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CARRIZALES
Caso de Discusión
Los negocios
Don Armando se reía de las críticas que le hacían desde la competencia, tildando
al Heraldo de pasquín amarillista. El sabía muy bien donde estaba el negocio y, no
por casualidad, los demás periódicos vivían en permanente crisis financiera,
mientras que el suyo era extraordinariamente rentable. A tal punto se trataba de
un buen negocio que, desde sus arcas, se conformó uno de las más grandes
grupos económicos de Colón. Con extraordinaria visión financiera, Don Armando
fue capaz de diversificar sus negocios usando inicialmente los ingresos generados
por el Heraldo para constituir el Grupo Carrizales, cuyos principales actividades
son, además de la editorial, la inmobiliaria y la de inversiones. Como fruto del
trabajo de más de 40 años, el valor del imperio económico de Don Armando
Carrizales se estimó para 1990 en 1.000 millones de dólares.
Con el transcurso del tiempo el periódico dejó de ser el centro de gravedad del
grupo, pero siguió teniendo gran valor estratégico, debido a la influencia política
que su fundador ejercía desde el. Tal vez por ello, las oficinas de Don Armando
siempre estuvieron en la sede del periódico, en el centro de la ciudad de Colonia.
De todos modos, El Heraldo era el corazón del negocio editorial, que conformaba
junto con otras 15 empresas: 13 publicaciones hermanas, mas la editora y la
distribuidora. Se trataba de una verdadera integración “aguas abajo” del negocio.
El valor estimado del negocio editorial del Grupo Carrizales era de 200 MM $. Sin
embargo, este no era el mayor negocio del grupo. A mucha distancia se
encontraba la Inversora Carrizales, cuyo valor para 1990 había sido estimado en
600 MM $. A través de este brazo financiero Don Armando había llegado a
controlar grandes paquetes accionarios de las más importantes empresas del
país, sin ir más lejos de la Electricidad de Colonia y del Banco de Colón, donde su
participación era determinante. Finalmente, la estructura corporativa se
complementa con la Inmobiliaria Carrizales, básicamente dedicada a la
administración de las propiedades del grupo y al financiamiento de obras de
construcción, cuyo valor estimado para 1990 era de 150 MM $.
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se vio reflejado hasta en las mínimas cosas, a fin de cuentas era su creación en
todos los sentidos, no solo porque el había fundado y hecho crecer todos los
negocios, sino también porque los manejó directamente. No había decisión,
importante o no, que escapase a su control. Así las cosas, el estilo autoritario y
controlador del fundador fue impregnando la cultura de la organización hasta
modelarla a su propia imagen. Don Armando definía, como todas las demás
cosas, la política de recursos humanos de sus empresas. En su concepción del
negocio no tenía sentido la existencia de gerencia o departamento de personal, ya
que el mismo definía las contrataciones, los despidos y las remuneraciones de su
gente. Siguiendo siempre la política de pagar bajos sueldos y no dar
entrenamiento o capacitación alguna a sus empleados. Desde luego, el índice de
rotación del personal era altísimo en todas las empresas del Grupo.
La familia
En el plano personal, la vida de Don Armando era no menos azarosa. Casado muy
joven con Doña Herminia Valdés, tuvieron una larga y fructífera vida matrimonial,
de la cual nacieron de manera casi continuada seis hijas durante los primeros
nueve años de convivencia. No todo era felicidad por cuanto, como solía decir Don
Armando, “los negocios no son cosas de mujeres, como las labores del hogar no
son propias de hombres. Según la ley de la vida”. Así que le preocupaba el asunto
de su propia sucesión. Tan espinoso tema se resolvió cuando nació, finalmente y
con muchos años de diferencia con sus hermanas, Armando Luis, por todos
conocido como Armandito. A partir de este momento en la mente de todos estaba
claro que, algún día lejano, la conducción de los negocios recaería en el único hijo
varón. Era, pues, el orden natural de las cosas.
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Al poco tiempo de nacido Armandito, empiezan los problemas matrimoniales que
causarán primero la separación de Don Armando y Doña Herminia, y luego el
divorcio definitivo, que ocurre en 1970. Curiosamente, al divorciarse no acuerdan
ningún tipo de separación de bienes.
Por su parte, Júnior, quien era para todo el mundo el consentido de Don Armando,
nunca sufrió tales rigores. Cuando cumplió 18 años, en 1992, su padre mandó a
construir una oficina anexa a la suya y le fue progresivamente encargando
trabajos diversos, pero siempre acorde con su nivel. Para ese momento,
Armandito llevaba un buen camino recorrido en las empresas del grupo y,
finalmente, había alcanzado un cargo gerencial como Adjunto a la Vicepresidencia
de Finanzas de la corporación.
Más allá del constante control que ejercía Olga Esperanza sobre los asuntos de
Junior, las mujeres de ambas ramas de la familia, esposas e hijas, no tenían
participación alguna en la administración de los negocios. Era ley de vida, según
entendía Don Armando.
La sucesión ab-intestato
En 1996, después de una penosa enfermedad no diagnosticada previamente, Don
Armando muere. Dado lo imprevisto del desenlace, no quedó resuelta su sucesión
al frente del grupo Carrizales. Don Armando ni siquiera había elaborado un
testamento.
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En este punto era necesario un entendimiento entre las dos ramas de la familia:
los Carrizales Valdés y los Carrizales Machado. Se trataba, ni más ni menos, de
acordar la participación de cada una de las ramas familiares en la gestión de unos
negocios para entonces valorados en más de 1.000 MM $.
El conflicto
A pesar de que los negocios marchaban bien, el espinoso asunto de la sucesión
no avanzaba. Después de varias reuniones las negociaciones llegaron a un punto
muerto: los Carrizales Machado querían tener más del 50% del negocio, mientras
que para los Carrizales Valdés su participación no debería ser menor al 70%.
Ambos bandos consideraban que tenían derechos preferentes y que podían
hacerlos valer. Para los Carrizales Valdés no había duda posible: ellos eran más,
puesto que del otro lado solo había un hijo, mientras que de este siete. Pero
tenían otros argumentos, por ejemplo alegaban que Doña Herminia había
colaborado desde el principio con Don Armando, precisamente en los momentos
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más difíciles. Además, según ellos algo debía valer el hecho de que el primer
matrimonio durara más que el segundo.
Por su parte, Olga Esperanza, alegaba que ella había cuidado a Don Armando
durante sus últimos años, que siempre son los más difíciles. Además, decía que él
nunca había sido feliz hasta que se casó con ella. Por si estos argumentos fuesen
poco, Olga Esperanza consideraba que siendo Junior el hijo favorito se
irrespetaría la memoria de Don Armando si a él no le tocaba la mayor parte del
pastel.
Por el lado de los Carrizales Valdés no hubo problema, después de una larga
discusión Armandito los convenció de que ambas partes debía ceder si querían
llegar a un acuerdo razonable. Sin embargo, del otro lado de la familia no hubo
acuerdo, Olga Esperanza dijo que cualquier cosa que no fuera controlar la
mayoría de las acciones sería una burla y un atropello a sus derechos, así que le
ordeno a Junior que suspendiera toda conversación y se retirara de la empresa.
Inmediatamente, ella misma le comunico por teléfono a Armandito que se
preparara para lo peor, que se verían en los tribunales. El conflicto, pues, estaba
servido.
DESARROLLO:
2. Su equipo tiene libertad para plantear cualquier salida posible, bien que sea
retomar las negociaciones, buscar alguna forma de solución extrajudicial
del conflicto o mantener el litigio.