoger la que más le guste; pero
baria mejor en quedarse sin ninguna.
La que yo adopto aólo por ser de mi viejo maestro de
Zoologlo, es mita d Blaioville y mita d Cuvier: •un doble
fenómeno de movimiento molecular á la vez general y
continuo de compoeición y descomposición, que presentan
los seres organizados puestos en un medio adecuado á su
organi3mo. ~ Si no es eso la. vid>t, no cabe duda r que en
eso consiste, y juzgo que es la mejor definición hasta el
presente.
Tanto e;t~ como las anteriores se refieren á la vida. ma·
terial, porque la intelectual no es más que no derivado de
aquella, y se mod•fica la una y alter a conforme & los alte-
raciones que la otm experimente. A tal grado de vida, tal
suma de int-eligencia y tales cualidades. Porque no cabe
dudar que la vitalidad tiene grados y esté. su mayor ó me·
nor desarrollo en razón del lugar que ocupa cada organis·

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52 HISTORIA DE UN MUERTO
em os juz gar
mo en la escala zoológica, de mo do que pod
l que me-
dis tint os y num erosos los gra dos de fue rza vita
o bnh oba h,
dia n ent re el íof imo pro toc otu s y el gigantesc
de vid a ani-
des de el inf orm e bnt hybius 6 pri me r ger me n
nqu e en el
mal, bas ta el h oroo sap ien s de Lio neo . Au
bay a guar-
am bar, que es res ina p~trificadu, la nat ura lez a
idil nvi ano ,
dad o par a est udi o del hom bre un mosq\lito ant
es de trn n·
¡cuánt:ts especies en el mu ndo micrografico, ser
fluido viví·
sición, se hab rán per did o por lo eflm cro de su
fero y por lo end ebl e de su ma teri al
no ten -
LoR zo6fitos, s~res de vid a rud i me nta ria, acaso
ada s plau-
gan tAnta fue rza vita l com o alg una s de las llam
tM carnívoras, ej em plo, la dio nea y el nep eot
e3 de Macla-
n y devor1m
gasear , que, por decirlo así, per gig uen , atr apa
su presa.
fagos,
El mo vim ien to y la locomoción, dig anlo los litó
s de la es-
no son ein tom a ni condición de vid a. En alg uno
par l.idos en
pecie him enó pte ro (abispas, abe jas , etc.), que
ece n viv ir,
dos y aun en cua tro piezas so rem uev en y par
rep til elec·
no hay ma s vid a de la que podia hab er en el
que Ne rón
trizado por Galvani, ó en aquel!os avestruces
me nto s u
dec api tab a al cor rer par a verlos seguir un mo
car rere. pos tmo rtem .
eve y
La cola de un ~auro sep ara da d el cue rpo se mu
so, eléctri·
salta, no por fluido vital, sin o por llui do nervio
se mu eve
co ú otro; asi como un pergam ino puesto al sol
ve.
y se retuercr., en agu a por sl eó!o ee desenvuel
o~, que
Par a ciertos orgnnismos em bri ona rio a, imperfect
su incesa nte
no son ro!ls que escalones d e la nat ura lez a en
p'l• f,·ctas, la
nfón ele pre par ar creaciones superiores y ma s
lair~>: cla
mejor d~fioición de la vid a ser ía In de Saint-Hi
anizados de
vid a es la fac ulta d que tien en los seres org
que los ro·
con vertir en sus tan cia pro pia las sus tan cia s
Ni el crecer
d ean. • Porque la vida en ellos es la nut rici ón.
ma yor par te
ni el rep rod uci rse son necesidades vitales; la
ma yor ía ge-
n ace n en su tam año nat ura l, y sie ndo en su

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HISTORI.I. DE UN MUERTO

miparos ó bisexuales, se engendran á sí mismo ó se repro-


ducen por división espontane~•. Sin cópula, sin place1·, sin
esfuerzo propio, llegado el momento, de m;_ polipero se
desprende un pedazo que dará otro pollpsro; el sexo
opuesto de algunos es... la roca cont ra· la cual chocan y se
arrancan un cacho que será germen de un nuevo in di vi-
duo, como se multiplican ciertas plantas por yemas ó por
estacas: hay los que son ápodos, acéfalos, acefalópodcs (sin
cabeza ni piés) y los hay acefulogástricos (•in testa ni es-
tómago) ¿qué es en ellos la vida? una faGrza asimilatriz.
Muchos tienen un 75 por 100 de agua y e¡¡isteu medusas
que tienen un 90 por 100. Una medusa es un poco de
a;;ua en que bulle un poco de vida.
Palpitando la vida en toda la Naturaleza y habiendo
criaturas adaptadas á todos los ambientes, no podían fal-
tar especiales y e¡¡clusivas de determinados medios qne
nada tienen que hace-r con nuestra. luz, nuestro aire y
nuestro mundo: diganlo Mauri, Carpenter, Milne Edwarda
y otros investigado1·es de las profundidades marina;;; mas
por desgracia, probar esa verdad y estudiar esas eepecies
es todo lo que podemos hacer: el problema continuMá
siempre sin solución y la palabra vida continuará siendo
una abstracción de que nos valemos para eignificar un or-
ganismo en ejercicio de funciones. Acaso se definir~. cou
exactitLld algún dln, que, como dijo Darwin cson los c¡ue
saben poco los que af1rman que la ciencia nunca podrá
resolver tal ó cual problema•.
¿Quién lee lo que está. tras h\ cortina del tiempo? Nóte-
se que, á medida que han avanzado los descubrimientos
biológicos, la definición se ha acercado á la verdad, aun-
que sin llegar á ella. Al principio, desde griegos, se dijo:'
•La vida es el conjunto de funciones que preceden á la
muerte;• vaguedad que nada enseña. Después, Grimaud,
quiso una vida interna y otra externa, que realmente son,
y se aproximó un poco más á lo cierto; pero hoy hemos

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54 ffi&TORIA DE UN MUEll'fO

ido más allá en observaciones é Lipótesis; considerando


que entre las funciones vitales está la que, Ein ofender á
Nebrija, podemos llamar desaliment.ación, y teniendo en
cuenta el cambio cont.iauo de part!culas, debemos creer
que la vida es, 6 por lo menos consiste en, una: série de
ru;imilaciones ó gaoaucias y desalimentaciones 6 pérdidas
que se realizan en el sér orgánico entre la cuna y el sepul·
ero... r,No ürve? pues afánate, mortal quG vives para mo·
rir; nunca sabrás cómo vives ni por qué muer~s; pero ten
preseute que vivir es caminar lila mnert€.

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'*-*""*->*-::f<-::t<~~~~l*-->l-.~-::t<~-3:K~:E-*
- .

VII

La Muerte

¿Y qué será la muerte? Creyendo decir algo, los filósofos


la definieron: eLa. cesación absoluta de las funciones de la
vida.~ Desde antaño se comparó la vida á una antorcha
que arde, luego la muerte será antorcha que se apaga, y
no hay definición de la muerte que no se refiera á otra in·
cógnita, la vida.
eLa muerte, dice Figuier, es la separación del elemento
inmortal é imperecedero que entra en el conjunto de los
otros dos elementos mortales y destructibles.• No acos·
tumbra Figuier ser tan nebuloso. e La muerte, dice Miche·
let, es una flor, no en poesla, sino en realidad, porque es
retorno de nuestro sér material á los vegetales, que ávidos
recogen nuestros corpúsculos. • Para darles nueva vida,
pudo añadir, y vendremos á parar con Campoamor, en
que •es un cambio de frente de la vida•, ó como dijo ha·
ce mas de un siglo y con mucho tino el filósofo de Fer·
ney: emorir es animar l1.1 natural~za bajo otra forma. •
Para la iglesia, la muerte no es collSecuencia fatal de la

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HISTORIA DE UN MUERTO
vida misma, sino resultado del pecado original: si nuestro
padre Adan no se come la manzana que la presenta nues-
tra madre Eva, no habria quien muriese; para Claudio
Bernard, es la muerte <una creación ejecutada por medio
de uu acto plá>tico y regenerador, opuesto á las manifes-
taciones vitales.> Y con esto basta para comprender que
sólo cuando sepamos qué es la vida, sabremos, si acaso, lo
que es la muerte. Sin embargo, ese ejecutor · del destino,
simbolizado entre los antiguos por un viejo con guadaña,
y en un fresco del camposanto ele Pisa por una vieja con
alas de murciélago, esa cmujer de corazón de hierro y en·
trañas de cobre,> como la definió Hesiodo, siega 3,600 vi·
das por hora, 86,400 por día, 27.886,000 por año, bastantes
para abonar muchos centenares de caballerlas laborables.
Ya se comprende á qué océano inmensurable habrán da·
do lugar esos dos de la vida, •que van á dar en el mar,
que es el morir.• Un germano calculó que los muertos,
solo de Adan acá, colocados juntos en capas como las sar·
dinas, cubririan siete veces el área del globo. De donde
,podemos deducir que acaso no haya en esta Tierra, en su
etapa actual, partlcula ele oxígeno, ó de carbono, ó de fós-
foro, ó cualquier otro simple, á que no haya tocado alguna
vez ser parte de un sér viviente.
A diferencia de la vida, la muerte es natural ó violenta;
casi siempre inespemda, que para el mismo Matusalém,
tras su nonagentésimo-sexagésimo noveno año, pudo ser
triste morir si aún anhelaba vivir. Si fuera yo que Dios,
establecerla qne la muerte viniem con su mohosa guada-
ña, cnando se la invocara, y no habría peligro, pues á to-
dos nos llega la hora del dolor y la impotencia, que algu·
no se olvidara de llamarla. ¿Seda aceptable la perpetuidad
de la vida? Seria un regalo de tanto mérito como la vida
misma; se va con los años nuestra aptitud para los goces
terrenales; se van nuestros parientes y deudos; se extingue
la generación que nos acompañó, y teniendo del otro lado
más amores y más intereses espirituales que en éste, llega

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BISTO RIA DE UN MUERTO 57
el dia en que deseamos tamb ién parti r. ¿La inmortalidad!'
¡qué horror! Desgraciado Abasverus cond enad o por sus cul·
pns al torm ento de no morir.
'l'al ve:¡ ... si t<>do y todos conti nuar an ... si su pervivieran
el deseo y la :tpti~ud ... si juve ntud é ilusiones persistie·
ran ... ¡si fuera la incenescencia atrib uto huma no!
Pero e.q ley que todo pase, y después de todo, la Prov i·
denc ia hizo bien en colocar la muer te al acab ar de la vida,
cporque, herm anos míos, ¿qué serla nues tra vida si la hu·
biese colocado al principio?• decía un predi cado r en cá·
tedra .
Y n.sitniemo, hizo muy bien en dejar nos ignor ar la hora.;
saberla, sería peren ne espa da de Damocles sobre nues tras
cabezas: pero, felizmente, ~i en el misterio de la vida esta·
mos en tinieblas, en la reali dad de la muer te nos halla ·
mos en la noche; el cuerpo hum ano no es una máqu ina,
sino un conju nto de máqu inas ingeniosas por si, por su
combinación, y por la harm ónic a comu nión de su funcio·
nauü ento, pero impo sible prever cual miem bro, cual re·
sorte fallurA prim ero y desco mpon drá el aparato. Acaso
desde el nace r trll.emos el órgano deficiente que prep arará
el morir.
Nacer, morir, ¿cuál es pr«:ferible? La vida tiene dolores
como tiene goces, y cada cual la aprec ia segú n el lote que
le caiga, e Bello es vivir,» dice el excé ptico Eepronceda; e la.
vida es un vacío,• excla ma el resignado Job en su ester -
colero. Mientras vivimos, en cada roinut<> pecamos; muer -
tos, no ofendemos á Dios ni susci tamo s envidias, porque·
ya no somo s obstáculo á la ambi ción de nadie. Por eso Ea>
olvidan faltas, por eso de m()1·t¡¡is nit nisi bo11um . Aten as os·
traci sma ti Esqu ilo y á Arístides, y, muer tos, les erige es··
tátua s.
Es que, ai la muer te para el vulgo es el descanso, en los:
ilustres es el adve nimi ento ele la verda d y la justiciu; por-
que, al apagarse el faro, se hund en en la noch e los mur-
ciélagos á quien es ofuscaba su irradiación. Esos ~oilos.

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58 HIS'roRIA DE UN MUEllTO
que descubren manchas en el sol Homero, como Fabricio
las encontró en el Sol, ese Green que le salió á Shake!l·
peare, el Cecchi del Dante; Freron de Voltaire, Lauder
que denigra á Milton, Qninau\t detractor de Boileau, Se·
gur sinapismo de Rugo; todos esos escarabajos y vi vorez;.
nos que mortifican en vida á los que la posteridad adora·
ni muertos, ante la tumba del genio desaparecen en la
oleada de desprecio que el genio les lega.
El alimentar gusanos no es, pero dar de comer á muñi·
dore.~ si es suficiente provecho para que nadie pueda ne·
gar la utilidad del morir; el sepulturero Yive de su pala de
hierro como el rey de su cetro de oro, el pontifica de su ca·
lil'<, el poeta de su lira; ¿quién supier á quién ante la
igualdad postmortem? La muerte es la gran ignaldad... y
la gran .libertad.
Hay más; el nacer por si solo no enaltEce, mientras el
morir á menudo inmo1-ta!iza, porque en la Historia de los
humanos que merecieron historia, la tumba, que es con·
clusióu, impresiona más que la cuna, que es principio; és-
ta hace pensar en el mañana siempre entenebrecido; aque·
lla evoca el ayer siempre accidentado,, alli una esperanza
entre sombras, nqui una lección. Lancemos una mirada
retros·pectiva y veremos sobresalir en el escabroso campo
del pasado, .torres, fu.nales, peñas que brillan únicamente
por la muerte, pocos por la vida, ninguno por solo la cuna;
una bella muerte honra toda una vida, es una realidad, una
honrosa cuna no es mas que una esperanza. Lulio, San Es·
téban, Cornelio, lapidados; Jest\s, San Dimas, San Andrés,
San Pedro, crucificados; San Pablo, Carlos, la Gray, Dnntón.,
decapitados; Ayax, Cleopatra, Catón, Lucrecia, Graco, Ro·
land, suicidados; Bruno, Hnss, Sa.vonarola, Servet, J nana.
de Arco, Guatimocin, Hatuey, quemados; Cicerón, Arquf.
mides, Viriato, muertos por la espada; Ney, Murat, Riego,
Torrijas; fusilados; Plioio en Vesubio, Empedocles en el
Etoa, Muogo Par k en la Libia, Franklin en E>l polo; todos
estos se puede decir que á su vida sumaron su muerte, al

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HISTOBll DE UN MUERTO

resplandor de su tránsito la gloria de su despedida. ¡Pero


cuántos que solo a su muerte debieron su inmortalidndl
¿Quién se acordaría de Felicitas, de San Lorenzo, de Cata·
lina Howard, de Carlota Corda.y, de Ana Bolenn, Maria
Stnardo, si hubiesen ~erecido tranq aila y desabridamente
de viruelas ó pnlmonfa.? ¿Qué baria la Historia con Jos
nombres de Luis y María Antouietn, si á. la manera de
Washington, Cromwell, Mirnbeau, hubiesen muerto 1.ran·
quiJos en sus lechos como vecinos honrados? ¿Quién se
acordaría de Cassas de Anvernia, que lo único que bizo en
au vida fué morir, si, como Esquilo, hubiera sido aplas·
tado por una tortuga que dejara caer un águila sobre su
calva, ó si, como Fernando el Deseado, sucumbiera por
una enfermedad que no podemos nombrar?
Morir como se debe ó no morir.
A todo lo cual podriamos añadir, que las épocas más cé·
lebrea de un pueblo, son aquellas en que reinó la muerte,
y que más de una ciudad y de una comarca se ha hecho
histórica por solo un sepulcro. Cos, por cuna de Apeles;
Mantll&, por cuna de Virgilio, suenan menos que Ravena
por tumba del Dante; Bethlém se recuerda por una cuna
humilde, Santa Helena por un sepulcro glorioso, y nt\n
em Santa Helena, tumba., resplandece más que Ajaccio,
cuna; muchos olvidan que Homero nació en Chioa, en
Constantinopla Chenier; pero tienen presente que en Mal·
ta feneció San Luis, que eu Misolonghi sucumbió Byron.
Régulo, en Cartago, debió su gl01ia á su muerte; César,
conquistador de las Galias, murió en el Capitolio, y á su
fama póstuma tanto contribuyó el puñal de Brut~ como
In Galia conquistada.
Después de todo, lo mejor es no morirse; no se prefiera,
no, la muerte a la vida; pero prefiérnse A la deshonra, CO·
molo hizo Codro, y á la esclavitud, como lo hizo Caton,
arabos con su catastrofe sellaron su inmortalidad.
La muerte natural, que es la patriarcal, la que viene co·
roo consecuencia inevitable del detrimento de los órganos

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HISTORIA DE EN MUERTO
que han cumplido el objeto que se les habla asignado, ra·
ras veces ocurre; lus influencias externas nos agotan pre·
maturamente, y viene á ser violent-a cuando no procede
de la paulatina extinción de las fuerzas vioferas, ya caU ·
sada en un segundo por un puñal asesino, ya en pocos
años por el veneno de los pesares y privaciones, 6 por la
lenta acción de los placeres desordenados.

Este mundo ea el camino


par a el otro, que es morada
sin pesar,
mas cumple tener buen tino
par a and ar esta jornada
sin ena r.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos ,
y allegamos
al tiempo que fenecemos;
as! que, cuando mor imos,
descaneamos.
¡Bien por Jorge Manriquel Antes de su época, en toda
la edad media, la muerte, representada por un esqueleto,
es entidad social, invisible, pero existente, personalidad
familiar que promueve epidemial', alivia dolores, burla á
los mMicos, marcha al combate, gobierna las sociedades.
Esa danza de los muertos, tan reproducida en siglos me-
dioevales, sobre todo en Suiza, en que bailan ptincipes,
reyes y pontilices, esa danza macabra del puente de Lu·
cerna, la pin tada al fresco en el cementerio de Basilea y
por error atribuida al genial Han s Holbein, ese poema del
inglés Peter Plowma, es verdad que anulan gerarqulas im·
poniendo la terrible igualdad de la tumba, pero no con·
mueven ni horrorizan; es la muerte que ríe, 6 á quie n el
pu.,blo quería vor reir al objeto de no temerla; al poema

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ID&TORIA DE UN MU.ERTJ 61

de Plowma, prefiero El suJ~I!o de las carabela~, de nuestro


graciocisimo Quevedo.
Con nua. caravela sobre dos canillas entrecruzadas la
representamos los modPmoe, desde que Torquenadn. adop·
tó eae distintivo para. el estandarte inquisitorial, pero CO·
mo dijo Lope de Vega:

cEs yen o pint arle caravela.


Porq ue aqu ella ea el mue rto y no la muert-e. •

En la. teogonía I ndia, la mue rte siempre aparece riendo;


en el Ri~t Ved11, no hay diosts mortlfero~; la mut rte, no
siendo allí más que continuación de la vida, lots viudas no
son rt-almente viudas, vi'"en en consorcio con la mem oria
del difunto.
No la temamos, no¡ 11gum·démosla con calma; ni morti·
fiquemtJs nue stra pobre vida pensando incesantemente, co-
mol os frailes trapenses, e que morir habemos »; ni nadie
quiera. ni temn. morir, como la doctora de Avila, «del do·
lor de no morir•; pero tengamos presente que nuestras
torpezas Ja. apt·oximan, y cada peligro, cada enfe1·medad,
es una admonición, un memento, E'S la muert-e lanzándO·
nos un quos euo, trem end o como el de Neptuno 1\ las olas
ensoberbecidas.
Mal! si la muerte, únic a aolución del problema vida, solo
remedio de lo irremedi11.ble, y esperanza t\nica de desespe·
rados, es metamórfosis indigpensable para renovar y per·
petu ar la fueu a, ~i no puede ~>xistir ~sta Ain esa insaciable
vorágine que renu eva sus resortes, ¿por qué ha de venir
acompañada de dolores? Aun que un eolo modo de ven ir á.
la. vida., hay muchos para salir de ella 6 para llegar 1\ ese
término que todos desean prorrogar lo más posible y que
siempre parece prematmo, 6 á lo menos intempestivo.
Por lo general, no se tem e el morir sino el modus morien·
di; ¡si Homero hubiese hecho las tres Parcas como las tres
Gracias!

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HIS TOR IA DE UN ~IUER'lO

Ha y qui en cree que, debilitada la sen sib


ilidad, no se
sie nte el morir; y no f~lta qui en afirme, con
Constantino,
•qu e la vid a en que ent ran es la úni ca gra ta
y verdadera.>
Lu can o dic e qu e los dioEes ocu ltsr on ti. los hom
bre s log ra·
to que es morir, a fin de que soportaron la
vida; eso sos·
tie ne SéneCll, y lo mismo, ent re modernoF
, La Metrie y
Baumé.
1Lá stim a qu e sólo un a ver. se muera, y que
nad ie haya.
venido ti. dar fél En ver dad qu e ya ea hor
a de qu e los
mu ert os no~ dig an algo; has ta aho ra callan,
tal vez nues·
tros afm es esp irit i.ta s les hag an hab lar de
veras.
R.ouviere sostien e que zgonizar es un placer
indecible;
¡~í Jo sostuviera. d~spués del exp eri
me nto!
¡Y si ese cadáver que tenemos delante pu die
ra decirnos
algo! Pero el que dejó ese cad aver con tra jo
los músculos
f.loial~s. retorció las órb itas con esp
anto, hiz.o gestos que
no rev ela ban ese placer ind ecible.
Ni lo sintió Gcavina, cua ndo despernado ped
ia un ar·
ma para abreviar; ni lo sin tió... ¡vamos! es
forzoso confe·
sar qua, salvo en viejos pat ria rca les, la vid
a se ext ing ue
con dolores; pero ¿son es.Js dolores fatales é
ineludibles?
No lo creo asl; la mu ert e es un a ley, pero no
un castigo;
la naturaleza, siemp re lógica, no pu do cre ar
por que si tor·
me nto s inmerecidos é inevitables. La cul pa
ea toda nu es·
tra; los abu sos y exceEos trajer on el dolor, com
o la. desen-
fre nad a prodigalidad de hoy tra e la privación
paza m~ña·
na; sin los vicios en \'Id a, la mu ert e ven drl a
con la uat u·
ral ida d con que so apa ga un a luz, con qu e
se des pre nde
un a hoj a de uu Arbol. Vtvoae bie n y se m01ir
á mejor.
Pero olvidamos q ue el placer de mo rir sin
dolor vale la
pen a de vivir sin placerfs; abu sam os de
los ali me nto s
rom piendo el equilibrio que han de gua rda
r con la fuen9.
digestiva; nos ext ral im ita mos en los guetos
y deleites, y
M nqu l porque, como dics Zim me rm an,
cel decreto de
mu ert e cae del cielo, pero lo agravamos con
nue stra ma la
con duc ta.•

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HISTORIA DE UN MUER'rO G3
a
El hom bre, con la civilización, ha ido exa gera ndo cad
·
vez más sue necesidades, y crea ndo nuevas ; con ellas, n\le
sus
vas enfe rme dad es y dolores. Aye r, Plat on, vue lto de
a
viajes, se admirab a de hab er visto pueblos que llam
món struos, por que eran bis comedetts in (lie; hoy pul ulan
hay
los Sardanápalos, Lúculos y Heliogábalo!!, hoy los
vi-
que vi ven par a comer, y los hay tam bién par a quienes
dijo
vir es beber, q11ibus ~ivere est bibere, com o de los galos
Maxoo Aurelio .
a
No es que prescribamos en lo absoluto los deleites: par
go·
el hom bre, para el sér racio oal que sab e prepararlos,
za;
zarlos y agradecerlos, los creó cier tam ente la natuxale
con
el hom bre e.. ti f tcul tado y hast& obli g 1do á disf ruta r
a
moderación todod los bienes que co ntie ne el mu ndo; par
·
su oído, así el poético gorgeo del ruideñor como las s ubli
las
mes melod!ns de lllozart ó Beetboven, par a sus pup ilas
inspi racione s que palp itan en los lienzos de Rafael, para
os
su olfato la deli cad a frag anc ia de las flores; y con men
a
poes!o, ¿hay place1· en el hum o del tabaco? ¿se encierr
de·
dele ite en el zum o de la uva ? pue s no gozarlos sed a
si·
mos trar desprecio ul don ado r. El mal no está en el uso
son
no en el abu so, y pro nto las enfe rme dad es, que no
·
más que faltas de equilibrio en las funciones del organis
·
mo, nos advit~rten q ue nos hem os pro pas ado , y nos arre
atu·
bata n la. f11culhd de gozar, anu nciá ndo nos vejez prem
ra y mue rte dolorosa .
¿A. dón de iría el tem or que ella insp ira, 1\ dón de Cad a!·

ao y sus Noches llig11bres, Fo.~soolo y su Sepolcri, Ana Rad
liiT., y Clemencia R,>bert con sus esp eluz aan tes creaciones,
s
el Dies irte con sus ana tem us, si, torn and o á aquello
solo
tiem pos en que se com ia solo par a vivir y se beb la
pa·
par a apa gar la sed, si en una pala bra, ado ptan do usos
la
triarcales, hub iéra mos tam bién de deja r la vid a con
ayes
sencillez de los pat.riar cl\8, y siu el lujoso apa rnto de
sas
y contriciones, médico, tren funerario, rfzos y lacr imo
despedidas?

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G4 HISTORIA DE UN ~tuERTO

En su sér material, siendo el hom bre no rolle que nn


compuesto un poco más harm ónic o que otro cualquiera,
mor irá así como mue re el árbo l que ha concluido sus
funciones vitales y tien e que dar luga r á. otro, y se disol-
verl'l como la frut a que se pud re, con la diferencio. que
sien do may or el núm ero de sus element~s. más num ero-
sos será n los nuevos compuestos á. que dé lugar; los órga-
nos irán debilitándose sim ultá neam ente y sin dolor, por-
que éste procede de la f~lta de equilibrio en algu no que
no func iona al igua l que los demás, y mie ntra s la pur~za
de costumb res nos previene COJltra ese desequilibrio, la
sant idad de intenciones no3 librará. de las pun zada s del
rem ordí miento.
¡La conciencia! hé abi el torcedor desp iada do de la hora
supr ema ; el acusador imp laca ble que trae los dolo ns del
almo ; el abuEo del deleite, hé ah! el origen de los del cner-
po. Que ante todo acalle su conciencia el que d.ió motivo
á la acu11ación. No tem a la mue rte quie n fué consuelo de
sus prójimos, quie n deja lágrimas; tiem ble ante ella el
sórdido ególatra que atropelló los derechos de sus sem e-
jant es.
¿Qué sou los dolores del cuerpo junt o á los clel espíritu?
Abr id los libros de la Hist~ria, deja d á un lado el mar ti·
rologio y la inquisición y dem ás heca tom bes que promo·
vió el inte rés; en algun& pág ina veréis un eér, quiza un
just o, un Régulo, que atad o á un poste, expuesto al sol,
desn udo y unta do en miel, mue re lPnt ame nte en medio
de los más atroces torm<~ntos, vlcLima de moscas, tlibanos
y avispas, que no d!'jan de él más que huesos ... pue s esa.
mue rte lent a es más dnlce que lns inst antá neas de Nerón
y de Pedro L
Tal Tida, tal muerte; proverbio horr ible ... porq ue es
uiomático.
¿No lo crees, lector? Acaso rles; pue s sigu e tu vida de
placeres é ilusiones hnst a que suen e la hora de la imp o-

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RISTOR!A DI': U.N ~roERTO 65
tencia y el arrepentimie nto; prosigue tu camino. ¡Ahl cm·
piezo á dudar que tengas paciencia para continuar leyen·
do esta obra. ¡Lidiar con un muerto en pleno siglo dieci·
nueve! El siglo pide bailes y modas, risa y ficción, y vida
de hoy, y plnceres eflmeroa, y olvido del mañana, y dolo,
y ... ¿quién piensa en cadáveres?
¡Y, sin embargo, alli e3tá la farsa... aquí la verdRdl

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VIII

¡Se hinch a!

Aire, humed ad, calor: hé aquí los tres primer os factores


de la descomposición y desaparición de nuestr a precia da.
human idad: el calor es el agente, el aire es el veWculo, la
humed ad coadyuv8.
A medid a que pasan horas el cadáve r se hincha , se hin-
cha, ¿por qué se hincha ? Pierde fluidos, brota gases, emite
miasmas, se disem ina en la atmósfera, engend ra organis·
mos, y, sin embargo, gana en grosor; se liincha, se hincha ,
¿qué es la hinchazón?
Es ante todo aumen to de volumen, y aumen to de volu-
men no se concibe sino por adición de partícu las extra·
ñas; no en otra cosa consiste el crecer y engord ar: por adi-
ciont's sucesivas y substit ucione s metódicas, se convierte
ln semill a en pla.nta. y el feto en hombr e. Todas las opera.-
oiones de la axitmética. se encier ran en dos: aumen tar la
cantid ad, dismin uir la cantid ad, y eso pasa 1:on los caro·
bios de nuestr a materi a, siemp re ganan do ó perdie ndo,
absorbiendo ó exhalando: cuand o anima da es más lo que
absorbt-, ó tal vez gA.na y pierrle por igual; onand o exani·

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Gi
me no gana una dé~ima de lo que pierde, y pronto lo
pierde todo quedan do el sólido inaltera ble ó más resisten ·
te. Y esos elementos que la. a fi oidad incorpt) ra. son causa
conslitu li va do la hinchaz ón.
Cambiado ha el color; la. piel, antes terso cutis de
tres capas con tres A cinco m illmetros de grueso, y con sus
12.000 poros invisibles en cada centíme tro cuadrad o, se ha
henchido, entreab ierto y deformado. •La muerte es una pa.·
labra•, dijo el Hombre-Dios... no, la. muerte es una trans·
formación; cla. forma, anadió, se rompe pa.ra la perfección
de la esencia ., eso es exacto.
Los autores dicen que la hinchazón toma el nombre de
empicema cuando In produce el aire inmiscuido en el tejido
celular; edema se denomi na cuando se debe á. infiltración
de serosidad circuns crita á una pa.rte, y ler~G~Jjiemacia se
nombra cuando la inflamación afecta A la. economia en
general.
De todos modos, la intumescencia, ó sea la hinchazón
en el vivo, es cosa que sobra, y en el muerto no es mas
que un preAmbulo, un efecto de la expansi ón de Jos ftui·
uos que demand an salida y la hallan, no por un era ter
como en un volcán, porque no hay montañ a que arroje
la va, si oo cuerpo que se con vierte en ella.
No olvidaremos decir de paso quE~ el vulgo da otras
acepciones á la palabra hinchazón; hay hinchaz ón de la
11111jer, la cual es materia l y no por ese corporal; hincha·
zón de palabra s en el orador grandilo cuente que reemplaza.
las razones con lns flores de estilo, como si la. verdad nece-
sitara de ellas, y, por último, hinchazón, sinónim o de VIl·
nidad, que es hinchazón moral del corazón.
El vulgo en estas metáforas fué justiciero, porque en
todas expresó cosa vana y fofa y que estA demás, como lo
está. la hinchazón en el cuerpo y como lo estan las nuevas
aguas en rio que se biocha.
Y sucede con la una lo que con la otra; cuanta mas
hinchaz ón ma~~rial, menos s11.lud, cuanta más hinchazón

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68 HI6TOBI4 DE UN MUER 'N
xxlMal, más ignorancia. y más pequeñez. La hinchazón·Or·
gullo es una enfermedad del esplritu ocasionada por la
ignorancia, y es enfermedad epidémica.
La mas común de lns hinchazones es la empicema, y la
produce un fluido. Preguntad á los fisicoconsultoa lo que
es un fluido, y todos os dirán poco más ó menos lo mismo:
que fluido es un cuerpo .que fluye; una sustancia cuyas
moléculas tienden á separarse; pero ei fluido es el agua y
lo es un gas, y lo fueron el calor y la electricidad (tres
cosas muy parecidas) bien podemos decir que ignoramos
lo que son fluidos, ó no sabemos definirlos, lo cual consis te
en no saber lo que son.
En su mayorla binarios, pero los hay ternarios y como
los elementos no están en iguales proporciones, aquí la
teoría atómica que precedió á la de los equivalentes, nos
presea!a un problema de aligación que yo no sé resolver
ni mi lector tampoco; porque si Momo es la parte más pe·
queña que puede considerarse de un cuerpo, ¿cómo se
unen esas partículas, por ejemplo, en el ácido ca1·bónico?
Un átomo >ltrae y se une á otro át{)mo, ¿qué se hace de
los sobran t.es cuando están en proporción de dos á uno?
¿es este uno capaz de admitir dos? Entonces tiene más ex·
tensión, es divisible, ya no es átomo .
Otm cosa que oomre en este punto es el sinnúmero de
fluidos naturales que los hombres no han reconocido to·
davla, ni las mujeres tampoco: acaro la &mistad y el amor
sean resultantas de fluidos no explicados, ¿no será la sim·
patfa un lluido de atracción, la antip atía un fluido de re·
pulsión, y el amor una modificación del Buido de simpatia?
¿Quién sabe si como los simples en el laboratorio, ó como
las electricidades de diverso nombre, así en el gran gabi·
nete de la Naturaleza se buscan por fluidos congéneres, ó
se identifican al encontrarse, los seres animados para
cumplir los designios de la Providencial
Se forma la hinchazón con lentitud en el cuerpo vivo,
con rapide7i en la fermentación en que muertos nos eva·

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WST()RIA. DE UN MUERTO 69
poram os incesantemente, y empi eza cuan do el extin to
cuerpo entra en la t-ercera etapa de la vida de cadáver.
Esas sero~idndes y esos Ruidos que prom ueve n la hinch a·
zón, los brind a con prod igAlid ad la eang t·e cuan do parci al
ó total ment e paraliLada en su incan:;able circular, cuan do
fibrin a y hema.tosin a d ejan de ser elem entos vivifaros para
ser princ ipios de muer te para el sér humano, aunq ue en·
gend rador es de vida para otros seres.
Qaie n hable de hinchazón tiene que habla r de ferm en·
tación, causa eficiente, y In ferm entación si pregu ntais á
Dum a~. sabre is que es reduc ción de las mate rias organi·
ca:; en susb mcia s más simp les y suce3ivam ente en mate ·
rías inorgánicas¡ aunq ue on subs tancias no anim adas es
putre facción lenta , y si p uede decirse mns metódica, sin
formación de derto s 11ros y aros, pero con fenómenos ana·
logo~ : b llam ada pútri da no es mt\s que el nomb re qu!m

co de la putrefacción.
La ferm entación (de que, dicen sabioa, hay quinc e cla·
SE'S), uo es entid ad parci al, ea toda la mate ria en etapa
transitoria. Ln, levad ura de la. cerveza es el tipo de los fer·
m en tos, el alma de la Zi mología ¡ pero el fenómeno de lA
digestión g ástrica, mndu1·ación de las frutas, alteraciones
del hlgc.do, t1·3neformación del mosto en vino y de este
en vinagre, la del azúca r en los ácidos h\.ctico, butri tico y
caproico, del almidón en dextr ina, etc., son varia ntes del
mism o fenómeno, que se verifican por los agen tes calor,
humedad y aire.
Desdo Lavoisier se Fabe que si no hay aire no hoy fer·
mentación po~ible; pero inici ada ésta, continúa. aunq ue el
cuerpo se a1Me pueu mnü camente. As! corno A Qo grado no
hay ferm entad ón, ssi tampoco tiene lugar eu un ambi ente
que haya atravesado por un tubo de porcelana enrojecido
por el fuego destructor de gérm enes micróbicos.
En realidad la ferml'ntación no es m:\s que uno de los
trám ites de la desorganización final: como dijo un fisiólo·
go, cuyo nomb re no recuerdo, es la serie de procedimientos

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70 IDS'l 'ORI! DE UN MUERTO
mecánicos, sencillos y r9zonados, por donde In Naturaleza
prep ara las substancias para un nuevo orden de cosas. El
pan ea resultado de una fermentación, y por fermentación
lent a (que alguno llam a cremaoraucia ) se torn an pAlidos
al aire los vivisimos colores de ciertos tsjidos.
Es innecesario advertir que una cosa son componentes
del cuerpo hum ano, y otra es componentEs del cadaver
hum ano, en razón á los nuevos a que dé. luga r de un lado
la propia descomposición y de otro la asimilación exte rna.
Si el cadáver esté. al aire, la corro pción se verifica por el
aire, y si en el agua, por el agua; esto es, contribuyendo
ambos fluid os por la pre~tación de partlculas extra ñas. Ea
una perm uta incesante, un comercio de corpúsculos que
se establece entr e el sér descomponible y el medio aro·
biente. Por una part e la mul titud de gérmenes que el
aire contiene parecen ganosos de aprovechar la. ocasión
que la presencia. del cadáver les ofrece para trasladarse é.
otro modo de ser, mediante mt'lltiples alianzas ó com bina ·
ciones; y por otra Jos cuerpos gru;eosos sólidos 6 Hqui·
dós, que predominan en nuestro cuerpo, entr e los cuales
los ácidos grasos oléico y marglhico, de los que tanto
tiempo, hast a nuestro Cnsaseca, se creyó que sólo se ha-
llaban libres en la. gras a de Jos cadáveres, son los prime·
ros que tienden á volver á la mas a atmo ~férica ó buscar
nuevos socios.
Sin embargo, al mor ir toda s las secreciones parecen
cesar; saliva, sudor, lt\grimas, jugos gAstricos, se pierden
en la. disolución de sus glán dulas ú órganos respectivos, y
van á cooperar con sus componentes al desastre general:
si las materias fecales dura n y perd uran , y hast a en de·
termiundas condiciones se J'osilizan y Ee convierten en
coprolitos, ea porque están aisladas y reeguardadas del
aire.
Extr ayen do el aire ó sumergiendo el cuerpo en alcohol,
se coarta esa rápi da formación de fluidos y el deeprendi·
miento de mias mas doletéreos que brot aban , com o el va·

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HibT OIIIA DE UN MUERTO 7t

por de una cald era agugereada, se paraliza. En el prim er


caso, la descompo~ioión se verifica por si sola con deses-
pera nte calma; el vaclo, que siem pre ea parcial, se imp reg·
na de los mismos fluidos del cuerpo que corren á estable·
cer el equilibl"io, y en el s~gu ndo, es el mismo cadaver el
que, por emisiones tam bién muy lentas, imp tuif ica el
fluid o en volvente , tal como la carn e en un cocido imp reg·
na con su jugo el liquido en que hier ve. En el mar, á
despecho de la sal que es anti pútr ida, ee cozromperia con
roas rapidez gracias á los numerosos componentes que allí
la atac aran , si no se opu sier a el pez. que la de\·ora. Devo·
rado por peces, los jugo s gllstricos (poderosísim os) del ani·
mal , hace n pasa r los tejidos y subs tanc ias á nue vas coro·
binaciones, sin dar tiem po á la putrefacción, es decir, que
se desorganiza sin corromperse en la acepción vulg ar de
esta pala bra: los elem en tos anteriores se habrá n dest ruido,
pero ya se sabe que en leng uaje químico destruir significa
dejar de ser lo que ea para ser otra cosa ó para aparecer
en otra forma. La descomposición de toda subs tancia or·
gánica, dan do luga r á idén tica ECrie de (enómenOS, es más
ó men os rápi da, segú n ciet tns circ unst ancias eventuales:
infl uye n con más ó men os eficacia la enfe rme dad de que
feneció, el estado gras ient o ó sang uíne o del cuerpo, los
agen tes aire, tierr a, hum edad, que lo rodeen, etc., y mu y
part icul arm ente el grado de la tem pera tura . Dijimos que
si está. en el aire se verifica por d aire, y si en el agu a
dulc e por el agu 9; pero es mas rápi da en el primero, pue s
á más de ceder (Hc ilme nte porq ue es mezcla y no com bina·
ción ) parte de su ox[g eno ni hidrógeno y carbono del ca·
d áver, son más los elem ento s extr año s que pue de con te·
ner en igu11ldad de las dem ás circunstancias. Para eute n·
der esto , bast a cons ider ar un mom ento lo que es el aire.
Esta atm ósfe ra á que da Laplace 12.000 kilómetros de
altura. y Bio t 4$9, que envuelve A la Tier ra gira ndo con
ella , y den tro de la cual vivimos como los peces en el
agua, es verd ad que se com pon e de oxígeno y ázoe; pero

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72 HI&TOlliA DE UN MUEI\TO

e~to no se opone á que sea inmenso receptáculo de otras


sub&tancias que la impurifican y cuyas dosis varlan: el
aire contitne vapor de sgus, ácido carbónico, carburos de
hidrógenCt, gases amoniacales , Acido sulfuroso en circuns-
tanciaP, ácido nítl'ico, ácido nitroso, eu una palabra, los
tr~a r~.inos de la naturaleza: en el aire flot.an, como el
sarguzo en las ondns del Océ11no, gérmenes orgánicos qui-
z:l. de usombrosa perfección, como los invisibles miérozoa-
rics que analizó el fidedigno Ehrenberg, en el aire el
fecundante polen de las flores, los miasmas que producen
los olor~, los que trasmiten el contagio, y otroa que nie-
gan la gennacióu fspontánea.
Estos principios deleLéreos que á veces el rayo y los
vientos se encargaJl ele precipitar y remover, provienen de
lus emanaciones do la. tierra, hw aguas, las plantas, que el
aire eH veb(culo y medio universal: también de nuestros
cuerpea ya muertos ya vivo~. aunque en este caso en Jnfi.
ma proporción.
También influyen para la deEcomposición la deneidad y
fuerza de atracción d"l cuerpo sobre que se gravita. Colo·
cado un cadáver en Venus, que dista 27 y -?¡- millones de
leguas del sol y 10 de n~otros en su perigeo, la descompo-
sición serla doble más rApida, por gozar dicho planeta do-
ble luz y calor, á no ser que la notable inclinación de su
eje, eu volumen algo meMr y In nebulosa atmósfera que
en él nos revela el telescopio, sean causa de que se baya
enfriado m!l.s. En M.ermrio, que no es tanto como la Tierra
un sol apagado, quizá b descompo~ición se veritirara por
cremactmsia ó combustión lecta, me!'!Os rápida que loe
carboniznd•Js en Pompeya, pues distando 15 millones de
leguas del ~o!, recibe l!iete veces más luz y calor que la
Tierra: en Marte ya pasaron las condiciones viviferas aná·
logns á. las de nuestro globo, y muy otros han de ser todos
sus fenómenos como muy otras la forma y cunlidades de
sus hnbitantea si los hubiere; pero en Neptuno que dista
30 veces del sol m~s que nosotro~, 1.147 y t millones, y

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HISTORIA DE llN MUERTO 73
go1.a 900 ve<'es menos calor, el cuerpo constituido en nues-
tras condiciones par mam cerá inalterable por exceso de
úio, frio igual en cualquier época del año, pues como en
Júpiter, no hay cambio de estaciones. ¿Qué sucediera ei
colocado repentinamente en la luna? Que por idlt a de
atm&:fera escaparilm súbito todos los !luidos, y el sólido
remanente se reduciría á su menor expresión, pues bien
se sabe que la presión atmo~férica es imprescindible para
que se sostengan en su centro los liquidos del cuerpo.
Si ll. mayor grado de ce.lor (basta 35) es más rápida. lo.
descompcsición, consiste en que este agente dilatando los
cuerpos sólidos fnvorece In sep arad ón de los fluidos, pero
si E:! calor es excesivo se verifica la dE'scompoaición sin
corrupción, que el tiempo es reactivo menos poderoso que
aqu el agen te.
El excesivo calor todo lo volatilizaría, bas ta la madera:
la volatili~ación siendo en primer término la separación
r
de átomos; si poseyéramos modo de desarrollar un calo
suficientf.', obtendtiamos vapor de hierro, de greda, de
corcho, que es poco conducto¡· del calo1·, los simples ga-
sificándose, los compuestos disolviéndose en sus elemen-
tos. Por esto supone la Geología que en el origen la
Tierra, nebulosidad gaseo~a, ocupaba el espacio que hoy
el sol, ¡Jnes el calor dilatnndo los cuerpos, los sostenía. en
conliouo estado du fusión has ta que los llOiidificó el en-
friamiento progn:sivo. Por esto también suponemos que
de die~iseia l~gtws en adelante had a el centro del planeta,
todo es mntf.'ria iucandescente, promotora de 'I"Olcanes y
terremo tos, de 11:10do que fSte globo que habitamos y sobre
el cual están nuestras casas y ciudndue, mares y cordille-
ras, es una corteza tólida ~o lll~S gruesa respecto á la
distancia al ce:1tro, que In pelicuht de tlna ma.nztma con
relación á su volumen, un doscientos nvc-s del diá.metro.
Aunque nt1estrns más profundas excavaciones no !le·
guen A un vigésimo de la corteza endnrecida, ya se ha
a
podido fijar que el termómetro sube un grado por cad

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74 IDS'l'OB U. DE UN MU.Ell'l'O

33 metros de profun didad, y de aquí una regla de trt>s nos


da el grado de calor ante el cual ningu na substa ncia pue·
de sostenerse sólida: otra nos revela que á las 1,590 le·
guas, esto es, en el nucleo centra l, el calor es de 200.000
grados.
- No en balde, -excla ma aquí al autor, -se ha llamado
Jlegla de oro á la de tres, ¡Oh admirable, oh ingenioEa, oh
eficaclsima Regla de Tres! Lo que la Quhni ca para los
cuerpos eres tú para los núr:neroe: como ella lú compa ras,
tú combinas, tú analizaP, tú descompones; y, lo que la
Química no siemp re hace, tú recompones. Tus anteceden-
tes son consecuencias, tus supuestos son verdadee, tus ra-
zones son nxiomas y las verdades de otras ciencias pare·
cen sofismas al lado de lu3 inexorables guarismo>; tú
penetr as en los astros, tú riges en la Química, lú das leyes
á la misma Lógica que es la regula dora de las ciencias.
¡Ohl eficacJsima Regla de tres, sin tu apoyo desarm adas
quedar ían todas las ciencias, la Quími ca inclusive.
Así como el calor dilata separa ndo átomo s, el frío tien-
de á unirlos y solidificaría todo, hasta los gases: con fdo
excesivo hadam os un sólido de aire que podría mos tocar
y arroja r como una piedra ó como una bala, quizá sin
verlo si conservara eu exquis ita diafaneidad: I:J. contrac-
ción de atamo s se opone á la mezcla , por eso el fr!o conser-
vo. En hielos del polo se ban sostenido seres antídil uvía·
nos basta poder hacerse caldo de sus carne1: el frío ha
venido á ser por esto uno de los grande s medíos de que
se ha valido la Naturaleza para conservar á la curioóidad
de la edad actual algunos vestigios que le permit ieran
alzar una punta del velo, y ayuda do del anteojo de la
ciencia leer alguna s página s de lss edadea prehis tóricas.
El Mamm otb encon trado con piel y bellos en un rio de
Siberia, debió su conservación á. los eternos hielos de
aquellas rt>giones. Ln tempe ratura para la fermen tación
debe ser de 25 á 40 y hay cuerpos que requie ren GO.
En los Estado s del Norte y en cualqu ier pais frío, si el

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H:N.TORIA !'E UN MUERTO
í5
ar al invierno,
que va á mo rir tiene la pru den cia de agu ard
po r eso ser vir
su cadáver, sin embaleamar ni disecar, y sin
d ias bas ta que
de estorbo, pue de y sue le agu ard ar mu cho s
veces como al
se reu nen los par ien tes qu e viven lejo~; á
preservativo,
pescado se le envuelve en hieln; el hielo es
der a de los
per o no pur ific ant e en sJ, es decir, no se apo
otroP, lo que
miasooas, como la cal, el cloro, la hu lla y
rem os en los
hace es parali2ar la emisión. No nos det end
dos, alcohol,
otros medios, desecación, decocción, sal, Mi
putrefacción
sublimado, etc., que sir ven par a ret ard ar la
sin em bal sam am ien to.
en que co·
Po r lo qu e se ve no pod ria decirse la ho ra
que en agua,
mi enz a la fer me nta ció n, máa ráp ida en sir e
aconseja que
en niñ os qu e en adultos¡ per o la pru den cia
cad áve r ee in·
en cli ma s cálidos, des de las cua tro horas el
porque desde
com uni que y á las veinticuatro se entierre,
de partfcula s
qu e cesa la 'llida comienza la ~maoación
morir, no en
miasmaticas. Ha y qui en las exp ide ant es de
ciertas eof er·
otr a cosa consiste la cualidad contllgiosa de
te sal ud pue·
medadeF¡ y ¿qu é mu cho si en vid a y en apa ren
o se despre nde n
deo ser em itid as? Del cue rpo de todo anc ian
anaciones de
par tíc ula s morbosas, y del joven robusto em
y par a ala rga r
vida: los rom ano s conocieron est a vc:.rdad
y me sa de ro·
la vid a de un sen ex, lo rodeaban en lecho
la emisión de
bus tas jóv ene s qu e lo revivificaran con
o Ticho·Brnhe,
aquellas: aún se ase gur a que el astrónom
por que era un
qu e era de los hom bre s qu e no se ltiltdum,
o y lo em ple ó
sabio, no juzgó el me dio ind ign o de un 61óeof
e el anc ian o
con éxito. Ta mb ién la historia nos revela qu
ó codormian
rey Da,,id y má s tar de Tibe! io, coh abi tab an
ar sus gl\8ta·
con jóvenes rob ust as y vigorosas par a rea nim
ber t aconsejó
dos cuerpos. En nue stro s dia s el Dr. Ali
par a qlú en ya
igu al método A un rico y viejo ma rqu és,
bastó a volverle
era car ga la '•id a y un me s de tal régim en
la enlud.
deré. cua nto
Per o la joven al helado contacto del viejo per

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í6 HI6TORIA DE UN MUERTO

este gane, como se vió en experi mento practicado en Ho·


landa por el ilustre Boerhaave, que prescribió f.al método
{1, un burgom aestre de Saarda.m. El ancian o rejuveneció;
no piense el viejo liberti no hallar en esto garant!e. ni ex·
cusa a susliv iandad es.
Por esos despre ndimie ntos morbosos, y más nocivos en
muertos, es por lo que asegur an doctores muy doctos que
la incineración es lo mejor para librarn os de las acecha n·
zas de los muertos, es decir, de los corpúsculos con que
han de infidona.r el aire que hemos de respira r.
O quiza tambié n el agua qne hemos de bebor, pues ano·
que esta á s u oxigeno é hidróg eno une suUato de magne ·
sia y otras substa ncias que recoge á su paso por las tierras
y que la hacen más potabl e (porqu e á ella se ha adapta do
ya el estómago human o) llega a ser insalu bre cuando con·
tiene partlcu las orgt'micas en disolución. La vegetación
que fácil se crea en las aguas inert-es es princip io y prueba
de su descomposición, pero al evaporaras déposi ta las
substa ncias extrañ as y se eleva pura: esos gérmenes que
le deben vida no la acomp añan por ser más pesados ó
porque no puede n convertirae en los globulitos imperc ep·
tibles que consti tuyen el vapor acuoso, según la teoda
hasta hoy aceptada. Forma n, pues, residuo que se pres·
tará á otras combinaciones, porqne la materi a no descansa
jamás.
¿Y por qué se cansa cuand o anima da? ¡Probl ema curio·
sol ¿Pilr qué nos cansamos y en qué consis te el cansancio?
(,Pilr qué descansamos y qué es el descanso? Y sobro todo,
¿por qué envejecemos y fenecemos?
Las dos primer as cuestiones son q·uizá irresolubles para
nuestr a deficiente filosoUs, y como los sofismas no son
verdades no quiero consul tar á ningú n filó~ofo.
Me dirln tal vez que el causarse es muy natura l ¡pues
ya! y que el mismo Dio3 se cansó puesto que descansó el
séptim o día, y que si algún hetero doxo preten de que lo
que es Dios y lo que es espírit u puro no puede cansarse,

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Hlb l'OI IIA D.& UN MUERTO 77
l in·
nada le impide creer que la palabra bíblica fuera ma
en-
terpret.ada y Moisés quiso decir cesó, como pudo ent
to
derse tierra en vez de sol cuando éste se detuvo al manda
tra-
de Josné, y también perlodo donde la palabra io11~ se
dujo dla .
A esto el racionalista contesta que Dios incene
scente
en
sólo pudo cansarse y el Sol detenerse en los tiempos
ador
que hablaba la burra de Balaan, que el Pri ncipio Cre
rra y
no ha descansado aún, porque todavía siguen la Tie
más
los mundos su len to proceso de form ación; que no
¡quien sabe! cambiarA la Tierra de Ecuador, como diz
que
res !1.
ya lo hizo, ni surgirán cordilleras del seno de los ma
vios
impulsos del fuego interno, por tanto no hab rá dilu
terre·
aunque al otros cataclismos geológicos, volcanes y
glo"
motos que escasearan á medida que se pe1-feccione el
y
bo: que si de veras el Ser Omnisciente, Omnipresente
lo hi·
Omnipresciente quiso destruir su propia obra, hoy
ndo
ciera con más razón y facilidad : rnzón porque el mu
li-
se hace má s aurófilo que teó61o y sobran Sodomas; faci
de la
dad porque hemos descubierto que en proporción
aolo
altura se enrarece el ail·e, y que los ac~uautas (dlg
nce
Coxwell y Tissandier) no necesitaron alzarse á qui
do
codos sobre los Himalayas par a morir de asfixia, sien
do
así que del aire debió formarse tanta agua, no bastan
las habidas ni vinien do de otro planeta.
sa,
El ortodoxo dir á que el esplritu se cansa y descan
a. la
supuesto que cuando dormimos es realmente el alm
fun-
que duerme y no el cuerpo, el cual prosigue en sus
iento
ciones de digestión, circulación, secreciones, movim
s1stole diástole del corazón, etc.
ese
Y yo diré que no hablo de h l caneancio sino de
pués
cuasi inicio de dolor, eea laxitud de los órganos des
ios
de un trabajo rudo, cuando piden reposo; y pues los sab
á la
sólo sofisticamente resolverían la cuestión, pasaremos
segunda que no nos parece más asequiblt1.
¿f'orqué envejecemos? Si es dert{) y no cabe duda que

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78 Hii>TORIA DE UN MUERTO
lo cij, que nos renovamos iacesantemente, si permutamos,
viejos y niños, nuestros elementos ¿como e3 que estos van
perdiendo paula tina é insensiblemente la virilidad y la
fuerza vital? ¿Porqué ese terrible meme nto suspendido
siempre sobre la cabeza de los vivos?
Es un misterio, y como tallo dejaremos conti nuar.
Aunq ue el argumento de este libro sea lo que se hace
de la mater ia huma na despues de la muerte, nos será licito
concluir este capitu lo con dos palabras sobre una cuestión
que no se roza directamente con aquel; pero que no es del
todo inopo rtuna por que guard a relación con los efectos
del calórico, de que venimos hablando: procuramos las
digresiones porque tememos que sin ellas la aride'Z de
esta. ob1a fatigaría.
Todos saben que á mayor latitu d ó cuant o m!!.a se separe
un pals del Ecuad or, más frio es su clima, porque mayor
será la inclinación de los rayos solares: del grado 50 en lo
adela nte ya al N. ya al S., se hielan los rios en invierno
basta hacerse transitables: hay quien su pone que á. pié
enjuto, por el estrecho de Bering pasó la prime r parej a de
asi.l.tico~ que dió o!igen á. la raza ameri cana primitiva.
Calcúlese lo que será. del 80 al 90 (el homb re sólo ha lle·
gado al82) en esas aparta das regiones en que el año consta
de un dla y una noche respectivamente de seis meses.
Pues este calor de los palses intertropicales, haciendo
caso omiso de multi tud de escepciones que escepciones no
quita n regla, es causa de que en ellos el desarrollo sea más
exuberante, que la natur aleza se agote más pronto y por
consiguiente que se viva ménos que en los paises templa·
dos: as! lo supon en muchos como tamb ien que el exceeo
de frío hace la constHución raqul tica y vida breve de los
esquimales, samoyedas y otros de las regiones hiper·
bóreas.
Hé aqui la explicación que me doy de este hecho:
La vida, ya lo hemos dicho, es la série de asimilaciones
y deeasimilaciones que median entre el nacimiento y la

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En T.iRIA DE UN MUERTO í9
muerte. Cada sér orgánico antes de f<lnecer, tiene que de·
sempeñar un determinado número de esas funciones, nú·
mero que alterarA por la robustez con que nazca, solidez
con que se nutra, ah-e más ó ménos puro que respire y
otras causas indefinibles; pero el calor uniendo su acción
las desempeña en climas cálidos con mh prontitud, tras
haberlas empezado con mayor precocidad, de modo que
un jóven tropical, digamos un ,¡cío de 20 años, habrá de·
sempeñado las de un eterocio á los '25 y por lo tanto en
menos tiempo llegará al prefijo término de la série que le
corresponde, como llega primero á la meta el que más
cone. No veo otra razón para longevos y oligócronos.
-Pue de ser, me dijo una voz; pero yo conozco otra. hi
pótesis más cercana á la verdad.
-Sup ongo, contesté á. mi escribiente, el Sr. Efebacbe,
que tendril V d. razones sólidas para probarlo.
-Lo probaré con SUb propias palabras.
Dijo y tomando un libro de la mesa (Calcañotipos, 1·etm·
tos á la plw11a., etc. publicada en 1861) comenzó A hojear
hasta el Calca.'ñotipo 9.o de que leyó un largo trozo, y aña·
dió:
-Ya ve Vti. por sus propios cuadros de cuan fácil acce·
so es, por desgracia, para la juventud el antro del vicio;
cuan abiertas sus puertas, cuan resbaloso el camino que á
él conduce, úna Vd, á eso no muy sólidos principios, y
ponga en cuenta el f:rvor de nuest ra sangre tropical ....,
-¿Y vendríamos á parar....?
-En que no es el calor tropical sino los vicios · tropica·
les lo que acorta la existencia. .El hombre como los demás
animales debe viár unas siete veces el tiempo que tarda
en desarrollarse, pero la dul·ación de la vida, como el di·
nero esta en proporción de la. cantidad que ss gasta. Nos
hacemos hombres antes de tiempo, forzando á veces lo
natural, y si empezamos antes de los 18 años ¿como no
habremos gastado el capital vital antes de los 50? Quien
bebe ante3 de tener sed, quien come sin tener hambre,

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' 80 HISTúRIA DE U~ MUERTO
suscitllndo el deseo para proporcionarse un deleite prema-
turo, pronto matará el apetito, porque jamás impunemente
se contradice á. la naturaleza: y ¡ayl de aquel en quien la
facultad muere antes que la voluntad: suicida inconscien-
te, se tragó de un sorbo todas las dulzuras de su copa; le
quedan las amarguras de una vejez, miserable y enfer-
miza.
La virilidad se conserva, la vida se alarga con hábitos
sobrios y arreglados en la prim~tra edad, porque la.vida de
hoy es .precedente necesario de la vida de mañana, y tanto
más será esta próspera y tranquila cuanto más haya sido
aquella pacifica y exenta de pasiones tumultuosas. La vida
del campo siempre fué máa metódica, y por eso en los
tiempos patriarcales eran comunes los ancianos de más de
150 años; aun cuando haya habido error de cálculo en esos
969 años de Matusalem, en los 930 que vi vio Adam ó los
950 de Noé, aun cuando fueran meses, siempre resulta que
viv eron mucho, y fué porque en sus sencillos hábitos no
entraban el transnochar, ni excesos genésicos, ni el abuso
de los licores que aniquilan el vigor.
El Thomas Parkins de Inglaterra, el Pecho Czarton de
Hungría, Juan Robin, Fontanelle, Chevreul, nos prueban
que los longevos son indistintamente de todos los paises,
porque la salud consiste en la posibilidad de ejercitar en
toda la plenitud posible las facultades con quo nos dote la
natul'aleza, y donde quiera puede sostenerse el equilibrio
de los órgano3 de que procede esa posibilidad.
Vivir joven como viejo para llegar á viejo como jóven.
No habrá novedad en estas ideas ¿que importa si son bue
nas? Repit.amos las cosas cien veces para que nos oigan
uun, decia Santo Tomás. Esto se sabe desde Moisés, y en
prueba y á. trueque de parecer pedante echaré mi párrafo
en latin, puesto que viene al caso.
Honora patrem tu u m et matrero tuam ut fit longevus
super terram quam Dominus, Deus tuus, dabit tibi (Honra
~ tu padre y á tu madre para que tus ellas sean largos ~o·

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Ep i-.. d.lo \ra glc o·q \llm lco

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..

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·--
HI~TORJA DE UN MUERTO s1
bre la tierra) lo que con más brevedad hemos dicho. !ion-
m?· 11ad?·e y ?lutd?·e.
En otro tiempo nos hubiéramos apresurado á 110 traducir
estas palabras: hubiera sido un insulto para el lector supo·
ner que las ignoraba; son del Dacálogol pero hoy que por
desgracia no se estudia más latín que el que pide el pro-
grama, bueno sera dar la versión.
Pero no basta traducir, es preciso saber interpretar.
Creerán algunos que honrar padre y madre es sólo ser con
ellos respetuosos y solicitas, descubrirse en su presencia,
brindarles el ariento: no! la segunda frase de la sentencia
nos dice que honrar padre y madre es acatar y obedecer
sus mandatos y preceptos, imitar sus virtudes, no tener que
ocultar .ui de que sonrojar al presentarse á. ellos, y si la
practica de las virtudes de que nos den ejemplo ó nos den
consejo, es base de nuestra conducta, gozarémos sulud y
viviremos largos años sobre la tierra..
cOhl jóvenes Rmables, que en vuestros tiernos años• os
entregais á excesos malos en toda edad y má.s cuando vuea·
tra verde naturaleza no está prepar¡¡.da, si quereis evitar
una vejez prematurs, que la sobriedad, la continencia sean
idolos inviolables. Huid las malas compañins y sobre todo
los malos libros: «dime con quien andas y te diré quien
eres•, á. lo que yo a.grego: dime que libros lees y te diré Jo
que piensa<>, y te diré ei emprendes la buena ó la mala
senda, y te diré si los principios perniciosos que germinan
en tu alma, ahogan ya, como la cizaña al trigo, los gérme-
ne.~ salndabl~s que al!! sembró la mano cuidadosa de tus
padres. Oh! jóvenes, quizá demnsiaño amable~<, sed limpios,
más en ct\tis qne en ropa, más en ropa interior qne en
esterior; y sobre todo sed limpios de alma.: qne la máxima
ltonra.1· pad1·e y madre sea base no sólo de vuestra moral sino
tambien de vuestra higiene.' Pero si el falso oropel de los
vicios os sednce y vence y hace arrugar vuestra frente y
encanecer vuestra cabeza, no trateis de excusar vuestras
6
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&2 HISTORIA DE UN ~I UERTO

prematuras canas con el rigor del clima; que no necesitan


riguroso clima laR chinos fumadores de opio para morir
ancianos de 25 años.•
Y no hay que olvidar el más allá, fanal que debemos
mirar siempre en la borrasca de la existencia: no olvide·
mos que los que irradian luz en vida brillan en la tumba
y no concluye todo paxa ellos en seis pies de tierra; procu·
remos que nuestra vida postmortem, la vida en la memoria
sea más larga. que la ef!mera vida real: teniendo enten-
dido que para lograr eso, para dejar una estela lumi-
nosa de nuestro tra.n&ito vit<al, no necesitamos ser papas
ni prfncipes, Sénecas, ni Sócrates, nos basta. ser vir-
tuosos.
Hasta. aqul habló Efehacbe; y yo, abundando en sus
ideas, determiné..... poner con ellas punto final á este
capitulo.

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IX

El gas omnígeno

El primer cuerpo que se desprende del cadá.ver humano


ó de cualqÚier otro animal ó materia put1escible en vías
de descomposición es el hidrógeno en sus múltiples com· •
binaciones. Tratemos, pues, de darlo á conocer antes que á
ninguno otro de nuestros componentes: sus tres colegas y
perennes colaboradores (ázoe, oxigeno yacido carbónico)
le superan acaso eu cantidad, no en calidad. La Física
cada día avalora y enaltece más y más sus merecimientos
y prerogativas.
¡Oh! ¡la Física! me ocurre, que debe ser una ciencia odio-
sa para los amantes del mundo f¡¡ntástico, de aquel ot·ro
mtmdo en que ta.n patéticas escenas fingió la imaginación
romántica de la Edad Media. ¿Recuerda el lector aquellos
fantasmas y apm·iciones, aquellas almas en pena y aque-
llas luces del otro mundo que nos honodzaban en la ni·
ñez, y que se llamaban en lenguaje vulgar cosa mala?
En esa casa hay cosa mala.: esto queríR· decir: esa casa

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moTORIA DE EN MUERTO

está frecuentada por duendes y no debe ser habitada por


vivos.
Pero la Física se ha metido á explicarlo todo, y ante
la 'E!ficacia de sus explicaciones los fantasmas y aparicio·
nes huyeron ó se convirtieron en humo.
La civilización ha. sido 111 tumba de los duendes, las
maravillas y los milagros; hoy lo maravilloso ·e s lo no ex·
plicado; muy raras veces lo no explicable. ¿A dónde fué
toda aquella lúgubre poesla io~pirada por una bola de
fuego que parecía surcar el firmamento, aquel t~rror mis·
tico que causabll. un alma en pens, una loz sepulcral, apa·
reciendo en un cementerio?
La FJsica explicó las cosas malas y a veces descubrió que
eran... coeas peores: la Fl~:ica explicó las almas en pena
de hombres que fueron buenos, y !na convirtió en artificio
de hombres que fueron malos.
La Flsioa. vió los mirajes árabes, cm1a de tantos fantas·
mas, y los convirtió en simples efectos de espejismo: se
apoderó de los fuegos fátuos, antes terror de la ignorancia,
y los explicó, esto es, los hizo simples efectos de combus·
tión espont~nea .
¿Visteis esos fulgores m6teóricos que, rápidos ó len toe,
cruzan á. veces el espacio dejandc en pos de si un largo
rastro luminoso? ¿Serán mensajeros de la Divinidad que
van de un mundo á otro uundo? ¿serán misterios présa·
gos do los bucesos venideros ... ? serán ... 1ahl no, ya la Fl.$i·
ca los tomó de su cuent-a y txplicó que eran ... una Eimple
aglomero.c·ión de gas inflamable.
¿Y aquellas otras allá. que la distancia hace tan peque·
ñitae, exhalAciones que dice el vulgo no serán ...? Nada
de í~tntaslas: son bólidos que atrnidos acaso a nuestro pla·
neta se convertirán en aereolitos.
Qne aparezca un hombre con alas volando como uu pá·
jaro. SerA asombro del universo, mientras no caiga en roa·
nos de los fisicoe; pero llegarán éstos al fin, le aplicarán su

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HlllTJR IA DE U.S mJru\T O

termómetro, su pila de Voltn, sus teorías, y ... le cortará n


las alas, esto es, lo exjJlicarán,
Por eso digo que la Fisica, esa ci mcia atrevid a cuand o
quiere quemar á Sodom a y Gomo rra sin la intervención
divina, grandi osa euando nos dá la formación d~l iris y de
los ríos, sublim e cuand o compone la brújula, ilumin a la
noche ó arreba ta el rayo de las nubes ... esa citmcia, que
dando la mano á la Química, se pasea tliuufa nte por el
mundo y el espacio, salvando precipicios, quitan do valla·
dares, apagan do luces del otro mundo , ahuye ntando las
visiones, y ... axplicando, la Física, repito, debe ser detesta·
bl1:1 para los que como Hoffm ann, Luly y Gocte amaro n el
mundo visionario.
Porqu e a11te las explicaciones de la Flsica sus historias
ingeniosas han pasado á. ser cuento s de chiquillos, y boy
cuand o vemos algo que no compr endem os (porque ya no
puede decirse sobre·natura l) lo primer o que pensamos, es:
- • Ya la Física te explic ará».
Hé aquí como la Fisica y la Qtllmica dieron su impor ·
tancia capita l al hidrógeno. Este fluido que, asociado al
ázoe dá el amoniaco, combi nado al carbono nos alumb ra y
en conjun ción con el oxigeno forma el agua, de donde su
nombre, es un gas catorce veces · mll.s ligero que el aire, y
por eso con siete veces y media más rapide~ pudo Gay-
Lussac en 180i elevarse sobre París hasta 7016 metros y
Biot á 10,000, que Pilatre de Rossiers, en 1778, á sólo (;00
con su moogolfiera de aire rarificado.
Puro el hidrógeno es inodoro: el mal olor consiste en
mínim a dosis de aceite que se le puede separa r por la po·
tasa~ en la putrefa cción del cadáve r se mezcla al carbono,
ácido acético, amoni aco y arrastr a partícu las orgánicas in·
visibles.
No es á propósito para la respiración: recordarase que
estuvo á punto de morir el bravo filósofo que lo sustitu yó
al oxigeno, sólo para estudi ar sus cualidades.
Supera bunda : en el mundo y en los mundo: : en la fvtós-

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HISTORIA DE UN MUERTO

fera del eol €l espectróscopo lo revela pre5ente: allí, ele-


mento neceeario á la perpétua incand~scencia, el mismo
calor le veda combinarse al oxígeno para formar agua, ni
podrá formarla en treinta y cinco millones de años que di-
cen necesit,a para enfriarse el astro á que debemos el día.
No hemos calculado, ni podriase, la cantidad de hidró-
geno que funciona. en el mundo, y ~ólo sí la de nuestra
economía corpórea; pero sabemos que se presenta en toda
casa y en toda cosa, aún sin ser invitado. Acaso ese cibiO
aztll que todos vemos, DO sea más qne una gran capa de
hidrógeno desprendido de la tierra y superpuesto á la at·
mó¡;fera por causa de su ligereza; y qnien sabe... si, no veo
en ello dificultad; la FJ~ica pretende explicar las nubes
por condensación del vapor del aire; hipóte~is "iPja é im-
probable. Yo prefiero creer que se combinan, como en
el laboratorio, los dos gases que forman el agua, y luego
por otra causa invieible y tal vez eléct.rica se separan. La
evaporación, dice la FJsica, consiste en desprendimiento
de globulitos imperceptibles... no, la evaporación es el
acto por el cual el agua emite sue dos gases, uno que se
eleva y el otro que se mezcla al aire. Hay que estudiar fsta
teoria, ó fantasía que acaso nos lleve á la verdad.
Arde el hidrógeno con llama azulosa y de poco brillo.
Ca>endisb, que lo dió á conocer, lo llamó por eso aire in-
flamable; en el del alumbrado (carburo de hidrógeno) son
las partículas sólidas ds carbón lo que abrillanta la llama,
que ésta tanto más brilla cuanto más part.iculas microscó-
picas cont-enga. Su combusti&n al aire dá una temperatu-
ra de 1789 grados, superior en 189 á la del hierro en fu·
sión.
Como sucede con el carbono, nunca falta el hidrógeno
en sust-ancias organizadas las que pueden carecer, casos
muy raros, de oxigeno y ázoe: en 72 kilos (peso medio del
cuerpo humano SPgt'ln Lancéster) entra el hidrógeno por
~iete; p•ro fll agua (protóxido da hidrógeno) t>ntra por 55.
Con razón dice Berzelius que las ~¡, de nuestro sér ea

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HISTOIIIA DE UN MUERTO 87
agua, como que hay 78 o/O en sangre, 97 en carne, 77'/•
en orina, 99 en saliva y dudor, 73 en materiaa fecales, 92
en linfa, 69 en albúmina, 80 en ~inovia, 94•90 en jugos
gástricos, paucrf'ático, bilie, por donde vemos que el ele·
mento con que Thales suponía creado el mundo, es el que
más abunda en nuestra personalidad.
Y formando el hidrógeno parte del agua, ya se com·
prende cuanto debe abundar en el cuerpo animal y cuan·
to su presencia se reproduce en la Natura!e'¿a, por es~o y
porque su peso es divisor exacto del de los demás cuerpos,
se fijó en él la atención de los sabios para ver si seria esen·
cia de todos los demás, es decir, materia primera y única
productora de las otrae, suponiendo que los cuerpos, pro·
cadentes todos de un solo simple, adoptan sus diferencias
por la agrupación de sus moléculas, lo que dá variedad de
peso, olor, color, calor, fuerza de cohesión, etc.
Meditese un momento sobre esta singular teorla. ó esta
teoría del singular que hoy toma cuerpo, y que se atribn·
ye é. Newtón, bien que ni en tiempos de Newtón era nue·
va, pues ya para Anaximenes el aire era sust.ancia única
que, condensada y sólida, es agua, tierra, montes, astros, y
dilatada se convierte en éter, fuego, luz, etc. ¡Una sustan·
cia única de que se sirvió el Creador para formar los mun·
dos! El corcho y esta hoja de papel, la pluma de ave y la
de acero con que escribo, el vidrio en que bebo y lo que
bebo, el algodón y la tinta, mi sangre y el pergamino que
forra este tomo, el astrónomo y sus instrumentos, el des·
cubribor y lo que descubre, el hierro y el humo, el aire y
el plomo, una llama y un gusano de seda, la purpurina
rosa y el estiércol, todo derivado de ese mono·geno, de ese
cuerpo que todo lo reduce á mouo, esto es, á uno, y al que
también pudiéramos llamar onmtgeuo, puesto que lo enjen·
dra todo. Verdad es que bay compuestos cuya sola dife·
rencia está en la agrupación de sus átomos: difieren, por
ejemplo, las eales formiato de ctila y acetato de metila,
aunque son carbono, oxigeno é hidrógeno; ni hay entre

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88 meTOR IA DE UN ilfUER'rO

urea y cianato de amoniaco más diferencia que la cohe·


sión de moléculas; como uno son el diama nte y el caibO·
no, uno son el agua, nieve, vapor y hielo, cuatro cosas
distint as y un solo cuerpo verdad ero.
,Hidró geno y no más que hidrógeno en el inmen so Cos-
mos! E <oS mundo s alcansables á nuestr a pupila ó á nues-
tra inteligencia Venus, J úpitel", Saturn o, sol, estrellas, esos
puntos caei invisibles que brillan en las profun didade s del
firmam ento, y el éter, Jos cometas, constela.cione s, nebulo-
sas, son modificaciones infinit a!, que, aunqu e proced entes
de un solo cuerpo, no contra dicen el principio: per tropo
varill.l" nattua ó bella. Y, siu embar go, al contem plar ese
cadáve r que ahora tengo delante, la duda me asalta, y me
pregun to: ¿Es posible que tantos compo nentes y tantos
compuestos, tanta lucha y tanto fenóm eno, sean diversas
manifestaciones de uu solo y mismo cuerpo?
Y yo que todaví a no soy cadáve r, yo siento en mi una
vida intelec tual que sufre y goza, siento en mi un alma
que piensa y aspira; ¿será todo eso hidróg eno unido á
hidrógeno y nada más que hidrógeno?
¿Se me dirá que la Provid encia no necesitó de setenta
elementos, si con uno bastaba? ¿Pero qué necesidad, pre·
gunto, tenia de no usar más que un cuerpo simple ?
fÜb, señore s quimicosl dadno s siquier a dos. Poco ten·
dréis que desembolsar para eso. Y en todo caso, si el ave
y la roca, el agua y el hierro, el humo y el plomo , no son
más que modalillades de la materi a siemp re una, preciso es
conven ir que corren , pese á Jos materi alistas obceca dos,
corren á cumpl ir un destino que nuestra ignora ncia no
percibe.
¿Por qu é es el hidrógeno el primer o ó uno de Jos prime-
ros que se despre nden de las sustan cias orgánicas en des·
composición? Sin duda es por su ligereza ó su fuerza de
afinidad y esas .mismo s cualidades hacen que nunca se
despre nda ptlro del cuerpo exánim e; viene en intimo con-
sorcio con el a11ufre , el fósforo, el carbono, forman do sul·

..
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HICTORIA DE UN AIUERT()

fmos, fosfnros, cnrbmos y otros uros, cuyo primer efecto


es atacar el sentido del olfato, como medio ingenioso de
que se vale la Naturaleza para revelarnos la. proximidad
de su~tancins que saturando la atmósfera de impurezas
pudieran alterar nu~stra salud; pues bien sabido es que el
olor consiste en miasmas que se desprenden de la sustan·
cia odorHero. y flotan en el aire, hasta que atraídos por la
respiración vienen á ser alhngo ó tormento de nuestra ol·
fato.
Esos uros (los cuerpos de esta terminación son, en la.
momenclatura, reéultant~s de la combinación de un me·
taloide con ot.ro ó con un metal, siendo el negativo el que
lleva dicha terminación: los aios ó itoa son salea ó coro·
puestos de ácidos con óxidos metálicos) esos 11ros que em·
piezan á brotar con pródiga efusión antes del cuarto perlo·
do que los químicos1Jaman el de la cvolucüm gaseosa, lo
que puede en casos durar hasta tres semanas, nunca de
llevar dejan otras impurezas orgánicas (si impurezas pue-
den llamarse cuando se está en el mundo químico); de no
ser así por momentos sucediera que sus propias exhala·
ciones envolviera.n al cuerpo en un fulgor aznloso, el mis·
mo que más de un curioso habrá observado en campos de
Armenia. y de Palestina, ó en lucha sorprendente con las
aguas de algún lago de Oh!o. Es~ hidrógeno sulfurado, ese
mismo que perfuma los huevos hueros, y es causa aLiciente
de la fetidez orgánica, brota de las entrañaw de la tierra.
en localidades volcAnicas, especialmente en el lago de
Aguaro y solfatara de Puzzolo, Italia; se desprende de las:
perforaciones para pozos artesianos en terrenos de marga,.
de los depósitos de aguas sucias, muladares, cieno de pan-
tanos, aguas del mar estancadllS, y aún dulces en la iner-
cia, en ó sin contacto con el aire, siendo causa de la insa·
lubridad de ciertllS comarcas vecinas de marismas y cié"
nag~; en fin, ea producto constante de lugares donde hay
sulfuros metálicos, y de la putrefacción de sustancias or·
gánicas que contienen azufre ó sulfuros.

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90 HISTO RIA DE UN MUERTO

¿No visteis alguna vez de las inertes aguas de un pan·


tano ó de cenagosa laguna brotar una burbu ja aeriforme,
que sube del fondo !!.la superficie, formando á veces una
vesícula semejante á uua pompilla d~ jabon, y que luego
estalla y desaparece sin ruido? Pues alerta! que eso no es
aire; ya la Fisica explicó; es ese hidrógeno deletéreo que
respirado mata ó enferma y en baños y en diversa propor-
ción cura ó alivia. El azufre de los cuerpos orgánicos se
transtorma en ese hidrosulfuro, el cual existe en cortls ima
dosis en el aire, tan corta que :10 alcanza á perJudicarnos.
A él ee atribuye el azufre de ciertas plant&!, sisimbrio,
berro, mostaza y otras que crecen en terrenos desprovistos
de ar.ufre ó sulfatos. Traidor y mortlfdro, si es causa pri·
mera y principal, aunque no única del fétido olor que
emite n los organismos en descomposición, perece no sólo
quien lo S;SPire, sino tambien, según Chaussier y Nyston,
quien se envuelva en su atmósfera.
El fodor ado acaso no sea tan abundante; pero si de
cualidades más raras, como que entre otras tiene la muy
singular de inflamaree espontáneamente. Si el fósforo tie·
ne olor aliáceo y al hidrógeno acompaña el de huevos hue.
ros, calculese lo que será para el olfato la mezcla de ambos:
los qulmicos buscando un término de comparación, fueron
á dar con el bacalao corrompido, en el que, de paso sea
dicho, tamb ien esté. presente el fosfuro.
Enjen drado r de fuegos ft1tuos y de almas e11 pe11a; su
exqui sita ignescencia ha dado lugar á funestos episo·
dios. He aqui uno, asaz lúgubre, que tomamos de la novela
El castillo misterioso. Una mujer es asesinada y su cadll.·
ver, metido en una ca.ja que fuera casualidad 6 intención,
cerraba herméticamente, es ocultado en un sótano. Algún
tiempo desp11ee, un hombre (hijo de aquella mujer) en
busca de un testamento que se decia all1 escondido, entra
de noche en el sótano, encuentra. la caja y fuerza la tapa;
brotan los efluvios inflamables del putrefacto cadaver, y al
ponerse en contacto con la bujfa., se incendian, y producen

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IDS TOR IA DE UN MU!ilf>TO
91
gan la. luz de·
inm ensa llamarad~, cuy as osciiiiCiones apa
lo qu e ten ia
jan do al ho mb re á oscuras y sin sab er
del anl e. (V. nu est ra lám ina Episodio trágico
-qnlmico.)
fre cue nte se
Sábese que los cuerpos en qu e má s ft~cil y
s que con tie·
produce la. com bus tió n espontilnea. son aquello
algodón, bul las
neo hidrógeno en abu nd anc ia, como heno,
bro tan de casi
recien extraídas: los dos hitlros mencionados
en tan to espa-
toda fermentación orgánica y justifica qu e
cio nos ocupemos de ellos.
el agu a un
El hidrógeno se obt ien e pro yec tan do en
): par a areós·
compuesto de fósforo y cal (fosfuro de calcio
ndo el agu a po r
tatos y otros usos se obtenla. d~scomponie
zin c en grana-
el ácido sul fúrico en presencia. del hie rre ó
re al hidrógeno
llas que se apodera del oxigeno, dej and o lib
hoc. Ra ro será
el cua l pas a al globo ó :1. un recipiente ad
to ese experi·
el hom bre de nuestros días qu e no hay a vis
ment~.
del agu a. Ese
Obt\\volo Lavoisier, po r la descomposición
par a ter mi nar
faé un o de los h éroes del gas monógeno, y
do de hon or
est e cap itu lo queremo9 consagrarle un recuer
y un a lágrima, por que ese no mb re como
el de Só crates,
nos tra e á la
como el de Arq ulm ides, como el de Ciceron,
a rar as, qu e
me mo ria un a de esa s catástrofes, por for tun
nto nos hacen
nu bla n de tristeza el corazón y un mo me
ecie.
pon er en du da la. excelencia de nu est ra esp
hon rab a la
Fig ú¡·ese el lector una tur ba frenética qu e des
, qu e falseaba
má s gra nde y necesaria de las revoluciones
e convertla la
un pri nci pio san to á fuerza de exagerarlo, qu
o de las pasio-
lib ert ad en libertinage, figúrese el desenfren
las venganzas
nes ma s odiosas, la envidia, la ambición,
la ana rqu la, y
personales, exc ita das por la im pu nid ad y
io qu e no hizo
todavla. no se dar á cue nta de como un sáb
o ser llevado á
sin o beneficios á sus contemporáneos pud
un cadalso.
o conocer el
El probó la compo~ición del agua, él hiz
7, él con est e
hidrógeno, ya deecubierto por Boyle en 166

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!12 HI.>TORIA DE U.li MUERTO

gas alumbró la noche con luz igual á la del día, él enrique-


ció h Quimica con sus descubrimientos y la gloria de
su patria con un nombre ilustre; sin embargo, el 8 de
Mayo del 1794 su cabeza rodó bajo l!i. cuchilla de la gui-
llotina.

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X

Oxíg eno

Saturado de hidrógeno en dems.sía habrá encontrado el •


lector el capitulo precedente; més ¿cómo esperar otra cosa
sino gases infectoR cuando se analiza un cadaver? En el
presente predominará. el oxigeno tanto como predomina
en el agua, en el aire y en la naturaleza, pues no creemos
que haya gas más intruso que el enge11drador d,e óxido.
Con todo, si hemos de hablar con propiedad química,
predomi11a es un lapsus plumre, que corregiremos en otra
edición, pues si en el airo entr a por '/• y en el agua por
'/• ni en uno ni en otro predomina sino está presente ¿y
donde no? Es el ser omnipresente, y sólo su peso fué cau-
sa de que no se le escogiera pnt·a la sing ular teoria del
cuerpo omo igeno.
Por e6to ocurrira á cualquiera preguntar, si Homero hu·
hiera conocido el oxfgeno ¿qué hubiera hecho de este gas,
él que to~o lo metaforizaba, todo lo pereonificaba é inven·
taba dioses á su arbitrio?
Ahí teneis en s~: Diada á un Aquiles que quiere pasar

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91 HISLORlA DE UN MUERTO

PI Simois. El anciano dios del rio se le presenta airado y


le dice:
-'remerariol ¿cómo te atreves a atropellar mis do·
minios?
Aquiles responde:
-Los des.tinos me ordenan pasar y de pasar tendré.
-¡Que no pasarás.... !
El hijo de Peleo entonces, con una vo¡¡ de trueno, que
hace estremecer los montes y los ·valles, esclama:
-Abrid paso ó por sobre vos pasaré!
Y luchan .... ! lucha épica; digna del punzón ó stylum
del ciego de Chio; hasta que el fogoso andaluz, digo, no,
el irascible heleno, resguardando su talón vulnerable,
echa una zancadilla, y da en tierra con su inmortal anta·
gonista. Al estruendo de su caida retemblaron los montes,
se estremeció el espacio etc.
Ya comprende el lector que todo esto no es más que
una alegoría, en que el poeta presenta á su héroe luchando
contra las ondas del río, ó venciendo dificultades para
vadearlo. Porque en lo antfguo parece que las metáforas,
hipérbole~, alegoria.s y parábolas ll01'ian: vagaban por el
aire y caían sobre la piedra, pergamino ó papyrus en que
se rayaban versos.
Por eso nos lega la antigüedad siete días parabólicos ó
mal traducidos, una manzana·metáfora y una ·paloma
alegórica.
Y por eso repito, ¿que hubiera hecho el <Príncipe de los
poetas• con el omnipresente ox!geco? Acaso en vez de su
Júpit-er nos hubiera creado un Oxígeno Tonante, un dios
Teógeno, rey y padre de los dioses. Y por ende algun filó·
sofo posterior lo hubiera elegido para fabricar su mundo,
que Thales confeccionaba con agua, Pherecides con tierra,
Ana xímenes con aire, Hipon con e! fuego, Zenon con los
cuatro elementos, y Aristóteles con estos y uno mas el
éter.
Peor aun: quizás algún bnecador de hipótesis de la época

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Blf>TORU DE UN MUERTO 95
de Lulio nos hubiera salido con que... ¡En el oxigeno, ahi
está ela lmal
De todo lo cual nos hemos librado porque este gas tuvo
la prudencia de no darse á conocer hasta. la. penúltima
décnda del siglo pasado en que Priestley nos Jo reveló.
Re aqul su flsico: incoloro, insaboro é inodoro; apto
para la combustión; dentro de él una mecha en ignición
llamea con luz vivlsima: y un tiempo se creyó que la llama.
no era más que o:¡¡lgeno en incandescencia: en loq laborato ·
rios se le extrae del clorato de potasa y del bióxido de
manganeso, con mas facilidad y menos peligro del prime·
ro que del SE'gundo. A este se debió la cat9strofe que desde
hace tres años Matanzas aun deplora, y que es argumento
de nuestra lámina titulada: 7'ravesuras clel oxlge11o. 'l'res víc-
timas que hicieran odiar la Qulmica., si la3 ciencias fneran
responsables de lo que nuestra inexperienci a acarrea.
El oxigeno por si es el más inofensivo de los gases,
benefactor incansable, como alimento de nuestra. sangre y
sostén de nuestra vida, sus ueos y asociaciones pedirían
un volúmen: con el hidrógeno forma agua; en cualquier
laboratorio se hace el curioso experimento de combinar
los dos gi1.Ses por medio de la chispa elérJ,rica, lo que pro·
duce fllerte detonación, y esto noa hace pensar que horren·
do estampido debió ser aquel (para los que toman al pié
de la letra las parábolas del Génesi~). cuando la naturaleza
uniendo todo el oxigeno á todo el hidrógeno del mundo,
hizo llover 4.0 dias y 40 nocbPs, y produjo agua para cu-
brir la tierra quince codos sobre el Chamalari y Duwala·
giri que eran las montanas más altas de aquellos dias como
hoy lo es con sus nueve kilómetros el Gaurisankar.
Y téngase en cuenta que ese diluvio de la Biblia, que la
cienci!L llama de Moisés ó del Asia, no fné invención ni
alegor1a y sólo hubo error en el orlgt>n y aplicación qne le
atribuye el legi81ador heb1·eo. La quinta de las g randes
convulsiones geológicas que sin duda alcanzó la época del
hombre, coincide en muchos puntos con la narración he·

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96 Hl<>TORIA DE UN liiOEBTO

braica y con la tradici ón de todos los pueblos; y se supon e


causad a por el alzamiento de Jo. cordill era Curdistánioo..
Había. entonc es más agua que hoy, por tanto menos oxi·
geno libre, pero aquell as que cubrla n toda la tierra y sobre
las cuales «flotaba el espírit u de Dios• se han disuelto ó
solidificado en parte, y contin úan aun solidificándose en
mengu a de los mares, que acaso algún dio. se conver tirán
en simple s canales como pensam os del planet a Marte.
En el aire más impur o hay siemp re oxigeno, y consta
que sin los medios natura les de purific ar la atmóefera
(Duma s lo dicP) todaví a habría oxigeno pal'a 80:000 año~,
y sólo en 10,000 empezs.rlase á notat la diferencia. ¿Nos
faltará algún dia? no es probab le: como cuerpo no com-
puesto, y por tanto indescomponible, su cantid ad en el
cosmcs fué siemp re igual: pro·a natura , como para el hom-
bre es más fácil destru ir que 1·ecoustruir, y reactivos enér·
gicos tiene aquella, ejemplos la potasa cáustica, el sulfúrico
y t-antos otros podernóos disolvent~s, para obligar A los
consum idores a devolver el oxígeno consumido.
Veinte y tres oxigeno y setent a y tres nitrógeno, ahí
teneis la fórmu la dol aire. Siendo el segund o más ligero
nada extrañ o Eerá que el primer o pueda ser más pesado.
- Y cómo es que no se cae? me pregm ltabn una vez un
chiqnit.in.
Esta iuocen tada de mome nto me hizo reir, y luego me
hizo medita r ¿por qué si el vino es más ligero que el agua
.no se va A la Fuperficie y esta al fondo? ¿porque oxigeno
y az'.le que difieren en peso no forma n dos capas, una del
primer o ttdheri da !t la tiena, otra del segund o superp uesta
á aquella?
Es preciso compr ender lo que son en Quími ca la ml'zcla
y la combinación. Son las dos agrupa ción de partículas ó
átomos, pero en el prime r caso estltn sólo unida~ en el se·
gundo ligadas qulmic ament e; es decir, que en estala ima.·
ginación no concibe átomo que no cont~nga los dos ele-
ment{)S; estos, por decirlo así, han neutralizado sus propia·

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IDST uRIA DE UN MOERTO 97
dade s para dar orígen á un nuevo cuerpo que no se asem e-
ja á uno ni á otro; mien tras en la mezcla las propiedades
qued an las mismas: el agua y el azúcar, el café y la leche,
el aceite y el vinagre form an mezcla: unid cloro y sodio y
obte ndre is combinación; unid J>Olvos de cascarilla con de
hari na y obte ndreis mezcla. Tan to en una como en otra
los Atomos se atra en mut uamente , aunq ue en una imp ere
men os que en la otra la. nfinidnd; y he aquí porq ue el agua.
en el vino, ni la lech e en el café, ni el oxígeno en el ázoe
se caen, segú n la pintoresca expresión del chiq uitin .
De In mezcla ES más facil que de 11\ com bina ción elimi-
nar u no de los componentes, y por esto sin duda la previ-
sora. natu ralez a constituyó el airfl eu mezcla., pues babi a
de facilitar uno de sus componentes para la respiración de
anim ales y plantas.
El acto de respirar es ingé nito é invo lunt ario; :lUnq ue
no quis iéram os resp irat respirarí amos; los dos órganos
pl"inoipales de que conl!ta c;l apar ato respiratorio ~ou un
tubo el eeófago, y un fuelle, los pulmones: ensa ncha ndo
estos, formamos el vaclo y la colu mna exterroa ''end rá á
ocupnr el luga r. Este ef~cto de pres ión atmosférica, pued e
percibirlo cual quie ra tratl ndo de aspi rar eiu dar entr ada
al a.ire, esto es, cerra ndo la válvula. d el esófago, por medio
de una contracción semt;jant e á la que pone mos en prác-
tica cuan do fiojimos un hipo. Los pulm ones son tejido
finís imo con 40 ó 50 millones de fstóm atss por los que la
sang re no·p uede pas!tr, pero al el aire que la regenera. El
oxigeno puro aspirado produce un exceso de vida. que
cont inua do mat a.
Aun que las observaciones ozonométricas organizadas
por Le Verrier, parecen habe r dem ostra do que realm ente
exis te en el aire el OliOno ú oxigeno electrizado, á cuya au-
sencia se dió en atrib uir las epidemias, no nos dete ndre -
mos á habl ar de este parti cula r que tanto dió que hace r y
que dise rtar alli por la déca da del 40 al 50. No PS más que
7

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98 Hl8TORIA DE UN MUERTO

una modificación al otrópica del oxigeno, mediante la cual


sin cambiar este su naturaleza, cambia su densidad y pro-
piedades químicas.
Y ahora que conocemos el oxígeno tratemos de aplicar
á nuestro cadáver lo que acabamos de aprender.
Al acercarnos á. él notamos que se nos presenta bajo un
nuevo aspecto: han corrido las veinte y cuatro horas de
reglamento, y es tiempo de llevar y de aislar lo que nos
dejó la muerte. En cada hora pasada nuevas y sucesivas
reacciones, nuevos y variados síntomas de la elaboración
sorda de gases y fermentos, se han ido presentando.
Su color obscurece y quedará al fin negro, en griego
nekros, de donde necro/ogia, historia de muertos. Esa ten·
dencia á. ennegrecer es más pronunciada en ahogados, sin
duda por eso entre mahometanos se llamó muerte negra
(al-maut al abyuacl) á la producida por estrangulación: como
llaman muerte roja (almaut al-altmar) á la que sobreviene
con efusión de sangre, y muerte blanca (a.l-maut al abia<lh)
á la natural y sin violencia.
Al presente nuestro cadáver está rígido, honiblemente
rígido. La rigidez que comienza por los músculos maxila-
res, comunmente á las tres y á veces dos horas de la de-
fnnción consiste en coagnlación por el fdo de grasas,
sinovia ·y sangre, unida á. la contracción de los tendones
que pierden toda sn elasticidad; dura, salvo excepciones
hasta 72 horas; pero en ancianos principia al escapar la
vida y se sostiene sólo un dia ó día y medio: en la asfixia
por carbón se presenta Alas 14 ó 15 horas y dura hasta
una semana en atmósfera fria y seca; siempre relajandose
hacia la septuagésima segnnda hora; pero en ningún caso
esa rigidez que parece petrificar los órganos se opone en
nada Ala espausión de gases y partes blandas y á la co-
piosa emanación con qne ahora el inerte cnerpo impregna
la atmósfera que lo circunda y cubre el suelo sobre que
descansa.
Donde acabó la energía de la carne viva empezó la fe·

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HISTORIA DE UN MUERTO 99
bril actividad de la carne muerta: fluidos y liquides no
teniendo ya misión vital que cumplir quedan esclavos de
la gravedad y de sus a6uidades, y ahi donde ya no hay
vida, en esa boca comprimida y seca que no hablara mas
porque habló ya todas sus palabras, en esos ojos hundidos
y amoratados que no llorarán más porque lloran ahora
todas sus lágrimas, ahi donde el alma se evaporó, donde
se apagó todo sentimiento, donde la circulación,la palpita·
cióu y tantos otros fenómenos de vida cesaron, ahí lama·
teria, tan inconciente ahora como cuando vivía, sigue su
série de calladas funciones, algunas con mas lentitud,
otras con mayor actividad que cuando eran asiento de un
espirito, pero siempre mediando un encadenamiente ine·
ludible y admirabll', siempre mediante armenias que ja·
más se contradicen: armenias, reacciones y comuniones
que á veces nuestros ojos no ven, pero que la ciencia y la
mente con facilidad conciben y que van tornando en feal·
dad repelente lo que era ayer belleza y atractivo. No ya
compasión sino horror comienza á inspirar, ese por quien
tal vez ilcran esposa é hijoe: ya la epidermis imbibida y
descolorid¡¡, sr; separa del cóxion desaparecido; la ferro en·
tacióo que empe~ó en visce1·as y tejido celular subcutAneo
se dilata á todo el cuerpo, las manchas verduzcM que co·
menzaron en la ingle, ennegrecen y cubren todo el vien·
ti:e, ya entra en el cuarto periodo de la vida de cadáver.
Ah! si en el momento en que contemplamos ese armo·
nioso compuesto en proceso de diEOlución, se pregunt-ara
lo que es la muexte, la qulmica responderla. La muerte es
la dilatación por la f~;~.lta de cohesión, es el retoruo á su
ser natural de sustancias inorgánicas de los elementos que
un momento se unieron para formar un cuerpo orgánico.
Segúu Huxley y según las investigaciones de la Acade·
mla francesa, el gas de que tratamos entra en nuestra hu-
manidad por cantidad de 111 libras y 8 onza¡¡, poro á má¡¡
de esta dosis .¡ue funciona en el cadaver, téngase en cuen·
el oxigeno del aire que circunda, el cual desde que la des·

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100 ElSTvRLI. DE UN MUERTO

composición comienza (y esto es desde que ceea la vida


aunque no de un modo perceptible) se une al hidrógeno y
carbono del cuerpo, de modo que este por un doble meca-
nismo del cual la fermentación pútrida es 'principal agen-
te, n u n tiempo emite y absorbe un mismo gas; y este
juego de oxigeno no es de los que menos contribuyen á la.
separación de las partes. ¡Bienhadados el oxigeno é hid¡·ó-
geno, principales factores de tan beneficioso efecto¡ porque
todo cadaver, promotor de ascos y horrores, debe tener
prisa para llegar á esqueleto. Todavía han de pasar mu·
chas horas antes que reducido asu última expr1sión, nos
ofrezca un maniquí á pedir de boca para estudiar osteolo·
gla, pero en el aire vagan ya particules orgánicas de él
desprendidas, sobre el suelo pronto habrá polvo que n él
debera su odgen, y que arrastrado por el viento será tal
vez aspirado por nuestros pulmones.
¡Quién sabe si al respirar un aire empolvado nos habre-
mos absorbido alguna vez una parte del can que ayer vi-
gilaba nuestra. cafa, ó una fracción del amigo que antes
estrechó nuestra mano. Todo puede ser. In pulvere reverto·
ris¡ esto no es metáfora.
El oxigeno ee elemento constitutiYo de la sangre, y la
sangre es ... 'la vida: excepción hecha del quimo, quilo y
fecales de ella proceden las demás sustancias de la econo·
mia anima.}, albuminaicor, hemato~i.ua etc.
La nlbt'tmica que entra por íO en 1000, es quizá lo mAs
diseminado ea el organismo, como que se le ve formando
parte de la clara del huevo, de aquí su nombro, de la bilis,
huesos, carne, quimo, quilo, linfa, hnmor del pericarilio,
el emitido por hidrópicos, sinovia ó humor viscoso de las
articulaciones etc. Sirve parn clarificar vino, cerveza, airo·
pes, porque al coagularse se adhiere los cuerpos extraños
que flotan en aquellos: unidn. {1. la cal da una mezcla dise·
cante muy uswa en los laboratorios.
La hemoglobina, albuminoide , que contiene los cuatro
gases, dosis de hierro y azufre, es factor primordial de la

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HThTORJ,\ LE UN MUERTO 101
hematosis, ó sea, transformaci ón en el pulmon de la san-
gra venosa sin oxigeno en sangre arterial oxigen~da: la
hemato!ina, á la que también se llamó zoohematioa y mAs
tardo hemocroiun y f~noclina, es materia colorante de la
sangre en la que entra por 2, 5 eu 1000, y contiene, abs·
tracción hecb.a de la sustnucia terren, 5l oS carbónico,
factor inelndible, y en lo demt\s los mismoa componente s
de !11. fibrina, siendo demento indispensable en Jos anima·
les do sangro caliente. Es sólida, oscura, inslpida, inodora
insvlnble en el agua, alcohol y eter; puede ser d fslrnida
por el cloro, dando lugar al cloruro de hierro, y la d~scom·
ponen asimismo el calor y el ai.re, dejando uu sesquióxido
de hierro.
Adomáa de su hematosina y albúmina,la sangre (de que
teDOl(tOS 15 quilógramos, la perdida de dos pudiendo oca-
sirmllr 111 mnerte) contiene en 100 partes globulina 13, ~~.
Sll:>tancias grasas, gascosvs, eóiidns y extracti vas 10, y SO·
bret.odo, lajibri11a, sin duda así llam~tda. porque se obtiene
en fibrM, agitando b sangre recien-snlids. de la vP.na y
lln,ando la materia sólida que se separa. Solo entra por 2,50
en 1000 y sin embargo ha sido blanco de multitud de ob·
servnciones: hubo quien la supuso principio vital, esencia.
clulorgnnismo: á poco la hacen residenci~:. dci alma y qué
sé yo c¡ne otras cosas. Aúu más, la circunstanci a de no
haberse encontrado antropófagos en Australia. donde babia
cuadró pedos, y si en Nueva·Zdlandia, que carecía de ellos,
sugirió á algún autor la estrambótica idea de que la antro·
p<>f~tgia no era un vicio de s:Uvagismo, sino un ef,¡cto de
la necesidad: es decir, necesidad de reemplazar cou la fi.
brina de otros animales la que perdíamos de nuestros
cuerpos por las secreciones.
Esto es una paradojo: porque los elementos constitutivos
de la fibrina no están sólo euln. sangre, están en el mundo,
y por divfrSo camino pueden unirse para formarla.
Quien recapite que en algunas tribus de Africa, existió
y aun existe el canibalismo, sin embargo de poseo1· los

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102 HISTORIA DI•: UN MUERTO

mayores cuadrúpedos y quien recuerde que el hombre no


nació necesariament.e omnivoro, ni aun quizá carnivoro,
no nos podrá. negar la razon. Ha habido antropofagia por
hambre, por odio, por asimilarse, ¡creencia estúpida! cnn-
lidades del devorado, hubo 4uienes creyeron que comerse
a sus padres (en el Hibet), era la mejor de las honras fú·
nebres: todo efecto de salvajismo: que los hierosolimita·
nos en su desastroso sitio vieran «madrea comerse á sus
propios hijos,• que en un naufragio 6 caso análogo se pre·
sente el horrible sorteo de una víctima para salvar á los
otros, son hechos eventuales, traídos por la circunstancia;
no implicólll ley justificable sino para los mismos casos,
por que la naturaleza no crea monstruosidades. Dios no ha
orondo sino lo bueno; lo malo es creación humana; felill-
mente c1·eación siempre temporol y destructible. Formado
para fines más grandes y más nobles, por muy políf¡Jgo que
hiciera la naturaleza al hombre, por ninguna señal le indi·
có prl\ctica tan det.estable é innecesaria porque ela tierra
como dice Fenelon, multipliCA sus dones en proporción á.
10! hijos que tiene que mantener siempre que ses.n honra-
dos y laboriosos. tCon cuanta razón, pues, el cristianismo
ha abolido las hecatombes humanas de Nuevn-Zelandin y
ha barrido el fanatismo que pedia cruento~ sacrificios en
J uggernaut.
Otras razones pudiéramos alegar, pero tenemos delante
un cadáver y queremos resbalar sobre las cuestiones que
direct.nmente no le atañen. ¿Qué nos importa lo que se
haya divagado sobre la fibrina ó sobre la globulina? Ni una
ni otra. aparecen ya en esos despojos que analizamos; son
compuestos exclu~ivos de la aangre, pero no son sustancias
simples, y uno y otro se han disuelto en sus elementos,
que no por eso se encontran\n puros, el ácido butirico, el
oleico, el margárico se hallan en su lugar y otros de los
que muy pocos son exclusivos.
De los 68 simples de la Quimica, que el descubrimiento
de Boismenard acaba de elevar á 69 no hemos de nombrar

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IDSTORIA DE UN MUERTO 103
sino los que desempeñan importante papel en el cuerpo
humano, en el cual los distintivos de la muerte aumentan
á medida que pasan horas de la defunción.
Una horrible negrura va ahora cundiendo por el sem-
blante y por todo el inerme cuerpo: va ennegreciendo,
ennegreciendo..... ¿porque? Esta observación merece que
nos demoremos un momento en ella.
Supónese que ál gas de que hablamos se debe el color
rojo vivo de nuestra sangre arterial: una vez en los pulmo-
nes, el aire se apodera del carbono de la sangre y cede
parte de su oxigeno que se combina al hierro de los glóbu-
los, eiendo la distinta dósis de este gas lo que hace la dife-
rencia de color entre la arterial y la venenosa: su circula-
ción, salvo en la muerte por cólera y alguno que otro muy
raro caso, cesa en el momento mismo de la defunción: se
sabe que la sangre aunque no tan susceptible de descom-
posición como la bilis y la pulpa cerebral, es la que inicia
la putrefacción porque á aquella la ampara la bóveda sóli-
da que la rodea, como á las materias fecales los intestinos
que los incomunican. 1\:Ias ¿pot·qué ennegrece al faltar la
vida y comenzar la descomposición? ¿Porque todos aun
en el caso de morir heridos y de~angrados, hemos de
venir a parar en el color de los etiopes, á las pocas horas
si muerto de asfixia, á las cuarenta y ocho horas ei ex-
puesto á la intemperie?
¿Es esto uu aviso, una lección, tal vE>z un sarcasmo que
se permitió la naturaleza? Ella en su empeño de ser varia·
da y bella, hizo blanco a! ueropeo amarillo al que ,habla de
beber del cenagoso Ganjes y moreno al habitante de la
abrasada Libia: oreando asi un problema tan debatido
como el del origen de la raza americana primitiva.
Los geógrafos queriendo darle solución, sin contradecir
á· la Biblia en su aserción de un tronco único para el gé-
nero humano, han dado en suponer, los unos, que nuestros
primeros padres fneron negros, pues la naturaleza siempre
lógica debió proceder de lo imperfecto á. lo perfecto; los

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104 l'I16TOR! A Dli: UN MUERTO

otro s, que Ada n y Eva fuer on blancos y el calo r de Afri ca


hizo €1onegrecer tl.tms desc endi ente s, y otro s en fin, que
fuer on ti1>o, med io, razn mon góli ca com o corre~ponde á. la.
1\lesopotamia; y de aqu i los que subi eron á. clim as frios
blan que aron y Jos que baja ron htl.cia el Ecu ado r se fueron
to:-hmdo con el Sol bast a con stitu ir un esta do de la sang re
ó ele la piel, trssr oisi ble á sus desc endi ente s; los cual es con·
tinu aron tost ánd ose y erob rute ciéu dose para poder, and an·
do el tiem po, dar cum plim ient o á b mal dici ón de Noé á.
Cha ro, e tus hijo¡¡ será n esclavos de los hijo s de Sem , y de
Japh et. Tod o sin para r mient-es en la hipó tesis ya aban do·
nad a de la bili~. la influ enci a secu lar del calo r y en los que
hab lar. ele un pigr oen turo ó pell cula de mat eria colo rant e
coro(l la de la uvn rojll, pelí cula prep arad a sin dud a por la
sup rem a Prev isión para que no falla ra la mal dici ón pa.
tern a.
¡Cu ánto más lógi ca y sen~ata la teor ía de Dar win que
negr o, como el antr opo mor fo gorila, supo ne la prim itiva
especie! Rec uérd ese qua en plan tae, zoófitos, escu ami feros,
en todo orde n de cre11cióo, en fio, en toda espe cie anim al,
la vnriedl.\d neg ra es la prim era, sin eluda porq ue á med ida
qua con los siglo s se puri fica ban ambie"lte y mares, tam ·
bién mej orab a el color.
Y si ese ptab lem a tan mat eria l ha sido de larg a y eno·
josa disc usió n mot ivo ¿qu é dire mos de ese cam bio súb ito
d el color de la en.n,;rE'?
Vosotros decis, f!sico·qulmicos, que el colo r está en la
lur. y no en el cuer po, que é3te lo ~ue hace es refle jar los
uno s rayos y refrn.ctar los otros, que la luz es la vibració n
suti lbim a de sutil fsim os Atamos, que en el colo r viol ado
los mov imie ntos de una mol écul a lleg an bast a 730 billo nes
en uu s~gundo, que &1 blan co y el negr o fisicame11te no
son colores, pues aqu el es !a supe rpos ición de los siet e
colores prim itivo s y e~te proc ede de la prop ieda d de ab·
sorb er todo s los rayo s lum inos os etc..... ¡enh orabuelll\l todo
eso serA muy com pren sibl e ¡viva la Optical....

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Traveauraa d el ox igeno

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HISTORIA DE UN MUERTO 105
Pero que G5 vibraciones del aire por segu ndo ~rea el
sonido, y 470 billones idem del eter sea la luz, son teorias
más ó ménos verosímiles, que no me explictln que su~tan·
cill evaporandose ó a&i milandose, que cuerpo por su pre·
sencia ó su ausencia, hace que a la fin todos veng amos á
parar en negros como las !IJOmins egipcias, ni lo que hace
que osas mom ias parezcan mom ias de monos. No era el
betun que se les daba, lo que h!icle enne grece r aquellos
cobrizos cadáveres, y por tanto debió ser efecto de las evo·
luciones del oxigeno.
En cuan to al calor, qu9 en la sang re arter ial es de 37
grados y en la venosa de 39, es cosa más comprensible: el
que haya leido la histo ria del Term ómet ro, recor dará que
dese mpeñ ó algún pape l este calor en la cons trucc ión de
tan úlil instrument~. La natur~lezalo da con la vida, con
la electricidad y lo sostiene con el ingenioso meca nism o
de ht riL·cu lacióu, con la acción qulm ica de la respi ració n,
y por lns reacciones que so v~rilican (de toda reacción se
rlesprende calor) en la digestión: en solo nove nta segu ndos
lu sangre df stina da á la repar ación de los órganos, ha re·
corrido todo el cuerpo d e un adult o, saliendo de la arteri a
aorta, á las estremidades, y vol viendo por endosmosis al
pulm on pam, por la respiración, recon stüui rae en sang re
art ::·\l. ¿Que g rande hombre iné Ha.rvey, descubridor
de tales cosas!
Concluiremos ya con este gas y no lo barem os sino con
una mención honorlfica del béroe del ox!ge r.o que tAl pu·
diera llama rse á Lord Cavtmdish, eel ml18 sAbio de todos
los ri<."V.1 y el más ¡·ico de todos los sábios• como poseedor
dt 1illones da duros , ~on cuya canti dnu se conformara
el ..utoe aunq ue fuera en billetes del Banco Edpañol.

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XI

Adamógeno

-Escribiente! escribiente! Sr. Ene-hache! pronto! tome


usted una pluma, un papel... está? Escriba Vd. el número
360 (son los grados de toda circunferencia); ponga debajo
el número 20 (son las leguas que tiene cada grado del
Ecuador), está? pues multiplique Vd .... ¿el producto?
-7.200.
-Bien! E~as son las leguas que tiene de circunferencia
aproximada este globo que habitamos. Divida Vd. por 24
(horas del dla), ¿el cociente?
-300.
-Perfectamente! ese es el número de leguas que cami-
na en una hora cada punto del Ecuador ó de la Eclíptica,
por razón del movimiento rotatorio. Ponga Vd. ahora el
número 30 (horas que hace de la muerte de nuestro hom-
bre) y multiplicando tendremos?
-9.000.
-De modo que el que parecía inmóvil, se ha trasladado

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lnST OniA Dh UN MUERTO 107
por linea espiral nada menos que 9.000 leguas, ó St'Bn
36.000 kilómetros más allá, ó mejor más acá, ó por me-
jor decir ni más acá ni más allá del pun to astronómico en
r
que quedó al fenecer; ¿existe la inercia? Y esto sin tene
en cuenta el continuo movimiento de cada una de sus
partículas en sus nuevas asociaciones, y sin cont-ar que
al mismo tiempo and aba 30.'100 metros por segundo en la
traslación del planeta sobre su órbita, y aúu acaso 20 le·
guas por segundo llevada por el Sol, en linea epicicloide,
hacia la constelación de Hércules.
¿A dónde van, pues, qué dirección tom an, -se pregunta
uno adm irad o,-e sos Huidos que por más ligares se el~­
van? ¿En qué sentido corre á buscar su inmortal destino
la substancia inmaterial? Antes se decía, y aún hoy dicen
algunos: a1-riba, para indicar el lugar de la recompensa, y
aba.io para el del cahtigo; más tarde vino la Astronomfa i
probarnos que el arri ba y el abajo no existían, como no
hay más acA ni más allá; que el m'l·iba es nuestro zenit
cambiante cada segundo, y que no hay otro abajo que el
centro del planeta hacia el cual aon igualmente atraídas
s
las cosas que gravitan en su super6cie, y entre esas cosa
la humanidad. 1'odo lo que es abajo puede ser an·iba, como
todo lo qne es oriente pudo ser ()()Cidente y viceven:a, y lo
norte su1·, con excepción de los polos.
Ansiosos tal vez á estas horas los secta1 ios de Mahoma,
aferrados aún á su creencia de los siete cielos, como quien
dijera siete capas de cristal, nndarán buscando, que ya es
tiempo, con qué reemplazar las palabras an-iúa y abajo,
mientras yo me ocupo de la dirección que tomarán mis
fluidos, cuando me toque devolver al gran almacén de la
nat\lraleza las substancias que un momento me prestó.
¿Quién trabaja en terreno máa fértil? ¡Ojalá. se hubieran
ocupado los hombres con más ahinco de la material ¡Ojalá
hubieran pretendido siempre ser fieicos antes que metnff-
sicosl fu!i no hubieran, ciegos por la preocupación, al·

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108 HISTORIA DE UN li!UERTO

zado a quimeras y despropósitos los altares que debieron


erigirse sólo a la razón y á la verdad.
Si ta,l hnbieran hecho, podt!a.n decirme hoy lo que se
hace de mi adamógeno, cuesLión que en este momento me
hace meditar con empeño, porque justamente le toca á
esto cuerpo predominar en es~e capitulo. Supongo inútil
advertir que yo llamo adamógeno a lo que los qulmicos
dicen carbono. ¿Quién me puede quitar ese derecho? si los
Jos gaaes de que hablamos ant~s son genos ó creadores,
¿por qué no ha de serlo también el carbónico, aunque no
engendre sino constituya el adanums1 El cual por cierto uo
es de los que menos papel desempeñan, ni en el cuerpo ni
en el cadaver humano; como que ya hemos revelado su
preijencia en casi todos loa compuest<ls que llevamos no m·
brados y la hemos de denuncinr en algunos más.
Es más ázoe que el ázoe, es decir, más privativo de la
vida; 67 por lOO de ácido carbónico, dá muerte a un can
en tres minutos, a un horn bre en diez; la atmósfera que
casi siempre tiene vapor, miasmas y amoniaco, dePpren·
dido éste de substancias orgánicas, oontiene también cua·
tro diezmilésimas de á.eido carbónico en volumen.
Pesa algo más que el aire; tenga cuidado el lector de
no agacharse cuando vaya 1'1 Ntlpoles y visite la gruta. del
Perro, en Puzzolo, ó el vrule de la Muerte en Java, porque
reapirarJa unn atmó~fera matacanes que pudiera a~flxiurle,
y como en otras cavernas el aire puede ser mefitico, por
su presencia, ejemplo la de Roy~tt, cerca de Clermont, una
bujla apagándose demostrará su existencia, porque es si
puro, tan poco apropó:!ito para la combustión ooroo para
la respiración. ¿Apagará algún día bujias el carbono que
hoy esi1\ en mi .merpo?
Procede de la combustión completa del carbón, y se
anuncin por picazón en uadz y boca, como se vé en el
sabor agradable que le deben el agua del Seltz, Champag·
ne, cerveza, etc. A sn acción se debe la petrificante de la

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mSTO RIA DE UN MUERTO 109
fuent e de Saint·Allyse, en !al! inmed iacion es de Clermont·
Ferra nd.
Descubriólo Priest ley en 1802: no se extra e en Jos !abo·
ratorios, porqu e no se le necesita; pero desprendiéndose
con facilidad no sólo del carbó n, sino de toda subst ancia
que arde, ha. venid o 11. ser fácil remed io para los aburr idos
de vivir: él cura todos los dolore s... corno los cura el a.rsé·
nico, gozando por ello una fama er0strlttica. Dicen, aun-
que no lo dicen los que Jo han exper iment ado, que la
muer te e., sin dolor. No le canta ré un himn o por eso, pero
rnaravillorne de que los ingleses. cuand o a.tacados de splee n
so arroje n al Tll.rneais, corno si no tuvier an las minas de
Newcastle.
¿Servirá. algún dla rni carbono de hoy para. alivio de al-
gún doliente futuro?
No hay que confn ndirlo con el óxido de carbono qne se
despr ende de rnal encen didos carbones; fiuido traido r,
porqu e inodoro é incoloro satur a la atmós fera en silencio
y nos asfixia sin aviso premonitorio. Arde con llama azu·
losa, tt·anaformánclose en ácido carbónico, al cual 11. veces
se han atribu ido accidente= que se debie ron al anterior,
corno que ácido y óxido muy á menu do se asocian y
acom pañan ; pero el óxido es mucho más mortffero que el
ácido; sí de éste se neceeitn un 60 por lOO en el aire pnra
matar un perro, de aquel basta un 10 y sobra con tma
cent-ésima para dar muer te 6. un pájaro.
En el enven enam iento por ~>l óxido, dican doctores, no
hay más que un eleme nto herido 6 d esequilibrado, los
glóbulos rojos de la sangre, glóbu los tnu tenues, que en
una gota de eangre caben cinco millones; pero los múscu-
los perma necen contráctiles, los nervios excitables, el estó·
rnago cooti mía digiriendo, las glf:.ndlllas secretando sus
humo res respectivos. La hemo globi na de la sangr e fija el
óxido de carbono, y corno esn hemoglobina oxica rbona da
no puede comb inarse al ox{geno, de 11qul el que sen rnor·

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110 BISTORIA DE UN MUERTO
tlfero cuando cargado de óxido de carbono el ambiente
que respiramos.
Ni mucho menos se le confunda con ese hidrógeno Cll,r-
bonado que acabamos de nombrar. Este individuo de la
familia de los hidro carburos (combinación de carbono é
hidrógeno) del ct1al ya hemos dicho que se desprende
constantemente de las substancias· orgánicas en descom-
posición, es el causante de las terribles explosiones en las
minas de petro:eo; punto en que uo nos detendremos, por·
que vol viendo algunas páginas el lector puede estudiar el
asunto más a lo vivo en nuestra lámina Las gmcia.s ilel
carbono. Es incalculable el número de familias que viven
hoy del carbón, bien haciéndolo si vejeta!, ya extrayéndo·
lo si mineral, ya transportándolo, revendiéndolo ... él es el
factor principal de ia locomoción por vapor, él es, siendo
tan prieto, el agente primero de la luz artificial. ¿Servirá
algún dia para le~r una carta amorosa el que hoy me per-
tenece?
De la oscura familia carbonífera es honra y prez un in·
dividuo que vamos á nombra.r. Et carbono cristalizado !lB,
¿quién lo diria? esa preciosa piedra que parece emiLir
chispas luminosas, ese diamante, el más tenaz de los
cuerpos conocidos, que ta-nto tiempo fué orgullo de Ho-
landa, única lapidaria, y del que se creyó en India que
producía luz en la obscuridad. Los químicos más tenaces,
los, por decirlo así, diamantes de la Química, Newton,
Thenard, Gay Lussac, etc., jamás lograron cristalizar el
carbono; la naturaleza se encargo ele suministrar los dia-
ma¡ltes, guardándose el secreto, y los ofrece á la codicia-
humana en las regiones dinmantíferas de Borneo, Golean-
da, Brasil, últimamente AustJ:alia, y sabe Dios dónde más.
¿Será alguu día diamantino adorno en seno de una her·
mosa, ~1 carbono q"ue hoy contribuye á mi sér?
¡Ohl no; tal vez no se convertirá. en diamante. Acaso allá
en las primerM edades, en que el exceso de calor Eostenía
todas las substancias en estado de fusión, cuando empezó

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HISTORIA DE UN MUERTO 111
el planeta. á deja¡· de ser nebulosidad gaseosa y se lmCla·
ron las solidificaciones, hubo suficiente calor para una
operación que todos los esfuerzos humanos no han podido
hasta ahora realiza.r . Y entonces, sin duda, se confeccionó
ese kohi noor que hoy adorna la diadema británica, y esas
dos jigantes piedras de las coronas moscovita y lusitana.
No, mi carbono, que tal ver. uniráse mañana al plomo
para constituir esa eal oleaginosa útil á pintores, que el
vulgo denomina albayalde, nunca será diamante á no ser
que volviéramos al primitivo estado incandescente; mi
carbono irá... «á donde va la hoja de la rosa y la boja del
laurel.• '
-Pues ent<>nces yo quiero ser quemada, -me decla una
niña á quien yo me entretenía en dar lecciones de Quí·
mica,-no quiero ser enterrada: si be de pasar por el ho·
rror de verme muerta, no quiero que mi ca.rbono y mi
oxigeno y demás comptmentes, esparciéndose en la at·
mósfera, vayan á dar á Jugares inmundos, tal vez á ser
aspirados por algún majagranzas que no sabia ni leer.
-Niña,-le contestaba yo,-has dicho una serie de des·
propósitos, resultado de la deficiente educación que á
nuestras damas damos. Si yo hiciera un plan de estudios
para niña~>, antes que todo, antes que coser, bordar, tocar
y baHar, las haría aprender principios de higiene, nocio·
nes de Física y Quimica, las familiarizarla con la Historia
Natural...
- ¿Y no les enseñaría Vd. latin?
- Tal vez.
-Mujer que sabe latln...
-Tiene mal fin, dice el adagio, vulgaridad que no pasa
de necedad insigne. P Lles bien, hija, si te educas como
ganza con ganzo ~e has de casar, ó serás desgraciada. ¿Te
olvidas que el entusiasmo muere cuando pasa la eferves-
cencia de la juventud, te olvidas que el amor fenece y
queda la amistad santa y la estimación mutua? Cuando
por tus encantos no ilusiones, ¿qué será de ti si no sabes

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112 HISTORIA Dl!l ON MUERTO

hablar ni formar jnicioa, más que de lo que fuiste, lo que


gastaste y de modas y bailes y cint.as? Ni eabrás hacer tu
compañia ~iempre sgradable, ni podnis dÍiigir la educa·
ción de tus hijas, ni sabrás consolarte en la tristeza: des·
venturado aquel que en la hora de la desgracia no sabe
apreciar y aprovechar los buenos libros, que son siempre
los mejores amigos!
Examinemo s ahora tu observación. Has dicho que te
horroriza la idea de ve1·te muerta; pero, niña, cuando tú es·
U!s muerta tus ojos no verán lo que se haga. con tus desal·
mados restos; tus oídos no oirán lo que de ti se diga (que
serán elogios, porque eres buena y porque estarás muerta);
en fin, tus sentidos no percibirán esa escena que te pintas
tan pavorosa. Bacón decJa. que los hombres temen la
muerte por lo mismo que Jos niños temen la obsonridad:
hoy tu imaginación con tétricos colores te representa un
túmulo enlutado, un fúnebre convoy, lúgubres cánticos,
la fosa que se abre, y otras coaas de que no serás testigo,
ni te darés más cuenta de lo que hubieras podido el d!a
antes de nacer: porque morir es, en definitiva, material,
dejar de pensar y de mover$e, de gozar y de sufrir, y no
pudiera ser otra c,osa, para que se cumpla la eterna lógica.
de la naturaleza. La muerte, por lo mismo que es inevita·
ble, no puede ser con~iderado. como venganza celeste, siuo
por espiritas e:xtraviudos. Ofensa 1\. Dios es pensar que
pudo crear dolqres que nos fuera imposible remediar,
porque es suponerlo injusto, arbitrario, cruel: los dolores
son siempre una consecuencia, un efecto de causas cono·
cidas y evitables.
Piensa en la hora final, sí, contempla en ese cuerpo la
vida A través del prisma de la muerte; del rostro l!vido de
todo cadáver, se despren de un sarcástico memento para
todo vivo: la muexte, espada de Damocles, es la p1·even·
oión, la enseñanza, y no hay predicador que hable al alma
con más elocuencia que un difunto, sobre todo si es per·
aona por nosotros agraviada.

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m&TOR JA DE UN ~IUEBTO 113
- ¡Compren9o!... ¡qué miedo l
- No, nada de miedo, que la vida. fuera :nuy tri&re si
fuera como la de los cartujo~, un continuo pensar en la
muerte: no, nada de miedo, cuando miras la fuerza , la
hermosura, la. int6ligencia, trocados en aparen re fealdad y
podredumbre, piensa también que si no hay sonrisa en tus
labiof, tampoco habrA ya Iagrimas en tus ojos ni dolores
en tu pecho: piensa en la hora postrera, no para acongo.
ja.rte con esa idea, sino para contener por ella los impulsos
desordenados que en el corazón nacer suelen dur11nte su
soplo de vida: en lo demás, ten presente el dicho de
aquel filósdo griego :-cPod rá preocuparme la muerte,
pero me importarla muy poco haberme muE:rto) a.•
-¡Y ese filósofo filé ubsorv ido por ignorantes y ocupó
tal vez la misma fusa que ello;l
- Sin dud11. Ahora me traes á la memoria un soneto de
antiguo autor francés, que en castellano diría:

Anoch e tuve un sueño espeluznante,


Que era muerto ~::oñé; por de contado,
LlevAron me 8. enterrar, y fui enterrado
Cabo un mendigo sucio y repugnante.
Yo al ver de mi tal suciedad delante,
-¿Cóm o re atreves á ponerte al lado
De un aeñor como yo'i'-l e dije airad o,-
Quitat e allá, que asco me das, bergante.
-C~se ya,-d ijo él,-tu nfcio orgullo,
Que igual~s somos en la tumba fda;
En mí sudario estoy, cual tú en el tuyo.
¿,Qné vale aqui tu vnnidad impla?
De pronto entonCfll me encontré despierto,
Y dije para ml:-B ien dijo el muerto. •

-Sone to feísim o,- exclamó la niñs,- es horrible pen·


sar...- en todo eso.
8

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,
114 HISTORIA DE EN MUERTO

- Lo horrible suele ser edificante. Por lo general no se


teme 11 la muarte, se teme al morir; la angustia propia, el
dolor y penas de los deudos ... después la insensibilidad, la
diseminación: quieras ó no, seras al fin distribuida y ab-
sorbida por los estómatas de las plantas, por los pulmones
de un prójimo, por los poros de otro, ó por un cuerpo iná·
nime que tenga con tus elementos mas afinidad de la que
quede á tus exánimes miembros. •Te dispersarán como el
polvo, dice la Biblia, te pisotearán como el lodo, te que·
maran como estiércol.>
-¿Qué quedará de mi?
-Quedará todo, pero todo se irá.
-¡No comprendo!
- ¿Olvidas que no hay destrucción, sino transforma-
ción? Esa sonrisa que hoy adorna tu cara, arco íris en cielo
87-Lll, se trocará en honible mueca; ese olor de rosa, en el
de hidro amónico sulfurado; á la hora de cadáver, no serás
sombra de lo que eres; un año después iJ.i cadáver; mu-
chos después, ni esqueleto. Y á esqueleto también llega·
rán los que te aroen y por cuatro dias te lloren; adiós
gloria, amor, placeres; pero también adiós dolores. Siem·
pre que hablo de estas cosas me acuerdo de Aix-la Chape·
lle; alll en un armario vetustisimo, una falange y el cráneo
de Carlos Magno, falange enorme, diriase de Goliath; pero
es verdad histórica que el hijo de Pepino el Breve no fué
magno sólo da gloria, sino tambi~n de cuerpo, y su pié
fuá el1Jié de rey que sirvió de medida hasta que vino al
mundo el metl·o. El sacristán que enseña el regio cráneo
(á dos francos la entrada), rie y le dá. papirotazos, como
diciendo:-d-Ié aqui lo que resta dsl que no cabía en el
mundo.• ~.Y qué importa que sea uno príncipe y que sea
magno, si todo sér que vive anuncia un esqueleto, como
toda niña por bella que sea es precedent.e de suegra? Car·
los magno, todos los magnos del mundo, y yo, y tú, sera·
moa después de muertos, substancia descomponible y

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Jo'Q'en de quince años Uno. hora deapuéa de muerta 1 ·:

Un aiio doapuba Dos aiios después

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H16TJRIA DE UN MUERTO ll5
nada más: convéncete de eso, y amenguarán un tanto loe
arrebaros del orgullo.
La niña quedó convencida de que lo mejor es no mo·
rirse.
En tanto, no hemos dicho aún á dónda va nuestro car·
bollO cuando la muerte nos lo hace inútil, y es el caso que
no lo sabemos á punto lijo, aunque si nos consta que ni
una partícula guardaremo~¡ deudores honrados, devolve·
moa á natura hasta el último céntimo que de su vasto ar·
sena! nos facilita. Nuestro carbono, y cargamos diez y
medio kilos, ó sea 21 libras, combinado al gas omnfgeno,
dá un carburo pestilente, unido al ázoe en proporción de
dos á uno, produce el cianógeno, combinación que sigue,
como el amoniaco, las leyes de los simples; ¡extraño C8SOI
si á ese cianógeno se une u n equivalente de hidrógeno,
nos eacontramos con el terrible cian!drico (ácido prúsico);
éste, con cuatn:> equivalen tes de agua, dé. formiato de amo-
niaco, el cual puede perder toda 6 parte del agua y volver
á ser ácido cianidríco, pero erraria quien pensara que son
esos los únicos dishaces que adopta el carbónico para es·
capar del difunto.
Dice Tbenard, y yo también lo digo, que el carbono es
uno de los cuerpos más abundan tea en la naturaleza: el
lector debe estar relacionado con la estensa familia de los
carburos y carbonatos, la naturaleza lo suministra con la
abundancia que exigen sus múltiples ocupaciones y apli·
caciones. Son variedades suyas la plomba.jina, grafito, que
es carbono casi puro, lignito, antracita, hulla, carbón de
tierra, piedra de ca!, mármol, greda, dolonia, hierro-espá·
tico, y, en fin, ese diamante, que no difiere del carbono
sino en la disposición de sua moléculas. En sus tres for-
mas, hulla, lignito y antracita, el carbón mineral va
siempre acompañado de mínima dósis de hidrógeno, y un
poder calorífero que pasa. de 7.000 calorías. E n cuanto al
ácido, se exhala en la respiración, se halla en el aire, en
el espumoso cha.mpague, en la efervescent'6 soda., cerveza,

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116 msLORIA DE ON JI!OEBTO

sidra, agua de Seltz, de Vi ohy, de Spa y otras, y en ellas


es lo que excita el paladar.
En EU unión con el hidrógeno, brota de cuevas, pozos,
sótanos, císternall, bóvadas, boxnos, tene1 ins; paat bajar á.
ciextos lugares en que suele abundax, se hace uso de la
lámpara de Davis, la cual no ha anulado, sino sólo disroi·
nuido los p!'ligros que el carbono, ó mejor dicho, el bidró·
geno carbonado, pr~para á los mineros. Esos desprendí·
roientos carbónicos y esas colosales minas que los produ·
cen, proceden do bosques antidiluvianos hundidos por
convulsiones geológicas ó por la lenta é incontrastable
acción del tiempo, desde hace millones de años, para base
de la indt1stria. moderna, ó para dar hoy ocupación ó mo·
dus vivendi á millares de familias. Capas de carbón mine·
ra.l necesitaron, según Birobow, más de un millón de
años para aglomerarse, y nueve para convertirse en hulla;
¡y ha.y capas de hulla de cuarenta metros de espesor) Cal·
cúleso por ahi lo que duró la época geológica llamada car·
bonJfera.
La abundancia y extensión de esos depósito8, y el be·
obo de encontr<~rse de vez en cuando minas desconocidas,
no nos revela que se formen nuevas; todas los existentes
las heredamos de siglos prehistóricos y auu prehumaoos.
¿Se agotarán algún dla? Tal vez; pero poco importa, por·
que llnles que llegue ese dln habrán sido reemplszadas
con ventaja por la electricidad ú otro invento qne nos dé
combustible más cómodo y barato; todo lo puede la inteli·
gencia humana, impulsada por ese agent'<l invencible: la
nereaiclad.
El carbono, á peear de su nPgro color, no es el que dá á
la SJJngre muerta su tendencia {1, ennE>grecer; al contrario,
la haco rojo subido en ol sllr ~iviente. El color de la san·
gre se modifica ó altera á influencia. de diversos gasea: rojo
cereza. en el gas amoniaco, rojo violáceo en el óxido de
carbono, en deutóxido de ázoe é hidrógeno carbonado,
rojo azuloso en los gases ázoe, carbónico é hidrógeno, par·
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mSTORH. DE U:S MUERTO 117
do verdoso en el hidrógeno arsenioso y en el sulfurado;
pero si consta que el pigmentum que hace el color negro
en vivos, es carbono, y por él es mas negra la sangre, bilis
y demás humores de la rar.a ~tiore.
,Otro de los ef>.ctos del ctubouo en el cuerpo humano, es
el des!lrrollo ,le calórico. Hace tiempo, el calorlmetro de
Rumfort reveló el calor que en el cuerpo de todo verte·
brado desenvuelve la combinación del oxigeno cou c·l car-
bono é hidrógeno de la s~.ngre vclnosa p!!.ra formar !leido
carbónico y agua, y también el calor que desarrolla el
mismo al tornarse por combustión ácido carbónico, cnlor
suficiente ll. fundir 96,33 voo~s Sll peso de hielo. Como su-
cede al oxigeno, en ninguna parte del cuerpo deja de apare·
cor, y abunda en form a de carbonato de amoniaco en una
secreción presente en las fosas nasales, boca, exófngo, in·
testiuos, que forma ca !loe, Cdllo~idades, uñas, partes có.r·
nena, que se halla en bellos, cabellos, lana, plumas, etcé·
tera, ll. la que llamaremos 11UIC14S, porque decir moco fuera
muy vulgar.
Terminarem os ya con el gas carbónico. ¡Cuánto más
tendrlamos que decir si fuéramos :i recorrer y examinar
todaa sus amistades y parentescos! Dejaremos ese para loa
libros de qn1mica, que aqui nos tocan los que se relacio·
nan con ol cuerpo 6 sus despojos. Y ya que hemos cena·
do los cnpitulos precedentes con un tributo de respeto y
admirarión 11. Cavendish y Lavoisier, ahora lo rendiremos
con igual solicitud al gran Thenard, ineigue quJmico, t\
cuyo recuerdo se descubren con venera.ción todos los quf.
micos contemporáneos.

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Xli

Nitrógeno

En un pueblo d., esba Isla, de cuyo nombre tmnpoco quie-


ro acordarme, vivla un grandlsimo majadero de los que di·
cen luliga y huiga y que enamoran á su morena copiando
las décimas del Cucalambé.
De seguro que no fué él quien inventó la pólvora. Era
dependiente ó criado de una botica, y A fuerza de andar
entre gases y simples y reactivos habla aprendido ... á ba-
rrer la tienda y trastienda, que barrer era su oficio. Por lo
damas sencillo, ingénno, crédulo, llevando por lema como
los antiguos caballeros •mi honor y mi dama• y teniendo
pqr nombre Bartolo.
Bartolo, pues, esbaba enamorado; pero ¡ay l. .. su dama no
le amaba! ¡Su dama era una ingrata! ¡Su dama era una
cruel! ¡Su dama, en fin, era Pancha de nombre y Cosco·
rrón de apellido!
¿Qué debía hac~r el malaventurado Bartolo? Era un
hombre de corazón y decidió ... ¡morir!
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H16TORIA DE UN MUERTO 119
En vano le decía el boticario que eso de morir se es lo
último que un hombre debe hacer en esta vida.
El boticario se Uamaba... no me acuerdo, pero no im·
porta. Viéndole decidido á hacer una barbaridad con alguno
de los muchos ázoes que alli á sn disposición ten~a. lo
atrapó en la rebotica y le pronunció un discurso con me·
nudas citaciones sobre los dolores que causa el carbono,
aunque algunos lo niegan, y por último, le ofreció y pre·
paró un gns, mediante el cual la muerte sería para él
!J.IU!Si SOIIIIIi imago. Bartolo no entendió este latin, pero to·
mó el ccnsejo, y su patrón le entregó un vejig611, que es
aumentativo de V6jiga.
¡Pobre Bartola! considerad lo sólo en un oscuro y aparta·
do aposento en ·que se guardan garrafones vaclos ... son las
doce de una lóbrega noche que para él no tendrá fin ... ¡y
eRtá solo!... solo, sin más que una botella de cognac que ha
Uevado pru·a si acaso le falta valor! pero no la necesita,
porque sin encomendarse á Dios ni á nadie, se aplica. el
t1ejig6n y aspira, aspira con rabia y hasta con delect-ación
pecam!llosa.
Los doctores (ah1 están Orfila, Dupuytren y otros) ha·
blan largamente de los dolores en la muerte por asfixia,
sea por el carbono ó por otro, pero no han podido descri ·
bir. la sensación intim a, las mortales convulsiones, las per·
capciones misteriosas del cerebro, los lúgubres rogri som·
nis, l11s tenebrosas visione.s en el último adiós de la vitali-
dad, las ... 1o;amosl... 1Pobre Bartola!
Se despidió del mundo y de la vida con el valor de Só-
crates apurando la cicuta, ¿qué importaban los tormentos
de la materia á quien lo.s su fria tan vehementes? dulce es
morir si la vida es amarga.
Mas cuando esperó dolores y muerte, sintió que sus
miembros se estremecían de deleite, que se despejaba su
cerebro, que un exceso de vida se derramab11 por todo su
sér, y efluvios de optim ismo y bienestar inundaban su
atribulado e~p!rilu; un enjambre de ideas deleitosas rebo·

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120 HISTORIA DE UN MUERTO

zaba en su mente, como si hubiera absorbido el delicioso


hatohis de los horientalea.
Y bendijo á la Providencia, que ha creado cosas tan
bueniU!, y cantó y bailó... bailó con la escoba, su compaña·
rft, que se le habla tramformad o en Pancha Coscorrón, y
vió que Jos garrafones también bail aban y reían y le seña·
lab9n con el dedo. ¿Qué le habLa dado el tunante del boti·
cario? No trató rle averiguarlo. ¡Fué feliz! Vivió un mo·
mer.to la vida de los bienhadadO$. Olvidó á su ingrata, y
no se ocupó de eaber la cnusB de aqufl desbarajuste de su
cerebro.
El lector si la sabe; Fabe que los mismos simples que
componen el aire, pueden unirse en otras proporciones,
formando hasta cinco distintos maridajes, u no do ellos,
protóxido de ázoe, en que hay más oxigeno que eu el aire,
afecta ogradahlemente los nervios y produce hilaridad y
deleite. Aquel filósofo griego, Charyeipo de 'l'arso, que
murió, es fama, de risa, tn1 vez no fué por ver á un burro
comiendo higos en una bandeja de plata, sino por respirar
el gas hilarante.
Estamos adaptados al modio ambienta en que nos colo·
có la Providencia, y somos en nuestro sér material una
consecuencia de los agentes que nos rodean; por eso deci·
mos:-cqné calor hacfl• si el termómetro pasa d e 30o, y
qué fdo hace, si baja de 15o;, asimismo si nuestra atmós·
feta tuviera las proporciones del protóxido de ázoe, ya no
seria ese el gas hilarante; estarlamos llecltos á él, como lo
estamos á nuestro ambiente con su uno de oxigeno y lo
demás nitrógeno.
Nitrógeno es lo mismo que ázoe, y ázoe significa priva·
tivo de la. vida. Es incoloro, inodoro, poco m ás ligero que
el aire; peaa un litro 1257 gramos, es poco sociable, pero
liga bien con silicio, boro, titsno y otros pocos.
Allá los libros de Quimica digan sus demás propieda-
des; yo me ocuparé sólo de su9 relaciones y obligaciones

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HlSTOBIA DE UN MUERTO 121
con respecto al sér humano, y su modo de entrar en el
cuerpo vivo y escapar en el muerto.
Quien se proponga averiguar, como se lo propuso HtlX·
ley, el valor mineral de nuestro eér humano, hallarA en
él 3 libras y 10 onzas de ázoe en circunstancias normales.
)~3 un gas nntiprogrcsista. como npagador de luces,
pueo no ftworece la combustión, y es además tan inslpido
que harA in~ípido eEte capitulo: 1'1 primera vista carece de
méritoe, no se le vé aplicación; en la respiración entra
como vebiculo y morigerador del oxigeno, -en muchas co·
eas entra. como estorbo.
Recordemos empero que sirve de ayuda para algunos
esfuerzos cor¡JOrales: la mecánica dice que al levantar un
peso, mayor fuerza hacemos con loa pulmones llenos que
vacios, porque eutonce~ el punto de apoyo es la columna.
inspirada. Por lo demás, no creo que sirva para otra... ¡abl
ei, sirve también para aligerar el cuerpo cuando en el agua.
El cuerpo humano prsa casi su equivalente en volúmen
de agua. dulce: por lo cual so vé que son los mismos es-
fuerzos del que se ahoga, lo que contribuye á que ee vaya
á fondo; pero en el momento de la inspiración pesamos
ménos porque desalojamos mayor cantidad de liquido.
Esto me conduce (el ázoe sólo sirve para conducir) me
conduce á pensar en las camas que hacen que el cadó.ver
humano flote: pero es muy probable que todos las conoz.
can. En primer lugar recordemos que el agua del mar es
más pesada. que la: dulce, porque contiene mayor número
de sustancias en disolución. Quien no náda en la una lo
baria en la. otra: un buque al salir de un rio al mar sube
!32 de su capacidad, y !.,ajada si entrara. en mar de aceite
ó de alcohol.
Estas sustancias se asimilan al cuerpo en corrupción (el!
cual tiene ya derecho de hincharse) y lo aligeran, hacién ..
dolo llotar, hasta que disueltas las partes blandas, el rema ..
nente se precipite. .
El ahogado se va á fondo porque el afán de respirar le

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122 RI6TORIA DE Ol!l MUER TO

llena estómago y pulmo nes de liquid o que aume nta la


gravedad; pero el estran gulad o ó muer to fuera del agua y
sume rgido inmediat-amente en ella, flotarA si no se le ata.
un peso que lo sujete; cosa que lo suele n tener en cuent a
los señores asesinos.
En el fondo la formación de gases y dilata ción de los
t-ejidos (que multi tud de causa s aceleran ó retard an) lo
alijar an y traen de nuevo á flote; pero el tiempo para esa
reapa rición es indet erminado: los muy grasie ntos ó sobre-
nadan ó reaparecen antes de dos dias. En clima cálido, si
asesinado y exsangiie, tarda de cinco á seis en surgir, y
cadáveres ha habid o de perso na flaca y hues uda que ba
tarda do quinc e días; como que influy e tamb ién el estado
y condición del agua. ¡Fenó meno singu lar de la vibración!
si el cadAver se baila á punto de surgir , tma detonación
fuerte y violen ta, un cañonazo, un trueno, conmoviendo
las capas atmosférica y liquida, lo hacen subir, mas ei la
dilatación no es aún suficiente, vuelve con lentit ud á su-
mergirse. Tamb ién se ba visto cuerpos surgi r A la super-
ficie, perde r allí gases, hundirse de nuev~ y aparecer por
tercera vez, en aguas estancadas.
Supo niend o que queda explic ada y comp rendi da esta
dificultad, vamo s á ocupa rnos de la siguie nte, que tampo-
co tiene conex ión con el 1\?;oe. ¿Por qué el anima l cuand o
acaba de morir pesa mAs que cuand o vivo? El punto es
muy curioso y su solución muy fAcil: es que no existe se·
mejan te fenómeno, que es una creen cia vulgar, muy ex-
tendid a; pero no por eso meno s errónea. El cadAver parece
pesar mas l.o porqu e en el esfuerzo que hacemos para le·
vanta rle no ayuda con impu lso propio, como lo bacía an-
tes (quizás á veces inadv ertida mente) y z.oporque el esta-
do de rigidez, hace que no pueda alzarse una parte sin que
las demAs se opong an ó la sigan. Eso es todo: el alma se
fué, pero el alma no pesa, á pesar del dram a de Esquilo,
La Posquistasia, el peso de las almas.
'Una cosa que tiend e á reconciliarme con el gas de que

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HISTORIA DE UN MUERTO 1~3

hablamos, es que por rareza aparece en los cálculos, en


esos dolorfferos guijarr os que en la vejiga y vlas urinar ias
suelen ser gérme n de tan aguda s punzadas y sobre los
cuales tan curiosa s observaciones hizo el insigne medico de
.Europct. Los cuales cálculos, según análisis de Wollaston,
tienen ácido úrico, urato de amoniaco, oxalato ue cal, óxi·
do cístico, óxido xántico, pero nada de ázoe. Tampoco se
muest ra este gns en gra$as, almidó n, azúcar, gomas; pero si
en albúm ina, fibrina , caseína, gelatin a. Las sustan cias al·
bumin oides en estado de punr.a, y ya se sabe que son
cuerpos amorfos de reacción neutra , contienen en cien par·
tes de 15 á 19 de nitrógeno.
Se encuen tra el ázoe ó nitrógeno en todos los logarP.S
húmedos, especialmente los que son habita dos por anima ·
les de toda especio; demás estaré. decir que abund a en las
colum nas mingit orias y, por falta de éstas, en muchos rin·
eones de las callts de tsta ciudad. Con el hidrógeno es
amoniaco, con el carbono e n proporción de 2 á 1 es cianó·
geno, con el axlgeno dá 5 cuerpos, entre ellos el a. nítrico,
vulgo agua fuerte que se descompone á la luz, como su
derivado el nitrato de plata; mezclado al a. clorhíd rico DOS
dé. el agua régia que ataca al oro, y con la potasa, el nitro
que_DO es más qne un nitrato , 6 como dijeran otros, un
azoato de potasa.
Eo la cienci a de Hipóc rates desem peña gran papel, cir·
cunsta ncia que pudier a hacérnoslo amar; pero es uno de
los más comuu€s habitadores de lugares muy t·omwtes, cir·
consta ncia que pudier a ht.cérnosle odiar, si DO nos revela·
rala ciencia que es uno de los agente s que aseguran el equi·
librio de todas fuerzas naturales. Podrá ser verdad que
tenga escasa aplicacióq en las artes; pero nadie ignora que
la tienen sus deiiva dos y que, puro, se usa en los labora ·
torios para disolver ciertos metales.
Además, según recuerdo, el Dr. Stockh ardt dice que sin
razón se le llamR !izot>, porque no ~jerce efecto nocivo SO·
bre las funoiones vitales¡ lo que hace es no sost.ener la
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124 HIS TOR IA DE UN :MUERTO
la que
vid a, como sucede con toda atm ósf era que no sea
fran ·
nat ura n03 dió. Con me nos raz ón lo llam an aZQle los
ceses, ¡cómo si fuero. \lU Atila!
os ve·
Los abo nos lo son po1· su áw e, y asim ism o los rest
la vege·
getales; pero el llzoe del aire es recurso déb il para.
tran s·
tación, por que ant es de llegar O. la pla nta tien e que
uencias
form arse e11 compu~stos ssimih:bles. Bajo las infl
al áci·
eléctricru¡ de la atmósfera Este cuerpo dan do lug ar
as hi·
do azótico y al amoniaco, se com bin a con las ma teri
es que
dro car bon ada s de la tier ra arable. Est as reaccion
y acaso
die ron origen á la vid a veg eta l en nue stro globo
con la
en los otros, con tinú an en nue stro s dias, y bas tan
por Ber·
ayu da de los infi nita me nte peq ueñ os ent revistos
sucede
the lot, al des arrollo de bosques y pra der as; per o no
das al
lo pro pio en pla nta s de ráp ido cre cim ien to des tina
preciso
alim ent o del hom bre y ani mal es, á las cuales es
ayu dar con abono que les sum inis tre el ázoe.
vivo
Seg ún Bou ssin gau lt el ázoe se elim ina del cue rpo
ferm en·
en esta do de urea, el que bsj o la in flue nci a de un
ecciones
to organizado, especial, se tran sfo rma en las dey
ma teri a
en c11tbonato de amoniaco, de mo do que esta
las aus·
vie ne á ser el ulti ma tum de las modificaciones que
es, y
tan cia s orgánicas suf ren en el inte rior de los animal
no el
de nqu i su influen cia en la vegetación. En el hun
ázoe está en estado de oxalato de amoniaco; en
la car ne
l48 •7,
ent ra en proporción de 180 por mil; en ssn gre liqu ida
el gas
en san gre cogulada 45,7, en aire por 5,6 ocu pan do
om nip rese nte el otro sexto.
ne·
Au nqu e al resp irar devolvem03 áw e, este gas per ma
era , en
ce en nue stro cuerpo has ta In disolución pos trim
nitu d
fibrina, urea, car ne mu scu lar, etc. Un hom bre en ple
uto , y
de sal ud y vid a dá 12 á 15 respiraciones por min
oxi gen o
tran sfo rma por hor a en nw e y ácido carbónico el
tran s·
con tsni do en 70 litr os de aire; ent end ién do; e que
mplaza r
form ar aqu i no es convertir, sino sim ple me nte ree
tll uno por el otro.

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IDSTOBIA DE O.N MUERTO 125

Lo descubrió y lo llamó aire mefítico el sueco Scheele


en 1772, lo confirmó en el mism o año Ruthe nforth , lo
aisló y denominó ázoe Lavoisier, 1777, y Cbap tallo bauti-
zó nitrógeno cuand o vió que era ~1 element<> constitutivo
del ácido nitrico.
El cual está muy lejos de ser el único gc11o 6 derivado
suyo. No seguiremos al ázoe (eso pediria més páginas que
comedias escribió Lope de Vega) en el complicRdo meta-
bolismo, por el cual se forma n en el cuerpo huma no Jos
ácidos sillares, úrico é hipúrico, lácteo, la !encina, tirosi·
na, crea tina, glucóeola, sarcosina, urea, etc., bástenos decir
que €S esencial en el cuerpo, en el mund o y en los otros
mundos¡ no falta en los meteorit.fs que nos envJI\n los
otros plane tas Ó que vienen de los espacios intraestelares
y según análisis ePpectral del inglés Common, de nitróge-
no é hidrógeno, esl!~ en gran parte formada !a nebulosa
Orion.
Aunq ue inodoro contribuye á la fetidez cadavérica: ya
hemos dicho que ésta procede del de~prendimiento en
conjunción del ácido carbónico, hid1ógeno carbonado y
sulfurado, sulfidrato, cianh idrato y cnrboneto de amonia·
co: se cree que si la mayo da de las plantas, cuand o muer-
tas no infestan, es porque apenas tienen ázoe.
Si arma terrible es el á.zoe en Medicina como calma nte
y reconstituyentE>, eleme nto valioso es el nitrógeno en la
guerr a como generador del fulmi nante nitro. En este se·
gund o terreno lo buscaremos despué•, en cuanto al pri-
mero recnérdesA cuán de moda €SUin hoy los cigarrillos
azoado~, y cusnt o se ~spera de las a~?uas azoadas que bu·
Jlen abundosas de e.te gas en las fuentes de Urbenaga,
Caldas, Cauteretz, Panticosa, etc., y que entre utrns pro·
piedades tienen la de calmar el furor genésico de los tlsi·
cos, tal como lo hac.lan aquello~ cigarros alcanfóricos de
Raspa il, tan alhagndos ayer por el aura de la popula·
ridad:
Hacemos caso omiso de otras virtudes que le atribu ye

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126 HISTORIA ·DE UN MUERTO
f l empirismo. S u prepru:acióo es seocillisimn: tómese un
recipiente de cristal, é introdúzcase en él una bug!a en·
cend ida, de tal modo arreglada que lo que es cand elero
venga a ser tapó n que cierre hermé~icamente la campana.
La llam a comenzará por languidecer hast~ extinguirse; es
que ha consu mido el o¡¡fgeno y lo que resm es ázoe, no
puro por sopuesto y .formando atmó3fera mas enrarecida
que la anterior. En lus laboratorios por lo general se ex·
trae quemando dos ó tres gramos de fósforo en un crisol
á la superficie del agua, cubier~o aquél con una campana:
la combustión de dicho fó~foro produce vapores de 1\cido
fosfórico, sin que su extracción hasta hoy haya jamás dado
lugar, que sepamos, a ning una escena cómica ni trá·
.
g¡ca.
Porque la Qu!mica, asi como ha tenido sus episodios
jocoserios (el de Battolo que encabeza este cap!~ulo es uno)
asi también ha tenido sus dramas sangrientos, ejemplo de
los cuales es el acaecido en Matanzas, de que hablamos en
el oxigeno. El ilustre Casaseca nos contaba el caso de un
químico que explicando en cAtedra se zampó un vaso de
ácido cítrico, creyendo tomarlo de limonada, y tran quil a·
men te, al notar el error, exclamó:
-¡M e acabo de envenenar!
Sorpresa, alarma, congojas, carreras, aut!doto... y el
gran Dumas fué Falva.do.
Hemos dicho, y lo rPpetiremos para que quede mejor
sabido, que el ázoe engendra el nitro; esta es una sal que
se encuentra. en pequeños crittal~ acutiformes, que chis.
pea y se quej a cuando se le echa al fuego; pero más se
quej a y aUJl muerde, cuando unido a.l azufre y carbón
prod uce ese polvillo negro que tanto bien y tanto mal ha.
hecho en el mun do y cuya ilwención ee a.tribuye A un
cierto Schwartz, a quien no tuve el hono r de conocer; ó
tal ve:t, según otros, •t un Roger Bacon, alquimista de otro
siglo, que no inventó, sino encontró la explosiva mezcla,
y que nunca sospechó á que pocos daria vida y á que OOU·

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HISTORIA. DE UN MUERTO 127
chos darla muerte su casual descubrimiento. Mucho tiem-
po se dudó y aún se duda quién fué el inventor, atribu-
yéndolo unos a unos y otros ll otros, y de aqui el gracioso
modismo que hemos tomado del francée, 110 jué ese el¡zz¡e
inventó la pólvo1·a, que se aplica á. un lerdo, ó á. uno que
tenga tanto tnJet:to como nuestro Bartola.
El salitre, que es una eal compuesta de ácido nitrico y
potasa (azoato de potasa), da origen a varias mezclas deto-
nantes, entre ellas la. plata fulminante, que es plata, nltri·
co y alcohol.
Y no es el cuerpo humano donde menos entra el ázoe;
son abono sus excrementos, porque lo contienen, abunda
mas en deyecciones Eólidas que en liquidas, y por cierto
no tiene él la culpa del olor pestilente, archidiabólico, que
nunca falta en fecales humanas, que no aparece en !na de
los simios, y que sin duda estaba. presente en las del gran
Lama las que, á. semejanza de las barbas de Mahoma, se
guardaban como santa reliquia. Un dios productor de abo·
no era dios útil para labradores.
La cantidad de fecales emitidas suele estar en propor·
ción de la de alimento que se ingiere y digiere: aquellos
(acaso excelentlsimos señores) para quienes la vida es la
negación, aquellos que viven pura comer, son excelentes...
rnaquiuas de producir abono: nh! cerca teneis un ingenio
·que es ele Toledo, sin estar en esa ciudad, rejuvenecido con
el abono de los habaneros.
Boussingault, que heróicamente se engolfó en esas in·
mundicias buscando verdades, dice que en deyecciones SÓ·
!idas revela el caballo 1,75 por lO:l, vaca 1,52, puerco 2,50,
carnero 0,63, mientras en liquida~. caballo 0,55, vaca 0,32,
cerdo 0,70, carnero 0,72. Y como esos animales viven de
las plantas ¡cuántos árboles habrán debido su desauollo
al abono de que ellos mismos fueron primera causal
¡Evolución perpetua circular de los seres organizados!
eEas materias fecales existen y ee están formando en todo

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128 Bl.STOBIA DE UN MUERTO

momento en las entrañas de todo sér que vive, aunque


deje de alimentarse.
Como se nota en el cerdo que se beneficia, no es poei·
ble matar un animal en W momento que no se encuen-
tren en ~us int.estinos mayor 6 menor depósito de fe<:ales;
todos somos como Brama incesantes productores de abono
baratisimo: porque no procede n directan1ente de la diges-
tión y partes r~fractarias, sino do la sangre, músculo~.
visceras, glándulas, hasta de los huesos; nos renovamos
ioce..~ntement.e, y en eso está la vida material 6 del cuer·
po, come una serie <le penas y placeres es la vida intelec·
tual ó d~l alu:m. ¿Qué es morir? En sentido material, es
perder la facultad asimilatriz; en sentido moral, dejar de
sentir.
El ázoe del cuer¡:)o animado, lo hemos dicho, no proce-
de de la respiración, pues éste lo arrojamos en la expira·
ción, y está probado que si á un Eér viVlente se le hace
respirar una combinación de oxigeno y carbónico, ó da
oxigeno é hidrógeno, en el fluido que emita habra siem-
pre particulas de aquel gas. Este, pues, procede de los
alimentos que lo contienen, siendo él la causa primordial
de su nutrición, tanto, que si los huevos y la leche consti·
tuyen buen alimento, es porque contienen en cien partes
18 de materias azoadas.
Ya se ve que en nuestro cadáver no puede faltar el
é?.oe: estaba en él cuando vivo, siendo tan necesario á la
alimentación como el oxigeno á la respiración, y se au-
meuta cuando 1-xánime por obra de la afinidad en las
materins de~orgaoizadas1 que atraen el de la atooó;;;fem. Es
imprescindible, asegura Thenard, en toda fermentación,de
modo que sin él el cadáver se estacionaria, inmóvil, inútil,
olvidada momia egipcia, sin dar lugar á formación de
otros organismos, sin poder servir ni de abono. Sin em-
bargo, la experiencia demuestra que en atmósfera exclu-
siva de azoe la corrupción no ,prospera y el cadaver per-
manece inalterable.

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HISTORIA DE UN MUERTO 129
¡Y lo creíamos inútil! Todo tiende á demostrar que este
gas es uno de los resortes más eficaces de la Naturaleza en
su perpetuo afán de transformar, y tanto bien hizo Lavoi.
sier en darlo á conocer en 1777, como Scheele en darnos
el fluorhídrico en 1771.
Casi puede decirse que el secreto de la vida está en las
ocultas propiedades de ciertos compuestos de ázoe. El or-
ganismo animal, tiene razón Robelin, está engendrado
por el nitrógeno.
¿Será la esencia tan buscada y siempre oculta del alma?
preguntará alguno al ver qu~ nunca falta en animados é
inanimados. No rendiré homenaje al eabio que asl lo de·
clare; pero si lo .t ributo de admiración y respeto al gran
Bercelius, por sus curiosas investigaciones sobre el ázoe y
otros ingredientes del cuerpo hu mano.

9
© Biblioteca Nacional de España
xrn

¡Cual'enta horas!

Volvamos ent1·etanto los ojos á nuestro cadáver. Ved


esa lucha de fluidos que parecen disputarse una salida
comun: mirad como se apresuran á dejar la materia en
que ya de nada sirven: con la ruina del organismo co·
menzó la anarquía de los componentes, sometidos á las
leyes comunes desde que la fuerza vital no los ampara
contra la fermentación y disolución: diríase que la. voz de
la Naturaleza les grita: hidrógeno, marcha á combinarte
con el oxígeno para dar agua, calcio, te esperan el agua y
el carbono para blanquear paredes; fósforo, mézclate al
cloro y potasa para producir fuego; tú, ázoe, buscarás al
hidrógeno y enjeudrarás terrible veneno, instrumento
parricida en manos de Borgias y Médicis; amoniaco, llama
al cianógeno para, sin la ayuda de Walher, producir la
sustancia organica urea.
Invisibles, silenciosos, sin embargo semejando al vapor
del liquido caliente, ó á las abejas que en su colmena al·
borota el hurgón de malévolo muchacho, asi se precipitan
los fluidos á abandonar el núcleo en que ayer formaban
un todo lleno de armonfa, de vida y de hermosura.

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RISTOR IA DE UN !I!UEBTO 131
Tal vez con ellos, ó envuelta en ellos, ó siendo ellos, se
desprenda también para elevarse a equis, esa cosa que se
dice sustancia inmaterial, indivisible, inextensa, incógnita
de la Teología, escollo de la inteligencia, obscura noche del
espíritu pensador.
Han pasado 40 horas después de la muerte, y es el fer ·
mento butlrico, un infusorio (según Pasteur) un fi3iparo
que avanza resbalando, un inmun do microbioide de ape·
nas dos milésimos de milimetro de longitud que pronto
dará lugar a seres visibles, el que ahora se encarga de pro·
mover la exhalación.
¡Cuarenta horas!.... pero ¿qué pensaba ayer esa cabeza?
meditaba el socorro del amigo, el amparo del desvalido,
proyectaba útiles reformas ó preparaba torpe algon odioso
plan de seducción? ¿Qué hacia ayer esa mano? hacia no ..
ver sobre la indigencia el maná. celestial de la limosna, ó
con torvo puñal amenazaba la vida de su prójimo? ¿Que
decia ayer esa boca? ¿Derramaba con caridad evangélica
palabras de consuelo y esperanza en el corazón de desola-
da viuda, ó con feudal alta,neria ordenaba cruel castigo por
leve omisión de un siervo? ¿Qué miraban esos ojos? ¿Ante
la imagen del Crucificado lloraban culpas pasadas, ó se
del,!litaban con lal! lúbricas escenas de inmun do lupanar?
¡Cuarenta horas! Que horrible cambio opera esa grada·
ción de la naturale:~;a inerte que se llama fermentación
butirica: reparad esa repugnante hinchazón de la carne!
reparad las manchas azules y negras y moradas sobre el
pálido semblante. ¡Oh! vosotros, mortales, los que aún con-
serváis vanidad en las cosas de la vida, los que creéis los
unos nombres mejores que otros nombres y los unos colo·
res de mas mérito que otros colores, vosotros los que Antes
que ser señores excelentes, compráis el ser excelentisimos
señores, contemplad ah! lo que sois: ved en lo que venís á
parar después de vuestro soplo de existencia: ved lo que
era vuestra vida y vuestra mat~ria: ¿vuestra vida? una
evolución más entre las infinitas evoluciones de la mate·

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132 BI&TORIA DE UN ~RTO

ria, ¿vuestra materia? un poco de cal, y de agua, y de car·


bono, y otros tan insensibles como esto, y sobre todo
esto........ el fermento butiricol
¡Abominable fermento butíricol Cómo destruyes todas
las ilusiones, cómo aniquilas los más risueños encantos,
las más alhagadoras imágenes de nuestra pobre poesial El
almibarado beso que en boca de rosa brinda a su madre
candoroso niño, la nunca profanada mejilla de púdica
virgen bañada. en lágdmas de piedad por dolores ajenos,
las inefables purísimas efusiones del amor materno, la flor
cubierta de rocío que se abre al beso de 1¡¡. aurora, la ado·
mble erubescencia de casta doncella por primera vez re·
quebrada de amores..... cuando pienso que detrás de todo
eso viene el fermento butiricol ¿Y qué me decis de las
pequeñas grandezas ó grandes pequeñeces que la epopeya
perpetua? La fulminante cólera de Aquiles, y el piadoso
Eneas preparando los cimientos del Coloso Romano, y
Godofredo recobrando la Ciudad Sagrada, y Milton creando
una cosmogonía. á su arbitrin,y Klopstock describiendo la
lucha de dos mitologias, y Enrique rehabilitando la honra
de Francia manchada en la noche de San Bartolomé, y
Gama cambiando el cabo de las Tormentas por el de Buena
Esperanza, y los héroes con ó sin epopeya que la historia.
eterniza, Alejandro, César, Corté3, Juana de Arco, Tell,
Pompeyo; y esotros los fundadores, no llamados héroes,
pero únicas glorias del género homo, Sócrates, Confncio,
Gutenberg, 1\'Ianco-Capac, Edisou, Valmiki..... cuando
pienso que tras ellos vino el desprendimiento de hidróge·
no, la fetidez y el fermento butiricol ¡Abl y no hay modo
de escapar a ese infame fermento, á. toda muerte indivi·
dual signe la corrupción, como á. la corrupción social si·
gue la muerte de un pueblo.
Los vivos de ayer hoy miasma, flor, planta, piedra, sólo
dejaron lo que sobre ellos pusieron los supervivientes,
mármoles, bronces, lisonjeros epitafios, gerogllficos mentí·
rosos, interesadas biografias, en libros perecederos. ¿Y la¡

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HISTORI.-1. DE UN MUERTO 133
ansias, aspiraciones, aplausos, gloria mundanal, ilu~iones
eflmeras, placeres, titulos, honores .... ¡fermento butixicol
Cada treinta años, un minuto de la eternidad, desaparece
una generación: y el manto del olvido caerá r;obre la ante-
rior: los que nos recuerden tendrán también un •niuuto de
existencia luego el silencio, la nada: los buenos duran una
generación en la memorüt de los deudos y agradecidoE:
hijos recuerdan padres, pero nietos olvidan abu~;los: y si
estos resucitaran ¿serian los bienvenidos para los mismos
que los lloraron?
¡Abl un cadáver es bajo el punto de vista material una
cosa repelente, ¡cuanta impureza brota de lo que fué belle·
za y encanto!. ¡que foco da inmundicias! que fealdad :.....
huid, y sacado el cadáver, ventilad, fenicad, desmicrobizad
la fetidez cadavérica es maléfica, envenenadora: un cadA·
ver es cosa horrible y temible..... para el indiferente.
Pero que jardln florido! que fecundo campo present-a á
los ojos del químico ese cuerpó exánime, ese mundo mi-
crográfico de infusorios, rotiferos, mónadas, en que luchan
y se confunden elementos que fueron y serán de vida.
¿Por qué nos causa asco? Vosotros mismps, lectores, no
os e1lplicais e~ horror y asco que in funde un cadáver; pues
hab éis de saber que la misma intachable armonia. que
reina en las funciones del cuerpo vi YO y en pleno goce de
salud, la misma exactitud que regola la mecaoica celeste,
esa rige en la pu tnfacción del organismo más insignifi-
cante. Los cuatro grandes agentes, oxigeno, hidrógeno,
azoe, carbónico, los carburos, fosfuro.s y sulfuros, luz, aire,
calórico, humedad, todo lo que fué ayer alimento ahora
será elemento ele mutación; cada simple tiene marcado su .
destino en la série ele metamórfo~is que bajo el agente de
los fermentos se desarroya por leyes fisicas, inmutables,
idén ticas á las que imperan en toda la Naturaleza. Y si en
eso esta la existencia y la no exi:>tencia, si está la renova-
ción de la vida en ese viajar perpétno de la materia á tra-
vés de innúmeros organismos que se la arrebatan y se la

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184 Bl~TORIA DE UN MUERTO

devuelven, Ei todo organismo animado no es más quema-


teria inerte en conjunción el'pecial, ~i e..:¡ a•i que la misma
materia. bajo la forma de ciruelo da ciruelas y bajo la for-
ma humana produce ideas ¿porqué hemos de tenerle asco
cuando se presente en la torma de hombre inanimado?
¿qué cosa es el asco y á que tienes asco, lector? ¿al carbono?
lo respiras cada día. cuando escapa de tus quemadores de
gas; ¿al fétido hidrógeno? lo absorbes diariamente en el
agua y en la. yema de los huevos; ¿!J. los gusanos? tus des-
cendientRs, quizás tú mismo, devoraran la sust:mcia que
hoy los forma como ellos devoraron a tus ascendientes; ¿al
fósforo? es idéntico al que tomas en el pescado y en las
tortillas de tuétano; ¿al oxigeno? mañana vendr!J. él á alba-
gar tu paladar en el suavísimo jugo de la piña; ¿al olor
amoniacal? recuerda que Thenard extrajo azúcar de ol'ina.
de diabéticos confeccionó dulces y los brindó en un con·
vite á sus compañeros, que no los repugnaron porque sa·
bian que el azúcar donde quiera es azúcar, y que tras la.
fermentación y la putrefacción ..... ¡la purificación!
Sin embargo, tenemos asco á muchas cosa.o; yo mismo
no puedo remediarlo; aunque no veo la razón de ser del
asco, dado que todo se reduce á diversa manifestación de
los mismos simples: notad el horror, que tenemos á lasaliva.
de otros..... ¡qué digo! a la. nuestra misma, una vez emitida
de las ghl.ndulas, y sabéis lo que es la. saliva de otro? u n
compuesto tan idéntico a la auestra. como dos mitades de
una gota. de agua-.... la tuya, lector, como la. mia y como la
de Berz~>lius que la. analizó, contiene en mil, agua 992 9,
tialina 2,9, mucus 1,4 cloruros de pot,ru;io y de Eodio 1,7
lactato de soda y materia animal 0,9, soda 0,2: y tu sudor
ese sudor que dicen tóxico ¿.sabes lo que es? pregúotale á
Funke y te dirá: agua 988, '15. epitelio 2'40, elementos SÓ ·
lidos 1'16, urea 1,55, soles 4,36, materia insoluble 2,08: y
ese otro liquido secretado por los riñonee, la orina, ¿la
crees inmunda? pues aqui la tienes: agua 971, 934 mea
12,102, ácido úrico (en el caballo hipúrico) O, 398, cloruros,

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meTORIA DB UN l\IOBI!TO 135
sulfatos, fosfat<~s de cal. soda, po!.luoa, magnesi11, 6 919
ácirlo IAcliro y lactato de nmnninco, mfitf•rias albnminusas
elaborante~ y E>xtractiva'l 8.647: y esos ¡rases ir) tes1innl~s
qu~ se expelen por la otra.' h~ y que el vulgo impropia·
mente dPnomina viPntoa, no snn ante Mng~nche mllA que
oxigeno 11, ázoe 71,45 ac carbónico 14 hidrógeno 3·56 to·
das sustancias no respirables, pero tampoco rechnzables;
las mismas de la.limpisima fibrina y la pulquérrima he·
matosioa ¡y dirán que no eR natura caprichosal el hidró·
geno sulfmado que se desprende de la digestión (¡y de la
indige~:tiónl) les da su olor nauseabundo para que sean por
su sonoridad risa de nuestros oidos, y por su olor, que al·
tara por razón de los alimentos ingeridos ó estado morboso
de los órganos intestinales, tormento de nuestro olfato. Y
sabéis lo qne son las fecales con su hiperdiabólíco perfu·
me. Preguntad á Bercelius y os dará agua 73,3, restos vege·
tales y animales 0'7, bilis Q•9,albúmina 1,9, materia extraC·
ti va particular 2,7 residuos indisolubles 14, sales de eoda,
cal, amoniaco 1,2 etc.
Todo esto me trae á la memoria aquella curiosa ceja de
pomos cuadrada y cuadrúpeda, es decir sobre cuatro pa-
tas, que puede verse en cierto museo de Londres con su
letrero sarcástico: e Venerables restos del soldado escocés
Fulano• (no recuerdo el nombre) y allí el pomo con 8U
agua, que es el mayor, el pomo de su calcio, que le sigue
en tamaño, el pomo de su amoniaco, su fósforo su ácido
carbónico ect., todo él, todo el material del sér que vivió,
rió y lloró, allf todo el guerrero disuelto, purificado, como
pudieran Alejandro ó César si tiempos más químicos les
hubieran tocado, alli hasta las materias fecales con que lo
sorprendió la muerte, no en forma de copros sino disemi·
nadas en los pomos ele ázoe, hidrógeno etc., ni los huesos
respetó la Química, que si el esp!<i~u vital fuera entidad
deseo m ponible también estu viera alli en pomos.
Se ve pues que no hay inmundicias en nuestro cuerpo
sino por razón de ciertos maridajes que afectando desagra-

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136 ElBTORIA DE UN MUERTO

dablemente nuestros sentidos nos advierten que nos son


nocivos: Dios en su suprema bondad colocó el olfato en
nuesttas narices 'Para dffensa de nuestra salud, y es noto·
rio que en todo mal olor hay microb ios preparadores de
algún morbus tal vez desconocido. Rechacémoslo nora bue-
na, pero no as! aquellos cuerpos descomponibles en sim·
ples inofensivos. y limpísimos.
Hoy el análi~ia químico lo descompone todo; si conocié·
ramos la sintesis como el análisis, construiríamos un ani·
mal, podrlamos hacer un l!ombre¡ según la humorística ex-
presión de Voltaire. Pero se recomponen pocas, se va ga-
nando terreno; ya Wehler produjo artificialmente la urea,
más tarde Berthelot con sustancias inorgánicas, óxido de
carbono y agua, creó el ácido fórmico, hoy se hace grasa
animal-con el oleico y la glicerina.
Casaseca nos hizo beber agua de coco artificial: no se
crea que una simple imitación, sino la tnismfsima., con su
hidrógeno, su carbono, su parte sacarina., en fin, ella misma.,
como si la hubiera hecho la Naturaleza, en la nuez de un
coco. Ahora. bien, si un quimico, en limpio crisol, ó en
bruñida retorta, con delicadas manipulaciones nos compu·
siera una sustancia con los mi~mos equivalentes de la que
tiene ese insecto, la He variamos á la boca sin escrúpulo,
aunque hubiera en ese bicho algunos escrúpulos de fosf11tos
y sacara tos y .....
¿Comprendes, lector?
Pues si no comprendes es sin duda que yo me explico
mal; pero conste que es puerilidad tener asco á ciertas
sustancias, como el pan, el vino, el azúcar, por razón de
las impurezas que se cometieron en sn preparación, pues
al pasar por la decocción y la fermentación, esas sustan-
cias abandonan 6 alteran las extrañas, aunque no puédase
decir que se han purificado. Si en la caldera en que hierve
el jugo de la caña ó la. remolacha se arrojara alguna in-
mundicia, por ejemplo, algún animal muerto, costaría más
la e¡¡: tracción del azúcar, pero esta sería igual una vez pu-

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HI.6TORIA DB UN lofDBRTO 137
rificada, como lo fué la que extrajo 'rhena rd de la orina
de los ,Jiabéticos.
El fermen to hutiríco, agente del mundo micróbico, lo
forma el ácido del mismo nombr e, as! llamad o porque
procede de la manteCll; se .:ompone de carbono, oxigeno é
hidrógeno, y se produc e por descomposición de la ftbrina
presen te en sangre, carne, etc., al tiempo que los ácidos
oleico y margArico que se hallan en todo cadáver desde
que empie za la putrefacción.
Pe todos esos fdnóm enos ft~.ctores primeros son las in·
flllencias de la atracción, aquell a que Newton encontró, de
mostró y utilizó, bien que ya desde griegos babia sido sos·
pechad a. Emped ocles habla de una fuerza de amista d y de
dí~;cordia entre los cuerpos, y Anaxl menes suceso r de
Thales , vió eo el universo, 610 af1os antes de Cristo, el
perenn e efecto de dos constantes operaciones, que llamó
elemen tos del caos, la deecomposición diacrisis, y la re·
composición sunc1·isis, doctri na que aplicó á la creación
de los mundo s, y en menor escala al más peque ño fenó·
· meno.
Manifestaciones ó derivados suyos son la afinida d y la
cohesión. Consta. que los cuerpos tienen entre si di versos
grados de afinidad, y esta bien conocida ley es la bese de
tod,¡¡s las manip ulaciones qulmic as, como que por ella se
operan las reacciones necesarias al análisis de aquellos: si
podemos realizar la descomposición de una sustan cia por
la interm isión de otra, es porqu e la nueva en contact-o
tiene más simpa tía ó afinida d por un cuerpo q us por
otro, ó que estos entre si, y por tanto aband ona al uno
para asociarse al nuevo; si o ess diverso grado de afinida d
la descompo>ición sería imposible, y deearm ada estaría la
Qulmi ca con su arsena l de crisoles, retotta.s y reactivos.
La cohesi ónlla atinidadl Todav ía no se ha escrito una
oda, no se ha cantad o dignam ente la influen cia do esas
dos fuerzas. ¿Qué hacen los poetas? Siemp re flores, brisas
esperanzas, amores y tristezas. Cantad las fuerzas por don·

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138 HISTORIA DE UN MUERTO

de la Naturalfza. todo lo une, todo lo d~sune, todo lo trans·


forma y habréis cantado algo m á i digno que los furores
de Marte ó las gracins de Amarilis.
La cobeoión es la fuPrza que une entre si particula.s con-
géneres ó eterog~aeas para formar volúmenes. Partid un .
pedazo de yeso, y quedan dos yesos, dos partes que eran
una; si las juntais no se ligarán como antes para formar
un todo ¿porque la presión ó la percusión destruyó la
fuerza que los unia? Loa fí~icos nos hablan de vaclo y de
vibración de moléculas, y de otras cosas que nos d Pjan é.
obscuras respecto al misterio de la cohesión; mAs sea como
fuere, sabemos que esta fuerza, oponiéndose á la separa-
ción de átomos, constituye en su grado, la mayor ó menor
duroza de los cuerpos, y asi como junta unas é. otras par·
ticulns de plomo para formar una maz!l. de plomo, así SOS·
tiene unidas las partes de nuestro cuerpo para constituir
un todo y sostener la vida, y eso indujo á Anaxágoras en
eu Homeomeri um D. concebir el mundo y las cosas for·
mado de partículas semejantes al t-odo. Con la muerte se
relaja la cohesión y las partes se diseminan, de modo que
la muerte es en lo mafr.n ialla. separación de los componen·
tes por falta de coheeión.
La afinidad es la atracción de cuerpos disimiles, que se
ligan para generar un tercero dift~rente de ambos; basta
que las sustancias esten próximas, á vece'! sin que medie
intimo contacto. Como la. gravitatión es u n agente nstronó·
mico así la afinidad es agente Qulmico: su causa como
sucede con la cohesión es uno de esos secretos que la
Naturaleza se reserva para suscitar el espíritu investigador;
pero una y otra obran simultáneas é imprescindi bles en la
economía u ni versal. Las tres fuerzas contribuyen á la vida
del planeta: la cohesión lo constituye; la afinidad le marca
sus relnciones con los cuerpos que le rodean,la gravitación
le señala su lugar en el espacio, s u movimiento, y sus de·
beres para con los demás astros.
Ohl la. afinidad!.. .. la relación de sus hazañas pedirla un
.
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RlS TOR U DE UN MUERTO 139
1ró la
volúmen, ella recoge y reune los Plementos que sep1
11r
muerte, pAra formar otros y otros compuPstos y contiou

asi las infi nieas evolucion~s y tran~fmnaciones rle lam
sóli·
teria, ella precede y sucede á la cohE>.~>i6n, y uniendo
gases,
dos produce llqu idos, uniendo liquidas produce
rtlfe·
combina sustancias inocentes y nos da sustancias mo
ny
ras¡ ella oxida los me talu , engendra la fermentació
te el
corrupción, ella torna la semilla en fruto, y convier
res·
huevo en ave y t>l infante en hombre, porque nuestra
toda
piración, nuestra alimentación, nuestro de~arrollo,
io·
nuestra vida fisica, no es més que una eéri e de asimilnc
le:
nes y pérdidas que se verifican por esa fuerza inexplicab
de los
¿qué má s diré? La afinidad es la perfeccionadorn
de la
mundos; porque si es verdad que aquellos seis dfas
tinua
creación no han terminado todavla, si el mundo con
clis·
perfeccionándose con los siglos, por medio de sus cata
y len·
mos, rayos, volcanes, terremotos, inu ndaciones, mu
las de
tamente, que las creaciones de la naturaleza como
ento
los hombres se someten á la ley del perfeccionami
siglos
gradual por proceso preordeuado, pero contando por
ien·
lo que nosotros por dlas, si los mares se purifican, ced
los
do parte de sus trei nta y u u componentes, par a perder
'con
ó para reemplazulos, si el aire que respiramos mejora
y gra·
las edades, si. todo cuanto nos rodea marcha lentn.
bro
dualmente á su perf~ccionamiento, y si el mismo cere
e e.
humano y la criatura bumf\na m~joran, todo eso se deb
es& misteriosa fuerza de 8 fioidad que
une r que desune,
e de
que organiza y desorganiza y que eu una palabra hac
ura ·
nuestro cuerpo, y del aire y de los mares y de la nat
leza toda, vasto y perenne laboratorio de Quimica.
·
La cohesión y la afinidad, eternas como la materia, prO
ia de
mueven la vida y el desarrollo orgánico: la ausenc
tam ·
ambas, ó mPjor diríamos su influencia promueven
otro
bién la disolución y la muerte: inexorables en uno y
nece·
caso, poco importa par a su e.fecto nuestros deseos y
ntes
sidades, nuestras lágrimas y súplicas. Son cauea y age

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140 HI~TORI A DE EN MUERTO
imp resc ind ible s de uni one s y desuniones, luego son
alma.
y ese nci a de la. vid a anima.l y vegetal y de cua
nto s fenó·
menos visibles nos brin da en sus per pet uos cam
bio s la
nat uraleza.
¿Qu é ser ia ~i falt ara de gol pe la cohesión y la afin
idad?
Que d<-jarfnn de existir los só lidos, que todo se dise
min a·
da en materia. gaseosa imp alp abl e, invisible aun
cua ndo
que dar an ojos que vie ran y ma.nos que tocaran. Vol
verla
todo a. ese prim hiv o caos que la ciencia y la ima gin
ació n
so pon en pre exi sten te á. los mundoP, esa inmens
ida d de
ma teri a cósmic a en que la Pro vid enc ia ordenó form
ars e
núcleos rotatorios que hab lan de con stit uir eolfs
y plane·
tas, y en. que se difu ndi ero n como ugen tes creadores
la. luz,
el calo r, tl movimiento y la atra cció n que en la crea
ción
de los mu ndo s fué sin dud a om nip rese nte y
om ni.
pot ent e.

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XIV

Dos de tantos

Entre los n umerosos componentes que bullen y rebullen


en nuestra humanidad, hay metales y metaloides que cir·
culan, funcionan y se van, siendo reemplazados por equi·
valentes congéneres. Acaso el rico de oro en su caja es
anémico por falta de hieno en su sangre, si esta no carga
de ese metal de 2 á 3 gramos; acaso el fabricante de ceri·
llas foSfóricas sea un estúpido por carencia de fósforo en
sus sesos.
Pues bien, entre esos metales y metaloides que visitan
de tránsito nuest.r a máquina vital, es el Calcio uno de tan·
tos y es otro de tantos el Potasio, y estos dos de tantos por
la importancia del papel que desempeñan, merecen dos
palabras aparte.
Lo que llamamos potasa es carbonato de potasio y lo
que llamamos cal es protóxido de calcio, tal como la soda
es carbonato de sodio ó como la sal marina es cloruro de
idem. El Potasio que entra en nuestro cuerpo por 290 gra-
mos es un metaloide notable por su pulcritud y amor á la
limpieza: si se toma al aceite como emble¡;na de la incq .,

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142 ln.STORIA DE UN M1JERTO

rruptibilidad, bien pudiera la potasa ser símbolo del aseo,


dada la afición que este principio tiene á apoderarse de las
grasas que no están donde les corresponde.
Por eso es base de jabones y nunca falta en la ceniza, en
la cual también hay cilice, magnesia, protoxido de hierro
y otras cosas más ó menos utilizables. Unida la potasa al
fósforo brilla, con el cianógeno da el interesante cianuro
de potasio: en una combinación cura, en alguna otra
mata, en otra fulmina, en ninguna está ociosa, si no es en
la ceniza, donde parece presentarse para ser utilizada por la
industria del hombre.
La ceniza humana, continente de casi los mismos ele·
mentos de otra cualquiera, es, como las cenizas vegetales,
un magnifico abono, y no me explico porque no se apro-
vecha para ello. Al decir de Voltaire, e á un hombre hon·
rado no le debe pesar la idea de servir de algo después de
su muerte• ¿por qué no utilizar esos 80 kilos de carne y
esos Fiete k ilos de huesos, y esos 670 gramos de fósforo?
Convertirse en nabo alimentieio ó en zanahoria, ó en flor,
ó en dulce piña es más halagüeño que cualquier otra de
nuestras postrimerías; y ¡cuánta zanahoria produciría
nuestro ser ya gordo ya flaco, humilde ó estirado! porque
igual ceniza dejaremos el Czar de todas las Rusias, y un
servidor de ustedes que no es Czar, ni sor, ni aire, sino
solo un aér.
Para abono también suelen servir las veget.ales, aún
cuando carezcan de ázoe, ya porque tengan en si los prin·
cipios fertilizantes, ya por la propiedad de atraerlos y asi·
milarlos. En 1431, los portugusses quisieron hacer fecunda
una isla que se hablan encontrado en el Atlántico, y como
la isla estaba cubierta de bosques, lo consiguieron de una
manera m u y sencilla.... fuego, ceniza, arado, semilla... vino
de Madera: en lenguaje telegráfico.
Con la vegetal se prepara la legla, de modo, que no es
el fuego lo único que purifica como creían los inquisidores
que por eso con tanta facilidad entregaban pecadores vivos

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BIST()R ll DE ON MUERTO 143
á la cremación; también purifican los residuos del fuego;
y no omitiremos recordar que la mineral sirve también
para hacer crisoles, y que unida al cimient o impide que
este se coarte ó se raje.
En Cuba no la empleamos ni para abono ni para nada;
en verdad ¿qué necesidad de incentivo pueden tener aún
eetas tierras que están pidiend o solo la semilla para fecun·
darla y hacerla produci r ópimos frutos? El uso del abono
peruano , nos echó a perder una cosecha. de tabaco. Aquf,
para exporta ción sobraría n abonos si se aprovecharan
más: un laboratorio nos enseñar ía á buscarlos ¡oh! ¡qué
falta. nos hace un laboratorio! pero un laboratorio en forma
que ayudarl a A nuestro inicio de museo, diciéndole: •Esto
te conviene guardar , aquello debes arrojarl o.•
Y he squi un punto que conviene ventilar: al entrar un
pueblo por la vía del progreso ¿qué le .conviene crear pri·
mero, un museo ó un laboratorio? El Museo es adorno de
una ciudad ilustrad a, pero el laboratorio es honra de un
pueblo culto. El Museo, colección ordenad a de lo que pro·
duce el hombre y lo que dala Naturaleza, exige más tiem·
po; el laboratorio, aglomeración metódica de retortas, ei.fo·
nee, horno, pilas, máquin aa, crisoles, exige més costo: un
musl!o, mostran do tesoros de la naturnlezl\, hiere más la
imaginación y prepara el espfl-itu a la. investigación; un
laboratorio, revelando los arcanos de la creación, obra so·
bre la razón y abre ·el alma al deseo de los descubrí·
mientas .
Con t-ales argume ntos, si me dieran á escoger, yo elegi·
ría... uno y otro. La ceniza, como el humo, según la SUS·
tancia, de cuya combustión, proceda, varia en cantida d,
color, compon entes y aplicaciones: la. de la. madera abun·
da. en sales de potasa., la de algas, fucus y otras plantas
marinas en sales de soda, sin que hiten potasa, iodo y
bromo; las de sustanc ias animale s en fosfatos alcalinos:
la leña. contien e un 8 por % potasa: la de la caña. de azú·
car, según análisis que á. nuestra. vista. practicó Casaeeca,

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144 HI~LORIA DE UN MUERTO
carga un 15 por% de potasa. Cuerpos hay, como el alcan-
for, que no dejan residuo, por tanto, menos dejarán potasa.
José Luis Casaseca (permitaseme una frase de honor á
su memoria) el ilustre malagueño, discípulo de Thenard y
Berzelius y el más e¡ninente qnimico de su patria, fué el
primero á quien oí hablar de potasa; es verdad que tam-
bién fué el primero que por los años 45 y 46 patentizó y
vulgarizó en este pa'is el valor inmenso de la Química, lo
que prueba lo. abandonado que estaba entre nosotros ese
estudio... ¡ahl nuestraAcademia cuenta años pocos, nuestro
Museo años menos y nuestro Laboratorio a.ños cero de fun-
dado.
Nos hemos ocupado en cosas más fútiles que útiles.
Aquí un Aristarco ahuecaría la voz para preguntar: ¿Por
qué emplear tan largos días de la infantil edad en aprender
fábulas que será.n muy bonitas, pero nada dicen de potasa,
y en estudiar Fleury y Catecismo, que sel'án muy buenos,
pero de potasa nada. enseñan, y si somos hembras en dibu·
jar con la aguja, lo cual es muy curioso, pero no nos dice
lo que es la pntasa? ¿por qué no ~e aprovecha la clase de
lectura para desde pequeños familiarizarnos con voces téc·
nicas y principios científicos, que estimulando nuestra cu·
riosidad, abrirían nuestro apetito por la ciencia?
Respondan los directores, 6 mejor aún, reformen y reha-
billtense.
El Calcio es otra entidad no menos respetable que el
Potasio: abnndantieimo en nuestro cuerpo y en nuestro
planeta, y en otros cuerpos y otros planetas; ya bajo la
forma de protox ido, ya bajo otros disfraces, el Calcio mata,
construye, purifica, conserva, fosiliza, cura, curte, fertiliza
y hasta rejuvenece, porque con sulfmo de plomo quita ca-
nas y da cabello negro: la cal mata el oidium filoxera de
las viñal:', destruye miasmas pútridos 'y activa la descom-
posición de la materia orgánica, produciendo sales amo-
niacales: la cal construye, porque tanto la hidratada como
la anhidra 6 cal viva, expuesta al am• absorbe el ácído

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HlSTORIA DE UN MUERTO H5
carbónico, y est~ se transforma en carbonat<> que so ondu·
rece y se hace insolublE>, por lo cual es tan apropósito p11.ra
cimiento ó mf zcla, la cal purifica, porque apoderandos e de
sustancias daletereas de~infecta lugares mal sauoE; 19. cal
fosiliza, porque á. veces un fosilno es más que el resultado
do una incrustación natural de moléculas que incorporAn·
dose una por una, conservan la Iorma y no más que la
forma de un sét· que desap11.rece. Una serpiente, por ejem·
plo, entumecida por fl fdo, morirá y se conservará. mucho
tiempo sin corromperEe: la Noturalez11 ha aprovechado t>Se
tiempo y la ha modelado en óxido ó en greda, para gnnr·
dar y trasmitimos su forma, como tal vez no lo bioiem el
más diestro artífice. OtrKS v~ct>s, y es lo mas común, sin
ayuda del frío el simple conhcto de los esqueletes con
agua que anMtra en disolncion sales calizas, sílice, azu{rt',
etc., unido a otras causas, algunas de las cuales nos son
desconocidas, hace que vaya paulatiname nte desapnre·
ciendo la materia que constituye el sér animal ó vegetal y
que sea reemplazada por las nuevas partículas minerales:
esta sustitución se verifica eiempre molécula á molécula,
de modo que el fóeil conserva la forma del cuerpo que le
dió origen.
A la cal principalme nte se debió que esos restos de seres
que E>xiatieron antes que nueat.ra especie, se conilervnrnn d.
t r &\' Ó3 de lns edades y de lae convu lsiones del globo, para
que ahora llamaran nuestra ntencióu, suscitaran nnNtro
asombro y sin'iE>ran de base 11. nuestras i ovestigacionfs:
dentro de una capa ele cal se encontró esa momia mejica·
na 6 azteca que acaba a~ pasPaue y llamar la atención
entre nosotros. Algunos fó;iles pertenecen á seres cuya es-
pecie existe aún, pero la mayorln son de razas ya txtintas:
en el terreno primitivo de que nos separan cuatro capas
ó edades de inmensurab le longitud, no se encuentran ves-
tigios de seres orgánicos, y el hombre confiando en la eíi·
cada de los resortes que la Providencia puso en sus manos,
10

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146 HISTORIA DE UN HUERTO

ha pronunciado su fallo diciendo: cEs que entonces no los


habla; la vida empezó en el secundario. •
El calcio es un mela! blanco amariliento, nunca puro en
la Naturaleza, que los químicos obtienen calentando la cal
en una corriente de vapores de potasio ó. de sodio; un vo-
lúooen oc u paria la descripción de sus propiedades, usos y
asociaciones con fó>íoro, azufre, fluor, silice, cloro, nitro,
arsénico, t!llJgateno, aparte ~us combinaciones con ácidos
orgánicos de que no hablaremos.
En el cut"rpo humano, el calcio entra por dos libras,
siempre bajo la forma dtl óxido que llamamos cal, aparece
Pn el licor seminal por tres en ciento, con su amigo el fós·
foro en IC'S huesos por G,J,, 34, como unido al cloro, al car·
bono, al íiu01 en el mar, como ligado al silice on conchas,
como en compañía del carbono, hierro, niqutl, cobalto,
manganeso, cobre, azufre y algo ignoto, en meteorite~. en
rocaJJ 1 en cuevas, en agnns, en todas partes, emblema de la
llaneza y la igualdad es aqul espato, más allá alabastro,
acullá aragonita ... ¡oh calcio! ¡oh calcio! tú Botabas vapo·
roeo con el aluminio y el magnesio, dorante los primeros
tramites de la creación en la superficie de la inmensa ne-
bulosa que babia de Eer nuestra tierra, mientras el granito
te formaba sólido pedestal, oh calcio, oh calcio, tú circulas
con mi eangre, tú te hospedas en mi cora2:ón y eres acaso
base de su sensibilidad , lú purificas, tú iluminas, tú de·
vuelves salud, tú edificas, tú edificabas, oh calcio, antes
que se anuncia-ran las larvas de donde habían de proceder
los que te aplicaran aqul en cemento, allá en cristal, más
allA en droga, oh calcio, que como nosotros no eras nada,
por ti solo y mucho por tus alianzas, ¿basta dónde llevará
algún dla la Quimica tus proezas, qué poeta cantarA tus
glorias?
No seré yo que solo sé admirarlo en todas partes. Sin ir
A buscarlo en mares, cuevas y rocas, aqui es mi aposento,
m e sigue y me rodea, en esa. blanca. pared, en esta. mesa
de marmol, en esas lozas de Hamborgo, en ese tintero, en

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HISTORIA DE UN MUERTO 147
mi propia humanidad y sabe Dios las oleadas de calcio
que en la infinid ad de siglos pas:•dos han discurrido, y en
la infinid ad de siglos venideros discur rirán por este rincón ,
por este á.tomo del espacio que en este mome nto ocupa el
átomo de la human idad que ahora traza estos renglones.
En cosas tan presen tes pensab a yo, cuando mi imagin a·
ción se fué 1\ uu mundo muy lejano , pero lejano sólo en la
época, puesto que no salía de este nposento ¿qué escenas,
pensé, en el curso de los siglos prehistóricos y aún pre·an·
trópicos se habrán sucedido en este propio lugur en que
medioo? ¿cuánt os simple s se habrán uoido, cuánto s cere·
broa medita do, cuánta s veces el calcio habrá consti tuido y
aniqui lado organismos? El mar tiempos atrás se enseñO·
reaba en este recinto: tal vez en persecución do su presa, el
voráz ~iburón atravesó este espacio, y sació aqul mismo su
descon tentad iza voracidad, cuand o todaví a aunqu e ilomó-
fago por excelencia no podia ser homicida, porque no se
habla .formado la sustan cia alimen ticia que habl& de lla.·
marsa hombre. O quién sabe si con deacomunales dente-
lladas, se despedazaron en encarn izada lucha, aquí donde
me siento, el Plesiosauro de eatendido cuello y el !guano ·
don de diente s acerados; pero no ... ¡qué miro! es un ve-
tus~o cetaceo, que buscnmlo retiro pacifico, llega lenta·
mente á morir en ignorado lecho de algas y madré poras...
y aqui dejó su cadáver, nqu! al menos un miemb ro, qnizé.
un co¡n·o, que el calcio lilojicó para formar coprólito, ó tal
vez una muela ... sigamoij e~a muela á. trav's de los siglos,
el mar la ha incrus tado de una capa, cuarcifdra, ó ~ilicea , ó
arcillosa, como el objeto sumer gido en aguas de Stltz; una
capa caliza, sarcófago indel!tructible que la Naturaleza sola
sabe prepar ar, se le va sobreponiendo; m:ís tarde, residu os
de sustan cias orgánicas se supera dhiere n con secula r len·
titud ... dejemos correr lsa edades y pasemos á la morlerna,
esto es, a unos pocos siglos antes de la Histor ia... el mar
se ha retirado ó por impuls o de la corteza terrest re ó por
petrificación de sus componentes, y quedó el fosil en tierra

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14S HISTORIA DE ON MUERTO
fume , á algunos metr os de profu ndid ad... lleguemos al dia
de ayer, alz6s e el terre no ... ¿por qué? Ciertos elem entos se
han con1binado ya para form ar susta ncia alime ntici a de
tiburon~s. es decir, homb res... uno de estos llfga , cava., re.
vuelve, escnd riña, ·encu entra el f·)Sil... ¡un tfsorol ¡un dat~
mé.~! y por amor á la difus ión de las luce~. y por amor á
s us contemporáneos, y por amor á su pat.ria, prese nta el
nuev o fosil á la Acad emia 6 Museo de su tiempo.
Tal es la misió n del calcio, tan presente, desd e ab initio
en el mun do inani mado como impr escin dible en el orgá·
nico ¿a cutmt~a bumn nidad es bnbr á contr ibuid o en el CO·
rrer de 1118 cento rbs? Porq ue esta hum anid ad que hoy
goza su temp orad a terrfs tre, no es más que un eslabón en
la cade na inter mina ble de las hum anida des pasad as y ve·
nicleras, de las antro popa lias y antropoplacias.
Como t.al vez lo veremos en el capit ulo que sigue.

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XV

Antropopal ia y antropoplac ia

Tenemos que a.bandon!!r por algunas horas nufstro ca·


dáver: han pasado 48 horas desde la muerte en atmósfera
calida, ha. entrado en el quinto periodo de la fusión pútri·
da, y la fetidez que emito, la cantidad de gases y miasmas
con que iippregna. la atmósfera es ahora tal, que no es
posible permanecer junto á él sin menoscabo de nuestra.
comodidad y grave detrimento de nuestra salud; ni el fé·
nico, ni el acético, ni el purificante cloro, nos permiten ya
acceso á esa materia informe y repelenw, que antier bala·
gaba. y hoy ofende todos los sentidos.
No es ya sólo el hidrógeno, los húlt·icos y los fii"OS, ea el
amoniaco que procede de la descomprn;ición de la fibrina,
albt\mina y otros, es el fósforo en sus inmundos marida·
jes, son gérmenes mortíferos, part!culas orgánicas porfu·
madas por la muerte, brotando con efuoión tal, que todo
el cuexpo parece trasladarse en corpusculos á la atmós·
fero..
Dejémosle, pues, ya que nos inspira el horror que he·
moa de inspirar algún dia; volveremos á él cuando se

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150 IDSTORTA DE UN MUEI!TO
haya despojado de todas sus exhalaciones pútr idas , dejá n·
donas un rema nent e de sólo dos novenos de su peso pri·
mitivo. QtúZ!Ia, porque no murió de heridas que le hicieran
perd er la sangre, necesitemos varios d1as; pero entre tanto
no nos quedaremos ociosos. Hem os extr aído el cerebro por
una operación craneotómica., y med iante uno de loa pre·
serv ativos más económicos, el alcohol, aqu1 le tenemos en
una redo ma de cristal, á la que sin escrúpulo pued en acer·
carse loa que quieran exam inar lo. Alcemos sin recele las
mem bran as dura mate r, aracnoide y piamáter; no nos pue-
de ofender: cierto es, y perd one Boerhaave, pa1·a quie n es
la bilis la mate ria más putrescible, que el cerebro por eu
fósfo~o, su fibrina, su osmnzona, es la subs tanc ia
anim al
susceptible de más rápi da descompo~ición; pero tamb ién
que es la últir oa en hacerlo, porque la amp ara la bóveda
ósea que le impi de el inme diato contacto con el aire.
Contemplad esos ganglioe ó focos nerviosos en que se
comprenden los tálamos ópticos, los cuerpos estriados, los
tubérculos cuadrigéminos, y los diversos centros sensorios
que baFan en la méd ula oblongada, prot uber anci a anul ar
y pedúnculos cerebrales, que son un mun do de asombros
y un arsenal de arcanos para el anatómico: compuesto de
los mism os elementos de sus ant€cesores, desde el inicio
de la hum anid ad, serA agitado por las mism as ideas y las
representará con los mismos sonidos y palabras, usados
por millones de seres que ya no son.
¡ExtrROrdinario organismo el que van á devorar inmu n-
dos gusa nos! A cuántas cavilaciones ae presta eea pulp a
blan da, cenizosa, divi dida en bemi~ferios, de lent a incine-
ración y fácil putrefacción, cuya form a y tama ño guarda
relación con la inteligencia que en él reside, que es relat i-
vam ente más gran de en el hom bre que en otros animales,
que en ancianos se contrae y se apro xima al del niño, que
se compone de filamentos elementales que se cruz an y en·
trete jen, en que hay cerebrina y lecitina, y segú n Hus ch·
¡;e, mon taña s y valles, fuen tes y viaductos, bóvedas, árbo ·_

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HISTORIA DE UN llUERTO 161
les, fó~!oro que Moleschot supone bal!e del pensamiento,
pulp a que parece inert.e y es la estación radical del com·
plicadlsimo sistema telegráfico del cuerpo, que parece in·
sensible y es el centro de todas las percepciones y labora-
torio de todns las idea!!: aqu! tenéis el nucleo del intelecto,
aqui las sénsacionee, aqui el placer y el dolor¡ porque
cuando oléis el cerebro es quien huele, cuando gustáis él
es quien gusta, los ojos miran, el cerebro ve; el oído escu-
cha, el cerebro oye; los nervios son hilos conductores que
recogen las sensaciones y las trasmiten á eaa pulpa, quien
las analiza y da cuen ta de ellas. En esa informe masa sa·
borea el enamorado galán el suavlsimo contacto que sus
labios recogen en los labios de su amada; ab! se dibuja la
imagen del lejano planetn que el ojo del astuto sabio con·
temp la en el objetivo de su telescopio; de abi parece bro·
tar un íhúd o misterioso, indefinible, que comunic& el
alma del padr e con el alma del hijo en el momento de la
bendición paternal, y abi también y quizá en el momento
de exam inar ese organismo sublime en que se vé brillar
la centella de la divina inteligencia, ahi también nace y
se fomenta la duda nefanda que niega la luz mirando al
Sol, y el insano delirio que reniega del Creador mirando
la Creación.
El alma es la vida del cereb ro, dice Marah; ese cerebro
no es sólo el que vé y oye, el que goza y sufre; es el que
vive; los otros miembros son meros servidores, ayudantes
secundarios, que, asi como necesitamos las uñas para re·
forzar las extremidades digitales, el cabello para protejer
la testa y las orejas para recoger ondas sonoras, a.si nece-
sitamos de todo el cuerpo para sostener ese prodigioso
organismo, que no es un octogésimo del total, en peso.
Siendo su desarrollo proporcional en cada viviente, pesa
término medio en adultos 1.250 gramos, en idiotas una
libra, en gorila y demás antropomorfog de 16 á 26 onzas,
en caballo y toro dos libras, elefante 7, nt>gro africano 3,
europeo 3 1¡2 y A veces 4; el encéfalo de Gam beta 63 on·

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152 Bl8TO RIA DE UN MUERTO

zas, el de Abercl'Ombie 1.785 gramo~, el de Cuvier 1.830.


En estado de putrdacción produce ácidos, entre los cua.
les los oléico, mnrgárico, fosfórico y fosfoglicérico, que rá·
pidoa desaparecen en otras asociaciones.
El cerebro, bien admitamos con Bichat que sea órgano
central de la vida animal, ó aea su sólo objeto, como
quier e Buffon, proporcionar nlímento á los nervios, será
siempre abismo de misterios; ¿cnál nervio en él, cuál cé·
lula corresponde á tal sensación de pena 6 de deleite? ¿Es
el talento resultado de todo el organismo cerebral, de eólo
la materia gris ó de cuál otro de sus múltiples elementos?
¿Qué part-e eo atrofia ó se anul a en el loco? ¿Qué cantidad
mayor ó menor de fósforo 6 de carbono ó de hidrógeno ,
determina la causa qnll nos produce genios como Cervnn·
tes ó Calderón, pensadores como Sócrates 6 Pascal? ¿Cuál
elemento hace al cerdo lutófilo, allír ón soñoliento, al gallo
similicida? ¿Cual componente, por su dilatación ó depre-
sión, hizo que fuera Virgilio gigante en la epopeya, De·
móetenes rayo de elocuencia, coloso de la guerra NapolEón,
azote de Dios Atila? ¿Qué culpa tenemos los que no somos
Rafaeles, Dan tes ni Cellinis, de que Natura no nos diera
cerebro para el pincel, la lira ó el cincel? ¿En qué región
se aposenta ese fluido del hipnotismo y la sug~stión, que
hoy se asoma en la ciencia prometiendo tan asombrosas
verdades? ,¡Dónde y cómo se retra ta aqui .la imagen que
constituyen la memoria, exidente en la Mirandolo, defi-
cientll en la Foutaine, nula en el idiota? Calmtil, Longet,
Bouilland, Flourens, Willis, Vogt, Magendie, ¿qué respon·
déis ttas vuestros trabajos luminosos é insuficientes? ¿Có·
roo marcaréis el tránsito indefinible de lo físico á lo
moral?
En lo flsico aqul no hay más que un comp uesto admi-
rable, en que aparte el calor, el magnetismo, y sabe Dios
qué otros fluidos, vemos los Plementos de los otros órga-
nos, siempre simples en conjunción, substancias orgilnicas
vitalizadas, mas ¿por qué esta co:nbinación encd.ilica. aqui


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HISTORIA DE UN l!UER'!'O 153
siente y en otras proporciones uo, aqui recuerda y Cuera
de aqui no, y por qué los elementos de esos cordones blan·
cos y filamentos conciben y conducen ahora sensaciones y
en distinta proporción son insensibles?
Obscuridades contra las cuales se estrellará aún por mu·
ohos siglos la inteligencin, y acaso uo llegue jamás a la
verdad qne se busca.
Y sobre esas obscuridades, meditando el hombre á me·
nudo, ha aprendido que tl verdadero fin del progreso es
inacce&ible, y que e~:U. la humanidad condenada, como
ciertas fracciones decimales, á aproximarse cada vez mas
sin tocar nunca á la meta final. ·
Cierto es que el organismo del cerebro humano se per-
fecciona con las edades, es evidente que ¡¡u rudeza mate-
rial correspondió siempre ti sus épocas, y era muy inferior
en Jos dins antes que el hombre hiciera la conquista de un
idioma y una escritura para transmitirnos su historia, es
incontestable que aún con los perfeccionados métodos mo-
dernos, ni el asombroso de Moisés, ni el muy vasto de
Salomón, abarcaran lo que el de un niño de hoy; pero
¿llegará la humanidad jamas siquiera al gmdo de progre·
so en que, como dice la Biblia, los hombres tornarán sus
espadas en estevas y no habrá mt'ts guerras?
-No;-me interrumpió Enehache,- no llegará la hu·
mauidad actual en los 400.000 años que le quedan de exis·
tenoia.
-¡400000 añosl ¡Un soploi¡Usted deliral-cont eslé Ulll
tanto mohíno por la interrupción.
-¡No, por ciedol-repl icó mi intel"locnto r.-La Geolo·
gfa nos concede ese plazo improrrogable, después del cual
la Tierra, perdiendo su c!tlor enmedio de un espacio cuya
temperatura es de 273 grados bajo cero, se habrá enfriado·
y sen\ como hoy la Luna, un astro mnerto, inoapnz de
sostener la vida por exceso de frio, y á eso ¡desconsoladora.
teorial, vendrán á parar el sol y los cuerpos que á su alre-
dedor gravitan.

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154 HlbTOR JA DE U.S MUERTO

-Y después, señor mío, en etet·Jla obscuridad gravita·


vitarán esos astros, los unos sobre los otros, en torno á un
centro muerto, mudo y frío hasta la consumación de los
siglos?
-No puede ser esa la idea del Principio creador, porque
tal idea eeria ilógica; la materia. eatarA siempre condenada
á condensarse y dilatarse para. formar mundos y cosas,
siempre destinada Atomar forma de ciruelo para dar ci·
ruelM, ó forma de hombre para producir ideM. Todo vol·
verá á comenzar; as! como para cada individuo hay una.
serie de fllnciQnes que se suceden sin interrupción, y lue·
go concluye, Mi las generaciones, as! !a humanidad, ten·
drá su cierto número de renovaciones tras las cuales des·
aparecerá.
- ¿Para siempre?
- No; para volver á empezar. porque toda destrucción
da lugar á nueva formación; el principio vital es, como el
calórico, como la luz, como la mater ia cósmica, entidad
existente y eterna: nacer, vivir corto tiempo y desaparecer
para ceder el puesto á seres análogos, tal es el proceso
ineludible y constante de todo lo que llega á ser algo, y
ni el micros de vida eflmera., ni la Tierra ni los cuerpos
celestes cuyos siglos se cuenta n por millaro.dns, ni el hom·
bre ni la humanidad presentan excepciones: nadie ni nada
escapa á la muerte. La Tierra vol verá al seno primitivo
eterno, para proporcionar con su extinción materia de que
broten con los agentes calor, luz y movimiento, nuevos y
más perfectos gérmenes: corren los rios á hundirse en el
mar, corren las genet·aciones á hundirae en el océano del
infinito, y corren la 'fierra y los astros á refundirse en el
cosmos: las estrellas no caerán sobre la Tierra, cal modo
de una higuera que deja caer sus higos•, s~gún dice el
Apoca lipsis en el verso 13 de su C. (;,o, siuo que la 'l'ierra
se diseminará., y eso será con pérdida absoluta y olvido de
lo que antes fué; gloria, amor, piedad, triunfos, grandes
monumentos y grandes invenciones, Iliada, Eneida., Par·

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HISTORT i OE UN MUERTO 155
teoon, Pirám ides, lagos de Suiza, lienzos de Rafael, melo-
dlaa de .Bellil:i, Egipto, B~bilonia, Grecia, Romn, PariP,
todo lo que fué orgullo de 11\ human idad actual , Coufucio,
Zoroastro, Moi•és, Jesús, Valmiki, César, Fraok lin, daran
lugar á otras glorias de otras human idades , y do otras
naciones que nacerán, florecerán y morirá n. Y eso pasará
en los otros mundo s, porqu e as! como la Tierra es una
parUcula del Universo, asila hum:m idad terrestre es i.nfi-
ma parte de la human idad universal: ¿qué es un hombre
que muere? Un átomo menos en la colectividad humana;
¿qué es una generación que paEa?Un átomo en la inmen sa
serie de las generaciones; ¿qué es una humanidAd que
nace y se fxtiog ue? Un átomo en la infinit a revolución de
las human idades que pass.ron y que paeQrán.
-¿Per o, pasará n... dónde?
-En venideros planetas: nuevas 'l'ierras vendrá n, nue-
vos soles, nuevo s S:~turno~. renovaciones impres cindib les
de la inmen sa creación, factores transitorios de la evolución
perpét ua.
-¡Estr ambó tica teori.a!
-No tanto: si todo march a de su prinCipto a su fin,
para renovarse en más perfecta. edición, la yerba del pra·
do, el hombr e y las generaciones, los planet as que nos fin-
gimos eternos, ¿por qué ae babia de eKceptnar esa. Tierra,
este átomo de la inmen sidad, porque supon er los elemen·
tos que la forma n condenadoa, sólo ello~, á esa eternid ad
de ocio que precedió y que segnitá. según las cosmogonías
de Buda, Moisé3, Z~roastro y otros creado res ele dioses y
fundad ores de mundo s? Como dejará de ser y como vol-
verá á ser, es lo que no sabemos: pero sobran soluciones
hipoté ticas ¿no e:~ el calor, según la teoría moder na, un
efecto de la detención del movimiento? ¿No se resuelve en
calor toda moción que ceso, y no son ya sinóni mos calor
y movimiento? Pues si el cs.lor no es ya vibrac ión ~ino
detención, si Tyoda l ha podido ya determ inar la cs.ntidad
de calor equivs.lente A la detención de la Tierra, cuya velo-

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1515 mS TO lUA DE UN MUERTO
ciclad en su órbita es 75 vects 1... de un a bal
a de cañón,
¿que mucho qu e el choque de un cuerpo cel
este, uno de
esos cuerpos cuyas órbitas creem os inmutable
s, porque las
relacionamos con el eflmero soplo de tiempo
qu e nos es
d:1.do contar, la detuviera y evaporara? Si se
paralizara el
movimiento del sol, quedarfn detenido todo
el sistema so-
lar , y esto desarrollaría suficiente calor par a que
los
tas volvieran de golpe al primitivo estado de fus plane-
ión . Todo
tot·naria al cao~. qu e asi como al fenecer el hom
bre devuel-
ve á la Tierra todo c;uauto de ella tomó, as!
al moJir la
TietTa volverá, y con ella los elementos hum
anos, á con-
fundirse en el cosmos de que se formaron
los orbes. Y
empezarA entonces de nuevo todo el procedim
iento de la
formación de los mundos, por proceso ignal
acaso al adi·
vinado por la humanidad actuaL Se reprod
ucirán los
asombrosos trámites del e.istema de Laplace,
ó el de Faye
sin du da el verdadero, porque es el má s lóg
ico y sencillo
de los qu e se ha n ideado, aun qu e no podam
os imaginar
qu e nuevos accesorios y nuevas leyes regirán
en esa nueva
formación ¿giraremos con la rapidez qu e aho
ra? ¿Nos to-
cará un sólo satélite? ¿U na masa de nebulosa
desprendida
por la rotación ó la fuerza centrifuga nos for
mará anillos
como á Saturno? Eso no lo podemos determ
inar; pero
com prendemos que funcionarán la centripeta
y centrifuga
con efo10tos análogo~. porque la atracción, bien
sea la fuerza
de amistad de Empedocles, bien el agente
misterioso de
Newton, bien resultante de la combinación de
movimien-
tos como quiere el doctor Philipps, ó bien con
sista en eJlu-
víos propulsores como pretende otro, la atracc
ión y repul·
sión serán base del mecanismo celeste y fun
dadoras de
mundos... ¿Duda Vd?
-S i, dudo; porque en la harmonia del univer
so todo si·
gu e leyes mecánicas, infalibles, por decir as!
fatales y ese
choque arbitrario con tra did a esas leyes.
-E stá Vd. en un error; eso puede vel'ifioaraa
sin faltar á
esas leyes invariables, y por causa imprevis
ta sólo par a

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BIIlTORIA DJ: UN MUERTO 157
nuestra raquítica inteligencia.. Se dice que no es probable
el choque de dos astros vista la inmensidad del espacio en
que se mueven; pero todo ea posible atendido á la eterni·
dad de los tiempos. ¿Y qt1é sabe el hombre de lo que la
Providencia ha decretado para que ocurra en esa eternidad
de que no podemos formarnos sino una idea vaga? Tal vez
á millones de miriámetros, invisible aún para nosotros,
viens acercándose á nuee:tro sistema solar el astro que des·
de el principio fué lanzado por la Fuerza Suprema para
ve¡J.i¡· á volver toilo al caos y cumplir esa ley ele la renova·
ción de los mundo~, (l) que morirau para renovarse, como
morimos nosotros para. ser reemplazados. Y sin buscar
astros ignorados, los nnfstros pueden tener á más de sus
movimientos conocidos, algnno de alteración prevista y
fatal, y destinada á prepanlr allá. en siglos muy lejanos el
nuevo orden de cosas. ¿Podrlamos acaso darnos cuenta de
tal movimiento, aunque hayamos podido calcular la dis·
mioución de la órbita de Enke, ese cometa que tiene aspi·
raciones á planeta? Sepa Vd. que si el disco solar dismi·
nuyera un metro diario, el hecho no seria apreciabJe para
nosotros sino al cabo de cien siglos; el movimiento trasla-
tivo de veinte legnas por segundo de algunas estrellas, se
hará visible sólo al cabo de un siglo, porque habr8,n des·
plazado una pulgada en el firmamentr; la estrella Alfa de
Cisne que parece fija anda á. rnzón de 500 millones de le·
guas por 11no; un proyectil con velocidad de 60 qu ilóoo.e·
tros por hora, necesitaría 60 millones de anos para ll~>gar
á Alfa. dE-l C.,ntauro, y hny soles cnya luz 2úu no ha llega-
do á nosotros ein embargo de caminar 30,800 miriámetros
1

{lj Estn. idea se. toca con otrn da Fln.mnrióu en su obra La. {fn du
mond.e1 JlUbJicada en l8!'5 1 veinle n-t•os tlospués de nuestra primera étli·
cióu . Aunque bel)'l.OS hecho ahm·nciones en e flta. .ecguuda, el present-e ca·
pitnlo apn1·ccc tfl.l como se escribió en 1875. F lamarMn 1.10 bnhrl\ tomAdo
nada d e nuestra obm que ni habrA lti~01 pero nos aA.tisfn.-eo que el ilustre
pensador coincida eon nosotros.

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158 HISTORIA DE UN MUERTO

por segundo. Ante esas asombrosas y bien probadas ver·


• dades .....
-Con ellas me deja Vd. estupefate.
-Quédese admirado y nada má>; es decir, suprima jo·
couidades eu asunto tan sério, porque estoy formulando
una hipótesis, que podrá. aparecer cuanto utóp.ica se quie-
ra, pero en la que crao de bnena fé. Vol verá digo todo el
sistema geológico de los mundos, con accidentes iguales ó
con variantes relativas, y sabe Dios cuantas veces se habrá.
ya reproducido antes del Adan y la Eva que precedieron á
la última formación, ósea la actnal; puesto que Adan en
su origen padre, y Eva que significó madre, no represen·
tan rná.s que los primeros séres humanos que ya pudieron
trasmitir su historia. Del seno de ese inmenso cosmos se
desprenderá. una nebulosidad caótica, aglomeración de
gases en incandescencia, que ocupando el espacio que hoy
nuestro sol y tomando por la rotación la fot·ma esferoidal,
vagará por los fdos espacios cediendo C9.lor y aminorando
en volúmen, en trayectoria. acaso en su origen cometaria,
hasta que las leyes de la mecánica universal le fijen una
órbita al rededor de u u sol ó centro mas potente de atrae·
ción: se condensarán luego los liquidos y vapores que cae-
rán en forma de lluvia para formar los primeros mares,
alumbrará un pálido sol cuyos rayos apenru¡ podrán rora·
per la densa y aún no purifi·Jada atmósf~ra, enj ~ndradora
de tálmenes y convulsiones, atmMf>ra cargl\da de ácido
carbónico que envolver:\. como nn sudario al naciente, im·
petf'd cto eeforoide que habrá. de ser la 'l'terra. Pasará éste
a\ estado pastoso, el enfriamiento solidificador irA forman-
do la corteza envolvente, que hoy h!L llegado á 16 leguas,
6 sea, nn trigenté3imo del radio. Luego, en piélago sin ori·
lla y á impulso de fuerzas plutónica,s, aparecen\. un punto,
que extendiéndose á medida que se retiren ó solidifiquen
las aguas, f()rraará una Franc:ia futura, y otro punto que
se dilatará. y será una Espaiía venidera, y se unirán acaso
para formar la nueva Enropa.. ¿Y después ....? Laplace- lo
.
© Biblioteca Nacional de España
Bl&TORIA DE UN MUERTO 159
dirá, cuando los siglos lo permitan vendrá el misterio de
la vida: empezará en el mar el rudimento primo, eozoon,
monem, célula, que el proceso evolutivo irá. convertiendo
en acotiledones, algas, criptógaroas, helechos, leucoden·
dronea; rnás tarde zoófitos, rnolt1scos, trilobitas, siglos de
vid!!. rudimentaria sin amor ni pasiones, á que sucederán
organi.rnos más perhccionado~; se repetirán las épocas
siluriana y carbouif~ra con sus colosales árboles, se re·
producirá la jurásic:J. con sus monstruoso3 reptiles, impe·
rará el mosasauro en los rios, el ictiosauro en los mares,
el ignanodon en las selvas, dejando fósilea para estudio al
horno venidllro; purifbaráse paulatinamente la atmóofara
qu e los reptiles cruzarán convertidos en pterodácttl~s y
aves, cambiárase acaso de Ecuador..... más tarde dis¡>Uesto
ya el globo para hrmas más perfectas, veódrán los antro·
pomorioJ, vendrá el antropopiteco, tipo mejorado de fau·
na~ precedentes, y al fin! pro3parado el globo paracontene ral
hombre, el hombre brotará, y comenzará. la antropoplacia
ó humanidad venidera., como brotó para la presente y
para las autrop:>palias ó humanidades que nos prece-
dieron.
-¡ Antropopalial esa palabra es un neologismo.
-Que deriva del griego y que podrá. carecer de oportu·

nidad; pero la necesito aqui. Por humanidad se entiende
bien la generación actual, bien el conjunto de las que han
pasado desde el principio: por antropopalia y antropopla·
cia entiendo la serie ds generaciones que pasaron y se re·
novaron desde su Ada m ó primer hombre hasta su anti·
Adam 6 ú ltitno hombre. Si tengo fé en esa teoria es por·
que asi parece revelarlo todo y ants todo la eternidad de
los tiempos, que no tuvieron principio ni pueden tener
fin; preguntar donde empezaron es como inquirir de don·
de vino la materia cósmica fundadora de loa mundos; con·
tad para su fin, billones, trillones,. decillones de siglos, y
preguntaréis ¿qué será. despué3? Y para su principio echad
todos los millones que queráis, y siempre diréis ¿qué hubo

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160 HISTORIA DE UN MUERTO

antes? ¿La nada? No; la Cosmopa.lia 6 mundo pasado y la


antropopalia 6 humanidad pasada. Pero esa humanidad
venidera también se irá ¿cuando? ¡Quien eabel
-¿Acaso tras los 117 millones de años que, según Mad·
dler tnrda el sol en recorrer s u órbita?
-No, eso es un minuto en la duración de los tiempos
¿qué es un decillón de siglos para la eternidad? V., que un
decillón de miri\l.metros junto al infioito del espach . Ci~n
millones de años hace, según Tompson, que emped la
vida en nuestro planeta, mientras Birchow3 y Rumbolt
deducen que el enfri'\rni3nto d~ la Tierra para pod.¡r so~t~·
ner Ju vida, 6 para b~j tr d>~ 2JOJ grad'ls á 200, exigió 350
millones de años, y Volge Vtllúa en 6J8 millones lo qua
necesit.ó la Tierra para f·Jrmnr los d~pósitos sttcesivos que
constituyen el conjunto de las capas estratificadas. ¿Qué
dice Vd. de esos millones?
-Estoy pensando en cuantas antropopalia s habrán
precedido á la presente humanidad, y cuantas antropo·
placias seguirán puesto que según Vd. no concluye la
vida.
-No concluye sino recorre etapas, como concluye su
revolución un planeta para empezarla de nuevo, no en las
misrnns condiciones ni recorriendo la. misma Órbita; por·
que la naturaleza no chorbPa ni se repite innPC<>eariamen·
te á s1 misma. Marchamos todo3 8. un pelf.jctionaroiento,
de un modo lento é insensible, pero cierto, la tillrrra la.
yerba, los séres inanimados, el hombre, el sol, lod mundos,
con alteraciones ad hoc. La luna, por E'j.,mplo, no paqa
por lo3 mi.smos puntos en cada lunación, porque la aHBS·
tra nuestro planeta, ni después de los diez y ocho años
de Sll ciclo; porque éste es á su vez a.rrastrado por el sol;
y ha n.qut que ésta bolit!l. qtle habitamos,· la Tiarra, cuundo
ha reconido su órbita en 365 dias y cinc) horas, vuelve a
empezar mas por el movimiento llamado de aberrn.ción ha
sido arrastrada hácia Hércules con velocidad' de veinte
leguas por segundo, quizá para en trayectoria espiral ó

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HISTORIA DE UN MUERTO lül
epicicloide describir una iumesurable órbita al rededor
del centro del universo, movimiento que también siguen
los otros soles ó estrellas, por tanto no pasan, cada aüo
por los mismos puntos, ni pasara tras los veinte millones
que necesita el sol parv su traslación. Esa variedad de
traslación responde á la incesante necesidad de mejora
que dictó el Creador, y he aqu! porque pienso que, gracias
· a esa eterna lógica, la humanidad al reapare<ler vendra con
algún grado más avanzado á la perfección, como que el
globo que habite eerá. mejor.
Porque semejante a la malva en su terreno, á la mosca
en su cadlwer, á el halcón en los aire~. al lobo en las sel-
vas, la Tierra también trabaja, también lucha por la vida,
marchando por ley inexorable á su peifeccionamiento. As!
como de la inmundicia de la cienaga, de la podredumbre
de algas, mangles y helechcs, el tiempo implacable evolu-
cionist-a., forma suelo feraz que dar!\. flores y árboles fructí-
feros, asi del acervo genera.\, de todo el fango cenagoso de
las generaciones que vinieron y han de venir, de sus triun·
fos y desengaños, de su crápula y virtudes, sus plagas, sus
tiranos, sus sodomas, sus inquisidores, ¡¡fanes odio.s, gue-
rras, cadalsos, hogueras, jueces y verdugos brotarl\.n con
los tiempos la luz en cielo más claro, la justicia en espíri·
tus más rectos, la fe y el amor en conciencias más puras.
Y eso ya se anuncia en es~e microplaneta que habitamo~;
porque si hay volcanes y pautanos y desiertos, hay tam·
bién praderas, rios y lagos, ei hay árido Spitbergen, hay
también floridas Arcadias, si la humanidad en su actual
etapa produjo Caiu, .Judas, Nerón, Jengiskan, Atilas, que
la deshonran, también produjo Abe!, .Jesú~, Sócrates, New-
ton, Edison que la enaltecen y prueban la posibilidad
de llegar al arcántropo que presintió Hreckel: ante esas
consideraciones ¿qué es un hombre que muere? La muerte
es un perpétuo progreso de todo lo que existe á un grado
superior: nuevas tierras, nuevos seres, nuevas luces. Pero
11

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162 HISTORIA D» UN Ml.JERTO

como esa humanidad tendrá sus siglos de andar á oscuras,


sin palabra ni escritura, hasta que llegue á sus Sócrates y
Sénecas, nada impedira que en la noche de su iniancia se
reproduzcan en ella muchos de los suceaos y errores de la
nuestra. En su inftmcia pasará. por su edad de piedra, por
la del renj lfero, hará. al fin la conquista del fuego, m!\s
tarde conquistará un idioma y una escrhura para empezar
la edad de oro de su inteligencia.
-¿Luego la supone usted muda en su origen?
-No muda; pero sin idioma. Dios dió al hombre la pa·
labra, no las palabras; es decir, le dotó de la facu.ltad de
hablar de un modo mas ingenioso que á los otros anima·
les; luego los idiomas se fneron formando convencional-
mente y se perfeccionaron a med1da que fué siendo nece·
sario.
-¿Y esos señores antropoplacios,-pregun té en son de
burla,-serán tan viciosos como nosotros?
-Si al desprenderse la nebulosidad gaseosa y formarse
ol núcleo rot.atorio que luego endurecido ha de conbtituir
la Tierra, viniese á quedar á igual distancia que ahora del
sol, y dil:fruta por tanto igual calor, luz y movimiento, es
claro que sus elementos ser/m snalogos á los nuestros é
idénticas sus propensiones y nspiracione~; pol'que los prin·
oipios y agentes que nos rodean es lo que hace que sea·
mos lo que somos: somos un resultado del calor, luz y
sobre todo del movimiento. Entre ellos, pues, (permltame
ir escribiendo estas frases á la vez que las digo), entre
ellos, también el interés será muchos siglos detestable mo·
vil que ahogará las más nobles verdades, mata.rA en eu
cuna las más bellas aspiraciones, y coartara obcecado el
vuelo de los entendimientos, y tendrán, como nosotros
nuestro pl'ometeo, sus robadores del fuego celeste, perse·
guidos por adelantarse á su época, y vagarán y girarAn sin
saber en qué fluido vagan, hasta que les venga el torriceli
ó el po.scal que les pese el aire, y el copérnico ó el galileo
que les rev~le qu~ giran. A parecerá en!.re ellos algún nem-
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SIST OI!I A DE UN MUERTO 163
rod que imp ong a el prim ero obe die nci a A sus sem
ejan tes
má s débiles, y alg ün moisés que dicte las prim era
s leyes,
y en nac ien ts y por tan to metafórica literatura,
describa
el origen del mu ndo de un modo absurdo, per o adm
isib le
en época en que nad a habrá. mejor, y txc usa ble por
serv ir
de bas e al pr i roer código; y ven drá luego un ana
xág or.a s
que pre ten die ndo me jora r ...
-Pe ro ¡qu é veo! ¿escribe uste d esos nom bre s con
letr a
min úscula?
-S i, por que ant~ las antrop!:'placias y antropopalias
los
nerorodes, moisesea y nlE'jandros lleg an A ser sus
tantivos
tan comunes que ti~non plu ral y ee escriben con
minús-
cula: no hay mAs nom bre propio que Dios que
siem pre
será uno. Qtl izás uo sólo los moisese~. sino todos nos
repro·
duzcaroos eu cad a antropoplacia, corobinlmdose en
iguales
pro por cio nts Jos sim ple s que ya ant es form aro n aqu
l un
virgilio, mlis allá un coniucio, acu llá un hipócrates
.
-¡U n Hip ócr ate sl¡p ues qué tam bié n se enfermará
n!
-N o será extraño; como se hal len á igu al distanc
ia del
Sol, los form en elementos anñ.Iogos, los combat11n
las mis-
ma s inc linaciones con un;-~ caü igu al deb ilid ad de
carácter
par a con ten er en sus llro it~s la me did a del dele
ite; ven-
drá n a. su vez los nuevos hipócrates y galenos que
no par a
corrt>gir la nat ura ltu , que tst.o ser ia abs urd o, sino
par a
sup lir lo que eventualn1entil ült e ñ ia har mo nía del
orga-
nism o, Eentarán aqu í un prin cip io higiénico, pro
hib irán
má s allñ. una fru ta por nociva ...
-¡H ola ! ¿con que ten drá n frut-ar,?
-Pr oba ble me nte , siendo iguales luz, calor, hum eda
d y
dem:\s agentes ¿ha n do fal hr les ácidos y salea elem
entos
de nuebtros árboles? Cua ndo Dios creó los mu ndo
a ó la
ma teria cósmica de que hab lan de formarsE', les
elijo:
•gir ad y ger min ad; • lo demi\s fué todo obr a de las
leyes
mecánicas que dej aba sen tad as, leyes rnrns veces
modifi-
cadas por circ uns tan cias que pud iera n decirse acceso
rias 6
C~,;ningentcs; las pro pie dad es y fuerzas
que ani ma n la roa -
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16! HISTORIA DE UN MU.El!TO

teria son eternas y ·con&tantea como la misma materia, y


siendo la humanidad y demás cosas iguales, saborearán el
suavisimo jugo del anón y de la piña, porque presupone·
mos que tend rán puladar confeccionado ad hoc, y a~i
mismo hallaniu placer en el baile y tal vez tendrán pro·
pcnsion :i deleitarse con el abrasante ron. Porque ellos
como nosotros estarán adaptados a los principios que les
rodeen y constituyan. 8uprlmase de un soplo la población
de Francia y al reaparecer seria siempre francesa. ¿No
pint a Tácito á los galos, hace 15 siglos, con el carácter de
los franceses de hoy~ ¿No eran los habitantes de la Bética
los andaluces del dia?
-Y á propósito de frutas, ¿habrá fruta prohibida?
-Sí ; si se tiene la debilidad de colocar á un Eer débil
en jard1n amenisim o, se le prohibe tocar una fmt a y al
propio tiempo en su corazón se ha desarrollado el amor á
lo vedado, ciertamente que se repetirá en todas las huma-
nidades por venir el pecado original; es decir, habra un
sér inocentemente culpable, pero en todo esto la inconse-
cuencia mayor será atribuir eso á un sér omnisciente, y lo
que es más, omnipresciente; y es que en su principio las
literaturas seran metafóricas, como lo fué entre nosotros
la de Moisés, llen a de alegorías ingénuas, aun que á me·
nudo exageradas. Siendo tan efunera y misérrima la vida
necesitarán de una creencia que les prometa otra mejor y
eterna, é invontarán un dios pobre y raqultico, y derrama·
rlln sangre en honor de ese sér hipotético, de ese dios
pret~xto .
- Sin duda usted habla del dios tonante del Olimpo y
no del qu¡. truena en el Sinal.
-De uno y de otro, y de todos, como hijos que flleron
de una necesidad mejor ó peor interpretada.
En todas esas humanidades venideras, como ha suce-
dido en las precedentes, sera imprescindible la creencia en
un Sér Supremo, omnipotente, envuelto en mist~rios, base
de la moral y de las instituciones; en un principio el fana·
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RI!>TORIA DE UN MUERTO 1G5
tismo y la sup6rsLición lo rodearán dé abaur.l.:.s; lo de<fi·
gurarán los hombres á su albedrío, l•l dotarán con sna pro·
pias pasio nes, lo fiojirán rencoroso, vengati1•o, interesado,
débil con el fuerte, soberbio con el humilde, y bien lo
llamen Osiris aqul, en otro punto Alá, máls allá Brama,
Jehová, Semi, Jove, Orom8Zo, més tarde naturul~z~.• provi·
dencia, casnalidad, ftlerza creadora, siempre será un dios
incomprensible, r:obre todo cuando la tl~bilidad humana
le dé forma material. Así eJ, gendradas po( una uecesi·
dad á que llamarán re'l'ehción, comenzarAn eu algun!\Asia
futura las primeras teogonias cuajadiiS de grandezas y de
absurdos, y bien sea por Zoronstro, Fo, .Moisés, Mahomn.,
Brama ó Buda, adoptarán una creencia que mejorará con
los siglos· y á esa mfljora llamarán la verdadera, y cuando
en aquella parte relativamente más ilustr3da, cuando, por
~jemplo, en aquella Asia venidera, se levante un Mahoma
y propague con el sable una religión, también dirán la
verdadera, y á pesar de sus errores tendxá prosélitos, y aún
los que no la crean l:t adoptarán porque siempre será
ml:'jor que lo que haya.
- ¡Extraño origenl- exclamé,-ei que dá usted á sus
religiones.
-¿Dnda usted que todas se d~bieron á la debilidad, al
miedo, á la nec~sidad de crear algo superior á la triste. rea·
lidad, un mundo quimérico que nos d~squitnra del mun·
do real? Antes que Lama•.que Isis, qne el buey Api,, que
\tu cordero, un fetiche, verán el Sol fecundador, y el sol y
el foe~o serán. el primer dios, de donde el deus ó divus de
la ralz, sanscrita tliv, brillar; bé aqul el ~abeismo; y como
el hombre débil y obligado á htcha( por la vida, vió en
todas las grandes fuerzas deidades protectoras que con ve·
nJa alhagar ó genios malévolos que exigíalt cruentos sacri·
ficios, como por cnda beneficio 6 por cada asombro dei-
ficaban una causa protectora, el ibis, el boa, espectros, de·
monios, genios del mal, Otoroazo, Arimanes, MoloC'k, Ado·
nay, Bnal, Sabaoth, de aqui el politelamo: que en muchos

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166 HISTORIA DE UN MUERTO

casos fué más bien polidiablismo. Comprender án más


tarde que dos omnipotenci as son imposibles, porque mu·
tuamente se neutralizAran, y hé aqtú el monoteísmo. Cuan·
do haya un Sócraws que lo adiYine, un Moisés que lo pro·
mulgue, y un J esús que lo sancione con su sangre, habrá
también un Nerón ó un 'Tibelio que lo persigan, y loe an-
tropoplacios, solicitados por el interés material, siempre
fluctuando entre D10s y 1\Iamóo, entre Júpiter y Plutos,
tendrán también su San Es1éban mártir y su Cristo cruci-
ficado, y su martirolo;;io, y su ferie de cruentas guerrll!l,
para sostener los unos este principio, los otros aquella uto·
pía, cada cual queriendo imponer la idea que responde á.
sus interesfs, de donde las discordias, odios, y las mise-
rias, y los millares de cultos que serán en suma disfraces
de la ambición y ultrajes~~ la Providencia¡ y tal vez, como
sucedió entre antropopnJios y como ha pesado entre nos-
otros, no llamarán á eso guerras de interés, sino guerras
de religión. Y seguirán los siglos corriendo y las gentes
desbarrando, fetiquismo aqul, m(;tempsicosis allai, alli bu-
dismo, acullá. judaísmo, brnmanismo , druidismo, amalga-
ma caprichosa y antilógica de absurdos y aciertos, de luz y
tiniebla, verdades vistas á través de opacas nubes, útiles
para ignorantes, un dios que creó la uva y el cerdo y pro-
hibe á sus secuaces beb~r y comer puerco, otro que no
puede penetrar en la conciencia de sus criaturas y pide á
un padre el sacrificio de su unigénito, y cr~a un diablo
que se le opone y á veces se le ¡¡_obrepone, el cruento Bra-
ma montado sobre un ganso, Mahoma sobre su yegua Bo·
rab, el circunciso Cristo sobre un asno, Júpiter sobre...
-Pero dlga.me usted, ese Brama en su ganso, y ese Ma-
homa en su Borab, ó en su mulo Daidal, ¿cabalgarán por
mucho tiempo?
-No; eso durará mientras responda á ciertas exigenrias
de las épocas y lugares en que nacieron; y luego carcomi-
dos esqueletos, á un r:;oplo mas del tiempo rodarán de sus
,-acilant.es pedestales deshechos por la carcajada demoledora

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RI.STORIA DE UN MUERTO 167
de un Voltaire venidero, ó pol' la razón y el progreso. En·
tonces de todas esas creencias y errores que promovieron,
de tcdns esas luchas y dolores que engeudr!lion, se alzará
en las humanidades venideras una ... religión, si religión
puede llamarse, á lo que aerá negMión de ellP, Mida ... des·
consoladora, at.rofi>lDte.
-¿Qné se llamará?
-El Indif~rentismo.
- ¡Donosa religión! ¿Y ese vendrá a ser el término del
final? ...
- No, por cierto; de ese indiferentismo, nborto mons·
truoso, pero necesaria consecuencia de los errores de las
otras, de esa religión nulidad que se infiltrará en los áni·
mos, como se deslizc. la serpiente, nncen~ lo que nació en
las antropopaliru:o, un dios verdad, hijo de la revelación na·
tural, no impuesto por el sable de un Mahoma ó las ho·
gueras de un Santo Domingo, ni por superior decreio, un
dios diferente de los de Buda, Moisés, Homero, Confucio,
Zoroastro, un dios llámese ser, razón, causa., condencia, ó
como se quiera., que lo ideará cada sér racional, y lo reves·
tirá con Jos más bellos atributo3 que su imaginación le
dicte, un dios que sera Dio~! no mezquino ni interesado
como los que fingió la superstición, que no necesitara san·
tos ni m!sterios disp~1·atndos para alucinar á incautos, que
no habrá menester templos ni sacerdot~s. porque tendrá
un templo en cada pecho y será cada uno sacerdote de si
mismo. A su apatición se desplomaran los altares de las
idolatril\8 de hoy, cesará de correr la. sangre, en su nom·
bre, porque él será todo paz y ha1·monla, no admitirá votos
descabellados, ni ofrendas estúpidas, ni que lo figuren con
leños de caoba 6 de alcomoque, como los idólatras de
Asia, ni se deleitará con viejos que, d~ hinojos, se den
golpes de pecho como los cristiano~. ó de cabPza como los
budistas, ni con viejas descalzas y vestidas de promesa,
como los peregrinos de la Meca ó los fanáticos de Roma!
-Pero ¿y Jos templos de esas Aeias primitivas con sus

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168 RISTORIA DE ON MUERTO

venerablts mufQs, y las iglesias romanas con sus altares


colgados de exvotos y mila, gritos de metal, y sus infier·
no, purgatorio, paraiao, conventos, púlpitos, fraileP, votos,
sábados, bulas, procesiones, te deums ...
-¡Todo eso se val
-tCómol ¿se va Dios?
-No; Dios queda; lo que se va es Brama sobre su gan·
• zo, Maho10a sobre su y~gua, y Cristo sobre su burro, lo
que se va es la forma estúpida en que tuvimos la audacia
de presentarlo; forma que tuvo su razón de Fer en época
en que era lo mejor. Bendito mil veces el advenimiento
de e~ e dC~gma cristiano que aniquiló absurdos mayores,
que proclamó la igualdad, que conEOló al esclavo, que
enalteció á la mujer, que salvó la sociedad; pero que hoy
no corre~poncle, hoy es rémora al progreso, porque el pro·
greso avanza y el dogma se estaciona·. '
-Pero ¿con qué reemplaza, desgraciado, la creencia que
destruye?
-Con la razón, con la verdad, con la lógica, con un
dios que sea Dios.
-¡Se me vuelve usted un renegado!
-No tal; mis creencias son mas sanas y firmes que las
de usted: que no sea católico, ni griego, ni judfo, no se
opone {1. que sea creyente; creo en lo que se debe creer; en
Dio~. en la otra vida, basta. en premios y castigo~; pero
mi rozón meo prohibe cornr al tañer del bronce a doblar
In rodilla ante un Dios ele barro ó de alcornoque, mi con·
ciencia se resi<te Aese fárrago do}\ culto externo, invencio·
nes di-tintas en cada pueblo, útiles para los que cobran,
pompas para disimular el vacío do la creencia, blasfemias
con que so empequeñece y 1lesbonra al Supremo Hacedor,
que aún en el cnso que fuera hipóteeis, seria el mas excu-
SI\ble do los convencionalismos sociales.
-Por ese camino va usted 1\, la desorganización y al
abismo. Prefiero la humanidad actual religiosa, creyente

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HISTORIA DE UN ?>IOBRTO .:.69
y que eepera, :1. esas iJJcrédulas antropoplacias. Ya que no
construis no destruyáis, y sobre todo, no escandalicéis.
-Crea usted lo que gust.e y no me imponga su credo,
que la intransigenc ia es acicate que impele a la negación;
en mi concepto sólo por la liuertad de conciencia puede
perdurar la vacilante credulidad de Jos contempornneos.
Esa antropoplacia tendrá también su creeuria; pero la sa·
cratú ima fixión de boy se irá cuando IIP.gue la verdadera
revelación no dictada por un fanático, sino nacida en cada
cerebro por el trascurso de los años.
-Pues qué ¿ellos también tendrán años?
-No lo dudo, siempro que á igual dietancia que ahora
quede In Tierra del Sol (que fi no queda, ni sera tal Tierra
ni será tal humanidad) tendrán su año de 365 días y eím
el sobrante que exigirá un cómputo Juliano y una correo·
ción Gregoriana, y contaran sus horas y sus dinP, ¿por qué
no? Débil en su principio, nacerá la máquina de partir el
tiempo; acaso tendrán primero su clepsidm, ó reloj de
agua ele .nuestra antigüeded, vendrá luego la ampolleta. ó
reloj de arena de nuestre edad media, Juego el cuadrante
solar y al fin un Galileo a quien ocurra notar el isocronis·
mo de las oscilaciones del péndulo para de ab1 venir ú
parar en un reloj tan perf ~cto como el Strasbourgo; y co·
menzarán á medir su época, es decir (uqui si puede usted
reírse, amigo mio), ¿sabe usted lo que quiere decir que co·
menzarnn ú medir su época? quiere decir que del pequeño
espacio de tiempo que toque a ~sn humanidad, de los
trtintn ó cuarenta milloncitos de siglos que tengan de du·
ración, cogerán un cacho, y ese .Jo di vidirá!J. en espacios
menores, y muy. orgullosos dirán: ban pasado 6,000 anos
de la creación del mundo segt\n un padre Petavio, y tan·
tos mús cuantos de tal suceso, aegúu un Varron-y tantos
del Dilnvio... sl, amigo, porque en ese lapsus de algunos
milloneR de siglos podrán tener su diluvio, es decir, po·
drán existir en la última de las grandes convulsiones que

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170 HISTCRIA DE UN MUERTO

experimente ese globo en su re· formación; porque globo


ba de ser si gira.
-Pero ¿nada me dice usted de su politica, de sus go·
biernos?...
-¡Obl por desgracia la antropoplaci a tendrá su infancia
como nuestra humanidad y disparat8J'á. en eso como nos·
otroe. Impelidos por la codicia esclavizarán ASllS semPjan·
tes, y sit~mpre en su Bucla, ó su Biblia, 6 su Talmud, sus
Vedas ó su Koran, su Zend avesta, hallarán textos que
justifiquen, y acaso que santifiquen , sus demasJaF; sin
pensar que los nuevos Vieou, Valmiki, Mahoma, Moisés,
Zoroastro, ó quienes quiera que tales doctrinas sentaren,
lo habrAn hecho en conformidad con las influencias que
les rodearen, es decir, conforme á lo que era y no á lo que
debla ser. Y como el pueblo, t>n su atraso, se negará á
creer lo que no tenga origen sobrenatura l y absurdo, nhi
ten éis como se atribuirán al Espirito Supremo a veces
preceptos higiénicoP, leyes morales, pero á veces también
ciertas miseritas que aún en boca del legislador no pasaran
de niñerías.
Pero con cerebros más perfeccionados evitarán quizá los
horrores del martirologio, de la inquisición, del feudalismo
y ot.ros; evitarán que el fanatiaooo los haga.degollarse unos
1\ otros por quimeras, y llegará en menos tiempo po1:a ellos
el dla de la luz, y antes que nosotros, no lo dudéis, toca·
rAn al esta•lo de mejora relativa á que les corresponda
llegar.
-Veo que en esa humanidad p6sthuma se estudiarán las
ciencias.
-Diga més bien postlgnea. SI, señor, se estudiarán; el
hombre tendrá, como al presente, dos campos que obser·
var: ce! cielo azul sobre sus cabezas y el interior de su
propio Eé r. • Aún cuando las estrellas pasaren taoobi6n por
el estado de fusión simultáneam ente, ya su nueva luz ha·
brá llegado á la tierra, pues anda 77,000 leguas por segun·
do, y esto hará que en alguna futura Caldea nazca la nue·

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HISTORIA DE UN MUERTO J. 71
va astronomi~.• y si hay algún Nilo que inunde terrenos y
barra linderos allí, en ese nuevo Egipto, nacerá la geome·
tria. Tendrá.n el oro, 6 algún otro mt~tal representativo de
los valores; buscándolo el interés fundnrá una disparata·
da ciencia, la alquimia, basada en un absurdo, pero de
cuyos errores, a~i como del estiércol se engendra una bella
flor, nacerá. otra ciencia, la gr11ndio~a Quimict\. Esas cien·
cias en su cun~ lucharán con la preocupación ... ¡oh! la
preocupación tiene todavla que dominar en muchas an.
tropoplacias y ha de ser todavía causa de todas las des·
gracias que acarrea á la humanidad el desoir los sabios
dict.ados de la naturaleza... ¿Qué queréis, no podrán pen-
sar todos del mismo modo y cada cual querrá tener razón?
Porque, allá como acá, nada impedirá, si nuevos elemen·
tos no se unen á los que nc>s constituyen, que aqul al aire
6 ü alimento ó el zumo de la u va haga voltarios y decido·
res á los habitantes de las Fxancias venideras, y esas ó
cualesquiera otras causas retraídos y ensimismados á los
de las futuras Alemanias. Y ahora supongo que va usted
a hacerme otra pregnnt~: si piensan de igual modo, di·
rá usted, ¿serán tambi~n iguales sus inventos á los nnes·
tros?
-Justamente: eso pregunto.
-Pues la respuesta e3 muy fácil; dando que nuevos ele·
mentos no engendren nuevas leyes mecánica~, las ciencias
exactas han de ser siempre las mismas é idénticos sus
principios. Si hubiera habitantes en la luna y estudiaran
Geometría, sus problemas sedan los nuestros y sus verda-
des y axiomas les nuestros, y sus grandes hombres como
los nuestros, porque no podrían ser otra co>a. Esto ya se
ha dicho, y bien sabe Vd. que en tal idea y una serie de
hipótesis, basaba Herscbel la posibilidad de comunicar-
nos con los selenitas. Tales elementos, tales hombree, á
épocas como la de Augusto, hombres como Virgilio; y CO·
molas épocas se repiten y se renuevan, he aquí que tam-
bién se reproducen los hombres prominentes en el curso

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172 HLSTllRIA DE UN MUERTO

de las edades; la ley do h~rencia no ts sólo para las espe-


cies, lo es tambien para las inteligencias, y por eso Jos
hombres útiles ru acervo social, nacen cuando la humani-
dad, en sus periodos de avance ó de fiebre les da. cuna, as!
paro. el mal como para el bien; sin el 93, imposible Napo-
león; la corrupción romana engendra un Juvenal; sin lns
bárbaras creenciss del Asia occidental, imposible M~ho­
ma; no es el mónstrno Nerón, sino el imperio decadente
y vic:oso que lo alienta y sop)rts, y á este tenor, millares
de ejemplo!:'. Hay un concurso de fuerzas cósmicas, étni-
cas, psíquicas, qua en harmonía con las leyes de las evolu-
clones sociales, promueven la aparición de esas eminencias,
bnecadores, que dijo K~nt, producto~. antes que causa~,
del progreso sociaL
En la antroplacia, pues, como sucedió en la antropopa-
lin, y como ha sucedido entre nosotros, el eterno móvil del
interé3, perdida con los siglos la sencillez primitiva, con-
ducirá á los unos al campo de la ciencia y los descubri-
mient.os, as! como empujará á otro3 al antro del crimen; y
los inventos se sucederán como las verdades de las cien-
-
Cl!lS.
-¿En el mismo orden?
-Si; porque, como he dicho, no son los hombres, siuó
las épocas, ni ha habido hombres grandes, sino grandes
épocas, es decir, épocns lógicamente necesarias y adapta-
des á. lo que uece;itabau producir.
Como el hombre de la niñez á la. juventud pasa sus trá-
mites imprescindibles, al!! los pueblos, as[ la humanidad
se vigoriza gradualment 3 y avanza hacia una met:l común_
En su époc3, esa. humanidad venidera tendrá su Colón, si
hay Américas que descubrir, y si llegada la épooo. no apa-
rece un Coló u cualquiera otro horá, cuatro días después,
el descubrimiento, y á falta de grande hombro lo realizará
uu pelagatos, porque los colones vienen justamente cuan-
do la humanidad los necesita. Y eso pasa con los inventores,
porque las invenciones no son más que descubrimie ntos:

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RlS TO RtA DE UN ~t:UERTO 173

y el hombre cree haber creado; ¡va


nidoso! ¿creado qué, si
aleza? Gutteuberg
todo estaba ya preparado por la Natur
inv en tó, tles c11 bri6 la im pre nt a cu an do llegó la hora de
no
In dia, como Cook
la impronta, como Ga ma descubrió la
hora de la Occeanla;
descubrió la Occeaoia, cuando llegó la
uim ist a Br au dt, bu sca nd o oro , en contró fósforo, co ·
el alq
un paso, encontró un
mo el navfgaute genov~s. buscando
! cPero desde siglos
nu evo mundo. ¡Y decimos inventar
, tod a ma rm ita al fue go , ó tod o liq uido que hervía,
atrás
de nu nc iab a el va po r, y to da ari sta arrebatada por el
nos
y todo rayo iman·
vendaba], nos revelaba el aereóstato,
con voz de trueno:
tan do un a barra de hierro, nos gritaba
toda manzana. des·
¡insensato, ahi tienes el telégrafo! como
did a de l árb ol, au nq ue no ap las tar a la nariz de ni n·
pren
dar con la atracción
gú n filóEofo, le decía: e Ciego, acaba de
las que llamamos
univereall• Y au n rolle, muchas de
entos, eino meros
invenciones, no son ni descubritni
zg os. Lo s ára be s de Es pa ña inv entaron, se dice,
halla
temática~ las leyes
el Algebra, pero exist!an en las Ma
los incógnitos: el te·
por donde datos conocidos llama ran á
rto, sino encontrado
lescopio no fu é inventado ni dPscubie
un vid rie ro de Lo nd res ; Tu ba ! ca ín encontró la ílauta.
por
leyes de la Ü¡)tica, en
Uno y otro existtan ... ¿dónde? en las
rmlnn los inventos
los principios de la Acústica, y as! do
filósofo los patentizó
en los principios de las ciencias: el
el artistc a pa ten tiz a la be lla es tát ua qu e se oculta. en
como
todo trozo de mármol.
las humanidades
Ah! tiene Vd. por qué pienso que en
án ó deacubriran los
qu e nos hayan de suceder se inventar
as co sas qu e en la pre sen te, y V d. también lo pensa ·
mi sm
chinos tenlnn su brú·
rá si recuerda qu~ a.qu! mismt>, los
os y otras qu e no ha ·
jula, su imprenta, sus pozos artesian
con la reserva de
blan tomado de J.os europeos. Siempre
an ce n md s ha cia la pe rf,¡cc ióa , po rque serán en si
que av
s no teng!l.n, como
más perfectos que los hombres: quizá
l, y que, sin emba•go,
noeotros tuvimos, una cosa inmateria

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174 HISTORIA. DE UN MUERTO
ardí a en pailas de aceite; acaso no sa lanc en á llam ar esta .
do perf~cto al de una cou tine ucia anti natu ral y cuas i im-
posible; trata rán de ser f1sicos ante s que metafísicos; com-
. pren derá n que el hom bre, átom o perd ido en la eter nida d
de los tiem po3 y en 1>~> inm ensi dad de la materia, tiene
bast ante que investigar á bU alrt!dedor, sin busc ar incó gai·
tas indespejables; tend rán papa s honrados, si aun hay pa-
pas; hab rá reyes jnstos, si aun los códigos uo han reem pla.
zado Aesas vejeces de nue stra etap a. Cristalizarán el carbo.
no, vi viran en mej or esfllra, mur mur arán nota s musicales
sus arroyos ...
-¡Delicioso cuadro¡ quiEiera verm e en él! Pero antes, di-
game: ¿ser án tan bue nas mezas como las nue stra s las da-
mas de esu antropoplacia?
- Voltaire deci a que ei el sapo pud iera hab lar y se le
preg unta m cual era el anim al mas hermoso de la. creación ,
resp ond erla. .. ¡la sapal Cllda anim al estl!. adap tado al gust o
del sexo opuesto A que se dest ina. ¿Cuál es el tipo más
hermoso para el africano? No será la idea l Ana diom ena de
ApelPs, ni la arUstica Venus de Praxiteles, sino la etiope
de fren te aplastada, cld labios gruesos, de pelo crespado, de
tez color de cuervo y olor de idem ; ¿no nos ense ña la. Geo -
grní la que las circasianas son las muj eres más hermosas
del globo? Pue s quizá A uste d no le gust11n, porq ue deja n·
do 11 un lado la estética, Vd. hueca un pie cuba no, un ta·
He fcancts, una. nariz griega, ojos árabes, etc., y todo eso
imp regn ado de sal andaluza, form arla para Vd. el anim al
más lindo, como dijo Bretón, que Dios crió en este m un·
do. Y e?, en efecto, lo más bello... para nosotros, como nos·
otros para. ellas, bien que esMticamente, el hom bre, como
en los dem l s animaled el macho, sea el más hermooo.
Cont-estaré, pues, á. su preg unta diciendo que las damns
de la antropoplacia será n lo que deb en ser en conformidad
con s u globo, su calo r, su luz y adap tadas al gus to de los
varones á que se dest inen , como é>tos al de ellas; á no ser,
y es lo m!l.s probable, que sea el g•1Sto 1'1 qne se adap te á
!o

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HISTORIA DE UN ~fUERTO 175
que le rodee. Que en lo general, las leyes de la estética se
formaron en harm onía con lo ya creado. Me dirA Vd., por
ejemplo, que la sabi a natumleza. vistiólo3 cam pos de ver-
de porq ue era éste el colo r mAs salu dabl e á la vil;ta, y yo
diré que la sabi a natural~za fné cons tituy endo los ojos
ojos adap table s al color que habl an de mira r: y si á dife-
rent e dista ncia , difer ente refracción de la luz, pued~ ser
que el color dom inan te en 1>~. nuev a tierr a sea para la vt~je·
tación uzul ó rojo, y A él qued arán adap tada s las pupilas, y
á las nuev as exigencias se ajus tarán las leyes del buen gus-
to: bien proc lama esta. verdad, entr e nosotros, la varie dad
de las modas: lo que hoy nos parece gwte scu y estrufala-
rio, nos parecerA mañ ana bello si lo vamo> en uso general.
-Só lo falta que me resuelva Vd. una duda: ¿Esas hu-
man idad es venideras llega ran r\ sotspecha.r la exiotencia de
sus precedent~s?
-Lo que e~ 6ospechar lo hago yo, sin ser más que un
hom bre de la actual, ellos bara n más; ellos la prob arán ; la
man ifestarán.
- ¿Por dónd e?
-¡Q uién sabe!... ¡Lo ignoro! Pero el ignorarlo yo no
prue b!' que la cosa sea impo tible. E>tá escrito: todo lo ar-
cano ha de ser revelado; todo lo oculto será pues!.O en e vi·
dend a. No olvide Vd. que tene mos en nues tro fll.vor la oh·
servación, el silogismo, la. experiencia. y... ¡la Regla de
Tres!
Si todo ha de pasa r p_,r el estado de fusión, si de un uue·
vo caos ha de brot ar la nuev a existencia, bien se ve que ni
nuestros libro s, ni nues tra ilustració o, ni nues tra hum ani·
dad, ell fio, ha de ser preceden te de la que siga; pero los
tiem pos si serAn prec eden tes lo3 unos de los otros, pero el
cerebro, enf.re t!ll~s. se perfdccionará más que entr e nos·
otros, y leerá el Gran JJibr o de lll. Naturaleza, hoy cerrado
en muc has de sus pági nas.
Quié n sabe ei la luz cadu ca, si la elec trici lad envejece,
si las mnteria.r; elmp les st:fcen por el tiem po, y si á. travé s

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17ti HISTORIA ll~ O.l' MUERTO

de sus arrugas se cuentan mañaJJa los siglos ó los evvs de


su existencia, como cuenta el arqutólogo los años del Nilo
por las capas de lino, ó la edad de un muro arruinado por
los estratas vejetales que siembm en él la mano del tiem-
po. ¡Cnantas de nuestras hipótesis F.erán. verdades prob11.·
das para ellos, los pósterosl aca~o rsas ciencias aún medio
ocultas que este siglo lega al porvenir, espiritismo, suges-
tión, teosofia, madurarAn y deja.rán de ser mitos. Yo veo
que la Naturaleza en su incesante proceso de destrucción y
reconstrucción, parece que tiende á favorecer los effunzos
de la criatura humana, y siempre que ésta con noble em·
peño busca la verdad, ella viene en su apoyo. lla.y siem·
pre un eslabón que une lo cógnito á lo incógnito y que
nos hará conocer aún mucho de lo que nos figuramos in-
cognoscible. ¡ Adelant~lla idea es noble; pues ella triunfará.
¡Cuánta razón tiene Schiller en su son~to a nuest?·o Colón,
es decir, al colón que tocó á nuestra humanidad, cuando
le dice:-• No desmayee, valiente marinero, si la América
no existe, nn continente surgirá del fondo de loa marta
para realizar tu idea. •
Es que la Providencia que amontona polvo sobre polvo,
que para ayudar á la investigación guardó un moequito
prehistórico en' re~ioa petrificada, como conservó loa hue·
llas de la. tortuga antediluvian a,la Providencia nunca niega
su concurso á los que quieren probar su propia. grandeza.
Ella parece decir al bombre:-cAfanáte, y serán premia·
dos tus afanes, busca y hallarás; siempre hay luz para
quien solicita el bien, y escollos para quien procura tl
mal. Te doy ese globo para que lo habi!es y te doy la in-
telig:mcia. para que lo modifiques ó. tu antojo: yo acepto
estrechos, lagos, marea, penlnsulas y rios donde no loa ha·
bia creado: cambia sabiamente tu Geografía física )'a que
cambias torpemente tu Geogratia política: te estorban esos
valladares de Sue1: y Pannn:11\? pms córtalo~; ¿te molesta
ese árido Sabara, cuna do; simounes? pues marificnlo; ¿te
hice demasiado frío el clima de Europa? cambia lá direc·

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BISTORIA DE ON lúOI':RTO 177
ción de una corrienw del Atlántico y dulcificarás ese cli·
roa¡ ¿te s~paré detna.Siado á. Inglaterra de Francia? pues
únelos por una vJa subroalitf>rránea t
Cuando el hombre en su anhelo por d•scubrir la verdad
quiso leer la historia de lo~ Ratro~. ln N~tlwale7.~ le rlijo
¡busca!... y encont1·ó la combinación de vidl"ios que debla
rtflejo.r la imagen y moviroiontoil de esos nJUndoa lejanos¡
un dia necesitó labrar y ero bellecer ese cristal inatacable
para todos los cuerpos... ¿p~ra todos? ¡nol debla haber una
excepción... y se presentó el {leido fluorhídrico: quis:> el
hombre reproducir su imsgPn en minutos, ia pretensión
era noble y justa, no podia faltar el modo de realizarla ...
y no faltó, porque la naturaleza había preparado desde ab
iuitio el nitrato de plata; es decir, babia dispuesto que
esta sustancia fuera descomponible á la luz, como habin
preparado algo qu!lle marcaro. la dirección en los mares,
y algo que ataJara al oro y algiJ que ardiera espootllnea·
mente y pnra que descubriera la qulmica la afinirlad y lo
que es más los diverl!os grados de ¡,finidad. Y ~i alg1\n dla
exige sustancia que sin agente externo dé $Onidos, ó sin
ayuda estraña se electrice, que la busque, ella apArecerá!
Acaso era justo que el homb1·e ig11orara la composición de
esos planetas que ya había pesado y que giran con nos·
otros al rededor de un centro común? Pues cuando quiso
saberlo la Naturaleza. le dió el e~pectróscopo. ¿Hay hahi·
tantea allá ...? pues esperad que ellos se manifestarán ... qui·
zás algún día en esas rayas negras reveladoras de lejan09
gases. veremos aparecer misteriosos signos que nos trasmi·
ten ... pero no soñeu10sl Suficientes datos presenta. á nues·
tros ojos el pequeño mundo que podemos estudiar: todo
está en saber aprovechar los elementos que nos rodean: si
hay sustancias, como la zizaña, que parecen e'lrvir de es-
torbo, es .qne el hombre aún no se ha ilustrado lo bast&ote
para hallar su aplicación. Que In busque con fin noble, y
la hallará, que la. ilustración no retrograda sino cuando la
12

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178 Bl8TORJA DE ON MUERTO
y
intención humana. no guarda harmonía con los sabios
previsores designios de la Providencia.
El progreso de hoy retroceso de mañana?... ¡jamás! Ni
en lo flsico ni en lo moral; el filósofo que emi tió esa idea
e.
sólo hizo una pregunt-a, y aun eso bajo la presión sin dud
del desencanto. El retroceso es una aparien cia engaño sa,
un efecto de espejismo men tal en el hombre débil que
o
tom a por ley natu ral lo que es fugaz y contingente; com
es crecer cOndición precisa del infa nte y no puede empe-
queñecer, aei es deber de la Naturaleza progresar y mejo·
·
rru:, ein volver atrae sino en apa riencia: las cosas retroce
den como el tortuoso arroyo que siempre e.vanze.ndo al
mru:retroce de parcialmente por laasinuosidades delterreno:
s,
para. la yer ba que cubre el prado, para. los séres animado
par a el hombre, par a el mun do y par a los mundos no hay
otro retroceso pósible sino ese. Sup one d que vais de Mu.·
r
drid á. Sevilla, teniendo que pasar por San tand er. Al sali
de Madrid hacia el Norte ¿os alej áis de Sevilla? No; os
acercáis por un camino que al parecer ee aleja. Por eso
creo que el hombre probará algt'tu d!a. la realidad de lo
que hoy emitimos como hipótesis aventurada.
-Pero entretanto, amigo mio, usted olvida que tiene
delante un cudaver.
- ¡Es verdad! volvamos á nuestro cadáver.

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XVI

¡Mira.dlos!

¡Miradlos!... ¡qué feos son!


Blandos, blan.cnzcos, acilindrados, sumamente flexibles,
á lo más de dos á tres roilímet.ros de ,largo y con latitud
casi microscópica, se mueven con lentitud relativa, pero
su movimiento es incesante.
Si los comprimís entre los dedos os dejan un humo;: in-
coloro y glutinoso; si los probarais, que no los probaréis,
os dejarían, oomo los del queso, sabor análogo al del cen-
tro en que viven y de que se rmtren.
Tienen horror a la lu11 del sol, y cuando heridos por ella
se ocultan en sus nidos y en los agujeros que han al!ierto
en la piel.
A~í mismo parece que la limpieza los infunde asco y
repulsión, como sucede á todos los bichos inmundos. Si
hay herida en el cadáver, allí, a la sangre coagulada acu ·
d en los dípteros que los engendran, y alli se aglomeran á
roillaraa, los unos sobre los otros, lliempre en moción y
siemJ>re depriaa, como a.gantes .mercantiles ó como abej>~S
en su labor; diríase que cual en lr. ardilla. y el canario, el

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180 HISTOlnt.. D}~ UN MUERTO

movimiento es en ellos elemento de vida.. Abi también el


insano afán por el puesto, la lucha por la existencia, ~er­
petua, deFpiadada, sin tl'egua ni sosieli(O.
¡Qué asombro~a multitud! ¡Qué bullirl ¡Qué prodigiosa
facultad de reproducirse! Es la f~cun didad cl.e ciertos pe-
ces, que solidificarían Jos m.a.rea, si la Providencia no hu-
biera provisto á su oportuna d~truccióo, si no se devora-
ran, como los humanos, Jos unos á Jos otros.
De ca{la partícula orgánica brotan efluvios de vitalidad.
¿Dónde está. la extinción de la vida? Lo que creímos prin-
cipio de la inercia, lo es del movimiento; lo que nos figu-
ramos término de la existencia, es infinita reproducción
de ella. ¿Qué es la muerte? Una nueva manifestación de
la vitalidad que empieza con la nueva forma de la mate·
ria: fin de una vida y principio de mil vidas, in pulvere
revertería, es cierto, y también lo es, sed ex pulvere re·
nasceria.
Y en ese estado de supersposición los vereis permanecer
hora tras h01·a; siempre bullentes, pero casi siempre SO·
bre el mismo punto. Diriase que se alimentan por asi-
milación ó absorción peral, tan impregnada debe estar de
miasmas la atmó~f~ra qué los rodea.
Y o he tenido la paciencia de estar observando uno de
ellos un año entero, sin verlo variar de lugar ni d~jar un
momento de moverse; entiéndase un año con relación á su
vida efímera., lo que es un cuarto de hora de la nuestra;
pero tanto como ea breve su vida es larga su prole; antes
que el cadáver se torne esqueleto se habrán sucedido
nueve generaciones de gueanos. ¡De tal modo se multipli·
can esos hijos ... de mosca.. Y que son glotones, ¡vaya si lo
sonl La comparación vulgal' <Comer como una nigua,, es
exacta; esos condenados parásitos comen, digieren y abo·
van ·sin tregua.
'l'omad uno de esos homivoros cuidadosamente, porque
son muy delicados, y colocadlo en la extremidad de vues·
tro indice izquiel'do; veréis cómo se apoya en la parte

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•. '
T •

181
posterior, aunque son lipodos, y vuelve la anterior en tOO.e.s
direcciones, como olfat~ndo á qué rumbo quede. la subs·
tancia inmunda que lo forma y alimenta.
Ya mira al Norte, ya al Sm, yo dobla sobre si propio
su cabecita, ¡qué gracioool ¡qué mono! qué cuco!... y ¡qué
asqueroso!
Aplioadle la biconve::~:!L 6 colocadlo cou el mismo esmero
en el vidrio del microscopio: estoy cierto que su piel Ee
transparent-a, y á trllv~s de eila se ven la circulación y
funciones internas, (l()mO suc.:de cou ciertos habitun~s de
las regiones superiores d>!l caMpo humano en personas
desaseadas¡ seres de nombre muy vulgar que el lector co·
noce y aun recuerda que ellos engendraron la enfermedad
de que murieron el ti val de Mario y el sucesor de Curios V,
devorndoa notes que muertos. A eatn ignobla enfermedad,
frecuente antes que so invetJ.tlmm lol! peines y el ungüento
de la Magdalena, llaman los doctores pedicular, y pudiera
llamarse piojitis. Y hlibeÜI da saber que de todos los bichos
visibles que pueden habitar el cuerpo humano, tenio, ni-
gua, arador, pulga, y un cierto ped!culus de nombro in-
mundo, es sin duda el piojo el má~ curioso, por es:¡, parl.i·
cularidad que presenta vi<;to al microscopio: este despre-
ciable átomo viviente hubiem l'evelado la circulación de
la sangre, si ésta no se hubiel'!l sospechado y descub erto
antes que se pelfdccionllran las lentes.
No crecen ni env~::jecen; concluida su efimera etapa,
desaparecen, guardando su fortal~u hasta su último d!a,
es deür, su ~!timo minuto, p11ra ellos día.
Si los oléis, los hallaréid de momento inodoros, aunque
hijos de la ftJtidez; pero corruptos en conjLtnto dan olor
aliáceo fo~fórico·nauseabuudo: runchacad un puñado de
ellos para extraer el jugo .glutinoso qua los llena, analiznd ·
lo, y os llevaréis un cha~co si esperAbais encontrar mu-
chos de lo3 componentes del cadáver en que uaci~ron¡ de
sus veintiseis ácidos ternMioil y cuatera1:nio3, de sns veinte
y pico de substancias neutras, alli no hallaréis más que

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182 RISTORU.. m: UN ?rtUEHTO

agua , carbo no, nitró geno , y ... siem pre los cuatr o gases de
la fibrina, la hemn tosin a y la nree, co11 infin itésim as de
comp uesto s orgánicos.
¿Véis e!lll. mult itud de mcsca'l y mc.-cones, mosc ardas y
mosquit.oo, que para pone rnos ~;n relP..cíón directa. con Jos
resto s del que fué, viene n á nues tra c;,~n ím-¡m gnad cs de
canceroso pus á que la muar te dió m-igan, y que pued e
dar orige n A la muer te? Pues prece den de los mism os gu·
Ennos del cadáv er, ltu·vas cuya vida no fué más qufl \10
paso , una de !na gradat~ de su meta roóri osis.
Una vez que sin amor , sin deseo, movi dos sólo por el
i nstin to, hayr:m desempeñacio Ir. cópu la, irán á ohov ar y
mori r. De sus innú mero s ovicn ics ~>fldrán ya en total des·
arrol lo sereR seme jante s pll.ra conti r:u3r la obra de ... tillOS ·
form ación . Con razón se ha dicho que una mosc a Ee come
u n buey, y acaso con más iacili dad que lo hicie ra un león,
u n homb re ú otra fiera; porq ue uno sólo de e~os dípte ros
ss repr~duce en miría das de bov¡fagos en meno s tiem po
que una chisp a se toma confl t,gración Cu&.nto más dimi ·
nuoo más prol!fico; si un micrl 'hio !i.df.o pudi era d esarr o·
llarBe en circu nst:m oias favcrc.1Jlts, en un dia ocup ada su
prog enie un area igual A la c1·J todos los mare s.
No.da es p!l.ra la pt1janza prollfica do esos pequ eñue los,
el bacal ao con sus sitte milll'm•s de ht1evos; en más breve
perio do el dimi nuto borubix d:1. í()() de una Vfz; adem és
el bacal ao nec~Fit:t cópu la, mi~>nb'as ellos en su mayo ria
son autóg enos 6 bi~exuale!<. Una parl'j a de pulgo nes en
octav a genernción, hsbrA dado 441 cuatr illon es de indiv i·
duos , ¡ni In laugo sta africana! Com o mala yerb a se mult í·
p lica tamb ién el piojo anop luro, dand o en terce ra gene ra·
ción 125.000; de tal mane ra se repro ducía n en la. perso na
de un ptiriá sico, cuent:1. el médi co portu gués Anat olio Lu.
1.itau o, qtle dos criad os los llbvr.bnn en cana stos al mar:
esto es veros ímil annq ue portu gués el Mrra dor; la moa·
carda , una de las plaga s de Egip to, da 6.000. La coch ini·
lln, que como la abaja es del orden de los homó ptero s,

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Hl'fiTORIA DE UN MUERTO 183
vive en el nopal y da seis generaciones anuales, de las que
se utilizaban tres, autea que el sabio y lóugevo Crevreul
anular a esa indust ria con su ingenioso invento: 70.000 ha-
cen una libra.
Aqui pregun ta el lector:
- ¿Son iguales los de cada cadáver, los de cada estación
y los de cada parte del cuerpo?
Y contes ta el autor:
- SI; pero no se crea por eso que un sólo bicho nos de-
vora; hay clases; la que hemos descripto es la más abun-
dante.
Y repite el lector:
-¡,Ta rdan mucho tiempo en devorar un cadt\ver?
-Eso, -cont esta el autor,- depende de las circunstan-
cias que acomp añan.
Ellectcn·.-;,Son imprescindibles en todo caduvel'?
El autot·. -Impre scindi bles si no se evitan.
Ellecfo1·.-¿Cómo librarse de ellos?
El autor. -Por los bálsamos, por la cal, por el arsénico,
por el hielo, por el vacio, por el fuego, J:ero ... cui bono?
Ellectol·.-¿r-Ie dirá usted de dónde vinieron?
El auto1· .-Prob lema es ese que atacate mos después pa-
ra decir lo poco que sabemos.
.I.Cn lo que llevamos escrito hemos venido confundiendo
(como suele el vulgo) los términos gusano, bicho é insecto,
que hoy la Zoología. t~talmente disting ue y separa.
Rectifiquemos. El toro no es un bicho, aunqu e asi se
llame en el nada simpá tico lengua je de la taurom aquia, y
tampo co es un bicho el tiburón. Esto no parecará pero·
grulla da si se piensa quo el sapien tisimo Linneo clnaificó ••
entre insectos á la. araña y al cangrt>jo, sin duda. porque
aai los habla llamad o siglos ant~;s el eruditi simo Aristóte-
les, q ue describe sin clasificar; y con esto se puede perdo·
nar á Anaxágoras el haber dicho que la. nieve era negra.
Gusano, voz ya sin uso en el lengua je técnico, como su-
cede con la voz lricho, es el nombr e vulgar de las larvas ú

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r 1s4 HISTORIA DE UN :.tUERTO

orugas de ciertos insectos; y ante el sabio es (la oruga) el


animal sin vértE.bras ni articulaciones, ni apéndices para
la locomocion, blando, elástico, dividido en aegmentos,
acéfalo ó de caben iuvioible; prora. el vulgo es gusano todo
bicho que se asemeja á la lombriz y larvas de lepidóp-
te-ros.
s~gún los naturalistas, insecto es el animal artbulndo,
cuyo cuerpo tiene tres segmentos, antenas, seis patas (he-
xápotl~), respíra por traqueas y es resultado de metamór-
foais. La. mosca es, pues, insectc>, y lo es también el culex ó
mosquito, diptero que no puedo nombrar ~in acordarme
de cierto filósofo que para aplastar uno de ellos se daba
un soberano cachete exclamando :-¡Malditaa hembras!
Porque eon hembras las que dan música y picadas, sin
etnbn1·go de que en insectos el derecho de hacer ruido· es
del macho; por eso Zentlrco, cnsado sin duda. con una. m u-
jer habladora, solfa. decir: -cFelice3 las cigarras, ouya.a
hembras son mudas.,
El mosquito macho no viene a nuestra casa ó lecho á
tocarnos su det~atable violín; vive Jo necB"...ario para fecun-
dar a la hembra, y tras la cópula muere; esta vive para
prepnrar los huevecillos que depositará en agua estancada,
de donde esas larvas que el vulgo denomina gusarapos, y
de los que brota el nuevo bér t~u complt to desanollo, sin
el trubujo dt~ crecex y 1ara vivir un día: mas si al salir el
mosquit11 del gusarapo, se le encierra eo un vaijO sin
comida ni contacto con macho, vive cinco ó seis dws.
Yn ve el lector cómo tuve razón en decir que el toro, ni
nin~ún otro mamif~:ro, ea bicho, y que el cangrejo ni nin-
gún otro crustáceo, E-S iuaecto. Esta viene de oruga y vuel-
ve á orug8, mientras el toro su~le parar en buey, y el can-
grfjo suele parar... en In cazuela.
Unos y ota·Cl~, gusnnos é insec tCJs, se subdividen en ola-
se~, ~~peoioa y géneros: son nqubllo~> anélidos, aistólidoa,
helmintos, en lozoarioo, oto. En la primera colocaremos los
del cadaver humano, que no son sino larvas, sin que fal-

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BlSTORIA DE UN MUERTO 185
ten, que más bien sobran, los de la clase insectos, es decir,
larvas ya transformadas. Cada especie tiene su mundo,
busca su ambiente, vive y medra á su !)lodo. Los entozoa·
rios y trichinas habitan el interior del cuerpo humano y
de otros animales, siendo raro el pez que no tenga au es·
pecie; el kinchobotrius es parásito interno del tiburón, y
se le cree causa de la voracidad de e~te escualo, el echino·
rynchus vive en el tnbo intestinal dE>l jabali y el cerco; el
distoma hepá~ica es común en el encéfalo del carnero y en
el hígado y sesos de otros animales, y aun del hombre; la
especie cestoides vi ve en el abdómen de ciertas aves y se
reproducen ó transforman por metagénesis; el dlstoma.
monoatona vive en el hígado del canario. Las tenioides
del intestino humano son de dos especies; una está di vi·
dida en segmentos que separados pueden vivir y formar
otro animal; según Van Beneden, pueden pasar de un
cuerpo á otro en peces y hombres, por comer las carnes
que COlltenian el germen: la tenia celulosa vive en el tejido
ce! uln.r del cerdo, de donde pasa al hombre y se desarrolla
si hay en él ambiente favorable.
Suelen convertirse los d!pteros en un capullo negruzco,
de forma irregular y variada, que podréis ver sobre los
cadáveres, sobre el estiércol, basuras, abonos, madel'as co-
rrompidas; cada cnal bnacando, según su clase, un centro
favorable á sn prole, del cual ce.>tro son base la humedad
y podredumbre; si loa hay que son coprófagos, con más
razón los habrá homóL.gos, que es más pulcro comer ho.
mo que comer copro;o; hay vibriones ·que no viven sino en
el mortlf<~rO ázoe, micros existen cuyo sólo ambiente es el
venfluoso ácido carbónico; loa hay para sólo el oxigeno
ae¡·obios, para gases orgánicos cmcw,·obios, y de unos y otros,
por d~cirlo asi anfibios, aero·anam·obios. Se cree hasta hoy
que no los hay en la llama, ni que resistan á un caiOJ: de
lOOo, pero )quién aabbl Acaso los haya, ¿por qué no? en
el inmenso océano etéreo que rodea á nuestra atmMfera
de cuarenta leguas, y quizás también en la fotósfera de

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186 HI; TORIA DE UN MUERTO '

nuestro sol. ¿Pues no viven en los alveolos de la nieve esos


microbios criptogámicos, el glenodinium que da la nieve
roja y el )>rotocoti!S visidüLS que constituye la verdr,?
Recientemente el microscopio ha revelado la presencia
de entozoru:ios dentro de otros de la misma especie, es de·
ci:r, ascárides dentro de tenia. Ea lo_ general monogenési·
cos, lo que no sucede en los jigantes del cadáver: la mosc.a.
común (musca) cuyo abdómen parece estar siempre lleno
de ovezuelos, es ovipora y pasa por tanto los tre.s est-ados
de met.amórfosis: el moscón (carnnria) primera que depO·
sita Sl,lS larvas es semivivipara.
Entre los execrables ele. ese mundo pequeño, ya que por
ellos nos bemos separado u u momento del cadáver que
analizamos, no olvidaremos mencionar al malévolo ano·
bium, tan perseguido como indestructible devorador de
papeles: una de sus variedades, la más digna de extermi·
nio, el annobium bibliotecari¡¿m, gorgoriforme de dos y me·
dio milímetros, contra el cnal en vano se han conjurado
los genios sin hallar antídoto, es tan prollfico, que el me·
jor modo de librarse de &.l es quemar el libro inficionado.
Hay varias clases, que el vulgo ha bautizado con Jos nom·
brea de polilla, traza, carcoma, todos nombres femeninos,
como fragilidad, que también, ya lo advierte el poeta in·
glés, es nombre de moj er.
En punto á microrgnnismos, ·ninguno rnás importante
que el misterioso espermazoario, que nos da el sér, y cuya
ausencia, después de la pubertad y antes de la senectud,
arguye impotencia. La semilla humana que se elabora en
los testes, contiene, según análisis de Vauquelin, agna 900,
mucílago animal en que nadan los esperrnazoarios 60, so·
da 10, sulfato de cal 30. El fenómeno de la concepción se
verifica de un modo casi ignal en ovíparos y vivíparos: en
el momento del espasmo, por lo regular simultáneo en
ambos copulantes, y efectuad·a la eyaculación, uno de es-
tos zoospermos (á veces dos), probablemente sin determi·
nación de sexo, se interna en el glóbulo sanguíneo des·

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HISTuRTA DN UN ~fUERTO 187
pren dido de la. matriz, y desarrollándose da origen al feto-
que se alim enta de la sangre; en aves y demá s ovlparos,
el micros se intro duce en el huevo y flota en la clara, nu-
trién dose de clara y yema., no por iotnsuscección, sino
más bien por yuxtapo•ición, á la vez inter na y exter na: la
vida, como se ve, no comienza en el seno de la madr e, vie-
ne de los órgan os masculinos. Sepa n, pues, príncipes, re-
yes, pontificas, flacos ú obesos, listos ó lerdos, ricos ó po-
bres, que todo homb re y todo sér viviente es resul tado de
la transformación de uu microzoario colocado en un me-
dio ambi ente favorable á su desan•ollo .
Otrn notab ilida d no meno s dign a de menc ión antib ono-
rifica, es el in di viduo llama do ped!culus tubes centi um,
que ya citam os en el portu gués ptiriá~ico: esta anop luro
se intro duce bnjo la piel. bien sea de Sita, de F 6lipe IT ú
otro, y form a fiictenas de las que sale despu~s que aova,
repl'oduciéudose hasta trcscientaa veces en u n dla, es de·
cir, con la rapidez de ese pernicioso coccus micania, que
tanto daño hizo al. nuestros naran jos, y fué por esto uno d e
los grand es argu ment os en pro de !n generación espo ntá·
nea. Feliz ment e, todos tiene n sus enemigos acérrimos. ¡Ayl
de nues tros libro s y nues tros naranjos; ¡nyl de nos, los bu-
mano s, si no vinie ran en nues tro au¡¡ilio los pájar os insec·
tivor os con su tibur ónica voracidad: volatiles hay, tordo,
gorrión, golondrina, pardillo, pintó n, que son pequ~ñas
máqu inas de digerir, pues con relación á. su tama ño devo·
ran en un dlP., sin indigestarse, lo que un hom bre en un
mes. Un cierto M. Luba ct, que no se hacia. el sueco, pero
lo era, afirm a que 's i un hom bre hubi era de cons umir en
veint icuat ro horas todo lo que pued e devorar una araña
en igual t.iempo, necesitarla C"omerse dos bueyes, trece car-
neros, diez pane s y cuatr o berri les de pesc:1do.
Tal vez no exist an ya los microbios, si microbios !uero n
los que causa ron la muet·te, que háilos pat·a órganos enfel'·
mos que no prosp eran en órgan os muer tos, r.i éstos nece-
sitan de los genu inos gérmenes, que otro es el medio am -

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188 HISTORIA DE U:-1 MtT.eRTO

biente y otros han de ser forma, tamaño y acción; son con-


tinuadores, pero no inmediatam ente derivado3 de los que
ocasionaron la dtfunción. s., fué ya el bacillos esquizomi-
cetus, bacteria que promovió el desorga.nizador fermento
butlrico, y que denominó Pasteux vibrio butirwus, y se fué,
pol"quo cumplida RU misión, son ya innecesRrios, no eran
más que un trámite de la. Iaerza natural para pasar á or·
ganismos mayores, pero cuanto es grande su pequeñez, ea
grande su importancia. S1 no fuera por esos gusanos puri·
ficadores, ¡cuant() tiempo estaría el putrefacto cuerpo bro-
tando miasmas deletéreos en perjuicio de vivos! ¿Podría
creer nadie que esos átomos fueran factor tan esencial en
las transformaciones y en la fisiología del globo~ S!, lo
creerá fAcilmente quien contemple el ínfimo espermnzoa-
ri.o, dando lugar al rey de la creación.
:Hoy que vemos palpitar la. vida por do quiera, hoy que
la ciencia todo lo inunda de microbios y todos loa morbos
los explica por ellos, ea hora de preguntar: ¿qué son? Son
organismos invisibles de puro diminuto3, en que la Botá-
nica tiene más parte que la Z.Jolog!a, criptógaooos, ó, me-
jor dicho, células de variada f~>rma que funcionan, ya se-
paradamente, coccus ó mic1·ooocc"s, de dC~s en dos diplococcu,.s,
de cuatro en cuatro tctra.genos, eu sartas est·repwcocos, enl"a·
cimos estapltylococcus, lapizformes bacilos; están en todas
partes, se reproducen por división, b.astando dos horua á
los indi vid uos re3ultaotc63 part~. de~arrollarse y reproducirije,
de modo que en dos dlas d11ráo dieciséis millones y medio
de semPjanteí', si no se coarta su desarrollo. La humedad
lea es elemento indispensable, y un frío excesivo, como un
excedivo calor, los destioye.
En el cuerpo humano, vivo 6 inanimado, sobran hume-
dad y clemas elementos necesarios á su desarrollo; pero no
se orea que todos los gérmenes micróbicos aean forzosa-
mente patógenos ó nocivos; la mayoría visitan inofonaivos
loa cuerpos animados, y acaso), á trueque de alguna moles-
tia, le libren de alguna otra enfermedad, y quién sabe

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HISTORIA D'R UN MUERTO 189
también si esa. dosis de vida que los 11nima es agente ne-
cesario al sostenimiento de nuestra propia vitalidad, vi-
n·endo 11 ser resort~ de s~lnd en unos casos, de muerte en
otros. Grande es la canticlacl ele vit1a ó de muert9 que JlOS
asimilamos en las pequeüos dosis vitales que absorbemos
en aica y agua., y que danosos t\ unos sére8, puerlen ser be-
neficiosos á. otros. Desechad las uv11a de Noviembre que
estén picadas, porque son microbiferas, pero echadlas á.
los pollos, que en ellos esos microbios aumentan la sus·
tancia alimenticia; y como los hay convertibles en sustfln·
cía pollo, t-ambién los hay reductibles á sustancia homo:
sentemos la hipótesis y tengamos presente que la Natura-
leza nada creó inútil ú ocioso, tien que el provecho no ve·
moa, porque haya de ser sieropxe para el egoísta rey rle los
animales; acaso sea, en ocasiones, para los ~úbditos. Noto·
rio t>S qne las abominables moscas y hormigas purifican el
aire y limpian el piso, devorando detritus y absorbiendo
miasmas deletéreos y toda. cla.~e de impurezas en habit!V
clones poco pulcrss. En lag limpias no hay insecto•, pero
tampoco inmundicias .
Y para algo útil también han venido al mundo e~os mi·
crorganismos invisibles, esferoides 6 cilindroides, engen-
d radoreij de vida y de muerte, en que Pasteur ha podido
m edir dié.metros de media milésima de milimetro, y que
sobrAn en el aire más ' puro y el agua más limpia: cacla
átomo atmooférico ó liquido pu11de ser un hipogeo, un. mi·
crocosmo de séres que á veces no llegan á '/ 1..,0 de mili-
metro, de los que caben un mil 1ón en un gramo. ¡Quién
dirla que las Pirámides y el Partenon y todo Parls, son
pierlrns c..'\lcáreas, que por muchos siglos, tal vez millones,
la Naturaleza preparó cou conchns da animales pequeñi·
simos. 1Y hay terrenos formados de sus re~tosl y el sarro
de nuestros dientes, que esos malditlsimos ni el PO¡!rado
de la boca respetan, es un osario de sus esqueletos calizos!
E n la boca mé.s limpia se hospedan el leptotbrix y el ha.·
cillus subtilis, y ¿en qué cuerpo en salud faltan microbios

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190 M6TORYA Dkl Utó MUERTO

inofensivos ó en estado pasivo que se hacen patógenos al


despertar? Los microrganismos bullen y pululan y hast-a
llueven; Dsrwin nos da cuenta de un:?. Uuvia de diatomA·
ceas, rizópodos y ot.ros que, en Cabo Verde, abrazó un mi·
llón de m illas cuadradas. Son inherentes a toda suciedad.
Lanwenloek, padre de la cienciu. de los infinitament e pe·
queños, Iué quien, como dijo el poeta Parini, vió con el
vidrio indagador, e nadar en la onda genital la semilla del
hombre•, pero el sabio alemAn Ehremberg, uno de los más
fidedignos de Europa, es el que más se ha ocupado de la
asombrosa organización de estos microzoarios. Leed su
obra y consagrad al autor un recuerdo de admiración y
cariño; leed esa obra, cuyo elogio no cabria en diez pági·
nas, y cuyo extracto no seria posible, porque todo alli es
ú til. Diez especies reconoce en los vibrioues, que pudié1·a·
moa llamar fermentigenos; según sus investigaciones de
los herma.frodit.as poligaetricos, h•s hay que tisnen 120 es-
tómagos, uno provisto de dientes, y un corazón treinta. ve·
ces mayor que el de un buey, relativamente; los hay cu-
biertos de una concha caliza, ó tal vez ciUcea, tienen ojos,
están siempre en moción, como si el movimiento fuera
esencia de su vida, y se propagan por di visión espontAnea,
como autogénitos que son. Los de b clase ?·otalo,.ios tienen
también reunidos los dos sexos, avanzan rotando y se re·
producen hasta 80.000 veces en solo un día: caben cuatro
millones en una gota de agua, y de ellos, 200 millones pe·
sarian un gramo.
1Y pensar que en esos séres del mundo invisible hay lu·
obas y :ú>Lnes, tal vez también placeres y dolores. En ese
cuerpo exánime, en los poros de ayer, cuevas de hoy, co·
mo en el vinagre, el queso, la gota de agna, el egoísmo es
resorte de vida y de zozobriiS, la gnla y la ambición libran
batallas. ¿Quién calcula los séres de ese mundo invisible
que, como nosotros, respiran aire, tienen aspiraciones, acn·
so alguno inteligencia, y bendice al Creador que le dió vi·
da tan larga como un díal

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HISTORIA DE UN MUERTO 191
La Fisica, la Optica, la Acustica tienen tambi én s u mun-
do infinitament~ pequeño: hay flsica microscópica y soni-
dos microacústicos, y esos fenómenos que son gala. de la
Natur aleza, se repro ducen con equivalente esplendor en el
cosmo s invisible, porqu e lo invisi ble lo es sólo para nues-
tros ojos. Se sabe que los sentid os de cada sér están adap·
tados á la escala zoológica que le corresponde; una mosca
verá irregu larida des en el márm ol más pulido; una hor-
miga las vera en el nacar finisimo; serán para ellos hura·
canes las ráfagas que produ ce el aletea r de una mlll'iposa;
para ellos habra notas harm ónicas, paisajes poéticos, fra-
grant es flores, en los bosques que forma el musgo en vie-
jos murallones, y ¿quié n imag inará las espléndidas auro·
ras boreales que un dipter o puede percib ir en un pedazo
de cristal arroja do al suelo, ó los magnificas a1co iris que
gozará una horm iga en la gota ele roc1o que titila sobre la
extre midad de un pétalo de rosa? ¡Y alU tambi én la lógica
sorpr enden te, la intach able harm onía que rige en tod >lo
creado! ¡Cuan grand e es natm a en lo pequeño!
'l'anto los invisi bles como loij visibl es y los tangibles,
abund an meno s en el aire del camp o que en la ciuda d, y
meno s en las grand es alturas; el aire recogido por Tynd al
y Miqu el en altas cumbres, enrecia de microbios y gérme -
nes. Por eso si colgais el cadll.ver allá tlU los eleme ntos, co-
mo dice el vulgo para expre sar gran altura , quizá ae libre
de unos y otros; ya se ha visto en la cálida Libia, cadáve-
res atado s en las ramas del altisimo babob ah, di~ecarse
sin procr ear gusano~; pero si lo arrojais al camp o, sobre
todo en estlo y conde haya vegetación y hume dad, alU ve-
reís a más de los mencionado~ anélidos, unos felsimos co-
leópteros, por lo general de la especie malacodermos, c¡ue
al mover el cadt.ver y en ocasiones por sólo un ruido, hu-
yen a esconderse en sus cuevas ó en las cuevas que en el
cuerpo han abierto. No faltar á el escarabajo, ya el que los
naturalistas llama n COjJrójago, porque vive de copros, ya
aquel otro no meno s inmtm do, pero de tan bellos matices

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192 'HISTORIA DE UN MUERTO
como la cantárida, cuyo nombre técnico no recuerdo. Los
de la especie nea·ojorus (ent('rrador) se asocian como los
Jobos á una obra común, y al decir de Buchner. para evi·
tar que un cadáver de ratón, sapo, culebra, pi! jaro, sea de·
vorado por otrol', lo entierran quitando la tierra por debhjO
para que se hunda, y Juego lo cubren; mas si ee trata de
carroña magna, como buey ó caballo, desprenden pe·
dazos.
Acaso también entre ápteros y dipteros y otros proce·
dentes de orugas desconocidas, vereie revolotear algunos
representantes de la especie lfpidópteros, ó sea mariposi·
llae, que si proceden de las larvas del cadáver, ahora enor·
gullecidas Jo abandonan con horror, como lo hacen el rici·
nus, vulgo garrapata, y demás parásitos del cuerpo vivo;
en cambio hay otros extranjeros, porque no nacieron en
él, pero que lo adoptan por patria y alli se deleit:ln en nn·
tropófagos t>xcesos.
¡Gu~anos, gusanos, gueanosl Nunca hemos lt>ido ni oído
de dife.renoins y SJ>pecialidades entre los que tienen el ho·
nor de devorar al rey de la creación y los que se comen á
sus súbditos; son loP gusanos en teei3 ¡¡:eneral partidarios
de la igualdad: Jo mit>mo devoran al buitre que é. la. tórto·
la, al incrédulo y al ortodoxo, al que ocupa trono que al
que ciñe t.inra; mtis prefieren lo sucio y lo inmundo; el
pordiosero, ellAproso, el crapuloso (á vece~ gustados en
vida), les son más salados y dulces que el prlncipe, la be-
lla ó la snntn. La grasa los vivifica y deleito; ¡qué sosos
debieron encont ra1· al huesudo Voltaire y é. la flaquisima
Isabel Tudorl ¡Qué sabrosos. á Luis el Gordo y al papa
MaEtay Ferretil
¡Oh gusanos niveladore~, finiquito de t{)da. grandeza te·
rrenal, desenlace de toda. human a pompa, sarcasmo de
todo orgullo! ¡Oh seres inmundos que os hab~i$ de formar
de mi pulquérrimo sér, que depositais vuestra escoria so-
bra el polvo de Cessr ó de Santa Teresa, en los que ft1eron
sesos de un sabio ó labios de una bella...! ¡Oh gusanos ni·

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HISTORIA DE UN MUERTO 193
veladores, qué feos, pero qué feos sois y qué feos vuestros
descendientes!
Porque ya hemos indicado que por esa ley de adapta-
ción al medio, que la ciencia ha probado ineludible, vése
surgir sin origen conocido, alguna nueva especie, acaso en-
gendrado¡·a de alguna nueva enfermedad, ya en el hom-
bre ya. en otro viviente, que Jo que pasa en mam!feros en
millares de siglo~, acaece en horas en el mundo de lo pe-
queño; la. metagenesis se efectúa principalmente en infu·
serios, pólipo~. equinodermos' etc.; de aqui las nuevas pla-
gas que vienen á afligir á la humanidad, desconocidas por
nuestros abuelos. Más alla del siglo pasado, ni en su cuna
Yeesor, era conocido el cólera morb\15, ni ¡¡e sospechaba.
que un microbio lo babia. de producir, más allá de la Amé-
rica europea no babia viruelas ni ese otro virus inmundo
que suele inficionar la sangre, y cuyo origen cada nación
atribuye á otra, nosotros á Galia, franceses á Nápoles, ita-
lianos á indios.
Los que aún confundan insecto con gusano, los que a
todo llaman bicho, palabra que encierra desprecio, tengan
presente que un bicho (espermazoario) viene en la semilla
humana a. darnos el sér; que otro bicho (apis millifica) nos
regala con suavísima miel; otro (bombix mori) viste de
seda ·á. nuestras damas; otro (coccus cacti) nos da bellisimo
color carmesl; otro (hirudo medicinalis) nos devuelve la
salud perdida; otro (pólipo madrépora) forma islas en la
Oceani11.; otro (pbococaria pirosoma) da fosforescencia
nocturna al mar·; otro ú otros (pulex, pedlculus, phthirus
pubis, cimex lectularius, entozoarios) nos devoran en vida;
y otro ú otros (anélidos, ápteros) nos devoran después de
muertos.
Y como á cada ambiente y á cada residuo orgánico co-
rresponde su clase, ya se comprende que todo resto orgá-
nico será á la fin devorado, asilos embalsamados de cua-
tro d1as como las momias de cuarenta siglos; sólo escapan
lo
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194 BlST ODIA DE UN :,.1 UERT O

los huesos, cal y fósforo, á los quo qued a men os prinCipiO


orgánico que á una pied ra imán , y aun quié n sabe si hay
osób gos como hay litófagos.
Hem os dich o que casi todos esos bichos tiene n vida
breve, y no se oren. que teng an exceso de vital idad ni aun
con relación á su frágil mate ria. Es verd ad que dividido
un hime nópt ero en dos part&>, cada una se mue ve un
rato ; part ido en cuat ro pare cen cuat ro himenóptero~; el
insecto llam ado tijcrcla si part ido en dos mitadt:i! parecen
estlls com batir entr e fi, hast a que sobrevil!ne la mue rte.
Esto ~ería argum11nto irref utab ló cont ra el disc uttdo y sin
dud a exis tente fluido de volición, proc eden te dbl cerebro;
pero yo no creo que haya Yida. sino sólo fluido nervioso,
conforme á. lo expresado en el capi tulo sexto. Moverse no
es vivir.
No suce de aaf con los guEanos del cadáver, ¡son tan de·
licados loa pobres! Yo he metido uno en la cam pana de
la bom ba pnen mñti ca, y al mom ento se le apagó el resue-
llo (1ya lo creo!) y so qued ó mue rteci to, lo que me per!!ua·
dió de que lo mism o en tilos que en mí, es el aire ele·
men to necesat·io para la vida. Dtsp ués cogl otro y le
apla sté la cabecita, dejá ndol o al pa¡·ecer 'nuerto, como dice
el escribano después que ha visto part ir ~1 pescuer.o á un
condenado prójimo. Mi gusa no no ee qued ó mue rto a l pa·
recer. Rioo de toclns veras, y t>ot.o me prob ó que como yo
nPre ;itan eu cabezfl. pam vivir , dilir itnd o en esto de los
acM~los, que sP p~s•n siu eUa, y dt:l bac1ilao, que
no la
n~cesita para vinj~r.
Unns dos horas dt>Ppués, noté que el gu' ano se habl a
hinc hado . ¡Yo tamb ién me hiuc:haré algú u dfbl ¡t>ios
quie ra que sPa com o en ese gusa no con hinc hazó n mate -
rial y despu és de mue rto!
Aho ra diga mos dos· pala bras Robre M¡UP l asendereado
prob lema de la generación, naci da en la edad antig ua en·
tre griegos, desp~rtada en la F ranc ia y otros en la edad
med ia, y reno vada en la edad mod erna , cuestión tan de·

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lllSTORlA Dio: UN MUERTO 195
batida desde Epicuro, uno de los que la suscitaron, hasta
Lachessis y Pouchet, héroes modernos de la larga polémi-
ca sobre la generación espontánea.
Se babia dado en creer que la putrefacción sin ayuda
exte1·na engendraba esas larvas, que, por ejemplo, los del
queso eran substancia láctea vivificada. Ya Aristóteles
creía haber notado que el embrión de las abejas se des~n­
volvia sin generación previa; lo que ~iu duda se debió á
que no se conocía el asombroso vuelo nupcial descubierto
últimamente en ese hiro~:wóptero. Para dicho filósofo, ani-
males y plantas brotaban eepoutáneamente de la materia
inanimada; para él la polilla nacla de la lana, las pul gas
del es1¡ércol y los aradores de la madera podrida. Pmtarco
afirmaba que el suelo pant.auoso de Egipto engendraba
las rao as y laa ratas: Virgilio en sus Georgica"~ hace nacer
las abejas de las entraftas del buey en putr~facción (por-
que vió tal vez abejas que colmenaron alli, como aquellas
en la boca del león que mat-ó el hercúleo amante de Dali-
la); un sabio irlandés asegura que los pulgones se repro·
ducen sin necesidad de cópula ni de antecesores. Muy pos·
teriormente Sachs aseguraba que los escorpiones proveoian
de la descomposición de la langosta, Needlam que las
anguilas se podían formar con harina y caldo de camero;
en el miimo Buffon se lee que de la substancia de los
cuerpos muertos se formaban compuest<>s orgi\nicos, algu-
nos de los cuales pod!an alcanzar gran tamaño, como el
hongo y la lombriz. Hasta ayer ha sido en Cuba error
muy común, el creer que una crin en el agua se convertía
en culebra, y que semtmmdo una abispa nace una mata
de gia, errores hoy d~struidos por nue~Lro sabio Poey.
Ya desde el siglo X Vli se debe á Redi el haber. proba-
do por repetidos ~xpelimentos, que los gusaoos ó larvas
de la carne muerta eran la progenitura de las moscas;
WalJienieri reconoció ser producto de huevos de insectos
los gusanos en el interiar de una frnta y de las partes mas

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196 Bl6TOR IA DE UN )fUERTO

inaccesibles de un cadáver, mientras se debió á Lenwen-


hoch la observación de los del agua.
Las curiosas observaciones modernas nos relevan de to·
da duda en ese punto. La Naturaleza, que por todas partes
ha diseminado la vida, tiene siempre eu repuedto de gér-
menes fecundantes invisib les, gérmenes de tamañ o tal
que puede n introducirse por los poros, que puede n per-
manecer en su estado por tiempo ilimitado, y germinar
cuando lns circunstancias favor~zcan su desarrollo.
Ln hip(•tesis de !11 generación P.Spontánea pudo ser, si
no admisible, sl excusable en otros tiempos en que no se
veía quien engendraba los ácaros del qufsO, las estras en
el caballo ó la tenia en nuestras entrañas; pero ¿qué nece-
sidad tenemos ya de esas trandormaciones antilógicas con
el mundo miorogrltfico que los vidrios revelan en aire y
aguas, hojas y piedras? Contemplad un rayo de sol en-
trando por estrecho orificio en aposento eemiebscuro y
decidme si hay algo en que no palpiten átomos vivientes.
El huevo de la t-enia (gran caballo de batalla entre ete.
rogenistas) se cree que viene del puerco, del carnero, ó de
alimento vegetal en cuyos tejidos vive esperando su hora,
ó más bien vegeta la cislicerca. Masticad, muchachos, y
ensalivad bien vuestra ensalada; no por eso dejaréis de
engulliros la larva ó germen tan sutil que escapa á la ac-
ción de vuestro estuche molar y pasará inocuo por vues·
tros intestinos, ó se fijará alli y engrosará, ei encuentra
clima que le cuadre, á maner a de esas sanguijuelas del
esófago del buey, probablemente tragadas en estado mi·
croscópico.
Los partidarios de la Eterogenia y de la Panspermia,
puede n abrazarse y colgar su pluma; Pouchet y Pa.• teur
pueden darse el ósculo de paz y fraternidad: el aumen to
en la vista del hombre y lo que ha visto, nos prueban que
el carbono, el hidrógeno y el amoniaco, y cuanto más se
quiera, en cuanta s combinaciones se ideen, jamás produ-
cirán la vida, y que á despecho de Aristóteles, Sachs,

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,

RI~TOBIA DE UN MUJllRTO l97


Needlam y Buffon, todo sér que vive viene de madre,
omne vivum ex ouo, como reza el lema moderno en oposi-
ción al de la Eterogenia que decía: cormptio 1tnÍltS geueml'io
alterius; verdad Yll: demostrada y sólo controvertible para
sofistas.
Pero siempre quedará en pie la cuestión del inicio, ósea
primer germen de donde partió la serie de transforma-
ciones.
¿El huevo en el origen precedió al animal ó el animal
fué primero que el huevo? Hé ahi la famosa pregunta que
desde Pitágoras unos resuelven por fas y otros por nefas,
y para la cual tengo .mi fórmula, si es que puedo llamarla
roía cuando no es .más que una deducción de lo que he
leido sobre el asunto. El darwiniaroo responda.
En la cosmogonía de Moisés, en la de Mahoma-, que es
plagio de aquella, en las de Osiris, Zoroastro, Confucio y
otros grandes inventores de génesis y cosmos, todo 7'0Jitpió
form.ailo al soplo creador de la Di vi na Voluntad: en los eis-
teroas de creación de Laplace, de Faye, de Darwin y otros
geólogos, todo se fué formando paulatinamente. A los pri-
meros se pueden oponer .muchas objeciones, y es una de
ellas que si de golpe todo vino, también de golpe debió
venir al :cerebro el perfeccionamiento no logrado sino á
fuerza de siglos y trabajos; de golpe la sabiduda para co-
nocer el bien y el .mal, de golpe, innata, sin e&uerzo ni
.mérito propio la inteligencia paxa saber qué buscaba en el
.mundo el cocodrilo, qué utilidad debía traer el .mosquito,
á qué necesidad responde el escarabajo pelotero; y ¿dónde
entonces la ley del progreso, á qué la necesidad de perfec-
cionarnos? Obra directa de Dios, perfecta de su mano hu-
biera salido la. criatura humana, y por lo .mismo condena-
da al statu quo de la artista araña que fabricó en el parai-
so la admirable tela que hoy f>Lbrica, de la abeja que debió
hacer para Adan la misma miel que hoy para. nosotros,
del castor que supo antes del diluvio tanto arte de con~­
truir como al presente.

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198 HlS'!'OR!A DE Ull: M"CERtO

Esto no seria lógico, la naturaleza siempre procede de


lo impelfecto á lo perfecto, de lo minimo á. lo máximo; y
no era posible que la raza empezase por la cúspide. Es
preciso que siempre tengamos delante un campo que con·
quietar, para que tenga algt'to objeto la humanidad y la.
creación.
¡El mundo marcha! Pelletan hubiera completado su idea
si hubiera dicho: el mundo tiene que estar siempre mar-
chando so pena de corromperse por la inacción como el
agua por la inercia. Cael'iamos en el pecado de la indolen-
cia., que es p1·ecursora de la desorganización; ¿qué nos que.
darla que hacer si el primer hombre nos hubiera lfgado
locomotoras y tel~g,·afos, la primera mujer un hu~o ó una
máquina de coser? ¿Qné tendrlan que hacer los venideros
si estuviéramJs ahora gozando de las invenciones que nos
han de suceder? ¡Desgraciada la humanidad si nada le
quedara algún dia que hacer, como desgraciado el indivi·
duo que porque nació en la opulencia, creyó que no traia
al mundo mes obligación que gozar los bienes de la vida;
desgraciado el que no comprende que todos, l'icos y po·
bres, fuertes y débiles, traemos una misión adaptada á
nuestras fuerzas!
•Ganarás el pan con el sudor de tu frente• hé aqui el
precepto, que no maldición, hé aquí el decreto sublime
y bienhechor que promueve la industria, que fortifica los
pueblos y que es base del equilibrio en el organismo SO·
cial.
Así pues, la fi losofia natural se opone al origen de los
séres y del hombre por el sólo y momentáneo efecto del
fiat lux: la lógica parece inclinar la r»zón del lado de la
teorJa moderna: no nos ocupemos en discutir si ese origen
fué símico, ó fné cioico; pero menos nos hemos de ocupar
en los que pretendieron que el hombre se formara del
lodo á la manera. de las ranas que suponían engendradas
por el limo del. Nilo, ni menos hagamos aprecio de los
visionarios que supusieron los séres vivientes aparecidos

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HLS'rORI.\ DE U N ~fUERTO 199
en la superficie de la Tierr a por fecundación de efluvios
vitales lanzados desd e los plane tas ó estrellas. Hipó tesis
antic uada s que ya nadie tiene en cuen ta.
La diferencia entre anim ales silvestres y los mismos do·
mesticadoF, las alteraciones que diari amen te vemos sur·
gir en el circulo zoológico á nues tro alcance, son suficiente
prue ba de que los aérea orgánicos que exist en hoy no son
sino variantes perfeccionadas de floras y faunas preexHen·
tes que e después d~ habe r prod ucido (Lan mark) por una
serie indet ermi nada de edades, séres sem~jantes suyo s, al
cabo habl an suf.ddo variaciones gradoales por influencia
de alteraciones en el clim a y en el mun do anim al que les
obligaron á adap tarse á las nuevas circunstancias. •
No omitiremos adve rtir que siendo el origen dd hom·
bre tal como lo demu estra la bien fund ada bi pów ia mo-
dern a, no dejar á por €So de se.r la óptim a obra de D10s so·
bre la Tierra; a~i como no aparece menos grande, y si más
lógico ese Dios al crear las cosas por lento s procedimientos
mecánicos, razonables y comprensibles. Siem pre en la fa·
culta d inna ta de transformación y perfeccionamiento de
las criaturas, está. su omni poten te soplo germinal tan SU·
blim e como si todo lo crear a por el mágico efecto de su
insta ntáne a volun tad.
Y de todo esto se deduce la aserción que ni el anim al
fué prim ero que el huevo ni éste precedió á aqué l:uuo yotro
se precedieron y sucedieron alter nativ amen te en el cur·
so de las edades. Trasiádese uno mil siglos... no ¿qué son
mil siglos? Tras ládese uno mil evoa atrás, y ¿qué encon·
trará? un huev o que procede de galli na ó una galli na que
procede de huevo. Pues eso lo que quiere decir es que no
toma mos el tiemp o suficiente: trasla dase otros mil evps
más allá ¿qué eon los siglos y los evos para la Providencia?
y enco ntrar á un incip iente génesi~, un embr ión ir.for me
de lo que con los siglos y el perfeccionamiento gr-.rlual
vend ri !\ ser anim al prod uctor de huevo ó huev o pro•luc·
tor de anim al: y en uno ó en otro ir..icio imperfecto pre·

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200 HISTOlnA DE UN MUERTO
sente siempre el soplo divino que imprime la ineludible
marcha hada el perfeccionamiento gradual, cuyo término
nunca se alcanza. ·
Y asimismo el orgulloso rey de la creación no procede
del ba.rro paradisiaco, como quiere Moisés, ni'del toro pa·
dre de todo, creado por Oromazo, ni del Ti, ó causa gene·
ral de Confusio, ni de ninguna de las fantasías cosmogó.
nicas con que empiezan los libro3 de toda.s las religiones;
procede del perfeccionamiento sucesivo, lento, gradual de
faunas precedentes, obtenido hasta hoy por el agente in-
cansable del p1·oceso evolutivo.
No nos detendremos mi\s en asunto que creemos de to-
dos conocido. Quizás el lector busque en este momento
solución á. otto problema de más inmediata importancia.
Esoa séres que habitan nuestro cuerpo debiendo r eprodu-
cirse en su oportunidad por ley natural é infalible ¿no de-
vorarán el centro que los nutre, as! como una mosca devo·
ra un buey~ Pero á esto contestam lS que la naturaleza si
permite el mal, es sólo para ejercicio de nuest1·a inteligen·
cin, ó más bien, no tolera el malsino en apariencia y como
engendro de nuestros errores. Ella ha provisto al modo de
coartar el desarrollo de ciertas especies cuya reproducción
perjudicarla á. sus otras creaciones. Todos tienen sus ene·
migos, se sabe también que el embrión producido, por
ejemplo por la tenia, puede permanecer tiempo indeter-
minado sin desarrollarse, y por otra parte esos séres no
pueden prosperar en la patria, necesitan el viaje, el tránsi-
to al extranjero, esto es, á otro cuerpo para llegar á ser
algo.
¿A dónde idamos á parar si la ley de 1·eproducción fue·
ra necesaria, infalible é inexorable? El sér más insiguifi·
cante, la malva, si fuera inmortal absorberla el mundo. La
imaginación se confunde al pensar que seria y que pasal'ia
si las razas humanas poblaran lo. Tierra de modo que ésta
no bastara á su manutención! pero tal caso no llegará.
¿Qué es el hombre qulmicamente hablando? ¿No es un

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HISTORIA DE UN MUERTO 201
mero compuesto de sustancias como cualquiera otro de La
creación? Pues La Naturale:~;o. ha de haber previsto el caso
y fijado el punto hasta. donde esos elementos pueden com·
binarse para formar humanos, sin h:wer falta. 8. las otras
mt\1tiples exigencias de la harmonlann iversal: la ambición,
la lu1\ha de razas, la necesidad vital, antes que hambre y
enfermedades, se encargarlan de ayudar á natura á resta·
blecer el equilibrio.

Al ocuparnos de entozoarios, anélidos y otros importan·


tes factores del evolucionismo de la materia, no hemos
querido demorarnos más que en aquéllos, que en un cadá-
ver alcanzan á afect-ar nuestra vista; sin embargo hemos
dejado entrever las luchas y afsnea que alll las lentes nos
han revelado, verdaderos dramas invisibles representados
por diminutos actores que se atacan, se muerden, se des·
pedazan, y que treparán por las montañas y escabrosida·
des de nuestra humanidad, como nosotros por las de lo.
lisa y redonda superficie de nuestro globo. El microscopio
yo. nos ha hecho ver parásitos en nuestra sangre, carne, pe·
cho, dientes, oreja, ojos, uc mapa en que cada órgano es una
nación y en que ciudadanos invisibles como el fucus ú ova
que vegeta en el pulmón de los tisicos, viven y dan auce·
siones ya para engendrar morbos, ya para morir sin ser
sentidos, pues sólo son perceptibles para nuestros groseros
ól"ganos, cuando elementos favorables los ayudan a. engro·
sur, 6 cuando se trata de· esos mónstruos pulga, piojo,
chinche, arador pediculua pubis, cte. Porque todo eso, y
nos relames de Raspail, todo eso cargamos en esta máqui·

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202 RISTOn iA Dt: tl S ~fm:RTO

na racion al que un bicho promu eve y millares destru yen.


¿Qué es el cuerpo del hombr e más pulcro eino edificio lle-
no de vida y de vidas?
Gusanos despreciables son los que nos devora n, y gusa-
nos invisibles somos los human os respecto ó. la magni tud
de este globo que nos sostiene, y gusanóculo tambié n in-
visible es la. Tierra si se la mira ... desde donde no se ves.
¡Y aún hay quién se hinche l

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. XVII


Nosce te ipsum

Gigante y gusano; tal es el hombre. Gigante por m in-


teligencia, gusano por sus pasiones.
El gusano esclaviza á sus prójimos; el gigante no tiene
más esclavos que el v11por, la electricidad y demás agentes
naturales.
El gigante es el hombre creación de la Divinidad y rey
de la creación, vir; el gusano es el hombre hi jo de la tierra,
lmnms, de donde homo.
El gusano homo odia y envidia; el vir am!l y protege.
Aquel es el epicúreo, para quien hay goces y no deberes;
éste trata de conocerse á sí mismo.
Nosce te ipswn dijeron los latinos; a-ntes los griegos
Eauton te nosce; antes aún, Hermes Trimejisto dijo á Jos
egipcios, aprende a dominar tus pasiones.
Esto prueba cuan temprano, en la vida de la inteligen·
cía, comprendieron los hombres la necesidad de conocerse
a si mismos.
Tal conocimiento debía elevarlos á la concepción de su
destino racional; conocerse era conocer los medios de rea-
lizar a<~uel destino.
Para e >n<Jcerse era necesario estudiarse. Y se estudia·
ron.

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204 HISTORIA DE UN MUERTO

¿Supieron eacoger la vía más breve para llegar á la ver-


dad? No: el hombre,. nacido débil é ignorante, tenia la in·
teligencia pa1·a suplir las garras del león, la lije¡·eza del
ciervo, la astucia de la zorra¡ pero descontento de su mun-
do buscó algo más allil: luchó el gigante de la lu.z contra
el gusano de la sombra; el deaamor, la miseria, la injusti ·
cia, le hicieron pensar en otra vida de amor y justicia, en
la neceaidad de un alma inmortal; y nació la confusa Me·
tafi.sica antes que'la axiomática Mecánica, y la sofistica
Psicología precedió a la Flsica investigadora; descarriados
en lo ideal, descuidaron estudiar la realidad de la natura·
leza. Pitágoras, Platon, Diógenes, antes que Euclides, Ar·
quimides y Copérnico; la cienj:lia de las hipótesis y sofis.
mas, antes que la ciencia de los axiomas y demostracio·
nes.
Así vagaron en océano de dudas, hasta que un dia, ilu-
minada la razón ó hastiada de su impotencia, el mundo
material se abrió rico y expléndido ante sus ojos.
Y llegó la hora de los grandes descubrimie~tos.
El microscopio·le reveló el mundo infinitamente peque-
ño y le dijo: mira cuan grande eres y admira la causa que
te produjo.
E l telescopio le hizo penetrar en las recónditas profun·
didades del firmamento y le dijo: mira cuan pequeño eres
y humillate ante E l.
Y en tanto, ahi tenéis ese cadáver; desde el inicio de la
vida intelectual, todo cadáver nos dice: mira lo que ven-
drás á. ser.
El origen y objeto de la vida es, y acaso será siempre,
una incógnita; pero la muerte, es cosa cierta: estudiemos
la muerte.
El hombre, cuando estudió lo muerte, se humilló en su
orgullo, se mejoró en su condición moral: se regeneró.
Fiera en las edades geológicas, llegó á tener conciencia, y
creó una máxima, compendio de ese código que se llama
Decálogo:

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HISTORIA DE UN MUERTO 205
~

No hagas á otro lo que no quisieras que hiciesen conti·


go mismo.
Esa máxima señala el momento en que la inteligencia
se redimió de la noche de la ignorancia; mtmlla erigida
por la conciencia entre la ednd del error que fenecla y el
dia de la verdad que alboreaba: punto da transición entre
la tinif'bla y la luz, esa m~ximn. en;ZrandFció al Per numo.·
no y le hizo digno destello de la Divina Sabidurla.
¡,Qué importaba desde entoncfS su origen más ó menos
noble, qué importaba qua futora instllntanea creación del
fiat lux ó resultado del lento trabajo de las centurias? Era
la obra m:is noble del Supremo Hacedor, no porque levan·
taba torres en Babilonia ó pirámides en Egipto, estúpidas
murallas en China, inútil laberinto en Creta, sino porque
su inteligencia le dictaba esa frase que sintetiza toda ht
moral. ¡Empezaba á conocerse á si mismo cuando amó al
prójimo como á si mismo!
La razón le decia:
Conócete é. ti mismo y hallarás el medio de dominar tus
pasiones.
Conócete á ti mismo y conocerás é. los demás seres que
t~ rodean.
Conócete á ti mismo y ... no harás á otro lo que no qui·
sierne que hiciesen contigo mismo.
Vosotros los que vuestra soberbia condena á no creer,
los "que olvida.is que la vida es un mito y la muerte una
verdad ... ¿Cual es el Dios que puede reemplazar en vues:·
tra mente al Dios que negáis?... - la conciencia.
¿Culil es la religión que puede reemplazar li la religión
que rechazáis?...-la moral.
¿Cuál es el código que puede suplir á los códigos que
refutáis?...
La máxima «No bagas á otro lo que no quisieras que
hiciesen contigo mismo.•

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XVIII

Osteología

-¡Lo que semos nosotrosl- dec!a absorto un isleño, esto


es, un nH.tural de lns Canarias, mirando unos huesos que
se encontró en un camino: ¡lo que semos nosotros!. .. y los
huesos eran de un burro.
Perplejo me hallada. si se me preguntara por qué co·
mieozo este capitulo <X'n semejante vieja chuscada, pues
en realidad la úoica couección que encuentro, es que voy
á tratar de huesos. A ellos quedó reducida toda la huma·
nidad de nuestro hombre.
Huesos, fosfa.to de <'al. ¡Fecundo campo en más de un
sentido, porque en u:uh! dtl un cor•cept.o los ha considerado
la. socierlad: el fisiól••go los ha descrito, el qulmico Jos ha
analizado, el iodust<h.tllos ut1liza, y la credulidad los ha
adorado, y en ocaeiones pagado millones de duros por lo
que no valía millones de comino:>. Diganlo los venerables
dientes de Budn, uno de los cuales tanto ruido ha hecho
en C,ilan en estos ú ltimos días.
Empero antes de comenzar el asunto huesos, tenga el
lector la amabilidad de volver la página y examinar un

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Rl~TO!liA r>x O~ bfORRTO 207
momento nue3tra lámina S. a ¡Qué lindo esqueleto! ¿no es
verdad? Con qué aire tan coquetón y sat~ftcho cruza sus
piernas ¿no es verdad? Y con qué risa tan sardónica pare·
ce decirncs: •¡fui lo que eres, serás lo que soyl> Y con qué
tono tan seüot, recostado en su sillón, apoya la frente, esto
es, el frontal, en lo que fl1Ó sinie;tra mano. Dirlnse que
hablu. de amorE-s con una dama que acaba de pronunciar
el dulce si. El bello ramillete que porta en su derecha no
es invención mí~; ha sido travtsura del dibujante.
Solo le falta un troje á la moda; vestido de gala queda·
ría convertido en burla más de~apiadada de los vivos, en
earcasmo cruel de todas sus cosas; porque :un vivo no es.
más que un pret.>~to de venidero cadilvtr, un motivo de
futuro esqueltlto, más aún, e~ un esqueleto presente, ves·
tido de carne, de piel y otras cosas. Como en todo bloque
de marmol se oculta una Venus parn un Praxltelea 6 un
Júpiter esperando á un Fidiae, asi hay en cada uno de no·
·sotros un eEqueleto arropado por las carnes, á fin de que
sea acequibls a los c.tros esqueletos aún vestidos. Y luego,
nuestros dímeros proyectos, nuestros caetillos en el aire,
nue&tms ilusionts, nuestras quimerea, ¿qué son laa més
veces sino esqueletos en traje de gala?
1Y riel A ese estúpido reir se redujo la amorosa sonríen,
en esos cóncavos ojos se convirtieron las antorohl\8 de vi·
vaces pupilas!
¿Dil qué rie ~sa caravela? do las pequeñeces, las luchas
y lt·s delirios que buliian en el c~rebro y en el sér que
vivo la porhbal ¿Dóodll Jos ro-111dos r.arrillos, dónde los fie·
xibiE'S htbius que se contralan en so m i<'!l. SJirdonica 6 en
carcajada olimpica? Ya no es ri~n, es mu~ca, horrible
mueca q lto va ~i~mpre en nosotros, que ve.;tida y encu·
bierta llevamos it.la, fiesta, al brule, al f~stío , al lecho en
que reposamos solos 6 no solos, y que aparecerá algúa día
para ser vista por otros esqueletos aún vestidos y aui·
mados.
~a risa material con que bemol'. de reir algún día, nos

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208 Hli>TORLI. DE UN MUERTO

recuerda aquella fisiológica y vivaz que necesitó un dia-


fragma y nervios neumogaetácos cuyo vaiven compri·
miera los pulmones en espasmos intermitentes; esa risa
recuerda... que el sarcasmo es la última frase filosófica, la
postrer evolución del transitorio est-ado de la materia que
se llama vida.
Al ver ese esqueleto, al mirar ese cráneo, al contemplar
eea carcajada muda, creeríase que la Naturaleza se burla
de su propia obra..
Sin emba rgo, !J.C.erq\1émonos: no sé por qué un e~queleto
inspira menos horror y menos respeto que un cadáver.
: ¿Será. que en este nos finjamos algún resto de sensibili-
dad porque aún está vestido?
¿Será que dudemos aún de la extinción absoluta del há-
lito vital? ¡ah! no: aunque á éste sólo parece falt-arle la
vida, aunque tal ver. contrae algún miembro, materia tan
ine;te é insensible es un cadáver como un esqueleto. ¿No
habéis visto alguna vez un muerto, bien muerto, que abre
los ojos, más aún, que mueve un pie, y tal vez alguna
dama que echa á correr horrorizada? Pues... no os alar·
méis; puede ser efecto de una simple contracción mecá-
nica de los párpados ú otro órgano, y acaso no haymás vida
ahí de la qne babia en la rana de Galvani ó en los aves-
truces decapitados por Nerón. Suele verse eso en la muerte
por cólera y otras enfermedades de corta duración: mi
padre, que era médico, lo notó en un fulminado, á quien
no pudo hacerse volver, porque realmente había cesado la
vida, y el movimiento era de la materia por causas exter-
nas. Siempre el efecto ya citado del pergamino que al sol
por si solo y sin galvanismo se retuerce en el agua y por
si solo se desenvuelve.
Y ~i los huesos desnudos inspiran menos horror que en
' su vestido carnal, ¿qué será un cadáver vestido de gala?
Aquella hija del conde Savarden, Nassau, embalsamada
en traje de boda, que en la iglesia de Santo Tomás, de
Strasbourgo, van á ver los viajeros, aquella mano livida

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ID8TORIA DE UN MUERTO 209
con el anillo de desposada, aquella cabeza ya casi sin ca·
bellos descansando sobre las flores de la corona nupcial,
aquellos ojos sin luz, aquellos labios azuloeos que no besan
ni piden ni desean, la hacen más repugnante de lo que
fuera desnuda de lienzo y de carne. ¿Y qué me diréis de
ese horrible cuadro de Jeróme, ese Pierrot moribundo en
su traje de carnaval, herido en desafio por querella de
amor en cena mundanal? Desde que lo vi todo viejo,
verde me parece un esqueleto vestido de Pierrot: y me
recuerda que en el Reino Unido y conforme al deseo de
JeremíasBenttham se conserva todavía el esqueleto vesHdo
de ese filósofo.
Hay más; si un cadaver de gala horroriza, si nos causa
espanto la idea de los muertos bailando la danza macabra
al son de sus huesos, en la fantasía extra robótica de Saint-
Saens ¿qué diremos de un esqueleto reinando? ¿qué clire·
mos de Carlos Magno, sepultndo en la chape/le ele Aix, con
la diadema carlovingia sobre el seco cráneo, el manto de
oro sobre los dascarnados b1·azos, sentado en su sillóu im·
perial desde 814 hasta 1166 en que lo desposee d Barba·
rroja para sentarse él? ¡,qué pensaréis ele esa hntasía del
Cid cabalgando en su Babieca d&spués de muerto, y qué
de aquel cínico esqueleto de que nos habla Petronio, sen·
tad0 á la mesa de Trimalcióo, más que en cueros eu
huesos, incitando á los comensales á los placeres do la
vida?
¡Ironial ¡sarcasmo! Prefiero el espectáculo del hombre en
pomos de Londres.
Y prefiero el esqueleto á que se redujo nuestro hombre.
Las sustancias plá&ticas se fueron á cumplir otros deberes:
todo es ahora materia insensible y sólida que podéis tocar
sin temor de ensuciaros: ja emisión de miasmas pútridos
cesó desde que concluyó toda humedad que ea bctor·pri·
mero de la putrefacción. ¿Qué véis á la parte superior?
huesos: ¿y á la inferior? huesos ¿y á. la central? huesos
14

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2lt) HISTORIA DE EN MUERTO
también ... ¡lo que semos nosotros! que eso somos y eso de-
jamr.~; y aún ese resto, si no se vé rodeado de elementos
foailigenos, también desaparecerá con el tiempo, de no ser
así ya no cabrian en el inmenso osario que conbtituiría
hoy la fdz del planeta.
La armazón humana quE~, disuelto el cuero cabelludo y
plantas de los pies, solo tiene una pulgada menos de al·
tura, comprende 188 huesos ein la rótula, los que pesan
unos siete kilógramoe, 6 sea menos de qt1in :e libras en
cuerpo de 155, mientras los músculos que son 150, pesan
55. De dichos huesos per~necen á la columna ver~bral 26
yálafaz14.
Las piezas dentales de que hablaremos otro día, no se
consideran huesos, ni menos las uñas, materia más pulve-
rizable que putrescible que han desaparecido del cadáver:
picos, cuernos, cabellos, garras y uñas, vegetales del cuerpo
animal, tienen entre si cierto a.ire de familia; son sustan-
cia cornea, filamentos unidos, empatados, aglutinados
como tos estratas de ~rreno.
Comencemos por el cráneo, por esa bóveda ayer cubierta
de piel en que vegetaron 130.003 cabellos, y en que se
ligan ocho huesos, el ocipital, el etmoide... no alarmarse,
no pensamos hacer la árida relación, ni de ellos se ocupa
nadie al contemplar un cráneo, la carcajada brutal con
que parece burlarse de lo que fué, de lo que somos y de lo
que seremos, eso es lo que nos preocupa. ¿Hay en realidad
lección más lúgubre que la que da una caravela humana,
sea de pobre 6 de rico, de rey 6 de siervo, de sabio 6 de
necio?

Harapo que deja el hombre


porque su raza, al pasar,
el suelo en su viaje alfombre;
firma fatal, cuyo nombre
no se alcanza á deletrear.
¿Y es cierto, cráneo pajizo,

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1

HISTORIA DE UN ~fUERTO

que aunque pese al corazón


eres tú para quien se hizo
tanta gala y tanto hechizo,
tanta y tanta creación?

Dijo Zot·riUa, con espíritu r:aós filosófho que poético.


Por r:aucbus que sean las co~as que el fisiólogo pueda
considerar en un craueo, yo, por ahora, no voy á ver mtls
que su forma; pues me llama en alto grado la atención el
ver que la tiene de jícara, es decir, del medio calabazo,
que en América. lla.r:aa.mos as!: ta.l VJZ la Naturaleza lo con·
fecoionó en esa forma para que, á cómodo precio, pudié·
ramos tener una. escudilla de fosfato de cal para beber. En
ese c11ao digo que Diógenes (cuando vió á un mullhacho
beber en el hueco de la. mano) hi~o mal en 1·omper sn tnza,
ú nico objeto de lnjo, único mueble supérfiuo que le que·
daba; desde entonces fué cínico de vera11, debió beber co-
mo perro. .Bien que, Ei no vivió en casa con forma de to·
nel, sino en un tonel verdadero; més que perro, debió pa·
recer reptil.
Lo que podemos asegurar sin temor de equivocarnos,
es qu¡:¡, por regla general, la capacidad crr.niana revela la
del cerebro que contiene, y raro es el hombre de grall en·
beza que no tenga cabeza grande (megalocéfalos); por eso
las r~zas semíticas é indogermáni cas (craueo dolicocéfalo),
que son las que más han avanzado, son las de mayor crt\·
neo y más desarrollado cerebro.
Como veis, está dividido en compartiment-os, y esto lo
hace más tenaz. Si tal fué la idea de la Providencia, poco
f~Jiz estuvo Gall al apli.:;ar cada uno. do esas divisiones y
protuberancias á una facultad ó una propeusión, dando
naciooient.o á la Frenologln, ciencia moderna. de la que di·
go lo mis mo que de las mesas parlantes; que quién sabe
si encierra alguna verdad disfrazada e11tre lai! ponderacio·
nes con que !a han desfigurado. En un principio había ór·
gr.no de la c.mati vi dad, asociatividad y otros muchos de

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1
212 ffiSTORIA DE UN MU!i;RTO

esta obligada terminación; pero después todo lo exagera·


mos. Yo me hubiera limitado á eatudiar el mayor ó menor
desarrollo del ángulo facial.
Quien estudie craneologfa tanga cuidado de no confun·
dir el ángulo fa<'ial con el ángulo encefálico. El primero
pertenece á la Geograf(a y el segundo á la Antropología:
el primero fué el ideado pox Cam per, para distinción de
las razas, de 90 grados en el europeo, se forma por dos ll·
.neaa desde el nacimiento del pelo á la boca, vértice, y de
aquí á la región inferior de las orejas, mientras el ángulo
encefálico se mide al interior del cráneo.
Y entre tanto, ¿qué son los huesos? un p0(\0 de carbono,
con un mucho de calcio y i.tn menos de magnesia, y un
t-anto de etcéteras. La cal superabunda, pues en cien pa.r ·
tes hay 51,04 foefato de la misma., 11,30 carbonato de
idem y 2 de fluato de idem. Y en lo demás, 3'2 de materia
animal reductible, ítem fosfato de magnesia, soda y clorhi·
drato de soda., con residuos de materias insolubles. Ese
fosfato de cal presente en huesos, lo est!\ en toda natura;
se ve basta e-n coprólitos antediluvianos, es base de los abo·
noa industriP.les y lo es de las fosforita~, que son rocas
fosfatadas: en muchos lagos, ciénagas y aguas estancadas,
se producen fosfatos y sulfatos de calcio y de magnesio,
asi corno en al Van de Armenia se forma sulfato de sodio
6 Eal de Glauber.
El núcleo central es la médula, dotada de sensibilidad
esquisita, entiéndase para los embates físicos. De un famo·
so ¡·ey biblico (Salmo 6 v. 2) recordamos esta frase: quo·
niam omnia ossa mea contm·batct sunt? lo cual no prueba que
los huesos sean sensibles á las a.fecciones m01·ales; éstas
serán siempl"e del cerebl"O; bien que los poetas quieran
darle parte ó el todo al corazón.
De los huesos la industria ha derivado gran provecho: á
'
vec€s me pregunto: ¿qué animal sería y en qué punto vi-
viría el que crió este botón con que ahora abrocho mis
'

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BIST11RI.\ .DE UN ~fUERTO 213
pa.ntalones? ¿por cuánt as mano s pasó antes de llegar
ámf?
Pero como el nacar, tambi én subst ancia calcárea, el ca-
rey, la mntlera., el acero, han ido reemplazando al hueso
en botones, peines, mangos, result a que el fosfato (na 60
por 100) ea hoy la aplicación ósea de más impor tancia : da
lugar á una indus tria, la de fósforos ó c3rillas, que 111'e11de·
nt en todo pais por los costos que acarrea el peligro áe
traerlos de fuera. lL1dustria en que se ha adelantallo mu-
cho... ¡ahl yo alcancé, y los lectores de mi edad 6 mayores
tambi én, aquel tiemp o de los t:mito s con yesc8., eslabón,
peder nal y ps.juela, y de los vieJos q ue pasab an un cuarto
de hora amart illand o el pede:·nal pura encen der un oiga·
rro, y sin embargo, ellos, los vic·jos, acost umbr an decir: -
¡Oh, en mis tiempoa ... J
Deepués los hubo sulfúricos, los de botellita, los de pa·
lito, los do volit.a, los de cerillo, hasta los perfeccionados
amorfos., derivado de los cuele s es el apara to mode rno pa·
ra encender el gas sin fó~foro.
Si no hubie ra fábrica de fósforos entre nosotros, si el
lector ignorm'S. este punto , me entret endrí a con gusto en
de5ccibir los apara tos y procedimientos.
La diría que el fósforo es un metaloide, sólido, á In tem-
perat ura ordin aria., sin sabor, olor aliaceo, fte;¡¡ibl!:', blan-
do, rayab le á la uñ,, entra en fusión á los 4.4 grados, en
ebullición O. 290, se inflam a espon tánea mente á 60, y por
esto se le tiene en agua. Nunc a puro en la Natmalezu, se
le encue ntra en hueso~. SfSOe, pescado, mariscos, orina,
siend o en ésta dond e prime ro se halló, y siendo el prime -
ro (fosfato de cal de los hueao~) de donde gener almen te se
le extrae en Franc ia, en Alem ania é Ingla terrn, de cuyoa
punto s se le impor ta, la libra, por cierto, á 82 centavos,
O!'O. Le diria que para extríierlo se calcin an los buesoa al
aire para destru ir la mater ia anima l, se pulverizan y se lea
trata por ~/a su peso de :leido sulfúrico y agua, forma ndo
una papill a, para cuya desecación se usa el carbón vejeta !

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214 EikLOIUA l.ll:. UN MUERTO

en polvo. Esta, calentada al rojo, d eja escapar el fósforo,


el cual, por un conducto de cobre, va A condensarse A una
vasija de agua. El fó<foro a si obteuido contiene carbono y
otras sub~tancias; para purificarlo se le diauel ve e u agua y
se pasa al través d~; una piel de gamuza. Toda esta opera·
oión es peligrosa por los vapores que se escapan y por la
facilidad de explosión.
Le diría después que pua hacer !as cerillas so uue el
fósforo al clorato de potasa, individuo que viene de logia·
terra y pudiera de Francia, España, y también, de inferior
calidad, de los Estados Unidos; el cual quita al fósforo un
tanto de su combustibilidad, y forma una pa~ta en que se
empapan los cerillos, paeta bastante combustible para que,
desarrollando por la frotación un poco de calor, entre en
ignición.
Le diria también que el fósforo rojo ó amorfo no ea mAs
que una modificación alotrópica de dicho mineral, y que
Jos cerillos no tienen parte ninguna de él, sino sólo una
mezcla de sulfuro de antitnonio, clorato de potasa y una
substancia glutinosa: la caja en que se frotan es la que
contiene el fósforo, de modo que, el consumidor, al fL'Otar,
dalu~ar á. dos efectos, á. saber: desarrollar calórico y combi·
nar. Y esto constituye el adelanto (si tal adelanto es) de
los fósforos amorfos que tienen la ventaja (si ventn.ja es)
de encender sólo en su caja.
A cuatro millones de pesetas, en Europa, cantidad des·
proporcionad a de que, sio duda, es causa el fumar, se cal-
cula que asciende el consumo d iario de cerillas. Calcúlese
por abi les huesos que neceaitaramos si extrajéramo s la
materia prima.
El ganado vacuno y la aguj& del mar, Goliah de loa pe·
ces, son los que más contribuyen ; los humano3 huesos,
como único resto que queda de nos, se respetan y guardan
con mAs cariño en unos paises que en otros. Los sachenes
y otros aborlgenes del mundo de Colón, cuando invadidos
por razas más pujantes, cargaban los huesos de sus ant&-

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ffiST OniA DE UN MUERTO 215

pasados y huia n con ellos para darle s nuev a SPpultura. Es·


to, sin embargo, de que los invasores no sabí an hace r fós·
foro, ni hubi eran sacado nada de esos huesos.
Sin dud a por su inm ensa utili dad fué que la Natu rale·
za los sem bró en todos climas, sien do lo más raro, en pun-
to a huesos fóailas, que los haya en Elef antópolis y no los
haya en Cayo Hue so. Vergüenza me da pens ar que esas
bolas de billa r han viajado más que yo, pues han veni do
desde Nueva Zembla, país que no .:s posible visitar sin ex·
clamar: ¡qué frío hace!
Alli en esa poseeion ruea a 75 grados de latit ud, abun da
de tal mod o el marf il y en gene ral loa huesos que no se
hace escavacion sin dar con ellos y han venido á ser gran
ramo de comercio. Tan abun dant es son, se pued e decir,
como en Amb la los huesos de la mad re tierra, que aei se
llam an las pied ras en ciert o pasa je mitológico, diluvio de
Deucalion, v curioso prob lema paleontológico ha sido el
sabe r como vinie ron alll dond e hoy ni jama s que el hom-
bre recuerde han vivido anim ales de la especie. Son del
man mot h, elefa nte primigenies, ciervo, y de algunos rep·
tiles. ¡Argume uto en pro del EcttaMI' pola r de otros diasl
entié ndas e aqui la pala bra dÚis en el sent ido en que la
usó Moisés, si ea que la pala bra i&lt ha de tradu cirse días.
Nue va Zem bla fué una verd ader a Mastodontopolis que
desapareció en époc a ant6 rior 111 hom bre, como en la épo-
ca. hum ana desaparecieron Ninivo, Babilonia, Tebas y tan-
t-as otra s vict.i mas de la voracidad de los siglos, sin deja r
más que hues os la una, pied ras las otras.
Los antig uos enco ntrar on algu nos y los cr&ian de giga n-
te, hl1bO una enor me tibia de Aya x TelamOD, que seria de
algú n mam ífaro prea dam ita y con gran posterioridad un
gigantesco esqueleto enco ntrad o en una cave rna del Ród a-
no, quo se supu so del rey Dagoberto y que era..... una sa·
lama ndra l
En la part e sept entri onal de Itali a, en las escavaciones
de Suiza, en las de Alemania, Fran cia, Sibe ria., en las oa-

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216 BIS'l'ORIA Dll: U.S ~lUE&TO

vernas, son tantos Jos encontrados que nos obligarlamos a


habl~tr de como se forman los fósiles si no fuera que nues·
tro hombre inhumado no ha de llegar a fósil sino á hu·
mus los huesos ()()Utribuyen á nuestro alumbrado, ellos
J:orman gigantesca y córnea pirámide en N. América no
tan horrible como la de 90.000 crános erijida por Gen·
gis kan .. ellos blanquean en el desierto revelando Ja cara·
vana sorprendida por el Simouu, ellos se presentan en las
más altas montañas del corazón de los continentes como
para decirnos que alli estuvo el mar. De donde deducimos
que la Naturaleza no dijo al mar •no pasarás de aqub
sino mas bien • Do aqui te retirarás. •
En punto á hn~soa fósiles debemo8 advertir que no ha
quedado atrás la América: es verdad que en Cuba pocos,
muy pocos, poquJsimos, unos escuálidos dientes con lo que
queremos decir dientes de escualo, Pero el lector no olvi·
dará que el Mnnmotth dió nombre á la cueva que hoy le
lleva, y que el :M.egaterium, de la clase del Perezoso, don·
de primero se presentó fué en Buenos·Aires 1789: despues
uno y otro se han ido encontrando en Europa, en Nigri·
cia... país que no es posible visitar sin exclamar- Qué ca·
lor hace!
También muchos en Asia ...... quizás era de Mastodonte
que no de burro aquella quijada conqueSanson machucó un
puñado de fltesteos, a no ser que estoa filis-teos, que nada
teLÍIJ..n de filo teos tuvieran talla de litiputienses, esceptu-
ando á Guliab, Y quizás era de algun 'l'!brisanro que no
de caballo aquella cEtbeza encontrada en los fosos que
abria Róooulo y costaron la vida á Rémo la cual servió á
los augures para despacharse a su gusto, profatizando las
futuras grandezas de Roma.
¿Y quién es capáz de pensar lo que resta aun por des·
cubrirse en ese interesaut3 ramo? Nadie dudará que esos
huesos fósiles (que son ruinas de seres que vivieron, as!
como las ruinas son los restos fósiles de ciudades muertas)
preparan todavía brillantes páginas en la historia de los

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HThTv .RfA DE Ull MUERTO 217
conocimientos humanos. ¡Cuanto terreno virgen aún para
la pica del ávido minero y para la curiosa mirad a del na·
turalista!
Al compa rar la estrecha. superficie explorada. con la. que
falta por investigar, cullndo recordamos ese no escudriñar
do fondo del Océano, origen primero de la vida y por tan·
t.o sepulcro de los primer os cadAve res y hoy vasto museo
de los maJor es esqueletos; cuand o pensam os que quiza no
se pise tierra sobre la cual no hayan existido preada miti·
caroente se1·es que han dejado á través de los siglos algu·
na. huella. para revelar su remotisima. existencia, cuand o
pensam os en todo esto, compr endemos con cuanta razón
dice Lyel que do que sabem os en Paleontologla es nada.
en comparación de lo que nos falta. aprend er. •
Hasta ahora, entre lns asombrosas verdades que nos ha
patentizado, está la antigü edad de la raza human a, que
puede decirae inmen sa si compa rada al mezqu ino soplo de
~;xistencia que hasta. ahora le conced ían la. histori a y loa
mal interpr etados versetos de la Biblia. Aunqu e posterior,
sin duda, a mucha s de las especies que desaparecieron, no
se tiene por error creer que fuera contem poráne o del cer·
vus megacerus, manm otb, oso de las cavern as y de algu·
nos de los grande s 81\Ul'OS de razas extinguidas.
Cnvier asegura qne no bay dat.os para creer que el bom·
bre existie ra en Jos periodos plioceno y mioceno que son
partes del terciario, mas por los vestigios human os encon-
trados en di versos paises, por los restos fósiles hnllados en
las caTernas del r.augn edoc y de Bélgica, el esqueleto des·
enterra do cerca de Dnssendorf, el cráneo de la cavern a de
Eugis, el de Borreb y en Dinam arca, el hombr e fósil de
Puy y por alguna s otras pruebas, ee ve que el hombr e apa·
reció, según unos, antes del periodo glacial que n.travesó la
Tierra al princip io de la época cuaternaria; según otios, al
fenecer dicho periodo, épocll.B en que sólo huesoa podía de·
jarnos .

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218 Wl: 'r..lR U. DE UN MUlffiTO

A me did a que pas an generaciones, el hombre


pOJ:ece ir-
lidad se
se alejando má s y má s de eSlls cdade>; pero en rea
cerebro y
acerca á ellas por el perfeccionamiento de su
ocimien-
por los ade bnt os de su inteligencia; los unos con
por la sen -
tos ayudando á los otros, en un dla hace hoy
s edades
da del progreso la jornada que en las primitiva
s mismos
necesitaba centurias. Prueba de tsto ofrecen eso
os y arro-
fósiles; ellos fueron también vistos de los antigu
s absur-
jados con desprecio ó tomados par a base de fAb\1la
ide a del
das; quizás á ciertos huesos de grutas se debió In
s análo-
Minotauro y de la. Esíinge y otras moustruosidade
s canilla
gRl!; una tib ia de prJeotherio fué acaso ent re ello
ia bajo la
de nn titan, el mammoth, un animal que viv
á ésta; asi,
t.ierra por horror á la luz y que moria al salir
que ocu·
víctima de la primera ide a ó del pri me r desbarro
general la
rrla al que los encontraba, venia á. ser por lo
stras ma -
verdad que encerraban eeos huesos, que en nue
se va co·
nos se han convertido en instrumentos con que
rriendo el velo de las primeras edades.
que ae
Dios solo pue de saber lo Q\le aún est á oculto y lo
an; quizás
llegará á revelar en las generaciones que nos sig
e ciegos.
en sus libros la Paleontologia fut ura nos llam ulosa,
neb
¡Quién sabe si medirá los dlas que la tier ra giró
órbita y
los trastornos que se sucedieron par a asu mir su
hoy incóg-
endurecerse, y los años que duraron esas hasta
ra ocu ltas
nitas edades de la Naturaleza y ~sas has ta aho
a que ca·
épocas de la vid a del hom bre! ¿Quién nos as~gur
eres par a
da roca, cada piedra, no traiga escrita, con caract
formación
nosotros i!egibl>s, la hi~ toria de su origen , de su
res deaci·
y de su antigüedad? ¿Lograrán nuestros suceso
fra r esos arcanos?... ¡Qoién sabe!
se abr i-
Pero entonces, ya lo hemos dicho, otros campos •
solubles,
rán ant e sus ojo!.', otros problemas, par a ello3 irre
la genera.·
se presentarAn á su inteligencia, porque como
es preciso
ción presente y como las generaciones pasadas,

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IDSTORIA. DE UN MUERTJ 219
que tengan dificnltades contra las cuales esforzarse, esco·
llos contra los cuales romperse.
Es forzoso que marche, y, por lo tanto, es imprescindi·
ble que tenga un norte hacia el cual diTija su marcha
fructifera pero... intermiD!tble. Dios, cuando ordenó á los
mundos girar, también dijo á la humanidad: ¡marchal
l\'larchar es su destino ... y su bendición.

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XIX

Cuestión dental

A huesos blancos se redujo al fin nuestr o c.1dáver


borróse ya su forma, desapareció toda semeja nza con el
sér human o... ¡ah! EU recuerdo tnmbié n, única huella que
dejó entre vivos, va perdie ndo su intens idad; ya sólo que·
dan escuá.lidas lágrim as en aquellos deudo s á. quiene s ha·
cia falta su vida. En Fgua., en gases, en tierra deleznable
se han trornd o las partes plá!!ticas, músculos, venas, visee·
ras, glá.ndul!\8, el órgano palpita dor y el órgano pensador.
Los labios que sonreí an, los ojos que se alzaban indaga n·
do al Creador, el cerebro un que centellearon resplandores
del genio ó en que rugió la tempe stad de las pasiones, todo
se fué, sin provecho, porque el fanatis mo, lo que tal vez no
suceda en las antropoplacial', nos prohibe- utiliza r el mate.
rial en que vivió un alma, por mucho que no sea ya. más
que materi a desalmada. El hombr e en pomos que antes
hemos citado, nos muest ra cuanto la indust ria podría sa·
car de nuestr a human idad con la ayuda de la Quimic&
que se adelan tara al horrib le fermen to butirico.
Ha calculado un químico (alemá n por supuesto) que los

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HI~TORIA DE UN MU1RTO 221
r,lementos constutivos de un hombre de 68 kil01;, equiva-
len d las claras y yemas de 1,200 huevos gallináceos: torna-
do en fluido darla 98 metros cúbicos de gae, é hidrógeno
bastante para. un globo con foerza ascencional de 70 kiló-
gtamos. En su estado normal el cuerpo contiene hieno
parn siete clavos regulares, grasa para 6!- kilos de bujlus,
carbono para 65 gruesas de lé picea, fósforo para 20,000 ce·
ri.las, 1~ cucharaditas de f<lll y algunos t~rrones de nzú·
car, etc., todo lo que se pierde sin contar los guantes de
mamkin más r.uavea que les de dogskin, y sin contar los
cabellos, imputrescibles, que pudieran servir para cual-
quier calvo.
Ya hemos dicho qua uñas y rabellos continúan vegetan-
do, muy corto tiempo si el cuerpo se descompone, algo
máa si embalsamado: el cadáver do Napoleón, exhumado
veinte años después de su inhumación en Santa El~nn (en
caja de caoba que cubría otra de hojalat.a. y otra de plomo)
Ee halló intacto, notándoae que ui1as y barba hablan creci·
do. Los cabellos son mucus animal y nceit9 concreto, que
es rojo en cabellos rojos; t.ienen además fost. y carb. de
cal, azufre, cllice, ox, de manganeso y de hierro sulfurado;
pero en canas no hay aceitl'l coil>rante y sí sulf. de magne·
aia. Son la sustancia org~.nico. que más resiste Ala corrup·
ción: la cabellera de Berenice, que un astrónomo palaciego
convirtió en constelación, y los rabellos tan fatales A Ah·
salon, subsistirían aún ei gu:mlados en buenas condi-
ciones,
Con la naturaleza dejamoe menos: un residuo negro, hú·
medo, pulverizable, un humus inmundo no aplicable á
cosa alguna; y ese que murió llorado y aquél que no dejó
lágrimas, y el otro cuyos despojos cm catacumbas egipcias
ó en urnas cinerad as duraron siglos, al fin también roo
destamente se quedaron en carbónico y agua. ConHeouen·
cia de lo cual es que si no venimos todos de un cuerpo
1110110, ó uno, como querla Newton, si no procedemos de
mono, como pretende Darwin, ea cosa cierta y patente que

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222 EOSTORlA DE ON lnJERTO
todos vamos á parar á mono, esto es, á uno, á cosa igual.
La mAquina molar dura porque es dura: de modo que
de lo que fué pensadora cabeza, ah{ os queda una caravela
portando muelas reveladoras de un herbívoro convertido
en omnivoro por la in~xomble ley de la necesidad. Ed que
como la Natura!.,za todo lo creó simétrico, lógico y adap·
tado á sus fiaeo, como hijo qua es todo órgano del uso, su·
cede que las muelas en tamaño y figura, ui como dientes
y colmillos, treinta y dos en total, guardan harmónica reJa.
ción con el tamaño, ueos y nece.Qidades del animal, y por
ellas se ha pretendido que el hombre no vino al mundo
para devorar chuletas, ni deleitarse con costillas de cabri·
to, sino con berros, frutas y otras yerbas. Sabemos sin em·
bnrgo que, aunque Rousseau nos cree herb{voros y fruc·
t!voroe, M11gendie nos autoriza para comer de todo, y
He! vecio nos hace esencialmente carnívoros. Petligoraa,
campeón del régimen vegetal, prescribe frugalidad y
temperancia, pero no prohibe en lo absoluto el uso de vi·
toallas orgánicas. Delametbrie nos asegura que quien se
alimenta de carnes y bebe licores, tiene más vigor y valor
que el que vive de vegetales y agua; á lo que pudiéramos
oponer que gorila, toro, jabali y otro3, sin t-omar carnes ni
licores son tan robustos como valientes, y conatn que, sal·
vo su jefe, las falanjes macedónicas, conquistadoras de
I~gipto y Peraia, eran, como los griegos, acuabibentes y
poco csrni voraa. La superioridad de las rezas no esté, en
lo que comen ó beben, sino en lo que leen, piensan y
practican.
A todo eso pudiéramos añadir que la organización del
sér humano difiere notablemente de herbívoros y cnrnivo-
ros, y que en realidad no comemos carne, sino un deriva·
do de ella, pues por medio de la decocción, producimos
una sustancia que será. alimenticia y nutritiva y cuanto se
quiera, pero que ea muy diferente de la que devoran los
tigres!, y de aquella á que no pudo acostumbrarse Dióge-
nes á despecho de su cinismo. Y después de todo, mandu·

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HI~TORIA DE ON MUERTO 223
car carnes ¿qué viene á ~er s1no comer yerbas ó materia
vegetal transustanci~da en mutelia animal pot las inflexi-
bles leyes de la evoluc ón natural?
Algún día.¡quién sabd no seremos ni carnívoros ni her·
b!voro~. si lu. Qu1mic11.logro. ~u objeto de componer todas
las sustancias, y t~les acaso pueda cor.f,¡coionarlns que
quedará abolido el masticar y haota el ensalivar. En cuyo
caso aconsejatnoll á esos pósteros que ee apresuren a fa.
bricar ciertas gramineas de que se asegura que contienen
la mayor dosis de materia nutritiva ¡y no tienen fibrina!
Volvamos á nuestros dientes; palpemos; están comple·
tos, ocho; los incisivos, cuatro; todos tan blancos como
cuando eran perlas en boca que los poetas llamaron de
· coral; pero en las muelas, cuatro por cuatro, faltan pie?.na,
señal que intervino la mano dol dentista con un ¡Jasajero
dolor material. Fué que se deterioraron por imperfección
de la sangrf', ó bien la falta de a•eo (:Djendró micro orga·
nismos litófagos, y fué forzoso el fórceps ó el torco, por·
que somos en eso muy primitivos. Si á Adán le dolió una
muela, bien que no se uSIIban entonces tales dolores, lo
primero que se le ocurrió ein duda fué echlllla fuera como
se echa una espina, y hoy no hacemos otra cosa, siendo
laa muelas y sus dolorEs de uso tan antiguo.
¿Qué son? L9s piedras en que se muele lr. comidn para
que la lengua pueda reunida eu bolo alimentbio, y la la·
rioge y esófago por una fécil contracción la hagan bajar al
estómago, operación que In ciencia llama deglución, nsi
como Uama disfagia á lo quo pudif'ra decirse atraganta·
miento. A\1! ws jugos gástricos se encargan de irla trans·
formando en quimo, de donde pusa al duódeno, para que
el pancreático y bilis la conviettan en kilo: este liquido
eminenteme nte nutritivo, como que ya lanzó al intestino
grueso las partes refractari:~a, se traslada á los vasos quill ·
feros que lo llevan al canal torácico, de donde es vertido
en la sangre venosa, y ésta repartirá la nutrición y In
fuerza á todas las extremidadadcs; las que, como recuerda

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224 HISTORIA DE UN :MUERTO

el bien conocido apólogo de Menenio Agripa, no podrían


revelarse contra el tstómago que las Eostiene sin perecer.
Ella vuelve por diversos canalfs al centro de circulación;
ssi es como el agua en el globo que habitamos procede de
los mares y vuelve a ellos mediante evaporación, nubes,
lluvia y rloa.
La digestión, pues, es una serie de operaciones quimi-
caa en que el cuerpo por medio de sus reactivos, más pu-
jantes en aves que en bípedos implumes y más en repti-
les que en aves, toma y se asimila los elementos que le
faltan y desecha los que le sobran. Poco hace de donde
procedan; hay quienes viven sólo de dátiles, quienes de
nueces, de castañas, quienes de leche, ¿qué importa si es-
tán abi el áwe y demás necesarios? Tengl\mos presente
que hubo pueblos geófagos ó comedores de tiena y hay
bichos litófagos ó comepiedrns.
Y bé aquí como esos diminutos apéndices, salientes en
elef11nte y jaba.li, terribles en lobo y tiburón, son instru-
mento de la masticación, por ende agentes de la digestión,
de donde promotores de la salud y la longevidad: dadme
buenos dientes y os daré buena digestión, salud y larga
vida. Un diente vale u u· diamante y mas si es el famoso
diente de Buda, de que ya h.nblé no recuerdo donde.
Prisionera de guerra esta reliquia la tribu poseedora
para quien era más sagrada que el hueso sacro ó que fa-·
lange ó lienzo de la veetidura de u u sant<>, ofreció rescate
de cinco millones de libr11a esterlinas. Y es lo más gracio-
so del C880 que durante el secuestro de la reliquia otros
dos dientes de Buda 11menazaron present-arse t\ suplirla.
Acaso sucediera lo que entre nosotros con las muelas de
Santa Polonia, las cuales se colgaban del cuello y brazos
de nuestros chicos, esto es, los chicos de n uestros abuelo8,
para preservarlos del dolor de muelas; de donde se dedpoe
que Santa Polonia debió tener 300 quijadas con 300 mil
muelas.
Examinando un diente se verá al exterior esmalte, for-

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HISTORIA DE UN MUERTO 225
mado de microsr6picos prismas de dos milésimas de milí-
metro, al interior hueso común acorazado y sobre el es·
maltG el sarro, osario de esqueletos cali¡;os de esos infames
microbios que á invadir se atreven hasta el sagrado de la
boca.
Pero E>ntretanto, esa ingeniosa creación, e~:as piedras de
moler, esos pulidos calcárer.s, lns muela~, tienen su gr~nde
inconveniente y es que á d espe<:ho de s u dureza son sen·
sibleP, es que a pesar de ser g(,Ji das l$S atraviesa un nervio
que, mortifioado, da dolor. Me duele 1ma muela equivale,
según algunos, á nte duele un zapaw, pues crt:~en que aque-
lla comprime el nervio como é>te el pié, y causa, más no
en-cierra en si, el dolor. ¡Error! el nervio recorre todo el
interior del instmmento masticador que se convierte en
aparato de tortura una vez gastado el esmalte 6 por el uso
natural ó por abuso de polvos dentrffioos ú otros dent!-
voros.
E l dolor ea una percepción desagradable trasmitida al
cerebro por... pero bien sabe el lector, porque alguna vez
lo ha sentido, lo que es el dolor, ó por mejor decir no lo
sabe, aunque lo haya percibido. Y es punto en que me
extendería hasta dejarlo del todo dilucidado, á no mediar
el pequeño inconveniente de que en eso tan adelantados
estamos los seudoeabios como los verosabios.
El mismo H ip6crates y todos los demás hipócrates, si
les consultamo~, nos mandárau callar en ese asunto, y con
dolor ó sin él, es lo mas prudente acatar y obedecer.
Que no se sepa lo que es ni corno e;,, no se opone a que
tenga en filosofia: el dolor es prueb¡¡ de la existencia del
alma: si hay el dolor fíoico y el dolor moral, ,;quién podrá
dudar que hay dos entidades, dos seres, dos existencias en
nosotros? el modo de ser 6 la en tidad moral Que con lágri·
ma~ del alma llora la pérdida d9 u a ser querido, y la enti-
dad corporal que chilla cuando se le vierte encuna una

15

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226 HTSTORIA DE UN ~ruEBTO

ceLl.;,ra 6 más bien, quitando la sinécdoque, el líquido


que contenla.
Btlndito sea el dolor füieo, dirá algún optimista, que nos
advierte si en lugar de SEnhrnos Eobre nn cojin, lo hicimos
sobre un brasero; y bienvenido el dolor moral, sei'l&l pri·
mera de la memoria y da la inteligent i t, verdadera dis·
tanda qu•l va d el hombre allvco y demn,¡ irl'ad•mnle~.
Benditos los dolores porque ellos regonetan, ellvs ptuifi
can ..... ¿,p~1·0 no serf.a mejor, inseos11to~ mortales, que pu·
ros no tuviarms que pudtic&ros, y no d~g~mll"al·ais para uo
hacer forzoaa ln. rt>genern.ción? .
Huy en los dientes menos tejido celular y má3 fosfato
de cal que en Jos huesos; ya dijimos que casi al igual de
Jos gn.<~es abundan en 1me~tro cuerpo lB. cal, el fósforo, y
asimismo el sodio y el potasio que aparecerán más tarde
en la ceniza si somos incinerndos.
¿De qué se componen? Según Owar, Herlwig, provienen
de las transformaciones de los productos de la piel, adap·
tndos á la prebonsión y masticación, siendo en mamíferos
resultado de la mucosa bucal. Son sustancia propia, dura.,
compuesta de gelatina y cal, tejido celular, va'!Os y ner·
vios que yo hubiera !mprimido para dejarlos inse11Sibles é
inocuos como las uñas, córneas, ó los cabellos que son
canutos. Son, en una. palabra, individuos de la vasta fami·
Jia de los calcareoa y tienen composición sernejant.a á la de
los huesos, pero el grano es muy tino y mas tenaz; por esto
los colmillos del Manmoth, en Nueva z~mbla, ;\.frica, etcé·
tera, han superexistido donde desapareció lo demás. A
veces é. un diente fósil con el lento trabajo del tiempo, se
incorporaron partículas de cobre que lo d~>jaron azul y
mé.s tener., y asi constituyó la turquesa, picdm preciosa
que entre otraa cualidades tiene, como la perla. y el ambar,
lB. muy raro. ..... de no ser piedra.
Ni la inocente niña que con ella adoma sus cabellos, ni
el autor, ni el maa erudito pa\eontologista podrian decir
ni aún próximamente los años que empleó para esa labor

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BISTOBIA DE UN MUERTO 2Z7
In Naturaleza, ni Jos que debieron pasar antes de Ja época
en que le tocó vivir A ese sauro ó cuadrú pedo portad or de
tal dient~. Iuconc iente da adorna r algún dia los brazos de
un tipo que aun no existla, persiguió diligen te su presa
por los primitivos bosques cla helechos, ó se pa~eó tranqu i·
lo por los marea siluri~noq. Por las orillas de esos mares
imprim ió su huella. el loLbcriutodon Robre la gred~ que
luego endure cida, tra~rnilió eQa. señ \1 alas edad&s futura s
para que hoy A trnvé3 de innum erables sig:os pudiér amos
contar sus pasoa y leer su curiosa historin, y ha~ta d ibujar
con el catmin que otriJ ser d e su época nos legara.
¿ 'i Alej nndro? ¿y C~sarP ¿y Napoleou? y tantos otros
para. quienes fué estrech a la tierra ¿qué huella s nos dejaro n
de su tramit o por el mundo ? cráneos que reian de su lo·
curo. y que tambié n po.saron .
¡Oh ciencia, oh faculta d investigadora de l2. inteligeucial
como te empeñ as en probar que los conquistadores son
relnmpagos que ofu~cnn un mome nto, turbio nes que posan
d!>jando ruinns y desolación. Parme ntier que nos ensena
1\ comer patatas, Gesuer que nos garantiza de mortífero
contagio, Frank lin que nos preser va de lo que la ignora n·
cia. creyó efecto de la cólera celE:,Ste, valen cien veces más
que los personajes de sangre azul que uada hiciero n y mil
veces más que los conqu istado res que deshicieron. Gente
util y gente inulil; esa es ¡,~gran división que Letrou ne y
Balbi debieron haber adopta do para cla.sificar al •anim al
d e dos pies sin pluma s• como lo ddiolf\ Platon.
E8ta confor midad del ostuch e molar con la qu ij ada y
demtla órganos permit ió á Cuvier, recons truir y restan rar
vivientes antidil uviano s con ~ó!o una libia, con sólo una
mu;,J a. 1Prueba grande de la esqui,it.a, admira ble bnrmo nía
de la Natura leza que pobló el univer so de cosas ro.ras, pero
nunca creó d esprop ósi tos. A tal brazo t11l autt>br no, u! lar-
go cuello de la giraft~. las prolongadas pietnas de lu misma:
para tal muela tal quijnda, pllra. esa quijad a tal cabeza; á.
esos incisivos tales alimentos y á. tales alimentos, tales

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22$ HffiTORIA DE UN MUERTO

costumbres, tal clima y tal región: he aqui los sencillos


axiomas de la anatomía comparada, y he aqui los sólidos
fundamentos de la admirable Paleontologla que hoy spo·
yada por la Qtúmica y la Arqueología, da pasos de jigan·
te en Europa, de tortuga en nuestra patria.
Si el lector tuviera empefio en conocer algo de la hiato·
ria de la Quimir.a y la Antropologla en esta. Tierra., yo em·
pez'llia por invitarlo a t.rihutar un recuerdo honorlfico á
los esclarecidos dJfunt<M E-spada, Vareta, C..u;as, Arango y
otros promotores ilustres que é. fines del pasado y priaci·
pios del prPsmte sig'o, echaron los cimient<>s d~l aún in·
cipiente ~dificio que en este ramo poseemos. Hablaría de
Estévfz. fcondoea rama que brotó de la semilla que aque·
llos sembraron, pero que se secó en flor sin llegar a dar
fruto; hablnrla del loable afán de los cootemporAneos, he·
rederos y celosos guardadores del tesoro intelectual, y no
terminaría diciéndo «trabajad•, porque ya lo hacéis vos·
otros, ¡obl mis caros amigos de la Academia y mis amados
consocios de la Antropológica; vosotros que tomásteis una
iniciativa tanto más meritoria cuanto más careciente de
protección, porque no medió mé.s interés que el amor a la
ciencia; vosotros que llorais núo con hi.grimas del corazón
las prematuras muertes de Estévez y de Presa~; vosotros
que sin recursos, sin gabinete ad hoc, sin más elementos
que loa que dá la enérgica ioiciativa individual, realizáis
lo que vuestra patria tal vez no os premie ni con su agra·
decimiento.
¡Y ya da frutos ópimos ese arbol de ayer! Ya tenéis á
un Gotiérrez fuodadCJr y il otros incansables investigado·
res, tenéis á Gunlach, Colón de Cuba en su mundo orni·
tológico, tenéis á nuestro Poey, el héroe del problemético
manjunrJ, el alma de la Iotiologla, nuestro Poey que.....
pero nuestro Poey merece capitulo aparte, y le destinare·
mos el siguiente.

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XX

EL NATUR ALISTA

.Í.. FELIPE POEY

e Dadme mi lira, dádmeln... • No pudo


Jamás, oh gran maestro,
Ser más propicia la. ocasión. Mi labio
N unes. al elogio diestro,
Siempre ante el rico desdeñoso y mudo,
Sólo al bueno cantó, cantóle al sabio;
No mucho, pues, que de entusiasmo lleno
Te cante á tí, porque eres sabio y bueno.
¿Quién, Felipe, derrama
En tu sangre y tus nervios esa llama
De patriótico amor que en tu alma. impera?
Año tras año pasa y persevera
Tu aftln por In verd11d. Ella te admir,\
Porque tu ciencia amor y fe d ifunda

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230 ltiSTOR!A DS UN MUER1'v

Bendito Aquel que tanta fe te inspira,


Bendito Aquel que tal amor te infunde.
¡Cuán mezquino á tu lado quien se af¡¡,na
Por títulos y honores
O quien del oro en pes sus dias mejores
1'orpe consume en ambición insana!
¿Ni podrán igualarte
Los que siguieron el pendón de Marte
Aunque mil y mil glorias obtuvieran?
1Ahl Cuánto prefirieran
Los que ganaron esas glol'ias crueles,
Los que por patria ó por codicia riñen
En vez de sus laureles
Lo:'!'laurelas ceñir que tu sien ciñen.
No que yo niegue loor á los guerreros:
La noble fama a que su aliento aspira
Concédales Apolo
Con versos dignos de dantesca lira,
Mas loa que luchan por la patria sólo,
Sólo por ella luchan. Tú peleas
Del mundo en pro y en pro de su adelanto
'l'ú luchas sin quebranto
Por el triunfo inmortal de las ideas
Por la luz, por el bien, 1bendito seas!
Bendito, si, pues mientras iracunda
La tien-a en sangre cruda gllerra inunda,
Y mientras en Sedán de t-error llena
La frente inclina el águila del Sena,
O en torpes disensiones
Se coneumen las gentes y naciones;
1'ú con seguro paso
Persiguiendo quizás un coleóptero,
Clasificando un marsupial, ó acaso
Feliz porque pillaste un l~pidóptero,
Lauro mayot juzgaste
Conquist-a más valioso. si arrancaste

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.
ltiSTORrA DE UN Mt1EIITO 2.3l
Un secreto á Natura.,
Y con el jubilo de un alma pura
Un nuevo dato al mundo presentaste.
¡Un dato más! Una verdad 9culta
Que el mundo te pedia
Y ante la cual la ciencia enmudecía.;
¡Patentizar ante la plebe inculta
De cuanto vive la ignorada historial
¡Donde reinó la noche hacer el dia
Esa fué tu victoria,
Esa del sabio es la más grande gloria!
l:Jn dato más. ¡Con qué ferviente anhelo
Para encontrarlo recorriste el suelo
De la patria! Sus mitos, sus bellezas,
Todo su mundo vivo
Suscitaba tu afán inquisitivo;
Ora en las asperezas
De llanura estendida, ora en el mont-e
Que cierra. el horizonte
Donde el solivio sus amores canta,
Ora en la seiba enhiesta.
Do la oaraila anida, ora en la planta
Engalanada con postizas flores
Que el aguinaldo trepador le presta,
Ora también en las revueitas zarzas
Donde saltando con vital maestría
De la sierpe falaz las asechanza<~
Logra burlar la cautelosa hutia.
Alma de nuestra rica Ictiología,
Por tu indomable afán y tus fervores
Te aclama el mundo todo. Tu de errores
Y de absurdas creencias le redimes.
¡Cuántas verdades debe á los sublimes
Rayos de luz que tu cerebro vierte!
No ya la avispa en planta se convierte
Ni se tornan culebras

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232 HISTORIA DE UN ~tu.ERTO

Del alazán las hebras


Como el vulgo pensó supersticioso:
Ya elmanjua;ri no es mito; tu profundo
Mirar lo busca y lo revela al mundo.
Tú quitaste al escorpio ponzoñoso
La tacha vil qtle lo hillo parricida,
Tú vista el misterioso
Lugar oculto do el jején anida,
'l'ú penetras la incógnita guarida
Donde del ácaro las larvas duermen,
Y gracias á. la lente indagadora
'l'ambién del hombre el germen
Flotar miraste en la onda genitora.

Eras por eso ante mía ojos Plinio


Que dilatar pretende
De la ciencia el dow.inio
Y al Vesubio sorprende y alli se hunde
Del cientifico afán vlctima noble;
Eras Galvani que la vida infunde;
En yertos miembros de reptil innoble.
Eras Cuvier cuando con luz bendita
Sobre los huesos fósiles medita
De los siglos legado
Y del anteojo de la ciencia armado
La historia lee del mundo preadamita.

¿Y habrá quién pensar pueda


Que el nombre tuyo á esos renombres ceda?
¡Putls qué! cuando tú ufano
Riscos c1·uzabas y erizadas breñas
De ilustración en busca, y cuando en vano
A ttl mirada se ocultó en las peñas
El pólipo ó molusco en mar profunda
Y el cocodrilo en la laguoa inmunda:
Cuando la ciencia te pidió la vida

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HISTORIA DE UN ~IUEBTO 233
De un insecto y te hiciste insecticida,
Buscaste acaso pasatiempo fútil?
Era ese acaso el afanar inútil
De niño cruel que su deleite fragua?
No! que en la gota de agua
Poblada de vivientes y en las olas
Que giran con donaire,
Y en el mundo vital que estl\ en el aire
Y en la tela ingeniosa
Da la arácnida artista y en la escuálida
Oruga vil que se durmió crisálida
Y despertó brillante mariposa,
Y en cuanto investigabas
Tú buscabas á Dios... si, le buscabas,
Tú buscabas á Dios, como infalible
Agente imprescindib le,
Esencia universal, desconocida,
Germen de toda vida
Del universo ext~nso,
Inmensa causa de un efecto inmenso!

Y A Dios hallabas en la gota de agua,


Y A Dios leiste en las cert\leas ondas,
Brillar le viste en la purpúrea y limpia
Concha. del mar y en las terrestres frondas;
Le aspiraste en la flor y le escuchaste
Cuando en noche serena
Entonaba amorosa cantilena
El ruiseñor canoro,
Y si del tocororo
En las fulgentes galas,
Si de uu insecto en las pintadas alas
Cltrioso le buscaste,
También nlli le hallaste •
Eu ~>1 matiz perfecto
Que el iris copia en alas de un insecto,

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234 HISTORIA DE UN MUERTO

Pero ¡ahl no siempre el celo y la constancia


La victoria asegura:
Tú también del G¡·an Libro de Natura
En pos de un mito fuera ele lo humano

Las páginas leísta... ¡en vano! ¡en van.ol
Que si ansioso inquiriste ¿qué es la vida?
Te respondió el Gran Libro: ¡es u n arcano!
Alguna vez ... ¡quién sabe! ante u n cadáver
A soberano y escondido Númen
Mudo, estático, absorto, preguutaste
¿Qué hay más allá? ¿qué soy? ¿de dónde vengo?
¿Por qué de morir tengo?
¿A dónde voy? ¿á donde van los orbes?
¿A dónde va del ULÜverso el alma?
Y el Númen soberano
Te arroja al rostro con siniestra calma
La tremenda palabra ¡arcano! ¡arcano!

Mas si cual Prometeo


Robar no logras la cel.;,ste llama
Si á pesar del insólito deseo
Y el noble aliento que tu pecho inflama
Alzar no es dado el velo misterioso
De la vida y la muerte, es que á la ciencin
La Suma Omnipotencia
Quiso imponer un vallada.r prefijo
Y como dijo a.l ponto borrascoso
•De aqui no pasarás> al hombre dijo.

¡Cuán sublime tu ciencia! ¡cuánto es bella!


Aunque la senda á ella
Sembrada esté de abrojos:
Tu ciencia á nuestros ojos
Cuando de fé nos llena y nos hechiza
Hace m~s grande á Dios pues patentiza
La magnitud de sn creación. E l quiera

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'
HISTORIA DF. UN ~!UERTO 23!)
Por largo espacio prorrogar el dia
En.que tu biografi!l,
Con lágrimas de amor é inmenso duelo
Pueda escribir la patria: y quiera el cielo
A nuestro amor y á nuestro bien propicio
Para colmar tus intimos afectos
Darte un millón de pe·ces y de insectos.

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XXI

El sepelio

Hora es ya de da(sep ultura á. lo que resta de nuestro


exhombre; hora es ya de volver á la madre tierra lo que de
ella provino, y de poner punto final á esta obra; pero no
lo haremos sin decir dos palabras sobre los diversos mo·
dos que distintos pueblos, en diferentes épocas, han teni·
do para disponer de loe restos humanos.
Siempre fueron estos restos venerandos y venerados: la
Naturaleza, por medio del lenguaje mudo, pero expresivo
de lo3 miasmas pútridos, nos dictó la orden de incomuni·
CD.l' todo cadáver; empero aunqu e no existieran ni la des·
composición ni la fetidez, siempre los hubiéramos respe·
tuosamente velado á nuestra vista. Aparte el dolor que
suscitare. la presencia de ese montón de barro en que se
hospedó una inteligencia que concebie. y un corazón que
amaba, aparte el doloroso recuerdo que nos presenta, des-
preciable materia lo que fué persona amada y amante, ha·
brfa el hecho ineludible de consid emr profanación el ha·
cer pr•sanci11r á los muertos, venerables porque muertos,
las sandeces y debilidades ue los vivos, ¿qué tienen que

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HIST ORIA DE UN MUERTO 237
hacer los que fueron con las quimeras y dislates de los que
aun son?
El culto á los muertos, práctica de todos los pueblos y
de todas las edade~, fué, como dice Helber S))encer, pri·
mera religión de la humanidad, porquq lo que queda de
un hombre no son sus huesos ni S(IS ceniz>l.«, es esa cosa in ·
material, pero de más v&ler y p€8">, as!l. fl·.n· inmarcesible
del recurrdo en la metnoria d~ los vivos; luz'> mi8tico en-
tre lns regionPs ante y posttumha, que p11.rece invit.arnos
cada v~2 cvn mayor abinco al mundo da lo<> idoe; mundo
donde, desde los cuarenta aflos, ten.,mos mlls amigos y
deudos que en éste.
Mas si tal respeto nos imprime esa idea de la no exis·
tencia, ¿cómo elvidamos tan fácilmente que igual destino
nos espera, que cada instante nos roba una porción de nos·
otros mismos y que pronto nos hemos de convertir tam·
bién en venerandas cenizas 6 en cenizas olvidadas?
JAntitesis al parecer inexplicable! el primer momento
de la vida es el primer paso hacia la muerte; cada hora
que se hunde en la eternidad nos acerca á la tumba, y,
corno la. nave arrastrada por la vorágine de Ma.!strom, co·
molos astros al acercarse á sn perihelio, mas violentos co·
rremos cnanto mas nos acercamos al término ... y nos olvi·
damos y nos reimos de ese instante.
¿Es acaso porque pensamos que ese instante, ese perihe -
lio, es final sólo para la materia ó para la co:nunión del
alma con la materia? N<>; es que seducidos por los alhagos
del deleite nos Jauz:tmo3 i él como el ave ft~sciuada por la
serpiente, ó como b mariposa atraida por los resplandores
del fuego.
S i es verdad que para el espíritu no hay muerte, si so-
mos astros que, como los del cielo, iocesant~mente mar-
chamos d e nuestro afhelio c~una) a nuestro perihelio, tum-
ba y viceversa, también lo es que la materia que resta., la
ooea visible, palpable, patente, es polvo dele:mable. En eso
no cabe duda; ¿y qué diferencia hay, se dirá, entre la potasa

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238 Rts'.rOBIA DE ON MUERTO

y la soda, de ese. ceniza respetuooam eme gutirdadu. en ur-


na griega, y la que la Naturaleza hace circular en la veje·
tación ó bullir en las ondas del mar? ¿En qué difiere la cal
do esos huesoa del D~scubridor, que b&jo sencillo cenota·
fio gua.rd11 uues~ra caeedcal, de la que cubre es~ns paredes
de mi npoaonto? ¿qué dif~rl"ncin entre aquel poco ele fl.l!ÚII·
to que reposó diez años en Santa Helena y yace hoy eulos
Invalidos, y el fósforo contenido en esta cajita Arte3ga y
JAurE>gni?
No hay ninguns; los reatos de Cromwell, extraídos por
orden de Carlos II, quemados y esparcidos á los ouaLro
vi~ntos, vallan tanto para el usurpador y para el mundo,
en la abadía de Westmióter como en el campo: no, no hay
ninguna, y por eso creerá alguno que e~e sentimiento clll
veneración alas cenizaz ~s innato, en tanto que es inex-
plicable; pero en vano se empeñaría en anularlo el escep.
ticiemo epicúreo ó la Qu!mica escudriñado ra, porque ese
polvo represent-a una idea, porque es la base de un recuer-
do de amor inefable, ó de cariñoso respeto ó de inextingui-
ble gratitud; porque ese polvo nos dic:l que un espirita
existe que habitó esa materia y que ahora, en prosecuci;n
de sus destinos, sigue sus perpétuM evolucione.a en algún
punto de la inmensidad, para cumplir la. ley de su porfec-
cionamiento progre~ivo. Cualquiera qne sea, emp~ro, la
teorln que siga nuestro lector respecto a esas hipotéticas
evoluciones dd espíritu, on ella le dejaremo!!, por ahora,
para ocuparnos del destino de la materia.
Pareoo que en primitivos tiempos !O!; hombres no hicieron
aino volver ala tierra lo que do eUa había venido, es decir,
que imitaron á la abeja enterrando los cadáveres de sus
semejantEs. Este fué el primer oficio de laa cuevas, y lo
pruabnn los restos y cenizas encoutrados en muchas de
ellas, entre otras, pudiendo citnr las tumbas deaoubiertns
en .Hnllstnd y caverna de Salzbourgo, eu la de Somron, on
Lombardía y otra~; coaa digna da notarse es, lo diremos de
paso, que unidos á esos reatos se ven aiempre objetos que

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BleTORL\. UF: UN ~[lJERTO 239
revelan la industria qutl ya se iniciaba. Al menos debian •
conocer el vidrio, el barro, la monl'da, el .túerro y quiz~a
loa s!mbo\os para representar ideae, 6 sea gerogl!ficos que,
perfeccionados mas tarde, dieron nacimiento á la escritura
por letrna, que la e~critura, es de su ponerse, empezó por
sigans ~illl bólic<'s E l hombrE>, d esde el primer dJn d(i su
int<tligDncir., ~A dedicó !\ modil'icnr, y r.plicó en provecho
propio los ohj~tos que le rodcubau. Esta. fué la primer
prueba. que dió de su superi•1ridad, millones de siglos qui·
za antes que, comprendien do que un t-fecto sin c:m~a era
una com absurda, mun~truosn, impo~ible, resolviera inves·
tigar €Sas causes y por ende comenzara su progreso.
Trista es pensnr que por hachM de silex y deformes
mazas, instrnmeuto s da muerte, em pezó la lucha por la
vida, que ya amaba o la vida 1\qucllos precursor(ls c\&1 homo
sapienP, carecientes de comodidades y goce~. ~s decir,
de nuostros goces.
l.os túmu!os (dolmen, cromlechs, borrowo) de las edades
antediluvianos, tributo al alcance de la época, ernn monto·
nes de tier1-a de.cien á cudrociaolo9 pies de largo con trei::·
ta ó cincuenta de ancho y alto, á veces con bóveda inte·
rior de piedra; en otras, una 11ntrnda descubie1·tn, y nll! los
restes de héroes ó jefes de tribue, venerados como dioses,
reatos que bnn servido más da uua v f z á los arqueóloglls
para d eterminar el grado de ilustración y aclarar dudas de
la historia. Rara vez f.('\ ve un esqueleto aislado, pues acom ·
pañan muj!'res, tal vez siervM, que no esposas, y an algo·
nos casos un cránf.O partido lÍ horad~tdo revela quo murió
peleAndo ó devorado por una fi<~rn. Siempre los esquolttos
mirando al Oesto, agachados, en actitud de orar, y AJo.
entrada, ó no lejos, huellas del inf.Jible hanquetb fnnern l.
Es decir, que se llorab!t nutriéndose. Ese banqnote se
t ransmitió á pueblos que !\lra.nzaron épOC!\ desli ndada·
mento histórica, y se ve en egipcios, helenos, teucros, lati·
noa y otros; acaso en algunos se entregaran á los crapaló ·
comos, que eran zahoras ó desahogos bAqniccs y no nada

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240 BloTOR!A DE UN MUERTO

fó.nebres. Los modernos no usamos talfs banquetea; pero


los hemos reemplazado con una frase que los equivale: ·El
muert-> al hoyo...
Y no hemos de olvidar á loa embotijados : ahi veréie, por
loa museos de antigua llos, el arqueológico de Barcelona,
por ejemplo: unos tinajones, urnns funeraria.s, bien que no
oinernri!l.A, en que pueblos prehistóácos colocaban encoji·
dos cntláver@a de Pus deudos.
Perfecciónense con los siglos esos inf.Jrmes dolmens y
monn<ls, y l1Pguemo3 á esos jignotes petreo!', reveladores
de f~natismo ó de incipiente vanidad, tumbas enormes de
que sin duda surgieron los monumento s egipcios.
Como se progresaba en ton ces á paso de tortuga, si no se
permanecia estacionario, Jos hom lnes de la época del ren·
jifero, posteriores quizA de muchos siglos á los de la. piedra
pulimentada , no alteraron mucho su modo de sepultar, ni
sus banquetes fúnebres, que aún distaban de la esplendí·
dez del que describe Homero.
En los sepulcros prehistóricos de Dinamarca (Kjokkn·
moddings), los cadáveres, siempre con instrumento s é in·
dicios de comida fúnebre, aparecen acurrucados; tal vez
esperando resurrección, buscaban la posición del niño en
vientre de su madre, como si hubiera de renacer; idea, sin
dudn. poética, pero acaso faotaa!a de un Mr. Troyon.
En la E$candinavi a y en la Britania de h edad paleoli·
tica, se presentan los esqueletos sentados, con sus armas
de silex, y parece ser que en la primer11, stogó.n el arqueó·
logo Nilson, las habit.acionts de los diflllltos eran sus tum·
has. En ellas, lo que más amabao, joysa para mujere11, ar·
mas para hombres. Los celtas, en eso sem~jantes A los si·
rios y tao primitivos como ellos, usaban tres piedras tos·
cae, sobre las que descanPaba otra que cubría, dPjando un
espacio para el'cadáver. Los babilonios, lisws en cerámi·
ca, construían, desde época ignorada, ataúdes de barro,
toscos y burdos, pero resistentes, que han llegado bosta
nosotros, y con ellos los de los reye~ y príncipes de la Li·

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IDSTORIA DE UN MUERTO 241
dia y la Troade: aqui la famosa tumba de Alyattes, una
de las primeras que caen en el dominio de la historia, y la
que Herodoto compara á los ¡igantescos monumentos de
Egipto y Babilonia, mole cónica de mil pies de diámetro
sobre sólido zócalo da piedra labrada, coronada de cinco
columnas con inscripciones y relieves; al centro bóveda
sepulcral de once pies largo, ocho anc:ho, siete nito, forma-
da de mármol pulido, bien que C!ttnbiaban de forma y cli·
mensiones, según se ve en la necrópolis de las colinas que
limitan el valle de Hermus. Muy diferentes los licios, la·
braban en la roca marmórea sus sepulcros, nichos 6 tt\mu-
Ios, dejando unas enormes piedras cuadradas en forma de
templos, ornadas da bajos relieves, y á veces, como en
Etrnria., figuraban una morada de fa.stuosa fachada: los
cuartos triclinios eran sepulcros de la familia; sobre la
gt'an piedra, una figura, por lo general, reco~tada é incli-
nada la cabeza sobre un brazo. En las colecciones arqueo-
lógicas, parl;icularrn'lnte en Jos museos de Londres y Pa·
rla, sobran pruebas de que ya se pensaba en la vida eter-
na más que en la transitoria terrenal.
Loe egipcios entre quienes la idea de la muerte y la otra
vida se sobreponia á todo, embalsamando por arte suis
generis, nos han legado sus momias de cuarenta siglos, es
decir, que duraron centurias como meses duran nuestros
embalsamamientos para ricos: ahl están tras cincuenta si·
glos sus hipogeos, catacumbas y sepulcros en forma de pi-
rámides truncadas. Sepultábanlas con armas, mas no pa-
rece haber sido la idea, como creyó alguno, conservar el
cuerpo para-que al cabo de tres mil años se reencarnara el
alma: ellos cxeian que el alma pasaba á un cuerpo de re·
cien nacido, pero é.s ta no abandonaba su residencia para
dar principio á sus emigraciones mientras el cadáver per-
maneciera incorrupto; de donde ánimas que han aguar-
dado miles de años para su trasmigración.
Convienen Jos egiptólogos de nuestros dfas en que el
16

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242 13l8TORIA DE UN MUERTO

pais geroglifico tomó sus creencias y practicas mortuorias


de civilizaciones anteriores, pero como perfeccionaron y
fundaron escuela, nos demoraremos eu ellos. Oigamos á
Diodoro que en Libro l. C. 34 dice: «Al trasladarse el em-
balsamado á la tumba de sus mayores, debla atravesar
primero el Nilo y luego el lago Aqueruso, á cuya orilla se
sentaban cuarenta jueces, todos con derecho a expresar
querella contra el finado, cuyo cadáver se colocaba en un
féretro abierto: si convicto de mal comportamiento en vida,
la sentencia negábale sepultura; si tenia que pagar alguna
deuda., quedaba el cuerpo en rehenes hasta que la solven.
taran eus herederos; mas si el reclamante no justificaba de
un modo incontestable sus acusaciones era castigado seve-
ramente.» Siendo público este juicio y el pueblo testigo
de sus fallos, claro es q•1e el terror de la infamia póstuma,
los impelia al cumplimiento de sus deberes. La vida ante-
mort.em era para ellos no más que un preámbulo, una an·
teeala de la vida postmortem.
Veinte mil hombres, consta en crónicas, trabajaron por
treinta años para levant.ar en las llanuras de Gizeh sepul·
ero al orgullo de los Faraones, y ni aún los reyes, adorados
en vida como dioses, escapaban tras la muerte al deber de
ser juzgados corno plebeyos. Ese juicio era purificador, y
según el Ritual fun~mrio, preparaba las almas de loa justos
para recibir en la mansión de Osiris (tal vez el sol) nuevo
cuerpo y nueva vida bienaventurada.
No multiplicaremos estas citas porque las creemos inne-
cesarias para probar que el destino de los primeros cadá·
veres fué siempre ser enterrados en túmulos ó en cavernas
que no se abrieron á brazos como en Egipto, sino se bus-
caron aprovechando las que habla preparado la naturaleza;
así lo revelan la arqueologia y antiguas escrituras.
También la Biblia, ese libro de ayer que nos pareció an-
tiguo cuando no ~abíamos nada del anteayer, pos dá feha,.
cientes pruebas de las inhumaciones entre nuestros abue-
los ya históricos. En sus páginas podemos ver que el Fra-

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HISTORIA DE UN MUERTO 243
tricida enter·r6 á A.bel para ocultar su crimen, que muerto
Abrabam, de 175 años, sus bijos Esa\'! é Ismael llevaron
su cuerpo á la cueva que babia comprado á Ephrom, donde
le enferramn al lado de Sara, su mujer: á Isaac sus hijos le
enter·raron junto á Abraham y su abuelo: Débora, nodriza
de Rebeca, madre de Jacob, fué enterrada rü pie de una
que fué llamada «encina del llanto. » Jacob, nespués de
bendecir á sus hijos, dice: •voy á reunirme á mi pueblo,
enter-radme con mi padre en la cueva que está en el pafs de
Canaan en el campo de Eprom, allí han sido ente1-rados
Abraham y Sara, su mujer, Isaac y Rebeca, y allí también
yace Lia enterrada por mi.>
Poco mas tarde adoptaron los hebreos la costumbre de
perfumar con mirra y alces, y erigían sepulcros, práctica
sin duda muy anterior á Jesucristo, puesto que usa est-e
filósofo la compara.ción con sepulcros blanqueados. «Y to·
maron el cuerpo de Jesús, y Jo en volvieron en lienzos con
aromas, así como los judíos acostumbraban al enterrar á
sus muertos• (San Juan c.x1x. Ev.)
El sepulcro de Jesús <cavidad tallada en piedra y tapa·
da con una losa, «según San Marcos c.xv v. xxxxvr fué, no
tanto como su cu na, humilde, y más debía parecerlo junto
á aquellos soberbios mausoleos de estilo griego• «casas de
vivos blanqueados » que en tiempos de Herodes el Grande,
y acaso por la competencia entre hierosolimitanos y gali-
leos, se alzaban en los all"ededores de Jernsalem y en el
mismo olivar de Gethaemani. ¡Cosa singular! au.nque era
ultraj e y castigo privar de sepultura, los cadáveres de los
leprosos, y se sabe que abundaban, se arrojaban á un mu-
ladar para que fueran pasto de hienas y de onocrótalos ó
cuervos nocturnos ¡cómo se vengarían eso insepultos!
De todo el sagrado t-exto se desprende esta aserción del
filósofo de J ndea. • No todo en la vida ea vivir, ni todo en
la muerte es morir; mientras respiramos cumplimos una
misión; cuando fenecemos vivimos en otra forma : y aquel

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24.4< HIS'rORIA DE UN l>l:UER1'0

que dices mue1·to vivo está; su cuerpo se deshizo para fun-


dirse en lo eterno. •
El cuerpo de Arquelao, cuenta Flavio Josepbo en su Gt!e·
rra de los .izuUos, se puso en un lecho de oro labrado con
perlas y piedras preciosas, vestido de oro y grana., corona
en la cabeza y cetro real en la diestra; en redor de la cama
hijos y parientes lloraban, después su gua.rdia; después ...
• Pero nadie más llorado que Herodes Ascalonita, pues
segfin el mismo autor L. 1 C. 21 «Cinco mil plañideras se-
guia.u sus despojos.> De medo que hijos y esposas no
teniau que llorar, ¿para qué más lágrimas?
En Vienne (en el Delfinado) existe un antiguo sepul·
ero romano, de origen desconocido, con bóveda y pirá.·
mide, y persistese alli en sostener que es el sepulol'O de
Pilatos. Por lo general se enterraba el cadáver en posición
hori¡¡ontal: Salomón y algú u otro, citado en la Biblia, lo
fueron de pie.
Pero aunque usemos la palabra entenar, que es poner en
tierra, no se entienda que de uu modo árido y primitivo
lo practicaron esos ol'ientales, primeros ssres humanos que
aparecen en la historia. La tumbadel'patriarca Abrabam
6 profeta Ibrahi rn como lo llarnan los islami tas,'y la de su
esposa Sara, ambas conservadas en la cripta de la mez -
quita de Hebron, sou descriptas por un viajero Eli'pañol
(Adolfo Rivadeneyra. T1iaje de Oeylán á Damasco, 1871), del
modo siguiente: •Entrando, á rni derP.cha hiciéronme no-
tar en el piso cierto agujero de dos decímetros de dü~me­
tro, añadiendo mi cicerone que desde alli se veía la gruta
sepulcral en que descansaban ~1 profeta y Sara su mujer.
Me asomé, y a la luz de un farolito pendiente de un agu-
jero por medio de una cuerda, pude ver uno de los lados
del sepulcro de Abraham, deduciendo que el todo vendrla
á ser como medio cilindro hecho de piedra y blanqueado
con yeso. • Los árabes copiaron, y • por la descripción del
cenotafio de Isaac y el de Rebeca, se vé que las piedras
prismáticas tumulares, ya verdaderos monumentos, en·

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BI~TORIA DE UN lllU&RTO 245
contrados en MarciA, Almeria, Palma de Mallorca, Treme·
cen, siempre coq la infalible profesión de fe y versos del
Koran, no son más que tradicionnl remedo de las cubier·
tas de nquelles tumbas de Hebron.•
Por 1M Mil y ww noches y otros f,¡hacientes, se vé que á
m ás de los cemen terios pú blicos hablalos de particulnres,
y sa potlla enterrar en pl"ivado, dando lugar á crünenes
que la justicia ignoraba siempre. Otro viajero hispano,
otro Adolio (Adolfo de Mentaberry, De Ma1lrirL á Collslallli-
11opla, 1873), dica: •Frente á las murallas de la antigua
Bizaocio hay vastos cementerios sombrados de bosques de
cipreses... paseo .favorito de los turcos que gustan de reco·
rrer la ciudad de los muertos y meditar entre las tumba¡¡
sobre lo ef!mero de nuestra existencia y la vanidad de las
pompas mundanales •; son, en efecto, lugares de recrea·
ción que visitan con frecnencir.. lns mujeres, á veces pnro.
profanas liviandades.
Lean el Korán los que quieran engoiiarse más en la
materia: para los mastines, el sepulcro es un lugar ele des·
CIIDSO destinado ::1 viajero, á. lo menos así lo revela una
inscripción cúfica de un channabiat de mármol ooix de
contornos primitivos, hallada en Tremecen por Mr. Bro·
sselard aliado de la tumba de Abu Amnau; y nada ex·
trnilo ca esto, pues para Mnhoma «la vida do este mu ndo
no es más que un pa~ntiempo y vale mas la vida futnra
parn. quienes temen á Alah•. Pero prepar.1bau bien eans •
estaciones de tránsito en que de•cansaba el cuerpo perfu.
mado con alCIInfor, aunque tal vez ignoraran que esta
resina fuera tl\n antimicróbic a como más tarda la denun·
ció RRspail. Del docto Gallango~. que investigó más que
yo ~ste nsunto, pudiéranse extractar numerosos ejemplos,
pero me limitaré á una curiosa cita que hago de sc~unda
mano, porqne el texto no ha llegado á las mine. «8Agun
Jo. !fuma de los mandamient os y clevedamientos Je la ley
y c;unna recopilada por el onrndo sabidor, mofti y nlfo.qnl
d el aljama de los moros de la noble y leal cibdad de Se.

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24.6 BI&TOIUA DE UN MUERTO

govia, Don I<;a Fedih, Xebir, el bañar al muerto no hay


tasa cierta en ello; mas báñelo quien mejor supiere, de
manera. que quede limpio: primanle su vientre para que
salga. la rudeza que se le removió con las congojas de la
muerte, cubierto su cuerpo con una sábana, y echen agua
sobre él, bañándolo, como cuando se baña el bibo con su
algunddo, bolbiéndolo de un cabo al otro. Bien pnssa que
bañe el marido á. 1&. mujer y la mujer al marido, y la
mujer al muchacho cuando es de poca edad. No le quiten
al muerto cabellos ni uñW!, ni lo haú11en (circunciden ), ni
le quiten cosa de su cuerpo, Bino allmpienlo quanto pu~
da.n> ..... ePónganle olores buenos en los lugares del CU·
chud, ó, lo que es lo mismo, en aquellas part-as del cuerpo
que tocan en tierra al hacer la adoración, y que son cual
se indica respecto de Mahoma, los pies, las rodillas, las
manos y la frente. •
Esos orientales para quienes morir es nacer A otra vida
perdurable, no tienen nuestros avanzados modos de certi·
ficar el estado de cadAver; pero llegados al borde de la
fosa, el imán, ó en su defecto el heredero ó el pariente
más próximo, retira con precaución el cadAver de las an·
das, lo deposita. en el suelo de costado, con el rostro vuelto
hacia la Meca, pronuncia la oración mnebre, y después
llama tres veces consecutivas al muerto por su nombre y
el de su madre. No contestando el difunto, lo echa en la
fosa, lo cubre de tierra excepto en la parte superior, que
preserva un puentecilla de madera, y á. la superficie queda
un hueco destinado á. flores y plantas que regalan los do·
lientes, deudos y amigos.
Aún tras la muerte, procuraban evitar todo contacto con
el criminal; cAllah ha dicho, apresuraos á enterrar n vues·
tros muertos, á. fio de que gocen pronto de la dicha ete1·na
si fallecieron virtuosos, y con el propósito de alejar de
vosotros a criaturas condenadas al fuego si su vida termi·
nó en el pecado.• En Constantinopla, el B6sforo es la.
tumba de la esposa perjura; en el Cniro lo es el Nilo; en

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HISTORIA DE UN MUERTO 247
Damasco la tierra es tan húmeda y floja., que fácilmente
se cava una tumba al pié de un rosal ó bajo el mosáico
de un patio, donde seguirá el difunto miembro de la fami·
lia, hasta que el ángel Israfi.l, por orden de Allah, sople
el cuerno del juicio final.
A esa costumbre de enterrar ó sepultar que siempre fué
antihigiénica, sucedió en Grecia, Roma y otros pueblos
ant.iguo~ la de quemar los cadáveres, y ai antes con res·
peto se regaban flores sobre la tumba de seres queridos,
ahora la piedad en primorosas urnas aleatorias, recogió y
guardó con veneración las incorruptibles cenizas de los
finados. De aqui la costumbre de llamar cenizas á los óseos
restos de los humanos, y de aqui que se tome por slmbolo
en los funerales de ese miércoles en que la iglesia romana
conmemora el polvo en que nos hemos de tornar.
La práctica parece que se difundió de la India, como
que es la primera que se presenta al entrar en el dominio
histórico.
No es posible hablar de tiempos primitivos, sin hacer
mención de ese inmenso fJsil, arsenal el más fecundo de
la Arquec•logia. Aunque tomaran sus prácticas de arios,
semitas y otros ya perdidos en la noche de los tiempos,
para nosotros aparecen siempre creadores, como más tarde
Egipto y Grecia. De tal modo se deificaba entre ellos la
muerte, que se menospreciaba la vida en la Tierra, etapa
efímera, deslucida y olvidada en el esplendor del apoteosis
y la eternidad incipiente; en sus exequias crematorias pa·
recinn unas veces celebrar, otras escarnecer la gran hazaña
de Ariman, el dios destructor. Engalanado y perfnmado
se colocaba el cadáver sobre un montón de leña, y nlli
también un macho cabrio, ofrenda á Agni, dios del fnego,
para que propicio avivara la llama. ¿No estará aqni el ori-
gen de aquel cabrón emisario que el pontifica iHaelita
maldecla., haciéndole cargar con los pecados del pueblo?
La. práctica de cremar empezó acaso con la conquista
del fnego; en los libros sanscrit.as, que son acaso los mo·

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248 HISTORIA DE UN MUERTO

nomentos más antiguos que se conservan de lengua hu·


mana, se babia de piras y cremaciones. En la Teogonía
india (Vida de Christma, de 40 siglos anterior al Criato de
Jos cristianes), se dice: eCuando morimos, nuestras rique-
zas quedan en la casa; nuestros parientes, nuestros ami·
goa, no nos acompañan más que hasta la pira; nuestras
virtudts y nuestros vicios, nuestras buenas obras y nueS·
tras faltas, nos siguen en la otra vida. • Constituye otra
prueba la pira de la viudez, en que ardia la viuda junto al
muetto marido, costumbre eegún parece que originaria
de la Scitia, pa.só de la India A la Pemia, al Egipto, y ame-
nazó A todo el Oriente, como los autos de fé á Occidente.
Al lado de la India colocaremos la Ptrsia, que la iguala
en veuerabilida d. Abi podéis ver eu el Museo del Louvre
y otros a1·queológicos, los informes túmulos con que hon·
raban la memoria de sus idos, y que transmitiero n á Egip·
to y Grecia.
En Grecia donde no se permitía la putrefacción ni los
esqueletos, la muerte, por decirlo asi reía y á veces paro·
diaba, ó por lo menos nunca revestía aEpecto lúgubre; la
figuraban por un adolescente de rostro bello é impasible
que pone el pie sobre una antorcha apagada: el cadáver
lavado en agua tibia, ungido en aceite5 olorosos, y envuel·
to en ricas telas, se coloc~ba en un lecho que los amigos
cubrian de flores, y que se exponia en un pórtico pnra po·
tentizar su muerte naturn!. Luego con el óbolo en la boca,
al son de cimbalos y liras era llevado á la pira. Todo esto
para los hombrea, nopara los esclavos que, no siendo gente,
no tenian derecho á la inmortalidad . Tampoco se concedla
el honor de la pira á tiranos, vencido~ ni á traidores. La
palabra sepulcro, se cree viene del sanscdto separi, que
significa horuar, y tumba del griego tu.mbos, que equivale
a hoguera.
.!Cn la tragedia Alcestcs, de Euripides, escrita unos cinco
siglos antes de la era vulgar, Admeto dice á. su regia con·
sorte:-c Una miama caja de cedro nos encerrará á los dos

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Eat re otlopea

Ent ro grie gos

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WSTORIA DE Ul'l HUERTO 249
y uno junto á otro deecansarán nuestros cuerpos, que ni
muerto me separaré de ti, ya que tu sola me has sido fiel.»
Con lo cual deja morir á su esposa en sa lugar, lo que
prueba. que los helenos también temían el trance fatal. En
la misma e:csn a (que todo el drama es una escena) dice·
se:-• Ya los ustores llevan el cadáver adornado con pompa
á la pira y á la urna .•
Nadie quería ir á la fosa comú.n: se aspiraba á un rin·
eón en el columbarium, y a urna con su nombre en placa
do mllrmol: de aquí las asociaciones de pobres, en que,
como en ciert-as archicofradías modernas, se adquiría de·
recho á ser enterrado con distinción. La urna de los de
sangre real era de marmol ó de oro, y se cubrla con velo
de púrp ura: la de Patroclo, nos dice Homero, era de oro
.
maclZo.
La hoguera de ese amigo de Aquiles tuvo cien pies de
base y otro tanto de altura, y ante esa hoguera, en honor
de su Pflades, el hijo de Peleo, sacrificó doce príncipes
troyanos, prisioneros suyos. ¡Qué buen am igo fué ese
Aquiles ... y qué barbara! Todos los deudos y familiares
asistían á la fúnebre cerem onia, pero los suicidas se que·
maban (según FilostrateP) á fuego lento, lo que era igno·
minioso, y se guardaban aparte como haos hoy la iglesia
católica, desde que el papa Nico lás! prohibió enterrar en
sagrado y dedi cu piadosas prtce s á quienes disponían de
su vida. Plutnrco cuenta que Cteopatra, previa. concesión
de Octavio Cósor, sepultó por sus propias manos á Marco
Antonio.
Depo sitábanse las urna s en tt\muloa 6 en tierra, que por
ello se h5cía venerable, señalándose con piedras blancas el
lugar en que yacían loa restos dolo s notab les, cuya cate·
goria y lo mismo el affCt o de los supervivientes, quedaban
indicados por la altur a del túmulo: y así parees haberse
practicado en la antigua Caledonia: e Añadiré una piedra
al montón que cubra vuestra t umb a• soUan decir los hé·
r0€3 de Ossian.

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250 HISTO RIA DE UN MUERTO

Las tumbas fósiles desenterradas en la India y la Meso·


potamia, las lápidas, inscripcionEs, túmulos que cubren el
área del ViE<jo y del Nuevo Mundo, y que han contribuido
á la historia de la humanidad muy más que los punzones
de Herodoto, Josefo y Maneton, la vasta necrópolis de
Egipto, el fabuloso sepulcro de Mnusolo, la descripción de
los funerales de Patroclo, que aparece en el canto XXX III
de la !liada, y otros innúmeros documentos arqueológicos
dan idea de la veneración que se tributó A los idos en los
primeros pueblos que se civilizaron. Homero hace interce·
der á los dioses par¡¡, la devolución del cuerpo de Hector
que el feroz hijo de Peleo retenfn, sin permitir que fuera
quemado, expuesto el espíritu á vagar sin descanso. Sus
funerales forman el argumento del último canto que ter-
' mina aei cE! anciano monarca (Priamo) interrumpiendo
sus sollozos: Id, dice, id á los bosques, traer leña para la
fúnebre pira¡ no temáis en tanto las emboscadas de loa
griego3: Aquiles me ha prometido treguas hasta la duodé·
sima aurora. » Asi dijo; al punto húncenae los c.uros; nue·
ve diaa gime el Eda bajo los golpes del bac:b a; á la décima
aurora, y con los ojos llorooo~. llevan á la beguera lqs san·
grientos despojos de Hector; chispea la llam a y envuelve
el cadAver; los hermanos y amigos del héroe, las mejillas
bañadas en llanto, recoj en los huesos blanqueados por el
fuego, y los colocan en una urna de oro que rodea finfsi ·
ma tela. La tumba, en fin, rE cibe el precioso dE'pósito, y
sobre la. piedra que lo cubre se levanta un momento des·
tinado·á perpetuar la gloria de Hector y el llanto de sus
deud os. Los guardias vigilan sobre las murallas para pre·
caver ti. Ilion contr a las sorpre<as de los ~egos. Luego los
ciudadanos se reunen en el palacio de Priamo para cele·
brar conmovidos el festfn de los funerales. •
1Y sin embargo del piado~o ejemplo, no lejos Jos me·
dos, sogdianos, bactrianos y otros vecinos del Caspio, en
alguna época parece que haclan devorar sus moribundos
pot· los perros! ¡Extraño modo ·de evitar miasmas y micro·

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HISTORIA DE UN MUERTO 251
.
biosl <Usaban, dice Strabon, ciertos canes que designaban
en su idioma por una voz que equivale á sepulturero, a los
cuales entregaban todos aquellos á quienes la vejez ó la
enfermedad habian arrebatado las fuerzas.• Esto recuerda
algo de lo que pasa en Africa en nuestros dlas entre ho-
tent-otes y otros pueblos a quienes hacemos el honor de
llamar hombres. «Entre ellos (babia Kolden) cuando un
viejo no sirve para nada ni puede ganar el sustento, se le
relega á una choz{l. solitaa·ia, ó lugar aislado para que mue-
ra ó sea pasto de laa fieras; el hijo entrega al padre ó á la
madre a esa muerte déspiadada.• ¡Barbarosl ¿en qué pala
y en que época no fueron llorados los padres, wbre todo
si buenos padres; y los hijos si buenos hijos? Economizad
las lt\grimas de vuest1·os hijos, para que puedan regar con
ellas vuestra tumba.• Pensamiento de Pitagoras, digno de
Pitágoras.
Suntuosos eran tambien los entierros de los galos, y se-
gún los comentarios de Julio César, idénticos fueron los
de los iberos, al menos asi se colige del de Viriato, que re-
fiere Apiano Alexandrino: los druidas est-aban tan persua-
didos de la otra. vida, que se prestaban dinero en este
mundo con la obligación de pagarlo en el otro, y se envia-
ban mensa.jes á ultratumba.
Los latinos á imitación de helenos y troyanos, también
empleaban la llama clisolvedora de las impm-ezas !:.uma-
nas: toda la campiña romana y aúu toda Italia es un in-
menso sepulcro: no tenlan propiamente cementerios: las
vías Apia, de San Pablo y otras están adorno,das profusa·
mente de recuerdes funerarios; por eso quizá y por los
grandes que brillaron y ya no brillan dijo Leopardi que
era •la tierra de los muertos. •
Después de lavar el cadáver en agua lustral, puesta en
la boca la moneda para pagar á Caronte, lo envolvlan en
tela de amianto, sustancia incombustible compuesta de
silicatos de cal y mago esia, principios ya por al poco fusi ·
b les, de modo que quedaban solas y puras las cenizas del

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252 BISTOl!.IA DE UN MUERTÓ

cinerefacto. ¿Qué es pues la cremación? act.o por el cual


eliminamos lo corruptible y evaporable que puede ofen·
dernos, y dejamos soda y potasa, cal, magnesia y demás
indescomponibles que pertenecían (ultimament e) al ama·
do difunto. Como entre sus maestros de Grecia y Egipto,
era ignominiosa la combustión lenta: tal ve:>: por eso el
precavido Nerón, cuando Roma se cansó de sus monstruo·
aidades, hizo traer leña para su pira fnneraria. y la empa·
pó en el óleo combustible ; también consta que ante el ca·
dll.ver de Augusto, los deudos hacían vot{)3 cpara que los
vientos alentYS.n la llamtu y los prójimos arrojaban á la
pira vestidos, armas y objetos de valor que fueron caros al
difunto. Muchos (leemos en Propercio) eran cremados con
sus anillos de a{lorno, si no hablan expresado su deseo de
que se entregaran á los U\ltore~ ó quemadores . Los niños
antes de la dentición envueltos eu el bienoliente cinamo-
mo eran inhumados, y tampoco se incinera.ba a los que
morlan fulminados.
Las urnas eran de varia forma, hasta semejantes á un
cesto de flores las vemos en la galería que entre epitafios
conduce al museo del Vaticano y al B~lvedere; y también
diferian en mérito, toni':lnclo según calidad del finado,
0'65 metros de alto y O.35 mayor diámetro, de bauo, már·
mol, pól'!ido, bronce, plata etc., con bajos relieves en q11e
á veces Psce.nas báquicas y en que nunca fdltaba. el grifo.
En ellas guardaba la. patria los re3tos de sua grandes
hombres, y loa part-iculatea los del pater, mat'lr, ftater,
soror ú otro allegado. Que fué la uraa luctuoso é ioeludi·
ble tributo lo prueba el hecho de hallar:re en Lúmulos de
Brombarg, junto á H.mnovt>r, eutre las que guardaba.n
cenizas, algunas vaclas, suponiéndos e colocadas en home-
naj e do prójimos fallecidos en lejana ausencia, ó victimas
de catllstroEcs qul.l no permitieron honras.
'l'nmpoco faltaba en los suntnosos sepulcros, por lo ge·
nernl de estilo etruaco, las edículas, que eran pequeños
nichos para ofrendas, exvotos, y dioses lares: alganos como

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BlSTORTA DE UN MUERTO 253
el de los Horacios en la Via Auia, guardan pinturas inter·
nas, emblemáticas, condenadas á perpétua oscuridad, de
que sólo gozaba el muerto: coronando el monumento suele
verse la estátua ó busto del interesado. La tumba de los
Tarqninos en Cervetri es de 35 pies cuadrados; dos maci·
sos pilares al frente sostenían !a bóveda; pero son circula·
res lae de Crecioa. en Volaterra, con cuarenta pies dit\me·
tro y un sólo pilar al centro: }a.g pinturas y relieves reprC·
sentaban banquetes, co:nbates y animales mitológicos.
Las cenizas comunes al columba.rium, gtüerias semejantes
á la,s de nuestros cementerios.
Quedaba 9. voluntad del moriturus el ser cremado ó
enterrado; ir á la fosa ó á la ustrina, y es dato histórico que
Numa Pompilio fué inhumado por disposición suya. El
sepelio eiempre tenia lugar fuera de la ciudad, la ley de
las Doce Tablas prohibiendo hacerlo intraurbem, y se pro·
curaba. la mayor ventilación, para dar salida al penetrante
olor empireumático que esp'ide la combustión de la carne
y otras sustancias orgP.nicas. Después banquete ala griega,
como aún se conserva en algunos puntos para celebrar el
viaje al paie incognoscible, mas se dejabtt lug>t.r al eterno
a,uaente en la mesa, suponiéndosele presente en espíritu.
Según Marco Pulo los habitantes de el Tangut también
dejaban puesto en mesa y servían de comer y beber el dla
que moría el sabio astrólogo, y mientras permanbcla en la
casa mortuoria.
No somos los mode1·nos menos caprichosos ni variados,
como se vera recorriendo á vista de páj11.ro algunos paises.
Todavía, y eso que el Korán prohibe el llanto sobre el di·
funto, practican los árabes el wulwal, 6 llanto obligado y
retribuido, habiendo sido bnsta ayer oficio lucrativo el de
plañideras asalariadas en Argel, Perú y otros.. Aei como
los bongos (afirmalo Pntherick) tienen la costumbre de
orienta1· el cadáver según el sexo, varones al N. y ellas
al S., poniendo encima como protección contra fieras, ra·
mas espinosas, y como adorno una pila de... ¡cuernos!, así

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254 HISTORIA DE ON b!OERTO

los árabes acostumbran volver los pies de sus sepultos ha·


cia la ciudad santa, la Meca, y tienen sepulcros á veces
suntuosos, pero en los cc.ales, incluso el de Mahoma, reina
más la ostentación que, el buen gusto; la llamada. tumba
de Ru.mfa ó de la Cristiana. histórico y venerable monu·
mento cerca de Argel, al extremo Oeste da la llanura de
Metidjab, nada tiene de arábigo ni la adornan arabescos;
es cristiana, probablemente española, de origen descono·
cid o.
Los cosacos desde tiempo inmemorial enterraban vivos
á los asesinos, y sobre la tumba se ponía un ataud que
encerraba el cadáver del interfecl:o; todo el que pasaba
bendecía á éste y maldecía al sepulto.
Los Knmtzchadales y Kalmukos alimentan á sus perros
con los cadáveres de los humanos, aun los más intimoe;
así nos lo cuenta un tal Kramechanninikolf (¡bendito
nombre!) Entre salvajes de Andaman se entiena premuer·
to, y cuando la carne se disuelve se reparten los hue8os
en la familia., tocando el cráneo á la viuda, que lo emplea
en guardar chucherías; ¡cuántas aguardarían con ansia la
hora de poder usar tan económico prendero!
En China se queman papeles representando caballos,
monedas y otras bagatelas que el muerto pueda necesitar
en la otra vida, mientras en Japón sables de madera como
insignias de distinció.n. Estos japoneses han t<Jmado mu
cho de los europecs, modificando por ende sus priooiti vas
prácticas: siempre fueron los más respetuosos del mundo
con sus muertos; si se cita la alegria francesa coooo carac·
teristica de una t·aza, bien puede mencionarse el dolor ja·
ponés como distintivo de otra. Para soberanos so!Ja cons·
truirse un edificio ad hoc, pero ya desde época ramota se
babia abolido la salvaje costumbre de sepultar con el mo·
narca á los de su servicio, quienes ya sólo en efigie ó en
estatua le acompañan. Los ricos eran inhumados en do·
ble féretro, y sobre la sepultura se plantaba un árbol fru·
tal, cuya fruta se corola con solicitud cariñosa por deudos

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HISTORIA DE UN MUERTO 255
y parientes; ¡adorable práctica!, asi acaso se aflimilaban,
purificados, elementos que fueron del querido difunto.
Desde hace 14 siglos creman con lujo, y con el cada ver
sepultan multitud de escritos sobre la ceremonia.
Los australianos (Huxley y Dumond d' Urville dicen)
en lo general entierrll<n ; pero á veces incineran por crema·
ción toeca y rudimentaria como la nuestra para el buey que
muere de gangrena, y conservan Ja· bóveda craniana para
usos domésticos, cosa plausible donde no hay alfarería ni
cerámica ni cosa que supla; para lo no utilizable un mon ·
ticulo como los dolmens antidiluvianos. Los aborígenes de
Nueva Zelandia é islas adyacentes, entierran en sus casas,
las cuales se pintan de amarillo para indicar que está
tahon-tabon, y es lo más curioso que los sacrificados en ho·
nor del muerto ~ran luego comidos; pero ya los cultos
ingleses han suprimido esas estúpidas prácticas, asi como
abolieron los sacrificios humanos eu la raza autóctona de
la India.. Ni la hoguera devora ya viudas, ni el carro de
Jugernaut aplasta fanáticos.
Los haitianos no entierran el cadáver, sino el esqueleto;
aquel se pone sobre uua tarima alzada y circuida de em-
palizada de bambúes, basta que se esqueleta. Entre cari·
bes, por quince lunas llevaban diariamente da comer á la
tumba de la viuda, y era creencia admitida que el diablo
se llevaba la comida; <pero yo no soy de esta opinión,
pues que he llevildome y comidome todas esas ofrendas
muchas veces.» Este yo que babia llevádose y comidose
las ofrendas, no es el autor, sino otro diablo, es decir, un
pirata de aquelk~ tiempo~, según uua obra flamenca del
siglo XVII, titulada Pimtas lle América.
Los africanos se conservan aúu, respecto á lo material,
en la edad paleolítica, y respecto á Jo moral mucho más
atrás, pues ignoran el alivio del llanto ó no lo han menes-
ter; es cosa muy natural que nuestros padres se parezcan
más que nosotros á nuestros abuelo.:! antropopltecos. Aún
hay tribus que no inhuman, sino inaguan, pues arrojan

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256 BJSTOR IA DE UN l\IUERTO

los muertos al rio Zambeze para que sean devorados por


cocodrilos, tal como los bengalies los sepultaban preagóni·
coa en las sagradas aguas del Ganges.
Otros en Africa, cosidos en toscas esteras de corteza, eon
colgados de las ramas del bahobab; en muchas comarcas
de la salvaje Libia se canta y se baila en celebración de
funerales, sin duda porque, llenas de privaciones esas vi·
das, la muerte es su mayor bien. En otros, cuando hl.lece
un rey, se desencaum un rio (cual dicen se hizo en el Po
para Atila) se abre en el seco cauce la. fosa para S. M., la
cual se tapiza y tapia con mujeres vivas, excepción heoha
de la segundll. esposa, que tiene el derecho de ser inmola·
da con antelación; además, la sangre de 4ú á 50 esclavoJ
varones degollados ante el regio cadáver, riega la real se·
pultura. Después, el rio vuelvo 1\ su curso, sigue fe1·tili·
zando terrenoE, y su murmullo sigue siendo risa de la
primavera, y no ceneura mordaz de tales abominaciones.
Los asbantis sepultan en el hogar; también, si rey, con
acompañamiento de vivos, y preparan manjares que dejan
podrir y disolver, pura que la esencia. de ellos alimente
las almas que revolotean invisibles en el recinto domésti·
co. No se puede concebir nada ml\8 toscamente espiritua-
lista.
El rey color azabache de Boni, habita un palacio cona·
truido con osamentas humanas, y reposa cuando finado
en tumba que decoran cadáveres de sus súbditos; para
comprender el asco que eso inspira, cornparadlo oon las
sencillas tumbas de nuestros cementerios de campo, con
sus flores amarillas y Bll epitafio de lágrimas y de recuer·
dos inefables.
Ayer Buhodu, rey de Dahomey (estamos aún en Africa)
degolló docenal! en honor de su padre, y eso que el tal pa·
dre fué gran tratante do esclavos con nosotros, es decir,
con nuestros negrero~. y cosa igual pasa ¡deegraciados
pueblos! en Bemn, en Ashanti y en Zululandia. l:>iete mil
victimas, e.sto fué ayE'r, alfombraron el suelo en las exe·

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Entro oriatianoa

Entro oglpclos

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'

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ffiSTORIA DE UN hlUERTO 257
quías de Urnnanda, madre de 'rchacka, rey de los zulues,
mientras en el fondo de su fosa diez doncellas vivas ... y la
civilización ve y calla! y la Europa no barre de la faz del
globo esa canalla antediluviana.
Barrer, barrer... ilustrando.
Aún hay más; hay tribus que queman y no incineras,
pues, tuestan para... comer. En Nigricia acompañan al
muerto los regalos que usamos nosotros en bodas ó bautis·
moa, frutas, bebidas, utensilios; así como en la América
Septentrional los esquimales depositan con el cadáver sus
kujais 6 lanzas.
Pero hoy, lo que resta del Africa primitiva es todo tran·
sitorio: el Afdca se va para dejarnos en su lugar un peda-
zo de Europa, y así se irán las numel"Osas variantes que en
lo que respecta á cadáveres y entierros, pudiéramos aún
encontrar en el mundo de la barbarie.
Estos enterramientos de salvajes se verifican siempre en
campo raso y do quiera cada quisque, porque no hay ce-
menterios; los turbes de los turcos, sin embargo, se alzan
en medio de la ciudad mejor situada y más puerca de
Europa, la que pudiera Hamarse Cinópolis por su abun-
dancia de canes; y es que entre esos y otros orientales ja·
más ocurrió la idea del término absoluto; por eso forman
jardines y cármenes tan bellos y poéticos que da gana de
morirse para gozarlos.
En el mundo crist.iano las exequias, salvo ligeras varían·
tes de pura forma, guardan uniformidad: aúu del que pe-
rece por la espada de la ley es respetado el cadáver, sin
que contradiga esa aserción ni la autopsia que ordena el
juez en el necrocomio ni el descuartizamiento que practi·
ca el estudiante en el hospital.
En Inglaterra, siglos atrás, \ln importuno respeto impe·
día las autopsias y disecciones y fné rémora al adelanto
de la Anatomía; rezagos de aquellos tiempos en que el mé·
dico de Pérgamo hacia sus excursiones anatómicos en res-
17

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258 HISTr:RIA DE ON MUERTO

tos de nuestros congénereil monos, por ser inviolables los


humanos. Hoy se ha abolido en toda ia cristiandad la
práctica, comenzada con los primeros carlovingios, de en-
terrar al rededor ó al interior de las iglesias.
Nosotros los hispanos y en general los latinos practica-
mos lo que nos trasmitieron nueJltros antecesores, y ei so·
lemnes y m11jestuosos fueron los mausoleos egipcios, no
menos ostentosos son los nuestros, y ~;obrn en nuestras ne-
crópolis cuanto puede alhaga.r la vanidad de los supervi-
vivientes; arbolado, flores, cruces, rejas, mármoles, está·
tuas, inscripciones, todo menos sencillfz é igualdad, á no
ser en la fosa de los pobres, únicos que escapan al afán de
los vivos de traficar con la muerte. Los huesos de esos van
al osario general; en las catacumbas de Paria se pasea uno
entre dos murallas de osamentas humanas.
Solo hasta Constantino el Grande cremaron los roma-
nos: con la propagación del Cristianismo que necesitaba
los cuerpos para hacerlos brotar algún día glorificados de
la tumba (San Pablo, 1-Cor. 13,36), comenzó a abolit-se la
cremación, y recibió su último golpe cuando Cario Magno,
protector de la Iglesia, prohibió á los sajones quemar so
pena de muerte. En años felizmente ya lejanos, la Iglesia
usó el fuego ... aplicándolo á los vivos.
Hoy vuelve á tomar cuerpo la cremación que, según
aseguran doctores muy doctos, es más higiénico que la
inhumación, pues cuanto mas lenta la ferment-ación, más
tiempo tendrá para producir sulf•Jros y carburos y expe-
dir gases y principios disolventes, que vendrán sin ser lla·
mados ni esperados á. adulterar el aire que hemos de res-
pirar, ó el agua que hemos de beber. Lo que es para el ca-
dáver todo es ignal, y aunque dispusier.t ser enterrado no
se quejaria si lo quemáramos.
Campeones de la cremación coetánea han sido loa doc-
tores Dingler y Feydeau, y van ganando terreno; hay ya
hornos crematorios en Italia., Francia, Alemania, Suiza y
Estados U,nidos. En Pera Lachaise hay dos y un columba-

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msTOniA. DE UN MUJ<:nTO 259
rium que semeja. en menor esc8Ja el camposanto de GénO·
va; en est~ año hay otro columbarium en proyecto en el
de Mont-Pm·nase. El horno crematorio, sistema Pablo G>L·
rini, enaa.yado en Milán y hoy establecido en Florencia,
es el mejor y más barato; en ese de Florencia fué incine·
rado, año ()9, el opulento Muharaja, rajah de Kelapore;
más de cien cremaciones practicadas allí h&.sta la fecha
prueban que dentro de poco sólo los pobres seritn enterra·
dos, pero esos siempre tuvieron el privilegio de pudrirse
gratis. Garibaldi fLlé embalsamado, nuuque pidió crema·
ción.
El enterrar se va, ¡qué t1stima... que no se hubiera ido
antes, y que no se fuera también la disección ó embalsa·
miento que es la peor postrimería humanal No la llamaré
sacdlega, no diré con Larousse que la momificación es
protesta impía. contra la muerte, pero sí diré que quitar a
la vida uoiversall'os elementos que la muerte tiende á de-
volverle, € S lncl·a insensata contra natura y necedad in·
signe. Est.o de cortar y vaciar como se corta y vacía un
pollo, rellenar como un pavo, inocular con una jeringa
una incorruptibilida.1 siempre temporal, para. que mañana,
dejemos correr los tiempos, seamos momia curiosa vendi·
da y revendida y exhibida por algunos centavos, como la
nodriza de Washington que inventó Barnum, me parece
sacrilegio mayor que guardar sustento parn gusanos. De·
jemos á la podredumbre, etapa transitoria de la materia,
cumplir su misión de reproducir seres que, aunque ele in·
mundo origen, t-ienen derecho á respirar y á nutl'irse.
¡Bendita podredumbre, acaso exclamará al~ún archiromán·
tico, en tus inmundicias palpita la vida, producto tuyo es
toda tierra laborable, regenerador es tu caliente seno, tu
eres fecundo germen de metamórfosis y de nuevas axis·
tencias, bendita podredumbre, siempre estaré dispuesto á
admirarte, venerarte... y alejarte lo más posible.
Sabido es, por otra parte, que el ácido sulfúrico disuel-
ve la materia humana, huesos, carne, músculos, vísceras,

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260 HJSTORIA DE UN ~IUERTO

piel, tendones; soberbio modo de hacer desaparecer cadá-


veroe, que suprime cementerio~, ustrinas y hornos crema·
• torios .
Pero si no aplaudo bálsamos, menos estoy por nuestros
aparatosos entierros, que por lo general no son honroso
homenaje al muert{), sino al hago á le vanidad de los vivos.
Queremos ruidosa pompa, séquito Incido, aunque cueste
el pan de mañana; queremos damas que se asomen al bal·
eón á ver pasar el luctuoso cortejo, pillos callejeros que
para ver mejor asalten los postes del alumbrado; quera·
mos ostentoso sepulcro para que la gera.rqnia y la distin-
ción alcancen más allá de la tumba, que es corta la vida
para hacer brillar nuestra superioridad.
¡Qué triste entierro! decimos si no signen más de media
docena de carruajas. Esa frase equivale á esta otra: ¡Qué
poca influencia tienen los dolientesl
¡Ay de aquél que no deja quien llore y pague! ¡ay de
quien no deja deudos, aunque tampoco deje deudas! Así
se acordaran de él como yo de mi tatarabuelo, que no co-
nocí. P.;ro le honrará más esa vana ostentación que las ac-
cione~S meritorias de su vida? ¿Le revelará mas virtuoso ó
menos pecador de lo que fué? ¿y si bay un más allá, le
abrirá las puertas esa profusión de cirios y blandones que
enferma.rian á cualquiera, y ese pomposo aparato y esas
coronas que adornan donde acaso faltan ojos que lloren?
Queden esas vanidades para aquellos cuya insignifican·
oia necesita de ellas, por carecer de méritos reales que lo
perpetúen en la memoria de los suyos. Falta hacen gran-
des sepulcros a los pequeños, pero bastan humildes á los
grandes. El llanto de los pobres, ese es el mejor apoteósis;
¿qué panteón vale lo que un recuerdo de amor?
Por otra parte, enterrar con modestia no deshonra á los
supervivienteR, como no deshonran al difunt{) en su supre-
mo descanso las monst.rnosas fealdades de la podreduUl·
bre.
Contempla.ndo el sepulcro, hijo del orgullo de Cecilia

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HISTORIA DE UN MUERTO 261
Metello, muy conocida en su casa, y la pirámide de Cayo
Caetio, sólo célebre por ella, camino de San Pablo, Roma,
he recordado el senci!lo cenotafio que en Mount Vernon
guarda los restos del <padre de sn patria. •
Y recuerdo también, entre los fastuosos monumentos
del cementerio de Milán, uno modesto y humilde con esta
inscripción:

sugli estinti
Non sorge fiol'E', ove non sia di roeste
Lodi onorato ed 'amol'OSO pian to.

No nacen flores en la tumba de los muertos, sino rega-


das por lágrimas y elogios de los vivos.
Hay más; que acaso no fué siempre el ·vanitas vanitatwlt
lo que promovió ostentosas honras fúnebres; á veces me-
dió el remordimiento ó la necesidad de aplacar los manes
de un agraviado con ofrendas tardias. ¡Quién sabe si Arte·
misa. le habla jugado alguna trastada á Mausolol pues qué,
¿faltaban Lovelaces y Tenorios en la Media?
En verdad, la llama purificadora de las podredumbres
humanas vale más que todo e¡¡o. Pero yo no estoy por la
inhumación ni por la cremación; estoy por la utilización,
y no seré el primero que así piense: el legisladol' Solon
dispuso al morir que se llevaran sus restos á Salamina,
que alli se les quemase y que se esparciese sus cenizas por
el campo.
Mejor que guardar momias, materia á la fin putrescible,
aunque en ella vivió un alma, mejor que las urnas cinera·
riaa con potasa y soda y sílice, es un dije formado de un
hueso de un sér querido, ó un rosal floreciendo con el abo-
no en que se convirtió nuestro cuarpo.
Eso debe desear e1 padre que quiere vivir en la memo·
ria de su hija, eso el marido que no quiere ser olvida do
por su cara consorte, á lo menos mientras ésta no des-
enviude.

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26Z BISTOBIA DE UN ~HJEBTO

En cuanto á mi, me importa muy poco lo que de mis


despojos se haga; sé que no será la patria la que de ellos
se ocupe; pero eso IIJe tiene sin cuidado: estoy con aquel
filósofo griego, Derroouax, que preguntado á los cien años
de qué modo queria ser traeado en 11ostmrwtem, couto:lstó:
•No me ocupo de eso; el cadaver hará que tratéis de salir
de él.>
Y yo d'go lo mismo, porque no pienso ser incorrup·
tibie.
¡Oh! mis sucesores y herederos, que sin duda me habéis
de llorar mucho, mucho, mucho: supt·imidme cumplidos;
euviadme, si O!! plaee, á la fosa común, no lloraré por ello;
hacedme honras si pensais que algún provecho os trae;
pero nada do figurones y casacones rojos, y nada de gm'i,
gori.. . ¿para qué? si fui bueno, no lo nece~ito; si fui malo,
eso no me sal va.
Sencillez, modestia; cuatro amigos que de buena VO·
luntad me acompañ~n. y que con el alma me digan:
• Hast-a. luego. •
Eeo quiero. Y si hay ya cnmación en la patria, ere·
madme, ¡paxdiezl cremadme.

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SEGUN DA PART E

El Alma
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-.

ÍNDIC E
Pig•.
El árbol.. . • 5
El hombre.. 12
El cadáver.. 25
¡Alert~tl. . • 33
En ultratumba. 4.0
¿Qué es la vida?. . • 46
¿Qué es la muerte?. . • 55
Se hincha. . . • . 66
El gas omnigeno.. • • 83
El gas omnipresent e. • • • 93
El adamógeno . • • • 100
El Nitrógeno. . • • 118
Cuarenta horas. • • 130
Dos de tantos . . • • • • • 141
Antropopalfa. . • • 149
1Miradlosl. . . • 179
Nosce te ipsum. • • 203
Osteologia. . • • • 206
Cuestión dental. • • 220
El Naturalista.. • • 229
El Sepelio. • . • 236

.....,.,~~

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