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Gabriel Alfonso Pérez Reyes Historia de la

Lengua

España se lanza -con Carlos V- a regir los destinos de Europa, defendiendo la fe católica
frente al protestantismo, propagando en América la fe también. El éxito en lo militar
acarreaba también el éxito en las costumbres – la cortesano, propio del hombre renacentista-
la literatura y los conceptos tales como el honor o el valor de la caballeresco. La literatura
hispana triunfaba en los países extranjeros -con las traducciones de diversos títulos como el
Amadís de Gaula o la Celestina, y autores varios como Cervantes o Santa Teresa- tanto como
la difusión de la lengua en estos mismos, cuya afiliación al luteranismo no excluía incluso el
deseo de aprender la lengua. Esto último acarrearía la entrada de algunas voces hispánicas a
Inglaterra o Francia- algunas relacionadas al concepto que tenían estos de aquellos- tales
como sforzato, fanfarone del lado inglés, o brave, grandiose, fanfarron del francés. Y a través
de España harían su entrada los americanismos: caimán, hurricane,, tobacco; así como los
referidos a las castas preponderantes en nuestra américa: criollo, mestizo, mulato.

La literatura castellana se afianza– por factores económicos y políticos, como que esta se
usaba en la corte tornando luego a ser lengua de la nación- recluyendo al catalán al habla
familiar. Tal literatura era exclusiva para tratar temas novelísticos y de amores, para textos
doctrinales aún se conservaba el uso del latín, cuyo valor trataba de alcanzar la lengua
castellana al decirse más cercana al habla de Cicerón. El retorno a la naturaleza reivindica el
uso del español para tratar temas bucólicos, crece desmedidamente también el deseo de
equiparar la lengua “de Dios” a las de otros pueblos con la elaboración de manuales. No sólo
eso, pues la literatura se afianza con la introducción de la versificación italiana traída por
Garcilaso y Boscán, es decir la imposición del endecasílabo por sobre el octosílabo, así como
por los equilibrismo del hipérbaton , los epítetos – que preponderan la cualidad propia del
arquetipo, “agua corriente y clara”- ; los vocablos emparejados en la frase ciceroniana –
“industria y arte”, “secretos y causas”. A la par del refinado arte de Valdés, se yergue la
expresión satírica llana, que encontraría su máximo ejemplo en el Lazarillo de Tormes, cuya
entrada augura la de la narración realista. El misticismo por otro lado, encarna las desaforadas
revoluciones del espíritu español,

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