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Quaderns de Psicologia | 2016, Vol.

18, No 3, 27-42 ISNN: 0211-3481

 http://dx.doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.1356

Aportes para pensar la violencia en la familia: luces y sombras


del discurso feminista 1
Contributions on thinking violence in the family. Lights and shadows of femi-
nist discourse

Mariela González Oddera


Universidad Nacional de La Plata

Resumen
En este trabajo, analizo los aportes del discurso feminista -en particular, del feminismo ra-
dical- a la tematización de la violencia en la familia. Este marco referencial ha tenido un
papel central en la reflexión teórica sobre el tema, estableciendo una cosmovisión amplia-
mente aceptada sobre cómo pensar la violencia, fundamentalmente en el vínculo de pareja.
En virtud de lo anterior, destaco tanto las características centrales del feminismo, como los
principales núcleos semánticos con los que ha aportado densidad explicativa a la temática
mencionada. Para finalizar, desarrollo una serie de cuestionamientos que se han realizado a
la denominada versión hegemónica que se desprende de este marco referencial, a saber: la
dificultad para acotar la referencialidad de la categoría “violencia de género”; la esenciali-
zación mujer-víctima; la invisibilización de otros escenarios de la violencia en los vínculos
familiares y la consideración de la mujer como no-violenta.
Palabras clave: Feminismo radical; Violencia familiar; Violencia de género

Abstract
In this paper, I discuss the contributions of feminist discourse –in particular, the radical
feminist- to the theming of violence in the family. This reference framework has played a
central role in the theoretical reflection on the subject, establishing a widely accepted
worldview about how to think violence, mainly in the couple bond. I highlight both the
central features of feminism, as the main semantic nuclei that bring density on the expla-
nation. Finally, I develop a series of questions that have been made to the so-called main-
stream version that emerges from this framework: the difficulty to narrow the referential-
ity of the category "gender violence"; the essentialization woman= victim; the invisibiliza-
tion of other scenarios of violence in family bonds, and the consideration of women as non-
violent.
Keywords: Radical Feminism; Family Violence; Gender-Based Violence

1
Este trabajo recoge reflexiones plasmadas en mi Tesis de Doctorado: Violencia en la familia. Conceptualizaciones,
significaciones y modos de presentación (González Oddera, 2015).
28 González Oddera, Mariela

El problema de la nominación en los near esta perspectiva, hacerla emerger. Esto


estudios sobre violencia en la familia. es central en el campo de las ciencias huma-
Los aportes de la perspectiva histórica nas, porque los conocimientos sobre lo hu-
mano están en íntima relación con los saberes
La configuración de la violencia familiar como cotidianos, pasando a formar parte de las re-
tema dentro del ámbito académico, se produ- presentaciones disponibles con las que nos
jo en los países centrales en la década de pensamos.
1970 (Gelles, 1980; Ohlin y Tonry, 1989; Wal-
ker, 2012; entre otros). Desde ese momento y Retomando entonces los interrogantes plan-
hasta ahora, hubo un aumento exponencial de teados previamente, podemos sostener que
las reflexiones teóricas y de las investigacio- las diferentes formas de nominar la temática
nes empíricas en el campo. No obstante esta de la violencia en la familia distan de ser ca-
significativa productividad, aún pueden ha- tegorías intercambiables o de poder ser con-
llarse en las publicaciones sobre el tema, sideradas sinónimos; por el contrario, pare-
disputas y desacuerdos centrales frente a có- cieran responder a universos referenciales di-
mo habría que nominar el fenómeno que se versos. Con esta premisa en mente, analiza-
aborda: ¿violencia doméstica o familiar? ¿Vio- remos los aportes del marco referencial del
lencia de género? ¿Violencia contra las muje- feminismo que, como veremos, ha impregna-
res? ¿Terrorismo doméstico? ¿Violencia del do fuertemente la producción teórica sobre el
compañero íntimo (más frecuente en el medio tema, estableciendo una cosmovisión am-
anglosajón)? pliamente aceptada sobre cómo pensar la vio-
lencia en la familia. Haremos especial hinca-
Esta pluralidad nominativa, lejos de convivir pié en sus aportes teóricos centrales, para
en forma armoniosa, es escenario de una avanzar luego sobre las principales críticas
disputa por la legitimidad, por el estableci- que se le han formulado.
miento del nombre “correcto” para el fenó-
meno abordado. Entonces, ¿cómo orientarnos Los aportes del marco interpretativo
en este escenario complejo? ¿Qué estatuto feminista
tiene tal pluralidad? Primera definición de feminismo
Proponemos pensar estas preguntas a la luz Para comenzar, señalamos que referirse a
de los aportes de autores del campo de la His- “el” feminismo es un error, ya que este mo-
toria de la Psicología (Danziger 1997/2011; vimiento aloja una multiplicidad y diversidad
1999/2010) y de la Historia de las ideas de líneas teóricas en su interior (Amorós,
(Smith, 2007). Planteemos brevemente que 1994; Käppeli, 1994). Sin embargo, a los fines
tanto Kurt Danziger como Roger Smith, ins- de este artículo, daremos cuenta de una pro-
criptos en posiciones epistemológicas de corte puesta conceptual específica que ha llegado a
constructivista, cuestionan el supuesto de una configurarse como versión hegemónica —
realidad humana fija e inmutable que el dis- dentro del feminismo— en el análisis de la
curso científico iría cercando progresivamen- violencia en la familia. Volveremos más ade-
te. lante sobre este punto; en lo que sigue, plan-
Por un lado, Danziger (1997/2011) sostiene tearemos algunas líneas generales que han
que las categorías con las que este discurso caracterizado a la doctrina feminista para dar
organiza la realidad están en estrecha vincu- cuenta —en particular— de cómo se han ex-
lación con las representaciones sociales circu- presado en la tematización de la problemáti-
lantes, a la vez que inscriptas en un contexto ca que nos ocupa.
discursivo temático, soportado en una red Gerda Lerner (1990) incluye en el núcleo duro
conceptual determinada. Por otro lado, Smith de las definiciones del feminismo, por un la-
(2007) destaca la relevancia del conocimiento do, la idea de doctrina liberal que denuncia la
histórico en tanto perspectiva que permite existencia de derechos desiguales entre varo-
analizar las condiciones de producción de los nes y mujeres (es decir, una doctrina que
discursos en ciencias humanas. En tanto el propone una cierta representación del mundo
conocimiento producido sobre lo humano im- social) y, por otro lado, la idea de movimien-
plica un posicionamiento, es decir, un punto to político que apunta a la transformación de
de vista localizado en un tiempo y en un es- ese mundo. Esta doble valencia —constituir
pacio, el conocimiento histórico permite deli- tanto un marco interpretativo como un movi-

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miento político— suele constituir un rasgo ex- nes. En este contexto, se estableció una fuer-
plícito en las teorizaciones feministas, que te crítica a las categorías violencia familiar y
parecen hacer de ella un leitmotiv. violencia doméstica, que construyen un pro-
blema de índole privado, que pareciera ajeno
En tanto marco interpretativo, son fecundos
a atravesamientos más amplios (Bosch y Fe-
los aportes que el feminismo ha realizado a
rrer, 2002; McPhail, Busch, Kulkarni y Rice,
los debates epistemológicos. En principio, se
2007). Quizá para deshacer el binomio violen-
plantea que la producción académica debe
cia-familia, se fue extendiendo durante fines
revisar sus fundamentos, para no incurrir en
de 1970 y 1980 la categoría violencia contra
modalidades reproductivas de las lógicas que
las mujeres (Dobash y Dobash, 1981; Sy-
organizan un orden social desigual. Dentro de
monds, 1979). Esta categoría constituye un
estos fundamentos, se destaca la necesidad
modo de aludir a que la violencia no se liga a
de elucidar las valoraciones implícitas en la
un lugar relativo en la organización familiar,
empresa científica, vestida clásicamente con
sino más bien a la posición dentro de la es-
ropajes de neutralidad y objetividad. Este as-
tructura social. La violencia es efecto de esta
pecto se plantea tanto como una denuncia de
estructura y está dirigida contra las mujeres
los sesgos androcéntricos presentes en el pro-
como colectivo, bajo diversas modalidades. El
ceso de producción de conocimiento, como la
hogar o la familia no son más que un escena-
necesidad de hacer explícitas las valoraciones
rio donde esta violencia puede hacerse mani-
que toda empresa académica sostiene (Har-
fiesta.
ding, 2006).
Otro aspecto en el debate sobre la denomina-
Veamos más de cerca estos aspectos, en el
ción más conveniente a utilizar, alude a dejar
tema que nos ocupa. Diversos autores señalan
de manifiesto la direccionalidad de la violen-
que la reflexión teórica y la investigación em-
cia, usando categorías que la expliciten cla-
pírica fueron de la mano de la intervención y
ramente. Así, Rebeca Dobash y Russell Dobash
la militancia, en el abordaje de la mujer mal-
(1981), cuestionaron el uso de maltrato con-
tratada (Castro y Riquer, 2003; Dutton y Ni-
yugal (spouse abuse) o violencia marital (ma-
cholls, 2005; Johnson, 2011; Sagot, 2008;
rital violence), ya que estos términos dan la
Straus y Gelles, 1986; entre otros). De hecho,
falsa impresión de que se trata de un proble-
la primera casuística para la investigación es-
ma que afecta tanto a varones como a muje-
tuvo constituida por la población remitida a
res, en forma equivalente.
los hogares de mujeres, entremezclándose
tempranamente el trabajo de asistencia e in- En las últimas décadas, también se ha aplica-
vestigación con la militancia política. Desde do la forma terrorismo a la violencia que tie-
estos momentos inaugurales, se sostuvo la ne- ne lugar en la familia: terrorismo misógino
cesidad de una intervención que no se res- (Bosch y Ferrer, 2002), terrorismo sexista
tringiera a la situación singular de las mujeres (Fernández, 2012), terrorismo patriarcal
maltratadas, sino que aspirara a un cambio (Johnson, 2011) o terrorismo familiar (Ham-
social significativo (Dobash y Dobash, 1981). mer, 2002). La elección del concepto terro-
Por otro lado, la construcción de una red con- rismo destaca la gravedad y sistematicidad en
ceptual para pensar la violencia en la familia, el ejercicio de la violencia que apunta a con-
fue profundamente crítica con las interpreta- trolar y disciplinar a las mujeres, considera-
ciones contemporáneas sobre el tema, denun- das propiedad de los varones. Constituyen
ciando diversos sesgos y valoraciones implíci- formas lingüísticas con gran potencia argu-
tas en ellas. Veamos este punto con mayor mentativa (Moreno Benítez, 2010), que aspi-
detalle, en el apartado siguiente. ran a sensibilizar sobre lo que se considera un
grave problema social.
¿Cómo da cuenta el discurso feminista de la
violencia en la familia? Estas elecciones nominativas van dando una
idea de la red conceptual producida para pen-
¿Cuáles son las nominaciones que ha produci-
sar la problemática. En primer lugar, pode-
do el feminismo para pensar la violencia en la
mos decir que se apunta a poner de manifies-
familia? Éste ha sido un tópico especialmente
to que el fenómeno que tiene lugar en el
trabajado, desde el supuesto de que las for-
marco de la vida privada, puede leerse con
mas de nombrar la realidad producen una
categorías de análisis político: “problemas
cierta realidad y son portadoras de valoracio-
privados como asuntos públicos” (Berlin y

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Kravetz, 1981). En este sentido, se enfatiza sistema o el modo de producción capitalista).


en que los organizadores de la vida privada, Uno de los aportes más novedosos de su teori-
deben ser leídos desde el tamiz de las signifi- zación ha sido analizar los fenómenos que
caciones y los ordenadores del campo social. ocurren en la vida privada, con categorías de
Las temáticas de la “mujer maltratada” (bat- análisis político. De allí, el conocido slogan de
tered woman) (Walker, 1977) o “maltrato ha- este feminismo: lo personal es político (de
cia la esposa” (wife abuse) (Pfouts y Renz, Miguel, 1995). Diversas autoras han demos-
1981), se vuelven inteligibles como efecto de trado que el feminismo radical norteameri-
un sistema social desigual, que ubica a las cano ha tenido un papel central en la temati-
mujeres en un lugar subordinado, en relación zación de la violencia en la pareja (Haaken,
a los varones. Por lo tanto, la violencia debe 2008; Rodriguez Martinez, 2011), produciendo
entenderse como un comportamiento mascu- un específico cuadro de situación y convir-
lino dirigido hacia la mujer, que ratifica una tiéndose en la versión hegemónica dentro del
diferencia de poder entre ambos (McPhail et feminismo, en torno a este tema (Rodriguez
al., 2007). Remarquemos, entonces, que el Martinez, 2011).
feminismo se ha ocupado en forma privilegia-
El concepto de patriarcado fue recuperado a
da —en el ámbito de la violencia en la fami-
fines de los años 60 en el clásico de Kate Mi-
lia— del tema de la violencia en la pareja
llett, Sexual Politics (1969), y se constituyó
(heterosexual), es decir, un escenario que
en una pieza central para dar cuenta de cómo
pone en relación a un varón con una mujer.
la sociedad distribuye en forma desigual el
En el plano conceptual —desde un tipo de ex- poder entre varones y mujeres. Este concepto
plicación de corte estructural—, se ha plan- —que aludió inicialmente al establecimiento
teado un fuerte rechazo tanto a argumentos de jerarquías y la distribución del poder en la
psicopatológicos, como a tesis que ponen el institución familiar (Engels, 1884/1996;
eje de análisis en procesos psicológicos o ras- Roudinesco, 2002, entre otros)—, fue aplicado
gos de carácter de los individuos. Vale aclarar para pensar los organizadores del campo so-
que el argumento psicopatológico constituyó cial amplio.
una de las primeras aproximaciones explicati-
El concepto de patriarcado alude entonces, a
vas, a partir de la década de 1970. Así, las
la vigencia de un sistema de estatus que co-
explicaciones que dieron cuenta de la violen-
existe con un sistema formalmente igualita-
cia en la pareja como expresión del maso-
rio, pregonado por el discurso liberal. El dis-
quismo femenino (Shainess, 1979) o como
curso de la igualdad ciudadana vela, así, la
efecto de mecanismos psíquicos de la mujer
asimetría fundante de los sistemas sociales: la
maltratada [como la impotencia aprendida
igualdad incluye sólo a un conjunto reducido
(Walker, 1977)] —por nombrar dos de las ca-
de individuos y excluye a otros, entre ellos,
tegorías más utilizadas—, fueron blanco de
las mujeres (entre otras autoras, ver: Amorós,
cuestionamientos por parte de teóricos femi-
1985; Pateman, 1988/1995).
nistas (Dobash y Dobash, 1981).
Ahora bien, ¿cómo se ha aplicado la categoría
Ahora bien, ¿cuáles son los conceptos centra-
patriarcado para pensar la violencia en la fa-
les que propuso el feminismo para pensar la
milia? En primer lugar, la familia reproduce
violencia? Fueron fundamentalmente dos: pa-
las jerarquías del sistema social y la violencia
triarcado y género. El abordaje en extenso de
se constituye en un medio para garantizar
estos conceptos lo hemos desarrollado en tra-
tanto la opresión como el disciplinamiento de
bajos previos (González Oddera, en prensa),
las mujeres (Fontenla, 2008). Esta violencia
por lo que en esta ocasión nos centraremos en
presenta matices y sólo es cuestionada cuan-
una breve definición y las aplicaciones al te-
do se vuelve excesiva y disfuncional (Aponte-
ma que nos ocupa.
Sánchez y Femenías, 2008, citado por Feme-
Recordemos, a su vez, que estos dos concep- nías, 2011), mientras otros tantos aspectos
tos pueden ser inscriptos en la retórica inau- permanecen invisibles y legitimados. Por tan-
gurada por el feminismo radical. Esta corrien- to, la violencia en el ámbito privado se vuelve
te, nacida a fines de los años 60 en EEUU, ha inteligible al ser pensada a la luz de la orga-
definido la situación de la mujer como efecto nización social patriarcal.
de la opresión ejercida por el conjunto de los
varones (antes que por las características del

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El concepto de género en la década de 1980, Las violencias invisibles


intentó superar algunas limitaciones de con-
Para culminar con esta apretada caracteriza-
cepciones centrales del feminismo en años
ción de las conceptualizaciones feministas so-
anteriores, convirtiéndose en un nuevo ope-
bre la violencia en la familia, nos interesa
rador teórico. Por un lado, se lo utilizó para
llamar la atención sobre un aspecto del plan-
superar la ahistoricidad y esencialismo que
teo que ha impactado en una verdadera re-
capturó el concepto de patriarcado (de-
semantización del concepto violencia. Desde
Barbieri, 1996; Scott, 2011). El concepto de
el contexto discursivo del feminismo, se des-
género —dentro de una genealogía feminista—
taca el esfuerzo por diferenciar violencia de
propone “aplicar como herramienta heurística
uso de fuerza física [uno de los rasgos más
central la diferencia entre sexo (hecho bioló-
extendidos en la definición de violencia (Cau-
gico) y género (hecho social)” (Gomáriz Mora-
chy, 1992; Riches, 1988)] amplificando los al-
ga, 1992, p. 2). El género, en esta línea, no es
cances y referencialidad del vocablo. Violen-
sólo una construcción social necesaria y arbi-
cia, ahora, va a referir a toda una serie de
traria, sino que constituye una diferenciación
fenómenos heterogéneos y de diverso alcan-
que genera un ordenamiento desigual y jerár-
ce, entre los que se cuentan las violencias in-
quico en las relaciones entre varones y muje-
visibles (Bonino-Mendez, 1998; Fernández,
res. Esta línea pone en primer término la ope-
1994; Giberti y Fernández, 1989; Martín Lu-
ración a partir de la cual la diferencia bioló-
cas, 2010).
gica se traduce en desigualdad social.
Hagamos un rodeo por una breve historiza-
Por tanto, la categoría género incluye una
ción. Hemos planteado en el parágrafo ante-
dimensión relacional, instalando la necesidad
rior que el slogan de las feministas radicales
de estudiar tanto a varones como a mujeres
lo personal es político, alude a que las viven-
(Scott, 2000). En contra de las explicaciones
cias, experiencias y conflictos que podrían
de corte naturalista para dar cuenta de la di-
tener lugar en un espacio privado como la
ferencia sexual, se utiliza género para anali-
familia, empezaron a ser pensados desde las
zar las relaciones sociales entre los sexos.
categorías de análisis político. Las experien-
En el contexto del auge de los estudios de gé- cias subjetivas de las mujeres —incluyendo
nero, surgió la categoría violencia de género tanto sus malestares como sus principales an-
(traducción del inglés gender based violence o clajes identitarios—, comenzaron a ser con-
gendered violence). Esta nueva nominación ceptualizadas como efecto de ordenamientos
mantuvo la premisa de ubicar los fenómenos sociales. La domesticidad, la maternidad y el
de violencia en la familia en relación a orde- amor, baluartes privilegiados de la identidad
nadores de la organización social amplia (de- femenina, empezaron a ser cuestionados co-
Miguel-Alvares, 2005). Nuevamente, se desta- mo formas de opresión, potenciales generado-
ca que no se trataría de una temática abor- res de patología en las mujeres. En el decir
dable en términos subjetivistas o psicopatoló- de Suzanne Firestone, figura del feminismo
gicos, ni tampoco un fenómeno de orden do- radical de los años ‘70: “Un libro sobre el fe-
méstico. Se trata de una problemática que minismo radical que no tratara del amor, se-
excede el orden familiar, porque reproduce la ría un fracaso político, porque el amor, más
lógica misma de la estructura social (Bosch y quizá que la gestación de los hijos, es el ba-
Ferrer, 2002; Fernández, 2010; Meler, 2012, luarte de la opresión de las mujeres en la ac-
entre otros). De este modo, es posible soste- tualidad” (Firestone, 1976, p. 159).
ner que:
Es decir, que se van poniendo de relieve as-
La diferencia sexual es una de las bases más sóli- pectos de la cotidianeidad, de la experiencia
das sobre las que se asientan las estructuras so-
de normalidad de las mujeres que no necesa-
ciales. De ahí la insistencia en que…la violencia
de género no es resultado de conductas desviadas riamente generan malestar y que responden a
y patológicas [sino que] es una práctica aprendi- la interiorización de un orden social desigual
da, consciente y orientada, producto de una or- (Magallón Portolés, 2005). Orden que opera,
ganización social estructurada sobre la base de la
no sólo a través de sus macro instituciones,
desigualdad de género (Sagot, 2002, p. 13). En
esta perspectiva, la violencia de género es la sino también en la organización de la expe-
forma más conspicua de la desigualdad de géne- riencia íntima, en los modos sutiles, en el ma-
ro. (Riquer Fernández, 2008, p. 22, en cursiva en trizado de representaciones y de afectos de
el original)
los sujetos.

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Se postula que la violencia física (prototipo terior, tal visión no está exenta de cuestio-
de las presentaciones por violencia domésti- namientos, incluso desde el propio corazón de
ca), sólo se vuelve posible vía procesos pre- la reflexión feminista (Bonilla Campos, 2014).
vios de desigualación y de distribución de-
Veamos a continuación algunos de estos cues-
sigual del poder entre los géneros (Fernández,
tionamientos, discriminados analíticamente y
2010; Giberti y Fernández, 1989). Las violen-
con un peso relativo diferencial, de acuerdo a
cias visibles se establecen como contracara
la extensión de los debates analizados. Enfa-
de otra violencia, invisible, dando lugar al
tizamos que no se trata de cuestionamientos
surgimiento de nuevas formas y matices: “la
a la teoría feminista in tutto, sino más bien a
desigualdad en la distribución del dinero, del
una versión específica y hegemónica en las
poder, de las responsabilidades domésticas,
conceptualizaciones de la violencia en la fa-
de las opciones de realización personal, etc.”
milia.
(Fernández, 1994, p. 118). Es decir, que se va
enlazando subjetividad (o procesos de subje- La homologación desigualdad/ violencia:
tivación) femenina y violencia (Bosch y Fe- cómo acotar la referencialidad de la
rrer, 2002). Queda claro que las expresiones “violencia de género”
de la violencia contra las mujeres van confi-
Diversos autores señalan la dificultad de aco-
gurando —así— un escenario complejo y hete-
tar el rango de lo que se entiende por violen-
rogéneo.
cia, como un rasgo de las producciones actua-
En suma: el feminismo, al poner el acento en les sobre el tema (entre otros, Garriga Zucal y
una dimensión explicativa estructural, ha Noel, 2010). No escapa a esta dificultad el
planteado los efectos subjetivantes, de anu- feminismo, que como hemos visto, ha amplia-
damiento o reproducción de esa estructura. do la definición al incluir aspectos denomina-
Entre estos efectos se destaca, por su poten- dos como violencias invisibles. Dentro de la
cialidad heurística, la tematización de las de- cosmovisión feminista, entonces, violencia in-
nominadas violencias invisibles. Quizá uno de cluye tanto la agresión física como aspectos
los mayores aportes de este marco interpreta- que pueden no generar malestar ni sufrimien-
tivo —y en esto el feminismo se hermana al to en los sujetos.
marxismo, en tanto movimientos de crítica
Ahora bien, si las diferencias genéricas res-
social— es connotar como violento a lo que
está en el corazón de lo instituido, al mismo ponden a un ordenamiento social desigual, se
torna problemático diferenciar las desigual-
ordenamiento simbólico.
dades de género de la violencia de género
Las principales críticas a la (Castro y Riquer, 2003). También es proble-
interpretación feminista mático diferenciar desigualdad de diferencia
genérica, lo que ha conllevado dificultades en
Recapitulando lo planteado hasta aquí, hemos los abordajes de investigación, entre ellos, la
argumentado cómo las categorías para pensar complejidad de articular las percepciones de
la temática de la violencia en la familia de- los actores con las definiciones académicas.
ben pensarse como subsidiarias de los marcos Recordemos que violencia, al operar como
conceptuales utilizados. Con respecto al mar- concepto moral (Garver, 1972), implica la
co referencial del feminismo, hemos estable- sanción de una situación que es considerada,
cido cómo produce un fenómeno centrado por alguna razón, cuestionable. Sin embargo,
fundamentalmente en torno a: un tipo de esto puede llegar a tensionarse con significa-
vínculo (la relación de pareja); unos sujetos ciones circulantes, sostenidas institucional-
(hombre y mujer, es decir, una pareja hete- mente y por los propios sujetos, que de hecho
rosexual) y un tipo de relación (victimario- interpretan esas situaciones como deseables y
víctima), basada en una direccionalidad espe- esperables y, por tanto, no las caracterizarían
cífica de la violencia. como “violentas”.
Esta construcción fue dando lugar —como he- Este asunto pone en primer plano un punto
mos visto— a una cierta interpretación del clave en los estudios sobre violencia: cómo la
tema, caracterizada como la visión hegemó- aplicación de dicha etiqueta para cualificar
nica (mainstream perspective) (Dutton, 2012; un acto, implica una lucha por establecer su
Langhinrichsen-Rohling, 2010), ampliamente ilegitimidad. Como señala David Riches
extendida y consensuada. No obstante lo an- (1988), lo complejo de esta operación radica

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en que aquello considerado ilegítimo no cons- En primer lugar, se ha planteado que el énfa-
tituye un conjunto homogéneo en el discurso sis puesto en la pasividad de las mujeres, no
social, a la vez que varía de acuerdo a quién permite visibilizar los procesos de resistencia
adjudique el significado (la víctima, el victi- y transformación que efectivamente tienen
mario, el testigo). lugar, así como plantear herramientas con-
ceptuales para dar cuenta de cómo es posible
A su vez, pareciera que homologar género-
la salida de situaciones de violencia en los
desigualdad, en lugar de género-diferencia,
vínculos familiares (Cantera, 2004). Conside-
pone en díada género y violencia. Esto puede
ramos que la categoría de víctima pareciera
dar lugar a establecer una “espiral viciosa
tener una doble —y paradojal— valencia. Por
epistemológica y política” (Cantera, 2004, p.
un lado, apela a la des-culpabilización de los
229), que dificulta enormemente la reflexión
sujetos (consistente con un proyecto político
y la actuación sobre situaciones de violencia.
que intenta resituar la causa de la violencia);
Remite a la tragedia del género (Segato,
por otro lado, enfatizan la pasividad y dificul-
2003), como aquella que se actualiza más allá
tad en la salida de la situación. Plantea, a su
de las voluntades individuales y sobredeter-
vez, una complejidad adicional, al ser consis-
mina la experiencia de los sujetos.
tente con la “visión patriarcal” de la relación
Quizá estos deslizamientos deban ser conside- varón-mujer como relación asimétrica y com-
rados como un derivado de la retórica del fe- plementaria, organizada en la lógica de la
minismo radical, que pone el acento en aler- sumisión-dominación (Cantera, 2004).
tar sobre la prevalencia del patriarcado, al
En cuanto al segundo argumento, que cues-
buscar sensibilizar sobre la “omnipresencia de
tiona la soldadura o fijeza de los lugares en la
la violencia patriarcal” (Haaken, 2008, p. 86,
jerarquía, Rita Segato (2003) propone pensar
la traducción es nuestra).
al poder, no como algo que se obtiene de una
La esencialización mujer=víctima vez y para siempre en el marco de una estruc-
tura rígida, sino como un fenómeno relacio-
En el intento de subrayar la situación de
nal, matrizado históricamente. Por lo tanto,
opresión de la mujer, se ha ido generando un
sería posible que la posición subordinada
deslizamiento y una homologación mu-
pueda ser ocupada por diferentes sujetos, o
jer=dominado, que pareciera redundar en una
pueda tejerse en torno a diferentes inscrip-
coagulación o esencialización de las relacio- ciones identitarias. La autora sostiene que el
nes de dominación. En estrecha articulación
género no es un observable etnográfico, sino
con las limitaciones producidas por sesgos
que “se trata de una estructura de relaciones
esencialistas, la ubicación de la mujer como
y como tal tiene un carácter eminentemente
subordinada ha llevado a su consideración
abstracto que se reviste de significantes per-
como víctima pasiva de un sistema desigual,
ceptibles, pero que no se reduce ni se fija a
dando lugar a explicaciones esquemáticas que
estos” (Segato, 2003, p. 69). Si libramos al
tienden a la configuración de ciertos clichés a
género de la biología, podríamos pensar que
la hora de significar la problemática de la vio-
se trata de una estructura simbólica, presente
lencia en la familia. Cliché centrado en la fi-
en las instituciones y encarnada como parte
gura del varón-fuerte-despótico que somete a
del mapa cognitivo con que los sujetos ope-
la mujer-débil-indefensa (Hunnicutt, 2009).
ran, más que de una identidad cristalizada.
En estas representaciones quedan oscurecidos Lo masculino y lo femenino no son nunca “una
varios aspectos: por un lado, los procesos de realidad social concreta y plenamente esta-
resistencia y transformación que las mujeres ble, nunca está totalmente encarnada, nunca
también llevan adelante (Cantera, 2004). En se reduce a una totalidad física” (Segato,
segundo lugar, la multiplicidad y complejidad 2003, p. 69). Teresita De-Barbieri (1993), in-
de las relaciones de poder (Segato, 2003; cluye en su reflexión la concepción foucaul-
Benjamin, 1996), que se resisten a ser pensa- tiana del poder, que pone en cuestión la idea
das en términos lineales. Finalmente, estas que el poder sea algo que se tiene, para pen-
representaciones se han enlazado a posiciones sar que más bien se ejerce. El poder es fun-
pseudo-paternalistas y tutelares en relación a damentalmente productivo (produce verda-
las mujeres (Osborne, 2010). Veamos los ar- des, orden, disciplina), pero también está
gumentos que sostienen cada una de las tesis. permanentemente amenazado y en riesgo de
perderse. Los lugares de control sobre las mu-

Quaderns de Psicología | 2016, Vol. 18, No 3, 27-42


34 González Oddera, Mariela

jeres, deben entenderse, al mismo tiempo y al admitir la participación de la mujer en la rela-


ción de dominio, la responsabilidad pase de los
paradojalmente, como potenciales lugares de
hombres a las mujeres, y la victoria moral de las
resistencia, subordinación y de poder de las mujeres, a los hombres. Más, en general, ésta ha
mujeres. sido una debilidad de la política radical: idealizar
a los oprimidos, como si la política y la cultura de
En tercer y último lugar, se ha planteado que éstos nunca hubieran sido alcanzadas por el sis-
la consideración de la mujer como víctima se tema de dominación, como si las personas no par-
ha enlazado con posiciones paternalistas, que ticiparan en su propia sumisión. Reducir la domi-
nación a una relación simple de agente y pacien-
infantilizan a las mujeres, negando el valor de te equivale a reemplazar el análisis por la indig-
su palabra para dar cuenta y decidir sobre la nación moral. Además, esa simplificación repro-
propia experiencia. Beverly McPhail et al. duce la estructura de la polaridad de los géneros,
(2007), analizan cómo en el contexto de los bajo la apariencia de atacarla. (p. 20)
procesos judiciales sobre violencia doméstica, ¿Son posibles otros escenarios para la
los profesionales y teóricos registran que violencia en la familia? La violencia en la
pueden producirse situaciones aparentemente relación con los hijos y en las parejas del
paradojales. En primer lugar, las situaciones mismo sexo
de violencia suelen no poner fin a la relación
de pareja; las mujeres desean seguir viendo a Diversos trabajos señalan que al tomar como
las parejas que las han golpeado y rechazan eje de análisis el género y la diferencia sexual
las medidas protectorias que establece la jus- para dar cuenta de la violencia en la familia,
ticia. Entonces, ¿cómo entender este compor- se ha priorizado el estudio de la relación va-
tamiento? ¿Es producto de la misma situación rón-mujer dentro del vínculo de pareja. Este
de violencia? Si lo es, ¿están las mujeres en énfasis ha llevado a dejar en segundo plano
condiciones de decidir? ¿Es necesario tomar las situaciones de violencia en otros vínculos
decisiones por ellas? Las respuestas afirmati- familiares, como aquellos organizados en
vas a estas preguntas, según las autoras, se torno a la diferencia generacional (vínculo
han sustentado en concepciones con efectos padres-hijos) (De-Martino-Bermúdez, 2012;
tutelares, al sostener que las mujeres no es- Straus, 2008). Y a su vez, a invisibilizar situa-
tán capacitadas para decidir sobre su destino. ciones de violencia en configuraciones de pa-
Aún discriminando los efectos del discurso ju- reja no heterosexuales, deslizando un sesgo
rídico y experto en la producción de repre- heterocéntrico que minimiza la violencia pro-
sentaciones e intervenciones sobre situacio- ducida en escenarios no vertebrados en rela-
nes de violencia de género (Cubells Serra, ción a la diferencia genérica (Cantera, 2004;
Calsamiglia Madurga y Albertín Carbó, 2010; Cantera y Blanch, 2010; Cantera y Gamero,
Montes Maldonado y López Gallego, 2015), es- 2007).
te planteo alude a señalar cómo —desde la re- Analicemos el primer conjunto de problemas.
tórica feminista— la “creación de la víctima” El denominado proceso de balcanización de
puede ser solidaria a una estrategia del “si- los estudios sobre violencia en la familia
lenciamiento” de estas mujeres, cuando son (Gelles, 2000) —que alude a la rápida diferen-
acusadas “de alienación, de falsa conciencia, ciación que se produjo entre los estudios de
de menores de edad cuando sus opiniones no la violencia en la relación parento-filial y en
coinciden con los defendidos por ciertas fe- la relación de pareja—, fue solidario con la
ministas” (Osborne, 2010, párr.10). mayor preponderancia del análisis de la vio-
Quizá para eludir el fantasma de la culpabili- lencia en este último vínculo. Murray Straus
zación, las teóricas feministas han evitado (2008), en el contexto norteamericano, apor-
poner el acento en la implicación subjetiva, ta elementos para pensar que esta diferen-
las condiciones para la participación de los ciación no fue un proceso pacífico, sino que
sujetos en situaciones de violencia. Al respec- incluyó una serie de disputas para delimitar
to, recordamos las lúcidas palabras de Jessica “la” temática a investigar. Podríamos agregar
Benjamin (1996): que tomar en consideración el análisis de la
violencia parental implicó incluir como agen-
Una tendencia principal del feminismo ha cons-
tes tanto al padre como a la madre (Gelles y
truido el problema de la dominación como el
drama de la vulnerabilidad femenina victimizada Hargreaves, 1981) e incluso ha puesto el
por la agresión masculina. Incluso los pensadores acento en el papel de las mujeres (Margolin,
feministas más perspicaces a menudo retroceden 1992). Por lo tanto, no sería descabellado
ante el análisis de la sumisión, por miedo a que,
pensar que éste último resultó un tópico polí-

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Aportes para pensar la violencia en la familia: luces y sombras del discurso feminista 35

ticamente menos relevante para el feminis- res hombre-violento/mujer-víctima (Castro y


mo. Riquer, 2003; Dutton y Nicholls, 2005). En es-
te sentido, el hallazgo sobre la violencia co-
En segundo lugar, hemos mencionado que di-
metida por mujeres ha constituido “un descu-
versos trabajos remarcan cómo el centra-
brimiento angustiante” (Straus y Gelles,
miento en la dimensión del género para dar
1986), un “desafío” a la teorización (Langhin-
cuenta de la violencia en los vínculos familia-
richsen-Rohling, 2010) y puso en considera-
res, supone implícitamente un modelo de re-
ción una serie de tópicos, a saber: ¿cuál es el
lación heterosexual. De este modo, ha prima-
estatuto de la violencia cometida por las mu-
do el carácter heterocentrado en las formula-
jeres? ¿Es exclusivamente defensiva o puede
ciones sobre violencia en la pareja (Cantera,
tener un origen autónomo? ¿Es homologable a
2004; Cantera y Blanch, 2010; Cantera y Ga-
la violencia ejercida por los varones?
mero, 2007), visibilizando el escenario “so-
cialmente correcto” de una pareja estable Recordemos que la ubicación de la mujer co-
entre un varón y una mujer. Otros escenarios mo ofensora, fue un hallazgo en la aplicación
constituyen un potencial problema teórico; de las Escalas de Tácticas de Conflicto (CTS)
aun existiendo producciones que sí reconocen diseñadas por Murray Straus en EEUU en la
el tópico de la violencia en parejas del mismo década de 1970. Tal aplicación arrojó que las
sexo, no han podido integrarlo “en una pers- mujeres utilizaban la violencia en igual o ma-
pectiva teórica feminista” (McPhail et al., p. yor proporción que los varones, causando da-
819). La presencia de violencia en parejas del ños de magnitud, aunque no estrictamente
mismo sexo constituiría una suerte de “con- proporcionales a los que podían causar estos
traejemplo fáctico”, en relación a que el pa- últimos (Straus y Gelles, 1986). Los propios
radigma de género (Dutton y Nicholls, 2005) — autores se encargaron de diferenciar la vio-
anudado a las categorías varón/mujer— no lencia ejercida por varones y por mujeres. En
agota la problemática de la violencia en la primer lugar, señalaron que el daño que podía
pareja. Como alternativa a este esquema, causar una mujer era menor al que podía cau-
Leonor Cantera (2004) ha propuesto que la si- sar un varón, que posee más fuerza y es más
tuación de maltrato pondría en juego roles agresivo. A su vez, buena parte de la violen-
que emergen a lo largo de la relación, apor- cia cometida por mujeres era considerada re-
tan aspectos complementarios a la vincula- taliativa, auto-defensiva; por lo tanto, una di-
ción y no remiten necesariamente a una ferencia central entre varones y mujeres con-
esencia femenina o masculina. sistía en que las mujeres no solían iniciar las
peleas, sino que sólo agredían físicamente
Las mujeres violentas. Los debates en torno
como modo de frenar la agresión de sus pare-
a la simetría de la violencia en la pareja
jas. Se destacaba, finalmente, que la inten-
Dejamos para el final el tópico que ha gene- ción no era poner el acento en la violencia
rado una multiplicidad de debates en el ámbi- cometida por las mujeres, dado que daría la
to académico, marcando aguas entre la lite- imagen falsa de los varones como víctimas,
ratura feminista y la antifeminista (DeKese- teniendo efectos en las instancias de inter-
redy y Dragiewicz, 2007; Dobash y Dobash, vención judicial y en los dispositivos de asis-
2004; Dutton y Nicholls, 2005; Johnson, 2011; tencia, “siendo usado contra mujeres golpea-
Langhinrichsen-Rohling, 2010; entre otros). das en casos judiciales, y también para mini-
Nos referimos a la discusión sobre la simetría mizar la necesidad de refugios para mujeres
de la violencia en la pareja, o, dicho de otro golpeadas” (Straus y Gelles, 1986, p. 471, la
modo, si es posible pensar el maltrato desde traducción es nuestra).
las mujeres, con las mismas categorías apli-
Sin embargo, en el contexto del equipo de
cadas para pensar el maltrato masculino.
trabajo de Straus, rápidamente tuvieron lugar
Hemos desarrollado cómo la categoría violen- desarrollos sobre los maridos maltratados
cia de género es solidaria al establecimiento (battered husbands). Se gestó la imagen de
de una direccionalidad específica de la vio- “combate mutuo” para pensar la violencia en
lencia. También hemos visto que esta cons- la pareja, más que en términos unidirecciona-
trucción ha dado lugar a algunas versiones es- les (Steinmetz, 1977, 1978, citado por McCue,
quemáticas y estereotipadas en relación a la 2008).
violencia en la familia, esencializando los pa-

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36 González Oddera, Mariela

La referencia a la obra de Straus y colabora- meno y pueden dar lugar a resultados “des-
dores como matriz inicial de las discusiones contextualizados”.
sobre simetría/asimetría de la violencia en la
Los autores inscriptos en esta primera posi-
pareja, ha sido destacada por diferentes au-
ción pueden reconocer la capacidad de las
tores (Bosch y Ferrer, 2002; Braaf y Barrett-
mujeres de cometer violencia, pero rechazan
Meyering, 2013; Dutton y Nicholls, 2005;
de plano la tesis de la simetría, es decir, re-
Johnson, 2011). Frente a esta tesis, autores
chazan que se trate del mismo fenómeno que
feministas han dado diversas respuestas: tan-
se produce en la dirección mujer-varón
to el rechazo de plano, por considerarlo un
(Berns, 2001; Dobash y Dobash, 1981; Dobash
“mito” (Ariza-Sosa, 2011; Bosch y Ferrer,
et al., 2005). Según los autores, resulta pro-
2002, 2012; Dobash, Dobash, Wilson y Daly,
blemático utilizar el mismo término —
2005); como la necesidad de destacar —con
hombres maltratados— para aludir a la expe-
diferentes matices— la relevancia de incluirlo
riencia de los varones, ya que daría la impre-
en la reflexión teórica (Berns, 2001; Johnson,
sión que se trata de un fenómeno equivalen-
2011; Johnson y Ferraro, 2000; Langhin-
te. La violencia eventualmente cometida por
richsen-Rohling, 2010).
la mujer puede ser considerada defensiva
Las respuestas del primer grupo, entonces, (Dobash y Dobash, 1981; Walker, 2012), es
respondieron a la tesis de la simetría de la decir, una respuesta a una agresión previa
violencia considerándolo un mito, derivado de ejecutada por la pareja. Incluso los compor-
representaciones misóginas (Ariza-Sosa, 2011; tamientos agresivos y sin causa aparente de
Bosch y Ferrer, 2002, 2012), así como una las mujeres, pueden ser interpretados como
reacción contra el feminismo, en tanto movi- una estrategia para reducir la ansiedad en la
miento de crítica social (Berns, 2001; DeKese- mujer, aspirando a controlar el momento del
redy y Dragiewicz, 2007; Johnson, 2011). La ataque agresivo por parte del varón (Walker,
estrategia de “desgenerizar el problema y ge- 1977). En este sentido, también deben ser en-
nerizar la culpa” (Berns, 2001), permitiría se- tendidos como “violencia defensiva”.
guir sosteniendo los baluartes de la lógica pa-
Otro tipo de argumentación que rechaza la
triarcal, normatizando la expresión de la vio-
idea de la simetría considera que, si bien no
lencia. Culpabilizar a las víctimas por la vio-
es esencialmente imposible que las mujeres
lencia que sufren “desvía la atención desde la
sean violentas, parece que no lo son en la
responsabilidad de los hombres y los factores
misma medida que los varones, dado que la
estructurales y culturales que respaldan la
socialización diferencial no adjudica un com-
violencia” (Berns, 2001, p. 277, la traducción
portamiento violento a las mujeres. En la so-
es nuestra).
cialización femenina, por el contrario, se en-
Rebeca Dobash y Russell Dobash (1981) esgri- fatiza los valores de cuidado, entrega y sumi-
mieron otra serie de argumentos: una crítica sión; la fortaleza, agresividad y superioridad,
a nivel metodológico del propio instrumento estarían fuertemente enraizados en los idea-
de evaluación, del que emerge la tesis de la les de socialización masculina (Osborne,
simetría. Estos autores sostuvieron que los 2009).
abordajes estadísticos, probabilísticos y des-
En un segundo grupo hemos incluido a los au-
criptivos no alcanzan a dar cuenta de fenó-
tores que remarcan la necesidad de incluir el
menos complejos como la violencia. La inda-
tópico dentro de la reflexión teórica. Desde
gación requiere de una perspectiva crítica
un argumento de corte metodológico-
que —en consonancia con las propuestas de la
procedimental, Michael Johnson (2011) desta-
epistemología feminista— permita una eva-
ca que la literatura sobre violencia doméstica
luación situada y contextuada, donde se ana-
reflexiona en forma indiscriminada sobre dife-
licen en profundidad los eventos referidos por
rentes tipos de violencia, captados en dife-
los sujetos, así como su inclusión en sus histo-
rentes recortes muestrales. Así, los primeros
rias de vida. Criticaron los abordajes que “aís-
abordajes en la década del 70, tomaron
lan y abstraen la violencia” a partir de la
“muestras de refugios” (shelter samples), es
aplicación de instrumentos a gran escala, que
decir, analizaron las situaciones de violencia
terminan resultando superficiales, dado que
que alcanzaban las instancias judiciales y de
pierden el contexto de producción del fenó-
asistencia. Por otro lado, la propuesta de
Straus y colaboradores tomaron como univer-

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Aportes para pensar la violencia en la familia: luces y sombras del discurso feminista 37

so de análisis la población general (communi- violencia en la pareja se trate de un fenó-


ty samplers). El trabajo sobre diferentes po- meno homogéneo (Johnson y Ferraro, 2000;
blaciones permitió delimitar tres tipos de pre- Langhinrichsen-Rohling, 2010). Asimismo, ha
sentaciones de la violencia: el terrorismo ín- promovido la necesidad de desarrollar mode-
timo (Intimate terrorism), la resistencia vio- los teóricos diferentes para dar cuenta de los
lenta (Violent resistant) y la violencia situa- diversos tipos de violencia en la pareja (John-
cional de pareja (Situational couple violen- son, 2010).
ce).
En la discusión sobre el tópico de la sime-
El feminismo ha trabajado centralmente so- tría/asimetría de la violencia, se postula tras-
bre el terrorismo íntimo, que alude a un con- cender los análisis descriptivos. Por el contra-
trol coercitivo violento, ejercido fundamen- rio, debería ponerse el acento en la dimen-
talmente por los varones contra sus mujeres. sión de poder y control que implican las si-
Aunque son los casos de menor peso estadísti- tuaciones de violencia (Braaf y Barrett-
co, son los más llamativos y predominantes en Meyering, 2013; Johnson, 2011), así como los
las agencias públicas (juzgados, comisarías, efectos —físicos y psicológicos— y modalida-
albergues). Dentro del contexto del terroris- des diferenciales —en términos de frecuencia
mo íntimo se incluye la resistencia violenta y gravedad de los ataques— que se presentan
por parte de las mujeres, como estrategia de en las distintas configuraciones (Johnson y
supervivencia en esa situación. Finalmente, la Leone, 2005). O, planteado de otro modo,
violencia situacional de pareja alude a discu- ponderar la “paridad de género en el uso de
siones frente a conflictos de la vida de pare- la fuerza por los partenaires, con la asimetría
ja, que se vuelven agresivas y violentas. Es de género en las dinámicas y efectos del abu-
por lejos, la forma más pronunciada de vio- so en la pareja” (Stark, 2010, p. 201, la tra-
lencia en la pareja y la más heterogénea. Este ducción es nuestra).
tipo es captado por las muestras generales.
Quizá resulte útil diferenciar la tesis de la si-
Pueden incluir episodios menores y aislados
metría de la violencia en la pareja, de la idea
de violencia, o modalidades más graves y cró-
de que las mujeres puedan ejercer violencia.
nicas y —a diferencia de la primera modali-
La representación de la mujer como “ontoló-
dad—, no forma parte de un patrón coercitivo
gicamente buena” resulta un deslizamiento
de control y es ejercida por varones y muje-
ideológico de una cosmovisión que esencializa
res en igual proporción (Johnson, 2011). La
a la mujer en el lugar idealizado del oprimido
prevalencia de la violencia situacional de pa-
(Gomáriz Moraga, 1992).
reja, daría cuenta de cierta normatividad del
uso de la violencia en la vida familiar, como Consideraciones finales
modo de resolución de conflictos (Stark,
2010). A lo largo del artículo, hemos argumentado en
relación a cómo las categorías para pensar la
En esta solución de compromiso, Johnson re- temática de la violencia en la familia son sub-
tiene la retórica feminista sobre el tema, jun- sidiarias de los marcos conceptuales utiliza-
to a la ampliación de la propia categoría de dos. Es decir, nos apartamos de las tenden-
violencia en la pareja. “Podemos acordar con cias que ubican a la violencia en la familia
que la “violencia doméstica” o el “maltrato” como un fenómeno natural y ahistórico, siem-
como suele ser entendido por los profesiona- pre existente y recientemente descubierto,
les y el público, es primeramente un proble- para pensarla como temática situada en un
ma del control masculino heterosexual sobre contexto de producción particular y en rela-
las parejas mujeres” (Johnson y Ferraro, ción a ciertas significaciones, tanto sociales
2000, p. 949). Sin embargo, esto no implica como disciplinares. Uno de estos contextos es
desconocer que existe violencia en parejas el marco referencial del feminismo, que plan-
del mismo sexo, que algunas mujeres atacan tea, como complejidad singular en su carácter
a sus parejas y que hay otras modalidades de de teorización y de movimiento de crítica so-
maltrato que la violencia coercitiva. cial, los desafíos de hermanar ambas tenden-
La caracterización de Johnson, aunque no cias: la producción de conocimiento y la pro-
exenta de críticas (Dutton, 2012; Straus, yección política.
2008), tuvo el mérito de establecer diferen- Es innegable el impacto que ha tenido el fe-
ciaciones, cuestionando que la temática de la minismo —en tanto movimiento político y

Quaderns de Psicología | 2016, Vol. 18, No 3, 27-42


38 González Oddera, Mariela

marco interpretativo—, en los procesos de vi- Ariza Sosa, Gladys Rocío (2011). La violencia en las
sibilización y resemantización de la problemá- relaciones de pareja en Medellín y sus represen-
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rar nuevas líneas de análisis, que permitieron
redimensionar el tema diferenciándose de los Benjamin, Jessica (1996). Los lazos de amor. Psi-
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Ahora bien, si es cierto que se destacan los victims: a feminist social work perspective. So-
esfuerzos del feminismo por superar los mo- cial Work, 26(6), 447-449.
delos uni-causales y proponer visiones más
complejas (DeKeserey y Dragiewicz, 2007), la Berns, Nancy (2001). Degendering the problem and
gendering the blame: political discourse on
alusión al patriarcado como al sistema sexo-
women and violence. Gender & Society, 15(2),
género —en tanto modalidades de la domina- 262-281.
ción masculina— continúa siendo el núcleo http://dx.doi.org/10.1177/089124301015002006
duro de la retórica feminista en la aproxima-
ción a la temática de la violencia en la fami- Bonilla Campos, Amparo (2014). Pertenencia, per-
tinencia y diferencia: discurrir por las fronteras
lia.
del género. Quaderns de Psicologia, 16(1), 17-34.
En este sentido, resultaría relevante intersec- http://dx.doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.1223
tar la producción recabada en este trabajo, Bonino-Méndez, Luis (1998). Micromachismos: la
con los aportes que se derivan de la teoría violencia invisible en la pareja. Recuperado de
feminista en otras de sus vertientes, y que sin http://www.luisbonino.com/pdf/mM96.pdf
duda podrían sofisticar los planteos realiza-
Bosch, Esperanza & Ferrer, Victoria (2002). La voz
dos. Dado que este artículo sólo ha aportado de las invisibles. Las víctimas de un mal amor
una visión de conjunto sobre la versión stan- que mata. Madrid: Cátedra-Feminismos.
dard, sería deseable en trabajos futuros re-
construir otras acepciones de la propia cate- Bosch, Esperanza & Ferrer, Victoria (2012). Nuevo
mapa de los mitos sobre la violencia de género
goría “violencia de género”, de acuerdo a
en el siglo XXI. Psicothema, 24(4), 548-554. Re-
otros lineamientos teóricos inscriptos en una cuperado de
genealogía feminista. http://www.psicothema.com/pdf/4052.pdf
Este horizonte de sofisticación teórica resulta Braff, Rochelle & Barrett-Meyering, Isobelle
imprescindible en el análisis de un tópico (2013). The gender debate in domestic violence:
complejo, como el de la violencia que tiene the role of data. Australian Domestic & Family
lugar en la familia. Es deseable que puedan Violence Clearinghouse, 25, 1-23. Recuperado de
ponerse en diálogo diversas perspectivas y http://citeseerx.ist.psu.edu/viewdoc/download?
dimensiones de análisis, que incluyan no sólo doi=10.1.1.405.5345&rep=rep1&type=pdf
la dimensión estructural sino también —entre Cantera, Leonor (2004). Aproximación empírica a
otras— las dimensiones subjetiva y relacional la agenda oculta en el campo de la violencia en
que se ponen en juego en las situaciones de la pareja. Intervención Psicosocial, 13(2), 219-
violencia, en la peculiar organización humana 230. Recuperado de
que es la familia. Si entendemos a la violencia http://www.copmadrid.org/webcopm/publicaci
como una temática compleja, se vuelve nece- ones/social/91392.pdf
sario introducir otros elementos explicativos Cantera, Leonor & Blanch, Josep (2010). Percep-
que permitan dar cuenta de tal complejidad, ción social de la violencia en la pareja desde los
resignando otorgar un valor omniexplicativo a estereotipos de género. Intervención Psicosocial,
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42 González Oddera, Mariela

MARIELA GONZÁLEZ ODDERA


Universidad Nacional de La Plata

DIRECCIÓN DE CONTACTO
goddera@psico.unlp.edu.ar

FORMATO DE CITACIÓN
González Oddera, Mariela (2016). Aportes para pensar la violencia en la familia: luces y sombras del
discurso feminista. Quaderns de Psicologia, 18(3), 27-42.
http://dx.doi.org/10.5565/rev/qpsicologia.1356

HISTORIA EDITORIAL
Recibido: 20/06/2016
Aceptado: 05/11/2016

http://quadernsdepsicologia.cat

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