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Antecedentes
Con el triunfo de la Revolución el 1º de enero de 1959, el país accedió por primera vez en su
historia, a la posibilidad de emprender un auténtico proceso de desarrollo.
Los conceptos que darían forma a un programa con esos objetivos se plasmaron en el histórico
alegato conocido como “La historia me Absolverá”, que ya en 1953 se apartaba de las
concepciones del desarrollo capitalista vigente, prefigurando el camino al socialismo.
En el documento, Castro señala lo que considera los males de la Cuba de entonces, resumidos en
seis problemas fundamentales: El problema de la tierra, el problema de la industrialización, el
problema de la vivienda, el problema del desempleo, el problema de la educación y el problema de
la salud. Entre las cuestiones principales destacaba:
El 85% de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y sufría la amenaza perenne del
desalojo cuando más de la mitad de las mejores tierras estaban en poder de compañías
extranjeras y una gran proporción de la población era analfabeta.
400.000 familias del campo y la ciudad vivían hacinadas y casi dos millones y medio de la
población urbana pagaba altos alquileres por las casas que ocupaban.
El 90% de los niños del campo eran devorados por los parásitos.
La existencia de más de un millón de desempleados.
Programa del Moncada, necesidad de dar una respuesta institucional y orgánica a los
requerimientos de una política económica emancipadora, la cual debía estructurarse
planificadamente, coordinando los esfuerzos de los diferentes organismos de Estado.
Junta Central de Planificación el 11 de marzo de 1960, momento en que cobra carácter definitivo
la voluntad de dirigir centralizadamente la economía por parte del joven Estado revolucionario.
El debate en torno a esto centró entre aquéllos que propugnaban el cálculo económico, más
cercano a las reformas económicas prevalecientes y aquéllos que como el Ché, consideraban más
conveniente un sistema de financiamiento presupuestario para las empresas, donde si bien se
abría un espacio a las categorías mercantiles, las mismas sólo desempeñaban un papel limitado
como parte del mecanismo de control centralizado, en tanto que se privilegiaban los factores de
movilización política en la construcción económica del socialismo.
Por otra parte, la alta significación política otorgada a la participación de los trabajadores en la
elaboración y control del plan debía encontrar mecanismos que propiciaran esa participación.
La ausencia de esos mecanismos condujo, a mediados de los años 60, a que se iniciara un proceso
de desburocratización y de enfrentamiento a las tendencias a aplicar procedimientos
administrativos ante necesidades que debían abordarse políticamente, o estructurando
mecanismos económicos más adecuados para su solución.
Los desequilibrios macroeconómicos que el país afrontó a finales de los años 60 llevó a
reconsiderar las posibilidades de introducir un sistema de cálculo económico restringido a partir
de 1975, que no obstante, mantuvo las bases de la planificación centralizada a partir del sistema
de balances materiales y que mostró su inviabilidad al introducirse inapropiadamente mecanismos
monetario-mercantiles que llevaron a la postre a un descenso en la eficiencia económica,
acompañado de negativas consecuentes sociales.
La búsqueda de una planificación más acorde a nuestras condiciones y necesidades continuó entre
1986 y 1989, a partir de una valoración más adecuada de las experiencias anteriores, pero esa
búsqueda se vio interrumpida por la adversa coyuntura que debió enfrentar el país a partir de
1990.
Durante los últimos 10 años Cuba ha debido enfrentar la más profunda crisis económica de su
historia, iniciando una etapa de gradual recuperación económica desde 1995
Factores externos:
Endurecimiento del bloqueo económico contra Cuba por parte de Estados Unidos.
El impacto de la crisis fue sin dudas brutal. Baste recordar algunas cifras. El PIB cayó casi un 35%
entre 1989 y 1993; el déficit fiscal se elevó a un 33% del PIB en 1993, y las importaciones a precios
corrientes cayeron a un 75% en esos 4 años.
Cuba optó por defender el modelo socialista, convencidos de que era posible que se lograra la
eficiencia y la equidad sin transitar necesariamente hacia una economía de mercado.
Para poder aplicar esa estrategia, el país había creado ya un significativo potencial de recursos
materiales y humanos que se expresan, en primer lugar, en un crecimiento medio anual estimado
del 4,6% en el PIB entre 1959 y 1989.
Para enfrentar estas difíciles circunstancias comenzó, a partir de la proclamación del período
especial, un proceso de cambios en nuestro modelo económico, que sin renunciar a su esencia
socialista abriría un mayor espacio a mecanismos de mercado para reactivar la producción y los
servicios en un proceso no exento de notables complejidades.
Desde el punto de vista estructural las transformaciones más significativas han sido las siguientes:
Entre las medidas más notables dirigidas a ajustar los agregados macroeconómicos se encuentran:
Por último, los cambios más significativos que pueden señalarse en el ámbito de la microeconomía
incluyen:
- El creciente funcionamiento de la estructura productiva y de servicios transables a partir
del principio del autofinanciamiento empresarial.
- La implantación de relaciones contractuales y de instrumentos mercantiles de cobros y
pagos en el sistema empresarial.
- La modificación del sistema de formación de precios mayoristas y minoristas.
- La transformación de los sistemas de remuneración, basados en el pago de acuerdo a los
resultados y en la introducción de sistemas de estimulación en divisas.
Las transformaciones económicas llevadas a cabo en los últimos 10 años plantean sin duda
enormes desafíos a la planificación en Cuba.
Al desaparecer el campo socialista dejaron de existir, abruptamente, las condiciones que permitían
aplicar un modelo de planificación basado en el sistema de balances materiales y que había
durado casi 30 años en el país.
Sólo después de iniciada la recuperación económica en 1995, se comienza a revaluar el peso
cubano y es posible iniciar la recomposición del sistema de planificación en dos monedas, aún con
las dificultades que suponía mantener inalterable la tasa de cambio de peso, pero en una situación
incomparablemente superior, al revaluarse la moneda nacional de manera sostenida a partir de
1994.
En estas circunstancias rápidamente se hizo evidente que el obstáculo fundamental para una
recuperación sostenida de la economía se encontraba en la creciente brecha financiera externa
que el país debía afrontar.
La determinación de los eslabones clave para optimizar la gestión económica y reducir esta
brecha, se convirtió en un objetivo estratégico para el país. En nuestras condiciones esta tarea que
debía afrontarse buscando el necesario acomodo entre el óptimo empresarial y el óptimo en la
gestión social, teniendo en cuenta la preponderancia de este último.
El proceso de planificación de Cuba tiene “como eje central el logro de la eficiencia en nuevas
condiciones de la economía buscando la integridad del plan entre los aspectos del corto,
mediano y largo plazo”.
Las indicaciones para el plan 2001 se prepararon con el objetivo de simplificar y racionalizar su
elaboración más descentralizadamente, al tiempo que se brinda más integralidad al plan en todas
sus categorías y no sólo a través del presupuesto en divisas. Asimismo, ya se trabaja en 13
programas integrales dirigidos a la superación de los obstáculos de mayor significación para
acelerar el ritmo de la recuperación económica, entre las medidas más importantes que se vienen
adoptando.
Superados los momentos más críticos del período especial y sometida al endurecido bloqueo
económico norteamericano, los resultados fundamentales obtenidos durante el período 1995-
1999 son:
El producto Interno Bruto crece a un ritmo medio anual del 4,4% en tanto que América
Latina y el Caribe se estima crecer a una tasa media del 2,5%. Llevado a términos de
crecimiento por habitante, Cuba crece un 4,0%, mientras que América Latina y el Caribe se
estima crecen sólo un 0,6% por año.
Para el año 2000 se pronostica un crecimiento superior al 5%.
Ya en 1999 Cuba alcanza un PIB equivalente al 80% del de 1989.
Los indicadores de eficiencia muestran una evolución positiva. Así, la productividad del
trabajo aumenta un 3,3% anualmente; la intensidad energética desciende un 7,8% y el
rendimiento de las inversiones aumenta un 74,0%.
El sector industrial crece a un ritmo medio anual del 6,2% en tanto la agricultura lo hace al
6,9%. El crecimiento que se obtiene se da en un contexto no inflacionario. De tal modo, la
liquidez monetaria total reduce su participación en el PIB de un 42,6% a un 38,5%, el
déficit presupuestario con relación al PIB pasa de un 3,5% a un 2,4%, el índice de precios al
consumidor total disminuye un 3,0% promedio anual y la cotización informal del peso por
USD promedio anual baja de 32,1 a 21,1.
Estos logros representan las concepciones más adecuadas de cómo alcanzar el auténtico
desarrollo, frente al modelo del capitalismo neoliberal que se presentó a los ojos del mundo como
la única alternativa posible, cuando nuestro país quedó solo enarbolando las banderas del
socialismo.
Aspectos positivos
Por otra parte, el concepto de desarrollo aplicado por la Revolución durante estos
años siempre concibió el crecimiento económico indisolublemente unido al
progreso en los servicios sociales básicos, dotando al país de un capital humano
invaluable para enfrentar la crisis, gracias a los niveles alcanzados en el acceso
masivo y gratuito a la educación y la salud pública, así como la cobertura universal
de la seguridad social, la cultura y el deporte entre sus elementos más
importantes.
A ello habría que unir la formación de una conciencia política humanista solidaria,
en una población con una decisiva participación en la toma de decisiones y con un
profundo concepto de la independencia y la soberanía nacional, que la colocaban
en una posición excepcional para enfrentar con éxito la defensa del proyecto
socialista, frente a las adversidades producto de una crisis de muy severas
consecuencias.
Aspectos negativos