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Propósito:
Lograr comprender que en el propósito de Dios todos somos considerados importantes y especiales,
somos únicos e irremplazables en relación a las capacidades y virtudes que Dios ha puesto en cada uno
dejando un único modelo de vida, Jesucristo. Así el joven cristiano podrá adquirir mayor confianza y
libertad para desenvolverse e involucrarse en el ministerio de la iglesia.
Notas de la enseñanza.
I. Nuestra individualidad
Nuestras diferencias
Es posible que en algún momento estemos en un conflicto, el problema de ver la situación de otros, las
posesiones de otros y las virtudes o habilidades de otros. Esto es una realidad un tanto delicada (tal vez
mucho) ya que podría provocar en nosotros dudas, temores y hasta complejos (emociones y
pensamientos que perturban el comportamiento).
La Biblia muestra la realidad de las diferencias entre unos y otros, pero la aborda de manera sabia dándole
un propósito. Pero a pesar de lo buenas que son las diferencias podríamos expresar como la Biblia nos
expone:
“Si el pie dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy mano», no por eso dejaría de ser parte del
cuerpo. Y, si la oreja dijera: «No formo parte del cuerpo porque no soy ojo», ¿dejaría por eso de ser parte
del cuerpo?”
(vs. 15-16)
¡Estamos a punto de sacrificar lo que somos (y podemos llegar a ser), por tratar de
ser lo que otros son!
No formamos parte de la iglesia por nuestras habilidades sino por lo que somos, hijos de Dios que tienen
un propósito en él. Y el que no tengamos o seamos lo que otros son no afecta a nuestra importancia y
valor delante de Dios y la iglesia.
Nuestra particularidad
Como personas y de forma individual somos especiales y únicos. Somos parte importante de la iglesia
porque Dios no ha puesto en ella, nos unió a los demás.
“Pero nuestro cuerpo tiene muchas partes, y Dios ha puesto cada parte justo donde él quiere.”
(v. 18)
Dios no sólo nos ha colocado en la iglesia sino nos ha destinado a funciones específicas y habilidades
particulares que nos hacen únicos.
Por todo esto, nuestras diferencias (no defectos) en realidad nos hacen especiales, importantes y únicos
delante de Dios.
Una manera de estar inmunes a los complejos es llegar a entender que Dios al hacernos únicos ha
establecido un propósito único, un proceso único, lugares y bendiciones únicas para cada uno. Sólo él para
hacer que nos unamos con un propósito mayor.
También la unidad de todos los miembros de la iglesia nos da grandes beneficios. La individualidad se
transforma en colectividad en las manos de Dios. Todo esto tiene que ver con el propósito y las funciones
(capacidades) que cada uno debe desempeñar.
“El ojo nunca puede decirle a la mano: «No te necesito». La cabeza tampoco puede decirle al pie: «No te
necesito»…Esto hace que haya armonía entre los miembros a fin de que los miembros se preocupen los
unos por los otros.”
(vs. 21,25)