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LA JUGLARESA

Enrique Banchs
La hija del rey quiere ser juglaresa:
junta la nuca al talón de marfil,
suena el papiro del gay tamboril,
muerde una llama en los labios de fresa.

Con los lebreles que están en la estancia,


con las doncellas que péinanla al sol,
con un su amigo, –gentil capiscol–,
sabe jugar unas farsas de Francia.

La hija del rey quiere ser juglaresa;


ya en las tabernas Morgana será
y en los retablos de natividad
Virgen María de casta simpleza.

Bien se acostumbra a dormir con el frío,


bien se acostumbra a comer a lo ruin;
noche pasada durmió en el jardín
y aún tiene llena la piel de rocío.

Sólo entecada de su cabellera,


sobre el ombligo un bordón de oropel,
y entre los senos un gran cascabel,
hace la danza de la primavera.
¡Ay!, le llevaron al rey este cuento:
Rey, por tu hija tendrás gran pesar,
pues nos semeja que haráse juglar:
bien lo verías que no es un comento.

Mésase el rey la su barba bellida,


donde la niña sañudo se va:
tanto con varas de mimbre la da,
tanto la da, que la deja sin vida.

Dos ángeles bajaron,


lleváronse la muerta:
orad, compañeros,
por ella. Así sea.

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