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Unidad 1.

El género en el marco de los derechos


humanos

De acuerdo con Rosario Varela, “la violencia hacia la[s] mujer[es] no es un hecho
aislado ni un problema individual, sino un problema social y una ofensa a la dignidad
humana que se enraíza en la predominancia de relaciones de poder históricamente
desiguales entre mujeres y hombres” (2015, 150), por lo cual es necesario partir del
análisis conceptual de las categorías sexo y género para conocer los roles de
género que se han atribuido a cada uno de los sexos y, en este primer apartado,
comprender la violencia de género.

Cuando concluyas esta unidad serás capaz de contextualizar los conceptos


género/sexo, igualdad/no discriminación y derechos político-electorales de las
mujeres, en el marco de los derechos humanos, así como reflexionar sobre la
situación actual de las mujeres en la política.

Unidad 1, Material

1.1 ¿Qué es género/sexo?

El Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer –conocido por


sus siglas en inglés como Comité CEDAW– en su recomendación 28, párrafo 5,
conceptualiza ambos términos de la siguiente forma:

 Sexo: diferencias biológicas entre hombres y mujeres.


 Género: se refiere a las identidades, funciones y atributos de mujeres y
hombres construidos socialmente, así como al significado que se atribuye a
las diferencias biológicas entre ambos dando lugar a relaciones jerárquicas
entre hombres y mujeres y a la distribución de facultades y derechos en
detrimento de la mujer.
A continuación ve el recurso donde podrás identificar las diferencias que existen
entre sexo y género:

Recurso 1. Diferencias entre sexo y género

Haz clic en la imagen para ver el recurso

Esta distinción ha sido útil para visibilizar la asignación injustificada de roles basada
en el sexo: a las mujeres se les suele atribuir un rol reproductivo, en tanto que a los
hombres normalmente se les asigna un rol productivo. Es decir, las mujeres han
sido confinadas al espacio privado-doméstico, asociadas a características como la
dulzura, comprensión y la emotividad. Mientras a los hombres se los vincula al
espacio público y son asociados con el liderazgo, tenacidad, fuerza e inteligencia.

En este sentido, históricamente, las mujeres han sido excluidas de los ámbitos
político, social, económico, jurídico, laboral y otros, de formas y en magnitudes
diversas. Gracias a la distinción entre el sexo y el género es posible cuestionar la
validez jurídica y moral de basarse en los cuerpos de las personas para determinar
proyectos de vida. Así, el hecho de nacer “hombre”, por ejemplo, no tiene por qué
condicionar la calidad de la paternidad, ni el hecho de ser “mujer” debería suponer
incapacidad para ejercer cargos públicos. Afirmar lo contrario, es perpetuar
nociones estereotipadas de lo que corresponde a cada sexo.

A continuación ve el video en el que Amelia Valcárcel aborda la problemática de la


igualdad y paridad de género:
Video Igualdad y Paridad Amelia Valcárcel, Foro nacional de análisis político:
Empoderamiento de las mujeres

Haz clic en la imagen para reproducir el video

El sexo y el género son conceptos distintos. El primero se refiere a las diferencias


biológicas entre hombres y mujeres; en tanto el segundo alude a las características
sociales y culturales que se les asignan a mujeres y hombres. El principal valor de
esta distinción es que lo socialmente construido puede deconstuirse, ajustarse, para
crear sociedades más justas donde mujeres y hombres disfruten de los mismos
derechos y oportunidades.

1.2 ¿Qué son los estereotipos de género?

El término estereotipo, según Cook y Cusack (2009, 15), “se usa para referirse a
una visión generalizada o preconcepción concerniente a los atributos,
características o roles de los miembros de un grupo social, la cual hace innecesaria
cualquier consideración de sus necesidades, deseos, habilidades y circunstancias
individuales”. Supone atribuirle a una persona características o roles únicamente en
razón a su pertenencia a un grupo particular.

Los estereotipos de género son ideas preconcebidas y generalizadas sobre lo que


son y deben hacer las mujeres y lo que son y deben hacer los hombres, en razón
de sus diferentes funciones físicas, biológicas, sexuales y sociales. Más
ampliamente, los estereotipos pueden pensarse como las “convenciones que
sostienen la práctica social del género” (Cook y Cusack, 2009, 23). Se trata de
patrones rígidos, prejuicios, cuya transgresión tiende a ser sancionada socialmente.

Estas autoras proponen cuatro clases de estereotipos, basadas en 1) las


características físicas/biológicas, 2) la interacción sexual, 3) los roles, y 4) el
entrecruzamiento con otras categorías o subgrupos:

ESTEREOTIPO CONCEPTO EJEMPLOS


o La Constitución prohibía a las mujeres el
trabajo nocturno industrial; estar en
o Los hombres son fuertes, rudos,
establecimientos comerciales después
agresivos.
Sexo de las 10 de la noche o realizar labores
o Las mujeres son débiles,
insalubres o peligrosas.
vulnerables, frágiles,
Diferencias o Existe poca presencia de mujeres en
necesitadas de protección.
biológicas entre tareas de seguridad.
o Las mujeres carecen de firmeza
hombres y mujeres o Cuestionamiento de que las mujeres
y autoridad.
tengan el carácter suficiente para ejercer
el poder.

o La sexualidad de las mujeres está


o Políticas de natalidad dirigidas sólo a las
vinculada con la procreación, el
mujeres.
matrimonio y la familia.
o Prohibición de matrimonio igualitario.
Sexuales o La sexualidad de los hombres
o Reconocimiento tardío de la violación en
con la ‘hombría’ y el poder.
el matrimonio.
Basadas en la o La sexualidad de las mujeres está
o Penalización en algunos países del
interacción sexual al servicio de los hombres.
adulterio femenino, mas no del
entre hombres y o Doble moral: la mujer debe ser
masculino.
mujeres casta y fiel; el hombre,
o Ataques a una candidata poniendo en
conquistador.
entredicho su ‘moral sexual’.
o Se privilegia la heterosexualidad.

Roles
o Los hombres son proveedores. o Talleres escolares vinculados a los roles:
o Las mujeres son madres y niñas - cocina, costura; niños - carpintería,
Comportamientos amas de casa. electricidad.
sociales de cómo o Servicios de guardería sólo para las madres.
o Los hombres son ingenieros, o Programas sociales a favor de la familia que
deben ser hombres y líderes políticos, empresarios.
mujeres y qué exigen únicamente el involucramiento de las
o Las mujeres son maestras, mujeres, a horas que no son compatibles con
actividades o secretarias, enfermeras. la vida laboral.
funciones les son
propias
o Las mujeres lesbianas ‘no o Negativa a permitir la adopción a parejas
Compuestos pueden’ ser buenas madres. del mismo sexo.
o Las mujeres indígenas votan o Negativa del registro de candidatura a un
Estereotipos de influenciadas por sus esposos. puesto de elección popular a mujeres
género compuestos o A las mujeres campesinas no trans con su nombre social.
para la diversidad de les interesa la política, ni tienen o En algunas comunidades que se rigen
mujeres: edad, capacidad para ejercer por sistemas normativos internos, las
discapacidad, liderazgo. mujeres no tienen permitido asistir a las
orientación sexual, o Las mujeres trans están mal de asambleas comunitarias y, por tanto, no
clase, etnia, raza. sus facultades mentales. pueden votar ni ser electas.

Cuadro basado en la obra de Cook y Cusak (2009)

En el mismo sentido, la Recomendación General 25 del Comité CEDAW (2004)


señala que “los Estados Partes están obligados a hacer frente a las relaciones
prevalecientes entre los géneros y a la persistencia de estereotipos basados en el
género que afectan a la mujer no sólo a través de actos individuales, sino también
porque se reflejan en las leyes y las estructuras e instituciones jurídicas y sociales”.
Comprender qué son y cómo operan los estereotipos de género resulta muy útil
para entender cómo se configura la violencia política contra las mujeres en razón
de género, porque, como se verá en la siguiente unidad, mucha de la resistencia a
aceptar la participación activa de las mujeres en la política tiene que ver con las
preconcepciones que las ubican en el ámbito privado, a cargo de las tareas de
servicio y cuidado, mas no en el espacio público, donde se toman las decisiones.

Los estereotipos de género son ideas preconcebidas y generalizadas sobre lo que


son y deben hacer las mujeres y lo que son y deben hacer los hombres, en razón
de sus diferentes funciones físicas, biológicas, sexuales y sociales.

1.3 ¿Qué es igualdad y la no discriminación?

La igualdad supone que a todos los seres humanos se les confiere un idéntico valor
y debe reconocérseles igual dignidad. El fundamento ético que da legitimidad a este
principio es la equivalencia humana de todas las personas. No hay personas más o
menos humanas que otras.

De acuerdo con la Opinión Consultiva número 18 de la Corte Interamericana de


Derechos Humanos, la igualdad es una norma que no admite pacto en contrario. En
consecuencia, alimenta todo el andamiaje jurídico institucional internacional y
nacional.

En esta Opinión Consultiva, la Corte Interamericana señala que:

El principio de igualdad ante la ley y no discriminación impregna toda actuación


del poder del Estado, en cualquiera de sus manifestaciones, relacionada con el
respeto y garantía de los derechos humanos. Dicho principio puede
considerarse efectivamente como imperativo del derecho internacional general,
en cuanto es aplicable a todo Estado, independientemente de que sea parte o
no en determinado tratado internacional, y genera efectos con respecto a
terceros, inclusive a particulares. Esto implica que el Estado, ya sea a nivel
internacional o en su ordenamiento interno, y por actos de cualquiera de sus
poderes o de terceros que actúen bajo su tolerancia, aquiescencia o
negligencia, no puede actuar en contra del principio de igualdad y no
discriminación, en perjuicio de un determinado grupo de personas (CoIDH
2003).

El Comité CEDAW, en sus Recomendaciones Generales 25 y 29, ambas en el


párrafo 8, señala que la igualdad debe ser formal y sustantiva:
La igualdad formal se logra mediante la aprobación de leyes y políticas
neutrales en cuanto al género que, a primera vista, traten por igual a mujeres y
hombres. Sin embargo, el enfoque jurídico o programático puramente formal no
es suficiente para lograr la igualdad de facto (de hecho), por lo que se requiere
de la dimensión sustantiva de la igualdad.

La igualdad sustantiva puede lograrse si se examina la aplicación y los


efectos de las leyes y políticas, si se vela porque éstas garanticen una igualdad
de hecho, que tenga en cuenta las desventajas o exclusión de las mujeres. Es
decir, se requiere que las mujeres tengan las mismas oportunidades desde un
primer momento y que dispongan de un entorno que les permita conseguir la
igualdad de resultados.

No es suficiente garantizar un trato idéntico, incluso, en ciertas circunstancias es


necesario que haya un trato más favorable hacia las mujeres para equilibrar su
situación frente a los hombres.

También deben tenerse en cuenta las diferencias biológicas que hay entre mujeres
y hombres, así como las diferencias creadas social y culturalmente. Para conseguir
una igualdad sustantiva se requiere una estrategia eficaz encaminada a corregir la
representación insuficiente de las mujeres en la esfera política y de toma de
decisiones, y una redistribución de los recursos y el poder entre mujeres y hombres.

De acuerdo con la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de


Discriminación contra la Mujer y con el Comité CEDAW (Recomendación General
N° 25, párrafo 14), el diseño y aplicación de medidas especiales de carácter
temporal, como las cuotas de género, son un medio para hacer realidad la igualdad
sustantiva o de facto y no una excepción a las normas de no discriminación e
igualdad.

Por su parte, el Juez Rodolfo E. Piza Escalante señala que “los conceptos de
igualdad y de no discriminación se corresponden mutuamente, como las dos caras
de una misma institución: la igualdad es la cara positiva de la no discriminación, la
discriminación es la cara negativa de la igualdad, y ambas la expresión de un valor
jurídico de igualdad que está implícito en el concepto mismo del Derecho como
orden de justicia para el bien común” (CoIDH 1984).
De acuerdo con el artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos (CPEUM) y los tratados internacionales, la discriminación se
conceptualiza como:

Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de sexo,


género, preferencias sexuales, la edad, las discapacidades, antecedentes de
discapacidad, consecuencia de discapacidad anterior o percepción de una
discapacidad presente o pasada, la condición social, las condiciones de salud,
la religión, las opiniones, el estado civil, raza, color, idioma, linaje u origen
nacional, social o étnico, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición social, que tenga por objeto o por resultado impedir, anular o
menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio, en condiciones de igualdad,
de los derechos humanos y libertades fundamentales en las esferas política,
económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.[1]

Existen múltiples formas de discriminación hacia las mujeres. La Recomendación


general N° 28, párrafo 16, del Comité CEDAW identifica las siguientes:

Directa: cuando hay un trato diferente fundado explícitamente en las


diferencias de sexo y género.

Indirecta: tiene lugar cuando una ley, política, programa o práctica parece ser
neutra para mujeres y hombres, pero tiene un efecto discriminatorio contra las
mujeres porque no se toman en cuenta las desigualdades preexistentes. Esta
forma de discriminación puede exacerbar las desigualdades existentes por la
falta de reconocimiento de los patrones estructurales e históricos de
discriminación y el desequilibrio de las relaciones de poder entre mujeres y
hombres.

En esta misma recomendación (párrafo 18), el Comité destaca un concepto básico


para comprender la igualdad y la no discriminación: la interseccionalidad. El Comité
señala que la discriminación está unida de manera indivisible a otros factores que
afectan a las mujeres, como “la raza, el origen étnico, la religión o las creencias, la
salud, el estatus, la edad, la clase, la casta, la orientación sexual y la identidad de
género” (Recomendación general N° 28).

En consecuencia “[l]a discriminación por motivos de sexo o género puede afectar a


las mujeres de algunos grupos en diferente medida o forma que a los hombres. Los
Estados partes deben reconocer y prohibir en sus instrumentos jurídicos estas
formas entrecruzadas de discriminación y su impacto negativo combinado en las
mujeres afectadas. También deben aprobar y poner en práctica políticas y
programas para eliminar estas situaciones y, en particular, cuando corresponda,
adoptar medidas especiales de carácter temporal” (Recomendación general N° 28).
Cartel participante en el VII Concurso de Artes Visuales contra la violencia de Género en España

Finalmente, debe resaltarse que, de acuerdo con el Comité CEDAW, la violencia


contra las mujeres y las niñas constituye una forma de discriminación y una violación
a sus derechos humanos que, al mismo tiempo, les impide gravemente el goce de
sus derechos y libertades en pie de igualdad con los hombres (Recomendación
General N° 19, párrafo 1 y Recomendación General N° 30, párrafo 34).

Para reflexionar ve el siguiente cortometraje francés en donde se presentan los roles


de género invertidos:

Haz clic en la imagen para reproducir el video

En México, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha reconocido


que el principio de igualdad material es un elemento fundamental de todo Estado
Democrático de Derecho y, además toma en cuenta las condiciones sociales que
resultan discriminatorias en perjuicio de ciertos grupos y sus integrantes.[2]

Existen dos tipos de igualdad: la formal y sustantiva. La primera se relaciona con el


establecimiento de las normas en la legislación que garantizan la igualdad. La
segunda supone que, en los hechos, las personas puedan ejercer sus derechos de
manera plena y efectiva.
[1] Esta definición ha sido tomada del Protocolo para Juzgar con Perspectiva de Género de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación.

[2] Jurisprudencia 43/2014, aprobada por unanimidad de cinco votos de la y los magistrados de la Sala Superior
en sesión pública celebrada el 20 de octubre de 2014. Gaceta de Jurisprudencia y Tesis en materia electoral,
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Año 7, Número 15, 2014, páginas 12 y 13.

1.4 ¿Qué son los derechos humanos?

Para poder hablar sobre los derechos político-electorales de las mujeres, es


necesario analizar primero los derechos humanos. De acuerdo con la Oficina del
Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, los
derechos humanos son “inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna
de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión,
lengua o cualquier otra condición. Todos(as) tenemos los mismos derechos, sin
discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e
indivisibles” (ACUDH s/f). Lo anterior significa que el avance de uno facilita el
avance de los demás, en tanto que la privación de un derecho afecta negativamente
a los demás.

Haz clic en la imagen para reproducir el video

Los derechos humanos se sustentan en la dignidad humana y están establecidos


dentro del orden jurídico nacional y los tratados internacionales. Se rigen por los
siguientes principios:

 Principio de universalidad. Señala que todos los derechos humanos


corresponden a todas las personas por igual.

 Principio de interdependencia. Consiste en que cada uno de los derechos


humanos se encuentra ligado a los otros, de tal manera que el
reconocimiento de uno de ellos, así como su ejercicio, implica
necesariamente que se respeten y protejan el resto de los derechos.
 Principio de indivisibilidad. Significa que todos los derechos están
relacionados entre sí; esto es, no puede hacerse ninguna separación ni
pensar que unos son más importantes que otros, deben interpretarse y
tomarse en su conjunto y no como elementos aislados.

 Principio de progresividad. Constituye una obligación del Estado para


asegurar el progreso en el desarrollo de los derechos humanos, al mismo
tiempo, implica una prohibición para el Estado respecto a cualquier retroceso
de los derechos.

En el tema que nos ocupa, conviene también destacar tres principios: de igualdad,
de no discriminación y pro persona.

Como hemos visto, la noción de igualdad es un principio básico de los derechos


humanos que les da sustancia y razón de ser. Al afirmar que existe una serie de
prerrogativas inherentes a la persona, se aplica un rasero de igualdad. Más allá de
las diferencias innegables entre los seres humanos –por rasgos físicos, sexo,
capacidad intelectual, clase social, nivel educativo, color de piel, entre otros– la
cualidad común de disfrutar derechos básicos los iguala como personas (Falcón
2009).

En estrecha vinculación con el principio de igualdad se encuentra el de no


discriminación. Sobre ambos principios descansa el andamiaje jurídico del orden
público nacional e internacional.

El principio pro persona, por su parte, supone que todas las normas de derechos
humanos deben interpretarse de manera que favorezcan la mayor protección
posible para la persona y sus derechos; esto es, si una ley o la interpretación de las
mismas garantiza de mejor manera un derecho, deberá prevalecer sobre
ordenamientos o interpretaciones que ofrezcan menor protección. Implica la
maximización de los derechos de las personas.

Es importante señalar que estamos frente a derechos dinámicos, que se expanden


conforme las sociedades evolucionan o surgen nuevas problemáticas o amenazas,
por ejemplo, el deterioro del planeta, el fenómeno de la migración humana producido
por conflictos políticos, bélicos o desastres naturales, o los derechos relacionados
con las nuevas tecnologías de la información.

El 10 de junio de 2011 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) una


importante reforma al artículo 1° constitucional que se apegó a los estándares
internacionales. A saber:

Artículo 1°. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán
de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así como
de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni
suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta
Constitución establece.

Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de


conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales de la
materia, favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más
amplia.

Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la


obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos de conformidad con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el
Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones a los
derechos humanos, en los términos que establezca la ley.

Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los


esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este
solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.

Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional,


el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones
de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil
o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto
anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas (CPEUM,
artículo 1).

Las obligaciones del Estado mexicano a las que hace alusión el texto constitucional
suponen (Serrano 2013):


o Obligación de respetar: implica no interferir o poner en riesgo los
derechos. Es una obligación orientada a mantener el goce del
derecho.


o Obligación de proteger: está dirigida a las y los agentes estatales en
el marco de sus funciones para crear el marco jurídico y la maquinaria
institucional necesaria para prevenir violaciones de derechos
humanos.


o Obligación de garantizar: conlleva el deber de los Estados de
asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos (dar
efectividad a los derechos).


o Obligación de promover: constituye medidas para la realización del
derecho a más largo plazo, ampliar la base de su realización.

De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), dichas


obligaciones tienen como propósito:

 Contribuir al desarrollo integral de las personas.

 Buscar que todas las personas gocen de una esfera de autonomía donde les
sea posible trazar un plan de vida digna que pueda ser desarrollado,
protegidas de los abusos de autoridades, servidoras, servidores públicos y
de particulares.

 Generar límites a las actuaciones de todas las autoridades públicas, sin


importar su nivel jerárquico o institución gubernamental, sea federal, estatal
o municipal, siempre con el fin de prevenir los abusos de poder, negligencia
o simple desconocimiento de la función.

 Crear condiciones suficientes que permitan a todas las personas tomar parte
activa en el manejo de los asuntos públicos y en la adopción de las
decisiones comunitarias (vida democrática).

Los derechos político-electorales constituyen derechos fundamentales de las


personas que les fueron negados a las mujeres en los inicios de prácticamente
todos los regímenes democráticos del mundo y por mucho tiempo. En América
Latina, el primer país en reconocer el derecho al sufragio femenino fue Ecuador, en
1929, y Belice fue el último en hacerlo, en 1964.[3]

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que:

Los derechos políticos consagrados en la Convención Americana, así como en


diversos instrumentos internacionales, propician el fortalecimiento de la
democracia y el pluralismo político. En particular el derecho a una participación
política efectiva implica que [las y ] los ciudadanos tienen no sólo el derecho
sino también la posibilidad de participar en la dirección de los asuntos públicos.
Además, se ha reconocido que el ejercicio efectivo de los derechos políticos
constituye un fin en sí mismo y, a la vez, un medio fundamental que las
sociedades democráticas tienen para garantizar los demás derechos humanos
previstos en la Convención.[4]
Los derechos políticos son la piedra angular de todo régimen democrático, protegen
las libertades individuales y garantizan la capacidad de la ciudadanía de participar
en los asuntos públicos y en la estructuración política de la comunidad (García
1993). Estos forman parte del derecho internacional de los derechos humanos en
virtud de un proceso de internacionalización generado tanto en lo regional, a través
del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (Organización de Estados
Americanos – OEA), como en lo global, mediante el Sistema Universal de Derechos
Humanos (Organización de las Naciones Unidas – ONU). En 1948, tanto la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, como la Declaración
Universal de Derechos Humanos consagraron estos derechos vinculados al
ejercicio de la ciudadanía y establecieron, entre otros, el derecho a la participación
en los asuntos públicos y al sufragio universal.

La Carta Democrática Interamericana reconoce en su artículo 1° que “los pueblos


de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de
promoverla y defenderla”. En el mismo sentido, reconoce que es “es esencial para
el desarrollo social, político y económico de los pueblos de las Américas” (CDI,
artículo 1).

Pese a su carácter presuntamente universal, se ha mencionado ya que las mujeres


lograron el reconocimiento efectivo de sus derechos políticos más tarde que los
hombres, de ahí que desde los organismos internacionales haya habido necesidad
de proclamar instrumentos específicos exhortando a los Estados parte a hacer valer
y proteger dichos derechos. Destacan de entre estos: la Convención Interamericana
sobre la Concesión de los Derechos Políticos de la Mujer (1948), la Convención
sobre los Derechos Políticos de la Mujer (1952), la Convención sobre la Eliminación
de todas las formas de Discriminación contra la Mujer – CEDAW (1979) y la
Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra
la Mujer – Convención de Belém do Pará (1995) .

Del contenido esencial de este conjunto de normas internacional de los derechos


humanos, se desprendieron los siguientes derechos políticos:

1.
1. Derecho a participar en la dirección de los asuntos públicos,
directamente o por representantes libremente elegidas/os;
2. Derecho a votar y ser elegida en elecciones periódicas auténticas,
realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que
garantice la libre expresión de las y los electores y,
3. Derecho a acceder a las funciones públicas del país, incluyendo la
posibilidad de representar a su gobierno en el plano internacional y de
participar en la labor de las organizaciones internacionales.

Haz clic en la imagen para ver la presentación

En México, es hasta 1953, tras una larga lucha de las mujeres por el reconocimiento
de sus derechos políticos,[3] que se reformó el artículo 34 de la Constitución y se
reconoció como “ciudadanos de la República a los varones y mujeres que, teniendo
la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido
18 años y tener un modo honesto de vivir”. El estatus de ciudadanía posibilitó a las
mujeres votar en las elecciones populares y ser electas para todos los cargos de
elección popular.

El texto constitucional vigente establece en su artículo 35 los siguientes derechos


de las y los ciudadanos:

I. Votar en las elecciones populares;

II. Poder ser votado para todos los cargos de elección popular, teniendo las
calidades que establezca la ley. El derecho de solicitar el registro de candidatos
ante la autoridad electoral corresponde a los partidos políticos, así como a los
ciudadanos que soliciten su registro de manera independiente y cumplan con
los requisitos, condiciones y términos que determine la legislación;

III. Asociarse individual y libremente para tomar parte en forma pacífica en los
asuntos políticos del país;
IV. Tomar las armas en el Ejército o Guardia Nacional, para la defensa de la
República y de sus instituciones, en los términos que prescriben las leyes;

V. Ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición.

VI. Poder ser nombrado para cualquier empleo o comisión del servicio público,
teniendo las calidades que establezca la ley;

VII. Iniciar leyes, en los términos y con los requisitos que señalen esta
Constitución y la Ley del Congreso. El Instituto Nacional Electoral tendrá las
facultades que en esta materia le otorgue la ley, y

VIII. Votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional.

Los derechos políticos forman parte de los derechos humanos. Las mujeres en
México pudieron ejercer plenamente esos derechos hasta 1953, cuando se les
reconocieron sus derechos a votar y ser electas.

[3] Con respecto a los demás países: Brasil y Uruguay reconocieron el derecho al sufragio femenino en 1932;
Cuba, en 1934; El Salvador, en 1939 (parcial); República Dominicana, en 1942; Jamaica, en 1944; Guatemala, en
1945 (parcial); Panamá, en 1945; Trinidad y Tobago, en 1946; Argentina y Venezuela, en 1947; Surinam, en 1948;
Chile y Costa Rica, en 1949; Haití y Barbados, en 1950; Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Vicente y las
Granadinas y Santa Lucía, en 1951; Bolivia y St. Kitts y Nevis, en 1952; México y Guyana, en 1953; Nicaragua,
Honduras y Perú, en 1955; Colombia, en 1957; Paraguay, en 1961, y Bahamas, en 1962 (Picado 2007).

[4] Corte IDH, 2001, Chitay Nech y otros Vs. Guatemala, párr. 107.

[5] Para mayor información al respecto, véase González, Gilas y Báez (2016).

1.5 ¿Cuál es la situación actual de las mujeres en la política?

Pese a que, desde el punto de vista formal, la mayoría de los países en el mundo
han legislado para garantizar los derechos políticos de las mujeres, la presencia de
éstas en los espacios de poder y toma de decisiones está lejos aún de
corresponderse con el porcentaje de la población que representan, que es superior
a 50% en la mayor parte del planeta. No en balde la resolución sobre la participación
de las mujeres en la política aprobada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en 2011 señala: “las mujeres siguen estando marginadas en gran medida
de la esfera política en todo el mundo, a menudo como resultado de leyes, prácticas,
actitudes y estereotipos de género discriminatorios, bajos niveles de educación,
falta de acceso a servicios de atención sanitaria, y debido a que la pobreza las afecta
de manera desproporcionada” (ONU Mujeres 2016).
De acuerdo con datos de 2017 de la Unión Interparlamentaria, las mujeres ocupan
en promedio 23.4% de los escaños de los parlamentos nacionales en el mundo (IPU
2017).

El siguiente video, que deriva de la campaña realizada por la edición británica de


la revista Elle, se puede observar este problema. Con ayuda de Photoshop,se deja
claro que el número de mujeres en puestos directivos en cualquier ámbito (negocios,
política, medios de comunicación, artes, etcétera) es mínimo. La campaña se centra
en exigir la presencia de mujeres en altos cargos dentro de todos esos ámbitos.

La siguiente tabla muestra el porcentaje de representación femenina en las


Cámaras Bajas o Únicas por región:

Tabla 1. Representación femenina en el poder legislativo a nivel mundial

PROMEDIOS REGIONALES PRESENCIA DE MUJERES


Cámara Cámara Ambas
Baja o Alta o Cámaras
Única Senado combinadas
Países Nórdicos 41.7% - -
América 28.2% 27.6% 28.1%
Europa (países 27.5% 26.0% 27.2%
OCDE, incluyendo
países Nórdicos)
Europa (países 26.1% 26.0% 26.1%
OCDE,
excluyendo países
Nórdicos)
África 23.5% 22.3% 23.3%
Subsahariana
Asia 19.7% 16.0% 19.3%
Países Árabes 18.2% 12.6% 17.5%
Pacífico 14.6% 37.1% 17.2%
Elaboración con base en IPU 2017

De acuerdo con datos del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y


el Caribe, de la CEPAL, esta región concentra el promedio más alto de
parlamentarias en el mundo, con 28.8%. El Estado Plurinacional de Bolivia, Cuba,
Ecuador, México y Nicaragua presentan promedios sobre el 40% de participación
femenina en sus Cámaras Bajas o Únicas. 17 países están bajo el 20% de
representación de mujeres en sus parlamentos y Haití, Belice y Brasil no logran el
10%.

En lo que concierne a su presencia como titulares del Poder Ejecutivo, en 2015, 11


mujeres eran Jefas de Estado y 10 eran Jefas de Gobierno.[5] De éstas, tres
pertenecían a la región de América Latina: Cristina Fernández, en Argentina; Dilma
Rousseff, en Brasil y Michelle Bachelet, en Chile. Laura Chinchilla había concluido
su encargo como Presidenta de Costa Rica un año antes (Bareiro 2015). Para 2107,
sin embargo, únicamente Chile tiene una mujer al frente, quien de nueva cuenta es
Michelle Bachelet.

El avance experimentado en la región de América Latina se debe, en buena medida,


a la adopción de cuotas o al mandato de paridad en varios de los países que la
conforman. A la fecha, 17 países incorporan a su legislación electoral algún
mecanismo para garantizar la inclusión de las mujeres en las listas de candidaturas
a cargos de elección popular; de estos, ocho mandatan la paridad de género:
Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Panamá, México y Venezuela.
Los países que no explicitan ningún tipo de acción afirmativa a este respecto son
Guatemala, Cuba, Puerto Rico y Uruguay.

La siguiente gráfica muestra el porcentaje de mujeres en los parlamentos de


América Latina y el Caribe.
Gráfico 1. Poder legislativo: porcentaje de mujeres en el órgano legislativo nacional: Cámara
baja o única. América Latina, El Caribe y La Península Ibérica (36 países): Mujeres electas en
los parlamentos nacionales, 2017

Como se puede apreciar, México se encuentra en el cuarto lugar, con 42.4% de


mujeres en la Cámara de Diputados. Aunque estas cifras son alentadoras, son
producto de un proceso largo y complejo, que ha exigido una ardua lucha a las
mujeres mexicanas.

Entre 1955 y 1970 el número promedio de diputadas federales no superó el 5%. En


las siguientes tres décadas, apenas llegó a 10%. Fue hasta 1994, casi 40 años
después, que el porcentaje alcanzó 14% y a partir de ahí empezó a ascender de
manera más significativa, debido, principalmente, a la incorporación de medidas
afirmativas en la legislación electoral (INE 2015).

En 1996, se incorporó en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos


Electorales (COFIPE) una cuota de 30% de candidaturas de un mismo sexo para la
elección de diputados(as) y senadores(as), aunque fue hasta la reforma de 2002
que se incluyó una sanción por incumplimiento. Sin embargo, también se estableció
una excepción de su cumplimiento para las candidaturas de mayoría relativa que
fueran resultado de un proceso de elección mediante voto directo (PNUD 2012).

El porcentaje de la cuota se elevó a 40% con la reforma de 2007-2008, pero se


mantuvo la excepción. Estas mejoras se reflejaron en las urnas: en 2009, la
representación femenina en la Cámara de Diputados alcanzó 28%; cifra que se
elevó a 37% en las elecciones de 2012 gracias, en buena medida, a una sentencia
del Tribunal, la SUP-JDC-12624/2011, que en la práctica eliminó la excepción en el
cumplimiento de la cuota y obligó a que las fórmulas de propietario y suplente se
integraran por mujeres en el 40% de las candidaturas correspondientes a la cuota
de género (INE 2015). De esta forma, se evitaba que, al colocar a varones como
suplentes, las mujeres renunciaran a sus cargos generando un desequilibrio de
género en la integración final del órgano respectivo.

En la reforma político-electoral de 2014 se determinó la obligación para los partidos


políticos de establecer “las reglas para garantizar la paridad entre los géneros, en
candidaturas a legisladores federales y locales” (CPEUM, artículo 41). Este
mandato quedó reglamentado en la Ley General de Partidos Políticos y en la Ley
General de Instituciones y Procedimientos Electorales, ambas promulgadas en
mayo de 2014. En éstas se señalan las siguientes obligaciones relacionadas con el
principio de igualdad entre mujeres y hombres:

1. Registro paritario de candidaturas de mayoría relativa o uninominales para


la integración del Congreso de la Unión, los Congresos de los Estados y la
Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

2. Registro paritario y alternado de mujeres y hombres en las listas de


representación proporcional o plurinominales para la elección de
Diputados(as) y Senadores(as).

3. Fórmulas de propietario(a) y suplente integradas por personas del mismo


sexo tanto por el principio de mayoría relativa como de representación
proporcional.

4. Substitución de candidaturas observando las reglas y el principio de paridad


de género.

5. En el caso de pueblos y comunidades indígenas, garantizar la participación


de hombres y mujeres en condiciones de igualdad.

6. Obligación de determinar y hacer públicos los criterios para garantizar la


paridad de género en las candidaturas a legisladores federales y locales.
7. Prohibición de asignar a alguno de los géneros exclusivamente a distritos
en los que el partido haya obtenido los porcentajes de votación más bajos en
el proceso electoral anterior.

8. Asignación de 3% del presupuesto ordinario de los partidos políticos para la


capacitación, promoción y desarrollo del liderazgo político de las mujeres.

9. Regulación de los recursos destinados a la capacitación, promoción y


desarrollo del liderazgo político de las mujeres.

En la Constitución no se prevé expresamente la paridad a nivel municipal, pero,


derivado de una serie de impugnaciones, la Sala Superior del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación generó las jurisprudencias 6, 7, 8 y 9, en donde
determinó que la paridad se entiende implícitamente reconocida a nivel municipal
como resultado de una interpretación pro persona, sistemática y funcional del
derecho a la participación política en condiciones de igualdad. Lo anterior debido a
que, a nivel municipal, los ayuntamientos son los órganos colegiados de
deliberación democrática.

Las ideas centrales de estas jurisprudencias, obligatorias para todas las autoridades
electorales, son las siguientes:

 La postulación paritaria de candidaturas está encaminada a generar de


manera efectiva el acceso al ejercicio del poder público de ambos
géneros, en auténticas condiciones de igualdad (Jurisprudencia 6/2015).

 De acuerdo con los estándares convencionales y constitucionales, los


partidos y las autoridades electorales deben garantizar la paridad de
género en la postulación de candidaturas municipales desde una doble
dimensión: vertical y horizontal (Jurisprudencia 7/2015).

 El principio de paridad emerge como un parámetro de validez que debe


permear en la postulación de candidaturas para la integración de
órganos de representación popular federales, locales y municipales, a
efecto de garantizar un modelo plural e incluyente de participación
política en los distintos ámbitos de gobierno (Jurisprudencia 6/2015).

 Cuando se trata de impugnaciones relacionadas con la paridad,


cualquier mujer cuenta con interés legítimo, incluso cuando la norma no
confiere la potestad directa de acudir a tribunales (Jurisprudencia
8/2015).

 Cuando se trate de impugnaciones relacionadas con la tutela de


principios y derechos de un grupo histórica y estructuralmente
discriminado, cualquiera de sus integrantes puede acudir a juicio
(Jurisprudencia 9/2015).
Gráfico 2. Proporción de mujeres y hombres en la Cámara de Diputados
1985-2015

Fuente: Elaboración propia con base en Cámara de Diputados (mimeo) e INE.

Atendiendo al deber de armonizar la legislación local con la federal, para 2017, las
32 entidades federativas del país habían ya adoptado el principio de paridad en su
normatividad electoral para diputaciones. Con respecto a cargos edilicios
(ayuntamientos), la legislación de 30 entidad contempla también el mandato de
paridad de género. Los estados que aún no lo hacen son: Durango y Tamaulipas.

Lo anterior ha dado como resultado un aumento significativo en el número de


mujeres que ha llegado a las Cámaras en el ámbito local. Tras las elecciones de
2016, el promedio alcanzado en las entidades federativas fue de 42 % de escaños
ocupados por mujeres, contra 36.9% en 2015.

Gráfica 3. Porcentaje de mujeres en los Congresos Locales, 2016

Fuente: Elaboración propia con información consignada en las páginas electrónicas de los
Congresos locales.
El mayor rezago se encuentra en el espacio municipal, donde las mujeres ocupan
en promedio 16.1% (2017) de las presidencias municipales, si bien ello representa
un pequeño avance con respecto al porcentaje de 2016, correspondiente a 14.2%,
logrado en buena medida gracias a diversas sentencias del TEPJF que validaron la
obligación de postular 50% de mujeres como cabezas de planillas para la elección
de ayuntamientos, es decir, la obligatoriedad de la llamada paridad horizontal antes
mencionada.

Gráfico 4. Representación femenina en los gobiernos municipales 2000-2017

Fuente: elaboración propia con datos del Sistema Nacional de Información Municipal, la serie Mujeres y Hombres
en México (INEGI-Inmujeres) y el Observatorio de Participación Política de las Mujeres en México (Inmujeres, INE,
TEPJF).

Sin dejar de reconocer los avances que todo esto ha supuesto para el ejercicio de
los derechos político-electorales de las mujeres, es importante advertir que
persisten cuestiones estructurales, como la violencia política, que obstaculizan el
ejercicio de dichos derechos y que constituyen un reflejo de la discriminación y de
los estereotipos de cómo son y cómo deben comportarse las mujeres en el ámbito
público. Adicionalmente, la mayor presencia de éstas en los espacios de poder y
toma de decisiones no ha estado en muchos casos exenta de rechazo y hostilidad
por parte de quienes han detentado monopólicamente el poder. Lo anterior ha dado
lugar a un fenómeno relativamente nuevo, conceptualizado como violencia política
contra las mujeres, materia del presente curso.

En la próxima unidad conocerás los elementos conceptuales para comprender la


violencia política contra las mujeres en razón de género, cómo se detecta dicha
violencia, cuáles son algunas de sus manifestaciones y qué tipo de
responsabilidades supone.

En América Latina en 2015, a nivel ejecutivo, había 11 mujeres Jefas de Estado y


10 Jefas de Gobierno. En México, a nivel legislativo, se consiguió una mayor
representación de las mujeres por las medidas afirmativas implementadas a partir
de 1996.

[5] Calculado por ONU Mujeres basado en información proporcionada por las Misiones Permanentes ante las
Naciones Unidas.

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