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CARRIZALES VS.

CARRIZALES
Caso de Discusión

Los negocios

En 1946 Armando Carrizales fundó el periódico de mayor circulación de la


República de Colón. Desde sus inicios el Heraldo de Colón fue un medio que gozó
de gran aceptación popular, a despecho de los periódicos de “calidad” que
también se editaban en la ciudad de Colonia, capital del país, el Heraldo era el
preferido de los sectores más humildes de la población, que siempre se
identificaron con su estilo directo, claro y coloquial.

Don Armando se reía de las críticas que le hacían desde la competencia, tildando
al Heraldo de pasquín amarillista. El sabía muy bien donde estaba el negocio y, no
por casualidad, los demás periódicos vivían en permanente crisis financiera,
mientras que el suyo era extraordinariamente rentable. A tal punto se trataba de
un buen negocio que, desde sus arcas, se conformó uno de las más grandes
grupos económicos de Colón. Con extraordinaria visión financiera, Don Armando
fue capaz de diversificar sus negocios usando inicialmente los ingresos generados
por el Heraldo para constituir el Grupo Carrizales, cuyos principales actividades
son, además de la editorial, la inmobiliaria y la de inversiones. Como fruto del
trabajo de más de 40 años, el valor del imperio económico de Don Armando
Carrizales se estimó para 1990 en 1.000 millones de dólares.

Con el transcurso del tiempo el periódico dejó de ser el centro de gravedad del
grupo, pero siguió teniendo gran valor estratégico, debido a la influencia política
que su fundador ejercía desde el. Tal vez por ello, las oficinas de Don Armando
siempre estuvieron en la sede del periódico, en el centro de la ciudad de Colonia.
De todos modos, El Heraldo era el corazón del negocio editorial, que conformaba
junto con otras 15 empresas: 13 publicaciones hermanas, mas la editora y la
distribuidora. Se trataba de una verdadera integración “aguas abajo” del negocio.
El valor estimado del negocio editorial del Grupo Carrizales era de 200 MM $. Sin
embargo, este no era el mayor negocio del grupo. A mucha distancia se
encontraba la Inversora Carrizales, cuyo valor para 1990 había sido estimado en
600 MM $. A través de este brazo financiero Don Armando había llegado a
controlar grandes paquetes accionarios de las más importantes empresas del
país, sin ir más lejos de la Electricidad de Colonia y del Banco de Colón, donde su
participación era determinante. Finalmente, la estructura corporativa se
complementa con la Inmobiliaria Carrizales, básicamente dedicada a la
administración de las propiedades del grupo y al financiamiento de obras de
construcción, cuyo valor estimado para 1990 era de 150 MM $.

Si algo caracterizó siempre al Grupo Carrizales, además de su potencial


económico y su influencia política, fue el sello personal de Don Armando. Su estilo

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se vio reflejado hasta en las mínimas cosas, a fin de cuentas era su creación en
todos los sentidos, no solo porque el había fundado y hecho crecer todos los
negocios, sino también porque los manejó directamente. No había decisión,
importante o no, que escapase a su control. Así las cosas, el estilo autoritario y
controlador del fundador fue impregnando la cultura de la organización hasta
modelarla a su propia imagen. Don Armando definía, como todas las demás
cosas, la política de recursos humanos de sus empresas. En su concepción del
negocio no tenía sentido la existencia de gerencia o departamento de personal, ya
que el mismo definía las contrataciones, los despidos y las remuneraciones de su
gente. Siguiendo siempre la política de pagar bajos sueldos y no dar
entrenamiento o capacitación alguna a sus empleados. Desde luego, el índice de
rotación del personal era altísimo en todas las empresas del Grupo.

Igualmente, en materia de inversiones Don Armando intentaba siempre escatimar


en gastos y no era amigo de innovaciones tecnológicas. En el mundo editorial era
un personaje legendario por la extraordinaria habilidad que tenía para comprar
equipos de segunda mano, a precios irrisorios, para sus imprentas. De hecho, las
rotativas con las cuales imprimía sus publicaciones eran piezas de desecho,
compradas a periódicos norteamericanos que las habían sustituido por maquinaria
actualizada.

Don Armando tenía la suerte de contar con un pequeño grupo de colaboradores,


que le habían acompañado prácticamente desde el principio, que habían crecido
con el y que le eran absolutamente fieles. “Los notables”, como eran llamados,
eran seis hombres que ocupaban cargos gerenciales en las diversas empresas del
Grupo y que, junto con Don Armando, integraban la Junta Directiva. El perfil
profesional de los miembros de este grupo era muy homogéneo: al igual que su
jefe no tenían estudios superiores y habían aprendido todo lo que sabían en las
empresas del Grupo, al cual debían lo que eran. Nunca existía entre ellos
diferencias fundamentales de criterio y se consideraban a todos los efectos una
especie de extensión de la familia Carrizales. Sin embargo, no poseían acciones
de las empresas del Grupo.

La familia
En el plano personal, la vida de Don Armando era no menos azarosa. Casado muy
joven con Doña Herminia Valdés, tuvieron una larga y fructífera vida matrimonial,
de la cual nacieron de manera casi continuada seis hijas durante los primeros
nueve años de convivencia. No todo era felicidad por cuanto, como solía decir Don
Armando, “los negocios no son cosas de mujeres, como las labores del hogar no
son propias de hombres. Según la ley de la vida”. Así que le preocupaba el asunto
de su propia sucesión. Tan espinoso tema se resolvió cuando nació, finalmente y
con muchos años de diferencia con sus hermanas, Armando Luis, por todos
conocido como Armandito. A partir de este momento en la mente de todos estaba
claro que, algún día lejano, la conducción de los negocios recaería en el único hijo
varón. Era, pues, el orden natural de las cosas.

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Al poco tiempo de nacido Armandito, empiezan los problemas matrimoniales que
causarán primero la separación de Don Armando y Doña Herminia, y luego el
divorcio definitivo, que ocurre en 1970. Curiosamente, al divorciarse no acuerdan
ningún tipo de separación de bienes.

Al año siguiente, para sorpresa y escándalo de la familia, Don Armando se casa


por segunda vez. La nueva esposa, Olga Esperanza Machado, era una perfecta
desconocida para la familia ya que no pertenecía su mismo círculo social. Sea
como fuere, antes de transcurrido un año nació Junior, el segundo hijo varón de
Don Armando, a quien por petición expresa de Olga Esperanza, le pusieron el
nombre de Armando José. Para que también se llamara igual que su padre.

La familia en los negocios


Con el pasar de los años, Armandito y Junior fueron vinculándose a la
administración de los negocios, si bien por caminos muy distintos. En 1987,
Armandito, después de estudiar la carrera de administración de empresas en el
extranjero, regreso al país y se puso a las órdenes de su padre, quien le ordenó
empezar desde abajo, y ello no fue una metáfora. Su primera asignación, fue de
mensajero en el Heraldo de Colón. Allí empezó una carrera “gerencial” que le
haría conocer todos los entresijos de este y de los demás negocios familiares.

Por su parte, Júnior, quien era para todo el mundo el consentido de Don Armando,
nunca sufrió tales rigores. Cuando cumplió 18 años, en 1992, su padre mandó a
construir una oficina anexa a la suya y le fue progresivamente encargando
trabajos diversos, pero siempre acorde con su nivel. Para ese momento,
Armandito llevaba un buen camino recorrido en las empresas del grupo y,
finalmente, había alcanzado un cargo gerencial como Adjunto a la Vicepresidencia
de Finanzas de la corporación.

Gracias a la convivencia laboral Armandito y Júnior llegaron a desarrollar una muy


buena relación personal, zanjando viejos prejuicios. Tal vez más importante sea
que ambos hermanos lograron establecer una visión común del negocio, a partir
de múltiples coincidencias en cuanto a los cambios que debían aplicar en la
gerencia del grupo Carrizales.

Más allá del constante control que ejercía Olga Esperanza sobre los asuntos de
Junior, las mujeres de ambas ramas de la familia, esposas e hijas, no tenían
participación alguna en la administración de los negocios. Era ley de vida, según
entendía Don Armando.

La sucesión ab-intestato
En 1996, después de una penosa enfermedad no diagnosticada previamente, Don
Armando muere. Dado lo imprevisto del desenlace, no quedó resuelta su sucesión
al frente del grupo Carrizales. Don Armando ni siquiera había elaborado un
testamento.

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En este punto era necesario un entendimiento entre las dos ramas de la familia:
los Carrizales Valdés y los Carrizales Machado. Se trataba, ni más ni menos, de
acordar la participación de cada una de las ramas familiares en la gestión de unos
negocios para entonces valorados en más de 1.000 MM $.

Por su parte “los notables”, que no tenían participación accionaria pero si un


considerable peso moral, no tomaron partida por ninguna de las ramas familiares
enfrentadas, sino que se ofrecieron como “mediadores”. En las negociaciones que
siguieron no fue posible llegar a un acuerdo que dejara conforme a ambas partes
en cuanto a qué pedazo del pastel le correspondía. Sin embargo, si convinieron,
por sugerencia de “los notables”, que mientras las negociaciones se desarrollaban,
Armandito y Junior, en calidad de presidente y vicepresidente, gestionarían el día
a día de las empresas.

Por lo que a la marcha de los negocios concierne, Armandito y Junior comenzaron


a aplicar cambios muy importantes, acordes con la visión gerencial que
compartían. Contrariamente a las creencias de su padre ellos entendían que había
que remunerar mejor al personal, entrenarlo adecuadamente y hacer inversiones
en nuevas tecnologías.

La nueva dirección del grupo decidió centrar sus esfuerzos en el Heraldo de


Colón, en vista de que tanto la inversora como la inmobiliaria funcionaban
razonablemente bien, mientras que las ventas del periódico venían cayendo
durante los últimos años. Además, entendieron que la influencia social y la
proyección política que daba el Heraldo podía ser aprovechada en beneficio de
todo el Grupo. En vista de estas razones se embarcaron en un ambicioso
programa de modernización del periódico, incluyendo cuantiosas inversiones en
nuevas rotativas y equipos de impresión, así como en la construcción de una
modernísima y funcional sede. Igualmente, renovaron completamente su equipo
de dirección, contratando gerentes profesionales, con formación y trayectoria
exitosa.

Con la asesoría de una importante consultora española se rediseñó desde el


punto de vista gráfico y de contenidos el Heraldo. El resultado de estas
inversiones ha sido un incremento de 25% en las ventas y un aumento de 50% en
la capacidad de edición y distribución.

El conflicto
A pesar de que los negocios marchaban bien, el espinoso asunto de la sucesión
no avanzaba. Después de varias reuniones las negociaciones llegaron a un punto
muerto: los Carrizales Machado querían tener más del 50% del negocio, mientras
que para los Carrizales Valdés su participación no debería ser menor al 70%.
Ambos bandos consideraban que tenían derechos preferentes y que podían
hacerlos valer. Para los Carrizales Valdés no había duda posible: ellos eran más,
puesto que del otro lado solo había un hijo, mientras que de este siete. Pero
tenían otros argumentos, por ejemplo alegaban que Doña Herminia había
colaborado desde el principio con Don Armando, precisamente en los momentos

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más difíciles. Además, según ellos algo debía valer el hecho de que el primer
matrimonio durara más que el segundo.

Por su parte, Olga Esperanza, alegaba que ella había cuidado a Don Armando
durante sus últimos años, que siempre son los más difíciles. Además, decía que él
nunca había sido feliz hasta que se casó con ella. Por si estos argumentos fuesen
poco, Olga Esperanza consideraba que siendo Junior el hijo favorito se
irrespetaría la memoria de Don Armando si a él no le tocaba la mayor parte del
pastel.

Tratando de resolver el conflicto, en una reunión informal Armandito y Junior,


haciendo mutuas concesiones llegaron a un principio de acuerdo: en aras de
conciliar las posiciones y de evitar un juicio indeseable, la distribución de las
acciones sería 60% para los Carrizales Valdés y 40% para los Carrizales
Machado. Por supuesto, este acuerdo preliminar debía ser ratificado por el resto
de la familia.

Por el lado de los Carrizales Valdés no hubo problema, después de una larga
discusión Armandito los convenció de que ambas partes debía ceder si querían
llegar a un acuerdo razonable. Sin embargo, del otro lado de la familia no hubo
acuerdo, Olga Esperanza dijo que cualquier cosa que no fuera controlar la
mayoría de las acciones sería una burla y un atropello a sus derechos, así que le
ordeno a Junior que suspendiera toda conversación y se retirara de la empresa.
Inmediatamente, ella misma le comunico por teléfono a Armandito que se
preparara para lo peor, que se verían en los tribunales. El conflicto, pues, estaba
servido.

DESARROLLO:

1. Usted deberá, después de analizar el caso, asumir el rol de una de las


partes en conflicto y, junto con los integrantes de su equipo, prepararse
para defender sus puntos de vista ante los representantes de la otra parte.

2. Su equipo tiene libertad para plantear cualquier salida posible, bien que sea
retomar las negociaciones, buscar alguna forma de solución extrajudicial
del conflicto o mantener el litigio.

3. Mencione y sustente, las posiciones, posturas, intereses, los participantes


del conflicto, los contextos, las estrategias, tácticas a utilizar y de acuerdo
al caso planteado realice la planificación de la negociación para poder
resolver el conflicto familiar.

Deben diseñar su estrategia antes de comenzar la reunión.

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