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Papel del psicólogo

en el abordaje del dolor


Role of the psychologist
in pain management
L. RODRÍGUEZ FRANCO y F.J. CANO GARCÍA
Facultad de Psicología. Universidad de Sevilla.

to the present proposals, which contain psychological proces-


RESUMEN ses of tremendous significance both in the course and in the
prognosis of pain syndromes, specially in the case of the chro-
Se realiza una revisi—n del papel del psic—logo en la in- nic patient. As a result, we put forward the need for multidis-
tervenci—n sobre el dolor desde una perspectiva multi- ciplinary intervention, the advisability of designing psycho
disciplinar y una concepci—n biopsicosocial de la salud. therapeutic programmes tailored to the contribution of psycho-
Tras una breve introducci—n a la evoluci—n conceptual logical processes in the experience of pain according to
del trastorno se responde a las preguntas de por quŽ analysis of the individual case, the urgency of promoting the
puede o debe intervenir el psic—logo en el tratamiento stablishment of pain clinics and, lastly, the need to mobilize
del dolor, cu‡les deben ser los objetivos de su interven- resources and primary care training to offset the excessive de-
ci—n dentro de un equipo interdisciplinar, en quŽ tipo de mand on existing pain units.
centro asistenical puede realizarse y, por œltimo, describi-
mos los procedimientos y tŽcnicas m‡s utilizados siem- Key words: Role of the psychologist. Chronic pain. Psycho-
pre que se dispongan de datos emp’ricos sobre su efica- logical intervention. Primary Care.
cia. Los principales temas de reflexi—n se refieren a la ne-
cesidad de considerar el dolor segœn las propuestas
actuales en las que se incluyen procesos psicol—gicos de
enorme relevancia tanto en el curso como en el pron—sti- INTRODUCCIÓN
co de los s’ndromes de dolor, especialmente en el caso
del cr—nico. En consecuencia se plantea la necesidad de Que la salud es un problema de todos no deber’a ser
la intervenci—n multidisciplinar la conveniencia de dise- s—lo un eslogan publicitario. Encierra un significado
–ar programas psicoterapŽuticos adaptados a la contri- profundo en el que se destaca el papel que debemos
buci—n de los procesos psicol—gicos en la experiencia de desempe–ar los profesionales. La comunidad cient’fica
dolor segœn el an‡lisis del caso individual, la urgencia de y profesional ha empezado a mostrar un mayor interŽs
promover la creaci—n de cl’nicas de dolor y finalmente la y preocupaci—n por la concepci—n biopsicosocial de la
necesidad de movilizar los recursos y la formaci—n en salud en la que la persona es entendida y atendida de
Atenci—n Primaria para compensar el exceso de deman- forma integral. Este cambio no hubiera sido posible sin
da de las unidades de dolor existentes. la actitud de apertura que ha demostrado la profesi—n
Palabras clave: Papel del psic—logo. Dolor cr—nico. Inter- mŽdica y el esfuerzo emp’rico desarrollado por la in-
venci—n psicol—gica. Atenci—n Primaria vestigaci—n psicol—gica en este campo. Es nuestra obli-
gaci—n como psic—logos corresponder en la medida de
nuestras posibilidades en esta labor interdisciplinar
SUMMARY tan necesaria como relevante tanto para el profesional
como para el propio paciente y su familia.
We conduct a review of the role of the psychologist in inter-
En este contexto uno de los t—picos en los que la co-
vention on pain from the multidisciplinary standpoint and a
biopsychosocial conception of health. After a short introduc- laboraci—n disciplinar es esencial es el abordaje del
tion to the conceptual evolution of the disorder, we answer the dolor, especialmente el cr—nico. La relevancia del pro-
questions of why the psychologist can or ought to intervene in blema viene constat‡ndose desde hace mucho tiempo.
the treatment of pain, what the aims of his intervention S—lo por citar el œltimo estudio epidemiol—gico que
should be in an interdisciplinary team, al what kind of health- conocemos de este mismo a–o un 17% de los austra-
care centre can it take place, and lastly we describe the most lianos y un 20% de las australianas lo padecen. El pico
commonly used procedures and techniques, providing that m‡s alto se establece para los varones en un 27% en el
empirical data are available on their efficacy. The main sub- grupo de edad de 65 a 69 a–os, mientras que en las
jects of reflection refer to the need to consider pain according mujeres lo es en un 31% entre los 80 y 84 a–os (1).

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Nuestro objetivo es plantear por quŽ la psicolog’a CUÁNDO INTERVENIR
puede participar en la intervenci—n sobre el dolor,
cu‡ndo resulta m‡s importante esta participaci—n; La intervenci—n psicol—gica es aplicable al dolor.
d—nde se puede o debe realizar, en quŽ aspectos se in- Sin embargo, la relevancia de los factores psicosocia-
terviene y, por œltimo, c—mo se puede llevar a cabo. les fluctœa en funci—n del tipo de trastorno y las carac-
ter’sticas del paciente, lo que hace necesario orientarla
de una u otra forma.
POR QUÉ INTERVENIR Con respecto a la primera fuente de variabilidad, la
IASP (5) posee una clasificaci—n dimensional y mul-
La evoluci—n de la que ha sido objeto el concepto tiaxial que contribuye a aclarar el papel desempe–ado
de dolor durante el siglo pasado acaba por cristalizar por los procesos psicol—gicos. De los cinco ejes clasifi-
mediante la propuesta y adopci—n de una nueva defi- catorios considerados, el œltimo hace referencia a la
nici—n de la entonces reciŽn fundada Asociaci—n In- etiopatogenia, que se agrupa en tres posibilidades:
ternacional para el Estudio del Dolor (IASP) (2). El do- psic—gena, disfuncional y org‡nica.
lor, entendido inicialmente como una mera sensaci—n, En el dolor psic—geno [F45.4 en el DSM-IV (6)] no
pasa a considerarse un proceso mucho m‡s complejo se aprecia ni da–o tisular, ni siquiera disfunci—n fisio-
en el que se destaca su subjetividad y complejidad, l—gica. No es sin—nimo de dolor simulado, por lo que
incluyendo procesos psicol—gicos como dimensiones en estos casos el juicio cl’nico es determinante para la
intr’nsecas de este trastorno. orientaci—n terapŽutica. Adem‡s, el dolor puede ser
Un reciente trabajo nuestro puede servirnos como un s’ntoma de otros trastornos psicopatol—gicos como
ejemplo. Nos interes— constatar en quŽ medida las en el caso de los somatomorfos (por ejemplo, ante-
cogniciones, conductas y emociones contribu’an en riormente conocidos como hipocondr’a, histeria de
la explicaci—n de los par‡metros estrictamente sen- conversi—n, etc.), los trastornos por ansiedad, depresi-
soriales del dolor (intensidad, frecuencia y dura- vos o psic—ticos.
ci—n) en una amplia gama de diagn—sticos que cu- En el dolor disfuncional, aunque no pueden hallar-
br’a tanto procesos dolorosos de etiopatogenia co- se evidencias lesionaies, se constata un desajuste psi-
nocida como s’ndromes ÇfuncionalesÈ. El resultado cofisiol—gico, como un exceso de tensi—n muscular
m‡s sorprendente apareci— en el grupo de dolor (por ejemplo, lumbalgia, cervicalgia, cefalea tensio-
—seo (artrosis, espondilitis anquilosante, tœnel car- nal) o de vasoconstricci—n (por ejemplo, migra–a, s’n-
piano, canal estrecho, fundamentalmente), donde drome de Raynaud).
estos factores psicol—gicos permitieron predecir el Por œltimo, en el resto de los s’ndromes considera-
81% de la varianza en la intensidad del dolor (3). dos por la IASP aparece alguna lesi—n como responsa-
No sin motivo en una reciente revisi—n bibliomŽtri- ble de los s’ntomas (por ejemplo, dolor secundario a
ca (4) en el per’odo 1986-1995 se constata el creci- traumatismos, quemaduras o malformaciones congŽ-
miento del 39% en las publicaciones acerca del do- nitas, dolor neopl‡sico, etc.).
lor cr—nico en la base de datos de psicolog’a Psy- Por supuesto, la pr‡ctica cl’nica resulta mucho m‡s
CLIT. compleja, y este esquema r’gido de distinci—n entre
Como se presenta esquem‡ticamente en la tabla 1 dolor org‡nico y funcional o psicol—gico no parece v‡-
los motivos que justifican la intervenci—n psicol—gica lido (7) como ocurre en el caso de la fibromialgia o la
radican en la relevancia de las reacciones psicol—gicas distrofia simpatŽtica refleja. Sirva como ejemplo el ca-
en la experiencia de dolor, las posibilidades de expli- so de las cefaleas primarias, esto es, migra–a y cefalea
carlas a travŽs de modelos multietiol—gicos que inclu- tensional. Tratar de explicar la enorme variedad de
yen procesos psicol—gicos y la disponibilidad de tŽc- presentaciones cl’nicas de estos trastornos en funci—n
nicas de intervenci—n psicol—gicas que han mostrado de un input exclusivamente perifŽrico es inviable,
reiteradamente su eficacia. pues la relaci—n entre tensi—n muscular o vasocons-
tricci—n/vasodilataci—n y dolor es muchas veces indi-
recta. Olesen (8), uno de los mayores expertos mun-
diales en cefaleas, prefiere considerar el dolor como
TABLA 1 ¿Por qué psicología y dolor crónico?
resultado de la convergencia, en las neuronas del nœ-
cleo caudal trigeminal en primera instancia y en el t‡-
Ñ Papel de los procesos psicol—gicos en la identifi-
caci—n del problema. lamo y la corteza cerebral a un m‡ximo nivel, de in-
Ñ Relevancia de las reacciones psicol—gicas ante el puts vasculares, musculares y supraespinales. Esta
dolor. concepci—n permite explicar, por ejemplo, la alodinia,
Ñ Disponibilidad de modelos muldimodales en la esto es, por quŽ sensaciones normales se convierten
explicaci—n del dolor. en dolorosas.
Ñ Intervenci—n de procesos psicol—gicos en la
Esta complejidad, ejemplificada con las cefaleas, in-
cronificaci—n del dolor.
Ñ Disponibilidad de tratamientos psicol—gicos efi- troduce el segundo aspecto a destacar: las diferencias
caces. individuales. Obviando el caso del dolor psic—geno
en el que la intervenci—n psicol—gica no necesitar’a

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justificaci—n alguna es necesario valorar en cada caso a la salud ha favorecido la creaci—n de las cl’nicas de
concreto la relevancia de los procesos psicol—gicos en dolor.
el s’ndrome de dolor, con relativa independencia de La IASP (14) distingue cuatro tipos de centros espe-
las evidencias cl’nicas de lesi—n o disfunci—n que se cializados en la intervenci—n sobre el dolor. Los cen-
hayan detectado. Basta recordar c—mo en Atenci—n tros multidisciplinares de dolor alcanzan el mayor nivel
Primaria aparecen casos con claras evidencias etiopa- organizacional. Est‡n integrados por multitud de pro-
tol—gicas en las que el dolor es irrelevante y viceversa: fesionales (mŽdicos, psic—logos, enfermeros, fisiotera-
casos en los que la exploraci—n no muestra evidencias peutas, terapeutas ocupacionales, orientadores voca-
de da–o tisular en los que el paciente se encuentra se- cionales, trabajadores sociales, etc.) que trabajan de
riamente incapacitado por el dolor. forma coordinada en la investigaci—n, la docencia y la
Como ejemplo de los primeros casos estar’an los asistencia, tanto ambulatoria como hospitalaria. Por
migra–osos, cuyas crisis se precipitan exclusivamente sus caracter’sticas es deseable que se integren en hos-
por factores dietŽticos, las personas con estenosis me- pitales universitarios. Las clínicas multidisciplinares de
dular adaptadas a una vida casi normal o aquellas dolor se distinguen de lo anterior en que su actividad
otras con escoliosis severas que desconocen el dolor es asistencial (tambiŽn ambulatoria u hospitalaria),
de espalda. Por el contrario, en el segundo caso ten- aunque tambiŽn ser’a recomendable fomentar la acti-
dr’amos las cefaleas tensionales cr—nicas, el dolor vidad investigadora. Las clínicas de dolor se distinguen
miofacial, las lumbalgias o cervicalgias incapacitantes, de las anteriores por su car‡cter no multidisciplinar,
todas ellas sin alteraciones osteomusculares eviden- centr‡ndose la intervenci—n en aspectos concretos o
ciables. parciales del s’ndrome (mŽdicos, psicol—gicos, etc.).
Estas diferencias individuales rompen la hip—tesis Por œltimo, existen las clínicas orientadas a una modali-
de la proporcionalidad directa (defendida por la teo- dad terapéutica (TENS, bloqueos nerviosos, acupuntu-
r’a espec’fica en el siglo XIX) entre la magnitud de la ra, biofeedback). Para la IASP en cualquier centro o cl’-
lesi—n y el dolor dificilmente defendible por el profe- nica multidisciplinar debe garantizarse la interven-
sional y, sin embargo, muy firmemente mantenida ci—n psicol—gica con la presencia de un psic—logo
por muchos pacientes que atribuyen la agudizaci—n cl’nico y de la salud o un psiquiatra.
del dolor a un agravamiento de Çsu enfermedadÈ, de En nuestro pa’s existen centros de todos los tipos
la que Çno me dicen la causaÈ o Çno la encuentranÈ. anteriores integrados en la Seguridad Social, normal-
Por tanto, los procesos psicol—gicos modulan la expe- mente en hospitales universitarios, como los tres de
riencia dolorosa. De ello se encuentra una muy exten- Sevilla (H. U. Virgen del Roc’o, H. U. Virgen Macarena y
sa evidencia emp’rica en la investigaci—n como H. U. Virgen de Valme). Coincidimos con Monsalve (15)
muestran los perfiles sistem‡ticamente obtenidos a en que Žste es el contexto ideal para la intervenci—n psi-
travŽs del Multidimensional Pain Inventory [MPI o col—gica, dada la posibilidad de optimizar la coordina-
WHYMPI (9-13)] que se ha convertido en un est‡ndar ci—n entre los distintos profesionales de la salud.
en la evaluaci—n integral: el perfil disfuncional se carac- Sin embargo, las unidades de dolor existentes se
teriza por altas puntuaciones en intensidad, interfe- encuentran saturadas para abordar los problemas de
rencia y estrŽs emocional; el perfil interpersonalmente dolor cr—nico. Un reciente estudio (16) revela los da-
estresado, que se distingue de los otros por un bajo tos de una encuesta en Atenci—n Primaria de Sevilla y
apoyo social percibido, y por œltimo, el perfil afronta- provincia. M‡s de un 19% de los pacientes consultan
dor adaptativo, que se define por bajas puntuaciones por dolor y un 6% por dolor cr—nico. El tiempo me-
en intensidad, interferencia y estrŽs emocional, as’ co- dio de espera para ser atendido por una unidad de
mo por la gran capacidad de control del trastorno. dolor es de 3,3 meses (y eso que en Sevilla hay tres),
En definitiva, la intervenci—n psicol—gica en el do- tiempo durante el cual el 94,7% de los mŽdicos de fa-
lor depender‡ de la relevancia de los factores psicol—- milia deben dise–ar un tratamiento para el que no
gicos en la percepci—n del dolor en cada caso indivi- disponen siquiera de una capacidad m’nima de ex-
dual. En este mismo sentido, y especialmente en las ploraci—n. Cuando se consigue el acceso a la unidad
enfermedades cr—nicas, el abordaje terapŽutico se de dolor casi un 64% no reciben informe de dicha uni-
orienta al control sintomatol—gico de la enfermedad dad. Un 94,2% cree necesarias las unidades de dolor,
ante la dificultad o imposibilidad de eliminar su etio- pero s—lo un 24,5% conoce su funcionamiento, reco-
patogenia, ah’ reside gran parte de la necesidad de la nociendo la necesidad de una mejor coordinaci—n en
intervenci—n psicol—gica. m‡s del 89% de los casos. La situaci—n no es endŽmi-
ca: por ejemplo, en Finlandia (17), donde el 40% de
DÓNDE INTERVENIR 5.646 consultas en Atenci—n Primaria eran motivadas
por el dolor. La magnitud del problema se desprende
La magnitud que han ido adquiriendo los proble- del hecho de que en el 50% de los casos el dolor era
mas de dolor cr—nico en una sociedad occidental cada cr—nico, de origen musculoesqueletal y produc’a limi-
vez m‡s longeva (por tanto con mayor prevalencia de taciones importantes en la vida diaria.
trastornos cr—nicos y en la que Žstos permanecen m‡s Parece, por tanto, necesaria la intervenci—n en el
tiempo en la vida del individuo) y exigente en cuanto dolor en Atenci—n Primaria, para lo cual los profesio-

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nales de este sector demandan una formaci—n que la- paciente. Por ejemplo, ser’a dif’cil plantear que la in-
mentan no haber recibido, as’ como una mejor coordi- tervenci—n psicol—gica se dirija a eliminar por com-
naci—n con las unidades de dolor. En este sentido te- pleto el dolor en un caso de espondilitis anquilosante,
nemos constancia de que en nuestro pa’s se est‡n rea- pero s’ se puede actuar sobre las consecuencias psico-
lizando programas de atenci—n a pacientes cr—nicos, sociales como la depresi—n, la inactividad o el deterio-
efectuados por profesionales de Atenci—n Primaria, ro de las relaciones familiares. Sin embargo, si en una
formados y coordinados con las unidades de cervicalgia la tensi—n muscular sostenida se asocia
dolor. En otros pa’ses como Canad‡ (Universidad con la reactividad emocional del paciente ante deter-
McGill) se llevan a cabo programas psicoeducativos minadas situaciones, la intervenci—n psicol—gica pue-
comunitarios para el manejo del dolor, efectuados por de contribuir a eliminar el dolor previniendo dicha
profesionales de enfermer’a, los cuales, dentro de sus tensi—n muscular.
posibilidades, alivian la carga de los centros especiali- Pero aunque Žste sea el planteamiento del profesio-
zados (18). Sin embargo, para que la intervenci—n fue- nal, ÀquŽ opina al respecto el paciente? A pesar de
ra multidisciplinar y por tanto m‡s efectiva deber’a que algunas personas comparten la creencia de que lo
integrarse en estos programas tambiŽn la interven- psicol—gico puede afectar a lo f’sico, no dejan de sos-
ci—n psicol—gica, a travŽs de la figura del psic—logo tener una concepci—n dualista del ser humano. Y en
cl’nico y de la salud. Y esto ya se realiza sistem‡tica- esa concepci—n dualista el dolor suele representarse
mente en EE. UU. con buenos resultados, por ejem- en la esfera f’sica. Esto se traduce en perplejidad, re-
plo, en lumbalgia cr—nica (19). sistencia o, al menos, incomprensi—n en muchos pa-
Mas all‡ de los contextos mencionados existe, por cientes con respecto a la idoneidad de una interven-
supuesto, la asistencia psicol—gica convencional con ci—n psicol—gica (Fig. 1), especialmente en los casos en
algunas variantes como los programas de m’nimo los que las modalidades terapŽuticas han sido muy
contacto terapŽutico (20), las asociaciones de afecta- variadas y existe una historia de ÇsenderismoÈ por
dos o los grupos de apoyo (21). mœltiples servicios asistenciales. Con esta expectativa
el fracaso es muy probable y su expresi—n muy diver-
sa (tabla 2). Por tanto s—lo si se modifica esa resisten-
QUÉ TIPO DE INTERVENCIÓN cia previa, informando y/o formando al paciente, es
recomendable seguir adelante (22).
Cualquier intervenci—n sobre el dolor debe perse-
La intervenci—n sobre la regulaci—n de temperatura
guir dos objetivos b‡sicos: eliminarlo o reducirlo, me-
mediante biofeedback resta eficacia al procedimiento si
jorando en cualquier caso la calidad de vida. Como se
el sujeto tiene dudas o desconoce su validez. De la
coment— con anterioridad, en un principio se conside-
misma forma ser‡ poco efectiva una intervenci—n so-
raba que la intervenci—n psicol—gica pod’a conseguir
bre el manejo de la ira si el sujeto no tiene conciencia
eliminar el dolor psic—geno, as’ como el disfuncional
de ella o si no la asocia con las fluctuaciones del dolor.
mediante el control de los procesos de autorregula-
ÀC—mo podemos predecir el Žxito de un programa de
ci—n fisiol—gica, mientras que en el caso del dolor aso-
extinci—n de una conducta de dolor manipulando
ciado a da–o org‡nico s—lo podr’a contribuir en su re-
ducci—n parcial.
Ahora bien, el dolor es el resultado de una comple-
ja y din‡mica interacci—n de sensaciones, emociones,
motivaciones, cogniciones y conductas. Por este moti- EL TRATAMIENTO
vo este inicial planteamiento resulta dif’cilmente sos-
tenible. No podemos asumir que en cualquier tipo de
dolor cr—nico con etiopatolog’a lesional conocida sea ¿Cómo se le representa?
la propia lesi—n el unico factor que justifique el com-
plejo sistema de experiencias que constituye el dolor
y que, por tanto, la intervenci—n psicol—gica sea de-
Nivel de comprensión/aceptación
sestimada. Tampoco podemos presumir que tras cual-
quier dolor disfuncional haya una psicopatolog’a
subyacente.
En consecuencia, el objetivo de la intervenci—n psi- Relación entre los componentes
col—gica en el dolor cr—nico est‡ en funci—n de la ca- del tratamiento y su problema
su’stica particular. Mientras que en algunos casos es
viable plantearse una virtual erradicaci—n del s’ndro- Abandono del programa.
Mejora de la motivación
me, en otros s—lo es posible reducir la sintomatolog’a y expectativas de éxito Búsqueda de otras
asociada a fin de conseguir la mejor adaptaci—n y alternativas
aceptaci—n posibles al trastorno. Por supuesto, la elec-
ci—n del objetivo vendr‡ impuesta por la interacci—n FIGURA 1
entre la existencia de lesiones y la personalidad del

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procesos musculares o vasculares. Y no pensemos que
TABLA 2 Motivos de negación al tratamiento estos objetivos deben plantearse s—lo en cefaleas, lum-
balgias o cervicalgias, sino que tambiŽn interesa ha-
Ñ Oposici—n a (Çm‡sÈ) (ÇotroÈ) tratamiento. cerlo, por ejemplo, en casos de c‡ncer (25) o SIDA (26).
Ñ Existencia de ganancias secundarias.
Ñ Grado aceptable de adaptaci—n al dolor. TambiŽn disponemos de la posibilidad de actuar so-
Ñ Infundado temor a la reducci—n de la medica- bre las emociones que se asocian al dolor, potenciando
ci—n. el s’ndrome, bien como parte integrante del mismo
Ñ Rechazo a la concepci—n del tratamiento. proceso, bien como precipitante o agravante, bien co-
Ñ Discordancia entre los objetivos del paciente y mo consecuencia del dolor. B‡sicamente se han descri-
los del tratamiento. to la ansiedad (27), tristeza (28) e ira (29, 30).
Ñ Consideraci—n de que el dolor es causado por
algo m‡s grave o distinto a lo que se le ha infor- En el ‡mbito cognitivo debemos valorar, y en su caso
mado. intervenir, sobre una serie de procesos que culminan en
Ñ Bajos niveles de autoeficiencia (percepci—n de la apreciaci—n del dolor como estresante, cronific‡ndo-
su capacidad) para llevar acabo el tratamiento. lo. Se trata, en esencia, de precisar quŽ significa el dolor
Ñ Disposici—n de la familia. para el sujeto Ñcreencias irracionales (31), pensamien-
Ñ Preferencia por otros tratamientos (farmacol—gi- tos negativos (32)Ñ, el grado de control percibido Ñlo-
cos, homeopat’a, cirug’a).
Ñ Expectativas del paciente de que el tratamiento cus de control (33), expectativas de autoeficacia (34)Ñ,
m‡dico le acabar‡ mejorando. cu‡l es el patr—n de atenci—n al dolor (35-37), el apoyo
Ñ Creencias y errores sobre la causa, severidad, social percibido (38), as’ como la importancia del miedo
s’ntomas, suspectibilidad a complicaciones y al dolor (39) y la memoria de episodios de dolor ante-
agravamientos del dolor. riores (40). El significado idiosincr‡tico del dolor se ma-
Ñ Balance entre coste/riesgo y beneficios del tra- nifiesta hasta en las estimaciones numŽricas o visuales
tamiento.
de su intensidad (41). No nos resistimos a reflejar los re-
sultados de un estudio realizado en el Reino Unido con
pacientes de lumbalgia cr—nica que acudieron a dos cl’-
s—lo las respuestas de las personas significativas sin nicas de dolor. Los autores investigaron el proceso me-
controlar c—mo el paciente puede interpretar ese cam- diante el cual asignaban significados al dolor a travŽs
bio en su ambiente familiar? de las grabaciones de las historias narradas por los pa-
Una de las perspectivas te—ricas apropiadas para cientes utilizando para su an‡lisis la metodolog’a cons-
dirigir el abordaje psicol—gico del dolor cr—nico es la tructivista. Cinco temas emergieron en todos los casos:
teor’a del estrŽs de Lazarus y Folkman (23). Estos Çel dolor se apodera de m’È, Çsiento que he perdido al-
autores formulan un modelo basado en procesos, de goÈ, Çestoy perdido dentro del sistemaÈ, Çno me com-
manera que una situaci—n se convierte en estresante prendenÈ y Çmi situaci—n es inaceptableÈ El patr—n na-
cuando desborda la capacidad percibida del sujeto de rrativo se fundamentaba cronol—gicamente en una pŽr-
hacerle frente. Esto ocurre, a travŽs de la valoraci—n, dida del control de la propia vida; una vida centrada en
en la que la persona juzga el grado en que una situa- el dolor, la sensaci—n de estar atrapado en un sistema
ci—n resulta amenazante en comparaci—n a los recursos sanitario-legal, el sentimiento de no ser comprendido
de que dispone y el afrontamiento, que incluye cual- en ningœn contexto significativo (sanitario, familiar, la-
quier conducta dirigida a reducir o eliminar el estrŽs. boral y social) y la consecuente incapacidad de aceptar
El dolor es una experiencia estresante y el organis- la enfermedad (42). Esta falta de comprensi—n y acepta-
mo dispone de circuitos capaces de transmitir r‡pida- ci—n del trastorno se ha revelado clave en la evoluci—n
mente datos sobre las cualidades sensoriales, as’ co- de los s’ntomas (43).
mo de las emociones que lo caracterizan como una La apreciaci—n cognitiva influye y a su vez es in-
experiencia aversiva, movilizando al sujeto para ha- fluida por las estrategias de afrontamiento que el pa-
cer frente a la amenaza que la causa del dolor supone ciente utiliza (44-46). Debemos valorar cu‡les y cu‡n-
para la supervivencia. A la inversa, tambiŽn existen tas pone en marcha, la flexibilidad a la hora de utili-
mecanismos end—genos, el m‡s recientemente conoci- zarlas y, sobre todo, si el grado de eficacia resultante
do es el de analgesia opi‡cea, que permiten inhibir la le hace aprender nuevas estrategias o consolidar las
se–al del dolor de forma autom‡tica. Estos mecanis- que emplea. Por ejemplo, en un trabajo nuestro obtu-
mos muestran alteraciones en muchos casos de dolor vimos que mientras que las estrategias evitativas y la
cr—nico (24). Pero lo relevante es que pueden contro- queja no verbal contribuyen a agravar el s’ndrome, la
larse desde la herramienta psicol—gica m‡s evolucio- queja verbal funciona al contrario, constituyendo una
nada y potente que existe: la corteza cerebral. estrategia adaptativa en muchos casos, creemos que a
Debemos analizar, por tanto, c—mo el paciente sien- modo de expresi—n emocional (47). Debemos valorar
te el dolor, c—mo le emociona, c—mo le motiva, c—mo su relevancia tanto en la percepci—n de dolor como en
lo piensa y quŽ le hace hacer. la vida relacional (social, familiar, laboral, etc.).
Podemos actuar directamente sobre el proceso fi- Adem‡s se hace necesario determinar el rol de la
siol—gico causante o agravante del dolor ayudando al inactividad, propia de muchos pacientes, en la poten-
sujeto a regular la disfunci—n fisiol—gica, resultado de ciaci—n del dolor mediante procesos estrictamente fi-

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siol—gicos (por ejemplo, debilitamiento muscular) o
psicosociales (por ejemplo, falta de reforzamiento so- TABLA 3 Lo que de común tienen los tratamientos
cial que predispone a la depresi—n). De especial inte-
rŽs es la adherencia al tratamiento: desde cuestiones Ñ Individualizaci—n del tratamiento.
Ñ Preparaci—n psicol—gica del paciente para los
b‡sicas sobre c—mo hacer comprensibles las pautas componentes del tratamiento.
del tratamiento hasta c—mo favorecer la motivaci—n Ñ Participaci—n activa y responsabilidad en el tra-
por seguirlas, la psicolog’a ha dise–ado programas tamiento.
eficaces para la prevenci—n del uso indebido y abuso Ñ Adquisici—n de las habilidades b‡sicas necesa-
de medicaci—n (analgŽsicos, ansiol’ticos, antidepresi- rias para el tratamiento (tŽcnicas de relajaci—n,
vos, etc.) y su papel en la experiencia dolorosa (por biofeedback, etc.).
Ñ Desarrollar expectativas acerca de la relaci—n
ejemplo, intoxicaciones, conductas de dolor, etc.) (48). entre el tratamiento y la soluci—n del problema.
Obviamente intervenir en una dimensi—n del dolor Ñ Reconceptualizaci—n:
implica siempre de alguna forma, y con alguna inten- • Enfoque m‡s benigno del problema.
sidad, modificar otra. Desde nuestro punto de vista • Transformar s’ntomas en dificultades.
cualquier intervenci—n debe integrar estos aspectos • Reducir la vaguedad de la descripciones, la
centr‡ndose en aquellos que aconseje el an‡lisis del indiferenciaci—n de s’ntomas y la percepci—n
caso individual. incontrolabilidad.
• Formular los problemas de forma soluciona-
ble.
CÓMO INTERVENIR Ñ Reestructuraci—n cognitiva:
• Sobre la percepci—n de su enfermedad.
La mayor’a de los procedimientos de intervenci—n • Sobre su autoeficiencia y autocontrol.
psicol—gica en el dolor cr—nico son contempor‡neos de Ñ Favorecer el optimismo y combatir la desmora-
la conceptualizaci—n biopsicosocial de la salud. No es lizaci—n.
de extranar, por tanto, que muchas tŽcnicas procedan Ñ Entrenamiento en autoeficiencia y eficacia de
de una orientaci—n cognitivo-conductual que se emple- resultados.
an de forma habitual, que han mostrado su eficacia so- Ñ Cambios hacia atribuciones causales internas.
bradamente (49, 50) y de las que tan s—lo podremos
apuntar un esbozo. Son muchos los procedimientos em-
pleados y en la pr‡ctica se aplican combinados entre s’. cilitar un cambio de actitud y comportamiento, funda-
Como avanzamos, es conveniente que la primera fa- mentalmente en el c—nyuge para extinguir una con-
se de la intervenci—n sea (in)formativa. No s—lo debe- ducta inadecuada del paciente o para reforzar una con-
mos introducir una probablemente nueva conceptuali- ducta saludable. En las tŽcnicas de autocontrol es el
zaci—n del trastorno al paciente, sino tambien a las propio sujeto el que se refuerza o castiga su conducta.
personas significativas en su entorno y, si se requiere, Consiste, por ejemplo, en felicitarse por incrementar
a otros profesionales sanitarios. De esta forma justifi- progresivamente el tiempo de ejercicio diario o dejar
camos las bases de la intervenci—n (tabla 3) y favorece- de castigarse por no hacerlo. Suelen incluir estas tŽcni-
mos la cooperaci—n tanto de paciente como de los cas procedimientos de autorregistro (diarios de dolor)
agentes que pueden influir en su recuperaci—n. En Ho- que adem‡s a–aden la posibilidad de que el paciente
landa (51), por ejemplo, la implementaci—n de un pro- obtenga y pueda ofrecer una mayor y m‡s precisa in-
grama educativo en una unidad oncol—gica consigui— formaci—n acerca de su cuadro de dolor. En el caso del
reducir la percepci—n del dolor planteando los autores control de est’mulos no es la conducta la que se trata
la conveniencia de implantar este tipo de servicios en de manipular directamente, sino los est’mulos que se
oncolog’a hospitalaria. En l’neas generales es impor- asocian a ella. Si, por ejemplo, un paciente se siente in-
tante orientarla en el sentido de que se favorezca una capaz de cumplir su programa de actividad f’sica dia-
mayor implicaci—n del paciente en su propio trata- rio s—lo procurar‡ rodearse de un grupo de compa–e-
miento tratando de evitar la idea de que la eficacia de ros u otras personas que realicen actividades similares.
los procedimientos depender‡ de su disposici—n. Un Menci—n aparte requiere la readaptaci—n social. Hay
exceso de responsabilidad favorecer‡ la atribuci—n de pacientes tan cronificados que han perdido su capaci-
los fracasos y dificultades al propio paciente. dad para relacionarse en cualquier contexto. Incluso
Para promover conductas saludables (por ejemplo, llegan a no saber hablar m‡s que de su dolor. Social-
ejercicio, contactos interpersonales, incremento de la mente puede conducirle no s—lo a un autoaislamiento o
funcionalidad, etc.), as’ como para reducir las conduc- automarginaci—n, sino a un aislamiento o marginaci—n
tas de dolor (por ejemplo, evitaci—n social, abuso de por parte los dem‡s. En estos casos un entrenamiento
medicaci—n, conductas disruptivas, chantaje emocio- asertivo (tambiŽn llamado de habilidades sociales) po-
nal, etc.) se utilizan tanto tŽcnicas operantes como tŽc- tencia la capacidad del sujeto para obtener los reforza-
nicas de autocontrol y de control de est’mulos (52). En dores naturales que proporciona la interacci—n social.
las tŽcnicas operantes manipulamos las consecuencias Podemos tambiŽn utilizar procedimientos de re-
de la conducta del paciente en su medio. Se trata de fa- lajaci—n o biofeedback. Todos los procedimientos de relaja-

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ci—n (relajaci—n muscular progresiva, entrenamien- ralizaci—n (Çsi no puedo practicar deporte como lo
to aut—geno, meditaci—n, etc.) inducen una reducci—n sol’a hacer, tampoco puedo dar un paseoÈ), el pen-
general de la activaci—n cortical, de la actividad sim- samiento dicot—mico (Ço me curo o el dolor ir‡ a
p‡tica y de la tensi—n muscular (53). TambiŽn pode- peorÈ), la personalizaci—n (Çel dolor no mejora por mi
mos inducir relajaci—n con el entrenamiento en biofeed- culpaÈ) y la inferencia arbitraria (Çcomo tengo una
back en el que la tŽcnica nos proporciona la posibili- lesi—n en la espalda, ya soy un inv‡lidoÈ). Pensa-
dad de acceder a informaci—n en tiempo real de la mientos negativos habituales con respecto al dolor
respuesta fisiol—gica evaluada (actividad elŽctrica de son: Çsoy un inœtilÈ, Çme voy a volver locoÈ, Çtanto
la piel, tensi—n muscular, temperatura, volumen san- dolor tiene que deberse a una enfermedad graveÈ,
gu’neo, etc.), lo que permite al sujeto aprender a con- Çya nada merece la penaÈ, Çes inœtil hacer cualquier
trolarla de forma precisa (54). cosaÈ, etc. Cuando estos pensamientos son repetiti-
Las tŽcnicas cognitivas se destinan a modificar la vos, escasamente controlados e invaden la conciencia
percepci—n y el modo de afrontamiento del dolor, as’ del sujeto, podemos utilizar la detenci—n de pensa-
como de otras experiencias estresantes funcional- miento (55), un procedimiento simple que consiste en
mente relacionadas con Žste. Por ejemplo, las diferen- abortar el curso de la cognici—n de forma brusca para
tes tŽcnicas de reestructuraci—n cognitiva se utilizan reorientarlo a otros contenidos. Ahora bien, modifi-
para modificar atribuciones, creencias irracionales y car las creencias irracionales que subyacen a estos
pensamientos negativos acerca del dolor. Las creen- pensamientos negativos requiere una tŽcnica como la
cias irracionales m‡s frecuentemente observadas en terapia racional emotiva, donde se entrena al sujeto
los pacientes con dolor son la abstracci—n selectiva para que detecte la creencia irracional trabajando con
(Çs—lo recuerdo momentos con dolorÈ), la sobregene- pensamientos concretos en situaciones concretas para

ANEXO Guía clínica orientativa sobre la intervención del psicólogo en el dolor

Cu‡ndo Valorar la relevancia de los factores psicol—gicos


en la percepci—n y expresi—n del dolor (de forma Ñ Entrevista cl’nica
independiente al posible da–o tisular o Ñ Cuestionarios
fisiopatolog’a)

D—nde Preferible siempre la intervenci—n Ñ Formaci—n y feedback


multidisciplinar con presencia del resto de permanente
profesionales en el mismo centro (unidad de Ñ Valoraci—n e intervenci—n
dolor o Atenci—n Primaria) conjunta y coordinada

QuŽ Valorar/modificar las expectativas ante el


tratamiento: plantear a priori la reducci—n Ñ Cuestionarios
de los s’ntomas emocionales y funcionales Ñ Entrevista cl’nica
asociados al dolor, no s—lo los sensoriales Ñ Informaci—n/formaci—n

Ñ Dimensi—n sensorial-discriminativa Ñ Relajaci—n, BF


(disfunci—n fisiol—gica) Ñ Reestructuraci—n
C—mo Ñ Dimensi—n motivaci—n-afectiva (tristeza, cognitiva o narrativa
ansiedad, ira) Ñ Condicionamiento
Ñ Dimensi—n cognitivo-evaluativa (creencias operante
irracionales, pensamientos negativos, Autocontrol/control
significativos, creencias de control, atenci—n, estimulados
memoria, afrontamiento Ensayo conductual
Ñ Dimensi—n conductual/social (inactividad, Role playing
conductas de dolor, aislamientos, Entrenamiento en
afrontamiento) HH.SS.

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despuŽs sustituirla por otra m‡s adaptativa e inter-
Correspondencia:
nalizarla (56).
L. Rodr’guez Franco.
Estas tŽcnicas en conjunci—n con tŽcnicas educa-
Departamento de Personalidad, Evaluaci—n
tivas son esenciales en la implantaci—n y/o fortale- y Tratamiento Psicol—gico.
cimiento de las creencias y expectativas de control Facultad de Psicolog’a.
del paciente con el objetivo de utilizar estrategias Universidad de Sevilla.
de afrontamiento m‡s activas y adaptativas. El lu- Camilo JosŽ Cela, s/n.
gar de control es un proceso psicol—gico que expli- 41018 Sevilla.
ca la conducta humana en funci—n de la combina- E-mail: lurodri@cica.es
ci—n de tres factores: la medida en el que el sujeto
percibe que el dolor desaparecer‡ en funci—n de lo
que Žl mismo haga, en quŽ medida de lo que le in-
diquen los profesionales y de lo que la suerte o la BIBLIOGRAFÍA
fatalidad le depare. Habr’a que a–adir en este sen- 1. Blyth FM, March LM, Brnabic A, Jorm LR, Williamson M,
tido la promoci—n de las expectativas de autoefica- Cousins MJ. Chronic pain in Australia: a prevalence
cia positivas (referidas a la percepci—n de la propia study. Pain 2001;89:127-34.
capacidad para desarrollar conductas), en el senti- 2. International Association for the study of pain. Pain
do de que dif’cilmente podremos encontrar coope- terms: a list with definitions and notes on usage. Pain
raci—n en un paciente que entienda que le resulta 1979;6:249-52.
imposible hacerlo. 3. Cano Garc’a F. Variables psicol—gicas implicadas en mi-
gra–a y cefalea tensional. Un estudio comparativo con
Todas las anteriores m‡s otras tŽcnicas de ensayo
otros trastornos por dolor cr—nico. Tesis doctoral no pu-
como el role playing pueden utilizarse para imple- blicada. Universidad de Sevilla; 2001.
mentar estrategias de afrontamiento (57, 58) adap- 4. Norton PJ, Asmundson GJG, Norton GR, Craig KD.
tativas en cada persona. Son muchas y variadas y Growing pain: 10-year research trends in the study of
debemos consensuar su elecci—n con el paciente. B‡si- chronic pain and headache. Pain 1999;79:59-65.
camente podemos clasificarlas segœn se centren 5. International Association for the Study of Pain. Classi-
directamente en la reducci—n del dolor o en las emo- fication of chronic pain: descriptions of chronic pain
ciones y consecuencias asociadas a Žste. De entre las syndromes and definitions of pain terms. Primera edi-
primeras, algunas se centran en el manejo de la aten- ci—n: 1986; segunda edici—n: 1994.
ci—n, como la distracci—n Ñpara lo que se han em- 6. American Psychiatric Association: DSM-IV: diagnostic
pleado tambiŽn la hipnosis (59, 60)Ñ. Otras se inspiran and statistical manual of mental disorders. APA. Was-
hington; 1994.
en la reinterpretaci—n del dolor o del contexto y en el
7. Miro, Raich RM. Dolor org‡nico vs dolor funcional. Re-
lenguaje interno como las autoinstrucciones. De entre vista de Psicolog’a de la Salud 1990;2(1-2):33-44.
las que se centran en el manejo de emociones pode- 8. Olesen J. Clinical and pathophysiological observations
mos encontrar la expresi—n emocional, la bœsqueda in migraine and tension-type headache explained by
de apoyo social, la utilizaci—n de la fe y los rezos, etc. integration of vascular, supraspinal and myofascial in-
Es necesario considerar que tanto la elecci—n como la puts. Pain 1991;46:125-32.
eficacia de las estrategias de afrontamiento son par- 9. Kerns RD, Turk DC, Rudy TE. The West Haven-Yale
cialmente funci—n de la interacci—n entre las caracte- Multidimensional Pain Inventory (WHYMPI). Pain 1985;
r’sticas del paciente y las del dolor, por lo cual no se 23:345-56.
puede identificar alguna de ellas que pueda ser cali- 10 Zaza C, Reyno L, Moulin DE. The Multidimensional
ficada universalmente como id—nea para cualquier Pain Inventory proles in patients with chronic cancer-
related pain: an examination of generalizability. Pain
paciente o problema.
2000;87:75-82.
Una combinaci—n de las tŽcnicas mencionadas se 11. McCracken LM, Spertus IL, Janeck AS, Sinclair D, Wet-
utiliza en el procedimiento estandarizado m‡s utiliza- zel FT. Behavioral dimensions of adjustment in persons
do desde la perspectiva cognitivo-conductual en la with chronic pain: pain-related anxiety and acceptance.
intervenci—n adaptada al dolor cr—nico: la inoculaci—n Pain 1999;80:283-9.
de estrŽs (61). 12. Jamison RN, Rudy TE, Penzien DB, Mosley TH. Cogni-
Para finalizar nos gustar’a resaltar que la interven- tive-behavioral classifications of chronic pain: replica-
ci—n psicol—gica siempre ha estado y est‡ presente tion and extension of empirically derived patient profi-
cuando se recibe a un paciente por primera vez, les. Pain 1994;57:277-92.
cuando se le diagnostica, cuando se le habla y hasta 13. Pastor MA, L—pez Roig S, Rodr’guez-Mar’n J, Terol
MC, S‡nchez S. Evaluaci—n multidimensional del dolor
cuando se le mira. Nadie deja la Çpsicolog’aÈ en casa
cr—nico en enfermos reum‡ticos. Revista de Psicolog’a
cuando acude a la consulta. Los profesionales en la de la Salud 1995;7(2):79-106.
Atenci—n Primaria de salud deben ser conscientes de 14. International Association for the Study of Pain. www.
la relevancia que adquieren en el abordaje del dolor, halcyon. com/iasp
pues est‡n destinados a integrar equipos multidisci- 15. Monsalve V. El papel del psic—logo dentro de un equi-
plinares en el manejo de este problema de salud po multidisciplinar para el tratamiento del dolor. Bole-
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