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LURIBAY
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Vinos y singanis
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Luribay Fotos: Pedro Laguna
Es en este lugar, capital de la provincia paceña Loayza, donde se encuentra la Cabaña Unión, cuyo
dueño, Samuel Apaza, es el rescatador de la producción de vinos y singanis en el pueblo. Y es aquí
también donde acaba de abrirse un albergue para alojar a visitantes dispuestos a conocer los miles de
viñedos y distintos frutales de un lugar cien por cien agricultor. Turistas que observarán el ritual del
vino y del singani de altura. No: de mucha altura. Y por qué no, catarán más de uno.
Apaza trabajó desde niño en una hacienda en Poroma (Chuquisaca). Fue allí donde aprendió a tratar
la uva para fermentarla y destilar el líquido. Sucedió que tanto el hacendado como otros patronos
terminaron abandonando y la mayoría de la descendencia de estos productores emigró a La Paz, y se
perdió así la costumbre del vino.
En 1983, Apaza compró dos hectáreas de la hacienda La Unión, donde décadas más tarde, marzo de
2007, se formó la asociación La Cabaña Unión-Turismo Rural, encargada de la fabricación de vinos,
singani, mermeladas de fruta, lágrimas de uva y jugos. Se rescató así la elaboración de productos de
la tierra; “el singani estaba desapareciendo, si no llega a ser por esta asociación yo creo que se
hubiera perdido”.
Para llevar a cabo este cometido tuvieron que convencer a otros cultivadores y amigos del pueblo. No
fue tarea fácil. “En un principio no nos comprendían y no veían claro el emprendimiento. Lo hicimos
con quien nos entendió”. Finalmente consiguió juntar a 22 socios activos y diez pasivos
(proveedores). Los primeros ponen capital a partes iguales, pero aun así es necesaria la ayuda de
otros organismos. Según Hugo Choquecallata, guía y coordinador de actividades de la asociación, la
Cabaña Unión tiene varias contrapartes que les han ayudado a sacar su proyecto adelante. Entre
ellas, el Fondo de las Organizaciones Económicas Campesinas (Oecas), la Red Tusoco y la
Cooperación Técnica Belga (CTB).
Al llegar a la Cabaña Unión se degusta un almuerzo originario que incluye cui y vino casero. Vino
blanco elaborado con uva moscatel de Alejandría. Vanni de Michele, natural de Verona (Italia) —
famosa por sus vinos— y voluntario de la ONG Progetto Mondo, lo define como “un vino hecho de
manera artesanal sin aditivos químicos. Natural, turbio y no filtrado; de color amarillo paja”. Dice
que en la nariz se siente el aroma de durazno y nuez fresca. “Seco y fresco en el paladar —continúa—
tiene un sabor persistente que recuerda el sabor de frutas frescas como la manzana y la pera. Es un
vino joven, suave con baja graduación alcohólica (9,5°)”. La moscatel de Alejandría es la que usan
también para la producción del singani. El uso específico de esta uva es lo que diferencia al singani
boliviano del pisco peruano, elaborado éste con uva torontel, albilla, quebranta o uvina, entre otras.
La grandeza de la naturaleza te abraza instalado en el albergue. Mires donde mires está la serranía; a
cada lado se alzan recias montañas marrones y verdes. Pero destaca una entre todas ellas, el cerro
Laurany, la más imponente y peculiar. A simple vista se diría que se trata de un macizo rojo. Hugo
Choquecallata se me acerca y cuenta conmigo los colores. No es sólo rojiza. Hugo recuerda una
montaña argentina conocida por su diversidad de tonalidades; entiendo que debe referirse al macizo
de Purmamarca, conocido por sus siete colores.
No es temporada de uva, y parece que los viñedos más cercanos a la finca ya se quedaron sin frutos;
así que hay que ir una hora y media en vehículo hasta llegar a Porvenir —parte del municipio de
Luribay— para ver otros viñedos que aún están cargados. Según una publicación de Redalyc, de
diciembre de 2008 —número dedicado a los vinos de altura en Bolivia—, “la introducción de las
primeras plantaciones de vid se remonta al siglo XVI en la población de Luribay (La Paz) y Mizque
(Cochabamba); posteriormente se introdujo a otros valles, como el de Cinti en 1584 y más tarde
Tarija”. Luribay posee pues de los más antiguos viñedos que se pueden encontrar en el país.
Justiniano Díaz, guía también del emprendimiento La Cabaña Unión, cuenta que fueron los jesuitas
los que trajeron las plantas. “Se cuenta que reprodujeron por pepas, porque no dejaban traer las
cepas. También se puede reproducir así, pero es más lento”.
Al éxodo de los patronos hay que añadir la plaga de filosera —insectos que atacan la raíz y merman la
cosecha— que abatió la mayor parte de los cultivos de vid criolla en Luribay. Estos dos motivos
hicieron que la producción de vino y singani se viera menoscabada de 1975 a 1995. La implantación
de nuevos cultivos con pie de injerto americano —más resistente a la filosera— solucionó el
problema.
Víctor Touchard (socio proveedor) calcula que tiene unos 5.000 viñedos distribuidos en 7.500
metros cuadrados: el 30% es injerto. Son las viñas más altas de Luribay, y posiblemente de Bolivia.
Están a 2.825 msnm. Pareciera que el injerto se tuviera que hacer directamente con las nubes.
Es inevitable no sacar a colación los famosos vinos de altura tarijeños, que si bien proceden de
viñedos muy altos, se cultivan un kilómetro más abajo que los paceños de Luribay.
“En Tarija se atribuyen el vino de altura —comenta Touchard— pero el nuestro es más alto”.
Reconoce que va a ser un poco difícil que puedan superar a Tarija. “Su calidad es muy buena y tienen
mucha experiencia. Tienen cantidades extensas de producción de uva. En cambio a nosotros, en
Luribay, nos desfavorece esa parte porque no tenemos grandes terrenos”.
Durante la estancia en Luribay, todos los socios hablan de Luis Vicente Elías. Oriundo de La Rioja —
la denominación de origen más famosa de España— acabó visitando los viñedos de Luribay de la
mano de Apaza y su hijo, Omar, presidente de la asociación. Elías estaba recorriendo los viñedos de
América cuando aterrizó en Bolivia con la intención de visitar Tarija y Chuquisaca. En la Cabaña
Unión se enteraron de su llegada y le buscaron para enseñarle sus viñedos y la hacienda. Luis Vicente
se alegra de este encuentro y rememora su estadía, que califica como una “experiencia única”. “En
Luribay —comenta el español— hay cultivos de la época de la conquista; formas de plantación
únicas; altitudes extraordinarias; y una gente como Apaza y toda su familia que son un encanto”.
Sobre el vino piensa que “necesitan algo de tecnología y mejores tratamientos en la viña, aunque los
singanis son excelentes”. Si Omar y Hugo se pusieran a trabajar en serio en vinos —reconoce—
podrían entrar dentro de ese marco de vinos de altura tan alabados y buscados.
Luis Vicente Elías colaboró con Fautapo, la fundación que más está trabajando por el viñedo en
Bolivia, en la elaboración de un libro que contará las experiencias de su viaje. Durante su paseo por
Bolivia se realizaron cursos a los que acudieron los principales productores de vino del país, entre
ellos representantes de Luribay. Apaza recuerda que el español se refirió varias veces a los viñedos de
Luribay, y entre risas espeta: “Medio celosos se han puesto de La Paz”. Es que Elías reconoce que “los
viñedos de Luribay, junto a los de Camargo y Cotagaita, son los más antiguos y originales”.
Aguas glaciales
La altura y el agua para el cultivo parecen ser los principales motivos del dulzor de la uva, que según
cuentan supera a la de otras regiones. “Regamos con aguas glaciales—asegura Touchard— con aguas
de la cordillera que son cristalinas. La calidad del agua es lo más importante para que el producto
esté sano y limpio”. Además, no usan insecticidas. “Nosotros cultivamos la uva de forma natural y
orgánica. No utilizamos químicos para la producción; simplemente usamos abono orgánico de vaca u
oveja”. Para curar las plantas, y alejar a los hambrientos insectos, no usan insecticidas sino que
bañan los frutales en azufre que, según cuenta este patrón de Porvenir, no es tan dañino como el
químico, y no es tóxico.
Entre sus plantaciones de uva también encontramos duraznos, el otro símbolo de Luribay. Podemos
rescatar algunas de estas frutas, pero no hay buenos ejemplares porque tampoco es la temporada. Su
cosecha suele ser en febrero. Las viñas hacen sitio a los manzanos y de éstos sí que podemos saborear
su fruto pues su temporada es prácticamente todo el año.
Touchard tiene una pequeña destiladora en la que hace singani para consumo propio, básicamente.
Explica que “la tradición viene desde mis abuelos. Hacer vino no es algo difícil. Acá todos saben
hacer vino, es una costumbre entre la gente del lugar, no es algo extraño”.
La visita a Porvenir incluye otros viñedos. Los cultivos de Hugo Zapata y su hijo Wilfredo son
colindantes. De los del vástago agarramos una gran cantidad de frutos que vamos saboreando
mientras cruzamos a pie el camino que separa ambas plantaciones. Durante este tramo, Hugo
Choquenallata relata, como antes Apaza, la dificultad inicial de encontrar proveedores. Recuerda que
cuando el emprendimiento arrancaba fueron a pedir a los cultivadores que les vendieran las uvas.
Les decían que les pagarían lo mismo que recibían en La Paz; se evitarían el camino de viaje y
cobrarían la misma plata. “Aun así no querían —recuerda Choquenallata—, así que tuvimos que
tomar una medida drástica: nos fuimos a La Paz y les compramos las uvas al mismo precio que les
habíamos ofrecido en Luribay”. A partir de ahí todo cambió y una gran cantidad de proveedores se
sumaron al proyecto. Ganarían lo mismo y se ahorrarían el viaje.
En la vivienda de Hugo Zapata probamos por primera vez el singani. La botella reza: Elaborado y
etiquetado en origen por “Bodegas y viñedos Luribay”. Es un producto elaborado íntegramente con
uva 0moscatel de Alejandría, cosechada en nuestros viñedos y seleccionada cuidadosamente por
viticultores de la Región del Valle de Luribay. La asociación no está muy contenta con el etiquetado
que temporalmente están llevando sus envases. “Necesitamos un plan de marketing” dice Hugo
Choquenallata. Calculan que el singani se comercialice en La Paz a final de año y para ello tienen que
lanzar el producto con fuerza; una buena imagen es esencial para introducirlo en el mercado. El vino,
sin embargo, tardará más en comercializarse, y no por problema de etiquetado, sino porque tienen
que seguir mejorando el género. “A mí me gusta el slogan vino de altura para gente de altura”,
reconoce Samuel Apaza.
El sabor del singani es fuerte e intenso. Unos cuantos tragos nos servirán para afrontar mejor el
traqueteo de la carretera de vuelta al albergue. La zozobra y una luna redonda, lechosa, brillante y
titánica nos acompañarán en el retorno.
El zarandeo de la carretera de bajada al valle es uno de los mayores inconvenientes para los
cultivadores de frutas, verduras y hortalizas del pueblo. La mayor parte de su producción se vende en
La Paz y muchas veces llega maltrecha por los vaivenes de la carretera, que no está asfaltada. Sabino
Gerónimo y Néstor Chávez, mientras desayunan junto a otros dos compañeros una botella de singani
a las 08.00, comentan que la fruta está lista para venderse en época de lluvia. La dificultad del
terreno hace que la carga llegue maltrecha a la capital. “La arroba de la uva (12 libras) cuesta 60
bolivianos, pero como llega rematada la tenemos que vender a 40”. Esto sucede en el mejor de los
casos, pues si la carretera se ha inundado, la fruta se desperdicia por completo.
Eddy Aguilar Canaza —del MAS— es director de Desarrollo Humano del Gobierno Autonómico
Municipal de Luribay, y asegura que el problema de la vía se va a solucionar. “El proyecto de asfalto
se ha dado inicio, ahorita ya están removiendo tierra”. Según Aguilar, en dos años más la carretera
estará totalmente asfaltada.
Luribay, además de tierra de durazno y uva, es patria de expresidentes. Son tres los nacidos en este
territorio. A Pando se suman José María Pérez de Urdininea y Felipe Segundo Guzmán. El visitante
podrá conocer sus fincas como una curiosidad más de las muchas de Luribay. A ellas se suman las
leyendas de los tapados, según dice Justiano Díaz. A lo largo y ancho de Luribay —que comprende
tres climas: altiplano, cabecera de valle y valle— están escondidos remotos tesoros de la época
incaica, o incluso anteriores. “En realidad no están catalogados — dice Hugo Choquenallata— se cree
que pueden ser tiwanakotas, pero no se sabe”. Don Samuel afirma que no son leyendas. En su propia
finca han descubierto dos tapados: “Hemos detectado tres cajitas en un lugar y, en otro, un hornito.
Intentamos sacarlos, pero no hay dinero para contratar maquinaria”.
El sabor de la uva destilada nos acompaña de vuelta a La Paz. Parece que la canción que Justiniano
Díaz entonaba a ratos durante la visita tiene razón. La cantata aymara Luribay Durazno anuncia que
en esta tierra “turista que pescan lo ahogan en vino”.
http://www.la-razon.com/suplementos/escape/Luribay-Vinos-Historias-Singanis-Duraznos-
escape_0_2652334821.html
/suplementos/escape/Manuel-Luribay-Virgen-Carmen-
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En la plaza José Manuel Pando se encuentra la iglesia San Pedro de Luribay,
donde cada 16 de julio se celebra la fiesta en honor de la Virgen del Carmen.
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Luribay, historias de vinos, singanis y duraznos
Los pobladores del lugar afirman que se tienen que pasar 65 curvas para descender hasta el valle de
Luribay, luego de atravesar parte de la carretera que conecta La Paz con Oruro, donde Patacamaya es
el punto en el que se debe desviar para llegar al sitio esperado. Son cuatro horas de viaje durante el
cual se puede observar un panorama cambiante al pasar del altiplano que parece no tener fin a
recorrer el sinuoso camino de bajada. De acuerdo con el libro La cultura de la vid en Bolivia, una
propuesta de turismo del vino y el singani, escrito por Margarita Contreras y Luis Vicente Elías, los
inicios de las plantaciones de la vid en el continente americano se encuentran en México y Perú,
desde donde llegaron a Bolivia. El texto señala que Francisco Caravantes fue quien trajo las primeras
plantas de vid desde las Islas Canarias (España). Si bien se desconoce el lugar exacto por donde
trajeron este fruto, se concluye que el arribo de las cepas al país es como consecuencia de la
fundación de Nuestra Señora de La Paz, el 20 de octubre de 1548.
Referencias orales de Luribay señalan que en esta tierra hay “cepas redondas”, es decir que, desde su
punto de vista, son las primeras que los españoles trajeron a territorio nacional. Sea cierto o no, el
lugar es singular y, como alerta agradable para ingresar al pueblo, un gran anuncio asegura que es
“capital del durazno y la uva”.
Luribay es un valle profundo y encajonado, ubicado a 2.850 msnm, resguardado por los cerros
Laurani y Luribaypata, que en este tiempo combinan el rojo intenso de su tierra con el verdor de la
vegetación de la época de lluvias. Estas características hicieron que desde la Colonia se instalaran
varias haciendas y que, también, fuese el lugar de nacimiento de tres expresidentes: José María Pérez
de Urdininea —quien nació en la hacienda Anquioma y dirigió al país durante tres meses, luego de la
renuncia de Antonio José de Sucre—, José Manuel Pando —que lideró la Revolución Federal de
finales del siglo XX y la Guerra del Acre— y Felipe Segundo Guzmán —presidente del Senado que
gobernó el país durante casi cuatro meses entre 1925 y 1926—. La casa de este último es donde se
produce desde mediados del siglo pasado los vinos y singanis Peña Colorada.
Dentro de una habitación con paredes de adobe y pisos de piedra, Vladimir relata que su abuelo
aprendió el arte vitivinícola en la hacienda de Pando y en la década de los 60 adquirió la propiedad
que perteneció a Guzmán con el objetivo de continuar la tradición vitivinícola de la región.
Por los años 80, ese cuarto que más parece una sala de museo se llenaba de uvas para la época de
vendimia, aunque después, una plaga de filoxera (insecto parásito de la vid) acabó con casi todas las
plantaciones en Luribay. Si bien se las reemplazó por el durazno, los lugareños no se dieron por
vencidos, así que viajaron al sur de Bolivia para llevar uvas resistentes a esta enfermedad y reactivar
su producción.
Los ambientes de Peña Colorada aún resguardan el modo antiguo en que se elaboraba el singani, con
trituradoras y toneles de madera, un canal de cemento por donde pasaba el jugo de uva a unas
piscinas y que terminaban en barriles de más de dos metros, testigos de la producción de vino.
Como muestra el anuncio del ingreso, Luribay también es capital del durazno, así que se hace
necesario visitar una propiedad que produce el fruto. “Los que están medio verdes falta que
maduren; sin motivo los van a bajar, porque no son ricos”, advierte Sonia Mendoza, hija de Esteban,
dueño de uno de los durazneros más amplios del pueblo. La experiencia de acercarse a un árbol,
estirar la mano para arrancar un durazno y comerlo ese mismo instante es incomparable, más aún
cuando se está en este valle paceño.
En los últimos días de enero concluye la época de cosecha de los duraznos, por lo que es ideal
disfrutar de los 25 grados de temperatura promedio y del dulce fruto de Luribay. “No utilizamos
químicos, para fortalecer alguna planta utilizamos abono natural”, asegura Sonia, al mismo tiempo
que lamenta la competencia desigual con alimentos importados de Perú, Chile y Argentina. De
manera coincidente, justo ese día y tal vez a la misma hora, el ministro de Desarrollo Rural, César
Cocarico, informó de la suspensión de entrega de permisos para la importación de uva y vinos desde
el 27 de enero hasta el 27 de abril, aunque todavía no existe la misma regulación con el durazno.
“Con eso nos estarían haciendo un gran favor, porque nuestra producción es para que sobrevivamos
todo el año”, comenta Sonia al lado de una mesa de madera donde dejan secar el durazno con el
objetivo de que el tiempo y el sol lo convierta en k’isa, la materia prima para preparar el refresco
típico de Bolivia.
Después de la cosecha de esta fruta, los agricultores dejan descansar la tierra durante tres meses,
para que en junio y julio rieguen el terreno y revivan las plantaciones. Mientras tanto, los
agricultores luribayeños se dedican a plantar arvejas en riberas de los ríos Luribay y Porvenir.
En esta visita es insoslayable acudir a don Samuel Apaza, quien se ha convertido en un símbolo del
turismo luribayeño, pues ha hecho de su propiedad una cabaña donde además de producir vinos y
singanis ofrece alojamiento con piscina y comida típica, como cuy asado o chancho al horno. En el
trayecto del jardín y la despensa donde se produce el vino, rememora que trabajó desde joven en
servicio de los patrones, quienes después de un tiempo se fueron a las ciudades y no retornaron más
al poblado, por lo que las bodegas fueron olvidadas durante algún tiempo.
Pero los luribayeños no iban a dejar que su pueblo se quede solo con los recuerdos, por lo que
iniciaron varios emprendimientos para reactivar la producción de uvas, vinos y singanis. Es así como
ahora existen viñedos en la capital como las comunidades cercanas. Samuel fue uno de los que
apostaron por este negocio, ya que con su familia creó la Asociación La Cabaña Unión Turismo
Rural, con la idea de recuperar tradiciones en la elaboración de estas bebidas. “Queremos mejorar
cada año y hacernos conocer exclusivamente en el departamento de La Paz”.
A los pies de Luribaypata pareciera que no hay ningún límite con los viñedos de Samuel, donde las
uvas están a punto de ser cosechadas para iniciar la transformación de vino o singani. La capital de la
provincia Loayza está ubicada a 2.850 msnm, así que Samuel asegura que estas tierras generan el
vino más alto del mundo; por lo tanto, más delicioso que los demás.
“Cómo es la vida, ahora pongo en práctica lo que de niño me mandaba a hacer mi abuelo”, dice
Vladimir, pues ahora sabe por qué debe limpiar los barriles con sal y limón. Una historia más de la
dulce Luribay.
https://luribayvinosysingani.wordpress.com/2015/08/21/produccion-de-vinos-y-singani-en-luribay/
http://correodelsur.com/local/20160306_piden-mas-ferias-para-promocion-de-uva-vinos-y-singanis-
regionales.html
Promocionar la producción de uva, vinos y singanis cada tres años “no es suficiente”. A esa
conclusión llegó la organización de la Feria Nacional Vitivinícola (FENAVIT) y, por ello,
planteó la realización de dos ferias regionales en Villa Abecia y Las Carreras, y una nacional
en su sede tradicional, Camargo.
Sin embargo, manifestó Sifuentes, se corría el riesgo de que al abrir la mencionada ley,
Camargo pierda la exclusividad de la sede y la comparta con otras regiones. Por ello, la
iniciativa quedó abortada y se optó porque la norma permanezca como está.
Con la norma clara, que dispone un aporte económico del Gobierno central para cada tres
años, la alternativa es organizar ferias regionales anuales durante dos años continuos con
respaldo financiero de las municipalidades y de la Gobernación.
En esa línea, Mendoza sugirió que la sede de las ferias regionales sean los municipios de
Las Carreras y Villa Abecia, mientras que Camargo continuaría como sede de la feria
nacional.
Si bien por ahora no hay voces que se hayan expresado a favor o en contra, es evidente
que los emprendimientos de vinos y singanis necesitan de más espacios para promocionar
sus productos con tanta atención como la presente décima versión de la FENAVIT.
DIVERSIFICACIÓN
En la segunda jornada de la FENAVIT uno de los puntos de discusión fue intentar esclarecer
si la decisión de diversificar la muestra fue positiva o negativa.
Hasta antes de la presente versión el centro de atención era la exposición de uva, vinos y
singanis, con el acompañamiento de gastronomía y algo de artesanía. Hoy sucede algo
diferente: en la FENAVIT se puede encontrar una variedad de productos para el hogar y
juegos para niños. Así como se la presenta ahora, parece una feria multipropósito.
De hecho esta situación molestó a varias personas que vieron en esta exposición una
manera de desvirtuar la tradición que data desde 1964. Empero, hay otros que piensan
distinto y creen que la diversificación es el camino para atraer a más expositores y generar
un mayor movimiento económico y, por lo tanto, mayor concentración de gente.
Los que más manifestaron su preocupación por la diversificación fueron los productores de
uva, vinos y singanis. Su justificativo se basó en lo sucedido durante la primera y segunda
jornada.
En la segunda jornada, la feria no arrancó en la mañana para los productores de uva, vino y
singani; a mediodía comenzaron las visitas a los stands aunque no en la cantidad que
esperaban. Caminando todo el campo ferial, este diario observó que había más gente en
los stands diversificados que en el sector que es esencia de esta muestra.
Los organizadores evaluarán estos aspectos días después de concluida esta exposición,
pues aún queda por vivir la última jornada hoy, domingo, que estará marcada por la
presencia del presidente Evo Morales, que de acuerdo con el anuncio del gobernador de
Chuquisaca, Esteban Urquizu, llegará a las 15:00 a la “tierra del sol y del vino”.
Se esperan resultados de la cata de vinos y singanis
Conocer cuáles son los mejores vinos y singanis de la producción 2014 – 2015 es un
asunto serio, pues unos cuantos pueden alcanzar mayor fama que los demás.
¿QUÉ CATEGORÍAS?
En el Hostal Cruz Huasa, los expertos empezaron a calificar las siguientes categorías:
singani elaborado sólo con materia prima de uva Moscatel de Alejandría; vinos, en las
categorías artesanal, semi industrial, varietal y dulces, conocidos en el medio como oporto.
La cata de vinos y singanis considera el olor, gusto y vista de los productos.
Huarachi explicó que en la categoría de vinos artesanales están aquellos que se producen
únicamente con la intervención de la mano del hombre. Sus volúmenes de producción no
sobrepasan los 1.000 litros anuales; en la categoría semi industrial están aquellos vinos
que en la parte del proceso de producción utilizan maquinaria, por ejemplo, moledora,
filtradora, estabilizadora, y superan los 10.000 litros anuales; los vinos varietales tienen
que ver con la especificidad del producto como la uva merlot, cabernet y tanat; finalmente
están los vinos dulces o generosos, que en el medio se conocen como oporto, y se
disgregan en dos ramas: vinos blancos y tintos. De todas estas categorías hay 73
muestras.
La cata de vinos y singanis se realizó la tarde de ayer; los resultados se conocerán hasta
mediodía y el presidente Evo Morales los hará públicos durante la ceremonia de premiación
a los ganadores y clausura de la FENAVIT en Camargo.
La cata de la uva
Cinco expertos catadores de uva provenientes de Tarija se encargaron de calificar la
calidad de uva producida en el Cañón Colorado de los Cintis y del municipio de Luribay.
La cata se desarrolló cogiendo muestras de los productos que se exponían en los stands
considerando tamaño, sabor y color.
El responsable de Enología de la Feria Nacional Vitivinícola (FENAVIT), Fernando Huarachi,
explicó que la cata se desarrolló en dos categorías: uva tradicional y uva de mesa.
Más de 15 productores que armaron sus stands en inmediaciones del Coliseo Cerrado de
Camargo participaron del concurso, que también hoy arrojará los resultados.
Apuntes
- Desde el tradicional picante de panza hasta la novedad del chancho a la cruz, están en la
variada oferta de la gastronomía.
- Pese a que era sábado, la feria tardó en arrancar. La gente empezó a copar las
instalaciones a partir de mediodía.
- Los bodegueros se quejaron por la poca presencia de gente en sus stands; las ventas no
fueron las esperadas.
- Cinco enólogos internacionales de reconocida trayectoria se encargaron de la cata de
vinos y singanis.
- Igual número de expertos en uva provenientes de Tarija se encargaron de calificar la
calidad de la vid del valle de Cinti y Luribay (La Paz).
- Los resultados de la calidad de uva, vino y singanis se conocerá a mediodía de hoy; el
presidente Evo Morales se encargará de la premiación.